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Una habitación propia

Las teorías feministas tienen un doble propósito: son guías para la comprensión de la desigualdad
entre hombres y mujeres, así como orientan una acción para repensar la división sexual del
trabajo, su componente simbólico y la clase sexual a la cual hegemónicamente está presente en
todos los discursos”.

[La monogamia], entra en escena bajo la forma de esclavizamiento de un sexo por otro (marcado
en el ejercicio del poder de los hombres sobre las mujeres*), como la proclamación de un conflicto
entre los sexos, desconocido hasta entonces en la prehistoria (pues se validaban en pactos
sociales*)… La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la
procreación de los hijos. Y hoy puedo añadir: el primer antagonismo de clases que apareció en la
historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y
la primera opresión de clases (o violencia de género), con la del sexo femenino por el masculino.
La monogamia fue un gran progreso histórico, pero al mismo tiempo inaugura, a la par con la
esclavitud y con las riquezas privadas, aquella época que dura hasta nuestros días y en la cual cada
progreso es al mismo tiempo un retroceso relativo, y el bienestar y el desarrollo de unos verificase
a expensas del dolor y de la represión de los otros (en este caso de las mujeres*). (Engels, 1976;
pp. 33-34)

Este establecimiento de la monogamia implica, sobre todo, una censura sexual para las mujeres,
no así para los hombres. A las mujeres se les exige recato sexual, virginidad al llegar al matrimonio,
una vez casadas, se les vigila, se les aísla y “si la mujer se acuerda de las antiguas prácticas sexuales
y quiere renovarlas, es castigada más rigurosamente que en ninguna época anterior” (Ibid, p. 59).
Alrededor de la virginidad y el recato sexual que se exige a las mujeres se fundan un conjunto de
mitos y tabúes que perduran de una u otra manera hasta nuestros días, originando así la violencia
de género dentro de las familias.

La recuperación del planteamiento teórico- marxista dentro de las teorizaciones feministas siguió
dos vertientes muy importantes en ésta ola: el feminismo ortodoxo o reivindicativo y el feminismo
radical transitorio con la segunda ola: Feminismo Ortodoxo: Surge fuertemente influido por el
pensamiento marxista que plantea la abolición del capitalismo y la implantación del socialismo
como forma de liberación de las mujeres, mismas que materializan históricamente dentro de la
desigualdad económica, confusión política, moral burguesa y relaciones sociales insalubres,
reflejando así la discriminación de las mujeres como un producto de la lucha de clases sociales.

En este movimiento resaltan los trabajos de August Bebel (trabajo desde el Marxismo la igualdad
de derechos y el sufragio femenino) y Alejandra Kollontai. Para Bebel no todos los socialistas
apoyaban la igualdad de los sexos.

Por su parte, Alejandra Kollontai defendió el amor libre, la igualdad de salario para las mujeres, la
socialización del trabajo doméstico y del cuidado de l@s niñ@s. Asimismo, señaló la necesidad de
cambiar la vida íntima y sexual de las mujeres. Además articuló el feminismo y el marxismo en una
postura en la cual no se limitó a sólo incluir a la mujer en la revolución socialista, sino que indicó
qué tipo de revolución necesitaban las mujeres: una revolución de la vida cotidiana, de las
costumbres y de las relaciones entre los sexos (Dorantes, Martínez, Segura, Op.Cit).

Segunda Ola (1960 - 1990) En éste periodo las feministas demandaron, principalmente el
reconocimiento a los derechos sexuales y reproductivos: el derecho de las mujeres a decidir sobre
su propio cuerpo. Asimismo, reclamaron derechos económicos, sociales y culturales. La liberación
sexual de la época coincidió con el mayor acceso de mujeres a la educación superior, lo que reflejó
una disminución natal y crecimiento del trabajo remunerado fuera del hogar.

Fue Robert Stoller quien estableció con mayor claridad la diferencia conceptual entre sexo y
género (Alcántara, op.cit.). La distinción entre “sexo” y “género” es que sexo se determina por la
diferencia sexual inscrita en el cuerpo, mientras que el género se relaciona con los significados que
cada sociedad le atribuye.

Feminismo radical: Este feminismo tiene una influencia teórica proveniente del marxismo, el
psicoanálisis y las teorías de la Escuela de Frankfurt. Para este feminismo sus obras medulares son:
Política Sexual de Kate Millet publicada en 1969 y Dialéctica del Sexo de Shulamith Firestone de
1970. Para ellas el término radical se basa en el sentido marxista de tomar las cosas por la raíz, es
decir, se pretendía ir al origen mismo de la opresión, pero a la vez rechazan las concepciones
clásicas marxistas como que la lucha feminista debía subsumirse dentro de la noción de lucha de
clases.

Bajo este marco, se cuestionó el papel de la mujer en el sistema socialista, donde a pesar de haber
cambiado el sistema, la mujer seguía en situación de opresión. De ahí que era necesario
diferenciar entre los sistemas económicos y los sistemas sociales que reproducen la dominación
del hombre sobre la mujer, por lo que se empezó a integrar la categoría de género como un
clasificador de la diferencia sexual como una unidad de análisis más específica de las “clases
socioeconómicas” (Dorantes, Martínez, Segura, 2011).

Este feminismo afirmó que la utilización de categorías económicas no agotaba la investigación de


la condición de marginación de las mujeres. Bajo esta perspectiva, se planteó que era necesario
adentrarse en el estudio del ejercicio del poder sobre las mujeres, lo cual implicó la exploración de
la forma en que estas sociedades controlaban a las mujeres. Este cambio en los parámetros de
análisis significó que se estudiara el sistema que establecía roles sociales dependiendo del género.

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