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EL ARBOL FEO QUE NO SERVÍA PARA NADA

Hace mucho tiempo había un señor con mucho dinero, muy rico, que vivía cerca del
desierto. Tenía casas y mansiones, pero todas estaban por el desierto. Después de haber
hecho tanto dinero, un día dijo que quería algo nuevo. Y empezó a buscar algo diferente,
un nuevo estilo de vida. Entonces comenzó a viajar, a ver lugares nuevos. Pasó un tiempo
y no encontraba lo que quería, hasta que un día llego a un campo muy hermoso donde
no había casi nada de árboles, había mucho sol y pasto. Solo había dos árboles que eran
muy peculiares. Eran muy altos. Eran del tamaño prácticamente de edificios.
La diferencia de estos dos árboles a pesar de estar juntos y ser igual de altos es que uno
era muy grueso, frondoso, muy verdoso, donde no pasaba ni la luz, ni el viento, ni el
agua a través de lo que abarcaba ese árbol. El otro árbol, no obstante, no era frondoso,
tenía menos ramas y era un poco más delgado.
Empieza a construir su casa y un jardín. Construye su casa al lado del árbol frondoso, el
cual le da bastante sombra. Un día el señor sale de su casa a disfrutar de la naturaleza y
se da cuenta de que el árbol con menos ramas está triste y le pregunta que qué le
sucedía. El árbol le responde que siempre ha sentido que es muy feo y que no sirve para
nada y que él vino a reafirmar ese pensamiento, ya que eligió poner su casa al lado del
árbol más bonito y frondoso. Pero se sentía mal por él mismo, no porque le tuviese
envidia al otro árbol. Era lógico que el señor escogiera al otro árbol, ya que era más
frondoso, fuerte, y lo protegería mejor.
El señor le contesta que no vino allí a buscar sombra, y que no sabía lo que estaba
diciendo, se estaba equivocando. Él venía del desierto y tenía muchas mansiones y si
hubiera querido sombra, se hubiera ido a un sitio donde hubiera cantidad de árboles
como su amigo. Le preguntó al árbol que si no había visto el jardín que estaba enfrente
de él. El señor era aficionado a los jardines y le cuenta que no está aquí por su amigo, si
no por él. No se vino simplemente para tener una casa sino también para tener un bello
jardín ya que en el desierto era imposible tener uno. Y gracias al árbol había cumplido
su sueño, ya que éste le daba la cantidad correcta de viento, de agua, y de sol para poder
mantener su jardín.
- ¡Eres perfecto! Yo estoy aquí por ti, no por tu amigo. Tú me das el ambiente perfecto
para construir este inmenso jardín. Yo tengo aquí flores muy bellas, pero sobretodo muy
delicadas. La forma en que tú estás hecho permite que pasen los suficientes rayos de sol
para alimentarlas, pero no para quemarlas. Tú trasmites la cantidad correcta de agua
para hidratar mis flores, pero no para ahogarlas.
Y dejas que pase la cantidad correcta de viento. Mis flores necesitan el viento, pero no
puede ser tan fuerte porque son muy delicadas. Tú estás viendo las virtudes que yo vi
en ti, como una desventaja... si tú no estuvieras aquí, yo no hubiera puesto mi casa aquí.
Yo lo que quería era tener un bello jardín y, ¡tú me has permitido hacer mi sueño
realidad!
El herrero

