Professional Documents
Culture Documents
Roberto Ochoa
Domingo, 24 de Septiembre del 2017
A mediados de 1917, hace exactamente cien años, el científico japonés Hajime
Hoshi compró dos enormes fundos en las afueras de Tingo María para instalar su primera
fábrica de cocaína. Hoshi no era un narcotraficante. Es considerado el padre de la industria
farmacéutica nipona, gran amigo de la familia real, y fundador de una escuela que hoy es la
célebre Hoshi University.
Por aquellos años, toda la zona de Huánuco y el Alto Huallagaeran escenario del boom de
la producción legal de cocaína.
PUEDES VER Capturan a tres sujetos intentando trasladar 70 kilos de cocaína en
Moquegua
Con la adquisición de ambos fundos, Hoshi entró a competir con los empresarios alemanes,
croatas, estadounidenses e italianos (inmigrantes instalados en el Perú tras la
independencia) que vendían “tamales” de cocaína en una actividad que, por aquellos años,
era considerada modelo de las exportaciones no tradicionales peruanas.
¿Por qué se mantuvo en silencio este detalle de nuestra historia económica?
Para el historiador Paul Gootenberg, autor del revelador libro Cocaína Andina (*), “tal
vez los historiadores peruanos no han sido lo suficientemente imaginativos sobre la historia
seria de la cocaína. Las drogas no están a la altura de temas como Túpac Amaru, la Guerra
del Pacífico, Mariátegui, el Apra y otros tópicos tradicionales. Sin embargo, esa rigidez
académica está cambiando y no son pocos los académicos que están investigando la historia
de esta droga”.
Y es que el libro de Gootenberg es de lectura obligada para entender este fenómeno. La
información sorprenderá por los ilustres personajes –académicos, empresarios, políticos–
que apostaron por la cocaína como base para el desarrollo económico del Perú tras la
debacle de la Guerra del Pacífico. De hecho, el argumento de la industrialización y "el
valor agregado" en nuestras exportaciones nació, precisamente, cuando nos proyectábamos
como primer productor y exportador de cocaína.
Fue a partir de la Independencia que personajes como Hipólito Unánue publicaron estudios
serios sobre la hoja. Sus virtudes motivaron el interés de los científicos europeos, y fue el
químico alemán Albert Niemann, de la Universidad de Gottingen, quien en 1860 logró
aislar la cocaína. Precisamente, el libro de Gootenberg detalla el importante papel de la
cocaína en el desarrollo de grandes laboratorios como Merk y Parke-Davis.
El problema fue que en la segunda mitad del siglo XIX el insumo principal –la hoja de
coca– llegaba en mal estado a Europa y EEUU, luego de su largo viaje en barco desde
puertos peruanos. Fue entonces que se decidió producir la cocaína en su punto de origen.
A mediados de 1880, poco después de la retirada de las tropas chilenas que habían ocupado
Lima, el boticario Alfredo Bignon, de la célebre Botica Francesa, diseñó y patentó el
primer "laboratorio" para la elaboración de la cocaína legal. Su diseño se aplicó en las
numerosas fábricas de cocaína que se instalaron en Lima, Huánuco, Pozuzo (donde los
alemanes instalaron la primera fábrica de cocaína), Trujillo y Cusco; y hoy en día –con
ligeras variaciones– se sigue utilizando en los "laboratorios" clandestinos de cocaína.
Made in Perú
Personajes como Clement Markham, Antonio Raymondi, Alexander Von Humbolt, Hajime
Hoshi y otros contribuyeron a la difusión del fenómeno y recomendaron a sus respectivos
países sembrar coca en sus colonias para no depender de la producción peruana.
Así lo hicieron. Hasta fines de la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra, por ejemplo, llegó
a sembrar coca en la India, mientras que Japón sembró, cosechó e industrializó cocaína en
sus plantaciones de Java y Formosa. Alemania también comercializaba y consumía cocaína.
Toda esta competencia acabó cuando EEUU arrasó las plantaciones de sus enemigos. Lo
paradójico es que el fin de la guerra mundial también significó el inicio de la guerra contra
la cocaína. A partir de 1947, la dictadura del general EP Manuel A. Odría se sumó a la
campaña estadounidense contra la cocaína. En el libro de Gootenberg se puede leer cómo
este periodo de la denominada Guerra Fría fue el punto de quiebre que marcó la ilegalidad
de la cocaína.
La chispa de la vida
La cocaína también fue utilizada por Sigmund Freud y otros estudiosos que la
recomendaban (para aspirar, inyectar o tomar) ante cuadros depresivos. También se puso de
moda entre los intelectuales y fue utilizada como el primer anestésico de uso local –solo
en EEUU fue usada por 50 mil dentistas– y como insumo de brebajes que se popularizaron
por todo Europa: El Vin Mariani a la Coca du Pérou, por ejemplo, tuvo tan rotundo éxito
que provocó imitaciones en EEUU, como la lujosa bebida Peruvian Wine Cola, elaborada
por el farmacéutico John Pemberton, de Atlanta, quien luego la transformó en una bebida
libre de alcohol conocida hasta la fecha como Coca-Cola. En el libro, podemos leer los
lazos que durante décadas mantuvo la Coca-Cola con la coca producida en Otuzco y
Trujillo.
La lectura es una habilidad importantísima que deben adquirir los niños lo más
pronto posible, pero lo que muchos padres no saben es que cuanto más pequeño
sea el niño, más fácil resultará el iniciarse en la enseñanza de la lectura. Y es que
con solamente 1 año el niño puede ser capaz de leer palabras sueltas de 3, 4 o 5
letras; con 2 años frases cortas y con sentido; y con 3 años podría incluso
conseguir ya leer libros pequeños.
Pero, ¿cómo? Pues a través de un método sencillo elaborado por el médico
Glenn Doman hace ya más de cincuenta años. Doman, junto a un grupo de
neurólogos al que dirigía, llegó al convencimiento de que con
determinadas estimulaciones visuales sencillas los niños pequeños podían
aprender a hablar y a adquirir conceptos sencillos y básicos. Este método,
desarrollado a través de los denominados “bits de inteligencia”, se basa en
el aprendizaje de palabras o conceptos a través de láminas, con la idea de que
el niño pueda adquirir la mayor cantidad de información en el menor tiempo
posible. Se trata de un sistema para aprender a leer de forma efectiva y que puede
ser llevado a cabo tanto por padres como por profesores.
Aunque se trata de un método bastante sencillo, sin duda requerirá dedicación por
nuestra parte. A partir de 1 año, todas las palabras que queramos enseñar a un
niño tendrán que decirse en voz muy alta y clara, ayudándonos con folios o
cartulinas blancas con un tamaño A3 o A4 y en donde habrá que añadir la palabra
en cuestión. No debemos olvidar que las letras deben de tener un tamaño
considerable, por lo que tienen que ocupar todo el ancho del que disponga el folio.
Podemos escribir las palabras a mano o mediante un ordenador con impresora,
pero debemos acordarnos siempre de hacer el mismo tipo de letra,
preferiblemente arial por su estilo redondeado, y siempre en minúscula.