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LA PROPAGANDA NAZI Y EL CONTROL SOCIAL

El desarrollo de la propaganda de guerra surge con la Primera Guerra Mundial, de


la mano especialmente de los británicos, que se mostraron como maestros en el
uso de los medios de comunicación para mantener la fe en el triunfo final.

La propaganda política nace como arma ideológica con la Revolución Rusa, el


nuevo estado comunista recurrió a ésta de forma sistemática con la intención de
controlar y guiar a las masas. Los nazis trataron de aunar las aportaciones de uno
y otro, y convirtieron la propaganda en una "nueva arma" para convencer al
pueblo, para llegar a él, para imponer su visión del mundo y el Estado. Supieron
utilizarla para alcanzar el poder, aprovecharse de la crisis y las frustraciones
existentes, mostrándose como salvadores de la nación en quiebra, y una vez en el
gobierno, pusieron todos los medios de comunicación bajo su control, y los
utilizaron para dominar el Estado y controlar a las masas.

Sin la propaganda sistemática, y el control de los medios, no se explica el


crecimiento de nacionalsocialismo a lo largo de los años 20 y 30. Buscaron un
enemigo y lo encontraron en los judíos y los comunistas, y sobre ellos lanzaron
todo el descrédito, a la vez construyeron todo su mensaje sobre la exaltación del
líder y su papel como guía o caudillo: sus discursos se transmitían por la radio, su
imagen estaba omnipresente en los carteles que empapelaban las calles, en los
periódicos o emisiones de cine, donde se exaltaba su carisma, y los logros y
conquistas conseguidos. Y en todos los medios se reproducían de forma masiva
desfiles solemnes, símbolos, banderas y estandartes, que asedian al pueblo
alemán casi como una obsesión. Alemania se convirtió de esa manera en una
"sociedad hipnotizada". El padre de todo este mecanismo propagandístico fue
Joseph Goebbels, al frente del recién creado Ministerio de Propaganda y
Educación Popular. Su enorme capacidad como manipulador de la información lo
convirtió en uno de los personajes fundamentales del nazismo, artífice de una
incansable labor de propaganda basada en los siguientes principios:
1. Principio de simplificación del enemigo único. Adoptar una única idea, un único
símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
2. Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola
categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
3. Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o
defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas
noticias, inventa otras que las distraigan.”
4. Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por
pequeña que sea, en amenaza grave.
5. Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su
nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más
grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a
realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión,
escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.”
6. Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño
de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde
diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin
fisuras ni dudas.” De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite
suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.
7. Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y
argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público
estará ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de
poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
8. Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas,
a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.
9. Principio de la silenciación. Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen
argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también
contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
10. Principio de la transfusión. Por regla general, la propaganda opera siempre a
partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de
odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan
arraigar en actitudes primitivas.
11. Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que piensa
“como todo el mundo”, creando una falsa impresión de unanimidad

LA CARTELERÍA NAZI
Hasta la Primera Guerra Mundial, el cartelismo tuvo básicamente fines
publicitarios y comerciales. Los carteles de guerra surgieron durante la Gran
Guerra, mientras la cartelería política encontraba su momento poco después, en la
nueva Unión soviética. A lo largo del siglo XX la evolución técnica de las artes
gráficas dio a la cartelería una gran relevancia y en el periodo entre-guerra la
propaganda política y bélica a través del cartel alcanzaría su cénit. El nazismo
mostró gran maestría en el uso del cartel como medio de propaganda, éste
permitía llegar a gran cantidad de público sin necesidad de invertir grandes
recursos. Además, correctamente situado y desarrollando el mensaje con
habilidad estética y técnica, su capacidad para influir y movilizar en las masas era
evidente. Así lo comprendió Goebbels, ministro de propaganda alemán,
plenamente consciente del poder de la imagen. Ésta resultaba mucho más
sugestiva y se grababa por mucho tiempo en la mente del espectador,
especialmente en una sociedad donde el acceso a ella era muy limitado, porque la
televisión no se había convertido en un medio de masas. El cartel nazi tiene un
mensaje claro y un lenguaje directo, lleno de frases cortas y sencillas, pero
punzantes y llamativas, que resumen la ideología nacionalsocialista o exigen del
espectador un tipo de conducta comprometida. Se acompañan de una estética
muy cuidada en el marco de una composición atractiva. Son carteles impactantes,
rotundos en su intento de convencer, repletos de consignas que apelaban al
instinto y las pasiones más que a la razón. Auténticos "gritos en la pared" que
clamaban por la maldad de los judíos, la grandeza del líder, el bienestar
económico generado por el nuevo régimen o el valor del trabajo en la retaguardia
durante la guerra mundial.

