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Son muchos los procesos que pueden contribuir a crear un suelo particular, algunos
de estos son: la deposición eólica, sedimentación en cursos de agua, meteorización, y
deposición de material orgánico.
De un modo simplificado puede decirse que las etapas implicadas en la formación del
suelo son las siguientes:
«Instalación de los seres vivos (microorganismos, líquenes, musgos, etc.) sobre ese
sustrato inorgánico». Esta es la fase más significativa, ya que con sus procesos vitales
y metabólicos, continúan la meteorización de los minerales, iniciada por mecanismos
inorgánicos. Además, los restos vegetales y animales a través de la fermentación y la
putrefacción enriquecen ese sustrato.
«Mezcla de todos estos elementos entre sí, y con agua y aire intersticiales».
Inicialmente, se da la alteración de factores físicos y químicos de las rocas, realizada,
fundamentalmente, por la acción geológica del agua y otros agentes geológicos
externos, y posteriormente por la influencia de los seres vivos, que es fundamental en
este proceso de formación. Se desarrolla así una estructura en niveles superpuestos,
conocida como el perfil de un suelo, y una composición química y biológica definida.
Las características locales de los sistemas implicados —litología
y relieve, clima y biota— y sus interacciones dan lugar a los diferentes tipos de suelo.
Sobre los materiales del coluvión, puede desarrollarse lo que comúnmente se conoce
como suelo; el suelo es el resultado de la dinámica física, química y biológica de los
materiales alterados del coluvión, originándose en su seno una diferenciación vertical
en niveles horizontales u horizontes. En estos procesos, los de carácter biológico y
bioquímico llegan a adquirir una gran importancia, ya sea por la descomposición de los
productos vegetales y su metabolismo, por los microorganismos y los animales
zapadores.
Índice
1Tipos de suelos
1.1Por estructura
4Suelo orgánico
7Conservación
8Composición
8.1Sólidos
8.2Líquidos
8.3Gases
9.1Horizontes
11Suelo vegetal
14Véase también
15Referencias
16Bibliografía
16.1En inglés
16.2En francés
16.3En italiano
16.4En portugués
17Enlaces externos
Tipos de suelos[editar]
Existen dos clasificaciones para los tipos de suelo, una según su estructura y otra de
acuerdo a sus formas físicas.
Por estructura[editar]
Suelos arenosos: No retienen el agua, tienen muy poca materia orgánica y no son
aptos para la agricultura.
Suelos calizos: Tienen abundancia de sales calcáreas, son de color blanco, secos y
áridos, y no son buenos para la agricultura.
Suelos arcillosos: Están formados por granos finos de color amarillento y retienen el
agua formando charcos. Si se mezclan con el humus, que es la sustancia compuesta
por ciertos productos orgánicos, pueden ser buenos para cultivar.
Suelos pedregosos: Formados por rocas de todos los tamaños, no retienen el agua y
no son buenos para el cultivo.
Suelos mixtos: Tiene características intermedias entre los suelos arenosos y los suelos
arcillosos mezclados.
Fluvisoles: Son suelos jóvenes formados por depósitos fluviales, la mayoría son ricos
en calcio.
Los suelos no evolucionados son suelos brutos, muy próximos a la roca madre y
apenas tienen aporte de materia orgánica. Son resultado de fenómenos erosivos o de
la acumulación reciente de aportes aluviales. De este tipo son los suelos polares y
los desiertos, tanto de roca como de arena, así como las playas.
Los suelos ránker son más o menos ácidos, como los suelos de tundra y los alpinos.
Los suelos rendzina se forman sobre una roca madre carbonatada, como la caliza,
suelen ser fruto de la erosión y son suelos básicos.
Desde el punto de vista biológico, las características del suelo más importantes son
su permeabilidad, relacionada con la porosidad, su estructura y su composición
química. Los suelos retienen las sustancias minerales que las plantas necesitan para
su nutrición vegetal y que se liberan por la degradación de los restos orgánicos. Un
buen suelo es condición primera para la productividad agrícola.
