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El mundo mágico
Postfacio de
Silvia Mancini
ARAUCARIA
De Martirio, Ernesto.
El mundo mágico / Ernesto de Martino; comentado por: Silvia Mancini. - la ed -
Buenos Aires: Libros de la Araucaria, 2004.
592 p., 23x16 cm.: (La religión en debate / dirigida por Elio Masferrer Kan)
ISBN 987-21406-2-6
Traducido por: Rosa Corgatelli. Postfado traducido por: Hernán Díaz.
Edición original: lí mondo mágico, prolegomeni a una stona del magismo, Einaudi, Turín, 1948
Premiére édition frangaise: Marabout Université, 1971
© 1967, Editore Boringhieri s.p.a., Turín
© Institut d'édltion Sanofi-Synthélabo, París, 1999
Prima edizlone nell’ Universale Bollati Boringhieri 1973
Prima edizlone nellacollana «Saggi» 1997
O 1973 e 1997 Bollati Boringhieri editore s.r.l.. Tormo, corso Vittorio Emanuele II, 86
El m u n d o m á g ico ................................................................................................ 59
P refacios ............................................................................................................................................. 61
Prefacio de la primera edición ............................................................................................. 61
Prefacio de la segunda edición ............................................................................................. 65
Capítulo 1
El p ro b lem a d e los p o d e re s m ágicos ....................................................................... 67
Capítulo 2
El dram a h istórico d el m undo m ágico ....................................................................... 135
Capítulo 3
El p ro b lem a d e los p o d e re s m ágicos e n la historia d e la etn o lo g ía .......... 237
E r n e s t o d e M a r t in o
Angustia territorial y rescate cultural en el mito aquilpa de los orígenes ............... 295
B enedetto C roce
Reseña de El mundo mágico ................................................................................................... 310
B e n ed et to C roce
En torno del magismo como edad histórica ..................................................................... 312
E n z o Pací
La nada y el problema del individuo .................................................................................. 325
R a f f a e l e P ettazzo n i
Reseña de El mundo mágico ...................................................................................................... 335
M ir c ea E l ia d e
Ciencia, idealismo y fenómenos paranormales ............................................................... 338
A mi Anua,
que ha salvado el manuscrito de este trabajo
de las ruinas de Cotignola.
(Frente del Senio, noviembre de 1944-abril de 1945)
P refacios
tenaces prejuicios, que nos ha parecido oportuno comenzar por unos pro
legómenos con el fin de allanar el camino a las ulteriores investigaciones e
indicar la dirección en que éstas deben proceder. Sobre todo se ha que
rido caracterizar el problema en el cual se ha comprometido el magismo,
y la función que el magismo, como edad histórica, ejerció en el cuadro ge
neral de la civilización humana. En cuanto al modo en que se ha condu
cido la investigación, hay que tener en cuenta que se ha acentuado in
tencionalmente la tendencia al pensamiento en movimiento, que se abre
en forma gradual al problema y lo alcanza en su enfoque exacto sólo d es
pués de haber superado dramáticamente los planteamientos falsos. En
otras palabras, hay aquí un desarrollo del pensam iento en dos momen
tos fundamentales: en el primer momento, el pensam iento queda inme
diatamente ligado a la angustia de una Einstellung cultural no consciente
de sí, y toma como ob jeto de la investigación únicamente el mundo má
gico; en el segundo momento, cobra conciencia de los límites del propio
horizonte historiográfico y som ete a análisis no sólo el mundo mágico si
no también el modo occidental de abordarlo. De tal manera se llega a una pers
pectiva más elevada, en la que se domina lo culto y lo arcaico mediante
una nueva y mediata comprensión de ambos. Con este segundo momen
to, em inentem ente catártico, los prolegómenos a una historia del magis
mo tocan su núcleo ideal y cumplen su tarea fundamental; después de
ello el movimiento del pensam iento continúa, pero al fin en la dirección
correcta.
Obviamente, con estos prolegómenos el proceso de anamnesis del
mundo mágico d eb e considerarse apenas comenzado; para proseguirlo y
hacerlo madurar más, tal vez haga falta el trabajo de toda una generación.
Por el momento, en estos prolegómenos, una cierta incompletud en el de
sarrollo del tema parece inevitable. Muchas cuestiones merecedoras de
tratamiento particularizado apenas se han rozado, si no pasado del todo
por alto; por ejemplo, la relación entre magia y religión (entre magia y cien
cia, entre magia y técnica, entre magia y arte, etcétera), la critica sistemá
tica de todas las interpretaciones científicas de la magia, la persistencia o
la reproducción de actitudes mágicas en nuestra civilización (en el folclo
re, en los círculos espiritistas, en determinadas psicopatías, en la vida co
tidiana del individuo “normal", en ciertas orientaciones culturales), la re
lación entre magismo etnológico y magismo infantil, la evaluación de las
interpretaciones psicoanalíticas, etcétera. La ilustración del drama exis
tencia! mágico, en la variedad de las instituciones que caracterizan la ma
Prefacios
E. d. M.
1 El pasaje de Vico al que se alude es el siguiente: “Pero puesto que ahora (por la
naturaleza de nuestra humana mente, demasiado apartada de los sentidos hasta en el
propio vulgo con las tantas abstracciones en que abundan las lenguas con tantos vocablos
abstractos, y por demás aguzada con el arte de escribir, y casi espiritualizada con la prác
tica de los números, que vulgarmente saben de cuenta y razón) nos es naturalmente ne
gado poder formamos la vasta imagen de la tal mujer que algunos denominan «naturale
za simpatética» (que aunque con la boca lo digan nada tienen en la mente, porque su
mente está en lo falso, que es nada, ni les socorre la fantasía para poder de ella formar
una vasta y potentísima imagen): así ahora nos es naturalmente negado poder penetrar
en la vasta imaginación de aquellos primeros hombres, cuyas mentes nada tenían de abs
tractas, nada tenían de agudeza, nada de espiritualización, todas embotadas en las pa
siones, todas sepultadas en los cuerpos: por lo cual dijimos arriba que ahora apenas en
tender se puede, de manera alguna imaginar se puede, cómo pensarían los primeros
hombres que fundaron la humanidad pagana". (La Scienza Nueva —Ciencia nueva—, p. 378.)
66 Ernesto de Martino
antico. Dal lamento pagano al pianto de María (Muerte y llanto ritual en el mun
do antiguo. Del lamento pagano al llanto de María), que publica la mis
ma editorial casi al mismo tiempo que esta segunda edición. A fin de in
formar al lector sobre las críticas y las objeciones más importantes que
suscitó en su momento El mundo mágico, ya sea desde el punto de vista
metodológico como del histórico-religioso, siguen al texto del libro, en
forma de apéndices, la reseña (1948) y la sucesiva memoria (1949) de Cro-
ce, "En torno del magismo como edad histórica”; las páginas dedicadas
al tema por Enzo Paci (1950); un artículo de Mircea Eliade (1948), y una re
seña de Raffaele Pettazzoni (1948). En mi trabajo sobre el antiguo llanto
ritual he incluido algunas de las instancias polémicas contenidas en e s
tos escritos. Para una utilización de las tesis de Eí mundo mágico en el do
minio de la psicopatología permítaseme remitir al lector a la monografía
de E. De Renzi y E. Turolla, "Reazione psicogena di tipo schizofrenico ap-
parentem ente indotta: analisi psicopatologica alia luce del temi esisten-
ziali propri nel mondo mágico primitivo" (Reacción psicógena del tipo e s
quizofrénico aparentemente inducida: análisis psicopatológico a la luz de
los tem as existenciales propios del mundo mágico primitivo), Rivista spe-
rímentale di Freniatria, vol. 80, 1956, pp. 427-52. Advertimos, en fin, al lector
que en esta segunda edición se ha suprimido la "Respuesta a Remo Can-
toni", relacionada con una polémica dem asiado específica para seguir
siendo actual en estos días.
E. d. M.
formación que puede tomarse como punto de partida para una inves
tigación. Una prueba a favor de ello es la siguiente: un niño “vio" a su
tío matar al padre, y predijo que el asesino volvería tres días después
con la cornamenta de un Cervus elaphus que había matado el padre. El
hombre volvió tal como se había predicho: fue llevado de inmediato
ante el niño, que repitió su acusación. El hombre confesó y la asam
blea del clan decretó la sentencia de muerte para el criminal.1
1S. M. Shirokogoroff, The Psychomental Ccmplex of the Tungus, Londres, 1935, p. 117 y ss.
El problema de los poderes mágicos 71
2 Ib íd ., p. 361.
3 Ib íd ., p. 331.
72 Ernesto de Martino
Sin decir palabra (el pigmeo) fue a buscar su espejo mágico; poco des
pués de unos encantamientos me declaró con aire decidido: “Veo a tu
ladrón; es fulano — y me indicó a uno de los jóvenes que me habían
acompañado— . Además, mira tú mismo". Y, para mi gran asombro, vi
reflejarse en el espejo los rasgos de mi ladrón. El hombre, enseguida inte
rrogado, confesó que, en efecto, era culpable.5
Todos los clanes pigmeos que hemos encontrado se ignoran casi recí
procamente, salvo los que son bastante cercanos, producto relativamen
te reciente de una misma rama. Sin embargo, es de notar que esta unión
y este conocimiento de los otros clanes podrían ser mucho más comple
tos que lo que creemos, mantenidos por los hechiceros, los magos y los
cantores que van de clan en clan, encontrándolos y visitándolos, llama
dos no se sabe cómo sino quizás en virtud de su ciencia misteriosa. A
este respecto podemos citar el siguiente hecho: un viejo jefe de un clan
pigmeo vino a morir en nuestros alrededores. El pequeño clan vivía muy
6 Ibfd., p. 181.
7 Ibfd., p. 180yss. Trilles añade: “Etcombien nous pourñonsciterd'autres casi" |“|Ycuán-
tos otros casos podríamos citar! ”|.
74 Ernesto de Martino
aislado. Ahora bien, sin que ningún otro hombre del clan hubiera ido a
informarlo —y no tenían interés alguno en engañarme— , dos días des
pués llegó de muy lejos para presidir los funerales un mago pigmeo al
que nadie conocía pero que se hizo reconocer enseguida en esta cali
dad. Y cuando le pregunté cómo se había enterado del hecho: “Sé que
eres nuestro amigo —me respondió— , slige mfunga wa lur (pregúntale al
viento que pasa)”. Y la respuesta era muy seria; él no tenía en absoluto
la intención de burlarse de mí.8
elefante, pero tu fusil volverá a casa", y así con el resto, con descrip
ciones minuciosas y correctas de los hombres y con la indicación de
su éxito o su fracaso. Me dijo dónde se hallaban los sobrevivientes y
qué estaban haciendo en ese momento. Me dijo también que en tres
m eses regresarían, pero que no pasarían por ese camino porque no
esperarían encontrarm e después de la fecha convenida. Estas infor
maciones, d e las que entonces tomé diligente nota, más tarde, para
mi gran estupor, se revelaron exactas en todos sus detalles. Que e s
te hombre hubiera podido obtener esa información de los cazadores
por vía normal era poco probable (ivas scarcely witfiin the bounds of possi-
bility): estaban diseminados por una región distante unas doscientas
millas (de nosotrosl.9
9 D. Leslie, Among the Zulu and Amatongos, Edimburgo, 1875, 2a. edición, citado por
A. Lang, The Making of Religión, 1909, 2*. edición, p. 68 y ss.
76 Ernesto de Martino
co, y el calor era tan intenso que en comparación el sol ardiente cons
tituía un agradable alivio.. . 101
10 B. Thomson, South Sea Yearns, Edimburgo y Londres, 1894, pp. 196, 202 y ss.
11 Ibíd., p. 203 r'Cualquier duda en cuanto al calor de las piedras al final [del pro
cedimiento] quedó disipada por las lenguas de fuego que jugaban continuamente en
tre ellas" |.
12 Ibíd.
13 Ibíd., p. 203 y ss.
El problema de los poderes mágicos 77
...F u e necesario dar tres días a los indígenas para que hicieran sus
preparativos, es decir, construir el horno, pavimentarlo d e piedras y
calentarlo con fuego alimentado con troncos y ramas, lo que requería
por lo menos treinta y seis o cuarenta y ocho horas. Debían también
reunir las provisiones destinadas al monstruoso banquete que ten
dría lugar después de la mística ceremonia. Durante esos tres días de
espera no nos perdimos ninguna ocasión de reunir, entre testigos an
teriores, cualquier información o explicación que pudieran darnos,
aunque con resultado no muy satisfactorio. Los hechos no dejaban
lugar a dudas, pero las explicaciones eran por entero insuficientes.
Algunos sostenían que los principales actores de la ceremonia se un
taban el cuerpo con un preparado secreto que los tornaba inmunes
al efecto del fuego; otros, que el roce constante, a lo largo de toda la
vida, con las rocas ardientes, los escollos coralinos y la arena les ha
bía endurecido tanto las plantas de los pies que les permitía d esa
Según, pues, lo que refieren Thomson y Ocken, los nativos de las is
las Fiyi creen que cualquiera podría ser partícipe del privilegio de cami
nar indemne sobre las piedras candentes, siempre que lo “acompañe” o
"lleve de la mano” un miembro del clan privilegiado. Ahora bien, esta
"creencia" fue controlada en forma directa por el etnólogo Gudgeon en
ocasión de la ceremonia Umu-Ti, en Rarotonga (archipiélago Cook), evi
dentem ente análoga a la denominada Vilavilareivo en Mbenga. En efec
to, Gudgeon atravesó indemne el horno, lo mismo que sus amigos, excep
to uno, que sufrió graves quemaduras.
cada uno de los dos golpea los ángulos del horno con las ramas de ti.
Esta operación se cumplió tres veces; luego caminaron lenta y caute
losamente sobre el plano formado por las piedras calientes. Después
de esto, el toftunga vino hacia nosotros, y su discípulo entregó su rama
de ti al señor Goodwin, a partir de lo cual tuvo inicio la ceremonia y
ellos cumplieron el rito. A continuación el tohunqa dijo al señor Good
win: "Hago pasar a usted mi mana: traiga a sus amigos". Había cuatro
europeos: el doctor W. Craig, el doctor C. Craig, el señor Goodwin y yo,
y puedo decir que fuimos con coraje. Yo realicé indemne el pasaje, y
uno solo del grupo sufrió graves quemaduras; sin embargo, se estable
ció — según se dijo— que él, a semejanza de la mujer d e Lot, se había
vuelto a mirar atrás, algo contrario a todas las reglas. Es difícil brinda
ros un informe de lo que experimenté. Pero puedo deciros esto: que
tenía perfecta conciencia de estar caminando sobre piedras calenta
das hasta el rojo vivo, que sentía el calor, y que, además, no me que
maba. Experimenté algo parecido a unas leves sacudidas eléctricas,
tanto antes como después, pero eso es todo. No podría recomendar a
nadie que haga la experiencia. Uno d eb e tener mucho mana para ha
cer esto, y si no lo tiene ya será demasiado tarde cuando se encuentre
sobre las piedras calientes del Tama-ahi-roa... Para daros una idea del
calor de las piedras, al cabo de una buena media hora alguien comen
tó al hechicero que las piedras no estaban lo bastante calientes para
hacer cocer el ti. Por toda respuesta él echó en el horno su rama fres
ca, que en un cuarto de minuto ardió en llamas. Habiendo probado una
buena porción de ti cocido en el horno, puedo decir que éste estaba
lo bastante caliente para cocerlo bien. Yo caminé descalzo, y después
de nosotros siguieron cerca de doscientos maoríes. Ninguno, por lo
que pude ver, realizaba la travesía calzado. Yo no atravesé el homo con
rapidez, sino con cautela, porque temía apoyar un pie sobre alguna
punta aguda de las piedras, y por lo tanto caer. Mis pies, por otra par
te, eran muy delicados. Olvidaba deciros que durante la travesía del
horno tuve la impresión de que mis pies se despellejaban por comple
to. Además, cuando se cumplió la operación, sentí en la planta de los
pies un hormigueo semejante a unas leves sacudidas eléctricas, y es
to se prolongó durante siete horas o más. Algo muy singular— aunque
una hora después las piedras estaban lo bastante calientes para que
mar ramas frescas de ti— , la piel muy delicada de mis pies no quedó
ni siquiera encallecida por el fuego. Muchos maoríes creían haberse
quemado, pero no lo estaban, o en todo caso no de gravedad. |El to-
ftunga\ era un joven, pero de la gente de Rajatea, cuya aptitud para ca
minar sobre el fuego se transmite en forma hereditaria. Sólo puedo de-
82 Ernesto de Martino
21 Schebesta, Der Urwald ruft wieder, Salzburgo y Leipzig, 1936, pp. 45-47.
El problema de los poderes mágicos 85
Refiere Gusinde:
|Una vez] Emilia, fijando la mirada en el océano como una vidente, ex
clamó: "¡El mar se hace blanco, se forma oleaje, mucha espuma se acu
mula!” Puesto que la superficie del agua era como aceite, nos asom
bramos de sus palabras. Pero al día siguiente vino del este mal tiempo
con altas olas, y recordamos que Emilia, el día anterior al mediodía, ha
bía anunciado este-cambio.23
22 M. Gusinde, Die Feuerland-lndiáner, II (Die Yamana), Viena, Módling, 1937, p. 1422 y ss.
23 lbíd., p. 1423.
