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EL POPULISMO PUNITIVO Y SU FRACASO DEL COMO POLÍTICA CRIMINAL EN

MÉXICO.

Gabriela Rendón Ramírez

SUMARIO: I. Presentación. II. A manera de introducción. III. La potestad punitiva del estado y sus
manifestaciones en el derecho penal. IV. Breve aproximación conceptual de política criminal. V. El
populismo punitivo: concepto. VI. El discurso Populista. VII. El Populismo punitivo como parte de la
política criminal en México. VIII. El rol de los medios de comunicación ante el populismo punitivo. IX. El
populismo punitivo como forma de criminalizar a los pobres y los excluidos. X. A manera de conclusión.

RESUMEN.

Algunos tratadistas han definido conceptualmente al populismo punitivo como una tendencia de las
autoridades estatales de realizar acciones rápidas y eficientes, materializadas en reformas penales
mediante la vía expedita con el fin de brindar una respuesta aparente a la percepción de inseguridad por
parte de la sociedad y el supuesto crecimiento de los fenómenos delictivos.

Ante ese panorama, el presente trabajo de investigación tiene como finalidad realizar un breve análisis
sobre el Populismo Punitivo como parte de la Política Criminal utilizada en México en los últimos años,
apoyada en la idea de que tenemos un país inseguro, que hay que actuar con mano dura y que la única
forma de hacerlo es el endurecimiento de las penas, la tipificación de más delitos y de privar de la libertad
a cuanta persona se considere necesario, violentando así uno de los principios fundamentales del Derecho
Penal: el de mínima intervención.

Bajo ese contexto, el artículo propone hacer una crítica a lo que se conoce como populismo punitivo
desde la perspectiva de la política criminal.

Palabras clave: Seguridad. Fenómeno delincuencial. Poder punitivo. Populismo punitivo. Política
criminal.
I. Presentación:

C Omo es bien sabido, por ser un hecho de dominio público, que en las últimas
dos décadas las políticas criminales en México han estado encaminadas al
endurecimiento de penas, bajo la premisa de la prevención y contención del
fenómeno delincuencial.

Se tiene la creencia que, a través del ejercicio legislativo punitivo, los problemas de
inseguridad por los que atraviesa el país se verán altamente reducidos, ignorando
totalmente que la solución para terminar con los altos índices delincuenciales no es el
endurecimiento de penas sino una verdadera educación y rehabilitación del grueso de
la población y el restablecimiento del tejido social.

Según el informe denominado: Situación de los derechos humanos en México1, durante


el gobierno del expresidente Felipe Calderón y el inicio en el 2006 de la llamada “guerra
contra el narcotráfico”, las graves situaciones de violencia en México aumentaron hasta
alcanzar niveles alarmantes, incluyendo la consecuente pérdida de más de cien mil
personas, miles de desapariciones y un contexto que ha provocado el desplazamiento
de miles de personas en el país. Como respuesta al incremento de la violencia, las
autoridades han optado por aumentar el rol de las Fuerzas Armadas en tareas de
seguridad pública, incluyendo una política de confrontación contra el crimen organizado
y el despliegue de operativos conjuntos entre las fuerzas armadas y las instituciones de
seguridad estatal y municipal.

Esta situación ha desatado aún mayor violencia, así como violaciones graves a los
derechos humanos en la que se observa una falta de rendición de cuentas conforme a
los estándares internacionales.

Dicho escenario es el que ha servido de sustento a los gobernantes a fin de generar


una etapa de expansión punitiva, pues es ahí donde el populismo toma su fuerza al
momento que tenemos una normativa muy represiva y una sociedad castigadora, pues
para este tipo de ideologías ninguna pena va a ser suficiente, por ende su actitud frente

1 Consultable de forma íntegra en: http://www.oas.org/es/cidh/multimedia/2016/mexico/mexico.html


a los delitos cambia haciéndose más punitiva, llegando a influir muchas veces en la
justicia.

Lo anterior, a pesar de que expertos de derechos humanos de la ONU insten a México


a abstenerse de expandir los fundamentos legales que han permitido la violación de
derechos humanos.

