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Apuntes en Terapia Sistémica

Book · June 2016

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2 authors, including:

David Villarreal-Zegarra
Instituto Peruano de Orientación Psicológica
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Red Europea y Latinoamericana
de Escuelas Sistémicas

APUNTES EN
TERAPIA SISTÉMICA

David R. Villarreal Huertas


David Villarreal-Zegarra
(Coords.)

Primera Edición
Apuntes en Terapia Sistémica
Apuntes en Terapia Sistémica
Primera edición

David R. Villarreal Huertas


Médico, Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Psicólogo, Universidad Nacional Federico Villarreal
Maestría y Doctorado en Psicología, Universidad Nacional Federico Villarreal.
Segunda especialidad en Terapia de Pareja y Familia.
Director del Instituto Peruano de Orientación Psicológica - IPOPS.
Editor de Interacciones, Revista de Avances en Psicología

David Villarreal-Zegarra
Instituto Peruano de Orientación Psicológica – IPOPS.
Estudios de Psicología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Estudios de maestría en Salud Publica y Salud Global

Desde 1986, permanentemente al servicio del Perú


Apuntes en Terapia Sistémica
Primera edición, junio 2016
Lima, Perú

©Copyright 2016: by David R. Villarreal Huertas

©Copyright 2016: by David Villarreal-Zegarra

La fotocopia es un delito (Art. 270 C.P.)


Para que existan los libros es necesario el trabajo de un importante colectivo (autores,
traductores, dibujantes, correctores, impresores, editores...). El principal beneficiario de
ese esfuerzo es el lector que aprovecha su contenido. Quien fotocopia un libro, en las
circunstancias previstas por la ley, delinque y contribuye a la “no” existencia de nuevas
ediciones. Además, a corto plazo, encarece el precio de los ya existentes.

Este libro, esta legalmente protegido por los derechos de propiedad intelectual. Cualquier
uso, fuera de los limites establecidos por la legislación vigente, sin el consentimiento del
editor, es ilegal. Eso se aplica en particular a la reproducción, fotocopia, traducción,
grabación o cualquier otro sistema de recuperación de almacenamiento de información.

©Copyright 2016: Instituto Peruano de Orientación Psicológica - IPOPS


Publicación del Instituto Peruano de Orientación Psicológica - IPOPS
Jr. Pablo Bermudez 150, Of 11 B - Lima

Impreso en: Servicio gráficos Floviamerica E.I.R.L.


Calle Francisco Rosas 249.
Tiraje: 500 ejemplares.

ISBN 978-612-47209-0-1

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2016-07304

Agradecemos la colaboración de la Red Europea y Latinoamericana de Escuelas


Sistémicas RELATES, para la edición de este libro.
Las opiniones expresadas en esta obra son de exclusiva responsabilidad de los autores.
Para Graciela, Pedro,
Juana y Rogelio
Índice de Capítulos

INTERVENCIÓN SISTÉMICA EN VIOLENCIA FAMILIAR 9 pag


David R. Villarreal Huertas
Instituto Peruano de Orientación Psicológica – IPOPS, Perú

EL MALESTAR DE LA PAREJA TRADICIONAL CONTEMPORÁNEA: 23 pag


PERFECTOS POR FUERA, MUERTOS POR DENTRO
Raúl Medina Centeno y Maricela Elizabeth Fernández Galindo
Universidad de Guadalajara, México
Instituto Tzapopan, México

BUENA CONVIVENCIA EN LA SEPARACIÓN O TERAPIA POST CONYUGAL 41 pag


Marcelo R. Ceberio
Universidad de Flores, Argentina
Escuela Sistémica Argentina, Argentina

PASOS PARA UNA TERAPIA FAMILIAR ULTRAMODERNA 77 pag


Juan Luis Linares
Escuela de Terapia Familiar Hospital Sant Pau, España

EVALUACIÓN FAMILIAR: DESDE EL MODELO CIRCUMPLEJO 95 pag


David Villarreal-Zegarra
Instituto Peruano de Orientación Psicológica – IPOPS, Perú

SCORE-15: UNA NUEVA ESCALA DE EVALUACIÓN FAMILIAR 107 pag


Roberto Pereira Tercero y Garazi Rivas
Red Europea y Latinoamericana de Escuelas Sistémicas - RELATES
Escuela Vasco-Navarra de Terapia Familiar – EVNTF, España
12

ACTUALIZACIONES EN SUPERVISIÓN CLÍNICA: EJERCICIO Y FORMACIÓN 121 pag


Andrés Cabezas Corcione, Sandro Giovanazzi y Karina Contreras
Arias
Escuela Sistémica de Chile, Chile
Centro Latinoamericano de Psicología Positiva Aplicada, Chile

FUNCIONAMIENTO FAMILIAR E HIJOS EN EDAD ESCOLAR EN CONTEXTO 131 pag


DE INTERVENCIÓN DE LOS SERVICIOS SOCIALES
Sandro Giovanazzi, René Barraza y Cinthya Palacios
Escuela de Psicología, Universidad Santo Tomás de La Serena, Chile
Escuela de Psicología, Universidad Central de La Serena, Chile
Escuela Sistémica de Chile, Chile

LA CARTOGRAFÍA DE LA DEPRESIÓN: ORIGEN, INSUMOS Y ABORDAJE 145 pag


TERAPÉUTICO
José Baldeón Valdivia
Centro Nuevas Sendas, Perú
PRESENTACIÓN

Este libro presenta diversos tópicos en terapia sistémica, desde modelos de


intervención y evaluación hasta temáticas de investigación en terapia familiar
y de pareja abordados desde la sistémica, con el objetivo generar reflexión,
discusión y que el lector pueda llegar a conclusiones importante que permitan
seguir avanzando en la prevención-promoción-intervención con familias y
parejas sanas, plenas y responsables.
La presente es una contribución de varios autores de Latinoamérica y España,
en la que figuran personajes como Juan Luis Linares (España), Roberto Pereira
Tercero (España), Raúl Medina Centeno (México), Marcelo Ceberio (Argenti-
na), Sandro Giovanazzi (Chile), David R. Villarreal Huertas (Perú) y David
Villarreal-Zegarra (Perú).
Un reto que el Instituto Peruano de Orientación Psicológica – IPOPS con el
apoyo de la Red Europea y Latinoamericana de Escuelas Sistémicas –
RELATES se plantearon para contribuir en el avance científico del modelo
sistémico.
Finalmente, extender un fuerte agradecimiento a todas las universidades,
escuelas sistémicas y autores que hicieron posible este manuscrito.

David R. Villarreal Huertas


Capitulo 1

INTERVENCIÓN SISTÉMICA EN
VIOLENCIA FAMILIAR

David R. Villarreal Huertas


Instituto Peruano de Orientación Psicológica - IPOPS, Perú

Resulta alarmante que las páginas policiales relaten con más frecuencia histo-
rias de violencia familiar, maltrato psicológico, feminicidios, violaciones, etc.
No cabe duda que se trata de un problema de salud pública y no obstante la cien-
cia y tecnología actual no se ha logrado detener. La violencia familiar no hace
distingos de clase social o nivel socioeconómico, se encuentra diseminada en
todo el país y en todos los países del mundo, en mayor o menor medida, en los
diferentes estratos de la población.
El Perú es un país de “todas las sangres”, con creencias, mitos y supersticiones
diversas dependiendo de la región. Frases como “Más me pegas, más me quie-
res”, suena como una justificación y autorización para para maltratar y paradó-
jicamente una expresión de amor. Aún ahora pueden encontrarse vestigios de
estas creencias en algunas organizaciones familiares.
Durante muchos años, el machismo concedió al varón el poder absoluto sobre
la familia, la organización piramidal lo colocó a la cabeza, la esposa era el
brazo ejecutor de las órdenes que él impartía. Muchas mujeres hasta guardaban
reverencia y justificaban lo injustificable con frases como “es mi marido el
padre de mis hijos, que voy a hacer”, “yo soy la catedral, las demás las capilli-
tas”, “el hogar lo lleva la mujer, quien debe ser inteligente para entender al
hombre”.
Los hijos estaban ubicados en la parte inferior de la pirámide y debían obedecer
ciegamente al padre.
Desde luego la dinámica familiar tenía una tendencia autoritaria, donde el
padre podría administrar justicia usando la agresión verbal o física, justificán-
10

dose incluso porque él en su calidad de padres era el que debía ejercer una fun-
ción educativa cuando se trataba de los hijos o que era su potestad cuando se
trataba de la esposa. La pobreza, la ignorancia y la tradición contribuyo a man-
tener ese statu quo por mucho tiempo.
Sin embargo a través de los años muchos callan este maltrato, por temor o por
vergüenza o para no perder el apoyo económico del padre. Ha pasado el tiempo
y la violencia familiar sigue en nuestro país.
Los resultados de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar ENDES 2007-
2008, refiere que el Índice Global de Violencia Familiar (IGVF) en el Perú es de
12.58 y el Índice de Violencia Psicológica (IVP) es de 23.40 (Instituto Nacio-
nal de Estadística e Informática, 2009). Estos resultados señalan la presencia
de la violencia familiar en el Perú, tanto psicológica como física, en niveles
moderados y altos. Sin embargo este resultado podría ser mayor, dado que algu-
nas personas prefieren no declararlo.
Esta es una realidad dramática que viven a diario muchas familias, con los con-
siguientes efectos psicológicos en los hijos y la pareja pues estar en un sistema
relacional así determinado, con tensión, maltrato, violencia, los lastima, deses-
pera y los enferma.

El Agresor

En la mayoría de los casos el agresor ha tenido un sistema familiar disfuncio-


nal, donde la pauta de relación ha sido la agresión. Presenciando frecuentemen-
te el maltrato, la violencia, la tensión cotidiana de los enfrentamientos entre los
padres. La actitud autoritaria del padre ha sido el común denominador de su
vida.
Ha sido testigo de excepción de un sistema familiar lleno de injusticias, dolor,
indignación y frustración. Sin embargo no conoce otra forma de vivir en fami-
lia y su universo es ese.
Tiene la impresión que vivir en familia se da de esa manera, tan intensa, tan
dramática, pero tan injusta. Aprendiendo conductas violentas, a maltratar y esa
es su forma de relacionarse. Es el producto de una cadena histórica de violencia
familiar.
En su interacción con los demás y especialmente con su familia usa la agresión
como forma de conseguir sus objetivos, se muestra impulsivo, muchas veces se
siente víctima, pero agrede. No se da cuenta exacta del efecto de sus acciones,
11

siente que tiene la razón, entonces es autoritario imponente, pudiendo llegar a


ser cruel.
Es posible que recuerde cuando el mismo fue víctima acaso de las atrocidades
de su padre o de las inequidades de su sistema familiar, entonces puede depri-
mirse, mostrarse inmaduro. Recuerda las humillaciones de las cuales fue obje-
to, se lamenta por eso, sin embargo también humilla, denigra, coacciona. Puede
ser explosivo, enfurecerse y culpabilizar a la pareja del maltrato que le infringe
con frases como “por tu culpa tengo que pegarte”.
Es evidente que sus niveles de estrés son altos, lo cual lo lleva a perder el con-
trol fácilmente y ser irreflexivo en sus castigos o comentarios.
A menudo presenta baja autoestima, por lo cual es inseguro, celoso, manipula-
dor, controlador – especialmente de la pareja – pudiendo usar para ello insultos
o amenazas. La considera como su propiedad, no admite que se le oponga o
tenga sus propios puntos de vista, pudiendo llegar a ser obsesivo o espiarla.

La Víctima

Según la ENDES, publicado por el Instituto Nacional de Estadística e Infor-


mática (2009) en el Perú el 71.5% de las mujeres sufrió alguna vez violencia de
parte de su pareja, y de este porcentaje, 35.7% fue afectada por violencia física,
8.4% por violencia sexual y 67.5% por violencia psicológica o verbal.
Estos resultados nos ofrecen un panorama preocupante debido a lo elevado del
porcentaje de mujeres que alguna vez fue agredida por su pareja.
IPSOS apoyo (2011), una organización que realiza encuestas de opinión públi-
ca en Perú, señala que los principales problemas que padecen las mujeres en el
Perú son la violencia física (55%) y psicológica (32%), seguido del embarazo
no deseado (31%).
Lo cual hace que nos planteemos algunas interrogantes al respecto ¿a que se
debe que una persona tolere ser agredida en forma sostenida por tanto tiempo?,
¿a qué se debe que no pone los límites necesarios?, ¿a qué se debe que persiste
en una relación que la maltrata tanto?
Es evidente que aprendió a vivir en familia de esa forma tan disfuncional, tan
estresante y a veces tan humillante. Es posible que haya sido testigo de los innu-
merables maltratos a su madre y a sus hermanos por lo que tiene una autoestima
baja, incluso podría pensar que se merece esa situación por los errores que
pudiera haber cometido.
12

Su pareja inflexible, imponente y tirana, puede haber logrado que evidente-


mente se culpe de haber sido agredida.
Sin embargo en su fuero interno siente que fracaso en la vida, como mujer,
como madre, como persona. Esto puede llevarla a permitir los maltratos y cas-
tigos debido a que se siente atrapada y en un callejón sin salida, sintiendo que
vale poco y que su vida no tiene sentido. Siempre fue maltratada, dominada,
controlada, desde su familia de origen, no sabe actuar de otra manera y su posi-
ción en el mundo es esa.
Su sistema de creencias influyó en ella y puede justificar su forma de vida “la
mujer nació para sufrir”, “somos pobres que vamos a hacer” o “el mundo es de
los hombres”.
Acepta el mito/idea racional que el hombre es superior y lo respeta incluso basa
su felicidad en él y la capacidad de retenerlo a su lado, aún a costa de soportarlo
todo. Su futuro es incierto, lúgubre, grisáceo y se conformó a seguir siendo
maltratada, pero en ocasiones esto puede angustiarla, desesperarla y deprimir-
la. Acaso puede llevarla a cometer una locura.

Efectos en los hijos

La violencia familiar no solo implica el abuso del padre contra la madre, quie-
nes están envueltos en una pauta de relación maltratadora, sino también impli-
ca el abuso por parte del padre o la madre contra los hijos, quienes pueden salir
muy perjudicados.
Es evidente que los efectos en los hijos de la violencia familiar pueden ser
devastadores y sus huellas persistir por los años, aún ser llevados en la vida
como un estigma. La UNICEF (2011) divide en 6 los tipos de violencia infantil:
1. Maltrato físico: Cualquier acción que tienda a causar lesiones físicas a
un niño; las cause o no. Por ejemplo el castigo temporal, golpes, palma-
das, tirones de pelo, empujones, etc.
2. Maltrato psicológico: Cualquier acción u omisión que provoque o
pueda provocar daños emocionales, cognitivos o en el comportamiento
del niño. Ya sean, ofensas verbales, descalificaciones, críticas constan-
tes y permanentes, ridiculizaciones, rechazo emocional y afectivo, ame-
nazas, discriminación, etc.
3. Abuso sexual: Cualquier acción que involucre o permita involucrar a
un menor en actividades de tipo sexual. Por ejemplo: exhibición de geni-
13

tales, realización del acto sexual, exposición a pornografía, masturba-


ción, sexualización verbal, etc.
4. Negligencia: Cualquier inacción por la que se priva al niño de la super-
visión o atención esencial para su desarrollo. Pueden ser: descuido de
las necesidades de vestido y calzado, omisión de la alimentación ade-
cuada a la edad del menor, no se atienden sus necesidades sanitarias; la
forma más extrema de negligencia es el abandono.
5. Abuso fetal: Ocurre cuando la futura madre ingiere, deliberadamente,
alcohol u otras drogas, estando el feto en su vientre. Producto de esto, el
niño(a) nace con problemas, malformaciones, retraso severo, etc.
6. Traslado ilícito: refiere al secuestro (por así decirlo) por parte de los
padres sin el consentimiento del niño. Se ha hecho más visible en los
últimos años gracias a los medios de comunicación. Esta forma de vio-
lencia implica (en gran parte de los casos) la venta o trata de niños.

Los hijos son testigos de excepción de este contexto violento, han presenciado
a diario el maltrato de la madre, su sufrimiento, su dolor, su indignación, su
frustración.
Y han compartido con ella estos sufrimientos, la desesperación de no encontrar
una salida a este estado de cosas.
Pero el padre agresor o la madre agresora, también han descargado su furia
contra ellos sea en forma verbal o física. Han recibido insultos y/o golpes y
también han llegado a pensar que esto es normal, que es válido que los adultos
se traten de esa manera y traten así a sus hijos. No conocen otro mundo, ese es el
contexto en el cual se desarrollan, el mundo que vive.
Su autoestima está disminuida, su valía personal menoscabada. Esto desde
luego influye en su posición en el mundo en su relación con sus pares, en su
narrativa personal.
Pueden presentar síntomas psicosomáticos, bajo rendimiento escolar, ansie-
dad, fobias, depresión, fobias, enuresis, terror nocturno, encopresis, etc. Desde
luego la lectura relacional del síntoma tiene que ver con la protesta por este
statu quo o el pedido que cambie esta situación.
Sin embargo los padres no lo entienden y por el contrario lo agreden, reclamán-
dole porque no puede controlar el síntoma, encerrándolo en un círculo vicioso
que no tiene cuando acabar.
Las cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática del Perú (INEI) en
14

la Encuesta Nacional de Hogares revela que un 19.8% de las entrevistadas cree


necesario castigar a sus hijos para educarlos. A ello se suma que el 28.6% de
madres y el 25.6% de padres refieren que usan golpes para disciplinar a sus
hijos, con más frecuencia en la selva.
Lo cual brinda un panorama aterrador, dado que el concepto de ser padres para
muchas personas incluye el castigo físico como una forma de corrección, de
disciplinarlos y hasta como una característica de ser buen padres. Nuevamente
muchas creencias justifican este hecho “de una mano la miel, de otra la hiel” o
“el hijo debe conocer la mano del padre”.
He aquí un cuadro donde solo se registran los casos de maltrato por las denun-
cias hechas por los niños y niñas que acompañados de algún familiar o persona
cercana acuden a los Módulos de Atención para el Maltrato Infantil ubicados
en los diferentes hospitales de Lima y provincias o a los Centros de Emergencia
Mujer que también se ubican a nivel nacional, en busca de atención especiali-
zada.

Tabla 1
}Número de casos de maltrato por las denuncias hechas por los niños y niñas que acompañados
de algún familiar
Centros de Centros de Centros de
Edades de los niños y MINSA
emergencia mujer emergencia mujer emergencia mujer
niñas atendidos 2001
2002-2007 2008 2009
De 0 a 5 años 145 5427 1933 1648
De 6 a 11 años 148 12567 4401 3923
Total 293 17994 6334 5571

El Sistema Familiar

Haley y Machiavello (1991) refieren que cuando estabilizamos una relación


definimos pautas de relación interpersonal. La familia define una relación
mediante todo un proceso de negociación, que se da tanto en lo explícito como
lo implícito, mediante los mensajes y metamensajes, donde expresa un conte-
nido comunicacional pero a la vez propone una relación.
El resultado es haber definido una pauta de relación, la cual confiere estabilidad
al sistema. Es decir que del universo de posibilidades que ellos tenían para esta-
bilizar esa relación, ellos eligieron un sector y allí se desenvuelven. Sin embar-
go esta relación puede ser funcional, si los acuerdos alcanzados son satisfacto-
15

rios para el sistema. O puede ser disfuncional cuando estos acuerdos no son
satisfactorios.
Es la pareja quien funda la familia y define las primeras regla de relación fami-
liar, los hijos que nacen en ese sistema son incorporados a esa pauta de relación.
Un sistema de relación funcional, es un sistema abierto, permite el crecimiento
de sus miembros, propicia el desarrollo de cada uno de ellos. Los padres están
aliados para la crianza de los hijos y permiten que los hijos se alíen entre sí, tie-
nen metas comunes, entran en crisis pero resuelven sus problemas, se llevan
bien y están unidos por el afecto.
Un sistema disfuncional se encuentra atrapado en sus problemas, no logro
resolver satisfactoriamente las negociaciones de etapas evolutivas anteriores,
la mochila de desavenencias y resentimientos pesa cada vez más.
Los padres no lograron aliarse para la crianza de los hijos y como pareja están
enfrentados. Cada padre se alió con uno de los hijos, formando facciones que
pugnan entre sí por el poder, pudiendo ser este el centro de la disputa perma-
nente. O cuando uno de ellos lo tiene, puede pisotear al más débil.
Están enfrentados, boicotean el crecimiento de sus miembros, eligen un chivo
expiatorio, por prejuicios, y es el depositario de la conflictiva familiar, forman
coaliciones, se lastiman, tienen viejos rencores. Les cuesta trabajo dialogar y a
menudo no eligen la línea recta para resolver un problema, sino dan vueltas y
vueltas sobre la dificultad, la desavenencia o el desacuerdo.
Usualmente la forma de expresar una protesta, rechazo, un reclamo o hacer un
pedido es el síntoma. Pero a la vez puede ser una manera de mantener unida a la
familia, una manera de ayudar a uno de los progenitores, o establecer un puente
comunicacional o ser el colchón que resista la crisis familiar.
Sin embargo el maltrato y la violencia se encuentran inmersos dentro de una
pauta de relación disfuncional. Surgen entonces reflexiones como:
Si una pauta es un acuerdo relacional ¿Cómo es posible que dos personas se
pongan de acuerdo para lastimarse?, ¿a qué se debe que permanezcan indefini-
damente atrapados en una relación que sólo les hace daño a ellos y sus hijos?
Linares (2012) refiere que el maltrato es la conducta que por acción u omisión
atenta contra la integridad psicológica o física de una persona. El maltrato
psicológico puede dejar huellas profundas en las personas que lo sufren, por las
humillaciones vividas y el dolor experimentado.
Plantea el término nutrición relacional señalando que es la conciencia de ser
amado complejamente. Refiere que el amor es un fenómeno complejo que
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tiene 3 componentes:
- El componente Cognitivo comprende: Reconocimiento - Valoración
- El componente Emocional comprende: Cariño – Ternura
- El componente Pragmático comprende: Protección - Normatividad

Pero cada uno de estos componentes puede bloquearse, entonces en el compo-


nente cognitivo en vez de reconocimiento y valoración habría desconfirmación
y descalificación. Si a todos los hermanos le compran zapatos pero a uno de
ellos no, es como que no es reconocido relacionalmente. Se siente desconfir-
mado, dejado de lado. El olvido de una esposo del aniversario de bodas puede
hacer que su pareja se sienta desconfirmada, dejada de lado. Este bloqueo
genera malestar en el sistema y ya es una forma de sentirse maltratado.
La descalificación es opuesta a la valoración, es decir, no aprecia las cualidades
del otro, como cuando una esposa que prepara una cena para agradar a su ama-
do, que sin embargo, no valora el gesto y por el contrario, critica su comida o
minimiza su gesto. Puede generar un profundo dolor en su pareja, que aún
puede originar resentimiento por sentirse maltratada.
En cuanto a los componentes emocionales en vez de cariño y ternura, puede
haber irritación e hipercrítica y rechazo. Estos bloqueos pueden ser muy dolo-
rosos y pueden generar una sensación de maltrato muy intensa. Una recién casa-
da se muestra cariñosa y tierna con su esposo, pero este al mostrarse irritado,
crítico y esquivo por la actitud de su esposa, provoca un llanto muy intenso en
esta.
La protección y normatividad forman parte de los componentes pragmáticos,
pero los excesos o déficits en estos aspectos maltratan. Una joven madre tiene
una fiesta pero no encuentra quien se quede con su hija, recurre a la vecina
quien le responde e que no tiene espacio en casa ni lugar donde duerma su hija
de diez años, porque tiene hijos varones adolescentes. La madre le responde
que no importa que la haga dormir con cualquiera de ellos. Tal vez ella no mida
los peligros a los que expone a su hija, la cual al hacerlo es maltratada por esta
Juan Luis Linares, propone esta relación entre la nutrición relacional y los blo-
queos dentro del amor complejo.
Cuando Linares (2012), se refiere a las modalidades del maltrato psicológico
familiar plantea a la Conyugalidad y Parentalidad, como dos dimensiones
importantes en la relación.
“La conyugalidad, es una ecuación que refleja la manera en que los miembros
17

Componente
Componente Componente Pragmático
AMOR COMPLEJO
Cognitivo Emocional (Socialización -
Relacional)

NUTRICIÓN Reconocimiento Cariño Protección


RELACIONAL Valoración Ternura Normatividad

Exceso
Desconfirmación Hiperprotección
Irritación Hipernormatividad
BLOQUEO Descalificación
Rechazo Déficit
Hipercrítica Desprotección
Hiponormatividad

Figura 1
Modelo del amor complejo de Linares (2012)

de la paternidad, que como refiere Linares es una gestión que deben enfrentar,
con obligaciones, retos y conflictos. El éxito dependerá de la alianza que logren
entre ellos para el bienestar de los hijos no importando incluso que puedan estar
separados.
“La parentalidad es a su vez una ecuación que recoge el ejercicio de las funcio-
nes parentales (amor complejo, nutrición relacional) por parte de los padres o
de las figuras delegadas responsables de ellas”. Es como cada uno de ellos
ejercita su rol de padre, y sus características personales y acciones para el desa-
rrollo de la función. Sin embargo estas funciones pueden evolucionar en el tiem-
po, en el ciclo evolutivo a través de los años.
Linares propone un interesante cuadro donde se aprecian las modalidades del
maltrato, relaciona conyugalidad y parentalidad y se puede apreciar que la Fun-
cionalidad se expresa cuando la conyugalidad y parentalidad están conserva-
das. Existen deprivaciones cuando la conyugalidad esta conservada y la paren-
talidad deteriorada.
Cuando la pareja se encuentra enfrentada por los hijos genera Triangulaciones
en cuyo caso la parentalidad está conservada y la conyugalidad deteriorada.
Sin embargo existen ocasiones donde la parentalidad y conyugalidad están
deterioradas en cuyo caso existen caotizaciones.
18

El maltrato físico ha sido precedido de maltrato psicológico, en un ambiente de


tensión y sufrimiento. La Organización Mundial de la Salud (2016) aporta los
siguientes datos:
· La violencia contra la mujer -especialmente la ejercida por su pareja y
la violencia sexual- constituye un grave problema de salud pública y
una violación de los derechos humanos de las mujeres.
· Las cifras recientes de la prevalencia mundial indican que alrededor de
una de cada tres (35%) mujeres en el mundo han sufrido violencia física
y/o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento
de su vida.
· La mayoría de estos casos son violencia infligida por la pareja. En todo
el mundo, casi un tercio (30%) de las mujeres que han tenido una rela-
ción de pareja refieren haber sufrido alguna forma de violencia física
y/o sexual por parte de su pareja.
· Un 38% de los asesinatos de mujeres que se producen en el mundo son
cometidos por su pareja.
· Estas formas de violencia pueden afectar negativamente a la salud físi-
ca, mental, sexual y reproductiva de las mujeres y aumentar la vulnera-
19

bilidad al VIH.
· Entre los factores asociados a un mayor riesgo de cometer actos violen-
tos cabe citar un bajo nivel de instrucción, el maltrato infantil o haber
estado expuesto a escenas de violencia en la familia, el uso nocivo del
alcohol, actitudes de aceptación de la violencia y las desigualdades de
género.
· Entre los factores asociados a un mayor de ser víctima de la pareja o de
violencia sexual figuran un bajo nivel de instrucción, el hecho de haber
estado expuesto a escenas de violencia entre los progenitores, el maltra-
to durante la infancia, actitudes de aceptación de la violencia y las desi-
gualdades de género.
· En entornos de ingresos altos, hay datos que apuntan que los programas
escolares de prevención de la violencia de pareja (o violencia en el
noviazgo) entre los jóvenes pueden ser eficaces.
· En los entornos de ingresos bajos, aparecen como prometedoras las
estrategias de prevención primaria, como la microfinanciación unida a
la formación en igualdad de género y las iniciativas comunitarias dirigi-
das contra la desigualdad de género o tendentes a mejorar la comunica-
ción y las aptitudes para las relaciones interpersonales.
· Las situaciones de conflicto, posconflicto y desplazamiento pueden
agravar la violencia, como la violencia por parte de la pareja, y dar lugar
a formas adicionales de violencia contra las mujeres.

Esta forma de maltrato sin embargo se expresa como una pauta relacional per-
sistente, a través de los años, con los consiguientes daños físicos y psicológi-
cos.

Apuntes de la investigación piloto

El presente es un estudio piloto con 15 familias que se atendieron en el Instituto


Peruano de Orientación Psicológica - IPOPS, en el 2015 que presentaron mal-
trato psicológico y física:
Maltrato Psicológico = 10 familias
Maltrato Psicológico y físico = 05 familias

Se les ofreció 12 sesiones de Terapia Familiar con el enfoque sistémico, en el


20

tiempo de 6 meses. Cada familia firmó el Consentimiento informado para


participar en el proyecto. Podrían retirarse del estudio en el momento que
desearan. La muestra fue tomada de las actividades comunitarias de Terapia
Familiar que IPOPS realiza.
En cuanto a la cohesión, las familias presentaron:
Aglutinada = 5 familias
Conectada = 0 familias
Separada = 3 familias
Dispersa = 6 familias

En cuanto a la adaptabilidad, se encontró:


Rígida = 8 familias.
Estructurada = 0 familias
Flexible = 0 familias
Caótica = 6 familias

La funcionalidad se expresó de la siguiente manera:


Rango medio = 5 familias
Rango extremo = 10 familias

Los niveles de Comunicación Familiar, fueron de la siguiente manera


Medio = 4 familias
Bajo = 11 familias.

Los niveles de Satisfacción familiar:


Medio = 4 Familias
Bajo = 11 Familias.

Las sesiones se realizaron en las instalaciones del Instituto Peruano de Orienta-


ción Psicológica IPOPS de Lima, Perú y en el equipo terapéutico participaron
quien escribe este capítulo y como coterapéutas los psicólogos alumnos de la
formación en terapia familiar sistémica.
Se aplicaron técnicas y estrategias sistémicas que abarcaron los aspectos cog-
nitivo, emocional y pragmático, tales como connotación positiva, prescripcio-
nes, paradojas, rituales, metáforas, cartas terapéuticas, preguntas circulares
entre otras. Al final las familias experimentaron los siguientes resultados:
21

Área Peor Igual Mejor


Cohesión 0 3 12
Adaptabilidad 0 5 10
Comunicación 0 2 13
Satisfacción Familiar 0 4 11

Por los resultados concluimos que la Terapia sistémica tuvo resultados benéfi-
cos para las familias que participaron. El presente es un estudio piloto que nos
abre las puertas para nuevos estudios con mayor complejidad y rigor metodoló-
gico

REFERENCIAS

Adrianzen, I. (2014). Alto al problema de la Violencia contra la mujer. Lima:


Fondo Editorial UPSMP.
Haley, J., & Machiavello, D. (1991). Las tácticas de poder de Jesucristo y otros
ensayos. Argentina: Paidós.
Instituto Nacional de Estadística e Informática (2009). Encuesta Demográfica
y de Salud Familiar ENDES 2007-2008. Perú: ORC Macro
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Capitulo 2

EL MALESTAR DE LA PAREJA TRADICIONAL


CONTEMPORÁNEA: PERFECTOS POR FUERA,
MUERTOS POR DENTRO
Raúl Medina Centeno y Maricela Elizabeth Fernández Galindo
Universidad de Guadalajara, México
Instituto Tzapopan, México

“Perfectos por fuera, muertos por dentro” es un párrafo que se tomó prestado
del inglés Marshall (2006) para referirse a matrimonios zombis, un tipo de
malestar de muchas las parejas tradicionales contemporánea. La pareja tradi-
cional parte de la creencia de que “el matrimonio es para toda la vida”. Esta
creencia está hecha de una complejidad socio-cultural que conduce a generar
una forma de vida, con sus virtudes y problemas.
“Esta pareja se une en matrimonio para quererse y apoyarse en las buenas y en
las malas, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad. Hasta
que la muerte los separe”. Esta es la declaración emblemática del matrimonio
tradicional cristiano. A esta se les unen otras expresiones como “que no separe
el hombre lo que Dios ha unido”. Y si no es lo se esperabas del matrimonio y las
cosas van mal, te lapidan con la expresión metafórica: “es la cruz que te tocó
cargar”. Este callejón sin salida conduce a la resignación, que producirá una
diversidad de malestares.
A la cultura cristiana sobre el matrimonio se suman otros sistemas de pensa-
miento: “Eres mi media naranja”. Esta concepción de la “media naranja”
proviene del mito andrógino de Platón, que consiste en la idea de la búsqueda
de plenitud a través de la unión con otro, que constituye la contraparte (Krei-
mer, 2005). Según Platón, las mitades incompletas de un sólo ser, experimen-
tan una incesante necesidad de búsqueda de su otra mitad para convertirse de
nuevo en uno, y entonces estar completos (Ackerman, 1994). La otra mitad nos
hará felices en una fusión eterna; una persona no puede considerarse completa,
si no está en pareja (Kreimer, 2005).
24

Sobre el amor romántico se dicen expresiones como las siguientes: “Él o ella es
el amor de mi vida, amor verdadero sólo hay uno, el amor es ciego, el amor es
eterno. Eres parte de mí ser. No sé vivir sin ti. Eres todo para mí. Soy todo para
ti. Tú le das sentido a mi vida. Sin ti no podré vivir. Contigo estoy completo.
Morir de amor, etc.”. Esto conlleva a connotaciones diversas, como: la felici-
dad de uno depende del otro, la inmensa necesidad de estar juntos para siempre.
El sentido de mi vida está en el otro. El otro me pertenece, es mío, de nadie más.
Pertenecer a alguien, ser de propiedad del otro, como si fuera un objeto. Gar-
ciandía (2011) le denomina a este fenómeno ”yosotros”, es tan simple y tan
complejo, no nos habla de estar juntos solamente, como lo puede expresar el
término “nosotros”, nos habla de lo involucrado que estoy en otros y lo involu-
crado que los otros están en mi… es vital existencial, así expresiones como “sin
ti me muero”, no sé que hacer sin ti”, tú me haces falta”, “te necesito-” (p.449)
Un médium potente para educar desde el amor romántico ha sido la literatura.
“Y fueron felices por siempre”. Esta expresión típica de muchas de los cuentos
infantiles e historias de amor, es el colofón de una historia romántica entre dos
personajes que superan adversidades y obstáculos, que al final sella su amor
con el matrimonio. Un final anhelado no sólo por los protagonistas de la histo-
ria, también por sus lectores. Este tipo de literatura popularmente expuesta en
la actualidad en la pantalla grande en 3D. Muestra el capítulo de la lucha por el
amor ante todas las adversidades, aunque, por otra parte, no logra añadir otro
capítulo donde la pareja feliz lidia con el matrimonio. Es un cuento ficción que
enfoca el amor sólo en el noviazgo y enamoramiento, y se olvida del amor en el
matrimonio. Logra penetrar en el imaginario de la gente, el amor se instala sólo
en esta parte de la historia creyendo que así será para toda la vida, felices para
siempre.
Ha estas narrativas de la pareja tradicional se le añade otra, “un matrimonio no
es familia si no hay hijos, los hijos unen más a la pareja, lo hijos son el sello que
hacía falta para completar el amor de la pareja”. Esta lógica de amor donde se
incluye a los hijos como parte del amor pleno entre una pareja, es un artificio
que complica aún más el fetiche y el mito de la pareja feliz.
El poder de la retórica del matrimonio tradicional que se construye en base a la
creencia “para toda la vida”, ¿de dónde proviene, quienes lo sustentan y cuáles
son sus prácticas que lo construyen?
En México, cuando el matrimonio legal fue instaurado1, se consideró como una
unión indisoluble, bajo el mandato de “para siempre”, precepto que concuerda
25

con el ritual del matrimonio religioso (Gonzalbo, 2001, pp. 221). En tiempos
actuales en México la creencia del matrimonio “para toda la vida” todavía
tiene un enorme poder, haciendo caso omiso de la insatisfacción conyugal,
situaciones de maltrato, mentiras y engaños que puedan presentarse (Medina,
2014).
Este breve trabajo teórico tiene el objetivo de conocer los componentes de la
narrativa cultural de la pareja tradicional contemporánea: el compromiso
religioso, del amor romántico, la cultura machista y las lealtades familiares con
el fin de explicar la naturaleza de su malestar.

