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Colección Trigueros de León ALBERTO MASFEPRER

Volumen N" 5

P¡imera edición
San Jos€/ Co6ta Rica, 1922
_
Quinta edición
Dirección d€ Publicacion€s e Impi€sos
San Salvado¡, 1998

P¡imela ¡eimpresión
Dirección d€ Publicacion$ € Imp¡esos
UN¡, vm¡, EN EL CINE
San Salvador, 1999

Segunda reimpresión
Di¡€cción de Publicaciones e Impresos
San Salvadoa 2003

863
M3%u Masfere¡ Albérto 186&1932
Uná vi<tád él ci@/Alberto Msfeffi. -' 1¿ ed. Sá¡ Sálvador,
-
slv El Salv.: DiRión de Públicacione e lrnpeós, 2m3.
104 p, ;18 cñ. - (Colsción TriE{erce de Leónj v, 5)

ISBN 99?,rG11&X

1, Netiva safta;oEiú- 2. Nwela s¿tvadoréna- r. trtuio,

lúrpreso en sus talleres


ConsEo Nacional para la Cr¡ltum y el Arte
CONCULTURA
17 Av. Sur N" 430, San Salvador,
El Salvador, C. A.
Tels.t (5ü3) 222-9152, 222-0éé5, nL1806
Faxt 277-1071.
Nora rpttoruaL

I fñAwDA en el cine, felíz incarsión nooelíslica


aJile Alberto Masferrer, es muy poco conocida.
Su autar hn tenído mayor difusión m lo refermte a
.t:.' su pensamiento políüco-flosófm, quedando
rezagada su producción utrictammte literarin de la
cual Una vida en el cine, posiblemente sm una de
las más esmciales.
El punto focal de la not¡ela es la extraña relación
de dos personajes, un oiajero fnés y una dama
salaadoreíia, m una sala de cine a principios de
sigla. Esta relación desmtraña la estrechez de un
medio en donde la mujer es un elanento decoraüoo,
mero objeto que al transgredir las leyu que el mismo
medio irnpone, se encumtra mn el silatcio y el
desprecio. La relación de la pareja alcanza
intensidad, pero hny sucesos hnpreoistos, sEaración
y oiajes. El lectnr no podrá nvnos que conaertirse en
cúnplice de lo que se dice en uta nouela.
fn diciembr e de 191,4, Enrique Holland,
-tprof"*, de idiomas a quien había conoci-
do y tratado lntimamente en Parls, tres'años
antes, me confió algunas páginas del diario
lntimo de su amigo Mchel Andrewsky, para
que, a toda costa, las entregara, en propia
manq a doña Iulia de Stoffel, enSan Salvador.
Cumpliendo la voluntad de Andrewsky,
había intentado Holland, hacer él mismo
dicha entrega por medio del correo; pero de
aqul le devolvieron las cartas, con la anota-
ción de 'fno entregadas, por desconocida";lo
cual movió a Holland a darme el encargo de
traerlas. Llegado aqul, no me costó mucho
convencerme de que, en efecto, nadie conocla
a Julia Stoffel Adiviné que éste era ü¡ seudó-
nimo, bajo el cual, la delicadeza de un aman-
te caballeresco, habfa ocultado el verdadero
nombre de una mujer amada y respetada.

71.
Tras de muchas indagaciones que me castellano, para aumentar asl las probabili-
ocuparon hasta 1918, llegué a saber que entre dades de que llegue a manos de Julial.
1975 y 791.6, numerosas familias salieron de Si mi propósito no falla, |ulia me deberá
aqul para Estados Unidos; que algunas ya no una de las tristezas más dulces que Puede
regresatorL y que de una de ellas, no se cono- sentir un corazón adolorido: leer las hltimas
cla la residencia, ni se tenla noticia alguna palabras de uno que murió recordándonos.
que pudiera inducir a presumirla. Esta fárni-
lia era, probablemente, fulia y su niña.
Aguardé todavla un año en espera de
datos más precisos; pero todo lo que pude
saber, y esto por vagos decires, fue que cier-
ta señora había vendido todos sus bienes
antes de irse; que no tenfa o no reconocla
parientes, y que a nadie habla hablado de su
viaje ni de su paradero.
Con esto, y por el contenido del manus-
crito que me confiara Holland, comprendf
que lulia habla partido con la resolución de
no volver, y de cortar, además, toda relación
con un medio social que sólo dificuttades
podla ya ofrecerle.
No se halla fácilmente a quien no quiere
ser hallado. Esta reflexión, y el deseo de cum-
plir mi promesa, me decidieron a publicar el
1 He dejado sin traducir algunas ftases que están en inglés
manuscrito de Andrewsky; traduciéndolo al en el original

12
Dnruo fNrrMo DE
Mrcnsr ANonswsKY
I

i alguno, pot azaL llegara a lee¡ estas


páginas, hallarla un enigma en el nombre
que les he dado.
¿He querido decir que en aquellas fuga-
ces horas que pasé con julia, viendo una pell-
cula en el cine, desentrañé y comprendl su
vida? ¿O bien que la mfa perdió desde enton-
ces su serenidad y su fuerza, y fue contagia-
da de un dolor perenne, el de la esperanza
que no puede ser realizada? ¿O bien que ese
dolor intenso, manantial de tristeza, lo fue
también de pensamientos elevados que puri-
ficaron y espiritu alizaton mi vida?
¿Qué libé yo de aquella flor? ¿Fue miel...?
¿Fue hiel?
No sé... A veces, mi corazón dice: fue la
dicha. A veces, fue el dolor... ¿Qué fue?
No lo sabré sino en el instante de morir,
cuando la luz extraterrena alumbre todos los

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senos de mi alma. Entonces veré lo que habla II
en ella antes de que la fuz cruzata por mi
cielo, y Io que hubo después, cuando la divi-
na exhalación se desvaneció...

'lf-r\aban aquella noche (19 de abril de 191'2)


l-rl"t ,"goiao episodio de La Diosa.
El prlblico vela fascinado las bellas escenas
en que Celestia, la pobre muchacha ingenua,
sin otras aflnas que srr fe, su candor, la trans-
parencia de sus ojos, 5r aquel arnor que eñütna
de todo su $er, va transformando los hogares
entenebrecidos por la miseria o el crimen, en
tranquilas mar¡siones de paz y de trabajo.
Se adivinaba que los pensamientos de mil
espectadores convergían en una sola idea;
que en la. mente de cada uno lucla un alco
iris, y que en todos los corazones palpitaba
una dulce soqpresa, que podla traducirse asl:
¡Y todo eso puede hacer el amor!
Yo también me ag¡taba, oscilando entre la
sonrisa y las lágrimas, y recordando mis años
juveniles, cuando mis ojos e¡an así de llmpi-
dos como los de Celestia; cuando yo también

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16
tenía un alma, y encontraba fácil reedificar la no; pero Ud. no está bien; ¿por qué no deia
vida. Estaba embelesado, sintiendo que todo que le sirva?
el mal humano es, en realidad, inconsistente, Sin duda habla en mis Palabras un tono de
y que el amor podría disolverlo con tal facili- respeto y sinceridad que la imPresionó e1 mi
dad como el sol que se eleva disuelve las ras- favbr, porque desPués de un instante de silen-
treras nubes de la llanura. cio se volvió hacia ml, y respondió amable-
De aquel éxtasis vino a despertarme un mente. -Sl, sufto a veces, aquí en la frente,
hondo suspiro; tan desolado y lamentablg algunas punzadas muy fuertes. Olvidé que
como si se hubiera roto el pecho de donde se esiaba en el teatro y me quejé como si estuvie-
escaPara. ra en mi casa. Dispense que le haya distraldo.
Cerca de mí, separada sólo por la barandi- En verdad, Yo senla más interés Por
lla del palco, estaba una mujer bastante joven hablar con la joveh que por ver la pantalla, y
todavla, atrayente y afuosa. Era la misma que eso que la escena era emocionante y sugesü-
habla llamado mi atención varias noches va: era el pasaje en que Femando, el repug-
antes, y a la cual, sin darme cuenta, me habla nante truhán que vive de la trata de blancas,
ido acercando cada vez más. A su lado, una se convierte en un muchacho horuado y sim-
niña de unos siete años, vacilaba entre atender pático, con sólo haber oldo las palabras, y
al dolor que adivinaba en su madre o a las visto la sonrisa de Celestia.
sonrientes escenas de la pantalla. Un aplauso largo y estruendoso coronó el
-¿Usted se siente mal, señora? insinué. final de aquel acto. Encendieron los focos
¿Permite que le sea ritil en algo? eléctricos, y pude examinar atentamente a mi
-No nad4 contestó la jovery co4 acen-
es vecina.
to que no alcanzaba a disimular su tristeza; Tendrla veintiséis años; era alta, morena,
muchas gracias. de oios negros y Penetrantes; cejas pobladas,
- Señora, insisü, perdone si soy importu- casi rectas y bastante unidas; orejas muy visi-

18
I

bles, y marcadas arrugas hacia las comisuras usted eso? Todas las
de la boca. Miraba fijamente, con mirar alta-
- ¿Pero por qué dice
jaqueca, las mías sue-
mujeres sufrimos de y
nero; y su sonrisa era desdeñosa. len ser atroces; Por dicha que son breves'
Parecla absorberse en la lectura de los
-Ob la interrumPl, no es la cabeza la
extravagantes anuncios del telón; pero a rnl, que le duele a usted ahora, sino.'. ¿Permite
que la vela tan de cerca, no podla ocultarme que le diga mi persamiento...? ¡Me apenarla
los sollozos que se le anudaban en la gargan- tanto ofenderlal
ta, ni su respiración entrecortada y casi Vi en su mirada afable y curiosa que no le
angustiosa. Hubo un momento en que ya no disgustaban mis palabras y continué: -No
pudo fingir, y dejó escapar algunas lágrimas, extruñe que yo lea un poco en usted; soy
que oculté escondiendo sus ojos tras el aba- médico; he visto bastante la vida, y conozco
nico. Viéndola que sufrla, me senú angustia- el dolor; rara será la pena que yo no sea
do y ansioso de consolarla. Y también feliz; capaz de comprender... La de usted...
feliz de que aquellas lágrimas me dieran oca- no sin cierta iro-
sión de mostrarle mi simpala.
- A ver, me respondió, mi
nla, dlgame, pues, ¿cuál es Pena?
- Señora, le dije, no me crea usted indis- -En detalle, no sabrla decirla; Pero en
creto; soy extranjero; no conozco aqul a conjunto sl: sufre usted de lo que sufren
nadie; dentro de poco habré marchado, y no muchos aqul en este momento; de lo que
podría hacer mal uso de su confianza. Siento sufro yo mismo; sufrimos de considerar la
un vivo deseo de serle rltil. Usted suf¡e. distancia entre el alma de Celestia y la nues-
Sospecho que nadie la comprende aqtl, y tra... ahdra tan desemejantes, cuando en ótro
usted necesitarla... tiempo se Pareclan tanto. En usted ese dolor
La joven alz6la cabeza, y con voz que la es más intenso, Porque usted se le parecía,
emoción nublaba todavla, contestó, esforzán- sin duda, más que nadie... Usted, como
dose por sonrelr: Celestia, tuvo un alma celeste, y ahora, al

