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Se trata de un contrato a largo plazo entre dos partes con el objetivo de comprar o
vender un activo a un precio fijado y en una fecha determinada. El contrato
forward obliga a sus participantes a comprar o vender el activo en una fecha
específica futura a un precio. Se construye partiendo de cierto subyacente a su
precio actual y costo de financiamiento.
Los más comunes son los negociados en las tesorerías sobre monedas, metales e
instrumentos de la renta fija. La principal diferencia con los contratos de futuros es
que los forwards se contratan fuera de mercados organizados, o también llamado
“operaciones over the counter”. Los contratos forwards son sencillos y habituales
en todo tipo de actividades financieras, y no es necesario que se ajusten a los
estándares de un mercado determinado, ya que son considerados instrumentos
extra bursátiles. En un contrato forward, el comprador se compromete a adquirir la
mercancía a un precio y en un tiempo pactado. Por su parte, el vendedor, se
compromete a entregar la mercancía.
Estos contratos tienen tres modalidades:
Aquellos que generan utilidades o rendimientos fijos o dividendos. Estos son los
casos de forwards sobre bonos o acciones.
Los que generan utilidades que se reinvierten. En esta modalidad son aquellos en
los que, por ejemplo, se firma “un contrato con el banco B mediante el cual A y B
acuerdan fijar una tasa del 10% anual, para un plazo de un año, sobre la cantidad
de dinero preestablecida. Transcurrido el año, si ocurre lo que temía A y las tasas
de interés bajan por ejemplo al 8%, el banco B pagará la diferencia entre la tasa
acordada (10%) y la tasa vigente de mercado (8%), es decir 2% sobre la cantidad
de dinero acordada. Si por el contrario las tasas suben al 12% A deberá pagar a B
la diferencia”, tal y como se detalla Rodríguez de Castro en su obra “Introducción
al Análisis de Productos Financieros derivados”.