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MÉXICO.
SUMARIO: I. Presentación. II. A manera de introducción. III. La potestad punitiva del estado y sus
manifestaciones en el derecho penal. IV. Breve aproximación conceptual de política criminal. V. El
populismo punitivo: concepto. VI. El discurso Populista. VII. El Populismo punitivo como parte de la
política criminal en México. VIII. El rol de los medios de comunicación ante el populismo punitivo. IX. El
populismo punitivo como forma de criminalizar a los pobres y los excluidos. X. A manera de conclusión.
RESUMEN.
Algunos tratadistas han definido conceptualmente al populismo punitivo como una tendencia de las
autoridades estatales de realizar acciones rápidas y eficientes, materializadas en reformas penales
mediante la vía expedita con el fin de brindar una respuesta aparente a la percepción de inseguridad por
parte de la sociedad y el supuesto crecimiento de los fenómenos delictivos.
Ante ese panorama, el presente trabajo de investigación tiene como finalidad realizar un breve análisis
sobre el Populismo Punitivo como parte de la Política Criminal utilizada en México en los últimos años,
apoyada en la idea de que tenemos un país inseguro, que hay que actuar con mano dura y que la única
forma de hacerlo es el endurecimiento de las penas, la tipificación de más delitos y de privar de la libertad
a cuanta persona se considere necesario, violentando así uno de los principios fundamentales del Derecho
Penal: el de mínima intervención.
Bajo ese contexto, el artículo propone hacer una crítica a lo que se conoce como populismo punitivo
desde la perspectiva de la política criminal.
Palabras clave: Seguridad. Fenómeno delincuencial. Poder punitivo. Populismo punitivo. Política
criminal.
I. Presentación:
C Omo es bien sabido, por ser un hecho de dominio público, que en las últimas
dos décadas las políticas criminales en México han estado encaminadas al
endurecimiento de penas, bajo la premisa de la prevención y contención del
fenómeno delincuencial.
Se tiene la creencia que, a través del ejercicio legislativo punitivo, los problemas de
inseguridad por los que atraviesa el país se verán altamente reducidos, ignorando
totalmente que la solución para terminar con los altos índices delincuenciales no es el
endurecimiento de penas sino una verdadera educación y rehabilitación del grueso de
la población y el restablecimiento del tejido social.
Esta situación ha desatado aún mayor violencia, así como violaciones graves a los
derechos humanos en la que se observa una falta de rendición de cuentas conforme a
los estándares internacionales.
Aunque se dijeron conscientes de los serios desafíos que enfrenta México en materia
de seguridad, criminalidad y violencia. Sin embargo, pidieron al Congreso de la
Unión para que no extienda la prisión preventiva automática, sino que elimine dicha
figura de la Constitución y de las leyes2.
Por tanto, el objeto principal de estas páginas será, como su título indica, ofrecer una
aproximación personal a los problemas que trae consigo el populismo punitivo y
evidenciar por qué su fracaso del como política criminal en México.
2 Cfr. Opiniones aprobadas por el Grupo de Trabajo de la ONU sobre la Detención Arbitraria en su 81º período de
sesiones (17 a 26 de abril de 2018) Documento consultable para su consulta en internet en el siguiente link:
https://www.ohchr.org/Documents/Issues/Detention/Opinions/Session81/A_HRC_WGAD_2018_1.pdf
delincuencial, se ha valido durante muchos años –y cada vez con más frecuencia– de
medidas represivas alimentadas por la demagogia de la inseguridad y el miedo, pues
las cuestiones del control del delito están rodeadas por un discurso altamente politizado
y populista3.
Se trata pues de una manera que parece valorar, principalmente, el beneficio político y
la reacción de la opinión pública por encima del punto de vista de los expertos y las
evidencias de las investigaciones.
Ese mismo autor señala que las reglas actuales de la actividad política aseguran que
los gobiernos y las legislaturas sean altamente sensibles a las preocupaciones públicas,
especialmente en lo que se refiere al sentimiento de que los delincuentes no son
suficientemente castigados o que los individuos peligrosos no son adecuadamente
controlados, y existe una gran presión dirigida a que se tomen medidas que expresen y
alivien estas preocupaciones5.
3 A manera de ejemplo, véase el discurso del presidente de la mesa directiva del Senado de la República después de
ser aprobada la reforma al Artículo 19 de la Constitución mediante la cual se tipifican como delitos graves ilícitos
como el huachicoleo, el fraude electoral, la corrupción, el feminicidio y otros. Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=4Yl8j49-7MU
4 Vid. Garland, David. La cultura del control, Barcelona, Gedisa, 2005.
5 Ídem p. 283.
