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EL CID CAMPEADOR

HAZAÑAS DE UN HÉROE EN LA ESPAÑA MEDIEVAL

I. I_A PARTIDA DE VlVAR


'Burgos

'hilera Arrasados.
Los ojos, arrasados en lágrimas.
Espaldas anchas, hombros cuadrados, manos grandes y huesudas.
l;m ajustadas las piernas al caballo que difícil era saber dónde empeza-
Tuiedo O5Í-L0 l>a la bestia; dónde, las calzas. Rodrigo Díaz de Vivar1 dio vuelta la cabe-
Valencia* y,a para mirar su casa. Las puertas, abiertas; los postigos sin candados;
vacías las perchas, sin pieles ni mantos; y las otras perchas donde solían
posarse los halcones y azores2, sin la visita de los grandes pájaros. El
polvo de los caminos ya entraba en las habitaciones como anticipando
el largo abandono, ya se enseñoreaba de los cuartos.
Junto a Rodrigo Díaz de Vivar, un grupo de hombres montados.
('orno él, todos iban sobre el caballo tan a gusto como los villanos3 sobre

1 Vivar es una ciudad ubicada en el centro-nortelíe'España, en las; cercanías de Burgos. Como era
t <>mún en la Antigüedad, el nombre y apellido del señor aparece seguido -casi como un segundo ape-
llido- de la región en que estaba asentado. En este caso, Rodrigo tiene su residencia en Vivar. En rela-
i'ión con las referencias geográficas que ofrece el Cantar de Mió Cid el especialista Ramón Menéndez
l'idal sostiene que el poema es exacto en sus referencias históricas y "no es menos exacto el Cantar en
NOTA DE LA EDITORA: El texto que presentamos no es una prosificación del Cantar de su geografía, pues todos los lugares que menciona, aun los más insignificantes, llegan a identificarse
Mió Cid, sino una versión novelada de su primera parte. En función del joven lector, se han en la toponimia moderna o en la antigua. Además nos da noticias de poblaciones desaparecidas,
como Alcoevao Spinazde Can, o de comarcas que han cambiado de nombre, como Corpes yTévar".
dejado de lado los arcaísmos del castellano medieval y se ha priorizado el carácter épico del
(Ver Bibliografía en Cuarto de Herramientas).
relato. El texto se acompaña con una síntesis de la segunda parte del Cantar para que el lector 1 ,os azores son aves rapaces diurnas de medio metro de largo, oscuras en su parte superior y de vien-
pueda conocer la historia completa. i re blanco.
1 En la Edad Media, se denominaba villano al habitante común de las villas o aldeas, a diferencia de la
nobleza, que constituía el estrato social superior.

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de Castilla; cumplido el plazo, sería atacado por el ejército del rey.
sus piernas. De lejos, se notaba que su vida era montar y guerrear que, Nunca, en innumerables batallas, Rodrigo Díaz de Vivar, por todos
a todo peligro, sabían hacerle frente. Y por eso, quizás, porque su valen- conocidos como el Cid Campeador, había sufrido una afrenta semejan-
tía había sido probada en innumerables batallas, Rodrigo no precisaba te. ¡Desterrado! El castigo destinado a los traidores.
esconder ese llanto que bajaba por sus ojos, arrasándolos. El rey Alfonso9 había oído los consejos de los falsos, las palabras de
—Loado sea Dios —dijo, alzando los ojos hacia el cielo—, esto se lo los verdaderos traidores, las calumnias de los que solo saben envidiar
debo a la maldad de mis enemigos. porque carecen del valor para empuñar la espada. A todos ellos y, prin-
No dijo más, aguijoneó el caballo, soltó la rienda y ya salió galo- cipalmente, al conde García Ordóñez, había prestado oídos el rey
pando. Lo siguieron sus hombres, dejaban atrás Vivar, camino del des- Alfonso al escribir, sin que le temblara el pulso, la carta que ordenaba el
tierro.
rro. ilcstierro de su mejor vasallo"1.
El Rodrigo Díaz de Vivar que partía hacia el destierro no era un Con la carta en la mano, Rodrigo Díaz de Vivar reunió a sus parien-
joven inexperto. A su nombre, lo acompañaba ya el apodo Cid tes y vasallos. Les contó que el rey le ordenaba abandonar las tierras de
Campeador que, como una medalla que se ostenta sobre el escudo, ( astilla. Y aunque aquellos hombres le debían lealtad, a todos les pre-
decía de su valentía. "Cid", del sidi, en árabe, 'señor'; y Campeador, del guntó para que hicieran según su deseo. Los que quisieran podían des-
romance4, campodocto, 'doctor' o 'señor de los campos de batalla'. terrarse con él, tras desamparar a sus mujeres e hijos; los que quisieran
Su casa en Vivar quedaba a pocas leguas de Burgos, en el reino de
podían quedarse en sus tierras.
Castilla. España, entonces, estaba dividida en muchos reinos. La mayor Entre todos ellos, se distinguía por su porte Minaya Alvar Fáñez. De
parte del territorio estaba en manos de los árabes: distintos califas5
voz clara, como claros eran sus pensamientos.
gobernaban las ciudades del gran reino de Al-Andaluz6. Hacia el Norte: -Te seguiremos —dijo, sabiendo que sus palabras expresaban el sen-
León, Aragón, Castilla, Navarra eran reinos cristianos. Los reyes de t i miento de aquellos sesenta hombres como si fueran uno solo—. Te
entonces, tanto moros7 como cristianos, vivían en luchas constantes. si-guiremos por desiertos y poblados, no hemos de abandonarte mien-
Peleaban entre los de su misma religión y entre moros y cristianos. Se 11 as tengamos aliento. Siguiéndote siempre, como leales amigos y vasa-
aliaban y, luego, rompían los pactos. Prácticamente, todos los recuerdos llos, perderemos muías y caballos, dineros y paños11.
del Cid hablaban de batallas. Todos aprobaron las palabras de Alvar Fáñez, y el Cid les agradeció
Junto al pecho, por debajo del jubón8 , Rodrigo Díaz de Vivar lle-
MI lealtad.
vaba una carta dirigida a él, con la firma del rey Alfonso, su señor. El
mensaje era escueto: una orden de destierro para él. La aclaración, ter-
I I irxto hace referencia a la figura histórica de Alfonso VI, el Bravo. Heredero del reino de León a la
minante: tenía solo nueve días para abandonar por siempre las tierras iiuiiTic de su padre, Fernando I, se enfrentó con su hermano Sancho, quien había heredado el reino
' Ir ('astilla. Sancho lo venció en la batalla de Golpejera (1072), lo obligó a desterrarse y pedir asilo a
In-, moros de Toledo. Cuando Sancho murió misteriosamente en la ciudad de Zamora (según algu-
< Se llaman lenguas romances a las lenguas modernas deriva nos historiadores, habría sido asesinado por su ambicioso hermano), Alfonso fue proclamado rey de
el francés, etc. Aquí romance es sinónimo de 'español'. i .islilla; poco tiempo después logró conquistar Toledo y también se proclamó rey de aquella región.
" Califa era el título dado a los príncipes árabes que ejercían la suprema autoridad religiosa y civil en Allí murió en el año 1109.
1 I In vasallo es aquella persona vinculada a un señor feudal por una relación de fidelidad y depen-
algunos territorios musulmanes.
6 Al-Andaluz era el nombre con el cual los árabes designaban la porción del sur de España, hasta el • li m ¡a. Una relación similar unía a los señores feudales con el rey: por eso el Cid llama al rey Alfonso
Mar Mediterráneo (la actual Andalucía). un si'iior". Se trata de la forma de organización social característica de la Edad Media.
7 Se llama moros a los árabes o musulmanes que vivieron en España desde el siglo vin hasta el xv. l'/nns, en este caso, se refiere a telas y ropas en general.
8 El jubón es una vestidura que cubría desde los hombros hasta la cintura, ceñida y ajustada al cuerpo.
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del rey. Eso era innegable. Don Fernando había repartido el reino entre
2. EL CAMINO DE LOS RECUERDOS sus cuatro hijos: a Sancho, dio Castilla; a Alfonso, León; a Elvira, la ciu-
dad de Toro; y a Urraca, Zamora. ¡Por qué no respetó la ley del mayo-
El Cid no era hombre de dejarse llevar por la melancolía, no solía
razgo13! Los hermanos no se contentaron con aquella división. Todo
rememorar por el gusto mismo de hacerlo. Sin embargo, aquella tarde,
quería Sancho, como lo mandaba la ley de entonces.
mientras espoleaba su caballo camino del destierro, desovilló paciente-
Sancho y Alfonso se enfrentaron. Quien ganara se quedaría con los
mente los recuerdos. Precisaba repasarlos, encontrar aquellos hechos que
dos reinos: Castilla y León. Eran tiempos de guerras. Rodrigo luchaba
le permitieran comprender la actitud del rey. junto a su señor. El Cid recordó la batalla en la que, gracias a su conse-
Como quien separa la paja del trigo y la amontona para observarla
jo, habían vencido a Alfonso. Algunos opinaron que no habían sido del
mejor, así amontonó el Cid los sucesos que empujaron al rey a tomar
todo justos, pues quebrantaron un pacto atacando el campamento por
una decisión como aquella. El Cid lo conocía bien, sabía que Alfonso
la madrugada. En la guerra no hay pactos, pensaba el Cid entonces y
no era de los que dan puntada sin hilo. Aquella acción, que a muchos
ahora. Seguramente allí, nació el odio de Alfonso por él. Porque le qui-
podía parecer injusta, no había sido fruto de un arrebato; por el con-
taron la victoria de las manos, lo sacaron de la iglesia donde se había asi-
trario, lentamente meditada; incubada en el corazón, incluso, llevaba la
lado y lo llevaron prisionero a Burgos. Alfonso supo —cómo no saber-
fuerza oscura de antiguos sentimientos. lo- que aquella derrota suya era por méritos del Cid. Quizás fue aquel
Para ser fiel a esa historia de desavenencias que ahora lo separaban
ilía en que comenzó a tramar su venganza.
de su señor, el rey Alfonso, el Cid tuvo que remontarse a su adolescen-
Entonces vino doña Urraca, hermana de los reyes, e imploró por la
cia. Hijo de hidalgos, sin que sangre noble corriera por sus venas,
libertad de Alfonso. El Cid mismo aconsejó a Sancho que lo liberara. Y
Rodrigo se había criado en la corte del rey Fernando, padre de Alfonso.
ese consejo, ¿no lo conocía Alfonso? La condición era estricta: Alfonso
Sus dotes guerreras siempre lo habían destacado; tal vez por eso,
debía dejar el reino y hacerse monje tras entrar en un monasterio. Con
Fernando lo había elegido como amigo de Sancho, su hijo mayor.
dos hermanos reyes, nunca acabaría la pelea. Alfonso había entrado en
¡Buenos tiempos aquellos! ¡Qué valiosa amistad había unido siempre a
el monasterio. Pero lo suyo no era la religión y, al poco tiempo, se esca-
Sancho y Rodrigo! pó. Entonces se alió con el rey moro de Toledo.
Quizás, pensó el Cid, entonces empezó todo; cuando Sancho y yo
Mientras, Sancho estaba ocupado luchando en contra de sus her-
salíamos de caza, y su hermano Alfonso se quedaba en el castillo.
manas. Ya era rey de León y Castilla. Pero tomó la ciudad de Toro y
Pero aún Fernando vivía, cuando Sancho y Rodrigo salieron a bata-
puso cerco a Zamora. La ciudad de su hermana Urraca resistía valien-
llar. El mismo rey Fernando lo había armado caballero en la batalla de
iemente el cerco.
Coimbra12. Junto a Sancho, habían vencido al rey moro de Granada. El
Bien lo recordaba el Cid, que había luchado ardientemente contra
Cid recordó la batalla. El Cid recordó el momento en que había toma-
quince zamoranos. Quince contra un solo hombre y los había vencido.
do prisionero al conde García Ordóñez. Ahora García Ordóñez era con-
Aquel episodio hizo aún más grande su nombre.
sejero del rey Alfonso. Pero entonces, por traidor, Rodrigo lo había inju-
El cerco duraba más de lo pensado, Zamora no se rendía. Entonces,
riado arrancándole un mechón de sus barbas.
Sin duda, los verdaderos problemas habían empezado a la muerte
i" I a Ley ele mayorazgo era una institución del derecho antiguo que consistía en otorgar al hijo mayor
i • •< los los beneficios de la herencia de sus padres.
u Coimbra es una ciudad del centro de Portugal, capital del distrito de igual nombn
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EL CID CAMPEADOR

apareció un traidor: Alfonso Vellido. Se había escabullido de Zamora, lo El Cid, camino del destierro, recordaba la jura de Santa Gadea.
trajeron los guardias hasta la tienda del rey. Resultó buen fabulador por- Frente al altar, estaban Alfonso y él. A su alrededor, lo mejor de la
que logró embaucarlos a todos, a Sancho y al Cid también. Ofrecía nobleza leonesa y castellana. El silencio los rodeaba, jamás volvió a sen-
ayuda para vencer la ciudad, dijo que les señalaría el sitio por donde tir el Cid un silencio igual. Podía oír los latidos acelerados del corazón
podrían atravesar la muralla. El Cid desconfió de la condición que había de Alfonso.
puesto: debían ir al sitio bien de madrugada, él y Sancho y nadie más. Entonces el Cid le preguntó, haciéndolo jurar sobre los Santos
Rodrigo dudó, pero Sancho dio la orden terminante de que nadie lo Evangelios, si era cierta la sospecha de que por su consejo fue muerto el
siguiera. Las órdenes del señor no pueden discutirlas los vasallos. Allá se rey Sancho.
fueron los dos, Sancho y Vellido, el traidor. A pesar de todo, era tan fuer- El rey Alfonso juró que no.
te el presentimiento en el corazón de Rodrigo que los siguió. De lejos los Pero apenas si se oyeron sus palabras. Rodrigo Díaz de Vivar no se
sintió satisfecho. ¿Era o no era un traidor? Con todo derecho, volvió a
vio y, cuando estuvo cerca, ya era tarde: Sancho caía, asesinado.
Por más que hubo corrido, el Cid no pudo alcanzar a Vellido. hacerle la misma pregunta.
¡Cómo no recordar la alocada carrera! La puerta que se abrió en la Alfonso volvió a decir que no.
Tres veces juró Alfonso su inocencia en Santa Gadea.
muralla de Zamora para tragar al traidor.
Sin Sancho, el cerco de Zamora se perdió. Los castellanos14 dejaron Entonces fue proclamado rey. Y el Cid besó su mano en señal de
la ciudad y formaron un fúnebre cortejo detrás de su señor. vasallaje.
Aquella jura, el Cid lo supo, la estaba pagando ahora. Un rey obli-
Y entonces llegó el momento de la reorganización.
El reino de León coronó a Alfonso. Con derecho, pues era su rey gado a jurar su inocencia frente a un hidalgo16. Nunca se había visto.
verdadero. Zamora quedó en manos de Urraca. ¿Y Castilla? ¿Quién Nunca se volvió a ver. Para Alfonso, habría sido el broche de esa larga
gobernaría Castilla? Sancho había muerto sin dejar descendencia. historia de desavenencias.
i
"Lo que Alfonso no ha entendido, pensaba Rodrigo mientras cabal-
¿Quién que tuviera sangre real podía reinar sobre Castilla?
Las cortes15 se reunieron en Burgos para discutirlo. La voz del Cid gaba camino del destierro, es la clase de vasallo que soy yo. Pero se lo
fue la más escuchada: "Debe gobernar Alfonso, pues él lleva la sangre demostraré con acciones, si Dios me da vida para recuperar mi honra".
del re Fernando en las venas" .
"¿Alfonso? ¿Y quién nos asegura —preguntaron los nobles castella-
nos— que no participó en la traición que dio muerte a nuestro señor? 3- UNA CIUDAD DESIERTA

¿No le estaremos dando la corona al asesino de su hermano?"


Sesenta hombres de a caballo atravesaron la muralla de piedra de la
Nadie había querido a Sancho más que el Cid.
"Yo le tomaré juramento —dijo el Cid—. Si él jura su inocencia, sere- i melad de Burgos. Recorrieron a caballo sus callejuelas y las encontra-
i i n i desiertas. ¿Adonde habrían ido las mujeres? ¿Por qué no se veía a
mos sus vasallos".
ninguna junto a la fuente? ¿Dónde estaban los hombres? ¿Por qué ha-
Un castellano es la persona oriunda de ¡a región de Castilla.
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I -LUÍ desamparado las huertas? En la plaza frente a la catedral, no había
lsSe denominan cortes a las reuniones o juntas que, en los antiguos reinos de Castilla, Aragón,
Valencia, Navarra y Cataluña, celebraban las personas autorizadas a decidir en los negocios y asuntos
I In hidalgo es una persona que, por su origen de sangre, es de clase noble y distinguida.
importantes del Estado.
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EL CID CAMPEADOR —Que nada les falte, buen Sancho —recalcó el Cid—, tenga toda clase
de miramientos25. No repare en gasto, consiéntalas tal como haría yo si
ría con creces. La historia del Cid nos cuenta el ardid. Supongamos que
la plata fue devuelta, aunque los cantos se hayan olvidado de relatarlo. estuviera con ellas.
Enseguida entró doña Jimena. Ya las damas de compañía traían a las
hijas. Un solo abrazo fundió al guerrero y a sus tiernas mujeres. La
palma encallecida de tanto empuñar la espada se volvía suave al desli-
4. LA SEPARACIÓN /arse por los cabellos de las niñas. Los ojos, arrasados en lágrimas.
Mientras el Cid estaba en el monasterio, las campanas de San Pedro
Esa misma noche, terminado el trato con Raquel y Vidas, el Cid y
de Cárdena tañeron a todo vuelo. Y aunque aquel sonido no podía tra-
sus hombres se alejaron del arenal donde habían acampado. Antes de
ducirse con palabras exactas, todos los hombres de la región compren-
partir, el Cid quiso despedirse de su mujer y sus hijas, que se encontra-
dieron su mensaje: "¡Ya se va el Cid al destierro! ¡Dios lo acompaña! ¡Ya
ban refugiadas en el monasterio22 de San Pedro de Cárdena, a varias
sr va el Cid al destierro! ¿¡Qué valiente lo acompaña!?".
leguas de la ciudad de Burgos. Como sigue la tropilla a la yegua madrina, así siguieron los hombres
Todavía no había amanecido pero, en el interior del monasterio, ya
el llamado de aquellas campanadas. De las sierras, bajaban a lomo de
había movimiento. El abad23 don Sancho, frente al altar, rezaba los mai-
MIS caballos. Desamparando sus casas, venían a unirse con el Cid. El
tines24. También doña Jimena, junto a sus damas de compañía, ya esta-
ansia de aventura, el deseo de lucha, la sed de recompensas: todos los
ba orando. La noche le resultaba demasiado larga: pensando en los
cntimientos que llaman a dejar casa segura parecían despertar con las
trabajos que estaba pasando el Cid, nunca la atrapaba el sueño. Las
ampanadas de San Pedro de Cárdena que, noche y día, rompieron el
horas del día, en cambio, no le alcanzaban: todas se le iban pidiéndole
lencio de aquellos parajes.
a la Virgen protección para su señor. Martín Antolinez, el húrgales cumplido, reunió ciento quince jine-
Como si hubiera estado concertado, al mismo tiempo, cantó el gallo
es que, tras cruzar el puente de Arlanzón, buscaban unirse a las mes-
en el patio trasero del monasterio; y golpearon a la puerta. Un monje
atravesó corredores y patios en dirección a la muralla. ¡Era el Cid en adas26 de Rodrigo Díaz de Vivar.
Desde el monasterio, el Cid vio a los jinetes: un grupo tan numero-
persona!
El Cid se apeó y, acompañado de sus hombres más cercanos, entró > que no alcanzaba a contar los pendones. Distinguió, satisfecho, la
el monasterio. El abad don Sancho guiaba su camino con cirios gura del hombre que los dirigía y, entonces, cabalgó a su encuentro. A
en \~L iít.^, medida que se acercaba, sentía crecer dentro de sí las esperanzas de

t
encendidos.
En la sacristía, tuvieron una breve entrevista. Al Cid no le alcanza- añarse con la lucha el pan y la honra. Saludó a Martín Antolinez y,
rme sobre su montura, recibió el saludo de cada uno de aquellos jine-
ban las palabras, con unas quería agradecer la hospitalidad, con otras
•s. Uno a uno, se acercaron a besarle las manos, en señal de vasallaje.
recomendar más y más cuidados. Entregó al abad Sancho ciento cin-
Pero el Cid no era jefe de la pura sumisión: sabía que, en cada hom-
cuenta marcos de los que le habían dado Raquel y Vidas. Cincuenta
ke, hay un corazón y que el de aquellos hombres estaba aún dolido por
para el monasterio, cien para servir a doña Jimena y a sus hijas.
" Aquí miramientos significa 'cuidados'.
12Un monasterio es un edificio construido para albergar originariamente a los monjes miembros de "' Se denominaba mesnadas a los grupos de gente de armas que se congregaban alrededor del señor
una cierta orden religiosa. En tiempos de guerra, era un lugar seguro para los que lo habitaban.
feudal.
23 El abad era el monje principal a cargo del monasterio. 43
24 Maitines es el primer rezo del día que se realiza antes del amanecer.

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^^^H Cuando terminó la misa, los caballeros salieron de la iglesia y
EL CID
E.L. ^,1, ,
^^^B:omenzaron a montar. El Cid se demoró, fue a abrazar a doña Jimena,
la reciente despedida. Las casas que dejaban por seguirlo, según la ley ^^^Hc besó llorando la mano. Volvió la cabeza para mirar a sus hijas. Cómo
del destierro, para siempre las perdían. ^^Hpcjar dos niñas pequeñas, una mujer hermosa y fiel, tesoros tan verda-
Por eso les habló con certeras palabras: ^^^•deramente preciados.
—Ruego a Dios, Padre Espiritual, que yo pueda hacerles algún bien. ^^^B -Quiera Dios que vuelva con más honra —dijo el Cid a Jimena—.
Ustedes que me siguen dejando sus casas y heredades, lo que pierden ^^H Que vuelva con salud y honra para casar a nuestras hijas y poder servir-
ahora, duplicado lo habrán de cobrar.
Esa misma noche, el Cid reunió a sus caballeros: Minaya Alvar ^^H la a usted, mi señora.
^^B No sentía deseos de partir.
Fáñez, su primo hermano, el de los claros y certeros pensamientos; ^^H -¡Vamos, oh Cid, que en buena hora ciñó la espada! -lo increpó
Martín Antolinez, el húrgales cumplido, leal y de rápidas decisiones; ^^H Minaya Alvar Fáñez—. El plazo se vence, es preciso partir. Vamos, no se
Pedro Bermúdez, su sobrino, a quienes muchos llamaban el Mudo por- ^^1 demore más entre estas sagradas murallas, que antes parte a la guerra,
que lentas y trabadas salían las palabras de su boca. Lo que no derro •H antes prepara el día en que estas penas podrán volverse en gozos.
chaba en discursos, Pedro Bermúdez lo gastaba en arrojo. T~~^*~ Un último abrazo.
De los nueve días de plazo, ya habían transcurrido seis. Solo resta- Con el mismo dolor con el que la carne se separa de la uña, se sepa-
ban tres; y largo era el trecho por andar todavía, en dirección al Sur. ró el Cid de su mujer y sus hijas. Y aún del otro lado de las murallas,
Debían cruzar las sierras de Miedes para dejar el reino de Castilla. camino al Sur, volvió su cabeza para mirar la cruz en la torre de la igle-
Detrás de ellos, estaba el rey Alfonso. Muchos pensaban que los ace- sia. Casi podía decirse que el ansia de la guerra lo había abandonado.
chaba, esperando una oportunidad propicia para atrapar al Cid. Solo -¡Vamos, oh, Cid, que no es hora de alargar esta despedida! ¡Mire
una excusa precisaba para poder encarcelarlo, sin mostrarse injusto a los los pendones de las lanzas! ¡Vamos, mire por la lucha que le devolverá
ojos del pueblo. Pero, esa excusa, el Cid no se la daría: partirían del 1.1 lama, vamos, aguijonee ya su caballo! -lo alentó su primo, Minaya
monasterio a la mañana siguiente. Al canto del gallo, mandarían a ensi-
llar. A maitines, oirían la misa de la Santa Trinidad. Y luego, cabalgar. Alvar Fáñez.lella vez, Minaya picó espuelas primero y luego, detrás de él,
Tal como el Cid lo mandó, de ese modo lo hicieron. A la madruga- !£> Díaz de Vivar, el Cid Camr.
da, ya todos los caballos estuvieron ensillados. El Cid acudió a la iglesia
junto a su mujer. Larga túnica de lino, vestía aquella mañana doña
Jimena. Los cabellos recogidos, los ojos rojos de tanto llorar. No bien . EN LOS BORDES DEL MUNDO CRISTIANO
cruzaron la puerta, se desprendió del brazo de su marido y, tras correr }' -—
hacia el altar, se echó sobre las gradas. De sus labios, comenzó a surgir Ya soltaron las riendas, ya empezaron a cabalgar. Pasaron por tierras
una larga oración, las palabras unas con otras hilvanadas, tan dulces H-ladas y grises, una larga meseta se extendía delante de sus ojos. Aquí o
como el agua que corre por los arroyos. Hasta el abad calló oyendo .ill.i, una encina de tronco bajo y ramas retorcidas daba algo de sombra
aquel rezo improvisado, seguramente la Virgen se lo estaba dictando, ,i los caminantes. Reposaron en Espinosa del Can y, esa misma noche,
mucha más gente se unió a las mesnadas. Temprano ya estaban nueva-
tan -bello.
... y ruego a San Pedro que me ayude a rogar, por mi Cid mente sobre las cabalgaduras. Dejaron atrás San Esteban de Gormaz,
Campeador, que Dios lo cure de todo mal. Cuando hoy nos partimos, 45

en vida nos habrá de juntar.


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EL CID CAMPEADOR
escabrosas30 laderas de la Sierra de Miedes. Los caballos, poco ágiles en
pequeña ciudad que les brindó su acogida. Para cruzar el río Duero, lle- los desfiladeros31, daban trancos inseguros mientras las piedras sueltas
garon hasta Navapalos pues, en aquel lugar, existía un vado que permi- caían por los despeñaderos32. Hasta que traspusieron las cumbres y,
tía el paso de los caballos. Ya estaban dejando la Extremadura27 cristiana, cuesta abajo, se largaron los jinetes.
ya se acercaban a la tierra de los moros. En Figueruela, a la sombra de los En el llano, hallaron un bosque tupido donde el Cid ordenó un des-
enebros y los olivos28, alzaron las tiendas. Dos ríos se unían en aquel canso. Allí dieron cebada a los animales, mientras la luna entreveraba
lugar y daban agua fresca a jinetes y caballos. las sombras de los jinetes con las sombras de las ramas de encinas y
Con el arrullo de las aguas que corrían hacia el Sur, Rodrigo Díaz de alcornoques33. Ya habían dejado atrás las tierras de Alfonso, ya estaban
Vivar se durmió. Era su última noche en Castilla, y aquel sonido que en tierras extrañas.
siempre habla de vida y abundancia le sonó a buen augurio. Pero enton- En aquel bosquecillo, el Cid y Minaya Alvar Fáñez decidieron la pri-
ces, en lo más profundo del sueño, se le apareció en una visión el ángel mera batalla. El blanco elegido fue la ciudad de Castejón de Henares,
San Gabriel29. Con voz clara, le dijo: pues era la primera ciudad mora que hallaron en su camino.
—Cabalga, Cid, el buen Campeador, que nunca en tan buen punto La idea fue de Alvar Fáñez: mantendrían el sigilo, toda la noche
cabalgó un varón. Mientras vivas, todo estará de tu parte. emboscados. Recién a la madrugada, dividirían las fuerzas y lanzarían el
Rodrigo Díaz de Vivar se despertó. ¿Dónde estaba? Junto a sí, tan- ataque. El Cid, al mando de cien caballeros, entraría en la ciudad por la
teó: su espada; más allá, la silueta de los caballeros que dormían. Nadie retaguardia. Minaya, con doscientos, iría en algara34: asolando los cam-
más. Azorado, primero; tras alegrarse por el buen sueño, enseguida,' pos en un gran radio de acción que llegaba hasta la zona de Alcalá.
hizo la señal de la cruz. Durante los preparativos, fue llegando la mañana.
Desde el lugar donde estaban emboscados, el Cid y sus hombres
observaron a los moros de la ciudad de Castejón. ¡Qué desprevenidos
6. LA PRIMERA BATALLA < .1 minaban! Abrían las puertas de sus casas, salían hacia sus trabajos:
unos a las huertas, otros a atender los animales. Lentamente se marcha-
A la mañana, el Cid reunió sus fuerzas y, sin tener en cuenta a los li.m, tras dejar abiertas las puertas de la ciudad, tan confiados, como van
valientes que andaban de a pie, contó trescientas lanzas, todas con pen- los hombres en tiempos de paz.
dones. Ya el plazo estaba a punto de vencer. Todo el día anduvieron a Entonces el Campeador abandonó su escondite y se dirigió a la
marchas forzadas, alejándose hacia el Sur. inierta de Castejón. Con la espada desnuda en la mano, iba dando
Como la noche era clara y la luna alumbraba en lo alto, el Cid dis- 11 inerte a los moros que encontraba a su paso. Ninguno lo enfrentó,
puso seguir adelante. Organizó a los jinetes por grupos y, delante de mudos de terror y espanto, sin entender cómo, de dónde habían llega-
cada uno, designó a un mozo diestro para que guiara el paso por las

Escabrosas significa 'irregulares'.


; I ÍK desfiladeros son caminos angostos en la parte superior de mesetas y montañas.
27 Extremadura es una región de España, situada en la zona oesteüe su territorio.
28 Los enebros son arbustos resinosos y de flores poco vistosas; y los olivos, árboles de los que crecen las
V llama despeñaderos a los costados de las mesetas y montañas que se cortan en el vacío.
I .\; encinas son árboles de grueso tronco y gran altura; y los alcornoques, de altura mediana y copa
aceitunas.
a Según consta en la Biblia, los arcángeles son ángeles a quienes Dios ha encomendado las misiones muy frondosa.
más importantes en relación con los hombres. El arcángel San Gabriel es, en numerosas ocasiones, el 1 1.1 expresión en algara significa 'cabalgando'.

mensajero de Dios. 47
HÉROES MEDIEVALES

EL CID CAMPEADOR
El primer castillo importante tomado por el Cid y sus hombres fue
dos aquellos cristianos, huyeron desamparando la ciudad. Todo el oro klcocer. Con ardides37, lo tomaron. Al instalarse en el castillo de
y la plata de Castejón quedó en manos del Cid Campeador, que perdo- klcocer, se hicieron servir por los moros. Las noches en las que habían
Bormido en las tiendas, a la vera de los arroyos, habían quedado atrás.
nó la vida de muchos moros. | Pero los moros no se quedaron de brazos cruzados, viendo cómo un
Mientras tanto, Minaya Alvar Fáñez, al mando de doscientos tres
hombres, asolaba los campos. Como un rastrillo que barre las hojas Cristiano que había sido desterrado de sus tierras se entrometía en las de
secas, así fueron barriendo los hombres de Minaya los campos moros. tilos. Todos los lazos de amistad y vasallaje estaban siendo trastornados
Alzaron todo lo que encontraban a su paso: rebaños de ovejas y vacas, |ior el Cid, que sometía a tributos a las ciudades que ya tenían un señor,
ropas, riquezas. Brillaba el sol sobre las escamas de acero de sus lorigas35. .me robaba en las algaras animales y cosechas.
Desprevenidos se encontraban los moros, vestidos con sencillos jubones. La paz de aquellos tiempos era siempre inestable. Ni los reinos
Ya Castejón estaba en manos del Cid. Desde las torres, sus centine- moros respondían a un único califa; ni los cristianos, a un único rey.
las vigilaban los campos. No bien divisaron a los hombres de Minaya, Antes, batallaban unos contra otros dentro de cada reino: moros contra
el Cid dejó el castillo en custodia y salió con su mesnada. Los jinetes moros y cristianos contra cristianos. También entre ellos guerreaban a
que los rodeaban contemplaron el abrazo: cuando dos jefes se saludan veces y, otras, establecían pactos de alianza y amistad. Los vencedores de
las luchas dominaban a las ciudades vencidas y les cobraban tributos. La
así, no pueden fracasar las batallas.
Aún no habían contado las riquezas, y ya el Cid le propuso a relación de vasallaje daba cierta tranquilidad al mundo de entonces. La
Minaya compartirlas: un quinto de todo lo ganado sería para él. Pero el presencia del Cid en tierras moras estaba trastornando esa paz.
bravo Minaya, el primo hermano del Cid, el que con inteligencia había Así lo entendió Tamín, rey de Valencia. ¿Quería diversión el Cid
fraguado36 la emboscada, el que con valor había asolado los campos, no (lampeador? Ya había tenido suficiente. Ahora le había llegado la hora
quiso tomar nada. Más aún, hizo un solemne juramento, diciendo que <lr pagar. De pagarle tributo a él, no en vano era el rey de Valencia.
solo después de haberse esforzado en la lucha y de que, gracias a su ,;<. Quería vivir entre moros? Eso podía llegar a conversarse. Pero no podía
mano, el Cid hubiera ganado algo, recién ahí aceptaría algún dinero. Discutirse quién mandaba con derecho en aquellos territorios.
Por eso, dio una orden muy precisa a los dos emires38 que puso al
mando de su ejército: " Lo quiero vivo en mi presencia".
Fariz y Galve dirigieron el ejército moro: tres mil jinetes, bien per-
7. LA RESPUESTA MORA ilechados39 con lanzas y espadas. Los moros eran los mejores montado-
Desde aquel día, todo fue un sucederse de batallas, tomas de casti- , no había quien los superara en el arte de adiestrar sus caballos.
llos, algaras nocturnas, el entrar en las granjas como salvajes: talando,
incendiando y robando ganado, cosas y personas, y volviendo al cam-
pamento al amanecer.
1 En tres días de marchas forzadas, el ejército llegó a la ciudad de
talayud. Muchos hombres ansiosos por vengar a sus hermanos muer-
¡ por las hnzas castellanas se enrolaron4" tras Fariz y Galve. No era una

1,1111 ardi'-.es significa 'con astucia, con sagacidad'.


pn errr.r es un príncipe o caudillo árabe.
iantes a las armaduras, están hechas de pequeñas escamas
trinchados significa 'armados'.
enrolaron significa 'se unieron al ejército'.
entre si.

