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TEBEOSFERA \ SECCIÓN

DE MIL HUMORES / 2

por ANA von REBEUR

Breve historia de las publicaciones humorísticas


argentinas (Apogeo y caída de la revista HUM® ).

LA DESOPILANTE TÍA VICENTA .

La historia del humor en la Argentina se remota a los periódicos


políticos satíricos como Caras y caretas

y El Mosquito , del siglo pasado,


que fueron un deleite de crítica política mordaz y osada.
Pero la historia de nuestro país, golpeado por dictadura
tras dictadura, siempre complicó la existencia de las
publicaciones de humor. ¿De qué se ríe uno? De lo que más le
duele. ¿Y qué puede doler más que un gobierno militar de
facto, que tortura, asesina, corrompe y roba? Los
argentinos pasamos demasiados gobiernos militares, y el
humor político, nos brindó alivio en los peores momentos.

Las revistas de humor nos brindaron un foro de encuentro


virtual a todos aquellos que nos rebelábamos ante un
presente espantoso. Vivíamos en tal opresión y temor, que
no podíamos expresarnos libremente ni ante nuestros
vecinos o compañeros de trabajo. Pero abríamos esas
maravillosas revistas de humor, y encontrábamos cantidad de
firmas inteligentes y seres ocurrentes que aligeraban la
realidad. Comprar revistas de humor se convertía en una
necesidad imperiosa, un desahogo, un alivio. Ahora que
no hay revistas de humor en la Argentina, vemos con
nostalgia aquella época en que dibujantes y redactores teníamos
un lugar adonde expresarnos libremente y un público fiel
que no dejaba de escribir cartas a la redacción, dándonos
un feedback permanente acerca de la llegada de nuestra
obra.

Entre revistas de humor liviano como Rico Tipo , de Divito, de


tiras cómicas costumbristas, como Patoruzú y Isidoro -de
Dante Quinterno-, o Mafalda de Quino, se destacó la primer
revista contemporánea de humor político: Tía Vicenta .

Tía Vicenta pareció el 20 de agosto de 1957 y se cerró con la


censura y clausura impuesta por el dictador Onganía el 17
de Julio de 1966, que se ofendió por la manera en que
Landrú lo parodiaba como una morsa de enormes bigotes.
En este período brindó nueve años de desopilantes ocurrencias
con un formato bastante revolucionario para su época: se usaron
por primera vez los fotomontajes y echó mano del humor
absurdo que tenía éxito en teatros de revistas para
aplicarlo al tema de la política argentina. Pero tal vez su
característica más original fue que así como aún hoy todos
los diarios y revistas tienen secciones fijas que siempre se
encuentran en la misma página, Tía Vicenta fue una sorpresa
cotidiana, cambiando secciones y estilos, y hasta cambiando la
cubierta para parodiar a otras revistas de moda.

Su creador, Juan Carlos Colombres, apodado Landrú, se inspiró


en su tía Cora para hacer un personaje central: una
señora mayor que cree que sabe todo y responde a
cualquier tema con gran autoridad, pero sin tener idea de
lo que está diciendo, mientras explica todo con disparates
mayúsculos. Otros personajes de Landrú eran: unas muchachas
de la alta sociedad, patéticas de tan frívolas; Rogelio, el
hombre que razonaba demasiado; el señor Porcel, un
exquisito personaje que se debatía en disquisiciones
delirantes que lo situaban en un plano distinto de realidad.

Tía Vicenta no poseía un humor corrosivo, sino casi infantil, pero


de todos modos era demasiado atrevida para esa época de
obligados silencio y eufemismos. Por Tía Vicenta pasaron
maestros de la pluma y del plumín como Oski, Sábat,
Garycochea, Faruk, Vilar, Copi, Gila, Conrado Nalé Roxlo,
Siulnas, Gius, Brascó, Quino y hasta María Elena Walsh.
Mucha de su gracia residía en burlarse de la pretendida
elegancia del argentino típico, categorizando por clase
desde comidas hasta formas de expresión, cayendo en el
paroxismo de ridiculizar al esnobismo con listados
completos de “Lo que debe decirse” y “Lo que no debe decirse”,
y abundando en superlativos como “elegantísimo” y
“bochornosísimo”en absurdas guías del savoir faire de la
alta sociedad argentina.

Su récord de ventas fue de medio millón de ejemplares en 1966.


Desde la fecha de su clausura, Landrú intentó resucitar Tía
Vicenta en dos intentos frustrados como suplemento
humorístico de periódicos.

