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HISTORIA POLÍTICA, ECONÓMICA Y

SOCIAL

MÓDULO I

UNIDAD I
DESARROLLO DE CONTENIDOS

LIBERALISMO Y CAPITALISMO

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y
también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad, la era de la
luz y de las tinieblas, la primavera de la esperanza y el invierno de la
desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos
derecho hacia el Cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto.”

(Charles Dickens, Historia de dos ciudades)


MÓDULO I

HISTORIA POLÍTICA, ECONÓMICA Y SOCIAL

UNIDAD I

LIBERALISMO Y CAPITALISMO
Objetivos Específicos

Que el alumno:

 Analice el desarrollo de la economía, de la sociedad y de la política de


Europa en el siglo XVIII y XIX y su relación con los cambios del Capitalismo
y relacione este proceso con los cambios de la política económica mundial.

 Comprenda la importancia del Comercio Internacional a partir de la Primera


y la Segunda Revolución Industrial.

Contenidos

Introducción: Los comienzos de la modernidad. La formación y


consolidación de los Estados Nacionales.

A. Orden Internacional

Cambios económicos y sociales a partir de las Revoluciones Industriales


de los siglos XVIII y XIX.

1.Antecedentes y características de la Primera y Segunda Revolución


Industrial. Sus consecuencias económicas y sociales en Inglaterra y en Europa.
La influencia de la Revolución Francesa. Crecimiento de la burguesía y
aparición del proletariado. Liberalismo. Pensamiento Socialista.

2.La Segunda Revolución Industrial. Crecimiento de Alemania y de Estados


Unidos. El "boom económico". Concentración empresarial. La crisis de 1873-
96. Anarquismo y Marxismo. Función del Estado. Nacionalismo e Imperialismo.

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B. Orden Nacional

Impactos socio-económicos en la "Argentina de los Notables".

1.Argentina en la "División Internacional del Trabajo" a partir de 1852.


Unificación nacional. La expansión de la frontera. Formaciones latifundistas.

2.Argentina en el mercado mundial (1880-1916). La Argentina Conservadora


con "democracia restringida". El país agroexportador. Expansión definitiva de la
frontera. Despegue agropecuario: ganadería y agricultura, la estancia mixta.
Frigoríficos: congelado y enfriado. Inversiones. La situación financiera y las
consecuencias de la gran crisis mundial. La inmigración. Aparición de la clase
media. Primeras oposiciones. Aparición de la Unión Cívica Radical.

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Unidad I – Desarrollo de Contenidos – Orden Internacional

Liberalismo y Capitalismo
Introducción: Los comienzos de la modernidad. La formación y
consolidación de los Estados Nacionales.

Razón, Ley Natural y Progreso, éstas eran las palabras clave en el Siglo
XVIII. Se trataba de la Era de la Ilustración, cuando se daba ampliamente por
sentado que la razón curaría los males del pasado y permitiría que se dieran un
gobierno utópico, una paz perpetua y una sociedad perfecta. La razón
permitiría a la humanidad descubrir las leyes naturales que norman la
existencia y, de esa manera, garantizar el progreso. Los intelectuales que
profesaban este credo eran conocidos con el apelativo francés de philosophes.
Entre ellos había críticos, publicistas, economistas, científicos de la política y
reformadores sociales. En conjunto, la Ilustración se fundamentaba en la
creencia de que las personas podían corregir los errores en sus vidas una vez
que alguien se los señalaba.

Los filósofos establecieron sus principios básicos a partir de la obra de


los escritores del anterior siglo. Su fe en la ley natural se originó en Isaac
Newton, y su confianza en los poderes de la razón humana, en parte, en René
Descartes. Pero fue John Locke (1632-1704) hacia quien se dirigieron
particularmente los racionalistas. En su obra Dos Tratados sobre el gobierno
(1690) Locke sostuvo que “por naturaleza todas las personas son libres,
iguales entre sí e independientes” (ver Módulo II – Guía Didáctica– Unidad I -
Documentos) y que se someten a un gobierno porque lo consideran
conveniente, no porque reconozcan algún derecho divino en la monarquía.
Locke niega en su ensayo cualquier idea innata de someterse a la autoridad.
Parte del concepto de la “tabla rasa” en la mente del individuo en la cual éste
escribiría la experiencia. Las dos fuentes de conocimiento eran el ambiente ás
que la herencia, y la razón más que la fe. La razón podía para Locke, explicar
todo aquello que se necesitaba saber.

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La Ilustración se apropió de los descubrimientos de Newton como si
fuesen la revelación de la verdad única. Los filósofos consideraban que podrían
encontrarse leyes, como la de gravedad, que gobernaran y explicaran toda
actividad humana. Puede decirse que se vieron a sí mismos como los “Newton”
de la política, la economía y la justicia. El mundo era como una máquina
gigantesca, había que comprender adecuadamente su funcionamiento para
que se captaran las leyes básicas que la gobernaban para que la maquinaria
funcionase adecuadamente. La visión optimista de esa idea quedó expresada
en el texto de Condorcet, Esbozo de un cuadro histórico de los progresos del
espíritu humano (1794) en el cual concluyó que “la naturaleza no le ha puesto
límites al perfeccionamiento de las facultades humanas” y que “el avance de su
perfectibilidad está limitado tan sólo por la duración del globo en el cual nos ha
colocado la naturaleza”. Condorcet veía en el futuro una sociedad que
disfrutaría de un nivel de vida superior, con más tiempo libre y mayor igualdad
entre las personas en general y entre los sexos en particular. Se abandonaría
la guerra por irracional y la medicina controlaría de manera tan eficaz a la
enfermedad que el promedio de vida se alargaría considerablemente.

Las características cosmopolitas del siglo quedaron expresadas en la


Ilustración. No obstante, la Era de la Razón también marcó el punto más
elevado del liderazgo cultural francés. El gran órgano de difusión de los
filósofos era la Enciclopedia, que comenzó a escribirse en 1751. (Ver Módulo II
– Guía Didáctica – Unidad I – Documentos). Entre los que participaron en ella
estaban Voltaire, Montesquieu, Rousseau, Condorcet, Quesnay y Turgot junto
con su editor general Denis Diderot. Objetivos didácticos y efectos subversivos,
podría resumir el significado de la Enciclopedia.

El programa económico de los filósofos se introdujo a través de la teoría


de Quesnay que encabezó un grupo de estudiosos que adoptaron el nombre
de fisiócratas, esto es, que creían en las reglas de la naturaleza. Para
fundamentar la influencia de estas teorías debe recordarse el compromiso con
la teoría de la fisiocracia de Manuel Belgrano en el Consulado de Buenos Aires.
El nuevo concepto fisiócrata de la riqueza natural chocaba con la doctrina

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mercantilista de igualar el dinero (o los metales preciosos) con la riqueza. A
juicio de Quesnay la importancia que los Estados mercantilistas daban a la
acumulación de riqueza volvía más caros los bienes al establecer tarifas e
impuestos indirectos, en vez de recaudar un solo impuesto directo sobre el
ingreso neto de la tierra. Proclamaban el lema “laissez faire, laissez passer”,
“vivan y dejen vivir; dejen que la naturaleza siga su curso”. Fue el economista
Adam Smith quien formuló en 1776 el principio clásico de la economía del
“laissez faire”. (Ver Módulo II – Guía Didáctica – Unidad I - Orden
Internacional– Documentos). Smith atacaba el mercantilismo, sosteniendo que
la riqueza de las naciones se debía atribuir a la producción de bienes; pero
para él la producción dependía menos de la tierra y más del trabajo de los
agricultores, los artesanos y los obreros. Minimizó la importancia del estado al
afirmar que quienes competían libremente para alcanzar la prosperidad
personal terminarían por enriquecer al resto de la sociedad, como si estuviesen
guiados por “una mano invisible”, esto es, por la naturaleza. Este programa de
Smith marcó un cambio revolucionario en el pensamiento económico de las
grandes potencias sentando las bases teóricas del capitalismo liberal.

De acuerdo con Ernst Cassirer1 fue Jean Jacques Rousseau quien


inspiró a los radicales de la Revolución Francesa. Sus ideas procedían de una
avasalladora generalización: mientras que la naturaleza dignifica a las
personas, decía Rousseau, la civilización la corrompe. Las personas estarían
menos corrompidas si las instituciones civilizadas se apegaran más a la
naturaleza. El principal texto político de Rousseau, El Contrato Social (Ver
Módulo II – Guía Didáctica – Unidad I – Documentos) buscaba reconciliar la
libertad del individuo con la institución del gobierno a través de una nueva
versión de la teoría del contrato del gobierno Teorías anteriores postulaban un
contrato político; el contrato de Rousseau era de naturaleza social en cuanto al
hecho de que toda una sociedad aceptaba, por su voluntad general, ser
gobernada. Si una persona insiste en anteponer sus intereses a los de la
comunidad, es necesario forzarla a respetar la voluntad general. Por lo tanto, la
voluntad general era de naturaleza moral así como política, pues representaba
1
Cassirer Ernst, La Filosofía de la Ilustración, Princeton University Press, Princeton N.J., 1951.

41
lo que era lo mejor para toda la comunidad, lo que dicha comunidad debía
hacer. Casi toda la doctrina política radical de los últimos tiempos le debe algo
a Rousseau. Los socialistas justificaban el colectivismo con base en la idea de
Rousseau de que “los frutos de la tierra nos pertenecen a todos”. Los patriotas
y los nacionalistas lo proclamaron como un profeta del credo que sostiene que
las naciones difieren entre sí. En su obra El Espíritu de las Leyes, (1748) el
Barón de Montesquieu estableció la premisa de que ningún sistema de
gobierno puede ser el adecuado para todos los países. Concluyó que las
repúblicas eran el mejor modelo para los países pequeños e improductivos, las
monarquías limitadas para los de tamaño mediano y prósperos, y el
despotismo para los vastos imperios.

El mismo Cassirer establece que como campeones de la tolerancia, los


filósofos mostraron una afinidad particular con la actitud religiosa denominada
deísta. Las doctrinas deístas surgieron en Inglaterra durante el siglo XVII;
buscaban entablar la lucha religiosa usando la razón y no las guerras.
Afirmaban que todos los individuos podían estar de acuerdo en unos cuantos
principios religiosos amplios. Los deístas aceptaban a Dios como el creador del
universo, sin embargo, limitaban su papel al pasado distante y al futuro remoto,
y dudaban que tuviera algo que ver con las actividades cotidianas de los
hombres. El máximo exponente del deísmo fue Voltaire quien a la vez de
atacar la teoría del derecho divino de los reyes, amplió la tarea de escribir la
historia para incluir en ella la economía y la cultura, así como la guerra y la
política, llevando durante su vida una cruzada a favor de la tolerancia. El
deísmo le permitió a Voltaire entablar una reconciliación entre un Dios perfecto
y un mundo imperfecto. Creía que Dios era realmente el Creador, pero que no
había manera de saber si Dios tenía intenciones de perfeccionar su creación.
Aun en ese caso, Voltaire no dudó con respecto a lo útil que era la religión para
las masas. Sostuvo que “el hombre siempre ha necesitado freno, (...) Si Dios
no existiese, tendría que inventarse.”

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Siguiendo a P. Hazard2 el Siglo XVIII es por todo lo mencionado un
período de grandes reformas. La primera aplicación de las nuevas ideas será
parcial. Una serie de reyes, con la necesidad de modernizar sus estados y
fortalecer su posición ante la nobleza, adoptan de ellas lo que les conviene.
Esta forma evolutiva del absolutismo es llamada “despotismo ilustrado” y los
monarcas que lo representan, son Carlos III de España, Catalina de Rusia,
María Teresa y José II de Austria y Federico II de Prusia. A éste último se le
atribuye una frase que resume el pensamiento de los déspotas ilustrados:
“Todo por el pueblo, para el pueblo pero sin el pueblo”. De todos estos
gobiernos podemos extraer algunas características generales: centralización
administrativa para ordenar y hacer uniforme el aparato de gobierno; política
económica de reformas fiscales y agrícolas, según algunos principios “liberales”
y “fisiócratas”, para aumentar la producción; reformas en la educación para
elevar el nivel cultural de la población y favorecer el desarrollo económico de la
misma. Además, en el último cuarto de la centuria se produce un hecho que
puede servir para considerar un antes y un después en la historia: la
independencia de los Estados Unidos de América.

Sagnac3 sostiene que este proceso comienza tibiamente, con el reclamo


de los colonos al rey de Inglaterra por impuestos decididos por la Corona sin su
aprobación. Ante la inflexibilidad de Jorge III, las trece colonias se emancipan
el 4 de Julio de 1776 y estalla la guerra de independencia.
En buena medida los colonos triunfan en la guerra gracias a la ayuda de
Francia, que les proporciona dinero y flota. En 1783, Inglaterra reconoce el
nuevo estado. Cuatro años después, los estadounidenses sancionan su
constitución, que es la primera moderna y el modelo formal de todas las
constituciones del mundo. Dado nuestro objetivo de vincular el Orden
Internacional con el Orden Nacional debe marcarse aquí la influencia de la
Independencia de los Estados Unidos en la ideas revolucionarias de Mayo de
1810 y en el espíritu de Alberdi al redactar la Constitución de 1853. El conjunto

2
Hazard, P.; El Pensamiento europeo en el siglo XVIII, Madrid, Guadarrama; 1958.
3
Sagnac, Ph.; El fin del Antiguo Régimen y de la Revolución Americana; 1763-1789; París.

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de estos cambios confluye hacia la creación del mundo en el que estamos
viviendo y del cual la Argentina forma parte a partir del siglo XIX.

Finalmente, en el siglo XVIII empieza la época contemporánea con dos


procesos que han sido considerados las dos caras de una misma moneda: la
Revolución Francesa y la Primera Revolución Industrial en Gran Bretaña. Tan
funcionales entre sí son estos dos procesos que se los unifica denominándolos:
el proceso de las dos Revoluciones. La primera proveerá el modelo político y
social y las ideas a todas las revoluciones posteriores. La segunda impulsará la
transformación de los hombres de agricultores en operadores de máquinas y
dará el modelo económico Capitalista al mundo contemporáneo. Vinculándolo
nuevamente al Orden Nacional, la primera influirá decididamente en el espíritu
de Mayo de 1810 y la segunda al propiciar el modelo de la división
internacional del trabajo en la cual se insertará la Argentina a mediados del
siglo XIX.

A. Orden Internacional

Cambios económicos y sociales a partir de las Revoluciones Industriales


de los siglos XVIII y XIX.

Pocos temas del pasado fueron tan estudiados en los últimos cien años
como las transformaciones que se producen en la economía y la sociedad
desde fines del siglo XVIII. Esta preocupación se encuentra directamente
relacionada con la interpretación que buena parte de los historiadores hace de
la importancia de algunos cambios que se habían producido en el mundo
desde aquella época.
Tomemos como ejemplo el tema de la Revolución Industrial. Para casi
todos los historiadores, tal el caso de C. M. Cipolla 4 y M. Niveau5 algunas de las
transformaciones que se produjeron alrededor de 1800 abrieron las puertas del
mundo en el que estamos viviendo.

4
Cipolla, C. M.; Historia Económica de Europa, Barcelona, Ariel, 1979.
5
Niveau, M.; Historia de los hechos económicos contemporáneos, Barcelona, Ariel, 1968.

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La mayoría de los historiadores considera que toda la historia de la
humanidad es un proceso que reconoce sólo dos momentos de
transformaciones profundas. Una primera etapa correspondería a las
sociedades de cazadores, que comienza con la aparición de los primeros
hombres sobre el planeta y se extiende hasta que los seres humanos se
transforman en agricultores, cuando alrededor del 8000 a. C. se produce la
denominada Revolución Neolítica.
En ese entonces, aparecieron las sociedades agrícolas, que no
cambiaron sustancialmente hasta que, en la segunda mitad del siglo XVIII, se
produce en Inglaterra un nuevo quiebre: la Revolución Industrial, que luego se
difundirá por todo el mundo.
Todos los otros procesos de modificación profunda, sostienen los
historiadores, fueron superficiales: hubo distintos reyes y emperadores; muchos
pueblos sometieron a otros; en la antigüedad había esclavos y en la Edad
Media, siervos de la gleba, pero lo que nos importa – sostienen – es que la
estructura agrícola de la sociedad no sufrió cambios sustanciales. Pero desde
fines del siglo XVIII, primero en Inglaterra y luego en el resto de los países,
todo cambia.

Como sostiene Carlo Cipolla a partir de ese momento, el pasado no es


sólo pasado: el pasado ha muerto. La producción en las fábricas, y no las
malas o buenas cosechas, pasará a ser la principal preocupación de la
economía; la mayor parte de los hombres deja de vivir en el campo y se
establece en ciudades cada vez más populosas y una gran parte de esas
personas se transformará en obreros. Así surge una sociedad distinta, la
sociedad industrial, un tipo de organización que perdura hasta hoy. La
agricultura no desaparece, pero disminuye la importancia de su papel en la
marcha de la sociedad; las técnicas de cultivo cambian radicalmente, y el
campesino de nuestro ejemplo se encontraría totalmente perdido en un mundo
extraño. Esto no quiere decir que todos los países se transformen en
industriales, pero el cambio que se produce en determinadas regiones afectará
a aquellas que no puedan salir de un modo de vida estrictamente campesino.
Nadie ha puesto en duda la existencia de la Revolución Industrial y su

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trascendencia para promover que algunos países llegaran a la modernización y
el bienestar económico. Algunos historiadores críticos se interesaron en los
efectos negativos de la transformación para evitar que se repitiesen mientras
que otros destacaron sus efectos positivos de mediano y largo plazo. La
mayoría de los historiadores necesita explicarse por el pasado y a través del
conocimiento de estos procesos las necesidades de las sociedades a las
cuales pertenecen.

Está claro que en el siglo XVIII se producen una serie de cambios,


reformas, transformaciones y revoluciones que anuncian como hemos
planteado en nuestra introducción; la época contemporánea.

La Primera Revolución Industrial en Gran Bretaña

Antecedentes

¿Por qué Inglaterra, un país pequeño y poco poblado, fue el escenario


donde se desencadena por primera vez la Revolución Industrial? Por ese
entonces, la población de Inglaterra era de unos siete millones y medio de
habitantes, mucho menos que Francia y Rusia (que contaban con unos veinte
millones cada una), un poco menos que el Imperio Austriaco (que superaba los
ocho millones) y más o menos lo mismo que España (sin contar sus colonias
americanas). La idea de que los ingleses eran pocos les causaba temor a los
mismos británicos en una época en la cual el poderío de una nación se medía
por el número de hombres que podía enviar a las guerras. De sus rivales, los
preocupaba especialmente Francia, que no sólo los aventajaba en población
sino también en riqueza, cultura y posesiones coloniales, ya que para ese
entonces era el centro político y económico de la época.
Sin embargo no podía considerarse a Inglaterra como un reino débil. La
firma del Tratado de Utrecht en 1713, que puso fin a la guerra de Sucesión
Española, significó la partida de su dominio en Europa. Al culminar la Guerra
de los Siete Años contra Francia, Inglaterra había expandido su dominio a los

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océanos y a los dominios extra-europeos. El control del mar y de una amplia
red de colonias brindaba entonces a los británicos extraordinarias ventajas
comerciales, mercados internacionales extensos y en expansión, a la vez que
les permitía contar con materias primas inagotables.
Además, en Gran Bretaña existía una poderosa burguesía que tenía
influencia en la política. En el siglo XVII, los ingleses habían ejecutado a un rey
y, cuarenta años después, habían depuesto a otro. En este caso, en 1688, la
Revolución Gloriosa, significará la instalación de una monarquía parlamentaria,
régimen de gobierno que aún mantienen. El rey hubo de aceptar la Declaración
de Derechos en la que se establecía el predominio del Poder Legislativo sobre
el Ejecutivo (El rey reina pero no gobierna, limitando su poder a garante de la
estabilidad política). El Poder Legislativo estaba formado por dos cámaras: la
de los Lores (nobleza laica y religiosa) y la de los Comunes (con fuerte
presencia de la burguesía). Desde entonces, los burgueses participaban de la
dirección política del estado e influían con el propósito de asegurar mercados y
defender sus intereses comerciales.
Por otra parte, las comunicaciones internas de Inglaterra eran notables
para la época. Hacia el siglo XVIII sus carreteras eran nuevas y las mejores de
Europa. Se habían construido mejorando el suelo con empedrado y, sobre
todo, con nuevas técnicas constructivas que evitaban las inundaciones. Con
esta red de carreteras, los ingleses tenían posibilidad de viajar por tierra a
través de toda la isla como no podían hacerlo los franceses por su territorio.
Pero si bien el transporte terrestre era útil para el traslado de personas y
mercaderías livianas, no solucionaba el transporte “pesado”. Para ello, lo más
práctico en ese entonces era el transporte por agua, y los ingleses para ello
habían construido un sistema de canales con el que conectaban los ríos
navegables y, además les resultaba fácil unir los distintos puntos de sus costas
por vía marítima. Todo esto favoreció en forma notable tanto el tránsito de
personas como el tráfico de mercancías por lo cual puede sostenerse que
habían logrado crear un mercado nacional unificado y fuerte.

