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LA RELIGIOSIDAD COMO FACTOR PROTECTOR EN

SALUD MENTAL

UNA REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA

IGNACIO JAVIER FUENZALIDA SALAS

Octubre de 2010

RANCAGUA – CHILE
Tabla de Contenidos

1. Introducción 9
1.1. Introducción 9
1.2. Objetivos de la Investigación 12
1.2.1. Objetivo General 12
1.2.2. Objetivos Específicos 12
1.3. Justificación de la Investigación 13
2. Conceptos Básicos 15
2.1 Religión 15
2.2 Espiritualidad 18
2.3 Visiones contradictorias 19
2.4 Religiosidad 20
2.5 Salud Mental 21
2.6 Relaciones entre conceptos 22
3. Breve Sinopsis Histórica de la Relación entre Religión y Salud Mental 25
3.1 Breves Antecedentes Históricos 25
3.2 El Quiebre 26
3.3 Visiones negativas de la religión en la salud mental durante el siglo XX 28
3.4 Intentos de integración 29
4. Investigación en Salud Mental y Religión: Teorías Relacionadas 31
4.1 Enfoque Epidemiológico 31
4.2 Hipótesis Biopsicosociales 33
4.3 Modelos teóricos integrativos 34
4.3.1 Modelo supresor 35
4.3.2 Modelo disuasorio de la angustia 36
4.3.3 Modelo preventivo 37
4.3.3 Modelo moderador 38
4.3.4 Modelo de efectos sobre la salud 39
5. Desafíos Actuales de la Investigación 40
5.1 Medición de la religiosidad 40
5.2 Diferencias etarias y de género 42
6. Algunas Relaciones Entre Religión y Psicoterapia 44
6.1 Relaciones entre terapia y religión 45
6.2 Estrategias de intervención 46
6.3 Particularidades en la relación terapeuta paciente 47
6.4 Catolicismo y terapia 49
7. Afrontamiento y Religiosidad 52
7.1 Ajuste religioso 53
7.2 Estilos religiosos de afrontamiento 54
7.2.2 Aplazamiento 54
7.3 Diferencias individuales del afrontamiento religioso 55
7.4 Disminución de estrés 55
7.2 Implicaciones 55
8. Trastornos Mentales y Religiosidad 57
8.1 Trastornos psicóticos y religiosidad 57
8.1.1 Fenómenos de posesión y esquizofrenia 58
8.1.2 Efectos de la religiosidad en la sintomatología sicótica 59
8.2 Religiosidad y ansiedad 60
8.2.1 Investigaciones 60
8.3 Religiosidad y abuso de sustancias 62
8.3.1 Consumo de sustancias y religiosidad en jóvenes 63
8.3.2 Relación entre consumo de sustancias y religiosidad en adultos 64
8.3.4 Tipo de afiliación religiosa y consumo de sustancias 65
9. Análisis 68
9.1 Alcances, Potencialidades y Limitaciones 70
10. Conclusiones 77
Referencias 80
Índice de ilustraciones y cuadros

Figura 1. Modelo Supresor 35

Figura 2. Modelo Disuasorio de la Angustia 36

Figura 3. Modelo Preventivo 37

Figura 4. Modelo Moderador 38

Figura 5. Modelo de Efectos sobre la Salud 39

iv
Resumen

Esta investigación, en forma de revisión bibliográfica, busca dar cuenta de la posible

relevancia de la religiosidad como factor protector en salud mental.

Para ello, intenta conocer y relacionar de qué manera se ha comprobado o se puede

comprobar que la religiosidad es un factor protector en salud mental. Junto con esto,

pretende describir la naturaleza de esta relación, enunciando y tratando de analizar de

alguna manera, la posible conexión entre religiosidad y salud mental, sus alcances,

potencialidades y limitaciones.

En este trabajo se revisan aspectos teóricos y empíricos sobre temáticas que

relacionan religiosidad y salud mental, como también aplicaciones y consecuencias de la

religiosidad en problemáticas y tópicos relacionados con la psicología clínica.

v
Abstract

The goal of this paper is finding a link between religiosity and mental health, using a

literature review approach.

In order to do so, it analizes other works that have tried to establish and test

religiosity as a protecting factor for mental health. Additionaly, the paper describes the

nature of this relationship, listing and describing the conection between religiosity and

mental health, as well as its scope, potential, and limitations.

The paper reviews theoretical and empirical aspects of the link between religiosity

and mental health, and its applications and consequences in problems and issues related

to the clinical pshycology.

vi
1. Introducción

1.1. Introducción

La religión ha sido uno de los fenómenos más poderosos en toda la historia humana,

Eliade (1969) plantea incluso, que la religiosidad es una condición innata del hombre.

Agregando a esto que la mayoría de la población mundial practica algún culto de tipo

religioso o expresa algún tipo de inquietud espiritual en algún momento de su vida

(Nesweek, 2005, citado en Moreira, Lotufo y Koenig, 2006) llama la atención que hasta

hace muy poco estos temas no estuviesen incluidos en los currículos de carreras

universitarias relacionadas con la salud mental y física (Barnet, 2002).

Esto se debe al alejamiento entre la ciencia y la religión, sobre todo en los últimos

dos siglos, originado por complejos procesos sociales, los cuales han provocado en el

campo de la salud mental una disociación entre lo religioso y lo científico, produciéndose

con ello, tensiones entre ambos mundos, llegando incluso a competir acerca de qué

esfera sería la llamada a ocuparse de los temas relacionados con el sentido de la vida o

de la muerte, o sobre problemáticas relacionadas con transiciones durante el ciclo vital.

En un mundo progresivamente secularizado, el psicoterapeuta pasa a ser el dispensador

del sentido que fue históricamente una tarea de rabinos o sacerdotes (Florenzano, 2010).

Para Koenig (1998) todo lo anterior ha llevado a un desconocimiento generalizado entre

los profesionales de la salud mental, de la relación entre la religiosidad y sus efectos en la

salud mental de las personas.

Este distanciamiento ha ido disminuyendo paulatinamente en los últimos 20 años,

gracias al aumento significativo de estudios que se han abocado a investigar la relación

entre la religiosidad y la salud mental (Moreira, Lotufo y Koenig, 2006).

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Varios de estos artículos demuestran asociaciones entre religión y salud que son

estadísticamente válidas y posiblemente causales, estas investigaciones dan cuenta que

las creencias y prácticas religiosas están asociadas con una mejor salud física y mental

(Koenig, 2001), (Lawler-Row, 2010).

En relación a la mediación entre religiosidad y salud mental, autores como Hill y

Pargament (2008) reconocen que los mecanismos concretos por los cuales la religión

podría incidir en la salud aún no se conocen bien, mientras tanto se manejarían dos

hipótesis explicativas:

a) La relación mediada: Varios mediadores psicológicos y sociales que podrían

explicar los efectos fisiológicos.

b) Conexión directa: Habría una conexión que explicaría los efectos de la religión que

influiría en la salud sin mediaciones intermedias.

Entre las múltiples potencialidades que se derivan de la relación entre religiosidad y

salud mental, y sólo refiriéndose al ámbito de la psicología clínica, especialmente en la

relación terapeuta-paciente, se ha encontrado que desde la perspectiva del terapeuta,

puede resultar importante el entrar en contacto con los contenidos religiosos o

espirituales del paciente, pues esto puede aportar en: Entender mejor los conflictos del

paciente, diseñar y aplicar intervenciones terapéuticas que puedan ser más aceptables

para el paciente y congruentes con su visión de mundo, identificar los recursos que

pueden servir de apoyo, fortalecer la relación terapéutica por haber entrado en un área

que puede ser especialmente sensible o muy significativo para la persona (Koenig, Cohen,

Blazer, Pieper, Meador, Shelp, Goli, y DiPasquale, 1992).

En concreto, al terapeuta le puede ser de gran ayuda conocer los recursos que

presenta el paciente relacionados con su religiosidad o espiritualidad, para fortalecer de

esta manera la alianza terapéutica. Se sabe que la presencia de una fe religiosa fuerte y

el reporte de ésta por parte del paciente hacia el terapeuta predice una resolución más

8
rápida de los síntomas psiquiátricos (Koenig, Cohen, Blazer, Pieper, Meador, Shelp, Goli,

y DiPasquale, 1992), (Koenig, George, y Peterson, 1998).

Lo indicado más arriba son sólo muestras del tipo de estudios que han dado a

conocer a través de evidencia empírica y modelos teóricos, abriendo un nuevo campo de

investigación y de aplicación en el campo de la psicología clínica a los profesionales de la

salud mental (Florenzano, 2010).

Resulta importante realizar este tipo de investigaciones intentando buscar nexos

entre la salud mental y la religiosidad, pues ambos campos se relacionan de forma

importante con la pregunta sobre el sentido de la vida en las personas, y se pueden

buscar puntos de unión que potencien las posibles respuestas tanto terapéuticas como de

los procesos que se interrelacionan en estos fenómenos desde la psicología clínica.

Para efectos prácticos, la presente revisión bibliográfica se divide en dos partes: En

primer lugar se revisan aspectos teóricos y empíricos sobre temáticas que relacionan

religiosidad y salud mental, repasándose conceptos generales marco teórico adecuado en

donde situar el desarrollo de la investigación.

En lo relacionado a antecedentes teóricos, se pretende realizar un breve recorrido

general por las interacciones más significativas que se han dado entre religión y salud

mental, dando un mayor énfasis a las tensiones entre ambos en los dos últimos siglos en

la historia de occidente.

A continuación se presenta una revisión de los desarrollos teóricos que han intentado

dar cuenta de la relación entre religiosidad y espiritualidad, desde una mirada socio-

psicológica. En este mismo plano se pretende pasar revista a algunos desafíos

importantes que deberán enfrentar investigaciones futuras.

La segunda parte de esta revisión, está orientada a aplicaciones y consecuencias de

la religiosidad en problemáticas y temas relacionados con la psicología clínica.

9
Acá se trata sobre algunos aspectos de la relación terapeuta-paciente y la

religiosidad de uno o de otro y sus implicancias en la terapia, con un apartado especial

sobre catolicismo y terapia.

Luego se trata el fenómeno del afrontamiento y su interacción con la religiosidad,

para seguir sobre patologías mentales y su relación con la religiosidad. Para finalizar, se

ofrece un apartado a modo de conclusión e integración de lo revisado.

Es así cómo esta investigación busca responder preguntas cómo: ¿Puede ser la

religiosidad un factor protector relevante en salud mental?, ¿De qué manera se ha

comprobado o se puede llegar a comprobar que la religiosidad es un factor protector en

salud mental?, ¿Cuáles son los alcances, potencialidades y limitaciones de esta relación?

1.2. Objetivos de la Investigación

1.2.1. Objetivo General

Conocer cómo la religiosidad puede ser considerada un factor protector relevante

para enfrentar situaciones de crisis normativas y no normativas, apoyándose en evidencia

empírica y teórica encontrada en publicaciones especializadas sobre el tema.

1.2.2. Objetivos Específicos

Describir las relaciones que han existido entre religiosidad, salud, y salud mental, a

través de la historia de occidente, con énfasis en últimos dos siglos.

Dar cuenta de interacciones específicas entre religiosidad y salud mental, en torno a

tópicos relevantes en psicología clínica.

Analizar la relación entre religiosidad y salud mental, sus alcances, potencialidades y

limitaciones.

10
1.3. Justificación de la Investigación

La pertinencia de este trabajo se sostiene, en que luego de revisar la bibliografía

sobre el tema, se ha llegado a la conclusión de que prácticamente no hay estudios de

este tipo realizados en nuestro país (Florenzano, 2010). Ante esto, este trabajo pretende

dar cuenta de la relación entre salud mental y religiosidad a manera de introducción a los

tópicos más significativos que derivan de esta relación.

Resulta importante realizar este tipo de investigaciones intentando buscar nexos

entre la salud mental y la religiosidad, pues ambos campos se relacionan de forma

importante con la pregunta sobre el sentido de la vida en las personas, y se pueden

buscar puntos de unión que potencien las posibles respuestas tanto terapéuticas como de

los procesos que se interrelacionan en estos fenómenos desde la psicología clínica.

En relación a lo anterior, esta investigación pretende entregar una visión panorámica

del desarrollo tanto teórico como de evidencias empíricas en relación a estos tópicos y

poder ser un aporte a manera de insumo para próximos estudios.

Desde lo empírico se busca dar cuenta de las investigaciones más significativas en el

área que han contribuido a acotar el campo de la investigación y por otro lado a legitimar

a través de métodos empíricos la pertinencia de la relación entre salud mental y

religiosidad. Desde lo teórico, se busca entregar elementos que contribuyan a la reflexión

y profundización de las relaciones que se han dado en el pasado entre la religiosidad y la

salud mental, las actuales y las posibles proyecciones de estas relaciones en el futuro.

Por otro lado, investigaciones recientes dan cuenta de que los enlaces entre religión y

salud mental son inevitables (Koenig,1998) y por ende, importantes de considerar, por lo

cual se hace necesario, que los profesionales de la salud mental conozcamos esta

realidad, para considerarla como un factor más que influye en el bienestar, social, físico y

mental de las personas y además, para tomarla en cuenta a la hora de realizar

intervenciones en nuestros pacientes, tomando en cuenta las características particulares

11
de nuestro país , en que el 85% de la población declara tener algún tipo de creencia

religiosa (Florenzano, 2010).

12
2. Conceptos Básicos

Para comenzar, es importante definir de alguna manera algunos conceptos básicos,

para una mejor comprensión de los capítulos procedentes.

Los conceptos a revisar de manera breve, serán: religión, espiritualidad, religiosidad

y salud mental.

2.1 Religión

En relación al significado del concepto religión, existen algunas definiciones más

generales y otras más específicas, que dan cuenta de la complejidad del constructo, es

así como de manera general se ha definido religión como:

a) La creencia en una divinidad o poder sobrehumano o poderes provenientes de un

creador que ha instalado sus reglas sobre el universo.

b) La expresión concreta de una creencia en conductas y rituales establecidos.

c) Cualquier sistema de creencias específico, conductas, reglas, que involucren un

código de ética y una filosofía, por ejemplo, religión cristiana, religión hinduista. (Koenig,

McCullough y Larson, 2001a).

