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Para comprender lo que significa El Sacramento de la unción de enfermos, debemos partir del

dato revelado, y sobre todo del acontecimiento Pascual de Cristo Jesús.

UNCION DE EHFERMOS

En elmundo cultural-religioso biblico, tanto del AT como) del NT.

la enfermedad, realidad muy viva, se relacionaba no sólo con la finitud

y caducidad propías de la persona humana, sino también con el pecado

ausa del desorden y falta de armonía en todos todos los órdenes, y tam-

bién a veces con las fuerzas mágicas o demonfacas que actúan en nuestra

Las grandes preguntas sobre el por qué del mal y de la enfermedad

(ya desde el libro de Job) se intentan resolver en las varias épocas recu-

rriendo a veces al castigo que Dios inflige por el pecado, tanto co

tario como personal, o bien viéndolos como elemento purificador or

muni

tor, o bien reconociéndolos como misterio que dejamos en manos de Dios

En el NT todo, también la enfermedad, se ve desde el prisma de

Cristo,

el Mesías, vencedor del mal, del pecado, de la muerte. Cristo inv

a no interpretar el hecho de la infermedad como fruto inmediato del

pecado, al menos el personal, aunque sí hay la convicción de que el mal

y la muerte han entrado en nuestra historia por obra del pecado humano,

porque el plan de Dios era la vida y la armonía total

Pero es el acontecimiento Cristo desde donde

la enfermedad

recibe

nueva luz.

Uno de los rasgos más característicos de Jesús en el evangelio es que

curaba a los enfermos, les dedicaba su tiempo, les animaba. Tanto a los

que sufrían psíquicamente como a los marginados de la sociedad como,

sobre todo, a los enfermos de todo tipo que aparecen en su camino, Cristo

les atiende. Aparece curando, imponiendo las manos a los enfermos, exor

cizando, resucitando. En él se juntan el poder divino de la curación y


el corazón lleno de misericordia del que no puede pasar al lado de uno

ue sufre sin atenderle. Predicar y curar enfermos eran las dos activida-

es que más tiempo le llevaban (Mc 9,35).

Este ministerio curativo en Jesús tiene un sentido mesiánico: es sím

bolo y sacramento del poder liberador integral que como mesías ha intro-

vista»

«queda limpio», "levántate y anda»), pero a la vez libera del pecado y

alivia espiritualmente (tus pecados te son perdonados», "no peques

más). Sus curaciones son signos mesiánicos de la salvación escatológica,

además de pruebas de un corazón misericordioso. En Hch 10,38 se hace

un retrato condensado de Cristo: «pasó haciendo el bien y curando a

ducido en el mundo. Cura la enfermedad corpórea (<recobra la

Juan Pablo II, en su encíclica Salvifici doloris (1984), sobre el sentido

cristiano del dolor, ha descrito magníficamente cómo Cristo asumió en

sí mismo el dolor humano hasta sus últimas consecuencias, para redi

irlo desde dentro.

Cristo Jesús no nos dio una «solución» al problema de la enferme-

dad, pero sí nos ayudó a vivirlo, asumiendo él mismo el mal y la muerte

y dándoles nuevo sentido desde la experiencia de su pascua. Luchó con-

a la enfermedad y el mal. «Cargó con nuestras enfermedades» (Mt 8

Los gritos y las lágrimas, el miedo y el su

dor de sangre de Cristo ant

su pasión, son el mejor símbolo de cómo no sólo se acercó al mundo

su plena solidaridad.

Desde entonces, todo dolor humano tiene sentido como participa-

ción en el dolor redentor de Cristo: <«Completo en mi cuerpo lo que le

falta a la pasión de Cristo para su cuerpo que es la Iglesia» (Col

Ni el dolor ni la enfermedad ni la muerte son obstáculo para el plan

ador que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús. El camino liberador