I^r^o, diseñado o concebido.


EL CID CAMPEADOR

tropa de mercenarios que se dirigen a una lucha cuyo sentido no com-


prenden; no, aquellos guerreros tenían un motivo claro y lo sentían Del otro lado de las murallas, el ruido ensordecedor de los tambores
ardiendo en sus corazones. Iban a defender lo que era suyo. Querían hacía temblar la tierra. Los pelotones moros comenzaron a avanzar
recuperar la tranquilidad que los cristianos les habían quitado: salir con romo un torrente; cualquiera hubiera dicho que aplastarían cuanto
encontraran a su paso. Pero el Campeador ordenó:
los bueyes a arar la tierra, hilar el algodón en paz, cuidar los huertos.
El ejército moro puso cerco a la ciudad de Alcocer durante tres -¡Quietas, mesnadas! De aquí no se mueva nadie hasta que yo lo
«i dene.
semanas. En la tercera semana, les cortaron el agua. Afuera, los moros
batían sus tambores. En el castillo, los del Cid, reunidos en consejo, dis- ¿No oyó la orden de su jefe? ¿O sintió tanta pasión que no pudo
cutían. un tenerla? Como fuera, Pedro Bermúdez alzó alto la enseña, espoleó
El Cid fue el primero en hablar: i caballo y, a todo correr, se metió en la fila más llena de moros.
El Campeador gritó:
—Ya nos han quitado el agua los moros y, pronto, nos faltará el pan.
-¡Deténgase, por caridad!
Sus fuerzas son muy grandes para enfrentarlas, pero si quisiéramos irnos

t
de noche, no nos dejarían. Díganme, caballeros, qué creen que debe- Pero ya el caballo de Pedro Bermúdez avanzaba entre el enemigo.
ríamos hacer. >vían los golpes sobre él, todos luchaban para ganarle la enseña, aun-
c ninguno lograba derribarlo.
Respondió el prudente Minaya:
Hl Cid gritó a sus demás vasallos:
-Hemos llegado hasta aquí desde Castilla, la gentil y, si no batalla-
-¡Ayúdenlo, por caridad!
mos contra los moros, nadie nos va a dar el pan. Sugiero que ataquemos,
Dios nos ayudará. Los valientes no esperaron para alzar los escudos delante de sus
Una vez más, como lo había hecho frente al palacio de Vivar, aque- ' 1 u.r/,ones, bajar las lanzas y arrojarse al enemigo procurando salvar al
lla lejana mañana en que tuvieron que partir al destierro, Minaya Alvar iinij;o. Así, dando tajos y heridas, mataron a trescientos moros. Era un
Fáñez había sabido expresar la voluntad de todos sus hombres. Así lo ii v venir de lanzas que enganchaban y alzaban a los jinetes moros, de
entendió el Cid y se sintió seguro para afrontar la batalla. l « ' i i)-,;is que se despedazaban, de pendones blancos que salían tintos43 en
Cuando amaneció, todos los caballeros del castillo estaban armados. Mii|',rf, de buenos caballos que andaban solos sin sus dueños. Los moros
Las cabezas y los rostros, cubiertos por los yelmos41; el acero de las lori- n i \n a Mahoma44; y los cristianos, a Santiago45. Cuando los del
gas protegía los cuerpos; en una mano, la lanza; en la otra, el redondo ( i i d pudieron mirar el campo de batalla, yacían muertos más de mil
U' .1 ic'titos moros.
escudo.
El Cid les habló. Sus instrucciones fueron breves: I )c pronto, el Cid buscó con la mirada a Minaya Alvar Fáñez y lo
—Salgamos todos, que no queden sino dos peones guardando la puer- \i «le a pie y con la lanza quebrada. Había metido mano a la espada
ta. Pedro Bermúdez, tome como siempre la enseña42, sé que la cuidará i u" dejaba de dar furiosos tajos. Enseguida el Cid se acercó a un
como buen caballero. Pero no se adelante mientras yo no lo mande. ni i . i l inoro que montaba un buen caballo y, con un golpe de espa-
El fiel Pedro, sobrino del Cid, besó su mano y tomó la enseña.
..f-H^ua .

« ~Los yelmos son piezas de hierro que, a la manera de un casco, cubren la cabeza del guerrero. '•"ii.i (I ,¡i Meca, h. 575 - Medina, 632) fue el principal profeta árabe de la religión musul-
« Una enseña es una insignia, estandarte o bandera militar.
rt es uno de los santos más venerados por los cristianos españoles.
50
EL Cto CAMPEADOR
HÉROES MEDIEVALES
da, lo cortó por la cintura y lo derribó a la mitad del campo. Le gritó
a Alvar:
—¡Monte, Minaya! Usted es mi brazo derecho, en el día de hoy, nece-
sito su apoyo. Los moros siguen firmes, ¡debemos acometerlos!
Minaya no esperó para saltar sobre la silla. Otra vez acometía entre
las fuerzas moras con la espada en la mano. Entonces el Cid tuvo
enfrente al emir Fariz. Los dos jefes se midieron. El Cid esquivó los gol-
pes del moro mientras lo acometía con su lanza. Dos golpes le fallaron
pero, al tercero, la punta penetró bajo la loriga. Chorreando de sangre,
el emir escapó del campo, a todo correr.
Martín Antolinez arremetía al momento contra Galve. De un golpe,
le arrancó los rubíes46 que adornaban su yelmo y le llegó hasta la carne.
Los dos jefes huían gravemente heridos. Detrás de ellos, iban los
moros que habían sobrevivido al ataque. Los castellanos los siguieron a
todo galope; hasta que Fariz se metió en la ciudad de Terrer; y Galve, en
Catalayud. Los del Cid, entonces, saquearon el campamento moro, de
donde trajeron más riquezas, escudos y armas. Y una tropilla de qui-
nientos diez caballos.

8. UN OBSEQUIO PARA EL REY

Las batallas de entonces tenían una rutina. Contar los muertos y


enterrarlos era lo primero; aunque, de esto, no hablan las gestas47. Luego
venía el recuento del botín, todo valía: monedas, las armas que se toma-
ban de los enemigos tirados en el campo de batalla, escudos, lanzas, espa-
das, los caballos, y lo que diera el saqueo48 del campamento enemigo.
Después del recuento, venía el reparto. Estrictamente estipulado por
ley: el quinto de todo correspondía al jefe, el resto se repartía entre jine-
tes y peones. Los que iban montados recibían el doble de los peones.

« Los rubíes son piedras preciosas de color rojo intenso.


47Las canciones de gesta eran relatos medievales en los cuales se describían las hazañas de los gue-
rreros nacionales. -¡Monte, Mtnaya! Usted es rrn brazo derecho, en el día de hoy, necesao su apoyo.
" Se denomina saqueo al robo de las posesiones del vencido por parte del ejército vencedor.
Los moros siguen firmes, ¡debemos acometerlo^'

53
HÉROES MEDIEVALES

EL CID CAMPEADOR veces, su propia inocencia en Santa Gadea? ¿No le había tomado él
Todos cobraban: el Cid no olvidaba nunca que aquellos hombres ha- mismo, el juramento? Descreer de aquellas palabras, pronunciadas en
bían dejado sus tierras por seguirlo, ni que sin ellos, sin las fuerzas de el santo nombre de Dios ¿no era, acaso, tan grave como descreer del
sus brazos alzados en batalla, él no era nada. También los moros, que propio Jesucristo? Rodrigo se había jurado a sí mismo confiar en la ino-
servían en el palacio, recibieron una parte. Tampoco desconocía que era cencia de Alfonso y ser su más fiel vasallo. Y ahora que Alfonso lo había
un intruso en tierras ajenas y que, siempre que fuera posible, convenía desterrado, con hechos, le probaría la entereza de su honra. Que no con
palabras. Rodrigo no era hombre de la corte, hombre de entreverar las
evitar la injusticia o el trato sanguinario. cosas con discursos. ¿Y Alfonso? ¿Qué clase de hombre era Alfonso?
Del quinto que le correspondía por ley, el Cid apartó los treinta
mejores caballos, todos con sus sillas y sus bridas49, y con espadas de las Muchas veces, en soledad, Rodrigo Díaz de Vivar se había hecho esa
mejores colgadas de los arzones50. Luego tomó una bota alta a modo de pregunta. La primera palabra que surgía de su boca era ambición.
Quizás fuera un poco más cobarde que Sancho... Era mejor no seguir
bolsa y la llenó hasta arriba de oro y plata fina.
Entonces habló con Minaya, su brazo derecho. Le encomendó la kcnsando: la sangre del rey Fernando corría por sus venas. Eso era lo
misión más difícil: debía volver a Castilla, a las tierras de donde juntos importante. Seguramente, no mandaría matar a Minaya hasta saber qué
Motivaba su embajada. Y después de ver los caballos, menos aún lo
habían sido desterrados.
Los treinta caballos enjaezados51 debía darlos al rey Alfonso, como n andaría.
obsequio del Cid Campeador. Paso a paso, explicó a Minaya las pala-
bras que debía pronunciar, de qué modo arrodillarse, besar la mano del
rey. La plata de la bota la destinaría para pagar mil misas en Santa María 9. IDA Y VUELTA DE CASTILLA
de Burgos y lo que sobrara lo daría en San Pedro de Cárdena para el sus-
Allá fueron Minaya y los caballeros que lo acompañaban, camino de
tento de su mujer y sus hijas. (.astilla. Iban remontando la ruta del destierro. No sabían a ciencia cier-
El Cid siguió con la mirada la partida de su mejor caballero hasta
que los caballos fueron puntos tan diminutos que ya no se distinguie- ta qué tipo de recibimiento les darían. La mano cerca de la empuñadu-
ron de las peñas del camino. ¿Los dejarían pasar por las tierras de ra , lista para salir en el caso en que fuera preciso defender la vida.
El Cid se quedó en Alcocer pero, poco tiempo después, dejó el cas-
Castilla o Alfonso mandaría a matarlos? La ley del destierro seguía
vigente. Rodrigo Díaz de Vivar confió en la ambición del rey. lillo en busca de nuevos territorios donde luchar y ganarse el pan. Sus
Demasiado bien lo conocía, no en vano habían jugado juntos los tres, mesnadas estaban formadas por muchos hombres. Cada día precisaban
Sancho, Rodrigo y Alfonso, cuando ninguno era rey, en casa de i nmer, dar de comer a sus caballos. Aquellos hombres no trabajaban, no
Fernando. Tiempos buenos como aquéllos no volverían jamás. Ahora i uidaban los animales, no plantaban, no construían casas, ni fabricaban
Sancho estaba muerto, y la sombra de la culpa de aquella muerte vola- (ibjetos. Eran soldados y vivían de la riqueza que producían los otros,
ba por encima de la cabeza de su hermano Alfonso. Rodrigo se obligó l'or eso precisaban moverse, después de estar varios meses en un sitio,
a desterrarla, ¿acaso no había jurado el rey Alfonso, no una sino tres i dejaban más seco que a una naranja bien exprimida.

" 1 /.K hridas son las riendas y cintas que sujetan la cabeza del caballo y sirven para dirigirlo y obli-

~-l~ i (-Venar. *--'-i"i- de la silla de montar.


EL CID CAMPEADOR HÉROES MED:EVALES

¿Qué hacer con aquel sitio tan arduamente ganado? El Cid mandó conmigo. Las noticias de las victorias del Cid, ya todo el reino de
emisarios52 a las ciudades vecinas. Así como antes había luchado contra Castilla las conocía. También sabían exactamente el número de nuestras
los moros, ahora había llegado el momento de negociar con ellos. Las mesnadas, y lo ricos que se habían vuelto todos tras batallar con usted.
nociones de guerra y paz, de enemigos y aliados eran cambiantes y move- Los nobles cuchicheaban por lo bajo. Solo logré oír palabras sueltas
"riqueza", "poder", "peligro". El envidioso de García Ordóñez parecía
dizas en aquellas épocas.
Los embajadores volvieron con una propuesta. Así fue como el Cid que se comía los caballos con los ojos.
firmó un convenio con los habitantes de Catalayud, que le compraron —Es muy pronto —dijo el rey— , luego de unas pocas semanas, para
Alcocer por tres mil marcos de plata. Y otra vez, a cabalgar. Los moros perdonar a un hombre que ofendió a su señor. Pero tomo este presente,
que habitaban el castillo lloraban mientras despedían al Cid Campeador. porque viene de moros y me alegro de que lo haya ganado el Cid. A
De Alcocer, pasaron al Poyo de Monreal. Allí hicieron un campamen- usted, Minaya, le restituyo sus hombres y tierras; podrá ir y venir por
to base; otra vez, las noches en las tiendas, lejos de las comodidades del cas- Castilla, desde ahora le doy mi gracia. Mas del Cid Campeador..., toda-
vía no digo nada.
tillo. Desde allí, asolaron una amplia región. Las ciudades pasaron a pagar-
les tributo, el campo les daba sus bienes porque se acercaban a las fincas Yo corrí a besarle las manos y le dije:
por las noches y llevaban todo lo que estaba al alcance de sus manos. -¡Gracias, mi rey y señor natural! Por ahora, concede esto; mañana
oncederá algo más, a Dios le pediremos para que así sea.
Una madrugada volvió Minaya.
El Cid corrió a abrazarlo y lo estrechó entre sus brazos. Doscientos El no dijo nada más, y nosotros nos volvimos.
caballeros lo seguían. ¡Venían con permiso del rey Alfonso! Ya se había formado una ronda alrededor de Minaya. Todos querían
El relato de Minaya fue meticuloso. Le habló de su mujer y de sus •uber de sus familias. Alvar Fáñez les traía noticias de sus hermanos, pri-
hijas, de lo bien que se encontraban y de los cariños que unos a otros se mos y amigos; recuerdos de sus dulces madres. Aquella noche, las conver-
habían hecho llegar por su intermedio. Trató de contarle a su señor saciones junto a los fogones duraron largo tiempo. Como si Castilla, de la
hasta la última arruga que vio en el rostro del rey, hasta el más mínimo que se habían ido desterrados, hubiera regresado en las alforjas de Minaya.
gesto que percibió entre los hombres de la corte. ( ' < > n la violencia de una algara, los recuerdos asolaron los corazones.
— El rey me recibió muy amablemente.
- ¿Quién me ha enviado este regalo, Minaya, Dios le valga? —me
i o. EL CONDE DE BARCELONA
preguntó.
- El Cid Ruy Díaz, el que, en buena hora, ciñó espada -le respon-
dí, radiante de felicidad- pues aquel que usted desterró ganó Alcocer, Un tiempo después, volvieron a cambiar de sitio. Entonces, se diri-
fue cercado por los del rey de Valencia, le cortaron el agua y, entonces, gieron hacia el puerto de Olocau53 y se acercaron a las tierras que esta-
salió a pelear y venció a dos emires moros: es abundante su ganancia. Le I U M bajo el protectorado54 de Ramón Berenguer, conde de Barcelona.
envía este presente, le besa los pies y las manos para que lo perdone. W tomo el rey Tamín había intentado echar al Cid de sus territorios,
El rey se quedó un instante pensativo. Miró los caballos tan rica-
mente enjaezados, me miró a mí y a los fornidos caballeros que iban I /'i/erto ele Olocau está ubicado en la ciudad de Valencia.
'u protectorado es un territorio que algún poderoso reconoce como propio, en los términos del
lio y la obligación.
« Los emisarios eran los mensajeros.

^
EL CID CAMPEADOR HÉROES MEDIEVALES

también el conde de Barcelona, aunque era cristiano, sintió peligrar su gallegas62 y botas sobre las calzas, con solo cien caballeros, debemos ven-
poder y riquezas con la presencia de las mesnadas. A los ojos del conde, cer esas mesnadas! ¡Pero antes que ellos lleguen al llano, los atacaremos
el Cid era un desterrado, un muerto de hambre, que ni siquiera tenía con las lanzas, así verá Ramón Berenguer a quién vino a quitarle la
sangre noble y pretendía ocupar lugares que no le correspondían. Debía ganancia!
darle su merecido, ponerlo en su lugar, hacerle pagar tributo. La batalla fue dura, pero una vez más, vencieron los hombres del
Para enfrentarse con las mesnadas castellanas, el conde de Barcelona Cid. Él mismo tomó preso al conde Ramón Berenguer y le quitó la
formó un ejército en el que había tanto moros como cristianos. Las Colada. Aquella espada valía más de mil marcos, era tan espléndida que
fuerzas catalanas55 montaban un tipo de silla muy cómoda, de alto res- hasta tenía un nombre propio.
paldo, iban muy bien vestidas, con buenas botas de cuero. El conde Mientras los castellanos recorrían el campo recogiendo las ganancias,
mismo vestía con gran elegancia; de su cinto, colgaba una espada bellí-
sima con empuñadura de oro y plata.
El Cid venía bajando de un monte y entraba en un valle, cuando
I el Cid mandó preparar una comida opulenta, digna de la mesa de un
conde.
Por las venas de Rodrigo Díaz de Vivar no corría sangre noble, pero
supo que el conde de Barcelona quería darle batalla. Quiso evitar el le sobraba valor y destreza. Quizás Dios estuviera de su lado, porque
enfrentamiento y envió un mensajero con un recado56 de paz. Sin vencía una tras otra, en todas las batallas. Ramón Berenguer, preso en
embargo, el conde no estaba dispuesto a retroceder, más aún lo retó, al la tienda del Cid, cavilaba en esto. La deshonra lo embargaba, hubiera
decirle que no permitiría que ningún desterrado lo viniese a deshonrar. i| uerido tragarse todas las palabras altivas que había dicho en contra del
El mandadero57 volvió a todo correr, y el Cid entendió que solo bata- ' !¡d. Hubiera preferido morir luchando.
llando los dejarían tranquilos. El Cid entró en la tienda y lo invitó a compartir la comida. El conde
Entonces arengó a sus huestes58, tras elegir las palabras que encen- chazó los alimentos:
dían la pasión en las almas de sus hombres: -No comeré un bocado por cuanto hay en toda España, antes per-
—¡Vamos, mis caballeros, aparten la ganancia, cinchen59 los caballos
y vistan las armas ahora, porque el conde de Barcelona va a darnos gran
batalla! ¡Trae gente de sobra, moros y cristianos vienen cuesta abajo; y
f eré el cuerpo y dejaré el alma, porque gente tal mal calzada63 me ven-
ió en batalla.
El Cid le insistió:
todos traen calzas60 y las sillas de arzón61 alto! ¡Nosotros cabalgamos sillas -Coma, coma este pan y beba este vino.
Más insistía el Cid, más crecía la soberbia en el pecho del conde don
Limón:
55 Las fuerzas catalana.! provienen de la región de Cataluña, que tiene en Barcelona su ciudad más -Coma usted, don Rodrigo, y descanse que yo me dejaré morir sin
representativa. II.IN.
5' Un recado es un mensaje breve.
57 El mandadero es el mensajero. 1 )urante dos días, se mantuvo el conde obstinadamente en su posi-
58 Las huestes son los guerreros bajo su mando.
s'J Cinchar es ensillar o preparar los caballos para cabalgar. Antes del araque, era costumbre ajustar in. Llegó el tercer día, y aún, no había probado un trozo de pan.
la cincha del caballo.
50 Calzas eran pantalones muy ajustados a las piernas.
61 El arzón es la parte delantera o trasera que une los dos brazos longitudinales del fuste o armazón
i . Mll.t.s gallegas que usan las mesnadas del Cid le permitían al guerrero afirmarse mejor sobre el
de una silla de montar. Las sillas de arzón alto utilizadas por las fuerzas catalanas no eran las más lio para resistir los ataques del adversario.
adecuadas para combatir. 1.1 |>.iblira calzada aquí significa Vestida'.

58
59
EL CID CAMPEADOR HÉROES MEDIEVALES

de Vivar no era un jefe de los que hacen promesas que luego no saben
El Cid no dejaba de insistir: cumplir.
—Conde, si usted comiera a mi satisfacción, a usted y a otros dos,
dejaré libres. No les devolveré lo que hemos ganado, porque lo necesi-
to para estos hombres que andan conmigo comprometidos. Ésta y no
u. LA TOMA DE VALENCIA
otra es la forma en que podemos ganarnos el pan, echados como fuimos
de nuestras propias tierras por la ira del rey. Pero si comiera, le devolve-
Varios años habían transcurrido ya desde el día del destierro.
ré su libertad. Ninguno de los hombres que iba con el Cid era pobre: todos era ricos
Poco a poco, el conde iba cambiando de opinión. ¿Fue al sentir
cómo el hambre, por primera vez en su vida, le picaba las entrañas? ¿O en monedas de plata, dueños de caballos, ninguno andaba a pie.
quizás oyó sus sabios consejos, que siempre dicen lo mismo? "Come y Las riquezas, sin embargo, no apagaban la pasión guerrera de las mes-
nadas del Cid; antes seguían batallando, asolando ciudades y campos
vive, vive y come". moros. Desde el puerto de Olocau, abarcaron una amplia región, hacia
El conde dijo:
-Si lo hiciera, Cid, mientras yo viva no lo olvidaré —¿acaso el orgu- la mar salada. A las ciudades que les pagaban tributo como Zaragoza, las
respetaban; a las que les hacían frente, duramente las atacaban. Así fue
llo de la sangre valía más que la vida misma?
—Pues coma, conde, y cuando haya comido, a usted y a otros dos como tomaron el castillo de Murviedro para instalarse allí.
La presencia del Cid en Murviedro puso muy intranquilos a los
dejaré en libertad —repitió el Cid.
Don Ramón, poco a poco, iba recobrando la alegría. Entonces pidió valencianos. Su ciudad era la más poderosa de aquella región, no podí-
agua para lavarse las manos. No bien comenzó a comer, ya lo hizo tan an tolerar esa intromisión. Para enfrentarse al Cid por segunda vez, los
aprisa, tan vorazmente que, casi, no se le veían las manos de la veloci- moros de Valencia reunieron un ejército más grande que el anterior.
dad con que tomaba uno y otro alimento para llevarlos a la boca. Un Tienda contra tienda, pusieron cerco a Murviedro.
rato después, había despachado todo lo que le habían ofrecido, sin Cuando el Cid vio que las tiendas moras rodeaban su castillo,
exclamó:
haber despreciado nada. Entonces le dijo al Campeador:
—Desde el día en que fui conde no comí de tan buena gana, nunca -¡Que sea tu voluntad, Padre espiritual!, estamos en sus tierras y les
olvidaré el gusto que he tenido; pero ahora, si usted, Cid, está dispues- hacemos daño, bebemos su vino y comemos su pan; si vienen a cercar-
nos, lo hacen con derecho. Pero sin guerrear, esto no acabará.
to, ya estamos preparados para irnos.
Le dieron buenas vestiduras y tres palafrenes ensillados64. Para salir a la guerra, el Cid mandó llamar a todos los pueblos que,
-Ya se va, conde -le dijo el Cid-, le agradezco todo lo que me ha ahora, eran vasallos suyos y que, como tales, tenían la obligación de ayu-
dejado. Si se le ocurriera venir a buscarme, cuide de avisármelo antes. darlo. A los tres días, ya había reunido un ejército muy numeroso for-
mado por moros y cristianos.
—Esté tranquilo, ¡oh, Cid!, bien libre está de eso. Le he pagado por
todo este año y, en cuanto a venir a buscarlo, ni siquiera lo pienso. Una vez más, el Cid y Minaya Alvar Fáñez plantearon su estrategia
¡Con qué prisa aguijaba el conde y cabalgaba! De tanto en tanto,
volvía la cabeza temiendo que el Cid se arrepintiera. Pero Rodrigo Díaz I de guerra: el Cid atacaría por el frente, con el grueso de las fuerzas;
Minaya iría por un flanco65 al mando de cien caballeros escogidos.

I'.[ flanco es el costado.


'•i Los i
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60
HÉROES MEDIEVALES

Junto a Valencia, se extiende una amplia superficie de tierras culti-


Los caballeros atravesaron las huertas. La vista del Cid los siguió por
vadas. Detrás de las huertas, las fuerzas del Cid esperaron a los moros.
entre los campos labrados. El perfume de los azahares72 llegaba hasta las
La batalla fue feroz y encarnizada. Se prolongó mucho más allá de
murallas de la ciudad. Naranjos, limoneros, palmeras datileras73. Los
Valencia, hasta Játiva. Cuando los moros, finalmente vencidos, comen-
castellanos no conocían esas frutas. Algodón, moreras74 para alimentar
zaron a retirarse, los del Cid los siguieron tan de cerca que no pocos se
los gusanos de seda, campos inundados donde se sembraba arroz.
ahogaron en las aguas del río Júcar. El rey de Sevilla logró escapar pero,
Mientras que, en Castilla, los sembrados se hacían a la vera de los ríos y
en la huida, perdió su caballo Babieca en manos del Cid.
;irroyos, luchando siempre contra la sequía; en Valencia todo era verde,
Entonces el Cid llamó a Minaya. Ahora que era señor de ciudad tan
como si el agua nunca escaseara. Tanta fertilidad no era solo por la gra-
bella, sintió más la falta de sus seres queridos. ¿Qué felicidad podía
na del cielo. El Cid vio que las huertas estaban recorridas por acequias7í,
encontrar en aquellos jardines mientras Jirnena y las niñas estuvieran
c .1 minos de agua que cruzaban todas las parcelas76. Vio, además, que las
encerradas tras los muros de un monasterio?
i ierras habían sido niveladas, lo que evitaba las pendientes pronuncia-
-Quisiera que volviera a Castilla para ver al rey Alfonso, mi señoi
das que hubieran dejado que la lluvia o el riego se llevaran semillas y
-dijo a Minaya—. Escoja de mis heredades cien caballos y lléveselos
.suelos. Aquello era el paraíso. Por algo, los valencianos habían resistido
como un regalo mío. Le besará la mano de mi parte y le rogará enca-
nueve meses valientemente el cerco. ¡Cómo no defender una ciudad
recidamente que me permita traer conmigo a mi amada mujer y a mis
(orno aquélla! El Cid también se juró hacerlo. Los moros seguirían cui-
hijas. d.mdo aquellos magníficos huertos, él mismo les pagaría para que lo
Minaya se mostró complacido de ser nuevamente el emisario de su hicieran.
señor. Otra vez, el Cid le dio detalladas instrucciones: cómo debía
hablar, qué palabras escoger, de qué modo comportarse ante el rey.
Luego eligió cien de sus mejores caballeros para que lo escoltasen y le 13. EL PERDÓN DEL RfiY
encargó que llevara mil marcos de plata a San Pedro para darle la mitad
al buen abad don Sancho.
Esta vez, Minaya recorrió en paz las tierras de Valencia; ni en tierras
También le encomendó que dijera en Castilla que el Cid erigiría un
«le moros ni en tierras castellanas se cruzaron con enemigos. Antes bien,
obispado7" en la ciudad de Valencia. Así lo había dispuesto con un clé-
i ii uno y otro territorio, les abrían camino, mostrando respeto ante las
rigo, don Jerónimo, que acababa de llegar a la ciudad y era muy enten- mesnadas del Cid Campeador, dueño y señor de Valencia.
dido en las armas y en las letras.
Al entrar en tierras cristianas, la gente se acercaba para verlos pasar.
El Cid siguió la partida con atención. Esta vez lo hizo desde lo alto
Sus vestimentas causaban sorpresa, las sillas, las bridas de los caballos.
del alcázar71; detrás de él, el mar; delante, Minaya que marchaba al
Norte, hacia las áridas tierras de Castilla.
I « > : , azahares son las flores blancas propias de algunos frutales.
I as palmeras datileras son aquellas plantas que brindan los dátiles, frutas muy comunes y apre-
i u I <:, por los árabes y que ellos dieron a conocer a toda Europa y al mundo.
7»Erigiría un obispado es una expresión que significa 'construiría un edificio eclesiástico importan- I i . moreras son árboles cuyas hojas son el principal alimento de los gusanos que producen, a tra-
it'* ilc MIS capullos, la seda.
te ya que serviría para la organización y referencia cristiana de toda la región'.
' 1jiv ticequias son canales que sirven para distribuir el agua por los terrenos sembrados.
" Un ükázar es el punto más alto de un castillo o fortaleza, que cumple las veces de un mirador.
* V Amammz parcelas a las porciones en que se dividen las tierras cultivadas
64
65
EL CID CAMPEADOR HÉROES MEDIEVALES

Los cien caballos que arreaban77 iban enjaezados con un lujo como Pero esta vez, sus palabras no llegaron a destino.
-Calle ya, conde -le dijo el rey severamente-, que me sirve mejor
nunca se había visto en Castilla.
Minaya preguntó por el rey Alfonso; y le dijeron que, en aquel que usted, en todo caso.
momento, se encontraba en Carrión. Minaya se alegró para sus adentros. Mostrando la mayor humildad,
Justo el rey Alfonso salía de misa cuando vio venir al apuesto
Minaya rodeado de cien caballeros. El rey estaba de a pie; Minaya y sus
hombres, montados.
I le pidió al rey su permiso para sacar a Jimena y a las hijas del Cid del
monasterio y llevarlas hasta Valencia.
El rey contestó que lo haría de corazón y que, mientras estuvieran
Frente a todo el pueblo, Minaya Alvar Fáñez se arrojó a los pies de
su rey y le besó las manos. Todos sus caballeros desmontaron. Los que
rodeaban a Alfonso no pudieron evitar la admiración: los hidalgos del
I en su reino, el cuidado y la seguridad de Jimena y las niñas correría por
su cuenta. Luego agregó en voz bien alta, para que todos lo oyesen:
—¡Escúchenme guardas, y toda mi corte! No quiero que nada pierda
el Campeador. Ahora les restituyo a todas las mesnadas que lo llaman
Cid vestían con la misma elegancia que los nobles castellanos. Pero el
lujo que adornaba a los caballos que traían de obsequio ni unos ni otros señor las propiedades que antes les había quitado. Y a los que quieran
lo tenían. Un gran silencio rodeó las palabras de Minaya: cguirlo, pueden hacerlo con la gracia del Creador.
—Merced, señor Alfonso, ¡por amor del Creador! Las manos le besa, Minaya le besó las manos. ¡Más valía lo obtenido que todos los
el Cid, que le pide que le conceda merced78. Lo echó de su tierra, no
tiene su afecto; pero en tierra ajena, bien se gana el sustento. De las
ganancias que obtuvo, aquí hay pruebas. ¡Mire! Cien caballos fuertes y
corredores, con sillas y frenos, que el Cid pide que acepte como obse-
t esoros del mundo! Con el perdón recién logrado, su señor, don
lodrigo Díaz de Vivar, acababa de recuperar la honra. Los envidiosos,
i tic rabiaran.

quio. Se reconoce por su vasallo y, a usted, tiene por señor.