24 lbíd., II (Die Yamana), p. 1421 y ss.
86 Ernesto de Martino
Comenta con prudencia Gusinde: “Oh ¡ene yékamuá sich von einem Er-
fahrungs wissen, begriindet auf genauer Beobachtung, haben leiten lassen, kann ich
nicht entscheiden"P Pero con un poco menos de prudencia se expresa el
mismo autor a propósito de los hechiceros selknam: “Wenn sie [los hechice
ros| das Eintreffen schlechten Wetters ankündingen, brauch man die Vermutung nicht
abzuweisen, dass sie dabei ihre natürliche Erfahrung oder eine andauernde Beobach
tung zu Rate ziehen, ohne sich selber darüber Rechenschaft zu geben”.2526 Un poco más
adelante, Gusinde afirma no hallarse en condiciones de señalar la expe
riencia cotidiana utilizada por el mago en sus tareas profesionales: en to
do caso se trataría no ya de un uso astuto de conocimientos naturales, si
no sobre todo de un inconsciente Einfühlen en el am biente, y de una
mezcla inconsciente de tales experiencias con la propia fantasía.27 El em
barazo del autor, que es evidente, es también el del lector: de los hechos
de este tipo, en la forma en que son referidos por el etnólogo in loco, no
se sabe en verdad qué pensar.
Otro episodio “embarazoso” es relatado por K. Rasmussen. Una no
che el chamán Iglulik Padloq chamanizaba en torno del destino de Qahit-
soh, su hijo adoptivo, una pobre criatura demacrada, cuya salud causaba
muchas preocupaciones y que luego murió. De pie, con los ojos cerrados,
Padloq entonaba un canto mágico; luego, de pronto, al cabo de horas de
esta búsqueda en la profundidad del espíritu, creyó haber encontrado lo
que procuraba: Qahitsoh se había marchado en barca el verano anterior,
una barca cuya vela había pertenecido a un hombre que después había
muerto. Un soplo de la tierra de los muertos había tocado al niño, y de
allí la enfermedad. Ahora Qahitsoh se consumía por llegar a la tierra de
los muertos. Continúa el relato de Rasmussen:
correa, que a su vez estaba fija con una grapa a la pared. De pronto la
marmita dio un tumbo y osciló de aquí para allá como si alguien la hu
biera empujado. El calor había fundido la nieve en el lugar donde es
taba fija la grapa, que se había deslizado hacia abajo, sacudiendo la
correa y haciendo saltar los pedazos de alimento del caldo. Padloq,
siempre bajo la influencia de su trance, saltó del sitio donde se halla
ba sentado y declaró que debíamos de inmediato cambiar de lugar el
campamento y salir al viejo y compacto hielo invernal, porque nuestra
choza estaba construida entre unas líneas de presión que formaban
una grieta entre el hielo viejo y el mar abierto. Habíamos ocupado ese
emplazamiento para observar mejor los movimientos de las morsas,
pero ahora Padloq afirmaba que nos hallábamos demasiado cerca del
mar abierto y que habíamos llenado el territorio de las morsas con
nuestras indeseables emanaciones: las morsas no aprecian nuestro
olor. Y el espíritu del mar Takanakapsáluk estaba molesto y había mos
trado su resentimiento haciendo que cobrara vida nuestra comida en
la marmita. Dicen que esto sería una señal que se dirige con frecuen
cia a las personas cuando están próximas a las grietas del hielo, y no
sotros estábamos obligados a aceptarlo... Pese a las protestas de Pad
loq nos quedamos donde nos hallábamos, y cuando hubimos comido
hasta la saciedad nos metimos en nuestros sacos de dormir. Sólo a la
mañana siguiente pudimos constatar lo acertado de lo que había vis
to Padloq; es decir que encontramos, para nuestro espanto, una Asura
a lo largo del suelo. Era sólo una fisura limitada, y sin embargo lo bas
tante ancha para que el agua marina la atravesara gorgoteando. El te
cho de la choza estaba completamente desbaratado sobre la entrada,
y tras quitar un bloque de nieve vimos las aguas oscuras del mar abier
to ante nosotros. El hielo reciente, sobre el cual estaba construida la
choza de nieve, se había roto, pero en lugar de haberse desplazado
hacia el mar había permanecido sujeto a último momento entre los al
tos niveles de presión mantenidos por una pequeña isla. Después de
esto me vi obligado a prometer a Padloq que en el futuro tendría más
respeto por sus predicciones de chamán.28
28 K. Rasmussen, "Intellectual Culture of the Iglulik Eskimos", Report of the 5rt Tfiule
Expeditkm 1921-24, Vil, n. I, Copenhague, 1929, p. 34 y ss.
88 Ernesto de Martino
31 Callaway, The Religious System of the Amazulu, Publications of the Folk-Lore Society,
XV, 1884, p. 338 y ss.
32 Ibíd., p. 273.
33 Ibíd., p. 276 y ss.
92 Ernesto de Martino
cértelas encontrar". "Pero sí que las han escondido." “No, ¡no es verdad!
No hemos escondido nada.” "¿Tal vez no soy capaz de hallarlas?” "No,
no puedes; ¿quizás hemos escondido cosas para hacértelas encontrar?"
"Lo han hecho." Al persistir ellos en su negativa, el inyanga se pone dé
pie de un salto meneando la cabeza. Va y encuentra las cuentas de co
llar; encuentra los picos y los taparrabos y los brazaletes; encuentra las
espigas de maíz y de amabele y de ujiba y las puntas de upoko. Encuentra
todo lo que han escondido; y ahora ellos se dan cuenta de que, tras ha
ber encontrado todas las cosas que han escondido, es un gran inyanga}*
Relata luego Callaway que un indígena que había perdido una ter
nera acude al vidente para encontrarla. Ante la pregunta de la razón de
la visita, el indígena responde que ha perdido algunas cabezas de ga
nado; la inexactitud e s intencional, pues se quiere probar si el viden
te se halla en condiciones de corregir la información errada. Si esto no
hubiera sucedido, y el vidente hubiera continuado hablando de la co
sa como si se tratara no de una ternera sino de varias cabezas de gana
do, el cliente habría obtenido la prueba de que el presunto inyanga no
era un verdadero maestro del arte.3435 En otro caso un negro, d e nombre
John, acudió en una ocasión al vidente para saber la causa d e la enfer
medad de su hermana. Según la costum bre, habría d ebid o responder
a las preguntas del inyanga golpeando el suelo con la vara adivinatoria,
levem ente en caso de respuesta negativa, enérgicam ente en caso de
respuesta afirmativa. Pero John, decidido a no d ejarse engañar, golpea
ba con gesto maquinal el suelo con la vara, sin usar la técnica conveni
da. El vidente, visib lem ente confundido, no logró salir del apuro. Y
John: "Entonces, amigo mío, dado que no estás en condiciones de re
velar la naturaleza de la enferm edad, devuélvem e el chelín; recurriré a
otro adivino". Fue, en efecto, a consultar a un adivino que em pleaba
una técnica m enos sujeta a crítica, pues las respuestas a las preguntas
del vidente no las daba aquí el cliente, sino unas "varillas anim adas”.36
34 Ibíd., p. 278 y ss. Para una "prueba" análoga a la que fue sometido el vidente
Umwathleni, véase p. 300 y ss.
35 Ibíd., p. 300 y ss.
36 Ibíd., p. 323-26.
El problema de los poderes mágicos 93
La gente acude al inyanga para que éste les diga lo que desean sa
ber. Se limitan a ir a verlo, y a su llegada no dicen por qué han ido.
Guardan silencio. Pero el vidente les dice que han venido por una
cierta cuestión importante. Ellos asienten golpeando el suelo (con
la vara). Si golpean violentamente, lo hacen porque oyen mencionar
cosas que conocen y por las cuales han recurrido a él. Si menciona
cosas que desconocen, golpean el suelo ligeramente. Si se ha per
dido algo, por ejemplo un buey, acuden al vidente, y éste dirá que,
si lo buscan en un cierto lugar por él mencionado, lo encontrarán.
Ellos van al lugar y encuentran el buey. Si no lo encuentran donde el
vidente dice, entonces afirman que se trata de un falso vidente, y no
lo reconocen como inyanga. Van entonces a otro vidente, que tiene
fama de ser veraz. Éste les da las indicaciones necesarias, y ellos van
buscar en el lugar. Si encuentran el buey, reconocen al presunto vi
dente como un vidente verdadero.37
Y más adelante:
38 W. Bogoraz, The Chuckihee, The Iesup North Pacific Expedition, vol. 3, p. 435 y ss. La
descripción de lochelson a propósito de los chamanes koriak es análoga: “De pronto
el chamán comenzó a tamborilear cantando con voz quejumbrosa; luego el tamborileo
se volvió más fuerte, y su canto, en el cual se podían oír sonidos que imitaban el aulli
do del lobo, el lamento de la paloma y las voces de otros animales, parecía provenir
ahora del ángulo más próximo al lugar donde me encontraba, después del lado opues
to, después del medio de la casa, y por fin parecía provenir del techo. Él era ventrílo
cuo. Se considera que los chamanes versados en este arte poseen poderes particula
res. Incluso su tambor parecía resonar ora encima de mi cabeza, ora a mis pies, ora
delante de mí. Nada podía yo ver, pero me parecía que el chamán circulaba, caminan
do sobre la plataforma sin hacer ruido con sus zapatos de piel, ahora alejándose a una
cierta distancia, ahora acercándose, saltando ligeramente y después acuclillándose. De
pronto el sonido del tambor cesó y el canto disminuyó...”. (lochelson, citado porCza-
plicka en Aboriginal Siberia, Oxford, 1914, p. 229)
96 Ernesto de Martino
39 Bogoraz, The Chuckchee, cit., p. 438 y ss. Según Aske Ohlmarks (Studien zum Pro-
biem des Schamanismus, Lund y Copenhague, 1939, p. 39), I. A. Cakaninkij (Bañsylyk, Semi-
palatinsk, 1929, pp. 79 y 83) informa de ejemplos de telequinesia. No he podido utili
zar el documento, para mí inaccesible.
40 Bogoraz, T(te Cfiuckhee, cit., p. 444 y ss.
41 Gusinde, Die Feuerland-lndianer, cit., p. 775.
42 Ibíd., p. 777.
El problema de los poderes mágicos 97
Relata el mismo Trilles cómo, entre los fang, la aceptación de los novi
cios por parte de los magos ancianos implica un ritual bastante complejo,
que consta de varios momentos, el último de los cuales presenta para no
sotros particular interés. El rito final, del cual Trilles fue testigo ocular, se de
sarrolla, en sustancia, de la siguiente manera-, se erige, en determinado lu
gar, un dispositivo como el que se muestra en la Figura 1. Al inicio de la
ceremonia los magos ancianos giran en tomo de él, golpeando las manos en
forma rítmica y cantando un himno al espíritu, considerado presente en la
ceremonia. Mientras tanto un mago bate con golpes sordos y repetidos su
tam-tam. Aquí se introduce a los neófitos, previamente preparados para el
rito de aceptación a través de una serie de duras pruebas. A una señal da
da los neófitos se ponen a horcajadas de la tabla MN, del modo indicado en
la Figura 2. Al mismo tiempo el mago se coloca en la posición indicada en la
43 Ibíd.
44 Trilles, Les Pygmées de I’Afrique équatoriale, cit., p. 178 n.
98 Ernesto de Martino
F ig .l
Fig.5
El problema de los poderes mágicos 99
misma figura, los brazos estirados en alto y las palmas de las manos para
arriba, en forma de copa, hacia la extremidad N de la tabla. En un momen
to dado la tabla comienza a bajar hacia las manos del hechicero, primero con
lentitud, luego con más velocidad. Alcanzada la posición horizontal, la tabla
se detiene, mientras las manos del hechicero están a unos cincuenta centí
metros de la extremidad de la tabla, y los pies de los neófitos, a unos dos
metros del suelo (Figura 3). Los asistentes, cantando, giran tres veces en tor
no del dispositivo. Manteniendo las manos en la posición primitiva, el he
chicero que d ebe "recibir” a los neófitos se pone lentamente de rodillas (Fi
gura 4) y luego se acuesta en el suelo, con las manos sobre el pecho: la tabla
del dispositivo sigue el movimiento (Figura 5).
El hechicero se levanta, la tabla vuelve a subir a la posición horizon
tal, alcanzada la cual d etiene su movimiento: nuevo giro de los asisten
tes alrededor del dispositivo. Al fin el hechicero gira las palmas hacia aba
jo, y la tabla vuelve a descender hacia la posición de partida: la prueba
ha salido bien, los novicios son aceptados. En este momento él hechice
ro, que parece haber actuado en estado de trance, cae al suelo privado
de sentido: los compañeros se lo llevan y lo reaniman con agua lustral.45
La penosa incertidumbre en la que queda suspendido el pensamien
to cuando intenta resolver el problema de la realidad de los poderes má
gicos sobre la base de la actual documentación etnológica se torna evi
dente, por ejem plo, a propósito de la "dominación del fuego”, que sin
embargo d eb e considerarse entre los poderes cuya realidad parece m e
jor documentada. Para "explicar el misterio" según los criterios normales
se han planteado, de hecho, diversas hipótesis. Se ha creído atribuir la
pretendida “inmunidad” a la callosidad de la planta de los pies de los
participantes. Pero Ocken afirma explícitamente: "Las plantas de los pies
de los indígenas eran relativamente suaves y flexibles, en absoluto coriá
ceas e insensibles” (pág. 79). La observación de Ocken es confirmada por
R. U. Sayce, a propósito de la travesía del fuego por parte de los indios
inmigrantes de Natal: "La inmunidad a las quemaduras no se d ebe a nin
guna callosidad extraordinaria de la piel: algunos de los participantes e s
45 Trilles, "La sorcellerie chez les non civilisés, féticheurs et sorciers", en Bulletin
de la semaine d'etknologie religieuse, 2a. sesión, pp. 167-86. Cf. Leroy, La raison primitlve, París,
Geuthner, 1927, donde hechos de este tipo se utilizan para una vigorosa polémica con
tra el prelogismo de Lévy-Bruhl.