Una definición más compleja se puede encontrar en el libro “Psicología y Religión”

de C. Jung;

La religión como indica el verbo latino religere, consiste en una

observación cuidadosa y concienzuda de eso que Rudolf Otto a bautizado

acertadamente como lo “numinoso”, es decir una existencia o influjo

dinámico que no es causado por un acto arbitrario y que, operando con total

autonomía, se apodera y enseñorea del sujeto humano, el cual es en todos

los casos mucho antes su víctima que su creador. (…) Lo numinoso –sea cual

fuere su causa- constituye una condición del sujeto que es independiente

de la voluntad de este último.

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Lo numinoso es la propiedad de un objeto visible o el influjo de una

presencia invisible que suscita una particular alteración de la conciencia.

Podría decirse pues, que el término religión sirve para designar la particular

actitud de una conciencia que ha sido modificada por la experiencia de lo

numinoso (Jung, 1938, p.10).

Por otra parte W. James en su obra “La variedades de la experiencia religiosa”,

define religión de la siguiente manera:

Por consiguiente, la religión tal como ahora os pido arbitrariamente que

consideréis, para nosotros querrá significar los sentimientos, los actos y las

experiencias de hombres particulares en soledad, en la medida en que se ejercitan

en mantener una relación con lo que consideran la divinidad (James, 1902, p.16).

Otra mirada es la de Emmons (citado en Sawatsky, 2002) quien establece algunas

características para que el fenómeno que se intenta describir pueda ser considerado

como religión. Plantea que la religión como término debe estar reservado para un tipo de

actividad institucionalizada y de creencias formalizadas.

En esta misma línea, autores revisados más arriba (Koenig, McCullough y Larson,

2001b) plantean que la religión esta definida por las siguientes características:

Está focalizada en una práctica y una vivencia comunitaria.

Es observable, medible y objetivable.

Es formal, ortodoxa y organizada.

Está orientada al comportamiento, a las prácticas externas.

Su doctrina separa el bien del mal.

Finalmente se puede decir sobre la definición del concepto religión, la existencia de

estudios que lo consideran de forma multidimesional. Glock (citado en Peck, 2009)

plantea que las dimensiones de la religión serían: la creencia religiosa, la práctica

religiosa, el sentimiento religioso, el conocimiento religioso y los afectos religiosos.

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a) Creencia religiosa: Es la dimensión ideológica y doctrinal de la religión, el

contenido tiene que ver con lo que se cree, así existen personas que creen por ejemplo,

que Jesús fue un mesías que resucitó entre los muertos y hay otras personas para las

cuales el mesías no ha venido a la tierra aún, estas teologías individuales difieren en

contenidos doctrinarios.

b) Práctica religiosa: Es la dimensión ritualística de la religión, esta dimensión varía

de religión en religión, e incluye cantos, música sacra, lectura de escrituras determinadas,

practicar algún tipo de confesión o la visita a un lugar considerado sagrado, estos actos

son parte de lo que define una religión, y pueden diferenciarla una de otra.

c) Sentimiento religioso: Es la experiencia religiosa, que puede consistir, en las

emociones ligadas a su práctica, estados de conciencia, o sentimientos de bienestar,

libertad, temor o sentimiento de culpa que son parte de la experiencia personal de la

religión, ejemplo de ello, es lo que la gente puede sentir cuando piensan en lo

sobrenatural, el sentimiento de que su vida esta guiada por propósito que ellos creen que

les ha puesto directamente Dios, o el sentimiento de culpa que esas personas

experimentan al violar alguna prescripción de conducta establecida por su religión.

d) Conocimiento religioso: Es la dimensión intelectual de la religión, es lo que las

personas saben o conocen en relación a lo que creen, el sentido común consideraría que

en lo relacionado a una creencia habrían dos simples categorías, estarían los que creen y

los que no creen, pero esto no es así, ya que esto debe considerarse como un continuo.

De forma similar, la dimensión del conocimiento religioso se mueve entre un continuo de

posibilidades que iría desde las personas que tendrían un conocimiento acabado sobre

una determinada religión hasta las personas que no conocerían nada sobre la misma.

e) Afectos religiosos: Esta dimensión se refiere a las consecuencias que la religión

tiene en el comportamiento de las personas, en la cotidianidad del día a día, durante toda

su vida. Las prescripciones religiosas de la moral cotidiana se ajustan a estas categorías.

15
2.2 Espiritualidad

En este punto se hace necesario distinguir entre religión y espiritualidad, tomando de

forma inicial la siguiente definición:

La espiritualidad es la respuesta personal para dar cuenta de las preguntas

sobre las cosas últimas de la vida, su significado y sobre la relación entre los

sacro y lo trascendente, en ocasiones no es necesario que existan en su

expresión rituales religiosos y que se deba vivir esta experiencia en

comunidad (Koening, McCullough y Larson, 2001, p.18).

Otra definición encontrada es la planteada por Jenkins y Pargament (1988) quienes

proponen que sería la búsqueda de conexión con una fuente sagrada, que está

relacionada o no relacionada con Dios o cualquier otra fuente religiosa considerada

santa.

De esta manera, espiritualidad implicaría esfuerzos para examinar los aspectos

metafísicos o trascendentes de la vida cotidiana, por lo tanto, la espiritualidad abarca la

religión, así como muchas creencias y prácticas fuera de la esfera religiosa.

Esta última definición da a entender que la espiritualidad sería un fenómeno que va

más allá de lo instituido como religión, como una especie de esfera que contiene al

fenómeno de lo religioso pero que lo sobrepasa. Esto estaría en la línea de lo planteado

por Zinnbauer, Pargament, Cole, Rye, Butter y Belavich (1997), que plantean que la

espiritualidad es el corazón y el alma de la religión.

La espiritualidad tiene que ver con que las personas tomen caminos en sus

esfuerzos para encontrar, conservar y transformar lo sagrado en sus vidas. Considerando

que la religión abarca la búsqueda de muchos objetos sagrados o no sagrados de

importancia, la espiritualidad se centra específicamente y directamente en la búsqueda de

lo sagrado. Al igual que la religión, la espiritualidad puede tener expresiones individuales

o institucionales.

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En oposición a la definición de religión, por sus características se puede definir a la

espiritualidad de la siguiente manera: tiende a lo individual, es menos visible y medible,

es mas subjetiva, es menos formal en su expresión, menos ortodoxa, tiene menor grado

de sistematicidad, está orientada a las emociones, está dirigida al interior de la persona,

no es autoritaria, no propende a una doctrina determinada, es unificadora (Koenig,

McCullough y Larson, 2001c).

2.3 Visiones contradictorias

En la revisión de la literatura relacionada con estos conceptos, se han encontrado

visiones contradictorias sobre el significado y el alcance de los términos religión y

espiritualidad. Zinnbauer, Pargament, Cole y otros (1997b) plantean que esto se explica

por la existencia de diversos enfoques para abordar el tema. Estos enfoques dividen el

estudio de estos conceptos en categorías tradicionales y modernas.

Se sostiene que la diferencia más importante entre los enfoques tradicionales y

modernos, es que estos últimos consideran una polarización entre la religión y la

espiritualidad. Diferencia no observada en los enfoques tradicionales

Entonces, luego de dicho esto, ¿Cómo definir religión o espiritualidad?, aún

aceptando lo planteado por los investigadores, en relación a que el fenómeno religioso

es independiente de la creencia individual de cada uno y es posible de estudiar

empíricamente como cualquier otro (Levin,1994) se debe reconocer que espiritualidad y

religión son conceptos que aún se encuentran en controversia y no existe consenso entre

los estudiosos del tema sobre la naturaleza, y más aún sobre las relaciones y alcances

entre ambos.

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2.4 Religiosidad

El concepto religiosidad proviene de la palabra religión y sobre este término se

pueden encontrar múltiples definiciones, lo que hace complejo el encontrar un concepto

que dé cuenta de él en su totalidad.

La religiosidad, según Tamminen (citado en Peck, 2009) ha sido definida como una

dependencia conciente en una deidad o dios. Esta dependencia o compromiso es reflejado

en las experiencias del individuo, en sus creencias y personalidad, motivándolo a

comprometerse en una variedad de comportamientos, tales como: el comportamiento

devocional y el comportamiento moral.

Algunos investigadores de la psicología de la religión, como Johnson, Mullins y

Burnham (citados en Sawatsky 2002) han enfatizado la importancia de operacionalizar

aspectos de la religiosidad, para que puedan ser objeto de estudio. Entre estos aspectos

del concepto se puede considerar por ejemplo, la frecuencia de asistencia a algún templo,

grado de creencia en elementos doctrinarios, grado de bienestar espiritual, etc.

Un intento interesante por operacionalizar este concepto es el realizado por

Cornwall, Albrecht, Cunningham y Pitcher (1986) quienes identificaron seis dimensiones

de la religiosidad basándose en que habría al menos tres componentes del

comportamiento religioso: Cognición, Afecto y Comportamiento.

Para cada uno de estos componentes de la religiosidad realizaron tres clasificaciones

cruzadas dando lugar a seis dimensiones:

a) Cognición:

Creencias tradicionales

Creencias personales

b) Afecto:

Tangible

Intangible

18
c) Comportamiento:

Comportamiento religioso

Participación religiosa

El modelo planteado por estos investigadores permite ir mezclando las dimensiones,

para obtener la relación específica de un individuo o de un grupo con la religión,

generalmente estas dimensiones están relacionadas entre si, pero puede darse el caso en

que alguna dimensión se exprese de manera menos nítida o menos fuerte que las demás

dimensiones.

2.5 Salud Mental

El concepto de salud mental, al igual que los anteriores, parece tener varias

definiciones, entre las que se encuentra la definición clásica y también más básica,

ofrecida por la Organización Mundial de la Salud ( O.M.S. ,2011) “la salud mental se

define como un estado de bienestar en el cual el individuo es conciente de sus propias

capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma

productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”

Otra definición es la aportada por el National Institute of Mental Health (1999) donde

la salud mental es definida como “una posibilidad que se da desde la infancia hasta la

muerte, es el trampolín de las destrezas de pensamiento y comunicación, aprendizaje,

desarrollo emocional resiliencia y autoestima”

En relación a algunos aspectos que determinan las condiciones de la salud mental,

Brundtland (citado en O.M.S. 2001) menciona aspectos propios del mundo actual: El

primero relacionado con los profundos cambios tanto en la vida de las personas, en la

dimensión cultural, laboral y tecnológica, como en el desarrollo mundial, expresado en la

urbanización, en el crecimiento rápido de la economía y en la degradación ambiental.

19
Realidades que han forzado a billones de personas a asumir dichos cambios y mirar el

futuro sin todavía haber desarrollado destrezas para mirar el presente.

El segundo aspecto es la pobreza, puesto que a pesar del crecimiento económico, se

encuentra que tres billones de personas, casi la mitad de la población mundial, aún

permanecen pobres y viven con un ingreso no mayor a dos dólares por día, de éstos, 1,3

billones viven con menos de un dólar por día. Esta población, se podría incrementar para

el año 2025 a cuatro y dos billones respectivamente.

El tercer determinante, se relaciona con el proceso de envejecimiento, identificado

como un problema constante desde hace unas décadas para los países desarrollados e

industriales; debido a que existen en estos países, cerca de 600 millones de personas con

más de 60 años, con una expectativa de aumento en los próximos veinte años, a 1020

millones; así para el año 2020, aproximadamente el 70 % de la población anciana estará

viviendo en los países desarrollados. Por supuesto, ya en éstos existe incremento de

desordenes mentales derivados del envejecimiento.

2.6 Relaciones entre conceptos

En cuanto a la relación que se establece entre los conceptos de religión y de la

salud, Hill y Pargament (2008a) plantean que esta ha sido históricamente ignorada por

muchos psicólogos, es por esto que la religión ha sido llamada el factor olvidado en la

salud física y mental. Pero los mismos autores reconocen que en las últimas décadas,

este escenario se ha modificado. En la actualidad hay varios artículos científicos que

demuestran una asociación entre religión y salud que son estadísticamente válidos y

posiblemente causales. Estas investigaciones dan cuenta que las creencias y prácticas

religiosas están asociadas con una mejor salud física y mental.

Un ejemplo de lo dicho es una revisión de 225 estudios realizada por Koenig

(2001a) que investigan la relación de la religión con la salud física, en la mayoría se

20
encontraron relaciones beneficiosas entre la participación religiosa en relación al

afrontamiento del dolor, la debilidad física, disminución de riesgo de enfermedad

cardíaca, disminución de riesgo de accidente vascular, disminución de riego de sufrir

enfermedades neuroendocrinas y de la función inmune, enfermedades infecciosas,

cáncer y disminución de las tasas de mortalidad.

De los 850 estudios revisados por Koening (2001b) que examinaron la relación de la

religión con la salud mental, la mayoría apoya la tesis de que la participación religiosa se

asocia con mayores niveles de satisfacción con la vida, el bienestar, sentido de propósito

y sentido de la vida, la esperanza, el optimismo y la estabilidad en el matrimonio y

menores índices de ansiedad, la depresión y abuso de sustancias.

Otra consecuencia positiva es la que plantea Lawler-Row (2010) que sostiene, que la

espiritualidad y la participación en la religión organizada, puede proporcionar mayor

sentido de propósito y sentido de la vida, que se asocian con una mayor capacidad de

adaptación y resistencia a las enfermedades relacionadas con el estrés.

Desde la perspectiva de la salud pública, los estudios revisado por Koenig (2001c)

muestran que las personas con participación religiosa, tienen menos probabilidades de

experimentar conductas de abuso de alcohol, tabaco y otras drogas, o de tener

comportamientos de riesgo, tales como conductas violentas asociadas a la delincuencia y

el crimen.

Por otro lado el mismo autor señala que entre los jóvenes se ha encontrado una

relación negativa entre actividad religiosa y actos suicidas, así como entre la actividad

religiosa y el embarazo precoz.

Con todas las conexiones positivas encontradas, Koening (2001d) advierte que no se

debe dar por descontado que todas las religiones tiendan a la promoción de las

emociones positivas, relaciones satisfactorias o estilos de vida saludables.

