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Autor
Gonzalo M.
de la Torre Gerrero
Nacido: 06-06-1932, en el Carmen de Atrato (Chocó – Colombia)
Desde los primeros meses de nacido, fue criado en Quibdó (Chocó),
ciudad afrodescendiente que hace suya. Primeros votos como
religioso en la comunidad de Misioneros Claretianos: 08-XII-50,
ordenado de Sacerdote el 08-IXx-57. Licenciado en Sagrada Teología:
Instituto Pontificio “Angelicun” de Roma, 1958. Especialista en
Exégesis y Ciencias Auxiliares Bíblicas: Instituto Bíblico Franciscano
de Jerusalén 1962-1963. Algunos de sus escritos publicados: Las
parábolas que narró Jesús, Artículos diversos en la revista “RIBLA”
(Latinoamericana), en la revista Éxodo (Madrid – España), en la
colección Bíblica Claretiana “palabra misión”, en el Anuario de
Uniclaretiana (Fundación Universitaria Claretiana).
Créditos
Equipo de producción:
Dirección de Innovación y Desarrollo de Medios y Mediaciones
Las raíces antropológicas de la Misión DE TODO SER HUMANO: HUMANIZARSE EN COMPAÑÍA DE OTROS 1
Tabla
de contenido
Ir
Definiciones 4
1. Una primera definición y sus implicaciones
3. La historia de América Latina también nos acerca a la comprensión del tipo de ser
humano predominante en nuestro medio.
4. La historia del Chocó afecta también, de una manera muy honda, al ser humano
que habita este territorio.
1. Las clases sociales son propiamente creación humana y, como tal, pueden y deben
desaparecer.
2. La clase social dominante, por las ventajas que tiene, tiende a perpetuarse, con el
grave inconveniente y el peligro de agrandar distancias con la clase social obrera.
3. La economía del rebusque, de gran vigencia en nuestro medio, es fruto del sistema
capitalista al que afecta como competencia.
5. La alienación es el fruto codiciado del capitalismo, pues ella lo mantiene con vida
en las conciencias humanas.
5. Hay que dar una voz de alarma para que los proyectos de humanización no caigan
en politización.
Las raíces antropológicas de la Misión DE TODO SER HUMANO: HUMANIZARSE EN COMPAÑÍA DE OTROS 3
DEFINICIONES
Toda esta dotación cerebral, como ya lo hemos dicho, está al servicio de la humanización,
que es la misión universal del ser humano. Pero, dentro de esta misión universal, se le
podría señalar a las dos estructuras cerebrales básicas (la reptílica y la límbica) la misión de
procurar cierta armonía básica, mientras a la estructura neocortical se le señalaría la misión
específica de ir más allá del instinto, de superarlo sin destruirlo, es decir, la posibilidad de
superar la animalidad básica heredada, para encaminarse hacia la humanización.
La naturaleza nos predispone básicamente para realizar la misión y compartirla, sea de una
manera individual (varones y mujeres), sea de una manera colectiva (grupo, clan, tribu,
etnia, nación...). La libertad (que tiene el poder de ir más allá del instinto), puede modificar
-si así lo quiere- estas formas y nos puede unir en diferentes y creativos colectivos de
varones o de mujeres que, en su momento tendrán que ajustar su instinto al proyecto, pero
bajo la condición de buscar una mayor humanización.
Si la naturaleza humana viene bien dotada para realizar una misión humanizadora por el
descubrimiento y la práctica de la justicia, también hereda realidades contrarias a dicho
proceso de humanización. Hay tres fuerzas, enraizadas en lo más hondo de los instintos, que
al mismo tiempo que se constituyen como elementos necesarios para la vida y permanencia
del ser humano como individuo y como especie, se pueden constituir en fuerzas negativas,
si no se les pone al servicio de la humanización o de la justicia. Se trata de los instintos
que satisfacen estas tres necesidades: la de la satisfacción (el alimento), la de la seguridad
(vivienda), la de la reproducción (el sexo).
