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CESAR ABRAHAM VALLEJO

César Abraham Vallejo, el más grande poeta nacional, nació en un pueblito serrano del
norte llamado Santiago de Chuco en 1892, pero murió lejos de su patria, un viernes
santo de 1938, en la ciudad de París. Sus padres fueron Francisco Vallejo y María de los
Santos Mendoza. Tuvo diez hermanos.

César Vallejo fue un poeta que corregía mucho sus textos. Casi nunca estuvo satisfecho
con lo que hacía. El poeta peruano, según los estudiosos de su obra, corregía de una
manera magistral que, tal vez, fue una de las mejores lecciones que ha dejado a todo
escritor.

Estudió la primaria en su tierra, y secundaria en Huamachuco, hacia fines de 1908.


Ingresó en 1913 a la Universidad de La Libertad (Trujillo), donde se graduó de Bachiller
con una tesis sobre El romanticismo en la poesía castellana. Por aquellos años se asoció
al denominado grupo "Norte", encabezado por Antenor Orrego, Víctor RaúlHaya de la
Torre, Macedonio de la Torre y Alcides Spelucín, entre otros.
"Cuando Juan Parra del Riego estuvo en Trujillo por el año 1916 señaló la importancia
de Vallejo, ante la lectura de sus poemas, y lo sindicó entonces como poeta 'preciosista'
", detalla el crítico Augusto Tamayo Vargas en Literatura Peruana.
Asimismo, José Carlos Mariatégui en 7 ensayos de la interpretación de la realidad
peruana escribe: "Vallejo es el poeta de una estirpe, de una raza. En Vallejo se
encuentra, por primera vez en nuestra literatura, el sentimiento indígena virginalmente
expresado".

En 1918 viajó a Lima para estudiar un doctorado en la Facultad de Letras de la


Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ese año publicó su primer libro titulado Los
Heraldos Negros.

André Coyne estudió este poemario y, entre otros aspectos, sostiene: "lo que integra
inmediatamente a Vallejo en una corriente poética general, que se inicia en los años de
la primera guerra mundial, es su abandono desde el primer libro y de una vez por todas
de la preocupación por la forma bella y el lenguaje pulcro".
En 1920, el poeta estuvo envuelto en un incidente drámatico por el cual fue detenido
injustamente y llevado a la cárcel de Santiago de Chuco, donde permaneció tres meses.
Los periódicos de aquella época defendieron la inocencia del vate peruano y gracias al
trabajo de su abogado José Carlos Godoy Vallejo salió libre.

Tras las rejas escribió Escalas melografiadas, una prosa desgarradora. Los seguidores
de su obra indican que este texto sirvió de inspiración para la construcción literaria de
Trilce (1922), una obra que publicó poco antes de su viaje a Europa y que fue prologado
por Antenor Orrego.

Precisamente en 7 ensayos..., Mariátegui transcribe las palabras que César Vallejo


escribió a Orrego, luego de publicar Trilce: "El libro ha nacido en el mayor vacío. Soy
responsable de él. Asumo toda la responsabilidad de su estética. Hoy y más que nunca
quizás, siento gravitar sobre mí, una hasta ahora desconocida obligación sacratísima, de
hombre y de artista: ¡la de ser libre! Si no he de ser hoy libre, no lo seré jamás...".
Al respecto Mariátegui concluye: "Éste es inconfundiblemente el acento de un verdadero
creador, de un auténtico artista. La confesión de su sufrimiento es la mejor prueba de
su grandeza".

César Vallejo, considerado el representante máximo del vanguardismo en el Perú,


deseaba viajar a Europa y lo hizo en 1923. Estuvo por diversas ciudades europeas como
París, Madrid, Moscú, Budapest, Bruselas y Berlín. Permaneció en el Viejo Continente 15
años y se casó con la francesa Georgette Philipard.
Lejos de nuestro país escribió Rusia en 1931, Reflexiones al pie de Kremlin, así como
una obra de teatro llamada Lock-out. Ese mismo año se afilió al partido comunista
español. También escribió una novela sobre la explotación de una comunidad de indios
titulada Tungsteno.

Vallejo careció de recursos económicos en Europa. Al principio, vivió de artículos


periodísticos y ensayos que enviaba a distintas revistas del país. Por ello Luis Alberto
Sánchez escribió: "Europa fue terrible para Vallejo. Un hombre como él, todo
sensibilidad, sencillez y contemplativo ocio, sin inquietudes políticas, generoso y
discurridor, no tenía qué hacer".