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mirarse el alma, no la encuentra como era... Sin contestar a mi Pregunta, interrogó a
es otra... aquella ha huido, o duerme... su vez:
no soy indiscreta?
(Bajaron el telón y comenzó el acto tercero). - ¿De dónde es usted, sihace muchos años
-No; contestó distraldamente, como si -Soy finlandés; pero
hablara para ella sola, y exaltándose al oue no he vuelto a Finlandia.
días'
hablar. -¡No ha huido ni duerme, sino que -Usted habrá llegado hace pocos
murió!... ¡murió, y fue olvidada...! Porque yo no le había visto, y aqul, si llega
Después, tras un breve silencio, y
con un extranjero, en seguida se nota.
del Divisadero,
tono irritado: -¿Pero qué puede usted - Asl es; acabo de llegarSoy el médico de
saber? ¿Por qué dice usted que estoy sola? un mineral de LJltralempa.
¿Quién le habló de mí... horrores, sin duda, la Compañla, y allá he pasado tres años'
como siempre? Aqul aguardo un vaPor que me llevará a San
Francisco, y de alrl seguiré para Europa.
- Nadie me habló de usted. Van seis
noches que la veo ahl, sola con esa niña. - ¿Y es usted médico? y algunas veces
Nadie ocupa el palco que sigue, como si evi- - Sl; médico del cuerpo,
taran su compañla, y éste en que estoy ahora del alma. Por 1o menos Procuro serlo. Soy lo
yo, queda también desocupado. No saluda que llaman ahora un psicólogo. Estudio la psi-
usted a nadie ni repara en nadie; aguarda a cologla en los libros, y principalmente en la
que salgan los demás para salir usted, y vida.
viene antes que los otros. ¿No indica eso ais- Callé, y mi vecina se volvió, atenta, hacia
lamiento, ruptura con las gentes? Y luego, el telón.
sus ojos, su acento, sus sollozos... cualquiera En la pantalla acababa de aParecer
adivinarla, aun sin sentir una simpaÍa tan Tomás, el héroe del drama; un muchacho
grande por usted... ¿no es verdad que yo he fuerte, esbelto y sencillo; semejante a un
adivinado? hombre que tuviera siemPre el alma como de

22
niño. Las miradas de todas las mujeres se gola y se va, sencillamente, a pasar la nochg
posaban en é1, placenteras o apasionadas, bajo los árboles? Lo que es en mi pals no
como si contemplaran realizado el ideal de encontrará usted un hombre asl; al contrario,
un hijo, de un novio o.de un hermano. trataría de practicar inmediatamente el a-fo-
-Señor... ¿cómo es su nombre? rismo "de por la razón o Por la fuetza"
-Es posible, señora;yYo no conozco
- Michel Andrewsky, señora.
mucho a sus comPatriotas, no suPongo que
-Señor Andrewsky, ¿cree usted que
haya en alguna parte, .hombres ast como sean más virtuosos que el resto de los hom-
Tomás? bres. Pero en otros pueblos, el caso no es tan
excepcional. Si alguna vez va usted a Lieja o
-¿Por qué no? En Suecia, usted lo sabe,
la gimnasia ha perfeccionado 1a raza. Pero a Lausana, le contarán que algunos estudian-
sin ir tan lejos, ahí no más en Estados Unidos, tes rusos viven en el mismo cuarto con
hallarla usted algunos hombres admirable- muchachas de su pals, sin más división que
mente formados. urn simple mamPara, y sin otro vlnculo que
ser compañeros de estudio' Y no solamente
-De cuerpo, sl; pero, ¿y el alma? ¿Ha
conocido usted alguno asl como Tomás? no las importunan, sino que las ProtegeD
como si fueran sus hermanas'
-Hasta ahora, no me parece que Torrás
sea un héroe. - ¡Parece increlble...! ¿La raza y el clima,
-Un héroe, noi pero es algo mejor, más sin duda?
hom-
deseable... no sé cómo decirlo... algo que val- -No, porque también en Rusia haycon las
drla más que la vida diaria... bres muy brutales en sus relaciones
-No comprendo... mujeres. Es, sobre todo, cuesüón de a qué
objeto consagra uno su vida. Cuando se vive
- ¿Olvidó usted el episodio anterior?
¿Olvidó que cuando Celesüa le llama aden- para cumplir ciertos propósitos desinteresa-
tro de la cabaña, para ir a dormir, él la deja áos y graves, no se piensa sino en alcanzarlos.

24
Ese es el caso de los estudiantes rusos y de sus No sin grande emoción pude resPonder:
compañeras: llegan a Euopa, a prepararse -No; ha sido de intento. de ml,.
.

para uru lucha que, casi siempre - ellos 1o -Usted parece saber algo ¿cómo
saben- acaba en 1a prisiór¡ en el destierro y es posible, si a nadie conoce?
hasta en la muerte. Con tales pensamientos y -Yo mismo la he observado durante
tal certidumbre, se comprende que piensen varias noches.
rlnicamente en su misión. De esa rnanera, el -¿Y por qué?
senla atraldo a
respeto a sus compañeras les resulta una vir- - eotqr.t"... no sé... me
tud accesible y nada heroica. contemplarla, y pensaba en usted, asl, natu-
La joven suspiró. -Es hermoso eso que ralmenti, como si se tratara de una amiga"'
usted me cuenta, dijo. Por haber conocido a Tras de breves instantes de silencio, la
un hombre así, por haber merecido su arnor, ioven continuó: - ¿Quiere usted saber algo
valía la pena de pagar con la vida... de mí? Es posible que halle usted en mi vida
La pellcula segula desenvolviéndose con algunos dátos que le sirvan para estudiar a
más o menos interés, provocando la griterla lai mujeres de este pals. Eso interesarla a sus
de los muchachos y los comentarios de los aficioíes de psicóiogo' Si esto le agrada,
adultos, pero sin emocionar realmente a venga todas las noches mientras den esta
nadie, sino cuando Celesüa o Tomás entra- r"tá Fdt"tt arln cuatro noches; siéntese afu
ban en escena. Mi vecina parecla embebida donde está, y no dé muestras de fijarse
en el drama, aunque sospecho que su pensa- demasiado en mí' Como los chicos meten
miento estaba en otra parte. Mnutos antes tanto ruido, podremos hablar tranquilamen-
de concluir la velada, se volvió hacia ml, y te. Además, Ái usted no se rle de mí, hablare-
con tono inquieto y receloso me dijo: mos en francés. Yo lo hablo atrozmente; pero
asl hay la ventaja de que nadie nos entenderá'
-¿Por qué ha tomado usted este palco? no
¿Fue casualidad? - Señora, resPondl emocionado, Pue-

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de usted imaginarse el bien que me hace.
Tenga la certeza de que sus confidencias no
serán divulgadas.
- ¿Divulgadas? Y aunque lo fueran; 1o
que voy a contarle es más o menos lo mismo
que podrían declrle muchas mujeres de mi
clase; sólo que ellas no sienten necesidad de
hablar de estas cosas, mientras que yo... T_:fasta donde puede alcanzar mi previ-
Hasta mañana, pues, señor Andrewsky.
I lsión, estos recuerdos no serán publica-
dos. Son memoriás lnümas, destinadas a un
Y se fue, llevando de la mano a la niña; solo lector, que soy yo mismo. Cuando se
sin mirar a nadie, y contestando apenas a los
acerque mi hora las quemaré, y para el caso
escasos saludos de los hombres. Las mujeres
de que un accidente inesperado me impidie-
aparentaban no verla.
ra destruirlas, mi amigo Enrique Holland eie-
cutará mi voluntad, como 1o podrla hacer yo
mismo.
Sin embargo... ¿por qué no acariciar esta
quimera? Una vaga esperanza me dice que
tal vez,. por una extraña combinación del
azat, estas páginas se salvarán de mí y de
Holland... que tal vez llegarán a manos de
fulia... y entonces ¡ella sabrá cuánto la
amaba!
Bien sé que esto no tiene sentido, y que
sería un prodigio que fulia llegara a leer estas

n
memorias. Pero ¿qué corazón amante renun-
ciará jamás a la esperanza de que un día la
mujer adorada conozca su secreto?
En verdad, yo amé a fulia desde el ins-
tante en que la vi. Estoy cierto de que fue en
aquel mismo instante, aunque de ello no tuve
conciencia sino cuando me habló, aquella la noche siguiente, cuando ya la aten-
noche, ofreciéndome sus confidencias. Estoy
ción del pfrblico, el estruendo de la
cierto de que ella también me amó, y que en marimba y el bullicio de los muchachos,
aquellas cuatro veladas frrúcas, fugaces como alcanzaron su intensidad máxima, fulia
relámpagos, nuestras almas se .unieron y se comenzó así su relato:
comprendieron... -¿Ya usted notada que estoy excomul-
gada?
El destino hizo que ni siquiera pudiéra-
mos hablar de aquel amor. Muda la boca, -Sl, Julia.
-¿Vio usted que las mujeres no me salu-
todo refluyó al corazón, y cada uno cultivó
tristementé en su jardín secreto, la pálida dan? Fingen no conocerme, aunque la mayor
rosa de los recuerdos... parte son antiguas compañeras de colegio'
-¿Y por qué entonces..-?
- Porque yo no.soy una muier honrada.
- ¡Que no es honrada usted! ¿Qué quiere
usted decir?
-Qttizá me exPreso mal; quiero
decir
que no soy una Persorvr decente'
-¿Pues en qué consisten aqul la
honra-
dez y Ia decencia?

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En una sola y suprema virtud: en... tengo cuidará poco o nada de sus hijos, y se meterá
que expresarme crudamente, Andrewsky. en cualrta bajeza o vulgaridad le reporten
¿Qué irá a pensar usted de m1...? ¡Qué locura
dinero o distracción... y no Por eso dejará de
la mla en hablarle a usted de eso! ser honorable.
Por supuesto, la realidad de la tal virtud
- Hable usted, Julia, como si hablara a un sólo interesa al marido; para la sociedad,
hermano.
Después de vacilar un tanto, continuó: basta con que guardemos las apariencias; con
no sufra un que no demos escándal.os. Si no hay escánda-
-Consiste.,. en que el marido
desengaño la noche de bodas, y en que luego lo, ya puede uno cambiar de afectos a discre-
no tenga motivos para sospechar que un ción. ¿Ve usted aquella señora, allá en el
extraño participa de su heredad; Esa gracia segundo palco de la izquierda? Pues ésa irá
camal, que en otros Pueblos serla simPle- derecho al cielo, si es verdad que merecen
mente una virtud, aquí es la virtud. Quien la perdón las que han amado mucho. Esa ha
tiene, o sabe aparentarla, es una mujer hono- amado tanto, que hasta su marido participó,
rable. de tarde en tarde, de sus favores. Era obsce-
No crea que se nos pide virginidad de na, intrigante, venal, inagotable para calum-
alma, no; que el cuerpo esté bien, y aunque el nias y chismes. Pero nunca dio escándalo, y
alma sea un pudridero. Nuestros señores del fue, y sigue siendo una señora honorable...
serrallo son hombres prácticos; no les gusta Así pensamos en estas tierras.
más que lo positivo (esta era la frase favorita -¿Pero qué tiene que ver eso con usted,
de mi marido). Pues biery una mujer decenfe Julia?
es aquella que tiene y mantiene la gracia de -Mucho. Comel una falta enonne; una
satisf acer ese... positivismo. de esas faltas que no tienen perdón entre
Fuera de eso, defraudará a sus criados, nosotros. AI morir mi marido (me casaron
explotará los vicios, jugará, será usurera, se con él por conveniencia) me sentl libre, con-