21
Es así como señala que la religión puede tener un efecto adverso sobre la salud,

cuando las creencias religiosas y prácticas se utilizan para justificar los comportamientos

negativos o sustituir la atención médica tradicional. También puede ser utilizada para

inducir la culpabilidad, vergüenza, temor o enojo y justificar la agresión. Como un agente

de control social, puede ser restrictiva y limitante. Sin embargo, el autor deja claro que

las principales religiones con una tradición bien establecida y con líderes responsables

tienden a promover experiencias humanas más positivas que negativas.

En la búsqueda de una relación más específica entre salud y religión Hill y

Pargament (2008b) plantean que habría cuatro razones para la asociación entre la

religión y la salud:

a) Las creencias religiosas provienen de una visión del mundo que ofrecería una

experiencia positiva o negativa.

b) Las creencias y prácticas religiosas podrían evocar emociones positivas.

c) La religión proporcionaría rituales que facilitarían las transiciones importantes de

la vida (la adolescencia, el matrimonio, la muerte).

d) Las creencias religiosas, como agentes de control social, entregarían orientación

de los tipos de conducta socialmente aceptable.

Sin embargo, los mismos autores (Hill y Pargament, 2008b) plantean que los

mecanismos concretos por los cuales la religión podría incidir en la salud aun no se

conocen bien, mientras tanto se manejarían dos hipótesis explicativas;

a) La relación mediada: Varios mediadores psicológicos y sociales que podrían

explicar los efectos fisiológicos.

b) Conexión directa: Habría una conexión que explicaría los efectos de la religión

que influiría en la salud sin mediaciones intermedias.

22
3. Breve Sinopsis Histórica de la Relación entre Religión y Salud Mental

3.1 Breves Antecedentes Históricos

Las relaciones entre la espiritualidad y el campo de la salud mental o del alma son

de antigua data. En el mundo preclásico el curandero y el chaman eran la misma persona,

la cura de cuerpos y de almas una sola actividad (Eliade, 1943).

La curación de todo tipo de enfermedades en el mundo antiguo parece haber tenido

lugar en un contexto fuertemente influido por lo religioso, como ejemplo de esto, es el

desarrollo del culto a Asclepio en la grecia clásica y en el imperio romano. A los templos

dedicados a él, acudían los enfermos llevando ofrendas en forma de pequeñas imágenes

de las partes afectadas por la enfermedad, los enfermos dormían en el templo y Asclepio

vendría en el sueño y los curaría (Temkin, 1991).

En escritos de los padres de la iglesia cristiana, se aprecian las posiciones sobre el

tema, San Agustín, en particular, se refiere a Cristo como el gran médico, el curandero de

la humanidad, en específico lo considera como el sanador de las almas humanas, el

obispo de Hipona señala que los hombres en su pecado son como los locos, Cristo como

el médico que los trata, y que a pesar de las resistencias de los enfermos, igualmente los

sana (Thielman y Thielman, 1997).

Las visiones de la iglesia católica durante la edad media sobre la enfermedad y la

locura no parecen haber cambiado durante un largo tiempo, es así como una revisión

realizada por Kroll y Bachrach (1984) sobre 57 descripciones de enfermedades mentales

del siglo X, en las cuales encontraron que el pecado se mencionaba como causa de las

enfermedades mentales en un 16% de los casos.

Con el correr del tiempo y la llegada del Renacimiento y la Reforma, y a pesar de los

grandes cambios en la medicina y ciencias en general, las ideas sobre las enfermedades

mentales se mantuvieron relativamente constantes. Un tema fundamental en el credo

23
tanto protestante como católico es el reconocimiento de la existencia del demonio y de la

posesión demoníaca. No era raro que aún en estas épocas, se atribuyeran los estados

mentales patológicos a la acción del demonio.

Un autor que podría considerarse un adelantado a su época, al señalar la separación

entre los problemas espirituales y mentales, es San Juan de la Cruz quien vivió en el siglo

XVI, el cual acuña el concepto de “La noche oscura del alma”, como un proceso de

purificación espiritual, la novedad en su planteamiento es que advierte que muchas

personas podrían estar sufriendo de melancolía, más que de la noche oscura del alma, y

estos dos estados se diferenciarían en que el primero llevaría a la desesperación y el

segundo a un crecimiento espiritual, siendo la melancolía un problema a tratar por

médicos más que por consejeros espirituales o confesores (Juan de la Cruz, 1962). Estas

diferenciaciones sientan una de las bases de los cambios radicales que se viven en los

siglos procedentes.

3.2 El Quiebre

Si bien se puede decir, que el dilema entre el alma y el cuerpo atraviesa la historia

de la filosofía desde la época de la grecia clásica, no es hasta el inicio de la modernidad,

aproximadamente en el siglo XVI, en que comienza a producirse un quiebre fundamental

en la forma que tienen los intelectuales y los hombres de ciencia de relacionarse con el

mundo, este quiebre entre lo espiritual o religioso y lo natural o material, es un proceso

que parte con nuevos paradigmas, que rompen no sin dificultad con lo establecido y

creído por siglos, estos cambios se puedes personificar en los aportes de Copérnico,

Galileo, Darwin, hasta llegar a Freud.

En términos simples, se puede decir que con el desarrollo de la ciencia, a partir del

desarrollo del método científico, se pasa desde un teocentrismo a un antropocentrismo, lo

que va acompañado de complejos cambios sociológicos que significan un secularismo

24
cada vez mas creciente en todos los ámbitos de las sociedades europeas en un principio y

luego fruto de la aculturización, en el resto del mundo. Esto significa que el mundo y sus

fenómenos, incluido en estos, las enfermedades mentales, no son explicadas ya por

designios divinos ni por teologías, sino que se busca encontrar las respuestas en la propia

naturaleza de las cosas, la naturaleza de las cosas pasa a ser explicada desde las leyes de

dios, a las leyes establecidas por los hombres.

En lo relacionado a los cambios en la relación entre la espiritualidad y la psicología,

un punto de inflexión es la aparición de los conceptos desarrollados por Descartes,

marcando de manera nítida la separación entre las ciencias físicas, que tienen su campo

de acción en el mundo natural (res extensa), y las ciencias del espíritu (res cogitans) que

tienen que ver con el alma. Esta separación fundamental, da pie para un desarrollo

posterior de la psicología como un estudio científico del comportamiento humano, siendo

capaz de predecir conductas, estudiar las creencias y producir cambios en las personas. El

modelo de la mente, término que reemplaza al de alma utilizado por la tradición clásica,

es materialista, es así como la mente se puede diseccionar y estudiar en pequeñas partes

aisladas unas de otras (Florenzano, 2010).

El correlato histórico de estos fenómenos se puede establecer en dos hitos; el

primero es la aparición en el siglo XVI de el libro “De Praestigiis Daemonum” de Johannes

Weir, el cual se indica como el primer texto en que se establece claramente que los

orígenes de la locura no tienen causas sobrenaturales o religiosas, si no que se produciría

por causas propias de la naturaleza (McDonald, 1981). El segundo hito está marcado por

la reforma producida en los lugares destinados para el tratamiento y residencia de los

enfermos mentales, conocidos como asilos. Desde muy antiguo estos lugares estaban

administrados por organizaciones religiosas, con sus propios métodos de cuidados y

sanación, pero a partir del siglo XVI en adelante, de manera paulatina el control de estos

25
recintos pasan a estar a manos de médicos, utilizando metodologías de cuidado y

tratamiento basados en el método científico (Rosen, citado en Florenzano, 2010).

Con esto, definitivamente la enfermedad mental pasa a ser un tema de la ciencia, de

lo material, que es posible estudiar y dominar con las leyes determinadas por los

hombres gracias al empleo de la razón, el espíritu ya no tiene cabida en los asilos.

3.3 Visiones negativas de la religión en la salud mental durante el siglo XX

A finales del siglo XIX la comunidad psiquiátrica planteaba actitudes negativas

hacia la religión, que llegaron a ser dominantes durante todo el siglo XX.

Entre la intelectualidad de la época se consideraba a la religión y a la religiosidad

como expresiones humanas de carácter primitivas y negativas. Prestigiosos médicos

como Charcot y Maudsley desarrollados críticas y trataron de patologizar las experiencias

religiosas (Hayward, 2004).

Ya a principios del siglo XX, toma forma un sistema teórico basado fuertemente en el

positivismo racionalista que venía desde el siglo pasado. Sigmund Freud desarrolla el

psicoanálisis con la explícita vocación de convertirla en una psicología científica

(Cottingham, citado en Florenzano, 2010). El neurólogo vienés mantuvo a lo largo de su

carrera, una consistente actitud anti-teísta, al señalar, entre otras cosas, que la idea de

dios sería producto del desarrollo infantil, como una proyección o generalización de la

figura paterna, o como una neurosis obsesiva colectiva (Freud, 1927). En publicaciones

como Totem y Tabú de 1913 o El Porvenir de una Ilusión de 1927, Freud explica más

detalladamente el origen y el alcance de la religión y sus expresiones.

En fecha tan reciente como la década de 1980 del siglo recién pasado, el

psicólogo Albert Ellis, fundador de la Terapia Racional-Emotiva que

tuvo una gran influencia sobre la psicoterapia cognitivo-conductual, declaró que la

religiosidad "…En muchos aspectos equivale al pensamiento irracional y a algún

26
trastorno emocional… por lo que la solución terapéutica de estos problemas emocionales

es que (...) la gente sea bastante menos religiosa de lo que es… y con esto tenderán a

ser mas sanos emocionalmente” (Ellis,1980, p.637).

Frente a estas teorías y pensamientos de importantes figuras de la psicología

contemporánea, se hace necesario aclarar, que la mayoría de estos juicios sobre el

impacto de la religiosidad y espiritualidad en la

salud mental, no se basaron en la investigación empírica, sino que en experiencias

clínicas y opiniones personales. Los factores que en su conjunto pueden haber

contribuido a esta actitud negativa es lo que se conoce como "brecha de la religiosidad"

que se da hasta hoy entre muchos profesionales de la salud mental y sus pacientes. Esto

se expresa en que los psiquiatras y psicólogos tienden a ser menos religiosos que la

población general, y no reciben una formación adecuada para hacer frente a las

cuestiones religiosas en la práctica clínica. Por lo tanto, por lo general tienen dificultades

para comprender y empatizar con los pacientes que presentan creencias y

comportamientos religiosos (Lukoff, Lu, Turner, Toward, 1992). Si la principal fuente de

contacto de los profesionales de la salud mental con experiencias religiosas es a través de

los informes de sus pacientes, esta podría ser una fuente importante de sesgo negativo

en relación a la religiosidad, que más allá de no reflejar de una manera realista las

experiencias religiosas de la población en general, serían vistos como la confirmación de

la naturaleza patológica de la misma (Koenig, McCullough, Larson.2001).

3.4 Intentos de integración

Si bien el siglo XX fue testigo de la aparición y consolidación definitiva de la

psicología como una ciencia con base positivista y racionalista, han aparecido algunas

corrientes que buscan integrar aspectos de la religión en áreas como la psicoterapia, es

así como se ha afirmado que ambas buscan el cambio en la persona, se plantea de esta

27
manera que la tradición religiosa ha buscado el cambio espiritual, la conversión como un

camino de salvación. El ideal cristiano de la imitación de Cristo, se plantea desde la edad

media como la idea de que la persona si es que se lo propone es posibles transformarse

y cambiar para mejor (Florenzano, 2010).

En relación al psicoanálisis, se ha planteado que independiente de las ideas de su

fundador con respecto a la religión, de todas maneras habría un foco central que

relaciona a la religión con las terapias que han derivado del psicoanálisis freudiano, es así

como temas como la transformación personal, una teoría de la salvación y un modelo en

el cual la culpa tienen un rol central (Argyle, 2000).

Respecto al estudio del fenómeno religioso a partir de la psicología, varios autores

han establecido que el reconocer el origen psicológico de una creencia no implica nada en

relación a su veracidad o falsedad (Rizzuto, citada en Florenzano, 2010).

Desde una epistemología del estudio del fenómeno religioso se ha llegado a plantear

que este se debe estudiar sin llegar a juzgarlo en su naturaleza profunda, se habla de una

aproximación no-ontológica, no se profundiza sobre la naturaleza de las creencias

religiosas, sino que se estudian sus efectos, dicho de otra manera, el psicólogo que

estudie estos fenómenos debe centrase en el correlato empírico del fenómeno religioso

(Florenzano, 2010).

28
4. Investigación en Salud Mental y Religión: Teorías Relacionadas

Durante todo el siglo XX varios estudios epidemiológicos y clínicos han documentado

la influencia de la religión y la participación religiosa en los resultados de la salud física y

mental.

Schiller (1987) señala que a pesar de la extensión y número de estudios referidos a

esta área, aún existen zonas oscuras por dilucidar, sin embargo, plantea que en aspectos

generales, los resultados de estos estudios han sido consistentes en señalar una relación

positiva entre la religiosidad o espiritualidad y la salud mental.

Pero advierte que la mayoría de estos estudios no fueron diseñados de manera

explícita para la investigación del tema, dicho de otra manera, aún no se cuenta con

estudios que estén diseñados específicamente para probar empíricamente que la religión

ejerce una influencia positiva en la salud mental.

Pero a pesar de esto, el mismo autor deja en claro que a través de la producción

científica relacionada con estos tópicos, a pesar de la diversidad de muestras, diseños y

metodologías, la consistencia de los resultados permiten fortalecer la inferencia de una

relación positiva entre las variables señaladas anteriormente.

4.1 Enfoque Epidemiológico

Un aspecto importante en relación a dilucidar aspectos importantes de este tipo de

investigaciones ha sido aportado por Levin y Vanderpool (1987) quienes señalan que ante

el volumen y consistencia de las investigaciones, se requiere un estudio más sistemático

del que ya se ha hecho en la epidemiología relacionada con la religiosidad de las

personas.

Entre los estudios epidemiológicos de larga data, se pueden encontrar los de Srole y

Langer (1962) que compararon la prevalencia de enfermedades mentales en poblaciones

29
de creyentes judíos, protestantes y católicos, en relación a poblaciones no creyentes.