Estos tres instintos humanizan al ser humano, pues los tres contribuyen a que él crezca
en sanidad, seguridad y en número, y así no se extinga. Pero también se constituyen en
amenaza de las personas y del colectivo, cuando conducen al atrapamiento: se puede atrapar
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alimento y se causa hambre y pobreza en otros; se puede atrapar vivienda y se condena a
otros a vivir indignamente o se les explota en el alquiler de las mismas; se puede atrapar
sexo y el varón o la mujer se convierten no en un compañero-a responsable de la vida que
se genera, sino en un aprovechado del otra-o y en un progenitor-a irresponsable frente a la
vida. En ninguno de estos tres casos se humaniza.
• Para una ética genuina, la sociedad no es una inevitable limitación de los individuos,
• Conviene por eso distinguir más claramente entre la noción de pueblo y la de Estado.
Para el colectivismo, el Estado es la instancia suprema y definitiva a la que todas las
demás han de servir. En una ética correcta, la dimensión primaria es la de pueblo,
que ha de complementarse después con la de Estado. El pueblo está formado por
agrupaciones espontáneas de seres humanos ligados frecuentemente a una geografía
común. El escenario donde el pueblo vive contribuye poderosamente a organizar su vida
e imprime características propias al modo de ser y al talante común de sus miembros.
Junto con la geografía que configura el ambiente y las costumbres, es también decisiva
para la noción de pueblo, la historia. Una tradición común, ligada a costumbres, fiestas,
actividades que se transmiten por herencia espiritual y espontánea. Y junto con ello, la
comunicación a través de un idioma común, la participación en formas de vida semejantes
y una cultura común que es expresión viva del alma popular. Vemos, pues, que el pueblo
supone una unidad más espontánea y natural, ligada al suelo y a la sangre, a la
historia y a la cultura, a las formas peculiares de organización social, al folclore,
al genio común. La palabra pueblo significa algo muy diverso a la masa. No se trata
de una multitud desorganizada o desarticulada, sino expresión comunitaria y cultural de
grupos humanos con un mundo común de valores.
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las personas y sus derechos frente a los poderes más tentaculares cada día del Estado.
Y de la misma manera ha de ponerse de lado de las culturas y sus derechos frente a los
poderes más tentaculares cada día del Estado. Y de la misma manera ha de ponerse del
lado de las culturas más oprimidas y de los valores populares en peligro de desaparecer.
• Tengamos presente que en nuestros países subdesarrollados el Estado tiene por delante
una tarea ardua de estimular fuerzas aletargadas hacia un desarrollo común y organizar
los diferentes elementos sociales hacia una meta que se hace desafiante, pues de ella
depende la victoria contra el hambre y el subdesarrollo. Esta es muchas veces la razón
por la cual nuestros Estados devenguen poderes excepcionales. Por eso mismo
es todavía más urgente la supervigilancia para evitar que esos poderes extraordinarios
en manos poco escrupulosas lleguen a injusticias y abusos que, por desgracia, no son
infrecuentes. La tensión entre una mayor necesidad de autoridad unitaria y los peligros
de abusos de los grupos de poder hacen conflictivas todas las tareas del Estado.
• Los problemas sociales no se dan sólo en los pueblos particulares, sino de una manera
escandalosa en la comunidad internacional. Aquí las diferencias en la participación
de los bienes, del poder y del comercio, son tan grandes que superan toda descripción.
Hay pueblos aún sumidos en la más honda ignorancia, sin medios para apropiarse de sus
propios recursos, en situación casi colonial y dependientes para todo de otros pueblos
más poderosos. El hambre, la miseria y las enfermedades se ceban en los pueblos a
quienes falta lo más necesario, mientras otros abundan en toda clase de superfuidades.
Como lo que nos interesa es conocer el concepto de la “historia real”, nos referimos a sus
actividades, todas ellas afectas por su situación económica, actividades que el ser humano
realiza y ha realizado a lo largo del tiempo. Desde este punto de vista, la historia coincide
con la sociedad en desarrollo y movimiento, a lo largo del tiempo.
Para entender mejor este planteamiento, es indispensable que, así sea de una manera
resumida, señalemos las bases materiales de la historia humana, o sea aquellos aspectos
materiales sobre los cuales está cimentada la historia humana y sin los cuales no podemos
hablar de historia humana.
