You are on page 1of 6

Problemas de Bioética. Afirmaciones de Joseph Ratzinger.

Pbro. Dr. José Juan García

Introducción

Los problemas morales que hoy nos planteamos no son pocos y en muchos
casos, de gran complejidad. Necesitamos de la palabra orientadora e
interdisciplinar de la bioética. La expresión “bioética” forma ya parte de nuestro
lenguaje. Incluso ya es común sentir hablar de “bioderecho”. Entre las disciplinas
científicas, el de la bioética ostenta un lugar ya consolidado. Han pasado más de
treinta años desde su nacimiento. Se ha avanzado en la precisión de sus alcances y
objetivos, el método y los contenidos sustanciales1. Bajo la voz “bioética” se
agrupan las investigaciones referidas al nacer, al vivir, al morir, a las técnicas de la
biología y de la medicina, y en general todo lo relacionado con la vida humana
desde una perspectiva moral. Las diferentes líneas de orientación bioética
concuerdan en afirmar el valor único de la persona humana. Todas dicen favorecer
al hombre. Claro que el problema sigue siendo cuál modelo antropológico está en la
base de la bioética. Aquí los caminos son divergentes y a veces enfrentados. Se
sigue entonces que también las orientaciones y pautas morales son divergentes.
Hace falta el contenido de la filosofía realista en comunión con el Magisterio de la
Iglesia que nos aclaren el amplio panorama.

“El éxito social de la bioética parece muy relacionado con la necesidad que la
sociedad siente de reflexionar en profundidad sobre los problemas de valor. En
centurias anteriores, la sociedad occidental pudo pensar que el Derecho era
suficiente para tal propósito. Hoy, sin embargo, se ha producido una profunda
fractura entre la sociedad y el Estado, y el Derecho se ve sólo como el mínimo
común denominador de los valores defendidos por los individuos y los grupos
sociales … Por tanto, la bioética debe asumir su responsabilidad de ser foro de
debate y educación en las cuestiones de valor relativas al cuerpo y a la vida”2.

Hoy, una cultura de la vida lucha contra la cultura de la muerte. ¿No es


exagerado hablar así, en estos términos, en una época de logros de la biología y la

1
Puede leerse la interesante obra de DOLDI, M., - PICOZZI, M., Introduzione alla bioetica, Leumann,
2000, págs. 61-70.
2
D. GRACIA, Como arqueros al blanco. Estudios de bioética, ed. Triacastela, Madrid, 2004, p. 91.
medicina? ¿No hay acaso signos positivos de la cultura de la vida?: Claro que
sí, y entre ellos: una sensibilidad cultural contraria a la pena de muerte para delitos
comunes, la lucha y victoria de los movimientos pro-vida y católicos por la
permanencia de la ley 40 en Italia 3, la preocupación ecológica que vuelve más
responsable –entre otros datos - la explotación minera en el mundo, la misma
aparición de la bioética –aunque hay que observar la existencia de líneas diversas y
aún enfrentadas- y los logros de la biología, de la medicina y la farmacología. Son
tiempos de avances y logros. Ya Pascal decía que “el hombre supera infinitamente
al hombre”…

Pero la otra cara de la moneda se nos presenta: Juan Pablo nos habla en la
Encíclica Evangelium Vitae n 17, de la presencia lacerante de la cultura de la
muerte4 Ella consiste en una cierta visión de la vida humana como algo relativo,
funcional a otros intereses, no inviolable. Esta mentalidad percibe la muerte de
seres humanos con un cierto favor. Atentados contra la vida humana –preciso es
decirlo- ha habido siempre a lo largo de la historia. Pero hoy, como a lo largo del
siglo XX, existen de modo “organizado”, planificado. He aquí su especificidad. Hay
auténticas campañas para legalizar el aborto y proponerlo como ´derecho´
olvidando que en realidad es un ´delito´. Hay una corriente instauradora de la
eutanasia; hay políticas desestabilizadoras del matrimonio y la familia en
numerosos países; no hay voluntad política para suprimir el hambre en el mundo.
Se podría hablar de una “conjura internacional” en contra de la vida humana.

