Apuntes para una breve exposición del “Prefacio” del De vita Moises, de San Gregorio de

Nisa

“No actúan así porque estas cosas causen la victoria, sino por el interés que
sienten hacia los contendientes, que los lleva a mostrar su favor con la palabra y el
gesto” (pág. 63)

A partir del símil con el aficionado a las carreras de caballos, San Gregorio explicita
y justifica el texto que redacta con un fin, si se quiere, pedagógico y animador. “Te animo
con mis palabras, y te doy prisa, y te exhorto a aumentar el esfuerzo por ser veloz”,
manteniendo el símil de la velocidad.

De la misma manera, describe su texto, como nos lo hace saber la nota al pie, como
un “ejemplo de obediencia”, no como una propuesta de perfección espiritual.

Aparece una tensión entre el lenguaje y la experiencia de perfección, que se asume

como Dios.

Hay, entonces, en la consideración de la vida perfecta, un ejercicio racional de

clasificación, que dispone de pensar la perfección de las cosas en relación con sus
límites, justificando así el ir hacia adelante en el camino de la virtud del apóstol Pablo,
pues cualquier parar en el camino, como su contrario, implicaría el inicio del camino
hacia el vicio, su opuesto.

El hombre participa del Bien, que es Dios, a través de la virtud. Esta participación
es siempre limitada, pues la relación con el Bien no es en ningún momento esencial,
como si lo es en Dios. Sin embargo, sí se puede avanzar en dicha participación.

A la limitación del lenguaje se suma una limitación superior, pues la virtud,

además de no poder ser definida, es imposible también alcanzarla. Propone una
paradoja: el único límite de la virtud es lo ilimitado, así que cómo alcanzar un límite que
no existe.

¿Qué pasa con el modelo plotiniano, filosófico?

 Siglo IV, hay ya una influencia del evangelio, y el uso de él es fundamental en el
cambio de perspectiva desde el Neoplatonismo.

La perfección humana consiste, entonces, en no dejar de buscar esa perfección

mayor, lo que implicaría un constante movimiento.