e Cristo, y ahora de la Iglesia, pasa por el acontecimiento de la pascua


en su doble vertiente de muerte y resurrección. Y como Cristo, también

la Iglesia lucha y vence al mal, a la enfermedad y a la muerte

La comunidad primera siguió el ejemplo y el encargo explícito de

Cristo. Lo que ha sido durante los veinte siglos de su existencia uno de

los rasgos más característicos de la Iglesia de Cristo, su cercanía al mundo

de los enfermos y su ministerio de curación, aparece ya en las primeras

páginas de su historia

La comunidad apostólica ya había sido asociada al poder curativo

e Cristo: <Ellos se fueron a predicar.. ungían con aceite a muchos enfer-

mos y los curaban» (Mc 6,12s), y recibió el encargo explícito de atender

y curar a los enfermos (Mc 16,15-17), con la estimulante perspectiva de

que Cristo mismo se identifica con el enfermo: «Estaba enfermo y me

visitasteis» (Mt 25,36). Evangelizar y atender a los enfermos: dos misio-

nes que la Iglesia recibe como continuación de la de Cristo, siendo la

diaconía curativa uno de los mejores signos de la Buena Noticia: «Cura

a los enfermos y decidles: el reino de Dios está cerca de vosotros» (Lc

En efecto, uno de los servicios y carismas que más explícitamente se

cuentan en los Hechos son las curaciones que los apóstoles hacían en nom-

bre de Jesús (3,1ss; 5,15ss, etc.). Y este encargo lo ha cumplido siempre

la Iglesia a lo largo de la historia.

En la carta de Santiago hay un pasaje que se ha relacionado tradicio

nalmente con el sacramento de la unción de enfermos

Ya Jesús utilizaba el gesto simbólico de la unción, común en los pro-

cesos de curación de todos los pueblos, así como también lo hicieron los

primeros discípulos. Pero en este pasaje parece más explícita la inten-

ción «sacramental» del gesto, unido a la palabra de oración que la comu

nidad eleva a Dios por el enfermo

¿Sufre alguno de vosotros? Que rece. ¿Está uno de buen humor? Que cante. ¿Ha

alguno enfermo? Llame a los responsables (los «presbíteros») de la comunidad, que

recen por él y lo unjan con aceite invocando al Señor. La oración hecha con fe dará

la salud al enfermo y el Señor hará que se levante. Si, además, tiene pecados, se
le perdonarán (Sant 5,13-15)

La primera vez que habla de sufrir, como luego del buen humor,

parece indicar que sea cual sea la circunstancia vital, todo se vea desde

en dirección a Dios (oración, canto). Pero luego se habla explíci-

tamente de la enfermedad, seguramente física, y es entonces cuando se

Dios y

Ins

Supr

UNCION DE ENFERMOS

habla de llamar a los responsables (los -presbíteros», los ancianos-) de

la comunidad, y éstos actúan con un gesto simbólico, la unción con aceite,

y una oración hecha con fe. El efecto de esta doble acción será la salud

(la salvación-), el levantarse- (egeréi: el mismo verbo que cresucitar-)

y el perdón de los pecados

Aunque sea difícil su exégesis detenida, en este pasaje se ven ya las

direcciones teológicas del sacramento eclesial por el que se comunica al

enfermo la fuerza salvadora de Cristo Jesús, el Señor, vencedor del mal

y de la muerte.

IL EL CAMINO HISTORICO-ECLESIAL

Las siguientes generaciones continuaron atendiendo a los enfermos con

entrega admirable, con generosidad no pocas veces heroica y también

elebrando el sacramento de la unción

A lo largo de los siglos se van teniendo testimonios cada vez más abun-

dantes de esta celebración, sobre su existencia y sobre sus textos y ritos

simbólicos, para expresar la gracia curativa que Cristo y su Espíritu quie-

n dar a los cristianos en el momento de la enfermedad, por medio de

la imposición de manos, la unción y la oración del ministro eclesial. En

las diversas familias litúrgicas de Oriente y Occidente, y sobre todo al

llegar la época de los sacramentarios y órdenes, encontramos ya la des-

cripción completa de estos elementos sacramentales de la unción, desde

la bendición de los óleos por parte del obispo hasta la estructura y los
textos de la celebración sacramental de la unción

Ahora bien, en los primeros siglos, hasta más o menos el s. VIII, la

idea central de los textos del sacramento es la curación, la salud integral

también la corporal, en la línea del texto de Santiago. A partir de enton-

ces se notan los sintomas de una interpretación más espiritualista de sus

efectos: se acentúa el perdón de los pecados y se relaciona cada vez más

la unción con el sacramento de la penitencia y con el punto de muerte

y ya no se habla tanto de los efectos curativos corporales. Algunos esco-

lásticos llamaron a la unción sacramentum exeuntium, el sacramento de

los «que salen» de esta vida.