6 Entendida esta como la creación de tipos penales y el aumento de los ya existentes.
Por ello, a continuación, intentaré dar argumentos en apoyo a la afirmación según la
cual sostiene que existe un déficit en la producción de decisiones y acciones frente a las
políticas de control del delito.
En términos sencillos, la potestad punitiva o ius puniendi del Estado se puede entender
como un poder de naturaleza política dirigido intencionalmente a sancionar conductas
tipificadas como delitos, cuya titularidad corresponde al Estado en defensa de la
sociedad que se contiene y racionaliza a través del derecho penal.
Sin que pase inadvertido que uno de los planteamientos del derecho penal, propio de
los Estados sociales y democráticos de Derecho, consiste en propugnar por un derecho
penal de mínima intervención, en donde los principios que guían la sanción sean los de
proporcionalidad, necesidad y razonabilidad de la pena8.
Ahora bien, con base en ello, nadie repara en reconocer que el Estado es a quien le
atañe proteger a las personas frente a la agresión dirigida contra sus bienes jurídicos,
así como preservar las instituciones democráticas. De ahí que se afirme que el combate
a la delincuencia es tarea del Estado, a través de instrumentos como el derecho penal,
con observancia de las condiciones que caracterizan a un Estado de Derecho9.
7 Para una mejor comprensión del tema de la expansión del Derecho Penal, se recomienda consultar SILVA
SÁNCHEZ, J.M., La expansión del derecho penal. Aspectos de la política-criminal en las sociedades postindustriales,
1° edición, Cuadernos Civitas, Madrid, 1999.
8 Cfr. Guzmán Moya, Daniela Alejandra. ”El populismo punitivo: una mirada en Colombia”. Cuadernos de Ciencias
para la protección y garantía de los derechos humanos. Ese conjunto de reglas que definen el ámbito del poder y lo
subordinan a los derechos y atributos inherentes a la dignidad humana es lo que configura el estado de derecho.
ataques más graves que los dañen o pongan en peligro. Lo contrario conduciría al
ejercicio abusivo del poder punitivo del Estado10.
Adviértase que con el presente trabajo no pretendo hacer un estudio minucioso del
sentido, contenido y alcances del concepto de política criminal, sin embargo, podríamos
definirla como una disciplina que se ocupa de las formas o medios a poner
en práctica por el Estado para una eficaz lucha contra el fenómeno delincuencial, y a
cuyo efecto se auxilia de los aportes de otras ramas, disciplinas y ciencias,
fundamentalmente con el Derecho penal y la Criminología.
En ese sentido, la Política Criminal debe accionar teniendo en cuenta los diversos
momentos que conforman el fenómeno criminal, de ahí que deba atender el “antes”, el
“durante” y el “después” de la producción de la actividad delictiva, pues solo de esta
manera puede tener un carácter totalizador e integral.
10
Así lo sostiene la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el Caso Kimel Vs. Argentina, Sentencia del 2 de
mayo de 2008 (Fondo, Reparaciones y Costas), Serie C, núm. 177, párrafo 76.
Otros tratadistas, consideran que por política criminal puede entenderse la política
respecto del fenómeno criminal y en ella se pueden distinguir dos niveles:
La política criminal hace parte del control social ejercido por el Estado y tiene relación
con el poder de este, para determinar los lineamientos de reproche y sanción de
determinados comportamientos del ser humano. El carácter social del Estado no solo lo
legitima para intervenir, sino que lo obliga a intervenir en los procesos sociales en
general y en la solución de los conflictos en particular. En este sentido, el Estado debe
desarrollar una política social que conduzca a su prevención o solución por vías de
disuasión o en último término, optar por definirlo como criminal.
11 Cfr. Artículo “Política Criminal (México y Chile)”, en coautoría con el Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales
Marco Antonio Medina Ramírez (Chile), Reforma Judicial. Revista Mexicana de Justicia, México, 2011, IIJ-UNAM,
Julio-diciembre, Número 18, pp. 163-214.
12 Vid. Zipf, Heinz. Introducción a la política criminal, pp. 3-4. Citado por Muñoz Tejada, Julián Andrés. “Populismo
punitivo y una “verdad” construida”. Nuevo Foro Penal, No. 72, enero-junio 2009.
