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Índice
1. Biografía
2. Hacia una filosofía de la diferencia
2.1 Hume y la subjetividad como proceso
2.2 Nietzsche y el eterno retorno de la diferencia
2.3 Spinoza y Bergson: Inmanencia y síntesis disyuntiva
2.4 Lo real virtual: Lacan y su objet petit a
2.5 Crítica de las filosofías representacionistas
2.6 Una filosofía del acontecimiento
3. Capitalismo y Esquizofrenia
3.1 Esquizoanálisis
3.2. Rizoma: Enemigos del régimen significante
3.3. Devenir inhumano
4. La estética del devenir: plegar, desplegar, replegar
5. Reflexiones conclusivas
6. Bibliografía
6.1. Obras de Gilles Deleuze
6.2. Obras de Gilles Deleuze y Félix Guattari
6.3. Obras sobre Gilles Deleuze
6.4. Números monográficos de revistas sobre Gilles Deleuze
6.5. Sitios en Internet
1. Biografía
Gilles Deleuze nació en Paris, Francia, el 18 de enero de 1925, aunque pasó
la mayor parte de su infancia entre la capital francesa y la casa de los
Deleuze en Deauville, situado en la costa de la Baja Normandía. Hijo de
Louis Deleuze, ingeniero, y Odette Camaüer, entre los acontecimientos más
significativos de su adolescencia destaca la muerte de su hermano mayor,
Georges, oficial del ejército francés capturado por los alemanes durante la
Segunda Guerra Mundial, fallecido en el trayecto hacia un campo de
concentración. Debido a esta pronta pérdida la relación de Gilles con su
familia se resentirá notablemente dada la heroificación de su hermano
Georges por parte de sus padres, que a partir de entonces considerarán
cualquier logro conseguido por Gilles como insignificante respecto al acto
heroico de su hermano muerto.
En plena Francia ocupada, Deleuze, tras terminar el liceo, decide no entrar
en la resistencia francesa y comienza sus estudios de Filosofía en La
Sorbona, donde tendrá como profesores al fenomenólogo Maurice Merleau-
Ponty, Gaston Bachelard, Georges Canguilhem, Jean Hyppolite, y Maurice
de Gandillac, quien será su director de tesis de licenciatura. Sus primeros
trabajos publicados antes de 1948, fecha en la que termina la licenciatura en
Filosofía, están fuertemente marcados por la obra de Sartre, a quien seguía
defendiendo a comienzos de la década de los 60 cuando el existencialismo
comienza a ser suplantado por el estructuralismo lingüístico como corriente
filosófica predominante en Francia.
Entre 1948 y 1952 realiza sus estudios de doctorado sobre David Hume, bajo
la doble dirección de Hyppolite y Canguilhem, estudios que culminan en 1953
con la publicación de Empirismo y Subjetividad, obra en la que ya aparece la
influencia de uno de los filósofos que estará presente en todo el trabajo
desarrollado posteriormente por Deleuze: Henri Bergson, a quien dedicará un
libro, El bergsonismo, en 1966, extremadamente polémico dada la
consideración de dicho filósofo como altamente burgués y “espiritualista” por
parte de los teóricos marxistas y maoístas franceses reagrupados en torno a
Mayo del 68.
Entre 1952 y 1964, fecha en la que entrará en la Universidad de Lyon como
profesor de filosofía moral, Deleuze impartirá clases en diversos institutos
como el Liceo de Orléans o el Liceo Louis le Grand en París. En dichos años,
a parte del matrimonio con Fanny Grandjouan, mujer con quien permanecerá
casado hasta su muerte en 1995, la actividad de Deleuze está marcada por
una ausencia de publicaciones, actividad que retomará en 1962 con su
libro Nietzsche y la filosofía, y al que seguirán sus libros sobre Kant en 1963,
Proust en 1964, Bergson en 1966, y Spinoza en 1968.