100 Ernesto de Martino
taban habituados a calzar zapatos d esd e toda la vida, como los euro
peos".46 Por último, Gudgeon afirma que sus pies eran “muy delicados"
(pág. 80). Se ha sospechado que las plantas de los pies de los ejecutores
se habían vuelto "inmunes” gracias a una "preparación" adecuada. Pero
es evidente que tal preparación d eb e excluirse en el caso de Gudgeon y
sus amigos, así como en todos los otros casos en los cuales observadores
europeos fidedignos pasaron indemnes a través del horno. Por otra par
te, Ocken, después de haber enumerado los diversos medios merced a
los cuales pudo aumentarse artificialmente la resistencia a la acción del
fuego, declara expresam ente que tales trucos “by no means come within the
present category".* Otto Stoll ha tratado de atribuir la práctica de los que ca
minan sobre el fuego a una "analgesia autosugestiva bajo la influencia del
éxtasis religioso”,47 pero la hipótesis de la sugestión es tam bién inade
cuada, pues tiene en cuenta exclusivamente la analgesia y omite por com
pleto el fenómeno de incombustibilidad que acompaña a la analgesia.
Por último, R. Fulton ha procurado demostrar que la solución del "m iste
rio” radicaría en el hecho de que las piedras empleadas de manera exclu
siva en la ceremonia conservan largamente el calor recibido, y por en d e
lo irradian muy lentam ente, de modo que el pie que camina encim a d e
ellas no experimenta fuertes sensaciones de calor;48 pero es preciso o b
servar, en primer lugar, que en Asia no se usan piedras, sino cenizas ca
lientes y carbones ardientes,49 y, en segundo lugar, que, según los docu
mentos citados, las piedras estaban lo bastante calientes para carbonizar
los pliegues de un pañuelo en quince o veinte segundos (pág. 76) o para
abrasar un ramo fresco de ti (pág. 81) o la punta de las varas em pleadas
para esparcir uniformemente las piedras,50 y de cualquier modo el calor
emanado del horno era tan intenso que superaba con seguridad los 282°
F y presum iblem ente los 400° F (pág. 79).
¿A qué edad fue creado Adán? ¿Por qué Eva fue extraída de la costilla
y no d e alguna otra parte del hombre? ¿Porqué fue extraída cuando el
hombre dormía y no cuando estaba despierto? ¿Por qué los primeros
progenitores, en el paraíso, no se casaron? ¿Dios no habría podido asu
mir aspecto humano en forma de mujer?”.
lar sobre todo las de Hans Bender, realizadas en el laboratorio del Instituto
de Psicología de la Universidad de Bonn, y las que, bajo la dirección de Mc-
Dougall, fueron efectuadas por Rhine y sus discípulos en el laboratorio del
Instituto de Psicología de la Universidad de Duke (Carolina del Norte, Esta
dos Unidos).51 Bender fue llevado a realizar una investigación sistemática
de las aptitudes paragnómicas manifestadas en forma de "clarividencia” en
51 H. Bender, "Zum Problem der ausserinnlichen Wahmemung, ein Beitrag zur Unter
suchung des «raumlichen Hellsehens» mit Laboratoriumsmethoden", introducción de E. R.
Jeansch; extraído de Z. f. Psycfwl, CXXXV, pp. 1-3, 1935,). A. Barth, Leipzig, 1936. Sobre las
investigaciones de Rhine y de su escuela, la bibliografía es ya considerable, aunque tales
investigaciones hayan experimentado un particular aumento sólo después de 1934. Nos li
mitaremos a señalar: J. B. Rhine, Extra-Sensory Perception, Boston, Society for Psychic Research,
1934 (reimpresión Londres, Faber and Faber, 1935); C. E. Stuart y J. G. Pratt, A Handbook for
Testing Extra-Sensory Perception, Nueva York, Farrar and Rinehart, 1937; J. A. Greenwood, J. G.
Pratt, J. B. Rhine, Burke M. Smith, C. E. Stuart, Extra-Sensory Perception after Sixty Years, Nueva
York, Henry Holt and Co., 1940. La rápida acumulación del material y, sobre todo, el progre
sivo perfeccionamiento de la técnica de trabajo condujeron a la necesidad de fundar un pe
riódico dedicado al tema, el Journal of Parapsychology, que desde 1937 hasta 1939 fue publica
do en la Duke University por W. McDougall, J. B. Rhine y C. E. Stuart. Desde 1939 el periódico
es dirigido por Gardner Murphy, de la Columbia University, y Bemard F. Riess, del Hunter
College. Una completa bibliografía, actualizada hasta 1940, se encuentra en el apéndice de
la ya citada obra Extra-Sensory Perception after Sixty Years. Véase también G. Schepis, “La esplo-
razione delle percezioni extrasensoriali col método statistico”, en Bolletino per i soci delta Socie-
tá Italiana di Metapsichica, N° 2,1939, pp. 10-45. Para una información general sobre el proble
ma de las aptitudes paragnómicas y las investigaciones más antiguas, véase C. Richet, Traité
de metapsychique, París, Alean, 1922, pp. 55-509; M. R. Warcollier, La Téle'pathie, París, Alean, 1921;
E. Osty, La Connaissance supra-normale, París, Alean, 1923; R. Baerwald, “Die intellektuellen Pha-
nomene” (en Der Okkultismus in Urhunden, compilado por Max Dessoir, vol. 2, Berlín, Ullstein,
1925). Entre las investigaciones más antiguas merecen particular atención las realizadas por
Brugmans y Heymans en el laboratorio de la Universidad de Groninga: Compte Renda officiel
du Premier Congrés International des Recherches Psychiques, Copenhague, 1922, pp. 396-408. Sobre
la fenomenología espontánea en la forma de las llamadas “alucinaciones telepáticas” toda
vía es de útil consulta la vieja selección de E. Gumey, F. W. H. Myers y F. Podmore, Phantasm
ofthe Uving, 2 vol., Londres, Trübnerand Co., 1886. En esta obra y en la de Myers (Human Per-
sonality, 2 vol., Londres y Bombay, Longmans-Green and Co., 1903) se publican los resulta
dos del famoso sondeo de la Society for Psychical Research. Para una moderna obra de con
junto que tenga en cuenta también las investigaciones de Rhine y de Bender, véase A.
Wintersteirí, Thelepathie and Hellsehen am Lichte dermodernen Forschung und wissenschaftlichen Kritik,
Amsterdam-Leipzig-Viena, Franz Leo and Co., 1937. Acerca de la actitud de benévola espe
ra asumida en Italia en cuanto a estas investigaciones, véase S. De Sanctis, Psicología sperimen-
tale, vol. 2, 1930, pp. 37-39. En el curso dado por De Sanctis en la R. Universidad de Roma
en el año académico 1922-23 se dedicaron algunas lecciones a la psicología paranormal.
104 Ernesto de Martino
constaté que tenía una mancha hinchada de color rojo oscuro, con la for
ma de un rectángulo alargado, pero —detalle singular— sin que ninguno
de los ángulos se viera muy marcado, ya que parecían prolijamente re
cortados. Comenté que su sinapismo tenía una forma extraña: "Entonces
usted no sabe —me dijo— que siempre se suelen cortar los ángulos del
sinapismo, para que no hagan daño”. La idea preconcebida de la forma
del sinapismo había determinado la dimensión y la forma del enrojeci
miento. Otro día intenté... sugerirle que yo cortaba el sinapismo en for
ma de estrella de seis puntas: la huella roja presentó exactamente la for
ma que yo había dicho. Di a Léonie la orden de un sinapismo sobre el
lado derecho del pecho en forma de S ... Mi sugestión... marcó sobre el
pecho una S grande bien nítida.57
57 P. Janet, L’état mental des hystériques, París, Alean, 1911,2*. ed„ p. 435.
58 Janet, L’automatisme psycfiologique, cit„ p. 267 y ss.
108 Ernesto de Martino
59 P. |anet, Lautomatisme psychologique. Essai de psychologie experiméntale sur les formes in-
férkures de l'adivité húmame, París, Alean, I889, p. 165 y ss.
60 Ibíd., p. 267. Las experiencias de Schindler, de Kreibich, de Kohnstamm (y Pin-
ner), de Heller, de Schulz, de Scóllósy han confirmado la posibilidad de provocar por
sugestión, y a veces incluso de hacer retroceder por sugestión contraria, eritemas y am
pollas. Sobre las dermatosis psicógenas particularmente demostrativas están los tra
bajos de Bunnemann. Véase, para esta parte, H. Heyer, Das horpelisch-seelische Zusammen-
wiehen in den Lehensvorgangen, Grenzfragen des Nerven- und Seenleben, comp. por el profesor
doctor Kretschmer, p. 122, Munich, 1925. Acerca de los fenómenos de estigmatización,
véase lacobi, Die Stigmatisierten, Greenifr., etcétera, p. 114, Munich, 1923.
El problema de los poderes mágicos 109
después este dispositivo eléctrico de control a todos los asistentes, de modo de ga
rantizar la relativa inmovilidad del médium y de los experimentadores. También en es
tas condiciones se obtuvieron resultados positivos: H. Price, Rudi Schneider: A Scientific
Examination ofHis Mediumship, Londres, Methuen, 1930. En cambio, se obtuvieron resul
tados sólo parcialmente positivos en la nueva serie de experiencias de 1932: H. Price,
An Account of Sorne Further Experimente with Rudi Schneider, Londres, 1933. Evidentemente,
los poderes del médium se hallaban en declinación. Sin embargo fue posible, en las
experiencias de 1932, fotografiar fenómenos de telequinesia, muy probablemente ge-
nuinos, en el momento crítico en que se producían.
El problema de los poderes mágicos 111
63 E. Osty, Les Pouvoirs incomues de l’esprit sur la matiére, París, Alean, 1932.
64 H. Pnce, A Report on Tivo Experimental Fire-Wa/fe, Londres, University of London Coun-
cil for Psychical Research, Bulletin II, 1936. De Pnce véase también "Faith and Fire-Walking”,
en Encyclopaedia Britannica, 1936 (suplemento). La exploit de Kuda Bux es comparable a la de
un santón musulmán al que T. L. Pannel tuvo la suerte de encontrar entre las tribus de la
frontera afgana. Se excavaba una fosa, que luego se llenaba de carbón y leña, a los cuales
se aplicaba fuego. Una vez que se retiraban las cenizas, el santón caminaba sobre los car
bones recitando la fórmula de profesión de fe musulmana, y luego invitaba a los fieles más
valientes a seguir su ejemplo, asegurando que, si de veras recitaban el credo de la misma
manera y con sinceridad, no sufrirían ningún daño. Después de realizarse la ordalía, algu
nos de los que habían atravesado el fuego no mostraban ninguna señal de quemadura,
mientras que otros tenían los pies llagados: estos últimos no eran considerados verdade
ros musulmanes (Frazer, hftermath, Londres, 1936, p. 457 y ss.).
112 Ernesto de Martino
Este juicio de Wundt nos coloca ante una grave dificultad. En efecto,
aunque hoy la ingenua fe en lo absoluto del "grandioso universo” de Ga-
lileo y de Newton ha sufrido una radical transformación, y aunque la físi
ca "clásica" ha ido resolviéndose en una perspectiva limitada, válida só
lo para el orden macroscópico, la instancia planteada por Wundt continúa
conservando intacto su valor prejudicial que exige una respuesta adecua
da. La condición necesaria de la investigación científica está constituida
por la presencia de un universo dado, que el individuo empírico no pue
de inmediatamente ofrecerse a voluntad: y aunque el epistemólogo d es
cubra la “parte del sujeto" en la construcción de la imagen física del mun
do, el científico, el naturalista, d eb e siempre perm anecer fiel al gran
precepto según el cual la naturaleza no se domina sino obedeciéndola.
Ahora bien, precisamente en este punto se torna manifiesto el escánda
lo que constituyen para el naturalista la posibilidad de una fenomenolo
gía paranormal y el problema de los poderes mágicos. En efecto, lo que
caracteriza al dominio paranormal es justamente la suspensión de la le
galidad natural en provecho de sujetos empíricos individuales, por ejem
plo la señora Léonie, en Le Havre. Consideremos, por ejem plo, la domi
nación del fuego por lo que s e deduce de los documentos citados. Así
como en la ya citada observación de lanet el sinapismo imaginado pro
voca el sinapismo real, así la momentánea suspensión del poder calci
nante del fuego se revela como expresión de un orden de representacio
nes y de afectos, de creencias y de mitos. Gudgeon atravesó indemne la
fosa, pero un amigo suyo "sufrió graves quemaduras" porque “se había
vuelto a mirar atrás, a semejanza de la mujer de Lot, algo contrario a to
das las reglas”.66 De manera análoga, R. U. Sayce certifica:
71 W. Crookes, R¡cerche sui fenomeni dello spiritualismo e altri scritti, trad. Servadlo, Milán,
l ibrería Lombarda, 1932, p. 126 y ss., cf. p. 125 y ss.
116 Ernesto de Martino
sentido tanto literal como metafórico, pues ahora el chamán puede, inclu
so con los ojos cerrados, ver en las tinieblas y percibir cosas y aconteci
mientos futuros ocultos a los demás: de este modo el chamán puede mi
rar en el futuro y conocer los secretos ajenos... La primera vez que un joven
chamán experimenta esta luz, mientras se halla sentado en la silla e invo
ca a los espíritus auxiliares, es como si la casa en la cual se encuentra levi-
tara de pronto. Él ve muy por delante de sí, como si la tierra fuera un gran
plano y sus ojos pudieran alcanzar los confines de la tierra... No sólo pue
de ver cosas lejanas, muy lejanas, sino también descubrir almas, almas ro
badas, ya sea que se hayan mantenido escondidas en lejanas regiones des
conocidas, ya retenidas arriba o abajo en la tierra de los muertos.74
74 Ib íd ., p. 112 y ss.
75 Ib íd ., p. 113.
76 Ib íd ., p. 112.
El problema de los poderes mágicos 119
80 Ibíd., p. 118 y ss. Entre los esquim ales d el cobre, el chamán d e b e ser h ab ilitad o
para su fundón desd e el nacimiento: “Even as soon as the afterbirth has been extruded the infant is
lifted up and altowed to look through it, a ceremony that gives the child second sight. Lateron such chil-
dren are called-, those who have eyes in the dark" [“Tan pronto como se ha expulsado la p la
centa, se alza al niño y se le p erm ite mirar a través d e ella, una cerem onia q ue da clarivi
dencia al niño. Más adelante, se llama a estos niños ‘los q ue tienen ojos en la oscuridad’"|,
K. Rasmussen, “Intellectual Culture of the C opper Esklmos”, Report ofthe 5tkThule E xpedition,
1921-24, IX, Copenhague, 1932, p. 27. Al chamán se lo llama tam bién E lih, es decir, “one who
has eyes" lalguien q u e tien e ojos|, en comparación con la gente común, a la q u e se llama
inuin'ait (Ibíd.). El cuerpo d e los chamanes aparecería luminoso a los espíritus d e l aire, pa
ra q u e se sientan atraídos hacia ellos y deseosos d e entrar en ellos, proporcionando d e
tal m odo al chamán su poder, su vista y su conocimiento (Ibíd., p. 28).
El problema de los poderes mágicos 121
81 Ib íd ., p. 50 y ss.
El problema de los poderes mágicos 123
82 Ibíd., p. 29 y ss.
83 Ibíd., p. 62.
124 Ernesto de Martino
é s te no confiesa entonces sonsacará al alma sus secretos con su cien cia m isterio
sa. En el ya citad o inform e re d a cta d o p or O llsen, el p ro ce d im ie n to d el
cham án p ara arrancar a la p acie n te la confesión d e sus cu lp as radica, p or
cierto, en gran m ed id a en la eficacia su gestiva d e las in terrogacion es; p e
ro no p u e d e en ab so lu to exclu irse q u e s e halle en ju eg o aq u í y allá un
real p o d e r m etagnóm ico, tan to en e s ta sesión co m o en o tras se m e ja n te s.