COMPROMISO RELIGIOSO

En México, la religión que predomina en la mayoría de la población es la


católica2; desempeñando un papel importante en la cultura de los mexicanos;
en el caso del matrimonio, se le da comúnmente un mayor valor a la boda
religiosa, aunque, para llevarla a cabo se requiera del matrimonio civil
(Medina, 2013).
La Religión Católica considerar la indisolubilidad del matrimonio como
elemento sustancial, con el fin de defender su durabilidad y permanencia de la
relación.
El postulado sobre la indisolubilidad del matrimonio es atribuido a Cristo ya
que en la biblia aparece “Lo que Dios unió, el hombre no lo separe” (Mt. 19:6
Versión Latinoamericana). Además, considerando que el matrimonio es
indisoluble, niega la posibilidad de que los cónyuges vuelvan a casarse
diciendo “Todo el que repudia a su esposa y toma otra, adultera; y adultera el
que toma a la repudiada por su marido” (Pío XI, 1930). Aunque hace una
excepción a la separación por motivos de adulterio, como podemos observar
en: “El que despide a su mujer, fuera del caso de infidelidad, y se casa con otra
comete el adulterio” (Mt. 19:9).
Pío XI en la Encíclica Casti Connubii (1930) afirma que los cónyuges con el
___
1
La instauración del matrimonio civil en México se promulgó en 1859, comenzó con las pro-
puestas y movimientos de Melchor Ocampo con la finalidad de comenzar un control tanto de
los matrimonios como de los nacimientos y las defunciones de la población. Hasta que no se
promulgó la ley del matrimonio civil, el único matrimonio era el canónico.
2
Según datos del INEGI (2010) aunque en los últimos 100 años, la población de católicos ha
disminuido, actualmente existen 60,762,011 personas creyentes.
26

matrimonio adquirieron un sello inviolable de perennidad, ya que el verdadero


amor no reconoce límites; esto significa que pase lo que pase durante su vida,
“deben” permanecer juntos. (Pío XI, 1930). Aunado a esto, podemos agregar la
cita bíblica “El amor disculpa todo; todo lo cree, todo lo espera y todo lo
soporta” (2 Co. 13:7).
Los sermones dominicales de los sacerdotes mediante la palabra de Dios,
alientan el matrimonio entre “un hombre y una mujer” para toda la vida, se
promulgan en contra del matrimonio entre homosexuales o lésbico, satanizan a
los padres o madres solteras, el divorcio y estigmatizan a los hijos y mujeres de
familias fuera del matrimonio o divorciados. Una narrativa que tiene un gran
poder moral en las familias católicas en México, convirtiéndose en profecías
autocumplidoras. (Watzlawick, 1989)

AMOR ROMÁNTICO

El amor romántico ha ido desarrollándose y adaptándose desde las culturas


primitivas hasta las concepciones del siglo XXI, pasando por la Antigua Grecia
y Roma, la Edad Media, el Romanticismo, etc., por lo tanto, hablar del amor
romántico no es nuevo, sino que es un concepto acuñado culturalmente desde
hace siglos.
Los griegos mantenían la dicotomía cuerpo-alma, planteando así, una
diferencia entre la razón y la pasión. (Branden, 1980). Para Platón el amor es
“el deseo de la posesión constante de lo bueno”, el cual no reside en lo físico,
sino en la búsqueda de conocimiento. Se trata entonces de sustituir los
sentimientos por la racionalidad. Platón, a su vez, exigió que se separara al
amor del sexo, pues la sexualidad “distrae del amor al saber”; los impulsos
físicos, deberían mantenerse bajo el control de la razón (Rodríguez, 2006.
pp.71).
Desde entonces el concepto del amor ha venido redefiniéndose a través de la
historia. Para llegar al fines del siglo XVIII y a principios del XIX en Europa,
donde aparece el Romanticismo, como un periodo en contra del
neoclasicismos y la ilustración, para darle prioridad a la expresión de los
sentimientos en contra de la racionalidad.
Son muchas las connotaciones y cualidades que se le ha dado al concepto de
amor romántico. Branden (1980) plantea que el amor romántico satisface la
necesidad de compañía, de amar y admirar a alguien más, la de ser amado, y
27

sentirse visible por otro; la necesidad de autoconocerse, y de experimentar


plenitud sexual. Fisher (2004) por su parte, señala que el amor romántico
estimula que se mantenga una relación de apego, promoviendo que los
cónyuges se esfuercen para no disolver la relación, o a tratar de permanecer en
ésta.
En término generales el concepto de amor romántico está íntimamente ligado a
los preceptos de que el amor no se acaba, es para siempre y que debemos de
permanecer con nuestra contraparte, ya que sin ésta estamos incompletos, por
lo que es mejor estar con alguien para juntar fuerzas y sentirnos completos;
como consecuencia, dichos pensamientos influyen en la concepción del
compromiso de las parejas tradicionales (Ackerman, 1994, pp.95). Esto de la
mano del matrimonio católico al que nos referimos antes.

Investigaciones sobre el amor romántico

A pesar de que el Romanticismo intenta empoderar a los sentimientos como


una cualidad positiva de las relaciones humanas, la investigación científica
sobre los sentimientos y en concreto el enamoramiento lo sigue considerando
una interferencia para la razón o buen juicio. Por ejemplo, Tennov, mencionado
en Fisher (1992) en los resultados de su investigación enumera una serie de
comportamientos del amor romántico: la otra persona adquiere un significado
especial; se presenta una “invasión de ideas” o pensamiento repetitivo del
objeto de amor, llegando incluso a abarcar la mayoría del tiempo; se presta
atención a los aspectos triviales del otro, se magnifican las características del
ser amado (cristalización3); incluso, si los encuestados eran conscientes de los
defectos del otro, los veían como algo único y simpático; se siente una intensa
esperanza e inseguridad en la relación, esta inseguridad se puede manifestar en
temblores, rubor, palidez, tartamudez, sudor, mareos, o las tan aclamadas
“mariposas en el estómago”; además, se incluye la timidez, el miedo al rechazo
y el entusiasmo por obtener reciprocidad como aspectos primordiales (Fisher,
1992, pp. 36).
___
3
Stendhal, mencionado en Ackerman (1994) extrae el término “cristalización” del recuerdo de
las formaciones de cristales en las minas de sal, en una mina de sal, cuando los mineros dejan
una rama por tres en un pozo abandonado, después la encontrarán incrustada de relucientes
cristales de sal. Lo aún más importante de esto es que, la rama original ya no puede
reconocerse.
28

Un fenómeno detectado en el enamoramiento es la atención concentrada exclu-


sivamente en el otro; incluyendo todos los hechos y cosas que se asocian con el
otro, constituye un pensamiento intrusivo y obsesivo. Se genera un tipo de per-
cepción distorsionada, como engrandecimiento del otro, se magnifican los
aspectos positivos o virtudes, y se minimizan los defectos. Estas características
del enamorado genera un tipo de marco socio-narrativo organizado: depen-
dencia del ser amado, una esperanza irracional, e incluso aún después de termi-
nada la relación años atrás, la esperanza para que la relación vuelva a resurgir
debe de permanecer; conexión o química sexual como parte fundamental y con
ello la exclusividad sexual, porque la relación de alguna forma es intocable y
por eso no puede ser mancillada por otros; generando, por lo tanto, celos, como
señal y prueba del amor. También se experimentar un amor involuntario e
incontrolable; este amor no se puede reprimir, y no se mantiene por algún fun-
damento lógico.
Sobre la duración del amor romántico según Tennov mencionado en Fisher
(1992), es de entre 18 meses a tres años, la razón es que la “pasión” se acaba y la
persona amada adquiere un “sentimiento neutral”, ya que el contacto con el
otro se vuelve regular y la intensidad disminuye (pp. 54).
Por último, Fisher (2004) agrega que el amor romántico es como “una pasión
extraordinariamente difícil de controlar ya que produce ansia, obsesión, com-
pulsión, distorsión de la realidad, dependencia emocional y física, cambio de
personalidad y pérdida del autocontrol” (pp. 206).

El amor romántico y el matrimonio

En muchas sociedades el matrimonio es el resultado del amor entre la pareja


(Georgas, Berry y Van de Vijer, 2006).
Cuando al matrimonio se le agrega el elemento del amor, se da paso al
nacimiento de la idealización romántica; es decir, en “el amor romántico” los
afectos y el amor espiritual, predominan sobre la atracción sexual, elevando a
un rango sagrado la unión entre los cónyuges (Rodríguez, 2006. pp.80).
Los mitos sobre el amor y la pareja tradicional más frecuentes según Bou
(2005) son: “el amor romántico siempre será el pilar que sostendrá la relación”,
“el amor es suficiente. Sabrá lo que yo quiero sin que se lo diga.”, “Con mi
pareja no voy a sufrir penalidades ni frustraciones. Todo lo bueno se va a poner
mejor. Lo malo va a desaparecer”, “Mi pareja siempre estará de mi parte,
29

siempre me será fiel y siempre será indulgente conmigo…hasta que entre en


conflicto”, “Somos inseparables y lo compartiremos todo”, “Me hará feliz”,
“Ella/el me dará: continua aprobación, apoyo y seguridad”, y por último “Te-
nemos las mismas expectativas acerca de la pareja” (pp. 121).
Por otra parte, Rougemont (1986) hace una diferenciación entre matrimonio y
romance, considera el matrimonio como algo hecho de costumbre, proximidad
y cotidianeidad; mientras que el romance es efímero y de breves excitaciones.
Por lo tanto, si alguien contrae matrimonio llevado por el romance, una vez que
éste se evapore será esperable que ante el primer conflicto cuestione sus moti-
vos para estar casado, presentándose así el riesgo de aceptar la primera oportu-
nidad para enamorarse de alguien más.
A pesar de que los cónyuges contraen matrimonio bajo los mandatos del amor
romántico, de la permanencia y del vínculo indisoluble, experimentan un dese-
namoramiento e insatisfacción conyugal con el paso del tiempo, el cual puede
distorsionar el compromiso.
Durante las primeras etapas de la relación, cada cónyuge le atribuye al otro sus
propias percepciones y cada uno sobreentiende que ambos piensan igual. Los
problemas surgen entonces cuando el otro no hace lo que se esperaba, desatan-
do las acusaciones, entre las más comunes podemos escuchar frases como “has
cambiado” o “ya no eres el mismo” (Bou, 2005. pp.121).
Una vez que los conflictos se instauran en la relación, uno de los cónyuges o
ambos comienzan a desilusionarse, dado que en el momento en el que contraen
matrimonio, lo hacen pensando que es “para toda la vida” (Fernández y Medi-
na, 2016).
Herrero (2005) señala, que también podría manifestarse esta desilusión con la
pareja después del matrimonio, porque al inicio de la relación uno de los miem-
bros realiza una identificación proyectiva del otro, quién acepta el lugar y el rol
que su pareja le confiriere, pero que, con el paso del tiempo, concluye que no
está cómodo en la relación).
Manrique (2009) en un tono crítico analiza la combinación entre matrimonio y
amor, señala que estos son de naturalezas distintas, el matrimonio es una insti-
tución social, pertenece al campo de lo público. Mientras que el amor es una
cuestión privada. Es decir, por una parte, la función principal del matrimonio es
generar familias, por ello el matrimonio debe de estar regulado para darle esta-
bilidad y conservarlo, necesario para el orden social; mediante dispositivos de
control, tanto legales como culturales. Matrimonio significa también dinero
30

por lo tanto posesión y exclusividad. Por otra parte, Manrique (2009) agrega
que “el amor pertenece a la lógica intersubjetiva, exige los nuevo, lo transgre-
sor, lo único, lo privado, lo pasional” (p.101). La seducción se convierte en uno
de las cualidades del amor, es un acto creativo, espontáneo y nutricio. Por lo
tanto, “la relación amorosa , sometida de forma sistémica a la conservación, a
la rutina a lo doméstico que toda familia necesita” (p.104) destruye la naturale-
za del amor; y agrega , “hasta que ya es tarde y, al fin, nos descubrimos casados
por interés, angustia, miedo a lo soledad, a la vejez”. (p105).
Contrastando con lo que dice Manrique, una investigación realizada (Fernán-
dez y Medina, 2016) con mujeres casadas tradicionalmente de clase media alta
con hijos menores de 15 años y otro grupo con hijos mayores de 15 años, tuvo
como resultado que siguen principalmente casadas por “lealtad a la familia
extensa vinculada a la creencia religiosa”, “estatus”, “tiempo invertido” y “los
hijos”, y como otro indicador pero no el más relevante: por amor.
Otros estudios sobre el matrimonio tradicional señalan que algunos de los prin-
cipales motivos que llevan a las parejas a contraer matrimonio son: para evitar
la soledad, adquirir mayor estabilidad económica y obtener reconocimiento
social. La idea de que vínculo es indisoluble genera algo de temor, aunque tam-
bién proporciona seguridad. Al estar casado es más difícil tomar la decisión de
separarse, a diferencia de vivir en unión libre (Rodríguez, 2001).
Rodríguez (2001) dice que la permanencia en el matrimonio se explica de dos
formas; la primera, el matrimonio es una estrategia para acceder a diversos
recursos como la estabilidad, la subsistencia económica, el amor, compañía,
sexo, etc.; y la segunda, porque ofrece un conjunto de principios de organiza-
ción de la vida.
En resumen, se desmitifica la idea de que el amor es la única motivación y
motor del matrimonio, aparecen otros aspectos que también son sustantivos
para tomar la decisión de casarse y continuar en el matrimonio. Aquí juegan un
papel importante otros imaginarios socio-culturales que han fundamentado el
matrimonio a través de la historia: la dote, la clase social, el patrimonio, la
etnia, el estatus, las coaliciones, el color de la piel, la religión y hasta la mutua
conveniencia.

CULTURA MACHISTA

Según Polanyi (1966), citado por Medina (2014), la cultura son todas aquellas
31

creencias, emociones, conductas y rituales dominantes aceptados, los cuáles,


se practican de forma tácita por una comunidad.
La narrativa cultural por ser tácita o se da por sentada como la “verdadera y
buena”, tiene un poder enorme en la construcción de realidades. Al respecto
Díaz-Guerrero (2008) señala que las premisas socio-culturales gobiernan una
gran parte de los sentimientos, ideas, relaciones jerárquicas, roles sociales y
familiares, así como las reglas de dichos roles. Por lo que Barnes (1998) men-
cionado en Medina (2014), señala que “la cultura es lo más tangible de cual-
quier otro aspecto social, y que influye en gran parte en la constitución del sí
mismo, organizando la experiencia de éste”. La cultura es constitutiva del sí
mismo, pero al participar en la cultura se contribuye a la constitución de ésta
(pp. 25).
En México, la cultura machista tiene un poder enorme, su fuente es el patriarca-
do y está íntimamente ligada a la religión católica, esta forma de vida se ha ins-
taurado en las narrativas y prácticas familiares y muchas veces sustentada por
las instituciones de gobierno mediante políticas sociales. (Medina, Núñez,
Castro y Vargas, 2013)
Cabe mencionar que le machismo tiene diferentes caras. Falicov (2010) estu-
dió el machismo en México, concluye que este tiene aspectos positivos y nega-
tivos; en los negativos se incluye violencia, egoísmo, falta de respeto, irrespon-
sabilidad y cobardía; en los positivos, responsabilidad, altruismo o generosi-
dad hacia la familia, responsabilidad, honor, respeto, generosidad y lealtad. Y
si a esto le añadimos la doble cara del machismo “control y seducción”, convir-
tiendo la relación, en una paradoja de códigos ambiguos que atrapa psicológi-
camente a las personas.
Otro factor que estimula la cultura machista en México es la religión católica
inflexible que promueve la familia nuclear machista. Esto ha propagado por
varias generaciones una estructura social rígida, en la que comunidades y fami-
lias basan su moral en un fundamentalismo arcaico con nula tolerancia a la
diversidad, por lo que rechazan, estigmatizan y, por lo tanto, excluyen otros
estilos de vida que contradigan su retórica del mito de la familia nuclear
machista universal (Medina, 2014, pp. 2).
Dentro de los códigos morales se construyen también contradicciones “para-
dójicas” que llevan a la hipocresía, es decir, se genera un escenario basado en la
mentira, el abuso, la evasión de la responsabilidad y la contradicción de los
valores. Un ejemplo, es que, por una parte, se rechaza el divorcio y las madres
32

solteras; mientras que existe indiferencia ante el maltrato físico y psicológico,


y al abuso cotidiano en las familias nucleares-machistas (Medina, 2014).
En este marco socio-narrativo del machismo aparecen como protagonistas
estelares por una parte, la identidad de la víctima autocompasiva, que explican
su malestar fuera de su propia persona, por lo que las inactiva a enfrentar sus
problemas de manera social. La adversidad es enfrentada con una retórica,
donde se apuesta todo a una plegaria, un milagro, la buena suerte, la voluntad
divina, o incluso al destino; orientando la responsabilidad de sí mismos a otros
(Medina, 2014).
Por otra parte, como parte del mismo escenario discursivo de la cultura del
machismo aparece la identidad del farsante, aquél que se rodea de víctimas
autocompasivas que le permite su propia existencia y supervivencia. Es otro
actor que funda su comportamiento en una doble moral, en la mentira, la simu-
lación, el engaño y en un egoísmo exacerbado. (Medina, 2014).

Género y matrimonio tradicional desde la cultura machista

Hablando de diferencias de género, en las últimas dos generaciones, en Méxi-


co, los roles, habilidades y expectativas de las mujeres han ido cambiando. Ha
aumentado su ingreso a las escuelas y universidades, su participación en el mer-
cado laboral y el uso de anticonceptivos; incluso, aunque paralelamente se han
dado constantes negociaciones entre los hombres y mujeres para acomodar sus
nuevos roles, la mayoría de los hombres continúan jugando sus roles tradicio-
nales, caracterizados por el machismo (Medina, 2013) mientras que las muje-
res ahora cumplen con doble rol: cuidado del hogar e hijos y sustento económi-
co.
En la cultura machista, podemos constatar una diferencia marcada en las con-
cepciones sobre el matrimonio con respecto al género; al respecto, Rodríguez
(2001) plantea que son las mujeres quiénes reclaman acerca del matrimonio; ya
sea presionando para casarse, o porque lamentan no haberlo hecho. Por su par-
te, los hombres muestran actitudes más favorables hacia la unión libre.
Las mujeres se interesan más sobre el tema del matrimonio porque lo toman
como un medio para independizarse de la familia de origen, así como un impul-
so para entrar a la edad adulta y madurar; además de que se ven beneficiadas
por el estatus económico, y mejoran su nivel de vida (Rodríguez, 2001).
La necesidad de contraer matrimonio para “el logro de autonomía e indepen-
33

dencia es más determinante para la mujer que para el hombre” (Rodríguez,


2001. pp. 172). Además, entran en juego otros factores que hacen que el matri-
monio tome tanta importancia para las mujeres, como el estatus económico y el
nivel de vida; por ejemplo, a través del matrimonio, la mujer puede garantizar
sus recursos, y tener mayores probabilidades de mantenerlos o incluso incre-
mentarlos (Rodríguez, 2001).
En el contexto mexicano, si una mujer permanece soltera, se piensa que ésta
debería quedarse a vivir en casa de sus padres y no se esperaría que fuera dueña
de su vida, es decir, no podría tomar sus propias decisiones o para hacerlo ten-
dría que apoyarse en sus padres o hermanos, como si no pudiera hacerlo sola
(Rodríguez, 2001). No se puede dejar de lado el tema del “sentido de vida” que
resulta de gran importancia para las mujeres, quienes creen que el matrimonio
les proporcionará uno. Además, culturalmente existen creencias de que las
mujeres que permanecen solteras “desperdiciaron su vida” o no se “realiza-
ron”, tuvieron una “vida inútil” y llena de “soledad y tristeza”, lo que promueve
la estigmatización y el deseo por casarse (Rodríguez, 2001. pp. 176). Por lo
tanto, un factor determinante en la necesidad de casarse por parte de las muje-
res, es la de evitar la estigmatización y rechazo de la unión libre y/o de la solte-
ría (Rodríguez, 2001).
Incluso, las mujeres “están comprometidas con el matrimonio por cuestiones
culturales y materiales que se entretejen y sustentan su mayor atracción hacia
este modo de vida” (Rodríguez, 2001. pp. 175).
El hecho de que las mujeres se muestren tan interesadas en el tema del matri-
monio es porque el entorno social desempeña un papel importante ya que “la
mujer percibe la existencia de un entorno cultural y social que le exige que esté
casada, que estigmatiza a la mujer que permanece soltera y a la que vive con un
hombre sin casarse” (Rodríguez, 2001. pp. 177).

LEALTADES FAMILIARES

La palabra “lealtad” por su etimología proviene de la voz francesa <<loi>> que


significa “ley”, lo cual “implica actitudes de acatamiento a la ley” (Boszormen-
yi-Nagy y Spark. pp.66).
La lealtad como actitud individual abarca la “identificación con el grupo,
auténtica relación objetal con otros miembros, confianza, confiabilidad,
responsabilidad, debido compromiso, fe y firme devoción” (Boszormenyi-
34

-Nagy y Spark. pp.67).


Los sistemas de lealtad pueden estar conformados por la colaboración de sus
miembros, sus formulaciones cognoscitivas o por los mitos gestados por las
familias. No siempre las “lealtades” son visibles fácilmente, pueden
permanecer disfrazadas hasta el momento en que “deban” surgir, por ejemplo,
ante la amenaza de desvinculación de algún miembro.
Las personas pueden mostrarse leales hacia un grupo por dejarse llevar por la
coerción externa, su interés por pertenecer al grupo, y por sentimientos de
obligación, ya sea de manera consciente o inconsciente.
Los vínculos de lealtad participan como medios de existencia relacional, su
función es la supervivencia del grupo, asegurando la permanencia de sus
miembros.
La lealtad hacia un familiar comienza cuando la persona siente e interioriza que
le “debe” algo a su progenitor o que debe de cumplir con una expectativa de sus
padres; incluso, estos sentimientos de “deuda” se pueden transmitir a otras
generaciones con el afán de seguir pagando dicha deuda o de continuar
satisfaciendo las expectativas.

Lealtades familiares y el matrimonio

Las parejas conciben el matrimonio como un vínculo permanente, por


creencias de integración familiar y de la importancia de la parentalidad en la
educación infantil. Existen muchas creencias populares que afirman que una
familia integrada ayuda a evitar problemas en los hijos como alcoholismo,
drogadicción, delincuencia, suicidios, entre otros (Rodríguez, 2001).
Un aspecto importante que menciona Rodríguez (2001) es que las mujeres
suelen experimentar una presión para contraer matrimonio debido a que son
instigadas por sus madres, promoviendo la necesidad de casarse; incluyendo,
la desaprobación ante la unión libre o la soltería. Las hijas responden a esta
instigación presionando a los novios para casarse y negándose rotundamente a
cualquier otra forma de convivencia, como la unión libre.
Los padres de los cónyuges ejercen una presión (en su mayoría de forma
implícita) para que los hijos se mantengan en el matrimonio (Fernández y
Medina, 2016). Por lo regular la presión es hacia las mujeres, como parte de la
cultura machista y la ideología católica, dichos y expresiones comunes para
una mujer que no se ha casado en un rango de 20 a 30 años son: “te vas a quedar
35

a vestir santos”, “ya no vas a tener edad para tener hijos”, “se te va pasar el
tren”. La narrativa se concentra en casarse, no importa con quien, y cómo, siem-
pre y cumplas con el ritual. Estimulando un maquiavelismo con consecuencias
terribles: “el fin justifica los medios”. Y si tienen más de 30 años y no se ha
casado se le estigmatiza: “eres la quedada”, “ya te quedaste para monja”,
eres la cotorra de la casa”, etc. Generando malestar en la mujer.
En algunos casos la lealtad de la familiar de origen sigue operando después de
casarse. Independientemente si eres feliz o no, si existe maltrato, abuso u otros
problemas, lo importante es que sigas casada, porque para este tipo de familias
tradicionales pesa más el divorcio que el bienestar de la hija o hijo.

El divorcio y su impacto en el matrimonio tradicional

Con una cultura dominante machista, nutrida por la Religión Católica y ejerci-
da por la familia de origen, se realizan innumerables esfuerzos para evitar el
divorcio, incluso cuando en el matrimonio está plagado de malos tratos, abuso,
infidelidades y otras ofensas; culturalmente, el divorcio es más insultante y
grave, que éstos problemas. Abonando a la hipocresía como forma de vida.
(Medina, 2013).
En las sociedades machistas el divorcio es concebido como algo negativo para
ambas partes, aunque como tal como lo revisamos arriba, conlleva una carga
mayor de estigma para las mujeres, afectando en su desarrollo y salud; incluso
puede llevarlas a ellas y a sus hijos a vivir situaciones de exclusión social,
laboral y escolar. Pero es el rechazo de la familia extensa la que conlleva una
mayor carga emocional, que conduce en muchos casos a expresarse el malestar
personal mediante un síntoma (Medina, 2013).
En este escenario machista, aunque el divorcio se haya firmado legalmente. Se
observan dos prácticas narrativas comunes. Por una parte, el hombre abandona
a sus hijos tanto en lo económico como en lo relacional, es decir se consuma un
divorcio con toda la familia, un tipo de todo o nada. Este abandono es
potenciado por una precaria política de protección a la familia del estado,
aunado a un sistema legal impune. Las cifras corroboran este dato: una de cada
tres familias en México se encuentran sostenidas por el trabajo de las mujeres
solas. Sólo el 32.5% de los padres que se encuentran fuera del hogar aportan la
pensión alimenticia de sus hijos; y sólo el 15% de éstos participa en su
educación, lo que deja a las madres, en un estado de sobre carga económica y
36

emocional, apelando a la buena voluntad del padre. Existen más de cinco


millones de madre solas en México, por lo que no existen las políticas públicas
suficientes para intervenir en esta situación (Lujambio, 2009).
Por otra parte, otro fenómeno común es que después del divorcio continúan las
peleas entre las parejas, en especial, se genera un control sobre la mujer,
mediante las negociaciones de la manutención y el cuidado de los hijos, es
decir, el divorcio nunca se consuma emocionalmente. (Medina, 2013).

CONCLUSIONES: EL MALESTAR DE LA PAREJA TRADICIONAL

1) Como parte de la narrativa dominante del matrimonio tradicional “para toda


la vida”, se da por sentada su durabilidad; ante esta idea de eternidad, se pueden
presentar una serie de fenómenos relacionales que paradójicamente deteriora
el amor. Se reduce el deseo, el interés y la seducción por la pareja, que a
mediano y largo plazo conduce al aburrimiento y rutina. Por otra parte, se
podría generar violencia, maltrato, infidelidad, indiferencia, etc., por lo regular
por el hombre, gracias a la idea de que pase lo que pase, no hay cabida para la
separación. Y otro fenómeno común, relacionado con la confusión entre amor
y apego, se puede generar miedo de pérdida en uno de los cónyuges, por lo que
aplica estrategias de control y maltrato de parte del varón, o chantajes y
triangulaciones regularmente por la mujer. ( Linares, 2002).

2) La inclusión de los hijos como parte del amor pleno entre una pareja, es una
ficción que complica aún más el fetiche y el mito de la pareja feliz. Esta unión
triangular conlleva sus propios males que todos conocemos (Linares, 2015). Se
constituye una narrativa ambigua en torno al amor de la pareja y los hijos,
confundiendo ser buen padre o madre con el amor a la pareja. Existe el mito
social de que el matrimonio funciona como un “protector” contra el
sufrimiento de los hijos (Delsing, 1995). Se produce un tipo de ceguera, la
pareja cree que sus hijos no se dan cuenta del divorcio emocional. Y lo más
interesante, creen que eso es un acto de amor a los hijos, un verdadero
sacrificio.

3) El desamor en la pareja tradicional no necesariamente lleva a la separación.


Aparece un fenómeno que es un tipo de divorcio emocional intramuros –cada
quien duerme en su cuarto y no existe intimidad ni cuidado por el otro-. Viven
37

juntos, pero no se hablan, viven en la misma casa, pero están más separados que
nunca. Toda la brillante estrategia está basada para aparentar ante los demás,
principalmente ante la familia extensa, en el trabajo, en la escuela, en la iglesia,
o porque se está pelando el pedazo de ladrillo que les toca y ninguno de los dos
cede, por lo que decidieron seguir viviendo “juntos hasta que la muerte los sepa-
re”.

4) Este fenómeno, según Marshall (2006) conduce a la muerte psicológica de la


pareja, un tipo de “muertos vivientes”, a esto le denomina “matrimonios zom-
bis: “perfectos por fuera, muertos por dentro”. Marshall (2006) señala que este
tipo de parejas adolecen de dirección, deambulan, sin pasión, pensamientos, es
rutinaria, aburrida, sin diálogo y sin sentido. Están juntos, pero no van a ningu-
na parte. Se pueden gritar ocasionalmente, pero no hay argumentos en la discu-
sión, sino reclamos, sin contactar en su emociones, son indiferentes tal y como
los muertos vivientes.

5) La institución del matrimonio es un acto social y público, mientras que el


amor es privado (Manrique, 2006). La mezcla de estos dos campos ha conduci-
do a una serie de fenómenos sobre el matrimonio que no logra acoplarse para
fortalecerse mutuamente. Precisamente por las interferencias ideológicas y
culturales como el romanticismo, el machismo y las lealtades familiares. Dema-
siadas interferencias para el amor. En el plano psicológico “el amor eterno” y el
“matrimonio para toda la vida” son trampas psicológicas. Estas expresiones
están hechas de paradojas que inactivan el propio acto de amor. El amor es
espontáneo, privado, no puede ser pedido, obligado y mucho menos por terce-
ros, estos mandatos o la propia institucionalización del amor, lo inactiva, lo
conflictúa, aniquila y se desvanece.

6) Por último, Shotter (1998) habla de la construcción de la realidad desde los


imaginarios –en este caso la pareja y la familia tradicional-. Este imaginario
compartido genera un marco socio-narrativo organizado, o forma de vida parti-
cular alimentado de creencias culturales, pero real. Desde donde el malestar
encuentra su construcción y sentido. Este se integra en la identidad de las pare-
jas, por ello no sabrían cómo ser distintas, aunque se sientan profundamente
insatisfechas.
38

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Capitulo 3

BUENA CONVIVENCIA EN LA SEPARACIÓN


O TERAPIA POST CONYUGAL

Marcelo R. Ceberio
Universidad de Flores, Argentina
Escuela Sistémica Argentina, Argentina

La pareja humana puede ser considerada el germen de la familia. De ese


intercambio electivo que realizan dos personas que tratan de complementarse,
surge una unidad: la pareja. Campo y Linares (2002) señalan que una pareja se
conforma cuando dos personas procedentes de familias distintas toman la
decisión de conformar un vínculo afectivo, para compartir juntos un proyecto.
Esto incluye intercambiar mutuamente actividades, situaciones, economía y
demás elementos de importancia, en un espacio que excluye a otros y que a la
vez interactúa con el entorno social.
Compartir un proyecto común, estaría íntimamente relacionado con la idea de
compartir expectativas con respecto al futuro. Aunque también la pareja debe
construirse como un proyecto de interdependencia, es decir, dos personas que
comparten pero no pierden su individualidad. La pareja no comparte todo, hay
cosas (actividades, gustos, lugares, salidas, etc.) personales que no se pueden
compartir en pareja pero si con otras personas. Este casi precepto, es de difícil
aceptación en las parejas que se sitúan en polaridades independencia-
dependencia –o estas conmigo o estás solo-. Posición desde la cual puede
emerger un camino irreversible hacia la separación si no hay acuerdo en la
filosofía de la relación.
Compartir un proyecto consolida el vínculo y, por ende, el futuro de la relación
(aunque no lo asegura) y diferencia a una pareja de un simple encuentro
esporádico. Los novios son pareja aunque no vivan en la misma casa. El
requisito indispensable para la consustanciación de la pareja es que piensen un
futuro en común, donde cada uno de los miembros de la pareja siga valorando
42

lo que el otro le complementa, donde ambos se retroalimenten.


Otra característica de la pareja es el carácter de exclusividad, es decir, en donde
los otros quedan excluidos, aunque sus miembros interactúan con el medio. La
pareja humana es una institución que debe contar con bases sólidas para que le
permita consolidarse con el paso del tiempo. Es una de las relaciones más
intensas que se puede establecer, constituyendo la única comunidad de máxima
significación fuera de la familia de origen (Campo y Linares. 2002). En la
familia de origen se encuentra no solo un lazo de amor, sino fundamentalmente
un lazo de sangre, el vínculo viene otorgado por las circunstancias biológicas y
de crianza. La pareja es un proceso de co-creación en donde se ensamblan los
mandatos, estilos relacionales, funciones, creencias, etc., de dos familias de
origen encarnadas en cada uno de los miembros de la pareja, ensamble que cul-
mina en la laboriosa acomodación de dos identidades individuales, aunque
portavoces de sus propias familias. Los integrantes negociarán, tácita o explí-
citamente la primacía de aquello que traen de cada familia de origen. Así con-
formarán la pareja y la próxima familia creada cuando aparezcan los hijos.
Cuando dos personas forman una pareja, integran un sistema de alta compleji-
dad. Ambos, como adultos aportan a la relación enormes potenciales de pensa-
miento, estilos emocionales y acciones más o menos sistematizadas, y que inte-
ractúan entre sí en un tiempo presente, en convergencia con la historia personal
de cada uno, sino que lo hacen con cada uno con sus respectivos pasados, car-
gados de recuerdos y experiencias. La pareja no se construye en el vacío, sino
en interacción con otras figuras significativas. (Campo y Linares. 2002). La
impronta de figuras parentales identificatorias tanto en los contenidos de la
figura masculina y femenina, como en los estilos relacionales personales de
pareja, parental y conyugal, eligen a sus integrantes representativos de la fami-
lia de origen por oposición o adhesión. Esto da como efecto que una pareja es el
resultado de la interacción de dos figuras reales y cuatro fantasmas: los padres
de ella y los padres de él.
La pareja es un vínculo que se construye cotidianamente en donde ambos miem-
bros se implican mutuamente para que éste vínculo afectivo sea duradero. Un
vínculo complementario donde se conjugan tradiciones, costumbres, códigos
familiares que aportan a la relación y deben articularse con el otro para lograr
una armonía. Esto está íntimamente relacionado con la aceptación del otro, con
sus aspectos positivos o negativos (que no son positivos o negativos en sí mis-
mos sino para la persona que realiza la elección y se enamora), ya que no se
43

trata del amor como una idealización del otro, como de hecho sucede en las
etapas primeras de la relación, sino de una aceptación madura.
Sostener una relación de pareja puede entenderse como todo un desafío para las
personas “singles”. Un desafío a la intimidad, a compartir el propio territorio,
al egoísmo y la generosidad, a la entrega o la defensa. La constitución de una
pareja ha variado tanto como han variado los ciclos evolutivos. La esperanza de
vida en el mundo, de acuerdo a los datos que proporciona la Organización Mun-
dial de la salud (2013) muestra a 33 países con Japón a la cabeza, cuyo prome-
dio de deceso va de los 84 a los 80 años. La longevidad, no necesariamente
implica la mejora de la calidad de vida, pero muestra los avances tecnológico-
médicos y una farmacología de avanzada, que hacen que la tercera edad no sea
el último tramo de la vida, sino que se estructure una “cuarta edad” a partir
aproximadamente de los 75 años. Al final de cuentas, “la sociedad crea los
instrumentos que curan los mismos males que ella produce”. Estrés, cardiopa-
tías, enfermedades autoinmunes, trastornos gástricos, colon irritable, entre
otras, son los síntomas resultantes que imponen los ritmos de vida actuales.
(Ceberio 2013).
Esta nueva vejez es donde los mayores tienen una actitud más juvenil, ya que
hace 30 años atrás se encontraban esperando la muerte y hoy se encuentran
planificando el futuro. Este cambio en este período conlleva una modificación
del resto de ciclos evolutivos, la pubertad se ha transformado en adolescencia y
los adolescentes alcanzan los 22 años y más, por ende, los adultos retardan su
proyecto de pareja y matrimonio, con el problema que genera el hecho de que el
ritmo biológico marca la pauta de maternidad límite. En síntesis, toda una
nueva estructura que modifica la organización de la sociedad misma. En un
estudio de hace más de diez años atrás, describimos alrededor de 40 indicado-
res que comparaban lo que se llamó “Viejas y nuevas estructura familiares”
(Ceberio. 2011 - 2013), que bien puede aplicarse a los estilos y características
de la pareja.
Hasta la década del 50, se era adulto a la edad de 22 años -hoy adolescentes tar-
díos-, en que los hombres contraían matrimonio y los matrimonios eran largos
por la temprana edad del enlace y con numerosos hijos. Hoy se inician tarde, la
longevidad y la clase media opta por el límite de dos hijos. La conformación de
la pareja y las funciones masculinas y femeninas, han variado en su concep-
ción: desde la cantidad de hijos, la asimetría en uno de los hombres (hombre
autoritario/mujer sumisa), la atención del bebé, hasta el trabajo fuera de casa de
44

la mujer, entre otras diferencias.


Si la familia es considerada el núcleo de la sociedad y una matriz de intercam-
bio donde se cuecen a fuego lento desde creencias centrales, estructura de sig-
nificados, funciones, identidad, etc., y se constituye en uno de los pilares prin-
cipales de la vida psíquica de las personas, para cada uno de los miembros de la
pareja, la familia será siempre la matriz, el baremo, el patrón de referencia. Es
la familia, la que provee a cada uno de sus integrantes un sentimiento de identi-
dad independiente que se encuentra mediatizado por el sentido de pertenencia.
Desde esta perspectiva, una pareja puede ser definida como un sistema confor-
mado por dos personas, voceras de 2 sistemas que fueron conformados, a su
vez, por 4 sistemas que, a su vez, fueron constituidos por 8 sistemas, así en una
relación geométrica “ad infinitum”. Linares y Campos (2007) definen a una
pareja como dos personas de igual o distinto sexo, procedentes de dos familias,
que instauran un vínculo con proyecto y objetivos comunes e intentan trabajar
en equipo (apoyo, motivación) en un espacio propio que excluye a otros, en
interacción con el entorno.
Esta descripción demarca claramente las fronteras de la consolidación de una
pareja a la que cabría agregarle que ambos cónyuges son portadores de pautas,
normas, cultura, funciones, códigos, mandatos, valores, creencias, significa-
dos, ritos, estilos emocionales y procesos de información, etc., que es lo que
trae cada uno de los integrantes en su maleta y que está dispuesto con mayor o
menor resistencia a intercambiar y acordar. De la sinergia de todos esos compo-
nentes que trae cada uno a la relación, se construirá una pareja. Es decir, de la
misma manera que en el proceso de individuación familiar, del somos vamos a
constituir al ser, en la construcción de la pareja “del ser vamos al somos”. Es
decir, lo que cada uno aporta a la relación (propiedades y atributos) conforma
una pareja con identidad propia, la identidad de pareja.
Si bien, un integrante puede tener algunas de sus propiedades en común con el
partenaire, por lo general existe la complementariedad. Es decir: Que tienes tú
que no tengo yo, que tengo yo que no tienes tú. En esta matriz relacional radica
la esencia del vínculo. No obstante, estas mismas diferencias que dan la estoca-
da en la elección, pueden ser categorizadas en el paso del tiempo como antago-
nismos y fuente de reclamos de un partenaire a otro, exigiéndole ciertas carac-
terísticas que nunca tuvo. Esto puede dar lugar a descalificaciones, agresiones
y diferentes tipos de defensas donde uno de los cónyuges se halla desacreditado
por el otro. Pero esta distinción se establece desde la interacción, es decir, desde
45

el pragmatismo relacional, cabe preguntarse como surge entonces el amor de


pareja.