En primer lugar, es condición básica para que haya historia humana la existencia
1base
era de individuos humanos sobre la superficie de la tierra. Antes del ser humano
existía la naturaleza, constituida por la materia orgánica e inorgánica y por las
plantas y animales que existían entonces, pero no había historia. Al aparecer
el ser humano sobre la superficie de la tierra, aparece simultáneamente la
historia. Esta es la primera base material de la historia como ciencia que busca
entender la actividad de los seres humanos, su relación con la naturaleza y con
los demás seres humanos.
2base
da humanos, como seres vivientes que son, tienen que satisfacer un cierto
número de necesidades para poder seguir viviendo, para lo cual tienen que
organizar un proceso productivo. En este, al producir los bienes, el ser humano
produce también su vida.
3era
satisfacción de sus necesidades y la fabricación de herramientas nuevas para
base dicha satisfacción, ocasionan la aparición de nuevas necesidades que el ser
humano no tenía, que antes no existían.
4base
ta reproducción biológica y sexual de la especie humana, la cual permite que
los seres humanos que mueren sean desplazados por su descendencia y así no
desaparezcan, por la garantía de la sucesión de una generación a otra.
5tabase
realizar el trabajo de transformar la naturaleza, los seres humanos necesitan
organizarse socialmente; pero dicha labor sería imposible si no se repartieran
las tareas.
6base
ta los seres humanos, estén donde estén. La ética es material por ser tangible,
tanto, que modifica las estructuras de cualquier realidad o empresa o actividad
humana. Donde el ser humano deja una huella está el testimonio tangible de su
ética, para bien o para mal.
Muchos historiadores se olvidan de que estos seis aspectos constituyen la base material
sobre la cual los seres humanos van haciendo su propia historia a través de los años y de los
siglos. A esta base material, los pueblos sin excepción, le han añadido el elemento espiritual
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de su fe en alguna Divinidad, la cual siempre está en relación con estas seis bases materiales
de la historia. Por eso hay un principio que dice que lo espiritual no tan espiritual como se
cree, ni lo material tan material como se piensa”…
Como estructura, la historia se explica desde la trabazón existente entre una sociedad y
la siguiente o la anterior, en cada paso y momento histórico. Cada sociedad surge de la
entraña de la anterior y por ello conserva algunas características de la vieja sociedad. Y cada
sociedad contiene y desarrolla sus propias peculiaridades, con las cuales se articulan las
peculiaridades y características de la sociedad anterior.
Todo este remezón científico fue estructurando no sólo un cuerpo abstracto de conocimiento
y explicaciones, sino que se fue traduciendo, aplicando y concretando en los sistemas de
gobierno y en todos los sistemas de la sociedad.
Por haber ocurrido en los países situados hacia la parte de la tierra donde se pone el sol
(Occidente), se empezó a llamar “Occidente” a estos países europeos y posteriormente a los
Estados Unidos, desde finales del s. XVII. Su sistema de pensamiento, expresado en teoría
como el positivismo y el funcionalismo, empezó a conocerse como Pensamiento Occidental y
su modo de organizar la sociedad se empezó a nombrar como Sociedad Occidental.
Así, el régimen de democracia formal, producto de la teoría social del liberalismo (libre
pensamiento, libre comercio), ligado a su vez al desarrollo del modo de producción capitalista,
dieron forma a lo que hoy conocemos como Occidental, por responder a los mencionados
presupuestos teóricos.
Debido a todo lo dicho, en América Latina conviven los reducidos grupos de poder de la
burguesía, criolla o mestiza, ejerciendo su hegemonía y colonialismo interno sobre las
grandes masas de los sectores populares mestizos, indígenas y afroamericanos, negándoles
las posibilidades de humanización, los más elementales derechos y erigiéndose como poder
dependiente y manipulado desde el mundo capitalista desarrollado. De manera particular,
dichos grupos criollos le niegan a los grupos étnicos su carácter de tales, invisibilizándolos,
marginándolos, practicando contra ellos distintas formas de racismo, buscando integrarlo
por todos los medios a una unidad nacional forzada.