V. El populismo punitivo.
1. Concepto.
Por su parte Eduardo Jorge Prats14, sostiene que, por lo que ve a la expresión
populismo penal ha sido popularizada por el jurista francés Denis Salas. Con ella se
alude a la estrategia que despliegan los actores políticos y del sistema penal cuando
hay problemas de inseguridad ciudadana y que consiste en calmar el clamor popular
mediante apelaciones al aumento de las penas, el endurecimiento de los castigos y una
serie de leyes que posteriormente, a la hora de la implementación, no tienen un impacto
real en la prevención y disminución del delito.
De ahí que el populismo punitivo15 se considere una práctica engañosa que hace ver a
las personas una efectividad que realmente no existe, buscando generar una sensación
13 Por ejemplo, Antón-Mellón, J. A., Álvarez, G. y Rothstein, P. A. (2017). Populismo punitivo en España (1995-2015):
presión mediática y reformas legislativas. Revista Española de Ciencia Política, 43, 13-36. Consultable en:
http://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/120915/1/671764.pdf
14 Vid. Jorge Prats, Eduardo, “Populismo Penal”. Publicado el 30 junio, 2006, en Hoy Digital. Disponible para
Para ese mismo autor17, el populismo penal es anti garantista porque propugna por la
disminución de las garantías; es maniqueo porque orienta al combate de la criminalidad
como cruzada contra el mal; es panpenalismo porque considera al Derecho Penal como
remedio de todos los males sociales, como sanalotodo social; y es simbólico y
demagógico porque sólo crea la ilusión de que soluciona los problemas vía la
intervención penal. En resumen, los populistas penales se presentan como
abanderados de la seguridad ciudadana.
De todas las definiciones que se han construido alrededor del concepto de populismo
punitivo, Whanda Fernández León propone aquella que lo cataloga como “la doctrina
política que se proclama defensora de los intereses y aspiraciones del pueblo, el
populismo punitivo ha penetrado con fuerza arrolladora en los espacios de la justicia y
so pretexto de sosegar los efectos de la inseguridad ciudadana y de la poca confianza
en la efectividad del aparato judicial, ha logrado expandir el derecho penal, desquiciar el
sistema de juzgamiento, socavar el espíritu garantista de las normas y acomodarlo a
interpretaciones arbitrarias y restrictivas, ostensibles en la actuación de un amplio
sector de fiscales y en las desconcertantes providencias de algunos jueces y
magistrados”18, pero que en el fondo implica una alianza demagógica para crear en la
conciencia ciudadana la necesidad de aplicar medidas extremas de “mano dura” y
“tolerancia cero” contra los infractores, aun en delitos de menor impacto, a sabiendas de
que son respuestas eufemísticas, viscerales, basadas en sondeos no confiables, que
lejos de disminuir la tasa delincuencial, la incrementan de manera incontrolable.
16
Guzmán Moya, Daniela Alejandra. El Populismo Punitivo. Op. Cit.
17 Cfr. Prats, Eduardo Jorge. “Los peligros del populismo penal”.
18 Cfr. Fernández León, Whanda. Populismo punitivo. Ámbito Jurídico. Consultado en: https://goo.gl/XSqYq7
En ese sentido, para Elena Larrauri Pijoan19 “los motivos por lo que existe el fenómeno
de populismo punitivo tiene que ver sin duda con numerosos cambios sociales. Así por
ejemplo, señala como factores claves la existencia de inseguridades globales, la
necesidad de un enemigo común en sociedades fragmentadas y nuevas ideas
filosóficas que enfatizan la responsabilidad individual por encima de la responsabilidad
social.”
Para otro sector de autores20, estas medidas pueden consistir en la creación de nuevas
figuras delictivas o en el agravamiento de las penas en el caso de figuras delictivas ya
existentes. Estas iniciativas se identifican con campañas de “ley y orden”, en donde los
expertos aparecen como objeto de sospecha y las decisiones legales resultan
fuertemente influidas por los medios de comunicación aquello a lo que se denomina
opinión pública. Este tipo de reacciones, normalmente aparecen asociadas a los
movimientos neoconservadores y neoliberales, y a políticas de “mano dura”. La función
de esta ideología es ocultar la situación real y mantener la ilusión de que el legislador es
el pueblo.