Oh! l´amour

Una de las características distintivas de la pareja humana con otras parejas ani-
males es el amor. Muchos han sido y son los autores que han intentado definir al
amor. Románticos, poetas, científicos, artistas, terapeutas, se han embarcado
en semejante tarea, imponiendo desde sus modelos de conocer las más disími-
les descripciones. Es cierto, que como la mayoría del repertorio de términos
abstractos, el amor resulta sumamente difícil de explicar, más aún cuando se
apela a recursos racionales o que competen a la lógica.
Tratar de traducir al amor a significaciones racionales e imponerle, si se quiere,
una cuota de lógica, puede sumergirnos en una profunda complicación, puesto
que el amor no posee fundamentos lógicos y racionales (Maturana. El amor es
un sentimiento que emerge poderoso de las fauces del sistema límbico. No se
elabora en el hemisferio izquierdo, aunque a veces se intentan evaluar cuáles
fueron las características, particularidades o actitudes por la que una persona a
enamorado a otra. Es, entonces, cuando el amor se piensa. Pero se piensa cuan-
do ya se halla instaurado. O cuando se duda. Cuando no se está convencido que
el sentimiento hacia el otro es el amor. El partenaire enamorado, siente y con-
vierte en acciones que tratan de ser consecuentes y coherentes con ese senti-
miento. Y el amor, eso es, un sentimiento. A diferencia de la emoción que es
intempestiva, inmediata, el sentimiento involucra variables emocionales, cog-
nitivas y pragmáticas y un factor fundamental: el tiempo, que es el encargado
de ejercer las tres variables anteriores.
Aunque en ocasiones, el amor se confunde con otras emociones. Estar enamo-
rado no es estar entrampado, enlazado, atrapado, cazado, enganchado, apresa-
do, ligado, pegado, absorbido. Esas son falsas concepciones del amor, son sen-
timientos y emociones que confunden y que tienen su progenie en enlaces psi-
copatológicos, disfuncionalidades comunicacionales, engarces de tipos de
personalidad. En el amor siempre hay una cuota de pasión. Pero la pasión no es
obsesión; la pasión motiva, la obsesión agota, la pasión promueve pasión, la
obsesión asfixia, la pasión entusiasma, la obsesión enloquece, la pasión atrae y
la obsesión genera rechazo.
Básicamente, entonces, afirmamos que el amor no es una palabra, sino un
46

acto, es decir, el amor no tiene definición precisa sino que es definido en el seno
de la pragmática mediante acciones que conllevan interacciones. Un ser huma-
no traduce en gestos, movimientos, acciones, palabras o frases, orales o escri-
tas, en la necesidad de hacer saber al otro y de transmitirle ese afecto profundo.
Transmisión que encierra la secreta expectativa de reciprocidad amorosa, de
complementariedad relacional que produce en el protagonista el saber que no
está solo en semejante empresa (el amar sin ser amado es una de las causales
más frecuentes de la desesperación). Transmisión que busca la creencia de una
seguridad. Una utópica seguridad, tanto, que la búsqueda de reaseguramiento
amoroso hace que se descuide el presente de amor en pos de reafirmar el futuro
hipotecándolo. Y ese descuido, posee lamentables consecuencias cuando la
mirada preocupada se centra en adelante y no en mientras y durante.
En el amor, en ese complejo neurohormonal y de neurotransmisores, emocio-
nes y cogniciones e interacciones, las palabras fluyen en armonía y también con
miedo al rechazo donde se mueven los estantes de la seguridad. Las frases se
impostan casi poéticamente, adquieren cadencia, un ritmo especial, una
impronta seductora impregna las palabras. La gestualidad se modifica. La
mímica es más sutil y los movimientos se suavizan y enllentecen. Los ojos se
entrecierran, la boca se mueve más provocadoramente y las miradas de los par-
tenaires, retroalimentan todo este juego (Miret Monsó.1972, Ceberio. 2009).
Todo un complejo comunicacional que intenta cautivar y seducir al otro en pos
de generar unión amorosa. La atracción y seducción entonces, muestran un
interjuego de todas estas particularidades en donde ambos partenaires intentan
cautivar al otro, mostrando de manera para nada inocente qué es lo que necesita
el otro que yo tengo para ofrecer.
El crecimiento del vínculo, léase el conocimiento del otro en sus valores, gus-
tos, virtudes y defectos, etc., genera una complementariedad que permite el
lento avance hacia la conformación de una familia. Pero la génesis de una
buena relación de pareja se halla, entre otras cosas, en estar con el otro de la
misma manera y la misma libertad que cuando estamos con nosotros mismos.
No obstante la pareja es un gran enigma, de hecho como lo es el sentimiento
amoroso. ¿Porque un ser humano elige a otro y se enamora?: A esta pregunta
cabría responder desde multiplicidad de modelos y puntos de vista y cada uno
de ellos poseerían diferentes formas de explicarlo con buen tino de comple-
mentariedad. De todos modos tampoco responderían objetivamente y menos
con criterios de verdad a tal enigma, solamente teorías que expresarían el abas-
47

tecimiento en la incertidumbre.
Es cierto que la relación complementaria se produce como un fenómeno-base
que muestra que una pareja se elige como pares complementarios cognitiva y
emocionalmente: Veo en el otro aquellas cosas de las que adolezco y que me
muestran lo que me falta, a la vez siento y me expreso emocionalmente de mane-
ra diversa que mi pareja. Estas mismas diferencias se cuecen en la dinámica de
las interacciones en donde los niveles de acción se entretejen alternativamente
y con características y peculiaridades de cada interlocutor. Hasta neuroendo-
crinamente son hormonas complementarias tanto los estrógenos como los
andrógenos y nuestro cerebro anatómica y químicamente dista del cerebro de
nuestra pareja conformando tanto el cerebro femenino como el masculino, un
solo cerebro: el cerebro de pareja.

Toxicidades relacionales

El trabajo terapéutico con parejas, es un trabajo terapéutico fascinante pero


sumamente complejo. Quien se jacte de ser un buen terapeuta encontrará en el
tratamiento de parejas, un verdadero desafío: no por las dificultades que ofrece
las problemáticas, sino el cómo se transmite la información.
La comunicación es un fenómeno complejo y en una pareja como grupo de dos,
se instauran una serie de vicios relacionales, supuestos, confusiones que, de no
metacomunicarse, se sistematizan y crean arrolladores efectos dominó que
provocan desgastes que horadan la relación hasta destruirla.
Un hombre le intenta transmitir su construcción ideacional a su mujer. Para
lograr expresarla en una construcción sintático-semántica del mensaje, depen-
derá de obstáculos y facilitadores del contexto (lengua, retórica, aspectos ana-
lógicos de interlocutor, tranquilidad o alteración del contexto, entre otros). Su
mujer recepciona esta información, más bien, construye ideacionalmente algo:
una codificación (puesto que solo se decodifican los símbolos de la lengua) a la
que le confronta una construcción ideacional que intentará responder mediante
una estructura sintático-semántica del su mensaje. Así en un feed-back perma-
nente. Como se verá la mujer se contesta a sí misma, puesto que se responde a
su propia construcción ideacional.
A todo este proceso se le debe agregar el lenguaje paraverbal con todo un
impacto de gestos, movimientos, posturas, cadencias, ritmos, etc. Con lo cual
se acrecienta la complejidad y la posibilidad de complicación. El emergente de
48

supuestos es un mecanismo prototípico, donde se otorga per se la codificación


que uno realiza del interlocutor y responde a ella sin realmente confirmar si lo
que se recepcionó es lo que intentó transmitir el otro. Mas grave es la situación
en donde se monta el supuesto sobre la estructura del mensaje: el interlocutor
cree que lo que el otro va a responder es lo que previamente intuye por el cono-
cimiento que posee del otro. Cuando responde, responde de manera directa
hacia su supuesto, desconcertando a su interlocutor. La metacomunicación o el
comunicar sobre lo comunicado como acto aclaratorio, bien puede ser una
cuña que suprime el supuesto, aunque pocas veces se utiliza dejando paso a la
profecía autocumplidora (Watzlawick 1988).
Como se observa este mecanismo de forma de desarrollar el acto comunicativo
excede la pareja, pero hace blanco profundo en dos personas que llevan tiempo
de relación. La comunicación humana es un acto interactivo de construcciones
que se retroinfluencian: construcciones de mensaje que son producto de cons-
trucciones ideacionales que se colocan en construcciones de mensaje.
Existen diferentes tipos de parejas, como lo expresa la siguiente lista recabada
por la investigación en LINCS (1), de la experiencia de una serie de especialis-
tas de pareja que van de la pareja simple, hasta un entramado complejo que
involucra a otros miembros.

Parejas heterosexuales: Noviazgo. Matrimonio. Convivientes. Con


un hijo. Con dos hijos. Con tres o más hijos.

Parejas homosexuales: Parejas de dos hombres. Parejas de dos muje-


res. Noviazgo. Matrimonio. Convivientes. Con hijos de matrimonios
anteriores. Con hijos por “alquiler de vientre”.

Parejas a distancia: Vía skp, chats, etc. sin conocimiento en vivo. Vía
skp, chats, etc. Con conocimiento en vivo esporádico. Convivientes
esporádicos.

Tipo de unión de Parejas: Convivientes (desde inicio, paulatino o “sín-


drome del cepillo de dientes”, decidido y explicitado, decidido tácito).
Casamiento. Matrimonio con diferentes cuartos. Matrimonio con dife-
rentes casas.
49

Parejas ensambladas: Con hijos de ambos de parejas anteriores. Con


hijos del hombre de parejas anteriores. Con hijos de la mujer de parejas
anteriores. Sin hijos de parejas anteriores. Con hijos comunes. Combi-
naciones de los puntos anteriores

Parejas de tres integrantes: Parejas heterosexuales sostenidas con un


amante heterosexual del hombre. Parejas heterosexuales sostenidas
con un amante heterosexual de la mujer. Parejas heterosexuales soste-
nidas con un amante homosexual. Parejas homosexuales sostenidas por
amante homosexual de alguno de los integrantes. Parejas homosexua-
les sostenidas por amante heterosexual de alguno de los integrantes.

Parejas de cuatro o más integrantes: Parejas heterosexuales sosteni-


das por amantes “fijos” heterosexuales de ambos. Parejas heterosexua-
les sostenidas por amantes ocasionales heterosexuales de ambos. Pare-
jas heterosexuales sostenidas por relaciones heterosexuales ocasiona-
les del hombre. Parejas heterosexuales sostenidas por relaciones oca-
sionales de la mujer. Parejas homosexuales sostenidas por relaciones
homosexuales ocasionales o fijas de ambos. Parejas homosexuales
sostenidas por relaciones heterosexuales ocasionales o fijas de ambos.
Swinger.

Parejas mixtas: Diferente nacionalidad, religión, raza, etc..

Parejas con diferencias de edad y ciclos evolutivos (a favor del hombre


o de la mujer). Menor de 10 años. Excede los 10 años. Excede los 20
años. Excede los 30 años. Excede los 40 años.

Parentalidad en la pareja: Parentalidad tradicional. Mujer single.


Hombre single. Parejas homosexuales

Como se observa en la información precedente, hay variaciones en las formas y


dinámicas de relación de pareja que la llevan a tipificar de diferentes conforma-
ciones. Más de una oportunidad esos dos integrantes que comparten su vida
hace muchos años, se encuentran relatando anecdóticamente el problema pero
ofreciendo versiones en las que parece que han vivido momentos, historias,
50

experiencias, abrumadoramente diferentes. Es decir, tal cual fuesen dos situa-


ciones completamente distintas aunque con alguna arista que se comparte –en
el mejor de los casos-.
En un trabajo exploratorio de terapia de pareja se ha recopilado una serie de
dinámicas relacionales disfuncionales que se llamó Los juegos del mal amor,
juegos que llevan a que una pareja se autodestruya en el intento de resolver pro-
blemas o mejorar la pareja y se obtiene el resultado contrario. (Ceberio en Egui-
luz 2007; Ceberio 2012). Es decir, la pareja aborta sus capacidades, se descali-
fica (tanto sus integrantes en manera personal, como hacia el otro), con la con-
secuente frustración, angustia, hipersensibilidad (…) y con una alerta paranoi-
de a la posibilidad de ataque del otro, se encuentra inmersa en la intolerancia y
las emociones de angustia, bronca y tensión que son moneda corriente en la
relación (R. Ceberio 2007).
En el desenvolvimiento de estos juegos se observaron, a su vez, una serie de
coreografías disfuncionales (o funcionales a la destrucción de la relación) que
se originan tanto en los aspectos de contenido como de relación –de qué y el
cómo- (P. Watzlawick, J. Beavin y D. Jackson. 1981) y se sintetizan en cuatro
niveles que describen niveles lógicos de complicación de la complejidad:

Complicación 1: está estructurado en una complejidad doble, donde


tanto el contenido como el estilo relacional son el problema. Son pare-
jas que no poseen un pronóstico alentador, dado que se dan pocas
opciones para encontrar un umbral de acuerdo. Las irreconciliables
diferencias, son irreconciliables porque el estilo conversacional está
soportado en rivalidades, descalificación y competencia, razón por la
cual, la convergencia es utopía.

Complicación 2: sostenido por una complejidad simple, donde el con-


tenido no es problemático pero sí el estilo relacional. Son esas parejas
que después de escucharlos discutir, nos preguntamos ¿porqué están
discutiendo si están hablando de lo mismo?. Poseen muchos puntos de
convergencia en sus puntos de vista acerca de diferentes aspectos de la
vida, pero un estilo relacional confrontativo lleva a escalar simétrica-
mente de manera frecuente haciendo honor a la alegórica frase que dice
No se de que se trata pero me opongo.
51

Complicación 3: también es de complejidad simple. Aquí el contenido


es el problema y estilo relacional no. Son de buen pronóstico. Son pare-
jas que si bien poseen formas de pensar la vida de acuerdo a perspecti-
vas diferentes, con respecto a valores, gustos, creencias, ideología, etc.,
pero tiene una forma de intercambiar información que respeta los pun-
tos de vista del otro, que intenta reflexionar e incorporar la información
del partenaire aprendiendo.

Complejidad 4: es una complejidad simple que no se transforma en


complicación, donde el contenido no es problema y estilo relacional
tampoco. Estas parejas no asisten a consulta, son funcionales y equili-
bradas en la resolución de las diversas alternativas de su experiencia.

Son numerosos lo juegos nocivos en las relaciones de pareja. Algunos, de una


burda simpleza, generan un arrollador dominó en dirección al desorden emo-
cional. Un gesto sencillo conlleva una acción a la que puede atribuírsele
semánticas equivocadas (malas interpretaciones). Una acción implica una inte-
racción y de allí en más toda una coreografía que puede exceder el marco de la
relación e involucrar a otros miembros. Esta reacción en cadena está sostenida
en las soluciones intentadas fracasadas, que de no ser colocada una pauta solu-
cionadora que detenga la reacción, se estructura desde el error hacia la dificul-
tad, que en la medida que no es resuelta se transforma en problema.
En la medida que el problema se sostiene en el sistema, es transformado en sín-
toma que afecta a todo el sistema y, a su vez, es el sistema que ha construido el
síntoma. Entonces no solo es el síntoma, sino también el sistema que danza
alrededor del despotismo sintomático (el sistema crea a su sometedor), un sis-
tema disfuncional que con el paso del tiempo se transformará en trastorno psi-
copatológico.
En la mayoría de las parejas observadas, podría afirmarse que la base de todas
sus discusiones (los juegos del mal amor), se asientan sobre una plantilla rela-
cional que posee ingredientes similares que se perpetúan también en la forma
de comunicarse post separación (Ceberio 2007):

1. La mayoría de las parejas ven el mundo, reaccionan, hipotetizan bajo


procesos lineales.
2. Tienen su base en la disputa en el patrimonio personal de la razón y la
52

verdad. Es decir, el sostén de la objetividad y de una realidad única.


3. Los cónyuges están más preocupados en decirle al otro, que en escu-
charlo. Cuando la pareja confronta, cada uno de los partenaires está
más pendiente de cómo pueden dominar la relación.
4. La pareja es proclive a escaladas. Los parámetros anteriores constitu-
yen los argumentos para la simetría relacional. Es decir, siempre está
presente un juego de poderes, del cual uno de los cónyuges saldrá o
desea salir victorioso.
5. Siempre existen las inculpaciones, quejas y críticas acerca del otro.
6. Se realizan lecturas lineales que apuntan al otro y que no involucran a
ambos en una dinámica interaccional (sincronía) Yo hice esto porque tu
me llevaste a hacerlo….
7. Se estructuran supuestos lineales (interpretaciones psicoanalíticas
salvajes que identifican a los padres de cada cónyuge) dados como
realidades per se (diacronía).
8. Se expresan descalificaciones, desvalorizaciones, falta de reconoci-
miento y demás rabias, mediante gritos o ironía.
9. Puede aparecer violencia física y verbal.
10. La pareja confunde contenido de relación. Muchas de las respuestas de
un cónyuge al otro, es sobre la gestualidad de la alocución. Gestualidad
que se contrapone con el mensaje transmitido por el interlocutor.
11. Intentar aclarar la discusión con las mismas reglas de comunicación
que la originaron.
12. Querer escuchar en el otro, la respuesta que confirma lo que el interlo-
cutor piensa, atribuye o supone del otro.
13. Casi siempre se menciona o invoca a figuras parentales.
14. Aparecen reproches y pasafacturerismo sobre sedimentos actuales y
del pasado de la pareja, y del pasado remoto cuando no eran pareja.

Sostener una relación de pareja durante años, sin duda, implica un trabajo coti-
diano. Trabajo que significa redefiniciones parciales, para dejar estables
algunos perfiles de la relación. El pasaje de años hace variar los estilos relacio-
nales amorosos, las formas de expresión afectiva, las necesidades, expectativas
de respuesta, actividades, gustos y preferencias, entre otras cosas. No se trata
de que la persona con quien se formó pareja sea otra persona.
Los ciclos evolutivos demarcan cambios en una serie de aspectos que, necesa-
53

riamente, deberán compatibilizarse con el partenaire. Ciclos evolutivos de la


pareja y de los miembros en particular, más allá de las diferencias de edad de
ambos que pueden acentuar distinciones y diferencias entre los integrantes.
Los mismos hijos que transforman y amplían a la pareja conyugal en pareja
parental, hacen que se rectifiquen estructuras relacionales y se fomenten trian-
gulaciones nocivas.
Estos cambios desestructuran complementariedades y reciprocidades. Esta es
una de las causas porque la pareja deberá someterse a reformulaciones en pos
de encontrar los acoples complementarios que los unen. La creatividad y la
constancia deben estar al servicio de tal reingeniería relacional, pero principal-
mente las ganas de estar con el otro mediante el sentimiento amoroso. Claro
que no se trata del mismo amor. El amor varía de acuerdo a las experiencias que
vive la pareja, experiencias que modifican al amor de los primeros tiempos de
la relación. Muertes, nacimientos, mudanzas, enfermedades y un sinnúmero de
situaciones críticas, varían la calidad del amor. Esto no implica que el amor se
modifique en términos cuantitativos. No se ama más o menos, sencillamente se
ama de maneras diferentes.
Equivocadamente, estos cambios cualitativos del amor se viven como modifi-
caciones de intensidad amorosa. Se interpreta que se ama menos o que se ha
dejado de amar, tomando como baremo ese amor apasionado de los primeros
tiempos de la relación.

Terapia post-conyugal

En estos últimos años en nuestro Laboratorio de investigación de Neurocien-


cias y Ciencias sociales LINCS (Universidad de Flores y Escuela Sistémica
Argentina), hemos realizado un registro de datos de consultas de parejas que no
se adaptaban a los estereotipos de trabajo clínico tradicional. En general la psi-
coterapia de parejas se ciñe a dos categorías:

A) Pareja unida: se realiza psicoterapia de pareja conyugal en pos de


resolver problemas a la dinámica relacional marital o conviviente o
noviazgo; o psicoterapia de pareja de padres, para ayudar a organizar la
tarea y resolver conflictos en el trato con los hijos.

B) Pareja separada: se realiza terapia de pareja de padres a razón de


54

citaciones escolares por problemas de conducta o de aprendizaje del


hijo.

Dentro de esta última categoría, hemos acuñado el concepto de terapia post-


conyugal, como una tercer instancia en que la asistencia de parejas no puede
incluirse en una terapia parental: la pareja separada o divorciada asiste a con-
sulta y los temas que se desarrollan en la terapia son remanentes de vicios comu-
nicacionales que los han llevado a separarse y continúan perpetuándose post
separación convirtiendo al vínculo en disfuncional.
Las sesiones se consolidan en temáticas no elaboradas post separación, de for-
mas estereotipadas de transmitir información, de culpas y enojos antiguos no
metabolizados y que se manifiestan a través de los hijos o en la forma en que se
conducen con el dinero, la organización de horarios, las triangulaciones con los
abogados, las citaciones con la justicia, la repartija de bienes, la sensación de
injusticia, la agresión y la violencia, la actualización de los viejos problemas, la
búsqueda incesante del porqué de los actos actuales y antiguos, entre otras.
La terapia Post-conyugal se establece por diferentes vías de entrada. Nunca
hemos observado que la pareja directamente concurra para solucionar proble-
mas de la cotidianidad relacional en la separación. Casi siempre han concurri-
do por vías indirectas entre las que hemos registrado, entre las que se encuen-
tran:

A) Por pareja de padres, la pareja asiste a consulta motivado por algunos


de los miembros que casi siempre está realizando una psicoterapia per-
sonal, para mejorar el ejercicio de ser padres.
B) Uno de los integrantes está en terapia individual y el terapeuta plantea
ampliar el espacio para solucionar problemas de organización de pareja
de padres.
C) Es el colegio que por problemas del niño ya sea en aprendizaje o de con-
ducta, solicita a los padres que el niño haga psicoterapia y el terapeuta
cita a los padres.
D) Síntomas del niño, psicológicos u orgánicos y la guardia de hospital o el
médico recomienda psicoterapia para el niño o para los padres del niño.

Cualquiera de estas vías de entrada terminan transformando el motivo inicial


(la terapia parental o del hijo) en temas que atañen a la ex conyugalidad. La
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terapia toma un viraje paulatino transformándose en una terapia Post-


conyugal, donde empiezan a aparecer resentimientos y rencores, estilos comu-
nicacionales destructivos donde es imposible el acuerdo, escaladas simétricas
y una completa reactualización del pasado tanto por ambos ex partenaires
como de uno de ellos.
En general este viraje se produce por el desenmascaramiento de las vías indi-
rectas donde se canalizan toda la resaca emocional no elaborada de cuando la
pareja era pareja conyugal. Por lo general, son los hijos el blanco adjudicatario
de la disputa sedimentaria de los ex cónyuges, en donde se desenvuelven nume-
rosos juegos triangulares relacionales que se colocan en las diversas alternati-
vas de los devenires de la separación como organización de horarios, día y hora
de visitas, pautación del dinero, transmisión y manipulación de información,
demandas económicas, etc.
Además de los 14 signos observados en las discusiones de la terapia de pareja
que hemos discriminado renglones arriba, en terapia post-conyugal, los ingre-
dientes comunicacionales que se han reiterado son:

1. Usar el mismo tipo de comunicación que llevó a la destrucción de la


pareja.
2. Afirmar que el otro es un violento y provocarlo hasta que el otro respon-
da agresivamente, cuestión de argumentar la violencia con que se lo
rotuló al comienzo (profecía autocumplidora).
3. Escaladas simétricas como forma comunicacional.
4. Acusar al ex partenaire de abusador y violento.
5. Cualquier acción del ex partenaire puede ser tomada como justificación
o aval de maltrato.
6. Aparece descalificación y desvalorización en general.
7. Ejercicio de juego de dominación y poder tomando como vehículo lo
económico.
8. Manipulación del poder de la pareja parental mediante los hijos en
digitación horarios y visitas, cuando se pueden ver y donde.
9. Uso de los hijos como frente de disputa y moneda de cambio.
10. Uso de mensajes escritos (mail, watsap, texto) como fuente de
comunicación que se somete a interpretaciones del que recepciona, que
casi siempre son entendidas negativamente.
11. Hablarle a los hijos de manera negativa sobre el o la ex partenaire.
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12. Prohibirle a la ex pareja ver a los hijos.


13. Detonar conductas agresivas o conflictivas cuando la ex pareja confor-
ma una nueva pareja.
14. Inculpación permanente del otro.
15. La injusticia y problematicidad en la separación de bienes.
16. Tratar de que el otro acepte la versión de los hechos que propone el
interlocutor.
17. Triangulación con los abogados.

La separación: adiós pero te voy a volver a ver

Tal cual el proceso de duelo que se desencadena de cara la muerte de un ser que-
rido, las instancias de una separación se desarrollan bajo parámetros similares.
Aunque cabe diferenciar que en la muerte de un ser querido nunca más se lo
volverá a ver, mientras que en las separaciones, más aún cuando hay hijos y se
comparte la parentalidad, los divorciados o separados se verán por el resto de
sus vidas. Cuando una pareja se separa, la elaboración del duelo obviamente
dependerá del estado y condición de la pareja. Es decir, en la tramitación del
duelo y la organización de la separación existen diferentes niveles de compleji-
dad y complicación: si se trata de novios, convivientes o matrimonio; si tienen
hijos o no; si hay bienes materiales a repartir. Todos estos factores alientan a
complicar su desenvolvimiento y a retrasar procesos madurativos de la pérdi-
da.
En torno a la separación se desarrollan diferentes coreografías relacionales. En
la relación de dos puede encontrarse un up relacional a favor del que abandonó
la relación. El que colocó límites a la continuidad de la relación puede erigirse
como el dominador del juego, en un franco manejo de la situación por sobre el
cónyuge (en down relacional) que no quería separarse. Si en cambio, hubo un
común acuerdo en donde ambos decidieron separarse, pueden desplegarse
diversos juegos up-down position.
La separación en una pareja implica como en toda situación de pérdida, la ela-
boración de un duelo que dependerán de multiplicidad de factores, puesto que
la pérdida del ser querido no muestra la irreversibilidad de la muerte, razón por
la cual, alguno de los integrantes, ambos o ninguno, puede albergar las esperan-
zas de reconciliación. En la separación, la resucitación es una posibilidad. Y
este no es un factor menor, puesto que no permite cerrar la puerta de la vida de
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relación: la reversibilidad dificulta la elaboración y es lo que desencadena


numerosas conductas que se triangulan con los hijos y depositan las angustias y
las rabias en los procesos de organización de la convivencia post-separación.
Los procesos relacionados al duelo de una separación y sus efectos intervienen:

· La etapa de desarrollo individual: el desarrollo personal, laboral, profe-


sional, impacta sobre la actitud de separación.
· El ciclo evolutivo: no será lo mismo un divorcio en la madurez tempra-
na que en la adultez tardía. Los factores de amor, las concepciones de la
vida en pareja, la dimensión filosófica acerca de la vida en general, hace
tramitar al divorcio de manera cualitativamente diferente.
· Los hijos: puesto que la organización de la familia, una separación en
general se hace más sencilla cuando no hay hijos de por medio. Los
hijos hacen a la permanencia relacional y son un factor decisivo en la
elaboración del duelo.
· Los años de pareja: es un factor que conlleva a múltiples factores que
pueden ser elementos controversiales y de disputa. Los años hacen al
compartir desde la organización familiar hasta bienes materiales, como
así también hay más experiencia de vida compartida: muchos ex cón-
yuges han llevado más vida juntos que solos.
· El contexto: el medio ambiente en que se desarrolla también favorece o
desfavorece la separación. Un contexto de agresiones, no solo de los
protagonistas sino de la familia en general, la irrupción de síntomas,
etc. dificultan la buena separación.
· La experiencia de vida: el haber vivido otras separaciones o situaciones
difíciles emocionalmente entrenan a la persona a lograr afrontar la pér-
dida de manera digna y minimizar los conflictos.
· Las actitudes de los familiares y amigos también es importante, si se
comportan contenedores o incentivan a la confrontación.
· La actitud resiliente: Si hay una actitud de superar las situaciones, o
acciones positivas que impidan complicar la complejidad que implica
el acto de la separación (Cyrulnik. 2013).
· Las figuras de apego (Bowlby. 1980, 2013, Cyrulnik. 2013 ) o tutores
de resiliencia: Búsqueda de personas afectivamente cercanas que ope-
ren como respaldo y sostén emocional en la situación de crisis.
58

La Real Academia de la Lengua (2001) define el Duelo (del lat. Dolus, dolor)
como dolor, aflicción, lástima, aflicción o sentimiento que se tiene por la
muerte de alguien. La definición nos remite inmediatamente a emociones
negativas (dolor, lástima, aflicción), pero es poco precisa respecto a con qué se
relacionan estas emociones (sentimiento que se tiene por la muerte de alguien).
En efecto, no es cualquier muerte la que nos suscita las citadas emociones.
Podemos conocer una noticia que hable de la muerte de miles de personas, sin
que se ponga en marcha en nosotros lo que conocemos por duelo. (Pereira.
2010, Vannotti y Pereira. 2004)
La separación implica una muerte metafórica, puesto que la persona de la que
el cónyuge se separa no está muerta. Pero es una pérdida y como tal emergen
naturalmente una serie de sentimientos como angustia, ansiedad, tristeza,
dolor, rencor o resentimiento, entre otros, que exceden la decisión y los moti-
vos de la separación. Las causas pueden ser muy valederas pero no implican
abortar los sentimiento que desencadena la pérdida.
Bowlby (1980), define al duelo como el proceso psicológico que se pone en
marcha debido a la pérdida de una persona amada y como todo proceso lleva
una serie de pasos emocionales y reflexivos que deben respetarse, por así decir-
lo. Como señala Pereira (2006, 2010) Esta definición nos aclara que el duelo
no es un momento, una situación o un estado, sino un proceso: es decir, algo
que tiene un comienzo y un fin. Que es un proceso psicológico o emocional (por
más que en algún momento de ese proceso pueden aparecer síntomas físicos), y
que se pone en marcha debido a la pérdida de una persona, pero no de una per-
sona cualquiera, sino de una persona amada.
El mismo Bowlby (1980, 2013) asoció sus célebre Teoría del apego con la
situación de separación y duelo, ya que ambas situaciones se accionan una con
otra: en toda situación de duelo buscamos referentes afectivos de protección y
confianza. Define a la conducta de apego como un un mecanismo biológico de
protección que asegura la supervivencia del individuo y de la especie. Es un
comportamiento instintivo que excede al humano que se produce en los prime-
ros años de vida entre madre e hijo. Como se observa, Bowlby para definir esta
conducta apela no solo a teorías psicológicas sino etológicas. El mero indica-
dor que indique a un niño la ruptura del contacto con su madre produce una
reacción psíquica y somática el Síndrome de respuesta a la separación analiza-
do por el autor, en niños en cuya primera infancia separados de sus madres. En
pos de restaurar la proximidad del objeto amoroso perdido, los niños, cuando
59

pierden el contacto visual con la madre, desarrollan el síndrome mencionado


compuesto por conductas en tres fases: protesta, desesperación y desvincula-
ción.
Freud (1967), en su ensayo Duelo y Melancolía señala que en las situaciones de
duelo la persona pasa por un estado de ánimo profundamente doloroso donde
existe una pérdida de interés por el mundo exterior, es decir, por los intereses
básicos de la vida, la sensación de desgano e inhibición de funciones que
conectan a la persona con la vida, como también una pérdida de la capacidad de
amar. Si bien, Freud lo refiere al duelo por la muerte, el separado pasa en mayor
o menor medida emocional por este tipo de proceso.
C. M. Parkes (1983, 1991), uno de los autores más prolíficos y que en mayor
profundidad ha estudiado el Duelo en sus diversos aspectos, sostiene que la
reacción de duelo debe entenderse como una transición psicosocial. Las transi-
ciones psicosociales son los cambios vitales que requieren que las personas
revisen profundamente su concepción del mundo, llevando consigo la necesi-
dad de cambios rápidos y permanentes de una cantidad masiva de reglas, hábi-
tos, rituales, premisas, construcciones de la realidad. Serían aquellos cambios
que más afectan emocionalmente a las personas. Cuantas más numerosas y de
mayor importancia sean las reglas que se deben cambiar, más doloroso y difícil
será adaptarse a la nueva realidad, y más tiempo y energía requerirá. (Pereira
2010)
En estas definiciones acerca del duelo, específicamente referidas a la muerte de
un ser querido, dejas pistas claras acerca de lo que sucede en términos de emo-
ciones, reflexiones y acciones, a una persona que sufre un proceso de separa-
ción. Una separación como una pérdida relevante de alguien con quien se ha
compartido, crecimiento, proyectos, hijos, espacios, vacaciones, tiempos difí-
ciles y de bonanza, fiestas, temores, alegrías y angustias y todo mediatizado por
el amor profundo, el duelo puede ser tan intenso como la muerte misma de ese
alguien.
Toda separación es una crisis, donde el mundo se abate frente a los protagonis-
tas, más allá de los motivos justificados y acertados que llevaron a ejecutarla.
Aunque se viva como una liberación o un cese de la tortuosidad relacional. Aun-
que sea de menor intensidad emocional que sostener la relación a toda costa:
como muchas parejas que por miedo al dolor que implica separarse, se quedan
en la relación sintiendo cotidianamente un dolor más profundo.
La separación como una pérdida, es uno de los acontecimientos más estresan-
60

tes de la vida. No es una muerte en sentido literal, pero es una muerte. La pérdi-
da es seguida de un período de tristeza y de aflicción y el proceso de duelo
puede durar unos meses o en casos patológicos no terminar nunca. En este sen-
tido, no existen patrones de tiempo y el duelo dependerá de multiplicidad de
factores.
Es importante para favorecer un duelo saludable, no minimizar la situación,
afrontarla y no entrar en juegos negadores que indefectiblemente alargan el
proceso de separación. El poder expresar las emociones, llorar, hablar, buscar
tutores de apego con quien sentirse sostenido y contenido emocionalmente,
posibilitan aceptar la pérdida y aceptar el dolor y el extrañar a la persona de la
que se ha separado. A diferencia del duelo por una muerte, la persona está viva
y siempre resulta una tentación recurrir a los momentos gratos y negar los
malos tragos, lo que hace entrar en una instancia de resucitar al difunto, recu-
rriendo a un repertorio de intentos de solución que fracasan y empeoran el due-
lar en paz.
En este sentido, en el tiempo de duelo existe una relación directamente propor-
cional: cuanto mayor haya sido la expresividad, la aceptación y la claridad de la
despedida del ex-cónyuge, más rápidamente la persona se repondrá y saldrá de
la situación de duelo. Pero cuánto mayor sea la negación, la resistencia a despe-
dirse y la represión de la expresividad de las emociones, mayor será el período
de duelo y más conflictos acarreará no solo entre los ex partenaires, sino irra-
diará a las familias extensas, a los hijos, amigos, etc.

El momento de separarse: la puesta en escena

El hecho de separarse implica toda una maniobra estratégica que se complejiza


más aún en las parejas que tienen hijos. En parejas que no tienen hijos en gene-
ral, las acciones se simplifican, puesto que es un acuerdo de dos y existe menos
puesta en escena que si hay hijos de por medio.
Debe quedar en claro que -tal un imperativo categórico- todas las separaciones
son complejas: Las hay de menor complejidad hasta llegar a las de mayor com-
plicación, pero absolutamente todas las separaciones que hemos observado
llevan diferentes grados de complejidad. Lo más común en toda separación es
que es el hombre quien se va de casa, puesto que es la esposa la que se queda
con los hijos. En el caso de que no tengan hijos esta es una decisión que debe
tomarse de a dos y dependerá si la casa es un bien común, si se encuentra alqui-
61

lada y quien se quedará con esa renta, o es propiedad de alguno de los miem-
bros de la pareja. Pero esta decisión es tomada bajo otros parámetros cuando
hay hijos.
Una separación implica también una separación del hábitat físico, el lugar de
vivienda. Se deben evitar separaciones bajo el mismo techo, solamente son
posibles como breve transición a cambiar de domicilio (y menos dormir en
habitación de los hijos y que uno de los hijos duerma con la madre).
En matrimonio con hijos es importante que la pareja planifique la salida del
hombre con antelación. Si la separación, como muchas, se realiza intempesti-
vamente mediante el impuso del enojo y la bronca, no existe planificación
alguna, pero si no es así, es importante que el hombre se vaya cuando no hay
nadie en casa: por ejemplo, cuando los hijos están en la escuela. El objetivo es
evitar el melodrama y el dolor de una escena, en donde los chicos se aferran al
padre y no lo dejan ir, el llanto, los gritos, la angustia.
Por supuesto que esta imagen es solo un ejemplo de los que puede suceder en
una separación donde el padre se prepara una valija o un bolso con una muda de
ropa y parte a su exilio frente a sus hijos. Esta escena es riesgosa y sobretodo
muy dolorosa. Es importante reducir el dolor -aunque siempre esté presente,
porque hasta las más razonables y justificadas separaciones generan dolor-.
Otro detalle a saber: ¿se habla con los hijos antes o después de la salida del cón-
yuge?. El padre puede irse de la casa cuando no están los chicos y a posteriori
reunirse con la madre de sus hijos para hablar y explicarles que se han separa-
do. Sea antes o después, es conditio sine qua non que se reúnan para ofrecerles
un mensaje en común a los hijos. Un mensaje de cierre de una relación conyu-
gal y de apertura a un nuevo y único vínculo entre los miembros de la pareja: la
parentalidad. Lo único que tendrán de vínculo de aquí en más, hasta la muerte,
son los hijos.
En la reunión para informarles a los hijos de la separación de sus padres, siem-
pre deben estar ambos cónyuges. Es un momento doloroso y es importante que
los padres hagan un esfuerzo en desdramatizarlo. Reunirán a los hijos de eda-
des similares, de lo contrario ambos se reunirán con cada hijo de manera indivi-
dual. No es lo mismo, una pareja con hijos muy pequeños de 3 o 4 años e hijos
adolescentes, puesto que ni el lenguaje ni las actitudes ni la pedagogía serán las
mismas. En esos momentos se deberán evitar discusiones ad hoc y menos
delante de los hijos, es decir, todo lo que implique reducir la complicación.
La estructura del mensaje debe estar unificado en los dos cónyuges, es decir, se
62

debe utilizar la misma versión para evitar cualquier tipo de confusión y discu-
sión. El mensaje debe ser firme, claro y corto, de pocas palabras y simples,
explicativo, principalmente en niños pequeños. No hay que sacarse de encima
el mensaje, no es un trámite: por doloroso que sea es la salud emocional y psi-
cológica de todos los integrantes de la familia y fundamentalmente de los hijos.
Hay que dar, entonces, la oportunidad de preguntar, para que no queden dudas.
Entre los tips generales que deben incluir el mensaje para explicarles a los hijos
que los padres se van a separar, discriminamos:

ü Papá y mamá no van a vivir mas juntos.


ü Han dejado de ser novios/pareja.
ü Siempre, absolutamente siempre, vamos a estar juntos como papás
para ustedes, pero no como novios/pareja.
ü Van a tener dos casas.
ü Van a compartir con papá y mamá en diferentes días.
ü Papá y mamá se quieren, han estado años juntos, pero decidieron no
ser más novios.
ü Papá va a tener una nueva casa.
ü Van a ayudar a papá a decorar la nueva casa y tendrán una habitación
para ustedes.
ü Los vamos a amar por toda la vida, son lo más importante para noso-
tros.