14. EL REGRESO DE LAS DAMAS
El rey Alfonso, alzando la mano derecha, se santiguó. Miró a los
hombres de la corte que lo rodeaban, el silencio era tan cerrado que ape-
nas se atrevían a respirar. Solo el resoplar de los caballos, solo eso se oía. En San Pedro de Cárdena, Minaya llevó adelante todos los encargos
—¡Válgame San Isidoro! ¡Cuánto me alegro de esas ganancias! Acepto el Cid. Mientras las mujeres aprontaban sus cosas para el largo viaje,
estos caballos que me envía de presentes79. •n i regó al abad Sancho quinientas monedas de plata. También mandó
Junto al rey, se encontraba García Ordóñez, el más enconado ene- íes mensajeros para que fueran a toda marcha hasta Valencia y le dije-
migo del Cid. El rey podía aceptar los presentes pero, como la vez ante- ,in al Cid que, en un plazo de quince días, llegaría a la ciudad con doña
rior, podía no otorgar el perdón. El conde tenía que decir algo que imcnay sus hijas.
empañara la imagen del Cid, ganar tiempo, torcer su voluntad. Con las otras quinientas monedas, Minaya fue a la ciudad de
-Por la forma en que se conduce el Cid Campeador, en tierra de lingos, donde compró ropas para que las mujeres pudieran vestirse
i niño reinas.
moros, no ha de haber ni un hombre vivo —comentó en voz alta.
I''.» el momento de la partida, setenta y cinco caballeros pidieron
77 Arrear es la acción de estimular a los animales para que echen a anclar, o para que sigan cami-
nando.
78 Le conceda mercedsignifica 'que lo perdone de su pena de destierro'.
"Depresente equivale a 'como obsequio o regalo'.
t ri miso a Minaya para recorrer el camino junto con él. Al salir de
.n dcña, ciento setenta y cinco hombres formaban la escolta que pro-
'.i.i :\s seres que el Cid más quería en el mundo.

66 67
EL CID CAMPEADOR
HÉROES MEDIEVALES
Doña Jimena y sus dos hijas iban montadas. También montaban las
de trescientos hombres armados y sintió recelo. Enseguida envió dos
damas de compañía: diez mujeres que cabalgaban rodeadas de ciento
caballeros para que averiguaran qué estaba ocurriendo. Un mensajero
setenta y cinco hombres. Las hijas que habían entrado niñas al monas-
volvió corriendo: "¡Se trata de nuestros hombres, el Cid los envía para
terio, ahora, eran mujeres. El mundo antes vedado a sus ojos se les mos-
escoltarnos!".Entonces Minaya no esperó a que llegaran y salió cabal-
traba, de golpe, con toda su rudeza. Al silencio de los claustros80, el
gando a su encuentro. Caballeros y damas marcharon camino de
barullo de las órdenes, el piafar81 de los caballos. Al trato con mujeres o
Valencia. Junto a Minaya, se apostó el obispo Jerónimo; lo que restaba
monjes, la cercanía de tantos guerreros. Solo Minaya hablaba con ellas, del viaje, fue confesor y compañero fiel de las damas.
de cerca las escoltaba, cuidando que nadie les faltara a su respeto.
¡Cuántas veces habían soñado con este momento! Conocer el
mundo que se extendía detrás de los muros. Pero aquella realidad era 15. EL REENCUENTRO
mucho más emocionante que todos los sueños juntos: cabalgar y, desde
lo alto de la montura, ver pasar las casas, la meseta extendida, las nubes Nunca.
corriendo por encima de las cabezas. El sol rebotaba en las lanzas y en
Nunca, jamás se había visto a nadie más alegre que al Cid el que, en
las espadas de los hombres. Cientos de rostros rudos, tan cerca de ellas.
Iniena hora, ciñó la espada. Por fin, tenía cerca lo que más amaba en el
Y una promesa: el mar. ¡Valencia estaba a orillas del mar! ¿Sería verdad inundo.
todo lo que se contaba de las ciudades moras? ¿Sería cierto el lujo de sus ».'
Mandó a sus servidores que guardaran el alcázar, las torres altas, las
palacios? ¿Sería cierto que el mar era tan azul como el cielo de los días entradas y salidas de la ciudad. ]
más despejados? Luego se preparó él mismo. Primero eligió la cabalgadura. Anduvo '
Mientras tanto, los mensajeros llegaron a Valencia. El Cid oyó las
ior los establos y, finalmente, se decidió por Babieca, el caballo que le
buenas noticias que anunciaban que, por fin, las penas comenzarían a
ubía ganado al rey de Sevilla. Todavía no lo había montado, no sabía
volverse en gozos. Enseguida escogió cien caballeros y los envió para que
i era corredor, si era arisco82 o dócil al freno. Pero una corazonada le
fueran al encuentro de Minaya. Entre ellos, iban los más cercanos al
ilra'a que se trataba de un caballo excepcional, que le daría una carrera
corazón de don Rodrigo: Martín Antolinez, el húrgales cumplido;
orno nunca había tenido antes. Probarlo frente a Jimena aumentaría la
Muño Gustioz; Pedro Bermúdez, su sobrino, portador de la enseña; y emoción del encuentro.
don Jerónimo, el obispo. No le faltaron ganas de ir él mismo al encuen-
Luego eligió sus ropas: vistió una larga túnica de seda con bordados
tro de su mujer; pero no podía abandonar Valencia, gran locura hubie-
le oro. Se arregló la barba, la tenía tan larga y blanca que causaba admi-
ra sido dejarla desamparada. i.irión. Desde el día del destierro, no le había tocado un pelo en señal
Los caballeros pasaron por la casa del moro Abengalbón, amigo del
ilc duelo, en señal de amor hacia su señor, el rey Alfonso. Finalmente,
Cid. A pedido del Cid, Abengalbón se unió al grupo con doscientos
" M I ió el escudo y la lanza y, sin calzar ni loriga ni espada, salió.
jinetes más. l a recepción preparada por el Cid consistía en lo siguiente: él y sus
Apostado en la ciudad de Benicadell, Minaya vio venir una hueste
ombres jugarían a las armas frente a la puerta de la ciudad. A lo largo

1 Se denomina claustros a las galerías que cercan el patio principal de una iglesia o convento,
1 ^piafar de los caballos son los ruidos de los cascos de los caballos que se aprontan para partir. \risci aje, difícil de conducir'.
68
EL CID CAMPEADOR
HÉROES MEDIEVALES
del terreno, habían alzado castillejos83 de madera. Quería demostrarles
su cariño haciendo exhibición de su hombría.
Cuando Jimena y Minaya estuvieron cerca de la ciudad, el Cid picó
espuelas y Babieca salió disparado en una carrera magnífica. Detrás de
él, muchos otros caballeros salieron disparados. A su paso, con las lan-
zas en lo alto, fueron derribando los castillejos. Las tiendas caían, simu-
lando el fragor de la batalla. Aunque ya no era joven, todas las fuerzas
varoniles del Cid seguían intactas.
Entonces, desmontó y, caminando, se acercó a su mujer. Cuando
Jimena lo vio venir, se echó a sus pies. Pero el Cid la alzó en sus brazos
y la estrechó fuertemente. Luego abrazó a sus hijas, que ya eran muje-
res. Otra vez, las lágrimas inundaban todos los ojos, pero esta vez, alen-
tadas por la alegría.
Como su jefe había desmontado, así lo habían hecho los demás
caballeros. Aún se encontraban a las puertas de la ciudad, del otro lado
de las murallas. Diez mujeres y más de trescientos caballeros. En un
tono de voz que pudiera ser oído por todos, el Cid le habló a Jimena.
—Tú, doña Jimena y ustedes mis hijas son mi corazón y mi alma.
Entren conmigo en el pueblo de Valencia, que he ganado para ustedes.
Entonces cruzaron la muralla, tomados del brazo. Detrás de ellos, las
mesnadas. El Cid condujo a sus mujeres al alcázar. No recorrió el inte-
rior, no se detuvo en ningún sitio sino que, subiendo escaleras, llegaron
al lugar más alto. Desde allí, quería que abarcaran lo ancho de su here-
dad.
Los ojos hermosos miraron a todas partes. No sabían qué sitio des-
cubrir primero, ya se iban hacia el mar, asombrados de su resplandor;
ya corrían a los huertos y se detenían en los árboles que nunca habían
visto; ya observaban la ciudad: sus torres, sus fachadas adornadas, sus
calles de piedra. El Cid, en cambio, las miraba a ellas y, así como las
mujeres no se cansaban de admirar tanta riqueza, él no se aburría reco-
rriendo los cambiantes gestos, reconociendo en cada una las amadas fac-

"3 Se denomina castillejos a las construcciones pequeñas que simulan en su forma la de los castillos
-Tú, doña Jimena y ustedes mis hijas son mi corazón y mi alma.
y suelen utilizarse para el entrenamiento de los caballeros y en las justas en las que éstos compiten.
Entren conmigo en dpueblo de Valencia, que he ganado para ustedes.
70
71
EL CID CAMPEADOR HÉROES MEDIEVALES

clones, oyendo el añorado sonido de sus voces que comentan cada LA LEGÍTIMA VICTORIA DE UN DESTERRADO (SÍNTESIS)
hallazgo en voz alta.
Entonces los cuatro alzaron las manos, agradeciendo a Dios que los DESPUÉS DE LA TOMA DE VALENCIA
había vuelto a reunir y les había dado tanta riqueza. El invierno se había ".

ido, ya estaba llegando marzo. Desde la calle, les llegó una canción, dul- Enterado del dominio absoluto del Cid sobre Valencia, el rey de
cemente cantada por un moro. Sólo el Cid, que hablaba el árabe, com- Marruecos, Yusuf, quiso recuperar los territorios perdidos; pero fue
prendió sus palabras y las tradujo a sus mujeres: derrotado por el Cid quien, del inmenso botín de la batalla, le envió
doscientos caballos al rey Alfonso.
'Aspiro la fragancia que me llega de mi ciudad En Castilla, la llegada de tantos y tan magníficos regalos del Cid
y me hace recordar la juventud y la amistad. aumentaron no solo la admiración de la corte, sino también, la envidia
Al deslumhrar del relámpago, brillando en intensidad, del conde García Ordóñez y, en especial, hicieron florecer la codicia de
invito a mis ojos verter sus lágrimas por ansiedad84'. unos parientes del conde, los infantes de Carrión. Estos jóvenes nobles
-pensando en enriquecerse rápidamente— pidieron la mano de Elvira y
Parecía escrita para aquel momento. de Sol, las hijas del conquistador de Valencia. Alfonso pensó que estos
matrimonios eran ventajosos para el Cid y le comunicó la petición a tra-
vés de Alvar Fáñez.
A orillas del río Tajo, el Cid y su señor se vieron por primera vez,
después de tantos años. El rey Alfonso otorgó su perdón al desterrado; -
v el Cid aceptó casar a sus hijas con Diego y Fernando de Carrión por-
que no quiso negarse a la petición del rey con quien, finalmente, se
había reconciliado.
En Valencia, se celebraron las espléndidas bodas con gran alegría;
pero, pronto, los infantes de Carrión evidenciaron su cobardía, sobre
iodo, en la batalla contra el nuevo y temido rey de Marruecos, llamado
Búcar, quien, otra vez, había intentado recuperar Valencia. El Cid, des-
pués de acabar con Búcar, se convirtió en el hombre más respetado y
icmido de España. Sin embargo, sus hombres de confianza le ocultaban
l.i vergonzosa conducta de sus nobles yernos en el campo de batalla.
Los jóvenes cortesanos, Diego y Fernando, resentidos por las burlas
de los caballeros del Cid, tramaron contra él una infame venganza. Le
pidieron permiso para regresar con sus esposas a sus tierras, en Carrión.
I'J Cid, tras lamentar el alejamiento de sus hijas, aceptó su partida y los
despidió con honras y magníficos regalos.
s4 Texto escrito en árabe por el poeta moro Ben Zayctun de Córdoba (1003-1075).

72 73
EL CID CAMPEADOR
HÉROES MEDIEVALES

LA AFRENTA DE CORPES
Finalmente, las hijas del Cid celebraron su segundo matrimonio,
mucho más honroso que el primero; y así fue como la sangre del héroe
Los infantes emprendieron su viaje y, al entrar en tierras de Castilla, de Vivar nutrió con su nobleza la de los reyes de España. El Cid, el que
en el solitario bosque de Corpes, azotaron cruelmente a sus mujeres y en buena hora ciñó la espada, hombre honrado y leal vasallo, continuó
las abandonaron allí. Al tener noticia de su deshonra, el Cid, sin tomar batallando hasta el fin de sus días.
venganza en forma personal, envió a Alvar Fáñez a recoger a sus hijas
ultrajadas y a Muño Gustioz, uno de sus mejores combatientes, a exigir
al rey Alfonso justicia. "El rey fue quien casó a mis hijas, toda mi des-
honra es también de mi señor", sentenció el guerrero.
Inmediatamente, el rey convocó a toda su corte en Toledo. Los
infantes llegaron confiados en el apoyo de sus parientes nobles y, en
especial, del poderoso García Ordóñez, el antiguo enemigo del Cid.
Ante la corte colmada, el Cid hizo sus demandas, exigió a los infan-
tes la devolución de las preciosas espadas Colada y Tizona, y la restitu-
ción de la dote de sus hijas. Ambas cosas fueron aceptadas por los
demandados. Pero el Cid demandó una tercera condición pues exigió
la reparación de su honor mediante un combate entre caballeros.
La gente del Cid acusó a los infantes de cobardes y traidores; pero
los jóvenes se burlaban de ellos y hablaban con desprecio de Elvira y de
Sol, por tratarse de las hijas de un simple vasallo. El Cid no se dignó
contestarles, sólo respondió al conde García Ordóñez recordándole sus
prisiones en Cabra.

EL ClD COMO HÉROE NACIONAL

En esos difíciles momentos, entraron dos mensajeros a pedir la


mano de las hijas del Cid para esposas de los infantes de Navarra y
Aragón, países donde fueron reinas. El rey accedió a este casamiento ya
que honraba al vencedor de Valencia y ordenó que la lid se llevara a
cabo en las tierras de Carrión. Allí en sus dominios, los cobardes infan-
tes fueron rápidamente vencidos y humillados por los hombres del Cid.
ARTURO, UN NOBLE REY PARA BRETAÑA
I. EL NACIMIENTO DE ARTURO

-¿ Es que no puedes andar más despacio? -exclamó fastidiado Uther


Pendragón85.
No era lógico que él, el rey, el que había devuelto el orden y la pros-
peridad a la tierra de los bretones, caminara apurado siguiendo a aquel
B K l f l YNA anciano de cabello y barba blanca. ¿Cómo era posible que ese hombre
fuera tan ágil como un ciervo? ¿No decían, en la corte, que tenía más de
setecientos años?
> ""3 c^-í ¡ nniiit- Claro que, tratándose de Merlín, el mago, nada le asombraba.
r ''í'-'íPt)

¿Ai- -El dragón nos espera en el lago antes de la noche, no debemos


hacerlo esperar -dijo enigmáticamente el anciano.
^VÍÍ^Jjlfl * "^ r* Tintagel ' v l f - J *
: -Y ¿no es que el dragón está en todas partes al mismo tiempo? ¿No
fifS^^^í^f " L _ * ^ ^ *«'

podría estar ahora aquí, por ejemplo? -protestó el rey, esquivando las
.í'ClHfOUld
¿.Armo' J. ¿';
retorcidas ramas de un roble que producían un chasquido metálico al
r •"Pt,,. rebotar contra su armadura.
Uther Pendragón no era un mal hombre, pero sí brutal e impetuo-
so, acostumbrado a luchar cuerpo a cuerpo con la espada y poco dado
a entender las sutilezas del mago, a quien, sin embargo, respetaba como
u nadie en el mundo.
NOTA DE LA EDITORA: Para la realización de la presente versión, se han cotejado distintas Merlín le hablaba como se le habla a un niño impaciente:
fuentes; entre ellas, La muerte de Arturo de Sir Thomas Malory. El texto se acompaña con una -Tú lo has dicho: la niebla es su aliento, su voz es la voz del viento
síntesis de la segunda parte de la leyenda de Arturo para que el lector pueda tener una visión
completa de la historia. ^¡ En btetóñ^pentlragón significa 'cabeza de dragón.

79
LA LEYENDA DEL REY ARTURO HÉROES MEDIEVALES

que hace gemir a los árboles, pero ... ¿puedes entender la voz del vien- Bretaña8*1 anunciando una gran fiesta en la corte, en la que no faltarían
to?,; Puedes ver algo a través de la niebla? bailes ni torneos.
Uther Pendragón guardó silencio resignado. Y el día llegó, con los pájaros que alegraban los jardines, las flores
Finalmente, dejaron atrás la maraña del bosque para llegar a la ribe- abiertas, los perfumes llevados y traídos por el viento. Decenas de músi-
ra del lago. El sol caía detrás de las montañas, en el embudo de un valle cos entretenían a las encumbradas personas allí reunidas: poderosos
desconocido. Las nubes, de pronto, se removieron con la fuerza de un barones; caballeros y, por supuesto, las mujeres más hermosas, con sus
tornado hasta que dieron forma a una criatura imponente, suspendida largos cabellos milagrosamente arreglados hasta la cintura, oro en los
entre el cielo y las tranquilas aguas. El rey observó aquel prodigio con vestidos y modales que seducían a los rudos caballeros; mientras en la
curiosidad, pero sin temor. mesa, se disfrutaba la exquisita comida de la corte. Nadie sabía exacta-
—Por Dios ¿qué es eso que estoy viendo? —manifestó. mente a qué atenerse, salvo a reír y a divertirse; al fin y al cabo, era el
-Es el dragón, tu pariente. La criatura que dio origen a tu linaje. rey el más ocupado. Uther Pendragón, por cierto, no hacía más que
Llevas su sangre en tu sangre -aclaró Merlín. Ignorando la perpleja recibir a sus invitados y pasear y observar todo lo que ocurría en los jar-
expresión del rey, Merlín le explicó el significado de la visión-./^tendrás dines, hasta que vio a una dama dejándose llevar por la alegre melodía
un hijo, y será el más grande de los reyes: el dragón señala con su rayo ejecutada por los músicos. La mujer se movía con gracia y sentimiento;
las estrellas de la buenaventura y el tamaño del reino que vendrá. tal actitud y su belleza estremecieron al rey para siempre, como si aque-
Anuncia el inicio de la edad dorada, de las buenas cosechas, de la larga lla danza no fuera otra cosa que un pase de magia.
vida para tu pueblo y dice que ya es tiempo. Hubo dos personas, además del rey, que notaron aquel estremeci-
-¿Tiempo de qué? -balbuceó Uther Pendragón. miento: Gorlois, duque de Cornualles87, quien había incitado a danzar
Merlín, con una sonrisa franca, concluyó: A su esposa y ahora estaba arrepentido; y Merlín, que iba de aquí para
-Mi buen rey, es hora de que consigas una esposa. :illá con gesto cabizbajo, ajeno a la algarabía general.
Volvieron al camino donde aguardaban los caballeros de la custodia. Muy pronto, el rey se le acercó:
A esos guardias cubiertos con negras armaduras de la cabeza a los pies, —Esa mujer... —dijo, señalando a la causante de su conmoción.
luchadores de mil batallas, no les agradaba estar en aquel bosque, pobla- —Lo sé, Igraine, la duquesa de Cornualles —completó el mago.
do de murmullos, agitaciones, de súbitos silencios. Temían a los enanos -¿Cómo lo sabes? Bah... lo olvidaba. Tú siempre sabes.
de los mundos subterráneos, a las hechiceras que solían adoptar la forma —Ya tiene esposo. Y te aclaro que es Gorlois, tu poderoso aliado, el
de una iguana o de un oso, según el caso. En ese bosque, las apariencias duque de Cornualles -dijo Merlín.
engañaban; hasta las piedras eran piedras y, tal vez, algo más. Ellos, que -¿Y eso qué? ¡Lo sabes mejor que yo mismo! ¡No puedo dominar los
acechaban a sus enemigos sin piedad, eran a su vez acechados por el designios de las estrellas! —exclamó loco de furia el rey.
temor al Otro Mundo, tan próximo y tan distante, cuyas puertas se -¿Llamas designio a un rapto de pasión? -protestó el mago.
abrían y cerraban mediante una voluntad sobrehumana.
Regresaron a la corte, iluminando con antorchas la completa negru-
ra del bosque; mientras Uther Pendragón ya tramaba la futura boda. _.i la Antigüedad, Bretaña estaba formada por la isla de Bretaña (actual Gran Bretaña) y la penín-
ila francesa del mismo nombre, que también era conocida como península de Armor o Armórica
Durante los días siguientes, los heraldos recorrieron las tierras de i|iic significa 'país del mar'.
(jirnualles es una región en el extremo suroccidental de Gran Bretaña.

81
l,A LEYENDA DEL REY ARTURO HÉROES MEDIEVALES

—Llamo... ¡llamo a lo que llamo! —contestó fuera de sí el soberano. tardó en referirle a Merlín lo sucedido. El mago, con una media sonri-
Merlín sabía que no podía cambiar el curso de los acontecimientos sa, le explicó:
una vez lanzados. No era Dios, no estaba en sus manos cambiar el des- -Tintagel está encantado. Durante los dos solsticios del año, el cas-
tino de las personas. Pero, a pesar de eso, aquella elección le provocaba tillo ingresa en el Otro Mundo para reaparecer al día siguiente.
un profundo desagrado. —Entonces, volveré allí —exclamó el impulsivo rey.
I Si era cierto que las estrellas decidían el curso de las cosas, aun él, el —No, no vuelvas. No volverás con tu ejército. Te has metido en pro-
hombre más sabio del mundo, el que podía ver el futuro y conocía toda blemas: has traicionado a un leal subdito, has derramado sangre por
clase de encantamientos mágicos, debía aceptar y tratar de que las cosas ello; muchos dejarán de confiar en ti; y eso no tiene retorno.
no se fueran de cauce. Y, en lo posible, controlarlas. Al fin y el cabo, su —¿Y qué haremos, entonces? ¡Porque los designios de las...!
misteriosa misión no era otra que equilibrar las fuerzas en perpetua ten- -Sí, lo sé... ¡las estrellas!... Lo haremos con la magia. Te daré la forma
sión entre el mundo de los hombres y el mundo de la magia. de Gorlois, entrarás en el castillo cuidando de no hablar demasiado.
El rey, entusiasmado, se acercó a la duquesa y le dio a entender sus Dirás que estás cansado y te irás al lecho. Pero debes jurarme algo.
intenciones; pero Igraine consideró que debía preservar la honra de su —Lo que quieras —replicó el rey.
marido y rechazó los galanteos. Gorlois, que no estaba dispuesto a ser —Tu hijo quedará a mi cuidado. En los tiempos que vendrán, no será
ofendido por nadie, aunque se tratara de su rey, partió por la noche, bueno para él vivir en la corte. '
junto a Igraine, rodeado de su escolta, rumbo a sus dominios, hacia
Tintagel88, el más inexpugnable de sus castillos. ción.
Merlín sabía demasiado bien que una traición engendraba otra trai-
y
Cuando Uther Pendragón supo de esto, se consideró ofendido y pre- Cuando las artes adivinatorias de Merlín indicaron la ausencia de
paró a sus caballeros para tomar Tintagel y hacer su voluntad. Se desa- Gorlois, introdujo a Uther Pendragón en Tintagel, para sorpresa de
tó así una guerra: la fortaleza fue asediada por las tropas reales durante Igraine. Igraine y el duque tenían dos hijas; una de ellas, Morgana,
días y noches; el fuego de las catapultas surcaba el cielo de un lado; las poseía la misma capacidad innata de Merlín. En el preciso momento en
flechas de los arqueros, del otro; y hubo muchas bajas de los dos ejérci- que un combate confuso en medio de la noche dejó como saldo una
tos. Tintagel, ubicado en lo alto de un promontorio, sobre la saliente de herida mortal a Gorlois, ella gritó en su cuarto que su padre había
un acantilado, resistía muy bien el asedio; pero el rey no pensaba dejar muerto.
de atacar cuando una compacta niebla cubrió todo alrededor. Igraine fue a calmarla y le indicó que era un mal sueño: su padre
El rey ordenó a su ejército replegarse y entonces, tan veloz como estaba en el castillo, ya que había regresado a descansar. La niña, no del
había venido, la súbita niebla se desvaneció y se llevó al castillo con todo convencida, no tuvo más remedio que aceptar la evidencia.
ella. Pero, al día siguiente, se confirmaron las funestas noticias: Gorlois
Tintagel, la majestuosa fortaleza del duque de Gorlois, no era más había muerto, tal cual lo había presentido Morgana. Igraine, descon-
que aire en la mañana. certada, no lograba entender la fantasmal aparición de su esposo; más
Frustrados por la resolución del asedio, el rey volvió a la corte y no tarde, cuando comprobó que esperaba un hijo, le encontró un sentido
divino.
" El castillo de Tintagel fue destruido en el siglo x:i, sus ruinas permanecen en la costa norte de El rey, tiempo después, se acercó a Igraine y le rogó que ahora —que
Cornualles. ya. no debía cuidar la honra de su esposo— le hiciera el favor de aceptar
ser su reina. Igraine, esta vez, dio el sí con una sola condición: que sus —No dudes, Héctor. Tú, tu hijo Kay y toda tu familia serán recom-
hijas Morgana y Morcadés recibieran el trato de princesas. pensados por esto.
Cuando Igraine dio a luz a Arturo, Uther Pendragón se enterneció, Si algo sabía Héctor era que Merlín era un hombre de secretos,
mirando a su hijo. Sentimientos que antes nunca había experimentado secretos que no eran revelados hasta que él mismo lo considerase nece-
dieron un nuevo calor a su pecho y comprendió cuan duro le resultaría sario. Por lo demás, el ilustre visitante se retiró sin dar más explicacio-
cumplir con el juramento hecho al mago. nes entre los prodigiosos fuegos del tormentoso cielo nocturno.
Merlín, mientras Igraine dormía, vino a reclamar el niño; y Uther Poco le costó al buen hombre aceptar a ese pequeño, tan vulnerable
Pendragón, a su pesar, lo entregó, no tanto por respeto al juramento e indefenso, acaso un huérfano desgraciado que requería cuidados, aten-
hecho, sino por el prudente consejo dado por Merlín: "Vendrán tiem- ción y una crianza digna. Tanto él como su esposa lo adoptaron y le
pos de luchas internas, y el niño corre peligro de muerte. Muchos recla- brindaron todas las atenciones y cariños en igualdad con Kay, su hijo de
marán la corona. Vivirá entre gerjtes comunes hasta que llegue su hora". sangre, que por entonces tenía tres años.
Al despertar y constatar la ausencia del niño, Igraine comprendió Con el paso del tiempo, al ver que Arturo era un muchacho tan
que, de un fantasma, sólo podría nacer otro fantasma; sin embargo, parecido a todos los muchachos de la comarca,, Héctor llegó a olvidar
durante muchos años, llevó en su corazón el dolor por su hijo perdido, las proféticas palabras de Merlín. , .-.,'
Arturo, esfumado en las sombras mientras ella dormía. Mientras el pequeño Arturo crecía a salvo de las conspiraciones, en
la corte, las cosas no marchaban bien. A partir de la guerra con el duque
de Cornualles, los subditos de Uther Pendragón ya no le guardaban la
2. LA ESPADA EN LA PIEDRA confianza ciega de otros tiempos. Poco a poco, esa falta de confianza fue
potenciada por la natural codicia y envidia que un grupo de señores cul-
La lluvia cubría de barro los caminos cuando, en el castillo de Sir tivaba, no sólo por Uther Pendragón, sino por cualquiera que ostentara
Héctor, los criados se disponían a despedir la jornada. Un extraño visi- el trono. Eran los eternos aspirantes al poder, los que habían acumula-
tante llegó y pidió, de inmediato, por el señor. Sir Héctor, un hombre do tierras en guerrillas con señores vecinos, los que no conocían aún sus
justo y de palabra, dueño de muchas tierras, ese día no esperaba visitas, límites. Sin embargo, Uther Pendragón era un rey guerrero y mantenía
pero fue hacia la entrada de su castillo y, en la oscuridad del umbral, un mi ejército personal conducido por mano firme. Por lo tanto, nadie se
relámpago iluminó la inconfundible figura de Meríín, que producía en atrevía a enfrentarlo abiertamente. Durante esos años difíciles, Merlín
él reverencia y temor: .i|>areció poco y nada por la corte. Sus propios asuntos lo mantenían
—Pero... Merlín ¿es posible que seas tú? ¿Qué llevas en los brazos? ni upado en el Bosque de Brocelianda89 y en el Valle Sin Retorno, y lo
La respuesta del célebre mago y consejero del rey, mojado por la llu- i ierto es que el rey extrañaba su presencia y sus consejos. Pero Merlín ya
via y envolviendo amorosamente a un niño entre sus brazos, fue sor- no estaba pendiente del presente, cuyos conflictos sabía inevitables: la
prendente: decadencia del rey estaba escrita en leyes que él podía descifrar, pero
—He de pedirte algo muy importante para el futuro de este reino: nunca modificar. Su obligación era cuidar su energía para entronizar a
cría a este niño como si fuera tu propio hijo, sin mencionar a nadie que Arturo, y ninguna emoción humana lo apartaría de ese objetivo.?'
yo te lo traído.
—Pero... l'.l bosque de Brocelianda se encuentra en la Bretaña francesa, en la región de Rennes.