Después de su muerte, en la clínica del Boulevard Arago en París, el 15 de abril de 1938,


se publicaron, entre otros, Poemas Humanos y España, aparta de mí este cáliz.
Estamos, pues, ante un personaje mayor de las letras peruanas. "Por muchos motivos y
desde variados ángulos -apunta LAS-, la poesía de César Vallejo es considerada como
una de las más representativas, insólitas y profundas del idioma".
Abraham Valdelomar
(Ica, 1888 - Ayacucho, 1919) Narrador peruano que encarnó el tránsito definitivo del
modernismo a las vanguardias y que es considerado, junto con los poetas José María
Eguren y César Vallejo, uno de los forjadores de la literatura peruana contemporánea.

Pocas veces en el Perú un escritor ha merecido como él el calificativo de "integral" con


el que lo define la crítica. Ello se debe, fundamentalmente, a la enorme coherencia
estética e ideológica que gobierna la totalidad de su obra como narrador, poeta y
periodista. Nunca ocultó su entusiasmo por las vanguardias, al mismo tiempo que
muchos aspectos de su producción revelan la añoranza de la vida provinciana, aunque
sus evocaciones rurales eluden todo exotismo o abundancia de colorido local.

Máximo animador cultural del postmodernismo peruano (fundó en 1916 la


revista Colónida, difusora de un novedoso espíritu artístico), Abraham Valdelomar
ostentó ciertamente un talento polifacético: fue poeta
prevanguardista, croniqueurrefinado, agudo ensayista, dramaturgo frustrado y,
primordialmente, un cuentista versátil y sumamente expresivo que, tras algunos relatos
decadentes al gusto modernista, inauguró con el cuento El Caballero Carmelo (1913,
que daría título al extraordinario volumen de cuentos que publicó en 1918) el abandono
del exotismo y el artificio modernistas, orientándose hacia una narrativa genuinamente
peruana.
Aunque su producción es variada (desde relatos que presagian los experimentos
vanguardistas hasta los que rinden tributo a la temática incaica y criolla) y su calidad es
dispar, Valdelomar fue, en efecto, el pionero del cuento moderno en el Perú al superar
el artículo de costumbres, las «tradiciones» inventadas por Ricardo Palma o la narración
maniquea y sin matices que había dominado la escena literaria del país desde mediados
del siglo XIX. En los relatos que él mismo llamó «criollos», los más logrados según
consenso de la crítica, así como en su poesía, Valdelomar compaginó una visión trágica
de la vida con su extremo opuesto, además de presentar, como motivo principal, la
armonía del mundo familiar en la provincia a través de la memoria de la infancia.
Biografía
Hijo de Anfiloquio Valdelomar Fajardo y de Carolina Pinto, Abraham Valdelomar siguió
sus estudios primarios en la ciudad de Pisco y en la Escuela Municipal Nº 3 de Chincha,
y los secundarios en el Colegio Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe de Lima (1900-
1904), donde fundó la revista La Idea Guadalupana(1903) junto con su compañero
Manuel A. Bedoya. En 1905 ingresó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
pero dejó las clases al año siguiente para emplearse como dibujante en las
revistas Aplausos y silbidos, Monos y Monadas, Actualidades, Cinema y Gil Blas, donde
también trabajó como director artístico.
En 1909 publicó sus primeros versos (en la línea del todavía triunfante modernismo) en
la revista Contemporáneos, y al año siguiente decidió reanudar sus estudios; la
universidad, sin embargo, nunca llegó a interesarle mucho, y en 1913 terminó por
abandonarla definitivamente. En 1910, a raíz de un conflicto con Ecuador, Abraham
Valdelomar sentó plaza de soldado como integrante del Batallón Universitario, formado
por estudiantes de San Marcos. Durante el acuartelamiento escribió una serie de crónicas
bajo el título "Con la argelina al viento", que fueron publicadas en El Diario y La Opinión
Nacional de Lima entre abril y junio de 1910, y que le valieron un premio por parte del
Municipio de Lima; posteriormente viajó con una delegación universitaria al sur del país,
visitando Arequipa, Cuzco y Puno.
El mismo año de 1910 aparecieron publicados los primeros cuentos de Valdelomar en
las revistas Variedades e Ilustración Peruana, y al año siguiente aparecieron por
entregas en las mismas revistas sus novelas cortas La ciudad de los tísicos y La ciudad
muerta (en las que se manifiesta la influencia del escritor italiano Gabriele D'Annunzio),
iniciando también su colaboración con el diario La Prensa de la capital peruana. En 1912
participó en la campaña presidencial de Guillermo Billinghurst, siendo elegido presidente
del Centro Universitario billinghurista. Después del triunfo de su candidato, Abraham
Valdelomar fue nombrado administrador de la Imprenta del Estado y director del diario
oficial El Peruano (desde octubre de 1912 hasta mayo de 1913).
Valdelomar renunció a ambos cargos luego de ser nombrado Segundo Secretario de la
Legación del Perú en Italia (12 de mayo de 1913), embarcándose con destino a Europa
el 30 de mayo. Después de pasar por Panamá, Cuba y Nueva York, llegó a Roma el 7 de
agosto, asumiendo inmediatamente sus funciones. Su estancia en esta ciudad la
aprovechó para escribir una serie de artículos que, bajo el nombre de "Crónicas de
Roma", publicó en los diarios limeños La Nación (desde noviembre de 1913 hasta enero
de 1914) y La Opinión Nacional (entre mayo y julio de 1914), pero definitivamente lo
más importante de su estancia en Italia fue su participación en el concurso literario
organizado por La Nación con el cuento "El Caballero Carmelo", que resultó ganador del
primer premio (3 de enero de 1914). Tras recibir la noticia del derrocamiento del