Existieron también algunas ventajas técnicas importantes. Los británicos


habían desarrollado las llamadas “artes mecánicas”. Es por esto que los

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problemas de la industrialización del siglo XVIII no los resolverían científicos
sino hombres prácticos que pudieran dar respuesta por medio de inventos
simples a los problemas que debían resolver para aumentar la producción de
mercancías. En algún caso además procedieron a mejorar inventos de los
técnicos franceses. Todas las máquinas que se aplicaron a la industria textil
algodonera (la primera que se desarrolla durante la Primera Revolución
Industrial) fueron resultado de la obra de artesanos ingeniosos. Pero lo más
importante no eran los inventos en sí mismos, sino el cambio profundo en la
mentalidad que se produjo cuando los individuos comprendieron que habían
inventado el “método de inventar” y que esta era una actividad que debía
preocuparlos. Pero además, hay otro factor que favorece a los británicos en
este aspecto: insistimos en que las máquinas solas no lograrían nada. Se
necesitaba que pudieran ser comprendidas e Inglaterra tenía en la época la
tasa de alfabetismo más alta de Europa, lo que la favorecía en esta segunda
parte de la ecuación.
Todo esto, sin embargo, no habría producido mayores consecuencias si
no hubieran existido en Gran Bretaña condiciones que permitieran que la
revolución explotara. Otras naciones, no bien percibieron la industrialización
inglesa, intentaron copiarla importando máquinas, ingenieros y obreros pero sin
obtener ningún resultado. ¿Cuál era el elemento necesario y propiamente
inglés que los otros países no podían ofrecer?. La madurez de las relaciones
capitalistas. En las ciudades existían grandes comerciantes que lograban
enormes ganancias con el comercio de ultramar y disponían de capitales. Pero
por sobre todo en el campo, las relaciones feudales habían desaparecido a lo
largo de los siglos XVII y XVIII. Como en ningún otro país de Europa, la mayor
parte de la tierra estaba en manos de grandes propietarios y era trabajada por
campesinos que cobraban un salario por su labor. Esta situación devenía de la
llamada Revolución Agrícola del siglo XVII que estudiaremos a continuación y
que constituyó uno de los antecedentes más determinantes que propiciaron el
desarrollo de la Primera Revolución Industrial en Gran Bretaña.

Coinciden Cipolla, Niveau y Hobsbawm en que esta madurez del


capitalismo en la Inglaterra de fines del siglo XVIII explica los resultados

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espectaculares de las transformaciones y plantea una aparente paradoja: para
que hay revolución industrial es necesario que el capitalismo también haya
madurado y cuando la industrialización se produce, el sistema capitalista da un
salto tan grande que hace que su crecimiento sea irresistible.

La Revolución Agrícola en Gran Bretaña: antecedente de la Rev. Industrial

¿Cómo es posible que de una sociedad agrícola surja una sociedad


industrial? Para que la segunda surgiera fue necesario que primero hubiera
cambios en el campo. Entre otras cosas, porque la industrialización supone la
concentración de gente en las ciudades y, en una sociedad preindustrial, el
90% de las personas vive en el campo, sobre todo porque las técnicas de
producción de alimentos no permiten que una cantidad mayor de mano de obra
abandone las tareas rurales. El hambre fue el peligro que acechó a los
europeos a lo largo de su historia porque los excedentes de sus cultivos eran
escasos. Uno o dos años de malas cosechas podían producir catástrofes y, de
hecho, hasta el siglo XVII se calculan en Inglaterra doce períodos de hambre
por cada cien años. Pero entre 1750 y 1800 se produce una verdadera
revolución agrícola debido a una serie de mejoras en las técnicas, que da como
resultado un gran aumento de la producción de alimentos que prepara las
condiciones para que la Revolución Industrial sea posible.
En principio, las innovaciones fueron resultado de la simple copia de
técnicas inventadas por los holandeses, que las habían creado para lograr
alimentos para la alta densidad de población de los Países Bajos. Pero
trasladadas a Inglaterra y aplicadas en zonas escasamente pobladas, los
resultados de la innovaciones holandesas fueron espectaculares. Luego, y ante
las evidencias de lo que el campo podía dar, los británicos comenzaron a
preocuparse por mejorar las técnicas agrícolas y aparecieron “teóricos” de la
agricultura como Jethro Tull y el conde de Townshend. Desde 1730 hasta
mediados del siglo XIX, Inglaterra se convirtió en el centro y el modelo de las
innovaciones aplicadas al campo.

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Si se quisieran sintetizar cuáles fueron las novedades que aumentaron
espectacularmente la producción y la productividad agrícolas, podríamos
limitarnos a seis puntos principales:
1. Se elimina el barbecho y se lo reemplaza por la rotación continua de
cultivos. Hasta fines del siglo XVII, para evitar el agotamiento del suelo se
practicaba la rotación trianual: se alternaban dos años de cultivo por uno en
que el terreno quedaba sin cultivar (barbecho) para restituir la fertilidad de
las tierras. A fines del siglo XVII, el sistema cambia por el de rotación cada
tres o cuatro años (aunque a veces se podía llegar a seis o doce) se
cultivaba la tierra cuya fertilidad se quería restablecer con distintas
especies. Entre ellas, forrajeras como la alfalfa, el heno y la avena. Estas
plantas se utilizan para la alimentación de ganado, lo que mejora la
disponibilidad de lácteos y carne para el consumo (hasta esa época, parte
de las reses era sacrificada en invierno porque no se las podía alimentar).
La mayor cantidad de animales significa un aumento del abono, y la
fertilidad de las tierras mejora también por esta razón. Con este simple
cambio, el aprovechamiento de la tierra aumenta en un 30%.
2. Se introducen nuevos cultivos: zanahorias, maíz, nabos, papas, etc. La
difusión de este último cultivo tuvo una gran importancia para que las
hambrunas fueran menos graves. Una misma parcela de terreno alimenta
de dos a tres veces más personas si se plantan papas en vez de trigo.
3. El trabajo da mejores resultados por la utilización de herramientas más
eficientes: los arados mejoran su estructura y tienen más partes de hierro, lo
que permite roturar más profundamente los campos; se reemplazan las
hoces por guadañas y las sembradoras sustituyen la siembra al voleo.
4. Se incorporan nuevos campos al cultivo porque se desecan pantanos y se
drenan las tierras húmedas.
5. Aumenta el aprovechamiento del caballo como animal de tiro y se le aplican
herraduras, lo que aumenta su potencia de tiro. Un caballo herrado tiene
una velocidad de tracción 50% mayor que la de un buey.
6. Se produjo un gran esfuerzo en la selección de semillas y la cruza de
animales. Una consecuencia de esto último es el aumento de peso del
ganado y la mejora en la obtención de leche.

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Los resultados de la producción en el campo aumentaron en forma
espectacular. Si había doce hambrunas cada cien años hasta el siglo XVI, en el
XVII hubo cuatro, cinco en el XVIII y sólo una en el XIX.
Paralelamente a estas transformaciones afirman los historiadores de la
economía se produce la extensión de la explotación económica de las tierras
por el sistema de propiedad privada, que hace rentable la aplicación de las
nuevas técnicas para los propietarios rurales. Las que eran tierras comunales
durante la Edad Media (en las cuales los campesinos podían apacentar su
ganado, tomar leña o cazar) fueron cercadas por los terratenientes a un ritmo
que creció en velocidad desde 1760, a medida que aumentaba el precio de los
cereales. Los terratenientes reclaman derechos sobre esas tierras, que hasta
entonces daban ciertos recursos a los campesinos pobres, y obtienen la
aprobación por medio de la Ley de Cercamientos. Desde entonces, las
personas de escasos recursos trabajaron en el campo a cambio de un salario,
sin ningún otro medio para sobrevivir. En un primer momento, el trabajo fue
abundante debido a la construcción de los mismos cercados que dividían las
propiedades privadas. Una vez que estos trabajos concluyeron, los campesinos
pobres emigraron a las ciudades, donde se convertirían en mano de obra
disponible para la industria.

Por otra parte, quienes se favorecen con el aumento de la producción del


campo son más ricos. ¿A qué dedicarán sus ingresos? Parte de ellos, a
reinvertirlos en la producción comprando, por ejemplo, arados y herramientas y
aumentando así la demanda de hierro. Pero otra parte de sus ingresos la
destinarán a bienes de consumo. Entre otras cosas, comprarán un producto
“práctico, barato, vistoso y de moda: telas de algodón”

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Primera Revolución Industrial

La Industria Textil

La industria de los tejidos se había desarrollado en Inglaterra durante


más de dos siglos. Pero las telas en las que los británicos se destacaban eran
las de lana, que formaban la mayor parte de sus exportaciones, tanto por su
volumen como por su valor. Quienes se dedicaban a su fabricación y comercio
eran ricos y poderosos y ese poder se reflejaba en las influencias que tenían en
el Parlamento para favorecer
sus intereses.
Sin embargo debe coincidirse
que la modernización se
producirá en una industria de
tejidos que era insignificante
en la época: la de telas de
algodón. Allí aparecerá por
primera vez la utilización de
máquinas y la organización de
la producción en fábricas.

Los obstáculos técnicos que debían superarse para realizar los cambios
fueron los primeros que comenzaron a vencerse: en 1733 un relojero llamado
John Kay patentó un invento que él describía como una “nueva lanzadera para
mejor y más preciso tejido de paños anchos”. Se trataba de lo que luego sería
la famosa “lanzadera volante”. Era un aparato simple que permitía tejer piezas
de un ancho superior a la apertura de los brazos humanos sin recurrir (como
había sido necesario hasta ese entonces) al empleo de dos trabajadores y, por
lo tanto, servía para tejer más rápido. La velocidad en el tejido presentó un
serio problema: había que proveer de hilado a las máquinas más rápidamente
de lo que podía hacerlo un hilador a mano. En 1738, un carpintero de nombre
John Wyatt y Lewis Paul, un emigrado francés, patentaron una máquina para
hilar lana y algodón.

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Sin embargo, la nueva tecnología sólo podía utilizarse con la fibra de
algodón porque la de lana era más quebradiza y se cortaba fácilmente si se
utilizaba con las máquinas.
Los fabricantes de paños de lana temían que los géneros de algodón les
restaran clientes. Y este miedo tenía fundamentos: el algodón servía para una
gran variedad de usos (cortinas, manteles, sábanas, ropa de calle, ropa
interior), en muchos de sus empleos era más práctico porque se secaba más
rápido que la lana (y por lo tanto, lo que se fabricaba con fibra de algodón se
podía lavar con más frecuencia), era más barato y presentaba el atractivo
adicional de que se le podían realizar vistosos estampados. Las telas de
algodón más apreciadas por su calidad eran importadas de la India. Los
intereses laneros lograron que el Parlamento prohibiera su introducción en
Inglaterra en 1721. Lo que no calcularon fue que de esa manera creaban en su
país un mercado suficiente para comenzar a desarrollar una revolución en la
industria algodonera, que fabricaría géneros de algodón para esa demanda
insatisfecha por la falta en el mercado de las auténticas indianas, que era el
nombre que se le daba a las telas importadas.

A. Birnie en su Historia Económica de Europa establece que con el


crecimiento de la demanda se produjo un fenómeno curioso para la época: las
invenciones comenzaron en el tejido de telas. Al tejerse más rápido, fue
necesario proveer de fibra a los telares con más rapidez. Se produjo una
verdadera “hambre de hilo” y el ingenio de los inventores se concentró en crear
nuevas máquinas hiladoras. Este ingenio era estimulado por quienes
necesitaban que el problema se resolviera lo antes posible.
Por ejemplo, entre 1760 y 1763 la Society of Arts de Londres instituyó, un
premio de entre cuarenta y cien libras esterlinas para “el mejor invento de una
máquina capaz de hilar seis hilos de lana, lino, algodón o seda, al mismo
tiempo y que exigiera el concurso de una sola persona para su
funcionamiento”.
Los resultados no se hicieron esperar demasiado. En 1764, otro
carpintero llamado James Hargreaves inventó una máquina de hilar que se
difundió rápidamente, a la que se le dio el nombre de jenny; en honor de la hija

53
del inventor, según algunos. Richard Arkwright, un barbero analfabeto, inventó
una máquina de hilar conocida como la water frame y tuvo enorme suceso con
este aparato.
Finalmente, el éxito en la creación de nuevas máquinas de hilar fue tan
grande que el problema se invirtió: se hizo imprescindible fabricar tejedoras
más rápidas, que estuvieran al nivel de la velocidad alcanzada por las nuevas
hiladoras. El remedio llegó de la mano de otro personaje que no contaba más
que con su ingenio: el reverendo Edmund Cartwright, que patentó en 1785, un
telar mecánico movido por una máquina de vapor. Con este invento se cierra
un ciclo: a partir de este momento, el sistema fabril (la organización de la
industria en fábricas) estuvo en condiciones de conquistar una posición centrar
en el sistema económico y la estructura social británicos. La Revolución
Industrial era un hecho.

La industria textil algodonera se expandió en forma espectacular porque


estaba en condiciones de hacerlo: era una industria pequeña, sin tradición ni
grandes intereses que quisieran regular su actividad; podía conseguir materia
prima en grandes cantidades de la India, Medio Oriente o América (las
plantaciones de Estados Unidos sólo disminuyeron sus ventas a Inglaterra
unos pocos años, después de la Guerra de Independencia); el costo de esta
materia prima era bajo (se producía en las colonias o con mano de obra
esclava, como ocurría en los dominios recientemente independizados de
América del Norte). Además, los inventos pudieron aplicarse a la fibra de
algodón sin mayores complicaciones. Pero si bien se puede decir que la
fabricación de telas de algodón podía crecer, la verdadera pregunta es por qué
creció.

Mercado interno – Mercado externo

Como se ha dicho, siguiendo a Cipolla y Niveau, en Gran Bretaña las


relaciones capitalistas habían madurado hasta el punto de que los pagos
monetarios se habían generalizado para ese entonces. Había un sector
importante de asalariados que vivía exclusivamente de la retribución que se le

54
pagaba por su trabajo, que debía comprar todo aquello que necesitaba y que,
por lo tanto, era una masa de probables clientes de la nueva industria. Además,
estos deseos de compra se podían concretar porque existía un mercado
nacional integrado. Por otra parte, desde 1780 la población se duplicó en un
lapso de cincuenta a sesenta años a causa de una suma de condiciones: la
mayor cantidad de alimentos que se producían desde la revolución agrícola, los
adelantos de la medicina y las mejoras sanitarias y de higiene. Por lo tanto, los
estímulos provenientes desde adentro de la economía británica son para
muchos autores la razón suficiente del comienzo de la Revolución Industrial.
Para otros, como el historiador inglés Eric Hobsbawm, el mercado interno
es una condición necesaria pero no suficiente para explicar la industrialización.
El mercado británico le aseguraba un piso a la industria, una actividad regular y
mínima, pero el mero hecho de su crecimiento no explica los profundos
cambios producidos. Si bien la duplicación de la población en medio siglo
supone un cambio espectacular, desde la perspectiva de las condiciones de
producción no lo es tanto. Un fabricante de telas podría haber ido aumentando
su oferta agregando simplemente más telares manuales a medida que la
demanda aumentaba. Para revolucionar la industria, dice Hobsbawm, es
necesaria una demanda explosiva que no pueda satisfacerse más que
alterando profundamente las condiciones de producción: empleando máquinas
y organizándolas en fábricas.
La única explicación para ello la da el mercado externo. Muy
rápidamente, dice el historiador, las exportaciones son la fuente principal de las
ventas de las telas de algodón inglesas y, dentro de esas exportaciones, la
mayor parte tendrá por destino las colonias británicas, como lo comprueba la
concentración de la industria en los alrededores de los principales puertos
dedicados al comercio colonial: Glasgow, Bristol y, sobre todo, Liverpool, o sea
mercados cuya posibilidad de rehusarse a las compras era limitada. En este
sentido, el gobierno inglés, que no interviene en economía dentro de sus
fronteras, actúa indirectamente porque al incorporar nuevas colonias
aseguraba mercados para su industria. No hay que olvidar que la burguesía
tenía participación decisiva desde hacía un siglo en el gobierno británico.

55
De improviso, una gran demanda externa se precipita sobre la pequeña
industria inglesa, que sólo puede satisfacerla revolucionando la producción con
la aplicación intensiva de máquinas. Pronto las telas de algodón se venden en
todo el mundo y pasan a ocupar el primer puesto en las exportaciones
británicas.
Las fábricas y la utilización de máquinas se extienden debido a la
confección de estos paños livianos y baratos. Pero los efectos de la industria
algodonera sobre el conjunto de la economía británica son reducidos. La
materia prima que se utilizaba era importada de la India o los Estados Unidos y
lo que se fabricaba eran productos finales dirigidos sólo al consumo, sin afectar
el resto de las industrias. Si no se hubiera pasado de la producción de telas de
algodón, la Revolución Industrial podría haber resultado como encender un
fósforo en la oscuridad: se habría producido un resplandor deslumbrante que
se hubiera apagado en unos pocos segundos.

Consecuencias Económica y Sociales en Inglaterra y Europa

Desarrollo de la Industrialización: Carbón, Hierro y Vapor

Una de las ventajas que tenía Gran Bretaña sobre sus posibles
competidores eran las enormes reservas de carbón mineral que tenía dentro de
sus fronteras. Holanda, una nación que
a principios del siglo XVIII estaba tan
adelantada o más que ella, no poseía
carbón y esta ha sido una de las
razones que hemos destacado para
explicar por qué no se industrializó en
aquel momento. Sin embargo, esta
ventaja era puramente teórica hasta
que no pudiese aprovecharse.

En la Inglaterra del siglo XVIII existía una gran demanda de carbón por
parte de las personas para su calefacción; y de la industria productora de

56
hierro. En este segundo caso sólo podía utilizarse en un principio carbón
vegetal. El carbón mineral tenía un alto contenido de azufre y no podía usarse
en el proceso de fundición. Esto imponía límites al desarrollo de la siderurgia
que, aunque tenía una organización económica capitalista en algunos
aspectos, se veía frenada porque la tecnología le ponía un techo que no podía
superar. Así, las empresas debían ubicarse donde hubiera bosques y
corrientes de agua. Si la producción de hierro aumentaba, el peligro de
deforestación crecía y, finalmente, cuando no había suficiente carbón de leña,
la empresa debía trasladarse a otro lugar. En estas condiciones, la actividad
siderúrgica inglesa no estaba en condiciones de crecer, era insuficiente para la
demanda interna y, en consecuencia, se debía importar hierro de otros países,
especialmente de Suecia.

El primer adelanto tecnológico para cambiar ese estado de cosas se


produce tempranamente. En 1709, un empresario idea un método de fundición
que utiliza carbón mineral. El hierro conseguido de esta forma era quebradizo y
no podía compararse con el obtenido del carbón vegetal, sin embargo, su
fundición prosperó con la fabricación de algunos artículos pequeños como
planchas, parrillas y calderos. El empresario fue introduciendo adelantos en la
técnica y así consiguió mejorar su producto y emplear en gran escala el hierro
fundido con carbón mineral.
Hacia 1784 se perfecciona el “pudelaje”, un procedimiento que lograba
una calidad casi pareja con el hierro obtenido con carbón de leña pero con la
ventaja de disminuir notablemente su precio, lo que permitirá su utilización
intensiva en una multiplicidad de empleos. El método además necesitaba del
uso de la energía de vapor provista por la máquina inventada por James Watt.
Este método liberaba a las empresas de las zonas boscosas, y con la máquina
de vapor de Watt, la siderurgia podía independizarse de toda subordinación a
los factores naturales, tanto fueran los bosques como los ríos. Se allanaba el
camino hacia la gran empresa.

La energía de vapor, básica para la revolución industrial se desarrolló a


partir de la evolución de la máquina de vapor que surgió con el aumento de la

57
producción de carbón. La creciente demanda de este combustible llevó a que
las minas fueran profundizando sus túneles y que se inundaran. Se usaron
máquinas para el desagote de los mismos. Entre ellas la de James Watt cuyo
primer propósito fue entonces el desagote de las minas. Pronto Watt descubrió
que su invento podía adaptarse para impulsar el movimiento de otras máquinas
y se asoció para comercializarlo. En esta fábrica en Birmingham, trabajaban
veinticinco años después, mil obreros y para esa época había ciento diez
máquinas en Inglaterra.