En el medio natural los suelos más complejos y potentes (gruesos) acompañan a los
ecosistemas de mayor biomasa y diversidad, de los que son a la vez producto y
condición. En este sentido, desde el punto de vista de la organización jerárquica de
los ecosistemas, el suelo es un ecosistema en sí y un subsistema del sistema
ecológico del que forma parte.
Fertilidad del suelo[editar]
Los altos rendimientos en los cultivos son el resultado de múltiples factores que se
inician con un buen diagnóstico de la fertilidad del suelo y de la calidad del agua de
riego. Es importante utilizar un adecuado sistema de muestreo, un buen procedimiento
de análisis y un razonable control de calidad analítica en el laboratorio. El siguiente
paso es llevar a cabo una buena interpretación de los resultados de los análisis y
posteriormente generar una adecuada recomendación de la fertilización, a partir de
una meta determinada de rendimiento. Los otros factores involucran un conveniente
manejo de la labranza ya sea convencional o de conservación, una adecuada decisión
en cuanto a genotipos y fechas de siembra a utilizar, un adecuado arreglo de las
plantas en el terreno para captar la mayor cantidad de radiación, una correcta decisión
de formas y épocas de fertilización, un adecuado manejo de la sanidad del cultivo, un
buen abastecimiento de agua y una adecuada aireación del suelo (Castellanos, 1858).
Suelo orgánico[editar]
Liquen sobre una roca. Tienen gran importancia en la formación del suelo.
El estudio de la dinámica del suelo muestra que sigue un proceso evolutivo al que son
aplicables por completo los conceptos de la sucesión ecológica. La formación de un
suelo profundo y complejo requiere, en condiciones naturales, largos períodos de
tiempo y el mínimo de perturbaciones. Donde las circunstancias ambientales son más
favorables, el desarrollo de un suelo a partir de un sustrato geológico bruto requiere
cientos de años, que pueden ser millares en climas, topografías y litologías menos
favorables.
Los procesos que forman el suelo arrancan con la meteorización física y química de la
roca bruta. Continúa con el primer establecimiento de una biota, en la que
frecuentemente ocupan un lugar prominente los líquenes, y el desarrollo de una
primera vegetación. El aporte de materia orgánica pone en marcha la constitución del
edafon. Éste está formado por una comunidad de descomponedores, bacterias y
hongos sobre todo y detritívoros, como los colémbolos o los diplópodos, e incluye
también a las raíces de las plantas, con sus micorrizas. El sistema así formado recicla
los nutrientes que circulan por la cadena trófica. Los suelos evolucionados, profundos,
húmedos y permeables suelen contar con las lombrices de tierra, anélidos oligoguetos
comedores de suelo, en su edafón, lo que a su vez favorece una mejor mezcla de las
fracciones orgánica y mineral y la fertilidad del suelo.
El horizonte A, más próximo a la superficie, suele ser más rico en materia orgánica,
mientras que el horizonte C contiene más minerales y sigue pareciéndose a la roca
madre. Con el tiempo, el suelo puede llegar a sustentar una cobertura gruesa de
vegetación reciclando sus recursos de forma efectiva
Los suelos se pueden destruir por las lluvias. Estas van lavando el suelo (lixiviado),
quitándole todos los nutrientes que necesita para poder ser fértil, los árboles no
pueden entonces crecer y se produce una deforestación que conlleva como
consecuencia la desertificación.
Datos muy serios[cita requerida] afirman que en el término de doce o trece años se
habrán agotado nuestros árboles[¿dónde?] y será necesario importar toda la madera
de consumo.
Con las selvas y los montes, se habrá extinguido también una inmensa variedad de
especies animales y vegetales, que constituyen parte fundamental de
nuestro[¿cuál?] patrimonio natural y del mundo.
