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Universidad Sergio Arboleda

Escuela de Filosofía y Humanidades


Preparatorio en historia de la filosofía contemporánea
Diego Fernando Penagos Rodríguez

Acerca de En el enjambre
Las tecnologías digitales han llevado a cabo una de las más grandes trasformaciones sociales
de la historia de la humanidad. La manera en la que ahora nos relacionamos dista mucho de
la manera en la que lo hacíamos hace apenas un par de décadas. La revolución digital ha
impregnado tan profundamente nuestro modus vivendi que no nos hemos dado cuenta de las
consecuencias que esta nueva forma de relacionarnos socialmente nos ha traído. Byung-Chul
Han sí se ha dado cuenta de ellas y, en su ensayo En el enjambre, nos expone cuáles son y
cómo hemos llegado a ellas.
Este profesor surcoreano de la Universidad de Artes de Berlín es considerado hoy uno de los
más importantes filósofos de nuestro tiempo. Lo es porque ha sabido criticar como pocos la
realidad social actual en que nos desenvolvemos y ha sido capaz de identificar los problemas
más importantes que las características de la sociedad contemporánea (como el capitalismo,
la sociedad del trabajo, el neoliberalismo, la revolución tecnológica digital y la
hipertrasnparencia) han provocado.
En su ensayo, En el enjambre, Byung-Chul Han analiza la sociedad contemporánea
centrándose en los efectos a los que nos ha llevado específicamente la revolución digital con
sus fenómenos recientes de internet y de redes sociales. A través de un pequeño prologo y 16
apartados, centrados en un tema específico cada uno, este filosofo experto en estudios
culturales expone el radical cambio de paradigma que atravesamos y critica la manera en que
los aspectos de este nuevo paradigma influyen en nuestro diario vivir, sin que siquiera nos
demos cuenta, y la actitud generalizada de participar orgullosa e ignorantemente en tales
dinámicas.
El ensayo empieza con un apartado titulado Sin respeto. En él se expone cómo la actitud
propia del respeto, el mirar distanciado, se ha reemplazado en los últimos tiempos por la
actitud del irrespeto, propia del espectáculo y caracterizada por un mirar sin distancias, que
busca penetrar en la intimidad del otro y lleva a la sociedad del escándalo. Hoy esta falta de
distanciamiento, provocada por la comunicación digital, ha producido que lo privado se
vuelva público de manera tal que estas esferas se han entremezclado y la puramente privada
ha desaparecido gracias a la “dominante coacción icono-pornográfica” que existe sobre la
información.
Otro aspecto que ha permitido la destrucción de la esfera de lo público y del respeto es el
anonimato, tan fomentado por los medios digitales. En este tipo de comunicación el
mensajero es separado del mensaje, convirtiendo este último en información anónima, de la
cual se vale la cultura de la indiscreción para eliminar el respeto. Un ejemplo es la shitstorm,
conocida aquí como tormenta de arena, y que puede definirse como un fenómeno genuino
de la comunicación digital por el cual se crea una ‘tormenta’ de indignación en un medio de
internet. La shitstorm, además, influye de manera decisiva en las relaciones del poder
político, pues, en los términos acústicos de los que se vale el autor, es ruidosa, es decir,
genera una perturbación dentro de la relaciones jerárquicas de la comunicación del poder, y
puede llegar a cuestionar a aquellos que detentan el poder, quienes por esa razón se esmeran
en acabar con cualquier tipo de ruido que pueda alterar su posición jerárquica. En pocas
palabras, quien detenta el poder es quien es quien maneja las shitstorms en la red.
El siguiente apartado nos habla de la sociedad de la indignación, que es un tipo de sociedad
del escándalo que surge gracias a acontecimientos de poca importancia social, pero por el
cual grupos gigantes de personas afirman indignarse. Lo que hace el autor es criticar este tipo
de sociedad, que se caracteriza por ser volátil, incontrolable, injustificada y débil. Débil
porque le falta la firmeza necesaria para desarrollar un discurso y por lo mismo es incapaz
de acción. Resulta ser entonces una indignación pasajera, superficial e inútil.
El tercer apartado, al igual que el ensayo completo, se llama En el enjambre. Comienza
afirmando que nos encontramos en una época de transición crítica, que amenaza las
relaciones consolidadas del poder, y a la que nos ha traído la revolución digital. Tal crisis se
concretiza en lo que el autor llama el enjambre digital que, aunque al principio pueda
entenderse como un tipo masa, no lo es. Y no lo es porque carece de un alma que lo unifique.