presidente Billinghurst, el 6 de febrero del mismo año renunció a su cargo diplomático y
regresó a Lima.
De nuevo en la capital peruana, y luego de una fugaz detención por conspirar contra el
nuevo gobierno (junio de 1914), Valdelomar comenzó a trabajar como secretario
personal del polígrafo peruano José de la Riva Agüero (1914-1915). Bajo la influencia
de Riva Agüero escribió su primer libro, La Mariscala (Lima, 1914), biografía novelada
de Francisca Zubiaga (1803-35), esposa del presidente Agustín Gamarra y figura
importante de la política peruana durante algunos años. Para entonces Valdelomar ya
era un colaborador frecuente de numerosas publicaciones limeñas como los diarios El
Comercio y La Crónica, y las revistas Balnearios, Mundo Limeño y Variedades, en las
que publicaba sus poemas, cuentos y artículos.
Sin embargo, su labor como periodista estuvo ligada principalmente al diario La Prensa,
donde tuvo a cargo la sección "Palabras" desde julio de 1915 hasta su alejamiento del
diario en 1918. También publicó en La Prensa sus "Crónicas frágiles", donde hizo
conocido su seudónimo de El Conde de Lemos; y los "Diálogos máximos", a manera de
conversaciones entre dos personajes, Manlio y Aristipo, a través de los cuales
descubrimos las personalidades de Valdelomar y del escritor José Carlos Mariátegui. En
el mismo diario publicó sus crónicas tituladas "Impresiones"; la columna "Fuegos
fatuos", donde desplegó todo su humorismo e ironía; y finalmente sus comentarios sobre
la Primera Guerra Mundial, aparecidos en 1917 bajo el rótulo de "Al margen del cable".
En 1917 ganó el concurso organizado por el Círculo de Periodistas del Perú con su artículo
"Ensayo sobre la psicología del gallinazo".
Valdelomar, quien a su regreso de Europa se había convertido en el líder de un grupo de
jóvenes escritores, decidió fundar su propia revista literaria para exponer los trabajos
que sentía acordes con los gustos literarios de la nueva generación que representaba.
Así, el 15 de enero de 1916 apareció el primer número de Colónida, revista dirigida por
Valdelomar que, a pesar de su corta duración (sólo se publicaron cuatro números, el
último en mayo de 1916) tuvo una gran repercusión en el ambiente cultural peruano,
hasta el punto de que comenzó a hablarse de un "movimiento Colónida". Sin embargo,
la importancia de esta publicación no puede ser magnificada. Se ha sostenido que la
revista pretendía ser una bandera de revolución estética y un intento de dar a conocer
a los nuevos escritores provincianos, pero es indudable que sus resultados no fueron
siempre los deseables. A pesar de todo, habría que reconocerle el mérito de rescatar del
olvido la figura de José María Eguren (1874-1942), el primer escritor peruano que
merece con justicia el calificativo de poeta.
El mismo año se publicó el libro Las Voces Múltiples (Lima, 1916), que reunía poesías de
ocho escritores vinculados a Colónida, entre ellos Valdelomar. El libro recoge los poemas
"El hermano ausente en la cena de Pascua" y "Tristitia", considerados los mejores de su
producción poética, donde se describe el ambiente familiar y la sensación de ausencia y
soledad que embarga al poeta. Posteriormente publicó los que serían sus últimos
libros: Belmonte, el trágico: ensayo de una estética futura a través del arte nuevo (Lima,
1918), sobre la filosofía estética del toreo en Juan Belmonte (tema sobre el que confiesa
no encontrarse versado), y su exitoso primer volumen de cuentos bajo el título de El
Caballero Carmelo (Lima, 1918).
En enero de 1918 renunció a su puesto de redactor en La Prensa y comenzó una breve
colaboración con la revista Sud América. Es entonces cuando el escritor decide recorrer
el territorio peruano como conferenciante, para lo cual emprendió un viaje al norte del
país (entre mayo y diciembre de 1918) visitando las ciudades de Trujillo, Cajamarca,
Chiclayo y Piura, así como diversos pueblos en los cuales dio charlas sobre temas
estéticos, patrióticos y sociales. Mientras tanto se había postulado a la diputación
regional de Ica y, al ser elegido para el cargo (24 de agosto de 1919), viajó a la ciudad
de Ayacucho, sede del Congreso Regional del Centro.
El 1º de noviembre de 1919 Abraham Valdelomar sufrió un accidente mientras
participaba en la segunda sesión preparatoria del Congreso, a consecuencia del cual
murió al cabo de dos días, siendo trasladados sus restos a Lima, luego de ser
embalsamados. Póstumamente se publicaron Los hijos del sol (cuentos incaicos),
conjunto de relatos escritos alrededor del año 1910 e impresos en Lima en 1921,
y Tríptico heroico (Lima, 1921), libro de poemas patrióticos dedicados a los niños de las
escuelas del Perú. Su obra literaria, formada por los pocos libros que publicó y sus
trabajos desperdigados en numerosas publicaciones periódicas, ha sido objeto de
diversas recopilaciones, la última (y también la más completa) con el título
de Obras (dos volúmenes, Lima, 1988).
Abraham Valdelomar es un caso excepcional dentro de la literatura peruana. Elogiado y
atacado en vida como ningún otro autor de su país, estuvo decidido a triunfar en su
medio, para lo cual no dudó en adoptar posturas desafiantes y escandalosas a la manera
de Oscar Wilde, a quien seguramente quiso imitar. Sin embargo, detrás del
decadentismo que solía mostrar en público y su apego a las frases brillantes e irónicas,
se descubre un auténtico temperamento artístico, lleno de sentimiento y nostalgia, que
se manifiesta en sus mejores poemas y en los cuentos criollos que forman su libro El
Caballero Carmelo, que contiene algunos de los mejores relatos escritos en el Perú.
Clorinda Matto de Turner