32
tenta, y no me cuidé de ocultarlo. Cuando rré ni me fingl inconsolable. Unos pocos dlas,
nos casamos/ no me era antipático, y aun naturalmente, me sentl triste, grave. A1 fin y
creo que habrla llegado a quererle, si hubiera al cabo, el muerto habla sido mi compañero,
sido otro conmigo. Fue tirano, mezquino, el padre de mi hija, y yo me reprochaba una
vulgar. Al cabo de cuatro años de matrimo- cosa: creía entonces que cuando una persona
nio, no solamente no le quería, sino que le tiene largo e íntimo contacto con nosotros, si
despreciaba. Su muerte fue mi liberación. no se mejora, es porque no queremos o Por-
Pero, segin la moral de aqul, yo debía que no sabemos influenciarla. Estas ideas me
aparentar un dolor acerbo; echarme encima tuvieron apenada algunas semarürs, y en ese
durante dos años un trapo negro y feo; no oír tiempo, sin esfuerzo ninguno, sin pensar en
música, no ir al teatro, no divertirme de nin- ello, guardé luto, y vivl en la meditación y en
guna manera. Dos años de mentira y de fas- la soledad. Pero luego reflexioné que, al
tidio, por haberrne salvado de mi verdugo... cabo, bastante hice yo con que mí marido no
- ¡Dos años de luto fingido! me pervirtiera: de cuatro años que vivimos
juntos, no saqué sino los nervios sobreexcita-
-Sí, ni un dla menos. Aqul el dolor es
exigente; se pesa y se mide; un marido dos dos y el carácter agrio. No era yo quien podla
años; un hermano, un año; un tío, seis meses. mejorar a un hombre semejante, pues no soy
santa ni herolna. Si hubiera encontrado en él
-¿Y eso también para los hombres?
un hombre con muchos defectos y flaqtezas,
- ¡Ah, Ios hombres son más felices! pero con alma y corazóru le habría amado
Llevan el pesar en la manga de la americana,
o alrededor del sornbrero. Un pedacito de probablemente, o por 1o menos, le habrla
dolor, detenido con un alfiler. Y con ese trozo estimado. Pero Jorge no era más que un
de crespón o de cinta, siguen su alegre vida devorador de biftecs, para quien el cubilete y
de siempre, a caza de lo posiüvo. las casas de placer eran los polos de la vida.
Pues bien, como le decía, yo no me ence- No podía yo sacrificarme al recuerdo de

34
un hombre asl. Dejé pronto el luto, y vivl vengaron, contando que me hablan dejado,
como antes, cuando soltera, sintiendo que mi hartos de mí.
matrimonio habla sido una pesadilla, y que, En menos de seis meses, Andrewsky, me
puesto que Dios me devolvla la libertad, atribuyeron cinco amantes... fui la querida de
podía muy bien disfrutarla: paseat, refr, can- cinco amigos de mi marido. Así lo dijeron
tar, ir al teatro, y también estudiar y trabajar ellos; así 1o aceptaron mis amigas y todo el
para educar a mi muchachita. Ese fue mi mundo..-
plan de vida. ¿A quién dañaúa con ello? En aquellos malditos meses, todo mi con-
Pero la sociedad no lo entendió asl. Las suelo era irme por las tardes al cementerio, a
mujeres, sin valor para imitar mi conducta, o tezar y a llorar sobre el sepulcro de mi
embrutecidas por los prejuicios se escandali- madre. Pero como no hacía alarde de piedad,
zaton, y dijeron que me había vuelto loca; ni buscaba las horas más concurridas sino las
que era una histérica; que me hacía falta el más solitarias, dijeron que era tal mi lascivia,
varón, y otras groserlas peores. Los hom- que no bastándome con 1os hombres que
bres, especialmente los que hablan sido ami- recibla en casa, salla a buscarlos al campo...
gos de |orge, pensaron que una viuda joven Entonces me privé de visitar a mi madre
y bonita, sin parientes que la guardaran, era en su santa morada, y me encerré con mi hija;
una presa fácil, y nada mejor podlan ofrecer- primero, a maldecir a estas gentes, después,
le que un sustituto carnal del rnarido. Y ¡a llorar! Lloré tanto... De veras, me parece
como me vieron jovial y amable, me ProPu- menüra que se pueda llorar así...
sieron que me les vendiera... Enamorarme
les pareció cansado; comprarfire era más
práctico...
Y como les despedí con ignominia y les
cerré mi casa, se llenaron de despecho, y se

36
v

i estos recuerdos hubieran de publicarse


algrln día, sería preciso concluirlos aqul,
ya que la conf€sión de Julia es en ellos lo
único que podrla interesar a los extraños. Lo
itrue sigue no forma un relato unido, ni
siquiera muy coherente. Mas para ml, hay en
todo ello un interés igual: el tiempo tan breve
que estuve al lado de Julia, infundió un valor
indecible a todas sus palabras, a su acento y a
su sonrisa, a cuanto en aquellas fugaces horas
le sirvió para manifestar su vida interna.
Aquellas breves horas cambiaron mi des-
tino... ¿Cómo no recordar entonces, hasta sus
más leves matices? ¿Cómo no convertir en
materia de reflexión cada uno de aquellos
instantes?
Las confidencias de Julia me hicieron
meditar por primera vez, en la significación
tan grande que tiene para el hombre hallar
un confidente que comparta sus agobiadores Las iglesias hicieron sabiamente institu-
secretos. Por el simple hecho de haberme con- yendo la confesión.
tado sus penas, Julia adquirió a mis ojos un Pero ¿cuál es el confesor que necesita-
no sé qué de venerable, que imprimió a mi mos? Un hombre que haya vivido mucho,
amor un carácter decisivo de honestidad y de que haya suJrido mucho; que a fuerza de
espiritualidad. Pero fue en ella, especialmen- perdonar a cuantos le hirierory haya olvida-
te, en quien se manifestaron los resultados do completamente sus heridas; un hombre
maravillosos de aquella confesión... que haya renunciado a pensar en sl mismo, y
En efecto, a la noche próxima volvió tran- esté ya habituado a pensar rlnicamente en los
quila, con la mirada apacible, casi risueña. El demás. Un hombre que no tenga riqueza,
llanto, un copioso llanto, sin duda de esos partido, secta ni ambiciones, sino únicamen-
que disuelven hasta los más espesos sedi- te caridad, en aquel #ado de que San Pablo
mentos del dolor, habla serenado su alma. dice, que "caridad es plenitud de sabidurla".
Parecla rejuvenecida; lo estaba realmente, a Este confesor, este cura de almas, es .e1
causa de la revelación que me habla hecho. amigo de que más necesitamos 1os hombres.
Debe ser anciano, o siquiera alcanzar la edad
*** en que las pasiones se extinguierory y no
ejercer otro ministerio quo no sea el de reci-
Mostrarnos, enseñar nuestras llagas, es bir las quejas y las desvergüenzas de las
una necesidad de nuestra naturaleza. No almas.
podemos vivir sin confidente. El verdadero Una época en que la confesión se organi-
solitario, el hombre solo, entre todos; el más ce así, será de veras, envidiable. Nosotros,
aislado de los seres, es aquel que nunca dice desgraciados hombres de este siglo, estamos
a nadie: ¡Mira qué desdichado soy! o ¡mira condenados a llevar sucia el alma. Muchos
qué manchado estoy! nos cuidamos del cuerpo, y nuestra limpieza

40 4't
corporal es casi un arte ya. Pero ¿y el.cora-
zón? ¿Quién nos ayudará a purificarlo? ¿Un VI
amigo? El amigo de ahora puede ser el ene-
migo de mañana. ¿El hermano, la hermana?
¡Qué raro es tenerlos sin que el tiempo, el
interés, o simplemente el prurito de domina-
cióry no los alejen de nosotros! Aun el padre, Oeñor Andrewsky, comenzó Julia, al reanu-
aun la madre son incapaces de olmos confe- ¡-)dar la conversación de la noche anterior,
sar, porque no nos comprenden; porque tien- creo que usted me habrá juzgado muy desco-
den a vernos como si fuéramos siempre cada o muy indiscreta. Y bien 10 merezco, pues
niños porque tienen su manera fija y perso- vine a referirle a usted, a quien vela por pri-
nal de juzgar de las cosas, y porque ellos mis- mera vez,, cosas persorrafsimas, que no podían
mos van cargados con su propia cruz. importarle. Le habré fastidiado de seguro.
No; el confesor ha de ser aquel que nunca
'tenga moüvo de traicionarnos: un hombre -No, Julia, bien sabe usted que no. Pero
.sl encuentro raro que una mujer de este país
que haya renunciado a la patria, a la familia, sienta y piense como usted. La encuentro
a Ia farna, a sí mismo; uno que ya no sienta muy rebelde para haber sido educada en El
ninguna dependencia del mundo y de la Salvador.
car€, y que, en lo más lntimo de su coraz6ru - Precisamente, de eso debí hablarle, y
pueda decir con entera verdad: yo soy en la no de mis intimidades. Debl contarle cómo
tierra un oldo del Cielo. Cuando escucho, es me educaron a ml y a mis compañeras. Un
Dios quien escucha. Mi función es olr, ali- hombre del Norte, como usted, encont¡ará
viar, olvidar... grandes contrastes entre 1o que se hace de
una mujer allá, y lo que se hace entre noso-
tros. ¿Le interesará ese relato?

42 43
/

el momento en que uno comienza a


-Sin duda que sí; pero deje que le pre- -Es
comprender los sucesos y a reflexionar sobre
gunte una cosa antes.
ellos. Antes de eso, creo yo, todas las vidas
- ¿Qué cosa? son iguales, puesto que son la vida animal.
-¿Fue, de veras, tan culpable su marido
como Ud. me decía anoche? ¿Le ha perdona- La verdadera vida comienza cuando el alma
do Ud.? hace su advenimiento.
-No sé... no... quizá más bien era un -¿De manera que, segrln usted, no tene-
pobre ignorante, acabado de perverür por mos alma al nacer? ¿No tenemos esplritu?
eso que llamamos aquí alta sociedad. No se - Espíritu sl; alma no.
puede decir quién sea culpable y quién no; -¿Pues qué diferencia hay entre uno y
nos martirizamos unos a otros, y sufre más el otra?
más débil, eso es todo. En cuanto a perdo- -Esta: imaglnese usted un diamante en
narlo, creo que nunca le aborrecí; vivir junto bruto. ¿Es un diamante?
a él era un marürio, y me sentí feliz de hallar- -Es, sin duda.
me libre. Pero no le guardé rencor, y ahora, - ¿Y en qué consiste su diamanticidad si
cuando pienso en é1, es más con lástima. me permite esa palabra? En la fuerza que dio
a sus átomos una constifución especial, y los
- Cuénteme ahora, pues, lo que fue su mantiene en una cierta y constante relación
educación; y si quiere, permita que fije yo el
orden del relato; ¿le parece? entre sl. Esa constitución íntima es, digamos,
el espíritu del diamante. Ahora, cojamos esa
-Me es igual. ¿Por dónde quiere que piedra informe, démosle pulimento, facetas,
comience?
nit.dez, y el diamante lcrrtllará, hablará, nos
-Por el principio; es decir, por 10 que dirá lo que es, habrá adquirido un alma. Así,
debe ser, a rni juicio, el principio de una auto-
biografia. nuestra alma, es nuestra capacidad de mani-
festación; no solamente se adquiere, se
-¿Usted dirá?