1. Problemas de bioética y la luz que se proyecta

Innumerables son las ocasiones en las que el entonces Cardenal Joseph Ratzinger,
hoy Benito XVI, ha emitido afirmaciones en torno a temas de nítido contenido
bioético. Es verdad que las preferencias son más bien referidas a los dogmas, o
sea, verdades que la Iglesia propone para creer, pero su visión amplia de las cosas
lo lleva a incurrir en complejas cuestiones de la ética aplicada al don de la vida
humana. Remitiré y comentaré algunas pocas, quizás las más destacadas.

3
Ver los interesantes artículos de Diego Contreras, “Una batalla cultural planteada con inteligencia”, y de
Juan Manuel Mora, “Nuevas Estrategias de Comunicación”, en agencia “Aceprensa” n 76 del 22-28 de
junio de 2005.
4
“Con el tiempo, las amenazas contra la vida no disminuyen. Al contrario, adquieren dimensiones
enormes…El siglo XX será considerado una época de ataques masivos contra la vida, de una serie
interminable de guerras y de una destrucción permanente de vidas humanas inocentes”. EV 17
Veamos su libro “La sal de la tierra. Cristianismo e Iglesia Católica ante el nuevo
milenio”, Madrid, 1997. El autor aborda el tema del aborto. Sorprende su
precisión: “Muchos ven al niño no nacido como a un injusto agresor que ´va a
disminuir mi espacio vital´, ´se entrometerá en mi vida´, y al que, por tanto, hay
que castigar como a un injusto agresor…todavía no ha nacido y ya lo ven como a
un enemigo o a un inoportuno sobre el que se puede disponer” (p. 220).

El aborto es ´legal´ en tantos países. E incluso el aborto clandestino no desaparece


en dichos lugares, como lo demostró el “Informe Colombo” en Italia después del
referéndum de 1978. Es que lo legal no siempre va de la mano de lo moral.

Preguntado acerca de la cuestión de los anticonceptivos, responde: “Los graves


problemas morales nunca se pueden solucionar por medio de la técnica o de la
química; los problemas morales sólo se solucionan moralmente, es decir,
cambiando el modo de vida” (p. 219). Explica después la enseñanza sobre la
paternidad responsable, que los matrimonios cristianos deben ejercer.

En pocas páginas anteriores comenta con sentido común acerca de otra cuestión: la
necesidad de no escatimar recursos ¨ordinarios´ y ´proporcionados´ a pacientes
terminales. De ahí la necesidad de suministrar siempre agua y alimentación a
dichos enfermos terminales. Esto nos recuerda aún al reciente caso de Terry
Schiavo, a quien se la dejó morir por decisión judicial, constituyendo un lamentable
caso de eutanasia, y que conmocionó a los EE. UU. y al mundo.

En cuanto al tema de la ecología el lúcido teólogo propone el equilibrio entre el


hombre en tarea de purificación y el mundo no contaminado. Las dos cosas de la
mano, porque es la persona o grupos de personas egoístas que atentan contra la
naturaleza. “El capítulo 8 de la Carta a los Romanos lo explica muy claramente.
Dice que Adán, o sea, el hombre interiormente contaminado, trata a la creación
como una especie de esclava y la somete, y que la Creación sometida gime por ello.
Hoy en día escuchamos a la Creación gemir como nunca” (p. 250). Y en la “Homilía
Inaugural” de su pontificado, en la plaza de san Pedro, el 24 de abril pasado, en
sintonía con lo anterior, expresó: “Los tesoros de la tierra ya no están al servicio
del cultivo del jardín de Dios, en el que todos pueden vivir, sino subyugados al
poder de la explotación y la destrucción”.