En enero de 2018, el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de la ONU adoptó


una opinión en la que invitó al Gobierno a derogar las normas constitucionales y legales
que ordenan la prisión preventiva automática, por considerar que ellas son contrarias al
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Aunque se dijeron conscientes de los serios desafíos que enfrenta México en materia
de seguridad, criminalidad y violencia. Sin embargo, pidieron al Congreso de la
Unión para que no extienda la prisión preventiva automática, sino que elimine dicha
figura de la Constitución y de las leyes2.

Por ende, es momento de pensar jurídicamente que la solución para reducir la


delincuencia no es endurecer las penas ni incrementar los delitos, sino revertir las
condiciones de olvido y marginación en que se tiene a la mayor parte de la ciudadanía,
a fin de reestablecer la paz social y generar un contexto que satisfaga las necesidades
más prioritarias de toda persona.

Por tanto, el objeto principal de estas páginas será, como su título indica, ofrecer una
aproximación personal a los problemas que trae consigo el populismo punitivo y
evidenciar por qué su fracaso del como política criminal en México.

II. A manera de introducción.

Como lo indican la mayoría de los doctrinarios expertos en el tema, la legislación penal


en los países de América Latina, sobre todo en México, vive el peor momento; la
experiencia nos revela que el poder del Estado, a fin de contener el fenómeno

2 Cfr. Opiniones aprobadas por el Grupo de Trabajo de la ONU sobre la Detención Arbitraria en su 81º período de
sesiones (17 a 26 de abril de 2018) Documento consultable para su consulta en internet en el siguiente link:
https://www.ohchr.org/Documents/Issues/Detention/Opinions/Session81/A_HRC_WGAD_2018_1.pdf
delincuencial, se ha valido durante muchos años –y cada vez con más frecuencia– de
medidas represivas alimentadas por la demagogia de la inseguridad y el miedo, pues
las cuestiones del control del delito están rodeadas por un discurso altamente politizado
y populista3.

Se trata pues de una manera que parece valorar, principalmente, el beneficio político y
la reacción de la opinión pública por encima del punto de vista de los expertos y las
evidencias de las investigaciones.

En la actualidad es posible observar aquello que Garland4 ha definido como


“criminología del otro”, la cual es utilizada para demonizar al delincuente, expresar los
miedos e indignaciones populares y promover el apoyo al castigo estatal. En ese
sentido, la justicia penal es ahora más vulnerable a los cambios de estado de ánimo del
público o a la reacción política. Se instituyen rápidamente nuevas leyes y políticas
públicas sin consultar previamente a los profesionales de la justicia penal y se ha
reducido considerablemente el control experto de la agenda de políticas públicas.

Ese mismo autor señala que las reglas actuales de la actividad política aseguran que
los gobiernos y las legislaturas sean altamente sensibles a las preocupaciones públicas,
especialmente en lo que se refiere al sentimiento de que los delincuentes no son
suficientemente castigados o que los individuos peligrosos no son adecuadamente
controlados, y existe una gran presión dirigida a que se tomen medidas que expresen y
alivien estas preocupaciones5.

En suma, ese estado de cosas ha generado la tendencia a una legislación penal


expansiva6 que resulta criticables tanto desde perspectivas de eficacia preventiva, como
desde la óptica del principio de Estado de Derecho7.

3 A manera de ejemplo, véase el discurso del presidente de la mesa directiva del Senado de la República después de
ser aprobada la reforma al Artículo 19 de la Constitución mediante la cual se tipifican como delitos graves ilícitos
como el huachicoleo, el fraude electoral, la corrupción, el feminicidio y otros. Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=4Yl8j49-7MU
4 Vid. Garland, David. La cultura del control, Barcelona, Gedisa, 2005.
5 Ídem p. 283.
6 Entendida esta como la creación de tipos penales y el aumento de los ya existentes.
Por ello, a continuación, intentaré dar argumentos en apoyo a la afirmación según la
cual sostiene que existe un déficit en la producción de decisiones y acciones frente a las
políticas de control del delito.

III. La potestad punitiva del estado y sus manifestaciones en el derecho penal.

En términos sencillos, la potestad punitiva o ius puniendi del Estado se puede entender
como un poder de naturaleza política dirigido intencionalmente a sancionar conductas
tipificadas como delitos, cuya titularidad corresponde al Estado en defensa de la
sociedad que se contiene y racionaliza a través del derecho penal.