HORTENSIA Y HUM® NOS DEVUELVEN LA RISA

Recién en agosto de 1971 llegó otra vez el humor a los


argentinos, cuando Cognini fundó la revista Hortensia en
la provincia mediterránea de Córdoba. Los cordobeses son
descendientes de andaluces, musicales, divertidos y
dicharacheros, y gozan una merecida fama de ser los
dueños del humor, siempre listos para la chanza oportuna. De
hecho, hoy día en Córdoba se concentra una enorme
cantidad de dibujantes de humor; en la ciudad cordobesa
de Río Cuarto se realiza el único encuentro nacional de
humor gráfico, y de esta provincia salieron muchos
humoristas comediantes que actualmente trabajan en Buenos
Aires. Hortensia fue un semillero de dibujantes como
Fontanarrosa y Crist entre los varones, y Marlene Pohle
(actual vicepresidenta de FECO, Federación de
Organizaciones de Cartunistas, residente en Alemania)
entre las mujeres creadoras.

Un año después, en agosto del 72, surgió en Buenos Aires la


revista Satiricón , con increíble éxito en todo el país. Satiricón se
mofaba de la dictadura, insistía en decir todo lo que la gente
temía decir y que los dictadores querían ocultar. Mezclaba
sorna con mordacidad, denuncia con ironía y era muy
valiente para llamar las cosas por su nombre. Muy lejos
del humor ingenuo de Tía Vicenta , Satiricón

fue tal vez la única revista de


humor que los lectores leían hasta la última sílaba, con
devoción, porque hasta las notas al pie tenían detalles
absolutamente hilarantes. En el interior del país, la gente se
anotaba en listas de reserva para cuando llegara la revista
en los aviones, procedente de la Capital. Fue durante
largos años el único medio gráfico que no mentía, que
llamaba a las cosas por su nombre y que nos mostraba
situaciones hilarantes en medio de una dictadura sangrienta.

En septiembre de 1974, luego de la muerte de Perón, Satiricón


fue clausurada por la viuda de Perón- una copera llamada
María Estela Martínez, que Perón había conocido en una
whiskería de Panamá, y que se hacía llamar Isabelita- y
sus siniestros consejeros, como el brujo José López Rega.
Antes de que la presidenta le ganara un juicio a la
editorial, Satiricón reapareció por un mes más, pero luego sus
dueños Oscar Blotta y Andrés Cascioli, separaron destinos y
crearon las revistas Mengano y Chaupinela
respectivamente. Ambas fueron clausuradas por la Junta
Militar en abril de 1976. Tía Vicenta volvió por pocos meses en
noviembre de 1977, pero la censura de esos años era tan
atroz, que no se podía hablar de más que unos pocos temas
muy superficiales.

Coincidiendo con el Campeonato Mundial de Fútbol de 1978,


nace la revista HUM® , o HUM® Registrado (en el lenguaje
hablado y por lo general: HUM® ) que reunió a colegas
humoristas y periodistas exiliados que regresaban de
México y España para volcar todo lo que todos querían
saber y nadie se animaba a preguntar, en páginas
rutilantes de inteligencia concentrada. También se unieron
colegas que venían desde ámbitos como el arte, el
periodismo y la publicidad, y la revista se convirtió en un
lugar de encuentro para argentinos desesperanzados, que
hallaban en sus páginas un solaz donde encontraban
verdades, denuncias, alegría y sátira sin pelos en la lengua.

Obviamente, todas estas publicaciones sufrían amenazas,


intimidaciones y juicios al por mayor, lo que no arredró a
sus creadores de seguir diciendo las cosas tal cual eran,
porque ahí residía el éxito de ventas. Existe en la ley
argentina una figura legal a la que tuvieron que apelar a
menudo los abogados defensores de los humoristas acusados de
burlarse de las autoridades de turno. En infinidad de
expedientes se explicó que las chanzas y parodias a
políticos se había realizado con animus iocandi , o sea, con
la intención de divertir, sin intención de calumniar al que
se sentía agraviado.

Desde que el primer militar subió al poder y hasta la guerra de


las Malvinas, la revista HUM® se convirtió en un referente
de la verdad en tono de solfa, por lo cual en el año y
medio de decadencia del régimen militar la revista fue
subiendo sus ventas de 100.000 ejemplares por edición a
350.000 ejemplares. Un caso inédito en la historia de la
gráfica argentina.