(Cuzco, 1852 - Buenos Aires, 1909) Escritora peruana que desarrolló una importante
labor cultural y continuó la línea costumbrista de Ricardo Palma; sin embargo, es
especialmente recordada como autora de Aves sin nido (1889), novela en que denunció
la explotación y las míseras condiciones de vida de los indígenas, anticipándose al
posterior desarrollo de la narrativa indigenista hispanoamericana.

Era hija de Ramón Matto Torres y Grimanesa Usandivaras Gárate, quienes la bautizaron
con el nombre de Grimanesa Martina, que después sería cambiado por el de Clorinda.
Durante su infancia alternó estadías en la ciudad de Cuzco y la hacienda familiar de
Paullo-Chico, situada en la provincia de Calca. Estudió en el Colegio Nuestra Señora de
las Mercedes del Cuzco, donde aparece registrada como alumna becada, hasta los
dieciséis años, edad en que dejó el colegio para dedicarse a las labores de su hogar
(1868).
En 1871, tras casarse con el comerciante inglés Joseph Turner, Clorinda Matto se
trasladó al pueblo de Tinta. Allí continuó la carrera literaria que había iniciado unos años
antes, escribiendo versos y artículos publicados bajo diversos seudónimos en
publicaciones regionales como El Heraldo, El Ferrocarril, El Rodadero, El Eco de los
Andes y El Mercurio. En abril de 1876 la escritora fundó la revista El Recreo y, al año
siguiente, visitó por primera vez la capital peruana, donde tuvo la oportunidad de
participar en las tertulias literarias organizadas por la escritora argentina Juana Manuela
Gorriti, veladas que luego continuaría la propia Clorinda. Para entonces ya colaboraba
con las principales publicaciones literarias del país firmando artículos con su nombre o
con el seudónimo de Carlota Dimont.
Durante la guerra con Chile (1879-1883), Clorinda Matto de Turner vivió en Tinta; a
partir de la muerte de su esposo (3 de marzo de 1881), tuvo que administrar los bienes
del matrimonio. A fines de 1883 se trasladó a Arequipa para asumir la jefatura de
redacción del diario La Bolsa, uno de los más importantes de la ciudad. En abril de 1886
se estableció en Lima. En capital peruana se incorporó rápidamente a las principales
instituciones culturales, como el Círculo Literario y el Ateneo de Lima. En 1888 la Unión
Iberoamericana de Madrid acordó nombrarla socia honoraria.
En octubre de 1889 Clorinda Matto de Turner asumió la dirección del semanario El Perú
Ilustrado, la más importante publicación literaria del país en esa época, donde sufrió un
fuerte revés a los pocos meses de haber llegado. El motivo fue la publicación en 1890
del relato Magdala del escritor brasileño Coelho Neto, considerado sacrílego: el
arzobispo de Lima Manuel Antonio Bandini prohibió bajo pena de pecado mortal la
lectura, venta y difusión de El Perú Ilustrado. Aunque Clorinda Matto alegó que el relato
había sido publicado sin su consentimiento y por error, la Iglesia inició una campaña en
su contra que ocultaba el motivo real del enfado: la publicación un año antes de la
novela Aves sin nido (1889), en la que se hacía denuncia de la corrupción del clero.
Finalmente, tras ser excomulgada, el 11 de julio de 1891 Matto presentó su renuncia
para que se levantase la censura eclesiástica contra el semanario.
Decidida a independizarse tras su accidentado paso por El Perú Ilustrado, en febrero de
1892 fundó con sus hermanos su propia imprenta, La Equitativa, que publicaba el
periódico bisemanal Los Andes (sólo duró un año), desde el cual Clorinda Matto de
Turner defendió al gobierno del general Andrés Avelino Cáceres, con cuyo partido
simpatizó abiertamente. El 17 de marzo de 1895 tropas rebeldes al mando de Nicolás
de Piérola entraron en la capital peruana y trabaron combate con las fuerzas del
gobierno. Los rebeldes saquearon la casa que Matto compartía con su hermano David y
la apresaron, pero pudo huir y refugiarse en casa de unos amigos. Para entonces el
presidente Cáceres había sido derrotado y la imprenta La Equitativa había sido saqueada
e inutilizadas sus máquinas. Así las cosas, en 1895 Clorinda Matto optó por embarcarse
hacia Valparaíso, de donde pasó a Santiago, luego a Mendoza y finalmente a Buenos
Aires, donde fijó su residencia.
El 14 de diciembre de 1895 dictó una conferencia pública en el Ateneo porteño bajo el
sugestivo título de "Las obreras del pensamiento en la América del Sur". En febrero del
año siguiente fundó la revista Búcaro Americano, convertida desde enero de 1897 en el
órgano oficial de la Sociedad Proteccionista Intelectual, que Clorinda Matto editaría hasta
poco antes de su muerte. En 1896 fue incorporada como profesora en la Escuela Normal
de Profesoras de la Capital Federal; también ejerció la docencia en la Escuela Normal
Norteamericana y la Escuela Comercial de Mujeres.
Matto colaboró en diversas publicaciones como La Prensa, La Nación, La Razón y El
Tiempo de Buenos Aires, la Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales de
Montevideo, El Cojo Ilustrado de Caracas y Las Tres Américas de Nueva York, e incluso
fue elegida miembro del Consejo Nacional de Mujeres de Argentina. En mayo de 1908
se embarcó con destino a Europa para visitar Francia, Inglaterra, Suiza, Alemania y
España, país en que dictó conferencias en el Ateneo de Madrid y en la Unión Ibero-
Americana. A fines de año Clorinda Matto de Turner volvió a Buenos Aires para retomar
sus actividades; cayó entonces enferma, y murió al año siguiente de congestión
pulmonar. Años más tarde, una resolución legislativa del Congreso peruano dispuso la
repatriación de los restos de la escritora.

