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Ensayo 1 Análisis cultural

Felipe Caviedes y Vicente Galaz.

El concepto de cultura ha acompañado a la antropología desde sus inicios, siendo este el


principal foco de estudio; es por esto que con el paso de los años, la creación de nuevas escuelas
y la profundización del debate entre ellas acerca de la cultura y la vida social ha terminado en un
número demasiado grande de definiciones del concepto, dificultando su comprensión y utilización
en la antropología más cercana al presente; así es como surge la crítica cultural, la cual nos
habla de como no se debe pensar el concepto de cultura en base a su desarrollo histórico ya
que su polisemia lo ha vuelto débil al quitarle toda posibilidad explicativa.

En esta línea de la crítica cultural, en primer lugar es pertinente poner en la palestra del debate
la forma en que Marshall Sahlins ve la evolución del concepto. Este autor caracteriza el choque
entre dos corrientes de pensamiento antropológicas, la lógica práctica y la significativa, las cuales
datan de la época y discusión dadas por Morgan y Franz Boaz, precursores de la antropología.
Para Morgan, a quien lo podemos entender como uno de los primeros antecedentes de una
antropología materialista, “el pensamiento es reconocimiento, la concepción, percepción, y el
lenguaje, el reflejo de distinciones que ya cuentan con su propia razón. En el esquema de
Mogran, la cualidad simbólica de la cultura ni aparece; las palabras se limitan a ser los nombres
de las cosas” (Sahlins,1998: 64). En este sentido, para Morgan existe en primer lugar la
circunstancia, sobre la cual se desarrolla una práctica la cual es organizada y codificada
(institucionalizada); el lenguaje sería así percepción articulada. Al contrario, Boaz introduce un
elemento subjetivo que es independiente de las condiciones objetivas, ni es una deriva mecánica
de estas sino que es el pensamiento y la cultura los que organizan la forma de ver el mundo.

Esta división sobre la naturaleza del objeto de la antropología entre un utilitarismo, que ve a la
cultura como resultado de la práctica humana y un culturalismo que plantea que es la misma
cultura la cual ni de la modos de actuar, se prolonga con distintas manifestaciones y
ramificaciones al hoy en día. En aquel debate histórico de la disciplina, Sahlins menciona a Leslie
White como un autor donde el pensamiento de Morgan y el de Boaz conviven, aunque sin
unificarse, donde las razones prácticas y simbólicas cohabitan. En esta línea la manera de
experimentar el mundo “no consiste en un simple proceso sensorial, tal como el que podría
derivarse directamente de exponer la realidad a una mirada tecnológica. La capacidad humana
para otorgar significado - para experimentar algo en cuanto significado - constituye otro tipo de
mundo” (Sahlins, 1998: 107). Sin embargo es con el estructuralismo de Levi Strauss que Sahlins
muestra como la relación en el énfasis ecológico de la naturaleza (utilitarismo) y la cultura como
ente organizador de la vida social puede ser reconceptualizada, pero sin hallar aún una síntesis;
“la naturaleza se convierte en cultura no en razón de la existencia de un sistema de equivalencias
que haría corresponder a cada unidad de un dominio una unidad tomada a otro dominio, sino por
intermedio de la integración de cierto número de elementos naturales a un tipo de orden
característico de la cultura” (Sahlins,1998:127). Los significados vienen efectivamente de una
dimensión material del mundo, pero esto ni los determinan al ser aquel concepto un código de
distinciones de la propia cultura en cuestión.
Actualizando el debate tenemos a Sherry Ortner, quien en el año 1984 hace una revisión de la
historia del concepto de cultura para preguntarse hacia dónde debe apuntar la antropología,
encontrando una nueva orientación teórica en emergencia, la cual puede ser entendida como
práctica o praxis, sobre la cual muchas teorías y métodos están siendo desarrollados. Al igual
que Sahlins, realiza un paneo por la historia de la antropología, en este caso desde los años 60’,
en primer lugar hablando de la Antropología simbólica y sus principales exponentes, Geertz y
Turner, de los cuales es importante destacar, en el primero, el introducir la idea de que si bien
los símbolos ordenan nuestra forma de ver, la cultura está en el espacio público y no en la cabeza
de los sujetos. Por su lado, Turner destaca la performatividad de los símbolos, los cuales
producen transformaciones sociales al tener una dimensión pragmática que obtiene su
efectividad desde el código semiótico cultural.

En los 60’ también encontramos otras escuelas, como la ecología cultural de Marvin Harris donde
los pequeños aspectos de la cultura son explicados en términos de adaptaciones o sistemas que
mantienen funciones. Está también la lectura del estructuralismo en que la cultura es entendida
como un sistema de clasificación; sin embargo entrando ya en los 70’ el marxismo cultural
comienza a emerger como la corriente predominante, donde la cultura se entiende como
ideología y tiene un rol fundamental en la reproducción social. La economía política, similar a
esta corriente, introduce por su parte la importancia de la historia y cómo las fuerzas externas
van generando adaptaciones en la vida social.