A partir de 1969, tras la publicación de sus dos grandes trabajos Diferencia y
Repetición (1968) y Lógica del Sentido (1969), Deleuze permanecerá en la
Universidad París VIII, invitado por Michel Foucault, hasta su retirada del
mundo académico en 1987 debido a razones de salud. Es, pues, en este
retorno a París cuando conoce, en 1969, a Félix Guattari, asiduo de los
cursos de Lacan (seguidor de Freud), que ejerce como psicoanalista en la
clínica experimental de La Borde. En este momento, Deleuze, convaleciente
en cama debido a una intervención quirúrgica en la que le extrajeron un
pulmón mal curado tras una infección de tuberculosis durante la infancia,
planea junto a Félix Guattari la que será la obra que les dé la fama: El
AntiEdipo. Capitalismo y Esquizofrenia. Tras su publicación en 1972, este
libro será inmediatamente proclamado como el paradigma teórico del
“espíritu” de Mayo del 68. En él, la crítica al psicoanálisis tanto de Freud
como de Lacan, se funde con las críticas al marxismo, la dialéctica, y el
estructuralismo para generar una nueva teoría del psicoanálisis que reniega
de la influencia directa de la familia sobre la formación del inconsciente, y
amplia dichas influencias al carácter histórico y sociopolítico del entorno.
Esta nueva forma de psicoanálisis, llamada esquizoanálisis, estaba
encaminada a la “liberación” que todo sujeto debe ejercer respecto a la
opresión de las ideologías e instituciones sociales devenidas históricamente.
Entre 1972 y 1980, fecha en la que se publica la segunda parte de El
AntiEdipo, titulada Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia, Deleuze y
Guattari participan activamente de la vida cultural y política tanto francesa
como internacional. En estos años, la French Theory estudiada en los
Estados Unidos a través de los textos de Roland Barthes, Jacques Derrida y
Michel Foucault, da su entrada al AntiEdipo de Deleuze y Guattari. Mientras
el primero publica artículos a favor del pueblo palestino o contra el
encarcelamiento de Antonio Negri en Italia, el segundo difunde sus teorías
psicoanalíticas entre las principales instituciones psiquiátricas de Brasil e
Italia.
Durante la década de los 80, Deleuze volverá su interés hacia la estética y el
arte ya introducidos en Mil Mesetas, mediante la publicación de Bacon. Una
lógica de la sensación en 1981, y sus libros sobre cine La imagen
movimiento en 1983 y La imagen tiempo en 1985, donde aplica las teorías de
la imagen de Bergson y las del signo de Peirce en aras de elaborar una
teoría del cine como arte del espacio y el tiempo propiamente moderno. Tras
una última colaboración con Félix Guattari en ¿Qué es la Filosofía?,
publicado en 1991, Deleuze, encerrado en su casa de la avenida Niel debido
a la constante necesidad de oxígeno para poder respirar, se defenestrará a sí
mismo el 4 de noviembre de 1995 tras una aguda crisis respiratoria que no
pudo soportar. Félix Guattari murió de una crisis cardíaca el 29 de Agosto de
1992 a la edad de 62 años.
3. Capitalismo y Esquizofrenia
Pese al hecho de que Deleuze e Guattari sean co-autores del El AntiEdipo y
de Mil Mesetas, en realidad la lógica subyacente a estas obras es casi
enteramente deleuziana. Si bien Guattari introduce algunos conceptos
realmente útiles como los de transversalidad, agenciamiento, o ritornello(que
nada tiene que ver con el significado que dicho concepto toma en Vico, sino
que es ensayado a propósito de la teoría musical), y aplica y desarrolla junto
con Deleuze los razonamientos y perspectivas de ambas obras, al final el
mejor acercamiento a dichos textos es un estudio sistemático previo de las
obras deleuzianas. Este hecho llevó a una inicial omisión del nombre de
Guattari en las primeras críticas y recepciones de El AntiEdipo tras su
publicación en 1972. Estos textos presentan una gran dificultad intrínseca de
comprensión, causada por el gran número de neologismos inventados y
conceptos creados —como ya hemos visto, ésa es una función primaria de la
filosofía según los propios autores.
3.1 Esquizoanálisis
A diferencia del psicoanálisis, que construye un inconsciente (léase
virtualidad de la conciencia) fijo estructurado en torno a las relaciones
familiares primarias (Freud) o de parentesco organizadas según una
estructura lingüística (Lacan – Lévy-Strauss), el esquizoanálisis prescinde de
una primacía de las relaciones familiares en la individuación móvil de cada
inconsciente particular. De este modo, como primera diferencia, el
esquizoanálisis jamás concibe un inconsciente estructurado común a cada
persona, sino que, en lugar de ello, cada caso a esquizoanalizar es por
completo diferente del otro según qué series individuantes se hayan
producido en cada uno y cómo se hayan actualizado. De esta forma vemos
cómo gran parte —si no toda— la concepción de lo virtual en Deleuze es
transportada al ámbito del inconsciente para desarrollar los fundamentos de
una nueva práctica psiquiátrica.
