La comunicación es sin duda una condición universal que la vemos evidenciada en
todas las especies, pues como se define desde lo planteado por Watzlawick, se trata de un proceso de interacción. Adentrándonos ya en la comunicación humana; y teniendo en cuenta la posibilidad que esta nos ofrece como una dimensión adicional a las ya trabajadas por todos los campos de la Psicología, para ayudar a entender conductas y comportamientos incluso a nivel clínico y terapéutico; debo decir que comunicarse no es algo tan simple como enviar y recibir un mensaje como se plantearía por muchos mirando este fenómeno como un suceso unidireccional y lineal. Debemos empezar por entender que la comunicación surge como una necesidad evolutiva, pues era necesario el establecimiento de una vía que permitiera la interacción clara y efectiva, que inicialmente estaba limitada a los gestos, pero que luego de una serie de cambios y adaptaciones propias de esa carrera evolutiva, permitieron la subsecuente consolidación el lenguaje. Lenguaje que permitió de alguna manera minimizar algunos efectos adversos de esa comunicación gestual; que podríamos decir que nos tenía sumidos en un estado de Incomunicación, porque aunque existía una interacción, el nivel de claridad y eficacia no era el ideal. También se hace necesario tener en cuenta que la comunicación como tal, es un proceso complejo, donde juega un papel fundamental el contexto en el que se dé, pues como lo plantea Castilla, en su texto llamado La Incomunicación, “cada época tiene sus necesidades de comunicación” y en cada época y región, se manejan verdades y paradigmas que de alguna manera determinan o influyen sobre la forma de actuar de cada cual; y podríamos usar como ejemplo claro el hecho de que algunos años atrás se creía que la tierra era plana y esto sin duda alguna era la verdad que se comunicaba en ese entonces, al punto que determinaba las conductas de los contemporáneos pues los navegantes evitaban llegar al borde de la tierra por temor a caerse de la misma; pero hoy en día esa verdad ya no aplica y dejo de movilizar nuestras acciones pues a diario hay seres humanos dándole la vuelta al mundo sin ningún temor a caerse por una orilla. Además del contexto y la época hay otros factores que pueden afectarla y entre estos tenemos la subjetividad con que cada cual comunica lo que desea comunicar, además de la subjetividad con que se recibe dicha comunicación, subjetividad que de paso sea dicho, surge de las experiencias de cada quien y son estas mismas las que de alguna manera determinan lo que cada cual desea comunicar o interpreta al recibir una comunicación. Para ayudarnos a comprender mejor el planteamiento que hace Watzlawick acerca de la teoría de la comunicación humana, este nos presenta una serie de características que se hacen necesarias para entender las implicaciones de la comunicación en nuestra vida. El primer axioma, según lo planteado por Watzlawick nos hace referencia a la imposibilidad de no comunicar; lo cual nos lleva a entender que toda conducta es comunicación, sea verbal, tonal, postural o de cualquier otra clase, y que aunque trates de evitar comunicarte, en esa misma situación, asumes una conducta que envía un mensaje que será recibido e interpretado por los demás como “no se me acerquen que no quiero comunicarme”. Desde este punto de vista el autor afirma que “actividad o inactividad, palabras o silencio, tienen siempre valor de mensaje” pues de alguna manera generan influencias sobre los demás quienes a su vez responden ante el mismo generando una nueva comunicación. En el segundo axioma se plantea que toda comunicación implica un compromiso y por ende define la relación, o sea que además de mandar cierta información, esta impone conductas frente a la misma información. En otras palabras estaríamos hablando de los aspectos referencial y conativo de la comunicación humana. El primero hace referencia a la información que se entrega y el segundo habla de cómo debe entenderse dicha comunicación, para lo cual se debe fijar en el tono, en el lenguaje corporal, la forma de expresarlo, etc. O sea que esta información, establece o impone conductas. El tercer axioma, que han denominado la puntuación de la secuencia de los hechos, se refiere a que la relación de la que hablábamos en el segundo axioma, viene a depender de la organización que hagamos de estos hechos, entendiendo que, un mensaje puede tornarse como un estímulo, como un refuerzo o tal vez como una respuesta, hablando en términos conductistas, dependiendo de la postura que asuma cada sujeto dentro de la interacción. Otro axioma nos plantea que los seres humanos establecen dos tipos de interacción, una simétrica donde los participantes tienden a igualar sus conductas reciprocas por lo que generalmente existe una diferencia mínima entre estos, y la otra complementaria que se fundamenta en dos posiciones distintas que llegan a complementarse. Ahora bien se hace necesario también entender que la comunicación humana tiene dos facetas que son hablar y escuchar, y Echeverría en su texto “la ontología del lenguaje” nos plantea la importancia de comprender la relevancia del escuchar en el proceso comunicativo. Por considerar esta faceta como “pasiva” en el proceso de interacción se ha tendido a menospreciar su valor y actualmente nos encontramos con muchos casos donde relaciones y negocios fracasan por la imposibilidad de escuchar. A través del tiempo se ha creído que el proceso de escuchar y el oír son lo mismo, o para ser más exactos, se ha creído que por el hecho de que nuestro cuerpo este diseñado para recibir estímulos auditivos, esto conlleva a que el escuchar se de como consecuencia a esta disposición natural y genética; pero la realidad es que este pensamiento se queda en la falacia de creer que escuchar es solamente percibir información por medio del oído. Realmente el escuchar está determinado por los esquemas que hemos venido construyendo por medio de las experiencias y que de alguna manera se convierten en los lentes con los que se visualiza e interpreta la realidad, o en este caso, los audífonos con los que se percibe la misma. Día a día se presentan situaciones que ratifican lo aquí planteado por Echeverría, es muy común enterarse de interacciones en las cuales el emisor dice algo y el receptor lo interpreta de una manera completamente diferente, guiado por sus experiencias previas o por otras circunstancias que distorsionan por completo el mensaje que el emisor deseaba entregar. Con esto podemos concluir que el escuchar tiene su raíz biológica en el oír, pero que este es un fenómeno perteneciente al dominio del lenguaje y por tanto implica comprensión, y se abre a un panorama inmenso de interpretaciones. Otra cuestión importante para tener en cuenta dentro de este proceso llamado comunicación son los actos del habla, que según lo planteado por Echeverría, en toda comunicación se diferencian 3 actos muy íntimamente relacionados. Los actos Locucionarios, que no son más que la acción de articular las palabras que decimos; los actos Ilocucionarios tienen relación con lo que se ejecuta al decir, y los actos Perlocucionarios que tienen que ver con los efectos que resultan en el otro a raíz de lo que se dijo. En este sentido, es necesario entender que toda comunicación lleva implícita una intención lo que le da sentido a la misma. De alguna manera todo lo aquí plasmado nos da una breve idea y nos genera los interrogantes para seguir indagando sobre la importancia de la comunicación en la vida humana, además de que nos permite comprender que un acto que puede parecer tan simple como el de hablar con alguien tiene implícitos una serie de procesos un tanto más complejos que al lograr identificarlos podemos dar cuenta de muchas actitudes y comportamientos de las personas y que puede constituirse en una herramienta fundamental en nuestra labor como psicólogos, independientemente del sector en el que se nos queramos desarrollar.