Obras de Clorinda Matto de Turner

Sus primeras publicaciones continuaron el género costumbrista que Ricardo Palmahabía


puesto en boga en toda Hispanoamérica con sus Tradiciones peruanas, cuya primera
serie había visto la luz en 1872. El primer libro de Clorinda Matto de Turner
fue Tradiciones cuzqueñas, leyendas, biografías y hojas sueltas (Arequipa, 1884),
publicado con un prólogo de Ricardo Palma en el que la llama "su mejor discípula". Dos
años después apareció una segunda entrega en la misma línea: Tradiciones cuzqueñas,
crónicas, hojas sueltas. Tomo segundo (Lima, 1886), con prólogo de José Antonio de
Lavalle. El historiador peruano Horacio Villanueva Urteaga ha demostrado que la mayor
parte de estas tradiciones se basan en los Anales del Cuzco de Diego Esquivel y Navia,
entonces inéditos.
Sin embargo, lo mejor de la obra de Clorinda Matto de Turner es su producción
novelística, especialmente Aves sin nido (1889), publicada simultáneamente en Lima y
Buenos Aires y traducida al inglés en 1904. Aves sin nido es una novela de orientación
realista ambientada en un imaginario pueblo de los Andes peruanos. Su intención es
denunciar los males sociales de la región, con especial énfasis en el maltrato y la
explotación de los indígenas por parte del clero y del funcionariado político.
La novela relata la historia, basada en un hecho real, de un fraile enloquecido de celos
que asesina a una de sus feligresas; tal argumento causó una enorme polémica en la
sociedad peruana. Aves sin nido ha valido a Clorinda Matto de Turner la consideración
de precursora de aquella narrativa indigenista que, en las primeras décadas del siglo XX,
había de fructificar en obras maestras como Raza de bronce (1919), del boliviano Alcides
Arguedas, Huasipungo (1934), del ecuatoriano Jorge Icaza, y El mundo es ancho y
ajeno (1941), de su compatriota Ciro Alegría; en Perú, el tema del indio sería central en
la obra de José María Arguedas. Posteriormente, Matto publicó otras dos novelas dentro
de una tendencia naturalista en la línea de Émile Zola, Índole (Lima, 1891)
y Herencia(Lima, 1895), en la que retoma a los personajes de Aves sin nido y los
traslada a la ciudad de Lima.
Otros libros de Clorinda Matto de Turner son Bocetos al lápiz de americanos
célebres (Lima, 1889), conjunto de semblanzas biográficas; el drama en tres
actos Hima-Sumac (Lima, 1892), que había sido estrenado en el Teatro de Arequipa en
1884 y en el Olimpo de Lima en 1988; Leyendas y recortes (Lima, 1893); Boreales,
miniaturas y porcelanas (Buenos Aires, 1902), que incluye relatos autobiográficos,
semblanzas y diversos artículos; Cuatro conferencias sobre América del Sur (Buenos
Aires, 1909) y Viaje de recreo (Valencia, 1909), donde relata su viaje a Europa.
Finalmente, cabe mencionar los textos que preparó para la enseñanza, entre los que se
encuentran Elementos de literatura según el reglamento de instrucción pública para uso
del bello sexo (Arequipa, 1884) y Analogía. Segundo año de gramática castellana en las
escuelas normales según el programa oficial (Buenos Aires, 1897), a los que se agregan
las versiones en quechua preparadas por encargo de la Sociedad Bíblica Americana de
los Evangelios de San Juan y San Lucas, los Hechos de los Apóstoles y la Carta de San
Pablo a los Romanos.
Ricardo Palma