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la literatura, renovadora del lenguaje y temáticas; en la teología de la liberación, concreción
latinoamericana de la apertura eclesial posibilitada por el Vaticano II; en las teorías políticas
de la dependencia y la nueva sociedad; en el desarrollo de su movimiento popular, tanto en
el campo de las luchas sociales como en el campo cristiano con las Comunidades Eclesiales
de Base, en la educación liberadora, entre otros.
Por todo ello, hoy se puede hablar de un proyecto latinoamericano de liberación, desde el
cual el pueblo busca la transformación de la estructura capitalista y en el cual se integra el
proyecto alternativo indígena y el proyecto alternativo afroamericano, que aportan desde su
especificidad étnica y cultural.
También podemos hablar de una iglesia latinoamericana que trata de recuperar el sentido
original del cristianismo, lo más genuino del proyecto de Jesús de Nazaret, optando por el
pobre como sujeto y lugar social y cultural, desde los cuales debe revelarse el Señor de la
Historia, el Dios de la vida en este continente.
4. La historia del Chocó afecta también, de una manera muy honda, al ser
humano que habita este territorio.
La unidad territorial étnica y cultural que hoy se conoce en Colombia como departamento
del Chocó, data de los tiempos precoloniales, cuando grupos indígenas Chocó, Citará y Kuna,
entre otros, ocupaban de manera dispersa una vasta zona que comprendía costas en los
océanos Atlántico y Pacífico, desde el actual territorio de la República de Panamá hasta lo
que es hoy el departamento del Valle del Cauca.
A finales del siglo XVII, para seguir aprovechando sus inmensa riquezas minerales, los
colonizadores trajeron al Chocó población negra como mano de obra esclava. Esta, en el
proceso de producción de la cultura afroamericana, poblaría -más tarde, cuando se decreta la
abolición de la esclavitud (1.851)- de manera completamente autónoma, todo el territorio que
ya habitaba, originando la mayor concentración étnica y cultural afroamericana de Colombia.
Parte activa del sistema colonial de la fase independista, del período republicano, de la
modernidad y de la reconstrucción nacional del s. XX, el Chocó deviene históricamente en
territorio marginado, convertido por el poder dominante de cada período en fuente inagotable de
materias primas para la producción nacional, sin ningún beneficio o reversión hacia su interior,
imprimiéndole así un carácter de enclave económico, dentro de la formación social colombiana.
Sin embargo, los pueblos negros e indígenas reproducen sus culturas y organizan sistemas
de producción en el marco de la subsistencia, que evitan su extinción y le comunican
identidad, con lo cual ejercen resistencia al modelo integracionista de la sociedad dominante,
conformándose y estructurándose como unidad étnico-cultural claramente diferenciable
dentro del país colombiano.
Tales condiciones históricas concretas llevan al Chocó a aparecer hoy como la región
más atrasada del País, en condiciones de postración y dependencia en todos los niveles:
económicamente identificada por el mismo Gobierno como la zona de mayor índice de
pobreza absoluta y necesidades básicas insatisfechas, y carente de perspectivas de verdadero
desarrollo hacia el siglo XXI; políticamente botín de las más corruptas prácticas bipartidistas
de clientelismo y caciquismo electorero; e ideológicamente desconocida su identidad cultural
negra e indígena.
El Chocó, en estas condiciones, llega hoy a la realidad de una nueva colonización, por parte
Los afrochocoanos y los indígenas han sido condenados a plegarse servilmente a este nuevo
exabrupto, so pena de desaparecer física y culturalmente, en un nuevo etnocidio, que desconoce
los más elementales derechos de estos pueblos, negando su existencia y su alteridad,
asimilándolos a un factor más de producción para el beneficio de los dueños del capital.