En el s. XVI, no sólo los reformadores, sino también el concilio de

Trento, notaron la improcedencia de esta evolución y quisieron corre

girla. Pero Trento (sesión XIV, D 907-910 y 926-929) tuvo que defen

der fundamentalmente el carácter de sacramento de la unción contra los

protestantes, y no llegó mucho más lejos en la clarificación de sus efec

tos, aunque sí aludió varias veces a la curación corporal del enfermo,

superando por tanto la perspectiva de «sacramento para moribundos

Ha sido en torno al concilio Vaticano II cuando la Iglesia ha llevado

a cabo una seria reflexión sobre este sacramento

En la constitución sobre liturgia ya se orienta hacia la vuelta a la com-

prensión original con el cambio de nombre: se le llama «extremaunción,

que también, y mejor, puede llamarse unción de enfermos» (SC 73), por-

que no sólo es para los moribundos, sino para los enfermos graves.

Ft

UNCION DE ENFERMos

Con ello en cierto sentido el concilio tomaba postura en una discusión

teológica que se había suscitado en los años anteriores. En un circulo

de autores, sobre todo alemanes, se insistía en el carácter sescatológico-

o terminal de este sacramento, dando por buena por tanto en algún modo
rica en esta dirección: la unción como preparación y

tima lucha. Mientras que otros, sobre todo en el área

ancesa, querian separar el sacramento de la idea de la muerte

diéndolo como en los primeros siglos referido a la enfermedad

cristiano, no a su muerte

El concilio pide la revisión de los ritos celebrativos, por ejemplo en

Siguiendo las consignas conciliares, en 1972, después de un serio tra-

Después de la constitución apostólica Sacram unctionem infirmorum

su relación con el viático y el número de unciones, y del contenido de

las oraciones (SC 74-75),

bajo de revisión, se publicó el nuevo Ritual de la unción de enfermos

La edición en castellano es de 1974

(necesaria, porque se había retocado el signo sacramental tanto en su fór-

mula de oración como en el material de su gesto simbólico), el Ritual con-

tiene los Praenotanda de la edición típica latina (nn. 1-41) y las orienta

ciones doctrinales y pastorales del episcopado español (42-86). Luego

ofrecen los diferentes ritos: la visita a los enfermos, la unción, el viático

etc., con materiales alternativos de oración o lectura para su celebració

demás de los cambios generales de toda la reforma litúrgica (len-

gua, primacía de la palabra, simplificación de estructuras y gestos, etc.),

los textos del Ritual clarifican la identidad sacramental de la unción, su

contenido teológico (en la dirección cristológica, eclesial y antropológica),

sus efectos (la gracia del Espíritu para la curación también corporal), la

comprensión de su sujeto y de su ministro, la participación de la comu-

nidad cristiana, la celebración colectiva de la unción, la posibilidad de

otro aceite que no sea de oliva (pero sí vegetal), las condiciones en que

e puede repetir el sacramento dentro de la misma enfermedad

I. SENTIDO TEOLOGICO

1 sentido teológico y espiritual de la unción se entiende, hoy más que

unca, dentro del conjunto de la acción eclesial en torno a los enfermos

La comunidad cristiana sigue creyendo que la primera ayuda al


fermo es la humana, la cercanía asistencial, tanto en casa como en las

nicas y hospitales. El «estaba enfermo y me visitasteis» de Jesús sigue

onando en los oídos creyentes y estimulando a este ministerio

La asistencia humana, entendida en clave de fe, lleva a la catequesis

stiana de la enfermedad, para que el enfermo la pueda experimentar

de la perspectiva de Cristo. También a la oración con el enfermo, com

presión de la fe y de la confianza en la ayuda de Dios en el momento

Pero la Iglesia cree que la visita, la ayuda humana y psicológica y

oración adquieren una eficacia más significativa en los sacramentos

nombre de Jesús, puede ofrecer al cristiano enfermo, para ha

I sacramento de la recomefilación penitencial no es exclusivo d

nfermos, pero sí particularmente oportuno para ellos: Un m

cipe de la fuerza salvadora de la pascua de Cristo.

ico en la vida humana, como es la cnfermedad, puede ser ocasión br

a para ofr la llamada de Dios a la conversión (Ritual n.

ar el perdón que Dios nos concede, como participación en la vi

de Cristo contra el mal, es una ayuda sacramental que puede proporci

de la persona humana.

ar serenidad y confianza, en una visión integral, corpórea y espirit

La eucaristha, o al menos la comunión, sobre todo el día del domin

ece también al enfermo cristiano ocasión de unirse al Señor

enda que Cristo sigue haciendo de si mismo al Pad

la humanidad, y de comulgar con el alimento que él ha querido d

Ire por la salvación

a los suyos para su camino: su cuerpo y su sangre, y que el enfermo

necesitar más que nadie para superar el problema de su salud física y

puede

total.