después de una juventud llena de excesos, decidió entregar su alma a Dios. Durante
muchos años trabajó con ahínco y practicó la caridad pero, a pesar de toda su
dedicación, nada parecía salir bien en su vida.
Muy al contrario: sus problemas y deudas se acumulaban cada vez más.
Una hermosa tarde, un amigo que lo visitaba -y que se compadecía de su difícil situación-
comentó:
-Es realmente muy extraño que, justamente después de que resolviste convertirte en un
hombre temeroso de Dios, tu vida empezara a empeorar. Yo no deseo debilitar tu fe,
pero es evidente que, a pesar de toda tu creencia en el mundo espiritual, nada ha
mejorado.
El herrero no respondió inmediatamente: él ya había pensado eso mismo muchas veces,
sin entender lo que sucedía en su vida.
Sin embargo, como no quería dejar a su amigo sin respuesta, empezó a hablar y terminó
encontrando la explicación que buscaba. He aquí lo que dijo el herrero:
"Yo recibo en este taller el acero no trabajado y debo transformarlo en espadas. ¿Sabes
cómo se hace? Primero, caliento la chapa de acero con un calor infernal, hasta que
quede roja. Después, sin piedad, le aplico varios golpes con el martillo más pesado hasta
que la pieza adquiera la forma deseada."
"A continuación la sumerjo en un balde de agua fría y todo el taller se llena con el ruido
del vapor, mientras la pieza estalla y grita a causa del súbito cambio de temperatura."
"Tengo que repetir este proceso hasta conseguir la espada perfecta, pues una vez sola
no es suficiente".
El herrero hizo una larga pausa, encendió un cigarrillo y continuó:
"A veces el acero que llega a mis manos no consigue aguantar este tratamiento. El calor,
los martillazos y el agua fría terminan por llenarlo de rajaduras. Y yo sé que jamás se
transformará en una buena lámina de espada."
"Entonces, simplemente, lo coloco en el montículo de hierro viejo que viste a la entrada
de mi taller.
Tras una nueva pausa, el herrero concluyó:
"Sé que Dios me está colocando en el fuego de las aflicciones. He aceptado los
martillazos que la vida me da, y a veces me siento tan frío e insensible como el agua que
hace sufrir al acero. Pero lo único que pido es que Dios no desista hasta que yo consiga
tomar la forma que espera de mí. Que lo intente de la manera que prefiera, durante el
tiempo que quiera; pero que no me coloque jamás en el montículo de hierro viejo de las
almas".
El sabio y el viajero

Ante de partir el sabio le dijo al viajero, no te olvides que el viajero se vuelve sabio
cuando constantemente mantiene en su conciencia que es un viajero, que está de
paso en este mundo, que lo permanente está dentro de él, sus valores, sus cualidades,
su propia eternidad, toma tus precauciones a veces se presentan obstáculos, hay que
tomar en cuenta que hoy en día muchos se cansaron de ser niños y quisieron crecer
abruptamente y ahora quisieran ser niños otra vez, que otros perdieron su salud por
buscar riqueza y ahora pierden su riqueza para restaurar su salud, que muchos por
pensar ansiosamente sobre el futuro se olvidan del presente y acaban no viviendo ni
en el futuro ni en el presente, otros viven como si nunca se fueran a morir y luego
mueren como si nunca hubieran vivido. El viajero le dice al sabio, los seres humanos
tenemos mucho que aprender en el camino de la vida, dime que necesito saber antes
de seguir mi viaje, los seres humanos tenemos mucho que aprender a cada paso que
damos, aprender que, no podemos hacer que alguien no ame, sino dejarnos amar, que
toma años construir la confianza y sólo pocos segundo destruirla, que lo más valioso
no es lo que tenemos en la vida, sino a quien tenemos en la vida, que no es bueno
compararnos con los demás, habrá siempre quien es mejor o peor, que la persona rica
no es la que más posee sino la que necesita menos. Que debería haber control sobre
las actitudes, si no, son las actitudes las que nos controlan a nosotros, que nos toma
solo segundos abrir heridas muy profundas en las personas que amamos y nos toma
muchos años poder curarlas, que hay que entender que puede ser que haya alguien
que nos ame y sin embargo, no siempre sucede que sepa expresar sus sentimientos,
que el dinero puede comprar todo menos la felicidad, que a veces nos podemos
molestar por algo, pero eso no nos da el derecho de molestar a otros, que a veces no
es suficiente ser perdonados, si no nos sabemos perdonar a nosotros mismos, que los
seres humanos son amos y dueños de lo que poseen, pero son esclavos de lo que
dicen, que siempre cosecharemos lo que plantamos, si plantamos habladurías vamos a
cosechar intrigas, si plantamos amor, vamos a cosechar felicidad, que la verdadera
felicidad no es lograr metas, sino a aprender a sentirnos satisfechos con lo que
logramos sin que la envidia o los celos se apoderen de nosotros por lo que nos falta,
aprender que dos personas pueden estar viendo la misma cosa y sin embargo están
viendo algo totalmente diferente, que aquel que es honesto consigo mismo a pesar de
los obstáculos, llegará lejos en su camino. Para aprender esto y muchas otras cosas
necesitas de ocho poderes, estos son en realidad tu capacidad de poner en practica tus
propios valores.

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