En los años 80’ ya se empieza a perfilar, a partir de la evolución de la discusión de los años
anteriores, el importancia de la dimensión práctica dentro de l cultura. El enfoque práctico, de
acuerdo a Ortner (1984) es bastante diverso,sin embargo se puede señalar en primer lugar que
se opone a la idea durkheimiana y parsoniana del mundo como constituido por reglas y normas
ya que la práctica tiene una dimensión agencial dentro de ella . Lo que en el fondo la práctica
busca explicar es “el origen, reproducción y cambio de forma y significado de un todo
social/cultural determinado, definido en este sentido” (Ortner, 1984: 149)

Muchas prácticas tienen (intencionalmente o no) implicaciones políticas, las formas de actuar en
el cotidiano se enmarcan en una temporalidad a largo plazo, donde las podemos entender como
reproducción (de normas institucionalizadas) o como producción (acciones orientadas al
cambio). Dentro del enfoque de la práctica la hegemonía, entendida como el constreñimiento a
la acción de los sujetos, es sumamente relevante, sin embargo, desde esta posibilidad de
entender a la acción como reproducción o producción demuestra que la hegemonía es más débil
de lo que parece (Ortner, 1984). El cómo la práctica puede paulatinamente cambiar la forma del
sistema es explicado por Sherry Ortner (1984) desde un modelo propuesto por Marshall Sahlins
donde el cambio se entiende como una falla en el sistema de reproducción, la cual está dada por
la aparición de formaciones contraculturales donde el desarrollo de la acción se trata más de
convertirse en algo (una dinámica de movimiento) que de recibir (una dinámica pasiva ante la
hegemonía).
En síntesis, el enfoque de la práctica devuelve al debate de la cultura y a la crítica cultural la
dimensión agencial de ella misma; donde son los espacios cotidianos y rutinarios los que están
constantemente viviendo aquellas acciones.

Sewell (1999) también se hace parte de la crítica cultural al señalar que el concepto de cultura
debe ser trabajado y clarificado para recuperar su dimensión explicativa. La cultura para este
autor debe ser entendida también en una doble dimensión semiótica, en primer lugar es una
categoría de la vida social (comportamiento aprendido que crea significados, con una dimensión
de agencia, simbólica y práctica),pero por otro lado refiere también a las creencias y prácticas
del mundo. En este sentido,si bien en disciplinas como la sociología la distinción entre estructura
y agencia toma relevancia, en antropología no lo es tanto ya que entender a la cultura como
sistema de significados y símbolos no se opone a entenderla también como una práctica. La
concepción de la cultura como un sistema semiótico implica no solamente el tener la capacidad
de reconocer los códigos de la cultura en que el sujeto se encuentra inmerso, sino también la
capacidad de utilizarlos y ponerlos en práctica en acciones que apunten bien a la reproducción
del sistema o a su modificación. La dimensión cultural de la práctica puede ser entendida según
Sewell (1999) al pensar en la cultura como un sistema, donde se considera esta dimensión como
autónoma al ser un orden distinto del económico y el político y al ser sus significados formados
y reformados de manera transversal respecto de las otras esferas sociales.

La cultura debe ser entendida para Sewell (1999) como una dialéctica entre sistema y práctica,
entre un sistema de símbolos y una dimensión autónoma de la vida social., es orden en tanto
que desorden, es conservación en tanto creatividad y son de esta manera interdependientes e
inseparables. Sin embargo, Sewell a pesar de adscribir a esta concepción de la cultura como
constructo teórico hace hincapié en la necesidad de no exagerar el papel integrador de la cultura.
Si las teorías y específicamente las etnografías de principios de siglo la consideraban un agente
integrador de la vida social los antropólogos contemporáneos harán énfasis en considerarlos
como “mundos de sentido contradictorios, apenas integrados, en disputa, mutables y altamente
permeables” (Sewell, 1999:53). Se pondrá el acento en destacar la cultura como constantemente
atravesada por conflictos y jerarquías tanto en el conocimiento de la misma como en la capacidad
de modificar el sistema en su conjunto, críticas que derivarán de los acercamientos que relevan
las “segregaciones de raza, clase y género” (Sewell, 1999:54).