Sin que pase inadvertido que uno de los planteamientos del derecho penal, propio de
los Estados sociales y democráticos de Derecho, consiste en propugnar por un derecho
penal de mínima intervención, en donde los principios que guían la sanción sean los de
proporcionalidad, necesidad y razonabilidad de la pena8.

Ahora bien, con base en ello, nadie repara en reconocer que el Estado es a quien le
atañe proteger a las personas frente a la agresión dirigida contra sus bienes jurídicos,
así como preservar las instituciones democráticas. De ahí que se afirme que el combate
a la delincuencia es tarea del Estado, a través de instrumentos como el derecho penal,
con observancia de las condiciones que caracterizan a un Estado de Derecho9.

Sin embargo, en una sociedad democrática el poder punitivo sólo se ejerce en la


medida estrictamente necesaria para proteger los bienes jurídicos fundamentales de los

7 Para una mejor comprensión del tema de la expansión del Derecho Penal, se recomienda consultar SILVA
SÁNCHEZ, J.M., La expansión del derecho penal. Aspectos de la política-criminal en las sociedades postindustriales,
1° edición, Cuadernos Civitas, Madrid, 1999.
8 Cfr. Guzmán Moya, Daniela Alejandra. ”El populismo punitivo: una mirada en Colombia”. Cuadernos de Ciencias

Jurídicas y Política Internacional. Disponible para su consulta en:


http://revistas.usbbog.edu.co/index.php/criterios/article/view/2569
9 Esto supone que el ejercicio del poder debe sujetarse a ciertas reglas, las cuales deben comprender mecanismos

para la protección y garantía de los derechos humanos. Ese conjunto de reglas que definen el ámbito del poder y lo
subordinan a los derechos y atributos inherentes a la dignidad humana es lo que configura el estado de derecho.
ataques más graves que los dañen o pongan en peligro. Lo contrario conduciría al
ejercicio abusivo del poder punitivo del Estado10.

IV. Breve aproximación conceptual de política criminal.

Adviértase que con el presente trabajo no pretendo hacer un estudio minucioso del
sentido, contenido y alcances del concepto de política criminal, sin embargo, podríamos
definirla como una disciplina que se ocupa de las formas o medios a poner
en práctica por el Estado para una eficaz lucha contra el fenómeno delincuencial, y a
cuyo efecto se auxilia de los aportes de otras ramas, disciplinas y ciencias,
fundamentalmente con el Derecho penal y la Criminología.

Se trata pues de la reacción del Estado frente al fenómeno criminal y la estrategia a


adoptar frente a la delincuencia, a través de un conjunto de respuestas que un Estado
estima necesario adoptar para hacerle frente a conductas consideradas reprochables o
causantes de perjuicio social con el fin de garantizar la protección de los intereses
esenciales del Estado y de los derechos de los residentes en el territorio bajo su
jurisdicción. Dicho conjunto de respuestas puede ser de la más variada índole. Aquí nos
interesa la de índole legislativo penal.

En ese sentido, la Política Criminal debe accionar teniendo en cuenta los diversos
momentos que conforman el fenómeno criminal, de ahí que deba atender el “antes”, el
“durante” y el “después” de la producción de la actividad delictiva, pues solo de esta
manera puede tener un carácter totalizador e integral.

Tradicionalmente en nuestro país, la política criminal se ha entendido como el conjunto


de herramientas utilizadas por el Estado para prevenir y reprimir la criminalidad. Así
mismo, se ha afirmado que la política criminal es el poder de definir los procesos
criminales dentro de la sociedad y por tanto de dirigir y organizar el sistema social con
relación a la cuestión criminal.

10
Así lo sostiene la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el Caso Kimel Vs. Argentina, Sentencia del 2 de
mayo de 2008 (Fondo, Reparaciones y Costas), Serie C, núm. 177, párrafo 76.
Otros tratadistas, consideran que por política criminal puede entenderse la política
respecto del fenómeno criminal y en ella se pueden distinguir dos niveles:

El primero de ellos se refiere a la política criminal en sentido estricto, relacionado al


ámbito de acción del sistema de justicia penal. Este último es un instrumento de control
y disuasión y debe contribuir a mantener la paz y el orden y propender por la tutela de
los derechos humanos con miras al logro de un desarrollo económico y social
equitativo. El segundo nivel, se refiere al sistema de control social.