El e sq u e m a d e la sesión en cu estión e s el siguiente; el cham án pregu n ta
a su "espíritu" auxiliar la cau sa d e la en ferm ed ad ; la p a cie n te (se trata d e
una m u jer llam ada N anornaq, q u e hab ía caíd o g rav e m e n te enferm a, con
d o lo res en to d o el cu erp o) re sp o n d e q u e la cau sa e s su violación d e un
tabú . L uego el cham án procura d eterm in ar tale s violacion es, co sa q u e h a
ce con alu sion es m ás o m en o s gen éricas, con im ágen es vagas, con su g e s
tion es, o bien, muy p ro b ab lem en te, con verd ad ero s a cto s d e con ocim ien
to paranorm al. Los a siste n te s tratan, con el can to, d e minim izar las faltas
d e la enferm a, y p id en al cham án q u e s e elim inen las im p urezas d eriv a
d a s d e ello. Citam os algunos p a sa je s d el informe:
C hamán: Avanza una foca, la veo claramente. Está mojada. Se puede ver
cómo la piel se ha raspado en el lugar de la grasa.
Paciente : Raspé la piel de una foca que había matado mi hijo Qasagaq,
y lo hice en un período en el que no podía tocar pieles de foca.
C hamán: ¿Qué es lo que empiezo a ver ahora? Debe d e ser sangre, sal
vo que sea suciedad de hombre. Pero está fuera de la casa, en el sue
lo. Es como sangre. Está helada, y cubierta de nieve disuelta. Alguien
ha tratado de esconderlo.
Paciente : S í , fue en otoño. Tuve un aborto y traté de esconderlo. Traté
de mantenerlo en secreto para evitar el tabú (es decir: para evitar la
onerosa reparación necesaria cuando un tabú violado se torna d e pú
blico conocimiento).
C hamán: Me parece ver algo más: algo como si estuviera por llegar y que
desaparece apenas estoy por agarrarlo. ¿Qué es? ¿Se trata de Amarua-
lik, quizá? Creo que d eb e de ser él. Su aspecto es vivo, e incluso en
rojece. Es tan vivo como puede serlo un ser vivo. Da la impresión de
que deseara mostrarme algo. Y veo una persona más. ¿Quién e s? La
paciente no debe tener secretos. Que lo diga ella. Que hable ella. ¿Se
rá mi primo Qumangápik? Sí, es él. Es Qumangapik. La estatura es la
suya, y tiene nariz gruesa.
Paciente : Oh, sí, es verdad: he yacido con estos hombres cuando no po
día yacer con hombres porque estaba impura.84
84 Ibíd., pp. 133-41. Desde luego, la confesión puede excluir una exploración acti
va de parte del chamán y confiarse por entero a la buena voluntad de los culpables
reales o presuntos. Es el caso de la purificación general de la comunidad con objeto
de quitar los obstáculos que retienen a los animales marinos en la morada de Takana-
kapsaluk: cf„ op. cit., p. I28 y ss.
126 Ernesto de Martino
85 G usinde, Die Feuerland-lndianer, cit., I, p. 7 14: cf. p. 716: “ünruhe, Erregung und A ngst
vervolgt ¡fin nach einen üblen Jraumvorstellung bisweilen tagelang" [‘‘Después d e un m al sueño,
inq uietud , agitación y angustia lo persiguen a veces to d o e l d ía ”).
86 Ib íd ., I, p. 716.
87 Ib íd ., I, p. 728.
88 Ibíd ., II, p. 1296.
89 Ibíd ., II, p. 1297.
90 Ibíd., II, p. 1298.
El problema de los poderes mágicos 127
los e sta d o s hipnóticos, el can to. En forma gradual surge la actitud paragnó
mica, d esign ad a p or los indígenas con el térm ino ategn (o yauategn):
...La gente dice: "Él d eb e trabajar mucho, y soñar mucho, sobre todo
cantar ininterrumpidamente, para que su wáiyuwen (es decir, el alma del
hechicero muerto, con sus correspondientes poderes) se manifieste
con mayor frecuencia y permanezca más tiempo cerca d e él”. Esto sig
nifica que el candidato seguirá concentrándose todavía más, evitando
todas las distracciones del ambiente, o sumergiéndose en el silencio
so misterio de su propio yo, dominado por el único pensamiento de
su wáiyuwen. (La gente dice:) "Comienza a trabajar con su wáiyuwen, has
ta que vea también las cosas que están lejos." La "fuerza de visión psíquica"
del novicio debe intensificarse tanto que le permita ver el wáiyuwen de
los otros hechiceros. Pronto se ejercita en entraren contacto con ellos.
Cuando también se han logrado estos progresos, entonces él procura,
por medio del yauategn, ejercitar su fuerza a gran distancia. En este pe
ríodo de preparación más específica, el joven recibe algún entrena
miento de un viejo especialista. Éste le dice poco después: “¡Continúa
trabajando, hasta que logres ver mi wáiyuwenV' Esforzándose por alcan
zar esta meta, el novicio pasa alrededor de cuatro a diez semanas. Más
tarde comunica su éxito al maestro, que en general le responde: "He
visto tu wáiyuwen cuando se acercaba al mío. Ahora sigue esforzándote
para alcanzar otros".94
94 Ibíd., I, p. 783.
130 Ernesto de Martino
La sesión duró cerca de una hora, y cuando todo volvió a la calma Tu-
glik nos informó que su marido, bajo la forma de un oso fabuloso, ha
bía salido a explorar el camino que debíamos seguir en nuestro largo
viaje. Se habían barrido todos los obstáculos; accidentes, enfermedad
y muerte habían sido reducidos a la impotencia, y nosotros retornaría
mos sanos y salvos el verano siguiente.101
manas. Así, por ejemplo, en la travesía del fuego en Mbenga el humo del
horno no es un humo cualquiera, sino ese humo particular, sentidoy repre
sentado como viviente, semejante a un "espíritu” que protege; y elfuego no
es un fuego cualquiera, sino otro espíritu, que vive y se manifiesta en la len
gua ígnea que brota entre piedra y piedra de un horno de Dracaena. Estos
espíritus, guiados y dirigidos porTui Na Moliwai, preceden a los ejecutores
de la ceremonia: un tronco de helécho seco colocado sobre el homo ardien
te según su diámetro, y dispuesto en la dirección en la cual los ejecutores
se acercan al homo, indica el camino recorrido por el pequeño grupo de es
píritus. Si el tronco se coloca de manera diferente de la prescrita, la travesía
fallará, porque esto impediría a Tui Namoliwai y sus seguidores desarrollar
su obra protectora. Además, atravesar el camino recorrido por el grupo de
espíritus es tabú: rompería su delicada participación. Aún más: el homo no
es un horno cualquiera, sino que tiene un vínculo simpático con las raíces
de Dracaena: el fuego cuece sólo esas raíces, y cualquier otro alimento per
manecería crudo. Y por último: la prueba requiere preparación psíquica ade
cuada, y sobre todo la abstención de relaciones sexuales, ya sean legítimas
como de otra naturaleza, durante determinado tiempo.102
En el caso de la travesía del fuego en Mbenga, la incombustibilidad
expresa, pues, la idea de una participación con "espíritus", que es posi
ble gracias a seres privilegiados, los descendientes de Na Galita. Median
te esta participación el homo es consagrado, y también lo e s el alimento,
el cual, por efecto de la ceremonia, se toma a su vez partícipe del "mana"
que allí se manifiesta. Pero otros órdenes ideológicos y afectivos pueden
expresarse en el hecho de la incombustibilidad. Así, por ejem plo, quien
es perseguido por espíritus pasará a través del fuego, poniendo de tal
modo al fuego entre sí mismo y los espíritus y rompiendo la tem ible y pe
ligrosa participación que se había establecido: J. G. Gmelin observó en
tre los tártaros la costumbre de atravesar el fuego después de haber asis
tido a un funeral, y ello con el fin de que "el muerto no pudiera seguirlo,
amedrentado por el fuego”.103 Por otra parte, en la travesía del fuego pue
de tener valoría idea de la purificación en la simple forma de destrucción
de las influencias malignas de las que se es víctima.104
nuó imitando los gestos del otro; si uno hace ademán de desvestirse, el
latafi se desviste; si se hace ademán de poner una mano sobre las llamas,
el ¡atah la pone sin más.3 Según Clifford, todos los malayos adultos son
susceptibles de volverse latafi.4 Entre los tungús, el estado en cuestión se
denomina olon; de allí el nombre de "olonismo” propuesto por Shiroko-
goroff para designarlo. A veces los tungús aprovechan en forma intencio
nal la disposición de los sujetos a volverse olon y procuran sorprenderlos
con determinados movimientos, que el olon imitará pasivamente. El asun
to es ob jeto de diversión y entretenimiento. Shirokogoroff tuvo ocasión
de observar el siguiente episodio: mientras un individuo come su mijo en
un círculo de personas, uno de los presentes atrae su atención fingiendo
llenarse la boca de mijo hasta atorarse. El otro entra de inmediato en el
estado de ecocinesia que constituye una de las características más sobre
salientes del estado olon, y se pone enseguida a imitar el atiborramiento
con mijo hasta que su boca queda llena y la respiración le resulta impo
sible. Para librarse de la sugestión, el olon huye, mientras los compañeros
ríen de buena gana.5 Otro ejem plo: durante una reunión, se golpea re
pentina y levem ente con la mano a un manchú, y éste, automáticamente,
golpea con el mismo gesto a su vecino. La principal atracción consiste en
la reacción de personas que no conocen el "número" y que, al verse toca
das por el olon, pierden los estribos y se indignan, lo que divierte mucho
a los presentes, sobre todo cuando la persona tocada es una mujer o un
anciano.6 V. L. Priklonski relata un caso interesante de olonismo colecti
vo: un día, durante un desfile del tercer batallón de cosacos de Transbai-
kalia, una unidad compuesta enteramente de indígenas entró de pronto
en el estado olon: en lugar de obedecer las órdenes del coronel — que era
un ruso— , se pusieron a repetirlas ecolálicam ente. Como es natural, el
coronel montó en cólera y cubrió de insultos a sus hombres, los cuales,
siempre en el mismo estado olon, repetían también los insultos.7 Añade
Shirokogoroff que el fenómeno, “por su simplicidad y su potencial univer
salidad, puede asimismo producirse en condiciones etnográficas recípro
8 Ib íd . Cf., para el olonism o, M ühlm ann, Rassen und Volkerkunde, Braunschweig, 1936,
p. 403 y ss. N o h e p o d id o acced er al trab ajo d e Lohnberg, "Sie T yp e n d e r Nachahm ung
b e i d e n p rim itiv e V ó lkem ", en Archiv für gesam. Psycftol., LXXXVIII, 1933, p p . 77-130, cita
d o p o r M ü h lm an n en M ethode der Volherkunde, Stuttgart, 1938.
9 La expresión (EinfUhlung, Enseben) es d e Scheler (en Mesen und Formen der Sympathie,
trad. francesa N ature et Forme de ¡a sympathie, París, 1928, p. 34). Según Scheler, en la forma he
teropática d e la fusión afectiva el yo es atraído, cautivado, hipnotizado p or un yo extraño,
en grado tal q ue este yo individual extraño ocupa el lugar d e mi yo, sustituyendo todas sus
actitudes fundamentales y esenciales con las d e este último. Cuando se produce esta fu
sión, yo ya no vivo para “mí", sino en “él". Sin embargo, el concepto dasificatorio d e Sche
le r parece inadecuado, en cuanto a que hay formas d e fusión afectiva heteropática que, co
m o en e l olonismo, no consisten necesariam ente en la relación entre los dos yo, sino
tam bién entre el yo y un fenómeno cualquiera (por ejem plo, el susurro del follaje) q ue en
las formas más elem entales constituyen el rasgo más característico. La definición d e Sche-
138 Ernesto de Martino
donarse con el estado amok, que se observa en casi todos los malayos. En
el estado amok la pérdida de la presencia adopta otra forma: en ocasión
de emociones inesperadas, de espanto, de angustia ante la muerte y si
milares, la víctima es presa de una tem pestad de movimientos, de un d e
sencadenamiento de impulsos. La víctima salta sin cesar, toma un arma,
corre a tontas y a locas, golpea y mata a cualquiera que se le cruce en el
camino, aun si se trata del propio padre.10
Los estados psíquicos oion, latak, amok, en cuanto representan la diso
lución de la presencia y el establecim iento de una koinonía indiscrimina
da o el desencadenam iento de impulsos incontrolados, no tienen como
tales nada en común con el magismo en tanto formación cultural defini
da. El hecho negativo de la fragilidad de la presencia, de su perderse y
abdicar, es incompatible, por definición, con cualquier creación cultural,
que implica siempre un modo positivo en que la presencia se contrapo
ne al mundo, y por ende una experiencia, un drama, un problema, una
evolución, un resultado. Pero el olonismo presenta también un aspecto
que contiene una orientación susceptible de desarrollo cultural. Sobre to
do en ciertos casos, el olonizado opone una resistencia visible. No acep
ta la propia labilidad, no se entrega a ella en forma pasiva, sino que reac
ciona. Una angustia característica lo atormenta, y esta angustia expresa la
voluntad de ser como presencia frente al riesgo de no ser. La labilidad se torna así
un problema y solicita la defensa y el rescate: la persona trata de reinte
grar la propia presencia acechada. Jochelson refiere11 que en una ocasión
un cosaco olonizó a una vieja, a la que obligó a correr detrás de él. La po
bre mujer, que no podía sustraerse a la sugestión, iba gritando: “¡Basta!
¡Basta!", tratando sin éxito de detenerse. En el caso, ya mencionado, del
atiborramiento de la boca, la víctima se salva mediante la fuga. A veces
la defensa puede ser violenta: el mismo Jochelson relata que una mujer,
ler parece adaptarse mejor a las formas complejas de fusión afectiva (por ejemplo, la iden
tificación de un miembro de una tribu totémica con su tótem, o del myste con el numen en
los misterios de la Antigüedad clásica).
10 F. G. H. Van Loon, “Die Bedeuntung uriistinktiver Phánomene bei den «Primiti-
ven» und in der Kulturgesellschaft", en Zeitschrift für Volkerpsychologie und Soziologie, 7, 21,
1931. Cf. Mühlmann, Rassen undVSlkerkunde, cit., p. 401 y ss.
11 lochelson, The Yakaghir and Yukahirized Tungus, p. 37, citado por Czaplicka, Aborigi
nal SIberia, cit, p. 232.
El drama histórico del mundo mágico 139
12 Jochelson, op. cit., p. 36, citado por Czaplicka, op. cit., p. 3 12 y ss.
13 Todas las investigaciones orientadas a determinar la estructura de la mentali
dad primitiva (o mítica, o mágico-mítica, o mística), después de este primer enfoque
del problema, revelan ahora sus límites: en todas ellas pierde relieve —y no se reco
noce— el drama histórico concreto de la magia. Cuando Lévy-Bruhl nos habla de una
mentalidad primitiva gobernada por la ley de participación, y de una realidad mítico-
mágica en la cual la persona está simpáticamente vinculada con las otras personas y
con el mundo; cuando Cassirer teoriza sobre el sentimiento primitivo de una Gemeins-
chaft alies Lebendigen [comunidad de todo lo que se vive] cuya autoridad toma imposi
ble toda contraposición entre el individuo y la naturaleza, así como toda clara articula
ción de la naturaleza misma; cuando los ¡nacionalistas modernos, desde Klages hasta
Dacqué, fabulan acerca de una mística fusión afectiva desde las primeras edades; cuan
do Heinz Werner y la EntmcMungpsychologie ponen de relieve la estructura compleja, di
fusa y lábil de la "persona primitiva"; cuando, en fin, los etnólogos especialistas, des
de Preuss hasta Graebner, Thurnwald y otros, ilustran, aunque con interpretaciones
divergentes, estos mismos caracteres estructurales, y con ello creen explicar también
lo mágico: en todos estos casos, que son apenas un momento del drama existencial
mágico — el riesgo de no ser—, se prescinde de la relación concreta con el otro mo
mento — el rescate de este riesgo— , y se insiste en el "tipo” de la mentalidad, en la
“estructura psíquica", etcétera. De tal modo, el rescate de la presencia queda exclui
do de la consideración, y la presencia acechada pierde todo relieve dramático, toda
140 Ernesto de Martino
frágil presencia que (para expresarnos con una imagen) el mundo puede en
gullir y hacer desaparecer. En el mundo mágico la individuación no es un he
cho, sino una tarea histórica, y el ser-en-el-mundo es una realidad condenáa.