84 85
LA LEYENDA DEL REY ARTURO
—El reino decae en la peor de las miserias, pronto seremos muchos
Y el futuro llegó de pronto, precipitado con la muerte del rey, vícti- reinos dispersos entre sí, si no elegimos a un nuevo soberano en esta
ma de una extraña enfermedad que lo tuvo postrado en el lecho real Navidad.
varias semanas. Se rumoreaba en secreto que uno de sus sirvientes le Cuando el mensajero llegó a las tierras de Sir Héctor con la noticia,
había colocado veneno en la comida. Lo cierto es que aquel hombre que el noble hombre pensó que ya estaba viejo para batirse en justas; pero
no había conocido la derrota por la espada, se debatía ahora, débil y Kay había sido nombrado caballero y poseía yelmo y armadura. ¿Y qué
postrado, incapaz de pronunciar palabra. mejor escudero podría tener que su hermano de leche, el joven Arturo?
Cuando dejó este mundo, el reino no tenía cabeza para colocar la Así fue como los tres partieron hacia Londres, deslumhrados por las
corona vacante. Y a pesar de las reuniones que las gentes más sensatas promesas de aventuras:
propiciaron para dar con el nuevo soberano, nadie se ponía de acuerdo. -Quién sabe, Kay, estaremos allí donde surgirá el nuevo rey de una
Si no había un pretendiente por derecho de .sangre, eran muchos los que vez por todas. Quizá, puedas lograr un lugar en la corte -le dijo Héctor
deseaban ese lugar por el derecho de la fuerza. Mientras tanto,, los seño- a Kay, quien ya vestía su nueva cota de malla, hecha en plata pura.
res feudales dictaban sus propias leyes en sus dominios, sin preocupar- —¿Y qué me dices si acaso soy yo elegido rey? —le comentó el mucha-
se por el resto; así que poco a poco, las divisiones entre ellos se fueron cho, lleno de confianza en sí mismo, lo que despertó una tierna mirada
acentuando. Los campesinos sufrieron una inexplicable serie de malas en su padre. "Todos los sueños están permitidos para un joven valiente",
cosechas; y los antes orgullosos caballeros del rey deambulaban sin des- pensó Sir Héctor.
tino por los caminos, sufriendo terribles necesidades. Muchos soldados, Luego de viajar tres días, llegaron al campamento, muy cerca de las
movidos por la desesperación y la falta de conducta, se convirtieron en murallas que defendían a la ciudad de los invasores. Había anochecido,
bandidos y se les unieron. Bandas sin ley asaltaban las empobrecidas y y apenas se veía el tenue resplandor de unos candiles delante de oscu-
maltrechas villas. Poco a poco se vieron retornar, con renovada cruel- ras fortificaciones. Arturo era testigo del ajetreo del campamento, con
dad, los males de tiempos antiguos; el hambre, la enfermedad, el deli- decenas de imponentes guerreros que conversaban, el ruido de los
to. Entonces, al tener noticia de que los pueblos de Bretaña se desan- martillos que trabajaban el metal de las armaduras, los sirvientes que
graban entre sí, los sajones90 invadieron la península de Armor. caminaban apurados por los senderos, el saludable olor de los caballos
Así, Bretaña se encontraba en una espiral de violencia y miseria, cansados —el olor de los caminos y de la aventura para el maravillado
cuando Merlín supo que había llegado la hora. Arturo—. Pronto supo que, entre los caballeros, circulaba un rumor
Hábil tejedor de la trama que llevó al trono al ignoto Arturo, que extraordinario.
continuaba a resguardo, perdido en las brumas del centro del país, se De la noche a la mañana, había surgido una piedra frente a la cate-
reunió con el arzobispo91 de Londres y le sugirió festejar la próxima dral: un bloque de granito de color rojo con una espada incrustada. La
Navidad con un gran torneo, tras prometerles a todos los señores y piedra tenía grabada la leyenda:
nobles del reino purificar sus almas y así poder elegir al nuevo rey.
AQUEL QUE SAQUE LA ESPADA EXCALIBUR DE ESTA PIEDRA SERÁ LEGÍTIMO REY

DE TODA BRETAÑA.
50 Los sajones son un antiguo pueblo de origen germánico que invadió en numerosas ocasiones Gran
Bretaña entre los siglos rv y rx.
'i El arzobispo era la máxima autoridad religiosa cristiana. Tenía a su cargo el gobierno o la direc-
ción espiritual de una diócesis o región. 87

86
LA LEYENDA DEL KEY ARTURO HÉROES MEDIEVALES

Nadie se explicaba aquella aparición: algunos caballeros, incluso, se Varios caballeros disputaban en los primeros torneos. Cada tanto,
atrevieron a tocar la espada y, luego, a tirar de ella con todas sus fuerzas; alguno caía derribado por un mazazo y se retiraba del juego con difi-
pero el arma se mantuvo en su sitio sin despegarse un milímetro. "¿Qué cultad, a causa del peso de la armadura y del dolor por los golpes reci-
es esto? ¿Qué significa?", farfullaban los más desconfiados, pretendien- bidos; mientras el polvo que levantaban los caballos provocaba una nie-
do ver en la espada Excalibur alguna especie de trampa. Pero el mismí- bla más y más oscura a medida que aumentaba el fragor de la contienda.
simo arzobispo mandó a los caballeros a tornear92 por la mañana: el Kay observaba con interés. Su padre le dijo:
ganador sería el primero en hacer el intento de quitar la espada de su —Tal vez, recibas un golpe doloroso; pero te aseguro que es muy
vaina de piedra. divertido.
Al final, se establecieron las reglas: los caballeros combatirían en gru- —¿Puedes ceñirme la espada? Se acerca mi turno —le preguntó Kay a
pos de doce, todos contra todos. Por último, los ganadores de cada tor- su escudero,* impaciente, montado a su caballo.
neo lucharían entre sí; y este ganador entre los ganadores sería el cam- —¿La espada? ¡La espada! —exclamó Arturo.
peón. -Un buen escudero debe alcanzarle la espada a su caballero -lo
Muchos decidieron descansar en las posadas de la ciudad, pero los más reprendió con una sonrisa el paternal Héctor.
preferían el fuego y la fraternidad del campamento. Todos durmieron y; Aturdido como estaba, el inexperto escudero corrió hacia el campa-
al llegar el amanecer, con la primera luz, los dos muchachos ya estaban mento para encontrarse con que la espada de Kay no estaba donde él
contemplando el milagroso espectáculo jamás visto por ellos: la ciudad. suponía que debía estar. Desesperado, buscó y preguntó a todos los que
—¿Qué son esas torres? —preguntó Arturo. se cruzaron en su camino, avergonzado por ser un escudero tan descui-
—Campanarios —dijo presuntuoso Kay. dado.
Las increíbles murallas abrazaban la enorme ciudad; sus campana- Entonces, la magia obró.
rios, los tejados brillantes bajo esa luz fresca les hablaban a Kay y al pro- Arturo vio a un niño ¿o acaso, a un enano? Era, por cierto, un
pio Arturo de otras magias, distintas de las magias de Nimue, la dama veloz corredor. Y llevaba algo entre sus manos ¿huía con la espada
del lago, y de Merlín y los druidas93 de la Antigüedad. La magia del robada de Kay? El pequeño corría hacia la ciudad, y lo siguió sin pen-
hombre, de sus arquitectos, resplandecía en la gloriosa luz de aquel ama- sar. ¡El turno de su caballero empezaba! ¡Ya casi podía sentir las trom-
necer. Los prodigios pensados por algunos y hechos con los sacrificados petas! A las puertas de la ciudad, una multitud de personas entraba y
brazos de otros miles. salía: carretones con alimentos, comerciantes de gestos ceñudos, sol-
Ya las trompetas llamaron a batirse en el primero de los torneos. Jados y bestias. Arturo corría maldiciéndose por su torpeza. Y de
Kay que estaba desayunando bayas silvestres, corrió a calzarse la ironto, chocó contra las patas de un caballo, tendido en el suelo,
pesada armadura de plata. Aún no estaba del todo acostumbrado a ella observó cómo el ladrón se perdía entre las gentes, cerró los ojos, los
—y por cierto que le costó un tiempo más hacerlo—. abrió... y vio la espada Excalibur. Sobre el bloque de piedra roja, a la
sombra de la catedral, la aguja del campanario vertiginoso que busca-
ba el cielo. La espada... la espada que comenzó a brillar con una extra-
'« Tornear o participar en torneos era una actividad propia de los guerreros especializados en el com- na luz verdosa, nerviosa como la idea que comenzó a latir con fuerza
bate a caballo que se realizaba entre dos bandos opuestos.
" Los druidas, en la religión de los antiguos pueblos celtas, especialmente los galos, eran las perso-
en su mente angustiada.
nas que ejercían la función de sacerdote, poeta, juez y legislador.

89
' LA LEYENDA DEL REY ARTURO HÉROES MEDIEVALES

C..No reconoció, en el mendigo que sonreía muy cerca de él, al terrible


Merlín en uno de sus mil disfraces. El mendigo lo empujaba... ¡toma esa
espada!, ¡es tuya!, ¡te espera desde el inicio de los tiempos y es para ti,
para que lleves este reino a su máxima gloria, para que quede en la
memoria de los hombres el recuerdo de que, alguna vez, existió la paz y
la perfección en la tierra!
Entre todos esos hombres apurados que pasaban sin saber y miraban
con distraída curiosidad el monumento nuevo frente a la imponente
catedral, estaba el joven Arturo, solo. Entonces, sus dos manos cayeron
a pleno sobre la empuñadura y tomaron la espada; y ésta, dócil, hecha
para él, se desprendió con facilidad de su piedra madre; y Arturo sintió
el vértigo y la locura pero, aun en ese vértigo y en esa locura, recordó
que era un aprendiz de escudero y su deber: reemplazar otra espada
robada por un insensato ladrón.
Y corrió nuevamente hacia el campo, feliz y esperanzado. Aún no
habían sonado las trompetas de la lid, pero otras trompetas sonaban en
el Otro Mundo, en la isla de Avalón'f donde Excalibur había sido for-
jada por las hadas guerreras. Ya sabían, ya todas las hadas sabían que
Excalibur había sido tocada por su único dueño, sonaban las trompetas
de la gloria en Avalón, y las hadas sonreían. ¡Sabrían los hombres que la
edad dorada también era posible para ellos!

3. UN PUEBLO, UN REY

-Y bien, le llevaré ésta -se ordenó sin dudar, Arturo, movido por la
urgencia.
Y se la dio a su hermano, inquieto por la demora.
—¡Ésta no es la mía! —protestó Kay. Pero, al ver la hermosa espada que
Arturo había colocado entre sus manos, casi se cae del caballo—. ¿De
dónde la has sacado ? —preguntó, maravillado por la belleza del arma.

¡Toma esa espada!, ¡es tuya!, ¡te espera desde el inicio de los tiempos y es para ti,
»< La isla de Avalón era un territorio imaginario concebido como un paraíso, la isla de la eterna juven-
tud. Allí será llevado, en una barca, el rey Arturo gravemente herido después de su última batalla. para que lleves este reino a su máxima gloria!

90 91
LA LEYENDA DEL REY ARTURO HÉROES MEDIEVALES

-De la piedra, frente a la catedral. La tuya la robaron, pero ¿no es ¡Probarán el sabor de la gloría! ¡Aprenderán a vivir como reyes porque
ésta más hermosa? —dijo con inocencia Arturo. tendrán un Rey Verdadero, mitad hombre, mitad prodigio!
-¡Padre! -gritó Kay. Ah, pero esos guerreros que habían andado por muchos caminos
Sir Héctor se acercó al muchacho. para tornear allí, esos hombres acostumbrados a matar, no iban a acep-
-Tengo la Excalibur. ¿No soy, acaso, el rey? tar las cosas tan fácilmente.
Sir Héctor quedó sin palabras por un momento pero, finalmente, -¿De qué se trata esta acción tan baja? ¿Cóm'o es posible que este
recobró la lucidez. joven escudero pueda siquiera aspirar a ser más que paje de un señor?
-¿Puedes jurarme que la sacaste tú? ¿Sabes lo que eso significa? ¿A qué clase de torneo hemos venido?
El impetuoso Kay vaciló, miró la espada, luego a Arturo, finalmen- Así se elevaron muchas voces de protesta: demasiadas ambiciones
te, a su padre. Con un ademán, señaló a su hermano. había allí reunidas; y todos esperaban impacientes lucirse en el torneo
-¡Volvamos a dejarla en su sitio! -atinó a decir Sir Héctor, conmo- y, acaso al final, reclamar para sí el derecho a desenterrar esa espada. ¿O
vido por un remolino de emociones. Él ya comenzaba a saber: aquella acaso cualquiera podía sacarla de allí? ¿Cualquiera?
lejana noche, Merlín, el relámpago en el umbral; las palabras de Merlín -El no es mi hijo -gritó Héctor. Y luego, al notar el desconcierto de
danzaban ahora en su cabeza; y las colinas brumosas que rodeaban a . Arturo, aclaró-: sólo Merlín sabe quién eres en realidad. Te he criado
Londres parecían decirle: "¡Grítalo! ¡Tenías al rey que se alimentaba en como a un hijo bajo su influjo, mas te quise siempre como a Kay.
el pecho de tu esposa! ¡Criaste a un rey sin saberlo!". Héctor ya sabía, —¿Quién es Merlín? —preguntó Arturo.
como sabían las hadas en Avalón. Merlín, que había pasado inadvertido, envuelto en una raída capa de
Los tres estaban frente a la piedra. Otros los habían seguido. mendigo, dejó caer su disfraz, enderezó su figura y exclamó con voz
-Coloca la espada en su lugar -ordenó Héctor, y Arturo obedeció-. calma mirando al flamante rey:
Ahora, sácala —Arturo lo hizo sin dificultad. -Yo soy Merlín -y luego, a los demás-: escuchen todos: Arturo no
"Por Dios", murmuró Héctor, aterrado de gozo, aterrado por su es un escudero, es hijo de Uther Pendragón, y yo lo he llevado cuando
increíble lugar en aquel inmenso juego de magia. Había sido rozado por niño al castillo de Sir Héctor para que lo criara. Excalibur lo ha desig-
un destino demasiado grande para su pequeña vida de rico propietario nado rey porque era su destino.
de tierras. Le pidió a Arturo que volviese a incrustar la espada; él mismo Arturo escuchaba aquellas palabras sin comprender.
intentó sacarla sin éxito y, luego, le pidió a Kay que lo hiciera; pero los -Todos los que duden, intenten por sí mismos -bramó Merlín para
fuertes brazos de Kay no pudieron quitar la Excalibur. Algunos caballe- i|ue se convencieran los incrédulos.
ros, advertidos de lo que estaba sucediendo, se acercaron. Nadie enten- Durante horas, todos —y si acaso niños, si acaso mujeres— ¡todos acu-
día lo que estaba pasando, hasta que el propio Héctor gritó con todas dieron! Nadie debía dudar que sólo un par de brazos pudiera quitar esa
sus fuerzas: espada de la piedra.
—¡Por Dios que si entiendo algo de la vida: el nuevo rey está ante Una larga fila de hombres, casi todos enojados y más que enojados,
nosotros! —Y de inmediato, se arrodilló ante el desprevenido Arturo. furiosos por la forma en que se desarrollaban los acontecimientos.
—Padre, no hagas eso —rogó consternado Arturo, pero las hadas bai- I labían ido allí a lidiar. Confiaban en sus brazos, en los herreros que
laban en Avalón, las hadas reían y festejaban. ¡Los hombres sabrán! habían forjado sus armaduras, confiaban en pasar un día entero con la
¡Conocerán el gran juego del dragón que está en todas las cosas! esperanza de ser consagrados reyes. No, reyes, no. ¡Rey! Y un muchacho
93
sin sombra de barba, un niño casi, un campesino, les robaba el sueño más -Tú eres el rey ¿qué puedo saber yo de lo que dirá un rey? -dijo con
grande con la misma facilidad que un oso cazaba ardillas en los bosques. una sonrisa maliciosa Merlín.
Uno por uno probaron los señores, luego los caballeros y hasta los Y Arturo habló:
más humildes pobladores. Nadie pudo sacar la espada. -Aquel que sea esforzado y valiente, y quiera convertirse, en caballe-
Merlín consideró que el asunto ya llevaba demasiado tiempo. Pronto ro de mi corte, ¡que me siga!
llegaría la noche, y era Navidad, y el rey debía surgir a la lux en esa
Navidad.
—Arturo, prueba por última vez. Merlín llevó a Arturo a la orilla de un lago de aguas cristalinas. Le
Con toda facilidad, sin esfuerzo visible, Arturo levantó la espada, y explicó el origen de aquella milagrosa espada:
su brillo encandiló a los presentes, y alguien gritó; —Excalibur fue forjada en Avalón por las hadas guerreras, en el ini-
—¡Un pueblo, un rey! cio de los tiempos. Con ella, serás casi invencible, pero te falta algo para
Y como si recitaran un salmo, muchos se fueron agregando y, por que tu protección sea completa.
varios minutos, mientras el aire del ángelus95 cubría la escena como un En ese instante, una mujer bellísima emergió de las aguas. Era
manto misterioso, Arturo con su espada, que señalaba lo más alto, con Nimue, la dama del lago. Sus poderes mágicos alcanzaban alturas ape-
su espada que apuntaba al infinito como el campanario de la catedral de nas inferiores a los de Merlín, y le indicó dulcemente al atribulado rey:
Londres, escuchaba el hipnótico canto de sus primeros subditos fieles. -Tienes el arma más poderosa de la tierra, pero te falta la vaina. Con
Pero algunos se alejaron: no todo resultó tan sencillo. Dejaron atrás ella en tu costado, nunca morirás de ninguna herida, jamás la pierdas.
las murallas y, en las tenebrosas sombras del bosque, planeaban qué —Pero... ¿dónde está esa vaina? —preguntó Arturo.
hacer. Reducir a)ps fieles de Arturo, convencer con la espada de que -Ven, tómala tú mismo.
triunfará el más fuerte. Dicho esto, la dama volvió a desaparecer, pero instantes después, su
Arturo sentía la vibrante energía de Excalibur y, sin saberlo, sin pen- pálido brazo en la superficie del agua sostenía una vaina. Arturo se zam-
samientos, sin haber sido proclamado aún siquiera caballero, sin que bulló en las aguas y, con delicadeza, tomó la envoltura de oro, rozando
ningún acto oficial lo coronara, con toda la masa de su cuerpo aún por con la yema de sus dedos la mano de la dama.
crecer en altura y musculatura, sentía que era el rey de Bretaña. Luego, fue todo silencio.
Excalibur se lo decía; se lo decían los ojos de Merlín; la reverencia de Comenzó un período de grandes pruebas para el joven rey y para sus
Héctor, su padre adoptivo; el desconcierto de Kay; los gestos de muchos aliados. Era preciso afianzarse en el poder; para esto, era necesario luchar
otros, cuyos nombres aún no conocía, pero que bien pronto, ahora contra los rebeldes más cercanos, y luego, extender el reinado hacia el
mismo, ya eran sus fieles aliados, sus caballeros, su ejército, los miem- resto de los pueblos.
bros de su corte aún vagabunda. La coronación oficial se cumplió un frío y soleado día de invierno
-¡Habíales! -le sugirió Merlín con firmeza-. Son tus hombres. en el palacio que sirvió provisoriamente como vivienda real.
—¿Y qué les diré? El encuentro de Arturo con su madre verdadera, Igraine, fue con-
movedor. La viuda, que había visto cómo la noche se había tragado a su
'5 Se llama ángelus a la oración religiosa cristiana en latín que antiguamente se rezaba al caer la tarde. hijo y cómo el destino se lo devolvía, ahora, no podía dar crédito a lo
Comienza con las palabras Ángelus Dei (ángel de Dios). que veía. Al fin escuchó de Merlín la verdad y supo que Arturo era hijo
95
cunj con la muerte de su
-.„, w uuque de Cornualíes. Siendo desde su más tierna
juventud discípula
das, pero ro"- k: - de Merlín, se hizo experta en f' •"•*- J

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LA LEYENDA DEL REY ARTURO

HÉROES MEDIEVALES
ver en qué condiciones vivía el pueblo. La gente acudía con grandes
demandas y grandes ansiedades, pero nada de esto lo excedía. El ejerci- —Pues, será para mí una aventura tan grande que no tendré otras en
cio del poder no lo agobiaba, tal era su fortaleza. mucho tiempo. Es preciso que mis aliados sepan que aun muertos, el
rey en persona velará por sus familias.
Merlín asintió silenciosamente, conocía el poder de los símbolos; y
4. EL SENESCAL NEGRO
aquella decisión del rey no hizo sino asegurar aún más la fidelidad de
sus aliados.
Al ver Merlín que el curso de las cosas se encaminaba tan bien y que Luego de un largo viaje, Arturo y los caballeros que lo acompañaron
el joven rey había madurado y se encontraba en la flor de la edad, le fueron interceptados por una figura enlutada, en plena noche.
sugirió que era tiempo de tener una esposa. . —¿Te cuesta reconocerme? Soy tu aliado, soy el rey de Monts, mejor
Iba Arturo a responderle, cuando unos gritos lo distrajeron. Al otro dicho, su fantasma.
extremo del puente levadizo que protegía la entrada del castillo, un Los caballos retrocedieron nerviosos, pero Arturo se bajó del suyo y
hombre pedía por el rey; pero los guardias dudaban. se acercó al aparecido.
—Que pase —ordenó.
- ¡Por cierto, eres tú! Estabas vivo y sano cuando te vi la última vez.
El recién llegado vestía una túnica que estaba en muy malas condi- ¿Qué ha pasado?
ciones, sucia y ajada por el polvo y el viento, y todos sus ropajes se —Sólo el castigo del traidor me procurará el descanso para poder par-
encontraban en idéntico mal estado, y llevaba en su cara la expresión tir hacia el Otro Mundo. No podré hacerlo mientras mi familia esté
fatigada de un hombre sin fuerzas. bajo el dominio del senescal negro.
Luego de darle de beber y de comer, y de permitir que pudiera lavar- Luego, el aparecido le señaló el tenebroso paisaje que los rodeaba y
se, Arturo lo escuchó. le aconsejó cómo luchar contra el maléfico enemigo.

I
Venía del lejano reino de Monts; el señor de esas tierras había com- -Sigue este camino hasta que te encuentres con un árbol cuya altu-
batido desde los primeros días junto a Arturo; pero el noble había sido ra supera todas las de los demás. Es un árbol que aún contiene el poder
asesinado por su senescal101 en un acto de alta traición. Aquel oficial, benéfico que supo ser común en estas tierras. Espera bajo sus ramas para
aliado con las fuerzas malignas del Otro Mundo, dominaba ahora el que te dé las fuerzas que necesitarás para enfrentarte al senescal y, por
territorio y tenía en un castillo prisioneras a la hija, conocida como Flor ningún motivo, te alejes de él. Cuando amanezca, verás un claro y un
de Monts, y a la esposa del desaparecido señor de Monts. camino que te conducirá al castillo del senescal. Y sabrás qué hacer de
allí en adelante.
Los caballeros de la corte comenzaron a disputarse el derecho para
liberar a las dos damas, pero Arturo sintió que debía encargarse en El fantasma se desvaneció en la niebla nocturna. Arturo ordenó a sus
forma personal.
caballeros que aguardaran por él y continuó sólo y sin temores hasta
—Es una locura, ya lo han intentado decenas de caballeros; y todos Hallar el árbol gigante. Apenas se sentó, apoyó su espalda contra el tron-
han sido muertos misteriosamente -explicó el mensajero. co, rodeado por la oscuridad. Sentía que las fuerzas se renovaban en su
cuerpo, cuando vio que varías presencias se acercaban hasta cierto punto
y luego se detenían, como si una barrera invisible les impidiese acercar-
se más. Pudo ver a no menos de doce caballeros montados y a otras per-
98
LA LEYENDA DEL REY ARTURO
HÉROES MEDIEVALES
sonas de pie. De pronto, vio que algunos encendieron antorchas y mar-
Abrió las puertas del castillo y se encontró con la hija del amigo, her-
caron un cuadrado luminoso, en medio del cual, los caballeros iniciaron
mosa y serena, a pesar de la larga temporada en cautiverio; a su venera-
un torneo. Se daban golpes con sus lanzas y aun los que eran derrota-
ble madre; a los criados y doncellas que habían compartido el amargo
dos y caían al suelo no aparentaban dolor, se reían y provocaban a encierro.
Arturo.
Ahora el señor de Monts podía descansar en paz. Arturo confortó
—Eh, tú, que has venido de tan lejos a combatir con nosotros. ¿Por
tanto a la esposa como a la hija. Buscó a sus caballeros, que lo esperaban
qué no lo haces ahora?
en el bosque, dominados por la incertidumbre, y los llevó al castillo donde
Insistieron tanto que estuvo tentado de abandonar la protección del
festejaron por el feliz resultado de la empresa y por la valentía del rey.
árbol; pero las palabras del aparecido, el padre de Flor, lo mantuvieron
Kay insinuó que la princesa Flor era la más indicada para ser la futu-
en su sitio.
ra reina; pero Arturo respondió con un leve ademán, negando esa posi-
—¡Cobarde! ¿Tú te crees rey? —lo provocaban. bilidad.
Entonces otros caballeros reemplazaron a los primeros, y el combate
se tornó sangriento. Ahora se repartían golpes con mazas, y con el hacha,
se producían terribles heridas bajo la luz de la luna y de las antorchas. 5. ARTURO SE ENAMORA DE GINEBRA
Los caídos se retorcían de dolor en la hierba mojada y clamaban piedad.
-Sólo tú, Arturo, puedes detener esta matanza. Hay sangre en la
En realidad, desde hacía tiempo, Arturo tenía deseos de conocer a la
hierba, nuestra sangre. Nosotros defendemos a Flor y a su madre. Si tu
liija de Leodográn de Carmélida, cuyas tierras no estaban lejos de allí.
Excalibur vale algo, ¿por qué no nos ayudas? —gritó uno de los heridos.
Sir Héctor le había hablado de su perfección física y de su fuerte carác-
Pero Arturo recordó las palabras del fantasma: "De ningún modo,
IIT, digno de una reina, y le había asegurado que era la mejor esposa que
abandones la cercanía del árbol". Durante horas, sintió el grito desga-
podía hallar en Bretaña. Merlín también quería ver casado al rey, sin
rrado de los heridos, soportó las agonías y el impulso de violar el límite
embargo, nunca se mostró interesado en esta sugerencia. Su indiferen-
del árbol, pero suponía que aquélla era una trampa y, al fin, el amanecer
ria acrecentó, sin duda, la curiosidad de Arturo por conocer a Ginebra
llegó; y el fuego de las antorchas, los heridos, los caballeros comenzaron i al era el nombre de la rica heredera—.
a volverse lentos en sus movimientos y, cada vez, más transparentes,
Entonces dejó las tierras de Monts y fue recibido con grandes pompas
hasta que se esfumaron por completo.
cu el castillo del noble Leodográn, quien no tardó en presentarle a su hija.
Ahora sí veía un camino y, en el fondo de éste, un puente y, al extre-
Arturo intentó disimular el impacto que le había producido la prin-
mo del puente, un imponente castillo.
i esa. Hacía mucho tiempo que no temía a nada, pero ante esa mujer,
El castillo del senescal negro, el hechicero, el traidor.
volvió a sentirse vulnerable. Instintivamente, rozó la vaina de Excalibur.
Montó su caballo a toda velocidad, vigorizado y fresco como si
,: I )e qué le servirían la espada y la protección de las hadas en este lance?
hubiera descansado toda la noche, y entonces vio al senescal, totalmen- Se había enamorado y, a pesar de todo su poder, tenía miedo.
te desprevenido, pues se creía invulnerable con su guardia de espectros.
A su vez, Ginebra se sorprendió por la juventud de Arturo. ¿Este era
Sin darle tiempo a nada, Arturo desenvainó la espada y cumplió su d hombre providencial del que todos hablaban?
misión.
-Princesa, me maldigo por haber tardado tanto en conocerla —le dijo
Ai i uro con una breve reverencia.
100
101
HÉROES MEDIEVALES
—Es usted muy joven para llegar tarde a alguna parte —contestó ella
Ginebra, temblando, no pudo evitar aferrarle las manos. Arturo sentía
con una sonrisa.
Animado por tales palabras y con un aplomo para él inesperado,
Arturo comenzó a narrarle historias de los bosques. No habló de cria-
f que daba vueltas, vueltas en el aire, que giraba por sobre el vuelo del dra-
gón, en la frontera del universo, rozado por las hebras de un relámpago.
—Habla con mi padre y pide mi mano. Por favor, hazlo esta noche
turas tenebrosas, ni de emboscadas enemigas, tampoco de sus hazañas -rogó la princesa.
con la espada mágica. Habló, con un tono cortés y desacostumbrada-
Aceptando el milagro, el soberano más valiente, el rey que todos
mente tierno, de los árboles que mudan su color cuando llega el otoño
amaban, le declaró su amor; y era bello y joven y podía decir cosas her-
y de cómo las hojas abandoiiüii el verde para ser amarillas, luego rojas,
mosas. Y si bien Ginebra era perfectamente consciente de su porte
para caer al fin en la tiei ra y fertilizarla. Y de cómo el bosque se renue-
-decenas de pretendientes habían sido delicadamente rechazados a las
va cuando la última nieve del invierno se derrite, descubriendo las pri-
puertas de su castillo—, nunca soñó casarse con un rey de reyes. Más
meras flores en la hierba. Jamás había escrito un poema, pero esa noche
aún: nunca pensó que su corazón era capaz de querer así, como una
hubiera podido escribir sobre las cosas que nacen y mueren y vuelven a
niña que, entre una multitud de juguetes, de pronto, ve uno y lo seña-
nacer transformadas en otras.
la: "A ése quiero. Solamente, a ése".
—Los hombres también obedecemos a las mismas leyes. ¿O no fue
Para su boda, el rey Arturo ordenó construir la fabulosa ciudad de
usted otro antes de llegar al trono? ¿O no es otro ahora, que ha unido a
(^amelot y el castillo del mismo nombre, que fue levantado en el tiempo
todos los pueblos? —ratificó Ginebra.
de seis meses; en parte, con ayuda de Merlín; y en parte, gracias al deno-
Arturo no pudo evitar un aguijón de dolor en el pecho. ¿Estaría
dado trabajo de miles de subditos. Había surgido así el símbolo de aquel
enfermando?
reino próspero, el centro de la virtud y la justicia. Camelot era el digno
—¿Le ocurre algo, majestad? —se preocupó ella. Pero un instante des-
lugar de residencia de los reyes y de su corte y el orgullo de los bretones.
pués, conmovida por la expresión de Arturo, dejó de lado la debida for-
El casamiento fue seguido de banquetes y ceremonias durante trein-
malidad-: ¿Qué te preocupa? ¿Qué son esas arrugas en tu frente?
ta días. Se organizaron partidas de caza y cabalgatas. Ginebra demostró
Sin armadura y envuelto en finas telas, embriagado por una emoción
ser una certera amazona102: cazando varias presas, tensando el arco y dis-
desconocida, Arturo comprendió, en ese momento, que algo nuevo nacía.
parando la flecha con gran puntería. Aun en esos paseos nupciales, los
Como el tallo de un roble ante la enérgica primavera, nacía otro Arturo,
pastores y los aldeanos se acercaban a Arturo; y éste les concedía audien-
una nueva vida se agregaba a sus vidas anteriores, al niño que creció libre
cias, escuchaba sus demandas y daba instrucciones para satisfacer los
entre los campos, al joven torpe y entusiasta, al rey prodigioso.
reclamos. Para Arturo, las cosas buenas debían derramarse como una
—¿Qué es esto que me has hecho? Me haces doler... —dijo Arturo.
pródiga cascada sobre los habitantes del reino y, por tanto, dejaba claro
—¿Dónde? ¿De qué hablas?
a sus ministros la obligación de proteger la vida de los subditos.
En ese momento, la conversación había derivado en un susurro ínti- ,
mo. Los caballeros se alejaron prudentemente, intercambiando miradas
cómplices. Vistos desde cierta distancia, ambos enamorados ya eran
Uno, un resplandeciente Uno.
—¿Qué es lo que te duele? —preguntó Ginebra.
—Tú... el corazón... el miedo a que no quieras ser mi reina. Según los antiguos, en los tiempos heroicos habrían existido valerosos pueblos integrarlos iínir-a-
mente por mujeres guerreras, a las
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103
LA LEYENDA DEL REY ARTURO
HÉROES MEDIEVALES

6. Los CABALLEROS DE LA MESA REDONDA '."í-' Pellinor, que había luchado cuerpo a cuerpo contra él en los primeros
tiempos de su reinado y estuvo a punto de darle muerte.
Caballeros llegados de lejanas regiones asistían a los torneos, allí -¿Lo aceptarás? -preguntó Merlín.
demostraban sus habilidades con las armas, tan bien utilizadas en los
En ese momento, Sir Pellinor entró en la sala luego de un gesto
tiempos de guerra. Eran campeones en su arte, pero añoraban, justa- imperceptible de Merlín.
mente, esas épocas en que sus brazos eran útiles para el reino y no un
—Eres bienvenido, y es un honor que te unas a nosotros —lo saludó
simple pasatiempo. En verdad, pronto comenzó entre ellos a prevalecer Arturo.
un fuerte sentimiento de disgusto. Temían convertirse en débiles corte- Sir Pellinor, que fue uno de los primeros caballeros en valor y en leal-
sanos, viviendo una vida cómoda y sin riesgos ni aventuras. tad, se apuró a confesar que, de todas las hazañas y glorias de su vida,
Entonces Merlín, que había captado esta preocupación de los caba- ninguna podía compararse con formar parte de la Hermandad103 de la
lleros, hizo una sugerencia, una más, al rey Arturo. Mesa Redonda.
El padre de Ginebra había hecho traer a Camelot una enorme mesa
Quedaban sin embargo, muchos sitios disponibles alrededor de la
redonda, de roble, como presente de bodas, que había pertenecido a
mesa, pues era tan enorme que podían caber en ella doscientos cin-
Uther Pendragón. Merlín conocía muy bien aquella mesa, pues él había cuenta caballeros; y allí no había más que cuarenta y nueve. Con los
sido su creador. Viendo que había llegado el momento de utilizarla, le años, Arturo fue aceptando nuevos miembros, que venían de todas par-
aconsejó al rey Arturo: tes, atraídos por pertenecer a tan fabulosa cofradía.
—Deja que tus mejores caballeros partan a la aventura. Manda que se En aquella primera reunión, Arturo ordenó las reglas que debían
reúnan dos veces al año, para la Pascua y para la fiesta de Pentecostés, y mantener los caballeros, que eran, en definitiva, las virtudes que él exi-
i narren, en torno a la mesa, de qué modo lucharon por la justicia en el gía a sus mejores hombres. Siendo Camelot una fuente de luz en medio
reino.
de un mundo rodeado de bosques tenebrosos donde tanto pululaban las
Arturo aceptó la idea, colocó la mesa en la sala más grande del cas- fuerzas del bien como otras, de orígenes siniestros, que trastornaban a
tillo y ordenó la primera reunión de los caballeros de la Mesa Redonda. los hombres haciéndolos cometer actos innobles y criminales, ordenó
Algo que solo podía ser obra de un encantamiento, sucedió: cada que un caballero digno de la Mesa Redonda debía mantener las siguien-
una de las sillas tenía el nombre de un caballero; y cada caballero se diri- les siete reglas principales:
gió, sin saberlo, a la silla que tenía su nombre. • Ser capaz de abandonarlo todo para ir a lo desconocido. •
A cada lado del rey Arturo, quedaron dos sillas vacías. Una de ellas no • Luchar contra la injusticia, el mal y el desorden.
tenía nombre, sino una extraña inscripción: YO SOY LA SILLA PELIGROSA. • Proteger a las mujeres y no ofenderlas. ;
Merlín, que no ocupaba ningún lugar en la mesa, pero se mantenía • Dar de comer a los hambrientos. /
en la sala, aclaró que algún día ese lugar sería ocupado por Sir Galahad, • Ponerse del lado del más débil si hay una contienda. i
por la pureza de su corazón. Y muchos años después, así ocurrió; mien- • Acatar las leyes. í
tras tanto, si alguno osaba sentarse en la silla peligrosa, corría peligro de • Luchar por la unidad del reino. • t
muerte.
La otra silla, en cambio fue ocupada muy rápidamente. El propio
11" Una Jiermanelad es una liga o alianza entre personas que se basa en un juramento mutuó'oe inF
Arturo se asombró al ver el nombre que brillaba en su respaldo: Sir |rn<l y en la búsqueda de ciertos objetivos comunes y elevados. . • htOür^-r ,4< *>.•• '"•.-•!
104 •-. • ' • : . • ' - • • , ,
LA LEYENDA DEL REY ARTURO
HÉROES MEDIEVALES

Y si la Mesa Redonda representaba la igualdad entre los pares, el


propio rey era uno más en ella; y todos debían beber la copa de la
Hermandad y hacer el juramento de los ideales de la caballería.