Además, dado que el ámbito de relaciones de formación del inconsciente no
incluye únicamente la familia, sino toda relación social institucionalizada o no
en tanto que síntesis de un pasado sociohistórico con el que cada individuo
debe mediar, es preciso establecer unos conceptos primarios que permitan
entablar las relaciones entre dichas formaciones sociohistóricas y la
conformación del inconsciente. Con este fin son definidos los conceptos
de territorialización, desterritorialización, y reterritorialización, basados en los
algo más abstractos de codificación, descodificación, y recodificación, siendo
la primera tríada la aplicación de la segunda al ámbito geo-político de la
civilización sedentaria (no nómada).
Según Deleuze y Guattari, en lo que constituye una pequeña revisión de la
antropología estructuralista de Lévy-Strauss basada en los escritos de
Georges Dumézil, existen tres grandes momentos del desarrollo de las
relaciones sociales en función de sus formaciones sociohistóricas: Los
salvajes, los bárbaros, y los civilizados, a los que corresponden tres
máquinas: la máquina territorial primitiva, la máquina despótica, y la máquina
capitalista, cada una de las cuales no es más que una lógica productiva, un
proceso o devenir, de cómo ese diferenciarse de la síntesis disyuntiva, ahora
identificado en tanto que deseo libidinal, se actualiza sociohistóricamente. Si
bien la noción de deseo fue ampliamente criticada en un primer momento, en
1980, Deleuze y Guattari explicitarán dicho concepto para evitar ulteriores
tergiversaciones. A este respecto hemos de considerar cómo en un contexto
altamente psicoanalítico, el único concepto completamente positivo e
intensivo capaz de ejercer la función del devenir o del eterno retorno no es
sino el deseo, que los autores opondrán al falo lacaniano en tanto que
devenir al objet petit a. Así, afirman los autores que «el deseo se define como
proceso de producción» [Deleuze - Guattari 1985: 39]. Del mismo modo,
sostienen que el deseo no debe ser confundido ni con el placer, que ha de
retrasarse al máximo pues cortaría el flujo activo del deseo, ni con la
carencia en tanto que falta o ausencia que motiva el carácter activo del
deseo, ni con el goce en tanto que éxtasis que identifica el deseo como
movimiento y placer estático de forma que se corre el peligro de permanecer
en un deseo-devenir estático o sin intensidad.
Así pues, establecido el deseo como principio psicoanalítico de la potencia
diferenciante del devenir, se afirmará seguidamente que toda formación
sociohistórica realiza una codificación de dicho devenir en su actualización,
estructurando como consecuencia el inconsciente de cada sujeto según
dichas codificaciones. De este modo, dado que el primer elemento de
codificación es la tierra, concretamente, el establecimiento mismo de la
propiedad de la tierra, no importa ahora si comunal o privada, se entiende
por sí el concepto de territorialización. Según Deleuze y Guattari es esta
territorialización primaria, el establecimiento mismo de la propiedad, la que
influye de forma mucho más decisivo sobre el inconsciente y la consecutiva
formación de las subjetividades que cualquier relación de parentesco
fundada sobre la prohibición del incesto (tesis de Lévy-Strauss).
El siguiente paso clave en dicho proceso de codificación es el efectuado por
la máquina despótica que instaura el concepto mismo de Estado como una
sobrecodificación cada vez más abstracta de forma que se definen unos
códigos legales y la propiedad de todo el territorio estatal pasa a ser del
soberano, que “arrienda” la tierra a sus súbditos que pueden así beneficiarse
de su usufructo. Ahora bien, este nivel ascendente de sobrecodificaciones
encaminadas a controlar y manipular el flujo del deseo y que son, a su vez,
fruto y efecto de la actualización de dicho flujo, llega a un punto en el que se
va a producir un movimiento de descodificación progresivo por primera vez
en la historia: este movimiento es el capitalismo. Así, el capitalismo supone
un verdadero movimiento de descodificación estatal, un proceso de devenir
completamente antiestatal pero que, contrariamente a las apariencias,
conlleva unas re-territorializaciones mucho más violentas que las anteriores,
solo que difícilmente perceptibles dado su grado creciente de abstracción.