Encontrando porcentajes más altos de deterioro entre los no creyentes que en los

creyentes, con independencia de la filiación religiosa de los creyentes.

El estudio recién señalado es un ejemplo del tipo de hallazgos encontrados en las

investigaciones realizadas entre los años 60 y 70 del siglo pasado.

En esta misma línea de estudios, se puede considerar un meta-análisis de 24

publicaciones relacionadas con salud mental y religión, en el cual Bergin (1983) encontró

una relación positiva entre religiosidad y bienestar psicológico.

Una revisión posterior, realizada en los años 80 por Gartner, Larson y Allen (1991)

sobre más de 200 estudios, revela que más de la mitad de ellos muestra una relación

positiva entre nivel de religiosidad o espiritualidad y salud mental. Se observó un efecto

saludable relacionado con la religiosidad en fenómenos como el suicidio, consumo de

drogas, alcoholismo, comportamientos antisociales y trastornos depresivos.

Se debe hacer notar, que la gran mayoría de estudios sobre la relación entre salud

mental o física revisados, han tenido como poblaciones de estudio a adultos mayores.

Entre algunos resultados obtenidos de estas poblaciones que se pueden tomar como

estadísticamente significativos, y en su mayoría con efectos saludables para las

poblaciones estudiadas, se han encontrado en la relación entre la religiosidad y:

a) Su relación con la salud subjetiva (percepción interna de buena salud) (Levin y

Markides, 1986).

b) Disminución de sintomatología en enfermedades físicas (Hanay, 1980, citado en

Koenig, 1998).

c) Disminución de sintomatología depresiva (Idler, 1987).

d) Mayor capacidad de afrontamiento (Pargament, Ensing, Falgout, Olsen, Reilly,

Van Haitsma y Warren, 1990) entre otros indicadores.

30
La investigación en estas temáticas, según lo planteado por Levin (1996) debería

apuntar a profundizar las posibles características, funciones y manifestaciones de la

religiosidad que se sabe o se cree sería importante para la salud mental.

Estos aspectos, considerados en epidemiología como salutogénicos, se han analizado

desde distintas perspectivas, entre los que se pueden considerar, las explicaciones

sociológicas propuestas por Idler (1987) quien plantea que las creencias religiosas o su

práctica pueden influir en la salud mental a través de la promoción de la cohesión social,

entrega de sentido para enfrentar el sufrimiento y promover conductas saludables al

desalentar conductas y practicas que afectarían a la salud como el tabaquismo, consumo

de bebidas alcohólicas, etc.

Por otro lado, hay explicaciones de tipo psicológicas, como la de McIntoch y Spika

(1990) relacionadas con el probable locus de control interno que otorgan las creencias

religiosas, en las personas que practican algún tipo de culto, explicado a las atribuciones

que les dan a sus acciones, como respuestas internas dadas ante su fe en algún elemento

trascendente.

4.2 Hipótesis Biopsicosociales

Se debe mencionar también, la existencia de hipótesis explicativas más complejas,

al integrar variables biológicas, sicológicas y sociales, (modelo biopsicosocial), en estos

modelos, diversas dimensiones de la religiosidad están vinculadas a mejores resultados

en salud mental a través de la mediación de varias vías, entre las que se puede señalar:

Las planteadas por Hamburg, Elliot y Parron (1982 citado en Koening, 1998):

a) El compromiso religioso: Como un factor importante al momento de promover

estilos de vida saludables, tales como la abstinencia de consumir alcohol, inhibición del

tabaquismo, del consumo de drogas, etc.

31
b) Participación religiosa en comunidad: Toda forma de organización religiosa, como

por ejemplo asistir a alguna parroquia, o grupo similar, puede influir en el bienestar

mental, al proporcionar redes sociales estables, relaciones sociales interpersonales

significativas, acceso a redes de apoyo tanto materiales como emocionales. Este tipo de

apoyo sería beneficioso para la salud mental pues serviría disminuir efectos negativos del

estrés y proporcionar recursos efectivos para afrontar eventos vitales complejos (Rossi,

1993)

c) La oración y la participación en rituales: Pueden influir en la salud mental, al

generar en las personas emociones positivas y constructivas, como la esperanza,

capacidad de perdonar, el empoderamiento, autoestima, satisfacción, entre otras.

Jenkins (1985) plantea en relación a creencias específicas, que estas pueden

predisponer a una salud mental saludable, y ejemplifica esto, con las creencias de los

protestantes en relación al libre albedrío, relacionando esto con la presencia de

personalidades “Tipo A”, las cuales son personas que asumen la responsabilidad en el

autocuidado de su salud física y mental.

4.3 Modelos teóricos integrativos

Varios investigadores han intentado interpretar los descubrimientos existentes

mediante modelos multifactoriales, que toma en cuenta a la religiosidad como un factor

más en la dinámica del continuo, salud, enfermedad mental.

Se han identificado 5 modelos diferentes que dan cuenta de esta relación de

diversas maneras:

32
4.3.1 Modelo supresor

La relación global entre los factores sería de dos naturalezas, por un lado recursiva,

y por otra, una asociación de efectos indirectos. Esto se puede ejemplificar en el caso de

una persona que se vea enfrentada a una situación altamente estresante, esto conduciría

a un aumento de su actividad de tipo religiosa o espiritual y a otras respuestas de

afrontamiento sociales y psicológicas, los cuales también son causados por la religión,

que sirven para reducir o suprimir los efectos perjudiciales sobre la salud mental (Koenig

y Futterman, 1995).

Figura 1. Modelo Supresor

33
4.3.2 Modelo disuasorio de la angustia

Es definido como una relación de efectos en principio independientes, donde el

estrés y la religión tendrían efectos independientes y opuestos sobre la salud mental, es

así como el estrés no generaría un mayor nivel de religiosidad o una respuesta concreta

de afrontamiento frente a la situación estresante, siendo conocido también como modelo

de contrapeso (Krause y Tran, 1992).

Figura 2. Modelo Disuasorio de la Angustia

34
4.3.3 Modelo preventivo

En este modelo se plantea que la religión ejercería efectos preventivos tanto directos

e indirectos en la salud mental, este modelo sería consistente en relación a los efectos de

prevención primaria de la religión sobre la salud (Levin, 1996).

Figura 3. Modelo Preventivo

35
4.3.3 Modelo moderador

Es un modelo que plantea una relación de interactividad entre la mala salud mental

y la religiosidad, en el sentido de un efecto modificador, de esta manera, la mala salud

mental interactuaría con la religión, de manera que los factores perjudiciales sobre la

salud mental varían según el grado de implicación religiosa (Koenig y Futterman, 1995).

Figura 4. Modelo Moderador

36
4.3.4 Modelo de efectos sobre la salud

En términos generales, este modelo es similar al modelo supresor, pero con la dirección

de los efectos de manera contraria, esto explica que la mala salud mental, impide o

suprime determinados tipos de actividades religiosas, como participar en el soporte

organizacional de cierto culto, lo que puede ejercer efectos perjudiciales en la capacidad

mediadora de elementos psicosociales que existen entre la religión y la salud mental de

los sujetos, como un aumento del aislamiento, apariciones de emociones negativas,

perdida de sentido de la vida, etc. (Levin, 1989).

Figura 5. Modelo de Efectos sobre la Salud

37
3. Desafíos Actuales de la Investigación

En los últimos años, el área de la investigación de las relaciones entre la religiosidad

y la salud mental, ha adquirido un grado importante de legitimidad como un área de

investigación científica, sin embargo, quedan varios aspectos de estas investigaciones que

parece necesario clarificar y desarrollar de mejor forma, para lograr mayores desarrollos

en el área (Pargament, 1997).

Entre los desafíos, se encuentra la especialización de las investigaciones en tópicos

más acotados, pues actualmente la mayoría de los investigadores que participan en estas

investigaciones son generalistas, lo que complejiza el escenario, ya que cada vez más el

alcance de la temáticas a investigar crece y se hace más específico.

Se pueden establecer algunas temáticas o dimensiones de especialización que se

ven como críticos para el desarrollo de investigaciones en un futuro cercano.

5.1 Medición de la religiosidad

La medición de la religiosidad entre las personas, ha resultado para los

investigadores un problema difícil de resolver, debido a que gran parte de la medición de

la religiosidad se ha basado en un sólo indicador, como puede ser, la afiliación religiosa,

la asistencia al culto o el sentimiento personal de religiosidad (Levin y Vanderpool, 1987).

Si bien estas medidas de un solo elemento pueden presumir un indicador de

religiosidad, los mismos autores señalan que la medida de sólo un indicador en una

investigación, tiende a confundir los efectos de la religiosidad en la salud mental, ya que

no queda claro que tan significativa puedes resultar esta variable en el constructo

completo de religiosidad.

38
Sobre este mismo tema, Smith (1996) señala que las generalizaciones acerca de la

relación entre religión y salud mental sin tomar en cuenta debidamente como se

conceptualiza la religiosidad, confunde los efectos de la religiosidad en la salud mental de

las personas. Este tipo de limitación en la investigación, daría como resultado la

incapacidad de las investigaciones para predecir adecuadamente que aspectos de la

religiosidad de una persona pueden llegar a ser favorables o perjudiciales en relación a su

salud mental, lo que al mismo tiempo dificultaría la construcción validada de conocimiento

consensuado (Ellison, 1995).

La falta de un desarrollo más adecuado en la medición de la religiosidad trae

problemas que se ha hecho difíciles de resolver, entre los que se cuentan como la más

notoria la ausencia de prácticas clínicas científicamente demostrada (Larson, citado de

Koenig, 1998).

Este mismo autor, señala que una medición más específica y depurada de la

religiosidad en las personas, añadiría una considerable profundidad a la amplia gama de

estudios sobre la religiosidad y la salud mental.

Un aspecto clave de esta insuficiencia en el desarrollo de las investigaciones, es la

ausencia casi total de herramientas para la evaluación de las relaciones entre religiosidad

y salud mental en el área de la práctica clínica (Strayhorn, Wiedman y Larson 1990). Los

mismos investigadores señalan que se ha hecho muy poco para el desarrollo de

herramientas clínicas útiles, que den cuenta de la religiosidad de las personas y como

esta pudiera tener relación con una mayor capacidad de afrontamiento o de un mayor

riesgo de dificultades psicológicas.

Otros investigadores como Pargament y Koenig (1998) en esta misma línea,

plantean que se deben realizar esfuerzos enfocados en medir la religiosidad de las

personas, que permita a los clínicos evaluar los componentes religiosos de las dificultades

39
de las personas relacionadas a su salud mental, o para establecer el riesgo de desarrollar

problemas de salud mental a partir de circunstancias estresantes.

A modo de conclusión válida sobre esta temática, se puede considerar lo que

plantean Bagley y Ramsay (1989) quienes señalan que el desarrollo de herramientas de

evaluación clínica sería una forma natural de comenzar a construir una utilidad clínica al

desarrollo teórico de el estudio entre religiosidad y salud mental.

5.2 Diferencias etarias y de género

Ha quedado de manifiesto con el desarrollo de las investigaciones, la necesidad de

especialización no sólo en lo tópicos a investigar, sino a que grupos de personas se

investigarán en relación a aspectos significativos como edad o género.

En relación a los grupos etarios, algunos investigadores han desarrollado estudios en

profundidad en personas ancianas (Sherrill, Larson y Greenwold, 1993), pero no así en

niños o adolescentes, tal como lo señala Benson (1997) prácticamente no hay estudios en

relación a estas etapas específica del ciclo vital relacionados a la religiosidad y la salud

mental.

Se ha establecido al menos dos razones por las cuales se deberían empezar a

desarrollar investigaciones especializadas según la edad de las personas: Por una parte,

se establece que con el paso de los años, las personas van cambiando sus

manifestaciones de la religiosidad, es así como por ejemplo, el cambio de las expresiones

religiosas de un niño que depende mucho más de influencias de sus padres u otros

adultos significativos, a diferencia de lo que podría resultar en un adolescente o en un

adulto (Levin y Taylor, 1997).

Por otro lado, se da como segunda razón el que con el pasar de los años las

expresiones de la salud mental y de las enfermedades mentales van variando (Kohn,

1997).

40
Así también, otros investigadores como Levin y Taylor (1997) han demostrado la

necesidad de realizar estudios específicos, relacionados con el género y su relación con la

religiosidad y sus efectos sobre la salud mental, es así como existen algunos estudios de

los mismo autores que señalarían algunas diferencias en la expresión de la religiosidad

según sexo, y también de la prevalencia de enfermedades mentales según esta variable.

41
4. Algunas Relaciones Entre Religión y Psicoterapia

Diversos estudios indican que los pacientes con enfermedades mentales, presentan

necesidades espirituales que si son abordadas adecuadamente, pueden facilitar el proceso

de curación psicológica. En una encuesta realizada por Fitchett y Burton (1997) a

pacientes entre 20 y 89 años, se señalan algunos datos a considerar: El 80% de las

personas se consideraron de alguna manera, religiosas, el 88% señaló tener alguna

necesidad de tipo espiritual o religiosa. Estas necesidades se dividieron en necesidades de

tener algún tipo de creencia, necesidades de tener algún tipo de práctica religiosa y por

último, la necesidad de tener algún tipo de apoyo social relacionado con las creencias

religiosas.

Otro estudio, realizado por Kroll y Sheehan (1989) también reportó una alta

prevalencia de pacientes psiquiátricos que dijeron creer en Dios (95%), las actividades

religiosas también fueron significativas, con un 65% de las personas que indicaron

pertenencia a alguna iglesia, esta alta prevalencia sugeriría que las necesidades

espirituales de estas personas son significativas.

En una investigación relacionada (Chu y Klein, 1985) se estudiaron los factores

relacionados con el egreso de pacientes psiquiátricos hospitalizados, la adaptación

positiva en comunidades terapéuticas y rehospitalizaciones. Se reportó que los pacientes

tenían menos probabilidades de ser reingresados a un régimen hospitalario si sus familias

les habían animado durante su hospitalización a continuar el culto religioso, mientras

estaban en el hospital, a diferencia de los pacientes que no participaban en algún culto,

entre los cuales aumentaba la posibilidad de reingreso hospitalario si sus familias no

presentaban filiación religiosa conocida. Los mismos autores encontraron una correlación

42
positiva entre culto religioso familiar de un paciente y disminución de probabilidades de

rehospitalización.