7. SIR PELLINOR EN EL VALLE SIN RETORNO

En esos días, llegó a Camelot un hombre y dijo que su hija había


sido raptada por un gigante. Ansioso por demostrar su valor y lealtad,
Sir Pellinor juró rescatar a la joven.
Arturo le recomendó estar muy atento a las dificultades de tal
empresa y lo dejó partir.
El gigante había escapado por el bosque hasta tomar un caínino oscu-
ro, por donde no entraba la luz del sol y se dirigía al Valle Sin Retorno,
donde sus perseguidores no se atrevieron a entrar. Pero Sir Pellinor esta-
ba ciego de coraje, tomó aquel camino oscuro donde fue atacado por dos
serpientes a las que descabezó con su espada; y luego, por un oso; y más
tarde, por una bestia desconocida, con melena de león y ojos de fuego,
que despedía un vapor caliente de su hocico. Cada vez que abría la boca,
se oía el ladrido de una jauría de perros; y esto era porque se los devora-
ba enteros y los llevaba un tiempo vivos en su estómago. El caballero
mató a la bestia y liberó a los perros, los cuales, en agradecimiento, lo
escoltaron gran parte del trayecto. Cruzó montañas, desfiladeros y abis-
mos, de cuya oscuridad brotaban siniestros aullidos. Finalmente, llegó a
un claro del bosque, a orillas de un río tranquilo. Una mujer hermosa,
de cabello ensortijado y sonrisa encantadora, estaba sentada sobre una
piedra. Era un hada del lago.
-Si buscas al gigante y a la mujer deshecha en lágrimas, deberás cru-
zar la puerta visible que da entrada al mundo invisible. Pero debes saber
algo.
-Dime lo que sea, nada me detendrá -dijo el caballero.
-En el pasaje de un mundo a otro, podrás perderte para siempre en
la niebla —lo alertó el hada.
l'.n aquella primera reunión, Arturo ordenó las reglas que debían mantener los caballeros.
106
107
-Encontraré eJ camino de regreso y Jlevaré a Ja mujer a Ja corte deJ AJ punto, Je propuso vivir para siempre en esas tierras, Jo cuaJ con-
rey, sana y salva.. fundió a Sir PeJJinor. ¿No estaba su padre esperándoJa en Ja corte? ¿No
Dicho esto, Ja niebJa cubrió eJ bosque. debía llevarla allí para dar por probada su victoria? ¿Cómo ella le propo-
—Yo soy Ja puerta, valiente señor —dijo eJ hada. nía quedarse allí para siempre? Eran tantas las emociones que cerró Jos
Y de un modo misterioso, ahora, el paisaje había cambiado por ojos y, aJ cerrarJos, pudo ver cJaro: ¡eJ gigante manejaba Ja magia! ;No
compJeto. Sir PelJinor se encontraba en una región sombría, pobJada había muerto! Con Jos ojos cerrados, para no ser hipnotizado por eJ
por pájaros siJenciosos, por árboJes cuyas raíces sobresaJían en Ja tierra; hechicero, atacó con su espada y sintió cruelmente eJ grito de una mujer
Jos perros que había liberado de Ja bestia ya no estaban, pero ningún y, por un momento, dudó. ¿No habría matado a Ja donceJJa? Al abrir Jos
animaJ Jo atacó. Pudo escuchar a una serpiente decir: ojos, vio aJ gigante caído. EJ hechizo estaba roto. EJ castiJJo era nueva-
—Éste será comido por eJ gigante. mente una miserabJe cabana y adentro, atada y en penosas condiciones,
Y todos Jos animales se apartaban a su paso y, por primera vez, sin- haJJó a Ja perdida doncella; pero grande fue su asombro cuando escuchó
tió miedo y tuvo que dejar a su caballo, pues ya era imposible andar lamentos y quejidos, y halló en otro cuarto a setenta donceJJas prisione-
montado entre la maleza y las raíces. Caminaba con torpeza por su ras del gigante, a todas liberó y juntos iniciaron el camino de regreso.
pesada armadura y, varías veces, tropezó y rodó por el suelo. Al fin, divi- Ésta vez tampoco lo atacaron los animales, porque le temían, pues
só una cabana de aspecto miserable, aunque de paredes muy elevadas, y había matado al otrora invencible amo de esas tierras.
supo que había encontrado la vivienda del gigante; éste surgió de pron- Sin embargo, tardó en encontrar su cabaJJo, tanto que Ja niebla se
to, acorazado hasta el cuello y armado con una maza: enseñoreó en eJ bosque; y Sir PeJJinor supo que andaban extraviados y
-Llegas tarde, la doncella se ha secado por sus propias lágrimas. ¿Por sintió una profunda meJancoJía, de Ja que se Jibró aJ pensar que había
qué lucharías ahora? saJvado a tantas donceJJas. Hechizado por este nobJe pensamiento, en
Furioso y olvidado de su fatiga, Sir Pellinor sacó su espada de la un estado cercano a Ja beatitud, eJ hada se materiaJizó de pronto y, con
vaina: gran aJegría, le dijo:
-Por la justicia, por el rey, por la inocente que has matado -replicó. -Ésta es una de las formas del Valle Sin Retorno. DiJes a Jos caballe-
En vez de flaquear sus fuerzas, encendido por la JJama de su coraje, ros que, en el futuro, se internen en él, que Jo hagan por eJ bien de Jos
hirió aJ gigante en Jas piernas y cayó y, de un sóJo goJpe, Je provocó una demás y no para aumentar su fama.
tremenda herida. Y Juego agregó:
El bosque se iluminó. La pobre cabana se convirtió en un castillo -Y dijes que muchas cosas pueden verse por aquí, pero cuando
dorado, los pájaros perdieron su mudez y trinaron felices, Ja hierba fres- mucho es demasiado, para ver bien, hay que cerrar Jos ojos y escuchar
ca y oJorosa se vio mecida por una brisa suave. al corazón.
EJ gigante se desvaneció, y Ja donceJJa que Sir PeJJinor creía muerta Y así fue como Sir PeJJinor regresó a CameJot con setenta y una don-
apareció en Ja entrada deJ castillo. ceJJas Jiberadas, y con Ja mayor humiJdad, contó su aventura en eJ Vaíle
-Me has salvado, mi señor. Mi padre fue el propietario de estas tie- Sin Retorno; Jo que no hizo más que acrecentar Ja admiración de Jos
rras, antes de que el gigante se Jas robara; luego, todo se volvió gris y otros por su arrojo; y Jas donceJJas se encargaron por sí mismas de
miserabJe. difundir eJ vaJor extraordinario de Sir PeJJinor y de Ja justa Hermandad
que vejaba por Jos débiles y por los que padecían el peligro.
LA LEYENDA DEL REY ARTURO
HÉHOES MEDIEVALES

8. YVAÍN LIBERA A LAS TRABAJADORAS DE LA SEDA aunque tan débiles que apenas podían caminar; y la luz las cegaba. Ivaín
buscó por los talleres, almacenes y graneros algo con que alimentarlas,
La fama de la Mesa Redonda se había extendido por todas partes, hasta que subió al patio superior y halló las cocinas donde los crueles
pero aumentó aún más con el descubrimiento del Castillo de la Seda caballeros se prodigaban grandes comilonas, a juzgar por la cantidad de
por el valiente caballero Yvaín. Erraba por un bosque, contemplando los carne asada, bayas y miel que encontró. Con habilidad, armó largas
heléchos mecidos por el viento, en busca de ayudar a quien lo necesita- mesas con tablones y caballetes; y las trabajadoras comieron a su anto-
ra, cuando un canto débil como un susurro llamó su atención. Detuvo jo y bebieron agua fresca del río; finalmente se pusieron los vestidos que
su caballo y escuchó: estaban destinados a princesas y así pudieron dejar aquel lugar; y cada
una regresó a su casa; y contaron en sus pueblos cómo el fabuloso caba-
"Siempre como esclavas hilaremos llero las había liberado en nombre del rey Arturo.
vestidos que nunca luciremos".

Se preguntó Yvaín de dónde surgía un canto tan triste; y la brisa lo 9. JVÍORGANA Y EL CRIADO INSOLENTE

fue guiando por el bosque, siguiendo el susurro:


Merlín se ausentaba por largos períodos en la corte; y Morgana ocu-
"Un poco de pan por las mañanas paba sus habitaciones, en las alturas de Camelot, estudiando los grimo-
y luego viene la peor parte: rios104, y allí se olvidaba del tiempo, lejos de su propia residencia en la
en el castillo sin ventanas, tierra de Gore. Sin embargo, su belleza encendía los ánimos de los hom-
el trabajo es incesante". bres; aunque su porte altivo los mantenía alejados.
Gawain, pariente tanto de Arturo como de Morgana, escuchó un
Casi con lágrimas en los ojos y preso de un sentimiento de ardoroso rumor inquietante y decidió confiárselo a su tío el rey:
heroísmo decidió liberar a esas pobres desdichadas. Así llegó a un casti- —Siendo sobrino de Morgana, conozco bien su sabiduría, su valor y
llo rodeado de un foso donde discurrían negras aguas. Cruzó el puente sus poderes.
levadizo, y un caballero de mal semblante le ordenó volverse por donde —¿Y bien? —se interesó Arturo.
venía: -Mas es preciso que no ande persiguiendo criados, por más inso-
—Pues no me iré sin saber la razón del canto tan triste que me trajo lentes que éstos fueran, para convertirlos en piedras.
hasta aquí. En nombre del rey Arturo, te ordeno que me dejes pasar. Entonces le narró al rey lo que, al parecer, había sucedido: un cria-
Dicho esto, siete caballeros fueron por él; pero Yvaín los hizo caer de do joven e impulsivo dijo algo a Morgana, en relación con su belleza; y
a uno a las aguas del foso; donde unas feroces bestias los devoraron con ella, tomándolo de mal modo, decidió darle una lección. Sin dar mues-
sus armaduras. Finalmente el amo del castillo intentó luchar con él, tras de enojo, invitó al muchacho a beber de una poción, y éste se trans-
pero duró menos que un segundo en su caballo y también cayó al'foso. formó en piedra. Y en verdad, nadie lo había vuelto a ver por la corte.
Yvaín entró en el castillo y vio un cuadro de fantástica miseria: tres-
cientas doncellas con vestidos sucios y ajados, con sus cuerpos flacos y
encorvados por la labor de hilar la seda. Y todas salieron a la luz del día, i Grimorios es una palabra de origen francés, significa "libros mágicos".
LA LEYENDA DEL REY ARTURO HÉROES MEDIEVALES

Considerando que aquello era grave, Arturo mandó llamar a su venientes en cuanto a darle el espaldarazo105 y lo armó caballero, pero
media hermana. decidió que, antes, debía mostrar su valía para formar parte del selecto
Con respeto y tacto, pero dando muestras de firmeza, Arturo le grupo de la Mesa Redonda.
pidió que desencantara al criado, si era cierto lo que había escuchado. La oportunidad llegó bien pronto, pues un mensajero vino con la
Tal petición provocó una misteriosa respuesta en Morgana: noticia de que la dama de Nahaut solicitaba ayuda, pues el rey de
-He ido tan lejos en mis estudios, hermano mío, que ahora soy un Northumberland quería casarse con ella por la fuerza. El mensajero
hada. Eres el rey, pero yo tengo poderes de otro tipo, poderes que un día manifestó el deseo de que un caballero, en nombre del rey Arturo, fuera
usaré contra ti si me humillas. a combatir con tan brutal aspirante a marido, y si lograba salir victo-
Arturo no pudo evitar un escalofrío ante esta amenaza, no sabía a
qué se refería Morgana; pero sus palabras no auguraban nada bueno.
Irioso en una justa106, ella, a cambio, no estaría obligada a casarse.
Lancelot se ofreció de inmediato para la misión; pero Arturo en
Sin embargo, se recompuso: /principio rechazó el pedido, pues era tan joven que consideraba una
—Debemos dar el ejemplo y no abusar de nuestro poder. No lo hago pena que muriera en una misión tan arriesgada. Tanto insistió el
yo siendo el rey, no quiero que lo hagas tú. Si eres un hada, ¿por qué no muchacho que Arturo acabó por darle su bendición.
actúas como Nimue, la dama del lago?
Morgana enfureció. A diferencia de Nimue, ella no podía librarse I Durante el camino, Lancelot vivió diferentes aventuras, pues no le
temía a nada y se sentía invencible con la espada. Luchó contra diez
de su esencia humana, por lo tanto muchas de sus acciones eran impul- enanos en una emboscada y luego contra dos caballeros, que mantení-
sadas por sus deseos y emociones, y siempre daba rienda suelta a sus an prisionera a una joven. Como resultado, mató a los dos indignos
enojos. Sin embargo terminó por aceptar la orden, aunque antes lanzó caballeros, pero fue herido en un hombro; y las noticias llegaron a Kay,
otra amenaza, dominada por sus celos: quien tras haber conocido apenas a Lancelot, sintió por él una mezcla
—Vivirás en la tierra con Ginebra, pero yo moveré los hilos de tu de celos y antipatía.
eternidad en la Isla de Avalón. "Ni siquiera llega sano a lidiar con el rey de Northumberland,
Luego, fue hasta los jardines y quitó el hechizo al criado quien, ¿cómo ha de triunfar?".
desde entonces, cada vez que la veía, se huía en dirección contraria. Y entonces, decidió reemplazarlo en la misión y partió hacia el cas-
tillo de la dama de Nahaut, deseoso de quedarse él con los méritos.
Cuando llegó, Lancelot ya había arreglado el combate con el rey;
IO. LA PRIMERA AVENTURA DE LANCELOT pero como éste consideraba muy sencillo lidiar107 con aquel muchacho,
al ver a Kay, propuso un cambio y ofreció un combate entre cuatro. Por
Mucho tiempo después, en Camelot, el hada Nimue presentó a un lado, Lancelot y Kay; y por el otro, él y su mejor caballero.
Lancelot, un joven de dieciocho años, ante Arturo, diciéndole que aquel
muchacho era el mejor guerrero que podía encontrarse, que había cre-
105 Según las costumbres medievales, dentro de la ceremonia en la que nombraba caballero a un gue-
cido en la ciudad sumergida del lago al cuidado de las hadas y que tenía rrero, el espaUarazo era un golpe dado en la espalda con la mano o con la hoja plana de una espada
un gran linaje, pues era un hijo de rey. El hada le pidió que lo nombra- dado por la autoridad y que indicaba que era digno de ser soldado.
'«' Una. justa es un combate o pelea a caballo y con lanza. Los caballeros medievales participaban en
se caballero y lo integrara en la Mesa Redonda. Arturo no tuvo incon- ellas para medir sus destrezas en el arte de combatir.
iiu í.'-/.•„
LA LEYENDA DEL REY ARTURO HÉROES MEDIEVALES

Apenas salió el sol, la mañana siguiente, los cuatro con sus armadu-
ras y sus yelmos, y armados con lanzas, espadas y mazas, aguardaron el
aviso de las trompetas y, ante la mirada de la dama, empezaron a com-
batir.
El rey de Northumberland era un gran guerrero, pero Lancelot pose-
ía una habilidad única. En el primer choque de lanzas, el rey cayó al
suelo, por lo que quedó en clara desventaja; Lancelot le ofreció subirse
nuevamente al caballo. En el siguiente choque, esquivó el lanzazo del
rey y, con su espada, lo hirió en un costado de tal manera que ya no
pudo combatir más. En ese preciso momento, Kay a su vez era derriba-
do de su corcel por el caballero rival y quedó tirado en la hierba, sin
tiempo a reaccionar: el caballero preparó la espada para la embestida
final, cuando Lancelot lo detuvo con estas furiosas palabras:—Si atacas a
ese caballero caído, juro por el rey que serás desarmado como caballero
y más aún, ahora mismo, sufrirás mi espada.
El caballero dejó suspendido el golpe que pensaba descargar sobre
Kay y azuzó a su corcel para ir por Lancelot; y fueron y vinieron por el
campo, propinándose duros golpes; hasta que Lancelot lo derribó de un
mazazo y teniéndolo a su merced, perdonó al caballero diciendo: —En
honor de la palabra, solicito que dejen en libertad de decisión a la dama
de este castillo y cada uno se vuelva por donde vino.
Desde ese momento, Kay se congració con Lancelot y no tuvo repa-
ros en contarles a Arturo y al resto de los caballeros de la Mesa Redonda
que el joven poseía una destreza y un valor jamás visto por él y lo reco-
mendó para integrar la Hermandad.
—No es uno más entre los mejores, es el mejor, opinó Kay sin ocul-
tar su admiración.
En tanto, Lancelot aguardaba el veredicto del rey, en una antesala. La
reina, que tenía la costumbre de pasar por allí para recibir a los caballeros
y felicitarlos por sus hazañas, saludó al nuevo campeón sin ser indiferen-
te a su estampa. Era poco más joven que Arturo cuando lo había conoci-
do en su tierra natal y, acaso, más hermoso. Los ojos de Lancelot poseían
una energía indomable; pero al ver a Ginebra, dijo humildemente: En honor de la palabra —dijo Láncelo^, solicito que dejen en
-Permítame, señora, ser su caballero, cuidarla y protegerla siempre. libertad de decisión a la dama de este castillo...

115
-Si es verdad la fama que te precede, no deberé temer por nada- Cuando se enteró de lo sucedido, Merlín comprendió cabalmente el
contesto Ginebra sin pensar que sus palabras, que cada palabra suya, presagio de Morgana, tan impregnado de rencor y celos como de ver-
calaba en lo más profundo del joven. dad. Él sabía que, en el futuro, Ginebra sentiría un fuerte amor por uno
Ginebra había madurado, y sus facciones dejaban traslucir un alma de los caballeros de la Mesa Redonda, y que ello acarrearía terribles con-
serena. De ella emanaba un precioso esplendor muy diferente del de las secuencias para el reino. Pero, a diferencia de Morgana, el anciano mago
hadas que habían criado y educado a Lancelot. contemplaba con frialdad el juego de las pasiones humanas, sin juzgar
Morgana, que por azar pasaba por allí, observó el breve intercam- ni buscar algún provecho de ello.
bio con interés. La escena fue interrumpida por Kay, quien invitó a Morgana, en cambio, dominada por su carácter belicoso, sí buscaba
Lancelot a sentarse, por primera vez, en la Mesa Redonda. En una de sembrar recelos en la corte. En pocos días, partió a su propio castillo, y
las sillas mágicas, ya reverberaba su nombre. desde entonces, se hizo llamar Morgana el hada, reina de la tierra de
Fue entonces cuando algo inesperado sucedió: un magnífico ciervo Gore, y desde allí conspiró contra la autoridad de su hermano.
blanco entró en la sala; y detrás de él, decenas de perros salvajes. El ani-
mal, desesperado, tropezó con la silla de Arturo quien, ante la sorpresa y
el espanto de los presentes, cayó al suelo. El ciervo dio varias vueltas en II. EL CASTILLO DEL PELIGRO
círculo alrededor de la mesa acosado por los perros, que ya lo habían
herido de varias dentelladas. La sangre roja del animal manchó su pela- Hacía ya muchos años que el rey Arturo se dedicaba a administrar la
je blanco como la nieve y, al salir nuevamente de la sala, embistió a la justicia en Camelot, encargándose de presidir las reuniones de la Mesa
reina y salpicó su hermoso vestido con gotas de sangre. Redonda y enviando a sus caballeros por todo el reino para hacer cum-
Arturo se recompuso, sin entender cómo había sido posible la apa- plir la ley. Y por cierto que comenzó a sentir melancolía de los tiempos
rición; pero tuvo su respuesta, junto a Ginebra, quien igualmente alte- en que era él mismo quien iba errante por los caminos, en busca de lo
rada, había buscado la calma en los jardines del palacio. desconocido. Con ese ánimo, se apeó de su caballo una tarde, para refres-
Allí, su media hermana, Morgana, con una punzante mirada le dijo: carse en las aguas del río, seguido de cerca por varios servidores; cuando
-Querido hermano, sabes bien que el ciervo blanco es símbolo de la una niebla súbita cubrió todo de oscuridad. Entonces pudo ver en el río
pureza; y su presencia en el castillo y las manchas en el vestido de la una embarcación iluminada por decenas de candiles sostenidos por pies
reina sólo pueden significar que tal pureza no será respetada en el futu- de plata y, a pesar de que navegaba en buena dirección, no se veía nadie
ro de vuestro matrimonio. a bordo. Al llegar frente a Arturo, la nave se quedó inmóvil como si
Ambas mujeres se dirigieron una mirada fatal, llena de hostilidad. alguien hubiera arrojado el ancla.
Arturo le ordenó a su hermana comportarse ante la reina. Y con dure- Arturo no dudó: una aventura lo estaba llamando y, sin mirar atrás a
za, exclamó: sus vasallos, entró en las aguas y logró treparse a la nave. Ya con los pies
—Fuerzas interpretaciones para disgustarnos, tanto a mí como a la en cubierta, ésta viró en redondo y se puso en marcha, navegando río
reina. Sólo voy a decirte una cosa: ¿por qué pasas tanto tiempo aquí abajo, hacia algún destino ignorado; mientras el fuego de las antorcha?
teniendo un magnífico castillo en la tierra de Gore? se reflejaba en el agua como estrellas incendiadas. Mas no estaba solo:
Morgana comprendió que su hermano le ordenaba retirarse de doce hermosas doncellas aparecieron y, sin mediar palabra, iniciaron ur^
Camelot y se alejó en silencio. danza silenciosa a su alrededor. De pronto, sonaron los cuernos de caz?
117
LA LEYENDA DEL REY ARTURO

de las hadas, su familiar sonido no despertó las sospechas de Arturo. gran sorpresa, comprendió que su contendiente estaba usando su pro-
Una de las hadas lo invitó a un banquete en su honor; y Arturo, sin pia espada, al ver las joyas que adornaban su empuñadura y comprobó
sospechar que estas hadas obedecían a negros designios, aceptó con que él tenía una idéntica, pero falsa. ;Todo era una trampa! El señor del
agrado, y por cierto que todo aquello era obra de un encantamiento. castillo se quitó el yelmo para hablarle con gran insolencia: -Debes
Ingresaron en el interior de la nave, donde estaba servida la mesa y saber que tengo en mis manos tu espada por obra del hada Morgana.
deliciosos alimentos: carne de ciervo y jabalí, miel y frutos dulces, gran- Justo es que lo sepas antes de morir.
des panes blancos y un vino suave, de color rubí. Bebió el vino y comió Comprendió Arturo que había sido burlado como un niño y vio que
disfrutando el lujo de la sala: doce candelabros de plata iluminaban el su rival se calzaba nuevamente el yelmo y le asestó tal mandoble109 que
salón y cortinados de seda blanca ocultaban la niebla. Escuchó las men- su espada cayó; cuando estaba a punto de dar un golpe fatal, un rayo
tiras de aquellas hadas, que sonaron ciertas a sus oídos: le agradecían la paralizó al caballero con Excalibur en alto; los dedos que sostenían el
justicia de su reinado y los bienes que había deparado a su pueblo, arma se aflojaron y Excalibur cayó en la hierba, a los pies de Arturo,
haciendo del mundo un lugar más agradable también para las hadas. quien no tardó en tomarla. El confundido caballero volvió en sí.
Feliz y satisfecho, Arturo fue invitado a reposar después de la comida en -Si eres tan valiente, pelea con tu propia espada -le ordenó Arturo
una lujosa alcoba, donde lo esperaba una cama tapizada de sedas azules lanzándole la falsa Excalibur.
y, al instante, se durmió profundamente. El amo del castillo, dominado por el miedo, intentó huir; pero
Al despertar, no había nave ni río, ni banquetes ni sedas, sólo el frío Arturo, pensando en los veinte caballeros prisioneros, bien cerca de
y húmedo piso de un calabozo y los quejidos de hambre y dolor de morir de hambre y sed, no tuvo piedad y le causó una herida mortal.
veinte caballeros prisioneros como él. Preguntó Arturo dónde estaba y Luego pudo ver, en las aguas del río cercano, la rubia cabellera de
quiénes eran ellos, y así fue informado que estaban en poder del cruel Nimue y supo que la dama del lago había llegado a tiempo y que le
señor del, Castillo del Peligro, hasta que el hambre y la sed acabaran con debía la vida.
ellos. Sólo los alentaba una remota esperanza: que algún caballero fuera Con alegría, liberó a los prisioneros.
tan fuerte como para vencer al amo del castillo. Con honda amargura, pensó en cuan lejos había ido Morgana.
-Pues si tal señor acepta una justa, yo soy el caballero para ese fin. Nimue, antes de sumergirse en las aguas, le hizo llegar a través del
Apenas terminó Arturo de hablar, cuando una doncella lo sacó del viento palabras que sólo él pudo escuchar:
calabozo, le dio un escudo y le dijo: -En el prado, lo espera el señor, ya -Eres demasiado importante para arriesgarte tanto. Tu pueblo te
listo para la lid108. necesita vivo, deja que tus caballeros luchen en tu nombre hasta los últi-
Y así era. Un imponente caballero le indicó que se subiera a un caba- mos días de tu reinado.
llo; y Arturo lo montó, con gran confianza, empuñó su espada. Sin Arturo asintió y supo que su protectora hablaba con sabiduría.
embargo en el primer choque, al tocarse ambas espadas, notó que
Excalibur no le respondía como antes y pensó que era por la falta de uso
'
de los últimos tiempos; pero en el siguiente choque, su brazo se dobló
ante la fuerza de la otra espada; y vio que era idéntica a la suya y, con
i»' Se denomina mandoble al golpe que da el guerrero sosteniendo la espada con las dos manos y des-
ios \a lid es un combate, pelea o pleito judicial' cargándola con todas sus fuerzas sobre el adversario.

119
LA LUYEINLIA 1ÍÜL KJiY ARTURO HÉROES MEDIEVALES

12. MERLÍN SE RETIRA ible como el fuego de mil dragones, era esencial a su naturaleza, Se
abrazaron como sólo se abraza, un padre con su hijo; de algún modo era
En el bosque, estaban Merlín y el rey Arturo contemplando la verde así. Merlín había hecho posible las condiciones para el nacimiento de
serpiente de hojas que formaba un caprichoso remolino. Arturo aquella noche en que Uther Pendragón fue Gorlois, el duque de
—Observa —dijo el anciano— cómo el remolino ha unido esas hojas. Cornualles.
Eso has hecho con tu pueblo. Tus caballeros son el viento que une las El mago se fue hacia los dominios de Minué; y el rey volvió al casti-
hojas, tu alerta vigilancia mantiene el espíritu de la Mesa Redonda y sus llo de Camelot, erguido en una colina, brillante y dorado como un
principios. Lo que viene ya no me concierne: he gastado mis fuerzas y sueño eterno.
me iré a descansar. Quedaban muchas aventuras por delante, muchos años de abun-
Merlín amaba en secreto a la dama del lago, la bella Nimue, y esta- dancia y prestigio para el rey Arturo y los nobles caballeros de la Mesa
ba decidido a dejarse mecer por sus encantamientos hasta hundirse en Redonda.
un sueño dichoso.
Arturo protestó; pero la decisión del mago era un hecho, tan sólido
como las piedras.
-Observa el río. No es solamente un río de agua: es un río de peces,
de plantas, de piedras. Nunca se detiene: es el fluido sin freno del dra-
gón que arrastra todas las cosas; y ahora, yo también seré arrastrado por
él. Mi tiempo ha terminado.
Luego, con una voz que sonó con el peso de un augurio irrevocable,
le confió: —Tu gloria, un día, también acabará. Cuida que ese momen-
to se demore.
Y mientras le decía estas palabras sin aclarar su sentido, Merlín pen-
saba en la belleza de Ginebra y en el amor sin retorno que Lancelot sen-
tía por ella; en la decadencia de la Mesa Redonda; en la traición de
Mordred, el sobrino de Arturo, mero instrumento de Morgana. El futu-
ro llegaría de todas formas. Arturo aún sería el soberano, el más perfec-
to de todos los reyes, durante muchos años, hasta que él sintiera tam-
bién en su alma la vejez del cuerpo.
Su magia no interfería en tales cuestiones, pues él, que podía trans-
formar las apariencias y dominaba los más altos encantamientos, no
tenía poder para alterar los hechizos del corazón. No pudo con la pasión
que Uther Pendragón sintió por Igraine, menos podría ahora. Era un
maestro de apariencias; y el amor entre los hombres no es apariencia,
sino esencia. También el odio de Morgana, tan inabarcable e imprede-
121
LA LEYENDA DEL REY ARTURO LA LEYENDA DEL REY ARTURO

EL DESTINO FINAL DE ARTURO, RfiY DE BRETAÑA varia a un castillo en la pequeña Bretaña. Arturo marchó con sus solda-
(SÍNTESIS) dos contra Lancelot y sus aliados. En ese momento, llegó la noticia de
que unas tropas procedentes de Roma avanzaban y habían invadido
EL SANTO GRIAL París.
Arturo dejó el reino en manos de Mordred y partió a la guerra en
La llegada de Percival conmocionó Camelot. El joven gales fascinó defensa de los reinos amenazados, asombró a todos por su fortaleza en
a los caballeros con la historia del cáliz sagrado, el Santo Grial, una copa la lucha. Galván, antes de morir, le pidió que perdonara a la reina y se
que alimentaba tanto al alma como al cuerpo. Los caballeros se obse- uniera a Lancelot para vencer al cruel Mordred, que se había aliado,
sionaron con el Grial, partieron y se esparcieron por toda Europa en ahora, a los antiguos enemigos de Arturo: los sajones.
busca del Grial. Pasaron los años, y esa búsqueda fue la última aventu-
ra para muchos de ellos.
LA MUERTE DE ARTURO

LA TRAICIÓN DEL MORDRED Arturo volvió a Bretaña, reunió a unos soldados fieles para enfrentar
a Mordred y a los sajones . Sin el auxilio de su consejero Merlín, no se
En su aventura, Percival llegó a un castillo en el que lo esperaba una decidió a unirse a Lancelot. La noche anterior a la batalla, Arturo había
mesa de ajedrez, hizo una hábil jugada; pero las piezas de la mesa le dormido y soñado con escorpiones y con serpientes.
hicieron jaque mate y lo vencieron. Eurioso, quiso tirar la mesa; pero Al' despertar, comprendió que el fin de su reinado había llegado y
una voz de mujer le advirtió de que no lo hiciera. La mesa era mágica y recordó que ya no tenía la vaina de Excalibur. En el terrible combate,
pertenecía a Morgana. Entonces, la voz le dijo que el Santo Grial elegía Arturo dio muerte a Mordred; pero éste logró asestarle una herida
quién podía verlo y que debía pasar otras pruebas aún. Cabalgó duran- mortal.
Sintiendo que había llegado su hora, Arturo se dirigió hacia el lago
I
te días y llegó hasta el castillo del rey pescador. El rey le contó que el
Santo Grial era el cáliz que había recibido la sangre de Cristo en el para devolver a Excalibur; pero sus fuerzas eran tan escasas que fue su
momento de ser crucificado y que un santo hombre llamado José de escudero quien tiró la mágica espada; tras lo cual, un brazo femenino la
Arimatea lo había traído a. Bretaña. Luego de someterlo a varias prue- recibió y la hizo desaparecer bajo las aguas.
bas más, le ordenó que volviera a Camelot, le contara todo a Arturo y, Cuando Arturo se sintió desfallecer, su escudero vio aparecer una
después, regresara con él para que lo coronasen rey. extraña barca en la que viajaban nueve damas cubiertas de velos blan-
Como Percival y otros caballeros, Lancelot también regresó, había cos. Una de ellas era Morgana, que venía en busca de su hermano para
tratado de olvidar a la reina Ginebra; pero la encontró más hermosa que llevarlo hacia Avalón, la isla de la eterna juventud.
nunca y reanudó sus relaciones con ella. Llegó también a la corte, el rey Según la leyenda, Arturo vivió en Avalón al cuidado de Morgana; y
Mordred, sobrino menor de Arturo, un joven ambicioso y cruel, que Excalibur descansó en manos de la dama del lago. Por eso, los bretones
empezó a intrigar contra Lancelot y contra la reina: les tendió una tram- siempre esperarían el regreso de Arturo porque, con él, volverían la paz
pa e hizo que fueran descubiertos. Según las leyes, Ginebra debía ser y la prosperidad a Bretaña.
quemada en la hoguera. Lancelot y sus amigos lograron salvarla y lle-
EL CANTAR DE LOS NlBELUNGOS (SÍNTESIS)

Según cuentan las leyendas, Sigfrido, hijo de Sigmund y Siglind, reyes


de Neerlandia110, era un joven y apuesto príncipe reconocido por sus vir-
tudes guerreras en el mundo de las tribus germánicas y famoso por haber
•Mar de
sometido a vasallaje al país de los nibelungos111, un reino habitado por
extraños enanos que poseían un tesoro de valor incalculable.
Muchas nobles doncellas de la corte de Xanten deseaban casarse con
él; pero Sigfrido había escuchado tantas historias acerca de la belleza de
una princesa burgundia, la dulce Krimilda, que no podía dejar de pen-
sar en ella.
Océano Los burgundios dominaban las márgenes del río Rin, en el corazón
'A-tíántifo
de Alemania. El reino, cuya corte estaba en la ciudad de Worms, estaba
formado por los tres hijos varones del fallecido rey Dankrat y de la reina
Ute: Gunther, Gernot y Giselher. Gunther era quien ejercía el poder
Mar luí por ser el mayor. La doncella Krimilda era su hermana y había rechaza-
'¡forte do muchos nobles pretendientes porque no deseaba casarse.