La política criminal hace parte del control social ejercido por el Estado y tiene relación
con el poder de este, para determinar los lineamientos de reproche y sanción de
determinados comportamientos del ser humano. El carácter social del Estado no solo lo
legitima para intervenir, sino que lo obliga a intervenir en los procesos sociales en
general y en la solución de los conflictos en particular. En este sentido, el Estado debe
desarrollar una política social que conduzca a su prevención o solución por vías de
disuasión o en último término, optar por definirlo como criminal.

En ese sentido, la política criminal, no es más que un capítulo de la política general


integral, sólo que, referido a un ámbito individualizado y concreto de ella, que se ocupa
de hacer frente al fenómeno delincuencial, tanto mediante la represión como de la
prevención del delito11.

En conclusión, la política-criminal puede definirse brevemente como obtención y


realización de criterios directivos en el ámbito de la justicia criminal12 a fin de ejercer “el
poder en relación con el fenómeno criminal.

11 Cfr. Artículo “Política Criminal (México y Chile)”, en coautoría con el Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales
Marco Antonio Medina Ramírez (Chile), Reforma Judicial. Revista Mexicana de Justicia, México, 2011, IIJ-UNAM,
Julio-diciembre, Número 18, pp. 163-214.
12 Vid. Zipf, Heinz. Introducción a la política criminal, pp. 3-4. Citado por Muñoz Tejada, Julián Andrés. “Populismo

punitivo y una “verdad” construida”. Nuevo Foro Penal, No. 72, enero-junio 2009.
V. El populismo punitivo.

1. Concepto.

Primeramente, antes de comenzar la exposición del análisis de las cuestiones de las


que vamos a ocuparnos en el presente trabajo, es preciso efectuar un análisis –aunque
sea breve– de lo que denominamos populismo punitivo.

Para un sector de académicos13, el término populismo punitivo fue acuñado por A.


Bottoms, para conceptualizar el uso del derecho penal que realizan los gobernantes con
el fin de obtener ganancias electorales, asumiendo política y acríticamente que el
agravamiento e incremento de las penas reducirán el delito y salvaguardarán el
consenso moral existente en la sociedad.

Por su parte Eduardo Jorge Prats14, sostiene que, por lo que ve a la expresión
populismo penal ha sido popularizada por el jurista francés Denis Salas. Con ella se
alude a la estrategia que despliegan los actores políticos y del sistema penal cuando
hay problemas de inseguridad ciudadana y que consiste en calmar el clamor popular
mediante apelaciones al aumento de las penas, el endurecimiento de los castigos y una
serie de leyes que posteriormente, a la hora de la implementación, no tienen un impacto
real en la prevención y disminución del delito.

El binomio riesgo-inseguridad y, por tanto, la aversión al riesgo con la consiguiente


aspiración a la seguridad hace que los individuos reclamen de manera creciente del
Estado la prevención frente al riesgo y la provisión de seguridad.

De ahí que el populismo punitivo15 se considere una práctica engañosa que hace ver a
las personas una efectividad que realmente no existe, buscando generar una sensación

13 Por ejemplo, Antón-Mellón, J. A., Álvarez, G. y Rothstein, P. A. (2017). Populismo punitivo en España (1995-2015):
presión mediática y reformas legislativas. Revista Española de Ciencia Política, 43, 13-36. Consultable en:
http://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/120915/1/671764.pdf
14 Vid. Jorge Prats, Eduardo, “Populismo Penal”. Publicado el 30 junio, 2006, en Hoy Digital. Disponible para

consulta en: http://hoy.com.do/populismo-penal/


15 Una explicación más detallada sobre la relación entre el populismo punitivo y derecho penal véase: Arrieta Ruiz,

Yeraldin. “Populismo punitivo y Derecho Penal Simbólico”. Inciso, pags. 37-45.


de bienestar y seguridad en la sociedad; es una herramienta de acceso o de
mantenimiento del poder, que solo crea expectativas y nunca resultados, ya que lo que
se busca es adquirir una sensación de justicia debido a que en ésta, como diría
Garland, “las ansiedades de este tipo se combinan a menudo con la ira y el
resentimiento y cuando se las experimenta en masa, pueden suministrar la base
emocional para leyes vengativas y castigos expresivos”16.