Pero así como la gente consumía vorazmente cada revista HUM®


que llegaba al kiosco, los dibujantes y redactores tenían
que pensar muy bien cómo hacer un chiste que pudiera
pasar ileso a través de la visión de la censura. Esto
acostumbró a los lectores a leer artículos entre líneas: los
coleccionistas de la revista HUM® tienen los ejemplares
marcados con párrafos enteros subrayados, donde destacaban la
maestría de autores de exquisita audacia y sutileza para decirlo
todo.

La sección de cartas de lectores mostró cartas de antología, con


lectores fieles llenos de ideas, que aportaban datos, corregían
opiniones y ampliaban temas de una manera ejemplar y
deliciosa de leer. Y todas las cartas de lectores publicadas
eran respondidas por la misma redacción, así que era un
ida y vuelta perpetuo entre lectores y escritores, que en
gran parte motivó la lealtad absoluta de los compradores.

Pocos años después, la revista HUM® fue creando otros


productos como la revista infantil Humi, la revista de
humor erótico Sex HUM® , la revista de cómics de
aventuras Fierro , la de diseño grafico Raf , la de deportes El
Equipo , o el periódico independiente El Periodista . De todas
ellas, la revista Fierro y Sex HUM® perduraron más tiempo,
contando con una cantidad fija de lectores fieles.

HUM ® DESDE DENTRO

La revista HUM® en su mejor época era un hervidor de gente


llena de ideas. Una vez por semana, el grupo editorial de
primera plana se reunía en un microcine del edificio para
discutir lo más importante: el tema de tapa. Y cómo
tratarlo, y cómo manejarlo tratando de saltar por encima
de los ojos de la censura.

Por lo general, en la Argentina, para los dibujantes y redactores,


ir a las editoriales a llevar los trabajos siempre fue un
incordio: a los colaboradores free lance nos miraban de
reojos, los editores desdeñaban nuestra labor para bajar
el precio de nuestras obras, o nos dicen “Estoy ocupado,
déjalo por ahí que otro día lo veo”. Por mucho tiempo,
aproximadamente hasta el año 1990, nada de esto pasó en la
revista HUM® .

Si uno llevaba algún trabajo allí, sabía que entraba a la


redacción, pero no sabía a qué hora saldría de ella. Era un
placer entrar al edificio. Uno se encontraba frente a frente
con personalidades descollantes de la literatura, el humor
y el periodismo, que no tenían problemas en quedarse
conversando durante horas acerca de la actualidad, de
ideas, proyectos, inspiraciones... Era cosa común cotidiana
encontrarse con Alejandro Dolina, Carlos Nine, Carlos Abrevaya,
Cristina Wargon, Walter
Clos, Héctor Libertella, Rodolfo Livingston, Maitena
Burundarena, María Alcobre, Patricia Breccia, y quedarse
largamente conversando con todos ellos. Nos invitaban a
participar de charlas, conferencias y congresos donde
encontrarnos nuevamente, lo cual era otra ocasión para
seguir disfrutando de charlas muy creativas. Tan divertidas
eran nuestras conversaciones de pasillo, que muchas de ellas
fueron el germen de grandes notas desopilantes que
salían publicadas. Todos nos entusiasmábamos
mutuamente: los comentarios machistas de Jorge Barale me
daban pie para descalificar sus ideas retrógradas en la revista
Sex HUM® , mientras una charla que tuve con
Abrevaya lo impulsó a hacer una saga brillantemente
delirante en la que retrucaba mi equivocada teoría del
espacio- tiempo, y una invitación a la Feria del Libro de La Plata
a tres mujeres humoristas llevó a Cristina Wargon a hacer
una nota contando los pormenores del viaje en remisse de
cuatro locas mujeres humoristas apretadas en el asiento
trasero, desternillándose de risa... Como los lectores
tenían acceso a la intimidad de la redacción y podían
enterarse así de los encuentros, desencuentros, entredichos,
disputas y reconciliaciones de los redactores y dibujantes entre
sí, se logró una complicidad absoluta entre lectores y
autores, lo que creo que también explica el rotundo y
permanente éxito de ventas de esos años.

En todas partes había grandes talentos, gente que trabajaba con


ganas, alegría, solidaridad, un clima fantástico de
creatividad y ganas de hacer las cosas bien. Hoy en día, si
alguien tienen una idea ya no se la regala a otro, como en
aquella época en que todos se decían: «¿Por qué no
escribes de esto? ¿Por qué no escribes de aquello?». En ese
momento sobraban las ideas porque sobraba la libertad
para plasmarlas. Actualmente, la obsesión con los
vaivenes económicos y la desazón con un presidente
puesto a dedo quitan espacio gráfico para deleitar al público
con notas intimistas acerca de las contras de tener piscina en la
casa de uno (una descojonante nota de Tomás Sanz) , o
de hablar de amores adolescentes. Antes, hacíamos notas
criticando a la familia política. Ahora, si no se habla de
política o de estrenos de cine y libros, no se hay tinta para
gastar.

