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Pero no bien volvieron a gobernar, han mostrado cuan demag�gico era ese
reconocimiento. Han demostrado que no ha aprendido nada de la realidad, aun con las
duras derrotas que les fueron propinadas. Podr�an, a lo mejor, apelar a la vieja
idea de la �tercera v�a�, diciendo que �no tanto mercado, no tanto Estado�, al
viejo estilo de Tony Blair.
Pero no, no han revelado ning�n tipo de imaginaci�n, ni siquiera al nivel del
discurso. Se han puesto, de inmediato, a imponer la prioridad del ajuste fiscal.
Porque a esto se reduce su f�rmula, de nuevo y siempre: recorte de gastos p�blicos,
prioritariamente de las pol�ticas sociales, de los sueldos de los empleados
p�blicos, privatizaci�n de patrimonio p�blico, desregulaci�n de la econom�a,
apertura hacia el mercado externo. Ni m�s ni menos de lo que hab�a tenido tanto
�xito, a sus comienzos, en los a�os 1990.
La vieja cantilena de que los problemas de nuestras econom�as vienen de los gastos
excesivos del Estado y que, por lo tanto, su soluci�n requiere del achicamiento de
�ste. Que los derechos sociales est�n de m�s, que se ha vivido por encima de las
posibilidades (esto es, los pobres habr�an dilapidado el crecimiento econ�mico y
ahora tienen que ser puestos de nuevo en su debido lugar de mano de obra barata y
disciplinada). Para que los ricos puedan seguir viviendo por encima de nuestras
posibilidades.
Como resultado, las econom�as han vuelto a ser recesivas, los d�ficit p�blicos han
aumentado m�s todav�a, la inflaci�n no ha sido controlada. Total, el peor de los
mundos para la gran mayor�a. Pero, como lo dec�a Shakespeare, hay una l�gica en esa
locura. Hay quien gana, para que la gran mayor�a pierda.