Para ese mismo autor17, el populismo penal es anti garantista porque propugna por la
disminución de las garantías; es maniqueo porque orienta al combate de la criminalidad
como cruzada contra el mal; es panpenalismo porque considera al Derecho Penal como
remedio de todos los males sociales, como sanalotodo social; y es simbólico y
demagógico porque sólo crea la ilusión de que soluciona los problemas vía la
intervención penal. En resumen, los populistas penales se presentan como
abanderados de la seguridad ciudadana.

De todas las definiciones que se han construido alrededor del concepto de populismo
punitivo, Whanda Fernández León propone aquella que lo cataloga como “la doctrina
política que se proclama defensora de los intereses y aspiraciones del pueblo, el
populismo punitivo ha penetrado con fuerza arrolladora en los espacios de la justicia y
so pretexto de sosegar los efectos de la inseguridad ciudadana y de la poca confianza
en la efectividad del aparato judicial, ha logrado expandir el derecho penal, desquiciar el
sistema de juzgamiento, socavar el espíritu garantista de las normas y acomodarlo a
interpretaciones arbitrarias y restrictivas, ostensibles en la actuación de un amplio
sector de fiscales y en las desconcertantes providencias de algunos jueces y
magistrados”18, pero que en el fondo implica una alianza demagógica para crear en la
conciencia ciudadana la necesidad de aplicar medidas extremas de “mano dura” y
“tolerancia cero” contra los infractores, aun en delitos de menor impacto, a sabiendas de
que son respuestas eufemísticas, viscerales, basadas en sondeos no confiables, que
lejos de disminuir la tasa delincuencial, la incrementan de manera incontrolable.

16
Guzmán Moya, Daniela Alejandra. El Populismo Punitivo. Op. Cit.
17 Cfr. Prats, Eduardo Jorge. “Los peligros del populismo penal”.
18 Cfr. Fernández León, Whanda. Populismo punitivo. Ámbito Jurídico. Consultado en: https://goo.gl/XSqYq7
En ese sentido, para Elena Larrauri Pijoan19 “los motivos por lo que existe el fenómeno
de populismo punitivo tiene que ver sin duda con numerosos cambios sociales. Así por
ejemplo, señala como factores claves la existencia de inseguridades globales, la
necesidad de un enemigo común en sociedades fragmentadas y nuevas ideas
filosóficas que enfatizan la responsabilidad individual por encima de la responsabilidad
social.”

Así, el populismo punitivo puede definirse como un conjunto de medidas legislativas de


corte penal que privilegian las demandas mayoritarias expresadas por la opinión
pública, las víctimas y los sectores sociales que se identifican como potenciales
víctimas, por sobre los límites normativos consagrados en las constituciones liberales.
Se distingue de otras formas de uso del poder punitivo por adoptar como meta el apoyo
electoral que se deriva de privilegiar los intereses y opiniones de algunos grupos en
detrimento de las garantías de quienes resultan destinatarios de la aplicación de las
penas.

Para otro sector de autores20, estas medidas pueden consistir en la creación de nuevas
figuras delictivas o en el agravamiento de las penas en el caso de figuras delictivas ya
existentes. Estas iniciativas se identifican con campañas de “ley y orden”, en donde los
expertos aparecen como objeto de sospecha y las decisiones legales resultan
fuertemente influidas por los medios de comunicación aquello a lo que se denomina
opinión pública. Este tipo de reacciones, normalmente aparecen asociadas a los
movimientos neoconservadores y neoliberales, y a políticas de “mano dura”. La función
de esta ideología es ocultar la situación real y mantener la ilusión de que el legislador es
el pueblo.