M 45
I

ensancha y se vigoriza, sino que se debilita, y seguramente el que más estorba el adveni-
se embota y se atrofia. miento del alma. Si no hay soberbia en usted,
- Entonces ¿podría uno influir, a volun- verá todas las cosas de manera muy diferen-
tad, sobre su alma, para tener más, para te de como solemos considerarlas: las estre-
mejorarla? llas no le parecerán hechas para alumbrar-
nos, ni los peones para servimos, ni los pája-
- Podría, fulia.
ros para cantarnos, ni las rosas para recrear-
-¿Y de qué modo? Esto me interesa de
veras. nos; sino que en todos hallará usted criaturas
- Queriendo. Fljese bien en la palabra: que tienen su propio espíritu, que viven su
queriendo, es decir, deseándolo intensarnen- propia vida" que siguen su propio camino;
te, y empleando el medio único e indispensa- que tienen un alma, como usted, y como
ble. usted, una voz, urr pensamiento y una con-
ciencia. Tanto peor si no ve usted sus mira-
-¿El medio? ¿Qué medio?
-El desprendimiento. Pero entiéndame das ni escucha sus palabras; señal de que
biery no se trata de dar limosna; podrla usted será ciega y sorda. Ceguera y sordera üenen
dar cuanto tiene, volverse una mendiga y no un mismo nombre: soberbia.
ser por ello mejor que antes. Todo eso puede -Señor Andrewsky, esto que usted me
practicarse sin que el alma se mejore en un dice es nuevo para ml; acaso no penefuo
ápice. mucho en sus palabras, pero siento que son
una levadura, y que tal vez harán nacer en
-¿De qué se trata, entonces?
-Se trata de desprenderse de sl mismo; mí pensamientos y designios inesperados...
de perder el orgullo. ¿Recuerda usted su Dfgame ahora, ¿y el amor? ¿No conducirla
catecismo, al hablar de los pecados capitales? más pronto a eso que usted llama...?
-Sí, el primero, soberbia. -Sl, el amor es inmensamente más efi-
-Exacto: el primero y el mayor de todos, caz. ¿Peto cómo se adquiere? Habrla que

46
preguntarlo a los santos y a los ángeles.
¿Cómo se puede amar a un leproso, a una
fiera, a un animal inmundo? Jesris, Budha, Aquel contacto de nuestras manos fue
Francisco de Asís, lo supieron. ¿Cómo se todo lo que el amor de ]ulia pudo darme. Fue
puede hallar el mismo deleite en las llagas de como una exhalación en una noche oscura;
Lázaro que en el óleo de la Magdalena? Yo instantánea, tagaz... ¡pero tan luminosa y
no sé. Me figuro que eso es lo que la religión divina, que todos los misterios del cielo se
llama la Gracia: una luz que nos viene de lo transparentaron a mis ojos!
Alto, y que no se puede adquirir por ningrln
medio humano. Es un don ¿A quién se da?
¿Por qué? No se sabe. Por rni parte, me sien-
to tan inepto para amar ciertas cosas, que ni
siquiera pienso en ello...
-¿Y lo otro, de que me habló primero?
¿El desprendimiento, decla usted...?
-Lo otro, sí. No podemos aprender el
amor, pero sí el respeto. Y en ello sólo hay
tanta virtud, que el mundo se transformarla
si nos aplicáramos a comprenderlo.:.
Senf, al decir esto¡ que me estrechaban la
mano. fulia habia pasado su brazo a través
de la barandilla, y había apretado larga y efu-
sivamente mi mano izquierda, reteniéndola
algunos instantes...

48 49
I

VU

A I salir del teatro, en vez de encaminarme


Aa mi hotel, vagué por la ciudad, bañada
aquella noche por una de esas lunas de plata
que sólo pueden verse en aquellos palses. La
atrnósfera era tan diáfana que las estrellas
pareclan haberse acercado hasta ser accesi-
bles, y más que fijas en el cielo profundo
sernejaban copos de luz que vinieran cayen-
do, lentamente, mecidos por una brisa vaga-
rosa. Sirio, como una argentada margarita,
ascendla al ceniü debajo, como remolcada
por el grande astro blanco, los azules ojos de
Canopo despedían zafiros sobre el éter, y al
otro lado como si fuera a hundirse en el crá-
ter del volcán, Venus apacible esparcía su luz
melancólica sobre las ciudades y los campos
dormidos.
l,a impresión de la mano de fulia cálida y
palpitante atln, me sumergla en un mar de
indefinibles sensaciones que sóIo podlan do por su rara virtud; que a su influjo, mi
cristalizarse por la virtud del movimiento. amor se espiritualizó en tal médida, que más
Mas, sobre todo, agitaba mi espíritu el que amor de hombre carnal, fue amor de
recuerdo de mis propias palabras y del efec- padre, de hermana sollcita, de madre que
to que ellas hablan causado en el alma de vela por su niño.
Julia. Tengo aún conciencia de que aquella ¿Por qué un estado de ánimo así no puede
noche dije palabras sabias y bellas; de esas mantenerse? ¿Por qué, si ya hemos ascendido
que hacen florecer una ortiga como si fuera al Cielo, caemos de nuevo a üerra y sentimos
una azucena. de nuevo todos los anhelos de la c¿me...?
Me daba cuenta, mientras vagaba por las Por ventura, yo no cal violentamente. l,os
calles, que el alma de Julia herida, exasperada, apetitos, el enojo de no haber sido ante aquella
nublada por el odio, habla estado en mis mujer adorable, más hombre; de no haberla
nurnos, como una avecita cansada y dolorida, fascinado y conquistado, vinieron más tarde,
y que ahl, mientras yo la acariciaba dulcemen- ya lejos de ella, cuando extinguida la voz mis-
te, de mi boca habla brotado un manantial de teriosa, hablaron en mí la came y el deseo.
agua viva, bajo cuyas ondas puras y serenas, Pero en aquellas horas que disfruté del alma
aquella pobre alma se habla ido lavando, de Julia, la bestia estuvo quieta y muda' Y
Iavando, hasta quedar como una rosa recién sólo en el instante de partir, cuando me di
abierta, bañada en el rocío de la mañana. cuenta de que la dejaba Para siempre, ¡Para
¡Tal milagro era mi obra...! Pero yo sé siempre...! sólo entonces subieron de mi
que, de ordinario, soy incapaz de pensar y corazón y de mi sangre, en tumultuosas olea-
hablar así. Mis palabras hablan surgido de das, las palabras de fuego que habían estado
una fuente más rica y más honda que la.de comprimidas en las profundidades de -mi ser.
mi cerebro. ¿De mi cotazón, acaso? No sé: En aquel instante quise hablar... y era
pero sí recuerdo que yo mismo fui sublima- tarde ya...

52
vIII

Tulia vino esta noche con un vestido lila


| -rry ,t'rurr", sembrado de menudas viole-
ías. Sobre su pecho lucla un haz de pensa-
mientos purpurinos con manchas de oro
vivo. Sus ojos destellaban serenidad y gozo,
y por su tersa frente no pasaba ninguna som-
bra. ¿Era el amor? ¿Era el alivio de haber
hallado un depositario de sus penas?
- Good evenin& friend, dijo fratemal-
mente, con un acento que vibra arln en mi
oldo como si acabara de escucharlo.
- ¿Cómo está, Julia? ¿Córno van esos
pensamientos? ¿Reflexionó todavía anoche
sobre lo que hablamos?
-Sí, Andrewsky, y espero que mis pen-
samientos irán lejos, muy lejos. He de contar-
le en breve lo que he pensado. Es inmenso,
es... ¿cómo se dice...? algo que va más allá...
que...
/

-¿Algo trascendental? Cuanto más elevadas y fecundas son, rnenos


-Eso es; trascendental. ¡Vaya una pala- adjetivos soportan.. A veces, ni siquiera se
bra! Parece inventada para atemorizar á las sabe cómo llamarlas.
gentes...
- ¿Cuáles, por ejemplo?
-Tal vez sl. ¿No sabe usted el origen de -Por ejemplo, \a taíz deI árbol, que ni se
esa palabra? ve, ni se oye, ni se piensa en ella; sin embar-
-No, ni sospechas. go, todo el árbol está alf: el tallo, la rama, la
-Pues cuentan en mi tierra los estudian- flor, el fruto. E1 musgo de su tronco, las hojas
tes de filosofía, que el tal vocablo imita el de sus ramas, y hasta ei pájaro con su nido y
redoble de un tambor: ¡tra$, cen, dery tal! Lo sus cánticos, todos son creaciones de la niz.
mismo que el de un redoblante, el de esa La ralz las ha creado y las rnanüene. Ahora,
qallb¡a es un sonido que impone, que se oye ivaya usted a llamarle trascendental ala raíz!
de lejos, y le incita a uno a patarse militar- Sería ridículo. La ralz no trasciende; no va ni
mente, erguido, tieso y solemne. y asl como viene, sino que es; de manera que la llama-
el sonido del tambor proviene de un instru- mos/ pura y simplemente, ralz.
mento hueco y árido, asl lo trascendental
encubre Ia ausencia de ideas, la confusióO la
- Pobre de mí, entonces, iontándole mi
vida tan insignificante, a usted, que tiene esa
vaciedad. manera de juzgar. Pero más vale así; no que-
-¿De modo que se rlen ustedes de las rría que me hiciera favor.
cosas trascendentales?
- ¿Sabe usted, Julia, que ya voy perdiendo
-Un poco. la esperanza de oír esa historia? No llega
-¿De modo que no hay en la vida cosas rurnca, y mienhas, me hace usted hablar,
de trascendencia? exponer mis ideas y mis sentimientos; de
-Sí las hay, por supuesto; sólo que las manera que quien cuenta soy yo... Serla usted
más serias y hermosas no llevan ese nombre. admirable para juez o para espla, ¿no cree?