Así, en relación directa con la postura de Marx y Engels, por la cual el
capitalismo y la burguesía suponen la revolución continua de los medios de
producción, Deleuze y Guattari consideran que el capitalismo supone la
descodoficación continua de los procesos tradicionales de codificación hasta
llegar a un
umbral de descodificación que deshace el socius en provecho de un cuerpo
sin órganos y que, sobre este cuerpo, libera los flujos del deseo en un campo
desterritorializado. ¿Podemos decir, en este sentido, que la esquizofrenia es
producto de la máquina capitalista, como la manía depresiva y la paranoia
son el producto de la máquina despótica, como la histeria el producto de la
máquina territorial? [Deleuze - Guattari 1985: 40].
Como contrapartida re-territorializante, el capitalismo desarrolla todas sus
sobrecodificaciones no únicamente al nivel del trabajo por oposición a la
actividad, o del dinero por oposición al intercambio, sino, en un nivel
inconsciente, mediante la estructuración edípica de toda relación
inconsciente de forma que defina el significado fálico (en tanto que objet petit
a) de todo acto o devenir como referente al triángulo edípico: padre – madre
– hijo, con la consecuente reafirmación de la familia como verdadera célula
de producción social capitalista-burguesa, una vez que las instituciones
estatales comienzan a desterritorializarse. Dentro de este contexto, el
psicoanálisis será la técnica empleada por la burguesía capitalista como
elemento de control social que reconduzca la pérdida del socius primitivo y
despótico-estatal a la unidad familiar. Frente a dicho instrumento de
reterritorialización psíquica como paradigma de las sociedades de control, el
esquizoanálisis intentará proponerse a sí mismo como forma de liberación,
no tanto de las instituciones sociohistóricas, como de las reterritorializaciones
psíquicas efectuadas por la sociedad burguesa. Este esquizoanálisis tiene 4
tesis principales.
1. «El deseo pertenece al orden de la producción, toda producción es a la
vez deseante y social», [Deleuze - Guattari 1985: 306] puesto que las
máquinas deseantes no se encuentran actualizadas más que en las
máquinas sociales.
2. «Se deberá distinguir en las catexis sociales, la catexis libidinal
inconsciente de grupo o de deseo y la catexis preconsciente de clase o de
interés». [Deleuze - Guattari 1985: 354]. Es decir, el deseo no debe
confundirse con el interés de clase, aunque este pueda ser definido como
inconsciente.
3. Se establece «la primacía de las catexis libidinales del campo social sobre
la catexis familiar». [Deleuze - Guattari 1985: 367].
4. Por último, se postula «la distinción de dos polos de la catexis libidinal
social, el polo paranoico, reaccionario y fascista, y el polo esquizoide
revolucionario», [Deleuze - Guattari 1985: 377], correspondientes,
fundamentalmente a las territorializaciones y reterritorializaciones tanto
despóticas como capitalistas el primero, y a la verdadera descodificación y
no únicamente desterritorialización ejercida por el deseo intensivo, el
segundo.
De este modo, el tema al que tanto Deleuze como Guattari están apuntando
es a la conceptualización del «deseo como instancia revolucionaria», dado
que «la sociedad capitalista puede soportar muchas manifestaciones de
interés, pero ninguna manifestación de deseo, pues ésta bastaría para hacer
estallar sus estructuras básicas, incluso al nivel de la escuela materna»
[Deleuze - Guattari 1985: 390]. De este modo, antes que proponer un
concreto programa político que sería llevado a cabo una vez que se tomara
el poder estatal al modo de los discursos marxistas, el esquizoanálisis se
orienta hacia el potencial revolucionario de la praxis y de la creación de lo
nuevo, de la irrupción del acontecimiento virtual en el mundo actual
codificado que rompa dicha codificación. Ahora bien, para que dicha irrupción
del acontecimiento sea posible, lo primero que hay que realizar es la
descodificación y desterritorialización de la propia subjetividad que permita el
libre pensamiento individual capaz de traer a la actualidad las
potencialidades insertas en lo virtual. Una vez realizado mediante el
esquizoanálisis el trabajo de descodificación subjetiva, serán el arte y la
ciencia los encargados de actualizar esas potencialidades de lo virtual.