Frente a tan atroz e inhumano panorama, se viene levantando la voz del movimiento
popular regional y nacional, que reclama y lucha por el reconocimiento de la propiedad
sobre su territorio tradicional, concepto que presupone el derecho total a la autonomía y a
la autodeterminación de negros e indígenas. Sin embargo, la avanzada del capital, con sus
consecuencias económicas, políticas e ideológico-culturales de muerte, parecen inatajables,
ante lo cual se impone un proceso de lucha y resistencia mucho más organizado y unitario,
para impedir que se inicien otros quinientos años de colonización en el Chocó y, en general,
en todo el Pacífico colombiano.
Ante la realidad histórica, las instituciones civiles y religiosas deben renovar su compromiso
y su opción por los empobrecidos del Chocó, por el rostro afroamericano e indígena de
la marginación, que es vendido aún por los propios coterráneos de la clase politiquera.
Una política regional étnica integral, que verdaderamente quiera dar respuestas concretas
y adecuadas a tan grave problemática, debe estar en consonancia con los intereses del
pueblo, correr su misma suerte, para que en este pueblo se revele el Dios de la vida ante las
fuerzas de la muerte históricamente presentes y activas, asumiendo a fondo y con sentido
evangélico todas las consecuencias de su praxis.
Por ello no hay derecho a que aún se continúe en ciertos círculos, de una manera
descontextualizada, desgastándose en discusiones acerca de la validez de un compromiso
étnico afrochocoano (incluida la acción pastoral de las iglesias), que es clamada a gritos
por los crucificados de esta tierra chocoana, mientras su marginación y exclusión continúa
ampliándose y el círculo de muerte cerrándose en torno a la vida de los afrodescendientes,
los indígenas y los mestizos empobrecidos del Chocó.
La burguesía suele ser la dueña de todo lo necesario para realizar el trabajo o proceso
productivo: las materias primas, los implementos de trabajo y el capital, con el cual compra la
fuerza del trabajo del obrero o trabajador, en un proceso de explotación de un grupo burgués
privilegiado en contra de los grupos populares, con todos los beneficios para el primero.
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estado de cosas como bueno y adecuado. A esta realidad sociológicamente se le dan los
nombres de Estado burgués y de ideología burguesa.
Por lo dicho, si no hay una ética que se interponga y regule toda esta dinámica, las relaciones
entre trabajadores y capitalistas son antagónicas, de contradicción, de explotación. Esta es,
en síntesis, la esencia del modo de producción capitalista.
• A través del Intercambio: cada individuo adquiere los productos concretos que
desea. Con el salario que reciben, los obreros compran los productos que necesitan;
La forma en la que cada sociedad o grupo concrete estos cuatro aspectos conforman su ciclo
económico, con expresiones particulares en cada uno de ellos, de acuerdo con su misma
dinámica económica.
Esto, que es el rasgo esencial de las relaciones de producción capitalista, condiciona las reglas
de distribución. El capitalista posee, antes de iniciar el proceso laboral, todo lo necesario:
la materia prima, el local, las materias auxiliares, los instrumentos de trabajo, también la
fuerza de trabajo que ha comprado al obrero por un tiempo definido. Ello le da “derecho” a
la posesión del producto final. Pero, resulta que el producto final vale más que lo que él pagó
o adelantó para producirlo. Esta diferencia es la ganancia del capitalista, el excedente que él
se apropia. No importa que este plus-valor (más valor o valor agregado) haya sido producido
por los obreros: el capitalista ya le pagó al obrero lo que vale en el mercado su fuerza de
trabajo y todo el valor que tiene la mercancía producida le pertenece. Según los principios
del capitalismo, el dueño de la empresa no tiene por qué repartir esta plusvalía o este valor
agregado con el obrero.
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suntuarias, luego de haber satisfecho las necesidades vitales.
Este concepto está en la base del sistema financiero que se basa en la acumulación de
dinero y en su reproducción -como mercancía- de manera reglamentada y permanente.
Uno de ellos, por la sola razón del lugar que ocupa en las relaciones sociales de producción,
se apropia de una parte del fruto del trabajo del otro. Tiene además el poder para mantener
ese estado de cosas por la promulgación de un orden jurídico que legaliza la explotación, por
la organización de un aparato administrativo y de coacción policiaco-militar, a favor de los
intereses de la clase dominante y por la difusión de una ideología que presenta esta situación
como algo bueno y natural.
