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La terapia familiar feminista es la aplicación de la teoría feminista y sus valores a la terapia

familiar. La terapia familiar feminista examina de qué manera los roles de los géneros y los
estereotipos afectan a: 1) cada miembro de la familia, 2) las relaciones entre los miembros de la
familia, 3) las relaciones entre la familia y la sociedad, y 4) las relaciones entre la familia y el
terapeuta.

La terapia familiar tradicional no ha hecho nada para instruir a las familias sobre la conexión
existente entre sus propios problemas y los estereotipos culturales de los géneros y las relaciones
de poder y, además, no tiene una teoría que vincule las interacciones de los miembros de la
familia con el sistema social que la contiene. La teoría feminista presenta ese vínculo.

El objetivo es el cambio, no la adaptación: cambio social, cambio familiar, cambio individual, con la
intención de transformar las relaciones sociales que definen la existencia de los hombres y las
mujeres. Mientras tanto, es inevitable reformar la terapia familiar.

Nuestra tesis es que la terapia familiar ha aceptado los roles de los géneros vigentes y un modelo
familiar tradicional, haciendo caso omiso de la opresión que impone a las mujeres. Esta falta de
percepción se ha traducido en una teoría, una práctica y una formación que son opresivas para las
mujeres.

Aun con respecto a la familia clínica prototipo caracterizada por una madre excesivamente
apegada, un padre periférico e hijos genéricos, en donde el mismo sexo sigue desempeñando la
misma parte, familia tras familia, la terapia familiar no ha planteado preguntas fundamentales:
¿Qué significa que esta configuración sea tan omnipotente? ¿Qué supuestos incorporados siguen
produciéndola? ¿Estos supuestos deben ser dejados en paz o no?

La respuesta de la terapia familiar ha sido culpar a los actores (casi siempre a la madre) y no al
guión, sin abordar las prescripciones dictadas por los roles de los géneros que forman definiciones
del sí mismo que producen el problema. Las terapeutas feministas de la familia están acometiendo
esta tarea.

La distribución del poder no es un suceso casual ni un asunto interpersonal. Es un asunto de clases


y está predeterminado estructuralmente: la clase de los hombres domina a la clase subordinada
de las mujeres.

Como observa Goldner: “Las mujeres han estado siempre enterradas en la familia” (1985ª, pág.
45). Las mujeres también han estado enterradas de la terapia familiar.

Teoría

La teoría de los sistemas es tan abstracta que proporciona un informe aparentemente coherente
mientras que, en realidad, omite variables decisivas. Las variables decisivas que tenemos en mente
son el género y el poder. Puesto que la teoría de los sistemas se centra totalmente en los
movimientos y no en los jugadores, nunca hace falta darse cuenta de quién tiene poder sobre
quién. La teoría de los sistemas es también demasiado concreta porque mantiene un estrecho
enfoque sobre cada familia en particular, considerada individualmente.

Como ha señalado Hare-Mustin “Cuando alteramos el funcionamiento interno de las familias sin
preocuparnos del contexto social, económico y político, somos compiles de la sociedad en lo que
se refiere a mantener a la familia en el mismo estado (1987). Además, cuando nos interesamos
por el funcionamiento interno de las familias sin modificar las diferencias del poder, somos
cómplices de la sociedad para que las mujeres sigan siendo oprimidas”.

En la terapia sistémica el concepto de “complementariedad” da por supuesto que una desigualdad


observada en una interacción es sólo temporaria y representada. En un nivel más profundo de la
realidad (así se dice), las partes son realmente iguales; comenzando siendo iguales, volverán a ser
iguales y, en realidad, probablemente cambiarán de lugar en el próximo intercambio desigual. Una
situación constante de cualquiera de las partes, si es que se llega a notar, es descartada con el
argumento de que no tiene consecuencias perjudiciales porque hay un poder encubierto en el
desamparo y una fortaleza paradójica en la debilidad. Este es el tipo de reencuadre útil para hacer
que la parte menos poderosa se sienta muy bien de serlo. Según la complementariedad, la
realidad de la opresión estructurada queda excluida de la existencia.

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