Cuando el enfermo ya siente inminente su muerte, la cucaristía, reci-

como viático, tiene particular sentido. Cristo aseguró que partici-


de su cuerpo y de su sangre es garantía de vida: «El que me come

ndrá vida cterna, yo le resucitaré el último día» (Jn 6,56-57). El viá-

ico, que la Iglesia ofrece a los suyos en este momento crucial, es «el sacra-

del tránsito de la vida (Ritual n. 77).

Dentro de este contexto, la unción es el sacramento específico para

s enfermos

Los textos de su celebración lo presentan como el encuentro sacra-

tal con Cristo médico y pastor, que está cercano y sigue curando,

aliviando y liberando del mal, ahora por medio de su Iglesia. El signo

eficaz del amor redentor y de la fuerza que Cristo transmite al enfermo.

Signo eficaz de la cercanía y la intercesión de la Iglesia, para que el enfermo

eda vivir su enfermedad incorporado a la pascua, participando de la

soledad, la debilidad y el dolor del mismo Cristo, pero también de su

imc

victoria contra el mal,

La gracia salvadora de Cristo nos alcanza ya desde el bautismo, con

el nuevo nacimiento, y en el alimento de la eucaristía, así como en el sacra-

mento de la reconciliación y en otros sacramentos. Aquí le alcanza al

tiano en el momento de su enfermedad, a través del ministerio de la

Iglesia, para que también experimente la pascua y reciba fuerza de ella:

cris

Con la sagrada unción de los enfermos y la oración de los presbíteros, toda la Igle-

encomienda los enfermos al Señor paciente y glorioso para que los alivie y los

salve e incluso les exhorta a que, asociándose voluntariamente a la pasión y a la

muerte de Cristo, contribuyan así al bien del pueblo de Dios (LG 11).

Este pasaje conciliar resalta las líneas cristológica, eclesial, personal

y redentora de la enfermedad y de la unción.

Los efectos de este sacramento se entienden ahora con más precisión:

la nueva fórmula se ha revisado para expresar mejor la identidad de la


UNCION DE ENFERMOS

unción (ut effectus sacramentales satius exprimantur). Mientras el minis-

tro unge al enfermo dice

Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la

gracia del Espíritu Santo. Amén. Para que, libre de tus pecados, te conceda la sal-

vación y te conforte en tu enfermedad. Amén.

El sacramento no está pensado para ayudar a bien morir, sino para

ayudar a vivir, a restablecerse del mal en todas sus dimensiones, espiri-

tuales y somáticas. Es un sacramento pensado para prolongar el amor

curativo y liberador de Cristo, con una visión unitaria de la persona

humana, volviendo así a la perspectiva

ominante en los primeros siglos.

e vuelve a una armonía equilibrada y se habla de la salud recuperada

y del perdón espiritual

El efecto de la unción se identifica con la gracia del Espíritu

Te rogamos, Redentor nuestro, que por la gracia del Espiritu Santo

, cures... sanes...