Una de las claves para interpretar el problema ecológico es como dice E. Tiezzi y lo
cita B. Forte, es el desequilibrio entre tiempos históricos y tiempos tecnológicos,
tiempos biológicos y tiempos científicos5. “El problema ecológico es un problema
moral”, nos decía Juan Pablo II en la Jornada Mundial de la Paz de 1990.

2. Estado Democrático y Moral

En otro texto, “Iglesia Ecumenismo y Política. Nuevos ensayos de eclesiología”,


Madrid, 1987, nuestro teólogo nos dice que no es posible arrinconar la fe al ámbito
de lo privado, como tantos quieren hoy. Así visto, la Iglesia, que es madre y
maestra, jamás podría decir una palabra explícita sobre temas morales que tocan
las políticas públicas, como si estuviese maniatada para lo público y libre sólo para
el culto y la sacristía. “Vuelvo a recordar la acertada expresión de Bultmann: ´Es
posible un Estado no cristiano, pero no es posible un Estado ateo´…Esto implica
que Dios no quede relegado incondicionadamente a la esfera de lo privado, sino
que también sea reconocido públicamente como valor supremo. Esto incluye la
tolerancia y el espacio para las personas ateas, y no tiene nada que ver con una
coacción que pretendiera imponer la fe” (p. 256). Un poco más adelante agrega:
“Me atrevo a afirmar que la democracia funciona únicamente si funciona la
conciencia, y esta enmudece si no está orientada conforme a los valores éticos
fundamentales…” (p. 257).

Como corolario de esto se puede afirmar que un gobierno que pone al Estado en
situación de no defender la vida del no nacido, es un Estado que abdica de su razón
de ser misma, pues reconoce otros interese superiores al bien de la persona
humana. Con ello, se pone al margen de buscar el bien común.

“El relativismo, es decir, el dejarse llevar aquí y allá por cualquier viento de
doctrina, aparece como la única actitud a la altura de los tiempos modernos. Se va
construyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como
definitivo y que sitúa como cuestión última el ego y su voluntad”6.

5
B. FORTE en Teología de la Historia. Ensayo sobre revelación, protología y escatología, Salamanca,
1995, pág. 224: “Transformaciones que antes se realizaban en millones de años pueden ocurrir ahora (por
el desequilibrio inducido) en unas pocas decenas de años y las consiguientes variaciones para los
equilibrios humanos y sociales corresponderán a una aceleración de millones de años de historia… Los
tiempos biológicos y los tiempos históricos siguen ritmos diversos”. Cabe señalar en rigor que los
problemas ecológicos graves son variados, y entre ellos: la deforestación y desertificación del planeta, la
pérdida de la biodiversidad de especies animales y vegetales, el riesgo del cambio climático, la lluvia
ácida que contamina campos, la contaminación del agua y el aire, la escasez del agua, etc.
6
J. RATZINGER, Homilía durante la Misa “Pro eligendo Pontifice”, abril de 2005. Como ejemplo de
ello, basta leer al español Javier Sádaba: “Verdades absolutas ya no hay. Verdad absoluta es una
contradicción en los términos, es un pseudoconcepto…” en Saber vivir, Madrid, 1986, p. 90. Sádaba,
junto a José Luis Veláquez son autores de Hombres a la carta. Los dilemas de la bioética, Madrid, 1998.
Aceptan que las prácticas biomédicas sean sometidas a continuos controles legales, pero sin que esto
Parte del mundo contemporáneo pareciera sentir este ´agobio´ por haber
desalojado certezas fundamentales. Cómo suenan válidas aún las reflexiones de
Enrique Rojas en su “Hombre Light”7: un hombre contemporáneo fatigado, sin
ideales, sin convicciones, sin utopías, inclinado a la moda, a lo fácil y perecedero.
Me animo a decir que en no pocos ambientes, la estadística y aún la estética se
proponen como sustitutas de la auténtica moral.

“El relativismo se ha convertido en el problema central de la fe en la hora actual.