EL AMOR POR KRIMILDA, LA PRINCESA DE BURGUNDIA


"Xanten í
Cuando Sigfrido anunció su partida hacia Worms, sus padres se
preocuparon porque los burgundios eran gente muy batalladora y, entre
ellos, se destacaba como temerario guerrero el barón Hagen. Pero
Sigfrido, bañado en la sangre de un dragón que lo hacía invulnerable,
Viena ' se sentía seguro de sus fuer/as y viajó a la corte burgundia con una sim-
ple escolta.
En Worms, Sigfrido, el príncipe de las tierras bajas, se puso al servicio
de los reyes y fue admitido en la corte como huésped. Dio muestras de
NOTA DE LA EDITORA: para la elaboración de la presente versión se ha tenido en cuenta,
entre otras fuentes, la edición bilingüe con la traducción de Juan C. Probst. Institución
Cultural Argentino- Germana. Buenos Aires, 1958. ||« Históricamente con el nombre de Netherlands o Países Bajos se denominaba el territorio de los
Presentamos una síntesis de la primera parte del Cantar de los Nibelungos para que el lec- actuales países de Holanda, Bélgica y Luxemburgo.
111 Es probable que el territorio denominado país de los nibelungos en las leyendas corresponda a la
tor pueda conocer la totalidad de la historia. región sur de la actual Noruega.
126 127
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS HÉROES MEDIEVALES

sus virtudes guerreras y luchó sin descanso en defensa de los burgundios aceptaran a Gunther como amo. Los subditos comenzaron a acudir de
contra los ataques de daneses y los sajones. Entonces, aceptado como todas las comarcas. El rey temió que los islandeses le tendieran una
amigo leal de la corte, pudo conocer a Krimilda. El corazón de Sigfrido emboscada, entonces, Sigfrido viajó solo al país de los nibelungos. Allí
quedó capturado para siempre por la belleza de la joven doncella. formó un ejército de mil caballeros, cargó en su barca parte del fabulo-
Sin embargo, el héroe Sigfrido debió pasar una prueba más difícil so tesoro y regresó a Islandia, en donde con su aporte, Gunther fortale-
que la de las armas para obtener su mano. ció su poder.
El lejano reino de Islandia estaba conducido por una reina, tan bella
como guerrera, llamada Brunilda. Esta dama tenía fama de invencible
y había establecido que sólo aceptaría como esposo a aquel que la ven- UNA BODA REAL DOBLE
ciera en combate. Muchos nobles caballeros habían muerto tratando de
conquistarla. Luego, todos partieron de regreso hacia Burgundia. En cuanto se
Este desafío encendió la pasión del rey Gunther quien también era supo del regreso, la corte de Worms se llenó de júbilo e, inmediata-
un temerario luchador. Para conquistar a la reina Brunilda, Gunther mente, se iniciaron los preparativos para una magnífica y doble boda.
solicitó a Sigfrido ayuda militar y le prometió, a cambio, la mano de su En el banquete nupcial, la reina Brunilda sintió pena al ver a la prin-
hermana, la princesa Krimilda. cesa Krimilda, ahora su cufiada, indignamente casada con Sigfrido, ya
que, para ella, el valiente caballero no era más que un vasallo. Gunther
le explicó el origen noble de Sigfrido y le recordó sus más gloriosas haza-
LA CONQUISTA DE BRUNILDA, LA REINA DE ISLANDIA ñas pero ella, aún así, consideró que Krimilda había sido humillada con
ese matrimonio. Esa noche, en k intimidad del lecho, Brunilda recha-
Pronto estuvo preparada la armada burgundia para partir hacia zó con violencia a Gunther.
Islandia, Gunther y Sigfrido eligieron sus mejores caballeros. Sigfrido, El humillado Gunther confió a Sigfrido sus penas y éste intervino
también pero, además llevó consigo un arma secreta, una capa mágica nuevamente en su ayuda. Envuelto en su capa, apagó las antorchas y,
arrebatada a Alberich, un enano del país de los nibelungos. Ese manto haciéndose pasar por el rey, se enfrentó a Brunilda y la venció. Luego,
le permitía hacerse invisible y protegerse de cualquier ataque. en las sombras, Gunther tomó su lugar y el matrimonio se consumó.
Apenas desembarcaron en Islandia, la reina Brunilda recibió a los Sigfrido decidió regresar con su esposa y sus caballeros a su reino,
nobles caballeros en su magnífica fortaleza. Sólo reconoció a Sigfrido Neerlandia. En la ciudad de Xanten, el rey Sigmund, su padre, los reci-
porque la fama del vencedor de los nibelungos también había llegado a bió con grandes festejos y le entregó el poder a su hijo, quien ocupó el
su lejano país. Sigfrido le presentó al rey Gunther y éste le dio a cono- trono con prudencia y dignidad. Al tiempo, su esposa Krimilda dio a
cer sus intenciones matrimoniales. Entonces, Brunilda propuso un reto: luz un hijo a quien llamaron Gunther, en honor al noble rey de los bur-
debían competir en una serie de pruebas (lanzar la jabalina, arrojar una gundios. Entre tanto, en Worms, Brunilda también dio a luz a un varón
enorme piedra y alcanzarla de un salto). Si Gunther fallaba en alguna ;il que se le dio el nombre de Sigfrido, en homenaje al valiente y buen
perdería la vida, si ella fallaba sería su esposa. caballero.
Con la ayuda de Sigfrido, oculto tras la capa, Gunther la venció,
rristemente, Brunilda asumió su derrota y ordenó a sus vasallos que
Años después, el rey Gunther, quien siempre había extrañado la
compañía de su fiel y noble amigo Sigfrido, lo invitó a participar, en la
corte de Worms, en un torneo, con la esperanza de que el tiempo trans-
currido hubiera atemperado el rencor de Brunilda, su esposa.

SIGFRIDO, EL VENCEDOR DE LOS NIBELUNGOS

i. AMANECER EN WoRMS112

Aquellos tiempos eran tan maravillosos que casi nadie conocía la


vejez. De eso, bien se encargaban la guerra y las pestes. Raramente, un
rey podía jactarse de su poder, más le valía ser prudente y tener cuatro
ojos: la guerra abundaba más que el pan. Algunos caballeros eran glori-
ficados por la contundente razón de su habilidad para envainar la espa-
da en el cuerpo enemigo. Y no había mayor gloria que morir en com-
bate.
Sigfrido, el héroe cuya piel era tan dura como un cuerno, invulne-
rable al filo más agudo, unía a sus dotes de guerrero -arrogante, seguro
de sí—, la humildad amable de un simple campesino, la sonrisa fácil y el
corazón generoso.
Y en aquel amanecer irrepetible, cuando Worms era la capital de
Burgundia113 —un país que duró tan poco como una tormenta de vera-

112 Worms es una antigua ciudad alemana de origen celta, perteneciente al estado de Renania, está
situada a orillas del río Rin. Fue la capital de los burgundios en los inicios de la Edad Media.
"3 Se conoce con el nombre de Burgundia a la región ocupada por los burgundios, pueblo germáni-
co de origen escandinavo. Hacia mediados del siglo v, los burgundios fueron casi exterminados por
mercenarios hunos, un pueblo nómade y guerrero de origen asiático que había invadido Europa hacia
el 1370. Luego de extender el miedo por el imperio, pactaron con Roma en contra de los germanos
de Europa Central.

130 131
JC,L L.AJM 1AK DE 1A>S N1BELUNGOS HÉROES MEDIEVALES

no-, el cielo dorado y rojo coloreaba las aguas del Rin114, Sigfrido aspi- no hizo gesto de sorpresa ni de admiración por el guerrero rubio, ni por
raba el aire más puro, el aire del amanecer, cargado de los sueños y las su espada envainada. No se interesó por la fuerza que emanaba de sus
pesadillas, del polen de las flores nocturnas. brazos, la potencia de su cuerpo adiestrado en la crueldad de cotidianas
Del río brotaban vapores fríos, indiferentes a la luz del sol que aso- batallas; esos atributos del guerrero joven y heroico ya no interesaban al
maba en el valle. La barcaza se mecía en la orilla, atada a un muelle anciano. Prefería gozar de su bondadosa intervención.
podrido. Ya no servía para navegar, pero era la guarida de algunos men- -Bendito seas. ¿Por qué estás aquí? -preguntó.
digos que compartían el calor de sus cuerpos en las noches heladas. -Me gusta ver la primera luz mientras todos duermen. Y tú, ¿por
Un viejo, esa especie tan iara en Worms, apenas cubierto con una qué llevas esta vida? ¿Quién eres?
túnica que olía a varios inviernos, se paseaba en la cubierta. El viento -Solo un viejo, ya ves. -Luego, mirando con melancolía en direc-
del bosque arrastraba el olor a resina, la madurez de los frutos, el perfu- ción al sol naciente agregó-:' Un viejo en un pueblo de guerreros que
me de los oscuros abetos. Demasiado para dos pulmones enfermos: mueren jóvenes no tiene lugar. Y prefiero vivir sobre el agua a pisar el
comenzó a toser y a carraspear. Distraído en sus aflicciones, abriendo y suelo, Sigfrido, porque esta tierra está infectada de malos augurios116.
cerrando los ojos al ritmo de sus toses, advirtió que un vaso de piedra ¡Cuida tu espalda hasta de los amigos, te lo aconsejo!
flotaba, sostenido por una mano espectral. Sigfrido saludó al anciano, se envolvió nuevamente en la capa que
La voz sonó clara y firme. antes había pertenecido al enano Alberich, el guardián del tesoro de los
—Bebe, buen hombre. nibelungos. Todos, en el país de los nibelungos117, le rendían vasallaje118
El sabor del agua endulzada con miel apaciguó sus espasmos. a Sigfrido luego de vencer al fuerte enano y de quitarle la capa mágica.
Finalmente, hizo un buche y escupió. Desde entonces, Alberich se convirtió en su tesorero. El fabuloso alma-
— ¡Eh, no hagas eso! —protestó la voz. cenamiento de oro estaba oculto más allá de la desembocadura del Rin,
Quizá para darse ánimos, probó de nuevo el elixir115 que tan mila- en una cueva de las montañas del Norte, cerca del mar.
grosamente se le ofrecía y luego preguntó: Regresó al castillo ante los inmutables guardias, que no podían
- ¿Quién es el que habla? ¿Quién se preocupa por este viejo enfer- verlo. Dentro de la fortaleza, algunos criados se movían laboriosamen-
mo y casi ciego? te por la cocina y por los patios, o traían provisiones del granero. Subió
—No soy más que un viajero —dijo la voz. por los escalones hasta llegar a una pesada puerta que empujó inten-
Algo brilló en los ojos del viejo. tando no hacer ruido.
-¿Es que estoy ante el hijo de la niebla? ¿Es que ha llegado a Worms En la austera alcoba119, Krimilda se removía en el lecho, alertada por
el invencible Sigfrido? la mezquina120 luz de un ventanuco que caía a pleno sobre su cara.
Sigfrido se quitó la capa mágica que lo volvía invisible; pero el viejo
116 Los augurios o vaticinios son profecías, premoniciones o pronósticos.
117 Según la mitología germánica, los nibelungos eran una raza de enanos que vivían bajo tierra, guia-
114 El Rin -en alemán: Rhein y en francés: Rhin— es uno de los principales y más famosos ríos de da por su rey Alberich, era el encargado de custodiar un gran tesoro de oro.
Europa. Nace en los Alpes, atraviesa Francia, Suiza, Alemania y los Países Bajos antes de verter sus 118 Le rendían vasallaje, es decir, consideraban a Sigfrido como amo y señor al que debían obedien-
aguas en el Mar del Norte, después de recorrer más de 1300 kilómetros. Este río, vía de comunica- cia y lealtad.
ción e intercambio vital para los habitantes del centro de Europa, ha sido testigo de importantes m Austera significa 'sencilla y sin adornos innecesarios'
hechos históricos y ha inspirado innumerables leyendas y obras literarias. 120 Mezquina es sinónimo de tacaña. Aquí está en el sentido de "poca". Se trata de una metáfora,
115 Un elixir es una bebida sagrada o mágica con poderes revitalizantes y curativos. como si la luz se negara a entrar.

132 133
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS HÉROES MEDIEVALES

Sigfrido la contempló hasta que ella abrió un ojo, luego otro y al fin trario de Krimilda, crecida entre los algodones de la corte, protegida de
sonrió, serena. sus tres hermanos: el rey Gunther y sus dos hermanos menores, los
Desde que habían celebrado las bodas, se acostumbró a ver a su reyes Gernot y Giselher. Sus facciones suaves, el largo cabello rubio, la
señor, ya levantado, aguardando a que ella despertara. sonrisa encantadora hacían olvidar sus caprichos de niña mimada.
—No quiero perderme un minuto de ti —le dijo él, justificando su Ahora era una mujer casada con un leal amigo de Gunther, compa-
tierna espera. ñero de aventuras y cómplice de secretos: Sigfrido, el hombre que deci-
-Y yo no quiero despertarme un día y que tú no estés a mi lado. No día la victoria en las batallas con su espada, la prodigiosa Balmung123,
podría soportarlo. forjada en el país de los nibelungos.
Y al decir esas palabras, un escalofrío involuntario le recorrió el Brunilda conservaba, de las épocas en que podía vencer a doce
cuerpo. Durante tantos años se había negado al amor de los hombres, hombres juntos, un áspero carácter y siempre había estado en contra de
y a la pasión que su belleza provocaba, que ahora esos tiempos le pare- aquella unión: los méritos del héroe no le parecían suficientes; y lo con-
cían remotos recuerdos de otra vida. Ella no podía vivir sin los ojos de sideraba un vasallo, de linaje inferior124 al de Krimilda, hija y hermana
su amado. de reyes. En vano Gunther le explicaba que su cuñado poseía castillos y
riquezas superiores a las de él mismo, y que el matrimonio se estableció
en Neerlandia, en el Bajo Rin, pues los esperaba el trono, legado125 del
2. LAS REINAS SE PELEAN rey Sigmund, padre de Sigfrido.
Ilusionado con doblegar la desconfianza de Brunilda, Gunther
Gunther, rey de Burgundia, observaba desde las alturas de su casti- envió un mensajero a Neerlandia para invitar a los flamantes reyes.
llo los campos que rodeaban la fortaleza, centro del poder real, en la Confiaba en que compartir algunos días sería bueno para fortalecer la
antigua Wbrms. Su pueblo, que luchaba con otros por la posesión de alianza que Brunilda se empeñaba en socavar126.
tierras buenas, había encontrado en la ciudad su paraíso, la capital Al ver Gunther el buen trato que se dispensaban las reinas, se felici-
soñada. tó por su plan.
Satisfecho, veía cómo se sucedían los festejos, debido a la visita de
los reyes de los Países Bajos, el gran Sigfrido y la dulce Krimilda. Ella,
la querida hermana del rey Gunther, paseaba por los jardines del brazo
de la esposa de este, la reina Brunilda.
Ambas mujeres se habían vuelto inseparables, a pesar de ser tan dis-
tintas. Brunilda, de tez morena, alta y fuerte, era dueña de una hermo-
sura agreste121, como las flores nacidas en las laderas de los desfiladeros,
acostumbradas a defenderse en un terreno hostil. La expresión de sus
'" Según la mitología germana, el dios Odin atravesó el grueso tronco de un árbol con la mágica
ojos aún reflejaba el fulgor helado de su tierra insular122. Todo lo con- espada Balmung y sentenció que aquel que pudiese sacarla estaría destinado a ganar todas las bata-
llas.
121 Agreste significa
'ruda, salvaje'. '" De linaje inferior significa perteneciente a un sector social más bajo'.
Insular, perteneciente a una isla. Brunilda es originaria de Islandia, la gran isla que se encuentra
122 '" Legado significa 'dejado en herencia'.
en el océano Atlántico, al oeste de la Europa continental. '"' Socavar significa 'debilitar, destruir'.

34
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS
HÉROES MEDIEVALES

Hunolt, el chambelán127 de la corte, entusiasmado por el sol que Cuando sólo quedaron Sigfrido y Hagen en el campo, el público
daba una luz diáfana al paisaje, gritó: "¡Sol de Worms, el mejor del hizo un silencio absoluto.
mundo!". Y luego hizo sonar la trompeta para iniciar el torneo de Hagen era casi imposible de vencer, pero Sigfrido era invencible.
armas. Hagen era alto y fuerte, Sigfrido era alto e invulnerable.
Los caballeros se lanzaron con sus jabalinas de fresno128, acorazados, Hagen era astuto y perverso; Sigfrido era confiado y bueno.
montados en caballos nerviosos y ágiles; unos contra otros y al galope. Hagen sangraba de cada herida; a Sigfrido, no se lo podía herir.
Ya en los primeros cruces, varios cayeron al suelo y levantaron nubes de Hagen era humano, Sigfrido era más que humano.
polvo. Mucha gente se acercó a ver la justa, y hasta la propia Brunilda — ¡Es tan lejos el mejor que merecería gobernar por sobre todos los
se estremecía con la fiereza de los contendientes. Había uno especial- hombres! —afirmó Krimilda.
mente temible, que sonreía con malicia cada vez que sus golpes tumba- Eso ya había sido suficiente para Brunilda.
ban a un rival: el barón Hagen, el jefe del ejército burgundio, el primer —Por bueno que sea tu marido, por más que sea el mejor de los gue-
caballero del rey Gunther, disfrutaba la humillación del rival, protegido rreros y, si quieres, el más hermoso y gallardo132 de todos, jamás podrá
tras la máscara del yelmo. Mas era consciente de que no podía oponer- ser el rey mientras tu hermano Gunther, mi esposo y señor, respire en
se al cuñado del rey. Cada vez que veía cerca la armadura con brillos de esta tierra.
oro rojo de Sigfrido, escogía otro adversario. El mismo Sigfrido no par- Krimilda, como saliendo de un sueño, preguntó:
ticipó en los primeros lances129, en parte porque los demás se alejaban -¿Por qué dices eso?
para evitar lidiar130 con él, en parte porque no tenía ningún apuro en -Lo digo porque recién afirmaste que Sigfrido merecería reinar
maltratar a esos caballeros que lo hospedaban. Cada tanto, saludaba a sobre todos. ¿Y no es tu hermano el rey de estas tierras? ¿Impulsas a un
Krimilda, que observaba bajo la sombra de un bosquecito de abedules siervo133 sobre su rey?, respondió Brunilda, su cuñada.
florecidos, junto a la reina Brunilda. "¿Siervo? ¿El vencedor de dragones, el dueño del tesoro de los nibe-
Al fin decidió zambullirse de lleno en la mitad del campo, señalan- lungos, el heredero de Sigmund, en los Países Bajos, un siervo?" , pensó
do rivales que, obligados, debían aceptar el reto. Krimilda, furiosa:
En poco tiempo, había desmontado a docenas de oponentes, con —Dime, si él es tu siervo, ¿por qué no le preguntas a Gunther si
gracia y sin esfuerzo. Ofrecía su mano a los caídos y nunca se permitía pagamos tributo? ¿Dónde has visto un siervo que no pague tributo134 ?
una sonrisa de burla. -No lo tomes a mal, rebatió Brunilda, pero cuando tu hermano
—¡Él solo podría contra todos! —exclamó Krimilda, sin poder con- ganó mi mano tan caballerosamente, escuché de boca de tu marido que
trolar su orgullo. era vasallo del rey. Por lo tanto, desde ese día, yo lo veo como siervo.
Sus comentarios de alabanza crecían a la vez que caían los caballeros Krimilda se rió. Si algo sabía era que Sigfrido no actuaba como sier-
empujados por la maza131 o por la jabalina del héroe. vo de nadie. La relación con Gunther era una relación entre pares.

127 El chambelán era la persona que se desempeñaba como mayordomo. 132 Gallardosignifica 'apuesto, hermoso'.
128 \jasjabalinas de fresno son lanzas hechas con madera dura y resistente de un árbol llamado fresno '" Para la sociedad medieval, un siervo era aquel que debía obediencia a la autoridad de su amo y
129 Se denomina lances a los enfrentamientos o combates.
señor, en este caso el rey.
130 Lidiar es luchar o pelear.
'•" En la Edad Media los siervos o vasallos debían pagar en dinero o bienes un impuesto periódico,
131 Una maza es un pesado martillo de madera o metal que se usa como arma de combate.
llamado tributo, al señor feudal al que estaban ligados.
136 137
Incluso podía advertir en su hermano un deseo de agradar a Sigfrido, Delante deJ edificio. Jos vasallos vieron al séquito137de Krimilda
que ella interpretó como temor. por un Jado y al de Brunilda por otro. Acostumbraban a ir juntas y
—No creas que hablo por hablar, Brunilda. Sé quién es mi hermano ahora se mantenían alejadas; el rumor se confirmó: las reinas se habí-
y te aseguro: nadie le hace sombra a Sigfrido. Te pido que, en el futuro, an peleado.
evites hablarme de este modo. Los fieles disfrutaban la ocasión de ver a tantas mujeres hermosas: la
Brunilda que, por mucho tiempo, había mandado en soledad sobre comitiva de Krimilda, compuesta por cuarenta y dos doncellas deslum-
sus tierras en íslandia, cuando era una doncella guerrera, comprendió brantes, cautivó las miradas.
que aquellas palabras ofendían al rey. La hermana de Gunther saboreó el impacto causado y, con deci-
—No lo tomes a mal, pero veo que estás envanecida135. sión, ordenó a su séquito adelantarse al de Brunilda. Al comprender
—Lo merezco pues soy la esposa de un hombre único. ésta la intención, Je ordenó detenerse:
—¿No te parece que exageras? A partir de ahora, ya no entrarás en Ja -Yo soy Ja reina de Burgundia. No te corresponde entrar, sino como
iglesia a la par mía. Lo hice ayer en consideración a que eres la herma- entran Jos siervos: detrás de mí.
na del rey, pero veo que no lo mereces. Krimilda, con un tono iracundo138, respondió:
La joven amistad entras las dos ya estaba rota. —Te lo has buscado. No me hagas reproches ahora.
Krimilda amenazó: -No sé lo que intentas decir, mas por tu bien, no vayas adelante.
-Soy la hermana del rey y, también, la esposa de otro rey. Verás -Lo haré. Porque tú, que te sientes reina, no eres más que una man-
cómo esta sierva tuya se comporta de aquí en más en la corte, así no te ceba139.
quedarán dudas de mi nobleza y de mi alcurnia. Las palabras fueron tan insolentes, con tanta furia dichas, que hasta
—Pues ya que no quieres ser sierva, mantente separada de mí —le ios pájaros dejaron de volar. Brunilda, escarbando en el sentido del
aconsejó Brunilda. insulto, preguntó:
Así se instaló entre Jas dos mujeres un odio profundo. -¿•A mí me dices manceba?.
-Pues sí, a tu hermoso cuerpo, lo poseyó primero Sigfrido. No fue
mi hermano quien te quitó la virginidad. ¿Dónde tenías la cabeza?
Krimilda dio precisas instrucciones a sus doncellas: debían lucir los ¿Cómo te entregaste a mi amado marido, a ese que llamas tu siervo?
mejores vestidos y las joyas más preciosas. Pronto salieron de los baúles Brunilda, conmocionada, sólo dijo, con lágrimas en los ojos:
telas de seda, tejidas en Arabia; joyas azules como el mar; collares y -De esto se enterará Gunther. Has ido demasiado lejos.
esencias136. Las doncellas disfrutaban vestirse así, con tantos caballeros -No me importa. Has pretendido tratarme como sierva; y yo te
alrededor. digo la verdad -sentenció KrimiJda y, sin más palabras, entró en la igle-
En tanto, un rumor circulaba en las escalinatas de la iglesia: las rei- sia. Ya había lanzado toda la ferocidad que su alma podía, contener.
las se habían ofendido mutuamente. ¡Qué ocasión para dar rienda
uelta a mil y una conversaciones!
'"Se fiama séquito al conjunto de sirvientes y guardias que acompañaban a Jos nobles cuando ¿stos
viajaban.
Envanecida significa 'arrogante, fanfarrona, petulante'. ''" Iracundo significa 'dominado por la ira o fuerte enojo'.
Las esencias son perfumes, aceites para el cuerpo. '1y Una manceba era una mujer que convivís con un hombre sin casarse.
, m3
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS HÉROES MEDIEVALES

—Deberás defenderme de estas palabras, de esta vergüenza tan grande. Gunther, que deseaba terminar pronto el diabólico enredo, mandó
Gunther se acercó a uno de sus hombres: le ordenó que fuera por formar un círculo en torno a ellos. Los orgullosos burgundios, que ya
Sigfrido, quien se presentó de inmediato. habían captado la incómoda situación, los rodearon. Luego Gunther
Cuando se le expuso detalladamente todo, se apresuró a desmentir exclamó:
las palabras de Krimilda. Pero bien pronto comprendió que la situación -Serás absuelto142 de toda deslealtad si prestas tal juramento.
era muy delicada. Había muchos secretos que sólo él y Gunther cono- Sigfrido extendió su mano, pero antes de poder hablar, Gunther se
cían, y ahora comprendía la imprudencia de compartirlos con Krimilda, le adelantó, eximiéndolo de jurar.
quien a la verdad le había agregado mentira: jamás había abusado del —Me basta esta actitud. Sé que eres inocente: te absuelvo de lo que
poder que le daba su capa mágica. Era cierto que el anillo y el cinturón mi hermana te inculpa, quien sabe por qué extravío143. Declaro que de
los había tomado él, pero en circunstancias diferentes. Sucedía que ya ningún modo has hecho lo que ella ha dicho.
casados Gunther y Brunilda, ésta se negaba a consumar el amor. Sin atreverse a contrariar a su rey, los caballeros que lo rodeaban
Cuando el rey insistió, Brunilda terminó por colgar al rey de un gancho, quedaron consternados. ¿Por qué absolverlo del juramento si era su
en la viga del techo, luego de atarle manos y pies con un cinto. Al día propia esposa quien lo acusaba?
siguiente, quebrantado por la humillación, Gunther rogó a Sigfrido que Lo cierto es que Gunther sentía un claro remordimiento de con-
se presentara en la alcoba envuelto en su capa mágica y lo asistiera para ciencia por los favores que le debía a Sigfrido.
vencer la voluntad indómita141 de su mujer. Sigfrido, invisible, apagó las Aunque el agravio144 parecía resuelto, muchos quedaron disconfor-
llamas de las velas; y el cuarto quedó a oscuras. Se acercó a Brunilda, fin- mes.
giendo ser Gunther; y ésta le dio una feroz patada, lo arrojó fuera del A Brunilda, el odio la dominó por entero; y se retiró a su alcoba sin
lecho: luego lo buscó en la oscuridad para maniatarlo y colgarlo del gan- dejar de llorar. Por días no habló. Sus fieles se apiadaban de su dolor,
cho. Gunther podía oír, nervioso, el estruendo de la pelea. Finalmente, pero uno de ellos fue más allá.
escuchó cómo ambos caían en el lecho y los suspiros de Brunilda. La Hagen, el oportunista, se acercó a la reina y le preguntó cómo podía
reina, entre sombras y agitaciones, se rindió ante aquel hombre tan fuer- calmar su dolor.
te. Sigfrido, con la excusa de desvestirse, dejó la alcoba; y Gunther -¡Mata a Sigfrido! ¡Mátalo sin piedad! -sentenció la reina.
ocupó su lugar. Y así fue como Brunilda perdió la virginidad, y con ello
perdió también su extraordinaria fuerza.
En la conmoción de la pelea, Sigfrido se había llevado un anillo y el 3. INTRIGAS EN LA CORTE
cinturón de Brunilda.
Y ahora, apenado, ofreció al rey las siguientes palabras: Finalmente, el cerco comenzaba a cerrarse en torno a Sigfrido.
—Si mi esposa ha dicho lo que dices, deberá lamentarlo. Ofrezco mi Brunilda clamaba su muerte a todos los hombres fuertes que rodeaban
juramento ante ti para probar que digo la verdad, aquí mismo, delante al rey. En el castillo, se vivían horas envenenadas.
de tus vasallos.

°La expresión serás absuelto equivale a ser declarado inocente.


" Un extravío es una locura, capricho.
" Indómita significa que no ha sido o no puede ser domada como un animal salvaje. H Un agravio es un insulto o una ofensa.
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS HáaoEs MEDIEVALES

-Maldita la idea de hacer esta fiesta -se lamentaba Gunther. Los caballeros escuchaban los argumentos de Hagen: Sigfrido era
Lo escuchaban atentos los reyes menores, Gernot y Giselher; el una molestia para los burgundios. Debía ser eliminado o, tarde o tem-
ansioso Hagen y su hermano Dankwart, a quien todos llamaban el prano, querría ocupar el lugar de Gunther.
Animoso, por su propensión a las bromas. Y Ortwin de Metz y los dos —Es tu hermana quien desnuda su verdadero comportamiento. Ya le
margraves143: Gere y Eckewart. Sin olvidar a Volker; ni al maestre146 de ha dicho a Brunilda que él merecería gobernar a todos los hombres
cocina Rumolt; ni al chambelán, el camarero mayor; ni Hunolt ni a —afirmó Hagen.
Sindolt, ambos encargados de la preparación de los festejos. Todos eran Giselher rebatió esas palabras:
guerreros rudos y valientes. En su mayoría, deseaban acabar con -Mi hermana dice esas cosas por celos, eso no fue más que una
Sigfrido. pelea de mujeres.
Pero el rey lo quería como amigo y como guerrero. Sólo le reprocha- Hagen contestó:
ba, en su interior, haber confiado en Krimilda. "Las mujeres, las muje- —No lo creo. Mira lo que ha pasado en Neerlandia. Su padre se vio
res", volvía a lamentarse el rey. "Las mujeres siempre lo arruinan todo". obligado a cederle el trono porque, en su pueblo, lo preferían. Muchos
Aquél era un mundo de hombres: entre ellos se repartían el poder, aquí lo consideran un héroe, desde que mató a centenares de sajones148.
los reinos; ellos combatían, se mataban como animales salvajes. Pero Gunther pensaba todo lo contrario, tenía pruebas de la lealtad
Naturalmente, a nadie le importaba morir; ya que la muerte estaba al del héroe. Y si algo lo había acercado a Worms, no era otra cosa que
lado, a la vuelta, detrás. Esperaba en el bosque, en las enfermedades Krimilda. Siempre combatió de su lado, sin pedir nada a cambio.
súbitas147 que, de pronto, arrasaban una aldea como un aire negro que —Sigfrido no ha hecho más que buenas acciones para nosotros. Y si
aspiraba las vidas. hoy gobierna en su país, no fue por su voluntad, sino por la insistencia
Las mujeres eran un abismo -lo que había al otro lado del abismo-. de su propio padre.
Un mundo desconocido. Y cuando algunas de ellas se acercaban al -¿Y qué dices de lo sucedido con Brunilda? Su osadía149 no tiene
mundo de los hombres, cuando alguna saltaba el abismo, los códigos límites, ha usado a tu hermana para burlarse de tu esposa.
masculinos estallaban en pedazos. Fue Gernot quien salió en defensa esta vez:
La alianza con Sigfrido daba seguridad a Gunther, que siempre -La imprudencia de Krimilda no obedece a otra cosa que a su carác-
temía por su reino. Sus mejores hombres ahora pedían su cabeza, ter. El único error de nuestro cuñado fue no enseñarle a cerrar la boca.
empezando por la reina. Hagen no encontraba respaldo, pero continuó con los ataques:
En tanto, Hagen nunca se vio tan deseoso de cumplir una orden. —Escucha, Gunther, si muere por nuestras manos, muchos reinos
Matar a Sigfrido. Pero... ¿cómo vencer a un hombre invencible? No, no nos temerán en cuanto la noticia viaje por el Rin. ¿Quién se atrevería a
se podía pensar en una lucha frontal. Había que engañarlo, alejarlo de enfrentarnos?
la corte y luego, quizás... Esta reflexión produjo dolor en Gunther, pues en ese punto se halla-
ba su debilidad. Él también lo había pensado: ¿cómo le resultaría más

145 Margrave era el título de dignidad de algunos príncipes germánicos, quienes se encargaban de
comandar tropas y administrar regiones fronterizas. 148 Los sajones fueron~ü¡rpüeHo~germánico fuertemente expansionista que se ubicaba originalmente
146 El maestre era el maestro, especialista o virtuoso en alguna actividad. en el norte de Europa y que, a partir del siglo v, se estableció en el sur de las islas británicas.
147Súbitas significa 'repentinas'. 145 Osadía significa 'audacia o atrevimiento'.