Y los ríos, destruido el equilibrio de sus cuencas, y deteriorados sus cursos por el
exceso de sedimentación, no tienen ya capacidad de navegación ni de contención de
aguas. En consecuencia, cada año aumentan las miles de hectáreas inundadas con
pérdidas incalculables, tanto en vidas humanas como en recursos
materiales.[cita requerida]
Conservación[editar]
Una vez formado, el suelo es protegido y conservado por la vegetación que crece
sobre su superficie. Cuando el hombre corta los árboles y deja expuestas las
partículas del suelo a la acción del sol, el viento y el agua, se produce la temida
erosión. La capa vegetal es arrastrada hacia el fondo de los océanos, y aquellos
terrenos fértiles quedan transformados en desiertos. Dicho empobrecimiento del suelo
también es causado por desyerbar con azadón, por las quemas, por el uso exagerado
de herbicidas y fertilizantes, entre otros.
Composición[editar]
Los componentes del suelo se pueden dividir en sólidos, líquidos y gaseosos.
Sólidos[editar]
Sulfatos (aljez).
Cloruros y nitratos.
Humus joven o bruto formado por restos distinguibles de hojas, ramas y restos de
animales.
Líquidos[editar]
Esta fracción está formada por una disolución a causa de las sales y los iones más
comunes como Na+, K+, Ca2+, Cl-, NO3-,… así como por una amplia serie de
sustancias orgánicas. La importancia de esta fase líquida en el suelo estriba en que
éste es el vehículo de las sustancias químicas en el seno del sistema.
El agua en el suelo puede estar relacionada en tres formas diferentes con el esqueleto
sólido:
Tipos de líquido en el suelo.
La primera, está constituida por una partícula muy delgada, en la que la fuerza
dominante que une el agua a la partícula sólida es de carácter molecular, y tan sólida
que esta agua solamente puede eliminarse del suelo en hornos de alta temperatura.
Esta parte del agua no es aprovechable por el sistema radicular de las plantas.
La segunda es retenida entre las partículas por las fuerzas capilares, las cuales, en
función de la textura pueden ser mayores que la fuerza de la gravedad. Esta porción
del agua no percola, pero puede ser utilizada por las plantas.
Finalmente, el agua que excede al agua capilar, que en ocasiones puede llenar todos
los espacios intersticiales en las capas superiores del suelo, con el tiempo percola y va
a alimentar los acuíferos más profundos. Cuando todos los espacios intersticiales
están llenos de agua, el suelo se dice saturado.
Gases[editar]
Cohesión.
Adherencia.
Absorción de agua.
Retención de agua.
Materiales gruesos, entre los que se encuentran fragmentos de la roca madre, aún sin
degradar, de tamaño variable.
La evolución natural del suelo produce una estructura vertical “estratificada” (no en el
sentido que el término tiene en Geología) a la que se conoce como perfil. Las capas
que se observan se llaman horizontes y su diferenciación se debe tanto a su dinámica
interna como al transporte vertical.
El transporte vertical tiene dos dimensiones con distinta influencia según los suelos. La
lixiviación, o lavado, la produce el agua que se infiltra y penetra verticalmente desde la
superficie, arrastrando sustancias que se depositan sobre todo por adsorción. La otra
dimensión es el ascenso vertical, por capilaridad, importante sobre todo en los climas
donde alternan estaciones húmedas con estaciones secas.
Horizontes[editar]
Se llaman horizontes del suelo a una serie de niveles horizontales que se desarrollan
en el interior del mismo y que presentan diferentes caracteres de composición, textura,
adherencia, etc. El perfil del suelo es la organización vertical de todos estos
horizontes.
Horizonte C o subsuelo: Está constituido por la parte más alta del material rocoso in
situ, sobre el que se apoya el suelo, más o menos fragmentado por la alteración
mecánica y la química (la alteración química es casi inexistente ya que en las primeras
etapas de formación de un suelo no suele existir colonización orgánica), pero en él aún
puede reconocerse las características originales del mismo.
