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Cuarenta y tres personas murieron entre 2006 y 2009, atropelladas por el tren que
conduce el carbón extraído por la Drummond de la concesión de “La Loma”, en el
Departamento del Cesar, hasta el puerto ubicado en las inmediaciones de Ciénaga.
Así lo denunció Noticias Uno, el pasado domingo, haciéndose eco de la voz de los
habitantes de la región, afectados de muchas maneras por la “prosperidad” que trae
la minería.
Cada vez está más claro que la locomotora minera nos deja pocos beneficios a
cambio de la destrucción de ecosistemas terrestres y acuáticos, la inutilización de
varias de las mejores tierras del país, el deterioro de la salud de la población y hasta
la pérdida de vidas.
La experta Tatiana Rodríguez, de Censat Agua – Viva, sintetizaba hace poco la larga
lista de irregularidades que acompañan el frenesí minero de los últimos gobiernos,
destacándose los siguientes aspectos:
La cifra que recibe anualmente el país por concepto de regalías es tan irrisoria, que
es menor incluso que la que se percibe por canon superficiario. Así en 2009 se
recaudaron 1,9 billones de pesos por regalías, mientras que solamente el canon
superficiario debió ser de 2,8 billones de pesos.
La puerta giratoria entre directivos de empresas mineras y los más altos cargos de la
institucionalidad ambiental y minera debe ser prohibida por inmoral. La
“responsabilidad social empresarial” ha servido como herramienta para ocultar la
oposición a la implantación de megaproyectos mineros o, incluso, para chantajear y
comprar comunidades que se resisten a los mismos. Esta figura debe ser limitada y
vigilada públicamente.
Por estos días numerosos son los analistas que presentan diversos aspectos de la
problemática causada por la minería, en una verdadera avalancha de argumentos
que sin embargo poco conmueven a las autoridades y frente a los cuales el
Presidente – maquinista guarda cómplice silencio. Son relevantes los análisis de la
bióloga Sandra Villardy sobre el impacto del derrame de carbón en los “fondos
blandos” del ecosistema marino2 y los de Mario Valencia3 y Álvaro Pardo4 sobre el
carácter leonino, del contrato con Drumond.
Como si todo lo anterior fuera poco Colombia ha tenido que pagar 60.000 millones
de pesos a la compañía carbonera mencionada, en cumplimiento de un fallo arbitral
de la Cámara de Comercio de París. Los hechos traen a la memoria los más crudos
relatos de los enclaves coloniales y neocoloniales del siglo XIX y las primeras
décadas del XX. Invitan a releer “Las venas abiertas de América Latina”.
El problema sin embargo es: ¿Qué hacer? ¿Cómo se moviliza la sociedad civil para
frenar la máquina de destrucción que se ha instalado en el país con la complicidad
del Gobierno “Nacional”?.