6.1 Relaciones entre terapia y religión

Desde la perspectiva del terapeuta, puede resultar importante el entrar en contacto

con los contenidos religiosos o espirituales del paciente, pues esto puede aportar en:

Entender mejor los conflictos del paciente, diseñar y aplicar intervenciones terapéuticas

que puedan ser más aceptables para el paciente y congruentes con su visión de mundo,

identificar los recursos que pueden servir de apoyo, fortalecer la relación terapéutica por

haber entrado en un área que puede ser especialmente sensible o muy significativo para

la persona.

En concreto, al terapeuta le puede ser de gran ayuda el conocer los recursos que

presenta el paciente relacionados con su religiosidad o espiritualidad, para fortalecer de

esta manera la alianza terapéutica, se sabe que la presencia de una fe religiosa fuerte y

el reporte de ésta por parte del paciente hacia el terapeuta predice una resolución mas

rápida de los síntomas psiquiátricos (Koenig, H., Cohen, H., Blazer, D., Pieper, C.,

Meador, K., Shelp, E., Goli, V., y DiPasquale, R. 1992), (Koenig, H., George, L., y

Peterson, B., 1998).

De otra manera, esto se explicaría en que ayudando al paciente a hacer uso de estos

recursos religiosos, al mismo tiempo que al hacer uso de terapias psicológicas

tradicionales, los resultados se observan a más corto plazo.

Puede surgir de manera legítima la pregunta sobre quién debe manejar los

problemas relacionados con la religiosidad o espiritualidad de un paciente, acaso un

religioso o un psicólogo. Ante esto se revisarán brevemente cuatro posiciones planteadas

por Klausner (1964) sobre quien debe abordar las cuestiones religiosas.

43
La posición secular reduccionista, plantea que en el ámbito de la salud mental es

solo competencia exclusiva de la psicología científica, al contrario, el reduccionismo

religioso, afirma que la salud mental pertenece exclusivamente al ámbito de las creencias

religiosas y su práctica. Por otra parte, se señala a la postura dualista, que propone que

la problemática psicológica y espiritual iría por carriles separados y que sólo un

especialista calificado en ambas materias puede hacer frente a ambas. La postura

alternativa señala que el problema siempre es psicológico, por último la posición llamada

del especialista, sostiene que los problemas psicológicos y espirituales deben ser tratados

cada uno por separado, por especialistas en cada dominio.

Es necesario hacer notar, que en la práctica clínica, están presentes tanto asuntos

espirituales como psicológicos, que se superponen constantemente y son difíciles de

separar, que requieren de un profesional de la salud mental que tenga una formación

terapéutica adecuada, como también un interés y un conocimiento de las necesidades

espirituales y religiosas del paciente que está tratando.

6.2 Estrategias de intervención

A continuación se presentarán de manera breve algunas estrategias concretas de

intervención, tomando en cuenta la religiosidad o espiritualidad de los pacientes.

Una estrategia de intervención es la planteada por Dewald (1971) en relación a

escuchar y validar las creencias religiosas del paciente, esto resulta coherente con el

principio básico de la psicoterapia de apoyo, que consistiría básicamente en examinar las

diferentes defensas a disposición del paciente y determinar cuales de estas pueden ser

más eficaces, el terapeuta ayuda al paciente a utilizar con mayor eficacia las defensas,

que maneja el propio paciente, que resulten adaptativas y que para él sean más

familiares, como pueden ser la sublimación, el altruismo o el ascetismo en vez de

introducir nuevas, que el paciente no es capaz de utilizar.

44
En este caso las defensas preexistentes guardan relación con creencias y prácticas

religiosas o espirituales, que validadas por el terapeuta, otorgan al paciente un espacio de

contención adecuado y beneficioso.

El terapeuta también puede explorar con el paciente algunas formas en que la fe

religiosa le ayudó a enfrentar y superar algunas situaciones estresantes del pasado. Esto

servirá como una especie de recordatorio de la utilidad de su fe para hacer frente a las

dificultades actuales.

Otra manera interesante de ocupar el sistema de las creencias religiosas del

paciente, ha sido la planteada por Propst (1987) el cual utiliza un tipo de terapia de

enfoque cognitivo conductual, en que se ocupan fundamentos cristianos para la

reestructuración de algunos procesos de pensamiento, a través del uso de argumentos

religiosos como forma de aminorar pensamientos irracionales. Este procedimiento ha

demostrado ser tan eficaz como la terapia cognitivo conductual convencional e incluso ha

demostrado resultados en menor tiempo en pacientes religiosos (Propst L., Ostrom, R.,

Watkins, P., Dean, T., y Mashburn D., 1992).

6.3 Particularidades en la relación terapeuta paciente

Otro aspecto interesante de la relación entre religiosidad o espiritualidad y

psicoterapia, son las particularidades en el fenómeno de transferencia y

contratranferencia, que se produce al introducir las variables recién nombradas en la

relación terapeuta paciente.

En cuanto a esto, se plantean algunas problemáticas de esta relación cuando tanto

paciente como terapeuta son adeptos de alguna religión, Moshe Spero (1981) plantea que

en el caso de que tanto el terapeuta como el paciente compartan las mismas creencias,

se dan fenómenos peculiares, pero no exclusivos de ésta dinámica. En el caso del

paciente, este puede presentar expectativas y fantasías de una curación mágica por parte

45
del terapeuta, o de otra manera, puede ver al terapeuta como un reflejo de un dios

castigador, demasiado exigente y crítico. Por parte del terapeuta, el autor sostiene que se

pueden dar situaciones de contratransferencia en la línea desde el ir al rescate del

paciente, a sentimientos de desprecio al paciente, juzgarlo o rechazarlo a causa de, por

ejemplo, llevar un estilo de vida que se contrapone a los principios religiosos del

terapeuta.

El mismo autor también propone algunas estrategias de manejo de la

contratransferencia, en relación a contenidos relacionados con las creencias religiosas por

parte de los terapeutas: en primer lugar, el terapeuta debe desarrollar la capacidad de

comprender las necesidades neuróticas y no neuróticas de su paciente respecto a la

religión. En esta misma línea, el terapeuta debe identificar las formas neuróticas de las

creencias religiosas, las que se pueden expresar por ejemplo, en el uso de la religión

como mecanismo de defensa ante impulsos agresivos, fenómeno que reflejaría un

conflicto psicológico subyacente de las formas adaptadas de creencia religiosa, por otro

lado estos conflictos neuróticos pueden ser ejemplificados en pacientes que se relacionan

con su religiosidad como una forma de pensamiento mágico, esto último puede ir

acompañado de ritualizaciones, que se pueden quedar en meras ejecuciones

estereotipadas, sin mayor contenido de sentido trascendente.

Se hace necesario por parte del terapeuta el realizar una constante introspección,

con el fin de detectar sus propias neurosis y sus creencias inmaduras en relación a su

religiosidad, con esto debe reconocer si sus conflictos son similares o no a los de sus

pacientes, para al menos, ser conciente de la contratransferencia que se produce en su

relación con el paciente, en relación a las creencias religiosas de ambos.

Se plantea como importante, que el terapeuta debe tratar de evitar poner en los

problemas del paciente sus propios puntos de vistas religiosos, ya que esto puede

distraer uno de los principales objetivos de la terapia, que consiste en identificar cómo las

46
creencias religiosas del paciente inciden en sus conflictos. Pero esto no significa que el

terapeuta deba renunciar a reforzar y trabajar con el paciente formas adaptativas de vivir

la religiosidad que pueden llegar a facilitar el éxito de un proceso terapéutico (Spero,

1981).

6.4 Catolicismo y terapia

En principio resulta difícil el establecer diferencias que caractericen a un católico, que

permitan diferenciarlo claramente de un creyente de otra religión. Tal como plantea Spero

(1985) el catolicismo en sí no puede categorizarse a la manera de clasificaciones

diagnósticas, pues no se puede separar de otros aspectos de la persona y de su desarrollo

psicológico, como tampoco del contexto en que se desenvuelve.

Dentro de este contexto se puede considerar el que una persona reciba una

formación, una educación católica, pero no existiría una “psique” católica.

Al revisar la literatura sobre salud mental y catolicismo, existe poco material al

respecto, y cuando existen son en forma de observaciones que se aplicarían a todos los

católicos.

Ya en 1902, James, en su libro “Las variedades de la experiencia religiosa” escribió

“(…) el protestantismo ha sido demasiado pesimista en lo que respecta al hombre,

mientras que el catolicismo ha sido demasiado legalista y moralista (…)” (James, 1902,

p.16).

Un tópico interesante parece ser, la relación que se plantea entre el sacramento de

la confesión y la psicoterapia. Jacobs (1992) plantea que la confesión termina con el

aislamiento moral del penitente y reduce los niveles de alienación en ese miembro de la

comunidad sobre todo en relación a su percepción de culpa.

47
Para fines terapéuticos, puede ser útil el entender cómo el paciente ve su

participación en la confesión y su relación entre el pecado y un sentimiento de

culpabilidad que tiene orígenes psicológicos.

De esta manera, la dinámica de un paciente que ha crecido en un ambiente católico

tradicional, presenta un reto especial para el terapeuta, debido al componente culposo del

paciente, que visto de un enfoque psicodinámico, estaría dando cuenta de un superyo

poderoso.

Tanto con el catolicismo como con las otras religiones, cabe el peligro de generalizar,

de esperar en todas las personas las mismas conductas o creencias específicas, pero se

debe tener en cuenta, lo planteado por Greeley (1977) en relación a la existencia de un

continuo desde ser un devoto ortodoxo hasta un creyente mas bien marginal, entre estos

extremos se ubican las personas que profesan una religión.

Según Kehoe y Gutheil (1984) cuando un católico comienza una terapia, el terapeuta

si está al tanto del tipo de educación religiosa que su paciente aumenta las posibilidades

de contextualizar las problemáticas que el paciente presenta.

6.4.1 Algunas problemáticas de la terapia en católicos

En relación a las problemáticas características de los pacientes católicos en la

terapia, se repiten con mayor frecuencia lo referido a las figuras de autoridad y la

responsabilidad personal (Prusyer, 1968).

El mismo autor señala también como problemático, el manejo de las fantasías de

algunos pacientes católicos, pues en vez de explorar la importancia de ciertos

pensamientos fantasiosos, la educación católica recibida, hace emitir un juicio sobre estas

fantasías y luego aparece un sentimiento de culpa por haberlas tenido.

Es así que puede pasar que el terapeuta al solicitar a la persona que refiera sus

fantasías, este lo puede entender como que le refiera en parte sus pecados, lo que ha

hecho mal, esto lo iguala a las fantasías sexuales, sentimientos de enojo, envidia, que

48
son vistos por el paciente católico como pecados. Esto puede ser visto por el terapeuta

ignorante de las creencias del paciente, como una resistencia a ciertos temas, lo cual

sería mas fácilmente despejado si se considerara su formación religiosa recibida (Prusyer,

1968).

Las creencias particulares de los pacientes pueden facilitar o dificultar el trabajo

terapéutico, lo cual en parte depende de la habilidad y la comprensión del terapeuta de

entender que la religiosidad de una persona es una parte a veces fundamental de sus

vivencias y modelos mentales.

49
5. Afrontamiento y Religiosidad

Existen varias definiciones de lo que es el afrontamiento o coping, sin embargo, el

máximo desarrollo se ha producido a partir del trabajo de Lazarus y Folkman (1984) el

cual ha sido utilizado como punto de partida de muchos trabajos posteriores. Estos

autores definieron el afrontamiento como los esfuerzos cognitivos y conductuales

constantemente cambiantes que sirven para manejar las demandas externas y/o internas

que son valoradas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo. Esta

definición ha sido adoptada en la mayoría de trabajos referidos al afrontamiento, sobre

todo en el ámbito de la psicología de la salud.

En los últimos años se han publicado múltiples estudios sobre el proceso de

afrontamiento, y son muy pocos de ellos los que han hecho intentos serios por evaluar el

impacto de la religión en este proceso.

De los pocos estudios al respecto, la mayoría ha sido de nivel general, pero en

contraste a ello, en que la religión se mide en términos generales, otros estudios miden

expresiones específicas, orientadas a la función de la religión en momentos de estrés.

Uno de estos estudios es en donde se examina el papel de las creencias causales de los

pacientes frente a situaciones de incapacidad física o mental temporal o permanente en

poblaciones hindúes, en donde las atribuciones del problema al Karma o a la voluntad de

Dios, se correlacionaron significativamente con la recuperación psicológica (Lama y

Pande, citado en Koenig, 1998).

Ante esto puede surgir la pregunta, ¿Qué tan comunes son los hallazgos de este

tipo?

50
En un estudio revisado, en el 53% de los casos en que se realizó afrontamiento

poniendo en relieve recursos religiosos, hubo una respuesta de mejora significativa, esto

significa, que al activar los recursos religiosos con que cuentan los pacientes, su ajuste es

efectivo en más de la mitad de los casos estudiados (Pargament, Ensing, Falgout, Olsen,

Reilly, Van Haitsma y Warren, 1990 citado en Koenig, 1998).

7.1 Ajuste religioso


La percepción de apoyo de Dios como una guía en situaciones estresantes, pareciera ser

útil para hacer coping, es así que en un estudio en que se tomaron en cuenta varias

dimensiones de apoyo individual como el consuelo emocional (Dios no permitiría que

nada malo nos pasara), una estrecha relación espiritual, (Buscar el amor y el cuidado de

Dios) y orientación en la resolución de problemas (Dios me ha enseñado a enfrentar esta

situación), son dimensiones que al ser tomadas en cuenta potenciarían las capacidades de

las personas para enfrentar una situación altamente estresante en su vida (Pargament y

otros, 1990, citado en Koenig,1998)

7.1.1 Reencuadre religioso benevolente

Frente a una situación negativa, se obtendrían mejores resultados en el afrontamiento, al

atribuir la situación a la voluntad de Dios o a su amor (Jenkins y Pargament, 1988), dicho

de otra manera, ante un hecho negativo, la persona resignifica el hecho, dándole un

sentido trascendente, que va más allá de la negatividad del hecho mismo, esto se ve

refrendado por el estudio que plantea que los que atribuyen la enfermedad a Dios,

reportan un mayor aumento de la autoestima y un mejor ajuste (Park y Cohen, 1993).