De allí un complejo de experiencias y de representaciones, de medidas pro
tectoras y de prácticas, que expresan ya el momento del riesgo existencial
mágico, ya el rescate cultural, y que forman, en su dramática polaridad, el
mundo histórico de la magia. La propia presencia personal, el ser-en-el-mun
do, el alma, "huye" de su morada, puede ser "arrebatada”, “robada”, "comi
da”, etcétera; es un pájaro, una mariposa, un soplo; o bien debe ser "prote
gida”, "recuperada"; o aun debe ser "retenida", “fijada”, “localizada”.15 El
turik que cree poder retener su alma mediante piedras ganchudas no es en
absoluto un supersticioso presa de falsos temores: en un mundo histórico
en el cual el “soy aquí” está expuesto al riesgo de no ser, se puede efectiva
mente no ser en serio, como en el caso del latafi presa de la imitación esp e
cular del susurro del follaje. Y puede darse también que la propia “alma”,
es decir la existencia como presencia, sea arrebatada por otros y caiga sub
yugada, como en el caso de la vieja yukagir obligada a correr detrás del co
saco. Gracias a sus piedras ganchudas, y a las imágenes y los sentimientos
que ellas despiertan (por ejemplo, la imagen del gancho), el turik se libra
de su angustia, o al menos la combate y la reduce, y de esa manera logra un
rescate no menos real que el riesgo. Si la creencia y la práctica del turik nos
parecen "supersticiosas”, ello se debe a que las comparamos indebidamen
te (antihistóricamente) con el "soy aquí” decidido y garantizado de nuestro
mundo cultural: elevamos dogmáticamente a modelo válido para todas las
formas culturales nuestro modo histórico de existir como presencias unita
rias, nuestra experiencia occidental (relativamente reciente) de encontrar
nos sólidamente idénticos aun en la diversidad de los contenidos. Y como,
en efecto, con respecto a este modo histórico de existir, la creencia y la prác
tica del turik no tiene fundamento real y se sitúa como una supraestructura
arbitraria, decretamos que se trata de una "superstición". En realidad, nues
tra soberbia cultural nos cierra aquí al drama existencial mágico y nos impi
de la comprensión de sus temas culturales característicos.16
El tema de la presencia personal que corre el riesgo de perderse y
que se rescata de este riesgo puede ilustrarse muy bien con el análisis
del atai de los indígenas de Mota.
21 Strehlow, “D le A ran da- und L o ritja -S ta m m e im Z en tra l-A u s tra lien ”, Veroffentli
cfiungen aus de stítdtischen-Museum, Francfort, IV, p. 15 y ss.
El drama histórico del mundo mágico 147
que realice un esfuerzo mayor que de costumbre. A veces basta con una
simple ruptura del orden habitual para comprometer la presencia en la
lucha que caracteriza a la magia. De aquí la "neofobia mágica", la "magi-
cidad de lo inusitado”, la necesidad de compensar toda violación de la
tradición. Una cabra que coma sus excrementos, un buey que golpee el
suelo con la cola, la primera aparición de los blancos o la sotana de los
misioneros, el sonido de la campana de la capilla de la misión, una plan
ta que da frutos fuera de estación, un fruto que no esté en el ápice de la
rama sino en el medio, un fruto doble en la misma rama, una alteración
en la configuración del paisaje, etcétera, son acontecimientos “riesgosos”
que exigen una reparación equilibradora.22 Pero la conexión del mundo
mágico con determinados momentos críticos de la presencia se torna evi
dente en muchas otras situaciones existenciales. La lucha del ser-en-el-
mundo acechado y amenazado, y el correspondiente rescate, se observa,
por ejem plo, en la vocación de Uvavnuk (pág. 119). Ante la aparición ines
perada y aterrorizante del meteoro, la frágil Uvavnuk corre el riesgo de
perder su ser-en-el-mundo; y sin embargo, en el acto en que el meteoro
es comprendido como un “espíritu" que ha entrado en ella, el rescate se
torna posible. En lugar de la posesión incontrolada, del derrumbamien
to de todo horizonte de la presencia, se tiene aquí un "espíritu”, compren
dido como alteridad por parte de la presencia, pero como una alteridad
culturalmente significativa y operativa, que acudirá cuando se la llame y
hará lo que la chamana le indique hacer. También aquí, como antes en el
caso del atai, el proceso de disgregación es detenido en virtud de un com
promiso, que basta para no perder el alma (en el significado mágico de
la expresión): un contenido que corría el riesgo de aislarse, de no ser rea
prehendido en la energía sintética de la presencia, se transforma en un
"espíritu auxiliar", dominado y dirigido.
El individuo mágico está expuesto al riesgo de la labilidad en esp e
cial en sus solitarias peregrinaciones, cuando la soledad, el cansancio re
sultante del largo caminar, el hambre y la sed, la imprevista aparición de
animales peligrosos, el acaecim iento de hechos inesperados, etcétera,
• "No conoce su p ro p io com portam iento, se pregunta sobre su p ro p io yo, está co
m o cam biado y e m b ru jado " (N. d e la T.).
El drama histórico del mundo mágico 149
Con el tema del riesgo y del rescate, tal como lo hemos expuesto has
ta ahora, parece contrastar el hecho de que, en el mundo mágico, la diso
lución del ser-en-el-mundo, el riesgo de la presencia, parece a veces ad
quirir el relieve de un fin dominante, voluntariamente perseguido. Soledad,
oscuridad, ayunos, pruebas muy rigurosas, danza orgiástica, concentración,
canto monótono, redobles de tambor, sueños revelatorios, sahumerios, nar
cóticos: ¿acaso estas técnicas para provocar el trance no apuntan a un de
rrumbamiento del horizonte buscado en forma deliberada? Debemos,
pues, demostrar que la presencia de estas técnicas no sólo no contradice
sino que confirma el tema del ser acosado que se rescata. Pero es necesa
rio, ante todo, adentrarse en el significado de las prácticas orientadas a es
tablecer el "trato con los espíritus”. En su obra fundamental sobre los fue
guinos, Martin Gusinde se extiende en varias páginas en la descripción de
las prácticas del hechicero para favorecer el trance y el surgimiento de la
segunda personalidad (el "espíritu”). Refiere el autor:
27 Ibíd., p. 754.
28 Ibíd., p. 774.
El drama histórico del mundo mágico 153
Por la noche, cuando las tinieblas eran ya densas, Unaleq llegó, segui
do por toda su familia, listo para Cumplirla promesa... Era nuestra es
peranza que Unaleq tuviera su trance en el comedor, donde todos po
díamos estar presentes y asistir a su transformación en Tulorialik (el
más potente e influyente de sus espíritus auxiliares), pero el viejo de
claró con suma decisión que el cuarto en cuestión, al ser usado por to
dos, era demasiado impuro para recibir la visita de sus espíritus. La in
vocación debía, en cambio, tener lugar en mi pequeño estudio, pues
daba por sentado que, cuando yo me recluía allí a solas, me ocupaba
en elevados pensamientos, lo mismo que él. Luego pidió que se apa
garan todas las luces y fue a ubicarse bajo mi escritorio. Su mujer, Tu-
glik, colgó pieles en torno de la mesita, de modo que su marido que
dara oculto a todas las miradas de los profanos...32
31 Ibfd., p. 363 y n.
32 Rasmussen, ¡nlellectual Culture oftfie Iglulik Esftimos, cit., p. 35.
El drama histórico del mundo mágico 155
A los veinte años caí gravem ente enferma y com encé a ver con mis
ojos y a oír con mis oídos lo que otros no veían ni oían. Durante nue
ve años viví en conflicto conmigo misma y no dije a nadie lo que me
sucedía, porque temía que la gente no me creyera y se burlara de
mí. Acabé por enfermarme d e tal gravedad que estuve a punto de
morir, pero cuando me ponía a chamanizar me sentía mejor; todavía
hoy, si estoy largo tiempo sin chamanizar, corro el riesgo de caer en
ferma.36
pués de haber convocado con esfuerzo al espíritu huésped, trate de distraerse, de reco
gerse en sí mismo al menos hasta cierto punto, y de abandonar así, siempre hasta cier
to punto, la actividad de la segunda personalidad, es decir del "espíritu". Por otra par
te, determinadas representaciones afectivas podrían incluso tener un valor exhortativo,
una función estimulante. De cualquier modo, sea cual fuere el significado psicoló
gico de estas “frases sueltas”, denuncian la intervención del ser-en-el-mundo como
presencia que, expulsada, digamos, al fondo de la vida psíquica actual, sube de
tiempo en tiempo a la superficie para explicar su fundamental función de "rectora”
del drama existencial. Aprovechamos la ocasión para señalar la carencia de un aná
lisis psicológico sistemático del hechicero en acción, análisis que debería efectuar
se valiéndose no sólo de los documentos etnológicos sino también de aquellos re
lativos a las sesiones espiritistas y metapsíquicas modernas.
160 Ernesto de Martino
39 Examínense ahora los documentos citados supra, cap. I, a ia luz de esta inter
pretación.
1,0 Sobre el viaje psíquico del chamán iglulik hacia la Madre de los animales ma
rinos, véase más adelante, p. 194-195.
El drama histórico del mundo mágico 161
41 Shirokogoroff, The Psychomental Complex, cit., p. 264. En otro pasaje el autor afirma
que el chamán es una safety valve lválvula de seguridad], que el chamanismo es un modo
de funcionar de la unidad étnica y que los chamanes son sus órganos (pp. 267, 273).
162 Ernesto de Martino
Sin duda, las actuales lagunas de los documentos etnológicos con fre
cuencia tornan muy incierta, y a veces imposible, la demostración de la
conexión del mundo mágico con determinados momentos críticos del ser-
en-el-mundo, así como el motivo soteriológico de ese mundo. En gene
ral, los etnólogos que operan in loco han elaborado sus documentos par
tiendo del presupuesto de que el magismo es un conjunto de conjeturas
supersticiosas a las cuales se abandonan las mentes ingenuas y toscas pa
ra explicar lo que no comprenden, o que, en todo caso, estimula la ima
ginación y el sentimiento. Esto ha tenido por consecuencia una elección
o acentuación muy parcial de los hechos, así como interpretaciones ten
denciosas o desprovistas de toda eficacia individuante. Pero precisamen
te por esto tienen mayor valor las pruebas que suministra un documento
tal a favor de eso que hemos denominado el drama existencial mágico.
Valga algún ejemplo, extraído del magismo arunta. A propósito de los "de
monios" o “espíritus malignos”, el documento alude a veces con suficien
te claridad a su conexión con determinados momentos críticos del ser-en-
el-mundo. Spencer y Gillen testimonian que los erintjia (o Eruncha) se
manifiestan exclusivamente cuando la víctima está sola en las tinieblas.44
Strehlow refiere que los kokolura acechan a los hombres que vagan solos por
la noche en las cercanías de los campamentos. Arrastran el alma de la víctima
hasta su gigantesca morada subterránea y allí la destruyen. Demonios fe
meninos son las tjimbarhna, probablem ente vinculadas a momentos críti
cos del ser-en-el-mundo durante la noche; éstas envuelven el alma de la víc
tima con un hilo y luego se alejan. El hombre, cuya alma está atada con el
hilo, se enferma y adelgaza a simple vista. A la noche siguiente las tjim-
barkna regresan y tiran levem ente del hilo, tras lo cual el enfermo se le
vanta y puede caminar un poco. Pero la tercera noche tiran del hilo con
brusquedad y la víctima muere. Otros demonios arunta parecen guardar
conexión con experiencias críticas relativas al viento y la tem pestad: ru-
baruba, el demonio del aterrador ciclón australiano, es experimentado y
representado como avanzando con la maciza cabeza hacia abajo, levan
tando polvaredas con sus largos cabellos y extendiendo en el aire las
47 No hay que excluir que la práctica de abrazar al novicio por parte de los hechi
ceros ancianos tenga el propósito de liberar la presencia subyugada, así como existe
una técnica para despertar a los hipnotizados; cf. p. 113 y ss.
48 Spencer y Gillen, The Arunta, cit., II, p. 391 y ss.
49 Ibíd., II, p. 392 y ss.
El drama histórico del mundo mágico 169
50 Strehlow, Die Aranda- und Loritia-StSmmen in Zentral-Australien, cit., IV, 2, p. 40: "Aun
que el hechicero haya recibido sus poderes de seres malignos, sin embargo se atribu
ye extrañamente también el poder de combatirlos y expulsarlos”.
51 Ibíd., IV, 2, p. 40 y ss.
170 Ernesto de Martino
52 Ibíd., IV, 2, pp. 40, 28. "La función principal del hechicero es sin duda la de cu
rar a los indígenas... Las enfermedades de cualquier tipo se atribuyen sin excepción
a la influencia maligna de un enemigo, en forma humana o de espíritu” (Spencery Gi-
llen, The Arunla, cit., II, p. 397).
El drama histórico del mundo mágico 171
No hay duda de que un arunta morirá por una herida, por muy superficial
que sea, si cree que el arma que ha causado esa herida ha sido embru
jada (sung) y dotada de arungquilta. Se abate, rechaza la comida y se dete
riora. No hace mucho tiempo, un hombre de Borrow Creek fue levemen
te herido en la ingle. Si bien el caso no era en absoluto grave, aun así él
insistía en decir que la flecha estaba hechizada (cfiarmed) y que él debía
morir, como de hecho murió en pocos días. Otro hombre, mientras iba de
Tennant Creek a Alice Springs, contrajo un leve resfrío, pero el hechicero
del lugar le dijo que los miembros de un grupo que se hallaba a unas
veinte millas al este le habían llevado el corazón; el hombre lo creyó, se
desalentó y se consumió. De manera análoga, en Charlotte Waters acu
dió a nosotros un hombre con una ligera herida en la espalda. Se le ase
guró que no era grave, y se lo curó como es costumbre en casos semejan
tes. Pero el hombre insistía en decir que la flecha estaba embrujada y
que, al haberle roto la espalda, aunque de manera invisible, él debía mo
rir, como en efecto murió. Existen múltiples ejemplos de este tipo, y aun
que no es posible probar que la muerte no habría sobrevenido de cual
quier modo (hubiera el indígena creído o no creído que el arma estaba
embrujada), con sólo tomar en cuenta la gravedad de las heridas y las le
siones a las que sobrevive el indígena cuando no tiene la sospecha de
una intervención mágica resulta imposible explicar la muerte en tales cir
cunstancias sin asociarla a la firme creencia de que el arungquilta ha entra
do en su cuerpo y que por lo tanto él debe morir.53
53 Spencer y Gillen, The Arunta, cit., II, p. 403 y ss. El riesgo real de la víctima em
brujada debe ponerse en estrecha relación con el riesgo real del que viola el tabú. En
OId New Zealand by a Pakeba Maori, Londres, I884, p. 96 y ss., se lee que en una oportu
172 Ernesto de Martino
nidad un esclavo del que se sabía que había comido las sobras de la comida de un je
fe, aunque era un hombre famoso por su coraje y guerrero estimado por la tribu, fue
presa de violentas convulsiones y calambres en el estómago que no cesaron más que
con su muerte, que sobrevino durante el ocaso de ese mismo día. W. Brown, en New
Zealand and its Aborigines, Londres, 1845, p. 76, relata que una mujer maorí murió por ha
ber comido un fruto tabú. Declara E. Tregear, en "The Maori of New Zealand” (|oumal of
tfie Anlbropologicai ínstitute, XIX, 1890, p. 100): “El tabú es un arma terrible. He visto a un
hombre fuerte, joven, morir el mismo día en que había cometido la violación del tabú;
las víctimas por violación de tabú mueren como si el vigor se les escapara como agua”.
Para este y otros ejemplos de este género, véase Frazer, Tafeo and the Perils of the Soul,
1911, p. 314 y ss. Sobre la posición de la institución del tabú en el cuadro del drama
existencial mágico, véase más adelante, pp. 192 y 220.