19 Cfr. Larrauri, Laura. “Populismo punitivo... y cómo resistirlo”. En Jueces para la democracia, Nº 55, 2006, págs. 15-
22, consultable en: https://www.academia.edu/9812655/Populismo_Punitivo
20Cfr. Frontalini Rekers, Romina. “Populismo y Castigo Penal”. Consultable en:
http://www.pensamientopenal.com.ar/doctrina/34815-populismo-y-castigo-penal
Al respecto Alberto M. Binder21 explica que esto ha provocado el fenómeno conocido
como “inflación penal”. Este fenómeno de ampliación de la cantidad de las leyes
penales, de perdida de orientación de la legislación penal y de perdida también de su
capacidad comunicativa es complejo y no resiste una sólo explicación. En primer lugar,
el recurrir a la amenaza del uso de la violencia es una figura retórica que esconde la
poca predisposición de tomarse en serio la solución de un problema. Muchas
cuestiones que perfectamente se pueden solucionar con otro mecanismo de
intervención en conflictos si esos mecanismos son solucionados o perfeccionados, se
las hace ingresar al sistema penal para evitar tener que afrontar la tarea de crear o
perfeccionar esos mecanismos. Hoy, en consecuencia, una de las formas de mantener
al sistema penal en un estado de ineficacia es, justamente, la inflación penal.
Finalmente, para muchos sectores políticos es, por otra parte, una forma sencilla de
demagogia política; reemplaza la responsabilidad y capacidad de buscar solucionar con
el golpe airado sobre la mesa que promete castigar y encarcelar a todo el mundo,
aunque a los pocos meses uno pueda demostrar que nada de eso ha ocurrido y ni
siquiera se han tomado las medidas más elementales para poner en marcha el
programa punitivo. Atrás de esto se encuentran conductas muy profundas del presente,
es lo que llamamos las “industrias del miedo”.
Para casi la mayoría de los sectores doctrinales el “populismo punitivo” viene creando
desde algunas décadas un escenario vital para su expansión, la injerencia ilimitada de
la función punitiva del Estado en espacios sociales, haciendo del derecho penal un
instrumento de comunicación política y un espejismo peligroso para el enfrentamiento
del fenómeno criminal22.
Así, el demagogo populista construye su discurso a partir del miedo con pequeñas y
permanentes dosis que van minando las bases de la democracia sólida. Un amplio
sector de los medios de comunicación se pliega a esta estrategia, alimentada por el
fenómeno de la justicia penal desviada, como táctica para generar titulares, lectura,
rating, consenso y reacciones sobre sus audiencias.
23 Para una comprensión más amplia del tema del tema, véase: “El Discurso Populista en la Intervención Punitiva: Un
Análisis Político-Criminal”. Tesis Doctoral que presentó el Doctorando Henrique Abi-Ackel Torres para la obtención
del Grado de Doctor en Derecho por la Universidad de Sevilla.
24 Cfr. Antón-Mellón, J. A., Álvarez, G. y Rothstein, P. A. (2017). Populismo punitivo en España (1995-2015): presión
A nadie le quepa dudad que los medios de comunicación se utilizan como una
herramienta crucial para el populismo punitivo. Como se ha puesto de manifiesto en las
anteriores líneas, es innegable, y más aun actualmente gracias al auge y relativamente
fácil acceso a Internet y a las redes sociales, que los medios de comunicación, como
poseedores de la información, ostentan un gran poder, y que ese poder puede ser, en
cierto modo, político. Influyen en la toma de decisiones, forma opinión pública, crea
presión hacia el resto de los poderes. Son el centro de la crítica a la política criminal.
Por tanto, resulta innegable que el populismo punitivo va de la mano con los medios de
comunicación, ya que estos exacerban, cuantifican y trasmiten información que no
cumple con la realidad; de igual manera como lo explica Zaffaroni en su texto de la
cuestión criminal, los medios de comunicación son instrumentos de los poderosos y
pueden moldear masas para que aquellos proyectos de ley que desequilibran, lo que
sería un sistema jurídico armónico propio de un Estado social y democrático de
derecho, adquieran mayor fuerza y los políticos tengan popularidad y favoritismo.
25
Cfr. Roxin, Claus. Problemas Actuales de la Política Criminal. Incluido en la obra colectiva: “Problemas
Fundamentales de Política Criminal y Derecho Penal”. Díaz Aranda, Enrique (editor). Universidad Nacional Autónoma
de México, Primera reimpresión: 2002, pags. 87-99.
conseguido llegar a eliminar a la criminalidad y ni siquiera alcanzar su marginación;
tampoco existe acuerdo sobre el camino razonable para reducirla.
Ese mismo autor señala que las tendencias de la política criminal cambian como la
moda. Por una parte existe en un primer plano el esfuerzo por la reintegración social del
autor; por otra, se busca hacer frente a la criminalidad mediante la firmeza y la
disuasión. También sostiene que, de momento se extiende esta segunda tendencia, la
cual se erige en todo el mundo como un medio para dar popularidad a los políticos,
pues partiendo de un conocimiento profano resulta creíble que el endurecimiento de las
penas disminuye la criminalidad.