Sin duda ya no se presenta tan solo con su vestido de resignación ante la
inmensidad de la verdad, sino también como una posición definida positivamente
por los conceptos de tolerancia, conocimiento dialogico y libertad, concepto que
quedarían limitados si se afirmara la existencia de una verdad valida para todos. A
su vez, el relativismo, aparece como fundamentación filosófica de la democracia.
Esta en efecto, se edificaría sobre la base de que nadie puede tener la pretención
de conocer la vida verdadera y se nutriría del hecho de que todos los caminos se
reconocen como fragmentos del esfuerzo hacia lo mejor; por eso, buscan en
dialogo algo común y compiten también sobre conocimientos que no pueden
hacerse compatibles en una forma común. Un sistema de libertad debería ser en
esencia, un sistema de posiciones que se relacionen entre sí, como relativas,
dependientes, además, de situaciones históricas abiertas a nuevos desarrollos. Una
sociedad libre, sería, pues una sociedad relativista; solo con esta condición podría
permanecer libre y abierta al futuro8.

Son muchas más citas que encontramos en torno a nuestra tema de interés. Brota
de ellas un gran amor y respeto por la persona humana, creada a imagen y
semejanza de Dios, eje y centro de la vida política y social. Se podría afirmar que J.
Ratzinger como D. Tettamanzi, pastor de Milán este último y estudioso de la
bioética, son exponentes del “personalismo cristiano”. Y cada hombre, el más
concreto, el más real, no está abandonado ni huérfano; remite a su Autor y Padre:
Dios Creador.

signifique menoscabo a la presunta autonomía absoluta del individuo respecto de su vida y su muerte. El
valor ´vida humana´ no es absoluto ni depende de una norma o moral teónoma. Hay siempre primacía
exagerada de la voluntad personal.
7
Cfr. E. ROJAS, El Hombre Light. Una vida sin valores, Temas de hoy, Madrid, 1995, págs. 15-17.
8
J. RATZINGER, Conferencia en el Encuentro de Comisiones Episcopales de América Latina para la
Doctrina de la Fe, Guadalajara, noviembre de 1996.
Reflexiones Conclusivas

El encuentro entre metafísica y ética, moral y dogmática, ciencia y fe, son los
caminos a recorrer en el futuro inmediato. “Un gran desafío que no espera al
terminar el segundo milenio es aquella de saber cumplir el pasaje, tanto necesario
como urgente, del fenómeno al fundamento. No es posible quedarse en la sola
experiencia… es necesario que la reflexión especulativa alcance la sustancia
espiritual y el fundamento que la guía”9. No todo lo que la técnica nos permite
hacer, se debe realizar10.
Las líneas directrices de Juan Pablo II –inspirado a su vez en el Concilio Vaticano II-
encuentran en el actual sucesor de Pedro, confirmación y continuidad. Es la Iglesia
toda, pueblo de la vida y por la vida, la que peregrina en fidelidad al Evangelio y al
hombre.
Tengamos esperanza. Cristo Jesús sigue siendo el Señor de la Historia. El camina
con nosotros. ¿Qué hace la Iglesia por este hombre un tanto extraviado? 1)Le
brinda el servicio de la verdad. 2) lo acerca al corazón del Padre bueno que lo
reintegra a la familia (sentido de pertenencia) y 3) lo besa con el beso de la
Misericordia a su hijo pródigo. El hombre no es una cosa entre las cosas. Ostenta
dignidad de imagen y semejanza e hijo de Dios. Por ello Dios lo ama siempre.

9
JUAN PABLO II, Carta Encíclica Fides et Ratio n 83.
10
“Si bien la civilización técnica se cree religiosa y moralmente neutral, no es así. Ella cambia las normas
y los comportamientos. Cambia además, de manera esencial, la interpretación del mundo”. J.
RATZINGER, “La fe cristiana ante el desafío de las culturas” en Revista Ecclesia Vol. VII, n 4 (1993) 384.

You might also like