Por todo esto, los grupos mencionados tienen intereses sociales distintos y antagónicos, en torno
a los cuales suelen tomar conciencia y organizarse, para defender cada cual lo que le afecta.
Hay que tener cuidado para no confundir la teoría de las clases sociales con la de los estratos
económicos. Esta última clasifica a los grupos simplemente por el nivel de ingresos. Habla
de ricos y pobres, pero sin explicar a fondo por qué unos son ricos y otros pobres. No saca
a la luz que los ricos lo son a costa de los pobres
La clase social que detenta el poder en los diferentes niveles de la estructura (económico,
político e ideológico) es la clase dominante, en continua tensión con los otros grupos, en
relaciones antagónicas y de contradicción.
Por su carácter de dominante, esta clase reproduce una estructura que sustente su poder,
la sociedad dominante.
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fundamentalmente en los sectores urbanos. Esta economía es realizada por el ejército de
desempleados (fuerza de trabajo no captada por el capitalismo formal), los cuales buscan
su supervivencia a través de la distribución de bienes de consumo, casi siempre de primera
necesidad.
Esta práctica es ambulatoria, o sea que cambia de lugar para su realización, al igual que
cambia con frecuencia su oferta de bienes.
La economía del rebusque normalmente genera sólo lo necesario para subsistir cada día:
el día en que no se venden los productos, ese día el vendedor no tiene con que reponer su
fuerza de trabajo.
Con un matiz de la misma, hay que decir que los estados capitalistas latinoamericanos
vienen organizando, desde arriba, a los miembros de la economía del rebusque en formas
asociativas, reglamentadas por el Estado. El modelo de las llamadas microempresas de
comercialización, de producción y de prestación de servicios, es un ejemplo de lo dicho.
Mediante las microempresas se realiza una explotación aún más sutil, pues las fábricas
no compran directamente la mano de obra, sino que facilitan capital para la producción y
compran los productos a un precio muchísimo mas bajo que el que después asignarán para
distribuirlo y llevarlo al consumo.
Los que practican la economía del rebusque varían de actividad con frecuencia, pues la
consigna es “rebuscarse”, es decir, trabajar en lo que resulte, con tal de obtener un mínimo
que garantice la supervivencia.
Se puede decir, en términos simples, que la economía del rebusque es a la ciudad lo que la
economía de subsistencia es al campo.
Se caracteriza porque con ella sólo se busca producir lo necesario para subsistir, sin generar
excedentes. Es una economía familiar de reproducción simple, pues sus actividades son
realizadas por los mismos que se beneficiarán de ella, quienes sólo producen lo necesario
para reproducir la fuerza de trabajo.
Por ser una economía natural, su ciclo económico responde a las características del ecosistema
en el cual se realiza. Por ejemplo, las comunidades negras campesinas del Atrato (Chocó) se
mueven en un ciclo anual que comprende la pesca, la agricultura, la caza, la minería y el uso
del bosque para el autoconsumo.
Estos tres aspectos se resumen y se sintetizan en uno solo: el trabajador está sometido
a todas aquellas realidades que constituyen el capital del patrón.
Aplicado a lo ideológico, este concepto presupone una ausencia de libertad para pensar
por cuenta propia, debido a que se siguen los lineamientos impositivos de un orden social
dominante que oculta, deforma y falsea la realidad de su injusticia a los ojos del sujeto
que la padece, llevando a este a pensar dicho sistema como un orden natural, funcional e
inmutable, en el que hay que vivir pasivamente.
La sociedad es la forma estructural como se relacionan los hombres y mujeres con las cosas
y entre sí, en el conjunto de los ámbitos de su vida y según las posibilidades que les brinda
el desarrollo histórico-social anterior. Para comprender mejor esta sencilla definición, hay
que entender que estas relaciones forman una estructura. Hay que entender qué es una
estructura y sus características.
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1ª. La primera característica de algo que es una estructura es que se trata de un conjunto
de elementos en el que todo está relacionado con todo. Un ejemplo puede ser la red de un
pescador, donde cada cuerda se encuentra relacionada, anudada, directamente con un buen
número de otras cuerdas y a través de ellas se encuentra unida a las demás.
