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ENCANDILAMIENTO

Empujo a mi hija (dos años) en el coche para pasearla: es cine.


Mi hija empuja el coche vacío: es video.
El coche está vacío. Es necesario saberlo, es preciso resolverlo: el video no es una manera
de estar ahí de la realidad, es mil maneras de estar más allá de las imágenes.
Antes de la escritura existe la realidad. Pues si no se escribe de la realidad ¿qué se dibuja?
Viento.
Y justamente la cuestión de la realidad en video no se plantea del mismo modo que en el
cine, por ejemplo. No se plantea más. Desde ya en video la realidad no constituye
problema. En el cine se trata siempre de saber si un filme ha alcanzado o no la realidad, la
ha captado, reproducido, dado a ver (en lo posible, como nunca, como por primera vez).
En video, la realidad no acude a la cita, porque no es a ella a quien se espera. Ella está allí,
pero desde siempre disfrazada, irreconocible en sus múltiples atuendos, llevados unos
sobre otros. Presente o no, en ese punto, es la misma cosa. Ya no se le presta atención. Al
contrario, nos interesa- y no podemos dejar de notarla- su tenida. Su mantención, su
ropaje.
El coche está vacío pero avanza. Una vez que se constata su vacío uno tiende a observar
su prestancia: sinuosa, irregular, oscilante. Los brazos hipertendidos de la niña para
alcanzar la barra del coche no dejan de llamar la atención.
Después de todo, este coche no está tan vacío como parece. Al no transportar ni un solo
niño, los vehicula a todos. Aquí y allá, no solamente Alicia, tal como ella se lo imagina y tal
como yo lo imagino, sino también la muñeca que podría reemplazarla, su pequeño
hermano o su hermanita que está por venir, cuyo nacimiento la inquieta, mas todos los
niños con los que nos cruzamos en coche o a pie, más todos aquellos con los que no nos
cruzamos de todos los países del mundo en estado de balanceo, mas todos esos adultos
que miran de soslayo hacia ese vacío y lo llenan de un recuerdo, de una nostalgia, de una
regresión ¡es mucha gente! Y sin embargo no es muy real. Un enjambre de imágenes no
será jamás una gota de miel. No obstante, puede parecer un bello concierto.
Las imágenes, en video, están más cerca del ruido que la señal. El arte video es un arte del
ruido. La escritura video, contrariamente a la escritura del cine, cuyos diversos
procedimientos no tienen otro objetivo que señalar lo real, pone en juego distintas
maneras de hacer ruido entre dos imágenes o, mejor aún, de hacer ruidosa toda imagen:
“Silencio, se filma” np es aquí lo pertinente. Sino más bien “¡Ruido, se truca!”. Trucos,
efectos especiales, finalmente, la escritura video no consiste más que en eso.
Es indispensable producir una ruptura para conseguir el efecto deseado. Rasguño, borrón,
obstrucción, hilado, rasgadura: todo sirve para lacerar. Ninguna imagen debe salir entera.
¿Pero cual es el objetivo de este bombardeo intensivo? Indirectamente, la realidad por
cierto. En lo inmediato, los medios de comunicación. La multitud de mediaciones
superpuestas que se entremezclan, toda esas imágenes que adhieren a su objeto y
terminan por ocultarla a fuerza de cubrirla. El videasta es un minero de las formas: debe
atravesar capas y capas, traspasarlas, antes e alcanzar el fondo. Pero no es imposible, es
un asunto de tecnología, por tanto de efectos especiales: volvemos a ello. No se trata de
usar el hilo con que se corta la mantequilla para tallar un diamante o un mondadientes
para cavar un pozo. A cada útil su destino, su impacto. Pero atención al engaño. En el
reino de las imágenes, fácilmente un diente puede ser de diamante y un pozo cavarse en
el seno de un terrón de tierra. Entonces, en ese caso, un hilo o mondadientes no pueden
descartarse tan rápidamente. Todo efecto es bueno para quien sabe manejarlo. No hay
efecto sin fuego.
Tregua de metáforas, volvamos a nuestro punto de partida. Este es siempre una cinta de
video. O varias. Yo puse esta mañana en mi magnetoscopio Clouds of glory. Una balada a
través de los Estoados Unidos realizada en 1984 por Patrick De Geetere y Catherine Maes.
Sobre música de Martin Rev, nueve secuencias hacen desfilar vistas convenidas de
rascacielos, autorrutas, rodeos, calores sudistas, desiertos, palmeras, enseñas, grandes
autos, Nueva Yprk, etc... imágenes al borde de las rutas tomadas con premura [], con la
seguridad de no fallar su objeto, suceda lo que suceda. Imágenes realizadas sin pretensión
de originalidad. Pero imágenes deshechas- es aquí que comienza el trabajo- con una
preocupación evidente por sorprender. ¿Qué? Veamos primero cómo.
Ninguna imagen permanece intacta. Todas vuelan en esquirlas. División perpendicular,
cuadro superpuesto como una cortina, rejilla, filtrado, hilado, temblor, moldura,
remanencia: procedimientos de superposición, de super-imposición. Unaimagen está
siempre parasitada por una o varias otras. Es un cuello de botella. Al encuadre que
destaca o contempla una cosa única, se substituye el cuadriculado que encadena los
trozos dispersos de una totalidad irrecomponble. Lo que cuenta es la impresión de
saturación y de dispersión. Allí, si el mundo aflora, aflora por flashes, salpicaduras, haces
de gotas. El mundo rocía las imágenes, ellas no se bañan en él. Hay siempre varias
imágenes, varias cosas que ver al mismo tiempo. Nunca demasiado. De tanto ser tallada a
lo largo, lo ancho y a través, la pequeña pantalla deviene una autorruta de tres vías, un
cambia-vías donde se vehiculan las imágenes, fluyen en todos los sentidos, pulsan en
todos los ritmos. Todos, salvo uno. El 24/25 imágenes por segundo del cine/televisión.

Ya que para forzar lo real a representarse, aunque fuere un el lapso de un rayo, no basta
romper el cuadro como contenido homogéneo, es preciso romper el tiempo como
desarrollo continuo. Imágenes detenidas, lentas, aceleradas (y se acelera también una
imagen multiplicando en llas las cosas a ver): todo es válido para salir del efecto 24
imágenes por segundo, efecto que consiste en dar la ilusión de continuidad del
movimiento a una sucesión de imágenes fijas. Aquí se prefiere entrampar el movimiento-
a través de sus huellas, sus marcas de fuego- en una imagen detenida. Se navega más acá
y más allá de esta velocidad ideal, idealizante sobre la cual reposa el cine.

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