La actitud siempre será afectiva y contenedora. El abrazo y el beso siempre


estarán presentes y trasuntar que esto será mejor para todos.

Separaciones saludables o separaciones disfuncionales

Coexisten en las personas que duelan diferentes reacciones frente a una separa-
ción. Se hallan las reacciones emocionales, en donde la persona se angustia, se
entristece, se llena de odio y ansiedad, desvalorización, o toma actitudes
maníacas y negadoras, grita, llora, está susceptible e intolerante, se enmudece,
en síntesis toda una serie de manifestaciones que bien manifestadas permiten
ser analizadas y entendidas (por ejemplo, en un espacio terapéutico). Las emo-
ciones detonan reacciones fisiológicas, como taquicardia, sudoración, se eleva
el cortisol, baja la serotonina, se puede padecer de insomnio, o somatizaciones.
63

(Aguado, L. 2014; Damasio, A. R. 1994; Gracia, L. M. 2012; Pert C. 2003).


Se pueden observar reacciones cognitivas, como confusión de pensamientos,
rigidez y estereotipación de la forma que se elucubra la reflexión, supuestos
rígidos, pensamientos automáticos y distorsiones cognitivas, ideas parasita-
rias, pensar lo que el otro piensa, entre otros. (Riso, W. 2006; Abrahms E. 2005;
Beck, A.; Rush, J; Shaw, B.; Emery G. 1979). O reacciones contextuales que
remiten al entorno en donde se desenvuelve el proceso de separación: las per-
sonas cercanas, los familiares, los amigos de la pareja y personales, los hijos,
compañeros de trabajo y demás integrantes del ambiente cercano a los protago-
nistas.
Kubler Ross (2006, 2008) sobre el duelo de una muerte, señala 5 pasos que
generalmente desarrolla la persona que duela. Hemos traducido estos pasos a la
separación:

1. Negación: es el primer impacto de cara a la decisión de separarse. No


puede ser, No puedo creer que este sucediendo después de tantos años.
Esta defensa se enarbola en primera instancia a manera de barricada
contra toda posibilidad de pérdida.

2. Ira: cuando se traspasa la defensa, la persona se llena de bronca –Por-


que a mi-. La rabia lo inunda y proyecta su rabia en su ex partenaire, su
entorno próximo: amigos, familiares, el terapeuta y hacia sí mismo.

3. Negación–racionalización: como forma de socavar la rabia y el odio


que genera la posibilidad de separarse, la negación se retoma en forma
de racionalización. Se justifica lo que está sucediendo y se puede inten-
tar la resucitación, en pos de tentar reconquistar para amenguar el
dolor.

4. Depresión: La bronca que se racionalizó recreando expectativas, se


transforma en una profunda tristeza frente al fracaso de los métodos
implementados. La inminencia de la separación definitiva conecta con
una angustia intensa y la depresión.

5. Aceptación: esa es una etapa de reflexión y de introspección. La perso-


na se replantea qué significa para ella una pérdida. Es una etapa filosófi-
64

ca donde la persona se vuelve sabia e incorpora la crisis como un gran


aprendizaje, aceptando la nueva etapa que está por venir.

La aceptación de la pérdida implica que en la antesala de la separación, explíci-


ta o implícitamente, se logre expresar todo lo que se desee en una despedida
plena en donde se pueda manifestar lo que la ex pareja nos deja en la vida. Este
vaciamiento implica soltar a la persona, dejarla ir. Implica no solo liberarla,
sino la propia liberación del egoísmo de posesión afectiva.
En una situación de duelo se conjugan algunas pérdidas que exceden al objeto
amoroso perdido, es decir, cuando un amor se va, varios duelos se elaboran.
Más allá del contenido de la pérdida (la persona del ex cónyuge), la pérdida en
sí misma provoca dolor y angustia. También se siente dolor por el contenido de
la pérdida, o sea, la identificación de la persona a quien se pierde, como además
se siente dolor por aquellas cosas que se depositaron en la relación y el otro se
las llevó (ilusiones, deseos, proyecto, amor, por ejemplo). En general, el dolor
se acrecienta en la presencia de la ausencia.
El dolor del duelo siempre acarrea una serie de lesiones emocionales, orgánicas
y psicológicas que deben soportarse y que pueden ser el pasaporte a la elabora-
ción de la pérdida. Hay un dolor natural por el duelo, más allá de la causa que
motivó la separación; el duelo siempre provoca angustia puesto que se rompe
un sistema y con ello todo lo que sedimenta. Ese dolor se agudiza en los
momentos que habitualmente se compartían y aparecen sentimientos de desva-
limiento, baja autoestima e impotencia. La persona puede sentirse como una
pobre víctima abandonada, lo que muestra la necesidad de recuperar al parte-
naire perdido hasta la desesperación: Me quiero morir si él/ella ya no está.
El dolor adquiere formas espasmódicas en donde cada ciclo marca un senti-
miento que complementa al ciclo que sigue: Me siento triste, me lleno de bron-
ca, me siento triste, me lleno de bronca, me siento triste, etc. La persona es inva-
dida por pensamientos automáticos y negativos que entorpecen la vida cotidia-
na y enllentecen la elaboración del duelo. También aparece bronca y descalifi-
cación al objeto amoroso perdido como parte final de un prólogo de seducción,
amabilidad y dulzura.

Duelo disfuncional

En cambio en el duelo disfuncional, coexisten una serie de emociones, refle-


65

xiones, conductas y acciones y pensamientos, que entorpecen y bloquean la


resolución de la pérdida. Por ejemplo, resistirse a despedirse, no lograr decir
Basta frente a frente con la ex pareja. O negar intensamente desoyendo lo que
dice el cónyuge, como si la separación no fuese inminente, como si el otro no se
hubiese muerto. Extrañar recordando mas allá del tiempo normal y recordar lo
positivo de la relación, sesgando lo negativo (que son esos factores que lleva-
ron a la separación). y auto-recriminarse: Si hubiese hecho.../ Quizá si le res-
pondía que si, ya no habría problemas.
La culpa es otro sentimiento tóxico que invade y liga a la persona con su ex cón-
yuge. Los mecanismos reparatorios descalifican al partenaire y lo hacen desen-
volver acciones en pos de recuperar al objeto perdido. En esta misma dirección
se puede llegar a la desesperación de no soportar la pérdida e intentar por todos
los medios poder retornar al vínculo. Esta concentración extrema en la pérdida
y en los recuerdos de la ex pareja, hace que todas las actividades de la vida sean
satélites de ella. Nada importará más, mostrando indiferencia y apatía hasta
indiferencia hacia cosas o actividades que antes le despertaban interés y las
ideas parasitarias y rumias mentales danzan alrededor de la figura perdida y la
añoranza y el dolor se intensifican. Es la sensación de vacío: sentir que la vida
no significa nada o no tiene sentido.
Una tristeza permanente invade a la persona que deambula entre arranques de
rabia y de angustia que lo inhabilitan a disfrutar la vida y para conectarse con
sus actividades y entorno habitual, en síntesis para llevar a cabo una rutina nor-
mal pudiendo llegar a la depresión o tristeza profunda.
Estos sentimientos, pensamientos, emociones y acciones, de un duelo disfun-
cional, son principalmente sentidos por un ex cónyuge en posición down, es
decir, una persona que se separó por decisión de su pareja y en contra de su pro-
pia voluntad, más allá de la razonabilidad y coherencia de la decisión del parte-
naire. Habría que agregar la propia autodescalificación y desvalorización
personal que desde esta posición relacional por debajo, son sensaciones asesi-
nas de la dignidad que cada persona debe sentir en un proceso de separación. El
cónyuge en up, tiende a distanciarse aún más de su ex cónyuge puesto que se
siente asfixiado por el acoso de las múltiples tentativas de acercamiento que
realiza.
Estos juegos por debajo y por arriba a los que se someten los integrantes de la
ex pareja, entorpecen la despedida y la elaboración del duelo, acentuando las
posiciones y sosteniendo el fracaso por los intentos de solución fallidos. No
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obstante, el juego paradojal e ilusoriamente es una forma de que el ex partenai-


re en down mantenga viva la relación aunque sea a través del rechazo.
El extrañar es un sentimiento común que emerge en toda separación funcional
o disfuncional. El extrañar puede ser definido como recordar con deseo o nece-
sidad de estar con el otro. La aparición del recuerdo viene acompañada de la
necesidad. La sensación de extrañar crea una sensación de extrañeza –me sien-
to extraño cuando te extraño- que implica no estar en el propio eje identitario,
donde se perdieron los parámetros de la habitualidad con el otro, más aún si
estamos velando un muerto con quien compartimos muchos años y habituali-
dad vincular.
Pero el extrañar se potencia cuando se presenta la ausencia de la ex pareja: te
extraño en aquellos momentos donde cobra presencia tu ausencia. Los
momentos de la cotidianidad como desayunos, cenas y fines de semanas, son
los preponderantes en el extrañar. Son los lapsos donde los fantasmas del
pasando rondan y generan la añoranza.
En este tránsito, el dolor se reactualiza por el rencor que produce las imágenes
del recuerdo. Estas imágenes instauran un resentimiento que provoca accesos
de bronca que es una forma de vía de salida de angustia. La bronca se puede
manifestar mediante explosiones (confrontaciones, ataques de ira, enojos
momentáneos) o implosiones (trastornos psicosomáticos), cuando no, se
expresa mediante la angustia de manera directa. La angustia es el sentimiento
que permite la reflexión y de allí puede surgir el perdón como moneda de true-
que. La reflexión angustiosa permite entender razones, aclarar motivos, y
establecer niveles de comprensión. Cuando la decisión de separación fue
mediatizada por una situación confusa o cuando resulta difícil entender que el
otro ha dejado de amar.

El perdón

La posibilidad de perdonar es un recurso liberador de todas las preguntas que


puede hacerse un partenaire agraviado o dolorido en pleno duelo. Pero hemos
observado en nuestra investigación clínica que un vehículo del perdonar se
encuentra en la comprensión previa, aunque no es una condición que siempre
implique el perdonar. Entre las variables comprensión y perdón que registra-
mos en la observación clínica se encuentran:
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No te comprendo y no te puedo perdonar: la incomprensión impide el


perdonar y esta asociación en este caso es categórica y ratifica la separa-
ción.

Te comprendo y te perdono, pero ya estoy muy lejos de ti: el tiempo


permite la distancia suficiente para comprender por ejemplo, el agravio
o la acción que llevó a la separación, pero el sistema ha construido un
nuevo sistema en su vida que no incluye a su ex pareja.

Te comprendo, te perdono, pero no te justifico: el partenaire compren-


de y esa comprensión lo lleva a perdonar pero no justifica las acciones
que agraviaron. Entiende que se podrían haber tomado otros caminos.

Te comprendo pero no te perdono y no te quiero ver más: la persona


comprende lo sucedido pero a pesar que lo intenta no logra perdonar y
decide separarse definitivamente. Por ejemplo, la persona comprende
pero sus creencias son tan rígidas que le impiden el perdón.

Te comprendo, te perdono y quiero que lo intentemos nuevamente: la


comprensión y el perdón subsecuente abren una nueva posibilidad de
encuentro relacional.

Pasafacturerismo eterno: en donde la persona perdona o al menos cree


perdonar pero en realidad no perdona y reinicia el vínculo, entonces
surge una repertorio cotidiano donde todo se asocia al agravio y el
vínculo se torna tortuoso

La recomendación terapéutica que cae como una sentencia en el trabajo tera-


péutico post-conyugal, es Te perdono o no te perdono, pero a medias NO. Si se
perdona al partenaire, se aceptan las condiciones de un nuevo contrato de la
pareja y el reanudar el vínculo implica no entrar con el martirio cotidiano de
desarrollar planteos acerca del agravio (el pasafacturerismo) puesto que per-
donar es perdonar en toda su magnitud. Esto no quiere decir que la persona en
momentos de enojo pueda surgir su rabia argumentando el hecho que funda-
mentó la separación, pero este hecho es un hecho aislado y no está sistematiza-
do en lo cotidiano.
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El cónyuge que no ha decidido separarse puede enrolarse en una serie de meca-


nismos con la finalidad de recuperar a su pareja. Intentos en general infructuo-
sos que terminan confeccionando profecías autocumplidoras: tanto se intenta
acercar al otro que termina alejándose. Uno de esos mecanismos muestra la
idealización por el otro, en donde se intenta benevolizar al objeto amoroso y se
sesga los aspectos negativos. Este encumbramiento del otro dificulta la despe-
dida y lo acerca más a la relación.
Mientras que el benevolizar transcurre en el plano de lo cognitivo, buscar com-
pulsivamente al otro lleva el plano de las acciones. Esta búsqueda insistente
cabalga con mecanismos culposos y manipulatorios como la posición de la
pobre víctima abandonada a la que aludíamos anteriormente, tratando de ape-
lar a golpes bajos emocionales que imprimen culpa en el interlocutor: Porque a
mi...!- .
En otros casos se observa un cónyuge que ha pedido y reclamado durante años
a su pareja una serie de actitudes o acciones a favor de la relación y el otro no
realizó ninguna de esas acciones propuestas, o las llevó a cabo por un tiempo y
después retornó al statu quo inicial. De cara al hartazgo el que solicitó cambios
decide abandonar el barco y frente a tal decisión el partenaire casi compulsiva-
mente inicia a realizar los cambios pedidos, aunque fuera de tiempo. Hace todo
lo que el otro reclamaba y no hizo, y ahora que se pone en marcha su pareja se
encuentra muy lejos de la relación.
Hemos analizado que casi en un 80% de las separaciones el cónyuge dejado
intenta racionalmente encontrar la lógica en las acciones del otro. Esta tentati-
va conduce casi siempre a la intención de comprender como una forma tranqui-
lizadora de saber o creer saber porque el otro decidió separarse. Muchas de
estas decisiones no tienen que ver con decisiones racionales sino con el plano
de los sentimientos: la persona dejó de estar enamorada. Esto resulta incom-
prensible para el cónyuge que recibe la noticia y trata denodadamente de bus-
car explicaciones: es allí donde resulta muy difícil encontrar sentido al desa-
mor y la búsqueda en muchas oportunidades resulta infructuosa y entrampante.
Otro juego de intentar fracasadamente de recuperar la relación es tratar de acer-
carse y obtener el alejamiento de la ex pareja. El cónyuge que desea reiniciar la
relación, producto de su ansiedad apela a múltiples recursos para tan siquiera
hablar con el otro. Emplea varios canales (chats, skype, watsap, mail, Face-
book, etc.) y ante la no respuesta multiplica el más de lo mismo. Obteniendo
más del mismo resultado, puesto que los silencios comunican. Este juego para-
69

dojal de Cuanto más me acerco más me alejo, es uno de los Juegos del Mal
amor (Ceberio, en Eguiluz 2007).
Muchos partenaires que desean separarse y culposos de no afrontar la decisión,
manipulan tratando de encontrar en el otro el nock out definitorio. De esta
manera, pasan a la instancia de la separación sin adoptar la responsabilidad de
la decisión y tienen la oportunidad de colocarse en rol de víctimas. Otras de las
formas es, como hemos referido anteriormente, llamar por teléfono, mandar
mail, pin, skype, chat, wasap, etc., y si como si esto no alcanza, también se
intenta frecuentar los lugares para encontrar de casualidad al otro, como tam-
bién recurrir a la familia o los amigos del otro con el fin de acentuar el vínculo
victimizándose y tratando de que convenzan al ex cónyuge de las ventajas de
reiniciar la relación y de las bondades y virtudes del postulante. Aunque no es
extraño que la desesperación por la pérdida lleve a consultar a brujas, tarotistas,
videntes y toda la fauna de esotéricos que en nombre del pensamiento mágico
realizarán rituales, actos de magia y demás trabajos con el fin de recuperar el
amor.
Además de victimización como forma de manipulación, están los ex cónyuges
que son detectores de los sentimientos culpógenos del otro. Hablarán tocando
los talones de Aquiles, los flancos débiles del otro, por ejemplo, hacer referen-
cia a los hijos que extrañan, de las cosas que hacían todos juntos, de situaciones
de cuando la pasaban muy bien, de comentarios enternecedores familiares que
recuerdan a la ex pareja, y comentarios del mismo tenor. Cuando las amabilida-
des seductoras y las conductas persuasivas no hacen mella en el otro, el dejado
podrá transformar su actitud amorosa en arranques espasmódicos de rabia, una
verdadera ametralladora emocional que descarga su bronca hiriendo grave-
mente al ahora su oponente y, por supuesto, alejándolo aún más de la relación.
La persona que ha sufrido la decisión de su pareja de cesar la relación, es sobre-
cargado por una serie de autoreproches, quejas y rumias, producto del incesan-
te énfasis que le coloca a la figura de su ex pareja. Todas sus actividades, pensa-
mientos y emociones, giran entorno al recuerdo de la relación. Por ejemplo, la
creencia ilusoria de que si se hubiese realizado una acción contraria a la desa-
rrollada posiblemente no se hubieran separado (¿Porque no lo hice??”/ Podría
haber ido y entonces / Yo le tendría que haber contestado). O el uso de explica-
ciones para todo, algunas suntuarias o poco profundas que funcionan como
ansiolíticas, un verdadero Ribotril explicativo.
Tampoco entender que los silencios son respuestas y que cuando el otro no con-
70

testa no es por un desperfecto ni de la compañía telefónica, ni error del mail, es


que la ex pareja rechaza cualquier propuesta que venga del ex cónyuge. Tam-
bién una verdadera fábrica creativa de supuestos se elaboran sin corroborar en
la comunicación concreta si es así como se imagina. De esta manera las profe-
cías que se autocumplen pasan a ser comunes en los partenaires dejados.
Es común que el tema de la relación de pareja sea el monotema, es decir, en
todas partes se desarrollan asociaciones con el tema separación. Siempre es
una buena oportunidad para linkear temas que se emparientan con las situacio-
nes relacionadas con el duelo de la ex pareja. Todo el tiempo se encadenan pen-
samientos, imágenes y recuerdos alusivos a la vida en pareja, en donde cual-
quier tema por contrapuesto que sea puede ser la ocasión para hablar de la sepa-
ración. Se cuentan versiones de los hechos y se busca opinión y respuestas en
pos de alivianar el dolor. Es una forma de narcisismo por lo negativo: el proble-
ma de la separación es el eje de todos los temas y se tiende a des-escuchar al
interlocutor sobre sus propios temas porque se está más preocupado en mani-
festar su tema (la separación).
Esta misma tendencia a monopolizar el tema de la separación consiste en otor-
garle a las acciones del otro un significado que alienta a creer que el otro sigue
interesado en la relación. Un llamado telefónico puede ser entendido como el
desear acercarse a la relación Porque sino me hubiese escrito un mensaje de
texto, a pesar que el llamado fue para que el señor pague el colegio del hijo. Este
tipo de elucubraciones enfatizan el propio deseo del un ex cónyuge que lejos
puede estar del deseo de su interlocutor.

Los consejos de los amigos

El círculo afectivo cercano, tanto amigos como compañeros de trabajo, siem-


pre alientan en una separación a amenguar el dolor del duelo de los protagonis-
tas. Muchas de estas sugerencias son intentos de solución que fracasan y lejos
de motivar a las personas a resolver y elaborar la pérdida, terminan sostenién-
dola. Los amigos tratan de evitar el dolor, cuando éste es parte del proceso del
duelo y es el vehículo para metabolizarlo. Se exploraron algunos de estos con-
sejos y se recolectaron ciertas expresiones, por ejemplo:

- Ya vas a ver, vamos a salir…, está lleno de mujeres: pero él solo piensa
en ella y se encuentra desganado para salir y más desganado para cono-
71

cer a otras personas de sexo opuesto.


- Quédate tranquila, no te preocupes… todo pasa!. Estas expresiones
si bien están dichas con la mejor intención, resultan poco contenedoras
puesto que el protagonista no se siente comprendido en lo que siente y
le sucede.
- Tu eres linda, inteligente, seductora… vas a tener muchos preten-
dientes. Pero ella está viviendo el dolor del presente y le es imposible
proyectarse al futuro y menos con otro hombre como pareja.
- ¡Sal a divertirte, a bailar, distráete!. Las personas con tal de solucio-
nar el dolor de la pérdida de su amigo/a, hacen lo posible para distraer-
lo/a, por ejemplo, entrando en resoluciones maníacas y elusivas.
- Tengo un amiga para presentarte... Parece que todo se subsanara con
ingresar a otra relación, cuestión de anular el dolor y la angustia, cuan-
do, reiteramos, son sentimientos ineludibles en la elaboración de la
pérdida.
- ¡No llores, no vale la pena, se fuerte!!!. Al igual que en los velorios
que trata de suprimirse el llanto por entenderse como síntoma de debili-
dad, el asociar no llorar como síntoma de fortaleza, hace que los conse-
jos sean antinaturales a los sentimientos y emociones que se detonan
frente a la pérdida.
- ¡El era un miserable, mal tipo… no te trataba bien!. El cargar las tin-
tas contra la ex pareja es aliarse con la persona demonizando al otro.
Estas actitudes son riesgosas, principalmente en cónyuges muy depen-
dientes que, si lograran reiniciar el vínculo, trasmiten todas las opinio-
nes del círculo afectivo a su partenaire, que empoderado cerrará las
puertas de la amistad con la persona que realizó comentarios adversos.
Con lo cual, se gana una relación de pareja pero se perdió una amiga.

Buen convivir en la separación

Hemos recopilado una serie de consejos preventivos que intentan reducir la


complicación en pos de que la convivencia de los ex cónyuges más saludable.
Una separación exitosa implica el respeto, el buen trato y el afecto de los prota-
gonistas, todo efecto salutogénico generará salud mental y emocional en los
hijos, que por cierto, son los que mas se pierden de vista en una ex pareja en
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litigio simétrico.
Es importante evitar criticar al ex-cónyuge delante de los hijos. Esto los lleva a
triangularse y a generar malhumor y locura entre los niños que se hallan en
medio de dos fuegos. Si se habla de la ex pareja, se hablará connotando positi-
vamente, en una actitud cuidadosa hacia ella pero qué repercute en los hijos. De
todas maneras, más allá de esta disquisición, es preferible que NO se hable del
ex-cónyugue.
También es relevante, no compartir mucamas. Las mucamas son chismosas
llevan y traen información y en muchos casos son sobornadas por alguno de los
integrantes que intenta dominar el territorio como un macho cabrío. Tampoco
se puede vivir en la cercanías de donde vive el ex-cónyugue: se puede vivir
cerca pero no tan cerca, para evitar persecuciones, controles y fundamental-
mente respetar la independencia de cada uno de los miembros de la ex pareja.
Por otra parte, el hombre puede vivir en casa de los padres o de amigos como
una transición. Es importante que los hijos deban tener su lugar en casa de papá.
Si es un problema económico que no permite cierta independencia, hablar con
los hijos mostrando las dificultades y reduciendo la omnipotencia. Una comu-
nicación clara y frontal se agradecerá el día de mañana en los hijos en la vida
adulta. Mostrarles a los hijos las imposibilidades es tan positivo como mostrar-
les las virtudes.
Se debe evitar enviar mensajes al ex cónyuge a través de los hijos puesto que la
triangulaciones siempre son nocivas y llevan a la conflictualidad relacional.
Además los chicos terminan entrampados en el litigio de los padres y terminan
absorbiendo las angustias, tensiones y broncas que deberían ser canalizadas
entre ellos. Se pueden utilizar mensajes de texto, chat o mail como forma de
transmitir información, pero este método también tiene su riesgo, puesto que
ante la ausencia de gestualidad y entonación, los mensajes son codificados por
el interlocutor de acuerdo al baremo de la bronca, de la angustia o de la conno-
tación positiva. Una forma de restringir el mal trato es hablar estrictamente
sobre cuestiones pertinentes a los hijos, prohibiendo preguntas personales.
Siempre se debe metacomunicar cuando los mensajes no son claros (preguntar
en cambio de suponer). Por ejemplo, es importante aprender que cuando se
habla de temas económicos no siempre se está hablando de lo económico y más
cuando es un tema problemático.
En toda ex pareja una buena organización logra minimizar problemas: la pauta-
ción de acordar días, horarios, dinero y otras responsabilidades por escrito, es
73

un artilugio que no deja lugar a dudas. Y principalmente respetar los acuerdos


económicos, puesto que no hay que involucrar a los hijos en temas de dinero o
en cualquier tema atinente a la pareja de padres.
Los padres no deben competir por ser el mejor papá o mamá. En general el
padre o la madre deben aprender a conformar el equipo de padres. Pero también
hay que tener en cuenta que los hijos invitan a triangular y se meten en las fisu-
ras que deja la ex pareja, aunque los hijos triangulan aún cuando la pareja de
padres no muestre fisuras.
Bajo la tutela de un terapeuta resulta muy útil redactar un listado de tips de
buena convivencia. El terapeuta colaborará con la co-construcción del listado
de las cosas, actividades, obligaciones, por parte de ambos ex cónyuges. Si
ambos pueden ceñirse a lo que se escribe en el listado, la organización post sepa-
ración funciona mucho mejor. La lista opera como regla y es un parámetro del
acatamiento y buena voluntad de la pareja de padres.

Conclusión

A pesar de la experiencia clínica que desarrollamos con parejas, parece incon-


cebible que dos personas que se han amado tan profundamente como para lle-
gar a una convivencia y elegirse para tener hijos, puedan llegar a semejante
catástrofe emocional en la separación.
La violencia entre ambos partenaires, gritos, insultos, manipulaciones, agre-
siones verbales y física, desagarra el interior de cada uno sin medir consecuen-
cias. Pero, el factor más grave es que se involucran a los hijos en la disputa y se
los utiliza como moneda de cambio. Restricciones en las visitas, especulacio-
nes en los horarios, dominaciones mediante cuota alimentaria y otros gastos,
hacen que tanto el hombre como la mujer, intenten salir victoriosos de una con-
tienda que no mide a quien se arrastra.
El espacio de una terapia post conyugal, intenta limpiar aquellos sedimentos
del pasado relacional de la pareja que siguen teniendo una vigencia perturbante
en los actores. Entonces la historia se yergue en el presente: contenidos y meca-
nismos, formas y estilos, se ensamblan para dificultar el duelo y fastidiar el
vínculo. El espacio que se construye con la persona, es un lugar y un tiempo que
se comparte y es sanador. Es en este espacio donde se crea un modelo de comu-
nicación a replicar fuera. También es la posibilidad de aplicar nuevas catego-
rías a donde se inscriben cada acción; en este sentido también es lugar donde se
74

alienta a cambiar significados.


Estas ligazones post separación pueden perdurar en el tiempo, no permiten
elaborar el duelo, por ende, dificultan la construcción de una nueva pareja, son
destructivas de la vida emocional y psíquica no solo de los ex partenaires sino
de los hijos y hacen que la vida toda se centre en este juego y que el resto de las
actividades de la vida se secundaricen.
La correcta elaboración del duelo por la separación implica un gran crecimien-
to y un salto hacia la madurez de los afectos; implica soltar, dejar, respetar, pro-
yectarse al futuro, amar, en síntesis, vivir, en el sentido más profundo de este
término.

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Capitulo 4

PASOS PARA UNA


TERAPIA FAMILIAR ULTRAMODERNA

Juan Luis Linares


Escuela de Terapia Familiar Hospital Sant Pau, España

Entre el objetivismo y el subjetivismo

La preocupación y la curiosidad de los seres humanos por su entorno son,


probablemente, tan antiguos como nuestra especie. Sin embargo, y si nos
limitamos a la cultura occidental, son los filósofos presocráticos los primeros
que nos han legado un testimonio fidedigno de ese fenómeno intelectual. Tales
de Mileto, el primero entre los primeros, inspirado seguramente por el universo
acuático en el que siempre se desarrolló la cultura griega, afirmó que todo
procedía de lo húmedo o, en definitiva, del agua. Y no hay duda de que algo de
eso ha confirmado la ciencia. Y ni qué hablar de la teoría atómica de
Demócrito, otro de los filósofos del cosmos o de la naturaleza (Russell, 1945).
Sabios todos ellos que miraban a su alrededor, sobrecogidos por el infinito
misterio del mundo en que vivían, e intentaban captar y entender su condición
última. Se trata, desde luego, de la primera tentativa objetivadora que registra
nuestra cultura, aunque ni siquiera ella está exenta de reflexiones inquietas
sobre las limitaciones de la percepción humana.
Esta preocupación alcanza rango de planteamiento fundamental en autores
como Parménides, para quien los fenómenos de la naturaleza y, por tanto, las
explicaciones cosmológicas, forman parte de la ilusión, por lo que, lejos de
constituir la Verdad, no son sino el resultado de la opinión de los hombres.
Opuesto a Parménides en otros aspectos, Heráclito coincide con él en su
afirmación de subjetivismo al afirmar que todo fluye y que no podemos
bañarnos dos veces en el mismo río. En efecto, podrán encontrarse en el
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mo. La otra gran fuente inspiradora es el filósofo vienés Wittgenstein, cuyo


énfasis en la importancia del lenguaje ha sido interpretada por los postmoder-
nos como una legitimación de su subjetivismo.
La sensibilidad postmoderna, que ya había desembarcado en las ciencias físi-
cas con la incertidumbre de Heisenberg e incluso con la relatividad de Einstein
a comienzos del siglo veinte, tardaría paradójicamente más de medio siglo en
alcanzar a la psicología y a la psicoterapia, pero, al hacerlo, transformó nota-
blemente a los dos grandes modelos vigentes. Lacan, para el cual el hombre y el
paciente se revelan en el lenguaje, desafió al psicoanálisis freudiano sustitu-
yendo, como buen estructuralista, la historia por la estructura. Por su parte, el
cognitivismo transformó al conductismo, reivindicando al pensamiento y a la
conciencia, junto al comportamiento y por encima de él, como objeto de inter-
vención y de investigación de la psicología.
Pero no pararon ahí los cambios. El psicodrama, la psicoterapia gestáltica y,
en general, las distintas psicoterapias llamadas humanistas, reivindicaron la
importancia de las emociones en sus respectivos modelos, abriendo así las puer-
tas a una de las claves más subjetivas del psiquismo humano. Y, además y sobre
todo, nació la terapia familiar.

El postmodernismo y la terapia familiar

No es una imprecisión afirmar que la terapia familiar nació postmoderna, como


resultado de esa primera oleada fundacional. La idea de que no existe una reali-
dad relacional única y objetivamente descubrible, sino que las realidades rela-
cionales se construyen desde la subjetividad, es probablemente la premisa
emblemática del postmodernismo sistémico (o, como algunos desearían, post-
sistémico). El énfasis en lo relacional es imprescindible para evitar caer en un
relativismo incompatible con la actividad científica y terapéutica. Y, ¿es posi-
ble imaginar una situación en que las distintas subjetividades construyan reali-
dades relacionales más diversas que la de una familia, con sus múltiples perso-
najes, roles y conflictos? Hasta el terapeuta más novato e ingenuo aprende
pronto que en una familia es imposible determinar quién tiene razón o en qué
miembro reside “la verdad”.
A pesar de lo cual, la terapia familiar vivió dos oleadas más de postmodernis-
mo, constructivista en los años ochenta y socioconstruccionista en los noventa,
que radicalizaron los planteamientos relativistas, en nombre del individuo en el
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primer caso y de la sociedad en el segundo. Y en detrimento de la familia en


cualquiera de los dos. Resulta difícil entender la necesidad de esa apuesta, a
todas luces exagerada, por una ideología que termina minando las bases del
modelo (y, en algunos casos, cuestionándolo abiertamente), y, para intentarlo,
se impone una reflexión que encuadre el fenómeno. De entrada, ¿por qué ocu-
rre en la terapia familiar y no en otros territorios de la psicoterapia? ¿Y por qué
en Estados Unidos y en sus áreas culturalmente más próximas, los mundos
anglosajón, germánico y nórdico?
La primera respuesta ha sido ya adelantada. La terapia familiar nace postmo-
derna porque, por definición, reunir a los distintos miembros de una familia
evoca necesariamente sus distintos mundos y realidades y descarta la aproxi-
mación a alguno de ellos como “el verdadero” y a los otros como “los falsos”.
Dos títulos de Watzlawick, el gran divulgador del comunicacionalismo paloal-
tino, lo dicen todo al respecto: How real is real? (¿Es real la realidad?), (Watz-
lawick, 1977), y The invented reality (La realidad inventada), (Watzlawick,
1984). Y, sin embargo, el pedigrí de postmodernismo no debía de ser suficiente-
mente puro, porque, en los años ochenta, coincidiendo con la oleada construc-
tivista, autores como Keeney (1982) y Dell (1982) arremetieron contra Watzla-
wick y sus compañeros de Palo Alto, descalificándolos como pragmáticos
desde posiciones que reivindicaban la improvisación como única fuente legíti-
ma de creatividad terapéutica. Era la llamada estética del cambio, propuesta sin
duda estimulante si no abriera la puerta a la frivolidad del “todo vale”. Lo que
en cualquier caso estimuló fue la polémica, porque Watzlawick (1982) reaccio-
nó enérgicamente contra su descalificación y hasta alguien hubo que contraata-
có definiendo certeramente a los estéticos como sometidos a la fashionable
mind (la mente a la moda) (Coyne et al., 1982). El postmodernismo, pues, tiene
tan sólidas y antiguas raíces en la terapia familiar, que no puede sorprender que
haya alimentado a sus jóvenes cachorros con una dieta de “más de lo mismo”.
El constructivismo en terapia familiar bebió de autores como Von Foerster ,
Von Glaserfeld y Maturana, que, procedentes de campos ajenos a la psicología
o la psiquiatría, fueron seducidos para que se convirtieran en epistemólogos de
la nueva teoría sistémica… o postsistémica. Y, como referente teórico central,
se propuso la cibernética de segundo orden, que destacaba la imposibilidad de
observar desde fuera un sistema con el que se interactúa, siendo inevitable la
integración en él y, en consecuencia, la auto-observación. Además, la interac-
ción instructiva es imposible y, por tanto, los sistemas, que están determinados
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pensamiento humano pocas afirmaciones tan claras de la precariedad de la


realidad, aunque no menos rotundo resulta el mismo Sócrates al aseverar que
sólo sé que no sé nada. De hecho, con él culmina una línea de razonamiento que
constituyó la fuerza y la flaqueza de los sofistas, y que no es sino el movimiento
de signo contrario al de los filósofos cosmológicos: la reflexión sobre el hom-
bre y el cuestionamiento de su capacidad de conocer la realidad objetiva.
Objetivismo y subjetivismo no han cesado de alternarse a lo largo de la historia
de la filosofía. Al marcado subjetivismo de Platón siguió el realismo de Aristó-
teles, y, a ambos, neoplatónicos y neoaristotélicos durante muchos siglos. De
hecho, toda la filosofía occidental puede ser entendida en términos de dicha
alternancia, representando cada giro, de uno u otro signo, una superación del
precedente de signo opuesto que, incluyéndolo, aporta nuevas propuestas
correspondientes a un nivel de complejidad superior. Los filósofos no suelen
basar sus ideas en la descalificación de otros autores anteriores, sino que los
integran y, por lo general, parten de lo que en ellos ha habido de importante para
fundamentar sus propios pensamientos.
A través de los grandes sistemas filosóficos idealistas y realistas, se alcanzan
los tiempos modernos, marcados por un positivismo firmemente objetivista
que expresa la euforia de la revolución industrial y su ilimitada fe en el progre-
so. Es la principal fuente de la ideología moderna, todavía ampliamente vigen-
te y que, en el caso de la psicología, llegó casi sin competencia hasta mediados
del siglo veinte. En ese proceso cabe enmarcar la ilusión freudiana de un futuro
en que sus teorías psicodinámicas obtendrían la verificación en los laboratorios
de neurofisiología. Y, desde luego, también ilustran a la perfección el espíritu
moderno la reflexología de Pavlov y el conductismo de Watson, que se repar-
tieron con el psicoanálisis el territorio psicoterapéutico de esa época.
Pero, en 1927, el que luego sería premio Nobel de física Werner Heisenberg
había presentado su célebre principio de incertidumbre, según el cual es impo-
sible conocer con precisión y simultáneamente la posición y la velocidad de un
electrón. El contenido físico de tal afirmación no es muy relevante para lo que
aquí nos ocupa, pero lo que sí resultó muy influyente fuera del campo estricta-
mente científico fue la idea de que es imposible conocer algo. Lejos de un
relativismo banal, que se desprendería de la interpretación textual del enuncia-
do mismo, la importancia filosófica del principio de incertidumbre radica en la
idea de los límites del conocimiento objetivo, lo cual lo ha convertido en una de
las fuentes inspiradoras de un nuevo giro subjetivista llamado postmodernis-
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estructuralmente, no pueden ser conocidos objetivamente. El conocimiento no


es sino acoplamiento estructural, que permite que dos sistemas interactúen sin
desvirtuarse.
La terapia familiar constructivista hace un principio de estas ideas y propone
una intervención basada en la improvisación y en las prácticas conversaciona-
les. Las preguntas circulares y reflexivas (Tomm, 1987) son la mejor represen-
tación de una sensibilidad según la cual el terapeuta no puede imponer su reali-
dad al paciente o a la familia, sino que debe ayudarle a descubrir sus propias
respuestas: “¿Qué suele hacer tu hermana cuando tu padre llega a casa y tu
madre sale a recibirlo contándole todo lo que ha pasado en su ausencia?” El
terapeuta constructivista intentará inducir mediante este tipo de intervenciones
la posibilidad de no dejarse triangular, pero no actuará directamente desacti-
vando la triangulación.
Pero, desafortunadamente, la radicalización condujo, desde un razonable cues-
tionamiento de la posibilidad de observar objetivamente un proceso relacional
en el que se participa, a la negación del rol de experto y a la exaltación de la
improvisación como suprema modalidad de intervención terapéutica. No
puede extrañar que se produjeran abusos y que empezara el alejamiento de la
terapia familiar de la clínica, en la que aportaciones tan prometedoras había
realizado. Sin embargo, el golpe de gracia al “constructivismo radical” (en
expresión de uno de sus portavoces, Von Glaserfeld), no vino de otros sectores
de la sistémica, sino del feminismo. En efecto, éste se sintió profundamente
irritado y reaccionó con una crítica feroz ante unas propuestas que sugerían
igual validez de las distintas construcciones subjetivas frente a un mismo fenó-
meno, por ejemplo, el maltrato: la del maltratador y la de la víctima. Con el
paso de los años ochenta a los noventa, el postmodernismo en terapia familiar
abandonó casi totalmente el constructivismo y abrazó con entusiasmo la causa
socio-construccionista.
¿Cuál era la diferencia? Como adelantamos más arriba y su nombre indica, el
construccionismo social pone énfasis en la intervención de la sociedad en la
construcción de realidades y, en particular, de las que se expresan a través de los
síntomas. Recurriendo a Foucault (1961), se atribuye al discurso social domi-
nante la influencia decisiva en la construcción de la patología y, en definitiva,
en el mantenimiento de las relaciones de dominio. También son fuentes impor-
tantes de inspiración Vigotsky y Bajtin (Bajtin, 1979), psicólogos rusos de la
época soviética impulsores de teorías sociogénicas del lenguaje, coherentes
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con el marxismo pero más sutiles que la ideología estalinista oficialmente


imperante en la URSS.
Porque, en definitiva, el socio-construccionismo postmoderno es una especie
de neomarxismo psicoterapéutico encubierto, pasado por el pensamiento polí-
ticamente correcto. Neomarxismo no sólo porque usa a autores marxistas
como referencia en momentos en que esa corriente de pensamiento está en des-
crédito, sino porque asume el postulado básico de que los males del género
humano proceden de la sociedad a través de las relaciones de dominio. Nada
nuevo, en definitiva, puesto que, ya en los años sesenta y setenta, el antiinstitu-
cionalismo de Basaglia (1968) en Italia y la antipsiquiatría de Cooper y Laing
(1971) en Inglaterra mantuvieron posturas similares, habiendo sido su influen-
cia notable en los inicios de la terapia familiar. Más aun, la extraordinaria
implantación y la riqueza de ideas del pensamiento sistémico en Italia no se
entienden sino como herencia de Basaglia y del movimiento Psiquiatría Demo-
crática, fundado por sus colaboradores, exponentes del marxismo crítico del
68 europeo.
Pero el marxismo de los socio-construccionistas es encubierto porque, además
de no explicitar jamás su inspiración en Marx, cuando citan a los autores mar-
xistas o cripto-marxistas lo hacen con las fechas de sus traducciones al inglés,
así que, por ejemplo, Foucault se convierte en un filósofo… ¡de los años ochen-
ta! El problema es que así se produce un anacronismo confuso que ignora la
experiencia previa de los movimientos contestatarios referidos y, lo que es más
importante, sus límites, que empujaron a muchos de sus seguidores hacia la
terapia familiar sistémica hace treinta años. Es decir, que ya se sabía en aque-
llos tiempos la enorme influencia de la opresión social sobre los trastornos
mentales, pero también se aprendió que ello no resolvía el problema de la locu-
ra. Y ahora se nos vende el primer producto como si de una novedad se tratara y
se continúa ignorando el segundo.
Además, el lecho de Procusto del pensamiento políticamente correcto se ha
instalado paradójicamente sobre las terapias postmodernas, rechazando prácti-
cas e ideas arbitrariamente consideradas poco respetuosas o directamente opre-
sivas. Es así como la censura ha repudiado cualquier tipo de diagnóstico, aun-
que se base estrictamente en criterios relacionales, rechazando también las
prescripciones y cualquier modalidad de intervención que se realice desde la
posición de experto. Sólo vale, alcanzando la categoría de práctica liberadora,
la conversación terapéutica, basada en la improvisación creativa.
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El socio-construccionismo tiene dos ramas fundamentales, la llamada conver-


sacionalista, surgida en el centro de Galveston en torno a las figuras de Goolis-
hian y Anderson (1992), y la conocida como narrativista, representada funda-
mentalmente por el australiano White (1989) y el neozelandés Epston (1989).
Ambas coinciden en el posicionamiento político de fondo, aunque los narrati-
vistas están más abiertos a los recursos técnicos y, consecuentemente, son
menos radicales en el rechazo de la posición de experto. Así, por ejemplo, una
práctica emblemática del narrativismo es la externalización, que permite,
poniendo fuera del sujeto las raíces de la dificultad, luchar más eficazmente
contra ella. Es emblemático el diploma concedido por White a un joven pacien-
te encoprético, acreditativo de “haber vencido a la caca traicionera”. El obje-
tivo es la deconstrucción de las narrativas opresivas impuestas, para recondu-
cir el discurso en un sentido liberador, tanto de los síntomas como del dominio
a ellos asociado.