La aplicación del vapor constituyó la última


fase de la organización de la producción en
fábricas, porque únicamente instalaciones de
grandes dimensiones podían emplear en
forma económica la energía de estos enormes
aparatos. Pero el vapor tendrá, además una
aplicación de consecuencias imprevistas en
los transportes. La necesidad de transportar el
carbón a las industrias siderúrgicas plantea el problema de crear un método
eficiente para llevar el cargamento de combustible desde las minas hasta las
fundiciones. El antepasado remoto del ferrocarril existía en Inglaterra desde
1600 y consistía en dos modestas vías que mejoraban la superficie sobre la
que se deslizaban con más facilidad los pesados cargamentos impulsados por
caballos que tiraban de los carros en zonas mineras.

Poco a poco, coinciden todos los autores, como consecuencia del


incremento de la actividad de la industria siderúrgica, se fue viendo la
necesidad de una fuerza superior a la tracción animal. Fue George Stephenson
el que desarrolló en 1829 un prototipo de la locomotora moderna, que
alcanzaba la velocidad de más de 20 km. por hora. Fue entonces a partir del
transporte de carbón que se originó el transporte de pasajeros y otras
mercaderías. En 1830 se inauguró la línea Liverpool-Manchester, que fue el
primer ferrocarril que transportaba pasajeros y mercaderías por una tarifa y que
contaba con locomotoras de vapor. Dada la rentabilidad de la empresa los

58
trenes comenzaron a extenderse por toda Gran Bretaña llegando a 10.000 km.
de vías en 1850.

Los ferrocarriles fueron el factor determinante del desarrollo de la


siderurgia y el carbón además de movilizar gran cantidad de mano de obra y
capitales para su instalación. Una vez que se instalaron en Gran Bretaña, la
tecnología, los capitales y los ingenieros ingleses fueron los que los
desarrollaron en el resto de los países produciendo notables ganancias.

El éxito de la Revolución Industrial estará asegurado a través de la


industria siderúrgica que puso en marcha el conjunto de la vida económica
dado que produce artículos para el consumo de la población tales como
herramientas para el campo, utensilios varios, etc.; y otros como partes y
componentes de locomotoras y vagones. Su funcionamiento requiere capitales
y mano de obra mucho más importantes que las fábricas textiles.

Hacia fines del siglo XVIII la industria textil algodonera comienza la


Revolución Industrial pero su expansión estará sostenida por la industria
siderúrgica, en ella se fusionan tres elementos que son claves para el proceso:
hierro, carbón y vapor.

Transformaciones y consecuencias sociales

La Revolución Industrial debe analizarse también en cuanto a sus


llamadas “consecuencias sociales” y cómo afectaron éstas a los hombres y su
vida cotidiana.
En primer lugar la Revolución Industrial afectó la población europea.
Dicha población era relativamente estable desde hacía muchos siglos. Factores
como el hambre, las epidemias o las guerras se encargaban de mantener la
población en su promedio histórico. Sin embargo a partir de 1750, la población
europea comienza a incrementarse en una forma sostenida que no se
estabilizará hasta mediados de siglo XIX.

59
Este fenómeno debe explicarse porque en las sociedades
preindustriales, el modelo demográfico se caracteriza por una natalidad y una
mortalidad altas. Por el contrario en las sociedades industrializadas tanto la
natalidad como la mortalidad son bajas. El descenso del índice de mortalidad
en el curso del siglo XIX se debió al descenso de la mortalidad infantil y adulta
que anteriormente era muy elevada. Los principales motivos fueron las mejoras
en la alimentación, la vestimenta, la higiene y la medicina. Fue la revolución
agrícola la que solucionó algunos de estos problemas al incrementar
notablemente la disponibilidad de alimentos. Aumentó el consumo de trigo y de
plantas forrajeras y la tenencia de ganado. La carne fresca y la leche se
incorporan a la dieta junto con el cultivo de papas. La vestimenta de algodón,
más barata e higiénica reemplazó a la de lana y lino. Las obras de servicios de
agua y cloacas junto con la construcción de viviendas de piedra y el
perfeccionamiento de la medicina (por ej. La vacuna contra la viruela)
permitieron no sólo curar las enfermedades sino también prevenirlas.

Debe aclararse sin embargo que las mejoras tardaron en llegar a las
ciudades y son posteriores a la primera etapa de la Revolución Industrial. En
esos tiempos las ciudades eran insalubres y los obreros vivían hacinados en
sus casas en barrios marginales y miserables y no puede hablarse allí de
descenso de la mortalidad ya que la calidad de vida era terrible. El aumento de
población en las mismas se debía fundamentalmente a la emigración del
campo a la ciudad, dada la demanda de mano de obra.

Las condiciones de vida en los barrios industriales eran lamentables y


existen innumerables testimonios que las describen. (Ver Módulo II – Guía
Didáctica – Unidad I – Orden Internacional - Documentos – ). Los obreros, que
sólo poseían el salario que se les pagaba por su trabajo en la fábrica, se veían
obligados a vivir en esas pésimas condiciones de salubridad. En 1840, un
viajero comentaba que “la gente que habita en las callejuelas de Edimburgo y
Glasgow o en los altillos de Liverpool, Manchester o Leeds vive en peores
condiciones que en las cárceles”. Los problemas eran innumerables:
alcantarillas deficientes, problemas de abastecimiento de alimentos,

60
hacinamiento de personas en altillos y sótanos. Por otra parte, la vida en la
fábrica era también dramática: jornadas de trabajo de casi 16 horas, de día y
de noche tanto para hombres como para mujeres y niños. Sin embargo de a
poco comenzaron a aparecer las primeras asociaciones que intentaban la
defensa de los obreros. (Ver Módulo II – Guía Didáctica – Unidad I – Orden
Internacional - Documentos). Las protestas no tuvieron en esta etapa contenido
político sino a la búsqueda de mejoras en el trabajo y salario. Los medios se
concentraron en peticiones de derechos al Parlamento o la acción directa de la
destrucción de máquinas a las que los obreros consideraban su principal
enemigo debido a que las nuevas condiciones de trabajo exponían a los
obreros al desempleo. Mientras que en tiempos medievales eran protegidos por
los maestros artesanos el capitalismo transformó el trabajo en una mercancía
más, que se compraba sólo cuando era necesaria para fabricar más productos.
Cuando la demanda de bienes disminuía, también la producción y por lo tanto
se contrataban menos obreros. Los destructores de máquinas fueron conocidos
como luditas.6
En 1799, el gobierno frente a los conflictos, prohibió las asociaciones de
obreros con el argumento de que las negociaciones entre patrones y
empleados debían hacerse individualmente para asegurar la libertad de acción
de las partes. Los sindicatos serán aceptados ya entrado el siglo XIX. También
se dictaron leyes para regular el trabajo de los niños en las fábricas pero, en la
práctica, no se comenzaron a cumplir hasta esa misma época. La Iglesia
tampoco se mantuvo al margen de esta situación dramática. Es de destacar
que si bien la preocupación de la Iglesia por la condición social de los obreros
no era nueva, hubo de esperar hasta 1891 (plena Segunda Revolución
Industrial) para que esta se pronunciara oficialmente. Hay dos hechos que
explicarán la aparición de la Encíclica Rerum Novarum en relación con el
problema social de la época. En primer lugar el hecho de que las doctrinas
socialistas se habían difundido notablemente entre el proletariado; todas ellas
materialistas y por tal no religiosas, cuestión que apartaba las masas obreras
de las filas de la Iglesia. En segundo lugar, en algunos medios de la Iglesia se

6
Reconocían como líder a Nel Lud. La principal rebelión ludita se produjo en 1811 en el centro de
Inglaterra, donde se dice que destrozaron cerca de doscientos telares.

61
fue desarrollando una sensibilidad progresiva frente al problema social y la
necesidad de que el Pontificado se pronunciara sobre este hecho y sobre las
condiciones de vida y trabajo de los obreros. Estos hechos dan lugar a una
toma de posición de la Iglesia y harán surgir su doctrina social. La Encíclica
comenzaba enumerando los males de la sociedad de la época e indicaba que
había remedios socialistas o remedios cristianos para solucionarlos.
Rechazaba los primeros (lucha de clases) y proponía la reconciliación de las
clases sociales por el cumplimiento de sus deberes recíprocos y el uso
cristiano de los bienes. Aunque se acepta y justifica la propiedad privada,
aparece la idea de que la misma tiene una función social o finalidad también
social. El elemento esencial que plantea es la restauración de la fe religiosa,
gracias a la cual cada hombre se convencería de sus deberes y evitaría
sobrepasar sus derechos. Con lo cual la doctrina de León XIII se resume en un
llamado a la buena voluntad de todos los cristianos para hacer efectivos los
preceptos de su religión. Era un mensaje al espíritu cristiano realizado por un
poder espiritual. (Ver Módulo II – Guía Didáctica – Unidad I – Orden
Internacional – Documentos)

También en la burguesía se produjeron cambios. Los sectores


vinculados a la tierra, la producción de telas de lana y el comercio colonial se
verán enfrentados al nuevo sector que surge de la producción industrial. De
hecho las ciudades fabriles no tenían representación parlamentaria. Los
sectores terratenientes promoverán medidas protectoras para el precio de los
granos que se mantuvieron hasta tanto el encarecimiento de los alimentos
promovió su revocación.

La Revolución Industrial se caracterizó en Gran Bretaña porque


desencadenó tres fenómenos distintos pero que estaban relacionados entre sí:
la industrialización propiamente dicha, la urbanización y el capitalismo
industrial. En cuanto a las consecuencias de dichos fenómenos se plantean
visiones enfrentadas sobre las virtudes y los vicios del capitalismo y la
industrialización. Estas discusiones llevaron incluso a situaciones extrañas
tales como que socialistas como Engels y conservadores como Disraeli

62
compartieron una visión negativa del paso a la sociedad capitalista. Las
discusiones se concentraron en torno de si el salario y el consumo del
proletariado habían aumentado o disminuido y sobre cuál había sido la
importancia del fenómeno del desempleo. Finalmente se incorporaron a la
discusión estadísticas que aseguraban con sus mediciones mejoras en los
salarios y consumo de los sectores pobres.7 Fue el historiador Eric Hobsbawm
quien se encargó de contradecir estos dichos sosteniendo que: “En conjunto,
parece que los niveles de vida mejoraron durante la mayor parte del siglo XVIII.
No es improbable que, algún tiempo después del comienzo de la revolución
industrial tales niveles cesaron de mejorar y empeoraron... En el otro extremo,
a mediados de la década de los años 40 del siglo XIX, se produce ciertamente
un cambio de situación.”8

Puede citarse a E. P. Thompson que en cuanto a lo que concierne a las


condiciones puramente materiales (salarios y consumo) encuentra que no
existe un deterioro con respecto a tiempos anteriores pero que teniendo en
cuenta las condiciones generales de vida de la población concluye
que: ...”durante el período de 1790 a 1840 hubo una mayor explotación, más
inseguridad y una creciente miseria humana. En 1840, la mayoría de las
personas eran más acomodadas que sus predecesores quince años antes pero
habían sufrido y continuaban sufriendo esta pequeña mejora como una
experiencia catastrófica”.9

La influencia de la Revolución Francesa

Debe establecerse que para el propósito de este curso se ha decidido


analizar la influencia y las consecuencias de uno de los procesos más
trascendentes de la historia de occidente: la Revolución Francesa. Es por esto
que dado lo apretado del cronograma no se profundizará en el estudio
pormenorizado de dicho proceso, uno de los más trascendentes de la historia
7
El autor R. M. Hartwell afirmaba en un artículo que los ingresos per cápita habían aumentado dado que
los precios habían caído mientras que el salario había permanecido constante por lo que había aumentado
el consumo de alimentos entre 1800 y 1850.
8
Hobsbawm, Eric, Industria e Imperio, Barcelona, Ariel, 1977.
9
Thompson, E. P.; La formación de la clase obrera en Inglaterra.

63
occidental, sino en la incidencia que el mismo tuvo para el desarrollo político y
social del orden internacional a partir de 1789 y del orden nacional a partir de
1810.

La Revolución Francesa ha sido denominada por muchos historiadores la


“madre de todas las revoluciones” o “la revolución atlántica”.10 Para comprender
este apelativo debe entenderse el término “revolución” como una
transformación o serie de cambios que suponen una alteración profunda (en lo
político, económico y social) de la situación anterior y que da origen a una
sociedad radicalmente distinta de la precedente.

Algunos historiadores sostienen que los fenómenos revolucionarios se


originan cuando en una determinada época se llega a una situación de ruptura
con el pasado debido a cambios imperceptibles que se suceden con el correr
de los años mientras que la estructura política permanece inalterable por lo que
el sector que detenta el poder es visto como un obstáculo para el normal
desenvolvimiento de esa comunidad, cuestión que propicia que algún sector
representando a esa comunidad se enfrente con el gobierno de turno para
conquistar el estado e imponer un orden legal diferente al imperante hasta ese

10
Se la considera eje, centro y parte a la vez de un movimiento que afectó a toda Europa occidental y
América del Norte y del Sur y que constituyó un proceso global de emancipación en un “tiempo largo” en
el cual confluyen realidades políticas, económicas y sociales comunes a tan dispares contextos
geográficos. Ver Godechot y otros.

64
entonces. Otros historiadores interpretan que son los cambios intelectuales los
que llevan a una nueva manera de concebir el mundo y que esta nueva visión
conduce a la revolución política. Es decir que la sociedad cambia por la
influencia de pensadores y filósofos. En cualquier caso una revolución implica
una transformación en la organización social del poder.

En las grandes procesos de las revoluciones políticas suelen


desarrollarse tres movimientos. En el primero, moderado, más que cambiar se
pretende reformar. Luego los reformistas son reemplazados por los radicales
que buscan la creación de un estado y una sociedad totalmente nuevos con un
poder fuerte y concentrado y por último una vez consolidadas las aspiraciones
revolucionarias se transita hacia una nueva forma de organización política
menos autoritaria.

Debe quedar claro que la Revolución Francesa es un proceso largo (en


tiempo histórico y también cronológico) al cual generalmente se divide en
varias fases que comienzan en una etapa prerrevolucionaria hacia 1787 y que
culminan con el ocaso de Napoleón Bonaparte en 1815. Algunos estudiosos
diferencian hasta trece fases en el proceso revolucionario y otros lo extienden
hasta las revoluciones de 1830 y 1848 en Francia.
Como se ha dicho simplemente resumiremos en algunos renglones los
acontecimientos que marcas las fases más notables para luego abocarnos a
los efectos y la incidencia de la Revolución Francesa en la formación del
mundo que nos ocupa en el curso.

 Fase prerrevolucionaria (1787-1788): tiempo en cuyo transcurso fracasan


todos los programas propuestos para la solución de los problemas
financieros y la parcial bancarrota en que había caído la Monarquía de Luis
XVI a partir de 1788.

 Fase de la Revolución burguesa (1789-1792): también denominada “fase de


la monarquía constitucional”. Durante este período tuvo lugar en Francia el
cambio de estructura que abarcó todos los ámbitos de la vida pública: se

65
dictó la primera constitución escrita y se proclamaron los principales
derechos del hombre y el ciudadano.

 Fase del gobierno de la “Convención” de Girondinos y Jacobinos (1792-


1794), también llamada la “revolución democrática”. Abarca la dictadura del
Comité de Salud Pública y transcurre bajo el influjo dominante de la guerra
que libró Francia contra Europa. Esta difícil situación en la política exterior
repercutió en la desintegración del Estado constitucional único, creado en la
etapa anterior, a la vez que se iban imponiendo las reivindicaciones
económicas, políticas y sociales del movimiento de los Sans-culottes.

 Fase de la restauración burguesa (1794-1799): algunos historiadores dan


por concluida la revolución con el fin de la fase anterior. Otros como se ha
dicho la prolongan e incluyen este período en el cual se constituyó el
Directorio, la reimplantación del estado de derecho y la posición
hegemónica de Francia en el exterior.

 Fase de Napoleón Bonaparte (1799-1815) Muchos analistas incluyen a la


Revolución Francesa este período como la culminación de los eventos
revolucionarios y de su divulgación en el resto del continente y en territorio
americano.

La herencia de la revolución

Si la Revolución Industrial británica, como se ha visto, con sus fábricas y


sus ferrocarriles, cambia bruscamente la estructura económica y social del país
y brinda e impulsa un nuevo modelo de organización mundial, la Revolución
Francesa ejerce una influencia similar en el plano de las ideas. Producida en el
Estado más poderoso y poblado del continente, las ideas de la gran revolución
(la más radical y la primera de masas de la historia) dan la vuelta al mundo
desde 1789. En los países europeos (Italia, Alemania, Austria, etc.) y en los de
América Latina en el siglo XIX, en la Revolución Rusa de 1917, en los

66
movimientos de independencia de los países de Asia y África de mediados del
siglo XX, los principios y el vocabulario, los programas y aun los símbolos de
los revolucionarios están inspirados en ella.

Debe afirmarse que la influencia de las ideas de la Revolución Francesa


fueron muy superiores a las de la Revolución de Estados Unidos dado que los
norteamericanos buscaban terminar con la dependencia de Gran Bretaña para
poder seguir desarrollando el mundo en el que vivían. Los patriotas franceses,
en cambio, querían fundar un mundo nuevo. La Declaración de los Derechos
del Hombre y el Ciudadano no es sólo para Francia, sino que es una propuesta
para toda la humanidad. Por otra parte, no son solamente las intenciones las
que explican su difusión. Los ejércitos franceses introducen las ideas
revolucionarias por donde quiera que pasan, alterando el orden de los Estados
absolutistas al liquidar los restos de feudalismo y creando, por ejemplo, las
condiciones para la independencia de la América española.

Los principios de la revolución se


resumen en un lema derivado de la
filosofía de la Ilustración: “Libertad,
igualdad, fraternidad”. La libertad se
refiere a la libertad personal del
ciudadano, luego la libertad de opinión
y su prolongación: la libertad de
expresión. La Declaración de los
Derechos del Hombre de 1789 la
define: “La libertad consiste en poder
hacer todo lo que no daña a otro; así
el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene más límites que
los que aseguran a los miembros de la sociedad en goce de estos mismos
derechos”. A esta libertad de las personas se la llamaba civil para distinguirla
de la política. Es en el terreno de la libertad política que se dieron las más
grandes conquistas: principio de elección de todos los cargos, soberanía del
pueblo, necesidad de un régimen representativo fundado en la división de

67
poderes. Se echan así las bases del liberalismo político. Luego, el concepto se
traslada también a la economía: aparece la libertad de empresa, idea que en la
misma Revolución no será impuesta sin oposiciones.
La igualdad ante la ley tiende a borrar la desigual ordenación jerárquica
de la sociedad del Antiguo Régimen. “Los hombres nacen y permanecen libres
e iguales en derechos”, dice la Declaración, y esta es una de sus más grandes
conquistas. Proclama la igualdad civil en todas sus formas. De esta manera,
grupos religiosos que tenían limitados sus derechos, como los protestantes y
los judíos, se convierten en ciudadanos plenos. Esta igualdad tiene, sin
embargo, sus limitaciones. No alcanza sino por un corto lapso a los negros. El
derecho de voto, salvo por un corto período, tampoco es universal.
La fraternidad supone el derecho a la vida y la asistencia a los más
desprotegidos. Esta “democracia social” se cumple sólo fugazmente. Algunos
autores dicen que siendo la Revolución Francesa la que consagra finalmente el
triunfo de la burguesía y viendo las líneas generales de su desarrollo, el lema
debería haber sido: “Libertad, igualdad, seguridad y propiedad”, ya que estos
dos últimos principios serán cuidadosamente salvaguardados por la obra
revolucionaria.

Debe afirmarse también que como resultado de la revolución y las


guerras posteriores, la atmósfera política europea se transformó radicalmente.
Para 1815 se sabía que la revolución en un único país podía ser un fenómeno
universal; que sus ideas podían difundirse más allá de sus fronteras, que sus
ejércitos, convertidos en una especie de cruzados podían arrasar los antiguos
sistemas políticos. También se sabía que la revolución social era posible.