145
útil Sigfrido? ¿Combatiendo de su lado o muerto por su mano? ¿No asus- Fue tan lejos Krimilda en su desesperación que, al encontrarse con
tar/a a sus enemigos la noticia de que los burgundios pudieron con él? ¿Y Hagen, desnudó sus sentimientos y le rogó:
no calmaría eso a Brunilda y a su gente, que ya. no lo quería ver vivo? -Te pido que lo protejas si acaso estuviera en peligro,
Hagen había dado en el blanco: Hagen ensayó una sonrisa. El jamás había visto siquiera una gota de
f Escucha, tú eres mi rey, a ti me debo, por ti daría la vida. Se' cuál es sangre en el cuerpo de Sigfrido. El astuto caballero decidió ir hasta el
mi deber: aconsejarte bien. La muerte de Sigfrido te dará poder sobre fondo mismo de los temores de Krimilda.
tus enemigos. -Veo que sientes temor de que puedan herirlo; y yo quiero prote-
Como esta vez nadie lo rebatía, insistió: gerlo, mas necesito que me digas cómo hacerlo. Nunca he conocido un
-¿No es verdad lo que digo? Él se lo ha buscado. ¿Cómo pudo su guerrero tan fuerte.
esposa ofender asi a nuestra reina? Finalmente, ella le confió el secreto.
—Es mi amigo —dijo con un suspiro Gunther. Cuando Sigfrido mató al dragón y se bañó con su sangre, su piel se
-tjSerá tu verdugo si no lo matas! —sentenció Hagen. Y afiebrado por volvió córnea153, invulnerable a cualquier filo. Sin embargo, una hoja
el odio, exclamó-: ¡Piensa en la gloria que lograrás! Estoy viendo a los de tilo154 pegada a la piel impidió que una pequeña zona de la espalda
aterrados heraldos gritar: ";Los bravos de Worms lo mataron! /Ellos se mojara: por allí Sigfrido podía ser herido y muerto. Hagen le pidió
fueron! ;E1 rey de Burgundia lo ha hecho! ¡Te pagarán tributo sin que se que le marcara esa zona en la vestimenta del héroe; y Krimilda, inge-
lo pidas todos los reyes del Rin! nuamente, le mostró varias camisas: todas ellas tenían bordada una
Mucho meditó Gunther, y al fin, dejó que sus últimos escrúpulos se cruz que señalaba la zona donde podía penetrar ¡a espada.
apagaran, como un fuego viejo. -Lo cuidaré, no te preocupes -dijo Hagen.
-Ya está. Puedes quedarte tranquilo. Lo mataremos, pero ¿cómo? Tuvo que hacer un esfuerzo descomunal para no saltar de alegría.
-dijo con la decisión ya tomada. Partió de inmediato a ver a Gunther.
—Deja eso en mis manos, dame tiempo -lo tranquilizó Hagen.
Hagen preparó una hábil estratagema150. Falsos mensajeros anuncia-
ron que los reyes sajones y daneses151, los hermanos Liudeger y 4. LA MUERTE DE SlGFRIDO
Liudegast, una vez más, habían declarado la guerra a Gunther. Enterado
Sigfrido, no dudó en ponerse a la cabeza para rechazar a los invasores. Los misteriosos mensajeros que habían declarado ¡a guerra a
Krimilda se opuso con firmeza. Si bien no manifestó ningún arre- Burgundia se habían retractado. Sigfrido sintió una honda desilusión:
pentimiento por sus palabras, los acontecimientos en la iglesia la ha- la guerra era un excelente motivo para reparar su alianza con Gunther
bían agobiado y tenía malos augurios. Estaba segura de que el arrojo'52 y dejar atrás el episodio en la iglesia. Deseaba en cuerpo y alma el com-
de su marido en el combate, esta vez, se duplicaría para demostrarles a bate, pero visto que todo había sido una falsa alarma, decidió que ya
(os burgundios que él seguía siendo un leal amigo. era hora de regresar a Xanten155, donde lo aguardaba el reencuentro con

'" Córnea es dura como una coraza.


lü Una estratagema es una trampa. IM El tilo es un árbol con cuyas flores secas se preparan apreciadas infusiones.

' Se llama daneses a los habitantes del actual territorio de Dinamarca. '" En la leyenda, Xanten es la capital de Netherlands, el reino de Sigfrido. En la actualidad, la ciudad
'Arrojo significa Valentía, decisión'. es parte de la provincia de Nordrheim-Westphalia, en Alemania.
su hijo, al que había bautizado con el nombre de Gunther. El rey bur- tres en el suelo: fue presa fácil de la puntería de Hagen.
gundio, a su vez, y a pesar de Brunilda, había bautizado con el nombre -Ésta será una gran cacería -proclamó Gunther, mientras el cacho-
del héroe de los Países Bajos a su propio hijo. rro se desangraba.
Sigfrido aceptó con gusto la invitación a participar de una cacería -Ni siquiera sabía correr del peligro -contestó Sigfrido, apenado
de despedida. por el indefenso animal.
Fue a buscar sus ropas de cazador, y al dejar el yelmo"6 y la armadu- Entre los retorcidos caminos del bosque, encontraron muchas ardi-
ra, Krimilda le pidió que suspendiera todo y partieran de inmediato a llas. Sus pieles eran muy bienvenidas para el invierno, y cada pieza
su hogar. cobrada era festejada con risas y ocurrencias.
—¿Cómo podría negarme? No es momento de hacer desprecios. Tras pasar el mediodía, los animales muertos se acumulaban por
Vendré por la noche, avisa a las doncellas que, mañana temprano, par- docenas. Jabalíes, ciervos y ardillas, corzos y martas.
tiremos a casa —contestó él con firmeza. Sigfrido divisó un enorme oso. Levantó su mano y pidió que lo
-Entonces te pido que no seas demasiado temerario. Mi corazón está dejaran solo:
lleno de malos presentimientos. Soñé que una montaña se derrumbaba. —Lo haré a mi modo.
Por toda respuesta, Sigfrido tomó la correa de la aljaba.157 llena de Se bajó del caballo, se quitó la aljaba y, con un pequeño cuchillo,
flechas y se la calzó al hombro. Le dio un beso y partió. corrió al animal. Sus piernas veloces no tardaron en alcanzarlo. El oso,
Lo esperaban el rey Gunther, Hagen y los caballeros más distingui- oscuro como un demonio, con los ojos rojos de furia, al verse acorrala-
dos. Sabían ellos algo que Sigfrido no sabía aún. do, lo enfrentó. Sus poderosos zarpazos rasgaron la camisa de Sigfrido,
Al ver la imponente figura del héroe, sonriente y dispuesto a la pero éste supo esquivar al abrazo mortal. Lo hirió una, dos, tres veces
aventura, el rey mismo sintió mucha pena. con estocadas profundas en el vientre y en la espalda.
Veinte escuderos terminaban de cargar de provisiones un carro y -Jamás conoceremos los límites de su valentía -sentenció algo
comenzaron a andar. melancólico Gunther.
Cruzaron el puente levadizo, el sendero limpio y despejado de acceso La insidiosa160 lengua de Hagen no podía soportar aquello.
al castillo real hasta alcanzar los límites del bosque. No habían llegado -Conozco su límite. Él también puede morir, yo mismo seré su ver-
aún a cabalgar más que unos cuantos metros en una abigarrada forma- dugo.
ción de abetos158, cuando vieron una manada de jabalíes. —No podrías hacerle frente a frente y cuerpo a cuerpo como él lo
Sigfrido tensó el arco y mató al más grande. hace con el oso.
—Yo acertaré al más pequeño -desafió Hagen. -Será suficiente con matarlo -confirmó Hagen al rey.
La manada, asustada, corría en todas direcciones al sentirse atacada. El animal herido tuvo una última posibilidad: su atacante tropezó
El más pequeño, ignorante del peligro, seguía buscando bayas159 silves- con la raíz sobresaliente de un abedul. El mismo Hagen llegó a pensar
que el oso haría el trabajo por él, se quedaría con la gloria de paralizar
156 Un yelmo es un casco de metal, de diversas formas, que protege la cabeza del guerrero durante el el corazón de Sigfrido. Algunos caballeros se movieron para asistirlo161:
combate.
l>7 Una aljaba es un recipiente de tela o cuero donde el arquero guarda y transporta las flechas.
""Los abetos son árboles de gran tamaño. M Una persona insidiosa es malintencionada y maligna.
"'Las bayas son frutos sin madurar caídos de los árboles. '"Asistirlo es ayudarlo.

149
El, CANTAR DE LOS NIBELUNGOS HÉROES MEDIEVALES

—¿Es que se han vuelto locos? —los detuvo Hagen. Había tomado la precaución de pedirles a los cocineros que pusie-
Sin embargo Sigfrido, con toda la fuerza que podía ejercer su brazo, ran mucha sal a la carne de jabalí: ahora todos ardían por dentro.
clavó el puñal en la cabeza del oso, lo que quebró los huesos de su cala- Hagen ordenó a los escuderos volver al castillo con las piezas de
vera. El animal, exánime162, cayó pesadamente encima de su cuerpo. Por caza, incluido el enorme oso. No quería más testigos que los necesarios
un momento, la quietud reinó. El viento y los pájaros, paralizados por para lo que vendría.
la fascinación de la muerte, se detuvieron. El bosque entero callaba. —Propongo que hagamos una carrera hasta allí. Me ha impresiona-
Gunther no soportó más y comenzó a gritar: do tu velocidad.
-¡Sigfrido! A Sigfrido le encantaba competir, y el desafío de Hagen lo estimuló.
El silencio. Aunque les suplicó que todos aceptaran una pequeña ventaja: él acepta-
-¡Sigfrido! ba que ellos corrieran en camisa, sin el peso de los elementos de caza.
Entonces, una carcajada estalló. Con sangre en la cara, feliz como —Es mucha ventaja. ¿Tú correrás con la aljaba?
un niño, Sigfrido empujó el cuerpo muerto de la bestia y exclamó: —Y también con la jabalina y el escudo. Además, me tiraré al suelo
—¡Es hora de beber algo! antes de partir; y ustedes pueden empezar de pie —dijo Sigfrido.
El espectáculo había animado a todos. Varios palmearon a Sigfrido Gunther, Hagen y los demás estaban casi desnudos de tan livianos.
y lo felicitaron sinceramente. En uno de los carros, lleno de alimentos, La carrera comenzó.
había caballetes y tablas. Desde la época de Aquiles164, la tierra no había conocido un corredor
-Los cocineros han estado generosos, pero ¿dónde está el vino? tan veloz. Sigfrido llegó a la fuente mucho antes que el resto. Tuvo tiem-
-preguntó Sigfrido, mientras comía voraz. po para dejar la espada y el arco sobre la hierba, apoyó la jabalina en las
—Me temo que ha habido un error. Pensé que íbamos a comer en las ramas de un tilo y, con la virtud de un subdito leal, aguardó a que el rey
cercanías del Rin. Hacia allá he enviado el vino —mintió Hagen. Gunther llegara. Mucha era su sed, pero su educación le impedía beber
—¿Y qué haremos con la sed? Ante una comida tan bien provista, es antes que el rey. ¡Qué mal pagaría Gunther esas sutiles atenciones!
locura que no haya vino o hidromiel153 para acompañarla. Pensé que En cuanto Sigfrido se arrodilló sobre la fuente, Hagen lanzó lo más
todo estaba muy bien organizado —protestó Sigfrido con malhumor. lejos que pudo el arco y la aljaba con las flechas. Luego tomó la jabali-
Gunther que, en el fondo, añoraba una copa de buen vino, no se na que reposaba en el tilo, apuntó a la cruz que le había señalado ino-
privó de hacer un comentario malicioso: centemente Krimilda y le traspasó la espalda con tanta fuerza que la
—Este Hagen quiere hacernos morir de sed. ¿No es ésta la despedi- punta del arma partió el corazón del héroe.
da de Sigfrido? ¡Quién sabe si tendremos la fortuna de agasajarlo otro Sigfrido, que estaba saciando su sed, sintió el filo que lo traspasaba.
día! Era algo nuevo: el dolor sin límites, el asombro. Se dio vuelta y vio a
Hagen, con frialdad, continuó de acuerdo con su plan: Hagen correr desesperado. Comprendió con instantánea lucidez y
—Al fondo de este camino, encontraremos una fuente de agua. No buscó inútilmente el arco, la espada... no encontró más arma que el
reemplazará al vino, aunque seguro que calmará la sed. escudo. Con todas sus fuerzas, lo lanzó hacia el asustado asesino: las
piedras preciosas que lo adornaban volaron por el aire cuando el escu-
162 Exánime significa 'sin vida.
163 Se llamaba hidromiel al refresco producto de la mezcla de agua y miel. 164 Aquiles fue el gran guerrero mítico griego, protagonista de '-, de Hornero.
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS
HÉROES MEDIEVALES

do impactó en Hagen, que cayó sobre la hierba. Sigfrido intentó cami-


nar hasta el traidor, pero su cuerpo ya no le respondía.
Tenía la cara pálida, las manos frías: la muerte avanzaba presurosa.
El héroe ya no podía tenerse en pie.
-¿Por qué han hecho esto? -pronunció con la voz de un Júpiter
tonante.
Todos los caballeros, incluido el rey Gunther, se acercaron conster-
nados. Varios de ellos no pudieron contener el llanto. El mismo
Gunther se lamentó en voz alta; pero Sigfrido aún encontró fuerzas
para ordenarle:
—¿Por qué ha de llorar quien cobijó al traidor? ¡Lo lamento por mi
hijo, que llevará por siempre la desgracia de ser pariente de hombres
innobles! ¿Esta es la moneda con que se me pagan los servicios?
Hagen, caminando con dificultad, se atrevió a decir:
-Nada de lamentar su muerte. Estoy orgulloso de haber puesto fin
a sus días.
-No saldrás bien parado de esto, Hagen. Y tú, Gunther, si de ver-
dad aún conservas un resto de lealtad, ten ahora la valentía de jurarme
que cuidarás de Krimilda, ¡ella es tu hermana! ¡Nada me preocupa más
que su destino!
Acallando la fiebre asesina de Hagen, Gunther juró a Sigfrido que
así lo haría.
Como si esto le permitiera el suspiro final, Sigfrido se dejó morir.
Todos, menos Hagen, permanecieron un rato mirando al muerto, arre-
pentidos ya de lo que habían propiciado con tanta liviandad. Los ojos
abiertos de la víctima miraban por encima de ellos, hacia las altas puer-
tas del cielo.

Despertó a Krimilda una luz fría: un silencio de sepulcro reinaba en


la alcoba. ¿Podían los cazadores haber dormido en el bosque? ¿Por qué
no estaba el señor a su lado, mirándola tiernamente? ,.. Sigfrido, que estaba saciando su sed, sintió el filo que lo traspasaba.
Era algo nuevo: el dolor sin límites, el asombro.

.52
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS HÉROES MEDIEVALES

Entonces las doncellas gritaron: habían descubierto a un muerto, -Querido hermano, tal vez sea tu propia cabeza la que debas colgar
amortajado165 sobre un escudo, frente al cuarto. "¿Quién podrá ser? -respondió Krimilda y ya no habló más con él.
¿Un extranjero?", se preguntaban. Krimilda lo vio y supo, tan fuerte Después del entierro, Sigmund resolvió regresar a su país: debía vol-
fue la impresión que, de la boca, comenzó a manarle sangre. ver a mandar sobre Neerlandia, así lo indicaba el triste destino. Le rogó
La noche anterior, con premeditada crueldad, Hagen había hecho a Krimilda que lo acompañara, pues el hijo que habían tenido con
dejar el cuerpo del héroe ante la alcoba. Dominado por el odio, quería Sigfrido necesitaba de su madre.
provocar el mayor dolor en Krimilda. Krimilda desistió de la partida. A pedido de Ute, su madre, y sus
—Brunilda lo quiso muerto, Hagen lo mató —sentenció la esposa. hermanos menores y hasta de Eckewart, el caballero que comandaba su
Sigmund, el padre de Sigfrido, quería inmediata venganza. custodia en Worms, Krimilda aceptó quedarse una larga temporada en
Aún quebrada por el dolor, la viuda podía pensar. la ciudad.
-No podemos vengar ahora a Sigfrido. Todos defenderán al asesino. Krimilda renunció entonces a su hijo, porque no quería renunciar a
Mas deja que corra el agua: no saldrán bien parados de esto -dijo, sin su odio. Prefería que el pequeño Gunther (¡qué arrepentida estaba
saber que estaba repitiendo las palabras agónicas de Sigfrido. entonces de haberle puesto ese nombre!) creciera en Xanten, lejos de su
Gunther ordenó un ceremonial fastuoso para despedir el cadáver: el resentido corazón.
cuerpo del héroe fue paseado por las calles de Worms, seguido de doce Enterada Brunilda de su decisión, se acercó y, con desdén, le dijo:
caballos, montados por doce jinetes con armaduras negras. Muchos -¿De modo que vuelves a ser la princesa mimada de esta corte?
burgundios lamentaron con sinceridad su triste fin; pues nadie desco- Recuerda que ahora hay una reina aquí.
nocía los favores de su espada y la hermosa arrogancia de su carácter, —No importa lo que seas, no me importas tú. Tú eres indigna hasta
tan alegre y fresco como el de un niño. de la venganza —le contestó la viuda.
Cuando el féretro fue detenido frente a la catedral, Krimilda quiso Fue la última vez que se hablaron.
abrirlo para ver, por última vez, la hermosa cabeza de su amado.
Concedido el deseo, Hagen, con un gesto de falso dolor, se acercó a
lamentarse. Entonces vio Krimilda que las heridas de Sigfrido volvían a 5. EL TESORO DE LOS NIBELUNGOS
sangrar.
—El juicio de Dios te señala —le dijo ella con fiereza. Pasaron cuatro años, y la reina Krimilda seguía de luto. Se hizo cons-
Gunther intervino para calmar a Krimilda y, con lujo de detalles truir una morada cerca de la catedral. No había día en que no dejara un
-por cierto, falsos-, le habló de cómo Sigfrido cabalgaba solo buscan- ramo de flores en la tumba de Sigfrido; y de allí se iba a la catedral,
do a un oso que se había escapado entre los abetos y fue víctima de una donde pasaba horas rezando por la inmortalidad del héroe, buscando
cruel emboscada. vanamente un consuelo. Ni siquiera la compañía de Ute, la reina madre,
-Buscaremos a los culpables, y sus cabezas colgarán en picas166, te lo la distraía de sus aflicciones; pero al menos, el afecto de sus seres más
prometo. queridos tornaba más soportable su angustia. Y cada tanto, Gernot,
pero sobre todo Giselher, le robaban una sonrisa, al recordar juegos de
. ^Amortajado significa 'dispuesto para ser velado y enterrado'. cuando eran niños. Giselher le hacía cosquillas en el cuello, Krimilda se
"" Las picas son lanzas. enojaba hasta que, de pronto, se descubría riendo por la absurda pelea.
154 155
El- CANTAR DE LOS NIBELONGOS HÉROES MEDIEVALES

—Ah, me gusta verte reír —le decía Giselher, mientras la abrazaba —Lo prometo —dijo el rey, aliviado.
con ternura. Al día siguiente, enterado de la reconciliación, Hagen volvió a la
Pero no había vuelto a pisar la corte ni a mantener siquiera un salu- carga con su cantinela167. Como Gunther le había explicado su prome-
do con el rey Gunther. Ello preocupaba a Ute, dolida por la separación sa, Hagen no titubeó en decirle:
de los hermanos. No había nada más importante para los burgundios —Sólo debes convencerla de que el mejor lugar para el oro es
que los lazos de la sangre. Wbrms. Luego veremos, en todo caso, yo me haré cargo de las culpas.
Entretanto, Hagen no dejaba de pensar en el tesoro, oculto en las Estoy acostumbrado.
remotas montañas del país de los nibelungos. Observando el intermi- La codicia, pronto, volvió a unir al rey y a su poderoso vasallo.
nable Rin trepado a un desfiladero junto a Gunther, mientras el sol
ascendía por el Oeste, hizo un comentario como al pasar:
—Viendo este cielo rojo por el sol naciente, recuerdo el rojo del oro,
oculto, sellado en cámaras secretas, guardado por un enano mezquino. Gernot y Giselher, siempre bien intencionados, fueron a convencer
Gunther, ¿no has pensado que es hora de recomponer la amistad con tu a Krimilda para acarrear el oro por el Rin hasta Worms. La delicada
hermana? Ella es la poseedora de la fortuna más grande de este mundo. misión había sido encomendada por Gunther. Si Krimilda se había
Gunther callaba y no decía palabra. Hagen sólo lograba que los establecido una vez más y para siempre en Burgundia, puesto que
remordimientos de conciencia aquejaran a Gunther una vez más. había decidido no regresar a los Países Bajos, donde crecía su hijo, ¿por
—¿No te basta la riqueza que tenemos? ¿Acaso falta algo en este qué entonces no traer el oro de los nibelungos? ¿Cuál era la razón para
reino? dejarlo yacer en un reino tan lejano?
lj-íagen señaló a unos campesinos vestidos pobremente, que ingresa- Krimilda no encontró un motivo razonable para oponerse y ella
ban en el bosque en busca de leña y de algún animal para cazar. misma decidió ir al frente de una comitiva; pero Gernot se disgustó:
-Pienso que ya no habría pobres en Burgundia. Podrías repartirlo a —Nos esperan días de mucho peligro. Las tormentas y los salteado-
manos llenas y aún así, no agotarías una décima parte del tesoro. res de caminos aguardan por nosotros. Confía en mí, yo sabré entregar
Pero el rey no quería ensuciarse aún más la conciencia.] i u recomendación a los enanos guardianes.
Astuto, Hagen dejó pasar un tiempo y comenzó a poner el acento en Krimilda aceptó quedarse, pues tampoco deseaba alejarse de la
la reconciliación, sin hablar del oro. Eso provocó que, un día, el propio nimba donde Sigfrido descansaba.
Gunther se acercara a la casa de Krimilda, sin aviso. Quería sorprender- Ante la codiciosa alegría de Hagen y la indiferencia del rey Gunther,
la, pedirle perdón, besarla con todo su amor de hermano. Pero cuando dos barcos zarparon Rin abajo, con muchos caballeros armados con
ambos estuvieron frente a frente, el rey perdió el habla y comenzó a llo- espadas y lanzas, al mando de Gernot y de Giselher, los dos reyes
rar sin control. Para Krimilda, fue demasiado que el rey se arrodillara menores.
descompuesto de pena. Y ante la alegría de Ute, ella lo ayudó a levantar- Al segundo día de navegación, llegaron a un desfiladero estrecho,
se y lo besó en la frente, luego se rodearon con sus brazos. cubierto por una niebla pegajosa. Algunos hombres sintieron inquie-
—Te perdono, porque no ha nacido de ti el asesinato del hombre tud en su espíritu. Los barcos eran demasiado pequeños ante las impo-
ñas valeroso. Conozco la serpiente que calienta tu oído, ya arreglare-
nos cuentas. Debes prometerme que nunca me harás otro daño. 1 Aquí cantinela se usa en el sentido de "frases repetidas".
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS

HÉROES MEDIEVALES
nentes paredes de piedra que parecían ir cerrándose cada vez.más.
—No teman, el Rin sigue hasta el mar. Estos son valles encantados, Momentos después, se presentó Alberich con su voz pétrea y con el
no hagan caso a lo que puedan ver en la niebla —sugirió Gernot.' gesto ceñudo que irradiaba una fortaleza sin límites:
Aunque Giselher, justamente él, que solía componer versos como -Sabemos lo que ha pasado. ¿Está entre ustedes Hagen?
un simple juglar, que había escrito muchas veces a la brumosa magia de Ante la respuesta negativa, Alberich continuó:
la niebla, recordó dónde estaban y lo dijo en voz alta: —Pues me alegro por él. No hubiera salido con vida de este reino, se
—Aquí, en aquellas rocas negras, han ¡de estar los huesos del dragón; lo aseguro sin miedo a exagerar. Mi espada atraviesa con gusto el cora-
zón de los traidores.
en estas orillas, se bañó el difunto Sigfrido con su sangre. ¿No sienten
el perfume de los tilos? Con resentimiento, pensó en su capa mágica, perdida para siempre
Varios hombres valientes miraron el cielo con temor: la presencia de en las orillas de aquel manantial, donde el héroe regó las flores con su
un dragón se les antojó inmediata. Hunolt tembló ante el vuelo de una sangre. Cuando vio a tantos hombres armados, les habló con frialdad
pequeña calandria, que se le antojó un distante monstruo alado. y mientras hablaba, se tocaba su nariz roja, signo de que estaba muy
enojado:
—¡Notable guerrero, te asustas con una calandria168! ¡Supongo que,
ante una alondra169, morirías de terror! —se burló Gernot. —Si han traído tantos valientes guerreros, por algo será que ustedes
El barco siguió su curso hasta llegar a riberas menos tenebrosas. saben. Les recuerdo que aquí hasta las piedras me guardan obediencia.
Con el paso de los días, el Rin se convirtió en mar, se expandió en Con nerviosismo, los burgundios vieron rodar una docena de rocas
todas las direcciones, oleajes encrespados removían las aguas. Sin ale- por la ladera. El cielo se cubrió de nubarrones negros, de rayos y relám-
jarse de la orilla, encontraron el país de los nibelungos y sus montañas pagos. Inesperados remolinos cargados de partículas de arena cegaron a
oscuras con cumbres pálidas de nieve. varios. El enano sonrió.
Gernot estudiaba cada montaña con paciencia, hasta que ordenó —Mas no teman: me debo a su héroe muerto. No seré mezquino con
bajar a los bravos caballeros. No bien pisaron la playa, debieron cubrir- su pedido: buenas razones tendrán para atreverse a pisar estas montañas.
se con los escudos: una salva de flechas los recibió. Giselher se presentó y fue directo: la viuda quería el oro.
-¡Alto! ¿Adonde creéis que vais? No podía oponerse Alberich a los deseos de Krimilda, pues era la
Un enano acorazado hasta el cuello, con un yelmo que dejaba al legítima heredera del tesoro, pero se quejó de cómo se habían dado las
descubierto sus ojos, la nariz y una barba prodigiosa que rozaba las cosas. Sigfrido, al valerse de la capa mágica en exceso, no previo que un
rocas del suelo, era el dueño de aquellas amenazadoras palabras. poder tan grande, que iba contra las leyes naturales, acabaría por vol-
Fue Giselher quien respondió: verse contra él.
—Somos emisarios de su reina Krimilda, la viuda de Sigfrido, el ven- Luego, con una mirada rapaz170 y furiosa, miró los ojos de Giselher
y lo previno:
cedor de los hijos de Nibelungo, el vencedor de Alberich, el dueño del
tesoro que custodian con tanto celo. -El que abra la cámara del tesoro y lo lleve de aquí se llevará tam-
bién la maldición.
Ante semejante presentación, el enano se esfumó entre las piedras.
Sin más, tomó las llaves y abrió la cámara en la montaña hueca: ni
168 Una calandria es un ave de unos veinte centímetros de largo, de color pardo-negruzco.
el hombre más ambicioso podía imaginar tanta riqueza reunida.
169 Una alondra es un ave de importante tamaño de color parduzco con collar negro y partes blancas.
Decenas de carros llevaron el oro hasta los barcos en el muelle. Cantaba Alberich con su voz que atraía el poder, el poder libre y sal-
Aquel brillo rojizo, extraña cualidad, enceguecía a los caballeros; pero vaje que vagaba por el mundo y que sólo los magos podían tomar para
nadie tocó nada. sí y lanzarlo contra sus enemigos.
Durante muchas horas, los hombres cargaron el oro y las piedras
preciosas, hasta que Gernot ordenó terminar el acarreo171. No quería
pasar la noche rodeado de los hostiles enanos. Calmó un poco la rabia
de Alberich comprobar que no iban a cargar la totalidad del tesoro, Cuando el tesoro llegó a manos de Krimilda, ella decidió no tocar
mas la cámara se encontraba casi vacía. nada de él. Comenzó a regalarlo a ricos y pobres. Muchos caballeros se
"¿De qué le ha servido a Sigfrido mi capa mágica? ¡Con qué descui- pusieron a su mando, atraídos por tanta generosidad y, por último, un
do la usó! Y ahora se ha perdido para siempre en los bosques. ¿Quién ejército estaba sujeto a su voluntad.
podría ver lo invisible?" -continuaba quejándose Alberich, zumbando Hagen, siempre aconsejado por su mala conciencia, advirtió que si
como un tábano en los oídos de Gernot y de Giselher. Le dolía, y aquella riqueza quedaba en manos de la viuda, tarde o temprano, logra-
cómo, que se llevaran su precioso tesoro. ría demasiado poder. Y quién sabe entonces si no despertaba en ella el
Se despidieron. sueño de la venganza. Y desnudó sus temores ante Gunther.
-Has sido leal; y sabemos que esto te produce pena, pero será —Es su tesoro —replicó secamente el rey—. Por mí, que haga con él lo
empleado para buenos fines -intentó consolarlo Giselher. que le plazca. Tú mismo pediste que lo trajeran.
Los enanos vieron cómo su tesoro «e perdía en la barca que navega- Hagen aprovechó una cabalgata de Krimilda en los bosques veci-
ba hacia la desembocadura del Rin para ser arrastrado corriente arriba. nos, tomó las llaves de la cámara y se apropió del tesoro. Luego lo echó
Alberich los dejó partir en silencio: sabía que la desgracia iba detrás de al Rin, en un lugar secreto. Las piedras preciosas y el oro llegaron al
aquellos hombres. lecho barroso del río y allí se quedarían por siempre, por los siglos de
los siglos; pues Hagen, que pensaba rescatarlo más adelante, no tuvo
La jalea172 está hecha; ninguna posibilidad de hacerlo.
la suerte, deshecha. Cuando Krimilda supo de la nueva traición de Hagen, sus herma-
nos se alteraron, sobre todo Giselher, quien llegó a jurar que lo mataría.
Cantaron los enanos hasta el crepúsculo: Pero pasaron los días, y Hagen fue perdonado una vez más.
Ahora sí que Krimilda hizo un pacto con la venganza, un pacto cerra-
Se llevaron el oro, do, secreto, absoluto: tarde o temprano, cortaría la cabeza de Hagen.
triste hazaña.
Los enterrará el tesoro
bajo una montaña. 6. LA REINA DE LOS HUNOS

Pasaron muchos años y, un día, ocurrió algo extraordinario.


m Acarreo significa 'tran Una lujosa comitiva llegó a Worms e hizo su entrada impresionan-
i de consistencia más líquida. do a todos por el lujo y el arte de sus atuendos. Sus bestias cargadas de
160 161
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS
HÉROES MEDIEVALES
cofres daban cuenta de la riqueza de aquellos viajeros. Quinientos su persona las mismas nobles virtudes que la difunta reina, ofrecía la
caballeros repartían regalos y sonrisas a los habitantes. Muchos campe- corona vacante para ella.
sinos recibieron vestidos. Al tomar nota de esto, de la corte se mandó a - Gunther pidió tres días para responder.
que les consiguieran albergue apropiado. De inmediato, en la ronda de consultas con sus consejeros,
El rey Gunther observó su paso por una de las ventanas del palacio Gunther comprendió que, para todos, era un honor el pedido.
y, de inmediato, llamó a Hagen: Solamente Hagen se oponía:
—¿Puedes decirme quiénes son? -Sensatez debemos tener. Conocí la corte de Atila hace mucho, y es
Hagen se jactaba de conocer a todos los grandes señores de los rei- un rey poderoso y temible. Krimilda reuniría un gran poder a su lado,
nos vecinos, pero no lograba acertar de dónde venían ni quiénes eran y Gunther sería el primero en lamentarlo.
los visitantes. Con su habitual orgullo, respondió: -Esto la resarcirá de tantos dolores -dijo Giselher, mirando con
-Han de venir de muy lejos, pues no los conozco. furia a Hagen.
Gunther reparó en el comentario con un brillo irónico en los ojos: —¡Están equivocados, están equivocados! —bramaba174 el asesino de
—¿No llevarás demasiado tiempo dedicado a la vida cortesana? Sigfrido.
Molesto, Hagen miró a conciencia y, al fin, dictaminó: Gunther autorizó a sus hermanos a que informaran a Krimilda de la
—El tiempo cambia a las personas, pero creo saber que el caballero petición, pero ésta rechazó de plano el ofrecimiento. Por educación,
que va al frente no es otro que el noble y valiente Rüedeger, el margra- recibió al margrave y a sus caballeros y, con delicadeza, les hizo saber
ve que vive cerca de Linz, al norte de Austria. Aconsejo una excelente que no aceptaría ser su reina.
bienvenida, es hombre de Atila'73, el rey de los hunos.
Muchas fueron las palabras de Rüedeger para convencerla, siempre
Pronto, un mensajero pidió una audiencia con el rey, en nombre del con respeto y señorío175.
margrave. Gunther los invitó a un banquete. Rumolt, el maestre de
No era poco lo que tenía para ofrecerle: mando sobre doce reinos,
cocina, dirigió bien a sus huestes: calderos, ollas y sartenes cocinaban
treinta principados, señora de muchos caballeros que habían sido vasa-
manjares con premura. llos de Helche, y de príncipes y nobles. El mismo poder supremo sobre
Al fin, tuvo lugar la ceremonia de presentación: todos los subditos del que gozaba Helche.
Rüedeger informó que la reina Helche, la esposa de Atila, había —Gobernarás a la par de Atila —prometía el margrave.
fallecido.
Con bellos modales, Krimilda se rehusaba. Pero el margrave no
—Les ruego que lamenten el dolor de mi rey. Helche era señora de quería volver con las manos vacías y desilusionar a su rey. Al ver pro-
grandes virtudes, y muchas doncellas se sienten huérfanas sin ella. fundas huellas de dolor en los ojos de Krimilda, y ya puesto en conoci-
Gunther, Hagen y los demás asintieron con pesar.
miento del triste fin de Sigfrido, se jugó una última carta, pero pidió
Y luego escucharon sorprendidos la petición: enterado Atila de la
hablar con Krimilda en privado. Bajó el tono de voz para susurrarle:
muerte de Sigfrido, y sabiendo que Krimilda estaba viuda y reunía en
—Eres bella, mi señora, qué pena dejar que el tiempo apague tanta luz.
Sé que algo terrible te ha ocurrido. Te ofrezco mis servicios y lealtad, te
175 A mediados del siglo v, Atila fue el célebre rey de los hunos, un pueblo guerrero de origen asiáti-
co que marchó sobre Europa y llegó a desafiar el poder de los romanos y otros pueblos europeos.
1''' Bramaba significa 'gritabaTaullaba'.
Después de sufrir algunas derrotas se replegó desde el sur hacia el norte de Europa.
1 5 Aquí señorío es sinónimo de educación, diplomacia, cortesía, buenas maneras.
162
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS HÉROES MEDIEVALES

ofrezco mis hombres, mi ejército para hacer mal a quien te ha hecho mal.
Y alzando la mano, selló Rüedeger el juramento.
Pensando en que Hagen la había despojado de sus bienes, y revi-
viendo su antigua sed de venganza, Krimilda pensó al fin en la conve-
niencia de tener como esposo al rey Atila.
Al cabo, salieron los heraldos hacia el país de los hunos para adelan-
tar la buena nueva.