"LA RADIO DEL PUEBLO"


Tras su llegada al poder, el ministro de la propaganda, Joseph Goebbels, se
propuso llegar con el mensaje del gobierno nazi a todos los hogares y percibió la
importancia de la radio como vehículo de comunicación masivo, sobre todo,
teniendo en cuenta que la televisión apenas existía. Tal proyecto implicaba la
popularización de la radio -cada alemán debía tener un aparato- para lo que se
necesitaban receptores más baratos. Y en agosto de 1933 se presentaba la
Volksempfänger o Radio del Pueblo de la que se vendieron hasta el inicio de la
guerra, siete millones de unidades. Durante la guerra se venderían a mitad de
precio otras 1.800.000 de una versión más barata, la DKE38. Ambas estaban
marcadas con un águila y una svástica.
En esta expansión de la radio influyó no solo el precio, sino también la publicidad
masiva que se dió en periódicos, salas de cine y a través de carteles en las calles.
Anuncios como éstos se extendieron por toda Alemania:
La primera preocupación del régimen nazi fue que todo hogar alemán tuviera una
radio, la segunda que a través de ella le llegara la ideología nazi, impidiendo la
extensión de postulados diferentes. Las emisoras estaban todas bajo control del
régimen y además los nuevos aparatos estaban muy limitados a la hora de
interceptar emisoras no alemanas -precisaban antenas especiales-. Una vez
empezada la guerra se prohibió expresamente escuchar las emisiones
extranjeras, lo que se castigaba con prisión. Los contenidos radiofónicos eran de
una uniformidad absoluta, sometidos a los principios de la doctrina oficial. Todos
los discursos del Führer fueron transmitidos por radio en un intento de llevar su
palabra a todos los hogares. Se sucedian las charlas sobre el Nacionalsocialismo
y se imponía la música alemana, ya fuera popular o clásica. Los compositores
judíos fueron vetados y la música extranjera fue desapareciendo poco a poco de
las ondas. Durante la guerra los mensajes políticos y la exaltación triunfalista del
ejército alemán acrecentó el carácter propagandístico de la radio, aunque el
creciente hastío de la población obligó a Goebbels a aumentar el porcentaje de la
programación destinado a la música ligera y comercial.
El régimen nazi también percibió las posibilidades de la TELEVISIÓN. Se hizo un
esfuerzo técnico importante y se puso en marcha el primer servicio de televisión
que emitía algunos días de la semana. Pero la televisión no estaba
suficientemente desarrollada, los aparatos eran muy caros y solo se encontraban
en sitios públicos. Por otro lado la irrupción de la guerra frenó en seco la
producción de estos aparatos, aunque las emisiones continuaron hasta casi el final
del conflicto.