7.1.2 Formas de afrontamiento religioso con resultados mixtos

No todos los tipos de afrontamiento religioso se pueden relacionar con resultados

positivos, es así como por ejemplo, se pueden citar a los rituales religiosos como una

muestra de resultados mixtos.

51
Curtis (citado en Koenig,1998) plantea que los rituales religiosos se relacionan en

un 40 % con afrontamientos positivos y por otro lado, plantea que en un 23% estas

relaciones son perjudiciales, esto lo explica de la siguiente manera: Por un lado puede

tener que ver con el diseño de las investigaciones, esto es, por ejemplo, los estudios de

tipo transversal pueden hacer difícil saber si los rituales son la causa o el efecto del

deterioro en la salud mental de un creyente, plantea que los rituales religiosos pueden

provocar angustia, y por otro lado, puede ser que la angustia sentida por el creyente

puede llevar a realizar rituales religiosos, así también, señala que los resultados mixtos

se pueden deber a la naturaleza de cada ritual, no sería lo mismo, plantea, el ritual de la

confesión comparado con el de la unción de los enfermos, por comparar un par de ellos.

7.2 Estilos religiosos de afrontamiento

En relación a estilos religiosos de afrontamiento, Pargament, Zinnbauer, Scott,

Butter, Zerowin y Stanik (1998) plantean tres tipos.

7.2.1 Autodirección

Este estilo hace hincapié en la responsabilidad personal del individuo y en el papel

activo que éste tiene en la resolución de los problemas, se plantea acá que Dios le da a

cada persona la libertad y talentos para dirigir su propia vida.

7.2.2 Aplazamiento

Este estilo atribuye la responsabilidad de resolución de problemas a Dios, en este caso

las personas esperan una solución venida desde afuera de ellos mismos.

7.2.3 Colaboración

Este estilo refleja una responsabilidad compartida, entre la persona y Dios, para

resolver los problemas que aquejan al individuo.

52
Cabe señalar que los tres estilos de afrontamiento no tendrían las mismas

implicaciones para la salud mental. El estilo de autodirección y de colaboración estarían

asociados a altos niveles de recursos psicológicos, mientras que el estilo de aplazamiento

estaría asociado a la presencia de un menor nivel de recursos psicológicos (Harris, Spika

y Emrick, citado en Koenig, 1998).

7.3 Diferencias individuales del afrontamiento religioso

No está claro aún el porqué el afrontamiento religioso resulta ser más útil para

algunas personas que para otras, pero lo que resulta claro, es que la religión como

método de afrontamiento es más usada por personas de niveles socioeconómicos más

bajos, personas mayores y personas con menor nivel de educación (Pargament, citado en

Koenig, 1998).

El mismo autor da una explicación a esta situación, planteando que estas personas

son al mismo tiempo las que reportan los más altos índices de religiosidad personal y un

uso más frecuente de la religión como recurso de afrontamiento. Por otro lado, plantea

que la religión vendría siendo un recurso al que pueden acceder con más facilidad que a

otros.

7.4 Disminución de estrés

Varios estudios han demostrado que la religión tiene el efecto de moderar los efectos

del estrés (Maton, 1989) pero esto parece depender de varios factores, entre los que se

contarían, el tipo de afrontamiento religioso que se utiliza, el tipo de muestra de la

investigación y el tipo de estudios realizados. De esta manera, se puede decir, que el

afrontamiento religioso puede ser útil en amortiguar de cierta manera el estrés

presentado ante una situación difícil, pero esto sucedería de maneras diferentes

53
dependiendo de factores como el grupo que se está estudiando, el evento de que se

trate, y la forma en que se mida. (Parker, Cohen y Herb, 1990)

7.2 Implicaciones

Se puede decir después de todo esto, que la religión se presenta de manera evidente

como un recurso que usan algunas personas para hacer frente a sus problemas.

Algunos profesionales de la salud mental, ya han comenzado a integrar en sus

terapias elementos del afrontamiento religioso, como el acompañamiento espiritual y la

reconfiguración de ritos, con algunos resultados prometedores (Pargament, citado en

Koenig, 1998)

54
8. Trastornos Mentales y Religiosidad

8.1 Trastornos psicóticos y religiosidad

Este tópico es una relación poco estudiada y existen pocas referencias al respecto,

así lo plantean Matthews, Larson y Barry (1993) en una revisión bibliográfica sobre el

tema.

Estos autores plantean que se necesita, en primer lugar, una comprensión global de

cómo las creencias y las prácticas religiosas influyen en la enfermedad, a manera de

sintomatología, especialmente en las influencias en el comportamiento, la afectividad y el

contenido del pensamiento.

En relación a la etiología de los trastornos psicóticos, se establece que dado que la

esquizofrenia parece estar determinada en gran medida por componentes biológicos, la

religiosidad de la persona pareciese tener una importancia nula, sin embargo, tiene

profundos efectos en su sintomatología (Matthews, Larson y Barry, 1993).

Prueba de ello, es que se han documentado casos de pacientes que a partir de la

concreción de sus pensamientos religiosos, como lo señala Wauhg (1986) que refiere

casos de pacientes que se han automutilado sus genitales, a partir de ideas delirantes de

la interpretación de pasajes bíblicos, en especial de algunos versículos aparecidos en el

evangelio de Mateo (Mt, 5:29). Casos similares señala Culliford (1987) en que reporta

haber atendido a pacientes que se habían automutilado la lengua para evitar las palabras

obscenas. En una revisión bibliográfica realizada por Waugh (1986) se documentaron al

menos 50 casos similares. El mismo autor refiere haber tratado a 4 pacientes que habían

intentado sacarse los ojos en respuesta a la ofensa que le estarían produciendo a Dios,

55
según lo establecido en el evangelio de Mateo (Mt, 5:29), al haber mirado con lujuria a

personas del sexo opuesto.

Según lo planteado por Wootton y Allen (1983) después de la aparición de síntomas

clínicos, un paciente esquizofrénico rara vez puede tener legítimas experiencias religiosas

que sean ajenas a sintomatología propia de la enfermedad, y por otro lado plantean, que

en algunos casos de descompensación, estos pueden presentarse como similares a una

conversión religiosa, pero aclaran que son parte de la sintomatología de casos específicos

y no constituyen una conversión verdadera.

8.1.1 Fenómenos de posesión y esquizofrenia

Un aspecto interesante, que esta relacionado con esta temática, es el fenómeno de

las denominadas posesiones demoníacas, presente en algunas culturas con una fuerte

influencia religiosa, en que en un principio parece haber cierta confusión para el

observador si el fenómeno pertenece a una expresión de un trastorno esquizofrénico o de

otro tipo.

Nevius (citado en Koenig, 1998) categorizó los síntomas de una posesión de la

siguiente manera:

a) El síntoma fundamental de una posesión es un cambio automático, consistente y

persistente de la personalidad.

b) La nueva personalidad dice que es un demonio.

c) El poseso utiliza el pronombre personal en primera persona para referirse al

demonio y el pronombre personal en tercera persona para referirse a él mismo.

De acuerdo a lo anterior y lo descrito por Bleuer (1950) los síntomas básicos de la

esquizofrenia son muy diferentes de los de una posesión demoníaca, el poseso no

presenta los cambios afectivos característicos de la esquizofrenia, como el aplanamiento

afectivo, no presentan trastornos asociativos, o ambivalencia, el único síntoma que se

56
podría considerar como coincidente para ambos fenómenos, en forma ocasional son las

alucinaciones.

Relacionado con lo anterior, reportó una cantidad significativa de pacientes que

habrían presentado en forma paralela los dos fenómenos, cuando había terminado la

posesión, el paciente continuó esquizofrénico, sin embargo, las manifestaciones más

violentas o dramáticas de la enfermedad habían desaparecido (Mcall, citado en Koenig,

1998).

8.1.2 Efectos de la religiosidad en la sintomatología sicótica

En lo que se refiere al efecto de la religión en el contenido del pensamiento de los

pacientes con esquizofrenia, se puede decir que si bien se ha hecho investigación, la

cantidad de información no es mucha, pues al parecer la mayoría de los investigadores se

han centrado en síntomas comunes. Pioneros en la investigación como Kraepelin (1909) y

Bleuer (1950) describieron los delirios, ilusiones y alucinaciones con contenido religioso,

pero las descripciones del contenido de estos, son muy limitadas.

Un estudio mas reciente y que profundiza sobre este tema es el cual se analizaron

los contenidos de los delirios de pacientes japoneses y alemanes, en los resultados se

obtuvieron que era mucho mayor la cantidad de delirios religiosos en los pacientes

alemanes (21,3%), que en los japoneses (6,8%). Los autores atribuyeron esto a las

diferencias culturales, en este caso, la religión y sus expresiones (Tateyama, Asai,

Kamisada, Hashimoto, Bartels y Heimann, 1993).

Intentando una categorización del contenido religioso en el pensamiento de los

esquizofrénicos, Wilson (citado en Koenig, 1998) los divide en tres categorías

principales:

a) Contenidos persecutorios, relacionado generalmente con demonios o con el

diablo.

57
b) Contenidos de grandiosidad, relacionado con temáticas mesiánicas.

c) Contenidos de automenosprecio, relacionado con el haber cometido graves

pecados.

En síntesis, se puede establecer respecto a lo dicho más arriba, que la relación entre

religión y psicosis aún no ha sido suficientemente investigada, pero entre lo que se ha

logrado establecer es que la religión puede influir en el contenido y la expresión de la

sintomatología de la esquizofrenia, como el comportamiento, las ideas delirantes y

alucinaciones.

8.2 Religiosidad y ansiedad

Una definición del fenómeno de la ansiedad es la entregada por Busse y Pfeiffer

(1969) quienes plantean que se trata de un estado de miedo anticipatorio a un objeto

vagamente definido, la ansiedad incluye entre sus síntomas a la tensión, inquietud,

aumento del ritmo cardíaco, y sudoración, lo que prepara a la persona a una conducta de

lucha o huida.

8.2.1 Investigaciones

Se han realizado algunas investigaciones que buscan los alcances entre ansiedad y

religiosidad encontrándose algunos resultados que se pueden considerar.

En un estudio relacionado con la psicoterapia, elementos religiosos y trastornos de

ansiedad, Azhar, Varma y Charap (1994) refieren el tratamiento en 62 pacientes

diagnosticados con trastornos de ansiedad, todos ellos considerados personas religiosas,

los cuales fueron sometidos a terapia de apoyo y ansiolíticos y la mitad de los pacientes

recibió también terapia con orientación religiosa, todos los pacientes completaron un

cuestionario para medir los niveles de ansiedad, al comienzo del tratamiento, a los 3 y los

6 meses. Se detectó que las personas que recibieron terapia con orientación religiosa

58
tuvieron una remisión significativamente más rápida de la sintomatología ansiosa que los

que no la recibieron.

Un estudio realizado por Park, Cohen y Herb (1990) sostiene que se ha demostrado

una correlación negativa significativa entre la religiosidad extrínseca y la ansiedad, pero

no se encontraron correlaciones negativas entre la religiosidad intrínseca y la ansiedad.

Ante esta distinción es necesario hacer la diferencia que ya estableció Allport (1950)

entre la religiosidad extrínseca, la que corresponde a los signos externos de la

socialización religiosa, como asistir a una iglesia por ejemplo, y la religión intrínseca, los

que serían los aspectos relacionados con las motivaciones del accionar de las personas a

partir de sus creencias religiosas.

Koenig, Ford, George y Blazer, (1993) plantean que el problema fundamental de

muchos estudios que pretenden establecer alguna relación entre la religiosidad y la

ansiedad, es que no toman en cuenta la distinción señalada anteriormente.

8.2.2 Ansiedad ante la muerte y religiosidad

En una distinción más específica del significado de la ansiedad, se ha estudiado el

tema de la ansiedad a la muerte y se la ha relacionado con la religiosidad.

Frente a este tema especifico cabe hacer la observación planteada por Kim,

Nesselroade y Featherman (1996) quienes han establecido que la religiosidad podría

actuar como un amortiguador ante la ansiedad frente a la muerte, pero esto no pasa en

todas las personas, es decir, el poder de la religión puede disminuir los miedos y temores

en algunas personas y no en otras, aunque estas últimas se declaren creyentes y

participantes de un culto determinado.

En un estudio realizado por Powell y Thorson (1990) establecieron que existe una

relación inversa entre las personas con mayor religiosidad intrínseca y el nivel de

ansiedad ante la muerte que presentaban.

59
Los estudios señalados hasta el momento han sido realizados en poblaciones

occidentales, mayoritariamente influidas por creencias judeocristianas, pero también es

interesante revisar que pasa en otras culturas. Es así que en un estudio realizado por

Thorson, Powell, Abdel-Khalek y Beshai (1997) aplicaron un instrumento diseñado para

puntuar por una parte ansiedad ante la muerte y por otro nivel de religiosidad intrínseca,

a poblaciones en Estados Unidos, Egipto y Kuwait. Algunos de los resultados obtenidos,

encontraron que los egipcios en relación a los otros dos países presentaban mayores

puntuaciones en los indicadores relacionados a religiosidad extrínsecas y menores

puntuaciones en los indicadores de ansiedad ante la muerte, los kuwaitíes presentaban

una elevada puntuación en relación a la ansiedad de muerte, lo que los investigadores

interpretaban por factores históricos recientes. Otro indicador interesante, es el alto nivel

presentado por los estadounidenses en relación a la ansiedad en torno a la muerte

relacionada con dolor físico, al mismo tiempo que los egipcios presentaban el mas alto

nivel de ansiedad en relación a lo que pasaría con su cuerpo en la tumba, estos datos son

explicados por los investigadores por el sesgo cultural, aceptando que la religión es parte

de la cultura y determinan las creencias de las personas.