Sus integrantes están aislados y no cuentan con concordancias que los consoliden como
multitud, no es un grupo coherente que sea capaz de llegar a la acción; por no contar con una
voz que los manifieste, el enjambre digital es entendido como ruido.
El integrante del enjambre, el homo digitalis, es un alguien anónimo, en cuanto mantiene su
identidad privada y no se funde con la masa. No se congrega con los demás integrantes del
enjambre en espacios físicos tangibles, sino que constituye una concentración sin
congregación, a través de su pantalla, que lo priva de conformar un nosotros. Es volátil y los
medios digitales lo mantienen aislado de los demás integrantes; no comparte ideología con
éstos últimos y por eso no son capaces de llegar al ámbito de la praxis, ni de consolidar
energías políticas. Este mismo hombre es el que hoy participa y constituye el sistema
capitalista con sus prácticas neoliberales. Quien explotándose a sí mismo se convence de
vivir en libertad, pero no es capaz de trabajar en conjunto para llegar a una acción común que
cuestione realmente el orden establecido.
La siguiente parte, Sin mediación, nos habla de esta particularidad del medio digital. Se dice
que es un medio de presencia, en cuanto sus informaciones se producen, envían y reciben sin
intermediarios y en el presente inmediato. Lo que nos ha llevado a pasar de ser meros
receptores pasivos a ser emisores y productores activos; y lo que a su vez ha traído un vasto
aumento en la información. Así las cosas, las nuevas plataformas digitales, como las redes
sociales, desmediatizan la comunicación permitiendo que cada quien presente su propia
opinión sin intermediario alguno.
Esta desmediatización tiene también efectos en el plano político, pues el principio de
representación se ve amenazado cuando cada quien puede mostrar su opinión “única” sin
necesidad de intermediarios. La política pierde entonces el poder de la información, el mando
sobre su producción y distribución. Esto nos lleva a una masificación en la que la cultura y
el lenguaje se vuelven ordinarios. La total transparencia, dominada por la presencia y el
presente, impide un desarrollo de las problemáticas. Su carácter conduce a una coacción casi
total y a un conformismo casi inevitable, que impiden el progreso de ideas inusuales. La
hipertranparencia trabaja de forma meramente aditiva, en donde la comunicación se unifica
repitiendo lo igual en cantidades descomunales que producen ruido. Ruido que impide el
avanzar del espíritu.
En la quinta parte, El listo Hans, el autor surcoreano propone que “el medio digital despoja
la comunicación de su carácter táctil y corporal” (Han, 2014, pág. 28). El contacto directo
con lo real, en especial con las personas, se pierde gracias a las particularidades que ofrece
este tipo de comunicación. A través de los dispositivos digitales el otro no habla; su ausencia
física y de mirada, el no contar con un rostro en frente al cual mirar, un carácter con el cual
interactuar, un talante al que responder, conduce a sus usuarios a encerrarse en sí mismos en
un estadio narcisista.
La imagen es el ente estudiado de la sexta parte, Huida a la imagen. En esta sección se
examina cómo la imagen se ha convertido en un modelo que imitamos o intentamos alcanzar,
por ser percibido como mejor o más bello que la realidad. Esto nos ha llevado a una
domesticación de las imágenes, basado en reproducir imágenes que, al representar una
realidad optimizada, eliminan el propio valor icónico de las imágenes, su semántica y su
poética. Las imágenes son ahora producidas para el consumo, lo que les hace perder su
verdad.
El medio digital nos blinda de lo real. A través de él consumimos las imágenes sin correr el
peligro de irrupción de lo otro. A diferencia de las analógicas, las imágenes digitales carecen
de tiempo, su estado siempre es perfecto, con lo que se contraponen a la facticidad. Y por
esta razón preferimos huir hacia ellas frente a una realidad que percibimos como imperfecta.
En el siguiente apartado, de la acción al teclado, Byung-Chul Han se pregunta por la
posibilidad de la acción en la actualidad. Para él la acción del hombre de hoy se ve entregada
a procesos automáticos que son imposibles de interrumpir. La máquina digital y la del capital
destruyen nuestra libertad de acción, al impedir constituirnos como sujetos de nuestras
decisiones. Así, el homo digitalis está perdiendo su capacidad de acción, sus manos se han
ido atrofiando, y los dedos comienzan a ocupar su lugar. Hoy no se actúa, se teclea.