Como consecuencia de la revolución desaparecerán los viejos imperios


(el Sacro Imperio Romano Germánico); las antiguas repúblicas (Génova y
Venecia); los Estados eclesiásticos independientes (Colonia, Maguncia,
Treveris) y de las ciudades libres de Alemania sobrevivirán sólo cuatro.
En definitiva, la Revolución Francesa terminó con la Edad Media europea y
consolidó el Estado moderno, es decir, ese territorio único, con fronteras bien

68
delimitadas, gobernado por una sola autoridad soberana conforme a un solo
sistema fundamental de administración.
Coinciden los historiadores en que también fueron sustanciales los
cambios institucionales introducidos por las conquistas francesas dado que las
instituciones de la revolución y del imperio Napoleónico eran automáticamente
aplicadas o servían de modelo para la administración local. El Código Civil de
Napoleón se convirtió en modelo de leyes en países como Bélgica, Renania e
Italia. El feudalismo fue abolido como sistema político y no volvió a
restablecerse. Asimismo, este proceso puso fin a los privilegios de la
aristocracia y el clero. La servidumbre, los derechos feudales y los diezmos
fueron eliminados; las propiedades se disgregaron y se introdujo el principio de
distribución equitativa en el pago de impuestos.
La reforma y la codificación de las diversas legislaciones provinciales y
locales, que quedaron plasmadas en el Código Napoleónico, ponían de
manifiesto muchos de los principios y los cambios propugnados por la
revolución: la igualdad ante la ley, el derecho de hábeas corpus y las
disposiciones para la celebración de juicios justos. El procedimiento judicial
establecía la existencia de un tribunal de jueces y un jurado en las causas
penales, se respetaba la presunción de inocencia del acusado y este recibía
asistencia letrada.
La revolución también desempeñó un importante papel en el campo de la
religión. Los principios de la libertad de culto y la libertad de expresión tal y
como fueron enunciados en la Declaración de los Derechos del Hombre y el
Ciudadano – pese a no aplicarse en todo momento en el período revolucionario
– condujeron, como ya se dijo, a la concesión de la libertad de conciencia y
derechos civiles para los protestantes y los judíos. Así, la revolución inició el
camino hacia la separación de la Iglesia y el Estado.
El impacto de la revolución fue inmediato en España, ya sea por su
proximidad geográfica, debido a los estrechos vínculos comerciales que unían
a los dos países o por la presencia de importantes colonias francesas en las
principales ciudades españolas. Lo cierto es que el anuncio de las noticias y la
propaganda revolucionaria alcanzaron una rápida difusión. Lo mismo ocurrió en
América. Las regiones que más rápido recibieron información fueron los

69
puertos, las capitales y las costas próximas al foco revolucionario de las
Antillas.
Temas como la reunión de los Estados Generales, la ejecución de Luis
XVI y la persecución religiosa generaron discusiones y análisis por parte de la
prensa. Una preocupación común, tanto en América como en la Península, fue
el temor a la anarquía y la disolución social. Entre las elites, la simpatía por los
nuevos rumbos que iba tomando la revolución progresó en la medida en que
aparecieron, en buena parte, como una continuación de los proyectos que
habían iniciado los déspotas ilustrados. Habrá sin embargo, que esperar la
invasión de Napoleón a España y la consiguiente crisis de la monarquía para
que la revolución comience en el mundo hispánico.

Crecimiento de la burguesía y aparición del proletariado

Ponteil y Neré en sus Historias Contemporáneas de Europa afirman que


la aplicación práctica del sistema liberal puso al descubierto desde el primer
momento que el interés de la nueva clase gobernante burguesa se centraba,
sobre todo, en el concepto de “libertad”, mientras que el problema de la
desigualdad económica se había agravado con el sistema fabril, la libertad de
contratación y salarios y, en general, con los cambios que trajo aparejados el
capitalismo industrial. A esta situación de desajuste y a las condiciones de vida
del proletariado industrial se les llamó, mediante cierto eufemismo, la “cuestión
social”. (Ver Módulo II – Guía Didáctica – Unidad I – Orden Internacional –
Documentos).
Surgieron entonces propuestas alternativas, proyectos de reorganización
o destrucción de la sociedad liberal, centrados, precisamente, en el intento de
resolver la mencionada problemática social. Tales proyectos partieron de
grupos más bien cultos de la propia burguesía, preocupados por la miseria de
los trabajadores e incluso asustados por las consecuencias que ella podría
producir.
El conjunto de estas propuestas, formuladas entre 1790 y 1850, se
conoce con el nombre genérico de socialismo. En realidad no fueron proyectos
uniformes. Se produjeron en dos niveles distintos: los que se conocen como los

70
programas del socialismo utópico y los de Carlos Marx y Federico Engels, que
se denominaron a sí mismos socialistas científicos y que luego se llamarían
simplemente marxistas.
El socialismo utópico 11 de la primera mitad del siglo XIX recibió este
nombre por su ingenuidad y la imposibilidad de solucionar el problema social
con sus propuestas. Existieron en Alemania, Francia e Inglaterra y entre ellos
hubo aristócratas como Saint Simon, empresarios como Robert Owen,
pequeños comerciantes como Carlos Fourier y obreros como Proudhon y Louis
Blanc. Consideraban que la injusticia social era producto de la ignorancia y el
egoísmo, que el inconveniente más grave era la existencia de grupos ociosos e
improductivos que vivían de rentas y que las soluciones vendrían de la
colaboración entre la sociedad y el Estado, de una sociedad curada de su
ignorancia y bien encauzada.
Frente a ellos, Marx y Engels propusieron un sistema completo de
interpretación del mundo, la sociedad y la historia que, afirmaban, era el único
capaz de transformar la situación. Las bases de dicho sistema eran el
materialismo histórico y el materialismo dialéctico cuyos puntos centrales eran:
que la historia humana es la historia de la lucha de clases, la de los poseedores
contra los no propietarios; que la forma en que una sociedad produce y
distribuye la riqueza condiciona el resto de sus actividades; que así como la
burguesía había derrotado a la nobleza y el sistema feudal, implantando el
liberalismo y el capitalismo industrial, así el proletariado necesariamente
acabaría por derrotar a la burguesía implantando su dictadura y la desaparición
de la propiedad privada; por último, que aunque esto sucedería
necesariamente, correspondía al proletariado, bien dirigido, acelerar el proceso
y conquistar su libertad con una revolución social e internacional. Las ideas de
Marx y Engels en su conjunto y en su aspecto político tuvieron una gran
influencia en las corrientes socio-políticas de diversos estados y partidos
políticos en todo el mundo.

Debe destacarse que esta problemática social también fue abordada por
una corriente filosófica que, aunque de antiguos orígenes, floreció en el siglo
11
Llamado así por Marx y Engels.

71
XIX: el anarquismo. Su nombre proviene de dos palabras griegas: “a”, que
significa no, sin; y “arquía” que significa poder, autoridad. Así que “anarquía”
quiere decir “sin poder”, “sin autoridad” y, por extensión, sin Estado. El
anarquismo es un movimiento que se opone completamente a toda forma de
autoridad coactiva, y reivindica, por el contrario, la máxima libertad posible para
el hombre. Por eso, también se les de a los anarquistas el nombre de
libertarios. Los principales exponentes del pensamiento anarquista fueron
Pierre Proudhon y Miguel Bakunin. Dentro de este pensamiento pueden
distinguirse dos corrientes: el anarquismo individualista (minoritario) y el
anarquismo comunista (mayoritario). La primera de estas corrientes consistía
en la negación total, no sólo de todas las instituciones políticas, sino también
de la sociedad. La única realidad es el hombres, y el hombre debe ser
absolutamente libre, sin que nada pueda limitar tal libertad. Rechazaba
entonces hasta una mínima organización social. En cambio, la segunda de las
tendencias considera que la sociedad es natural al hombre, que la producción
sólo puede ser social, y que, aun preservando para el individuo la máxima
libertad posible, es necesario crear una mínima organización social que le
asegure la existencia material. Rechazando el Estado y todas las demás
instituciones coercitivas cree firmemente en las virtudes de la asociación libre y
la cooperación. Eran partidarios de la organización en pequeñas comunidades
productivas. (De ahí lo de “comunistas”). Una de las formas en que el
anarquismo se manifestó fue a través de la “propaganda por los hechos” que
consistía en realizar atentados políticos contra los principales personajes de un
régimen para “despertar” al pueblo y crear un clima revolucionario que le
permitiera a éste barrer con la sociedad burguesa. Muchos anarquistas rusos
actuaron en el mundo, tal el caso de la Argentina donde tuvieron influencia
junto con los socialistas en los primeros sindicatos que se formaron a partir de
la ola inmigratoria española e italiana de fines del siglo XIX. Uno de ellos atentó
contra el presidente Manuel Quintana en 1905 y otro asesinó al Coronel Ramón
Falcón, jefe de la policía de Buenos Aires, por su crueldad en la represión de
las manifestaciones y protestas obreras.

72
La Segunda Revolución Industrial: el boom económico y la concentración
empresarial

Así como la Primera Revolución Industrial, hemos visto analizando a


Cipolla, Niveau y Hobsbawm, significó una transformación notable en la
continuidad histórica en la Inglaterra de fines del siglo XVIII a partir de
mediados del siglo XIX comienza una nueva etapa que se caracterizará por el
progreso científico y tecnológico de la sociedad, el desarrollo de países que se
integrarán vertiginosamente al proceso de industrialización, nuevas formas de
intervención del estado y la difusión del Imperialismo, sobre todo, Francés y
Británico en continentes como África y Asia.
Hacia 1900 muchos de los objetos de nuestra vida cotidiana (o algunos
de sus antepasados) estaban ya en uso. Por ejemplo: el teléfono, el micrófono,
la lamparita eléctrica, el motor de combustión interna, la bicicleta, las primeras
fibras sintéticas y los primeros plásticos, la máquina de escribir, el gramófono y
los principios que permitirían desarrollar la aviación y la industria automotriz. No
se trataba únicamente de una cantidad de nuevos inventos, sino que la
mayoría de ellos era el resultado de nuevos materiales, nuevas fuentes de
energía y, sobre todo, de la aplicación de los conocimientos científicos a la
industria. En los primeros tiempos de la Revolución Industrial, un invento se
realizaba cuando la demanda económica era obvia. Es el caso de las diferentes
máquinas textiles (tejedoras, hiladoras) que permitían aumentar la producción
para satisfacer la creciente demanda. Pero en esta segunda etapa el la
cuestión cambia: nadie podía suponer la posibilidad de hablar por teléfono
antes de que el mismo se inventara. Entonces, el invento precede a la
demanda y en todo caso, la crea. No solo aparecen los inventos sino los
consumidores de los mismos.
La siderurgia fue una de las industrias más importantes de esta segunda
etapa de la Revolución Industrial. El acero, antes precioso, es ahora un metal
barato que reemplazará al hierro dadas sus cualidades para la construcción. Se
pasó de una producción de 80.000 toneladas en 1850 a 28 millones en 1900.
Además del acero comienza la producción de aluminio, fundamental para el
desarrollo de la aviación.

73
Estos adelantos estuvieron relacionados con progresos aún más
importantes por su impacto en el conjunto de la economía: la introducción de la
electricidad como fuente de luz, calor y energía y la transformación de la
industria química. La importancia de las industrias química y eléctrica se debe a
que fueron las primeras que surgieron de los descubrimientos científicos y su
influencia en el resto de las industrias fue muy importante.
El petróleo, por su parte, era una fuente de energía equivalente al carbón
y la electricidad. Pero, además de su importancia directa, tuvo al menos tres
efectos de gran trascendencia. El primero es que promovió el desarrollo de la
química y sus derivados como la petroquímica. El segundo es que impulsó
nuevas formas de organización empresaria distintas de las de la Primera
Revolución Industrial. El desarrollo de la Standard Oil en Estados Unidos
sentaba las bases para la industria automotriz. Por último la demanda de
petróleo promoverá su búsqueda y extracción en lugares alejados con
consecuencias aún vigentes.

Pero los progresos no se limitan a estos rubros. La medicina, la higiene y


la nutrición serán otros aspectos donde la Segunda Revolución Industrial hizo
manifiesta la relación entre la ciencia, la industria y la vida cotidiana. Se
difundieron el uso del cloroformo y de los antisépticos al paso del desarrollo de
la industria farmacéutica. La microbiología, la bioquímica y la bacteriología
(Pasteur, Koch) surgieron con gran fuerza, acompañando el descubrimiento de
las vitaminas, hormonas y el primer antibiótico. Las mejoras en la medicina y la
higiene producen una nueva reducción de la tasa de mortalidad. La población
de Europa creció en 30 millones de personas entre 1850 y 1870, pero desde
esa época hasta el final del siglo el aumento se triplicó.

También hubo importantes avances en la provisión de alimentos. Como


subproducto de los nuevos procedimientos para obtener acero, aparecieron los
primeros fertilizantes artificiales. Como resultado de las investigaciones de Luis
Pasteur se hizo corriente la pasteurización de la leche para consumo. La
industria de conservas se vio favorecida por los nuevos procesos para la
fabricación de hojalata. La posibilidad de mantener víveres aptos para el

74
consumo por largo tiempo y la baja de los precios de los alimentos en general
favorecieron el crecimiento de la población mundial. El abastecimiento estaba
garantizado por el crecimiento de los ferrocarriles, el desarrollo de los buques
de vapor y el perfeccionamiento de las técnicas de refrigeración. Aparecen
trenes y barcos frigoríficos. Debe mencionarse que desde 1877 la Argentina
aprovecha este sistema y comienza a exportar carnes refrigeradas y
congeladas a Inglaterra destacando su papel de proveedor de materias primas,
al igual que Brasil (café), la India (té – algodón) etc. promoviendo la formación
de un nuevo orden mundial para organizar la producción: la División
Internacional del Trabajo.

Para Roberts12 estos cambios en la tecnología afectaron al conjunto de la


sociedad industrializada que todavía hasta la Primera Guerra Mundial (1914)
estará limitada a los países europeos y los Estados Unidos. Es de destacar que
el Japón ya había comenzado su desarrollo hacia la modernidad pero aún no
podía ser considerado como una gran potencia.

Una de las importantes transformaciones en el mundo que se instala con


la Segunda Revolución Industrial es que las nuevas industrias que se
desarrollan requieren de un tipo de organización empresarial distinta. Si la
pequeña empresa familiar había sido característica de la Primera Revolución,
en la Segunda nos encontraremos con la concentración empresarial y la
difusión de las sociedades por acciones. No alcanzaba con un solo inversor. El
control de la empresa requería la compra de la mitad más una de las acciones.
Ejemplo de esta nueva concepción fueron la industria del acero y los
ferrocarriles. Por otra parte la crisis económica de 1873 a 1895 favorece la
supervivencia de las grandes empresas y la desaparición paulatina de las
pequeñas, mucho menos resistentes a las fluctuaciones de la economía. La
crisis, al favorecer la racionalización y la concentración fue un antecedente
directo de la formación de trusts13 La Standard Oil de Rockefeller, por ejemplo,

12
Roberts, J. M.; Europa desde 1880 hasta 1945, Madrid, Aguilar, 1980.
13
Empresas asociadas para controlar el mercado.

75
monopolizaba la extracción, distribución y comercialización del petróleo y sus
derivados.

Se multiplicaron las empresas con muchos obreros mientras que


disminuían aquellas que empleaban muy pocos. En consecuencia puede
afirmarse que hacia 1914 había muchas menos empresas que a mediados del
siglo XIX, pero estas contaban con cuatro veces más obreros.
Este fenómeno profundiza la concentración de mano de obra en las
ciudades más grandes con el consiguiente proceso de urbanización y aumento
poblacional. Por otra parte el ingreso masivo de productos alimenticios muy
baratos provenientes de países o zonas periféricas aumenta la desocupación y
por lo mismo el despoblamiento del campo en beneficio de la emigración a las
ciudades. El incremento de la actividad industrial, el de la población y su
concentración en las ciudades produjeron una necesidad de alimentos y
materias primas que los países industrializados salieron a aplacar por todo el
planeta. La revolución en los transportes lo hacía posible: en el mundo entero
se instalaron ferrocarriles que permitieron sacar las mercaderías del interior de
esos países hacia los puertos locales y, desde allí, los buques de vapor se
encargaban de transportarlos hasta el mundo industrializado. Por supuesto,
había un tráfico en sentido inverso: las potencias industriales (en el caso
Argentino, Gran Bretaña) les vendían bienes manufacturados a los productores
de bienes primarios. Para que pudieran comprar dichos productos se les daba
crédito y, para que se tendieran las líneas férreas, se les otorgaban préstamos
a los gobiernos de esas naciones o se invertían capitales que venían de los
países industrializados para obtener mayores ganancias en esos territorios. De
esta manera se fue estructurando el modelo mencionado de la División
Internacional del Trabajo, donde algunos países producían bienes industriales y
la mayoría, alimentos y materias primas. La zona de los productores de
materias primas se extendió hasta lejanos países: Australia, Argentina,
Sudáfrica que pasaron a integrar el mercado mundial con el beneplácito de sus
respectivos gobiernos.

Crecimiento de Alemania y de Estados Unidos: función del Estado

76
Si bien la moderna sociedad industrial había nacido en Gran Bretaña
sobre la base de que el gobierno no debía intervenir en la economía (en la
práctica si lo hizo para consolidar mercados y proteger industrias), otros países
que imitaron la experiencia de la industrialización británica no creyeron que
fuese necesario copiar también su “liberalismo económico”. Para algunos el
Estado debía cumplir un papel activo en el desarrollo industrial. La intervención
del Estado en la economía no era para estos países un fenómeno contrario a la
naturaleza como decían los liberales a ultranza dado que el Estado es la
sociedad y refleja de alguna forma los intereses de los sectores que están
representados en él. Esto no quiere decir que siempre muestre exactamente el
reparto de poder dentro de una sociedad. En la Gran Bretaña del siglo XIX, la
autoridad política y la influencia de la clase media industrial fueron inferiores a
su poder económico. De todas formas, la idea de que el Estado es algo
esencialmente distinto de la sociedad y que por ello no es conveniente que
intervenga en la economía es discutible. Puede afirmarse hoy día en realidad
que una separación entre Estado y economía, tal como la presentaban los
liberales más extremos, nunca se cumplió en la práctica en país alguno. Está
claro que hay iniciativas como: remover los obstáculos que impiden el
desarrollo, lograr la unificación de un país (Alemania), reemplazar empresarios
en actividades no rentables para la empresa privada, modificar el sistema
impositivo, crear sistemas educativos, invertir en carreteras, proteger
determinadas industrias, subsidiar determinadas producciones o actividades,
garantizar el tendido de ferrocarriles; de las cuales el Estado puede y debe
hacerse cargo.

Afirma el citado Roberts que en el caso de Alemania, todas estas formas


de intervención pueden comprobarse. A mediados del siglo XIX, Alemania aún
no tenía entidad política sino que estaba dividida en pequeños reinos feudales.
Es a partir de la creación de la unión aduanera del Zollverein14 por parte de
Prusia en 1843 que comienza a lograrse la integración de todos estos

14
Se eliminan todas las aduanas interiores y los aranceles se sustituyen por una tarifa única para el interior
de los reinos germánicos.

77
pequeños reinos en un área de libre comercio. El Zollverein constituyó la
creación de un mercado interno por parte de un Estado que no tardará en
conseguir la unificación política a partir del fortalecimiento de Prusia. El otro
elemento con el que contaron los prusianos en su objetivo de lograr la
unificación alemana fueron los ferrocarriles. El gobierno tuvo intervención
directa en la extensión de las vías hacia todo el reino. En 1870 nació el Imperio
Alemán bajo la hegemonía de Prusia, cuyo rey se transformó en el emperador
de Alemania. La prueba de su poderío puede encontrarse en las guerras que
emprendió entre las cuales destaca su victoria sobre Francia en 1870-71,
victoria que le permitió apoderarse de las regiones francesas de Alsacia y
Lorena (ricas en hierro) y humillar a los franceses sitiando su capital, París.
Esta guerra dejó tal encono entre franceses y alemanes, potenciando ambos
nacionalismos, que no puede dejar de nombrársela como una de las causas
políticas de la Primera Guerra Mundial.

Una vez unificada Alemania se lanzó a competir con Gran Bretaña.


Cuestión compleja dado que los británicos les llevaban más de cien años de
ventaja. Sin embargo los alemanes se concentraron en las industrias más
modernas tales como la de los colorantes sintéticos. Desde mediados del siglo
XIX los alemanes habían tomado la delantera en el desarrollo de la química y
tal ventaja se notaba en el desarrollo de su industria. La industria de tintes
sintéticos abrió el camino para el desarrollo de la industria química sintética en
general. Se fabricaron fármacos como la aspirina, la novocaína, el veronal, el
primer antibiótico (salvarsan), la sacarina, etc.
Fue también la posibilidad de explotar los yacimientos de Lorena lo que
posibilitó que Alemania se transformara en una gran productora de acero.
Mientras tanto, los bancos alemanes participaron en el proceso de desarrollo
industrial facilitando créditos baratos. Con ayuda del estado se formaron los
cárteles15 empresarios que se repartían los beneficios económicos y se difundió
la educación técnica y científica masivamente.

