Y aconteció que yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al
entrar en una aldea, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Y cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que, mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, cuando vio que había sido sanado, volvió glorificando a Dios a gran voz, y se postró sobre su rostro a los pies de Jesús, dándole gracias; y este era samaritano. Y respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? (Lucas 17: 11-19) El presidente Spencer W. Kimball escribió: “La ingratitud es un pecado angustioso que hace encender la ira del Señor. (Véase D. y C. 59:21.)… Cuando el Salvador sanó a los diez leprosos, y sólo uno volvió para darle las gracias, señaló él a los nueve ingratos como una lección para todos, diciendo: „¿No son diez los que fueron limpiados?‟ (Lucas 17:17.) Al igual que la juventud, a menudo los adultos son culpables, manifestando desobediencia e ingratitud para con su Padre Celestial que les da todo. Muchos dejan de manifestar su agradecimiento por medio del servicio, por medio de sus oraciones familiares, por medio del pago de sus diezmos y de otras varias maneras que Dios tiene el derecho de esperar” (El Milagro del Perdón, pág. 57).