Para denominar los diferentes tipos de suelo que podemos encontrar en el mundo, se
han desarrollado diversos tipos de clasificaciones que, mediante distintos criterios,
establecen diferentes tipologías de suelo. De entre estas clasificaciones, las más
utilizadas son:
Hoy día, las clasificaciones más utilizadas se basan fundamentalmente en el perfil del
suelo, condicionado por el clima. Se atiende a una doble división: zona climática y,
dentro de cada zona, el grado de evolución. Dentro de ésta, se pueden referir tres
principales modelos edáficos que responderían a las siguientes denominaciones:
Suelo vegetal[editar]
Perfil del suelo en el centro de Iowa. Muestra la profundidad de tierra vegetal en color
oscuro.
El suelo vegetal es aquel suelo que posee una cierta cantidad de materia
orgánica producida por los organismos autótrofos. Provee de los elementos químicos
necesarios para el desarrollo de las plantas, los animales y el ser humano.
Las plantas y ciertos microorganismos autótrofos son las únicas formas vivas capaces
de producir materia orgánica, éstas captan del aire el dióxido de carbono y del suelo,
el agua y las sales minerales disueltas en ella. Gracias a la luz solar y a la clorofila,
transforman estas sustancias en materia orgánica, que aprovecha el resto de los seres
vivos, a través de las cadenas tróficas.
Cuando las plantas y los animales mueren, la materia orgánica vuelve al suelo y sufre
la descomposición por la acción de los organismos descomponedores. Estos la
convierten en sustancias simples que pueden ser utilizadas de nuevo por las plantas.
Todo este proceso va formando el suelo vegetal, base de la actividad agrícola.
El suelo vegetal se puede desgastar por la disminución de los minerales utilizados por
las mismas plantas que crecen en él.
Constituye la base de la alimentación de muchos animales del suelo, con cuyos restos
se forma el humus.
La textura del suelo está determinada por la proporción de los tamaños de las
partículas que lo conforman. Para los suelos en los que todas las partículas tienen
una granulometríasimilar, internacionalmente se usan varias clasificaciones,
diferenciándose unas de otras principalmente en los límites entre las diferentes clases.
En un orden creciente de granulometría pueden clasificarse los tipos de suelos
en arcilla, limo, arena, grava, guijarros y bloques.
El suelo tiene gran importancia porque interviene en el ciclo del agua y los ciclos de los
elementos y en él tienen lugar gran parte de las transformaciones de la energía y de la
materia de todos los ecosistemas.
Véase también[editar]
Edafología
Pedología
Suelo alcalino
Suelo salino
Expansividad de suelos
Entre los distintos tipos de suelos tenemos los los arenosos, los limosos, o los de
turba. Conocer las peculiaridades de cada tipo de suelo es importante en la
agricultura. Según el tipo de suelo se podrán plantar unos cultivos u otros, además
hay suelos más vulnerables a la contaminación y la sequía. En Tendenzias te
contamos más sobre los distintos tipos de suelo.
Hay básicamente cinco tipos de suelos que son los que los jardineros y agricultores
trabajan. Los cinco tipos son en realidad la combinación de tres tipos de partículas de
roca erosionada que componen el suelo, son el limo, la arena y la arcilla. Según se
combinan entre sí estas partículas crean un suelo con unas características distintas.
Suelos arenosos
Entre lo tipos de suelos, el arenoso contiene partículas más grandes que el resto de
los suelos. Es áspero y seco al tacto porque las partículas que lo componen están muy
separadas entre ellas y no mantienen bien el agua.
En los suelos arenosos el agua se drena rápidamente. Estos suelos no son los de
mejor calidad para la agricultura ya que no retienen los nutrientes. Las plantas en
suelos arenosos no tienen la oportunidad de aprovechar bien los nutrientes de forma
eficiente por la velocidad con la que el agua se drena.