2ª. La segunda característica de una estructura es que cada elemento sólo se entiende
por el conjunto de sus relaciones; además, las relaciones en las que se encuentra lo
convierten en algo que, si no tuviera esas relaciones, sería otra cosa. Por ejemplo, un obrero
no es simplemente un hombre, sino que las relaciones en las que se encuentra con las cosas
y con otros hombres lo convierten en eso, en un obrero y no en un campesino o un artesano.
3ª. Una tercera característica, que podemos deducir de las dos anteriores, es que una estructura
es algo más que las partes, incluso algo más que la suma de las partes: es una interrelación.
La razón para afirmar esto es muy simple. Si cada elemento de la estructura se configura o
es lo que es, por las relaciones en las que se encuentra en el interior de la estructura, la
estructura tendrá características que no tienen los elementos aislados; es, pues, más que los
elementos, porque cada elemento se transforma en la relación estructurada.
4ª. La estructura se caracteriza, además, por ser contradictoria. Sus distintos elementos
no son funcionales, ni forman un todo armónico. Hay contradicción entre los distintos
elementos y también entre distintos niveles de la estructura. Por ejemplo, en el capitalismo,
un obrero y un capitalista son distintos por las relaciones en las que se encuentran, que
hacen que cada uno sea lo que es; pero no sólo eso: además, se encuentran en oposición o
contradicción; su relación los lleva a que tengan intereses encontrados: el obrero buscará
cambiar la estructura que permite que se le explote, el capitalista buscará mantener la
estructura que lo beneficie.
5ª. La quinta característica de una estructura es que es dinámica. La estructura, una vez
configurada, tiende a reproducirse; se convierte en un mecanismo que reproduce no sólo
sus elementos, sino la relación entre ellos. Aunque esto no quiere decir que una estructura
sea eterna y no se pueda cambiar.
6ª. Los elementos de una estructura se encuentran, pues, no sólo interrelacionados, sino que
estas relaciones se convierten en algo que se repite constantemente, mientras no se cambie
la estructura. Porque, una vez que se configura la estructura, estas relaciones son
algo independiente de las voluntades.
8ª. Hay que mencionar, como octava característica de la estructura, que, aunque todos los
elementos se relacionan entre sí, hay un centro o matriz estructurante del conjunto.
No todos los elementos tienen la misma influencia en la configuración del todo, que en el
caso de nuestra sociedad es el nivel económico.
9ª. La sociedad es, pues, un complejo de relaciones estructurales. En este modo complejo
podemos distinguir tres dimensiones fundamentales: lo económico, lo político y lo
ideológico. No se trata, es bueno aclararlo de tres niveles o instancias diversas a modo de
pisos de un edificio. La sociedad es un todo estructurado cada uno de estos tres aspectos
Lo económico, lo político y lo ideológico son, pues, tres dimensiones que atraviesan toda
la estructura social. Ninguno de estos aspectos se pueden explicar sin los otros. Cada uno
de ellos influye fuertemente en la configuración de los demás. Es decir, constituye una
estructura, cuyo condicionamiento o matriz es la estructura económica o las relaciones
sociales de producción.
Las estructuras sociales de muerte se expresan como tales en las tres instancias que
estructuran al capitalismo: la económica, la política y la ideológica. En lo económico generan
enriquecimiento de unos pocos, a costa del empobrecimiento y la explotación de las grandes
mayorías de la sociedad.
Por creer los cristianos en un Dios de vida, la estructura dominante es condenada como
pecaminosa, en contra del plan de Dios y contraria al Evangelio de Jesús.
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¿QUÉ HACER, FRENTE AL CAPITALISMO Y SU MODELO DE EMPRESA?
Las clases sociales van tomando conciencia de sus intereses a lo largo de los procesos de
reivindicación de sus derechos. La conciencia más de fondo de aquellos intereses que se
desprenden del lugar que cada clase ocupa en la estructura de la sociedad, es lo que se llama
conciencia de clase. El desarrollo de esta conciencia y su expresión en una praxis concreta
de liberación, por parte de las clases oprimidas, es lo que denominamos conciencia política.