El drama histórico del mundo mágico 173
59 Frazer, The Goláen Bougk, I3, pp. 53, 221 y ss., 233, 420.
60 A. Vierkandt, "Der Ursprung der Religión und Zauberei”, en GloBus, XCI1, 1907,
p. 22.
61 T. H. Preuss, Die geistige Kulturder Naturvolher, Leipzig, Teubner, 1932, 2a. ed., p.
29 y ss.
62 A. Vierkandt, “Pie entwicklungspsychologische Theorie der Zauberei", en Arcftiv
Iür die gesamte Psychologie, XCVIII, 1937, p. 478; cf. H. Werner, Einführung in die Entwic-
klungspsychologie, 1933, p. 336.
El drama histórico del mundo mágico 177
es decir una mera relación, el mito tiene que ver con la realidad en su
concretud e inmediatez, tien e que ver con la presencia inm ediata",63 y
por lo tanto en la magia imitativa no tiene lugar una representación sim
bólica del devenir externo, sino devenir cósmico y obrar humano “sich
unmittelbar ineinenderschlingen" ,64
Estas interpretaciones parecen por entero inadecuadas con respec
to a la concreta realidad histórica de la magia imitativa como institución
definida. La tesis asociacionista (aparte de otras objeciones que pueden
hacerse al asociacionismo en general) parte del carácter finalista de la imi
tación mágica, del hecho de ser una acción dirigida a un fin (por ejem plo,
provocar la lluvia): supone, por lo tanto, este carácter como esencial de
la imitación, pero de tal modo se obstruye el camino para entender la koi-
nonía afectiva que en ella se realiza. La tesis psicológico-evolutiva, en cam
bio, reduce la imitación al motivo originario del movimiento expresivo, pero
pierde toda posibilidad de entender el progreso más allá de este motivo,
con lo cual la imitación dirigida a un fin se configura como una posterior
“superposición" ideológica. Por otra parte, cuando se atribuye la magia
no ya a un motivo psicológico originario sino a la (pretendida) forma del
pensamiento mítico, la imitación queda, digamos, prisionera de la forma
que se afirma característica de ese pensam iento: es decir que se confi
gura como mera koinonía afectiva del sujeto y del objeto, como presen
cia inmediata y cosas similares, sin que se la justifique como acción di
rigida a un fin (pues la imitación mágica como institución histórica es
también esto). Y sin em bargo, justam ente en la imitación mágica como
presencia inm ediata y también como acción dirigida a un fin reside su
concretud histórica; y justam ente en tanto se arriesga a pensar y a com
prender ese también, la imitación mágica puede revelarse al pensamien
to historiográfico en su movimiento y en su función positiva.
Considérese, por ejem plo, el latah que repite el susurro del follaje y
de las ramas movidas por el viento. En esta forma de imitación pasiva o
ecocinesia se realiza en pleno la fusión afectiva del sujeto y el objeto; aun
así, nada tiene de imitación mágica. Sólo cuando se advierte el riesgo del
"soy aquí”, sólo cuando el "soy aquí” se torna centro de la imitación,
68 Ibíd., I, 3, p. 2.
69 Spencer y Gillen, The Arunta, cit., I, p. 152.
70 Strehlow, Die Aranda- und Loritja-Stamme, cit., I, 3, p. 84.
71 Ibíd., I, 3, p. 89 y ss.
72 Ibíd., I, 3, p. 94.
180 Ernesto de Martino
73 Ibíd., I, 3, p. 3.
74 Spencer y Gillen, The Arunta, cit., I, p. 147.
75 Strehlow, D¡« Aranda- und Loritja-Slamme, cit., I, 2, p. 59.
76 Ibíd., I, 2, p. 72 y ss.
El drama histórico del mundo mágico 181
Con todos los tem as fundam entales del drama existencial mágico
guarda estrecha vinculación el tem a de la fuerza. Al igual que el alma ex
terna, que el dominio de los espíritus, que el maleficio y la imitación,
la fuerza mágica es una institución en la que se expresa el drama exis
tencial del ser-en-el-m undo expu esttfal riesgo de no ser, y que se res
cata de e ste riesgo. Tam bién aquí, si nosotros, los m odernos, qu ere
78 Acerca de la escatofagia mágica, cf. "Der Ursprung der Religión und Kunst", en
Globus, 1904, pp. 356, 324 y ss., y Globas, 1905, p. 416.
79 Acerca de la magia de las aberturas del cuerpo, cf. “Der Ursprung”, cit., en G/o-
bus, 1905, p. 416 y ss. Acerca de la magia del aliento, Ibíd., pp. 375, 384, cf. Globus, 1904,
p. 362, Globus, 1905, pp. 375, 394, 414 y ss.
184 Ernesto de Martino
80 Sobre la magia del coito, véase, en particular, Preuss, op. cit., Globus, 1904, p.
324 y ss., 356, y Globus, 1905, p. 416.
81 "Mientras que originalmente cada parte del cuerpo contiene en sí la esencia de
la persona, en fases más elevadas de evolución del pensamiento vemos formarse una
articulación en partes mágicamente importantes y mágicamente no importantes, una
centralización y una subordinación en el sentido de un carozo y una cáscara de la per
sona" (Werner, Einführung i» ále Entwicklungspsuchologie, p. 380).
82 Acerca de las representaciones de este tipo (atai, tamaniu, etcétera), cf. Lévy-
Bruhl, LAme primitive, clt„ passim.
El drama histórico del mundo mágico 185
tas dos personas vivían entre ellos hasta hace pocos días. Ahora se han
transformado en espíritus malignos, causa de la tempestad. El miste
rio de la vida hace aletear sobre ellos algo desconocido, inexplicable,
que sume a todos en la confusión. Afuera ruge la tempestad. No es po
sible ver las propias manos delante de uno, y hasta se permite a los
perros, a los que en otras circunstancias se echa fuera de las viviendas,
a buscar calor y refugio entre esa gente excitada. Entran ahora dos vi
sitantes, un hombre y una mujer, que habitan en la aldea vecina y que
han perdido el camino; tienen los ojos y la boca llenos de nieve. Es el
tercer día de la tormenta. Para el día siguiente no hay nada para comer,
nada para calentarse, y parece que la amenaza se ha convertido de
pronto en una realidad viva. La sesión se prolonga aún durante una ho
ra, una hora de gritos e invocaciones, hasta que sucede algo aterrori-
zador. Horqarnaq da un salto hacia adelante y agarra al viejo Kigiuna,
que está cantando un canto devoto a la Madre de las bestias marinas;
lo aferra rápidamente por la garganta y lo sacude brutalmente adelan
te y atrás, arriba y abajo, en medio de la muchedumbre. En un primer
momento ambos emiten gemidos guturales; luego, poco a poco Kigiu
na se sofoca y ya no se halla en condiciones de emitir sonidos; de gol
pe se oye un estertor y cae, a su vez, en éxtasis. Ahora Kigiuna sigue
dócilmente a Horqarnaq, que continúa aferrándolo por la garganta, has
ta que se revuelcan por tierra, poseídos. Los hombres de la casa se po
nen delante de las grandes lámparas de aceite de ballena, tratando de
impedir que se rompan o vuelquen; las mujeres ayudan a los peque
ños a subir a la plataforma para protegerlos del peligro de la pelea,
hasta que, al cabo de un rato, Horqarnaq, después de haber extraído
toda la vida de su adversario, lo arrastra como una bolsa de trapos. Só
lo ahora afloja la mano y Kigiuna se desploma pesadamente en el sue
lo. La tempestad ha sido matada en efigie. La rebelión de los elemen
tos reclama vida, y Horqarnaq muerde a Kigiuna en la nuca,
sacudiéndolo con toda la fuerza de sus mandíbulas, como hace un pe
rro con su víctima cuando ha salido airoso. Ahora pesa un silencio mor
tal sobre la casa, y Horqarnaq es el único que continúa su danza salva
je. Luego, lentamente, su mirada se calma, y él se arrodilla junto al
muerto y comienza a frotarle el cuerpo para devolverle la vida. Rápi
damente Kigiuna resucita, se levanta tambaleante, pero apenas vuel
ve en sí se repite la misma escena: de nuevo es aferrado por la gargan
ta, de nuevo es sofocado, hasta que es arrojado sobre el suelo de
nieve, donde yace inanimado. Tres veces es "matado” con este proce
dimiento, que significa la superioridad del ser humano sobre la tor
menta. Pero cuando Kigiuna torna por tercera vez a la vida es él quien
\
188 Ernesto de Martino
En Mota se usa una palabra que nunca se emplea para designar el al
ma humana, pero que arroja mucha luz sobre las ideas d e los indíge
nas y que también se emplea en Aurora, donde se la utiliza mucho. Es
ta palabra es nunuai. En Mota se llama así a una impresión sensible
El drama histórico del mundo mágico 191
84 Codríngton, Tfie Melanesians, cit., p. 251. El parentesco entre nunuai y niniai (som
bra, reflejo) confirma que las representaciones mágicas de un alterego como eco, refle
jo, sombra, etcétera, se basan en la experiencia del prolongarse más allá de los lími
tes, del no mantenerse, pero referida al ser-en-el-mundo.
85 Es pertinente recordar las investigaciones de Jaensch en la esfera de las denomi
nadas experiencias eidéticas. Jaensch ha puesto en evidencia cómo, en determinadas
épocas psíquicas, sensación y representación todavía no están diferenciadas y dan for
mas de experiencia con los caracteres de la primera y de la segunda. En el eidetismo vi
sual el sujeto tiene la capacidad de visualizar materialmente, de proyectar sobre una pan
talla, una cierta imagen, después de haber tenido la sensación de ésta y después de haber
retirado el estímulo. La imagen eidética es tan viva como la sensación, y el sujeto puede
describirla hasta en sus mínimos detalles, incluso en aquellos que no se notaron en el ori
ginal; pero, al igual que la representación, puede ser influida por la voluntad, es decir mo
dificada según la propia fantasía. Los colores de las imágenes eidéticas se dejan mezclar
con los colores sensibles, exactamente como si fueran sensaciones. Por ejemplo, la ima
gen eidética de un cuadrado azul proyectada sobre una pantalla blanca se transforma —
de acuerdo con las leyes de los colores— en un cuadrado gris si, durante la presencia de
la imagen, se cambia la pantalla blanca por otra amarilla. El eidetismo es normal en los
jóvenes hasta los 14 años, pero muchas pruebas indirectas indican que el fenómeno se
halla difundido también entre los denominados primitivos, donde aparece estrechamen
te inserto en el contexto de las representaciones y las experiencias de la magia. Acerca
192 Ernesto de Martino
89 Apenas si hace falta advertir que también en nuestra civilización hay situacio
nes ''marginales'' (es decir, extrañas a su carácter individuante) en las que tales formas
pueden mantenerse, o reproducirse, adquiriendo en algunos casos un relieve también
cultural, aunque secundario: basta pensar en las tradiciones mágicas todavía vivas en
nuestras poblaciones campesinas, en la magia de los círculos espiritistas, y aquella vin
culada con determinados estados psicopáticos, como la psicastenia, la esquizofrenia,
El drama histórico del mundo mágico 197
simple más allá del mundo, un hacerse presente difuso e incoado, riesgoso
y fuerte; la realidad como más allá rescatado en la institución del eco, de la
prolongación, de la sombra, del doble de los objetos; la realidad como más
allá rescatado en las figuraciones espiritistas; la realidad como más allá que
recibe horizonte en los sistemas de participación (la parte que participa del
todo, determinadas totalidades que participan entre ellas). Estas partes
pueden vincularse también a la aparición sensible, quizá comprometiendo
los sentidos de un ser privilegiado, el mago o el chamán. En la esfera del
ser-en-el-mundo, de la presencia, está la realidad mágica de la presencia
que no se mantiene, que huye, que es robada, sustraída, etcétera; está la
realidad mágica del más allá de la presencia, pero puesto en el eco, en la
prolongación, en la sombra, en el doble de la presencia misma; está la rea
lidad como más allá de la presencia rescatado en el espíritu auxiliar o loca
lizada en alguna parte del cuerpo, etcétera.
Todo esto da prueba precisam ente de una realidad en proceso de
decisión, y que trata de constituirse. Y de hecho, en ciertos casos, la rea
lidad mágica adopta una forma muy cercana a la "objetividad de lo da
do”, casi como si, en sus errores, condujera efectivamente a un mundo no
diferente del nuestro.
Y henos aquí de nuevo, después de un largo rodeo, frente al proble
ma de la realidad mágica paranormal, a los "poderes mágicos reales".
Cuando el más allá riesgoso de la presencia se rescata, por ejem plo, en
la institución del alma externa, efectivamente la relación que de tal mo
do se decide deja emerger nexos reales que nos sentiríamos tentados de
denominar "objetivos" en nuestro sentido históricamente determinado:
si el nagual muere, también muere el dueño, y viceversa; el dueño puede
la paranoia. En todos estos casos persisten o se reproducen, en forma más o menos au
téntica, modos de la realidad mágica y el correspondiente drama existencial, cuyo mo
delo ofrece la época mágica. Por lo demás, también el individuo culto y “normal” pue
de ser rozado más o menos fugazmente, en su vida cotidiana, por esta realidad arcaica.
La posibilidad de que la realidad mágica se reproduzca también para el individuo oc
cidental culto indica que la presencia decidida y garantizada es un bien histórico y, en
tanto tal, en determinadas condiciones, revocable. En la vida del espíritu todo puede
cuestionarse, incluso aquellas conquistas que parecían hallarse al abrigo de cualquier
riesgo, y por ende también la conquista fundamental de ser en el mundo. En una si
tuación de particulares sufrimientos y privaciones, en el curso de una guerra, de una
gran penuria, etcétera, el ser-en-el-mundo puede no resistir la tensión excepcional y
puede entonces abrirse de nuevo al drama existencial mágico.
198 Ernesto de Martino
90 B. Bavink, Ergebnisse und Probleme der Naturwissenscfiaften, Leipzig, 1935, citado por
Mühlmann, Rassen und Volkerkunde, cit., p. 367.
El drama histórico del mundo mágico 201
92 Este caso es relatado por W. C. Grubb, A*t ünknown People m an Unknown Land, p.
129 y ss.
V
204 Ernesto de Martino
En la región Kitoshi, al sur del Elgon, hice una expedición por la selva
virgen de Kabra. Aquí, en la tupida hierba, por poco no pisé una víbo
ra. En el último instante logré saltar sobre ella. Por la tarde mi amigo
regresa de cazar pollos pálido como la muerte y temblando de pies a
cabeza: había escapado por un pelo de la mordedura seguramente
mortal de una mamba de siete pies de largo que le había caído en la
espalda desde un term itero... Por la noche siguiente, hacia las nueve,
nuestro campo fue atacado por una manada de hienas hambrientas...
Un día como ése dio mucho que hablar a mis negros. Lo que para no
sotros era una simple acumulación de incidentes, para ellos era la ve
rificación natural de un presagio que se había manifestado el día de
nuestra partida, en la selva. En efecto, nos habíamos precipitado a un
arroyo, junto con nuestra Ford y el puente sobre el que pasábamos.