19 Cfr. Larrauri, Laura. “Populismo punitivo... y cómo resistirlo”. En Jueces para la democracia, Nº 55, 2006, págs. 15-
22, consultable en: https://www.academia.edu/9812655/Populismo_Punitivo
20Cfr. Frontalini Rekers, Romina. “Populismo y Castigo Penal”. Consultable en:
http://www.pensamientopenal.com.ar/doctrina/34815-populismo-y-castigo-penal
Al respecto Alberto M. Binder21 explica que esto ha provocado el fenómeno conocido
como “inflación penal”. Este fenómeno de ampliación de la cantidad de las leyes
penales, de perdida de orientación de la legislación penal y de perdida también de su
capacidad comunicativa es complejo y no resiste una sólo explicación. En primer lugar,
el recurrir a la amenaza del uso de la violencia es una figura retórica que esconde la
poca predisposición de tomarse en serio la solución de un problema. Muchas
cuestiones que perfectamente se pueden solucionar con otro mecanismo de
intervención en conflictos si esos mecanismos son solucionados o perfeccionados, se
las hace ingresar al sistema penal para evitar tener que afrontar la tarea de crear o
perfeccionar esos mecanismos. Hoy, en consecuencia, una de las formas de mantener
al sistema penal en un estado de ineficacia es, justamente, la inflación penal.

Finalmente, para muchos sectores políticos es, por otra parte, una forma sencilla de
demagogia política; reemplaza la responsabilidad y capacidad de buscar solucionar con
el golpe airado sobre la mesa que promete castigar y encarcelar a todo el mundo,
aunque a los pocos meses uno pueda demostrar que nada de eso ha ocurrido y ni
siquiera se han tomado las medidas más elementales para poner en marcha el
programa punitivo. Atrás de esto se encuentran conductas muy profundas del presente,
es lo que llamamos las “industrias del miedo”.

VI. El discurso Populista.

Para casi la mayoría de los sectores doctrinales el “populismo punitivo” viene creando
desde algunas décadas un escenario vital para su expansión, la injerencia ilimitada de
la función punitiva del Estado en espacios sociales, haciendo del derecho penal un
instrumento de comunicación política y un espejismo peligroso para el enfrentamiento
del fenómeno criminal22.

21Véase Ponencia “Tensiones Político-Criminales en el Proceso Penal” presentada en el II Encuentro


Interamericano: Red del Programa de Formación de Capacitadores para la Reforma Procesal Penal, Colombia 14 de
noviembre 2008. Consultable en: tensionespoliticocriminales_binder.pdf
22
Vid. Alan Castillo, David A. “Populismo punitivo y el derecho penal como instrumento de comunicación política. La
configuración de un nuevo modelo de intervención penal”. Revista Actualidad Penal, Sección: Criminología-Política
Criminal, Setiembre 2016 / Número 27 / Año 3, pág. 361.
De ahí que el discurso populista en la intervención punitiva busque exactamente
sosegar los efectos de la inseguridad ciudadana y de la poca confianza de la sociedad
en la efectividad del aparato estatal, expandiendo el derecho penal y, legislando con
prisa, acomoda interpretaciones arbitrarias y restrictivas de derechos y garantías, en
una clara subversión de la proporcionalidad necesaria entre efectividad y el contenido
de Derechos fundamentales propia del Estado de Derecho23.

Así, el demagogo populista construye su discurso a partir del miedo con pequeñas y
permanentes dosis que van minando las bases de la democracia sólida. Un amplio
sector de los medios de comunicación se pliega a esta estrategia, alimentada por el
fenómeno de la justicia penal desviada, como táctica para generar titulares, lectura,
rating, consenso y reacciones sobre sus audiencias.

En suma, se trata pues de una operación ideológica, manipuladora y reaccionaria que


pretende sostener el mito del gobierno del pueblo por el pueblo y ocultar las razones
estructurales de los problemas sociales, desde un enfoque autoritario y
neoconservador. Despolitizando las problemáticas sociales, el enfoque populista
punitivo adopta unos criterios tecnocráticos de máxima eficacia, penalizadores y
judicializadores, que solo tienen en cuenta los efectos velando las causas.
Atribuyéndose al derecho penal un carácter mágico y balsámico que, obviamente, no
tiene y reforzando el statu quo social y económico existente24.