Esta le da a la clase y al individuo de dicha clase que la desarrollan en la praxis, la capacidad
de discernir su proyecto de liberación en cada momento histórico y proyectar el modelo de
sociedad nueva que se quiere construir.
Además, el pensamiento crítico toca el tema simbólico personal y grupal, pues reconoce,
identifica y transforma las alienaciones ocasionadas por el sistema dominante y heredados
y transmitidos a través de sus instancias ideológicas, como son la familia, la educación, los
medios de información y algunos tipos de de religión, entre otros.
Por lo mismo, a pesar de las estigmatizaciones que se pueden sufrir por reivindicar esta
necesidad de un nuevo orden social, él mismo tiene un fundamento cristiano expresado
por Jesús y por la comunidad primitiva, donde todo es de todos, no hay propiedad privada
y se reparte a cada uno según sus necesidades, hay consenso en torno a la dinámica de
funcionamiento del grupo (colegialidad) y todos están movidos por el mismo espíritu solidario
(cf. Hch 2,42 ss.; 4, 32 ss.).
Dicho nuevo orden social se define desde todos los ámbitos que conforman la estructura
social. En el nivel económico se aspira a un nuevo orden donde las relaciones sociales de
producción estén basadas en lo comunitario y donde haya una apropiación colectiva del
ingreso nacional. En el nivel político de la estructura, el nuevo orden busca el establecimiento
de un poder colectivo, popular, verdaderamente alternativo, con los mayores niveles posibles
de participación y consenso. En el nivel ideológico cultural, se quiere llegar al establecimiento
de la unidad nacional desde la diversidad étnica y cultural de los miembros de cada sociedad;
con base en sistemas de pensamiento y conocimiento compartidos, donde todos los saberes
sean tomados en cuenta, para generar un cuerpo de ideas permanentemente crítico y
autocrítico, que contribuya a la consolidación de un espíritu solidario y liberador, en cada uno
de los miembros de la sociedad.
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Estrictamente, en términos cristianos, la nueva sociedad es la concreción aquí y ahora, en
un momento histórico determinado, del Reino de Dios, propuesto por Jesús en su proyecto
de liberación.
5. Hay que dar una voz de alarma para que los proyectos de humanización
no caigan en politización.
El fenómeno de la politización es el que caracteriza a aquellos proyectos populares que, si
bien buscan un cambio de las estructuras sociales, para implantar un nuevo orden, ponen su
énfasis mayor en el aspecto relacionado con el manejo del poder y la organización estatal,
desconociendo o minusvalorando el aspecto cultural. La politización tiende a agrupar a los
miembros de la clase popular sólo en razón de su condición de clase social, sin tener en
cuenta el aspecto cultural como otra especificidad de ellos, por ejemplo, en el caso de los
grupos étnicos, quienes en este tipo de proyectos son considerados solamente como clase
social, soslayando su condición también definitoria de grupo étnico con cultura particular.
El riesgo que entraña este tipo de proyectos consiste en que en muchos pasos los proyectos
de ordenamiento jurídico y reestructuración social pueden entrar en contradicción con las
instituciones culturales del grupo étnico, limitando así la capacidad de articulación de dichos
grupos al nuevo orden y su misma participación.
Por todo esto, hay que evitar los extremos de la politización, al igual que su opuesto, el
culturalismo, donde se privilegia una identidad en abstracto, sin concreción suficiente en el
ámbito de lo político.
Sin perder de vista todo lo dicho, tampoco hay que dejarse demonizar por aquellas tendencias
conservaduristas que ven en todo intento de análisis estructural y de cambio social hacia un
nuevo orden -proceso fundamentalmente político- un fenómeno de politización, valiéndose
de esta categoría para descalificar, proscribir y perseguir a todo grupo o persona que lucha
por su liberación.
Un adecuado y riguroso análisis de cada momento histórico evitará que se caiga en esta
trampa, frecuentemente puesta por los enemigos del cambio y los sustentadores del orden
injusto en el que vivimos.