Y no se actúa porque el medio digital lo impide, pues de allí no sale resistencia material
alguna que exija acción para ser superada. Pero esto no quiere decir que no se trabaje, de
hecho, el medio digital ha convertido todo el tiempo en tiempo de trabajo. La movilidad del
aparato digital nos permite, u obliga, a trabajar en todo lugar y en todo tiempo, impidiéndonos
huir del trabajo. Con esto se ha creado el principio neoliberal del rendimiento, que hace que
cualquier tiempo sea medido en función del trabajo. Así, la explotación pasa a un nuevo
estadio gracias a la coacción de los medios digitales, que nos vuelven sus esclavos de tiempo
completo. Todo termina reduciéndose a términos de rendimiento y eficiencia; el ser es hoy
solo aquello que puede ser numerado, lo narrado ha sido dejado de lado.
El octavo apartado, Del labrador al cazador, confronta también las formas de acción del
hombre de antaño con el de hoy. Para ello se vale de una analogía de Heidegger, en la que se
compara el pensamiento con la mano colectora de un labrador, quien recolecta como parte
del proceso de pensar. Para el filósofo alemán la persona pensante tiene que labrar para
adquirir la inteligibilidad; escuchar a la tierra y obedecerla para cosechar sus frutos. El
pensamiento es entendido como la mano de obra con que develamos y desciframos el lugar
oscuro que es el mundo.
El sujeto de hoy, en cambio, ya no actúa ni conoce el mundo sobre la misma superficie que
el labrador (la tierra). A partir de las nuevas formas de devenir de los medios digitales, y los
artefactos que conectan la realidad offline con la online, se ha construido una tierra digital de
datos, diametralmente opuesta a la del labrador, que despoja del ser a aquello que no puede
ser dato. Esto produce una coacción de transparencia, en la que todo tiene que estar ahí abierto
como información, accesible para cualquiera.
En este plano el labrador cede el paso al cazador digital: una persona que no funciona
pasivamente, sino que opera de modo activo con sus artefactos digitales; que tiende a
digitalizar el mundo; que caza información, datos; que se encuentra inmiscuido en la lógica
del mercado; que se pierde de experiencias mundanas; y que no se entregan a ningún peligro.
La siguiente parte explora el sujeto de la era digital. En Del sujeto al proyecto se expone
cómo el sujeto es concebido hoy como un proyecto, que necesita del medio digital para
consumarse. Después de exponer la optimista visión utópica de Flusser respecto de una
antropología de la era digital, Han la refuta por completo proponiendo que “la comunicación
digital hace que se erosione fuertemente la comunidad, el nosotros” (Han, 2014, pág. 53)
Para el autor surcoreano es el narcisismo lo que domina la comunicación digital.
En lo que se refiere al proyecto, este se presenta como necesariamente coactivo. La libertad
de que disponemos para realizarnos es hoy al mismo tiempo coacción. Cada quien se aísla
para explotarse a sí mismo, para optimizarse y buscar su propio rendimiento, incluso hasta
llegar al punto de derrumbarse. El proyecto se convierte en proyectil dirigido a sí mismo.
La siguiente sección indaga sobre la topología de la era digital. En La ley de la tierra se
plantea que el plano sobre el que se mueve el hombre digital ha dejado de ser la tierra, cuyo
carácter y firmeza la representan. El hombre digital es flexible, al igual que el medio en el
que se desenvuelve. En este las categorías de acción, pensamiento y verdad (propias del orden
terrenal) son reemplazadas por las de operación, cálculo y transparencia, respectivamente;
términos con connotaciones y aplicaciones muy diferentes a las que sustituyen. Este cambio
de espacio sobre el que mueve el nuevo hombre no incita al despertar del espíritu, al contrario,
lo adormece por encerrarlo en un ensimismamiento.
El undécimo apartado se titula Fantasmas digitales. Con esta expresión se refiere a un tipo
de espectro en la red que se alimenta de todo aquello que no se comunica del todo a través
de un mensaje digital, por necesitar de medios reales para trasmitirse de manera genuina.
Tales fantasmas se multiplican de manera exorbitante, pues cada vez les proporcionamos más
alimento e, incluso, la comunicación automática que se da entre las cosas no humanas
también los alimenta. El plano digital sobre el que se mueven estos fantasmas les permite
desarrollar comportamientos complejos que pueden llegar a salirse de control y provocar
desastres imprevisibles en el plano terrenal. Los fantasmas han dejado de ser controlados por
nosotros y su comportamiento automático comienza a tener efectos que no podemos
gobernar.