VII. El Populismo punitivo como parte de la política criminal en México.

Ciertamente, una de las preocupaciones centrales que actualmente se plantea en la


sociedad mexicana es la necesidad de contener ciertas actividades delictivas que han
lacerado por mucho tiempo a nuestro país, me refiero a dos fenómenos criminales en
particular: el narcotráfico, la corrupción y más recientemente el robo de hidrocarburos,
sobre todo ahora que estamos inmersos en un proceso de cambio de régimen de

23 Para una comprensión más amplia del tema del tema, véase: “El Discurso Populista en la Intervención Punitiva: Un
Análisis Político-Criminal”. Tesis Doctoral que presentó el Doctorando Henrique Abi-Ackel Torres para la obtención
del Grado de Doctor en Derecho por la Universidad de Sevilla.
24 Cfr. Antón-Mellón, J. A., Álvarez, G. y Rothstein, P. A. (2017). Populismo punitivo en España (1995-2015): presión

mediática y reformas legislativas. Op. Cit. Pág. 7.


gobierno que tiene como objetivos primordiales el acabar con la corrupción y la
impunidad que reina en la cultura mexicana.

Ante ese panorama y no obstante las notables carencias de seguridad pública, en


México se prolifera el discurso que se apoya en la promesa de que con el aumento en
las penas y la tipificación de nuevos tipos penales se contendrá la criminalidad, con
fundamento en argumentos materialmente persuasivos, pero inadecuados frente a los
principios penales de un Estado social y democrático de derecho. Lo cual no es más
que aprovecharse de la desesperación del pueblo por obtener paz, seguridad y
tranquilidad.

VIII. El rol de los medios de comunicación ante el populismo punitivo.

A nadie le quepa dudad que los medios de comunicación se utilizan como una
herramienta crucial para el populismo punitivo. Como se ha puesto de manifiesto en las
anteriores líneas, es innegable, y más aun actualmente gracias al auge y relativamente
fácil acceso a Internet y a las redes sociales, que los medios de comunicación, como
poseedores de la información, ostentan un gran poder, y que ese poder puede ser, en
cierto modo, político. Influyen en la toma de decisiones, forma opinión pública, crea
presión hacia el resto de los poderes. Son el centro de la crítica a la política criminal.

Lo anterior permite sostener que los medios de comunicación constituyen un


instrumento de poder que influye sobre la población pues tienen un papel clave en la
creación de una opinión punitivista en la ciudadanía, que percibe el fenómeno del delito
con una alarma desproporcionada, y eso crea sentimientos negativos de venganza. Los
medios omiten deliberadamente información sobre otros delitos a los que quieren dar
menos importancia, o utilizan expresiones dialécticas que le quitan gravedad al asunto
(por ejemplo, en el caso de la violencia de género), pero dan información excesiva y
repetitiva sobre casos a los que se les puede sacar partido económica y políticamente,
creando así enemigos públicos ficticios.
La opinión generalizada de la población con respecto al delito, previamente manipulada
por los medios, da justificación e incluso apoyo a otras medidas represivas del poder,
especialmente en el ámbito penal. Estas medidas represivas suelen incidir
especialmente sobre los sectores más desfavorecidos de la población, pero al haber
sido deshumanizados previamente por los medios, la población es inmune a su
sufrimiento.

Por tanto, resulta innegable que el populismo punitivo va de la mano con los medios de
comunicación, ya que estos exacerban, cuantifican y trasmiten información que no
cumple con la realidad; de igual manera como lo explica Zaffaroni en su texto de la
cuestión criminal, los medios de comunicación son instrumentos de los poderosos y
pueden moldear masas para que aquellos proyectos de ley que desequilibran, lo que
sería un sistema jurídico armónico propio de un Estado social y democrático de
derecho, adquieran mayor fuerza y los políticos tengan popularidad y favoritismo.

IX. El populismo punitivo como forma de criminalizar.

Como ya se ha dado cuenta, hoy es popular políticamente promover iniciativas de


endurecimiento punitivo y son muchos los ejemplos a respecto. Siempre que hay un
determinado delito que causa consternación a la sociedad, son diversos los
movimientos dirigidos a un endurecimiento concreto. Hay una verdadera
instrumentalización del fenómeno criminal a través de la comunicación despreocupada
con las consecuencias políticas de los dramas cotidianos, acabando por introducir una
nueva cultura político-criminal especialmente en el ámbito legislativo.