En esta misma línea Jeffrey Alexander y Philip Smith (2001:136) afirman que toda acción está
enmarcada en un horizonte de significado, sin embargo, hay dos formas de entender esto, una
es desde la sociología de la cultura, donde se establece que la cultura es una variable
dependiente, es decir, se explica por algo aparte y fuera de su dominio de significado; por otro
lado la sociología cultural plantea que esta es independiente, y por lo tanto explicativa en sí
misma. Emerge de aquí la idea de crear un strong program (programa fuerte) para la ciencia
social, dentro de la cual la sociología de la cultura sería parte de un programa débil en el cual la
cultura es un ente ambivalente y variable , mientras que la sociología cultural nos permite crear
aquel strong program al indagar en el fuerte rol que tiene la cultura en la vida social (Alexander
y Smith, 2001:)
El strong program va de la mano con la descripción densa que propone Geertz de los símbolos
que constituyen las redes de los significados sociales. La idea del programa fuerte permite
analizar distintas corrientes a lo largo de la historia de las ciencias sociales y ver en qué medida
estas pueden aportar en su construcción; así es como por ejemplo, al comentar el trabajo de
Parsons, Alexander y Smith señalan:

El funcionalismo parsoniano puede ser tomado como insuficientemente cultural, como denudado
de musicalidad (...) el trabajo de Parsons carece de una dimensión hermenéutica relevante.
Mientras la teorizaciń de que los valores son importantes, ni explicó la naturaleza de esos mismos
valores (...) el resultado fue una ingeniosa teoría de sistemas que se mantiene hermenéuticamente
débil, demasiado lejos del tema del a autonomía para ofrecer un programa fuerte. (Alexander y
Smith, 2001:139)

Dentro de los programas débiles se pueden encontrar las ideas de Gramsci, donde las formas
culturales son reducidas a manifestaciones de hegemonía (similar a Parsons al invocar
influencias abstractas para explicar acciones empíricas) o los trabajos de Bourdieu y Foucault,
demasiado centrados en la dimensión de la reproducción cultural: “el problema clave del método
genealógico de Foucault es su insistencia en que el poder y el conocimiento están fusionados
en poder/conocimiento. El resultado de esto es una línea reduccionista de razonamiento, similar
al funcionalismo donde los discursos son homologados con instituciones, flujos de poder y
tecnologías” (Alexander y Smith,2001: 142). El último programa débil que comentan los autores
refiere a la “producción y recepción de la cultura” donde es la falta de desarrollo teórico su
principal obstáculo para contribuir a la creación de un programa fuerte. Por el contrario el strong
program permite desestabilizar ideas sumamente naturalizadas acerca del mundo social, así es
como, por ejemplo, Archer (1998: desestabiliza la idea de la sociedad como un todo coherente,
caracterizándola como un mito de integración cultural, la cual no existe en la práctica al ser la
cultura un campo conflictivo en el cual distintos actores tienen sus intereses y los enfrentan entre
sí.

Siguiendo la línea de Geertz, el programa fuerte debe tener a su centro la explicación de


significados mediante la autonomía cultural, para lo cual es necesario construir una teoría de la
cultura que permite una mayor comprensión de la estructura social y las dinámicas institucionales
(Alexander y Smith,1991). En antagonismo a autores como Althusser y Foucault donde las
problemáticas de causalidad y autonomía entraban en círculos y espirales de divagaciones, el
pragmatismo americano de Alexander y Smith (1991) busca clarificar el discurso de la ciencia
donde los juegos del lenguaje pueden ser simplificados en afirmaciones más simples, donde se
ven actores que traducen estructuras culturales en acciones e instituciones concretas.

De esta manera la propuesta de análisis cultural de Alexander y Smith (el Strong Program)
parecieran ser las mas adecuadas para abordar los problemas de la cultura, al considerar a esta
como una variable independiente con autonomía relativa. Ahora bien, no puede quedar fuera de
esto las críticas que se han hecho al concepto de cultura anteriormente: las consideraciones
respecto de la diversidad de distribución de los contenidos culturales dentro de un mismo grupo
deben ser tomadas en cuenta al momento del análisis, así como las consideraciones respecto
de la integración leve que la cultura presenta, el conflicto inherente a ella y la mutabilidad y
permeabilidad a que está permanentemente sujeta.

BIBLIOGRAFÍA

Alexander, J. & Smith, P. (2002). The Strong Program in Cultural Theory: Elements of a Structural
Hermeneutics. Handbook of Sociological Theory, edited by Jonathan H. Turner. Kluwer
Academic/ Plenum Publishers, New York.

Archer, M. (1988). Cultura y Teoría Social. Ediciones Nueva Visión SAIC. Buenos Aires,
Argentina.

Ortner, S. (1984). Theory in Anthropology since the Sixties. Comparative Studies in Society and
History, Vol. 26, No. 1. pp. 126-166.

Sahlins, M. (1976). Cultura y razón práctica. Editorial Gedisa S.A. Barcelona, España.

Sewell, W. (1999). The Concept(s) of Culture. En Beyond the Cultural Turn. University of
California Press, Ltd. Londres, Inglaterra.

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