La terapia familiar ultramoderna

Los excesos del postmodernismo y la sensación de que su ciclo se agota justifi-


can sobradamente preguntarse acerca de qué va a sucederle. Y Marina (2000)
no duda en inventarse una propuesta: el Ultramodernismo. Propuesta que,
desde aquí, hemos asumido como propia, sugiriendo algunas consecuencias de
su aplicación al campo de la terapia familiar (Linares, 2001 y Linares, 2006 a).
Para empezar, el terapeuta familiar ultramoderno acepta con toda naturalidad
el rol de experto. No se trata, sin embargo, de un experto cualquiera, puesto que
somete gustoso la validación de su expertez a una negociación con la familia y,
a veces, también con el paciente de forma relativamente autónoma. Es impor-
tante que ellos sepan que él o ella “saben”, pero que no van a utilizar su saber
para tiranizarlos o para imponerles realidades que ellos no estén en condiciones
de aceptar. Es un terreno delicado, puesto que, a la vez que demuestra sus cono-
cimientos, el terapeuta debe garantizar su buen uso. Por ejemplo, resistiendo a
pie firme las invitaciones a “decirnos lo que debemos hacer o lo que está mal de
lo que estamos haciendo”.
El terapeuta ultramoderno debe ser y mostrarse responsable, a la vez que debe
pedir responsabilidad a los miembros de la familia, ponderada y proporcional-
mente a su posición en la misma. A diferencia del terapeuta postmoderno, ten-
tado eventualmente de declararse irresponsable del devenir de la familia, en su
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condición de simple acompañante conversador, el ultramoderno asume la res-


ponsabilidad que se desprende de su expertez. Y ello no significa regresar a
aquella formulación, terriblemente culpógena, de que “no hay familias resis-
tentes sino terapeutas ineficaces”. No, también hay familias resistentes, o,
hasta cierto punto, todas lo son, y algunas sencillamente imposibles. El ejerci-
cio de la responsabilidad excluye la omnipotencia, y todo terapeuta es cons-
ciente de que existen límites a su saber y a su buen hacer.
En cuanto a la responsabilidad exigible a los miembros de la familia, es tan
obvia como necesariamente matizable. Todos los personajes involucrados en
un juego disfuncional deben responsabilizarse de las consecuencias de sus
actos, pero de distinta manera. Es lógico que el maltrato físico comporte conse-
cuencias penales para los adultos, pero no lo es que el maltrato psicológico y
relacional, más lesivo a menudo que aquél, sea exonerado a priori de toda res-
ponsabilidad moral. Una terapia exitosa pasa por un proceso de cambio y el
terapeuta debe guiarlo induciendo buenas dosis de autocrítica, y no vacilando
en señalar errores y malentendidos. Evitando, eso sí, actitudes inquisitoriales y
asumiendo posiciones afectuosas y comprensivamente solidarias. Los niños,
por su parte, también deben ser ayudados a comprender el sentido relacional de
sus actos, pero evitando conducirlos a situaciones en que, eventualmente, pro-
tejan a los adultos más de lo que éstos los protegen a ellos.
El giro ultramoderno implica la recuperación de un cierto objetivismo, aunque,
claro está, de ninguna manera el retorno al positivismo moderno. En conse-
cuencia, se reivindica el diagnóstico psicopatológico, debidamente reformula-
do como conjunto de metáforas guía. Bateson descalificó el diagnóstico como
dormitivo, y no le faltaba razón si pensamos en el etiquetaje de la conducta des-
viada en que consistía la nosografía psiquiátrica hasta su cuestionamiento por
los movimientos contestatarios de los años sesenta y setenta. Un diagnóstico
tautológico, que definía al alcohólico por su afición desmedida a la bebida o al
psicótico por su tendencia a delirar y agitarse. Pero, aún entonces, entre sofla-
mas hipercríticas y discursos panfletarios, los llamados antipsiquiatras no
podían evitar, tapándose discretamente la boca con la mano, intercalar algún
paréntesis de doble epistemología frente a problemas complejos. V.g.: “Bueno,
pero, entonces ¿se trata de un psicótico?”
Algo de esa actitud ha heredado la terapia familiar, siendo ya hora de superarla
con una decidida redefinición del diagnóstico en términos relacionales. Es el
espíritu que inspiró la primera formulación de la teoría del doble vínculo, que
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establecía una cierta relación lineal entre dicho fenómeno comunicacional y la


esquizofrenia, posteriormente negada en aras de la sacrosanta circularidad.
¡Cómo si no fuera evidente que la circularidad no suprime la linealidad, sino
que la incluye en un nivel de complejidad superior! A veces, el afán por innovar
de los grandes autores les hace renegar de algunas de sus propuestas en benefi-
cio de otras posteriores, corriéndose el riesgo de que, en el proceso revisionista,
se pierda o se minusvalore un material precioso. Le ocurrió a Freud (1915-17)
con la teoría del trauma y también a Bateson (1972) con el doble vínculo, que,
cuestionado en sus aspectos lineales, se convirtió en un constructo demasiado
abstracto y de escasa utilidad, terminando por ser relegado. Injustamente, si
tomamos en consideración la enorme potencialidad de su formulación original.
La terapia familiar ultramoderna reivindica, pues, la linealidad, sin renunciar a
la preciosa circularidad. El paradigma cosmológico copernicano, con el que
aún nos regimos para movernos por el mundo, tiene apenas trescientos años de
antigüedad. Y no hay duda de que su concepción heliocéntrica resulta de
extraordinaria utilidad para entender los husos horarios y para orientarse en los
grandes viajes intercontinentales. Pero no vamos a Australia muy a menudo, y
todavía utilizamos expresiones como “el sol sale” o “el sol se pone”, perfecta-
mente válidas en nuestra experiencia cotidiana, aunque correspondientes al
paradigma ptolemaico vigente los 18 siglos anteriores a Copérnico, que consi-
deraba a la tierra esférica, pero situada en el centro del universo, con los astros,
y por supuesto el sol, girando a su alrededor. Y, para movernos en nuestro entor-
no habitual, seguimos utilizando un paradigma anterior a Ptolomeo, que, desde
tiempos inmemoriales, defendía la naturaleza plana de la tierra. ¡Si vamos a
comprar el pan obsesionados con la esfericidad de la tierra, lo más probable es
que no pasemos del semáforo de la esquina!
Así que se impone conservar la causalidad lineal para múltiples interacciones
cotidianas, aunque enmarcada en una circularidad que aporta la imprescindible
dimensión de complejidad. ¿A quién se le puede ocurrir que la manera como
los padres tratan a sus hijos no influya de forma determinante en el desarrollo
de la personalidad de éstos? Sin embargo, insertos en un ecosistema complejo,
la reacción de los hijos puede modificar el trato que reciben de sus padres.
Focalizar la inadecuación en el trato psicológico que algunos padres dispensan
a sus hijos ha de dejar de ser un tabú para la terapia familiar, como lo ha dejado
de ser reconocer y explicitar el maltrato físico. Lejos quedaron los tiempos en
que las asociaciones estadounidenses de familiares de enfermos mentales se
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sintieron atacados por la terapia familiar y contraatacaron provocando un trau-


ma del que el mundo sistémico norteamericano aún no se ha recuperado. Desde
entonces los terapeutas han aprendido mucho sobre cómo tratar a familiares
culpabilizados, a la vez que la opinión pública ha asimilado la evidencia del
maltrato parento-filial y la legitimidad de una implicación social en la lucha
contra el mismo. El maltrato psicológico es el elemento intermediario entre el
bloqueo de los procesos de nutrición relacional y la psicopatología, siendo la
responsabilidad del terapeuta la instauración del “buen trato”, y no, desde lue-
go, ampliar el combate inquisitorial para “erradicar cualquier modalidad de
maltrato”.
El terapeuta ultramoderno debe rescatar la mejor tradición sistémica de usarse
a sí mismo, asumiendo la necesidad de amar a los pacientes y a las familias,
incluyendo a unos maltratadores que deben ser percibidos como víctimas, tam-
bién ellos, de la terrible cadena del maltrato. El terapeuta “siente” en terapia, y
su subjetividad emocional es un legítimo y decisivo recurso terapéutico. Por
supuesto que también utilizará la rica y variada gama de técnicas terapéuticas
acumuladas en la tradición sistémica, sin menospreciar las prescripciones com-
portamentales, caídas desgraciadamente en desuso en los círculos postmoder-
nos, que las descalifican como manipuladoras o poco respetuosas. Maturana, al
que se cita en apoyo de tal descalificación, define como imposibles las interac-
ciones basadas en la simple instrucción, que no es sino la imposición arbitraria
de una subjetividad a otra. Pero una prescripción comportamental no es una
interacción instructiva si, siguiendo siempre al citado autor, se realiza desde el
acoplamiento estructural, es decir, desde la aceptación respetuosa de la subje-
tividad del otro. En definitiva, para que una prescripción sea válida y tenga
opciones de servir para algo, debe realizarse dentro del horizonte relacional de
las personas a las que se dirige, que tienen que ser capaces de llevarla a cabo sin
violentarse ni aumentar sus sufrimientos. Y esa misma cualidad es generaliza-
ble a cualquier intervención terapéutica, sea de la naturaleza que sea. Si una
propuesta conversacional pretendidamente respetuosa se sitúa fuera del hori-
zonte cultural de la familia, resultará, en el mejor de los casos, irrelevante.
Si el terapeuta sintoniza con estas ideas y actúa en consecuencia, se descubrirá
a sí mismo hablando en prosa… ultramoderna, pero también, lo que es mucho
más importante, desarrollando su inteligencia terapéutica.
La terapia familiar ultramoderna es un invento con voluntad provocadora, y no
una nueva bandera con pretensiones territoriales. Su mensaje más importante
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es la necesidad de acabar con el dogmatismo postmoderno, abriendo las venta-


nas del territorio sistémico a aires frescos y desmitificadores, alimentados a su
vez por lo mucho de bueno que hay en la tradición psicoterapéutica. Ambas
cosas son necesarias para que la terapia familiar recupere relevancia en el
campo de la salud mental: que aporte ideas novedosas y estimulantes y que deje
de proponerse como la eterna revolución del pensamiento terapéutico. ¡Patéti-
ca revolución la que, en cincuenta años de rodaje, no consigue tomar la Bastilla
ni conquistar el Palacio de Invierno!
Cuando el gobierno alemán se propuso incluir a las psicoterapias entre las pres-
taciones sanitarias financiadas por la seguridad social, la terapia familiar sisté-
mica no fue reconocida como un modelo científicamente solvente porque no
pudo presentar un cuerpo de investigaciones “basadas en pruebas”, homologa-
bles con las de orientación psicoanalítica y cognitivo-conductual. Le ha costa-
do diez años al movimiento sistémico alemán reunir el dossier necesario para
ser, ¡por fin!, reconocido en fechas recientes (2.008). Jugar un papel relevante
en el campo de la salud mental implica, entre otras cosas, homologarse lo sufi-
ciente con el resto de modelos como para no salirse del foco.
En cuanto a la inteligencia terapéutica, no se trata de un don divino capaz de
producir superdotados o idiotas según los avatares de su caprichosa distribu-
ción, sino del resultado del desarrollo de sencillos recursos consustanciales a la
condición humana. Al igual que ocurriera con la inteligencia emocional, este
nuevo “descubrimiento” permite comprender fenómenos complejos (éxitos
grandiosos, cambios espectaculares) con medios sencillos y modestos. Espero
que el lector se dé cuenta de que la inteligencia terapéutica está a su alcance,
con independencia de los obstáculos burocráticos y las barreras corporativas.
Sólo son necesarios el sentido común, la honestidad intelectual y un proceso
razonable de formación.

Reflexiones finales

El Cuadro nº 1 resume algunas de las características fundamentales del mode-


lo que hemos desarrollado en las páginas precedentes, marcando ciertas dife-
rencias con los modelos postmodernos más extendidos.
Es hora de recapitular sobre algo que, a estas alturas, ha debido de quedar sufi-
cientemente establecido: que la terapia familiar ultramoderna es, ante todo,
eso, terapia familiar. El individuo y la sociedad son dos referentes fundamenta-
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les. El primero, en tanto que sujeto indiscutible de derecho y legítimo actor de


cualquier juego relacional, a la vez que, desde una perspectiva fundamental en
un libro sobre terapia, como portador de síntomas. La segunda, porque consti-
tuye un suprasistema de pertenencia que sobredetermina y contextualiza los
fenómenos relacionales y psicológicos mediante una organización y una mito-
logía que configuran las dos caras de la cultura.
Los modelos tradicionalmente llamados intrapsíquicos y, en la tradición sisté-
mica, el constructivismo, focalizan al individuo como constructor de realida-
des, mientras que los movimientos alternativos críticos (antipsiquiatría, anti-
institucionalismo…) y su epígono, el socio-construccionismo, atribuyen dicha
función a la sociedad. Evidentemente acaban trabajando también con el indivi-
duo, puesto que la sociedad tiene la fea costumbre de resistirse a acudir a las
sesiones.
Desde una perspectiva ultramoderna, ambas instancias resultan insoslayables,
pero el énfasis terapéutico se sigue poniendo en la familia. Parece perogrulles-
co tratándose de terapia familiar, pero, ¡oh paradoja!, no lo es tanto desde el
momento en que muchos profesionales supuestamente sistémicos renuncian a
trabajar con ella. Y, sin embargo, no hay inversión terapéuticamente más renta-
ble que abordar a la familia como sistema de pertenencia privilegiado, interme-
diario imprescindible entre la sociedad y el individuo.
No tenemos empacho alguno en aceptar que la psicopatología (individuo) es el
resultado complejo de la interferencia del amor por el poder (sociedad). Pero
este proceso, que coincide con la esencia del maltrato psicológico, responde a
pautas muy variadas ejecutadas por la familia. Por eso estas líneas, al igual que
nuestra práctica terapéutica, le están dedicadas en su doble función de genera-
dora del amor y transmisora del poder.
Hemos definido el maltrato psicológico como el verdadero problema que
deben afrontar todos los modelos terapéuticos en el campo de la salud mental.
Ello vale, muy especialmente, para la terapia familiar, que, por ser un modelo
relacional, está mejor pertrechada para abordar fenómenos relacionales, como
el maltrato psicológico. A diferencia de un apéndice de menor importancia del
maltrato físico, el psicológico es el que otorga a éste toda su carga destructiva,
confiriendo a unas pautas agresivas, generalmente de gravedad menor, capaci-
dad de dañar el desarrollo de la personalidad hasta el enloquecimiento y la ani-
quilación.
Además de clarificar epistemológicamente el universo del maltrato, este plan-
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teamiento tiene importantes consecuencias prácticas. Por una parte, resuelve la


discontinuidad entre maltrato y psicopatología, que tan a menudo atenaza la
intervención terapéutica en el campo de la salud mental. Efectivamente, carece
de sentido reconocer el maltrato físico y aceptar la legitimidad de su abordaje
basado en el control social, a la vez que se niega la psicopatología o se la reduce
a una especie de epifenómeno banal frente al cual sólo hay que “conversar”
improvisada y colaborativamente.
Por otra parte, focalizando las pautas de maltrato psicológico familiar (triangu-
laciones, deprivaciones y caotizaciones) como objeto fundamental de inter-
vención, se hace evidente la inutilidad, y hasta la imposibilidad, de priorizar el
control social, a la vez que se impone la conveniencia de contar con guiones
específicos que orienten y dirijan la “conversación” terapéutica. No es lo
mismo combatir la triangulación desconfirmadora subyacente a una psicosis
que contrarrestar la deprivación descalificadora que acompaña a una depresión
mayor. Y el control social seguirá siendo necesario cuando peligre la integridad
(física) del sujeto, pero supeditado a estrategias psicoterapéuticas que apunten
a las pautas de maltrato (psicológico) que subyacen.
A estas alturas del discurso, resulta obvia la reivindicación de un diagnóstico
psicopatológico, reconvertido de conjunto de etiquetas clasificatorias de las
conductas desviadas, en sistema de metáforas guía facilitadoras de la compren-
sión de fenómenos relacionales disfuncionales complejos.
¡No más incurrir en dobles epistemologías, que son, a fin de cuentas, modalida-
des de doble moral! Carece de sentido negar por un lado la legitimidad del diag-
nóstico, susurrando por otro, de modo vergonzante, la posibilidad de que… “el
paciente sea un psicótico.” La terapia familiar ultramoderna renuncia al panfle-
to anti-diagnóstico, reivindicando la profundización en la comprensión de sus
bases relacionales como medio más eficaz para deconstruir la psicopatología
convencional.
Por todo ello, la terapia familiar ultramoderna no denigra la causalidad lineal ni
la menosprecia olímpicamente alzando las cejas, sino que la reivindica plena-
mente, aunque, eso sí, integrándola en un nivel de complejidad superior, que es
la causalidad circular. Y ello tiene, una vez más, importantes consecuencias
prácticas.
Si me roban la cartera en una aglomeración callejera, antes de reflexionar sobre
la injusticia de las desigualdades sociales, que empujan a tantas personas a la
delincuencia, iré a la policía y pondré una denuncia. Y luego, ciertamente, no
90

me ahorraré reflexiones que me eviten incurrir, a mí y a mis interlocutores


habituales, en burdas simplificaciones racistas del tipo “¡es culpa de los inmi-
grantes!”
Del mismo modo, en tanto que terapeuta ultramoderno, intentaré neutralizar la
pauta de maltrato psicológico generadora del síntoma, consciente de que los
padres u otras figuras que ejercen las funciones parentales, son los primeros
responsables de su instauración, aunque en su posterior mantenimiento y desa-
rrollo intervengan decisivamente otros actores y, muy especialmente, el
paciente. Si, por un prurito de circularidad hipersistémica, atribuyo a todos la
misma responsabilidad, descalificaré la terapia e indispondré con la misma,
cuando menos al paciente.
Que el lenguaje es un elemento fundamental en la definición de la condición
humana no merece siquiera discusión, como tampoco admite dudas su impor-
tancia decisiva en la relación terapéutica.

Cuadro 1

Modelos postmodernos, Terapia Familiar


intrapsíquicos y críticos Ultramoderna

Construcción de la Individuo / Familia /


Individuo /Sociedad
Realidad Sociedad

Maltrato y Discontinuidad y Continuidad a través del


psicopatología dicotomía maltrato psicológico

Diagnóstico Diagnóstico relacional como


Rechazo
psicopatológico “metáforas guía”

Integración en la
Linealidad Rechazo
Circularidad

Motor del Amor complejo /


Lenguaje
psiquismo nutrición relacional

Principio de
Rol de “experto” Negación
“responsabilidad”

Condición de las Conversaciones


Inteligencia terapéutica
Terapias “Colaborativas”
91

La propuesta ultramoderna reconoce al lenguaje como definitorio de lo huma-


no, anteponiéndole otro elemento aún más decisivo en ese proceso: el amor. No
nos amamos porque somos capaces de hablar, sino que hablamos estimulados
por ese motor relacional infinitamente potente que es el amor. Ya hemos insisti-
do bastante en la condición compleja de este amor, que trasciende lo estricta-
mente emocional incorporando ingredientes cognitivos y pragmáticos. La “nu-
trición relacional” no es otra cosa que la vivencia subjetiva de ser compleja-
mente amado, es decir, de ser objeto de pensamientos amorosos, de sentimien-
tos amorosos y de actuaciones amorosas.
Y, al igual que el amor es un fenómeno complejo, también lo es su interferencia
por el poder a través de las relaciones de dominio. El resultado no es otro que la
doble condición humana, primariamente amorosa y secundariamente maltra-
tante.
Isomórficamente, la terapia es un proceso restaurador del amor, destrabado en
la medida de lo posible de bloqueos e interferencias. El terapeuta usará, a tal
efecto, su propia subjetividad amorosa, proyectada en un pensar, un sentir y un
actuar de tal índole. Y, una vez más, el lenguaje servirá de vehículo para tan
trascendental proceso.
La negación del rol de experto se ha convertido en una seña de identidad de las
terapias postmodernas, so pretexto de no invadir con clichés autoritarios la
intimidad de pacientes y familias. Sus defensores no suelen dejarse impresio-
nar por la evidencia de que los clientes vienen buscando precisamente eso, un
experto. El debate podría ser eterno y, probablemente, aburrido y estéril, por lo
que, desde posiciones ultramodernas, apelamos al sentido común, adscribién-
donos a la más simple y sana tradición de terapeutas no autoritarios, expertos
en movilizar los recursos de sus clientes más que en imponer los suyos propios.
El fantasma que inquieta a los negadores de la expertez es real y encarna al
poder médico, aliado de las relaciones de dominio. Su presencia es evidente en
la medicina moderna, así como en la psiquiatría pseudocientífica, abrigada con
ropajes biologicistas. Pero la necesaria crítica de estas perversiones de la rela-
ción terapéutica no autoriza a deshacerse del bebé junto con el agua sucia. El
experto segurizador, capaz de sacar de las personas las potencialidades que
éstas no han podido desarrollar, es una bendición para el sistema, al igual que
sus sugerencias y consejos empáticos, y resulta tremendamente injusto descali-
ficarlo como irrespetuoso o autoritario.
El terapeuta ultramoderno opina, aconseja y prescribe, pero no lo hace atrin-
92

cherado en una supuesta objetividad, sino desde la responsabilidad de su impli-


cación personal en problemas humanos que ponen en juego su capacidad de
empatía y el legítimo manejo subjetivo de sus recursos.
Por eso, y para concluir, debemos expresar nuestro más profundo desacuerdo
con la mitología postmoderna de la “conversación colaborativa” como esencia
y sentido último de la terapia. ¡Claro que hay que conversar, y ciertamente que
hay que hacerlo de modo colaborativo! Mas, de puro obvia, la fórmula resulta
banal. Los terapeutas que no conversan (que, aunque parezca mentira, los hay),
o los que lo hacen de forma no colaborativa, se descalifican ellos mismos y. o
quedan relegados por triviales o, en el peor de los casos, se integran en la bor-
giana “Historia Universal de la Infamia”. Pero ser terapeuta exige algo más que
evitar la condición de infame o de trivial.
La intervención terapéutica inteligente, que reivindicamos los sistémicos
ultramodernos, incorpora la conversación colaborativa, pero lo hace provista
de guiones u hojas de ruta, que impriman una orientación al conversar. Y tales
guiones se confeccionan con material procedente de tres fuentes fundamenta-
les.
La primera fuente es la propia persona del terapeuta, articulada en su más legí-
tima subjetividad. El terapeuta deberá ser lo más consciente posible de su perfil
profesional o, lo que es lo mismo, de su ecuación personal que combina capaci-
dad literaria, inteligencia emocional y espíritu práctico. Y, al tiempo que la
implementa sin desperdiciarla ni violentarla, hará lo posible por enriquecerla,
compensando carencias y llenando lagunas.
La segunda fuente, inspirada en la propuesta de Whitaker de la danza terapéu-
tica, consiste en la construcción por cada terapeuta de una personal pista de
baile, por la que desplazarse con el paciente y su familia siguiendo algunos ejes
que encuadran y facilitan sus ritmos y sus pasos. El autor comunica las claves
de su propia pista de baile, como ejemplo que pueda inspirar la construcción de
otras, y no ciertamente como modelo a imitar mecánicamente. Dichas claves se
organizarían en los siguientes ejes: 1.- del síntoma a la relación; 2.- del indivi-
duo al sistema; 3.- de la acomodación a la confrontación; y 4.- de la internaliza-
ción a la externalización.
Por último, la tercera fuente es, claro, está, la familia y el paciente, inspiradores
de las metáforas guía en que consiste el diagnóstico relacional. No se conversa
ni se colabora del mismo modo con un psicótico, con la pareja de un depresivo
mayor o con una familia multiproblemática. Al primero hay que ayudarle a
93

liberarse de una triangulación desconfirmante, a la segunda a compensar una


complementariedad rígida y a la tercera a generar tejido relacional que la
impulse a salir del caos.
La inteligencia terapéutica se define, como en los más exquisitos films clásicos
de Hollywood, por esos guiones meticulosos y creativos que aúnan la subjeti-
vidad del terapeuta y las particularidades de las familias y pacientes, extrayen-
do lo mejor de cada una de ellas.

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Capitulo 5

EVALUACIÓN FAMILIAR: UNA PROXIMACIÓN


DESDE EL MODELO CIRCUMPLEJO

David Villarreal-Zegarra
Instituto Peruano de Orientación Psicológica - IPOPS, Perú

La concepción de familia como un grupo de influencia recíproca entre sus


miembros y de interacciones particulares y complejas que configuran una
identidad propia como conjunto permite trascender la individualidad de sus
miembros y supone un gran avance para el estudio de la organización familiar
(Espinal, Gimeno & González, 2006).
Es por ello que es necesario un marco de referencia integrador, que apele a la
complejidad de esta. Estudiar a la familia es fundamental y necesario para com-
prender la dinámica social, debido a que varias investigaciones sostienen la
relación entre la dinámica familiar y las diversas problemáticas sociales actua-
les (Iraurgi, Sanz y Martínez-Pampliega, 2004). En los últimos años se viene
registrando en el Perú un número alarmante de casos de violencia familiar (Be-
navides, Leon y Leon, 2015), contra la pareja (Caballero, Alfaro, Nuñez, y
Torres, 2009), a los hijos (Ruiz-Grosso, Loret de Mola y Miranda, 2014), así
como un centenar de otros problemas más relacionados.
Para poder entender de forma adecuada estas problemáticas es fundamental
tener estrategias y herramientas para recolectar e interpretar adecuadamente
estos datos.
Una adecuada evaluación psicológica implica contar con instrumentos fiables
y válidos, lo cual comprende una limitación en nuestro contexto. El Instituto
Nacional de Salud Mental "Honorio Delgado - Hideyo Noguchi" (2008) llevó a
cabo un estudio documental en el qué reportó los instrumentos de evaluación
psicológica en salud mental creados, adaptados y/o validados entre los años
1990 y 2004 a nivel nacional (703 en total) de los cuales solo un poco más del
96

5% se orientan directa o indirectamente a evaluar al grupo familiar. Este por-


centaje es muy recudo, teniendo en cuenta que la familia es un ente de sociali-
zación primaria y un factor sumamente importante a lo largo del ciclo vital.
Sumado a la necesidad creciente de intervenciones eficaces, efectivas y efi-
cientes (Labrador y Crespo, 2012, pp 214; Ybarra, Orozco y Velancia, 2015, pp
18), la evaluación toma un papel sumamente importante en el que hacer de un
profesional de la salud. Por lo que es necesario evaluar la dinámica familiar en
la problemática de las personas en consulta, entendiendo al cliente/paciente
como miembro de un sistema familiar.
Es sabido que existe una brecha entre la investigación y la intervención en psi-
cología familiar, así como la carencia de trabajos empíricos en estudios de fami-
lia en latinoamerica (Costa et al, 2009); de manera que es impresindible contar
con instrumentos que cumplan las medidas de confiabilidad y validez necesa-
rias para que satisfagan estos requerimientos.

MODELO CIRCUMPLEJO DE LOS SISTEMAS MARITALES Y FAMILIARES DE


DAVID OLSON

El modelo circumplejo de los sistemas maritales y familiares, busca desarrollar


una propuesta teórica, de investigación e intervención clínica (Olson, Russell y
Sprenkle, 1989). Se compone de tres conceptos clave para la comprensión de
las relaciones familiares: la cohesión, la flexibilidad (anteriormente traducida
como adaptabilidad) y la comunicación (Olson y Gorall, 2006b).
Estas tres dimensiones que han sido consideradas sumamente relevantes en
una variedad de modelos teóricos y de terapia familiar (Mirnics et al., 2010).
Surgieron por la agrupación conceptual de más de cincuenta conceptos desa-
rrollados por diferentes investigadores y profesionales, en su mayoría sistémi-
cos, para describir la dinámica familiar y de pareja (Olson, 2000), como limi-
tes, normas, roles, jerarquías, etc.
La Cohesión se define como la vinculación emocional que los miembros de la
familia tienen uno hacia el otro (Olson y Gorall, 2006b), se entiende como el
grado en que los miembros de la familia están compenetrados entre sí, se ayu-
dan y apoyan. Los indicadores específicos son: vinculación emocional, depen-
dencia, límites, coaliciones parento-filiales, cantidad de tiempo juntos, espa-
cios comunes, intereses y recreación.
La Flexibilidad, en el pasado había sido definida como la capacidad para el
97

cambio del liderazgo/jerarquía de la familiar, los roles y reglas (Olson y Gorall,


2006b). La nueva definición de la flexibilidad como la cualidad y expresión del
liderazgo, organización, roles, reglas y negociaciones. Esta dimensión hace
referencia al modo en que los sistemas balancean la estabilidad y el cambio
(Costa et al., 2009). Los indicadores específicos son: autoridad dentro de la
familia (liderazgo, asertividad, control y disciplina), estilos de negociación,
relaciones entre roles y reglas que rigen las relaciones.
La Comunicación entendida como la capacidad de comunicar positiva y aserti-
vamente dentro de la pareja o el sistema familiar. La dimensión de la comunica-
ción, es facilitador/mediadora de los niveles cohesión y flexibilidad dentro de
la pareja o familia (Olson y Gorall, 2006b).
A partir de estos tres conceptos, se han diseñado varios instrumentos específi-
cos (ver tabla 1) para la evaluación clínica, planificación del tratamiento y la
investigación en el ámbito del trabajo con familias y parejas (Kouneski, 2002;
Olson, 2011).
Tabla 1
Paquetes de evaluación familiar

Instrumento Ítems Autores Descripción


FACES IV (última 42 Olson (2011) Síes dimensiones ( desligada,
versión). cohesión balanceada,
enmarañada, rígida,
flexibilidad balanceada y
caótica; 7 ítems c/u)

FACES III 20 Olson, Portner y Lavee Dos dimensiones (cohesión


(1982) y adaptabilidad; 10 ítems
c/u).

FACES II 30 Olson, Portner y Lavee Dos dimensiones (cohesión


(1982) y adaptabilidad; 15 ítems
c/u).

Escala de satisfacción 10 Olson el at. (2006a). Una dimensión (aplicable a


familiar (última todos los ciclos evolutivos)
versión)

Escala de satisfacción 14 Olson & Wilson (1982) Dos dimensiones


familiar (versión (satisfacción hacia la
original) cohesión familiar y
satisfacción sobre la
adaptabilidad familiar; 7
ítems c/u).
98

Tabla 1
Paquetes de evaluación familiar

Instrumento Ítems Autores Descripción


Escala de 10 Olson el at. (2006a) Una dimensión (aplicable a
comunicación todos los ciclos evolutivos)
familiar (última
versión)

Escala de 20 Barnes y Olson (1982) Dos dimensiones (apertura a


comunicación la comunicación y
padres-adolescentes problemas en la
comunicación familiar; 10
ítems c/u).

ENRICH 115 Olson, Fournier y 11 dimensiones


Druckman (1982) (Satisfaccción familiar,
factores de personalidad,
comunicación, resolución de
conflicto, manejo del dinero,
actividades de ocio, relación
sexual, hijos y matrimonio,
familia y amigos, roles
equitativos, orientación
religiosa; 10 ítems c/u) y un
extra de distorsión idealista
(5 ítems)
Nota: Todas las escalas son de aplicación individual y colectiva. Tabla adaptada de Kouneski (2000).

Escala de comunicación familiar

Dentro de la batería de evaluación más reciente (Olson et al, 2006a) está la Esca-
la de comunicación familiar o FCS (por sus siglas en ingles) de 10 ítems, basa-
dos de la escala de comunicación padres-adolescentes Barnes y Olson (1982).
Las ventajas más importantes es que puede ser utilizado con una variedad de
tipos de familia según la composición y las familias en las distintas etapas del
ciclo de vida.
La escala de comunicación familiar (FCS) está conformada por 10 reactivos
que obedecen a una definición de la comunicación familiar como el acto de
informar ideas, pensamientos y sentimientos entre los miembros de una unidad
familiar. La comunicación familiar puede variar de pobre a muy efectiva
(Olson et al., 2006a). En la versión original la muestra (n = 2465) representa a
la población estadounidense (M = 36.2, DE = 9.0, α = .90).
99

Escala de satisfacción familiar

La Escala de satisfacción familiar o FSS (por sus siglas en ingles), elaborada


originalmente por Olson y Wilson (1982) y posteriormente mejorada por
Olson et al. (2006a), presumiblemente la primera en medir este constructo, con
el fin de evaluar los niveles de satisfacción respecto al funcionamiento del
sistema familiar. Olson define la satisfacción familiar como el grado en que los
miembros de la familia se sienten felices y satisfechos con los demás (Sainz,
2008).
Específicamente diseñada para evaluar la satisfacción que perciben los miem-
bros sobre la relación familiar, que implica los niveles de cercanía emocional,
la capacidad para adaptarse a los cambios, la calidad de la comunicación y la
forma de resolver los problemas. Consta de diez ítems de tipo Likert de cinco
alternativas, cuya valoración está entre 1 (extremadamente insatisfecho), 2
(generalmente insatisfecho), 3 (indeciso), 4 (generalmente satisfecho) y 5 (ex-
tremadamente satisfecho), con una puntuación máxima posible de 50 y mínima
de 10. En la versión original la muestra (n = 2465) representa a la población
estadounidense (M = 37.5, DE = 8.5, α = .92).