Para el reconocido penalista Alemán Claus Roxin25, la criminalidad es un problema de


todas las sociedades. Ello explica la internacionalización de la ciencia penal. Sin
embargo, pese a la larga experiencia con ese fenómeno, en ninguna parte se ha

25
Cfr. Roxin, Claus. Problemas Actuales de la Política Criminal. Incluido en la obra colectiva: “Problemas
Fundamentales de Política Criminal y Derecho Penal”. Díaz Aranda, Enrique (editor). Universidad Nacional Autónoma
de México, Primera reimpresión: 2002, pags. 87-99.
conseguido llegar a eliminar a la criminalidad y ni siquiera alcanzar su marginación;
tampoco existe acuerdo sobre el camino razonable para reducirla.

Ese mismo autor señala que las tendencias de la política criminal cambian como la
moda. Por una parte existe en un primer plano el esfuerzo por la reintegración social del
autor; por otra, se busca hacer frente a la criminalidad mediante la firmeza y la
disuasión. También sostiene que, de momento se extiende esta segunda tendencia, la
cual se erige en todo el mundo como un medio para dar popularidad a los políticos,
pues partiendo de un conocimiento profano resulta creíble que el endurecimiento de las
penas disminuye la criminalidad.

Por consiguiente, con semejante política se pueden ganar votos y al mismo tiempo
demostrar firmeza. También en Alemania, donde la pena privativa de la libertad ha
retrocedido ampliamente –sólo el cinco por ciento de todas las penas se cumplen como
pena privativa de libertad– resuena la llamada hacia la construcción de nuevas
prisiones; contra eso, una medida afable de resocialización, como es la remuneración
del trabajo en prisión, sólo puede conseguirse paso a paso por nuestro tribunal
constitucional en contra de la tenaz resistencia de los políticos.

Desde mi punto de vista, las penas rigurosas –sobre todo las privativas de libertad– son
en algunos casos imprescindibles para los delitos de mayor impacto y que laceran a la
sociedad; pero no son un medio de reacción adecuado en contra de la criminalidad
pequeña y mediana, la cual es numéricamente preponderante.

En este aspecto han sido muy puntuales los aportes realizados por Roxin cuando
señala que: las penas no son de ninguna manera un medio adecuado para luchar
contra la criminalidad. Considera que la prevención es más efectiva que la pena.

Debido a lo reseñado, resulta sostenible que un sistema penal que se vale del
populismo punitivo activa y perpetúa una criminalización selectiva en base a
estereotipos donde los segmentos sociales más pobres y excluidos resultan ser los
sospechosos habituales.
Ello es así porque las víctimas preferidas del populismo penal son los más pobres
porque son los más vulnerables y los más excluidos. Y esto es lógico y natural: el
sistema penal reproduce las desigualdades del sistema social y las repotencia, por lo
que las consecuencias prácticas de la política criminal la sienten principalmente los
marginados y los excluidos sociales, aquellos que, por su condición socioeconómica,
son estereotipados como delincuentes peligrosos. Se es peligroso y, por ende, culpable
porque se es pobre.

X. A manera de conclusión.

Como pudo haber constado el lector, en los últimos años nuestro país evidentemente
ha vivido una situación de inseguridad ciudadana, con serios problemas en temas de
acceso a la justicia e impunidad.

Sin embargo, como también lo revelan los esbozos críticos que anteceden, la verdadera
contención al fenómeno criminal serán sin duda las medidas sociales, antes que
penales, como la educación, empleo, estabilidad económica, disminución de la
desigualdad, asistencia en salud, reinserción social y garantías de los derechos
fundamentales. El Estado debe más medidas sociales antes que penales frente a la
delincuencia.

Los gobiernos deben centrarse y destinar planes de educación reales para todos
inclusivos, en los que no existan ninguna distinción social o discriminación, sino de
oportunidades para todos teniendo en cuenta que una población educada y con
mejores oportunidades en gran parte disminuiría la delincuencia.

Lo anterior, porque las estadísticas disponibles dan cuenta de que no por el hecho de
generar más legislación punitiva se reduce el fenómeno delincuencial de un país.

En suma, el Estado debe crear planes de seguridad en el que el tema de seguridad no


sea solo un discurso político, sino que verdaderamente busquen la disminución del
índice delincuencial y que en México se pueda en paz y tranquilidad.
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