15
Concentraciones empresarias que formaron grandes unidades productivas.

78
Los Estados Unidos seguían siendo un país esencialmente agrícola
hacia mediados del siglo XIX, cuando se completa la expansión territorial que
llevó sus fronteras a sus límites actuales. Como consecuencia de una guerra
México terminó cediendo hacia 1846 los territorios de California, Arizona, Utah,
parte de Colorado y Nuevo México mientras que los estadounidenses le
compraron Alaska a Rusia en 1867. Este territorio era potencialmente más rico
que otros dada su gran extensión de tierras y recursos naturales.
El acontecimiento más trascendente para el desarrollo de los Estados
Unidos de Norteamérica fue aunque parezca un contrasentido la guerra civil,
llamada Guerra de Secesión que se libró entre 1861 y 1865. Debe establecerse
que esta guerra entre los estados del norte y los del sur no fue sólo un
enfrentamiento entre propietarios de esclavos (sur) y empleadores de mano de
obra libre (norte). Se trató en realidad de la lucha entre dos modelos
económicos claramente definidos. Fue el enfrentamiento entre el modelo
exportador librecambista del sur y el proyecto industrialista centrado en el
desarrollo del mercado interno y por tal proteccionista, del norte. Al resultar
vencedores los estados del norte el modelo proteccionista se impuso para
todos los Estados Unidos y marcó el inicio de su veloz desarrollo. (Ver Módulo
II – Guía Didáctica – Unidad I - Orden Internacional – Documentos). Está claro
que no sólo importaba “liberar” a los esclavos por una cuestión moral sino que
eran necesarios como mano de obra asalariada a la vez que debían integrarse
al consumo para potenciar un mercado interno fuerte.
Para que la producción se incrementara era necesario también que
aumentara la población. Este país se transformó en un polo de atracción para
emigrantes pobres europeos (tal como ocurrirá con la Argentina durante el
modelo Agroexportador del ’80) que veían en ese país un lugar de oportunidad.
Valga el ejemplo del flujo inmigratorio en la población de la ciudad de Chicago
que en 1850 tenía unos 30 mil habitantes y para fines de siglo contaba ya con
más de un millón.

En su análisis sobre la Historia de los Estados Unidos Adams establece


que La población de Estados Unidos se duplicó en 30 años en paralelo con la
extensión de sus ferrocarriles. Para principios del siglo XX los Estados Unidos

79
eran los primeros productores mundiales de hierro, acero, carbón, cobre,
plomo, zinc y aluminio y el segundo en la producción de oro y plata. Estos
recursos facilitaron para el país el desarrollo de la industria mecánica. Entre
ellas se destacó una que cambiaría la fisonomía del país primero y del mundo
después: la industria automotriz cuyo centro fue Detroit y que relacionó
sectores productivos tales como el caucho, la madera y el acero. En vísperas
de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos producía casi 500 mil
automóviles por año y Ford era una de las fábricas más modernas del mundo
ya que sus fábricas contaban con nuevos sistemas y métodos de trabajo y
producción. En 1908 Ford lanzó al mercado su modelo T, que tendría la
particularidad de producirse utilizando la línea de montaje, a través de la cual
los obreros iban realizando una serie de operaciones simples hasta obtener la
fabricación del automóvil en un tiempo mínimo, disminuyendo los costos de
fabricación, reduciendo el precio de venta y aumentando en consecuencia el
salario de los obreros. El precio del modelo T bajó hasta 440 dólares lo que
permitió incorporar al mercado cantidades de consumidores.

El desarrollo de los Estados Unidos también fue favorecido por el


crecimiento de la industria eléctrica; para 1890 aparecen la General Electric y
Westinghouse.

Nacionalismo e Imperialismo

La expansión del capitalismo, las transformaciones en el mundo


industrializado y el impacto de los cambios científicos y tecnológicos se hicieron
sentir también desde otra perspectiva: entre 1875 y 1914 un nuevo proceso de
incorporación de colonias se produce en el mundo.

“El tema de las causas del colonialismo europeo es una de las


cuestiones que más diversas opiniones y teorías han provocado entre los
políticos, pensadores, críticos e investigadores que lo han tratado,
constituyendo un punto auténticamente polémico. En un intento de síntesis, los
autores hablan más que de una causa concreta, de un conjunto o grupo de

80
causas que, actuando de forma diversa, pero conjuntamente, se encuentran en
los complejos orígenes del hecho colonial...”16

En realidad, que los europeos buscaran colonias no era un hecho nuevo.


Durante los siglos XVI y XVII, primero los portugueses y los españoles y luego
los franceses e ingleses habían competido abiertamente por la ocupación de
territorios habitados por nativos en inferioridad de condiciones y fácilmente
dominables.
“Las causas económicas se encuentran en la propia índole y carácter del
proceso económico capitalista, tanto por las necesidades que éste tiene para
su mantenimiento y desarrollo, como por los intereses que pone en
funcionamiento y los beneficios que produce...”17

Hacia 1830 la superficie de los imperios era menor que la que ocupaban
hacia 1700. Pero de pronto esto cambió dramáticamente: para 1878 los
europeos ocupaban ya más del 60% de la superficie terrestre y para 1914 en
esta segunda fase de expansión más del 80%. Esta nueva fase del
imperialismo se expande especialmente por África, Asia y el Pacífico, mientras
que en la primera fase, América era el territorio a ocupar. Las viejas colonias
habían sido, mayoritariamente de “poblamiento”18 mientras que las nuevas
colonias del siglo XIX eran de “ocupación”19. Esta fase del imperialismo se
impone rápidamente, en menos de 50 años los europeos controlaban todas las
costas y todos los continentes. Esto se facilita dado que ahora las potencias
coloniales eran más; 10 países europeos y los Estados Unidos de
Norteamérica; porque las transformaciones técnicas y productivas habían
creado una diferencia insalvable entre los países industrializados y los que no
lo eran promoviendo las posibilidades de explotar regiones consideradas
“atrasadas” y por sobre todo porque se había desatado una terrible

16
Martínez Carreras, José U.; Introducción a la Historia Contemporánea, La Era de las Revoluciones,
Madrid, Istmo. Pág 401.
17
Martínez Carreras, José U.; Introducción a la Historia Contemporánea, La Era de las Revoluciones,
Madrid, Istmo. Pág. 401.
18
Los emigrantes se establecen y forman nuevas sociedades en las cuales aparece el mestizaje.
19
Una minoría blanca gobernaba a los nativos impidiendo que se mezclasen las culturas y evitando la
integración.

81
competencia entre los países industrializados para conseguir mercados donde
colocar su producción.

La crisis de 1873-96, a la que se ha hecho mención, impulsa esta


competencia y la expansión de una industria europea que dada la depresión de
su mercado interno se lanza a la búsqueda de nuevos mercados para sus
productos y rentas seguras para su capital. Es un hecho, además, que el
modelo de la División Internacional del Trabajo había aumentado la
dependencia de los países europeos respecto de sus colonias, tanto en
alimentos como en materias primas. La imposibilidad de que una nación
industrializada se bastar a sí misma favoreció el surgimiento de ideas que
trasladaban el problema del autoabastecimiento de los países a los imperios.
Según estas tendencias, una potencia industrial debía organizar un imperio
colonial que formase una extensa y compleja unidad comercial autosuficiente,
protegida si fuese necesario por barreras aduaneras. La nación central
proporcionaría los bienes industrializados a cambio de alimentos y materias
primas. Es tal la necesidad de colonias que países como Alemania que “llegan
tarde” (dada su tardía industrialización) al reparto del mundo (Asia y África)
saldrán a principios de siglo XX a luchar por ellas planteándolo como un
principio de supervivencia, cuestión que constituirá la causa económica de la
Primera Guerra Mundial.

El triunfo definitivo del imperialismo se plasma con la expansión de los


Estados Unidos sobre el Pacífico (Hawai) y a costa de España con la anexión
de UAM, Puerto Rico, las islas Marianas, Filipinas y el protectorado en Cuba.
Se estima siguiendo a Martínez Carreras que no deben ignorarse
además de las definidas causas económicas para la expansión del
imperialismo del siglo XIX, las causas políticas, las ideológicas y morales y las
sociales.

“Las causas políticas en orden al deseo de las potencias europeas de


ejercer e imponer su poder y su prestigio militar y político en la política
internacional, a manifestar y extender mundialmente su orgullo y su

82
nacionalismo, y también a controlar y poseer bases y territorios de valor
estratégico; este nacionalismo imperialista se manifiesta en Inglaterra a través
de la política de Disraeli y Chamberlain; en Francia por J. Ferry, y en Alemania
se inicia en la época de Bismarck.”20 (Ver Módulo II – Guía Didáctica – Unidad I
- Orden Internacional – Documentos)

“Las causas ideológicas y morales, por el hecho de que cada país, con
conciencia de los valores históricos que representa, expresa su voluntad de
extenderlos sobre otros pueblos sobre la base de su superior misión
civilizadora respecto de otras sociedades consideradas inferiores y a las que
hay que civilizar según el modelo europeo, e incluso por su peculiar
interpretación del darwinismo, se defiende la idea de la superioridad del
hombre y la civilización occidental sobre las restantes,...”21

“Las causas sociales, por la misión civilizadora que tiene el individuo y la


sociedad europeas sobre los pueblos inferiores, y que se manifiesta a través
de variados aspectos y actividades: la evangelización y cristianización de las
poblaciones indígenas, la acción educativa, cultural y de mejora de las
condiciones sanitarias, ...”22

Puede resumirse entonces que tal como afirma Martínez Carreras, las
transformaciones (que se han detallado) de toda índole que se producen en las
sociedades occidentales, principalmente durante el siglo XIX, constituyen las
nuevas realidades y condiciones indispensables para la expansión europea y la
consolidación del colonialismo, siendo los factores principales: los demográfico-
sociales: por el crecimiento de la población europea, los técnicos: con los
progresos materiales y avances que facilitaron la intensificación de la
expansión colonial, los financieros: por la concentración y capacidad

20
Martínez Carreras, José U.; Introducción a la Historia Contemporánea, La Era de las Revoluciones,
Madrid, Istmo. Pág. 402.
21
Martínez Carreras, José U.; Introducción a la Historia Contemporánea, La Era de las Revoluciones,
Madrid, Istmo. Pág. 402.
22
Martínez Carreras, José U.; Introducción a la Historia Contemporánea, La Era de las Revoluciones,
Madrid, Istmo. Pág. 402.

83
económica de las sociedades y compañías por acciones, por los sistemas de
crédito, las organizaciones bancarias y la abundancia y disponibilidad del
capital; y por último los factores de política internacional: por el cambio que
impone en la política mundial con la presión de los nacionalismos, la difusión
de los medios de información y el acceso a la vida política de nuevos grupos
sociales.

84
Unidad I - Desarrollo de Contenidos – Orden Nacional

Liberalismo y Capitalismo

“Ahora se está dando en hablar de una “Generación del 80”. No


sé si es para tanto, porque más que una generación, los que ejercimos
el poder desde 1880 o tuvimos predicamento en la opinión pública no
seríamos más de doscientos en todo el país: gobernantes, militares,
políticos, periodistas, literatos, profesores; gente de acción o de
pensamiento que veníamos de una formación igual, hablábamos el
mismo lenguaje y reconocíamos idénticos objetivos. [Quienes
pertenecían a ese grupo] llevaban un sello ideológico invariable: eran
liberales, admiraban el pensamiento de Alberdi, aborrecían la anarquía
y el despotismo, creían en las virtudes de la educación, deseaban abrir
el país a los capitales, los hombres y las ideas del exterior para colocar
a la Argentina en el ritmo del progreso contemporáneo (...) Éramos
pocos, nos conocíamos todos, pensábamos igual. ¿Una generación?
Más bien un grupo de coetáneos que podía dividirse en facciones
partidarias pero no reconocía diferencias en la visión que tenían del
país y la fe en su destino.”23

Éste párrafo de Félix Luna nos introduce claramente en la


mentalidad de la denominada Generación del ’80 por algunos
historiadores; o la Argentina de los Notables por otros; o la
denominación definitivamente más crítica de Oligarquía gobernante. A
continuación se analizarán los antecedentes del modelo político,
económico y social que fue modelado por quienes se encargaron de
organizar institucionalmente el país a partir de 1853 y que se instauró
en la República Argentina a partir de 1880 definido por la primera
presidencia de Julio Argentino Roca.

23
Félix Luna, Soy Roca. Citado por Gerchunoff, Llach, en El Ciclo de la ilusión y el desencanto, Un
siglo de políticas económicas argentinas, Buenos Aires, Ariel Sociedad Económica, 2000. Pág. 15.

85
La Organización Nacional: antecedentes políticos y económicos

Siguiendo a Gerchunoff y Llach, Botana y J. L. Romero (h) puede


afirmarse que ell período (...) de 1852 a 1880, desde Caseros a Roca, en el
cual se establecen las bases político-institucionales y económicas del proceso
que se inicia en la década de 1880, suele denominarse “período de transición”.
Desde la sanción de la Constitución Nacional, en 1853, y de los Códigos Civil y
Comercial hasta la capitalización de Buenos Aires en 1880, el país empezó a
darse (a pesar de crisis políticas y militares, como los enfrentamientos entre
Buenos Aires y el Gobierno Nacional, conflictos internacionales –guerra con el
Paraguay-, y expediciones contra los indios), el marco institucional y la
estructura política propia de un Estado Nacional, proceso que se completaría
luego bajo el gobierno de Roca.

En esa época se elabora el cuerpo doctrinario de ideas que dará forma a


lo que los autores analizados denominaron “proyecto del 80”. Que no fue en
verdad tal cosa sino más bien una asociación significativa entre un conjunto de
ideas y de hechos gestada en las décadas previas e impulsada por pensadores
y estadistas que, como Alberdi, Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Vélez Sarsfield y
otros, combatieron a Rosas y luego de su caída pugnaron por reorganizar el
país con criterios modernos y ópticas de signo liberal que correspondían a
intereses y grupos de poder cuyo difícil proceso de homogeneización se
lograría a través del accionar político de Roca, años más tarde.

Sin embargo, coinciden al respecto los autores mencionados en que el


espectro ideológico no se agotaba allí pues también surgirían, aunque más
confusamente, modelos alternativos que planteaban un camino diferente
basado en el proteccionismo y la industrialización, como Vicente Fidel López,
Carlos Pellegrini o Miguel Cané, la mayoría de los cuales participarían luego

86
activamente en la conducción del mismo modelo agro-exportador que habían
combatido.

Lo esencial de las ideas económicas de los hombres que impulsaron ese


“modelo” puede resumirse en 3 o 4 puntos fundamentales: la constatación de
que el desarrollo económico Argentino sólo podía basarse en la inserción del
país en el mercado mundial especializándose en el tipo de actividades en la
que se tenían “ventajas comparativas” (cuestión que se ha analizado en el
análisis del Orden Internacional de éste módulo) – y éstas eran las que
permitían utilizar el único recurso del que se disponía en abundancia y calidad,
la tierra – la certidumbre de que para que dicha riqueza pudiera aprovecharse
era menester suplir las dos carencias básicas que se tenía, la del capital y la de
la mano de obra; y finalmente, la de que para hacer posible ambas cosas era
imperioso expandir la frontera agropecuaria, resolviendo el problema del indio,
y unificar el mercado interno.

Existieron no obstante ciertas diferencias entre aquellos que dieron un


marco ideológico y doctrinario al esquema agro-exportador y los que finalmente
lo implementaron. El problema de la colonización y reparto de las tierras
públicas tuvo, por ejemplo, enfoques diferentes, sino respecto a sus objetivos
por lo menos en cuanto a su instrumentación. Hasta los años ’70 predominó la
colonización oficial tendiente a asentar en el campo colonos que ayudados por
el gobierno pudieran llegar a ser propietarios independientes y manejar sus
tierras como verdaderos empresarios. Posteriormente, comenzó a prevalecer la
colonización privada, en especial para explotar tierras marginales, pero ni una
ni otra recibieron el impulso necesario y fueron paulatinamente abandonadas.
Sucedió que luego de la
conquista del desierto las
mejores tierras estaban ya
repartidas y el desarrollo
agrícola tomaría un camino
diferente al de los Estados
Unidos, basándose en

87
sistemas de tenencia precaria de la tierra que marcaron, en sus características
y desarrollo, el proceso inmigratorio y la evolución del sector agropecuario.
Como se ha visto en el apartado correspondiente al Orden Internacional,
“la economía mundial a la que la Argentina comenzó a insertarse
decididamente después de su pacificación interior tenía como rasgos centrales
la creciente integración de mercados y el rápido crecimiento de la producción.
El porcentaje de exportaciones sobre el producto llegaría en 1913 a un pico
que sólo se alcanzaría de nuevo en 1970. El capital cruzaba fronteras casi sin
restricciones, permitiendo a los países endeudarse a un ritmo mayor que en
cualquier momento del siglo XX. Y la producción crecía en el mundo a un 2,7%
anual, cifra inédita en tiempos anteriores. (...) En este contexto, Inglaterra
jugaba un rol fundamental. Si bien Estados Unidos era ya un país globalmente
más rico, el ingreso per cápita inglés era el más alto entre las economías
importantes. (...) La influencia británica sobre el resto del mundo no era
únicamente consecuencia de su riqueza: debía mucho, también, a la particular
organización de su economía.(...) Inglaterra había adoptado los principios del
libre comercio y la especialización, inspirados en los economistas clásicos,
especialmente en Adam Smith y David Ricardo. (...) Las consecuencias
prácticas de tal elección eran la progresiva concentración de los recursos
productivos ingleses en las manufacturas y, por consiguiente, la necesidad de
importar alimentos y materias primas. Para un país que por esa época se
integrara a los crecientes flujos del comercio mundial, y que estuviera
naturalmente dotado para satisfacer esas necesidades, la posibilidad de
especializarse al revés que Inglaterra (produciendo lo que ella demandara y
demandando lo que ella produjera) resultaba bastante atractiva. La Argentina
cumplía, por entonces, con esas dos condiciones. (...) Para Inglaterra, lo crucial
era la disponibilidad de mercados para exportar su producción y su capital, y no
tanto el dominio político (aunque éste fuera, desde luego, apreciado). La
experiencia inglesa hizo que el imperialismo comenzara a ser visto cada vez
más como una consecuencia de hechos económicos.”24

24
Gerchunoff, P. y Llach, L.; El Ciclo de la ilusión y el desencanto, Un siglo de políticas económicas
argentinas, Buenos Aires, Ariel Sociedad Económica, 2000. Pág. 17-18.

88
“A muy grandes rasgos, y más allá de la evolución que este esquema
sufrió con el correr de las décadas, la posición de la Argentina en el mundo a
partir del último cuarto del siglo XIX puede describirse como la aceptación de
un lugar bien definido en el sistema de división internacional del trabajo cuyo
centro era Inglaterra: el de productor agropecuario e importador de productos
manufacturados.”25

A mediados del siglo XIX, reiterando lo visto en el desarrollo de


contenidos correspondiente al orden internacional, el desarrollo de la
industrialización en Gran Bretaña y en el continente europeo definió una nueva
división internacional del trabajo. Los países industrializados, o centros
capitalistas, comenzaron a demandar de los países productores de materias
primas, o periferias capitalistas, insumos para sus industrias y alimentos para
su población. La economía Argentina, como otras tantas en el mundo, comenzó
a organizarse como complemento de las economías industriales europeas,
particularmente de la inglesa. A partir de 1880, la nueva vinculación del país
con la economía mundial originó importantes transformaciones no sólo en la
organización de la producción económica sino también en la organización de la
sociedad y el régimen político.

Se detallará a continuación un breve resumen de la forma en la cual los


historiadores ven la evolución por la cual la Argentina llega a organizarse
política y económicamente a entre 1810 hasta 1880.

“Si bien la Argentina se constituyó como estado políticamente


independiente ya en 1810, ratificándolo formalmente en 1816, una serie casi
interminable de luchas civiles e internacionales postergó cualquier intento de
progreso económico sólido durante varias décadas.”26

25
Gerchunoff, P. y Llach, L.; El Ciclo de la ilusión y el desencanto, Un siglo de políticas económicas
argentinas, Buenos Aires, Ariel Sociedad Económica, 2000. Pág. 18.
26
Gerchunoff, P. y Llach, L.; El Ciclo de la ilusión y el desencanto, Un siglo de políticas económicas
argentinas, Buenos Aires, Ariel Sociedad Económica, 2000.