(Lima, 1833 - Miraflores, 1919) Escritor peruano, creador de un género intermedio entre el relato
y la crónica que renovó la prosa sudamericana. Aunque se le considera integrante de la escuela
romántica, la obra de Ricardo Palma no obedece del todo a sus presupuestos, salvo por algunos
matices estilísticos que empleó como soporte formal. Es cierto que en su juventud hizo una
apasionada defensa del romanticismo, pero luego lo juzgaría con gran severidad y trazaría su
propio derrotero artístico.

Hijo de familia humilde, realizó sus estudios en el Colegio de Noel, el Colegio de Orengo y el
Convictorio de San Carlos, donde al parecer fue alumno externo. En 1848 empezó su carrera
literaria, según propia confesión, formando parte del grupo que después él mismo denominaría
"La bohemia de mi tiempo". Comenzó escribiendo poesía, a la vez que ejercía el periodismo en
diversas publicaciones periódicas (la mayoría de existencia efímera) como redactor o crítico de
espectáculos, para lo cual usó múltiples seudónimos.

En 1849 escribió su primer drama, El hijo del sol, que no se llegó a representar, y aunque obtuvo
algún éxito en el poco exigente medio limeño, alrededor de 1858 dejó de escribir teatro. En la
actualidad sólo conocemos de su producción teatral el drama Rodil (1851), redescubierto cien años
después de su publicación (pues Palma procedió a la destrucción de los ejemplares) y la comedia El
santo de Panchita, escrita en colaboración con Manuel Ascencio Segura e incluida en la recopilación
de obras de este último publicada con el título de Teatro (1869). Tras probar el género histórico
con el libro Corona patriótica (1853), Palma empezó a componer relatos breves de diversa índole,
desde el ensayo costumbrista al romance histórico, que serían el germen de sus
posteriores Tradiciones peruanas.
En 1853 pasó a formar parte del Cuerpo Político de la Armada Peruana como oficial tercero,
correspondiéndole prestar servicio en la goleta Libertad, el bergantín Almirante Guisse, el
transporte Rímac (donde estuvo a punto de morir a consecuencia del naufragio de la nave en
marzo de 1855) y el vapor Loa. En 1857 fue separado momentáneamente del ejercicio de su cargo
por haber secundado la sublevación del general Manuel Ignacio de Vivanco contra el gobierno
de Ramón Castilla, pero su participación política más importante se produjo en 1860, con ocasión
del frustrado asalto a la casa del presidente ejecutado por un grupo de civiles y militares de
tendencia liberal, liderados por José Gálvez.

Tras el fracaso del intento golpista, Palma se embarcó rumbo a Chile y llegó a Valparaíso los
últimos días de 1860. Durante su permanencia en esta ciudad, el escritor frecuentó los salones
literarios y perteneció a la Sociedad Amigos de la Ilustración, colaborando en la Revista del Pacífico
y la Revista de Sudamérica, de la cual llegó a ser redactor principal. En agosto de 1863, luego de
ser amnistiado, emprendió el regreso al Perú.