perdones.. ahuyentes... devuelvas la salud espiritual y corporal... (Ritual n

Es el hombre entero del que se afirma que busca la salud: totus homo

sión gracia de curación, fuerza para vivir y luchar contra el mal y con

utem adiavatur (Ritual n. 6). La gracia del Espíritu es en esta oca-

guir la salud total y eterna, la sanitas sempiterna, la de ahora y la de des-

pués: el perdón de los pecados, pero también salud, alivio y fuerza para

I verbo «levantar» (egeiro, en griego, que, como hemos dicho, es

también el de la resurrección), tiene especial sentido. Como Cristo tomaba

e la mano a la suegra de Pedro postrada por la enfermedad y la curaba,

y como Pedro levantaba al tullido de su parálisis, ahora la Iglesia, en

nombre de Cristo, levanta y alivia, da gracia y fuerza al enfermo

No es seguro que cure también corporalmente, pero lo que sí es se

es que Dios, por la gracia del Espíritu, le ayuda y le da la fuerza de la

pascua de Cristo. Cuando se bendicen los óleos que luego se aplicarán


la unción, el obispo pide a Dios: «.. este óleo, para que cuantos sean

ungidos con él sientan en cuerpo y alma tu divina protección y e

menten alivio en sus enfermedades y dolores

El sujeto de la unción no son los moribundos, necesariamente -aun

que también ellos-, sino los enfermos graves: «La unción de enfermos

no es sólo el sacramento de quienes se encuentran en los últimos momen-

tos de su vida» (SC 73), como había llegado a concebirse en los últimos

siglos, sino ecuando el cristiano ya empieza a estar en peligro de muerte

por enfermedad o vejez» (SC 73), o, como dice el Ritual (n. 47), «a los

eriamente afectados por la enfermedad

Por una parte se tiene que ir corrigiendo la identificación con el punto

de muerte. Pero, por otra, también hay que evitar que cualquier circuns-

tancia que afecta a la salud o la sola edad avanzada ya se interpreten

como motivos para la unción. El Ritual sigue afirmando que «puede darse

UNCION DE ENFERMOS

la santa unción a un enfermo que va a ser operado, con tal de que una

enfermedad grave sea la causa de la intervención (n. 10), y también

«puede darse a los ancianos, cuyas fuerzas se debilitan seriamente, aun

cuando no padezcan una enfermedad grave» (n. 11).

«Sólo el sacerdote es el ministro propio de la unción de los enfermosa

En la historia no siempre había sido así. Al principio se reservaba al obispo

la bendición de los óleos, pero la unción sacramental a los enfermos no

sólo la hacían los presbíteros, sino también los diáconos y hasta los lai-

cos. Hay testimonios de Inocencio I, de Cesáreo de Arlés o de Beda el

Venerable, así como de la liturgia hispánica antigua. La progresiva reserva

a los presbíteros fue posterior, tal vez porque la unción se acercaba más

a la penitencia y al viático de los moribundos, o porque se acentuaban

los efectos espirituales, o por razones de eclesiología, con una diferen

ciación creciente entre los ordenados y los laicos, y también porque se


tomó al pie de la letra la alusión a los «presbíteros de la carta de Santiago

En la actual normativa de la Iglesia es sólo el presbítero el que pue

administrar la unción (cf. Ritual, n. 16ss y c. 1003 del CDC).

IV.

LA CELEBRACION DEL SACRAMENTO

La celebración de la unción se ha reformado, siguiendo las indicaciones

de SC 73, concretadas por el Ritual de 1972.

El Ritual invita a cuidar los diversos elementos: cantos, oraciones

lecturas, moniciones, gestos simbólicos, ritmo y ambientación. Este sacra

mento, por las circunstancias particulares en que a veces se celebra, tien

todavía más que otros un margen de adaptación. A veces resulta

darle tono de «celebración, o pide una simplificación mayor por el

ambiente o por la situación del enfermo. Pero siempre deberá ser un sacra

mento digno, celebrado con el ritmo adecuado, de modo que sea, por

sus textos y sus signos, la eficaz

y de la cercanía de Cristo y de su Espíritu al cristiano que se encuentra

en el trance de la enfermedad.

dificil

manifestación eclesial del amor de Dios

El Ritual ofrece un esquema ante todo para cuando la unción se cele-

bra sin eucaristia (nn. 121-153)

Después de los ritos introductorios, con el saludo, la posible asper

sión con agua bendita, la monición y el acto penitencial, se tiene la litur

ia de la palabra, con la lectura que parezca más oportuna y una breve

homilía, si es el caso. Sigue una oración litánica, que también se puede

trasladar después de la unción

El primer gesto simbólico es la imposición de manos en silencio. Un

esto ahora presente en todos los sacramentos, con un sentido biblico

muy rico. Según en qué sacramento, simboliza el perdón, o la bendición,

o la consagración para una tarea, o la fuerza de Dios al empezar la vida

de bautizado o confirmado. En este caso el gesto, en su contexto de lec-


turas y oraciones, quiere significar eficazmente la fuerza y la gracia cura-

tiva del Espíritu, como cuando Jesús curaba imponiendo las manos sobre

la persona enferma (p. ej., Lc 4,40)

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