89
“Recién en el año 1853 se conseguiría una constitución aceptada por las
provincias, aunque la conflictiva incorporación de la poderosa Buenos Aires se
consumó sólo a comienzos de la década de la década del 60. Así y todo, la
“organización nacional” se prolongó hasta 1880, después de dos décadas
todavía plagadas de conflictos. En el frente externo, la guerra del Paraguay
ocupó la atención de las presidencias de Bartolomé Mitre (1862-1868) y
Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874). En tanto, se sucedieron rebeliones
internas de signo variado a la autoridad nacional, como el levantamiento del
propio Mitre en 1874 al asumir Avellaneda la presidencia, la resistencia de los
últimos caudillos (como el Chacho Peñaloza en La Rioja y López Jordán en
Entre Ríos) y, sobre todo, la revuelta de Carlos Tejedor en 1880, que
desembocó en la federalización de la Ciudad de Buenos Aires. Todo ello sin
contar la permanente amenaza de los indios en la frontera sur de la provincia
de Buenos Aires, eliminada con la Campaña al Desierto del joven general Julio
Argentino Roca en 1879.”27

“Es natural entonces que la preocupación central de los gobiernos


durante las llamadas “presidencias históricas” de Mitre, Sarmiento y Avellaneda
fuera la eliminación de las amenazas internas y externas a la autoridad estatal.
La prioridad era, todavía, garantizar la existencia misma del estado argentino,
mientras se intentaban sentar – trabajosa, paulatinamente – los cimientos de
un país. De esa época datan los Códigos de Comercio, Civil y Penal, y también
el primer gran impulso a la educación, que obsesionó a Sarmiento.”28

“Es recién a partir de la primera presidencia de Roca (1880-1886) que


puede hablarse de un estado nacional con una autoridad firmemente asentada,
de un país cuyos gobernantes fueran administradores y ya no sólo fundadores.
El desafío de la hora ya no era, en 1880, definir el alcance de la autoridad
nacional sino más bien consolidarla y utilizarla para fomentar el progreso de la
nación. Se había pasado, por fin, “de una Argentina épica a una Argentina

27
Gerchunoff, P. y Llach, L.; El Ciclo de la ilusión y el desencanto, Un siglo de políticas económicas
argentinas, Buenos Aires, Ariel Sociedad Económica, 2000.
28
Gerchunoff, P. y Llach, L.; El Ciclo de la ilusión y el desencanto, Un siglo de políticas económicas
argentinas, Buenos Aires, Ariel Sociedad Económica, 2000.

90
moderna”. La fórmula “Paz y Administración”, que Roca enarboló como
estandarte de su gobierno, fue toda una síntesis de las nuevas prioridades del
país.”29

Con respecto a la evolución de la economía entre 1810 y 1880 puede


afirmarse que el estancamiento del comercio en América Latina se había dado
a la par del crecimiento del comercio trasatlántico. La vieja industria de la carne
salada floreció durante varias décadas, después de 1850 y en 1895 había 39
saladeros en Buenos Aires que empleaban 5.500 hombres. Su principal
mercado eran Brasil y Cuba. Los cueros y el sebo se exportaban a Europa
occidental. Finalmente, la abolición de la esclavitud, primero en Cuba y luego
en Brasil finalmente provocaron la decadencia de los saladeros (1890).

Después de 1850, el primero de los grandes auges de la exportación, fue


el de la lana, que alcanzó a las de carne salada y cueros a principios de 1860-
70 y poco después las superó. La cría de ovejas en la provincia de Buenos
Aires se relacionó con la presencia de inmigrantes vascos e irlandeses, usando
lanas de calidades inferior (alfombras) que se exportaban a Estados Unidos.
Hacia 1860-70 se comienzan a utilizar las Rambouillet y Lincoln, de lana más
larga y fina y además carne congelada. Entre 1852-90 la población ovina
aumenta de 7 millones a 87 millones, superando ampliamente al ganado
vacuno. La lana siguió siendo el producto de exportación que más ganancias
proporcionaba hasta después de 1900. Esta expansión produjo modificaciones
en la sociedad rural de las pampas. La esquila, el transporte de la lana, la
construcción de vallas y cobertizos atraerán una mayor población al campo. El
incremento en la cría de ovejas, contribuyó a disolver las estancias más
grandes pues los pastores irlandeses sólo podían adquirir pequeños predios
(1000 hectáreas). Eran los menos, y la cría se efectuaba con contratos de
aparcería, y con el tiempo las “medierías” se convertirán en “tercerías”. El
incremento en las exportaciones de lana, se debió en gran medida, a la
escasez de algodón, resultado de la guerra civil de Norte América, que provocó
29
Gerchunoff, P. y Llach, L.; El Ciclo de la ilusión y el desencanto, Un siglo de políticas económicas
argentinas, Buenos Aires, Ariel Sociedad Económica, 2000.

91
un aumento de precios y de demanda de lana en Francia, Alemania, Norte de
Estados Unidos, Países Bajos y Gran Bretaña. Con el fin de la guerra civil,
bajarán abruptamente los precios. La expansión de la lana provocó una gran
especulación en tierras, pero los precios de las mismas comenzaron a bajar
hacia 1866.

En las últimas décadas del siglo XIX, las exportaciones de cereales y


carnes se convirtieron en el factor dinámico del desarrollo económico y la
economía argentina adquirió un claro perfil de economía primaria exportadora,
es decir, estuvo centrada en la producción de productos primarios para la
exportación, especialmente alimentos, antes que en la elaboración de
manufacturas industriales destinadas al consumo del mercado interno.

Al mismo tiempo, el afianzamiento de este modelo de desarrollo


económico “hacia fuera” fortaleció el dominio sobre el conjunto de la sociedad
Argentina del grupo de los capitalistas agrarios. Este grupo estaba integrado
por los latifundistas exportadores y por sus socios extranjeros dedicados a la
elaboración y la comercialización de los productos primarios. Este dominio se
manifestó, además, en el establecimiento de un régimen político fuertemente
restrictivo y en el control del gobierno por parte de una elite política
representante de los intereses de los grupos de mayor poder económico y
social.

Argentina de 1880 a 1916: el modelo político de la Generación del ‘80

La organización del régimen de gobierno de la “elite oligárquica”

En su Breve Historia de la Argentina, J. L. Romero sostiene que en 1880


después de la definitiva subordinación de Buenos Aires al Estado nacional, el
general Julio A. Roca asumió como presidente de la República y proclamó,
como se ha citado, como lema de su futuro gobierno la fórmula “Paz y
administración”.

92
Roca advirtió, además, que en cualquier punto del territorio en que se
levantara un brazo “fratricida” o un “movimiento subversivo contra una
autoridad constituida” allí estaría “todo el poder de la Nación para reprimirlo”.

Roca y el grupo de dirigentes políticos que lo acompañó en su gestión,


como coinciden Romero y Botana, sabían
que podían asegurar la obediencia a las
autoridades constituidas, a través de la
intervención del poderoso ejército que
respondía a las órdenes del presidente de la
República. Pero, al mismo tiempo, tenían
como meta hacer de la obediencia un hábito
común entre los dispersos habitantes del
territorio nacional. Y pensaban que esa meta
podía ser alcanzada sólo a través de un
“gobierno ordenado y estable”. Por estas
razones, para los grupos dirigentes que asumieron la conducción del país a
partir de 1880, el gobierno significaba algo más que asegurar a través de la
fuerza armada la unidad política recién lograda. Se trataba, sobre todo, de
fundar y establecer un régimen político; es decir, establecer quiénes serían los
encargados de gobernar y en virtud de qué reglas unos, y no otros, tendrían el
privilegio de mandar. Aspiraban, además, a que ese nuevo régimen fuera
reconocido como legítimo, para lo cual era necesario que entre los integrantes
de la sociedad Argentina se generalizara una creencia compartida acerca de la
justicia de las reglas que establecían la organización y la distribución del poder
político.

La democracia “restringida” o “restrictiva”

A partir del análisis de Botana en El Orden Conservador puede


sostenerse que el régimen de gobierno que se consolidó a partir de 1880
estaba inspirado en las ideas y propuestas que Juan Bautista Alberdi había
formulado, como se ha visto, varias décadas atrás. De acuerdo con ellas, los

93
grupos dirigentes fueron organizando un régimen político que procuraba
conciliar los valores igualitarios de una “república abierta” a todos, con los
valores jerárquicos de una “república restringida o restrictiva”, circunscripta a
unos pocos.

Con ese fin, dice Botana, diseñaron un régimen de gobierno que


confiaba una capacidad de decisión dominante al poder político central
otorgaba el ejercicio del gobierno a una minoría privilegiada, limitaba la
participación política del resto de la población y aseguraba a todos los
habitantes, sin distinción de nacionalidad, el máximo de garantías en relación
con su actividad civil.

Esta “minoría privilegiada” encargada del gobierno y compuesta por


integrantes de las familias de mayor poder económico, legitimó su poder
político en su poder económico y en su educación y preparación para el
ejercicio del gobierno. Este criterio de legitimidad fundado en la riqueza permite
caracterizar como “oligárquico” al sistema de gobierno que se consolidó a partir
de 1880. Este calificativo deriva del concepto de “oligarquía”, palabra de origen
griego que el análisis político utiliza para definir al “gobierno de los pocos ricos”.
La limitación de la participación política de la mayoría de los habitantes de la
República no generó conflictos sociales mientras se desarrolló una expansión
económica sostenida y mientras la mayor parte de la población carecía del
acceso a la educación. En realidad en un principio, las garantías para el
ejercicio de la libertad civil económica permitieron que numerosos inmigrantes y
nativos tuvieran oportunidad de mejorar sus condiciones de vida y una
movilidad social, aunque por entonces no ejerciesen sus derechos políticos.

Para controlar el sistema de elección de los gobernantes se puso en


práctica un sistema de gobierno en el cual había electores, poder electoral,
elecciones y control, pero que en los hechos, funcionaba a la inversa de lo
establecido por los preceptos constitucionales. En el régimen de gobierno
oligárquico que se consolidó a partir de 1880, los electores eran los
gobernantes y no los gobernados: el poder electoral residía en los recursos

94
coercitivos o económicos de los gobiernos y no en el “pueblo soberano” que lo
delegaba de abajo hacia arriba; las elecciones consistían en la designación del
sucesor por el funcionario saliente; y el control lo ejercían los gobernantes
sobre los gobernados, antes que los ciudadanos sobre los magistrados.

De este modo, la concentración del poder electoral en los gobernantes


en ejercicio clausuraba el acceso a los cargos gubernamentales para otros
pretendientes que no fueran los designados por el funcionario saliente. Así se
consolidó un sistema de hegemonía gubernamental, a través del cual el
dominio del gobierno ejercido por la minoría oligárquica se desplegó no sólo
sobre la gran mayoría de la población, pasiva y no interviniente, sino también
sobre los miembros pertenecientes también al grupo de mayor riqueza y poder
económico, pero que desarrollaban una actividad política opositora.

Romero muestra que en la práctica eran los miembros de la oligarquía


organizados en el Partido Autonomista Nacional (PAN) quienes elegían a las
personas destinadas a ocupar los cargos de gobierno. Realizaban una carrera
política ocupando consecutivamente todos los cargos de gobierno: diputado,
senador, ministro, gobernador y presidente o vicepresidente. Controlaban pues
la sucesión presidencial dado que ellos mismos constituían el colegio electoral.

A partir de 1880, los gobernantes mantuvieron las reglas de la


democracia política y convocaron a elecciones en el orden nacional, provincial
y municipal. Además, las sucesivas leyes electorales nunca restringieron el
derecho de sufragio de los ciudadanos sobre la base de una determinada
capacidad. Sin embargo, el gobierno impedía el acceso de los candidatos de la
oposición a los cargos legislativos y se aseguraba la integración, como se ha
dicho, del Colegio Electoral30. A través de los caudillos, los líderes políticos del
partido gobernante controlaban los comicios, interviniendo de diferentes formas
en el momento de la emisión del voto por parte de los ciudadanos. Controlaban
además la confección del padrón electoral. El voto era voluntario y “cantado”
(no secreto) por lo cual se organizaba el “voto colectivo” y el “voto duplicado”.
30
El presidente y el vicepresidente se elegían en forma indirecta a través del Colegio Electoral.

95
Repetición del voto y compra de votos dos aspectos del fraude electoral que se
sumaban en algún caso al uso de la violencia impidiendo directamente el voto
de los simpatizantes de la oposición.

Desde el punto de vista político hubo también desvíos significativos entre


las intenciones iniciales de aquellos que elaboraron la Constitución Nacional y
los primeros cuerpos legales, y la realidad posterior. Como lo han definido los
historiadores citados, la Argentina se caracterizó a partir de 1880 por la
coexistencia en su seno de dos Repúblicas, una República “abierta”, como lo
prometía el preámbulo de la Constitución, que proclamaba el imperio irrestricto
de las libertades civiles y la apertura más amplia hacia “todos los hombres del
mundo que quieran habitar suelo argentino”, y una República “restrictiva”, en la
cual las libertades políticas estaban condicionadas por la estructura del poder:
será la conocida práctica de los “gobiernos electores”, que sobre la base del
fraude electoral sistemático tendía asegurar la continuidad del régimen.”31”32

Presidentes y Vicepresidentes de 1880 a 1914

1880-1886: Julio A. Roca – Eduardo Madero


1886-1890: Miguel Juárez Celman – Carlos Pellegrini
1890-1892: Carlos Pellegrini (por renuncia de J. Celman)
1892-1898: Luis Sáenz Peña – José E. Uriburu
1898-1904: Julio A. Roca – Quirno Costa
1904-1910: Manuel Quintana (muere) – José Figueroa Alcorta
1910-1916: Roque Sáenz Peña (muere) – Victorino de la Plaza

31
Botana, Natalio, El proceso político: la era conservadora, 1880-1916; citado en Rapoport Mario,
Economía e Historia, Buenos Aires, Editorial Tesis, Grupo Editorial Norma, 1994.
32
Rapoport, Mario. Economía e Historia. Buenos Aires. Editorial Tesis. Grupo Editorial Norma. 1994.

96
Caracterización ideológica de la “Generación del ‘80”

Si se continúa el análisis precedente puede intuirse que el régimen


oligárquico podría definirse a la vez como liberal y conservador.33 Desde 1880,
la elite gobernante propuso leyes e impulsó obras que significaron la
concreción de los ideales del liberalismo y su difusión en la sociedad Argentina.
Por ejemplo pueden citarse algunas legislaciones en las cuales se observa el
espíritu de separación de la iglesia del estado (antiguo anhelo liberal): la ley de
Organización de la Justicia de la Capital Federal, la ley de Organización
de la Municipalidad de Buenos Aires, el Congreso Pedagógico, la Ley
Universitaria y sobre todo la Ley de Matrimonio Civil y la Ley de
Educación Común 1420.

Por otro lado, al mismo tiempo que se promulgaban estas leyes, el sector
gobernante restringía, como se ha visto, los derechos políticos de los
ciudadanos. En este sentido el sistema impuesto debe ser definido como
conservador a ultranza, porque mantuvo marginada de la participación política
a la mayoría de la población.

“¿Sobre qué suelo se intentaba sembrar la semilla del progreso?


¿Estaban dadas en el país las condiciones para instalar una belle époque a la
criolla? Es fácil responder con más de un siglo de perspectiva; pero en 1880 no
era obvio que aguardaban a la Argentina algunas décadas de crecimiento
económico como nunca nadie había conocido. No es sorprendente que así
fuera, cuando el último censo disponible (el primero en llevarse a cabo a escala
nacional, en 1869) mostraba un territorio bastante desierto y una población con
bajos niveles de instrucción. De acuerdo con las cifras de ese censo, vivían en
la Argentina 1.800.000 personas, lo que para el inmenso territorio nacional
significaba 0.43 habitantes por kilómetro cuadrado, una densidad de población
equivalente a la mitad de la de Santa Cruz (la provincia más desierta) en el año
1991. La tasa de analfabetismo era otro síntoma del retraso: más de las tres

33
Puede entenderse como una contradicción desde el punto de vista de la definición conceptual de los
términos pero puede aplicarse lo de “liberal” a lo económico y lo de “conservador” a lo político.

97
cuartas partes de la población mayor de seis años no sabía leer ni escribir. La
llanura pampeana, lejos todavía de ser el granero del mundo, estaba dedicada
a una ganadería de poca calidad, con predominio del ganado ovino. La
agricultura prácticamente no existía, salvo en los alrededores de las ciudades,
para consumo local; todavía en los años 70 se importaba trigo. Recién a fines
de la década se llevaría a cabo el primer embarque de trigo para exportación,
en lo que un profético Avellaneda caracterizó como el acto más importante de
su período de gobierno. Un obstáculo evidente para el desarrollo económico
era la dificultad para transportar los productos del interior hacia los puertos, y
en este sentido las posibilidades de progreso comenzaron a abrirse con la
paulatina difusión del ferrocarril en la década de 1870.”34

“¿Había en la época un grupo de dirigentes con un proyecto común de


país, con una idea de los medios capaces de enfrentar ese atraso y encarrilar a
la Argentina en el camino de un progreso que otros “países nuevos”
(notablemente, los Estados Unidos) ya estaban experimentando?”35

“Está claro que en muchos terrenos los miembros de la clase política de


ese tiempo sostuvieron posiciones enfrentadas, en ocasiones llegando a
fuertes antagonismos. La tendencia mayoritariamente laica de los gobiernos,
por ejemplo, siempre despertó una oposición tenaz. Se ha dicho de las
disputas en torno a la competencia de jueces civiles para revocar fallos de
tribunales eclesiásticos, en 1881, que “terminó con la relativa unidad ideológica
del sector dirigente”. Tres años después, clericales y liberales se enfrentarían
con más vehemencia con motivo de la ley 1420 de educación pública. En
cuestiones económicas también había desacuerdos. El caso más notorio es el
de la política comercial, objeto constante de un debate cuyos picos se
alcanzaron con la discusión en el Congreso de las leyes de aduanas, en 1876
y en 1895. También pueden mencionarse, entre otros temas de debate, las
polémicas en torno al régimen de propiedad de la tierra, las controversias

34
Gerchunoff, P. y Llach, L.; El Ciclo de la ilusión y el desencanto, Un siglo de políticas económicas
argentinas, Buenos Aires, Ariel Sociedad Económica, 2000.
35
Gerchunoff, P. y Llach, L.; El Ciclo de la ilusión y el desencanto, Un siglo de políticas económicas
argentinas, Buenos Aires, Ariel Sociedad Económica, 2000.

98
sobre el papel del estado, suscitadas en 1887 a propósito de las obras de
salubridad de Buenos Aires y continuadas en los escritos de José Terry, o los
conflictos relacionados al recurrente tema de la política monetaria, que tuvieron
un punto álgido en 1899, al fijarse el tipo de cambio con el que operaría la Caja
de Conversión.”36

La cuestión social

El Proyecto Educativo: la ley 1.420

Todos los historiadores Argentinos, cualquiera sea su ideología coinciden


en establecer la importancia sustancial de la promulgación de la ley 1.420 para
el desarrollo futuro del contexto de la sociedad del país. Como se ha
mencionado en el título anterior, en 1882 se realizó un Congreso Pedagógico
con el propósito de discutir las bases del tipo de educación y de “escuela” que
más convenían al país y por sobre todo: el rol que debía tener el poder público
en el desarrollo de la educación. Con una marcada influencia de
representantes del liberalismo y del positivismo el Congreso llegó a la
conclusión de que la enseñanza en las “escuelas comunes” debía ser: gratuita
y obligatoria, por lo cual debía disponer de presupuesto propio. Se establecen
además la supresión del sistema de castigos aflictivos, el establecimiento de un
número mínimo de asignaturas, la organización del cuerpo docente y la
instauración de normas de higiene y conducta. Se estimó la necesidad de
contar con escuelas rurales, de adultos, de sordomudos y las bases
programáticas y metodológicas de enseñanza. El 8 de julio de 1884 el
Congreso Nacional dictó la ley No 1.420, llamada de ahí en más “Ley de
Educación Común” que incluía el artículo 8 en el cual se establecía que la
educación debía ser laica.

La Inmigración extranjera: transformaciones sociales y proceso de


urbanización

36
Gerchunoff, P. y Llach, L.; El Ciclo de la ilusión y el desencanto, Un siglo de políticas económicas
argentinas, Buenos Aires, Ariel Sociedad Económica, 2000. Pág. 13-15.

99
Gallo y Cortés Conde y Halperín Donghi coinciden en que a partir de
1880, en los años de expansión económica, la elite tradicional, en un principio
integrada casi exclusivamente por familias criollas de terratenientes (elite de
carácter “patricio” derivado de su condición de descendientes de los
fundadores de la patria”), se amplió. Accedieron a ese núcleo privilegiado
nuevos sectores, que algunos llamaron “nuevos ricos”, beneficiados con la
especulación financiera y por las nuevas posibilidades de enriquecimiento que
brindaba el comercio de exportación. Grandes comerciantes, banqueros y
financistas –algunos extranjeros ligados a empresas de capitales externos- se
relacionaron con las familias “patricias” por medio de lazos comerciales o
matrimoniales. De este modo fueron también reconocidos como parte de la
elite.