Todos los sectores de la revista estaban diseminados en cuatro


pisos y todo el mundo subía y bajaba las escaleras. No
había sectores vedados ni oficinas cerradas: todos los
cubículos tenían las puertas abiertas de par en par, y
todos los miembros del staff circulaban libremente de un
sector a otro, mezclándose los encargados de cine (Aníbal
Vinelli) con los de rock (Víctor Pintos, o Victor Hugo
Ghitta, actual editor jefe de la Rolling Stone nacional) , los
de periodismo de investigación (Héctor Ruiz Núñez) con los
de humor erótico (Héctor García Blanco)... todos llamaban
a todos a los gritos. Llevar una nota o una tira cómica a la
redacción era un placer.

HUM ® nos dio a muchos la posibilidad de ingresar en el


mundo del humor gráfico o el periodismo por primera vez
en nuestras vidas y por la puerta grande. Sus jefes de
redacción no tenían prejuicios: la consigna era “si escribe o
dibuja bien, que entre”. Así, formaron parte del staff
figuras importante de la literatura y el periodismo actuales
junto a una abuela de 76 años que escribía en Sex HUM®
(María Elena Togno) y un jovencito como Sergio
Paskowski que luego cosechó un importante premio literario.
Además de ser una usina de ideas, en HUM® los redactores jefe
hacían escuela, y no escatimaban consejos a la hora de instruir a
los nuevos colaboradores acerca de cómo mejorar el
estilo.

Yo entré a trabajar en HUM® porque tuve la suerte de conocer a


Horacio Altuna y Juan Giménez – dibujantes argentinos
residentes en Sitges, España- que me sugirieron que
mostrara mis dibujos en la revista aprovechando que
llevaba un original de Juan que sería tapa de la revista
Fierro . Yo venía de trabajar como fondista de cómics en el
taller Nippur IV, que producía tiras que se publicaban en DC
Cómics de Nueva York. Yo me encargaba de traducirlas al
inglés y de llevarlas a la editorial en Manhattan. Cuando
entré a HUM® , el editor vio mis trabajos y me contrató
para hacer una historieta quincenal de una página en Sex
HUM® . Un cambio de un jefe de arte por otro
particularmente misógino demoró enormemente mi carrera como
dibujante, pero redundó en otros beneficios impensados.
Dado que no publicaba más dibujos, ingresé como
columnista permanente en Sex HUM® , y años después,
también en HUM®. Sólo mucho tiempo después pude
ilustrar mis propias notas de humor, y en 1995, la misma
editorial de la revista me publicó mis dos primeros libros
de humor, Los hombres vienen flojos y Chistes Feministas
, que iniciaron una serie de diez libros de humor, el último
publicado el año pasado. El contratiempo de haber sido
censurada por un colega me convirtió en una de las pocas
humoristas gráficas que dibujan a la vez que escriben, algo
que también hicieron Landrú, Siulnas y Fontanarrosa. Y me
permitió combinar con el dibujo trabajos como redactora
de contenidos de internet, entrevistadora y cronista de
viajes en todos los grandes diarios y revistas argentinos, y
algunos del exterior.

Fue una gran experiencia haber trabajado en una revista best


seller, donde todo lo que salía publicado era la comidilla
de los medios al día siguiente.. Fue genial saber que
podías llegar a la mesa del editor, proponerle un tema,
una investigación, un proyecto, y que siempre te dijera:
«Adelante, hazlo y tráemelo en cuanto lo tengas listo».En los 14
años seguidos que trabajé en las dos revistas, me sentí con total
libertad de expresarme como quisiera, sabiendo que casi todos
los temas propuestos serían publicados.

Pero como todo tiene su fin, en 1996 empezaron los problemas


en la revista: hubo demoras en los pagos, despidos de
personal, censura previa (no me dejaron hablar del aborto
ni de la despenalización de la droga, los dos grandes
temas tabú) , y hubo tanto cambio de personal que nos
vimos rodeados de caras temerosas y disgustadas. De repente
los cubículos comenzaron a vaciarse, la gente hablaba en
susurros para que no escuchara el editor, que pasó de ser
un aliado a convertirse en el enemigo. La revista perdió el
rumbo editorial y, una vez más, se le echó la culpa a la
crisis y a que el público no compraba la publicación.