Mis muchachos se miraron a la cara, como diciendo: “¡Qué bien em pe
zamos!” Después nos sorprendió una tormenta tropical, que nos em
V
206 Ernesto de Martino
papó a todos y nos causó una fiebre que duró varios días. La noche de
ese día nosotros, los blancos, nos miramos y yo no pude menos que
decir a mi amigo el cazador: "¿Recuerdas ese sueño que me contaste
poco antes de partir, en Zurich?” En efecto, él había tenido una pesa
dilla impresionante. Había soñado que estaba de caza en África y que
lo atacaba una gigantesca mamba.94
El hechicero fue a mirar en sueños a estas dos personas y vio que era
la mujer la que debía morir. Llamó en su ayuda a todos los espíritus ac
kelé, y todos estos espíritus partieron a la guerra: partieron de la aldea
de los ackelé y llegaron a la aldea de los fan, donde se encontraba la
pareja. Y todos los fan tuvieron la certeza, en ngwel, de que los espíri
tus ackelé estaban presentes. Estos espíritus se apoderaron de la mu
jer, que se despertó y dijo al marido: "He visto que los espíritus me
han echado una red de caza sobre el cuerpo”. El marido dio la alarma
y toda la aldea se despertó. Por la noche se oían búhos que ululaban
a lo largo del camino por el cual habían venido los espíritus ackelé. En
tonces los habitantes de la aldea fan montaron en cólera: sus espíritus
partieron a la guerra y cazaron a los espíritus de los ackelé. Muchos ac
kelé fueron heridos, golpeados por venablos lanzados en la noche por
espíritus fan. Dos ackelé murieron. Un tercer herido preguntó unos días
después a un fan: "¿La mujer que hemos capturado ha muerto?” "No
—fue la respuesta—, pero está muy enferma." “Sin duda morirá —di
jo el ackelé—, y por su causa también nosotros moriremos." Al día si
guiente la mujer fan había muerto, y lo mismo el ackelé.95
94 C. G. )ung, ¡¡ problema dell’inconscio nella psicología moderna, trad. it., Turín, Einaudi,
1942, p. 179 y ss.
95 R. Allier, Le non-civilisé et nous. Différence irréductible ou identité fonciire, París, 1927, p.
291 y ss.
El drama histórico del mundo mágico 207
96 Estos dos episodios fueron relatados por Trilles a O. Leroy, que los refiere en
La raisott primitive, París, Geuthner, 1927, p. 183 y ss.
El drama histórico del mundo mágico 209
99 Acerca de esta referencia, así como para las sucesivas, véanse ios documentos
citados in extenso en el capítulo I.
212 Ernesto de Martino
enfermo a una planta es algo real. En otras palabras: en toda esta cues
tión de las operaciones mágicas y los poderes mágicos, es necesario res
guardarse no tanto de la astucia del hechicero como, sobre todo, del rea
lismo dogmático del observador; en un buen número de casos es justamente
este realismo lo que torna al observador impermeable a la experiencia y
la realidad mágicas, y lo que lo lleva a ver en el suceso observado el pro
ducto del fraude de un hombre astuto.100
Pero el problema se complica con otras instancias. Ni siquiera cuan
do la "pretensión" mágica no parece ir acompañada de una "realidad pa-
ranormal”, ni siquiera cuando todo se desarrolla como si tal pretensión
fuera en esencia nada más que un fraude del operador mágico, ni siquie
ra en casos como éstos d eb e hablarse necesariam ente de "engaños” y
“trucos” deliberados. Además de la realidad paranormal existe la reali
dad ngwel, y la pretensión mágica puede revelarse fundada si se tiene en
cuenta esta otra forma de la realidad mágica. Inmersos en la trama de la
realidad ngwel, nuestros objetos sufren una total transformación, adquie
ren un significado por entero diferente y son reaprehendidos en relacio
nes para nosotros (pero sólo para nosotros) insubsistentes. Nosotros vemos
sólo las coordenadas del realísimo sueño mágico, y juzgamos esas coor
denadas como si no formaran parte, actualmente, de la trama ngwel, y co
mo si siguieran siendo objetos y relaciones de nuestra realidad histórica
mente determinada. Relata Rasmussen:
Un día entró en la cabaña gritando, pero sin saber decir el motivo por
el cual gritaba... Entonces, como empujado por un impulso irresisti
ble, el chamán Aqornaq irrumpió fuera de la cabaña sin pronunciar pa
labra y echó a correr por el hielo, hasta perderse de vista. Era una no
che oscura y helada. Aqornaq permaneció fuera durante más de media
hora, y cuando regresó, las mangas y la parte interna de su abrigo de
100 Un ejemplo típico de esta Einstellung occidental ante las operaciones mágicas
se da en el siguiente juicio de Walter J. Hoffman a propósito de los hechiceros de las
tribus amerindias del Noroeste: "Los exploits de algunos de los más renombrados pres
tidigitadores llegan realmente a engañar hasta a un observador inteligente e incrédu
lo; por lo tanto no es de asombrar que los relatos de los jesuítas y otros informes anti
guos que se refieren a las tribus del Noroeste contengan extensos y extraordinarios
relatos sobre los poderes que poseen tales personajes" (W. J, Hoffman, en University Me
dical Magazine, noviembre de 1890, p. 2 de la separata).
El drama histórico del mundo mágico 213
piel estaban hechos jirones, y tenía los brazos y las manos cubiertos
de sangre, ladeaba... y sin dar una palabra de explicación se desplo
mó en el suelo, y allí quedó, inconsciente. Todos permanecían senta
dos en silencio, los ojos fijos en él, con una sensación de gran admira
ción y respeto. Y a ninguno de los presentes se le ocurrió poner en
duda sus palabras cuando, recuperados de pronto los sentidos, el cha
mán explicó que el niño había sido atacado por un espíritu malvado,
al que él, Aqornaq, había vencido tras ardua lucha. Ninguno tuvo si
quiera la sospecha de que él pudiera haber recogido sangre de foca en
el lugar donde habían dejado a congelar la caza de la jornada; ningu
no supuso que él mismo hubiera podido rasgarse la ropa. Se tomaba
como algo cierto que él realm ente había combatido con un espíritu
malvado, y por lo tanto salvado la vida del niño.101
Aquí resulta evidente que todas las dificultades para admitir la "bue
na fe" d e Aqornaq y justificarla fuerza de persuasión que e je r c e sobre su
público radica en el hecho de que a nosotros nos falta esa dimensión de
lo real que, con el fin de entendernos, seguiremos llamando ngwel: esa di
mensión por la cual la sangre de foca dejada a congelar después de la ca
za puede convertirse en la sangre del chamán derramada en la lucha con
tra el “espíritu maligno”, y las ropas que el chamán ha rasgado con las
propias manos puedan transformarse en las ropas desgarradas por el es
píritu en el curso de la pelea mantenida. La imagen del truco o del frau
de nace porque nosotros nos obstinamos en hacer valer como absoluta
nuestra forma de realidad históricamente condicionada, y porque com
paramos con esta forma la pretensión del chamán Aqornaq. Pero la pre
tensión del chamán Aqornaq, como todas las pretensiones mágicas, de
ben compararse con las formas de realidad propias del mundo histórico
y cultural correlativo.
Por lo demás, varios autores han reconocido la “buena fe” de los ma
gos y los chamanes, aunque sin darse cuenta exactamente de la comple
jidad del problema. A propósito de los selknam, Gusinde declara: "Debo
rechazar rotundamente la opinión de que los hechiceros sean meros em
baucadores y charlatanes que tienen por fin el engaño deliberado del pú
blico mediante el em pleo de sus trucos".102 Y a propósito de los yamana:
Por las descripciones que se leen sobre la travesía del fuego, me es
peraba algo sensacional. Pero no podía haber nada más falso que la
escena que se desarrolló ante nuestros ojos, en el curso de la cual no
hubo en ningún momento, ni habría podido haber, el mínimo peligro
para la vida de las personas. Algunas muchachas, las plantas de cuyos
Por otra parte, la tradición del mayor poder de cham anes y hechi
ceros en tiem p o s pasados está am pliam ente acreditada, y pu ede
acontecer que, en ciertos casos, se trate de una tradición cultural his
tóricam ente fundada, o que refleja rasgos históricos. Un chamán chukchi,
excusándose ante Bogoraz por no poder realizar un cierto exploit tradicio
nal, lamentó que “tfiis is not a time for great chamanistic acts".no Entre los gru
pos tungús — declara Shirokogoroff— prevalece la idea de que el chama
nismo, en las condiciones actuales, está en decadencia. Los tungús de los
renos de Transbaikalia sostienen que los chamanes de épocas pasadas
eran mucho más poderosos que los de hoy... Los birarchen afirman que
en otros tiem pos los chamanes no eran numerosos, sino poderosos: aho
ra hay muchos, pero son chamanes “de calidad inferior’’.111 También en
tre los selknam y los yamana es corriente la idea dél poder de los anti
guos magos, capaces de exploits hoy imposibles.
116 Storch, "Die Welt der beginnenden Schizophrenie und die archaische Welt",
en Zeitschrift Neurol. Psyck., 127, 1930; "Das Arcaisch-primitive Erleben und Denken der
Schizophrenen", en Monogr. a. d. Gesamtgebiet d. Neurologie und Psycbiatrie, H. 32, 1922.
117 Werner, Einfiifirung in die Entwickluttgspsucbologie, cit., p. 398.
El drama histórico del mundo mágico 219
119 Además del estudio que Tanzi publicó con Riva sobre la paranoia (1884-86),
véanse sus monografías sobre “Neologismi degli alienad" (1889-90), “Folklore in pato-
logia mentale” (1890), y también la nota “Soprawivenze psichiche” (1891). Estos escri
tos pueden leerse en Rivista di Filosofía ¡científica, IX, 1890, p. 385, y X, 1891, p. 293.
120 Morselli, La psicanalisi, I, p. 318.
222 Ernesto de Martino
Y por último:
relieve las diversas fobias, nos ayuda a com prender aquello que Aua
dijo una vez a Rasmussen:
127 Véase la lista en Allier, Le non-civilisé et nous, cit., pp. 195 y ss., 204 y ss.
* En italiano, demone, que equivale aquí al término griego daimon, que no significa
ba "demonio" en el sentido que se le da actualmente en Occidente, sino que era una
suerte de genio, un ser sobrenatural intermediario entre la realidad divina y la huma
na, de influencia benéfica o maléfica. (N. de la T.)
226 Ernesto de Martino
129 Véase, acerca de esta parte tan característica de nuestra actual limitación his
toriográfica, Kant, Critica della ragione pura, trad. it. Gentile y Lombardo-Radice, I, pp. 128-
32. Como confirmación de la validez de la instancia que el presente trabajo intenta ha
cer valer, recordemos que Pierre Janet no consiguió estudiar los "fenómenos
psicológicos aislados” más que en el estado cataléptico del sujeto, es decir cuando la
presencia ha desaparecido e interviene esa pasividad característica que da tugara los
fenómenos de ecocinesia, ecolalia, flexibilidad cérea, etcétera (cf. P. Janet, Vautomatis-
me psyckologique, cap. I). En el estado olon, ya analizado, se observa una similar carencia
de la presencia en estrecha relación con el aislamiento de los contenidos. En las téc
nicas empleadas por los hechiceros para inducir el estado de trance, o al menos para
reducir la intensidad y la extensión de la presencia, se recurre —como ya hemos vis
to— a medios tendientes a aislar un cierto contenido de conciencia: es el caso de la
monotonía visual o acústica, o de la intensificación emocional.
El drama histórico del mundo mágico 229
realidad contienda, como una institución in fieri. Se tiene así la hipóstasis me
tafísica de una formación histórica.130
Esta angustia de nuestro actual horizonte historiográfico se refleja del mo
do más evidente en ese particular estado de ánimo que caracteriza al exis-
tencialismo. El común presupuesto de todos los autores existencialistas es,
en efecto, la limitación y la finitud del individuo, o también "el individuo en
cerrado en un horizonte inexplicablemente infinito, en medio de una existen
cia mundana humillada". Tal limitación de la presencia aparece como algo da
do, oscuro y angustioso en su origen, como un aquí y un ahora que no depende
de mí, como individuación que cobra la forma de descensus y de caída. Por ello
se ha hablado de carácter facticio, de deyección, de “ser siempre mío” del ser-
en-el-mundo, con la correspondiente “deuda" que comporta la singulariza-
ción.131 En realidad, en el conjunto de estas experiencias y de estas figuracio
nes se refleja sólo nuestra deuda historiográfica, todavía impaga, para con esa
edad mágica de la historia en la cual el ser-en-el-mundo constituía aún una
opción humana in fieri, y la presencia era una meta y una tarea, un drama y un
problema. Somos prisioneros de una limitación cultural por la cual la presen
cia circunscrita es percibida como pecado: pero “en el mundo mágico" justa
mente una presencia circunscrita es la salvación, y el pecado mágico (la "ma
lignidad”) consiste en la riesgosa caída de los límites. La antropología
helénico-cristiana y la polémica antimágica propia de nuestra civilización han
132 Escribe Wahl: “...Una frente a la otra se alzan dos Weltanuhauungen, la Weltóws-
chaumgen del día, la de Hegel, y la 'NelUmschauungen de la noche... Existen almas que
niegan el mundo del día, del triunfo manifestado y de esta rica unidad que nos ofrece
la doctrina hegeliana: porque se sienten sus prisioneros. Y eligen el mundo de los pro
blemas, de las rupturas, de los fracasos, o bien, con la mirada fija en una trascenden
cia que no pueden ver, siguen siendo en sí mismos un problema, siguen en sí mismos
rebosantes de multiplicidades irreductibles y de rupturas, pero quizá se sientan de tal
guisa con tanta mayor intensidad, ya en sí mismos, ya en sus relaciones con el otro”
(Wahl, Études kierkegaardíennes, París, 1938, p. 170 y s.). Wahl contrapone aquí su Weltans-
chauungen sobre la base de una contraposición de tipos psicológicos: existen almas que
aman el día y otras que aman la noche, almas que se calman en la síntesis clarificado
ra y almas dilemáticas, que de su experiencia interna dramática escindida hacen la ley
del mundo. Pero en este plano psicológico, en esta reducción del filosofar a la fatali
dad indiscutible de un cierto estado de ánimo, se pierde toda posibilidad de juicio y
se inaugura un verdadero diletantismo del pensamiento. En realidad, las cosas son di
ferentes: el existencialismo ha puesto de relieve un punto oscuro, un problema irre
suelto, del racionalismo moderno: el individuo como dado. Pero, en lugar de ampliar
El drama histórico del mundo mágico 231
135 Cf., acerca de esta severa valoración de la magia, Allier, Le non-civilisé et nous, cit.
136 Véase, a este respecto, el volumen de Radin, Primitive Man as Philosopher, Nue
va York, 1927.
El drama histórico del mundo mágico 233
co, un interés dominante, y por lo tanto todo juicio histórico que emplee ex
clusivamente tales categorías está destinado a no ser individuante. ¿Cómo
podría, en efecto, el individuo mágico entregarse libremente a estos intere
ses, consagrarse a ellos, si para él todavía está en juego la presencia misma,
y la individuación todavía es un problema de existencia y de vida?
Todo orden filosófico que reconozca sólo las formas tradicionales (por
ejem plo, el sistema crociano de las cuatro formas) expresa, en esencia, el
momento metodológico de una experiencia historiográfica limitada a la
civilización occidental, y por lo tanto se nutre de un humanismo circuns
crito. Sometidos a la prueba de entender el mundo mágico, tales órde
nes muestran, en efecto, un límite interno característico y revelan un m o
mento pasional y polémico, cuya perdurable eficacia lleva a desatender
aquel mundo y a inclinarse más hacia la negación que a la comprensión
justificadora. Sucede así que la razón histórica, prisionera de la propia li
mitación, no atribuye a lo mágico su interés individuante, o bien habla d e
lo mágico sólo para decir que es un verdadero limbo de la espiritualidad,
del que se desprende, según una alternancia irrelevante, e se movimien
to de realización de valores definidos que con mucho mayor provecho y
mucho menor dificultad puede estudiarse en las grandes épocas d e la
historia de la civilización, en el mundo clásico, en el cristianismo, en la
Edad Media, en el Renacimiento, etcétera. De tal modo una falta de hu
manidad de la conciencia historiográfica, su límite interno, se hipostatiza
en lo mágico: en lugar de descubrir el lado negativo de un pensam iento
que no logra comprender, se considera como negativo, como no dotado
de verdadera realidad historiográfica, el objeto incomprendido.