56 57
Julia se sonrió. Su sonrisa tenla algo de la viaje doblada a sus pies, indicó a mi marido
placidez infantil, y su mirada era serena y que la cubriera. |orge se apresuró a cubrir a la
dulce. Hablaba con tono apacible, sin ninguna joven.
sombra de acritud. No se esforzaba por mos-
-Gracias, dijo ésta. Hace frío: ¿ustedes
trarse contenta, sino que 1o estaba realmente. no sienten?
- Señor Andrewsky, dijo, voy a comen- Y cerró los ojos, como para descansar
zar ahora mismo. Este era... ¿No es asl como mejor. La recién venida era urvr mujer alta,
se empieza un relato? ágil, esbelta: un cuerpo lleno de energía y de
-Sí: este era.., o si no, había una vez... gracia. Su fisonomía era expresiva/ sin con-
-Exacto. Una vez, pues, iba yo con mi torsiones; el cutis fino, moreno, algo quema-
marido de Lausana a Florencia. Apenas do, como si anduviera mucho al sol; el cabe-
comenzaba a caminar el tren, cuando entró a 11o castaño, partido al medio, y anudado
nuestro departamento una joven con una hacia atrás con una horquilla acareyada. Ni
maleta en una mano y un paquete en la otra. un afeite en la pief ni un artificio en el pei-
Sonrió al verrot con soruisa cordial; colocó nado, ni un adorno en el traje. Tenía la virili-
su maleta en el sofá, respiró un momento, y dad y el desembarazo de un hombre, con la
luego, con el tono más nafural del mundo, se gracía y el encanto de una joven.
dirigió a mi marido, indicándole la maleta, y Yo la contemplaba, admirándola; no
le dijo: haga el favor de subirla; es muy pesa- sabiendo qué me causaba más sorpresa, si su
da para mí. rebosante simpatla o Ia extrema simplicidad
Mi marido le hizo una sarta de corteslas de sus maneras. Acostumbrada yo a la corte-
antes de subir la Íraleta; pero la joven no le sanla palabrera y gesticulante de mi tierra,
veía, pues se hallaba ocupada en mullir el dudaba si aquella Íürnera de presentarse era
sofá y el cojlry para descansar. Se acostó en la suma distinción o la suprema vulgaridad.
seguida, se estiró, y señalando la manta de La joven se estuvo asl, inmóvil, dormitan-

58 59
do casi una hora. Luego abrió los ojos, se me fastidiarla almorzar sin pan. Si les falta,
enderezó ágilmente, recogió la manta, dán- no será mucho, ¿verdad? ¡Y qué buen pan
dosela a Jorge para que se la doblara, y se trajeron ustedes! Está excelente.
dirigió a ml con voz alegre y risueña miráda. Comla con grande apetito, y daban ganas
-Estaba cansadísima. Fui con una amiga, de imitarla. Partió el trozo de pollo en dos
esta mañana, a navegar un poco en el lago, pedazos desiguales, y me ofreció el más
cerca de Onchy; nos olvidamos del viaje pequeño.
luego fuvrnos que
rq€Eu tuvimos que cor"er p¿rra que no nos - Tome usted esta piema, no está mala;
dejara el tre& pero ya estoy algo descansada, eso sl, se la doy con Ia mano, porque también
y con el almuerzo me acabaré de reponer.
¿No olvidé los cubiertos. Y se echó a relr con una
almuerzan ustedes todavla? yo ii, poryue risa franca y bulliciosa.
tengo apetito. No quería yo aceptar, diciendo que tenía-
Desenrolló su paquete, y sacó un trozo de mos bastante almuerzo, y que a ella podrla
pollo asado, un vaso para el agua, un pedazo faltarle.
de queso y unas uvas. Noiotros también - ¿Por qué no acepta? Puesto que se lo
sacarnos de la cesta un frugal almuerzo de ofrezco, es que tengo de sobra. ¡Vaya, tome
camino de esos que llegan a vender a las ven- usted !

tanillas del tren. El conductor pasaba en aquellos momen-


- ¡Oh! - exclamó de pronto nuestra com- tos, y con un pretexto cualquiera entró a nues-
pañera de viaje- ¡qué aturdida soy! ¡pues tro departamento. Fingió que examinaba un
me olvidé de comprar el pan! ¿Tienen uste- vidrio roto, y se detuvo a mirar a la joven.
des suficiente?
- ¿Usted gusta, señor Renault?
- Aquí hay, señorita, todo el que usted - Mil gracias.
guste, contestó Jorge.
-Le ruego que cuide de mi amiga. Yo
- Entonces deme usted, porque de veras, aneglaré aI llegar a Milán.

60 61.
- No tenga cuidado, señorita; haré 1o que riéndome de ver a Jorge tan sumiso y tan ata-
usted desee, respondió el conductor, y se reado.
retiró muy contento. -En Milán; es ingeniero, y vino para tra-
- ¡Qué les parece!, continuó Elsa
-así se bajar en Ia instalación de una fábrica. Ahora
llamaba la joven- ¡si me viera Gustavo! le han contratado para nuevos trabajos, y
Hace dos dlas que estoy coqueteando con eI vengo para acompañarle. El pobre estará
conductor. ¿Pero qué remedio? A mi amiga muy fastidiado, sin quien le cuide. Y luego
le ocurrió una dificultad de dinero, y no yo le puedo ayudar en algo.
podla internrmpir su viaje. Yo no tenia más -¿Y desde dónde viene usted?
que 1o indispensable para mi tiquete. Por - Desde Gellivara, al norte de Suecia.
dicha el conductor se ha enamorado un Ahora tengo cinco días de viaje, y estoy muy
poquillo de ml, y por agradarme, se ha mos- cansada; así es que voy a dormir unas cuan-
trado muy deferente con mi amiga. Me cree tas horas.
soltera, y no ha cesado de hacerme la corte. Se levantó, fue a lavarse las manos, sacó
Mañana, cuando lleguemos a Milán, y vea a un espejito del carriel, y se arregló el cabello.
mi marido esperándome en la estacióry sufri- Luego hizo que Jorge le subiera de nuevo la
rá un ligero desengaño; pero, en cambio maleta y que le alcanzara la manta de viaje, y
estos tres días se habrá divertido. se volvió al rincóry despidiéndose de ml con
-¿De modo que es usted casada?, pre- una graciosa sonrisa. Ya arreglada para dor-
guntó Jorge. mir, nos dijo, sin volverse: - No se cuiden de
-Desde hace cinco años. A usted no hay mí, que no me quita el sueño nada. Hagan de
para qué ocultárselo, pues no necesita creer- caso que no hay nadie; ¡ya verán qué bien
me soltera para subir y bajar mi maleta. duermo!
¿Quiere bajarla otra vez? En efecto; a los pocos minutos, su respira-
-¿Y dónde está su maddo?, reptiqué, ción acompasada y un ligero ondular del

62
plaid sobre su pecho, indicaba que dormla tó, y sintiendo que me rebullla en mi sofá, se
profundamente. enderezó un tanto y me dijo:
Sin saber por qué, al verla asl dormida me
imaginé que era mi madre, mi hermana... no
- ¿Usted no duerme, Julia.
sé qué... Me senü muy triste, y con deseos de
-No; estoy enteramente desvelada.
-¿Qué le pasa? ¿Se siente mal?
llorar. Para que Jorge no me viera, me acosté gracias; es nerviosidad, calor,
también, e hice que dormla.
-No,
angustia, falta de aire quizá.
Elsa despertó ya muy tarde, y se fue a
comer con su amiga, a quien acompañó hasta
- Levántese, vamos al comedor a beber
un vaso de agua fresca, y luego iremos por
las nueve o diez de la noche. Cuando regresó los pasillos, para que respire usted aire libre.
nos encontuó ya acostados; mi marido dur- Eso le hará biery venga.
miendo y yo desvelada. Salimos, y en efecto, el aire libre me
No podla conciliar el sueño. Las impre- calmó los nervios; pero en vez de sueño, 1o
siones del camino, la nerviosidad propia del que sentí fue deseos de quedarme levantada,
que viaja por primera vez, la idea de que gozando del silencio y de la soledad.
denko de pocas horas llegarla a uru gran Después de paseamos un poco nos fuimos al
ciudad de Italia, célebre por su historia y por salóry donde Elsa preparó una limonada
sus monumentog todo eso bullía en mi cere- para ml y una taza de té para ella.
bro produciéndome un pertinaz insomnio. Sentadas frente a frente, y mientras bebla-
Mil pensamientos incoherentes, mezclados a mos nuestro cordial, Elsa me dijo con tono
raras fantasías y a extravagantes recuerdos mimoso:
me asaltabary sumergiéndome en ese estado chiquilla! Usted necesita que yo
indefinible de la mente, que va y viene entre
-iVayl
le sirva de mamá esta noche. ¿Quiere que le
la lucidez y el delirio. cante una canción de cuna, que le cuente una
Como a las doce de la noche, Elsa desper- historia de aparecidot o un cuento de hadas?

&
- No, Elsa; pero si ustéd quisiera ser encarga a nadie que la vigile, que la cuide,
buena conrnigo, yo le preguntarla muchas para que usted no vaya a...
cosas. por algún hombre
-¿A ser insultadaEuropa
- Pregunte,
,buena curiosilla, y ya verá que seré irrespetuoso? No; en del Norte eso
con usted. no sucede ya nunca, y creo que en el Sul tam-
-Es que mis preguntas le parecerán Poco.
impertinentes, y temo que se va usted a ofén-
- Comprendo, EIsa, pero... la verdad es
der. que yo no sé cómo exPresafme/ y temo de
-Biery ensaye, y si me ofende, nada nos veras que se sienta injuriada si...
costará cambiar de tema. Además, una - ¡Vaya una chiquilla escrupulosa! Hable
mamá no se ofende por las impertinencias de Julia, tranquilamente, que yo daré resPuestas
su nena. sinceras, a preguntas sinceras. ¿Qué puede
- Dlgame, Els4 ¿ha viajado usted sola haber más natural?
otras veces?
- Bueno, Elsa: quiero decir, si su marido
- Muchas; me encanta viajar sola, porque no la hace vigilar en sus viajes, pala que
es un occelente ejercicio de disciplina personal. usted no cometa una falta... de recato...
-¿Y ha viajado enteramente sola, sin -¿Lo hacen asl los maridos de ustedes?,
oposición de su marido? preguntó Elsa, con sonrisa entre caritativa y
- ¡Oh! mi marido no tenla de qué inquie- burlona.
tarse; él sabe que en los trenes se está biery y
-Sl; padre, madre, hermanos, marido,
que yo me valgo perfectamente. Aun en caso todos cuidan de que una no vaya nunca sola;
de accidente o contratiempos, yo me bastaría si no hay una persona adulta que nos acom-
a mí misma. Soy fuerte, ágil y nada miedosa. pañe, aunque sea una chiquilla nos dan para
_ -Sin duda, sl; pero, no es eso lo que -no
que nos cuide. Es la costumbre.
deseo saber; querla decir... si su marido
- Muy raro, ¿sabe, fulia? Son todavla las

66
viejas ideas españolas sobre la perfecta casa_ nal, y su marido hace bien en confiar en
da, y sobre que la mujer es naturalmente frá- usted; pero ¿serán así todas, y merecerán
gil y perversa. Crel que ya nadie pensaba así igual confianza?
en nuestro tiempo. - ¡Qué ingenua criatura es usted, Juliadey
-¿Y cómo piensan aqul en Europa? con qué lealtad defiende su posición
esclava del hombre! Pero advierta que aqul
- - ;-I.u diré, Julia yo no conozco lá Europa
del Sur sino por referencias; como no quiero no se trata de merecer la confianza de un
c_ontarle nada de que no esté segura, s-ólo le amo, sino de un derecho nuestro, que nadie
diré cómo se piensa en mi pafs. En mi país la puede abolir ni limitar; se trata de que yo soy
mujer, pasada la menor edad, es libre. absolutamente dueña de mis actos, por la
- También entre nosotros, la ley nos otor_ buena y única razón de que yo no soy la hija
ga libertades a cierta edad. de mi marido; de que él no me formó ni me
-St pero no se trata de leyes sino de cos- crió; de que vino a mí, como fui yo a é1, en
tumbres, de modos de pensar. En Suecia, igualdad de condiciones: por la voluntad
pues, entendemos, entre la gente de verda_ libre y espontánea de cada uno. Si mi propia
dera cultura, que la mujer, por ningún con- madre, al ser yo mayor de edad, ya no tiene
cepto ha de someterse al hombre, si no es por derechos sobre mf, ¿por qué los ha de tener
su espontánea voluntad, y mientras esa un extraño?
voluntad persista. Yo, por ejemplo, no - Pero usted, Elsa al casarse, habrá jura-
dependo ni de mi padre, ni de mis hermanos, do fidelidad a su marido, lo mismo que yo al
ni de mi marido. Ni más ni menos como mlo. Y entonces...
ellos, que no dependen de ml. ¿eué tiene, -¿Entonces qué? k promel fidelidad,
pues, de particular que viaje sola? como él a mf, y es una promesa fácil de cum-
- ¿Pero no cree usted, Elsa, que eso es plir. le prometl fidelida4 no esclavitud; leal-
un... desorden? Usted es una mujei excepcio- ta4 no servidumbre. ¿Qué le importa a él