¿Qué estaba pasando?

EL FIN DE HUM®

Lo que precipitó el fin de HUM® fue una combinación de factores


externos y desatinos de la editorial.

En primer lugar, la revista que había sido el órgano de


resistencia a la Dictadura, con el advenimiento de la
democrac 0 ia ya no tenía razón de ser. El mismo tipo de
denuncias que antes sólo podían leerse en HUM® , ya
aparecerían en todos los diarios, en especial en el diario
Página 12 , creado a fines de los ochenta, con un estilo de
denuncia irónica que se parecía demasiado al de la revista.
Los grandes intelectos de la revista, al comprobar que cobrar
sus notas se convertía en una quimera o en juicios al editor, se
fueron del staff rumbo a caminos propios; algunos en
diarios, otros en televisión, otros como productores
periodísticos, otros como novelistas, ilustradores o
conductores de radio.

Los nuevos autores, sin el incentivo de cobrar puntualmente a


fin de mes como en los buenos tiempos, no se esmeraban
tanto en la factura de sus trabajos, ni eran en sí tan
brillantes como las firmas que habían partido. La revista,
además, achicó la cantidad de páginas y su contenido no
era el mismo que el de los buenos tiempos. Costaba mucho
que aceptaran una buena nota de denuncia, porque no había
presupuesto para pagarla, entonces uno acababa
ofreciéndola a otros medios que sí la publicaban. A mí
personalmente me rechazaron la historia de las
sobrefacturaciones millonarias gestadas por Gostanián, amigo y
financista del presidente Menem, en la Casa de Moneda, nota
que luego fue publicada por Página 12 y que tuvo
repercusión internacional.

Además, incurrieron en errores garrafales como mostrar en tapa


un tema fuerte, que en el interior no era tratado a fondo.
Las notas eran cada vez más irrelevantes, y lejos de dar
primicias, sólo mostraban la opinión de columnistas acerca
de primicias publicadas en otros medios. Como en esos
años se puso de moda el periodismo de investigación acerca
de los errores de la dictadura militar, se machacaba con esos
temas y se dejó muy de lado la ironía y el humor, que era
lo que el público esperaba de la revista.

Se intentó darle un viso de modernidad con páginas ecológicas


bien hechas, pero que no tenían nada que ver con la línea
editorial original, y finalmente la revista se convirtió en
otra cosa: era pesada, triste y muy poco hilarante. El
clima imperante en la redacción, de nervios puros, se
reflejaba en cada página. La otrora audaz y elegante Sex
HUM® se convirtió en un pasquín porno, y pasó de ser una
publicación unisex que hasta organizaba fiestas anuales a las
que invitaba a sus lectores, a convertirse en un producto
estilo Interviú , que coqueteaba con lo sado-maso y para
público exclusivamente masculino. Un error garrafal, ya
que se sabe que las mayores compradoras de revistas son
las mujeres.

Pero, básicamente, el fin de la dictadura fue el fin de HUM®. Con


la llegada de la democracia a la Argentina, el clima de distensión
total y cualquier diario o revista podía hablar de lo que antes
sólo hablaba HUM®. Ya no había censura ni amenazas por
decir la verdad. Y HUM® , sin poder recuperara su estilo
jaranero, se había quedado sin seguidores. Los antiguos
lectores decían: «¿Para qué voy a comprar la revista HUM®
? ¿Para deprimirme? ¡Para información general compro el
diario que es más barato! La revista ya no me hace reír!»

Las viejas reuniones casi afectivas del staff se convirtieron en


audiencias con abogados y reuniones con el síndico y los
contadores: la empresa estaba quebrada y con deudas
millonarias al fisco. Muchos sabemos que jamás podremos
cobrar los retiros de tantos años de aportes en concepto
de jubilación que nos fueron devengados del sueldo, pero que
el editor no liquidaba a la Caja de Jubilaciones.