LA PRENSA NACIONALSOCIALISTA

La prensa se convirtió desde un principio en un ingrediente más en la estructura


propagandística nazi, a pesar de todo, siempre estuvo en un segundo plano
respecto a medios hablados como la radio. Como ocurrió con los medios en
general, la prensa cayó pronto y en su mayoría bajo el control de régimen. Muchos
periódicos fueron cerrados, muchos periodistas y editores perseguidos. Aunque
siempre permanecieron periódicos con cierto tono liberal como el Frankfurter
Zeitung que daban cierta apariencia de pluralidad, todos ellos estaban, sin
embargo, sometidos a las directrices que el Ministerio de Propaganda enviaba
diariamente a sus redacciones. Con el tiempo la editora del partido nazi fue
haciéndose con la propiedad de la mayoría de la prensa germana. El artífice de tal
proceso fue Max Amann, que creó un enorme imperio periodístico con cientos de
publicaciones y miles de empleados. Era el presidente de la Cámara de Prensa -
órgano del régimen nazi para dominación de la industria editorial-, jefe del Reich
para la Prensa del Partido y director de la Eher Verlang, la compañía editora del
partido nazi y encargada de publicar libros, revistas y periódicos. Ella editaba las
obras de Goebbels o el Mein Kampf de Hitler, y también los principales periódicos
del partido, convertidos en pura prensa propagandística. Nos referimos al
Völkischer Beobachter, "El observador popular", el periódico oficial del NSDAP,
autodenominado "Diario de combate del Movimiento Nacionalsocialista de
Alemania", o al Illustrierter Beobachter, un periódico diario ilustrado con fotografías
y fotomontajes que cubría los actos de los líderes nazis. Ambos periódicos
crecieron con el nazismo, por eso cuando se fundaron en los primeros años 20, su
tirada no superaba unos miles de ejemplares, mientras en el año 1944 estaba por
encima del millón y medio.
Ejemplo paradigmático del uso de la prensa como medio propagandístico es el
periodico semanal Der Stürmer, "El atacante", que se publicó entre 1923 y 1945,
centrado en la difusión de propaganda antijudía y en convencer a los alemanes de
la maldad de los hebreos. Su crecimiento fue paralelo al del partido nazi y si en
1927 tan solo tenía una tirada de 27.000 ejemplares, en 1935 alcanzaba los
480.000. Su antisemitismo visceral era evidente en sus conocidas caricaturas y
dibujos satíricos que atacaban y menospreciaban a los judíos y en el lema que
había en la parte inferior de cada portada "Los judíos son nuestra desgracia".
EL CINE COMO MEDIO DE PROPAGANDA: LA OBRA DE LINE RIEFENSTAHL.
El periodo entreguerras, entre 1919 y la llegada de los nazis en 1933, fue el
periodo de mayor creación artistica de Alemania en muchos ámbitos, también en
el cine. En el seno del cine alemán se desarrolló una corriente expresionista que
produjo un gran número de obras maestras. Pero tal explosión creadora termina
con el ascenso de los nazis al poder. Muchos de los cineastas escogen el camino
del exilio, bien por sus ideas políticas, bien porque la censura limitaba su
capacidad de creación. Es el caso de Murnau, Billy Wilder, Ernest Lubitsch, Josef
Von Stemberg, Fred Zinneman, Douglas Sirk o Fritz Lang. La mayoría huyó a
Estados Unidos, incorporándose a la industria de Hollywood.
Todo esto no implicó que el nazismo diera de lado al cine, al contrario, tanto Hitler
como Goebbels habían comprendido desde muy pronto su enorme capacidad para
la transmisión de ideas y llegar a los ciudadanos. Con el objetivo de llevar estas
intenciones a la práctica el cine alemán pasará en estos años de ser privado a
estar enteramente controlado por el régimen, de forma que grandes productoras
como la UFA son adquiridas por el Estado y convertidas en un engranaje más de
la maquinaria propagandística nazi.
Sin embargo, esto no supuso el predominio del cine de propaganda, lo que
hubiera saturado y expulsado de las salas al alemán medio, los nazis mostraron
su inteligencia permitiendo el desarrollo y predominio de un cine de evasión y
entretenimiento, con historias sencillas y comerciales demandadas por el pueblo.
Sin embargo, ese cine debía transmitir también los valores y principios de la nueva
Alemania, aunque nunca de manera explícita. Y es que el reglamento
cinematográfico de febrero de 1934, no solo había introducido la censura previa,
sino que obligaba a que las películas fueran realizadas por productores de raza
aria y reflejan el espíritu y los valores nazis.
El predominio del cine de evasión no impidió que hubiera una producción
puramente propagandística, un cine claramente ideologizado al servicio de los
intereses nazis, nos referimos a los noticiarios y documentales de guerra, que nos
mostraban los avances y logros del régimen, la evolución de la guerra y las
victorias del ejército alemán. Junto a estas proyecciones se hallaban películas con
un carácter a veces documental y claramente propagandístico. Es el caso, en
1940, de películas marcadamente antisemitas, como El judío Juss, film de carácter
histórico, o El judío eterno, con un carácter más documental, que muestran un
antijudaísmo muy agresivo, construyendo un enemigo, un judío malvado, egoísta y
parásito, que solo encuentra felicidad en el dinero, siempre en abierto contraste
con el prototipo de alemán, honesto y trabajador.
En esta órbita propagandística estaba la obra de una íncreible directora, Line
Liefenstahl, una mujer muy vinculada a determinados personajes del nazismo
como Albert Speer o Rudolf Hess. Liefenstahl fue de las pocas cineastas que no
se exilió y que puso todo su enorme talento al servicio del nuevo régimen, que le
recompensó con todos los medios técnicos, económicos y humanos para realizar
los proyectos encomendados.
Así pudo realizar dos grandes obras maestras del cine, El triunfo de la voluntad y
Olympia. Ambas son películas impactantes llenas de alardes técnicos, a la vez
que servían a los intereses propagandísticos del régimen. El triunfo de la voluntad
se centra en la Convención del Partido celebrada en Munich en 1934, Hitler la
eligió para dirigir el film documental porque le habían impresionado algunos de sus
trabajos previos. El documental muestra a las masas nazis fundiéndose en una
única voluntad con el Fúhrer, que evidencia su enorme capacidad como orador, su
fuerte personalidad y su carisma entre las masas que le escuchan. La película
exalta la figura del Führer hasta el paroxismo, masas fanatizadas y enfervorizadas
que lo reverencian con su silencio respetuoso cuando habla o lo aclaman cuando
llega el momento, mostrados como un todo, como una masa única, en grandes
planos. Esas escenas se mezclan con primeros planos de individuos que vemos
de cerca, generalmente jóvenes y satisfechos. Esa combinación y el montaje
excelente favorece el dinamismo de las escenas. Se trata posiblemente del mejor
documental de propaganda política de la historia y sentó las bases para la
filmación de eventos masivos en la posteridad. Y junto al líder y las masas todo el
estilo fascista, su iconografía y simbología: svásticas, banderas, estandartes,
desfiles militares. Hoy resulta inquietante, por su exaltación del nazismo, pero
también seduce desde el principio hasta el final y muestra la enorme capacidad de
movilización del Partido Nacionalsocialista. De hecho, en 1935 la película fue un
fenómeno de masas.
En Olimpia, Liefenstahl filma por primera vez en la historia unos juegos olímpicos,
los juegos de 1936, celebrados en Alemania y que se convirtieron en una
exaltación del nazismo. Elabora un gran documental, esta vez al servicio de la
reivindicación de las capacidades físicas y la perfección de la raza aria,
fomentando además el orgullo nacional por el éxito en las olimpiad as de 1936.

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