68
f
que yo vaya y venga/ y tlate a quien yo quie-
-Muy fácilmente Julia: si era una simple
ra, mientras yo no lo engañe? Y no hay nin- inclinación, la combatifa yo sola, segura de
guna necesidad de tal engaño, |ulia. ¿Le sor- vencerla; pues urur inclinacióru de cualquier
prende a usted eso? género que sea, se domina siempre con un
, -iYaya, Elsa! ¡Pues no habla de sorpren- poco de voluntad. Si era un amor, se lo con-
derme! La creerlan loca, allá entre nosótros, tarla a mi marido que es hombre culto, y que
si fuera usted a predicar esas cosas. sabe que enamorarse p\rede ser a veces una
-¿De veras? Pues no iré, y si voy alguna desgracia, pero nunca un crimen. El me ayu-
vez, me guardaré bien de predicar nada. daría a curarme, aconsejándome, viajando, o
Tampoco soy aficionada a propagandas. distrayéndome de cualquiera otra manera' Si
-MireEls4 yo la comprendo a usted era una pasión, una locura, una ceguedad
aunque se me hace duro, porque sus pala_ invencible, entonces me separarla de mi
bras contrarlan todas mis ideas. Sin embargo, marido, diciéndole: me seParo de ti, porque
pongámonos en lo peor, puesto que somos no estoy segura de mí misma; porque no me
de came. No siente usted ahora dificultad siento con fuerzas para maritener mi prome-
ninguna en serle fiel a su marido; ¿pero está sa de fidelidad. Para no ser desleal contigo,.
segura de que jamás sentirá inclinación, recobro mi libertad y me voy.
arnor por otro hombre?
-Y entonces,laElsa, su marido de usted,
- ¿Segura? De ninguna manera; ¿quién ¡Dios la guarde, matala de un balazo o de
puede estar segura de tal cosa? una puñalada!
-¿Ya ve? Pues ahl querla yo llevarla: Sin duda nos quedan todavía
- ¡Oh! no. entre
supongamos que mañana usted sintiera una en el campo y el bajo pueblo de las ciu-
inclinació¡U un arnor, una pasión tal vez. dades, algunos brutales caPaces de una atro-
¿Cómo se arreglaría usted con esaS sus doc- cidad tal. La educación no es todavla entre
trinas tan radicales? nosotros bastante amplia y honda para lison-

70
7

jearnos de que tales estupidos hayan desapa-


recido enteramente. pero la gente cultivada, - Pero dlgame, Elsa, ¿hablaría usted en
esos términos y con tanta seguridad si estu-
que es una gran parte, es incapaz de obrar viera su marido presente?
así.
-Sin duda y no sería la primera vez,
- Verdaderamente me sorprende, Elsa. puesto que estas cosas las tenemos habladas
Quiere decir, en fin de cuentas, que en su y entendidas desde antes de casamos. Usted
pafs de usted no hay matrimonio. Con esas comprende, fulia, que si marido y mujer no
ideas suyas, ¿qué vínculos quedan pensar¿rn exactamente lo mismo sobre este
usted y su ma¡ido? asunto, no podría existir verdadera y franca
-¿Qué vlnculos? El amor, mientras sub_ independencia. La libertad sólo existe entre
siste, que allá, como en todas partes, es todo_ iguales.
poderoso.- Luego la estimaci8n propia y el
respeto a la sanción social, que entré gentes - ¡Es extraordinario! No me 1o habría
imaginado nunca. Pero hay todavía una
cultas, puede mucho. y después, cuanJo vie_ duda. ¿Cómo recibfula su ma¡ido la noticia
nen los hijos, los deberes teribles que con_ de que usted le dejaba para irse con otro
traemos para con ellos. Entre nosótros, el hombre?
niño es el verdadero amo y señor del matri_
monio; el único que verdaderamente tiene - Como un gran dolor, como una desgra-
cia muy grande; como se recibe la noücia de
derechos, y a quien se le debe todo sacrificio; que murió nuestra mad¡e o nuestro hijo. ¿No
mientras no los hayamos criado y educado, estamos todos zujetos a tales desgracias, por
somos verdaderamente sus esdávos. Ante el solo hecho de existir? Esa es la cnreldad de
los derechos del niño, todas egas suspicacias, la vida, y es irremediable.
exigencias, instintos y atavismos del amor
propio y de la animalidad tienen que some_ -Le digo Elsa, que son todos ustedes
admirables, si practican esas sus doctrinas.
terse y callarse. En cuanto a nosotros, estoy calculando cuán-

72
I

tos años necesitarla usted para convencer a Toda vida elevada supone valor; si éste falta,
un marido celoso, de que sus celos no le dan la vida rueda de abdicación en abdicaciór¡
derecho para vigilar a su mujer, para ence- hasta ser indigna y abyecta. Fljese, Juli4 que
rrarla, para ultrajarla, y para matarla, si al sólo se miente cuando se tiene miedo, y que
caso viene. en el fondo de toda palabra o acto mentiroso
- No gastatla ni un minuto, amiguit4 hay una cobardla. Sólo el valor nos salva a
cada instante de caer en el vilipéndio, en el
porque no debemos desperdiciar nuestro
tiempo. Estas son simplemente, cuestiones servilismo, en la esclavitud, en toda clase de
de cultura. Donde quiera que yo me encuen- ruindades.
tre con un hombre de tales ideas, ya sé que En esto, querida Julia los suecos mante-
estoy en presencia de un primitivo, de un nemos y cultivamos la kadición de nuestros
semibárbaro, para quien la mujer es todavla antepasados los nórdicos, para quienes la
la hembra. Frente a su hembra, él se siente y virtud suprema era el valor. El valor era su
se conduce como un macho: eso es todo. dios. Sólo que, mientras ellos cifraban su glo-
Estamos en el terreno de la animdlidad, pura ria en rnorir valerosamente en un combate,
regando el campo con su sangre, nosotros la
y simple, y afu no valen argumentos. ¿Qué le
ciframos en vivi¡ valerosamente; es decir, en
diría usted a un gallo que se lanzara contra
habituamos a decir y hacer Ia verdad, en
otro, sólo porque aparece en el corral una
todo momento, cueste lo que cueste. Sin
gallina? Nada, seguramente.
duda que eso requiere valor. Pero tal es;el
-Sl, bien puede ser asl; pero confiéseme precio y la condición de una vida que merez-
una cosa; y es que se necesita mucho valor ca vivirse.
para profesar y practicar las.ideas de usted y Con esto, Elsa se levantó, vino hacia ml, y
que no habrá muchas mujeres que 1o hagan. abrazándome por la cintura, me llevó a la
-¿Valor? Sin duda que sl. ¿Pero acaso se plataforma delantera del carro, a que con-
puede vivir dignamente.si no se es valeroso? templáramos el paisaje.

74
r

- Venga, queridit4 me dijo; no está bien


pasarse tantas horas charlando, cuando se IX
camina por entre las montañas y los lagos de
Suiza. Estos bosques de abetos, estos torren-
tes, esas cimas blancas, son maravillosos, y
quién sabe si pudiéramos verlos otra vez...
Ahí nos estuvimos, enlazados los brazos, no habló más aquella noche. Acaso el
hasta las primeras horas de la madrugada, en
]ulia
que nos fuimos a dormir. J recuerdo de Elsa la entemecía demasiado, o
querla revivir en su imaginación los detalles
Al mediodla llegamos a MIán, donde del viaje que acababa de referi¡me. Ello es
Elsa nos d4ó, y nosotros seguimos para que el resto de La velada me pareció comple-
Florencia. tamente embebida en las hazañas de Celestia,
Aquel dla, Andrewsky, reflexioné por de Tomás y de sus perversos enemigos.
primera vez. Comprendl mi vid4 y me sen- Celestia causaba en ella una impresión
üa desgraciada. muy viva; comparaba tal vez el carácter de
ésta con el de la joven sueca de quien me
habla hablado; y seguramente se pregu.ntaba
con amargura: ¿Por qué no ser como una de
ellas?
Al despedirse me dijo con voz conmovi-
da: - ¡Hasta mañana! No falte, que tal vez no
volveré más a este teatro, y quiero terminar
mi historia. Luego repitió marcando las sfla-
bas y con acento extraño: ¡Hasta mañana...l
¿Qué querla decir...?

76
77
I

A la próxima noche, apenas me hubo Eso me sucedió a mí aquel dla. Por pri-
saludado, abordó el asunto. mera vez sospeché esta cosa terrible: que yo,
- Andrewsky, esta noche concluye la no era yo. Yo, como debía ser, estaba allá, en
representación de In Diosa (su voz temblaba mis primeros años, en los dlas en que dejé mi
al decir esto), y apenas me queda üempo casa para ir al colegio. Y yo, de ahora, era
para concluir mi historia. otra; era una extraña, a quien desearla no
Quedamos cuando mi compañera de conocer y que para nada me era simpática.
viaje se despidió de mí en Milán, y cuando Hasta aquel momento rne habla creído
yo, pensando en sus palabras de aquella viva, y estaba contenta. Ahora me sentla
noche, me sentl triste y desgraciada. muerta. Los demás, como yo misma, me
He aquí por qué: me figuro que apenas se creían viva; pero ahora, yo sabía que estaba
hallará uno entre diez mil, que al examinar muerta" y que la que patecla existfu, era nada
su vida presente no advierta la enorme dife- más que un fantasma.
rencia que hay de esa vida a la que él deseó y Me puse a meditar cómo habla sido yo, si
proyectó en otro tiempo. No somos lo que no hubiese muerto. Asistí a mi resurrecciór¡
pudimos ser (usted lo decla la primera noche y he aqul lo que encontré. Era una niña de
que hablamos), en la frente de cada uno quince años; tenfa un cuerpo robusto, ágil y
deberla escribirse la palabra fracaso, y el vigoroso; el aire, el agua y el sol le habían
mejor epitafio para nuestro sepulcro serla dado ternura; el sueño tranquilo y prolonga-
casi siempre éste: "Aqul yace otro que luchó do, esa energla y facilidad de movimiento
y fue vencido". Para no pensar en ello es que expresa con tanta exactifud la palabra
necesario afurdirse con el trabajo, con los souplesse. La recütud del pensamiento y el
placeres, con algo que nos haga olvidar. pero acuerdo lntimo de éste con las palabras y los
cada vez que escapamos al aturdimiento, es actos/ me hablan dotado de gracia y simpa-
imposible que el corazón no sangre. tla. La mirada era pura y brillante, porque el