En las últimas décadas del siglo XIX se registró un vertiginoso


crecimiento numérico de la población del país, que hasta entonces estaba
relativamente poco poblado. La causa de este crecimiento fue la llegada
masiva de inmigrantes de origen europeo. Esta corriente inmigratoria formó
parte de los grandes movimientos de personas que desde diversos países de
Europa se desplazaron hacia otros continentes durante la segunda mitad del
siglo XIX. En muchos casos dejaron sus países de origen por falta de empleo y
por las dificultades que enfrentaban para vivir y en otros por las expectativas de
mejorar el nivel de ingresos y lograr así una mejor posición social en el nuevo
país de residencia. La propaganda estatal de algunos gobiernos y las mejoras
en los transportes facilitaron estas decisiones.

Durante la década del ’70, el estado nacional había procurado atraer al


país la inmigración originaria del norte de Europa (ideas de Alberdi) pero a
partir de 1880 la gran demanda de mano de obra elimina la discriminación
sobre el origen y la ocupación de los inmigrantes. Dadas las campañas de
propaganda, el financiamiento del pasaje y la oferta de provisión de alojamiento
al llegar comenzaron a arribar italianos, españoles, otomanos, rusos, franceses
y portugueses. El ritmo ya había aumentado con la guerra civil de Norte

100
América (6 millones entre 1871 y 1914). Estos, como se ha dicho, fueron
traídos por planificación gubernamental. Se les daba alojamiento gratuito en el
puerto, y se les eximía de impuestos de herramientas y efectos personales.
Pero sobre todo, esta inmigración fue una respuesta a incentivos económicos.
Las oportunidades como criadores de ovejas, arrendatarios, trabajadores
temporales o artesanos y asalariados, eran suficientes para mantener la
afluencia. Muchos lograron una rápida movilidad social. Después de 1870 se
transformó en un movimiento de hombres proletarios. Está muy clara la
influencia de la crisis de 1873 que en Europa afectó directamente a los países
menos industrializados como España e Italia promoviendo la “expulsión” de
grandes cantidades de campesinos pauperizados, generando el fenómeno
conocido como de: push and pull (de Europa son expulsados y de América son
atraídos con promesas y planes que les aseguran una mejor calidad de vida
para sus familias y el progreso seguro).

Entre 1870 y 1929 llegaron a la Argentina alrededor de 6 millones de


inmigrantes europeos, de los cuales algo más de 3 millones se radicaron
definitivamente en el país. Muchos de ellos arribaron con la esperanza de
convertirse en propietarios de una parcela de tierra de cultivo o, al menos,
hallar un empleo bien remunerado en las faenas rurales. Aunque la producción
agropecuaria Argentina se hallaba en esos años en pleno auge, la mayor parte
de los inmigrantes no logró transformarse en propietario de tierras ni afincarse
en zonas rurales. Las mejores tierras para la producción eran propiedad de los
grandes terratenientes por lo que el acceso a la propiedad era muy difícil o
estaba casi cerrado para los recién llegados que además no disponían de
capital alguno. Los inmigrantes que lograron después de 1880 y lograron llegar
al campo lo hicieron en calidad de colonos de las compañías de tierras
vinculadas al ferrocarril o como arrendatarios de propietarios latifundistas. Esto
se facilitaba por la condición estacional del trabajo rural.

Por todo esto es que sostienen Gallo y Cortés Conde que la gran
mayoría de los inmigrantes que llegaron a la Argentina se quedaron a vivir en
las ciudades y se emplearon como trabajadores asalariados en diversas

101
actividades urbanas. Buenos Aires y Rosario ofrecían buenas posibilidades de
hallar empleos dado que se estaba construyendo y remodelando los servicios
de las dos ciudades, existían también cantidad de talleres industriales que
ocuparon cientos de inmigrantes mientras que otros desarrollaron oficios
(zapateros, ebanistas, sastres, relojeros) por cuenta propia.
El desarrollo de estas nuevas actividades en las ciudades originó la
diferenciación de la población urbana en diversos sectores según el tipo de
trabajo que realizaban y el nivel de ingresos que obtenían. Entre 1869 y 1895
aumentó significativamente el número de profesionales que trabajaban en
forma independiente y el número de empleados dependientes que trabajaban
en la administración pública, en empresas de exportación, en el sector bancario
y en empresas vinculadas a los servicios públicos. Estos profesionales y
empleados constituyeron los llamados sectores medios urbanos o clases
medias urbanas. También en las ciudades se fue diferenciando el conjunto de
trabajadores de talleres manufactureros de rubros tales como el vestido, la
alimentación, la construcción y de nuevas actividades tales como la portuaria,
de ferrocarriles o frigoríficos. Estos trabajadores constituyeron los llamados
sectores obreros urbanos y constituyeron el origen de la clase obrera
Argentina.

No debe ignorarse que el enorme crecimiento demográfico provocó


grandes complicaciones a estos habitantes de los centros urbanos. La
capacidad habitacional y los servicios se saturaron rápidamente. Uno de los
indicadores de esta situación fue el incremento del número de viviendas
precarias, denominadas desde ese entonces: conventillos (casas ubicadas en
la zona sur de la ciudad que habían sido abandonadas por antiguos
propietarios que huyeron de la epidemia de fiebre amarilla en 1871), habitadas
casi en su totalidad por los inmigrantes recién llegados. El hacinamiento
provocó también el empeoramiento de las condiciones sanitarias de los centros
urbanos. (Ver Módulo II – Guía Didáctica – Unidad I – Orden Nacional –
Documentos) Los conventillos fueron tan demandados que se convirtieron en
un negocio que explotaban o sus antiguos dueños o comerciantes

102
especuladores que los compraban por poco dinero con el objeto de alquilar las
piezas a familias de inmigrantes pobres.

Como lo afirma David Rock las empresas de tranvías, el mercado de


tierras y la electrificación de la red tranviaria se constituyeron en tres de los
más importantes negocios y transformaciones en la ciudad de la época y
orientaron el proceso de creación y consolidación de los barrios de la misma. El
crecimiento de los distintos barrios y zonas de la ciudad fue desparejo, algunos
crecieron mucho y otros, poco. En términos generales las tasas de crecimiento
fueron mayores en los sectores más alejados del centro y más despoblados
tales como Palermo, Belgrano o Flores. La población de los nuevos barrios
estaba compuesta por obreros y empleados con ahorros e ingresos suficientes
para acceder a la casa propia. Aun cuando los barrios del oeste y norte eran
más caros que los del sur y sudoeste, entre sus habitantes no se adivinó una
diferenciación muy marcada ni por niveles socioeconómicos ni por nacionalidad
de origen. En todos los barrios, aun en los más céntricos y en los más alejados,
habitaban personas de diferentes niveles de ingresos y diversos orígenes.

La situación rural: la “cuestión agraria”.

Siguiendo el análisis económico de Rock las ovejas, la agricultura y los


gringos transformaron la sociedad. La expansión de la cría de ovejas llevó a los
gauchos libres a la periferia lejana, donde desaparecerán como grupo social
identificable. El crecimiento de la agricultura tuvo el mismo efecto y aparecen
reacciones locales contra los inmigrantes, que no se limitaron a los sectores
más pobres siempre víctimas del cambio social.

Hasta los miembros de las clases dominantes se volvieron cada vez más
temerosas de una revolución de inmigrantes, que los desplazaría del poder.
Pero en general, estos deseaban más dinero que poder, y en su situación
fueron lentos en organizarse. Ni siquiera adoptaron la nacionalidad Argentina.

103
El crecimiento de los ferrocarriles en la década del 70, abrió nuevas
tierras a los criadores de ovejas y granjeros. Comienzan las exportaciones de
cereales. Bajan los fletes (vapores). Los productos Argentinos se abaratan en
la competencia con los norteamericanos y australianos. Aumentan los
beneficios para la exportación y por lo tanto la producción. Aumentan también
las importaciones. Se recuperan las rentas y aumenta el crédito. Creció la
economía y el empleo aumentó.

Mientras que la situación en los centros urbanos iba desenvolviéndose


aún con dificultades pero mejorando poco a poco la situación de los
inmigrantes en el campo, los pocos que se habían asentado en él, sufrieron
una problemática diferente pero más compleja y tal vez más injusta aún, a largo
plazo. Durante la primera década del siglo XX, los agricultores colonos y
arrendatarios de las provincias de Santa Fe, Córdoba y algunas zonas de la
provincia de Buenos Aires tuvieron cada vez más dificultades para cumplir con
las condiciones establecidas en los contratos firmados con las empresas
colonizadoras o los terratenientes dueños de las tierras. Además del pago de la
cuota o del canon en dinero, los contratos imponían otras obligaciones, tales
como comprar las bolsas para acopiar el cereal y alquilar máquinas y
herramientas al mismo propietario de la tierra. Para colmo la infraestructura en
el campo era absolutamente precaria y cara y el crédito agrícola inexistente
para la mayoría de los chacareros. Esta situación agobiante comenzó a
hacerse intolerable hacia 1908 cuando se agravó por la baja de precios de
cereales, la peste, el aumento de los precios de los productos de consumo y de
los gastos de la cosecha más la situación de apremio a la que se veían
sometidos por los dueños de los almacenes de ramos generales.

Como consecuencia de lo anterior en 1912 estalló la situación en el


pueblo de Alcorta, provincia de Santa Fe37. Los arrendatarios decidieron utilizar
la huelga como expresión de negociación con los propietarios de la tierra. Los
pedidos fueron claros: la implementación de un tipo uniforme de arrendamiento,
mayores plazos de contratación, rebaja de arrendamientos y porcentajes de
37
El movimiento fue conocido como “El grito de Alcorta”.

104
producción a entregar, libertad para elegir con quien trillar y desgranar. Primero
fueron ignorados por los propietarios pero cuando la huelga se extendió por la
mayoría de las provincias éstos pidieron la intervención del gobierno que se
limitó a establecer una comisión para estudiar la problemática y proponer
soluciones. Las huelgas se sucedieron durante los años 1912 y 1913 y en
algún caso fueron reprimidas por la fuerza pública, se creó la Federación
Agraria Argentina para defender a los chacareros. Poco a poco se fueron
consiguiendo mejoras en los contratos, se impidieron abusos y las condiciones
fueron haciéndose más benévolas. De todos modos, para los terratenientes las
pretensiones de los arrendatarios significaron pérdidas económicas por lo cual
intentaron destruir las organizaciones de los chacareros aunque no lo lograron
y los agricultores salieron fortalecidos de la crisis y agremiados por lo que las
huelgas significaron la irrupción de los agricultores como actores políticos.

El modelo económico: la economía primaria agro-exportadora

Ya se ha establecido que la decisión de los terratenientes de la zona


pampeana de orientar sus producciones económicas hacia la satisfacción de la
creciente demanda de alimentos por parte de los países industriales se
correspondió con una sostenida expansión, de varias décadas, de las
exportaciones de cereales y carnes. A su vez, este crecimiento estuvo
profundamente relacionado con el impacto de la revolución tecnológica en la
navegación, el costo del flete y la industria frigorífica que permitió la
conservación de productos como la carne. Sin embargo la integración de la
economía Argentina a la división internacional del trabajo no se limitó a la
expansión del comercio. Hubieron otros dos aspectos fundamentales para que
dicho proceso ocurriese, en un caso el fenómeno inmigratorio y en otro el
movimiento internacional de capitales externos.

Se ha visto también que la escasez de mano de obra, que no iba a


resolverse simplemente con el crecimiento vegetativo de la población y que
planteaba serias limitaciones a la explotación de la tierra promovió la necesidad
de la incorporación de fuertes contingentes de inmigrantes que llegaron al país

105
entre 1873 y 1914. De un saldo de alrededor de 3.500.000 inmigrantes unos
800.000 se asentaron en las zonas rurales.

En lo que se refiere a los capitales extranjeros, coinciden en su análisis,


Rock, Halperín Donghi y Cortés Conde en que estos llegaron principalmente
desde Gran Bretaña en una primera etapa. En los primeros años del siglo XX
los capitales ingleses representaban el 81% del total de las inversiones
extranjeras en el país. Entre 1885 y 1890, el período en el que se registró el
ingreso del mayor flujo de capitales británicos, los principales destinos de las
inversiones fueron: préstamos al gobierno, ferrocarriles y el negocio asociado
las compañías de tierras. Después de 1890 se notó una disminución sustancial
del flujo de capitales hasta los primeros años del siglo XX. A partir de entonces
y hasta 1914, entre las nuevas inversiones disminuyeron los préstamos al
Estado, se mantuvieron las colocaciones en ferrocarriles y en compañías de
tierras y se registró un notable incremento de las inversiones en el sector
bancario y en frigoríficos.

La agricultura: exportación de cereales

Hasta los primeros años de la década de 1870 la producción de trigo no


resultaba suficiente para abastecer de harina al mercado interno. A partir de
1880 la situación había cambiado: la producción de las colonias agrícolas
satisfacía completamente la demanda nacional. Desde entonces las
exportaciones de cereales crecieron constantemente hasta representar, hacia
1910, algo más del 50% del total de las exportaciones Argentinas.

La expansión de la línea de frontera y la expulsión de los aborígenes


junto con el avance del ferrocarril, que redujo considerablemente los costos del
transporte de cargas y los fletes, facilitaron la incorporación de nuevas tierras
para el cultivo. Además, los gobiernos que se sucedieron a partir de 1880
tomaron una serie de medidas que favorecieron el desarrollo de la producción
agrícola destinada a la exportación, tales como la construcción de depósitos,
elevadores y silos, obras que permitieron mejorar las condiciones de

106
comercialización de los cereales. En las décadas siguientes, las empresas
comercializadoras de cereales tendieron a la concentración y llegaron a formar
monopolios.

Después de 1890, un conjunto de factores determinaron el aumento del


precio internacional del trigo. Rápidamente, el trigo desplazó al maíz y se
convirtió en la producción agrícola más importante de nuestro país. La
producción del trigo se expandió en Santa Fe (el granero del país) y también en
Córdoba y Entre Ríos. En Buenos Aires, en cambio, el trigo no tuvo el mismo
éxito: fue cultivado en algunas zonas aisladas y quedó relegado por la
producción ganadera, que fue la más importante dela provincia. La expansión
cerealera tuvo lugar en un período en el que los precios internacionales de los
productos agrícolas tendían a bajar, pero el volumen físico de las exportaciones
aumentó tan considerablemente que compensó la tendencia descendente de
los precios.

En las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba, el desarrollo de la


agricultura de cereales estuvo asociado con la instalación de las colonias
agrícolas, de inmigrantes primero y las organizadas por las compañías
colonizadoras vinculadas con los ferrocarriles, más tarde. En general, como se
ha visto en lo referido a la problemática de los chacareros, estos colonos
accedieron a la propiedad o producción de parcelas de tierras de entre 33 y 50
hectáreas, los menos, aquellos que consiguieron capital y que los
terratenientes o las compañías les vendiesen , y como arrendatarios la mayoría
de ellos.

En la provincia de Buenos Aires, en realidad en una primera etapa, la


expansión de la agricultura de cereales fue provocada por el aumento de las
exportaciones de carnes. Para mejorar la calidad de los ganados fue necesario
disponer de praderas sembradas con alfalfa para el alimento de los animales.
Para obtener pasturas los terratenientes bonaerenses entregaron tierras en
arriendo o aparcería a inmigrantes con algo de capital para lograr con ello
ampliar la cantidad de hectáreas sembradas con el sistema de rotación trienal:

107
primero se plantaba lino, luego trigo y por último alfalfa. En general cuando los
terratenientes lograban que los campos de aparcería estuviesen sembrados
con alfalfa y que esta estuviese crecida terminaban los contratos de
arrendamiento, recuperaban el campo sembrado y podían entonces utilizarlos
para el ganado. En el caso de los arrendatarios, en general, los terratenientes
les daban la opción de comenzar un nuevo ciclo trienal en otra parcela.
A partir del 1900, cada vez más terratenientes ganaderos decidieron diversificar
su producción y comenzaron a organizar la explotación agrícola por su propia
cuenta y riesgo, a través de empresas capitalistas que contrataban mano de
obra asalariada.

La expansión de la ganadería: criadores e invernadores; frigoríficos

Afirma Rock que desde mediados del siglo XIX, por diferentes motivos,
había disminuido la demanda del tasajo, los cueros y los sebos. Ante esta
realidad, los estancieros habían dejado de invertir en el mejoramiento de los
stocks vacunos.

Sin embargo, el refinamiento de las pautas de consumo de los habitantes


de las ciudades, especialmente de la ciudad de Buenos Aires, planteó a los
hacendados la necesidad de mejorar la calidad de las carnes destinadas al
consumo interno. Con este objetivo comenzaron a organizar zonas de
invernada, que eran campos ubicados en las cercanías de los centros de
consumo en los que la hacienda, fatigada por el largo viaje desde el sur (los
campos de cría estaban lejos de los centros urbanos) se reponía antes de ser
sacrificada. Esta innovación en la organización de la producción vacuna originó
la diferenciación de un nuevo grupo entre los terratenientes ganaderos: los
invernadores. Como consumidores, los invernadores no resultaban afectados
por los riesgos de la producción, manejaban las reservas de stocks y podían
aprovechar las fluctuaciones del mercado. Los invernadores adquirieron un
importante poder económico y se enfrentaron políticamente con los criadores.

108
A partir de 1895 comenzó la exportación de ganado en pie hacia
Inglaterra. Sin embargo, ya en los primeros años del siglo XX, ésta fue
reemplazada por exportaciones de carnes enfriadas, primero, y congeladas,
después. El avance tecnológico permitió superar los obstáculos que impedían
la llegada de la carne en buenas condiciones a los mercados internacionales y
la demanda aumentó. Sin embargo, para estar en condiciones de satisfacer a
los consumidores europeos fue necesario mejorar la calidad de los animales
productores de carne destinada a la exportación. Los ganaderos bonaerenses
intensificaron el mejoramiento de sus rodeos mediante la alimentación y la
cruza con animales finos de origen extranjero. También se extendieron los
campos de invernada al norte de la Capital Federal y en ellos se incorporaron
alambrados, aguadas y alfalfa. En los primeros años del siglo XX, los mercados
europeos no aceptaron más exportaciones de ganado en pie y, desde
entonces, los frigoríficos fueron la única posibilidad de exportación de carne.

Los productores ganaderos frecuentemente se enfrentaron con las


empresas industrializadoras por el precio de venta del ganado. Los primeros
frigoríficos fueron instalados con capitales ingleses. Posteriormente, nuevos
frigoríficos con técnicas más modernas fueron instaladas con capitales
estadounidenses.

“Los primeros frigoríficos fueron de capital británico. En 1882, E.


Terrason construyó en San Nicolás de los Arroyos el primer frigorífico y al año
siguiente se inició la exportación a Inglaterra de corderos congelados. En 1883,
se estableció en Campana el segundo establecimiento frigorífico –
perteneciente a la firma The River Plate Fresh Meat – que, en 1884, comenzó
a elaborar carne vacuna congelada. En 1886, la firma James Nelson and Sons
instaló en Zárate el frigorífico Las Palmas. En 1885 se había instalado en
Avellaneda la Compañía Sansinena de Carnes Congeladas, integrada por
capitales argentinos.

El desarrollo del frigorífico reforzó, una vez más, la dependencia de la


producción con respecto a los puertos (estos establecimientos se radicaron en

109
los alrededores de Buenos Aires, La Plata, San Nicolás y Campana) y dio
nuevo aliento a la producción en la provincia de Buenos Aires, cada vez más
orientada al exterior. Así se consolidó una estructura del comercio altamente
dependiente del mercado externo. Además, hizo que en un perímetro de 300
kilómetros alrededor de la zona portuaria se estableciera un tipo de producción
ganadera más refinada destinada al consumo de exportación. La compleja
relación existente entre demanda externa, puertos, frigoríficos y ferrocarril, hizo
que sólo allí esa producción fuera económicamente redituable.”38

La cuestión del Liberalismo o del Proteccionismo

Se desprende del análisis de J. L. Romero que durante los gobiernos de


Roca y Juárez Celman se plantearon debates constantes con respecto a si
convenía al país adoptar un sistema económico totalmente liberal o si por el
contrario era necesario tomar medidas proteccionistas con el objeto de
preservar cierto desarrollo industrial y evitar la dependencia de las
exportaciones primarias (de valores siempre inferiores a las industriales) con
respecto a las economías centrales, que configuraban nuestros principales
mercados.