En el año 1997, HUM® publicó su último número. Unos meses


después, un ex colega de Cascioli se inventó un engendro
pseudo humorístico llamado La Murga , para divertimento
de sus dos hijos ya grandecitos, que dejaron un tendal de
deudas impagas entre todos los ex dibujantes de HUM®
que corrieron a colaborar con la nueva revista, pensando
que La Murga sería una nueva HUM® . Desde Marzo de
2002 el ex editor de HUM® intenta poner su talento en un
nuevo tabloide quincenal que publica Editorial Perfil. Se
llama El Cacerolazo y lo hizo pensando en hacer eco de la
indignación generalizada de un pueblo estafado por el Estado y
las instituciones bancarias. Para ello se valió de un
presupuesto ínfimo y empleados en situación de riesgo de
una editorial con problemas económicos graves. Otra vez
se le augura corta vida a este nuevo tabloide que repite el
error del pasado de confundir información de actualidad
con revista de humor, y que no hace ni una cosa ni la otra:
no hace reír ni informa a fondo. Informar con picardía fue la
exitosa tarea de Satiricón y HUM® en plena dictadura,
cuando la censura imperante las convertía en sendos
booms editoriales...¡Había tanto para decir! Ahora nadie se
arriesga a decir nada y el papel está demasiado caro como
para jugarse a hacer algo nuevo.

En un país sin publicaciones humorísticas, sus habitantes siguen


esperando que salga algo escrito que los haga reír un poco. Por
ahora, sólo un par de comediantes teatrales como Enrique
Pinti o Nito Artaza colman las butacas con sus chistes
políticos. Y otro humoristas se las ingenian para publicar
revistas de humor estilo fanzines de bajo costo, que se
pagan con los anunciantes, pero de tiradas ínfimas, como
son El Garrotazo en Buenos Aires, Salta la Risa en Salta,
Mbarigüí en Misiones, o Panza Verde en la provincia de
Entre Ríos.

Tal vez si algún editor recordara lo bien que le fue a la pionera


Tía Vicenta - que no intentaba hacer sesudos análisis
políticos, sino mofarse de todo-, podría animarse a crear
un revista de humor que pueda convertirse en un nuevo
suceso. Pero cuesta creer que funcione bien una
publicación nueva sin el esplendoroso equipo creativo de antaño.
Si bien es cierto que el humor de Tía Vicenta hoy es
totalmente infantil al lado del humor despiadado que
creció en la revista HUM® , también creo que los
argentinos del nuevo milenio están demasiado duros y
preocupados como para poder reírse de algo. Antes deberíamos
aflojarnos un poco, sacarnos la corbata y disipar los
insoportables humos de superioridad que hacen que una
derrota futbolística en el Mundial de Fútbol de Japón sea
tratada por los medios como una tragedia nacional, con
tanto temas mas graves que nos acongojan. Tal vez cuando
podamos ver las cosas con cierta perspectiva más madura y
menos trágica, y podamos distinguir lo banal de lo
importante y a esto de lo urgente, podamos empezar a
reírnos un poco de nosotros mismos y de la vida.

Mientas tanto, la revista HUM® es un entrañable recuerdo con


triste final, de una época en que –aunque es odioso decirlo– la
censura y la dictadura ayudaron a que exista un humor de
primer nivel.

Tal vez no sea casual que los más brillantes exponentes


del humor gráfico provienen de países con grandes
conflictos políticos, enormes maquinarias de censura y
poca experiencia democrática como Rumania, Letonia, Ucrania,
Turquía, China y Rusia. Dicen que la dificultad es la madre
del ingenio, y no me queda más remedio que creer que es
rigurosamente cierto. La censura, por más aberrante que
sea en cualquier país, termina agudizando el intelecto,
lleva a pensar resoluciones originales del chiste, rechaza el
chiste fácil y ayuda a desarrollar el humorismo en su más plena
potencia.

Ana von Rebeur es periodista, escritora,


conferenciante, dibujante humorística y presidenta de FECO
Argentina. Se inició en la revista HUM® , donde trabajó
durante 11 años seguidos, hasta su cierre. Es autora de más diez
libros de humor, entre ellos: Chistes Feministas
(Planeta, 2001), No me pisen que ando en ojotas (Planeta,
2001). En los últimos años ha sido reconocida con el Award
of Success del Aydin Dogan Vakfi , Turquía, con la Mención
de Honor del Festival Yomiuri Yimbun de Japón, y con un
Bronze Prize en el 1st FreeCartoonsWeb International de China.
Actualmente publica textos y dibujos humorísticos en
revistas de Argentina, Irán e India. Ana se halla localizable en
www.anavonrebeur.com.ar

VÍNCULOS:

El humor gráfico argentino en la última década del s. XX, por


Diego Puglisi
El gran Oski, por Federico Reggiani
Oski, por Kloster

Artículo de Ana von Rebeur sobre las mujeres en los cómics.

[ Edición para Tebeosfera 021005 ]

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