Ante estas investigaciones se establece que son muchas más las incógnitas que se

abren que las respuestas que se han encontrado al intentar establecer las relaciones

concretas entre la religiosidad y la ansiedad.

8.3 Religiosidad y abuso de sustancias

A continuación se analizarán algunas investigaciones relacionadas con la influencia

de la religiosidad en el consumo de alcohol, tabaco y drogas ilegales.

La literatura siempre ha revelado una relación inversa entre la religiosidad y el

abuso de sustancias (Burkett y White, 1974).

60
A partir de esto, se puede decir, que la conexión entre las creencias religiosas y un

menor uso y abuso de consumo de sustancias que resultan nocivas para la salud,

resultan ser entre los factores protectores, uno de los más efectivos.

8.3.1 Consumo de sustancias y religiosidad en jóvenes

Diversos estudios han llevado a señalar, que la religiosidad juega un importante

papel como factor protector en este grupo etario. En un estudio longitudinal, sobre la

predicción de abuso de sustancias, en 7 de los 8 estudios analizados se encontró que la

religiosidad era un factor protector destacado (Weill y Le Bourhis, 1994).

Otro estudio relacionado con el consumo de marihuana, señala que la religiosidad

tendría un efecto inhibidor sobre su consumo, a través de relaciones de fomento de

inhibición del consumo en el sujeto, a partir de la interacción con compañeros que

compartían ideas religiosas similares (Burkett y Warren, 1987).

En relación a la influencia de las creencias familiares en la conducta de consumo de

los adolescentes, se ha establecido que esta influencia sería mayor que la de los pares en

la disminución de ingesta de alcohol (Foshee y Hollinger, 1996).

En un estudio brasileño con participación de 2.287 estudiantes en una gran área

metropolitana, la religiosidad estaba fuertemente asociada con un bajo consumo de

drogas durante el mes anterior a la entrevista, incluso después de haber controlado las

variables de relevancia socio-demográficas y educativas. Los estudiantes que no

recibieron una educación religiosa en la infancia reportaron un mayor consumo de éxtasis

y abuso de medicamentos en comparación con estudiantes que si tuvieron una

educación religiosa en su infancia. La falta de afiliación religiosa se asoció con mayor

consumo de cocaína (Dalgalarrondo, Soldera, Correa Filho, Silva, 2004). Por otra parte,

un estudio cualitativo investigó los factores de protección contra el uso de drogas entre

los adolescentes residentes en zonas muy pobres y violentas de Sao Paulo. La religiosidad

61
resultó ser el segundo factor de protección más importante, después de tener una familia

estructurada. La investigación encontró que el 81% de los jóvenes que no consumían

alguna droga practicaba una religión, entre los que consumían sólo el 13% practicaba

alguna religión (Sanchez, Oliveira, Nappo, 2004).

Aunque hay evidencia relativamente fuerte que señala que la religiosidad se asocia

de manera inversa al consumo perjudicial de alcohol, se debe ser cauteloso a la hora de

relacionar a la religiosidad como una causa univoca de esta conducta de evitación de

consumo perjudicial.

Pero al parecer, se podría tomar con claridad como una de las causas que inhibirían

conductas, prueba de ello son los estudios como el de Turner, Ramirez, Higginbotham,

Markides, Wygant y Blaks (1984) quienes descubrieron entre una población de

estudiantes universitarios, que los que rara vez asistían a un servicio religioso fueron más

propensos a beber dos o más veces a la semana, a diferencia de los estudiantes que si

asistían a algún servicio religioso de manera regular, los cuales no presentaban ingesta

alcohólica durante la semana.

8.3.2 Relación entre consumo de sustancias y religiosidad en adultos

De acuerdo a los estudios encontrados, no habría mayores diferencias con lo

encontrado en jóvenes.

En general, los adultos que se ven a sí mismos como muy religiosos, consumen

menos alcohol y menos drogas psicoactivas en comparación a sujetos que se consideran

no muy religiosos (Khavari y Harmon, 1982). Parece interesante el comparar estos

resultados con otros datos del mismo estudio, que señalan que la tasa de consumo se

eleva considerablemente, incluyendo hachís, tabaco, marihuana, anfetaminas, en aquellas

personas que se declaran nada religiosas.

62
En relación al alcohol, los estudios son similares a los de los jóvenes; la asistencia a

algún servicio religioso tiene una relación directa con la reducción en su consumo

(Koenig, 1994). El mismo autor señala que las personas que tienen la costumbre de rezar

y leer algún libro considerado sagrado, como por ejemplo la biblia, tenían un 42% menos

de probabilidades de sufrir un trastorno por adicciones en los últimos 6 meses en

comparación al resto de la muestra.

8.3.4 Tipo de afiliación religiosa y consumo de sustancias

Se puede decir, que pertenecer a alguna denominación o corriente religiosa

determinada influye en el consumo de sustancias. Se han encontrado estudios específicos

relacionados sobre todo a cultos cristianos, como católicos, mormones, protestantes y

pentecostales.

Es así, como en muchos cultos, el consumo de ciertas sustancias está explícitamente

prohibido, como es el caso de los mormones, bautistas, adventistas y en el caso de una

religión no cristiana como la fe musulmana.

Otros cultos judeo-cristianos también advierten contra el consumo excesivo de

alcohol y otras sustancias, sin embargo, el uso de estas sustancias no está prohibida

(Miller, 1996).

Es así como judíos y católicos no se oponen al uso de alcohol, pero se oponen a la

embriaguez.

Se ha establecido con claridad que cuando la doctrina oficial de una religión prohíbe

el consumo de alcohol y otras sustancias la relación inversa entre religiosidad y consumo

es más fuerte (Cochran, 1991).

Con respecto a su asociación con la religión, el tabaquismo parece ser comparable

con el abuso de alcohol y otras sustancias. En un estudio con mujeres afroamericanas, se

encontró que las mujeres no pentecostales tenían una probabilidad 3,6 veces mayor de

63
iniciar conducta de tabaquismo que las mujeres pentecostales (Ahmed, Brown y

Saadatmand, 1994).

Hasta el momento, no han sido muchos los estudios que han investigado el cómo las

creencias y actitudes acerca del uso de sustancias se relacionan con la religiosidad.

Un estudio relacionado, señala que al revisar varios grupos fundamentalistas, estos

tenían más probabilidades de considerar el consumo de alcohol y otras sustancias como

pecados, a diferencia de grupos más liberales que consideraban al alcoholismo y a la

drogadicción como enfermedades (Lorch y Hughes, 1985).

8.3.5 Explicaciones a la relación entre religiosidad y el consumo de sustancias

Ha quedado claro que existe una relación que ha sido estudiada entre la religiosidad

y el consumo de alcohol y otras sustancias.

A partir de esta se han desarrollado algunos modelos que intentan explicar la

causalidad de la relación inversa entre religiosidad y el consumo de sustancias.

El primer modelo es de tipo experimental, el cual sugiere que la propia experiencia

religiosa personal puede influir en el comportamiento, esto lo ejemplifica el autor,

explicando que el pertenecer a un culto determinado, la sensación de ser amado por Dios,

y la experiencia personal de estar en comunidad con otros, puede producir un cambio en

el comportamiento, lo que inhibiría el deseo de consumir sustancias como alcohol u otras

drogas.

El segundo modelo, se explica a partir de la coherencia cognitiva que se origina por

una exposición continua las doctrinas de un determinado culto y la participación personal

en ellas, lo que hace que la persona tenga la necesidad de que su comportamiento sea lo

más coherente posible con esos ideales para evitar la disonancia cognitiva, que le

significaría el consumo de sustancias que van en contra de lo que su religión le indica.

64
El último modelo de este autor, tiene relación con las redes sociales de apoyo, que

se establecen dentro de una comunidad que profesa la misma religión, que muchas veces

resultan ser muy estrechas, las que les proporcionarían a los individuos protección en

contra de conductas de riesgo, como son el abuso de sustancias (Gorsuch 1976).

Hay un cuarto modelo que ofrece Koenig (1994) el cual plantea que tal vez la

religión previene la aparición o persistencia en el consumo de sustancias a través de

doctrinas que sancionan moralmente su uso a través de un ambiente protector que

entrega la comunidad de creyentes de un culto en particular, que ofrece apoyo, sobre

todo en entregar alternativas y medios para hacer frente a las emociones y sentimientos

dolorosos que pueden precipitar el consumo de sustancias.

Es evidente que la religiosidad es un fenómeno con múltiples facetas y que no todas

las personas que se dicen pertenecientes a tal o cual culto están igualmente involucrados

o comprometidos con esa religión, lo que se ve demostrado en sus preferencias y

prácticas personales (Gorsuch, 1995) esto puede influir en que tanto estas membresías

influyan en el comportamiento de consumo de una persona en relación al alcohol y a

otras sustancias.

Como desafíos futuros de la investigación en esta área, se encontrarían entre otros,

el aumentar la investigación específica en el área de los factores y procesos específicos

que promueven la abstención en el consumo de sustancias en personas con algún nivel

de religiosidad y el poder extrapolar los resultados obtenidos a la práctica clínica.

65
6. Análisis

De acuerdo a las investigaciones revisadas, se puede decir que la religiosidad es un

factor protector a tomar en cuenta en relación a la salud mental de las personas.

Para demostrar esta aseveración, se puede citar un meta-análisis en que se revisaron

más de 1200 estudios realizados en el siglo XX, evidenciando la relación entre religión,

religiosidad y salud mental (Moreira, Lotufo y Koenig, 2006).

Se ha comprobado que la religiosidad es un factor protector en salud mental, a partir

de desarrollos teóricos y empíricos, entre los que se pueden señalar como ejemplos de

estudios epidemiológicos clásicos, los realizados por Srole y Langer (1962) que

compararon la prevalencia de enfermedades mentales en poblaciones de creyentes

judíos, protestantes y católicos, en relación a poblaciones no creyentes, encontraron

porcentajes más altos de deterioro entre los no creyentes que en los creyentes, con

independencia de la filiación religiosa de los creyentes.

Una revisión posterior pero del mismo tipo, realizada en los años 80 por Gartner,

Larson y Allen (1991) sobre más de 200 estudios, revela que más de la mitad de ellos

muestra una relación positiva entre nivel de religiosidad o espiritualidad y salud mental.

Se observó un efecto saludable relacionado con la religiosidad en fenómenos como el

suicidio, consumo de drogas, alcoholismo, comportamientos antisociales y trastornos

depresivos. Ambos estudios obedecen a estudios de tipo empírico, transversal o

longitudinal, enfocados en poblaciones acotadas por edad, zona geográfica y situación

socioeconómica, entre otras variables.

Se debe mencionar también el desarrollo de hipótesis explicativas más complejas, al

integrar variables biológicas, psicológicas y sociales, (modelo biopsicosocial). En estos

modelos, diversas dimensiones de la religiosidad están vinculadas a mejores resultados

en salud mental a través de la mediación de varias vías, entre las que se puede señalar

las planteadas por Hamburg, Elliot y Parron (1982, citado en Koening, 1998): El

66
compromiso religioso, la participación religiosa en comunidad, la oración y la participación

en rituales.

También se encontró el desarrollo de las teorías llamadas multifactoriales, en que se

toma en cuenta la interrelación entre los siguientes elementos: Religión o religiosidad,

factores mediadores, mala salud y enfermedad mental. Dependiendo de la naturaleza y la

mutua influencia entre estos elementos, explicaría el estado de salud general y también

mental de una persona. De estos modelos se encontraron 5 tipos (McCullough, citado en

Koenig 1998) que han sido explicados de la siguiente manera:

Modelo supresor:

La relación global entre los factores sería de dos naturalezas, por un lado recursiva, y

por otra una asociación de efectos indirectos. Esto se puede ejemplificar en el caso de

una persona que se vea enfrentada a una situación altamente estresante, esto conduciría

a un aumento de su actividad de tipo religiosa o espiritual y a otras respuestas de

afrontamiento sociales y psicológicas, las cuales también son causadas por la religión,

que sirven para reducir o suprimir los efectos perjudiciales sobre la salud mental (Koenig

y Futterman, 1995).

Modelo disuasorio de la angustia:

Es definido como una relación de efectos en principio independientes, donde el estrés

y la religión tendrían efectos independientes y opuestos sobre la salud mental, es así

como el estrés no generaría un mayor nivel de religiosidad o una respuesta concreta de

afrontamiento frente a la situación estresante, siendo conocido también como modelo de

contrapeso (Krause y Tran, 1992).

67
Modelo preventivo:

En este modelo se plantea que la religión ejercería efectos preventivos tanto directos

e indirectos en la salud mental, este modelo sería consistente en relación a los efectos de

prevención primaria de la religión sobre la salud (Levin, 1996).

Modelo moderador:

Es un modelo que plantea una relación de interactividad entre la mala salud mental y

la religiosidad, en el sentido de un efecto modificador, de esta manera, la mala salud

mental interactuaría con la religión, de manera que los factores perjudiciales sobre la

salud mental varían según el grado de implicación religiosa (Koenig y Futterman, 1995).

Modelo de efectos sobre la salud:

En términos generales, este modelo es similar al modelo supresor, pero con la

dirección de los efectos de manera contraria, esto explica que la mala salud mental,

impide o suprime determinados tipos de actividades religiosas, como participar en el

soporte organizacional de cierto culto, lo que puede ejercer efectos perjudiciales en la

capacidad mediadora de elementos psicosociales que existen entre la religión y la salud

mental de los sujetos, como un aumento del aislamiento, apariciones de emociones

negativas, perdida de sentido de la vida, etc. (Levin, 1989).

9.1 Alcances, Potencialidades y Limitaciones

Entre los alcances encontrados en la relación entre religiosidad y salud mental, se

encontró que en la actualidad hay una cantidad considerable de artículos científicos que

demuestran una asociación entre religión y salud que son estadísticamente válidas y

posiblemente causales, estas investigaciones dan cuenta que las creencias y prácticas

religiosas están asociadas con una mejor salud física y mental (Koenig, 2001), (Lawler-

Row, 2010). En relación a la mediación entre religiosidad y salud mental, autores como

Hill y Pargament (2008) reconocen que los mecanismos concretos por los cuales la

68
religión podría incidir en la salud aún no se conocen bien, mientras tanto se manejarían

dos hipótesis explicativas:

a) La relación mediada: Varios mediadores psicológicos y sociales que podrían

explicar los efectos fisiológicos.

b) Conexión directa: Habría una conexión que explicaría los efectos de la religión que

influiría en la salud sin mediaciones intermedias.