En julio de 1864 fue nombrado cónsul en el Pará, pero parece que no llegó a ejercer el cargo,
solicitando y obteniendo una licencia que empleó en viajar por Europa. En 1865 regresó al Perú
para ponerse a órdenes del gobierno, que se encontraba en conflicto con España, participando en
el combate del Callao del 2 de mayo de 1866 como asistente de José Gálvez. Al año siguiente
intervino en la sublevación del coronel José Balta y, cuando Balta fue elegido presidente en 1868,
lo nombró secretario particular; fue además elegido senador por la provincia de Loreto. Tras el
asesinato de Balta en 1872, Palma se retiró a la política para dedicarse exclusivamente a la
literatura. El mismo año publicó la primera serie de sus Tradiciones peruanas.
Cuando en 1879 se declaró la guerra con Chile, Palma ya era uno de los literatos más reconocidos
del continente americano y colaborador frecuente de las principales publicaciones literarias
sudamericanas. Durante la guerra participó en la defensa de la capital peruana. En 1881, las
tropas de ocupación incendiaron su casa ubicada en el balneario de Miraflores, con lo que perdió
su biblioteca personal, el manuscrito de su novela Los Marañones y sus memorias del gobierno de
Balta.
Decepcionado, pensó aceptar el ofrecimiento que en 1883 le hizo el dueño del diario La Prensa de
Buenos Aires para que se trasladase con su familia a esa ciudad para ejercer de redactor literario
del periódico, pero el presidente Miguel Iglesias lo convenció para que aceptase la dirección de la
Biblioteca Nacional del Perú, que se encontraba destruida como consecuencia de la guerra. Su
labor al frente de esta institución, donde contó con un presupuesto exiguo, fue verdaderamente
encomiable, no dudando en utilizar su prestigio literario para solicitar a personalidades de diversas
partes del mundo la donación de libros, ganándose el apelativo de El bibliotecario mendigo.
El 28 de julio de 1884 Palma logró inaugurar la nueva Biblioteca Nacional del Perú. Siguió
ocupándose de su dirección, labor momentáneamente interrumpida por su viaje a España como
representante del Perú al Noveno Congreso Internacional de Americanistas, celebrado con ocasión
del cuarto centenario del descubrimiento de América (1892-93). En febrero de 1912 renunció al
cargo por discrepancias con el gobierno, que nombró en su lugar al escritor Manuel González
Prada, antiguo adversario de Palma.
González Prada atacó la gestión de su predecesor en una Nota informativa acerca de la Biblioteca
Nacional (1912), lo que motivó la respuesta de Palma en su folleto Apuntes para la historia de la
Biblioteca de Lima (1912), donde hace un recuento de su labor al frente de la institución. Alejado
de su labor como bibliotecario y convertido en el patriarca de las letras peruanas, Palma se retiró
a vivir al balneario de Miraflores, donde pasó los últimos años de su vida. Cuando murió fue
enterrado con honras fúnebres correspondientes a Ministro de Estado y se declaró duelo nacional.
La obra de Ricardo Palma

De reconocido prestigio en el mundo cultural hispanoamericano, Ricardo Palma es la figura más


significativa del romanticismo peruano y uno de los escritores mejor dotados del siglo XIX
americano. Espíritu polifacético, renovador y progresista, su actividad literaria se desarrolló en
campos muy diversos.

Como poeta siguió la corriente romántica europea de José Zorrilla, Heinrich Heine, Victor
Hugo y Lord Byron. Dentro del género lírico publicó Poesías (1855), Armonías. Libro de un
desterrado (1865), Pasionarias (1870), Verbos y gerundios(1877) y Enrique Heine.
Traducciones (1886). Reeditó gran parte de su obra poética en el libro Poesías (1887), que llevó
como introducción el estudio "La bohemia limeña de 1848 a 1860. Confidencias literarias".
Posteriormente publicó su poema A San Martín (1890), que originó una protesta del gobierno
chileno por considerarlo ofensivo a ese país. Su último libro de versos fue Filigranas. Aguinaldo a
mis amigos (1892). Fue también compilador de Lira americana. Colección de poesías de los
mejores poetas del Perú, Chile y Bolivia (1865).
Entre sus trabajos históricos podemos mencionar Anales de la Inquisición de Lima(1863), el
polémico Monteagudo y Sánchez Carrión. Páginas de la historia de la independencia (1877) y
su Refutación a un compendio de historia del Perú (1886), cuyo ataque a los jesuitas motivó que
el Congreso peruano declarase la prohibición del establecimiento de esta orden religiosa en el país.
Su labor como principal gestor y presidente de la Academia Peruana de la Lengua desde el 5 de
mayo de 1887 está representada por los Anales de la Academia Correspondiente de la Real
Española en el Perú (1887), y especialmente por sus valiosas sugerencias a favor de la admisión
de nuevos vocablos contenidas en sus libros Neologismos y americanismos (1896) y Papeletas
lexicográficas (1903). Publicó además Recuerdos de España (1898), sobre su viaje a ese país en
1892, que después sería reeditado con el título Recuerdos de España precedidos de La bohemia
de mi tiempo (1899).
Tradiciones peruanas
Párrafo aparte merecen las Tradiciones peruanas, relatos construidas a partir de hechos históricos
o anécdotas populares de carácter ligero y burlesco que constituyen un género literario particular.
Aunque Palma había escrito los primeros de estos relatos antes de su destierro a Chile, sólo varios
años más tarde se decidió a editar la primera serie de sus Tradiciones (1872).
A este volumen le seguirían Tradiciones. Segunda serie (1874), Tradiciones. Tercera
serie (1875), Tradiciones. Cuarta serie (1877), Tradiciones. Quinta serie(1883), Tradiciones.
Sexta serie (1883), Ropa vieja (1889) y Ropa apolillada(1891). Después de publicar en Buenos
Aires la primera edición extranjera de estos relatos (1890), publicó una edición en España con el
título, desde entonces célebre, de Tradiciones peruanas (4 vols., 1893-96). Posteriormente a esta
edición aparecieron Tradiciones y artículos históricos (1899), Cachivaches (1900), Mis últimas
tradiciones peruanas y cachivachería (1906), Apéndice a Mis últimas tradiciones peruanas (1910)
y una edición póstuma con el título El Palma de la juventud (1921). Tras su muerte, las hijas del
escritor llevaron a cabo una edición definitiva de las Tradiciones peruanas que contó con el auspicio
del gobierno peruano (6 vols., 1923-25).