5. Reflexiones conclusivas
En conclusión, como ya se ha podido ver, la apuesta filosófica de Deleuze
consiste prioritariamente en un intento de ir más allá de la filosofía moderna
mediante la superación de todo lo que implica el concepto de representación
y la división sujeto-objeto. Para ello lleva hasta el extremo el potencial no
desarrollado de conceptos o problemáticas desarrollados en el ámbito de
esta misma filosofía moderna que trata de superar. Debido a esto, algunos
comentaristas han resaltado cómo la filosofía de Deleuze, al igual que la de
Derrida, es una filosofía que se realiza siempre desde textos ajenos. Es
decir, el método de construcción y avance de la filosofía se realiza como
crítica de lo ya escrito, partiendo de un problema planteado por otro autor,
normalmente uno afianzado dentro de la historia de la filosofía, en este caso
Hume, Spinoza, Leibniz, Kant, Hegel, Bergson, etc. El principal problema es,
pues, la cuestión de la autoría y el rigor histórico. A este respecto, es
corriente entre los comentaristas de este filósofo francés el caracterizar su
método de análisis y crítica de otros filósofos como la creación de un
“monstruo” en el que esos autores jamás pensaron mediante el empleo de
los conceptos y la lógica por ellos mantenidos.
Por otra parte, existe una divergencia fundamental de opiniones en lo
referente a su recepción. Unos opinan que la filosofía realmente propia del
pensamiento deleuziano es la que realizó durante los años 70 en
colaboración con Félix Guattari. Otros en cambio mantienen que el verdadero
potencial filosófico del trabajo de Deleuze está contenido en sus dos grandes
textos previos: Diferencia y Repetición, y Lógica del Sentido. Sea como
fuere, se ha de reconocer la postura mantenida por Slavoj Žižek según la
cual, la postura metodológica de Deleuze en sus obras en solitario consiste
en partir de lo ya conformado, sea la materia, el pensamiento, o el lenguaje,
para llegar al «acontecimiento del sentido como devenir incorporal» —
postura metodológica que el materialismo del autor esloveno apoya y
defiende—, mientras que en el trabajo desarrollado con Guattari prevalece
«la lógica del devenir como producción de seres materiales». [Zizek 2006:
38]. Es decir, mientras que antes de la colaboración con Guattari la
metodología consistía en explicar lo inmaterial (lo virtual) a partir de lo
material (lo actual), con posterioridad a la misma el método pasa a explicar lo
material (lo actual) a partir de su producción desde lo inmaterial (lo virtual).
Una postura que Žižek critica como idealista.
Además, este es el argumento básico de la crítica materialista al
pensamiento deleuziano, una crítica que fue originalmente desarrollada por
Alain Badiou desde la parisina Universidad de Vicennes, en la que ejercía el
mismo Deleuze como profesor, y cuyo culmen literario se produjo con la
publicación de su libro sobre la obra deleuziana en 1997 [Badiou 1999]. En
él, se caracteriza a Deleuze como un pensador completamente tradicional y
académico cuyo principal problema es la cuestión, ya clásica, de lo uno y lo
múltiple, o cómo poder explicar la multiplicidad actual a partir del devenir
único virtual en que consiste el “despliegue” de lo Uno. Una posición
ampliamente criticada por seguidores de Deleuze como François Dosse,
Anne Sauvagnargues o Michael Hardt, quienes han realizado un gran
esfuerzo por difundir, ampliar y desarrollar el pensamiento deleuziano en los
ámbitos de la historia de la filosofía, la estética y la teoría política
respectivamente [Dosse 2010, Sauvagnargues 2006, Hardt 1993].
Por último, debemos concluir subrayando el carácter aún prematuro de las
diversas recepciones deleuzianas en relación con la historia de la filosofía
dada la temprana fecha de la muerte del autor así como el tardío inicio de su
recepción si la comparamos con la de otros autores como Foucault o Derrida.
Así pues, si a día de hoy es innegable la marcada influencia de su
pensamiento en el ámbito filosófico, influencia que le garantiza una presencia
perenne en la historia de la filosofía, es pronto todavía para saber en qué
modo será categorizada la complejidad de su pensamiento. Ahora bien, una
primera precisión de dicho puesto ya ha sido realizada mediante el consenso
apoyado tanto por sus seguidores como por sus detractores, que consideran
su obra como ajena al vago concepto de “postmodernidad”, relacionado
directamente con la obra de Rorty, Vattimo o Rovatti. En lugar de ello, ha sido
creada ex profeso una nueva “etiqueta” o “pseudo-corriente” filosófica para
caracterizar de forma concreta el objetivo filosófico tanto de su pensamiento
como del de Foucault o Derrida: la filosofía de la diferencia.
6. Bibliografía