En la búsqueda de una relación más específica entre salud y religión, Hill y Pargament

(2008b) plantean que habría cuatro razones para la asociación entre la religiosidad y la

salud:

a) Las creencias religiosas provienen de una visión del mundo que ofrecería una

experiencia positiva o negativa.

b) Las creencias y prácticas religiosas podrían evocar emociones positivas.

c) La religión proporcionaría rituales que facilitarían las transiciones importantes de la

vida (la adolescencia, el matrimonio, la muerte).

d) Las creencias religiosas, como agentes de control social, entregarían orientación de

los tipos de conducta socialmente aceptables.

Entre las múltiples potencialidades que se derivan de la relación entre religiosidad y

salud mental, refiriéndose al ámbito clínico, especialmente en la relación terapeuta-

paciente, se encontró que desde la perspectiva del terapeuta, puede resultar importante

el entrar en contacto con los contenidos religiosos o espirituales del paciente, pues esto

puede aportar en: Entender mejor los conflictos del paciente, diseñar y aplicar

intervenciones terapéuticas que puedan ser más aceptables para el paciente y

congruentes con su visión de mundo, identificar los recursos que pueden servir de apoyo,

fortalecer la relación terapéutica por haber entrado en un área que puede ser

especialmente sensible o muy significativo para la persona.

69
En concreto, al terapeuta le puede ser de gran ayuda el conocer los recursos que

presenta el paciente relacionados con su religiosidad o espiritualidad, para fortalecer de

esta manera la alianza terapéutica. Se sabe que la presencia de una fe religiosa fuerte y

el reporte de ésta por parte del paciente hacia el terapeuta predice una resolución más

rápida de los síntomas psiquiátricos (Koenig, Cohen, Blazer, Pieper, Meador, Shelp, Goli,

y DiPasquale, 1992), (Koenig, George, y Peterson, 1998).

Otra de las potencialidades a considerar es en el cual la religiosidad se muestra como

un efectivo factor protector, es en relación al consumo de sustancias.

En lo que se refiere a la relación entre religiosidad y el consumo de sustancias, la

literatura ha revelado desde hace bastante tiempo una relación inversa entre la

religiosidad y el abuso de sustancias (Burkett y White, 1974).

A partir de esto, se puede decir, que la conexión entre las creencias religiosas y un

menor uso y abuso de consumo de sustancias que resultan nocivas para la salud,

resultan ser entre los factores protectores, uno de los más efectivos. Este fenómeno

parece ser más notorio entre los jóvenes, es así como diversos estudios han llevado a

señalar, que la religiosidad juega un importante papel como factor protector en este

grupo etario. En un estudio longitudinal, sobre la predicción de abuso de sustancias, en 7

de las 8 investigaciones analizadas se encontró que la religiosidad era un factor protector

destacado (Weill y Le Bourhis, 1994).

Otro estudio relacionado con el consumo de marihuana, señala que la religiosidad

tendría un efecto inhibidor sobre su consumo, a través de relaciones de fomento de

inhibición del consumo en el sujeto, a partir de la interacción con compañeros que

compartían ideas religiosas similares (Burkett y Warren, 1987).

En relación a la influencia de las creencias familiares en la conducta de consumo de

los adolescentes, se ha establecido que esta influencia sería mayor que la de los pares en

la disminución de ingesta de alcohol (Foshee y Hollinger, 1996).

70
Aunque hay evidencia relativamente fuerte que señala que la religiosidad se asocia

de manera inversa al consumo perjudicial de alcohol, se debe ser cauteloso a la hora de

relacionar a la religiosidad como una causa univoca de esta conducta de evitación de

consumo perjudicial.

Pero al parecer, se podría tomar con claridad como una de las causas que inhibirían

conductas, prueba de ello son los estudios como el de Turner, Ramirez, Higginbotham,

Markides, Wygant y Blaks (1984) quienes descubrieron entre una población de

estudiantes universitarios, que los que rara vez asistían a un servicio religioso fueron más

propensos a beber dos o más veces a la semana, a diferencia de los estudiantes que si

asistían a algún servicio religioso de manera regular, los cuales no presentaban ingesta

alcohólica durante la semana.

A partir de esto se han desarrollado algunos modelos que intentan explicar la

causalidad de la relación inversa entre religiosidad y el consumo de sustancias.

Uno de ellos es el planteado por Koenig (1994) el cual plantea que tal vez la religión

previene la aparición o persistencia en el consumo de sustancias a través de doctrinas

que sancionan moralmente su uso a través de un ambiente protector que entrega la

comunidad de creyentes de un culto en particular, que ofrece apoyo, sobre todo en

entregar alternativas y medios para hacer frente a las emociones y sentimientos

dolorosos que pueden precipitar el consumo de sustancias.

En relación a las limitaciones de la relación entre religiosidad y salud mental, a

manera de ideas generales se puede decir lo siguiente: La mayoría de las investigaciones

empíricas realizadas entregan datos gruesos y no logran dar aún explicaciones más

específicas o concretas de las relaciones entre salud mental y religiosidad, esto

seguramente se debe a que el estado del arte de estos desarrollos investigativos se

encuentran en una etapa inicial, esperándose mayores avances en un futuro próximo. En

lo teórico, las investigaciones han logrado desarrollar modelos explicativos de carácter

71
generalista, que tienden a complementarse unos a otros, no encontrándose grandes

contradicciones entre ellas, esto puede estar dado por la falta de desarrollo descrito más

arriba, como también en que funcionarían en diferentes niveles de complejidad.

En un tópico específico, como puede ser la incidencia de la religiosidad en un contexto

relacional terapeuta-paciente, se encontraron múltiples beneficios al tomar en cuenta este

factor, pero se instala cierta duda al preguntarse si no se darán también estas relaciones

entre personas no creyentes, las investigaciones al parecer no logran explicitar o aclarar

bien este punto teniendo acá un campo abierto para desarrollarlo en mayor profundidad.

Al parecer, donde se encontraron las evidencias más claras de la influencia de la

religiosidad en la salud mental, fue en lo relacionado con el consumo de sustancias, esta

relación está fuertemente documentada, de hecho es donde se encontraron mayor

cantidad de publicaciones en esta investigación, quizás se pueda decir que no se

encontraron mayores antecedentes sobre la influencia de la religiosidad en personas con

problemáticas de policonsumo, o si la naturaleza de esta influencia es la misma

independiente de la sustancia que se consuma.

A un nivel más específico, las limitaciones se pueden agrupar en dos grupos según lo

encontrado: En un término conceptual, se encontró que no se debe dar por descontado

que todas las religiones tiendan a la promoción de las emociones positivas, relaciones

satisfactorias o estilos de vida saludables, es así como se señala que la religión puede

tener un efecto adverso sobre la salud, cuando las creencias religiosas y prácticas se

utilizan para justificar los comportamientos negativos o sustituir la atención médica

tradicional. Puede ser utilizada para inducir la culpabilidad, vergüenza, temor o enojo y

justificar la agresión. Como un agente de control social, puede ser restrictiva y limitante

(Koenig, 2001).

En términos metodológicos, la relación entre estos dos conceptos presenta algunas

dificultades, entre las que se encontraron entre otras, la medición de la religiosidad entre

72
las personas, que ha resultado para los investigadores un problema difícil de resolver,

esto ha dado como resultado, que gran parte de la medición de la religiosidad se ha

basado en un sólo indicador, como puede ser, la afiliación religiosa, la asistencia al culto o

el sentimiento personal de religiosidad (Levin y Vanderpool, 1987) este tipo de limitación

en la investigación, según lo señalado por Ellison (1995) daría como resultado la

incapacidad de las investigaciones para predecir adecuadamente que aspectos de la

religiosidad de una persona pueden llegar a ser favorables o perjudiciales en relación a su

salud mental, lo que al mismo tiempo dificultaría la construcción validada de conocimiento

consensuado.

Un aspecto clave de esta insuficiencia en el desarrollo de las investigaciones, es la

ausencia casi total de herramientas para la evaluación de las relaciones entre religiosidad

y salud mental en el área de la práctica clínica (Strayhorn, Wiedman y Larson 1990). Los

mismos investigadores señalan que se ha hecho muy poco para el desarrollo de

herramientas clínicas útiles, que den cuenta de la religiosidad de las personas y cómo

esta pudiera tener relación con una mayor capacidad de afrontamiento o de un mayor

riesgo de dificultades psicológicas. La limitación metodológica se extiende a la necesidad

de especialización no sólo en lo tópicos a investigar, sino a que grupos de personas se

investigarán en relación a aspectos significativos como edad o género. En relación a los

grupos etarios, algunos investigadores han desarrollado estudios en profundidad en

personas ancianas (Sherrill, Larson y Greenwold,1993) pero no así en niños o

adolescentes, tal como lo señala Benson (1997) prácticamente no hay estudios en

relación a estas etapas específica del ciclo vital relacionados a la religiosidad y la salud

mental. Así también, otros investigadores como Levin y Taylor (1997) han demostrado la

necesidad de realizar estudios específicos, relacionados con el género y su relación con la

religiosidad y sus efectos sobre la salud mental, es así como existen algunos estudios de

73
los mismo autores que señalarían algunas diferencias en la expresión de la religiosidad

según sexo, y también de la prevalencia de enfermedades mentales según esta variable.

Otra limitación importante guarda relación con el origen geográfico de las

investigaciones, prácticamente no se encontraron estudios relacionados al tema

provenientes de países latinoamericanos, con excepción de desarrollos sostenidos en

Brasil (Dalgalarrondo, Soldera, Correa y Silva, 2004), (Sanchez, Oliveira, Nappo, 2004),

(Moreira, Lotufo y Koenig, 2006). Generando con esto, posibles sesgos socioculturales en

el estudio de los fenómenos relacionados, observándose junto con esto, la virtual

inexistencia de desarrollos sobre el tema en nuestro país (Florenzano, 2010).

74
7. Conclusiones

A partir de la revisión bibliográfica realizada, se puede decir que la religiosidad puede

ser considerada como un factor protector relevante en la salud mental de las personas.

Sin embargo, esta relación estaría matizada por múltiples variables que es necesario

considerar, entre las que se cuenta la dificultad que se ha encontrado para establecer la

influencia específica de mediadores en la relación religiosidad salud mental, dificultades

en los diseños metodológicos para el estudio del fenómeno, y derivado de esto a lo que se

suma el incipiente desarrollo de estas investigaciones la aparición de zonas oscuras aún

por dilucidar.

Otra dificultad no menor ha sido la resistencia de un amplio sector de la comunidad

científica ligada a la salud mental, a la consideración del estudio y análisis serio de

factores ligados a la religión, este fenómeno que tiene raíces históricas expresadas en

ideologías que han visto todo lo relacionado con el fenómeno religioso como extra-

científico y ajeno al quehacer de la ciencia, entre las explicaciones de esta situación, se

encuentran aspectos relacionados con la progresiva secularización de las sociedades

occidentales contemporáneas, la influencia negativa de influyentes autores, algunos de

los cuales, como Freud, dedicaron obras completas a denostar al fenómeno religioso y

todo lo que tuviese relación con éste. Por último la ausencia de evidencia empírica,

explicada por lo reciente de la aparición de estudios más rigurosos sobre la materia ha

contribuido al recelo de la comunidad científica en general.

Se demostró de manera concreta, la existencia ampliamente documentada de la

religiosidad como factor protector en la salud mental, expresada en forma de mediador

altamente influyente en estilos de vida, formas de apoyo social, sistemas de creencias y

prácticas específicas.

75
La manera en que se han demostrado estas relaciones han sido a partir de desarrollos

tanto teóricos como empíricos, como son, desarrollos de hipótesis biopsicosociales,

modelos integrativos, trabajos de tipo empíricos de tipo estudios epidemiológicos

focalizados en poblaciones específicas acotadas por zona geográfica, grupo de edad,

situación socioecómica, teniendo un especial énfasis en poblaciones de la tercera edad. La

evidencia empírica que da cuenta de la relación religiosidad salud mental, parece ser más

numerosa en cantidad de investigaciones y más sólida en sus conclusiones que los

estudios teóricos.

En relación a interacciones específicas entre religiosidad y salud mental, en torno a

algunos tópicos relacionados a la psicología clínica, se ha dado cuenta de la relación

existente entre algunas patologías y la religiosidad como factor protector y en ocasiones

como factor de riesgo, encontrando resultados que permiten establecer a la religiosidad

como un elemento a considerar en la interacción multifactorial que se produce dentro del

continuo salud-enfermedad.

Entre los desafíos hacia un desarrollo futuro de estas investigaciones, parecen estar el

lograr mayores aplicaciones en la práctica clínica, desarrollar herramientas específicas

para medir el impacto de la religiosidad en la salud mental de poblaciones

específicamente acotadas, ampliar el área de las investigaciones para lograr mayores

niveles de aceptación de sus resultados entre científicos y académicos de la salud mental,

logrando que la relación entre religiosidad y salud mental sea aceptada y reconocida

como un factor a considerar como importante dentro de de los elementos que determinan

la salud de las personas.

La religiosidad, como expresión cultural, ha estado presente durante toda la historia

del hombre, en todo tipo de poblaciones, sin distinguir origen étnico, condición

socioeconómica o características etarias, por lo cual debe ser considerada como un

fenómeno ante el cual es posible tener un acercamiento empírico, más allá de las

76
creencias personales de quien lo estudie, acercamiento que lleva sólo décadas de

desarrollo. Si se logra legitimar y socializar entre los profesionales de la salud mental que

la religiosidad se debe tomar en cuenta y validar en su justa medida, como un factor

más que interactúa con otros dentro del continuo salud enfermedad, se logrará obtener

un panorama más científicamente riguroso y también mas humano de la población que se

estudie como investigador o de la persona a la cual se trate como clínico.

77
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