78
r

corazón era inocente. La voz era dulce y cris- do una que era, no un fantasma, sino una
talina, porque en su conciencia no habla realidad; no una muerta galvanizada, sino
secretos. Las lágrirnas flulan abundantes y un tangible ser viviente, en quien el esPfuitu,
fáciles, y tras de ellas la risa surgla regocijada el alma y el cuerpo, existían y actuaban, en y
y franca. Mi vida toda, en el esplritu y en el para la verdad.
cuerpo, era verdad. Aquella joven era una verdad; mientras
Ahora, después de muerta, esa palabra que yo efa una mentira...
no tenla sentido para ml: me hablan mentido, - Sin embargo, Julia, en todo lo que hacía
y me hablan enseñado a mentir, a los otros y y decía Elsa Koller, no encuentro yo nada
a mf misma. L,a verdad alejada ya, del vivir, que no fuera sencillo y corriente.
los
se habla convertido para ml en una cosa - ¿Corriente? Puede que sl, allá entre
excepcional, peligrosa y amarga tras de la finlandeses y los suecos; Pero entre nosotlos
.
cual surglan siempre, .inevitablemente, el no, se lo aseguro. Nosotras, ya se 10 dije, casi
dolor, el odio y el desengaño. nunca hablamos con perfecta franqueza: ges-
Para precaverrne y defenderme, me hablan tos, miradas, ademanes, tono de voz y len-
habituado al disimulo, a la reticencia, a las guaje, ocultan, o velan o atentlan, nuestros
frases ambiguas, a los gestos que ocultan el pensamientos. Como la cosa más insignifi-
pensamiento, a las corteslas que esconden el cante se nos achaca a la malicia, a la falta de
menosprecio, a las sonrisas que dispensan de recato, nos precavemos y defendemos, preci-
hablar, al tono dudoso, a la promesa vaga y a samente, con la malicia en forma de constan-
la negativa incierta. Me hablan sumergido en te simulación.
la mentira- -¡Y asl jtzgaba usted su vida, desde el
Si todas las gentes hubieran sido iguales, momento en que conoció a Elsa?
yo nunca lo hubiera advertido. Pero ahl, -No, no; asl la he llegado a juzgar des-
inesperadamentg en frente de ml, había esta- pués, poco a Poco, a fierza de comparar

80
r
nuestra m¿rnera de vivir con la de otros pue_ hizo patente; y 1o más amalgo fue saber que
blos. Seguramente había en mí un instinto habla otra manera de vivir; que había otro
rebelde. Lo que senl cuando mi encuentro
tipo de mujer, tan superior al nuestro, como
con Elsa Koller, fue el hervor de esa levadu_
una alondra es superior a una rana, por más
ra que ha fermentado en mí, y ha crecido lo que ésta cante más ruidosamente que aqué-
bastante para transformarme.
lla. La amargura de haber descubierto estas
Lentamente, un día tras otro, esta con_ cosas, me ha hecho repetir más de una vez,
ciencia de mi estado se fue precisando, acom_
aquellas palabras de un poeta nuestro, tan
pañada de una imperiosa curiosidad de ciertas y tan desoladas: "¡Qué dicha es no
saber cómo habla Ilegado a ser Io que era. pensar... !"
Sentí un vivo deseo de conocer cómó había
muerto; de analizar por qué caminos obscu_ -Sí, realmente... Pensar nos lleva a com-
prender, y esa es una verdadera desdicha.'.
ros y torfuosos los hombres y los sucesos cuando no es una intensa alegrla'
condujeron mi alma al cementerio, hasta
dejarla sepultada bajo una losa, sobre la cual - ¡Qué dice usted, AndrewskY! ¿Com-
prender... una alegría?
sólo hacla falta este epitafio: ¡Nada!
Quiero decir que reconstrul mi vida. La
-Sl, fulia una grande alegrla... Pero no
hablemos de eso ahora; antes explíqueme
rehíce minuciosamente reflexionando sobre cómo y por qué las gentes que rodearon y
cada hecho, sobre cada persona de las que dirigieron su adolescencia hicieron de usted
lrüIuyeron en mf. Y de esta reconstrucción lo que usted llama una menüra. No imagino
obtuve la certeza de que nacl y crecl en la que fueran todos unos Perversos.
me¡tira., respiré y absorbl la mentira; de que
todo mi ser moral y mental fue saturado^de -No, sino alSo que tal vez era Peor: eran
esclavos. En mi familia y en el pueblo donde
menüra. vivlamot todos eran esclavos, esclavos en
Tal fue la verdad, muy amarga, que se me
espfritu. El amo de todos, el señor absoluto,

82
I
inconstante y estupido, se llamaba en un compresor, hasta sacarle todo el jugo.
eué
dirán. A este qué di¡án se les sacrificaba,lsin Ella era la encargada de educamos. Desde los
vacilar, corazones y cerebros, vocaciones y cuatro años hasta los doce o quince, cuando
sentimientos. Cuanto de más sagrado, íntimá uno pasaba de la categoría de vlctima a la de
y fuerte hay en el ser; aquello- que es uno verdugo, tla Benedicta fue el molde en que
mismo y sin 1o cual uno se deforma, degene_ mis hermanos y yo fuimos conformados, a su
ra y pervierte, era oprimido, estrujado, pul_ imagen y semejanza. De cada limór¡ de cada
verizado en ¿uas de ese dios impersonal e pobre alma caída en sus rnanos, extrajo dla
irresponsable, creado por la ignórancia, Ia por día, no sólo cuantas lágdmas podla uno
rutina, la cobardía y la estulticiá. verter, sino toda la originalidad, la personali-
{Jsted sabe que no hay peor tirano que el dad, el carácter de que la naturaleza nos habla
esclavo. Pues biery en este medio ur qr" yo dotado. Al salir de las férreas manos de Ia tía
me formé, cada uno era un esclavo, y il Benedicta éramos o imbéciles o desdichados.
mismo tiempo un esbirro, al servicio dellué Aquellos que no hablan nacido con bastante
dirán. A veces, algrln temperamento enérgi_ instinto de rebeldla, acababan en imbéciles;
co; al cual sólo habfan poáido doblegar cón los que tenlamos una fuerte individualidad,
enormes esfuerzos, se vengaba en riosotros acabábamos con los nervios trastomados, con
de la opresión sufrida, imponiéndonos sus la imaginación desenfrenada y el humor ines-
más inexplicables antojos, sus caprichos más table, execrando la vida ambiente, soñando
insufribles. Asl era, entre otros, mi fia siempre con una libertad sin límites.
Benedicta; que mientras nos tuvo a su alcan_ Usted se imagina ya qué extraña y com-
ce, nos trató como trozos de cera puestos en pleja criatura resultarla de una educación
sus manos para combatir sus fastidios. como aquélla, tratándose de una niña rebel-
Aquella absurda señora estrujó mi alma y la de como era yo. Exteriormente, obedecla
de mis hermanos, como se estruja un tÁon siempre; los golpes, el hambre y el encierro,

84
me eruieñaron luego lo inrltil de la resisten- ejercitarme en la resistencia, se continuó edu-
cia. Interiormente, protestaba siempre. Con cándome para las apariencias; sin tomar en
I
palabras, daba las gracias; con el pensamien- cuenta ninguna de las realidades, y prescin-
to, maldecla. A la postre, toda aquella gente, diendo absolutamente de 1o que mi alma
hasta papá y mamá, se me hicieron antipáti- podla ser y podía necesitar. El tal colegio era
cos; los crela malignos, y mi único deseo era un criadero de esclavitud mental, donde a
librarme de ellos de cualquier manera y para trueque de formar una muñeca de salón, nos
siempre. Esto era, sin embargo, una mera ilu- infiltraban la hipocresla, el servilismo y la tri-
sióry pues de tal manera me incn¡staron sus vialidad. Ahf nos enseña¡on a exhibir cuadros
ideas, sus hábitos y sus prejuicios; de tal y dibujos que sacaban los más altos premios,
manera sofocaron mi verdadera e íntima cuando en realidad, éramos incapaces de tra-
individualidad, que a dondequiera que esca- zar una llnea. Nos daban lfulos en diez o más
para habían ellos de ir conmigo. asignaturas, con cintas y medallas cuando, en
He escapado,. sin embargo, hasta cierto realidad, éramos incapaces hasta de leer
punto. M viaje a Europa, mi encuentro con correctamente y de escribir una carta con ila-
Elsa, me pusieron en capacidad de a:rojar de ción. Ahl nos hicimos pianistas laureadas,'de
ml la costra y el sedimento de la educación las que luego son el tormento de los vecinos.
q-ue detrla a üa Benedicta y a cuantas le ayu- Adquirimos, en fin, eso que llaman un diplo-
daron a educarme. He escapado, como uno rrra; que consurne los mejores años de nuestra
que saliera de un incendio con la vista. perdi- vida, sin traemos más que retazos de ideas,
da, o como uno que se libra¡a de un terremo- aversión al estudio, presunción y vanidad.
to, sacando los brazos y las piernas rotos. Cuando sall ya tihrlada - esto lo he compro-
A los cuako años pasé de mi pueblo al bado más tarde -, no tenla yo una sola idea
colegio. Afu, suavemente, sin el despotismo de clara sobre la sociedad ni sobre las cosas.
la Benedicta, que al cabo me era úü1 para Quitándome las maneras, el vestido, las frases

86
hechas, todo lo que es bamiz, no se habrla Todo ello porque habiendo comprendi-
notado ninguna diferencia mental entre cual- do, quise vivir en la verdad.
quiera de mis siwientas y yo. Dlgame ahora Andrewsky, si todavla
A los diecinueve años salí del colegio. A cree que es una dicha Pensaf y comprender.
los veinte conocl a forge; un gran partido,
-Sl, fulia; la dicha más grande; no cuan-
segrln declan, puesto que era jovery rico, no do la verdad se conoce, simplemente; sino
muy ignorante, y de buena familia. Aceptán- cuando se vive.
dole, tendrla dinero, viajarla, impondrla la
- ¿Cuando se vive? No comPrendo mu-
moda. ¿Para qué más? Les gustaba mucho a cho...
mis parientes y a mis amigos. Yo no sabla lo
-Sl, comprende usted muy bier¡ y usted
que era amar, ni las responsabilidades que misma lo ha dicho antes: la felicidad consiste
trae el matrimonio. Nos casarnos, salimos de en vivir una sola vida; en que la acción sea la
viaje, y en tres años de permanecer en cristalización esPontánea y total del pensa-
Europa, tuve la desgracia de conocer ot¡a miento; un hecho mismo en esencia, y sólo
vida, de comprender mi pasado, de rehacer diverso en Ia forma: eso es lo rlnico que
en parte siquiera, mi alma. puede llamarse felicidad, vida plena. Segin
Cuando regresamos, yo era de nuevo una el esplritu de cada uno, seg(rn la intensidad
rebelde y durante un año más suúf el yugo de su luz interior, esa unidad de vida produ-
agobiador de un inepto, que ni siquiera sospe- cirá un héroe, un artista, un Poeta, un santo,
cha que nos hiere cuando más lastima nuestra hasta un bandido, en ocasiones; pero todos
dignidad y nuestro ideal de vida. Y como yo ellos contentos, ninguno atormentado.
no era una santa, ni era ya una imbécil, le abo- . - Nunca he sabido yo de gentes que vivie-
rrect le desprecié. En fin, muri{ y quedé libre. ran asl fuera de Elsa Koller, tal vez.. y de
Hace tres años que vivo sola con mi hija, algunos niños.
aislada, perseguida, excomulgada.
-Las hay sin embargo. Examine usted

