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Tenía la certeza de que durante aquellas horas usted no había estado plenamente atenta a
todo lo que le había dicho, llegué a considerar que su atención se había centrado en la
forma en que me encontraba sentado y en la peculiar precisión de mis movimientos, sabía
que usted observaba mientras yo continuaba hablando, y pese a que nunca se alejó de la
conversación, la forma en que mis manos se movían y que lo admiraba, que le había
surgido una momentánea fascinación, creí todo eso hasta que me percaté que quién estaba
intrigada era la otra, no usted.
Estaba sentada en aquella parte del parque mirándome con cierto recelo, se encontraba en
aquel lugar porque alguna clase de impulso indescriptible la había llevado allí, pero cierta
mesura de la cual se sabe necesitada le ocasionó esa reacción, sin embargo, y conforme
las palabras avanzaron, cierta comodidad impregnó su postura.
Aquella noche mientras se preparaba su café, sonrió involuntariamente, cierta intriga se
había adherido a usted, pero nada terrible.
La otra nos había acompañado toda la tarde, supongo que ella nunca ha reparado sobre
mesura o esa clase de banalidades, me miró hasta cierto punto con discreción, pero su
reparar en mis movimientos y tono de voz le evidenció un misterio.
¿Hablarían usted y la otra? ¿Ella le había advertido de lo que le sucedió aquella tarde?
Los recuerdos le irán brotando, sé que necesita una reconstrucción detallada, pero usted
necesita concentrarse en ello, quiero que mis palabras sean sólo una guía, quiero
describirle los instantes más relevantes (como aquel cuando su escalofrío no se suscitó por
la lluvia) y sin duda para esta reconstrucción, necesita recordarla a ella y recordarse, o que
yo las recuerde.
La volví a encontrar como era probable un par de días después, cada ocasión que esto se
repitió usted no pudo evitar sentarse junto a mí o colocarse a mi lado mientras
caminábamos, sé que al principio lo que la llevaba a realizar estas acciones era la simple
curiosidad, lo interesante que le resultaba pasar el tiempo (si es que acaso es partidaria de
dicha abstracción) conmigo, o alguna otra razón semejante.
La tarde en la que estaba sentada en ese café, hubo un instante en que la confundí con la
otra, era verdad que para entonces usted se encontraba conmigo por algún motivo
inevitable e indiscernible (tanto para usted, como para nosotros), en la motivación y la
confusión radica la importancia de ese momento, pero la segunda se derivó del como me
miraba.
Llevaba puesto un vestido con flores que tenía unas mangas extrañamente largas, parecía
disfrutar su confección porque se le asemejaban a cortinas detrás de las cuales se podía
esconder, pensaba en que podría ocultarse detrás de ellas y aún así continuar allí sin
desvanecerse totalmente de la conversación.
Ocurría que esa necesidad de no develarse tenía origen en aquel sentimiento indefinido e
incomprensible (provocado por mi existencia) que usted había descubierto aquella mañana.
Y sólo hay una realidad: la de esa pregunta que constantemente nos hacemos
y que nunca nadie ni nada ha de contestarnos.
Fueron esas las palabras que resonaban en su cabeza, se adecuaban a nuestra temática,
aunque, parece que aquella novela la afectó más de lo previsto. Pero no fueron las únicas
cosas que pasaban por su mente, me sorprendió su capacidad de concentración cuando su
atención en nuestro instante no pareció verse afectado por el hecho de que la otra se
sentara a su lado y comenzara a susurrarle al oído.
Las palabras proferidas por ella le recordaban los efectos surgidos a causa de lo que le
había mostrado alguna noche (no me odie por no ser más específico sobre la temporalidad
de aquella comunicación nocturna), giró su rostro hacia ella y sonrieron en complicidad, al
parecer, aquella fascinación incomprensible en torno a mí era algo que compartían.
Mientras usted continuó divagando sobre sus sensaciones y lo mucho que disfrutaba de mi
compañía, ella, clavó sus terribles ojos en mí y pude leer en estos….
No sé si lo que me intimidó fueron las declaraciones o el hecho de que me percaté que los
ojos que miraba eran los suyos, sin embargo, sé que las palabras leídas eran de la otra.
Usted se dirigió en mi compañía a esa noche donde una multitud de individuos van juntos
tras el mismo sueño (la otra como siempre, se encontraba allí también).
Sonrió ¿sonrieron? tantas ocasiones a lo largo de aquel espacio-tiempo excepcional, había
una sensación en usted que no se desvanecía mientras me contemplaba, y se acentuaba al
escucharme hablar.
Pronunció para sí indefinido e incomprensible…. un parpadeo después, el riesgo, su
mente reconstruyó la necesidad de mesura de la que había sido consciente “tiempo” atrás.
Los eventos siguientes son los últimos que planeo recordarle, le suplico no se distraiga.
Decidió escapar al deber en mi compañía, vaya que usted ha estado ignorando a la razón.
Una conversación más de esas que disfruta tanto, sentada allí, su mirada de emoción y
admiración hacia mí en ocasiones es incontenible.
Sé que me piensa no sólo encantador, sino sorprendente, si me coloca en su pensar
múltiples elogios acuden allí, sé que le gusta hablarme porque puede decirme cualquier
cosa, porque siempre la impresiono, porque me considera brillante.
Su atención se repartía entre mis ojos y mi sonrisa, también mi voz la condujo a ese sopor...
Puerto Madryn… susurra con cadencia… Tu es l´horreur…. lo repite, y ella le añade… lo
profano… palabra que usted repetirá una inhalación después. Mis ojos se posaron en los de
la otra, no, eran los suyos, ¿en verdad la miré de esa forma? es preferible no saber, pero
fue entonces cuando su escalofrío no se suscitó por la lluvia.
Esta serie de eventos son los que nos han traído hasta aquí. He visto todo lo que tiene que
hacerme saber, conozco la causa de su estremecer.
Éste es el momento en el que debe entregarme el manuscrito que trae en las manos, sé
que contiene alguna declaración aforística, sólo permita que caiga de forma suave en la
palma de mi mano.
Le resulta difícil separarse de ese trozo de papel, como si estuviera a punto de verse
inmersa en algo trágico, ella viene hacia mí, apenas su manuscrito ha tocado mi mano, la
otra se ha detenido frente a mí y tiene toda la intención de relatarme un instante.
¿Recuerdas?
Colocaste tus manos sobre mí, una en la espalda con deseo y la otra en alguna parte de mi
vientre como intentando refrenarnos, todo ello, en la cumbre de un abrazo que podía
habernos llevado a la muerte o al menos a la búsqueda de ésta. Lujuria etérea.
Me miraste aquél instante de la misma forma que yo a ti, pero fue así porque sabías que yo
era ella.
La otra interrumpió su confesión y me insistió en que leyera el manuscrito que usted me dió.
Instrucciones para leer a Bataille.
Usted intentó recuperar el manuscrito, su mano rozó la mía, se encuentra mirándome justo
ahora y en su mente se reproduce una secuencia´en blanco y negro, filmada en una súper
8, es usted corriendo en Puerto Madryn al atardecer.
Utilizo mi periferia porque me es imposible dejar de mirarla, pero no cabe duda que la otra
ya no está, es usted, siempre fueron usted y la otra, una, la misma que me piensa como un
enigma de belleza semejante al océano patagónico en el atardecer.