El suelo arenoso por otro lado retine mejor la temperatura, así que en cuento llega la
primavera resulta más cálido que otro tipo de suelo. Entre los árboles que se pueden
cultivar en suelos arenosos está el aguacate, las palmeras, los pinos, eucualiptus o los
cipreses.
Suelos calizos
Además, al contener carbonato del calcio hace que se seque muy rápido y que no
pueda adquirir de forma correcta los nutrientes de la tierra a través de las plantas. Es
por esto que el cultivo en los suelos calizos no es nada recomendado porque no tiene
ni agua ni nutrientes y es muy difícil que la planta sobreviva. Aunque siempre existen
tecnologías y fertilizantes que pueden ayudar a cultivar estos suelos, con dificultad.
Suelos calizos
Algunos árboles que se cultivan en este tipo de suelos calizos porque pueden resistir,
de alguna manera, a estas condiciones son las higueras, el granado, el citrus, el caqui
y el almendro.
Suelos limosos
Estos tipos de suelos se componen de partículas más pequeñas y suaves al tacto que
los arenosos. Los suelos limosos retienen el agua por más tiempo, así como los
nutrientes. Su color es marrón oscuro, los limos se componen de una mezcla de
arena fina y arcilla que forma una especie de barro junto al lodo y restos vegetales.
Este tipo de suelos se suele dar en el lecho de los ríos. Son suelos muy fértiles dado
su grado de humedad y nutrientes. Más fácil de cultivar que suelos arenosos o los de
arcilla.
Entre sus características principales:
Son pedregosos
De color oscuro
La materia orgánica presente en este tipo de suelos se descompone con rapidez, por
esto es un suelo rico en nutrientes
Estos suelos se componen de partículas más pequeñas y suaves al tacto que los
arenosos. Los suelos limosos retienen el agua por más tiempo, así como los
nutrientes. Su color es marrón oscuro, los limos se componen de una mezcla de
arena fina y arcilla que forma una especie de barro junto al lodo y restos vegetales.
Este tipo de suelos se suele dar en el lecho de los ríos.
En los suelos limosos puede crecer casi todos los tipos de árboles y plantas, salvo las
que necesiten condiciones muy secas. Crecen bien árboles como los sauces, los
fresnos, las encinas, los chopos o los álamos.
Llamamos suelos humíferos a aquellos suelos que ya cuentan con material orgánico
descompuesto. En este tipo de suelos podemos ver organismos o
microorganismos que pueden ser muy beneficiosos para sembrar. De esta manera, los
suelos humíferos son los más elegidos para desarrollar actividades del terreno
agrícola.
Suelos humíferos o de tierra negra
En los suelos humíferos es normal encontrar lombrices y otros tipos de anélidos que
se dedican a hacer agujeros y permiten así que el suelo atrape todo el agua y los
minerales, siendo tierras muy fértiles.
Estos suelos también se conocen como suelos de tierra negra porque, al haber
sustancias en descomposición en la tierra, presenta un color muy oscuro. Además,
suelen absorber muy bien el agua por lo que es normal que también sean muy oscuros
por la humedad. De hecho, los trabajadores del campo o de la tierra suelen pensar
que cuánto más negra sea la tierra a trabajar mejor es para los cultivos.
Suelos arcillosos
Este tipo de suelos está formado por granos finos de color amarillento, arcilla en un
45%, retienen mucho el agua y forman charcos. Si se mezcla con humos es bueno
para cultivar. Este tipo de suelos tienen gran poder de retener agua y nutrientes pero
una baja porosidad así que es difícil trabajarlos. Su textura y viscosidad hace que las
raíces no tengan una adecuada aireación y por lo tanto se pueden pudrir.
En este tipo de suelos no se puede plantar cualquier tipo de plantas o árboles,
funcionan los que tiene raíces de ir hacia zonas más profundas buscando aireación.