El tema de la siguiente parte es el Cansancio de la información. Se explica cómo en la
actualidad las descomunales cantidades de información a las que tenemos acceso nos
abruman. Ya no contamos con un sistema inmunológico que nos proteja de consumir
información innecesaria o desagradable. Hoy todo tipo de información nos penetra y nos
resulta complicado rechazarla.
Este rápido fluir de la información acelera también el movimiento del capital y llega incluso
a producir enfermedades en gran parte de la población, mermándoles sus capacidades de
análisis, de atención y de responsabilidad. En resumen, a pesar de que hoy contamos con
acceso a mayor cantidad de información que en cualquier otra época de la historia, esto no
nos ha llevado a entender mejor el mundo, de hecho, lo hace más confuso y menos accesible.
La acumulación de tanta información termina deformando más que informando.
Seguidamente se habla de la Crisis de la representación. Esta sección comienza exponiendo
la opinión del Barthes acerca de la fotografía: él cree que esta refiere siempre a la verdad.
Han, como ya vimos, opina todo lo contrario. Para él la fotografía digital marca el final de lo
real, pues sobrepasa esta creando una hiperrealidad. Así, la fotografía se convierte en
hiperfotografia que, en vez de representar, presenta una nueva realidad creada por ella. La
fotografía digital se referencia a ella misma.
Tal problema de la representación se transfiere al plano político. También el sistema
económico-político se ha vuelto autorreferencial. Los políticos ya no representan a grupos de
personas que comparten la misma ideología, son ahora peones del sistema mismo. Las masas
están dejando de existir, para dar paso a enjambres de unidades que se aíslan para sí, se
representan a sí mismas, y son incapaces de participar de un discurso político. Ya no hay a
quien representar, pues el nosotros político está dejando de existir, y cada quien espera
representarse a sí mismo.
La transición Del ciudadano al consumidor es el punto que se analiza en la siguiente parte
del ensayo. El autor propone que los partidos y representantes políticos han pasado a ser
superfluos en tanto contamos ahora con la posibilidad de tomar decisiones digitales por
nuestra propia cuenta. Tales decisiones digitales, para Han, funden las opiniones políticas y
económicas de manera tal que el elegir se transforma en un comprar. Así pues, con la
posibilidad de elección digital, el ámbito económico y el político coinciden en el mismo plano
de conciencia. Ya no decidimos, ahora compramos. El elector es un comprador. El
ciudadano, que cuenta con responsabilidad social, se convierte en consumidor, que se
preocupa solamente por sí mismo. De igual manera, la propaganda electoral se mezcla con
la comercial y, al igual que en un supermercado, terminamos comprando la que más atractiva
nos parezca individualmente.
En el penúltimo apartado se trabaja la Protocolización general de la vida. Para el autor el
acto de fe de la confianza se ha perdido en la contemporaneidad gracias a la facilidad de
encontrar información. Pero esta facilidad conlleva a un control dentro del medio digital; en
el que, lo queramos o no, todos nuestros movimientos dejan una huella. La confianza se ve
así reemplazada por el control y la transparencia. Tal control tiene una estructura panóptica
que funciona mejor que la propuesta por Bentham, pues en esta sus propios integrantes se
exhiben voluntariamente y se dejan controlar bajo la ilusión de la libertad.
Además, la vigilancia no es solo ejercida por entes gubernamentales. El panóptico digital
permite que todos se vigilen entre sí, desde personas individuales hasta grandes empresas,
que se valen de la información personal que dejamos en la web para manipulase mutuamente.
Y esta vigilancia no solo se presenta en la red; gracias al internet de las cosas nos encontramos
vigilados por los objetos en todo momento. Así funciona el panóptico digital, todos somos
prisioneros y vigilantes, y escapar de él resulta casi imposible.
El último apartado desarrolla un concepto ideado por el mismo Byung-Chul Han: La
psicopolítica. Este concepto es presentado como el estadio ulterior del biopoder propuesto
por Foulcaut. A diferencia de este, la psicopolítica comprende factores no solo exteriores,
sino también interiores de las personas, pues es capaz de analizar su psique valiéndose de los
patrones de comportamiento que tienen en el medio digital. De esta manera es posible acceder
e intervenir en los procesos psicológicos de las personas para manipularlos y controlarlos.
Las teorías de la conducta humana son entonces superadas gracias a los numerosos datos que
las tecnologías digitales retienen, y que al ser analizados permiten identificar modelos
colectivos de comportamiento, de los que no somos conscientes, mejor que cualquier teoría.