Escala de Evaluación de la Cohesión y la Adaptabilidad Familiar - FACES

Tal vez la escala de evaluación más utilizada dentro de todo el abanico de ins-
trumentos propuestos por del modelo circumplejo es la Escala de Evaluación
de la Cohesión y la Adaptabilidad Familiar o FACES (Family Adaptability
and Cohesion Evaluation Scales), por sus siglas en ingles. Kouneski (2002),
señala que se ha utilizado en más de 1200 estudios de investigación y también
han sido ampliamente utilizadas en la práctica clínica en los últimos 25 años. El
modelo y la escala también han sido objeto de revisiones frecuentes y alteracio-
nes desde su desarrollo inicial (Olson, Sprenkle y Russell, 1979).
La versión original de la FACES, fue creada por David Olson, Richard Bell, y
Joyce Portner en 1978, contaba de 111 ítems que fueron modificadores varias
veces para mejorar sus propiedades psicométricas hasta desarrollarse el
FACES II (Kouneski, 2000).
100

Escala de Evaluación de la Cohesión y la Adaptabilidad Familiar - FACES III

Está conformada por 20 ítems, la confiabilidad de prueba original es de .68, y


para cada una de las dimensiones de cohesión es .77 y de adaptabilidad .62. Su
corrección es sencilla, pues es la suma de los ítems impares para la dimensión
de cohesión, y los ítems pares para la de adaptabilidad, según la traducción
realizada por Reusche (Toscano, 1998).
Cohesión familiar: Esta dimensión evalúa el grado en que los miembros de la
familia están separados o conectados entre si, apoyándose unos a otros. Se defi-
ne, como el vínculo emocional que los miembros de la familia tienen entre sí.
Los niveles de cohesión, bajo el modelo de Olson oscilan entre: Desligada (D),
Separada (S), Conectada (C) y Aglutinada (A) (Olson et al., 1982).
Adaptabilidad familiar: Esta dimensión examina la habilidad del sistema mari-
tal o familiar para cambiar su estructura de poder, sus roles y reglas de relación
en respuesta a una demanda situacional o de desarrollo. Los niveles de adapta-
bilidad dan lugar a los niveles: Rígida (R), Estructurada (E), Flexible (F), Caó-
tica (C). (Olson et al., 1982)
A través de la correlación curvilínea de estas dos dimensiones, se determinan
tres niveles de funcionalidad familiar:
Familia balanceada o equilibrada: Aquella que mantiene una estabilidad entre
los niveles de apego y flexibilidad para el cambio, gracias a su adecuado proce-
so de comunicación, esto se traduce en su posición central en ambas dimensio-
nes, que corresponden a cuatro tipos de funcionalidad familiar: flexiblemente
separada (FS), flexiblemente conectada (FC), estructuralmente separada (ES)
y estructuralmente conectada (EC).
Familia de rango medio: Aquella que puede presentar cierta dimensión extre-
ma, bien en adaptación o cohesión, pero balanceadas en la otra dimensión; a
esta pertenecen ocho tipos de funcionalidad: caóticamente separada (CS), caó-
ticamente conectada (CC), flexiblemente dispersa (FD), flexiblemente agluti-
nada (FA), estructuralmente dispersa (ED), estructuralmente aglutinada (EA),
rígidamente separada (RS) y rígidamente conectada (RC).
Familia Extrema: Con niveles muy bajos o bien muy altos de apego entre sus
miembros o de capacidad para adatarse a las necesidades propias de la familia o
el medio, en las que están cuatro tipos de funcionalidad familiar: caóticamente
dispersa (CD), caóticamente aglutinada (CA), rígidamente dispersa (RD) y
rígidamente aglutinada (RA) (Olson et al., 1982).
101

Figura 1
Modelo Circumplejo de Olson

Bajo COHESIÓN Alto

Alto
CD CA
CS CC

D
A
ID
IL
FD FS FC FA
B
A
T
P
A ED ES EC EA
D
A

RS RC
RD RA
Bajo

Balanceado Medio Extremo

CDC aóticamente Dispersa ED Estructuralmente Dispersa


CS Caóticamente Separada ES Estructuralmente Separada
CC C aóticamente Conectada EC Estructuralmente Conectada
CA C aóticamente Aglutinada EA Estructuralmente Aglutinada
FD Flexiblemente Dispersa RD R í g i d a m e n t e D i s p e r s a
 lexiblemente Separada
FSF RS R í g i d a m e n t e S e p a r a d a
FCF lexiblemente Conectada RC R ígidamente Conectada
FA Flexiblemente Aglutinada RA Rígidamente Aglutinada
102

TIPO
FLEXIBLEMENTE FLEXIBLEMENTE
BALANCEADA
Figura 2

BALANCEADO SEPARADA CONECTADA

ESTRUCTURALMENTE ESTRUCTURALMENTE
SEPARADA CONECTADO

TIPO DE
RANGO MEDIO
Las tres niveles del funcionamiento familiar del Modelo Cirumplejo

CAOTICAMENTE CAOTICAMENTE
DISPERA AGLUTINADA
EXTREMO TIPO EXTREMA
RIGIDAMENTE RIGIDAMENTE
DISPERA AGLUTINADA
103

Family Adaptability and Cohesion Evaluation Scale FACES IV

Está conformado por seis dimensiones de siete ítems cada una, dos balancea-
das o saludables (cohesión balanceada y flexibilidad balanceada) y cuatro
extremas o desbalanceadas (rígida, caótica, desvinculada y enmarañada),
asumiendo la hipótesis curvilínea de que los niveles balanceados son los más
propicios para el funcionamiento familiar saludable, mientras que los niveles
desbalanceado de la cohesión y la flexibilidad (niveles muy bajos o muy altos)
están asociados con el funcionamiento familiar problemático (Olson & Gorall,
2006b).
La cohesión se define como el vínculo emocional que une a los miembros de la
familia unos a otros (Olson, Sprenkle, y Russell, 1979), tomando como indica-
dores a la vinculación emocional, los límites, las coaliciones, el tiempo, el espa-
cio, los amigos, la toma de decisiones, los intereses y la recreación (Mirnics et
al, 2010).
La flexibilidad se define como la calidad en el liderazgo y la organización
familiar, los roles, las normas y las negociaciones entre sus miembros (Olson &
Gorall, 2006b), tomando los indicadores del nivel de cambio del liderazgo (con-
trol, disciplina, autoridad), estilos de negociación, relaciones de rol, y estable-
cimiento de reglas (Mirnics et al, 2010).
La cohesión balanceada, es el grado óptimo en que los miembros de la familia
se sienten cercanos o vinculados emocionalmente entre sí, apoyándose unos a
otros.
La flexibilidad balanceada, se entiende como la calidad en el liderazgo y la
organización familiar, los roles, las normas y negociaciones entre sus miem-
bros.
La dimensión desligada, entendida como el grado de distanciamiento emocio-
nal, predominio de la individualidad y poco sentido de pertenencia.
La dimensión enmarañada, mide la cercanía emocional extrema, la dependen-
cia afectiva y el sobreinvolucramiento entre los miembros, priorizando las acti-
vidades dentro de la familia.
La dimensión rígida, se refiere a un liderazgo autoritario, fuerte control paren-
tal, normas rígidas y severas; los roles están estrictamente definidos, existiendo
limitada posibilidad de cambio.
La dimensión caótica, se caracteriza por un liderazgo limitado e ineficaz, roles
ambiguos, con frecuentes cambios en las normas sin consecuencias claras al
104

transgredirlas, y las decisiones parentales tienden a ser impulsivas.


Estas dimensiones, tienen muy buenos niveles de fiabilidad y validez. El análi-
sis de confiabilidad por Alfa de Cronbach son: desligada = .87, enmarañada =
.77, rígida = .83, caótica = .85, cohesión balanceada = .89, y flexibilidad balan-
ceada = .80.

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Capitulo 6

SCORE-15: UNA NUEVA


ESCALA DE EVALUACIÓN FAMILIAR

Roberto Pereira Tercero y Garazi Rivas


Red Europea y Latinoamericana de Escuelas Sistémicas - RELATES
Escuela Vasco-Navarra de Terapia Familiar – EVNTF, España

INTRODUCCIÓN

Desde la epistemología de la Terapia Familiar Sistémica (TFS), el propósito


explícito de la intervención terapéutica es la inducción de cambios en las inte-
racciones que acontecen dentro del sistema familiar o de pareja. De esta mane-
ra, el objetivo del tratamiento consiste en que se establezcan interacciones más
funcionales que reduzcan los problemas presentados inicialmente por los
miembros, subsistemas o los sistemas familiares completos.
Por otro lado, la sistematización de la investigación en psicoterapia comienza
aproximadamente hace cinco décadas (Hoglend, 1999). Desde entonces la
complejidad de los estudios ha aumentado tanto como la pluralidad metodoló-
gica. Producto de dicho incremento también han aumentado las investigacio-
nes y/o publicaciones en el área de la psicoterapia. De esta manera, la psicote-
rapia ha pasado de fundamentarse en hipótesis teóricas sin contrastar a basarse
en la evidencia (Beutler, Moleiro y Penela, 2004).
Sin embargo, la tendencia general en el desempeño clínico, siempre ha sido el
abordaje de la psicopatología del individuo. Posiblemente, esto explique la
escasez de estudios empíricos en España y Latinoamérica, especialmente en la
dimensión familiar. Al mismo tiempo, es posible que ésta escasez también se
deba a la dificultad que conlleva investigar, fundamentalmente bajo modelos
teóricos como la TFS (Gracia y Musitu, 2000). En concreto, la complejidad se
basa en la dificultad para operacionalizar ciertos conceptos teóricos, ya que se
torna difícil captar e identificar con rigor las relaciones de los fenómenos que
108

plantea la TFS (Stratton et al, 2010), es decir, la dificultad reside crear catego-
rías que sean coherentes con el modelo, al mismo tiempo que sean cuantifica-
bles desde el método científico. Es por esto que ciertos autores aducen que la
falta de coherencia en las medidas utilizadas ha obstruido el progreso de la
TFS. (Sanderson et al, 2009).
Por otro lado, Hambleton (1999) señaló que en nuestro país resulta más ade-
cuada la adaptación a un segundo idioma que la construcción de un test. Princi-
palmente por tres razones. Primeramente el proceso de traducción es más eco-
nómico que el de construcción. En segundo lugar, en países como el nuestro,
aunque cada vez son mayores la experiencia y el conocimiento psicométrico,
aún son limitados y la adaptación de los tests permitirá avanzar sustancialmen-
te al investigar estudios comparativos con otras poblaciones.

PROYECTO SCORE

En este contexto nace el Proyecto Score, con objeto de construir y después tra-
ducir a diferente idiomas un instrumento de medida coherente con la terapia
familiar, que sea capaz de medir los cambios significativos que se producen, si
es que éstos acontecen, durante el proceso terapéutico y que al mismo tiempo,
sea capaz de ofrecer indicadores sobre las potencialidades (Falicov, 1991) y las
disfuncionalidades existentes en los sistemas conformados por parejas o fami-
lias. De esta manera diferentes escuelas pertenencientes a la European Family
Therapy Association, junto con miembros de la Federación Española de Aso-
ciaciones de Terapia Familiar (FEATF), comenzaron un proyecto conjunto con
el objeto de construir un instrumento de medida coherente con la TFS fiable y
válido para los diferentes países que la conforman de forma que los resultados
pudiesen ser comparables internacionalmente.
Actualmente, además del Score 15, existen otras tres versiones del instrumento
Score, el Score-40 (α =.934 y validez de .833) que consta de 40 ítems, el Score
28 (α = 0,890) que consta de 28 items (Fay et al. 2013). Además, Fay et al
(2013) realizaron una tercera versión, el SCORE-29, una adaptación Irlandesa
derivada del SCORE-40).
La ventaja que con la que cuenta el SCORE-15 frente a las versiones anteriores
es su brevedad, puesto que su cumplimentación no excede de 10-15 minutos.
Asimismo, dicho instrumento es sensible al cambio durante el proceso terapéu-
tico y permite identificar áreas de relevancia clínica para la intervención sisté-
109

mica con familias y parejas.


Paralelamente, el hecho de que el instrumento se administre en 3 momentos
diferentes durante el curso de la terapia permite discernir si durante el trata-
miento la familia/pareja ha cambiado, y en caso de que fuese afirmativo, en qué
áreas lo ha hecho. Tanto es así, que autores como Stratton (2011) o Pereira
(2013) plantean utilizar dicho instrumento para medir la eficacia de la TFS.

SCORE-15

El test está compuesto por 15 ítems de escala tipo Likert, donde 1, significa
“totalmente en desacuerdo” y 5 “totalmente de acuerdo”. Asimismo, está con-
formado por tres dimensiones:
Dimensión 1 - Fortalezas y Capacidad de adaptación.
Dimensión 2 - Preocupados o Angustiados.
Dimensión 3 - Dificultad para comunicarse.

Además, la puntuación total alcanzada por el test puede oscilar entre 15 y 75,
siendo las puntuaciones más bajas aquellas que corresponden a un mejor fun-
cionamiento familiar. (Anexo 3)
Cabe mencionar que la fiabilidad del instrumento se ha analizado estudiando la
consistencia interna del mismo y de sus dimensiones teóricas y empíricas a
través del coeficiente alfa de Cronbach (1951).
De esta manera, la escala total del Score-15 obtuvo un alfa de Cronbach (α) de
0.85, para la dimensión 1 (fortalezas y capacidad de adaptación) un α = 0.79,
para la dimensión 2 (preocupados o angustiados) α = 0.78 y para la dimensión
3 (dificultad para comunicarse) un α = 0.62.

Tabla 1
Valores de Alfa de Crombach de la escala total y las tres dimensiones
Alfa N° de Ítems
Escala Total .848 15
Dimensión 1 - Fortalezas y Capacidad de adaptación .791 5
Dimensión 2 - Preocupados o Angustiados .780 5
Dimensión 3 - Dificultad para comunicarse .620 5
110

Igualmente el test Score-15 cuenta con dos escalas que abarcan un rango de 1-
10 donde los participantes pueden valorar la eficacia percibida en cuanto a la
intervención terapéutica y la gravedad percibida sobre la dificultad que los trae
a tratamiento. Dichas escalas se incluyen en las tres aplicaciones del test. (Ane-
xo 4)
De igual forma y de manera opcional, incluye dos escalas con el mismo rango
(1 a 10) donde los terapeutas pueden indicar si consideran que ha habido mejo-
ría en la familia y el efecto que creen que la intervención terapéutica ha tenido
sobre la pareja o el sistema familiar al completo. (Anexo 5)
Antes de la primera sesión, los diferentes terapeutas familiares que colaboran
en el estudio, explican a las familias la naturaleza del mismo. A continuación,
se pide el consentimiento informado por escrito de las familias, que también
firman los terapeutas. Finalmente, se entrega un cuestionario Score-15 a cada
uno de los miembros de la familia para que lo cumplimenten de manera indivi-
dual. (Anexos 3 y 4)
En la cuarta sesión, se administra de nuevo un Score a cada uno de los miembro
de la familia. Asimismo, los terapeutas completaran la “escala del terapeuta”,
una medida complementaria que se basa en una escala del 1 al 10 donde los
terapeutas valoran la funcionalidad percibida, en función del impacto que el
tratamiento ha tenido sobre la familia o la pareja participante.
Finalmente los terapeutas administraran nuevamente el Score-15 en la última
sesión. De igual manera, se cumplimenta de nuevo la “Escala del Terapeuta”.
(Anexo 5)

CONCLUSIONES

Así pues, la importancia de traducir el instrumento de medida Score-15 radica


en varios aspectos fundamentales, que abarcan desde el ámbito de la investiga-
ción al de la intervención psicoterapéutica. Por un lado, es capaz de medir el
funcionamiento familiar en diversas áreas. Primeramente, esto propiciará rea-
lizar hipótesis clínicas sobre el funcionamiento familiar o de pareja de las per-
sonas que acudan a terapia. Asimismo, resultará un indicador sobre las áreas a
las que se debe prestar especial interés, ya sea para identificar aspectos disfun-
cionales dentro de las interacciones, como para detectar áreas de buen funcio-
namiento (Walsh, 2004) dentro de las familias o parejas. Dicha información
podrá ser utilizada a la hora de construir un tratamiento personalizado.
111

Asimismo, el instrumento de medida Score-15 es un buen indicador para saber


si se han producido cambios en los sistemas. Así pues, que el instrumento sea
sensible al cambio en el funcionamiento familiar (Stratton et al, 2010), hace
que sea coherente con el marco teórico de la TFS, ya que el objetivo principal
de la misma consiste en introducir cambios en los funcionamientos familiares,
acontecimiento que con dicho instrumento puede ser objetivable, por lo que el
Score-15 ofrece a los terapeutas la posibilidad de comprobar si se han dado
cambios en las interacciones y en caso de que éstos hayan sucedido, en qué
dimensiones se han producido los mismos.
Al mismo tiempo permite recoger dichos datos para continuar con las indaga-
ciones sobre la TFS. Los datos extraídos podrán ser utilizados para comparar-
los con los de otras investigaciones nacionales o internacionales de forma fia-
ble, al mismo tiempo que los datos obtenidos servirán para cuantificar el índice
de éxito de la intervención (Pereira, 2013), obteniendo datos empíricos y a gran
escala sobre su índice de éxito.
El Score-15 consta de tres escalas que oscilan en un rango del 1 al 10 donde la
familia valora la percepción de su valía como familia funcional y la utilidad de
la terapia respecto a sus dificultades. Por otro lado, contiene dos preguntas
abiertas que tratan sobre las palabras que describen mejor a la familia y cuál es
el problema que les trae a terapia. Dichos apartados se repiten en las tres aplica-
ciones del cuestionario de manera que, no sólo se puede recoger la percepción
de la familia sobre sus dificultades, sino además, si ésta ha variado y si perciben
que la intervención terapéutica les ha ayudado.
Simultáneamente, tal y como hemos señalado, con la “Escala del terapeuta” se
recoge la percepción que tienen éstos sobre la evolución de la terapia. De esta
forma, se pueden comparar las percepciones de familia y terapeutas, para com-
probar si coinciden o hay divergencias entre ambas, y en qué sentido.
En resumen, el Score-15 es un instrumento fiable, válido y sensible al cambio
que se aplica en menos de 10 minutos, de carácter gratuito y coherente con la
TSF a los profesionales de Salud Mental.

REFERENCIAS

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funciona en psicoterapia?. En H, Fernández-Álvarez. Y R. Opazo. La
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Buenos Aires: Paidós.
113

ANEXO 1:
Normas de corrección para el Score-15 adaptado al español
NORMAS DE CORRECCIÓN PARA EL SCORE-15

Extraer puntuaciones para el Score-15

Primero registrar los datos obtenidos en el test por los participantes para extraer
las puntuaciones directas o totales. Éstas se extraen sumando el total de cada
columna deben de codificarse en los lugares marcados por las X.

Ejemplo de corrección:
Fortalezas y Preocupados Dificultad
Capacidad de o para
adaptación Angustiados comunicarse
N° Puntaje del Ítem Dimension 1 Dimension 2 Dimension 3
1 4 4
2 2 2
3 4 4
4 3 3
5 3 3
6 4 4
7 2 2
8 4 4
9 1 1
10 4 4
11 2 2
12 4 4
13 4 4
14 3 3
15 4 4
TOTAL SCORE 52
Total dimensiones 20 19 13
Promedios: 3,47 4,00 3,80 2,60
114

A continuación hay que extraer los valores promedio para: la puntuación total
del test, la Dimensión 1, la Dimensión 2 y la Dimensión 3. Para ellos aplicare-
mos las siguientes fórmulas:

Promedio de la puntuación total del test

Se restarán sobre 60, los valores marcados como negativos en la columna con-
ceptualizada como “valores positivos y negativos” y del resultado que se
extraiga, se le sumarán los ítems marcados como positivos en la misma. Final-
mente se dividirá el resultado obtenido entre 15.
{60 – (Ítem 2 + Ítem 4 + Ítem 5 + Ítem 7 + Ítem 8 + Ítem 9 + Ítem 11 + Ítem 12 +
Ítem 13 +Ítem 14) + Ítem 1 + Ítem 3 + Ítem 6 + Ítem 10 + Ítem 15} / 15 = x

Promedio de la Dimensión 1 (Fortalezas y capacidad para Adaptarse)

(Ítem 1 + Ítem + 3 Ítem + Ítem 6 + Ítem 10 + Ítem 15) / 5 = X

Promedio De la Dimensión 2 (Preocupados o Angustiados)

(Ítem 5 + Ítem 7 + Ítem 9 + Ítem 11 + Ítem 14) / 15 = X

Promedio de la Dimensión 3 (Dificultad para comunicarse)

(Ítem 2 + Ítem 4 + Ítem 8 + Ítem 12 + Ítem 13) / 15 = X


115

Dimensión 1 Percentil Funcionamiento


2 20 Muy bueno
2,6 40 Bueno
3 60 Funcionamiento con mayor Frecuencia
3,6 80 Malo
4 90 Muy malo

Dimensión 2 Percentil Funcionamiento


2,0 20 Muy bueno
2,75 40 Bueno
3,25 60 Funcionamiento con mayor Frecuencia
3,75 80 Malo
4,25 90 Muy Malo

Dimensión 3 Percentil Funcionamiento


2 20 Muy bueno
2,5 40 Bueno
3 60 Funcionamiento con mayor Frecuencia
3,4 80 Malo
3,8 90 Muy malo

Puntuación Total Percentil Funcionamiento


2,26 20 Muy bueno
2,66 40 Bueno
3,06 60 Funcionamiento con mayor Frecuencia
3,42 80 Malo
3,8 90 Muy malo

Tiempo Primera evaluación Segunda evaluación Tercera evaluación

Funcionamiento
116

ANEXO 3:
SCORE 15
Describiendo a su familia

Nos gustaría que nos comente cómo ve usted a su familia en estos momen-
tos. De modo que le solicitamos SU visión de su familia.

Cuando la gente habla de “la familia” se refiere, normalmente, a las persona


que viven en el domicilio. Sin embargo, queremos que usted decida a quién
quiere contar como miembro de la familia que va a describir.
Para cada apartado haga su elección con un aspa (X) en el interior de las casillas
numeradas del 1 al 5. Por ejemplo, si la frase dijere “Siempre estamos peleando
unos contra otros” y usted considere que eso no es así en su familia, marcaría en
el interior 4, correspondiente a “Eso nos describe: no muy bien”

No piense en exceso ninguna de las preguntas, pero trate de marcar una casilla
en cada caso.
117

5.No nos describe en absoluto


4.Nos describe; No muy bien
1. Nos describe; Muy bien

3. Nos describe; En parte


2. Nos describe; Bien
Diría que la afirmación describe a su familia:

1) En mi familia hablamos de las cosas que nos importan


2) En mi familia, muchas veces, no nos decimos la verdad
3) En mi familia se nos escucha a todos
4) En nuestra familia estar en desacuerdo es arriesgado
5) Nos resulta difícil lidiar con los problemas cotidianos
6) Confiamos los unos en los otros
7) En nuestra familia uno se siente desgraciado
8) Cuando personas de mi familia se enfadan, se ignoran
mutuamente adrede
9) Parece que vamos de crisis en crisis
10) Cuando alguno de nosotros está preocupado/alterado,
la familia lo cuida
11) Siempre parece que las cosas van mal en mi familia
12) Somos antipáticos/desagradables entre nosotros
13) Los miembros de mi familia se entrometen demasiado
en la vida de cada uno
14) Nos echamos la culpa los unos a los otros cuando las
cosas van mal
15) Somos eficaces a la hora de encontrar nuevas maneras
de afrontar temas difíciles
1 2 3 4 5

Ahora, por favor, de la vuelta a la hoja y cuéntenos un poco más de su familia


118

ANEXO 4:

¿Qué palabras describen mejor a su familia?


………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………..

¿Cuál es el problema que le trate a terapia? El problema principal es


………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………..

¿Qué grado de gravedad indicaría? Por favor, marque su respuesta en la


linea inferior.

Sin problemas    Verdaderamente mal

0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

¿Cómo se las arreglan como familia?

Muy útil    Inútil

0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
¿Cree que la terapia le será úti / le ha sido útil?

Muy útil    Inútil

0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

Algunos datos importantes referentes a usted:


Edad:
Género:
Orígen de educación
Ocupación
Personas que conviven en el núcleo familia (escriba por ejemplo, “hija de 12”, no
ponga nombres, por favor)
119

ANEXO:
PROYECTO SCORE 15 - Escala del terapeuta

Código del centro:


Número de familia
Fecha:

Quisiéramos conocer cuál es su percepción de la familia en este momento. Las


preguntas que aparecen a continuación tienen como objetivos proporcionar
alguna indicación sobre si la terapia ha resultado útil y si se ha producido un
cambio terapéutico.

El terapeuta deberá completar dichas preguntas cada vez que aplique el cues-
tionario SCORE 15 a las familias, tras la aplicación inicial en la primera sesión.
Normalmente en la sesión 4° y última. Para más información consulte, por
favor, el protocolo de aplicación. Asegúrese de no leer las respuestas de la fami-
lia antes de que usted emita una valoración.

1. ¿Considera que la terapia realizada ha sido de utilidad para la familia?


Señale su respuesta en la línea inferior:

Muy útil Inútil}


0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

2. Comparándola con la primera sesión, considera que la familia (Rodeé


con un circulo la respuesta que considera adecuada).

1 = Tiene más dificultades


2 = Sigue igual
3 = Ha mejorado
4 = Ha mejorado mucho

GRACIAS POR SU TIEMPO


Capitulo 7

ACTUALIZACIONES EN SUPERVISIÓN CLÍNICA:


EJERCICIO Y FORMACIÓN

Andrés Cabezas Corcione, Sandro Giovanazzi y Karina Contreras Arias


Escuela Sistémica de Chile, Chile
Centro Latinoamericano de Psicología Positiva Aplicada, Chile

ÉTICA PROFESIONAL Y DEONTOLOGÍA PROFESIONAL EN SUPERVISIÓN CLÍNICA

La psicoterapia es un proceso de colaboración basado en la relación entre dos


agentes activos, por un lado la persona -paciente o cliente- y un (a) psicólogo
(a) o terapeuta. La base fundamental que se da en esta interrelación es el diálo-
go, además de la proporción de un ambiente de apoyo, donde por medio de la
vinculación terapéutica se abren espacios objetivos, neutrales e imparciales,
que buscan entregar autoconocimientos para que las personas puedan viven-
ciar experiencias saludables a nivel intrapersonal como interpersonal (Rous-
maniere y Ellis, 2013).
En Chile desde el año 1979 existe la Sociedad Chilena de Psicología Clínica, la
cual ha permitido homogeneizar y rigurosamente apoyar la formación y acre-
ditación tanto de psicólogos clínicos como de supervisores, cumpliendo res-
ponsablemente con vila labor científica de apoyar el avance de la psicoterapia,
mediante la formación, investigación y organización de congresos, como el
que motiva este manuscrito. En tanto existen distintos modelos de psicotera-
pia, no es fácil definir lo que es la supervisión sin evitar el sesgo auto-
perpetuante como menciona Opazo (2014), es por esto que se ofrece una defi-
nición que es considerada alejada del sesgo, señalando que es:

Un proceso, en el cual una persona experimentada y cualificada (el/la


supervisor/a) ofrece a una persona sin experiencia en este campo (el/la
supervisando) posibilidades de aprendizaje a través de orientación,
122

instrucción o control. Estas posibilidades de aprendizaje están dirigidas


a la persona misma o a su interacción con otros, por ejemplo clientes,
miembros de un grupo, colaboradores. (Schmelzer, 1997, citado en
Daskal, 2008).

La supervisión a la vez es un proceso de autocuidado personal el que ha sido


investigado en términos de bienestar del terapeuta y efectividad de
intervenciones (Kottler, 2010; Maslach, 2003), entendiendo que la supervisión
es parte fundamental del entrenamiento clínico como así también lo debe ser el
bienestar del terapeuta (Blount y Mullen, 2015).
Dentro de otros aspectos a considerar tanto en psicoterapia como en
supervisión clínica, aparece la necesidad de no sólo entrenar competencias
genéricas y específicas, sino también señalar la relevancia del proceder
deontológico profesional sobre lo ético profesional, cumpliendo así con un
acto de principios superiores. (Thomas, 2014).
Frente a eso, la psicóloga María Inés Winkler expresa que existe una diferencia
entre ética profesional y deontología profesional. Ella señala “la ética
profesional está referida al deber, a las normas o a códigos” (Winkler, 11 Enero
2014), es decir, es lo que debe conocer el profesional para cumplir con lo
establecido para favorecer a los procesos de terapia como de supervisión. Es así
como señala que la deontología profesional “es la conciencia del profesional,
es la decisión que se toma desde la propia conciencia, es una ética aplicada”
(Winkler, 11 Enero 2014).
Winlker (2014) sostiene que existen niveles de principios que rigen la labor
psicoterapéutica, que se proponen para así trabajar ya sea desde la ética o
deontología psicológica.

SUPERVISIÓN MODELO INTEGRATIVO SUPRA PARADIGMÁTICO

La psicóloga Verónica Bagladi, Coordinadora del Instituto Chileno de


Psicoterapia Integrativa y docente de la Escuela de Psicología de la
Universidad Católica de Chile, presenta el modelo integrativo supra
paradigmático, planteado por Roberto Opazo.
Según Mariñelarena (2008), “Opazo parte de un constructivismo moderado
(base epistemológica) enfatiza la importancia del acceso a la predicción y al
cambio, en el ámbito metodológico” (p. 58).
123

Se explica que dicho modelo presenta una supervisión con un trasfondo eficaz,
debido a la mirada integrativa, basada en el reconocimiento de la persona, del
psicólogo y de la importancia de la labor clínica, integrando además la vivencia
del paciente como del terapeuta.
La supervisión se extiende aproximadamente a 2 años de formación, basada
en seis ejes o paradigmas: “lo biológico, ambiental - conductual, cognitivo,
afectivo, inconsciente y sistémico, en torno al self de la persona” (Bagladi, 11
Enero 2014).
Además se trabajan con variables que son comunes para los supervisores acre-
ditados, dentro de los que destacan el repertorio, el timing, la relación terapéuti-
ca, el calce y cómo cada uno procesa la información. Bagladi, señala que: “en la
medida que existan más repertorios, será mejor la adherencia de los pacientes”
(Bagladi, 11 Enero 2014).
Este modelo de supervisión establece como objetivo trabajar con variables
específicas, fomentar el cambio, ser flexible y democrático y por sobre todo
enfatizar el proceso de manera responsable y comprometida. Se señala que
muchas veces existen resistencias de los supervisados de post grado, ya que en
ocasiones algunos psicólogos no les gusta que se les diga qué hacer, o no están
abiertos a críticas constructivas para mejorar los cambios o procesos; frente a
eso se busca empoderar al nuevo supervisado y buscar maneras directivas y

Tabla 1.
Principios de la labor terapéutica

Bioética Entendido como el estudio sistematizado de los


comportamientos humanos, el que se da en campos
de la biología y de la atención de salud, los que
están a la luz de los principios y valores morales. La
experta expresa que se establecen dos ideas
principales, una de ellas es “no hacer daño” y “hacer
el bien”
Declaración Universal de Basados en el respeto a las personas y a los pueblos
Psicología (interculturalidad), el bienestar hacia otros,
principio de integridad y responsabilidades con el
cliente y con la sociedad
Colegio de Psicólogos de Desde donde se desprenden valores para trabajar en
Chile psicoterapia y supervisión, los que versan en el
compromiso, respeto y responsabilidad social.
Nota: Fuente: Adaptado de la ponencia de Winlker (2014) Ética Profesional y Deontología Profesional en
Supervisión Clínica en Seminario Actualizaciones en Supervisión Clínica: ejercicio y formación
124

pedagógicas para que la supervisión no sea completamente invasiva, respetan-


do los tiempos de todos los actores dentro de este proceso psicoterapéutico.

SUPERVISIÓN MODELO HUMANISTA

La exposición referida a supervisión según el modelo humanista, fue dictada


por el psicólogo Alex Kalawski, quien expresa que la supervisión “representa
una instancia de ayuda para el psicoterapeuta de toda orientación teórica: para
los novatos, pero también para terapeutas con experiencia, tanto en el caso de
situaciones de difícil abordaje, como para el cuidado profesional personal”
(Kalawski, 11 Enero 2014).
Se especifica que el objetivo inicial de esta supervisión es contribuir al desarro-
llo de habilidades y actitudes, pero también de valores necesarios para la psico-
terapia, pero desde un enfoque integrativo humanista.
El contenido inicial de esta supervisión es ponerse en una posición de espera y
encuadre, teniendo claro que es un estilo y no un marco. Cuando existe esa cla-
ridad primero en el supervisor y luego en el supervisado, se logra entender la
relación con los pacientes.
El expositor señala que “todos somos neuróticos, desconectados con nosotros
en lo que soy y lo que quiero ser. La separación es aparente” (Kalawski, 11
Enero 2014). Frente a eso es importante primero que el supervisor trabaje con
el Eneagrama, ya él debe conocer quién es, para que se pueda lograr realizar el
mismo trabajo con el cliente. Es por ello que en sesión se ocupa esta técnica,
que permite “ver el punto de partida del paciente, conocer el punto de partida
del terapeuta y cómo estos se relacionan” (Kalawski, 11 Enero 2014). Claro
está que este modelo terapéutico no debe ser visto como una manera de estig-
matizar ni a uno ni al otro, ya que somos más que un número.
La modalidad de supervisión del modelo humanista es grupal, para que de esta
manera se vea una diferencia con la psicoterapia; y desde ahí también se oscila
con diferentes miradas y aprendizajes. Con este modelo de supervisión se
busca que ocurran dos movimientos importantes, por un lado ver las interrela-
ciones entre los distintos estilos, de pacientes, terapeutas, supervisores y meta-
supervisores y a la vez reflexionar conjuntamente los momentos críticos en la
psicoterapia y la supervisión, ya que muchas veces existen entrampamientos.
125

SUPERVISIÓN MODELO POST RACIONALISTA

La supervisión del modelo post racionalista fue expuesto por el psicólogo


Augusto Zagmutt, quien señala que “el post racionalismo debe su nombre a una
concepción del conocimiento humano que entiende a este como primariamente
afectivo y secundariamente reorganizado en el lenguaje” (Zagmutt, 11 Enero
2014).
Desde sus orígenes asumir este enfoque creado por Vittorio Guidano implicó
modificar radicalmente las nociones de terapia, de paciente y de terapeuta, es
por ello que la primera salvedad que el psicólogo hace de este modelo de super-
visión es que no es instruccional, sino más bien indicativo, es por ello que la
supervisión no se hace en sala espejo.
Cada una de las acciones depende de la mirada que tanto el terapeuta como el
paciente tiene, ya que si no fuera así seríamos “amebas”. La supervisión nace
para “saber lo que se sabe y reafirmar aquello que sabemos” (Zagmutt, 11
Enero 2014).
Un referente importante en este modelo es que es importante tener en conside-
ración que la historia que cada persona se cuenta, es la que tiene un sentido rele-
vante. El modelo de supervisión va desde el presente al futuro, no se centra en
el pasado, ya que somos seres del aquí.
La modalidad de esta supervisión es grupal, donde se aprende por osmosis, es
decir, se encarna el conocimiento desde la relación con otro. Como no se traba-
ja en espejo, se pide al supervisado primero registrar en papel el o los casos, y
después con el consentimiento del paciente grabar en vídeo o registro de audio,
para que de esta manera se analice a nivel grupal.
Este modelo tiene como eje central en la terapia, sea o no de supervisión, la
experiencia del paciente concebido como primera persona. “El terapeuta es
alguien que debe modificar su posición de trabajar desde la tercera persona a la
de uno que trabaja con un paciente quien lo es en primera persona” (Zagmutt,
11 Enero 2014).

SUPERVISIÓN MODELO ESTRATÉGICO SISTÉMICO

Este modelo de supervisión fue presentado por la directora y académica del


Centro de Especialistas en Intervención Estratégica (MIP), psicóloga María
Inés Pesqueira, quien comienza diciendo que este modelo es un arte del equili-
126

brio, ya que analiza y forma el equilibrio que debe ser esperado en la relación
entre el paciente y el terapeuta, contención y validación y empuja al otro a un
crecimiento.
El objetivo de este modelo de supervisión es el bienestar de los pacientes, para
eso debe existir un buen desarrollo profesional para así entregar calidad en el
servicio. “Muchos colegas creen que hacer muchas veces la práctica es hacerlo
bien, pero no siempre es así, por eso la supervisión siempre será positiva” (Pes-
queira, 11 Enero 2014).
En supervisión según el modelo estratégico sistémico se trabajan 3 ideas con-
cebidas: 1) fracasar con éxito, 2) exponer vulnerabilidad y 3) relación de inspi-
ración, lo que consiste en empoderar al otro. Cuando se habla del empoderar al
otro, se refiere a que con la supervisión se logra “formar para inspirar”, es por
ello que se define como un arte de equilibrio, ya que para conseguir dicho empo-
deramiento, se deben entregar fundamentos teóricos, conocer las propias
“trampas” para hacer así los cambios, se debe ampliar la mirada, conocer las
propias fortalezas y actuar con las propias habilidades y estilos.
El modelo no busca ser una réplica de los supervisores, sino más bien por
medio de feedback positivos, el supervisado como el supervisor deben lograr
un crecimiento, ya que se entiende como base “que en un modelo estratégico
sistémico todos crecen” (Pesqueira, 11 Enero 2014).
La psicóloga expresa que “no solo el supervisado de pregrado o postgrado que
está en un nuevo proceso viva la experiencia de que otro haga asesoría o forme,
el supervisor debe también estar en procesos de revisión” (Pesqueira, 11 Enero
2014), es así donde los cambios se realizan verdaderamente.

SUPERVISIÓN MODELO SOCIO CONSTRUCCIONISTA

La exposición de este modelo estuvo a cargo de la psicóloga Oriana Vilches,


quien aclara que la supervisión es posterior a la psicoterapia, no sólo según la
literatura, sino que además en las prácticas que se dan en Chile.
Dentro del modelo socio construccionista, ya sea en psicoterapia como en
supervisión, la importancia está dada en la palabra, ya que con ellas se puede
“conocer, controlar, realizar observaciones sistemáticas, mejorar el rendimien-
to, hacer intervenciones evaluativas y lograr aprendizajes” (Vilches, 11 Enero
2014).
La expositora se refiere a las cualidades del supervisor según este modelo,
127

quien debe primero participar de un proceso formativo, desarrollar procesos


terapéuticos atingentes, sistematizar la disciplina, tener flexibilidad, entregar
múltiples perspectivas al supervisado, poseer habilidades comunicativas refe-
ridas a los vínculos y síntesis. Además, desarrollar un adecuado lenguaje, tener
apertura a los nuevos aprendizajes dados por los supervisados, debe tener capa-
cidad para manejar y contener las emociones y por sobre soto debe realzar sus
prácticas basadas en tres ejes importantes: “humildad, paciencia y humor” (Vil-
ches, 11 Enero 2014). Frente al punto del humor, considera que tanto en psico-
terapia como en supervisión se ha perdido, por lo que se debe tomar en cuenta,
ya que el humor ejerce cercanía y vínculos entre las personas, más cuando
socialmente tiene mucha importancia en las relaciones entre las personas.
Realizar supervisión según este modelo, el supervisor debe tener “sensibilidad,
realizar trabajos transculturales, manejar las relaciones de poder y practicar
conversaciones, comunicando las experiencias vividas” (Vilches, 11 Enero
2014).
Cuando todas estas cualidades se viven, se logra que el supervisado se sienta
acogido, sienta apoyo, se sienta validado, comprendido, y se logra una acepta-
ción de la propia persona, existe trasformación y se siente también como un
agente de trasformación. Es por ello que es fundamental que ambos aprendan a
leer lo que se dice.