Como la melisa o el nogal, los alisos, el fresno, o el álamo blanco.
Suelos pedregosos
A este tipo de suelos se les llama así porque tienen pequeñas formaciones de piedra
en su composición. Esto se produce porque la superficie terrestre se desdobla por
causas naturales o por causas provocadas. El gran problema de este tipo de suelos es
que son semi-impermeables por lo que no permiten la entrada de agua. De esta
manera, es muy complicado el cultivo en este tipo de suelos aunque existe un tipo de
plantas de origen xerófilo que sí pueden crecer en este tipo de suelos.
Algunos de los cultivos típicos de estos suelos son: milenrama, caléndula, amor de
hombre o lavanda fina.
Suelos de turba
Suelos salinos
Los suelos salinoso son indicativos de un drenaje inadecuad para lixiviar la sal de la
tierra o la que proviene del agua. Algunos suelos son de forma natural sódicos o
salinos si se han formado sobre material alto en sales como depósitos marinos.
No hay un «punto crítico» de salinidad donde las plantas no crecen. A medida que
aumenta la salinidad las plantas se debilitan acumulan cloro y se mueren.
Entre los árboles resistentes a los suelos salinos destacan: el madroño, la morera, la
acacia, el arce, el cedro, el algarrobo o el ciprés común. Hay que destacar que la gran
mayoría de lo cultivo en sus primeras fasees, las de germinación son muy suscetibles
a problemas por salinidad. Si la planta supera las primeras etapas de crecimiento
luego es más fácil sobrevivir en estas condiciones.
Una vez definidos los tipos de suelos que nos podemos encontrar en la naturaleza,
vamos a hablar sobre la importancia de las capas estructuradas del suelo para mejorar
la siembra y el cultivo en la agricultura.
Una superior
Una interior
En cada una de ellas nos podemos encontrar diferentes partículas de suelo y la
materia en sus diversos estados (sólido, líquido y gaseoso). Además, cada capa surge
por varias razones.
La capa superior del suelo se compone de: arena, arcilla, mantillo (humus), agua y
aire. Al estar en continuo contacto con el aire de la atmósfera, se propicia la
descomposición de los restos vegetales y animales, favoreciendo así a la creación
de nutrientes para los cultivos. Este sustrato es aprovechado por las raíces.
Esta capa es la más importante de todas, sobre todo para la conservación de los
cultivos, puesto que a ella se aferra el sustento de las plantaciones, es decir, sus
raíces.
En la capa intermedia del suelo podemos encontrar: piedras, arenas, arcillas y agua.
En este nivel pueden aparecer las aguas subterráneas si se dispone de un suelo
drenante en la superficie, y un suelo limoso en la zona inferior, haciéndolo así
impermeable. Esto favorecerá la acumulación de agua.
Y por último, nos encontramos con la capa inferior del suelo, que es donde se ubican
las rocas, que es la base de la formación del suelo. Debido a la disgregación de sus
partículas van surgiendo las capas superiores.
Como ya dijimos en los puntos anteriores sobre los tipos de suelo, el pH del suelo nos
indicará si estamos ante un suelo alcalino, neutro o ácido. La mayoría de plantaciones
requieren un suelo cargado de nutrientes que, en ese caso, será uno con un pH entre
el 5’5 y el 7.0 (ácido neutro).
Existen varios métodos para recuperar un suelo “fatigado”. Antes de nada, se aconseja un
análisis del pH para saber cómo actuar.
La técnica más empleada es el abono con materia orgánica, para así favorecer la creación de
nutrientes, aumentar las reservas de agua, crear una capa superior apta para el agarre de las
raíces. De esta forma, se evita que las raíces penetren en la siguiente capa y fragmenten la
roca madre.
Otra técnica para solventar este problema es el uso de acolchados (orgánicos, plásticos) para
un mejor control de la temperatura propia del suelo.