Vicente Fidel López argumentó a favor de planes para diversificar la


economía con doctrinas proteccionistas en boga en Alemania y Estados
Unidos. Carlos Pellegrini se manifestó también a favor del proteccionismo pero
con más moderación a la hora de plantear sus argumentos aunque siempre
sostuvo la importancia de diversificar dentro del marco agrario predominante.
(Ver Módulo II, Guía Didáctica, Unidad I – Orden Nacional - Documentos). Un
fuerte grupo librecambista ortodoxo apareció en el debate. La harina, el azúcar
y el vino fueron las únicas “industria nacientes” que los legisladores juzgaron
adecuado proteger, ignoraron completamente la manufactura. La protección dio
un rápido impulso a los “ingenios”. Las provincias circundantes se
transformaron en satélites de las azucareras, proveyendo artículos de consumo

38
Cortés Conde, Roberto; Auge de la economía exportadora y vicisitudes del régimen conservador, 1890-
1916, 1984.

110
y mano de obra. En Mendoza inmigrantes franceses e italianos crearon
pequeñas propiedades alrededor de la ciudad. Surgió una clase media rural y
urbana menor, de carácter similar a la de Santa Fe.

El desarrollo industrial

Para el análisis del desarrollo industrial citaremos las apreciaciones de


Adolfo Dorfman en su texto Cincuenta Años de industrialización en la Argentina
en cuanto a que la expansión de las exportaciones de productos agropecuarios
tuvo un fuerte impacto sobre la producción industrial del país. Por un lado, hizo
posible la instalación de las primeras plantas fabriles modernas; pero, por otro
acentuó la decadencia de las industrias artesanales de las economías
regionales del interior. Hacia fines del siglo XIX, en los principales centros
urbanos de Buenos Aires y la zona literal se instalaron nuevas industrias que
procesaban las materias primas destinadas a la exportación: los molinos
harineros y los frigoríficos se sumaron a las curtiembres y los saladeros.
También se desarrollaron las industrias dedicadas a producir los insumos
requeridos por la producción agropecuaria o los sistemas de transporte, como
los talleres de reparación de material ferroviario y de maquinarias agrícolas.
Además, la gran expansión agro-exportadora produjo un aumento general en
los ingresos de la población y esto se tradujo en un aumento de la demanda de
diferentes bienes de consumo no durable y durable, como los alimentos
preparados y envasados, la indumentaria y el calzado, los muebles, la vajilla y
diversos enseres domésticos.

De acuerdo con lo que sostiene el historiador David Rock puede


resumirse entonces que el crecimiento económico de este período
resultó de tres elementos básicos: las inversiones extranjeras, el
comercio exterior y la inmigración. Antes de 1890 las inversiones
británicas llegaron a la Argentina en dos etapas, divididas por la
depresión de 1870-80. La primera hasta 1873 fue pequeña y tentativa; la
segunda, más importante de 1880 a 1890. El gran símbolo fue el sistema
de ferrocarriles; inaugurado en 1857.

111
Al comercio exterior le ocurrió algo similar. Al mismo tiempo la
población aumentó de 1.100.000 a 3.300.000 en 1890. El gran crecimiento
aplica sobre todo en el litoral. Las crecientes oportunidades de obtener
beneficios atrajeron las inversiones extranjeras, mientras que los salarios
relativamente altos y las perspectivas de movilidad social atrajeron a los
inmigrantes. Ambas cosas fueron el resultado y la fuente de éxito de
Argentina en conquistar nuevos mercados allende los mares, para sus
productos primarios.

Después del auge de la lana se produjo una revolución en la


agricultura Argentina. A fines de 1880-90, Argentina se convertía en un
importante productor mundial de cereales. (trigo, maíz, centeno, cebada),
y un cultivo industrial: la linaza. La expansión de la agricultura hacia
zonas del litoral, resultó de la ampliación del mercado interno, y la
liberalización de comercio fluvial en 1862. Las exportaciones agrícolas
comenzaron hacia 1870-80, y hacia 1900 un vasto cinturón agrícola había
aparecido alrededor de la ciudad de Buenos Aires. Cuando la tierra fue
colonizada por granjeros, se levantaron vallas, se plantaron árboles, se
construyeron molinos de viento y granjas y se cavaron pozos de agua.

La agricultura estimuló un rápido cambio en las inversiones rurales


y las importaciones de bienes de capital agrícola. Aumenta por ejemplo la
importación de alambre de púas. A partir de 1850 varios cientos de
colonias agrícolas, nuevas ciudades y aldeas fueron fundadas. Muchas de
ellas patrocinadas por gobiernos provinciales, que contrataron con
empresarios extranjeros a inmigrantes. Se preparó la tierra para la
colonización, dividiéndola en lotes de entre 30 y 40 hectáreas.
Proporcionaron simientes y animales. Una vez establecidos recibían
subsidios para pagar sus deudas. Compañías privadas de ferrocarriles y
tierras también promovieron planes de colonización. La mayor región
estaba en Santa Fe, en tierras “nuevas”. Esperanza se fundó en 1856. La
zona cultivada aumentó en un millón y medio de hectáreas. Aumentan los

112
kilómetros de ferrocarriles y la población. Rosario se convierte en la
segunda ciudad de la república.

Se creó paralelamente una sociedad de clase media rural, estable y


bien arraigada. Similares centros surgen en Entre Ríos y Córdoba. La
provincia de Buenos Aires siguió siendo, en general, una zona de
estancias indivisas de considerable tamaño. El fracaso en la provincia se
reflejó en parte en la tradicional preeminencia de la ganadería extensiva
en la economía rural, la abundancia de tierras y la escasez de mano de
obra y capital. Esto favoreció a las grandes propiedades territoriales y
detuvieron las presiones para la subdivisión. La expansión y
supervivencia de latifundios, fueron más bien el resultado de los métodos
usados por Rosas para ceder tierras del estado y durante el siglo XIX la
tierra fiscal en Buenos Aires fue considerada, no como un instrumento de
promoción social, sino como una manera rápida de disponer de dinero en
efectivo. En 1859 se vendió tierra para pagar la guerra contra la
Confederación, en 1864 para financiar ferrocarriles o respaldar el plan de
conversión. En 1870 se entregaron a veteranos de la guerra con
Paraguay.

Esta situación contradecía el famoso lema de Alberdi: “Gobernar es


poblar”. Ningún gobernante pudo crear pueblos ni colonias agrícolas.
Cuando se intentó, el gobierno no pedía comprobantes de a quien se
entregaba la tierra y a fines del siglo XIX la tierra de Buenos Aires era
primero y ante todo una mercancía para la especulación. Los
compradores adquirían la tierra al gobierno y esperaban el ferrocarril.
Aumentaban los precios, y los especuladores obtenían enormes
ganancias. Los especuladores nativos tenían acceso al crédito, ya que
tenían otras tierras para entregar como garantías para los créditos.
Obtenían Cédulas del Banco Hipotecario que convertían en efectivo para
comprar tierras. Los inmigrantes, por tanto, no podían comprarlas.

113
Puede convenirse entonces en que la propiedad era un privilegio
reservado a especuladores y magnates, cuyos antepasados se habían
beneficiado con la enfiteusis.

La tierra más apropiada era la costera, donde los costos de


transporte eran menores. Una vez comprada la arrendaban, y obtenían el
beneficio de su apreciación y la renta. Por lo tanto en el siglo XIX se
consolidó el latifundismo excluyendo el centro de Santa Fe. Aunque se
estaba formando una nueva población y hubo acuerdo entre
comerciantes y terratenientes, el resultado fue una sociedad fuertemente
inclinada hacia la oligarquía.

La Situación financiera y las consecuencias de la Gran Crisis Mundial; La


Crisis de 1890

“El área más inestable de la política económica fue la cuestión


monetaria. La historia del dinero durante los años que siguieron a la
organización nacional muestra que la inestabilidad de la moneda Argentina no
es cosa nueva. El descontrol monetario había sido común desde tiempos de la
independencia, lo que no es sorprendente en un contexto de permanente crisis
institucional y estancamiento económico. Más notable es que una vez
consolidada la autoridad federal (...) las dificultades para establecer un patrón
monetario confiable fueran por largo tiempo insalvables. Hasta comienzos de
siglo, los períodos de depreciación e inflación se alternaron con épocas de
convertibilidad y estabilidad de precios y con episodios de apreciación y
deflación. Ya en 1899, W. R. Lawson del Banker’s Magazine opinaba de los
sudamericanos en general:
... siempre tienen problemas con su moneda. O bien es demasiado
buena para uso interno o, como ocurre frecuentemente, es muy débil
para el cambio extranjero. Generalmente tienen demasiada, pero la idea
de ellos es que nunca tienen suficiente...
Y refiriéndose específicamente a los argentinos decía:

114
... alteran su moneda casi tan a menudo como cambian de presidente
(...) Ningún pueblo del mundo tiene un interés tan penetrante en los
experimentos monetarios como el argentino.”39

La situación económica comienza a complicarse durante la presidencia


de Miguel Juárez Celman. Aumentan las especulaciones en tierras y
ferrocarriles. La política se hace inflacionaria y se emite papel moneda que se
deprecia frente al oro. La ley bancaria aumenta la deuda externa Argentina. Se
emiten garantías indiscriminadas para bancos y ferrocarriles. La disminución en
la recaudación de impuestos produjo la inevitable crisis. Las inversiones
británicas se cortan (Baring Brothers), y se desencadenó el pánico. Además,
los precios de los productos exportables comenzaron a bajar. Veamos como se
desarrollaron los acontecimientos.

“Si la administración de Roca había tenido bastante de audaz, la de su


concuñado Miguel Juárez Celman (1886-1890) bordeó, la imprudencia. El
gobierno se embarcó en una política de gasto público ultra-expansiva, que en
un principio se financió con préstamos exteriores. Se estaba llevando a un
extremo la apuesta de endeudarse e invertir por sumas enormes y pagar esas
deudas con los frutos de un crecimiento más rápido en el futuro.

Pero la exacerbada política fiscal fue fatal en combinación con la


endeble estructura monetaria. En 1887 se introdujo un liberal sistema de
emisión que se llamó “régimen de Bancos Nacionales Garantidos”. (...) se
permitía a los bancos que cumplieran con ciertas condiciones emitir billetes
libremente, siempre que estuvieran respaldados por bonos del gobierno, que a
su vez sólo podían ser comprados con oro. Los bancos financiaron estas
compras con préstamos del exterior, que muchas veces resultaron excesivos.
A medida que en Europa el interés por los bonos argentinos fue dejando paso
a un creciente temor por la capacidad del gobierno para cumplir sus
compromisos externos, se desencadenaba un efecto dominó que sería el golpe
39
Gerchunoff, P. y Llach, L.; El Ciclo de la ilusión y el desencanto, Un siglo de políticas económicas
argentinas, Buenos Aires, Ariel Sociedad Económica, 2000. Pág. 45-46.

115
más grande a la política económica, hasta, por lo menos, la Primera Guerra
Mundial.”40

Cuando las reservas metálicas empezaron a agotarse, la prima del oro


se disparó, lo que encareció el costo de pagar la deuda externa, en tiempos ya
difíciles desde el punto de vista presupuestario. Ni las ventas de algunas líneas
de ferrocarriles estatales, como se ha dicho, ni la privatización de las obras
sanitarias de Buenos Aires, pudieron evitar que se recurriera a la emisión de
moneda como forma de financiar el déficit fiscal. En 1889 el gobierno decidió
pagar parte de la deuda en pesos papel y con ello se disparó una desconfianza
generalizada.

Al año siguiente la situación se agravó: se hace imposible pagar la deuda


por falta de créditos nuevos, los precios de los bonos argentinos se
derrumban41 y el valor del peso cae a valores mínimos motorizando una
inflación desatada. El poder de compra de los salarios baja un 50% y la
desocupación afecta directamente a los inmigrantes además de paralizar el
sector productivo.

Como siempre en estos casos la situación política estalla con la renuncia


del presidente Juárez Celman, forzada por la oposición política, sobre todo por
la presión de la Unión Cívica42, una agrupación organizada por Bartolomé Mitre
y Leandro Alem que puso en práctica una modalidad política que no era
habitual en el país: invitaron a los habitantes que no estuvieran de acuerdo con
el gobierno a reuniones públicas. En Abril de 1890 en el mitin del Frontón una
multitud manifestó en contra del gobierno. Finalmente la Unión Cívica con
algún apoyo en el ejército decidió enfrentar al gobierno militarmente el 26 de
julio de 1890. Aunque fueron derrotados, la llamada Revolución del Parque
forzó la renuncia de Miguel Juárez Celman y potenció a la Unión Cívica, luego
U.C.R. al escenario político de la Argentina. La responsabilidad de manejar
40
Gerchunoff, P. y Llach, L.; El Ciclo de la ilusión y el desencanto, Un siglo de políticas económicas
argentinas, Buenos Aires, Ariel Sociedad Económica, 2000. Pág. 50.
41
Por la baja del valor de los bonos argentinos quebró la Casa Baring Brothers en Londres.
42
Amplia coalición de obreros, empleados, artesanos, productores agropecuarios, comerciantes
arruinados, católicos descontentos, sectores medios sin representación que formarán luego la U.C.R.

116
esta situación tan conflictiva cae en la figura del vicepresidente de la república:
Carlos Pellegrini. De acuerdo con la mayoría de los historiadores, uno de los
más lucidos dirigentes de ese tiempo.

“Los ochocientos días de Pellegrini (1890-1892)


estuvieron dominados por preocupaciones económicas
y financieras. En algunos meses, la Argentina había
pasado de ser la estrella del sur que encandilaba a los
ahorristas europeos a un país “poco fiable” cuya
capacidad de pago era seriamente cuestionada.
... La crisis no era, por supuesto, un problema que
afectara solamente a los financistas extranjeros y al
gobierno. La sensación de inseguridad monetaria se
extendió al sistema bancario, y los retiros de depósitos provocaron la caída de
los bancos Provincia, Nacional e Hipotecario. La contracción crediticia afectó
las actividades productivas (...).
De la mano del ministro de Hacienda Vicente Fidel López (...) se habían
dado algunos pasos en dirección a una política fiscal más conservadora. El
presupuesto de los ministerios, los sueldos de los empleados estatales, las
pensiones y las jubilaciones habían sido recortadas. Más tarde se crearon
impuestos (a ciertas exportaciones y al consumo de algunos bienes) y se
dispuso un aumento de los aranceles, que además pasaron a ser pagaderos
en oro (...). También la política monetaria giró hacia la ortodoxia. El sistema de
emisión de los Bancos Nacionales Garantidos fue reemplazado por una
entidad única, la Caja de Conversión, comprometida a una reducción gradual
de la base monetaria. Además se creó el Banco de la Nación Argentina para
ganar la batalla de la desconfianza en el sistema financiero nacional. (...) Se
pusieron límites estrictos al crédito del banco estatal al gobierno.
La mejoría en la situación fiscal, la contención monetaria y la valorización
del peso empezaron a alimentarse mutuamente. El nuevo espíritu de disciplina
económica sobrevivió a la sucesión presidencial.”43

43
Gerchunoff, P. y Llach, L.; El Ciclo de la ilusión y el desencanto, Un siglo de políticas económicas
argentinas, Buenos Aires, Ariel Sociedad Económica, 2000. Pág. 52.

117
A mediados de la década del 90 la recuperación Argentina se hizo
evidente, los préstamos del exterior reaparecieron y la moneda Argentina había
logrado apreciarse con respecto al precio de la prima del oro. Esta apreciación
afectaba la rentabilidad de los exportadores por lo cual se presentaron
proyectos para pasar a un tipo de cambio fijo. A partir de 1903 la Caja de
Conversión comenzó a acumular oro, gracias al restablecimiento de la
confianza y a la mejora de los precios de los productos que se exportaban.

El nacimiento del Partido Socialista y de la Unión Cívica Radical

En 1896, sobre la base de diversas organizaciones obreras de la Capital


Federal y del interior, Juan B. Justo fundó el Partido Socialista (PS). Este
partido se proclamó defensor de los intereses de los proletarios. Su poder
electoral residía fundamentalmente en los obreros pero sus dirigentes
provenían de los sectores medios urbanos y en su mayoría eran profesionales.
Desde el punto de vista económico, el PS apoyó la consolidación y expansión
del modelo agrario exportador vigente, pero sus dirigentes propusieron luchar
para cambiar el patrón de distribución de la riqueza a favor de los sectores
populares urbanos. Con estos objetivos los socialistas buscaron conformar una
alianza urbana entre los obreros y los sectores medios de ingresos más bajos,
como los empleados del transporte, el comercio y la industria. Proponían
reivindicaciones políticas tales como la jornada laboral de 8 horas, aumento de
salarios, reconocimiento del derecho de huelga, regímenes especiales para
regular el empleo de niños y mujeres que gradualmente fueron presentando en
el Congreso Nacional a partir de la elección de diputados socialistas tales como
Alfredo Palacios.

Como lo afirma Rock en su texto El Radicalismo Argentino desde 1890,


la Unión Cívica se consolidó como una organización política de un nuevo tipo
que produjo un cambio en el modo de comprender y hacer política. Sus
dirigentes, aun cuando formaban parte de la elite dirigente, impugnaron la
legitimidad del régimen basado sobre la restricción y el fraude electoral. La

118
revolución de 189044 no logró cambiar los fundamentos del sistema oligárquico:
sólo desplazó a un sector de la oligarquía que fue reemplazado por otro. Frente
a esta situación la Unión Cívica se fragmentó en dos: La Unión Cívica Nacional
dirigida por Bartolomé Mitre y la Unión Cívica Radical (UCR) liderada por
Leandro N. Alem. Mientras los primeros se avinieron al “acuerdo” político con
los conservadores del P.A.N. en el poder (Partido Autonomista Nacional), los
segundos se orientaron hacia la “intransigencia” con el régimen gobernante.
Sus dirigentes negaron la legitimidad política del mismo y mayoritariamente se
pronunciaron por la llamada “abstención revolucionaria” que consistía en
impugnar las elecciones y no convalidarlas presentando sus candidatos. La
figura de Hipólito Yrigoyen que asumió la jefatura del partido concentró el
apoyo de los sectores insatisfechos por la restricción y exclusión política.

Desde entonces, entre la minoría gobernante se acentuó la preocupación


por transformar las reglas del juego para lograr la participación política de
dichos sectores. El mantenimiento de la exclusión parecía más peligroso que
una incorporación política controlada por la oligarquía.
En sus discursos, Yrigoyen se dirigía especialmente a los hijos de
inmigrantes, empleados en su mayoría en el comercio y la administración
pública. Para estos grupos, que consideraban que la elite era la responsable de
sus dificultades para ascender socialmente, la idea del gobierno representativo
resultaba atractiva. Sin embargo debe establecerse, que desde sus orígenes,
en la base social del Radicalismo también se contaban terratenientes de las
provincias de Buenos Aires y el litoral. En realidad el contenido doctrinario de la
ideología Radical se fundaba en la crítica sostenida hacia la oligarquía de
acuerdo con preceptos morales que atacaban la corrupción del régimen y la
exigencia de un sistema representativo.
Nunca los radicales de aquel entonces plantearon la necesidad de una
transformación del modelo económico imperante. Es claro entonces que los
reformadores de 1912 al hacer concesiones en lo referente a la vigencia del
régimen de democracia política y el gobierno representativo jamás llegaron a

44
La revolución encabezada por la Unión Cívica llamada “Revolución del Parque.”

119
considerar que las demandas radicales representaban un peligro fundamental
para los intereses de la elite.

Entre 1904 y 1910 se sucedieron una serie de huelgas y manifestaciones


que exigían el dictado de leyes laborales y presentaban la complejidad de la
“cuestión social”. El gobierno no dudó en reprimir violentamente dichas
manifestaciones, situación que provocó más huelgas y atentados.
Frente a las amenazas que representaban los movimientos de la UCR y
las crecientes manifestaciones de los sectores populares, la elite gobernante
generó un movimiento reformista que potenció a la presidencia de la república
en 1910 a Roque Sáez Peña. El presidente envió entonces tres proyectos de
ley al Congreso. Fueron sancionadas en 1912 y en conjunto significaron la
reforma electoral más trascendente de la historia política Argentina. Una
ordenaba la confección de un nuevo padrón electoral, la otra establecía el voto
secreto y obligatorio45 y se imponía el sistema de “lista incompleta”. (Ver
Módulo II, Guía Didáctica, Unidad I, Orden Nacional, Documentos.)

En los años siguientes, los radicales y los socialistas comenzaron a


participar en las elecciones. Los conservadores no lograron consolidar un
partido político con apoyo popular. El radicalismo, por lo contrario, se convirtió
en el movimiento político más representativo y en 1916 Hipólito Irigoyen asumió
la presidencia de la República Argentina.

45
En términos generales se habla de voto “universal”. Debe aclararse que las mujeres no votaban en aquel
entonces.

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