SUPERVISIÓN MODELO PSICODRAMA

La explicación de supervisión de este modelo, fue dictada por la psicóloga Glo-


ria Reyes, quien comienza expresando que lamenta que este modelo se encuen-
tre fuera de las cátedras de pre grado, por lo que si fuera conocido en profundi-
dad desde el inicio académico, los estudiantes no sólo atribuirían el modelo al
teatro, y es lo que muchas veces hace que se tome distancia y no se busquen
maneras de conocer los beneficios que se perciben con estas prácticas.
Este modelo nace desde el teatro, toma elementos de este arte, pero a la vez no
es una expresión sólo artística, sino que une la psicología con el arte, donde el
aporte central de Moreno es entregar el psicodrama como un proceso psicotera-
péutico desde una perspectiva vincular y social. La supervisión es entendida
como co-visón, ya que entrega diferentes miradas, las que muchas veces son
desconocidas por la propia persona y se activan con el vínculo social dentro de
la psicoterapia, de este modo la co-visión dada por este modelo, centra a la per-
128

sona en la estética, entendida no con conceptos dados desde la belleza que impe-
ra en la sociedad, sino más bien entendida desde una “explicación de soltar lo
que tenemos” (Reyes, 11 Enero 2014), lo que muchas veces está reprimido.
El psicodrama como modelo de co-visión centra al supervisado en 3 aspectos
integrados: corporal, afectivo y cognitivo (Reyes, 11 Enero 2014). El psicodra-
ma se enmarca en el aquí y ahora, ya que de igual forma la persona tiene inte-
grado el pasado, el presente y el futuro, en lo que es en ese momento específico.
Con esta co-visión se trabajan conceptos básicos como el contexto vincular, el
espacio y aquello que se repite y se ha ido aprendiendo desde años, lo que se
conoce como identidad transgeneracional.

CONCLUSIÓN

A partir de lo expuesto en el Seminario “Actualizaciones en Supervisión: ejer-


cicio y formación”, se destacan algunas reflexiones; como la importancia de la
preparación y formación inicial en pre grado de los diferentes enfoques exis-
tentes a nivel mundial como también nacional. Muchas veces la mirada forma-
tiva se extiende a aportes que no siempre muestran lo que está ocurriendo en el
país. No es extraño que a pesar de las diferencias entre los modelos de supervi-
sión, también existen similitudes entre ellos, por ejemplo que todos buscan el
bienestar para los pacientes o clientes basados en procesos formativos sistema-
tizados, donde en todos se rescata la importancia del supervisado, supervisor y
por sobre todo la búsqueda de bienestar de quienes son pacientes en las prácti-
cas profesionales.
La psicoterapia en Chile ha sido por mucho tiempo apoyada ocupando un lugar
emérito, hoy se suma la formación dada por la supervisión o co-visión, en dis-
tintos escenarios académicos entregando así competencias en efectividad clí-
nica, trabajo de la persona del terapeuta y comprensión del bienestar humano y
el cese del sufrimiento.
Finalmente poder sistematizar el discurso de experimentados y reconocidos
supervisores chilenos permite divulgar las líneas y directrices en común, seña-
lando que todos sostienen la relevancia entre, bienestar, habilidades y deonto-
logía dentro del marco de supervisión.
129

REFERENCIAS

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Psicoterapia, Santiago.
130

Zagmutt, A. (2014, Enero). Supervisión modelo post racionalista. Ponencia


inédita presentada ante Comisión Nacional de Acreditación de Psicólo-
gos Clínicos Especialistas en Psicoterapia, Santiago.
Capitulo 8

FUNCIONAMIENTO FAMILIAR EN HIJOS EN EDAD


ESCOLAR EN CONTEXTO DE INTERVENCIÓN
DE LOS SERVICIOS SOCIALES
Sandro Giovanazzi, René Barraza y Cinthya Palacios
Escuela de Psicología, Universidad Santo Tomás de La Serena, Chile
Escuela de Psicología, Universidad Central de La Serena, Chile
Escuela Sistémica de Chile, Chile

La familia es una organización compleja, en donde sus miembros interactúan y


desempeñan distintos roles con el objetivo de ayudar al individuo en los senti-
mientos de identidad e independencia dentro de un proceso evolutivo y dinámi-
co de cambio que busca una homeostasis biológica, psicológica y social a tra-
vés de un funcionamiento satisfactorio (Mendoza, Soler, Sainz, Gil, Mendoza
y Pérez, 2006).
Desde el modelo estructural la familia es concebida como un sistema vivo que
se encuentra en proceso de cambio continuo. El desarrollo de la familia, según
este modelo, transcurre en etapas que siguen una progresión de complejidad
creciente en donde hay periodos de equilibrio y adaptación, así como periodos
de desequilibrio. A consecuencia de esto la familia pasa a un estadio nuevo y
más complejo (Minuchin y Fishman, 2004).
Este modelo de desarrollo trasciende a través de cuatro etapas principales orga-
nizadas en torno del crecimiento de los hijos. Comprenden la formación de la
pareja, la pareja con hijos pequeños, la familia con hijos en edad escolar o ado-
lescentes y la familia con hijos adultos.
Minuchin y Fishman (2004) plantean que en el tercer estadio del desarrollo de
las familias, hijos en edad escolar o adolescentes, es característico un desequi-
librio leve ante las demandas propias del desarrollo del niño al introducir nue-
vos elementos al sistema familiar, sin embargo, el adolescente demanda una
alta capacidad de reacomodamiento en términos de autonomía y control.
El funcionamiento familiar, ampliamente estudiado durante las últimas tres
décadas, ha sido definido a través de características relevantes de las familias a
132

nivel de estructura, procesos relacionales y paradigmas familiares, que permi-


tirían a la familia cumplir sus funciones de socialización y desarrollo integral
de cada individuo en las diferentes etapas de su ciclo evolutivo (Hidalgo,
1999).
Minuchin (2004) concibe el funcionamiento familiar de acuerdo a aspectos
estructurales, como el tipo de familia, el número de individuos que la compo-
nen, los subsistemas, los roles de cada miembro, los límites internos y externos
de la familia, los alineamientos y el manejo del poder.
Las investigaciones acerca del funcionamiento familiar han considerado
variables asociadas a dinámicas relacionales y patrones intergeneracionales,
estructura familiar y su contexto social, cohesión y adaptabilidad, comunica-
ción y capacidad de resolución de problemas (Gimeno, Córdoba, Meléndez y
Cerviño, 2004; Mendoza, 2006; Montalvo, Espinosa y Pérez, 2013; Luna,
2012).
En Chile, se ha estudiado mayormente el funcionamiento familiar en relación a
la adolescencia (Florenzano, R. et al., 2009; Chamblás, Mathiesen, Mora,
Navarro y Castro, 2000), salud (Florenzano, 1998; Hidalgo y Rodríguez, 1998;
Cruzat, Ramírez, Melipillán y Marzolo, 2008), disfuncionalidad familiar y
vulnerabilidad social (Weinreich e Hidalgo, 2004; Garrido y Palma, 2011)
demostrándose la importancia de la identificación de los factores de riesgo y
protectores del funcionamiento familiar concluyéndose que la influencia de
estos factores se puede apreciar particularmente en los estudios de adolescen-
tes dado el nivel de conflictividad y ajuste familiar.
Planteamiento del problema
Tales antecedentes apuestan al énfasis investigativo otorgado a la etapa de la
adolescencia en el estudio del funcionamiento familiar, por sobre otra etapa del
desarrollo evolutivo de las familias. Es así que poco se conoce acerca del
funcionamiento familiar de acuerdo a la etapa del ciclo vital en que se encuen-
tran las familias cuyos periodos de transición presentan diferentes manifesta-
ciones y demandas para el desarrollo de los miembros de una familia, en donde
el estancamiento en alguna etapa del ciclo vital puede llevar a la disfuncionali-
dad familiar representada a través de diversos síntomas (Minuchin, 2004).
Tal foco investigativo cobra especial relevancia si se considera tal como
planteó Estrada (1987) que evaluar y diagnosticar el funcionamiento familiar
considerando el ciclo vital de las familias permite organizar y sistematizar los
fenómenos que ocurren en las familias de acuerdo al periodo de su desarrollo,
133

pudiendo establecer qué estrategias terapéuticas son las más adecuadas para
alcanzar los objetivos que se plantean y así identificar las técnicas de interven-
ción más propicias según cada familia.
Conocer acerca del funcionamiento familiar según la etapa del desarrollo en
que se encuentra la familia, en este caso, hijos en edad escolar, se constituye en
un recurso de intervención que permite potenciar las fortalezas de las familias y
así desarrollar estrategias de afrontamiento que aminoren la complejidad del
proceso de transición a la siguiente etapa. Esto resulta fundamental si se tiene
en cuenta que el funcionamiento familiar traza la capacidad de afrontamiento y
ajuste de las familias ante las demandas del entorno y crisis normativas propias
de cada etapa.
A partir de lo anterior el presente estudio tiene como objetivo general describir
el comportamiento del funcionamiento familiar en familias con hijos en edad
escolar y que se encuentran sujetas a intervención de los servicios sociales,
esto, a través de la medición de los niveles de cohesión y adaptabilidad según
las categorías propuestas por el Modelo Circumplejo de Sistemas Familiares y
Maritales de Olson y cols. (1983).
Para ello se busca caracterizar cómo se comportan las dimensiones de cohesión
en familias con hijos en edad escolar y que se encuentran sujetas a intervención
de los servicios sociales junto con caracterizar cómo se comportan las dimen-
siones de adaptabilidad en familias con hijos en edad escolar y que se encuen-
tran sujetas a intervención de los servicios sociales.

MÉTODO

El presente estudio está basado en un enfoque de investigación cuantitativa.


Corresponde a un diseño no experimental dado que busca estudiar el fenóme-
no tal y como se presenta en la realidad sin manipular deliberadamente las
variables, observando el fenómeno tal y como se presenta para después anali-
zarlo, de manera tal que no se tiene un mayor control sobre la variable indepen-
diente (Hernández, 2006).
Su alcance es descriptivo, puesto que pretende medir o recoger información de
manera independiente o conjunta sobre los conceptos o las variables a las que
se refieren (Hernández, 2006).
134

Participantes

La muestra está constituida por 10 de familias que tienen hijos en edad escolar
y que se encuentran sujetas a intervención de los servicios sociales. Se conside-
ra la participación de familias de dos programas del Servicio Nacional de
Menores de una ciudad del norte de Chile. A través de variables sociodemográ-
ficas se caracteriza su tipología familiar, número y rango etario de los hijos,
nivel de escolaridad y socioeconómico.
La selección de la muestra es de tipo no probabilístico e intencionada dado que
como criterio de selección se considera el que las familias solo tengan hijos en
edad escolar, descartando aquellas que puedan estar transitando por más de
una etapa, ejemplo preescolar y/o adolescencia, además deben estar sujetas a
intervención de los servicios sociales.

Instrumentos

En primera instancia se utiliza cuestionario socio- demográfico el cual permite


clasificar a las familias de acuerdo a datos referentes al número de integrantes
de la familia, rango etario de los hijos, nivel educacional y tipología familiar.
Posteriormente se administra Escala Breve de Evaluación Familiar FACES 20
ESP, adaptado y validado en Chile por Zicavo, Palma y Garrido (2011). Cons-
truido en base a escala breve de análisis del funcionamiento familiar elaborada
por Zegers y cols (2003), realizada a partir de instrumentos FACES (Family-
Adaptability and Cohesión Evaluation Scale) elaborados según el Modelo
Circumplejo de Sistemas Familiares y Maritales (Olson, 1979).
Dicho instrumento evalúa el funcionamiento familiar basándose en dos
dimensiones de la vida familiar: cohesión y adaptabilidad. Integra elementos
del modelo estructural e interaccional. Consta de 20 ítems (10 para la dimen-
sión cohesión y 10 para la adaptabilidad). La dimensión de cohesión evalúa
unión y soporte emocional, límites familiares (externos e internos), tiempo
dedicado a la familia y participación individual en intereses compartidos por la
familia. La dimensión de adaptabilidad mide liderazgo, grado de control, roles
y reglas.
135

Procedimientos

Se efectúa entrevista con directora de Programa del Servicio de Menores de la


ciudad del norte de Chile, con la finalidad de explicar los objetivos y alcances
del estudio. Además se envía de carta de solicitud de autorización a las auorida-
des de este servicio y se elabora documento de consentimiento para padres que
explícita la confidencialidad, voluntariedad y anonimato de su participación.
En cuanto a los principios éticos se resguardan a través de cautelar la privaci-
dad y autonomía de los participantes para decidir respecto de su participación,
considerando que al ser sujetos de intervención de los servicios sociales y
derivados a intervención por los tribunales de familia la condición de obligato-
riedad se encuentra a la base de las instancias interventivas, por lo que, se
realiza su diferenciación, asegurando su bienestar al informar que su participa-
ción y/o resultados de la escala no afectará su proceso judicial al no tener una
relación causal.
Se persigue no intervenir en la historia y/o problemáticas familiares por lo que
se les informa a los participantes el contacto único con la evaluadora y finalidad
del estudio, aun cuando, se da a conocer factibilidad de contactar al evaluador
ante cualquier duda que surja frente al estudio.

Análisis de los datos

Para el análisis estadístico descriptivo se calcula las medidas de tendencia


central y distribución de frecuencia.
Para determinar la confiabilidad de la escala se emplea el método de medidas
de consistencia interna, cálculo de Alfa de Cronbach, en conjunto con el
análisis factorial para obtener la saturación de los ítems considerados en cada
factor (Aron, 2001).

RESULTADOS

En cuanto a las características psicométricas de la escala se lleva a cabo el


análisis de confiabilidad (Alfa de Cronbach) para evaluar el grado en que los
ítems de una misma dimensión median un concepto común, basándose en la
variación respecto a la media de cada ítem de las escalas con el total de la
misma.
136

Los valores obtenidos para ambas escalas fue de un α 0,63 en Cohesión mien-
tras que un α 0,85 en Adaptabilidad, lo que da cuenta de una mediana consisten-
cia interna en ambas dimensiones. No obstante, a nivel general el valor de
Alpha de Cronbach obtenido es de 0,87 en la escala total lo que evidencia un
buen nivel de confiabilidad.
Por su parte se realiza un análisis factorial llevando a cabo el cálculo de la
varianza con la finalidad de comprobar empíricamente el porcentaje que
representa cada ítem con respecto al total de ítems de la prueba.
La tabla 1 presenta la varianza total explicada por cada ítems de la prueba,
estableciéndose el número de factores que componen la escala.
Para dar a conocer los principales resultados del estudio se procede inicialmen-
te a la caracterización de la muestra a través de datos sociodemográficos.
Posteriormente se describen los resultados que dan respuesta a los objetivos
planteados para la realización de la presente investigación.
De las categorías sociodemográficas presentadas por las familias las que más
se repiten son: estado civil- casado, composición familiar- familia extensa-
específicamente- abuelos, edad de los niños- 06 a 07 años e ingreso familiar
entre los $241.000 y $500.000 (Tabla 2).
El 50% de las familias presenta un funcionamiento familiar con tendencia
aglutinada y caótica, mientras que un 10% presenta un funcionamiento conec-
tado y caótico, un 10% conectado y estructurado, un 20% aglutinado y flexible
Tabla 1
Varianza Total explicada - Suma de las saturaciones al cuadrado de la extracción

Total % % acumulado
2.3 14.1% 14.1%
2.0 12.4% 26.4%
1.6 9.7% 36.1%
1.3 8.1% 44.3%
1.3 8.1% 52.4%
1.1 6.7% 59.1%

Tabla 2
Variables sociodemográficas

Detalle Categoría Moda


Estado civil Soltero 2
Composición familiar Ambos padres 6
Edad de los niños 06- 07 años 1
Ingreso económico Menor o igual a $240.000 2
137

y un 10% aglutinado y estructurado.


La categoría que más se repite es Aglutinada (34). La mitad de las familias se
encuentran por sobre dicha categoría, mientras que la restante se sitúa por deba-
jo de ella (34,5). En promedio las familias se ubican en la categoría Aglutinada
(35), en tanto se desvían en promedio 4,3 unidades de la escala. Las categorías
restantes no alcanzan a tener una puntuación significativa respecto del funcio-
namiento de las familias en edad escolar y que se encuentran sujetas a interven-
ción de los servicios sociales.
La categoría que más se repite es Caótico (37). La mitad de las familias se
encuentran por sobre dicha categoría, mientras que la restante se sitúa por deba-
jo de ella (35). En promedio las familias se ubican en la categoría Caótica
(32,6), en tanto se desvían en promedio 6,1 unidades de la escala. Las catego-
rías restantes no alcanzan a tener una puntuación significativa respecto del
funcionamiento de las familias en edad escolar y que se encuentran sujetas a
intervención de los servicios sociales.

DISCUSIÓN

El objetivo del presente estudio fue describir el comportamiento del funciona-


miento familiar en familias con hijos en edad escolar y que se encuentran suje-
tas a intervención de los servicios sociales. Para ello, con el fin de visualizar
integralmente el tipo de familia según su funcionamiento, se utilizó el Modelo
Circumplejo de los Sistemas Familiares de Olson y cols. (1983) para lo cual se
analizaron las dimensiones de cohesión y adaptabilidad según lo establecido
por el modelo.
Con base a la información obtenida se observa que el 50% de las familias estu-
diadas presenta un funcionamiento familiar de tipo aglutinado y caótico. Lo
que da cuenta, en términos de cohesión, de un alto grado de dependencia entre
los miembros de la familia junto con la existencia de límites difusos que limitan
la autonomía e identidad personal. Mientras que a nivel de adaptabilidad, se
demuestra escasa capacidad de las familias para resolver los problemas además
de presentar roles y reglas impuestas de manera implícita y sujetos a constantes
y abruptos cambios.
Este tipo de funcionamiento familiar según la teoría de Olson se encuentra en el
extremo de la disfuncionalidad afectando el desarrollo individual y familiar de
los miembros del sistema. Estos resultados pueden deberse a diversos factores
138

asociados a la propia caracterización de la muestra como es la intervención de


los servicios sociales, debiendo considerarse que las familias sujetas a dicha
intervención tienden a ser enormemente cerradas y se resisten a las intrusiones
externas presentando canales de comunicación confusos, límites difusos y
recursos reducidos para resolver los conflictos lo cual se agrava ante la inter-
vención de los operadores sociales al debilitar la autoridad e identidad de las
familias (Minuchin, P., Colapinto, J. y Minuchin, S., 2000).
De acuerdo al modelo estructural (Minuchin, S., 2004) las familias aglutinadas
presentan un exaltado sentido de pertenencia y carecen de diferenciación entre
subsistemas, desalentándose la exploración y dominio autónomo de los proble-
mas. El desarrollo cognitivo afectivo de los niños se ve afectado y se inhibe su
sentido de independencia progresivo, predisponiéndose al desarrollo de sínto-
mas mientras que se perturba la relación padre e hijo al mostrar resistencia al
cambio.
Los estudios realizados en Chile en torno al funcionamiento familiar han pues-
to énfasis a la adolescencia (Florenzano, R. et al., 2009; Chamblás, Mathiesen,
Mora, Navarro y Castro, 2000) y disfuncionalidad familiar (Weinreich y Hidal-
go, 2004; Garrido y Palma, 2011) concluyendo que el nivel de conflictividad y
ajuste familiar se aprecia mayormente en la etapa de adolescencia. No obstan-
te, el presente estudio permite apreciar que el funcionamiento disfuncional de
las familias puede evidenciarse de manera significativa y previo al desarrollo
de la adolescencia, apareciendo elementos disfuncionales que de no ser repara-
dos se repetirán en todas las circunstancias en que se manifiesten conflictos
viéndose involucrados todos sus miembros.
Así mismo, resulta relevante destacar que el presente estudio permite la com-
prensión del funcionamiento familiar desde el modelo estructural caracterizan-
do una población determinada según variables asociadas a la etapa de desarro-
llo de las familias (edad escolar) y sistemas amplios que las rodean (interven-
ción de los servicios sociales). Lo cual facilita la planificación terapéutica del
proceso de cambio pudiendo establecer qué técnicas y/o estrategias de inter-
vención serían las más adecuadas según el tipo de interacción presentado por la
familia.
Así las cosas, es que ante familias aglutinadas y caóticas la intervención debie-
se orientarse a favorecer un equilibrio intermedio y flexibilizar la capacidad de
adaptabilidad del sistema, poniendo énfasis en alcanzar la diferenciación de
sus miembros y establecer límites o fronteras que favorezcan la búsqueda de
139

soluciones y respuestas de apoyo adecuadas promoviendo la estabilidad del


sistema y ajuste al periodo de transición vivenciado.
Por otra parte, considerando el contexto de intervención de los servicios socia-
les en las que se encuentran inmersas las familias estudiadas, es de considerar
los antecedentes que dan cuenta de la disolución de los procesos familiares y la
necesidad de intervenir en las relaciones que perpetúan los problemas sociales
manteniendo una mirada sistémica y no individual de los problemas debiendo
tener como propósito el fortalecer y no sustituir la capacidad de apoyo de las
familias (Minuchin, Nichols y Lee, 2011).
Como limitaciones del presente estudio, se aprecia el tamaño y caracterización
de la muestra, toda vez que al ser reducida su composición se disminuye su
nivel de representatividad. En tanto al no controlar las variables contextuales a
las que se encuentra sujeta la población, intervención de los servicios sociales,
no permite determinar su relación e influencia con el funcionamiento presenta-
do por las familias.
A luz de lo anterior, se estima que las futuras líneas de investigación debiesen
estar orientadas a considerar estudios longitudinales que permitan determinar
el impacto que presenta la intervención de los servicios sociales en el funciona-
miento familiar, sobre todo considerando que muchas de las familias sujetas a
dicha intervención se relacionan con las instituciones u operadores sociales
durante gran parte de su periodo evolutivo de la infancia, y adolescencia, man-
teniendo pautas de comportamiento a nivel transgeneracional que conllevan a
la cronificación de los problemas psicosociales que las afectan.

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132

Apéndice A
Consentimiento informado

A través del presente formulario se le invita a formar parte de la investigación


“Funcionamiento familiar que presentan las familias con hijos en edad escolar
y que se encuentran sujetas a la intervención de los servicios sociales”, condu-
cida por Cinthya Palacios Díaz, Psicóloga y alumna de la Escuela Sistémica de
Chile.
El Funcionamiento familiar es una variable ampliamente estudiada, no obstan-
te, su foco de análisis a nivel del ciclo vital de la familia ha estado orientado, en
su mayoría, a la adolescencia y factores de riesgo asociados, existiendo poca
información acerca de las dinámicas relacionales existentes al interior de las
familias que tienen hijos en edad escolar (06 a 12 años de edad). Es por esta
razón que el objetivo de esta investigación es conocer cómo se comporta el
funcionamiento familiar en familias con hijos en edad escolar y que se encuen-
tran sujetas a intervención de los servicios sociales.
Para ello se utilizará la escala breve de funcionamiento familiar FACES 20 ESP
que consiste en un cuestionario con 20 afirmaciones que se clasifican según al
grado de acuerdo y desacuerdo, según corresponda. El tiempo de respuesta
aproximado es de 20 minutos. De igual manera, se utilizará un cuestionario
sociodemográfico que considera aspectos de escolaridad, edad de los hijos y
tipología familiar, entre otros.
Su participación en esta investigación es totalmente voluntaria, si decide
participar y luego desea retirarse puede hacerlo en cualquier momento, lo cual
no le afectará de ninguna manera. Si tiene preguntas sobre el proyecto puede
ubicar a la investigadora, Cinthya Palacios Díaz, en el fono 68359500 o al mail:
cinthya.pd@gmail.com.
La información recabada en este proyecto se mantendrá de manera confiden-
cial siendo utilizada sólo con el propósito que el estudio persigue. La informa-
ción obtenida a cerca de Ud. será codificada a través de un número en lugar de
su nombre.
Ud. podrá acceder a la información relativa a sus resultados por medio de un
informe diagnóstico que se le dará a conocer a través de profesional a cargo de
su intervención en programa PPF u OPD, según corresponda.
Si está de acuerdo con participar por favor complete los siguientes datos:
143

Nombre del participante:


_____________________________________________________________
Firma del Participante:
_____________________________________________________________
Fecha:
_____________________________________________________________
Capitulo 9

LA CARTOGRAFÍA DE LA DEPRESIÓN:
ORIGEN, INSUMOS Y ABORDAJE TERAPÉUTICO

José Baldeón Valdivia


Centro Nuevas Sendas, Perú

Hay consenso en que los pacientes emblemáticos de la psiquiatría actual son


sin lugar a duda los depresivos. Pero ellos son vistos desde la psiquiatría
tradicional básicamente desde bases biológicas, justificando la fantasía de ser
“una enfermedad como las demás” aunque se acepte tangencialmente la
influencia de lo relacional. Así, Shuchter, Down y Zisook, (1996) definen la
depresión como “una enfermedad autónoma que influye y es influida por
diversos sistemas cerebrales y por sus interacciones con estructuras intra y
extracerebrales”.
Podemos considerar la actividad relacional como “estructuras extracerebra-
les”, en la que se destaca el papel que juegan ciertas interacciones disfunciona-
les del individuo con su contexto y que sería las grandes responsables de la
aparición de ciertos trastornos como la depresión; interacción que contrasta
con la visión biologicista que niega los aspectos psicológicos y relacionales
presentes en la depresión; porque desde el fenómeno Prozac, acompañado de
una vasta campaña publicitaria, los depresivos han sido homologados con los
otros enfermos físicos y casi no se toma en cuenta el contexto relacional,
principalmente la influencia de la interacción familiar.
En la presente exposición partiremos de una epistemología relacional que
busca enfatizar las bases relacionales que están presentes en muchos de los
trastornos psicopatológicos y que gran parte de la psiquiatría clásica no está
dispuesta a reconocer. Y en el caso específico de la depresión nos embarcare-
mos en la búsqueda de esas pautas relacionales o juegos relacionales, según la
jerga selviniana (Mara Selvini, 1988), que rigen la vida familiar en la que crece
146

el futuro depresivo, y para ello nos guiaremos de una cartografía que nos señale
la ruta, desde el punto inicial, en que empieza a gestarse la depresión, pasando
por todas las estaciones o características relacionales y sentimientos y actitu-
des que van emergiendo, hasta constituirse en los insumos básicos con los que
se irá configurando la personalidad depresiva. Para ello tomaremos un caso
específico, que será como nuestra embarcación, con la cual iniciaremos nuestra
navegación en el mar tumultuoso de la depresión, tratando de confirmar el
mapa que nos guie desde el puerto de origen, surcando las mareas de demandas
familiares y sentimientos personales presentes, hasta llegar a anclar en la
formación de una personalidad depresiva.
Dicho caso está referido a una joven de 25 años, que llamaremos Luisa, que
estudió administración en una universidad de Lima, y que llega a nuestra
consulta más por iniciativa de su madre que por ella misma. Aquella relata que
no ve bien a su hija, porque la nota insegura, ensimismada, inconstante y casi
no sale de casa, con una vida socialmente empobrecida, y se cree que nunca ha
tenido un enamorado. Agrega que hace un tiempo comía y vomitaba; además
les contó que de niña, un par de primos la manosearon sexualmente, aunque no
cree que llegaron a más.
Con esos datos previos, Luisa entra a mi consultorio queriendo hablar más de
su familia que de ella misma. Empezamos con ese tema, pero lo fuimos re-
direccionando sutilmente hacia su vida, que era nuestro objetivo. Le pedimos
que nos contara sobre sus estudios y su vida profesional, áreas en la que nos
percatamos que fue y era una chica exitosa. Casi siempre ocupó el primer lugar
de su promoción, tanto en primaria como en secundaria, “quería destacar, tal
vez, para ser reconocida” nos cuenta, dándonos la primera pista de una primera
hipótesis que después confirmaríamos.
Luisa viene de una familia conformada por unos padres que vivieron muchos
conflictos a causa de la infidelidad del padre; tiene dos hermanos: Carmen, su
hermana mayor de 30 años y Antonio, de 23 años. Aquellos eran miembros de
una congregación religiosa, y los hijos fueron criados dentro de una mitología
familiar presidida por un cristianismo legalista que imponía muchas reglas y
dejaba poco espacio para la autonomía personal. Frente a ello no es de extrañar
que los hijos reaccionaran, en complicidad con sus temperamentos, de diferen-
tes maneras; la hermana mayor tomó el camino de la rebeldía abierta y Luisa el
sendero del dogmatismo cerrado, que sería una de los cimientos en la que se
sostendría su posterior trastorno de personalidad. El hermano menor se ubicó,
147

teniendo esos dos modelos, casi equidistante de ambos polos, en una muralla
de indiferencia.
Todos los seres humanos recibimos de nuestro primer ente socializador, como
lo es la familia de origen, una serie de mensajes que se constituirán en paradig-
mas mentales o mandatos con los cuales ordenaremos nuestra existencia. La
terapia cognitiva diría que son como mapas mentales que guían nuestras
decisiones y acciones, y que dependiendo de su contenido y su flexibilidad
pueden ser saludables o perjudícales en nuestras vidas. Si son mensajes opreso-
res y rígidos, que frenan nuestra autonomía, haciéndonos actuar cuasi como
robots, recortarán nuestro desarrollo personal, en el mejor de los casos, o nos
producirán trastornos psicológicos, en el peor de los escenarios. Reestructurar
dicho mapa cognoscitivo no es imposible, pero no será cosa fácil. Las situacio-
nes límites de la vida o las terapias psicológicas son buenos caminos para
lograrlo.
Pero volviendo a Luisa, diremos que es una joven que ha vivido hasta ahora
parapetada en un cúmulo de mandatos paternos, caracterizados por una híper-
normatividad, que le impiden ser ella misma buscando convertirse en lo que
sus padres quieren que ella sea. No vive su propia vida, sino que vive la vida
que sus padres le imponen. Sumida en una crianza súper controladora que han
convertido a Luisa en una mujer sumisa y súper temerosa (la chica insegura,
ensimismada, inconstante y con una vida social muy escasa, que su madre se
quejaba). Obviamente otros factores externos a la familia, sumado al tempera-
mento de ella, conspiraron también para que desarrollara un carácter que la
madre no veía nada bien y, que claro, estaba revelando un grado de trastorno.
En cuanto a la híper-normatividad Luisa tenía mandatos mentales como “no te
diviertas”, “eso es pecado”, “sólo tus padres saben lo que es mejor para ti”, “no
puedes ir a tales lugares”, “tú no puedes eso”, “no te juntes con tales”, “tienes
que hacer esto”, etc. y otros mandatos más, que casi siempre aparecen encu-
biertamente en pedidos sutiles que los padres hacen o exigen, pero que se
convirtieron en la camisa de fuerza con que amarraron a Luisa.
Un claro ejemplo de ello es cuando Luisa nos relata que, en un tiempo en la que
ella vivió en otra casa durante su adolescencia, cuando un sábado iba a una
fiesta y bailaba y tomaba un poco, “pero no hacía nada malo”, el domingo se
sentía fatal, amanecía con una pesada carga de culpa que la hacía sentirse muy
mal. Se estaba saliendo del libreto de “chica buena y cristiana” que sus padres
habían escrito para ella y aunque aquellos no estaban cercanos a Luisa, sus
148

mandatos sí que lo estaban, y por eso la culpa la perseguía.


Hiper-normatividad y culpabilidad están íntimamente relacionados y son
directamente proporcionales. A mayor exigencia normativa, mayor culpabili-
dad desarrollada, cuando no se está a la altura de dichas demandas, cosa que
sucede muy a menudo. He ahí el origen de muchas personalidades perfeccio-
nistas, que tienen incorporados un chip de altas normas y exigencias que deben
de cumplir y que casi nunca se sienten satisfechos de su cumplimento.
En el libro Tras la Honorable Fachada (2000), escrita por los psicoterapeutas
Juan Luis Linares y Carmen Campos, se nos propone una ecuación relacional
sobre las cuales se asientan los trastornos depresivos de personalidad, desde la
perspectiva sistémica en contraste con la visión biologicista. Ésta última
plantea que la depresión crónica tiene un origen básicamente biológico y, por lo
tanto, en su tratamiento se prioriza a los psicofármacos; mientras que la visión
sistémica plantea que detrás de muchos trastornos psicológicos, entre ellos la
depresión, se encuentran unas bases relacionales, que tienen que ver con una
forma disfuncional de interactuar al interior de la familia, que producirían
dichos trastornos. La sobre-exigencia sumada a la descalificación implícita o a
la poca valoración (Linares, 2000) sería la ecuación relacional que originaría la
depresión mayor.
Sobre-exigencia + Descalificación = Depresión Mayor

Unos padres que imponen altas demandas sobre los hombros de un hijo(a) y, al
mismo tiempo, brindan poca o ninguna valoración, que es lo mismo que una
descalificación implícita, aunque también pueden estar presente las explicitas,
estarían formando una futura personalidad depresiva, como era el caso de
Luisa.

AFLICCIÓN
IRRITACIÓN

CULPA RABIA

Figura 1
Formando una futura personalidad depresiva
149

La Culpa y la Rabia: Insumos básicos de la Personalidad Depresiva

Las transacciones relacionales entre Luisa y sus padres se caracterizaban por


una interacción en base a altas exigencias y poca valoración. Ellos imponían
muchas normas a cumplir, pero ofrecían poco amor a la hora de nutrir. De dicha
ecuación relacional no era extraño que en ella emergieran sentimientos de
culpa manifiesta, por no poder cumplir fielmente a las normas demandadas; y
también sentimientos de rabia encubierta, por percibir que eran injustos en su
trato con ella. Y es en ese progresivo desequilibrio de su balanza afectiva, en la
que siente que se le pide mucho y se le brinda poco, estando obligado a dar
mucho más de lo que recibe, que se va gestando también el desequilibrio
emocional que subyace a toda depresión; porque todo aquello se percibe como
algo injusto y la injusticia siempre despierta rabia. Irrumpen así, la Culpa y la
Rabia, que se constituyen en los insumos básicos con los que se forma un
trastorno depresivo de personalidad, caracterizado principalmente por la
desesperanza o el abatimiento, expresado en esa pesadez del alma que hace que
la vida se viva con mucha insatisfacción y poca motivación.
El propio Sigmund Freud dijo una vez que el excesivo sentimiento de culpa era
la clave para comprender la depresión. Sin necesidad de establecer una rela-
ción de causa y efecto, depresión y sentimiento de culpa están tan ligados como
depresión y tristeza o depresión y angustia. Pero desde la óptica sistémica en
general, y la nutrición relacional de Linares en particular, la culpa tendría su
origen en una pauta relacional caracterizada por sobre-exigencias que piden
cumplir altas demandas, que casi siempre son imposibles de alcanzar, generan-
do sentimientos de incompetencia, que son las que llevan a experimentar dicha
culpa. Se suma a ello la descalificación, que desmerece los esfuerzos invertidos
por la persona, despertando sentimientos de injusticia, que sería la gran respon-
sable de producir la Rabia. Y ambas, culpa y rabia, constituyen la mezcla
perfecta del cóctel de la depresión, pero que casi siempre aparecen semi-
ocultos, sumergidos como en un iceberg en la que sólo se visualiza una parte,
en la que sobresalen la Aflicción y la Irritación.
La Aflicción, engendrada por la Culpa, la cual a su vez tiene su origen en un
sentimiento de incompetencia, producido por no sentirse capaz de cumplir las
altas exigencias de su entorno, sumado a la Irritación, producto de esa Rabia
interna, la cual se origina en esa sensación de injusticia, al sentirse maltratado
por un medio familiar que le brinda escasa o nula valoración a su esfuerzo,
150

constituyen las dos caras de una misma moneda llamada depresión. Ambas, la
culpa y la rabia, que aunque no se manifiesten abiertamente se condensan en la
forma de un Abatimiento, en esa sensación de estar derribado y/o aplastado,
que se expresa en una mezcla de Aflicción e Irritación.

Abatimiento

Aflicción Irritación

Culpa Rabia

Sentimiento de
Incompetencia Sentimiento de
Injusticia

Sobreexigencia Descalificación

Figura 2
La Cartografía de la Depresión Estructural

Entonces, en un contexto de alta exigencia y baja valoración, en la que la


persona no se experimenta amada, sino más bien demandada y descalificada,
harán irrupción los síntomas de la depresión mayor, cargados de desesperanza
y rencor, pero también de culpabilidad. Dentro de dichos síntomas ya conoci-
dos de la depresión se encuentran, sobre todo en momentos de crisis: estado de
ánimo bajo, pérdida del interés por situaciones o actividades que antes le
producían placer, sentimientos de culpa, insomnio y otros trastornos del sueño,
disminución de energía, agitación psicomotriz y ansiedad psíquica, malestares
físicos, alteraciones gastrointestinales y pérdida de peso así como disminución
del deseo sexual (Salin-Pascual, 2009). Importante además en el trastorno
151

depresivo, es que en los casos más extremos se acompaña de ideación suicida


(Kernberg, 1984) por lo que la necesidad de abordarlo se hace sumamente
importante desde cualquier punto de vista.
La carga de culpa y rabia hacen que la vida de un depresivo se torne difícil de
vivirla, no sólo pudiendo tener ideas suicidas, sino convirtiéndolo un suicida
potencial, que en un acto de plena conciencia puede decidir terminar con su
vida de una vez por todas, o en su defecto, desplegar acciones de carácter
inconsciente que puedan ir acabando con su vida de a pocos. Internarse en el
mundo de la adicción es una forma de ella, desarrollar trastornos alimenticios,
como la bulimia, es otra forma, entre otras, como era el caso de Luisa. La rabia
del depresivo lo vuelve agresivo, pero como le es difícil expresarlo externa-
mente, lo hace internamente. Es la experiencia de la retroflexión, según la jerga
de la terapia Guestalt (Perls, 1951), que consiste en descargar su agresión
contra sí mismo, al no poder descargarla contra los otros; es decir, lo que no le
puede hacer a los demás se lo hace a sí mismo. Y la bulimia sería una forma de
retroflexión o autoagresión a plazos.