En síntesis, quien detente el psicopoder es capaz de apoderarse de la conducta social de las
masas y moldearlo a su antojo sin que estas se den cuenta.

No son pocas las opiniones en las que nos encontramos de acuerdo con Han. Sin duda alguna
la revolución digital ha marcado un cambio de paradigma en nuestra civilización, que nos ha
traído grandes cambios en la manera no solo de relacionarnos socialmente, sino en casi todos
los aspectos de nuestra manera de vivir. Hoy, a merced a las nuevas tecnologías que los
medios digitales han instaurado en la sociedad, pensamos, sentimos, percibimos, actuamos y
convivimos de una manera muy distinta a la que lo hacíamos hace apenas un par de décadas.
También compartimos el parecer de que tales innovaciones no han sido pensadas desde un
plano reflexivo, y de que las usamos de manera inconsciente, cegados por la fascinación que
nos provocan, sin saber y ni siquiera pensar en las consecuencias que pueden traer. Esto, muy
en parte, gracias a la acelerada velocidad con que han avanzado tales tecnologías en los
últimos años; velocidad que supera por mucho, hay que aceptarlo, a la del pensamiento crítico
y reflexivo en torno al mismo tema.
Pero esto no quiere decir que estimemos como absolutamente perjudiciales los medios
digitales de comunicación. Pues también es innegable que, si se han viralizado a tal magnitud
este tipo de tecnologías, es porque en muchos planos facilitan la vida. Nuestra posición es
entonces algo más neutral. No consideramos ni absolutamente perjudiciales, ni
absolutamente beneficiosas estas nuevas tecnologías. Como todo, creemos que depende de
muchos factores, y en este caso específico el factor más importante es el uso que les demos.
Así pues, estas tecnologías constituyen un hecho de la realidad que ya está aquí, que llegó
para quedarse, que no podemos negar y con el que estamos obligados a aprender a vivir. Y
es este el aspecto que queremos resaltar en cuanto constituye nuestra posición al respecto:
Aprender a vivir armoniosamente con estas tecnologías, sin abusar de ellas, pero tampoco
rehuyéndolas, es el reto principal que la generación de hoy. Generación que creció junto a la
revolución digital; que vivió un tiempo sin este tipo de tecnologías, que al momento de ser
instauradas experimentó su rápida evolución, y que puede comprender como ninguna otra las
transformaciones que provocaron los medios de comunicación digital en nuestro estilo de
vida. En definitiva, la generación que mejor puede pensar nuestro tiempo.
Para concluir, entonces, merece la pena hacer una reflexión en torno al cómo aprender a vivir
en la sociedad que nos trajo la revolución digital. Por un lado, ya Byung.Chul Han nos ha
expuesto varias de las repercusiones negativas que se han, y se están presentado, por culpa
de las tecnologías digitales; por el otro, faltaría reflexionar filosóficamente (ya que en el
plano utilitario se ha hecho mucho) frente a las virtudes positivas que han traído estas mismas
tecnologías y sus consecuencias potencialmente también positivas.
Así, indagar por las consecuencias, tanto positivas como negativas, que nos ofrecen los
nuevos entes como la Big data o la Deep web, resultados de la revolución digital, es la manera
de aprender a vivir con ellas. Educarnos frente al tema, no solo aprendiendo a utilizar sino
también a pensar los productos y artefactos digitales, es el mejor método para sacarles el
mayor provecho posible y evitar, en lo posible, los perjuicios. Tal tarea corresponde, en gran
parte, a los filósofos. Pues mientras las demás ramas del conocimiento se preocupan por
avanzar, en términos de practicidad, la filosofía debe preocuparse por pensar estos avances
en términos existenciales, para contar con el panorama más completo posible respecto a tales
temas.
En definitiva, creemos que este tipo de tecnologías suponen tanto un gran riesgo, como una
gran oportunidad para la humanidad. Razón por la cual consideramos que, para avanzar por
el mejor camino posible, la educación respecto de la revolución digital es la mejor opción.
No hay que temer a lo que nos depara este nuevo paradigma, hay que pensarlo. De cualquier
manera, el plano digital es la senda con que la humanidad se ha encontrado para continuar el
camino de su progreso. Progreso que resulta imposible de frenar, por lo que preferimos
arriesgarnos a seguir este camino, con las debidas precauciones, pero sin miedo.

Bibliografía
Han, B.-C. (2014). En el enjambre. Barcelona: Herder.

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