Por consiguiente, con semejante política se pueden ganar votos y al mismo tiempo
demostrar firmeza. También en Alemania, donde la pena privativa de la libertad ha
retrocedido ampliamente –sólo el cinco por ciento de todas las penas se cumplen como
pena privativa de libertad– resuena la llamada hacia la construcción de nuevas
prisiones; contra eso, una medida afable de resocialización, como es la remuneración
del trabajo en prisión, sólo puede conseguirse paso a paso por nuestro tribunal
constitucional en contra de la tenaz resistencia de los políticos.
Desde mi punto de vista, las penas rigurosas –sobre todo las privativas de libertad– son
en algunos casos imprescindibles para los delitos de mayor impacto y que laceran a la
sociedad; pero no son un medio de reacción adecuado en contra de la criminalidad
pequeña y mediana, la cual es numéricamente preponderante.
En este aspecto han sido muy puntuales los aportes realizados por Roxin cuando
señala que: las penas no son de ninguna manera un medio adecuado para luchar
contra la criminalidad. Considera que la prevención es más efectiva que la pena.
Debido a lo reseñado, resulta sostenible que un sistema penal que se vale del
populismo punitivo activa y perpetúa una criminalización selectiva en base a
estereotipos donde los segmentos sociales más pobres y excluidos resultan ser los
sospechosos habituales.
Ello es así porque las víctimas preferidas del populismo penal son los más pobres
porque son los más vulnerables y los más excluidos. Y esto es lógico y natural: el
sistema penal reproduce las desigualdades del sistema social y las repotencia, por lo
que las consecuencias prácticas de la política criminal la sienten principalmente los
marginados y los excluidos sociales, aquellos que, por su condición socioeconómica,
son estereotipados como delincuentes peligrosos. Se es peligroso y, por ende, culpable
porque se es pobre.
X. A manera de conclusión.
Como pudo haber constado el lector, en los últimos años nuestro país evidentemente
ha vivido una situación de inseguridad ciudadana, con serios problemas en temas de
acceso a la justicia e impunidad.
Sin embargo, como también lo revelan los esbozos críticos que anteceden, la verdadera
contención al fenómeno criminal serán sin duda las medidas sociales, antes que
penales, como la educación, empleo, estabilidad económica, disminución de la
desigualdad, asistencia en salud, reinserción social y garantías de los derechos
fundamentales. El Estado debe más medidas sociales antes que penales frente a la
delincuencia.
Los gobiernos deben centrarse y destinar planes de educación reales para todos
inclusivos, en los que no existan ninguna distinción social o discriminación, sino de
oportunidades para todos teniendo en cuenta que una población educada y con
mejores oportunidades en gran parte disminuiría la delincuencia.
Lo anterior, porque las estadísticas disponibles dan cuenta de que no por el hecho de
generar más legislación punitiva se reduce el fenómeno delincuencial de un país.
Arteaga Botello, Nelson. Seguridad privada y populismo punitivo en México. Quivera. Revista de
Estudios Territoriales, disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=40170113
Arrieta Ruiz, Yeraldin. Populismo punitivo y Derecho Penal Simbólico. Inciso, pags. 37-45.
Alan Castillo, David A. Populismo punitivo y el derecho penal como instrumento de comunicación
política. La configuración de un nuevo modelo de intervención penal. Revista Actualidad Penal,
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Guzmán Moya, Daniela Alejandra. El populismo punitivo: una mirada en Colombia”. Cuadernos
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http://revistas.usbbog.edu.co/index.php/criterios/article/view/2569
Jorge Prats, Eduardo, Populismo Penal. Publicado el 30 junio, 2006, en Hoy Digital. Disponible
para consulta en: http://hoy.com.do/populismo-penal/
Larrauri, Laura. Populismo punitivo... y cómo resistirlo. En Jueces para la democracia, Nº 55,
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Muñoz Tejada, Julián Andrés. Populismo punitivo y una “verdad” construida. Nuevo Foro Penal,
No. 72, Enero-Junio 2009.
Medina Ramírez, Marco Antonio Política Criminal (México y Chile). Reforma Judicial. Revista
Mexicana de Justicia, México, 2011, IIJ-UNAM, Julio-Diciembre, Número 18, pp. 163-214.
SILVA SÁNCHEZ, J.M., La expansión del derecho penal. Aspectos de la política-criminal en las
sociedades postindustriales, 1° edición, Cuadernos Civitas, Madrid, 1999.