Sobreexigencia Culpa y Depresión Autoagresión


y descalificación Rabia (Abatimiento) (Bulimia)

Las personalidades depresivas se caracterizan por cargar estos dos tipos de


sentimientos que permanecen ocultos: la culpa y la rabia, que se experimentan
como una frustración irresuelta, manifestándose en la superficie el abatimiento
que sí se puede notar. Sentimientos que son como un fardo pesado que no los
deja caminar libremente en la vida; aunque pueden tener relativo éxito en lo
laboral, son un fracaso en lo social. Pueden destacar en su proyecto académico
y de trabajo, producto del chip de sobreexgencias que poseen, aunque nunca
están conforme con lo que alcanzan, pero son un chasco en sus relaciones
interpersonales, como lo era Luisa, que económicamente le iba bien, pero
amical y sentimentalmente le iba mal; porque los o las depresivas pueden ser
muy ricas y productivas laboralmente, pero muy pobres y escasas socialmente;
por eso Luisa tuvo éxito en los estudios y en el trabajo, pero era un fracaso en
amigos y vida sentimental.
La salud psicológica de los hijos requiere que los padres expresen su amor a sus
hijos, a través del cumplimiento de dos funciones básicas: nutricias y socializa-
doras (Linares, 1996). El primero implica brindar reconocimiento, valoración
152

y cariño; mientras que el segundo, tiene que ver con brindar protección y
normatividad a los hijos. Los padres pueden fallar en el ejercicio de su parenta-
lidad por omisión o por exceso en una de estas funciones, convirtiendo a los
hijos en tributarios de diferentes trastornos psicológicos, cuya tipología
dependerá de dónde se ubique la falla. En el caso de Luisa los padres fallaron
principalmente en las funciones socializadoras, en la que debieron dar una
transmisión sana de normas, pero que ellos se fueron al extremo de una híper-
normatividad, que al ser difícil de cumplir generaron culpa en ella, aportando
así uno de los insumos básicos de la futura depresión de Luisa.
Pero la falla de los padres de Luisa no sólo se redujo al plano normativo, sino
que también se extendió en el plano protector, desarrollando una relación
paradójica, caracterizada por un exceso de normatividad combinada con una
escasa protección. Pues, según nos cuentan, el padre siempre trabajó en otra
provincia y sólo permanecía una semana al mes al lado de sus hijos; mientras
que la madre pasó gran parte de la niñez de ellos enferma y recluida en un
hospital o en su cuarto, teniendo poco contacto con los hijos. Ambos fueron
padres ausentes, que encontraron dificultades también en cumplir sus funcio-
nes nutricias; que al no estar bien presentes en la vida de sus hijos no pudieron
brindarles la protección debida, dejándolos a merced de depredadores sexuales
que encontraron presas fáciles en dos de ellos, Luisa y su hermano Antonio.
Aparte de un marco familiar deprivador, poco afectivo y muy normativo, Luisa
tuvo otra experiencia negativa en su vida que afectó el desarrollo sano de su
personalidad. Según nos cuenta, dos primos de ella, uno le llevaba como 5 años
y el otro como 10, le infringieron tocamientos sexuales cuando Luisa tendría
como 5 o 6 años de edad, algo que ella recuerda con nebulosidad cuando está
despierta, pero que aparece más en sus sueños. Ella lo vivió como una expe-
riencia traumática que afectaría su futura relación sentimental con los hom-
bres.
La culpa y la vergüenza son dos sentimientos que casi siempre emergen en una
persona abusada sexualmente (Faria y Belohlavek, 1984) y que es lo que
dificulta sus futuras relaciones con el sexo opuesto. Por eso cuando se le
pregunta a Luisa sobre su vida sentimental ella refiere que nunca ha sentido la
necesidad de tener enamorado; ante lo cual, surgen inmediatamente preguntas
como ¿Tiene el mandato paterno de “prohibido enamorarse”? o ¿es una
experiencia de rechazo a los hombres por su experiencia sexual traumática de
la niñez? o ¿es un poco de ambas cosas? Cada vez que le gustaba un chico que la
153

pretendiera y hasta podía haberse besado con él, inmediatamente buscaba


maneras de romper la relación en ciernes. Se había vuelto una experta en
boicotear sus relaciones sentimentales, aun antes de que empezara bien. Se
negaba a sí misma la posibilidad de disfrutar de la presencia de una pareja; y
aunque la atracción por un chico pudiera estar presente, también su rechazo a
los hombres irrumpía.
Es típico de muchas mujeres que han sido violadas sexualmente (las manosea-
das también los son) reaccionar de una de estas dos maneras completamente
opuestas: o se vuelven promiscuas sexuales que pueden estar con muchos
hombres o se vuelven frígidas que no quieren intimar con ninguno, porque
sienten rechazo hacia los hombres. Casi no hay puntos medios, que es lo que se
pudiera esperarse de una chica sana.
El trauma sexual de Luisa la convirtió en una mujer desafectiva frente a los
hombres, casi rechazante, y neutra frente al amor de pareja. Lo que para una
adolescente sería normal ilusionarse con un amor romántico, para Luisa eso le
era completamente indiferente; es como si le hubieran arrancado el chip del
amor, perdiendo aparentemente su capacidad de enamorarse. Pero lo que en
verdad pasaba era que ella lo reprimía, como se puede comprobar ahora que a
sus 25 años se sienta enamorada de un chico siete años menor que ella, al que
primero lo vio como un hermanito menor y sin darse cuenta se fue sintiendo
atraída por él; no teniendo tiempo, esta vez, para boicotear su relación, porque
ya era demasiado tarde. Es como si este sentimiento se hubiera metido de
contrabando en ella, disfrazado primero de amor fraternal, para después
mostrar su verdadero rostro de amor sentimental.
Era una relación que desafiaba su mandato de “prohibido enamorarse” y
probaba que su chip del amor, a lo más pudiera estar descompuesto, pero de
ninguna manera arruinado. Su necesidad de amar y ser amada estaba intacta,
pero aplastada en una ruma de prejuicios, legalismos y traumas del pasado,
pero que ahora emergía de los escombros de sus experiencias relacionales
negativas del ayer y le daba la oportunidad de curarse a través del genuino amor
de hoy.
Pero como no todo es perfecto, Luisa se enfrentaba una vez más a la imposición
normativa de sus padres, que se oponían a su relación sentimental con argu-
mentos como que el chico era menor que ella, poseía un nivel social, cultural y
económico por debajo de ella; pues el jovencito era un obrero de la empresa de
la familia, sin estudios ni proyecciones y Luisa era una profesional con otro
154

estatus. No era poca cosa tampoco las razones paternas para oponerse, pero el
problema de fondo era que a sus 25 años ella no se atrevía a tomar decisiones
propias; no importaba que fueran erradas, pero suyas. Pero logró un avance,
porque mantuvo la relación, aunque clandestinamente, sin que sus padres se
enteraran.
El súper control, expresado en un exceso de normatividad, sumado a la ausen-
cia paterna y el acoso sexual de la infancia, asentado sobre un temperamento
propio, se constituyeron en el coctel explosivo para que Luisa desarrollara un
trastorno de personalidad básicamente depresivo; pero como no hay diagnósti-
cos puros, casi siempre está presente una comorbilidad, una bulimia crónica
acompañaba a la depresión mayor en la vida de Luisa. Bulimia de la que los
padres ni sabían que existiera una enfermedad como esa ni mucho menos que
su hija la padeciera.
Desde la terapia Gestalt, como ya lo dijimos anteriormente, podemos tratar
también de explicar la bulimia de Luisa como un acto de retroflexión, que es
una especie de autoagresión desplazada, que en jerga gestáltica significa algo
así como que “lo que no le puedo hacer a otros, me lo hago a mí”. En el caso de
Luisa, al no poder rebelarse frente a los mandatos asfixiantes de su familia y no
poder manejar sus traumas infantiles, esa rabia que se acumula dentro de ella y
que pudiera volcarla externamente (algo que a la mala hacen los psicópatas) la
vuelca sobre sí misma, típico de los depresivos. Por una ley física como la
termodinámica, que señala que la energía siempre se conserva, extendiéndola a
la psicología podemos decir que todo lo que no explota afuera, implosiona
dentro. Si la energía de la rabia no explota externamente, ineludiblemente
implosionará internamente. Al no poder castigar a los otros, entonces se castiga
a sí misma, y la bulimia puede ser una forma de hacerlo. Las enfermedades
psicosomáticas son otras formas de implosión.

Depresión Coyuntural vs Depresión Estructural

A estas alturas de nuestra exposición queremos dejar bien en claro los construc-
tos que vamos a manejar, diferenciándolos un poco de las nosologías psiquiá-
tricas clásicas que se tiene de la depresión; serán diferencias más de forma que
de fondo, con lo cual buscamos tener un manejo más práctico de los casos de
depresión que abordamos. La psiquiatría clásica nos habla de una depresión
exógena y una depresión endógena; la primera está referida a esa sensación de
155

vació que deja una circunstancia externa adversa, como puede ser la muerte de
un ser querido, un fracaso sentimental, una grave herida infligida por la vida,
etc, y por eso se le conoce también como una depresión reactiva, porque tiene
su origen en un factor externo preciso.
La psiquiatría nos indica tres modalidades diferentes según las cuales una
persona puede reaccionar afectivamente ante un acontecimiento adverso y
doloroso: puede hacerlo con una respuesta afectiva normal, con una respuesta
afectiva desproporcionada, o bien cayendo en un estado depresivo (Cervera-
Enguix, 2004); en el sentido exógeno o reactivo. Pero está también la depresión
endógena, que la psiquaitría se refiere más como a un desbalance bioquímico
en el cerebro, sin reparar mucho en las causas externas que producirían dicho
desbalance.
Nuestra propuesta es hablar también de dos tipos de depresión, pero con una
mayor diferencia de fondo. A una la podemos llamar como una DEPRESIÓN
COYUNTURAL y a la otra como una DEPRESION ESTRUCTURAL. La
primera es lo mismo que la depresión exógena o reactiva, pero que preferimos
llamarla coyuntural porque está referida a un hecho y tiempo específico;
mientras que la segunda, que estaría relacionada con lo endógeno, preferimos
denominarla depresión estructural, porque más que un desbalance bioquímico
cerebral, que no negamos que pueda estar presente, existe un desbalance mayor
en la estructura interna de la personalidad del depresivo. Por eso fácilmente
podemos llamar a este segundo tipo de depresión como un trastorno de perso-
nalidad depresiva.
Linares propone que así como existen trastornos de personalidad tipo paranoi-
de, antisocial, narcisista, borderline, dependientes, etc., clasificados en grupos
A, B y C por el DSM IV, debería hablarse también de un trastorno de personali-
dad depresiva. No sólo es un trastorno del ánimo, sino también de la personali-
dad en su conjunto. El DSM IV aborda a la depresión sólo como trastornos del
estado de ánimo, entre los cuales destacan la depresión mayor, el trastorno
bipolar y la distimia, reduciéndolo a un conjunto de síntomas, pero no de rasgos
de personalidad. Por eso nosotros preferimos hablar de una depresión estructu-
ral que afecta también los rasgos internos de una personalidad.
La depresión coyuntural estaría más asociada a síntomas temporales, activadas
por situaciones adversas identificables en el presente, mientras que la depre-
sión estructural estaría más relacionada a síntomas crónicos producidos por
situaciones adversas difusas del pasado. La persona es consciente de su mal en
156

el primer caso, porque conoce el motivo de su depresión; pero no lo es mucho


en el segundo, porque desconoce la causa de ella. Un ejemplo verídico de lo
que venimos afirmando lo podemos encontrar en la experiencia del gran
escritor y poeta peruano José María Arguedas, que en una de sus cartas nos
cuenta: “Yo estoy sumamente preocupado con mi pobre salud. (...) He vuelto
fatigadísimo, sin poder dormir y angustiado. Tengo que ir a donde el médico
nuevamente; aunque estos caballeros nunca llegan a entender bien lo que uno
sufre ni las causas. Lo malo es que esto me viene desde mi infancia…” (carta a
John Murra, 28 de abril de 1961). Éste sería un claro ejemplo de una depresión
estructural que asienta sus raíces en una infancia adversa y difusa.
La depresión coyuntural se origina en una situación concreta de la vida adulta,
mientras que la estructural esconde su origen en una situación borrosa de su
infancia, como lo vemos en la experiencia de Arguedas. Vemos también que el
depresivo estructural o de personalidad depresiva es vulnerable a desarrollar
una depresión exógena o coyuntural, pero nunca al revés. Este segundo está
referido a rasgos periféricos de personalidad, mientras que el primero a una
estructura nuclear de la personalidad. Los síntomas son temporales, aunque
más intensos en la depresión coyuntural, mientras que los rasgos son más
permanentes y menos intensos en la depresión estructural, aunque en los
momentos de crisis puede igualar y hasta superar a aquella; pero se encuentra
más arraigado en lo central de la personalidad; por ello el coyuntural es más
fácil de tratar que la depresión estructural. Pero en sus momentos de crisis el
depresivo estructural puede hacer síntomas similares al de la depresión coyun-
tural y ser tratado sólo como tal, remitiendo los síntomas, pero dejando intacto
el problema de fondo.
La depresión coyuntural abarca sólo aspectos periféricos de la personalidad y
está limitado a un tiempo, a diferencia de la depresión estructural que invade
todo lo central de la personalidad y está extendido en el tiempo. Una es un
síntoma pasajero y la otra es un rasgo más permanente. La primera se puede
expresar en una tristeza intensa, con mucho llanto, dificultades en el sueño,
irritabilidad, inapetencia y desgano, síntomas claramente identificables;
mientras que la segunda se expresa en un profundo abatimiento, auto-
descalificación, rabia reprimida, insatisfacción en la vida y sentimientos de
culpa poco identificables, porque generalmente se encuentran escondidos tras
una máscara de honorabilidad y buenísima persona, que es lo que su chip de
alta normatividad se lo exige.
157

En la depresión coyuntural hay una queja abierta que expresa el paciente, a


diferencia de la depresión estructural que tiende a esconder sus síntomas tras
una fachada honorable que pareciera que todo está bien. Su chip de híper-
normatividad lo hace esclavo de las apariencias, buscando aparecer como una
“buena” persona; hasta que en algún momento y por una situación detonante
puede hacer crisis, la cual tomará el ropaje de una depresión clínica o coyuntu-
ral, que una vez controlada, volverá a su estado natural de depresión estructu-
ral, con los respectivos rasgos que siempre la acompañan. También debemos
ser conscientes que frente a determinadas situaciones estresantes, inmaneja-
bles a lo largo del tiempo, se podrán tener picos del primer tipo de depresión
que revelen su problema de fondo; lo que nos muestra que algunas veces la
depresión coyuntural es apenas la punta del iceberg de las depresiones estruc-
turales, que como buenos terapeutas debemos saber diferenciar y detectar a
tiempo.
La gran diferencia final que queremos enfatizar entre una depresión coyuntural
y una estructural es que el origen de la primera se encuentra en una circunstan-
cia externa estresante plenamente identificable en el presente, mientras que la
segunda remonta su origen a una atmosfera familiar deprivadora de nutrición
amorosa, caracterizada por la mucha exigencia y la poca valoración que recibe
el futuro depresivo durante su niñez (Linares, 2000). Por lo tanto, no podemos
reducir la etiología de la depresión a un asunto meramente de desbalance
bioquímico del cerebro, sino que también debemos contemplar el contexto
familiar y social que produce dicho desbalance. “la psiquiatría contemporánea
ha encontrado el cerebro, pero ha perdido a la persona, con su familia y con su
comunidad” nos dice Blazer (2005) de modo bastante crítico.
Es evidente que la depresión es sin duda el resultado de un diálogo continuo e
interactivo entre elementos biológicos, factores personales y psicológicos,
como factores familiares y sociales; que pueden ser elementos del presente,
responsables de la depresión coyuntural, o ser elementos del pasado, responsa-
bles de la depresión estructural. Cada forma en la que ésta se presenta tiene su
propia fisonomía clínica, su propia evolución, y necesita de su propia estrategia
psicoterapéutica siempre y farmacológica a veces.
Volviendo al caso de Luisa y en base a lo antes descrito podemos afirmar que la
depresión que sufría ella era de tipo estructural, no exenta de momentos de
depresión coyuntural. Pero tratarla sólo por esto último, con algunos psicofár-
macos y alguna terapia consolativa, es pan para hoy, pero hambre para mañana,
158

porque no resolvería su problema de fondo. Ella padecía un trastorno de


personalidad depresiva que se ha venido configurando en un marco familiar
con características relacionales específicas, que nos es necesario poder
identificar, para poder así revertir, interviniendo en la corrección de dichas
pautas relacionales disfuncionales que pueden estar alimentando su trastorno.
Desde esta perspectiva, resulta obvia la importancia de la familia como crisol
de la personalidad; porque la conducta se concibe como fruto del proceso
dinámico que surge entre el individuo y su contexto (Palmero, 2002). El
entorno inmediato del niño, es decir, su familia de origen, está organizado por
dos dimensiones relacionales de gran importancia, encarnadas generalmente
por los padres. Se trata de la conyugalidad y la parentalidad (Linares, 1996),
que representan sendas versiones de la nutrición relacional, entendida respecti-
vamente como amor conyugal y amor parental, las cuales pueden expresarse de
manera positiva o negativa, generando así territorios, con una tipología de
familia, en la que se desarrolla un tipo de patología. En una atmosfera familiar
de conyugalidad positiva y parentalidad negativa, que configuran a una familia
deprivadora, que a su vez interactúa con un hijo(a) con mucha exigencia y
poca valoración, es el territorio propicio en el que crecerá una patología como
el trastorno de personalidad depresiva; visto siempre desde la perspectiva de
nutrición relacional de Linares (2,000).
Organización y Mitología Familiar
Entender la dinámica de un marco familiar demanda que entendamos la forma
de interactuar de una familia, para lo cual Linares ha propuesto dos dimensio-
nes que debemos reparar a la hora de evaluar dicha interacción. Una es la
ORGANIZACIÓN, en la que examinamos su Cohesión, Adaptabilidad y
Jerarquía; la otra es su MITOLOGIA, en la que revisamos sus Valores y
Creencias, su Clima Emocional y sus Rituales, con que vive una familia.

INDIVIDUO SISTEMA DE PERTENENCIA


ORGANIZACIÓN
Cohesión
IDENTIDAD
Adaptabilidad
jerarquía
MITOLOGIA
Valores y creencias
NARRATIVA
Clima emocional
Rituales
159

La cohesión se refiere a la distancia relacional con que interactúan los miem-


bros de una familia y tiene dos polos extremos: aglutinamiento o desligamien-
to. En la historia familiar de Luisa encontramos que la Cohesión es ambigua,
porque superficialmente aparece como una familia aglutinada (Minuchin,
1974), con padres sobreprotectores, que dejan poco espacio para el desarrollo
autónomo de los hijos, pero que en el fondo es una familia desligada y hasta
expulsiva, porque no brindan valoración. Expresan mucho control, pero poca
afectividad. Los dos hermanos de Luisa se rebelaron a trompicones frente a ese
sistema súper controlador, pero Luisa quedo atrapada en ella. Su hermana
mayor reaccionó con rebeldía abierta frente a la familia controladora, pero ella
se fue al otro polo, con una sumisión cerrada, que amputó su autonomía.
Una terapia eficaz demandará reestructurar la cohesión paterna, haciéndola
más integrativa, que sin llegar a un desligamiento alto, como era el caso de su
hermana mayor, había que encontrar el punto medio que la alejaría del agluti-
namiento controlador, que asfixiaba su autonomía. Ello implicaba dos cosas
simultaneas; primero en ella, desactivar el chip de sobre-exigencias paternas
que la convertían en esclava de dichos mandatos; y segundo, en sus padres,
para que aprendieran a soltarla, dejando espacios de decisión que ella pudiera
tomar por sí misma. Debían brindarle más valoración y menos exigencias.
La Adaptabilidad es la capacidad de cambio relacional cuando el sistema lo
exige, bajo la influencia de las circunstancias externas e internas. Tiene dos
polos: rigidez o caos. En el caso de Luisa se hacía necesario cambiar la Adapta-
bilidad inflexible o rígida en la que vivía. Lo sano es que los padres varíen su
crianza conforme los hijos vayan creciendo; porque no se le puede seguir
controlando a una hija de 25 años, como si tuviera 15, que era lo que pasaba con
Luisa; ella había crecido, pero sus padres no, en cuanto a su tipo de crianza; no
se adaptaron a los cambios de su hija, y a eso se le llama rigidez. En la terapia se
tiene que romper con ello, por medio de una estrategia flexibilizadora, que
implique bajar el control y subir la confianza y el afecto.
La Jerarquía tiene que ver con la distribución del poder en las relaciones de la
familia. Y en el caso de Luisa, la Jerarquía era de carácter impositiva de parte de
sus padres; poseía rasgos autoritarios, aunque no necesariamente con formas
despóticas; sutilmente imponían sus mandatos “porque somos cristianos y
queremos lo mejor para ti”, sin márgenes de evaluación y decisión para ella.
Frente a ello la terapia exigía equilibrar la autoridad, ofreciendo márgenes de
negociación al principio y entregándole todo el poder de decisión al final,
160

respetando las decisiones que tomara Luisa, aunque sus padres no la compar-
tieran, pero que ella tenía derecho a mantener.
Con respecto a la Mitología Familiar encontramos que los Valores y Creencias
en la familia del futuro depresivo son idealistas, presididos por el perfeccionis-
mo, la alta responsabilidad y el culto a las apariencias; por eso la familia de
Luisa buscaba que los demás los vieran que son “una familia buena y con hijos
buenos”, como ella misma nos relata que “todos en la familia extensa comentan
que soy la hija buena, estudiosa y súper obediente”, la “buenita” de todos los
hijos. Ese era el guion psicológico que le habían impuesto y que le estaba
prohibido salirse de dicho libreto, para eso estaría ahí la culpa, como celoso
guardián, para impedírselo. Pero una forma eficaz de combatir la culpa es
provocando más culpa, es como algunas vacunas que son elaboradas del
mismo virus que provocaron la enfermedad; porque si intentar violar las
prohibiciones generan culpa, decidir violarlas completamente me puede
ayudar a combatirla; en casos extremos, es lo que hace un psicópata, se deshace
de ellas desconociéndolas totalmente. Una fobia se supera enfrentado paulati-
namente el objeto de miedo, así también una culpa se disuelve enfrentando lo
que se le prohíbe.
A Luisa se le pidió que asumiera una rebelión asertiva a la prohibición paterna
de hacerse enamorada del joven empleado, menor 7 años que ella; que comuni-
cara, y no que pidiera permiso, que mantendría dicha relación a pesar de todo,
porque esa era su decisión. Si le convenía o no dicha relación era otro asunto,
por ver más adelante, lo que ahora importaba era usar esta circunstancia como
pretexto para recuperar territorios de autonomía y poder de decisión sobre su
vida. Esta vez no haría lo que otros querían que haga, sino que haría lo que ella
quería hacer. Al principio la asaltaría cierta culpa, pero mantenerse firme en su
decisión, la iría desapareciendo paulatinamente; porque el antídoto contra una
culpa condenatoria es la Rebelión frente a lo prohibido, ya que nadie debería
someterse a leyes injustas y opresoras.
Todo eso en cuanto a lo que tenía que hacer Luisa, pero en cuanto a sus padres la
terapia exigía que ellos también cambien, bajando la crítica velada y subiendo
la valoración abierta; respetando así la decisión de su hija, aunque no la com-
partieran, y desarrollando expresiones genuinas de elogio. Ambas partes tenían
que reestructurar sus pautas relacionales si querían ver cambios positivos en la
vida de Luisa.
Siguiendo con la Mitología Familiar, ahora en el ámbito del Clima Emocional,
162

aunque no es consciente aún de ello, y la bulimia sería su estrategia de matarse a


plazos; porque los depresivos crónicos son suidas potenciales, que en un acto
consciente de sufrimiento se pueden matar de una vez por todas o de manera
inconsciente irse matando a plazos, como Luisa lo hacía a través de la bulimia.
Ella era una metáfora de su autoagresión.
La familia de Luisa era una familia deprivadora, escasa en expresar valoración,
pero exigente con las normas; los dos hermanos se rebelaron y escaparon de
dicho sistema, pero Luisa quedó atrapada en ella; lo que no significó que no
manifestara su protesta y se rebelara contra ello, pero de una manera disfuncio-
nal. En vez de enfrentar al sistema opresor, como lo hicieron sus hermanos, se
enfrenta y ataca a sí misma, a través de síntomas como la depresión y la buli-
mia. Mientras ella siga dejándose aplastar por su familia controladora, los
síntomas persistirán, por más terapias individuales a la que pueda someterse.
La propuesta terapéutica que se le hizo fue “rebelarse”, en el buen sentido de la
palabra, frente a su sistema familiar opresor y rígido, sacando a relucir su
relación sentimental clandestina que Luisa mantenía con el joven descalificado
por su padres; “ellos se mueren si se enteran” dijo al principio, revelando su
miedo y la profundidad de sus ataduras mentales a los mandatos paternos. El
depresivo está educado a evitar las confrontaciones y tiene prohibido rebelarse;
pero su recuperación pasa, precisamente, por hacer eso. Hacer por primera vez
lo que ella quiere y no lo que otros imponen, era un grito de declaratoria de
independencia que implicaba recuperar un territorio de autonomía que sus
padres le habían arrebatado. Ellos tenían que entender que podían opinar y
aconsejar a su hija, pero de ninguna manera decidir por ella. Y Luisa tenía que
aprender que no podía seguir viviendo la vida que otros querían que ella viva,
sino empezar a vivir la vida que ella tanto deseaba. Eso es rescatar su propia
autonomía y hacerse cargo de su propia existencia; aun si se equivocara, tenía
todo el derecho a equivocarse. Pero las depresivas no se permiten esa licencia,
la culpa los carcome. Pero la rehabilitación depende mucho de que se atrevan a
salirse de ese libreto y traspasar la línea de las prohibiciones rígidas que su
entorno les impone.
Aceptar el desafío, de sacar a la luz su relación sentimental oculta, significaría
una crisis para Luisa y su familia; pero se tiene que entender que no hay creci-
miento sin crisis, que ellas nos pueden servir para involucionar, si no son
manejadas adecuadamente, pero también para desarrollarnos más si las
sabemos conducir apropiadamente. En el lenguaje chino crisis significa
161

éste se presenta de modo contradictorio en la familia del depresivo: apariencia


de calidez solidaria en la superficie, pero en el fondo hay frialdad e hipercrítica.
La familia de Luisa tenía apariencia de unidad, coincidían en las exigencias,
pero escaseaban la calidez y el afecto. Por ello la terapia demandaba que los
padres bajaran la exigencia y subieran el afecto.
Los Rituales son impositivos en la Mitología Familiar del depresivo: son
rígidos y de obligado cumplimiento, con asignación de roles no intercambia-
bles. Luisa tenía el rol de la hija “buenita y obediente” que sus padres le habían
asignado y no podía rebelarse de ese guion. Es la que siempre se levanta
temprano a preparar el desayuno y desayuna con sus padres, algo que casi no
hacían sus otros hermanos y es la que tiene también que atender el negocio.
Romper con ese rol y ser un poco “malita y desobediente”, pero con respeto, es
recuperar su propia identidad.

Diagnósticos e Hipótesis Relacionales

Desde la terapia sistémica nosotros nos planteamos hipótesis relacionales en la


que esbozamos la idea de que detrás de la mayoría de trastornos psicológicos
subyace un problema de interacción familiar inadecuado, en la que las relacio-
nes interpersonales son disfuncionales al interior de la familia de origen.
Dichas relaciones disfuncionales originarían personalidades disfuncionales.
En el caso específico de Luisa, nosotros encontramos un diagnóstico relacional
concreto, como ya se ha dicho, de un trastorno de personalidad depresiva, con
una comorbilidad llamada bulimia; en donde ésta sería consecuencia de
aquella. Además, la hipótesis relacional que proponemos es que el tipo de
interacción que Luisa mantiene con su marco familiar, con una organización
deprivadora, que no recibe una adecuada nutrición afectiva, y una mitología
descalificadora, que no le brinda una apropiada valoración (Linares, 2012),
como lo hemos descrito líneas arriba, sería la gran responsable de su trastorno
depresivo.
Las personas sumidas en dicho trastorno visualizan la vida de manera gris y
como demasiada pesada; no se sienten muy animadas a vivirla, por lo que de
manera inconsciente, en una primera etapa, sabotean su existencia, desarro-
llando diversos síntomas autoagresivos, donde uno de ellas puede ser la
bulimia, como era el caso de Luisa. Su depresión hace que ella quiera morirse,
163

“muerte” y “oportunidad”, algo se termina o muere, para que algo pueda


empezar o nacer. No es un proceso fácil ni exento de dolor, pero necesario para
alumbrar una nueva etapa de vida.
El acompañamiento terapéutico con Luisa, para que tenga la fuerza de volun-
tad necesaria para decidir por sí misma, y con su familia, para que entiendan
que tienen que soltarla y dejar que vuele ya del nido paterno, requiere un
trabajo terapéutico cuidadoso que sirva de contención tanto a Luisa como a su
familia, de tal manera que puedan romper el guion rígido que por tanto tiempo
los ha enzarzado en una pauta relacional equivocada.
Pero el diagnostico de trastorno de personalidad depresiva, acompañado de
bulimia, no hunde sus raíces sólo en el marco familiar depravador y controla-
dor que hemos descrito, sino que también se extiende, en el caso de Luisa, a su
trauma sexual de la infancia, que es un tema pendiente que de ninguna manera
debemos obviar, si es que queremos que nuestro trabajo terapéutico sea com-
pleto. El hecho que hayan pasado más de 15 años de ello, no significa que se
haya superado; el “perdónalos y olvídate, ya es mucho tiempo” que muchos le
dicen es completamente antiterapéutico. Una herida no se cura ni se cierra con
los años o tratando de olvidar, sólo se sana enfrentándolo y haciendo una
operación psicológica quirúrgica que pueda vendar y cicatrizar la herida, para
que no siga sangrado más.
Toda experiencia de violación sexual (aún los manoseos sin penetración son
una forma de ello) generan emociones y pensamientos negativos, responsables
de algún trastorno, que se hacen necesario vaciar y limpiar. Una mezcla de
rabia, culpa y autorechazo bullen al interior del alma de la víctima, que roban su
paz interior. Su abordaje terapéutico pasa por lo que le podemos llamar la
Terapia de Reparación, que sigue todo un protocolo de intervención que
implica limpiar la herida, vaciando todas las emociones negativas, y restaurar
su personalidad.
Toda persona que haya sido víctima de algún tipo de agravio, desde una peque-
ña ofensa verbal hasta una violación sexual, desarrolla sentimientos de rabia y
desazón, que no desaparecen así nomás mientras no se sienta desagraviada o
reparada. En tanto su agravio siga impune, la víctima experimenta emociones
encontradas de ira y culpa, que serán drenadas en enfermedades psicosomáti-
cas o alguna disfuncionalidad en su personalidad, que le impida llevar una vida
relativamente estable. Percibirá la vida como algo injusto, por eso la queja es
típica del depresivo, y mientras no sienta que se le hace justicia llevará una vida
164

aplastada y resentida, del cual puede no ser muy consciente.


La Terapia de la Reparación tiene el propósito de desenterrar la rabia y la culpa,
escondida en el resentimiento de la víctima, a través de acciones que la desa-
gravien y la reparen de todo el mal que le hicieron. Dependiendo de la magni-
tud del agravio, la reparación puede ir desde un sencillo reconocimiento y
pedido de perdón sincero que el ofensor haga frente a la persona ofendida,
hasta llevar a los tribunales y encarcelar al victimario, de ser necesario, como
un acto de justicia y reparación frente a la víctima. No es un acto de venganza y
revanchismo, es un acto de justicia por el cual el victimario sufre y paga por
todo el dolor y el agravio que experimentó la víctima. Sería injusto que sólo ella
cargue con todo el dolor y el sufrimiento del trauma y al culpable no le pase
nada.
En el caso de Luisa se le pidió que hiciera pública su denuncia contra ese primo
que se aprovechó de ella, que aunque ya no tuviera consecuencias legales,
pudiera recibir una sanción moral de reproche de parte de toda la familia; y que
el baldón de la vergüenza que ella cargaba se pudiera trasladar sobre él, de tal
manera que ella se sienta desagraviada y que en un sentido se le hacía justicia.
Dicha experiencia es un acto profundamente liberador y terapéutico.
Pero la Terapia de la Reparación es una intervención terapéutica que no solo
busca el desagravio de la víctima, sino también la rehabilitación del victimario.
La experiencia clínica demuestra que casi siempre detrás del victimario de hoy
hay una víctima de ayer; lo que explicaría su conducta, aunque no exculparía su
responsabilidad. El terapeuta que no contempla estas dos dimensiones peca de
ingenuo e inexperto; porque de ninguna manera se puede poner en el papel de
un juez que condena, cuando es un terapeuta que repara, no sólo a la víctima,
sino también al victimario; solo ahí su trabajo terapéutico es completo.
En otro escrito, en el que abordemos un caso específico de violación sexual,
nos explayaremos mucho más en todo el protocolo que creemos rige la Terapia
de la Reparación, que es una intervención terapéutica principalmente para
casos de abuso sexual. Por ahora nos limitaremos a señalar lo que ya se explicó
y que está relacionado con la restauración personal de Luisa, por medio de esta
terapia.

Conclusión

Para terminar podemos resumir diciendo que la depresión nace de una expe-
165

riencia profunda de frustración irresuelta, que se manifiesta con una mezcla de


Aflicción e Irritación, detrás del cual subyace una Culpa y una Rabia, provoca-
das por sentimientos de incompetencia y sentimientos de injusticia respectiva-
mente, que se viven como experiencias de pérdidas no superadas en la vida. Y
una de las más grandes pérdidas que un ser humano puede experimentar es no
percibirse amado por las personas más significativas de su entorno, como lo
son sus figuras paternas; porque todo ser humano es un animal amoroso que
necesita nutrirse de un AMOR sano, el cual pueda garantizarle una buena salud
psicológica. Y es sano en la medida que una persona, sobre todo en su infancia,
pueda experimentarse como un legítimo otro en la cercanía de la convivencia
con personas significativas para ella. Y cuando esto no sucede, Maturana nos
dice que enfermamos al asumir un modo de vida que niega sistemáticamente el
amor (1996). En otras palabras, el desamor crea los espacios para que emergen
los síntomas que configuraran algún tipo de trastorno de personalidad.
Hemos dicho también que existen dos tipos de depresión: la Coyuntural y la
Estructural, la primera es la depresión clínica clásica, reconocida por la psi-
quiatría, con síntomas visibles y temporales, y abordada principalmente con
psicofármacos; mientras que la segunda la definimos como un trastorno de
personalidad, con síntomas ocultos y crónicos, abordado principalmente con
una psicoterapia. En el presente ensayo nos hemos detenido más en éste último,
destacando su etiología dentro de un marco familiar caracterizado por la
deprivación afectiva, que exige mucho y valora poco al hijo(a), que son los
ingredientes básicos del desamor para la formación de una futura personalidad
depresiva.
Entendiendo que el trastorno de personalidad depresivo se origina básicamente
en un sistema familiar disfuncional, es lógico pensar que su abordaje terapéuti-
co demande cambiar también las pautas relacionales disfuncionales que rigen a
la familia del depresivo. Por ello la terapia pasa por una doble intervención
simultánea; por un lado, debemos intervenir en la narrativa y paradigmas
mentales del paciente, combatiendo la culpa y la rabia que subyacen en ellos, y,
por otro lado, también debemos intervenir en la Organización y la Mitología
que gobiernan el sistema familiar del depresivo. Y eso es lo que se hizo en el
caso de Luisa.
La restauración plena de Luisa pasó por un doble abordaje terapéutico de
manera simultánea; por un lado, implicó reestructurar las pautas relacionales
con su marco familiar, rompiendo la dependencia y control, de tal manera que
166

logre alcanzar su autonomía personal, elemento clave en la configuración de


una identidad saludable. Y por otro lado, intervenimos en la flexibilización de
las funciones parentales rígidas que la precedían, haciendo entender a los
padres de Luisa que es la ley de la vida que los hijos alcen su propio vuelo, y que
ellos deben apoyarlos en vez de ponerles obstáculos.
Completamos ambas intervenciones, aplicando lo que hemos llamado la
Terapia de Reparación, que buscaba hacerle justicia a Luisa por el abuso sexual
que recibió en su infancia, rescatándola así del abismo oscuro de la culpa y la
rabia, que tanto su maltrato familiar deprivador como su experiencia de abuso
sexual la habían sumido en cuadro de depresión estructural.
Salir de la opresión familiar externa y la represión emocional interna, que
agobiaban su ser, significó para Luisa una liberación interior en su alma, que
paulatinamente la llevó a disolver la culpa y la rabia, que tanto alimentaban su
estado anímico depresivo, y que inconscientemente la llevaban a querer acabar
con su vida a plazos, a través de la bulimia. Superada la depresión, automática-
mente ya no hubo más espacio para dicho trastorno alimenticio. Se inició para
ella una nueva etapa en su vida. Obviamente no sería un proceso instantáneo,
sino paulatino, pero seguro, en ese camino de encontrarse consigo misma,
atreviéndose a ser ella misma y a caminar con sus propios pies, soltándose de
las manos de sus padres. Es así como toda terapia termina cuando se le devuel-
ve al paciente su capacidad de autenticidad y auto sostenimiento; es decir,
amarse y ser ella o el mismo, como también valerse por sí mismo.

REFERENCIA

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Paidós Ibérica S.A.
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http://www.monografias.com/trabajos13/depre/depre.shtml el 11 de
octubre de 2009.
Red Europea y Latinoamericana
de Escuelas Sistémicas

Este libro presenta diversos tópicos en terapia sistémica, desde modelos de


intervención y evaluación hasta temáticas de investigación en terapia familiar
y de pareja abordados desde la sistémica, con el objetivo generar reflexión,
discusión y que el lector pueda llegar a conclusiones importante que permitan
seguir avanzando en la prevención-promoción-intervención con familias y
parejas sanas, plenas y responsables.
La presente es una contribución de varios autores de Latinoamérica y España,
en la que figuran personajes como Juan Luis Linares (España), Roberto Pereira
Tercero (España), Raúl Medina Centeno (México), Marcelo Ceberio (Argentina),
Sandro Giovanazzi (Chile), David R. Villarreal Huertas (Perú) y David Villarreal-
Zegarra (Perú).
Un reto que el Instituto Peruano de Orientación Psicológica – IPOPS con el
apoyo de la Red Europea y Latinoamericana de Escuelas Sistémicas – RELATES
se plantearon para contribuir en el avance científico del modelo sistémico.

David R. Villarreal Huertas


David Villarreal-Zegarra
(Coords.)

Primera Edición

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