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Distintos estudios han demostrado que la obtención de títulos universitarios tiene un efecto
protector contra los problemas de salud mental a lo largo de la vida. Sin embargo, el periodo
universitario es un momento particular donde los jóvenes presentan una alta prevalencia de
problemas de salud mental. Se trata, de hecho, de un periodo que coincide con el inicio de la mayor
parte de los trastornos mentales.
Durante los últimos años, las unidades de bienestar de las universidades chilenas han
detectado una demanda de atención creciente asociada a problemas de salud mental. En este
contexto, ¿qué nos dicen los datos disponibles? Las cifras internacionales permiten estimar que
alrededor del 20% de los estudiantes universitarios cumplen con los criterios de depresión mayor.
En Chile algunos estudios indican altas tasas de sintomatología ansiosa y depresiva en esta
población, particularmente entre las estudiantes mujeres, siendo incluso superiores al promedio
nacional en los grupos de edad correspondientes. Un estudio de prevalencia muestra que un 27%
de los estudiantes universitarios presenta sintomatología depresiva severa. El mismo estudio
identifica que un 10% de los estudiantes cumple con los criterios de trastorno bipolar, mientras que
el 24% presentaría un consumo problemático de alcohol y el 15% sufriría algún tipo de trastorno de
la alimentación. Asimismo, el 5% de los estudiantes presentaría un riesgo moderado a severo de
intento de suicidio. A estas cifras se agrega un uso creciente y desregulado de medicamentos -como
metilfenidato o modafinilo- para lograr mayores niveles de concentración y rendimiento en periodos
de alta demanda académica.
¿Es la sobrecarga académica la causa del problema? Sería reduccionista pensar que es el
único factor. Por un lado, las causas subyacentes varían de persona a persona, no todos los
estudiantes responden de igual modo frente a la misma carga y ciertamente no todos sus problemas
están relacionados con sus experiencias universitarias. Por otro lado, los estudiantes tienden a
buscar ayuda una vez que su rendimiento académico se ve afectado, pero a menudo sus dificultades
comienzan mucho antes y se asocian a vulnerabilidades y factores de riesgo que se arrastran desde
la adolescencia.
Por una parte, los problemas de salud mental parecen ser cada vez más frecuentes en niños
y adolescentes, lo que podría explicar la agudización de estos cuando las nuevas generaciones
ingresan al sistema de educación superior. Por otra parte, la profunda diversificación de la matrícula
universitaria durante las últimas décadas y los valiosos esfuerzos por reducir las barreras
socioeconómicas en el ingreso (por ejemplo, a través de la política de gratuidad y los cupos de
equidad) han producido un cambio importante en el perfil sociodemográfico de los estudiantes,
permitiendo la incorporación de grupos de personas que presentan un mayor riesgo a desarrollar
problemas de salud mental (en particular, mujeres e individuos provenientes de grupos más
vulnerables). Estos procesos pueden estar acompañados por la reproducción de experiencias de
desigualdad al interior de las instituciones, produciendo dificultades de adaptación de las primeras
generaciones de universitarios al nuevo contexto social que representa la vida universitaria.
Más allá de estas posibles causas, lo cierto es que los problemas de salud mental pueden
afectar a los estudiantes en cualquier momento de su carrera. Sin embargo, las primeras etapas de
la vida universitaria tienen el potencial de convertirse en un escenario clave para la prevención,
detección y tratamiento temprano de problemas que no solo afectan la vida de hoy, sino que
comprometen el bienestar de mañana. Los problemas de salud mental tienen un impacto sustancial
en el rendimiento académico, aumentan el riesgo de abandono de las carreras y actúan
insidiosamente en la percepción que las personas tienen de sí mismas y en sus relaciones sociales,
además de ser fuertes predictores de un menor rendimiento ocupacional y nivel de empleabilidad en
el futuro.
Tema:
Idea(s) principal(es):
Ideas secundarias:
Hecho(s):
Opiniones (3 mínimo):
Recordar:
- No todos los verbos en participio (aquellos que terminan en -ando, -endo, -indo; ejemplo:
corriendo, exigiendo, tomando) son casos de correferencia. Leer con atención
- No todos los “lo” son casos de correferencia
- Revisar https://www.helmuthsteil.com/uploads/9/4/2/6/9426549/correferencia.pdf para más
ejemplos de correferencia si tuvieran alguna duda (es una presentación muy completa, muchos
de los ejemplos que vimos en clases fueron extraídos de esta)