Primera edición española de las Tradiciones peruanas (1893)


El conjunto de la obra, en once series, es de una evidente grandiosidad, si bien hay un cierto
desorden provocado por repeticiones, remansos fatigosos y temas muy dispares, entre éstos
artículos críticos. Mitad historia y ficción, domina un fondo socarrón, intercalado con emotivas
referencias al mundo americano. En el dilatadísimo proceso de su composición, Ricardo Palma fue
poco a poco desligándose de la leyenda romántica española y perfilando un característico y
personalísimo mundo, hasta madurar artísticamente en una especie narrativa, la tradición, en la
que supo genialmente enlazar rasgos románticos (la leyenda, la novela histórica) y costumbristas
(humor, espíritu crítico de los usos e instituciones nacionales, habla popular), enriqueciéndolos
con las lecciones de los grandes satíricos y novelistas picarescos del Siglo de Oro español
(con Quevedo a la cabeza), así como de los ironistas de la Ilustración y el liberalismo (Voltaire,
sobre todo).
Mucho se ha escrito sobre las Tradiciones peruanas y la pretendida ideología que subyace detrás
de la obra. Algunos han querido ver en el escritor un nostálgico del pasado colonial, y otros han
sostenido que la ironía con la que describe dicho pasado esconde una crítica social. Al respecto el
ensayista Luis Loayza ha sostenido en su libro El sol de Lima (1974) que "Al leer las Tradiciones se
advierte que el autor era un hombre de su tiempo... El mundo de la colonia era, o pretendía ser,
jerárquico: en las Tradiciones hay un sentimiento democrático, igualitario; se festeja el irrespeto
ante la autoridad". En la actualidad, aun cuando sus méritos literarios sean materia de discusión,
no se deja de reconocer el enorme impacto que tuvieron dentro de la narrativa hispanoamericana,
gozando todavía de gran popularidad.
Ya la primera reunión de sus Tradiciones peruanas gozó, en efecto, de un éxito inmediato,
refrendado por la enorme acogida que alcanzó dentro y fuera del Perú. Estuardo Núñez estudió su
influencia decisiva en la narrativa hispanoamericana entre 1872 y 1940, como género que adelanta
componentes del cuento y la novela del siglo XX. Fusionar el costumbrismo y el romanticismo era
una tarea crucial, que se verificó en dos manifestaciones artísticas sobresalientes: la poesía
gauchesca y la tradición palmista. No deja de ser sintomático, más que casual, que las dos obras
cimeras de ambos procesos creadores, Martín Fierro (del argentino José Hernández) y Tradiciones
peruanas, aparecieran el mismo año, 1872. En ellas palpitan ya rasgos de lo que serán la poesía
novomundista y la narrativa del realismo "mágico" o "maravilloso", así como la reelaboración de
la oralidad y de la óptica del pueblo, tan significativos en las letras hispanoamericanas del siglo
XX.

La trascendencia de la obra de Ricardo Palma ha sido justamente destacada por la crítica. Luis
Leal lo considera el mejor "cuentista" hispanoamericano de dicha centuria; para Estuardo Núñez
fue el narrador hispanoamericano de mayor influencia a fines del siglo XIX y comienzos del siglo
XX. Tal envergadura se vincula con la capacidad de Palma para asumir una tarea pendiente en las
letras americanas: efectuar el tránsito de una literatura centrada en la tradición oral o de carácter
ancilar a una literatura que va a ir privilegiando la modalidad escrita y la ficción.

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