88
las fisonomlas de Leona¡do da Vinci, de Van recibieron su visita, y las más desnudas baila-
Dicl de Rafael, de Alejandro Magno, de rinas, su ramillete y su tarieta. C-on tal empleo
Goethe, de San |uan de Dios; y verá que todas de su tiempo, su fortuna, que no era muy sóli-
ellas son serenas. ¿Por qué? Porque han vivi- da se desmedró hasta ser sólo una aPaliencia'
do una sola vida. De ahí su placide¿ sus fren- l,a ruina visible no tardó en llegar.
tes sin pliegues, sus mejillas sin surcos, su Por mi parte, vela y meditaba. Pensaba,
continente reposado, sus ojos sin sombras ni sobre todo, en las ideas que me sugerla el
relámpagos. De ahí su fecundidad y la seguri- recuerdo de Elsa. Comparándome con ella,
dad de su obra, ya la realicen con el sonido, el nació en ml el deseo de saber si el tipo
color, la palabra o la espada. De alf, en firu su corri€nte de la mujer culta de Europa era asl,
confia¡za en el éxito, la continuidad en el tra- g si se parecla más al nuestro.
bajo, y su impasibilidad en el fracaso, o en la Pará saberlo, me di a observar a las muje-
derrota. Estos hombres han vivido felices, res con que me relacionaba, a notar sus hábi-
créalo usted, porque vivlan denko de la uni- tot sus tendencias, su trabajo. Pero sobre
dad. La verdad o su verdad si usted quiere, todo, me di a examinar mi Piopia vida, desde
no era en ellos un simple conocimiento, sino a que me llevaron al colegio hasta que me
un tiempo e íntegramente, aspiración, pensa- casaron con Jorge.
miento, propósito y acción. Este análisis, y el contacto con aquellas
Pero dejernos tantas filosofías, y acabe de gentes, me hicieron otra, y cuando regresa-
referirme qué hizo usted después de su iros a San Salvado'r, tuve la desgracia de sen-
encuentro con Elsa. tir que este ambiente ya no era mi ambiente'
-Ya le dije que perÍurnecimos tres años Jorge de quien me distancié dla por día,
en Europa, ciue mi marido empleó en comer, hasta el punto de que nada quedó entre los
beber y prendarse de cuanta mujer fácil dos, fuera de los vlnculos materiales, no
hallaba al paso. Todos los hoteles de fama advirtió mi kansformación. Cuando murió,

90
:

s_efue sin sospechat quién era yo, ni qué no debo pensar... Además, no puede usted
divorcio tan completo habla existido entre llegar a mi casa... atrl se lo explicará esa
'
nosotros. carta... mañana cuando la lea en el camino.
Usted sabe ya lo demás. Con mis nuevas Le ruego no la lea antes.
ideas, no quise mentir aparentando que la ¡Pero |ulia! yo no Puedo irme asl... de
muerte de mi marido me dejaba infeliz.
-
¿por ese modo... Yo necesito decirla...
qué, si era mi liberación? Eso me atrajo el odio
o la antipaúa de las gentes, hasta haóer de ml
-No diga usted nada, intemrmpió; será
lo mejor para los dos. Si mañana cuando lea
lo que usted ha visto: una excomulgada... mi carta, siente todavla necesidad de decirme
Esa es mi historia, Andrewsky... y ahora, algo, escrfbame ¡Ahora... no! Quédese aqul...
puesto que la función va a concluir, y ya no yo me voy/ antes de que enciendan las luces.
hemos de vernos más... le digo gri"i"s y Me voy para evitar... dificultades... ¡Adiós!
adiós. Y se fue, dejándome tan sorprendido de
. -¿Adiós? ¿Por qué adiós? ¿por qué gra- aquel adiós tan inesperado, que no se me
cias? ocurió insistir, ni seguirla... Se fue, dejando
- Adiós, porque usted va a partir maña- entre mis manos la cafta y el ramillete de
na... Gracias, por haberme oldo... por haber- pensamientos que adomaba su pecho.
me hablado.
***
- ¡No partiré, Julia! Bien sabe usted que
no podría irme... Y usted no quer:rá negarme
la entrada en su casa, para hablarle- arfn, Los pétalos ya muertos de aquellas floreci-
¡para hablarle siempre...! llas, son estos mismos que andan esparcidos
- ¡No, Andrewsky!, respondió tristemen_ entre las páginas de este libro. ¿Llegarán
te sacando de su ca¡riel una ca¡ta que me algrln dfa a sus manos...? Entonces, ellos dirán
enhegó. Yo no soy libre... soy de esta niña, y a Julia lo que aquel dla no me dejó decirle...

92
x

.|\
To tuve ánimo de cumPlir el ruego de
I\ Iulia de no leer su carta hasta el dla
siguiente. Apenas llegado a mi cuarto, rompf
el sobre, y lel:
Querido hermano: (déjeme que le llame
asl puesto que jamás habré de llama¡le con
un nombre más dulce.)
Me faltó valo¡ para contarle de palabr4 el
final de mi historia. ¿Hice bien ocultándoselo
arln algunas horas? Su corazón responderá.
Después de dos años y medio de.viudez,
cuando ya era el escándalo de las gentes; por
mi vida inmoral, comprendl que era imposi-
ble continuar en aquella lucha. Siendo rica o
sola, me habrla ido del pals. Era pobre y tenla
una hija, y era indispensable reconciliarme
con las gentes honradae. No habla otro
medio para ello, que casarme de nuevo.
Hubo quien me ofreciera su rlano: un
hombre delicado y generoso, que más que a ramente. Ha dejado usted en mi pensamien-
urut esposa verá en mí una hija, y en mi nina to semillas que habrán de florecer, y con sus
una nietecita. flores tendré una fragancia que incensará mi
Desde hace seis dlas soy la señora de corazót rnientras viva. Empiezo a comPren-
Stoffel, un señor de Holanda, establecido der que lo que yo achacaba a perversidad de
fguihace tiempo: El señor Stoffel me triplica las gentes, no es sino incomprensión. Lo
I
la edad: necesita los cuidados de una hila, y mismo que yo, estos pobres necesitan quién
i y_osabré prestárselos, para recompens¿lr su les gufe, quién les abra los ojos.
desinteés. ¡Decir que en cierbos momentos olvidando
En la manaña de aquel dfu, cuando hablé la dura realidad he soñado que usted y yo
con usted por primera vez en el cine, se habla emprendimos juntos esa labor de esclarecer,
efectuado nuestro enlace civil. Mi marido de ilumina¡ la mente de estos pobres ciegos...
hubo de partir con urgencia a ver la instala- ¡Usted y yo!...
ción de una maquinaria, en una de sus fincas, Si me escribe, hábleme hnicamente de su
y no ha vuelto sino esta ta¡de. salud, de su viaje, de su llegada. De lo
¿Comprende ahora por qué le dije que demás... no: yo lo sé, lo adiviné desde aque-
partiera, que no me dijera nada, que no lla noche... pero ¡a qué hablar de ello! ¡Para
intentara venir a mi casa? qué!
No sé cómo darle gracias por las horas It is too late!
bellas y santas que estuve cerca de usted.
Siento que sus palabras han de acaba¡ mi
curaciór¡ librándome del odio y del despe_
cho que me venlan ahogando. ya poco me
acuerdo de esos enojos, y estoy segura de
que luego habré perdbnado y olvidaáo ente-

96 97
XI

tarde...!

¡ quién vivimos?
¿En obsequio de qué y de
Porque morir, no es nada. La muerte es
lógica, sencilla, fácil. Es una consecuencia
na-tural de la vida. Acabada la cuerda del
reloj, éste deja de andar; he atrf todo.
Óomo dolor, la muerte es matemalmente
benigna. Las agonlas más crueles duran
algunos dlas, a lo más' Y el dolor que causan/
decrece instante Por hstante. Aun las tortu-
ras que inventa el hombre Para atormental a
sus enemigos, son pasajeras y mediocremen-
te dolorosas: crucifixión, descuartizamiento,
hambre, acaban con la vida brevemente, y no
oermiten un dolor extremo.
A(rn más: si el dolor llega a cierto lfmite,
nos desvanecemos, perdemos el conocimien-
to; nuestra sensibilidad flsica, agotada, nos
pone entonces a salvo del dolor. Asl, la
muerte es siempre suave, llevadera.
¡Pero la vida!
¡Para el que nada espera!
¡Para el desencantado que no guarda de
las horas que vienen sino tedio y rutirn! eue
sin fuerzas para intentar ya nada... sin interés Parfs, a 5 de agosto de7974-
por nada... ya sin fe ni valor para nada, ha de f,n
estarse a la orilla del tiempo, viendo anas- Encuentro con Enrique Holland, mi
trarse las horas perezosás, cargadas de amigo de la juvi:ntud, alistado en la Legión
melancofa...! Extranjera. A instancias suyas, me he alista-
Para el desencantado ¿qué tormento do yo también y marcharemos iuntos.
iguala al de vivir? No me atrae esta guera; no llevará a nin-
¿Y por qué vivir? guna solución a esta infeliz EuroPa, fascina-
¿Y para qué üvtu...? da siempre por los mismos falsos mirajes.
¿Pero qué harla yo si no fuera a la guerra?
Vivir inerte pensando... recordando...
Siquiera en los combates hay una embria-
1.ruez, y quizá podré salvar
algunas vidas, de
gentes que desean vivir,
He escrito a Julia mi dirección, y mtrega-
ré hoy este manuscríto a Holland. ¿l)egará
alguna vez a sus Íu¡nos?

100 1m
La carta decla así:
"El señor Stoffel murió hace cinco meses.
Aqul terminan las memorias de Michel Fue para ml un verdadero padre, y para mi
Andrewsky. niña un abuelo excelente. Las dos lo hemos
Durante los primeros meses de guerra llorado con lágrimas sinceras. Gracias a su
tomó parte en muchos combates. Sabiendo bondad, nuestro porvenir no nos causa nin-
que era médico, le confiaron el cuidado de guna inquietud.
una ambulancia. Salvó muchas vidas, expo- "Andrewsky, soy libre. ¿Desea todavla
niendo la suya para sacar a los heridos, que decirme lo que yo no quise olr aquella noche,
iba a buscar en los sitios máó peligrosos. hace dos años, cuando usted Paltió? ¿Quiere
Su amigo Holland le aconsejaba que fuera que vaya a buscar yo la respuesta? ¿Quiere
prudente, y é1 respondla soruiendo: -No venir, y traerla usted?
hay peligro; la muerte no me tocará, pues "Si su corazón se ha mantenido fiel, la
sabe que eso serla la dicha. felicidad llamará a mi puerta, por la primera
Una mañana en momentos en que su vez.
Regimiento se disponía al asalto de una trin- " Ansiosamente aguarda,
chera, le entregaron una carta que acababa Julia."
de lleva¡le el correo. No habla tiempo de
leerla, y sólo pudo ver el sobre, en que reco- ***
noció la letra de fulia.
Media hora después, una granada le hirió Andrewsky oyó leer esta ca¡ta con el aca-
gravemente. Le llevaron a la ambulancia tamiento de un moribundo que recibe la
donde Holland le leyó la carta, mientras le extremaunción. Hizo que se la repitieran,
hadan la primera cura. El médico declaró que lentamente, palabra por palabra, y luego,
no hatfa qué hacer, que era cuestión de horas. haciendo un gtande esfuerzo, se incorporó

102
estas palabras:

Esta edición consta de 10,000 ejemplares.


Se terminó de imprimirel 14
de agosto de 2003

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