Desde que Krimilda aceptó, el margrave Rüedeger la tomó bajo su


protección. Ute lloró al ver partir a su hija, pero confiaba en la grande-
za de su destino.
Un gran séquito acompañó a Krimilda, cien doncellas estarían a su
servicio. En bellas sillas de montar y con los mejores arreos176, partieron
a caballo. No olvidó Krimilda dejar una última ofrenda a Sigfrido. No
vería más su tumba mojada por la lluvia o por la nieve, no la vería al
sol, calentando la losa que guardaba sus huesos, ni el último eco de su
corazón partido en dos por la lanza artera; pero todo su ser era el tem-
plo de Sigfrido. Lo llevaría consigo, apretado entre las venas, resonaría
en cada uno de sus latidos, hablaría con su voz.
El caballero Eckewart le rogó que lo dejara seguir a su servicio hasta
la muerte para mandar a los hombres que la rodearían. A Krimilda, le
gustó mucho la lealtad del caballero y aceptó.

—[...] Te ofrezco mis servicios y lealtad, te ofrezco mis hombres,


76 Los arreos son dispositivos de cuero que sirven para adornar las cabalgaduras o bestias de carga. mi ejército para hacer mala quien te ha A/vA-> ~-~i
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS

7. CASAMIENTO EX VIENTA HÉROES MEDIEVALES

gesto de saludo. Atila se apeó del caballo, lo mismo hizo Krimilda. Dos
Dejaron atrás el Rin y bajaron por el Danubio 1 ' 7 hasta la ciudad
caballeros le llevaban la cola del vestido; ella levantó su tocado de cin-
bávara|7|í de Passau, en el límite fronterizo con Austria. Allí los recibió
el obispo, que era tío de Krimilda; y en los caminos, todos les daban tas; yhermosa.
más nadie pudo jurar que la antigua reina, doña Helche, había sido
muestras de alegría. Llegaron hasta las tierras de Rüedeger, donde su
esposa, Glotinda, que había sido muy amiga de la reina Helche, com- Desde allí partieron a la ciudad de Viena, donde se celebró la boda.
Los festejos duraron diecisiete días. En Viena, Atila y Krimiída com-
probó que la nueva reina era digna de ocupar su lugar. El poder de partieron el lecho por primera vez.
Atila se extendía por dominios tan vastos que, en todas partes, los reci-
bían ventanas abiertas, ceremonias y recepciones. Cristianos y paganos Atila, el poderoso, se rindió ante ella. Sin embargo, ella no dejaba
convivían, cada uno con sus leyes y preceptos, pues todos ellos mante- de añorar los felices días con Sigfrido al Jado del Rin; y al recordarlos,
nían sus costumbres y religiones. sus ojos se humedecían. Había sufrido mucho. Ahora, todos eran
honores para ella, debía ocultar su dolor.
Supo Atila que venía Krimilda a su encuentro tras atravesar tierras y
decidió esperarla en la ciudad de Tulne, cerca de Viena, con una majes- En Jas riberas del Danubio, vivía ahora Krimilda; y las damas de la
corte de Etzelburg, el castillo real, al este de Viena, Ja amaban aún más
tuosa y alegre comitiva. Delante del rey, cabalgaban muchos príncipes,
ansiosos de conocer a su soberana. Entre ellos, el duque Ramugn de profundamente que a HeJche. Muchos caballeros acudieron a sus servi-
cios. Pronto se ganó KrimiJda el afecto y la sumisión de los parientes
Valaquia, en la parte meridional de Rumania, seguido de setecientos
hombres; Hornboge, el valeroso, con más de mil hombres; el bravo del rey y de sus hombres más prominentes. Luego de un tiempo, nació
Ortlieb, el hijo de ambos.
Hawart, de Dinamarca; Infrid, de la tribu germánica de los turingios; y
el hermano de Atila, el príncipe Bloedelin, con más de tres mil hom- Así es como KrimiJda que, a esta altura, pensaba vivir en un con-
vento, encontraba su vida tan cambiada. Había conocido tres cortes, la
bres. No faltó el señor Dietrich de Verona, un hombre célebre, prota-
gonista de muchas gestas en su juventud, junto a su asistente, el ya de su hermano Gunther en Worms y la de Sigfrido, en Xanten pero, a
pesar del oro de Jos nibeJungos, nada podía compararse a su actuaJ
anciano Hildebrant. No faltó ningún gran señor de los doce reinos esplendor. Todos la amaban y carecía de enemigos.
vasallos de Atila.
Cuando se encontraron las dos comitivas, todo fue regocijo conte- La cámara del tesoro estaba a cargo de Eckewart, eJ fiel caballero
que en todo ¡a asistía; con habilidad manejó Jos recursos y eJ oro, y Jas
nido en los marcos del protocolo -no demasiado estricto, pero inevita-
dádivas180 bien repartidas Je procuraron nuevos amigos. Así que, un día,
ble—. El margrave Rüedeger indicó a Krimilda a quiénes debía besar
ella pensó: "Soy tan poderosa y tengo tantas riquezas que, ahora, sí
-parientes y funcionarios de prosapia179-, y a quiénes, apenas hacer un podría causar daño a Hagen".
En Viena, no tenía enemigos; pero allá, en Worms, estaba Hagen, el
7"E1 Danubio - 'Donau, en alemán' - es un importante río de Europa Central que nace en la Selvj verdugo de su amado. Ella no podía olvidar. La semilla amarga que lle-
Negra, un denso bosque de abetos que dan al paisaje una apariencia oscura, recorre 2 860 km pañi vaba en su corazón estaba madurando sus frutos.
desembocar en el Mar Negro formando un extenso delta. En su recorrido pasa por las capitales de
cuatro países: Viena, Bratislava, Budapest y Belgrado.
"|S Perteneciente o relativo a Baviera, Estado de Alemania.
A nadie confiaba estos pensamientos secretos, a nadie contaba que,
' De prosapia significa 'distinguido, aristocrático'. en sueños, Sigfrido la besaba. Paseaban en el Rin, corrían por la hierba.
ñ>r>jJ"— '
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS HÉROES MEDIEVALES

Otra vez las lágrimas volvieron a mojar sus ropas, todas las mañanas 8. DEL RIN AL DANUBIO
pensaba en Sigfrido y extrañaba sus ojos confiados. Soñaba con desper-
tar y con tenerlo a su lado; pero a su lado había un hombre que apenas Doce días de marcha, y la comitiva llegó al Danubio. Mil caballeros
conocía, que sólo le concedía honores y un trato cariñoso; pero ella no con nueve mil escuderos hacían temblar las orillas del río, que se
sentía por el huno otra cosa que respeto. encontraba desbordado. Para Hagen, era otro signo de mal augurio:
"Oh, Dios, ¿por qué me he casado con un pagano181? ¿Adonde he cruzando el río en esas condiciones, muchos morirían.
caído? ¿Por qué acepté esta boda?". -Mi vida no me resulta una carga tan grave como para morir tonta-
Pasaron varios años. mente ahogado en este río. Prefiero caer con mi espada en la corte de tu
Una noche, mientras descansaba entre los brazos de Atila —él tenía hermana -protestó el barón.
la costumbre de dormir con ella rodeándola con sus brazos—, Krimilda Gunther le ordenó buscar un cruce menos peligroso. Hagen tomó
le dijo que extrañaba a sus hermanos. su escudo y el yelmo, y comenzó a caminar en la orilla. Confiaba en
-Sé que aquí algunos me llaman la extranjera. ¡Estoy tan sola! encontrar barqueros que pudieran transportarlos al otro lado. Río arri-
—mintió. ba y río abajo buscó a los barqueros: oyó en un recodo del camino el
Atila alistó de inmediato a dos mensajeros para ir a Worms. Ambos rumor de una cascada, aguzó el oído y luego espió a hurtadillas y vio a
hombres eran hermanos gemelos y se llamaban Werbel y Swemel. dos ninfas182 bañarse desnudas. Viendo sus ropas a mano, las tomó. Al
Krimilda pidió a los mensajeros que pusieran especial énfasis en que el reparar en la presencia del impresionante guerrero, las ninfas se asusta-
barón Hagen acompañara a sus hermanos: ron. Pero no podían huir desnudas.
—Tengo afecto por Hagen, es un héroe valeroso; y deseo su presen- La menos tímida se llamaba Hadebuc. Nadando como un cisne
cia aquí junto a los tres reyes, mis amados hermanos. ante él, de un lado a otro, le dijo:
Y así es como llegaron a Wbrms, Werbel y Swemel, con la invita- -Noble caballero, si nos devuelves nuestras ropas, te diré lo que te
ción. espera en el país de Atila.
Hagen se opuso enérgicamente al viaje: Viendo que las ninfas manejaban poderes de adivinación, Hagen
—¡Es una trampa! ¡Puedo oler la venganza en el aire! ¡Puedo oler la aceptó el trato.
sangre! Hadebuc, con astucia, le dijo:
Fue el rey Gunther quien le dijo: —Créeme sinceramente, nadie será mejor tratado ni con tan altos
—Si tienes miedo, te quedas aquí. honores que tú y tu comitiva, y tu rey en la corte de los hunos. Ten por
Fue Hagen quien contestó: seguro, estoy maravillada del buen trato que allí se les dará.
—Si es tu deseo morir, moriré contigo. No hay guerrero más valien- Feliz por estas inesperadas noticias, Hagen les dejó las ropas sobre
te que yo en Burgundia, ni nadie conoce el camino mejor que yo para una roca y se alejó. Las ninfas tomaron sus ropas presurosas y una vez
llegar al país de los hunos. bien vestidas, la segunda ninfa, llamada Sigelint, le anunció:
Hagen aceptó viajar, pero recomendó ir con muchos guerreros.

"2Según diversas mitologías, las ninfas eran bellas y jóvenes mujeres que personificaban la fecundi-
11 En la Europa medieval, un pagano era un no cristiano. dad de la naturaleza, habitaban los ríos y los bosques y poseían diversos poderes.

168
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS
HÉROES MEDIEVALES

—He de hacerte una advertencia, Hagen, porque en verdad tú eres caballeros hicieron lo mismo. El capellán no sabía nadar, y las fuertes
Hagen y tu padre se llamaba Aldrian. corrientes lo arrastraban, pero ayudado por la mano de Dios, consiguió
Hagen, maravillado, asintió y luego escuchó: llegar a la orilla contraria. Hagen, al verlo a salvo, dijo con gravedad:
-Por recuperar los vestidos mi pariente te mintió. Han sido invita- -Aunque ustedes no entiendan, yo he comprendido. Ninguno de
dos al país de Atila, y allí los espera a todos la muerte. De tal suerte que nosotros saldrá con vida de este viaje.
sólo uno saldrá con vida de esta aventura y es el capellán del rey. El vol- En la orilla, destrozó la barca a la vista de todos.
verá sano y salvo, y nadie más. —No habrá regreso; y si acaso algún cobarde quiera intentar escapar
Hagen, viendo confirmadas sus sospechas, preguntó: por aquí, le digo que es mejor morir en combate que huir —sentenció
-A pesar de tu triste noticia, hemos de cruzar el río. ¿Puedes decir- el barón.
me cuál es la mejor forma de hacerlo? Y luego les explicó la profecía de las ninfas, en las que sólo se salva-
-Sigue adelante y encontrarás la morada de un barquero, si es que ba el capellán, y del barquero decapitado, que respondía a Else.
aceptas la invitación a morir que te han hecho. Trata bien al barquero Conmovidos, los caballeros aceptaron la advertencia.
pues trabaja para Else, el gran señor de Baviera. Volker, uno de los más hábiles guerreros del rey Gunther, conocía
Con una inclinación, se despidió de las ninfas, remontó el río y llegó los caminos de Baviera y guiaba la comitiva, pero no contó con un ful-
a la morada indicada y vio la barca atada a un sauce silvestre. Tras decir minante ataque nocturno del margrave Else y de su hermano Gelpfrat
que era vasallo de Else, ordenó a sus siervos por el barquero. El hombre, para vengar la muerte del barquero. En un duelo cuerpo a cuerpo,
que dudaba de su identidad, no aceptó el oro que Hagen le ofrecía por Gelpfrat golpeó con furia a Hagen; y éste cayó al suelo, listo para ser
el servicio. Entonces, comenzó una discusión. Los gritos de cólera de muerto; pero Dankwart, el Animoso, lo salvó, tras partir en dos con su
ambos terminaron de pronto, cuando Hagen le cortó la cabeza con la espada a Gelpfrat.
espada, luego de que el barquero lo había golpeado con un remo. El margrave Else, al ver muerto a su hermano y a más de cien de sus
Cuando apareció ante Gunther, y el rey vio la barca manchada de hombres, huyó.
sangre, preguntó qué había pasado: Hagen solo perdió cuatro soldados de sus tropas.
-Digamos que encontré esta barca, y ya no diré más. A falta de bar-
quero estoy yo, que fui el mejor remero del Rin.
Y así fue como Hagen remó durante el día, llevando a los mil caballe- 9. EL PRIMER Aviso
ros y a los nueve mil escuderos, de orilla a orilla, y haciendo nadar a los
caballos y cargando el equipaje y los bultos de la comitiva. Pero en el últi- Finalmente llegaron a las fronteras del país de Atila; luego de que
mo viaje iba el capellán183 y, recordando las palabras de la ninfa Sigelint, Gunther hubo visitado a su tío, el obispo de Passau, tal como lo había
en un rápido movimiento, lo tiró al río y sostuvo su cabeza sumergida hecho Krimilda antes. A todos les costó reconocer a Eckewart, el caba-
con el fin de ahogarlo, ante el desconcierto de todos. Como pudo, el llero de Krimilda, quien vino a su encuentro.
pobre capellán se liberó. Gernot, enojado, reprendió a Hagen; y otros —He de avisarle, rey Gunther, que mi señora guarda gran odio sobre
Hagen y prepara intrigas en el castillo de Atila, de donde vengo.
Así, Hagen logró que todos le dieran la razón. Decidieron seguir
1(11 Un capellán es un sacerdote que brinda la misa en un espacio privado, en este caso ligado a la
corte real. hacia adelante pues, a esta altura, retroceder sería cobardía.
171
El, CANTAR DE LOS NIBELUNGOS MEDIEVALES

El mismo Eckewart se adelantó y avisó al margrave Rüedeger de la lle- Repuestos del largo viaje, ataviados184 con sus mejores galas, aunque
gada de los nibelungos, pues así se los llamaba en el país de los hunos a los fuertemente armados, llegaron los tres reyes burgundios y Hagen para
burgundios de la corte, debido a que ellos poseían el fabuloso tesoro —que saludar a Krimilda y Atila. Ella no respetó el protocolo y saludó con
yacía en el lecho del Rin arrojado por Hagen, el muchas veces traidor—. cariño a Giselher y Gernot, con un beso. Le dio una fría bienvenida a
En Linz, Rüedeger, el que pidió la mano de Krimilda en nombre de Gunther e ignoró a Hagen, lo que contrastó con un jovial Atila. En su
Atila, y su esposa Glotinda los agasajaron. Muchos medios disponía el papel de anfitrión, el rey huno, convencido de dar a su esposa lo que
señor, pues durante varios días cobijó a más de diez mil hombres, entre quería, no mezquinó gestos amistosos.
escuderos y caballeros. Fue tanta la amistad que se dio entre todos que Al cabo, Krimilda se acercó a Hagen y sin más, le dijo:
Giselher terminó comprometido con la bella hija del dueño de casa, el —¿Has traído mi tesoro, el que me robaste?
mayor regalo que éste podía hacer al joven. -Bastante carga tengo con mi escudo -contestó con altanería.
Rüedeger era un maestro de la hospitalidad y regaló al rey Gunther —Pues deberás dejar tus armas antes de entrar en la sala, como se estila.
una poderosa armadura; a Gernot, su espada; y a Hagen, un escudo —Jamás haré eso, no necesito chambelanes18' que lleven mis armas
con muchas incrustaciones de piedras preciosas. A Volker, el Fuerte, le —dijo Hagen.
obsequió doce brazaletes de oro en prueba de amistad. Todos los burgundios se negaron a dejar las armas antes de entrar
Y luego partieron todos a la corte de Atila. Los mensajeros adelan- en la sala del banquete. Krimilda comprendió que alguien los había
taron su presencia, lo que provocó el regocijo de Krimilda, quien veía puesto sobre aviso y que sus planes se complicaban.
cerca la hora de su venganza.

II. EL COMIENZO D£ LA MASACRE


10. EN LA CORTE DE ATILA
Entrada la noche, Hagen y Volker, el que guió a los burgundios por
El señor Dietrich, de Verona, siempre seguido por el anciano asis- Baviera, se sentaron en un banco, frente al gran palacio real. No tardó
tente Fííldebrant, se encontró con el rey Gunther y, muy discretamen- en venir Krimilda con cuarenta hunos. Como era costumbre ante la
te, le dijo que había visto llorar a Krimilda por Sigfrido y les aconsejó presencia de un soberano, Volker se levantó del asiento; pero Hagen no
gran cuidado, pues sabía que algo malo se tramaba para ellos, aunque le lo hizo. Krimilda se lo reprochó y como respuesta, Hagen desenvainó
advirtió de que Atila no estaba al tanto de estas intrigas. la espada y se la mostró. Con furia, ella reconoció al arma de Sigfrido.
Ya en una gran sala del palacio real, todos los presentes quisieron -Atrévete a decir que lo has matado a traición en vez de culpar a
conocer a Hagen, que gozaba de gran fama por ser el matador de unos bandidos —gritó la reina.
Sigfrido. La estampa del soberbio guerrero, con su pelo entrecano, su -Pues sí, lo he matado. Así pagó la ofensa que tú le habías hecho a
pecho ancho, la mirada aterradora y el paso señorial, despertó muestras Brunilda. Y quien quiera vengarlo aquí que me enfrente -dijo con
de admiración entre caballeros y doncellas. brutalidad Hagen.
De inmediato, fueron alojados los caballeros por un lado; y sus
escuderos, por otro. Ataviados significa Vesridos'.
"^Aquí chambelanes significa 'ayudantes'.
Pero Jos hunos que respondían a Krimilda dudaron, y ninguno se 12. EL PALACIO INCENDIADO
animó a asumir el reto.
Esa misma noche, en el alojamiento, el mismo Hagen y Vblker Ensangrentado, Dankwart Je avisó a Hagen de Jos escuderos muer-
decidieron montar guardia; a la vista de Hagen, huyeron docenas de tos. Ciego de ira, Hagen tomó la copa de vino ante AtiJa (nada sabía eJ
soldados que habían venido para sorprenderlo dormido. huno de las muertes):
A la mañana siguiente, asistieron a misa —siempre con sus armas— -Brindemos por la muerte, también por la de este niño.
los fieles burgundios. Luego se organizó un torneo: los hunos eran rápi- Señaló al pequeño hijo de Atila y de Krimilda. Veloz como un
dos y veloces, y les gustaba pavonearse1* ante Jos rivales caídos, lo que relámpago, le cortó Ja cabeza con la espada, que terminó por caer en el
molestaba a Hagen. Sin embargo, fue por accidente como traspasó a regazo de Krimilda.
un hombre de Atila con la jabalina, al tropezar el caballo. Una espantosa confusión se desató en la sala. Hunos y burgundios
Se armó un gran tumulto, y Ja vida de Hagen corrió peligro: eran chocaron sus espadas. Con su voz grave de mando, el señor Dietrich de
muchos Jos hunos que no perdonaban la muerte de su compañero. EJ Verona logró que los guerreros se inmovilizaran. Gunther temió que Je
propio Atila se plantó ante sus bravos y, con firmeza, les aseguró que la hubieran matado a uno de sus hombres y le ofreció sus disculpas.
muerte de su compañero había sido un desgraciado accidente. Dietrich lo negó y dijo que quería sacar de la sala aJ rey AtiJa, a KrimiJda
Respetuosamente, en obediencia a su rey, los hunos apartaron sus y a sus hombres, que nada tenían que ver con aqueJJa pelea. Lo mismo
espadas de Hagen, pero el episodio fue aprovechado por KrimiJda. hizo Rüedeger, que se retiró con sus caballeros.
•¿
Luego deJ mismo AtiJa, el huno más poderoso era su hermano, el
príncipe Bloedelin.
Los hunos que quedaron murieron a manos de los burgundios. 1-
Con gran saña187, hicieron rodar a los cientos de muertos por las escale- '¡TÍ

KrimiJda tuvo una Jarga conversación con eJ cuñado. Lo convenció ras deJ palacio. Hagen desafió aJ rey Atila a pelear cuerpo a cuerpo, Jo
de que Jos burgundios estaban aJJí con maJas intenciones, pues en todo acusó de cobarde y de haberles tendido una trampa.
momento JJevaban sus armas. Con sutileza, manejó el ánimo del feroz Por toda respuesta, Atila organizó a veinte mil hunos para que ase-
i

guerrero, y finalmente, sellaron el pacto. Sin medir sus promesas, le diaran su propio palacio, tomado por los feroces burgundios. Y así
ofreció el fabuloso tesoro de los nibelungos y su eterno favor. lucharon durante todo el largo día de verano. Al anochecer, los sobrevi-
Bíoedelin, convencido de que AtiJa terminaría por agradecerJe su accio- vientes estaban casi sin fuerzas. EJ rey Gunther soJicitó una tregua,
lar, preparó discretamente a sus guerreros. pero AtiJa le dijo que ya no había reconciliación posible:
Dankwart, eJ Animoso, que estaba aJ cuidado de Jos escuderos, fue —No sé cómo empezó todo, pero sé que han matado a mi hijo y a
;stigo del ataque sorpresivo. Los desprevenidos escuderos no pudieron muchos de mis hombres. Ya no pueden salir vivos de aquí -dijo.
;peler eJ ataque y fueron masacrados en su aJojamiento, sin tiempo a Gernot pidió Juchar a campo abierto, pero su propia hermana, Ja
ida. reina KrimiJda, libre de todo sentimiento fraternal, ordenó a los hunos
Dankwart, tan buen guerrero como su hermano Hagen, logró esca- que no lo permitieran, pues sus hermanos eran hábiles guerreros.
r de la emboscada con tanta fortuna que mató al mismo Bloedelin, el —Aunque mi noble madre Ute se quede sin sus hijos, Jes aconsejo
rmano de Atila, y corrió hacia el palacio real.

'.vanearse es lucirse o hacer ostentación vana.


lfr La expresión con gran saña equivale a sal"va/emente, con odin
El CANTAR DE LOS NIBBLUNGOS EL CANTAR DE LOS NlBELUNGOS

que cerremos las puertas del palacio donde están atrincherados y le brado por el dolor, confesó que el rey Giselher se había comprometido
prendamos fuego; y que arda toda la noche. con su hija. Acto seguido, le ofreció a Atila Ja devolución de todas sus
Giselher, el de la dulce amistad con su hermana, la interpeló: riquezas y residencias, y se negó a combatir.
—¿Para eso invitaste a tus hermanos, para que los mataran? Atila se lo ordenó con ferocidad, luego se lo suplicó, y al final se
-Entreguen a Hagen y salvarán sus vidas. Siempre han disculpado arrodilló, en un gesto de humildad que el margrave no pudo rechazar.
sus crímenes. Ingresó en el palacio con sus quinientos caballeros. Al verlo, Hagen
—Preferimos morir mil veces antes que entregar a uno de nosotros pensó que venía a unirse a ellos; pero Rüedeger le explicó que venía a
—contestó Giselher. batallar y le pidió la rendición:
-Pues entonces morirán más que mil veces —rugió Krimilda. -Eso no es posible. Nos gusta morir luchando, y no, como prisio-
Los hunos empujaron a los burgundios que se encontraban fuera, neros —contestó Hagen. Y luego le mostró el escudo abollado que el
sellaron las puertas del palacio y le prendieron fuego. propio Rüedeger Je había regalado en Linz-. El escudo que me diste ya
La desesperación ganó a los hombres de Gunther. Seguros de su no sirve para nada. Mas prefiero morir sin escudo antes que rendirme.
muerte, sólo deseaban hacerlo en un combate franco, y no, quemados por Generoso, dadivoso, aun en ese momento, Rüedeger le arrojó su
eí fuego. El calor les despertó una sed sin límites. Hagen les aconsejó propio escudo.
beber la sangre de sus compañeros muertos. Superaron la repulsión188 ini- Los combates recomenzaron. Giselher, herido de muerte, le repro-
cial y sintieron que la sangre de sus compañeros les daba nuevas fuerzas. chó a quien iba a ser su suegro:
—¡Así dejas sin marido a tu hija!
Gernot, para vengar a su hermano, se lanzó sobre Rüedeger y lo
13. LOS ÚLTIMOS BURGUNDIOS MUEREN mató con Ja espada que éste le había regalado. El señor Dietrich, que
también fue forzado a entrar en el palacio, mató a Gernot. Volker, el
Había pasado la noche, y eran muchos los burgundios que habían Fuerte, mató a muchos hombres de Dietrich, antes de que lo atravesa-
sobrevivido al fuego. Adía estaba demasiado furioso para entenderlo, el ra a él mismo Ja espada deJ viejo HiJdebrant, quien mató a Dankwart,
costo había sido muy alto para sus tropas. Uno de sus soldados le el querido hermano de Hagen.
reprochó a Rüedeger la neutralidad en la lucha y lo acusó de cobarde. Sólo quedaron dos burgundios de pie: Gunther y Hagen.
El margrave, ofendido, lo mató de un certero espadazo. -Pagarás mi dolor -dijo Hagen tras tumbar al viejo HiJdebrant de
Esto generó una gran furia en Jos reyes: un mandoble189 en el escudo.
-Allí los nibelungos han matado a muchos de mis hombres, ¿no te Pero no pudo terminar la tarea: el propio Dietrich desarmó al ago-
parece que no debes agregar más desgracias? -lo increpó Atila. tado Hagen y salvó la vida de Hildebrant, el viejo. ;*
-¡Me acusó de cobarde! -justificó indignado Rüedeger. Krimilda ordenó que Jo engrillaran'90 y lo encerraran en el calabozo!
Krimilda le recordó eí compromiso que había tomado ante ella, de El rey Gunther, solo, sin más leales que su espada, se negó a rendir-
protegerla siempre en cualquier circunstancia, y de hacerle mal a quie- se; pero Dietrich lo desarmó también. ... -: *'&
nes le habían hecho mal. Rüedeger reconoció el juramento, pero que-

m Repulsión es sinónimo de asco, aprensión.


HÉROES MEDIEVALES
EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS

Krimilda negó el perdón que el mismo Dietrich le pidió para los


vencidos y, con toda frialdad, mató a Gunther en su presencia. Luego,
con la cabeza de su hermano, fue hacia el calabozo donde estaba Hagen.
Hagen quedó demudado al ver la cabeza de su rey. El momento fue
absoluto, definitivo.
Krimilda lo imprecó191:
-¿Puedes devolverme lo que me quitaste?
—El oro, sólo Dios y yo sabemos dónde está. Mi placer será no
decirte nada.
Pero Krimilda lo frenó:
—¿Y quién habla del oro? ¿Puedes devolverme a mi amado Sigfrido?
Me temo que no puedes, asesino. Pero será la espada de Sigfrido la que
te corte el cuello.
Krimilda tomó con sus dos manos la mítica192 espada nibelunga y
cumplió su promesa.
El anciano Hildebrant no podía dar crédito a sus ojos. No podía
creer que el gran Hagen, el hombre que había estado a punto de matar-
lo momentos antes, hubiera sido decapitado por una mujer.
En una extraña alianza con su enemigo muerto, fuera de sí, mató a
Krimilda, la reina, la esposa de Atila.
No podía durar mucho la vida de quien mató a la esposa del rey, y
no duró. Atila se abrazó con Dietrich, y ambos lamentaron a sus muer-
tos queridos.
Ya no quedaban guerreros burgundios en la faz de la Tierra. Pero
habían perecido espada en mano, de frente al enemigo. Tuvieron la for-
tuna de saber que iban a morir y se prepararon para el largo viaje al más
allá, tras regar el pasaje con sangre propia y ajena. Fue mejor suerte que
la de Sigfrido, el Confiado, atacado por la espalda, mientras bebía agua
fresca.
Su alma vagó mucho tiempo por los bosques de Burgundia buscan-
do la espada Balmung y buscando el tesoro y la capa mágica y el soplo
-•Puedes devolverme a mi amado Sigfndo?-dijo Krimilda-. Me temo que no puede-
e . , „ . „ . , . , n
1 < f l Aauí imprecar tiene el spnrirln ríe "nrrlpnar rnn rlpc-afín"
EL CANTAR Di ^OS NIBELU1VGOS

de la vida que se diluyó en el manantial. Aunque ya no necesitaba el


manto del enano Alberich para que nadie lo viera, pues nadie puede
ver a un fantasma.
Solía flotar sobre la barcaza de maderos putrefactos193, en donde
había dado de beber al mendigo enfermo, quien podía sentir su pre-
ano.
sencia y le hablaba:
—¿Eres tu, noble y buen Sigfrido?
ala
Y los otros creían que el viejo desvariaba.
—Aquel que te mató, ya ves, se mató a sí mismo. Aquel que traicio-
na se traiciona. Tu muerte necesitó diez mil muertos para vengarse.
obra
Y un viento frío y poco amable barrió la cubierta de la barca, algu-
nas hojas secas cayeron al Rin.

'Putrefactos significa 'que están podridos'.

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