El retomo a lo mágico devuelve, pues, a la linfa historicista esa lib er
tad de movimiento que la pereza metafísica y la retórica fácil, junto con
la prosopopeya del Espíritu, amenazan comprometer. Gracias a este r e
torno elevamos a voz clara y distinta el débil eco de antiguas luchas h u
manas que habían perdido, para nosotros, su exacto significado. La fuer
za de tradiciones arcaicas, todavía inmediatamente operante en nuestra
vida cotidiana y que secretam ente implica la variedad de nuestras m ani
festaciones culturales, es así acogida y reconocida en la perspectiva m e
diata del pensamiento histórico.
Ahora tenem os ante nosotros, aunque sea en su primer esbozo, la
imagen del mundo mágico. Tal mundo histórico se arraiga en una e x p e
riencia fundamental: la presencia en riesgo, que surge como defensa d e
la acechanza que la atormenta. La presencia no resiste el esfuerzo de ser-
234 Ernesto de Martino
4 Ibíd., I, p. 133.
5 Ibíd.
El problema de los poderes mágicos... 241
6 Ibíd., I, p. I42.
7 Ibíd., I, p. 155.
242 Ernesto de Martino
8 Ibíd., l, p. 159.
El problema de los poderes mágicos... 243
9 A. Lang, The Mailing of Religión, 1900 (2a. ed.), p. 43: "Religión will have been, in part,
developed out of the facts, perhaps inconsistent with materialism in its dogmatic form".
10 Ibíd., p. 4 y s.
Ernesto de Martino
12 lbíd., p. 39 y ss.
* Este término tiene aquí la acepción (no admitida por la Real Academia Española)
de "conjunto de manifestaciones, como apariciones, ruidos inexplicables y similares, que
se verifican en lugares que se suponen infestados por espíritus de muertos”. (N. de la T.)
15 lbíd., pp. 65-159. También en otras obras Lang vuelve su interés hacia la feno
menología paranormal: así, en Cock Lañe and Common Sense (1894) da un informe sobre
la creencia en los movimientos de objetos inanimados, en Modern Mythology (1897) se
extiende sobre el dominio del fuego, en Custom and Myth (1893) dedica un capítulo a la
vara de rabdomancia. Como se sabe, Lang fue, en 1911, presidente de la Society for
Psychical Research.
14 Lang, Myth, Ritual and Religión, 1901,1, p. 96.
El problema de los poderes mágicos... 247
Podemos ponerlos a todos en el mismo plano (we may bracket Ifiem all to-
getfier), tanto a los vulgares materialistas del tipo de la señorita Marryat
como a los psiquistas que representan los faros de la Sociedad. El he
cho de que ésta cuente entre sus miembros con hombres de fama cien
tífica, que consideran como un canon fundamental la ley de la conserva
ción de la energía pero que sin embargo no dan ningún valor a tiempo,
espacio y gravedad apenas se reúnen en la oscuridad con médiums do
tados de "anormales prolongaciones temporales”... todo esto consti
tuiría para nosotros motivo de confusión y desaliento si no hubiera
abundantes pruebas a favor del hecho de que algunos observadores es
pecialistas, al hallarse fuera de su propio dominio, pueden tornarse su
mamente indignos de fe... Los cerebros de este tipo deben de estar
construidos a la manera de compartimientos estancos. Éstos muestran
cómo, incluso en las formas más elevadas de cultura, la fuerza de una
idea dominante puede suspender y narcotizar la razón y el juicio y con
tribuir a hacer surgir y difundir una más de esas epidémicas ilusiones de
las que la historia ofrece ejemplos aleccionadores.16
Sin duda es una ardua empresa sostener que Clodd era justo en es
tos severos juicios suyos. Sin embargo, los motivos "espiritistas” de algu
nos miembros de la Sociedad autorizaban la desconfianza y la sospecha
por parte de hombres de ciencia más fieles a los deberes y los límites de
una seria investigación naturalista. Aun así, de la crítica de Clodd emerge
el habitual y grave error de planteamiento, es decir el persistente e inge
nuo realismo del "naturalista”. Recordando la instancia planteada unos
años antes por Wundt,17 Clodd se pregunta, asombrado, cómo hombres
para los cuales existe una naturaleza organizada en un sólido contexto de
leyes puedan luego considerar posible la sistemática violación de estas
leyes por parte de los sensitivos y los médiums, como si existieran dos
naturalezas: ¡la de la ciencia y la que se altera según el capricho de indi
viduos mediocres y a menudo histéricos! Ahora bien, es evidente que tal
argumento polémico de Clodd tiene por fundamento la presuposición
dogmática de que la naturaleza ha sido siempre algo dado, tal como lo es
para nuestra civilización, y que no es posible otra naturaleza, salvo como
dada a una presencia decidida. Clodd toma la relación presencia-mundo
únicamente en la forma que es propia de nuestra civilización, y en conse
cuencia como sustraída al devenir, no partícipe de un desarrollo. Es el
mismo presupuesto de Lang, antes criticado; pero Clodd lleva más lejos
que Lang su intransigencia pasional y llega a considerar también los po
deres humanos sobre la naturaleza únicamente según la espera de posi
bilidades correlativa a la relación presencia-mundo característica de nues
tra civilización. Pero este modo de abordar el problema de los poderes
mágicos, ¿no es acaso expresión de soberbia cultural?
Lang trató de rebatir los argumentos polémicos del discurso presi
dencial, dentro de los límites que su naturalismo le permitía. Admitamos
— dice Lang— que los científicos especialistas no sean observadores au
torizados en el dominio de la investigación psíquica; pero entonces,
¿quién será el observador autorizado en este dominio? ¿Un experto en
trucos, un prestidigitador? O bien: si también éste se siente incómodo
ante ciertos fenómenos, “¿a quién recurrirá entonces el señor Clodd? ¿A
nadie, puesto que todo el problema carece de sentido? Un fenómeno
que no pueden explicar ni una cantidad de hombres de ciencia ni un
prestidigitador es un fenómeno digno de examen, en mi opinión". Clodd
V
250 Ernesto de Martino
Y m ás a d e la n te precisa:
Y m ás a d elan te aún:
20 ERE, IV, p. 782. Acerca de las profecías amerindias de la llegada de los blancos,
y de la visión profética de la princesa Papantzin, hermana de Moctezuma, véase tam
bién Lewis Spence en ERE, X, p. 381.
21 ERE, IV, p. 775.
22 ERE, I, p. 434.
23 ERE, XI, p. 730 y s.
24 ERE, V, p. 32.
25 ERE, IV, pp. 351-53. Cf. los artículos "Telepathy", de F. C. S. Schiller, en ERE, XII,
p. 507 y ss.; "Psychical Research”, de lames H. Lenka, en ERE, X, p. 420; "Suggestion”,
de Ceorge A. Coe, en ERE, XII, p. 18; "Ordalie”, de A. E. Crowley, en ERE, IX, p. 507 y
ss., etcétera. Acerca de la eficacia sugestiva de la medicina mágica, véase C. S. Myers
en ERE, IV, p. 273 y ss.
El problema de los poderes mágicos... 257
28 W. Wundt, Vdtkerpsychologie, IV, 1010 (2a. ed.), p. 278. Wundt cita, a este respecto, ex
presamente a Stoll, Suggestion und hypnotismus, cit., p. 564. Puede encontrarse un conjunto
de documentos relativos al tema en Frazer, Taboo and tíie Penis of the Soul, cit., p. 134 y ss.
29Trad. del danés de Enke Petersen, Stuttgart, 1925 (3a. ed.; Ia. ed.: 1896).
El problema de los poderes mágicos... 259
d e la "su p erstición ” y d e la "m agia", Lehm ann p lan teara el p roblem a del
siguiente m odo:
\
262 Ernesto de Martino
44 Ibíd., p. 37.
El problema de los poderes mágicos... 263
Los ejemplos que Stoll toma de la más antigua literatura sobre Austra
lia dan lugar a considerar como muy probable que las prácticas mági
cas generan las más fuertes excitaciones psíquicas. Y muchos documen
tos señalan que muchas veces la curación de enfermedades tiene lugar
sobre la base de acciones mágicas. Nuestro conocimiento d e la efica
cia imprevisible de la sugestión torna verdadero el carácter real de ta
les experiencias. Los "milagros” en el sentido de experiencias extraor
dinarias, obrados en virtud de fuerzas psíquicas subconscientes, son
muy frecuentes entre los primitivos. Toda curación conseguida sobre
la base de una acción mágica constituye un milagro de este tipo. La
causa que opera en estos milagros es dada por la creencia fundamen
tal en lo sobrenatural, es decir por la “fuerza”. En virtud de la acción
mágica se suscita en el mago la conmoción propia de lo "sagrado”, que
se suscita también en aquellos para quienes obra el mago. Se pone,
por así decirlo, en movimiento un flujo de fuerzas mágicas, que se vuel-
47 Ibíd., p. 121.
El problema de los poderes mágicos... 265
48 Ibfd., p. 122.
49 Ibíd., p. 280 y s. De la literatura disponible hasta 1923, Hauer cita a: M. Dessoir,
Vom ]enseits der Seele, Stuttgart, 1918 (2a. ed.); Der Okkultismus in modernen Weltbild, Dresde,
1923 (2a. ed.)-, Proceedings of the Society for PsycAica! Research, V, pp. 11-51; R. Tischner, Ueber
Telepathie and Hellseben, Munich, 1920, y Einfiihrung in den Okkultismus und Spiritismus, Mu
nich, 1921; A. Molí, Prophezeien und Hellzeben, Stuttgart, 1921.
266 Ernesto de Martino
Y más adelante:
Aun cuando durante las ordalías puedan verificarse muchas veces erro
res y engaños, la esencia de la ordalía no puede ser ni el error— de lo
contrario no habría podido mantenerse tan tenazmente hasta avanza
da la Edad Media alemana— ni el engaño, o de lo contrario debería-
57 lbfd., p. 465.
El problema de los poderes mágicos... 269
mos suponer que los jueces que presidían esos juicios eran todos hom
bres sin conciencia. También aquí se hallaba en juego la operatividad
de fuerzas subconscientes, las cuales asistían al inocente y golpeaban
al culpable con su venganza. Pero por cierto esto sucedía sólo donde
y sólo cuando la fuerza de la sugestión era operativa. El inocente no
sugestionable debía padecer. Luego, cuando la fuerza de la sugestión
disminuyó, la verdad de la ordalía cayó por completo en decadencia.58
Para que la ordalía resultara eficaz hacían falta, según Hauer, dos con
diciones: fuerte sugestionabilidad y sentido del derecho. Así, por ejem
plo, los amerindios no cultivaron esta práctica por carecer de sentido jurí
dico, y los pueblos cultos europeos la han superado por entero porque “ya
no son lo bastante sugestionables”.59 La ordalía tiene éxito sólo en la medi
da en que puede volver operativos ciertos impulsos subconscientes: el
culpable, al ingerir veneno, muere; el inocente, en cambio, lo devuelve; a
veces se trata de una bebida inocua, que sin embargo puede tener efec
tos letales en el que sabe que es culpable; de manera análoga, las orda
lías por suertes, por duelo, por inmersión y por lanzamiento al agua "no
carecen por completo de fundamento, en su ambiente, pues efectivamente
la prueba despierta y pone en acción fuerzas psíquicas que salvan al ino
cen te .. .”.60 Hauer advierte, no obstante, que la teoría de la sugestión, en
la forma que le ha dado la psicología moderna, no puede rendir cuenta de
todos los tipos de ordalía, sobre todo de la ordalía por adivinación y de la
basada en la resistencia a la acción del calor y del fuego:
58 Ibíd., p. 364 y s.
«w Ibíd., p. 365.
60 Ibíd., p. 371.
270 Ernesto de Martino
64 Ibíd., p. 291.
65 Ibíd., pp. 365, 367.
66 lbíd.,‘p. 489 y s.
272 Ernesto de Martino
67 Ibíd., p. 490.
68 La conexión entre koinonía mágica y poderes paranormales ha sido explícitamen
te afirmada, como se sabe, por Edgar Dacqué. Pero el autor, en lugar de una historia
que recomprenda el magismo en la ampliada autoconciencia de nuestra civilización,
contempla románticamente la koinonía mágica como un paraíso perdido, como un ideal
escatológico. De tal modo el magismo, en lugar de ser dominado en la perspectiva de
la razón histórica, queda simplemente como un arcaísmo que vuelve a hacerse inme
diatamente operativo en la conciencia moderna, como un ideal de nuestra civilización.
Por lo demás, aparte de toda otra consideración, Dacqué muestra mucha impaciencia
romántica en cuanto al estricto trabajo de comprobación, lo que torna toda su obra
científicamente inutilizable. Es oportuno recordar aquí que también en el Urwille del
pueblo alemán, idolatrado por Hauer y por la Deutscheglaubensbewegung, no es difícil re
conocer una antigua formación cultural, que vuelve a hacer sentir inmediatamente su
“"éficacia. Como garantía de tales "retornos” es útil el progreso de la conciencia históri
ca, y más precisamente la presencia mediata en el mundo mágico. Lo que libera de la
eficacia inmediata de los arcaísmos de la propia historia es la historiografía de los ar
caísmos (sobre el concepto de presencia mediata en el objeto de la investigación, véa
se E. de Martino, "Religionsethnologie und Historizismus”, en Paideuma, Mitteilungen
zur Kulturkunde, vol. II, No. 415, sep. 1942).
El problema de los poderes mágicos... 273
69 J. G. Frazer, The Golden Bough (The Magk Art), 1911 (3a: ed.), I, p. 119.
70 l“Un sistema espurio de leyes naturales, así como una falaz guía de conducta”;
“una falsa delicia así como un arte infructuoso.”| Ibíd., p. 53.
274 Ernesto de Martino
71 Ibíd., p. 215.
72 Frazer, Taboo and the Penis of the Soul, cit., p. 134 y ss.
73 J. G. Frazer, Totemism and Exogamy, IV, 1910, p. 61-64.
74 De Lévy-Bruhl debe verse, en particular, Les fonctions mentales dans les sociétés infé-
rieures, cit.; La mentalité primitive, cit.; Le sumaturel et la nature dans la mentalité primitive, cit.;
Ldme primitive, cit.
73 Acerca de las objeciones metodológicas que pueden hacerse al prelogismo des
de un punto de vista historicista, véase E. de Martino, Naturalismo e storicismo nell'etnolo-
gia, Bari, Laterza, 1941.
El problema de los poderes mágicos... 275
\
276 Ernesto de Martirio
77 Lévy-Bruhl, lláme primitive, cit., p. 70. Cf. p. 1 y s.: “Sin duda el primitivo tiene un
sentimiento vivo interno de su existencia personal. Pero de ello no se deriva que él se apre
henda como un sujeto, ni sobre todo que tenga conciencia de esta aprehensión como
opuesta a la representación de objetos que no son él mismo”. En otra parte reafirma
el mismo concepto: “A nuestros ojos, un individuo, por complejo que sea, tiene por ca
rácter primordial y esencial el ser uno. Si no lo fuera, no sería un individuo, sino un
compuesto de varios individuos. Pero, entre los primitivos, el sentimiento vivo inter
no de la persona no se acompaña análogamente de un concepto riguroso de la unidad
individual" (Ibíd., p. 250).
El problema de los poderes mágicos... 277
paña sin riesgo apreciable en nuestra vida cotidiana, y que de todos modos,
en cuanto dado, no constituye problema cultural y drama histórico, Lévy-
Bruhl plantea que lo mismo sucede también en el mundo mágico, avalan
do así la absurda tesis de que sólo la idea y la representación del individuo má
gico son diferentes de las nuestras, pero no la realidad, es decir el sentimiento
de la unidad individual, la presencia. Ahora bien, justamente de esta posi
ción antihistórica procede necesariamente la radical incomprensión del
mundo mágico. En efecto, una representación o una idea que se da por real
sin ir acompañada de la realidad, y que permanece refractaria a las ense
ñanzas de la experiencia, es precisamente un delirio. De tal modo, lo que
en esencia es sólo refractariedad o impermeabilidad nuestra a la experien
cia mágica se convierte indebidamente en refractariedad o impermeabili
dad mágica a nuestra experiencia. Además, una vez planteado el carácter
delirante de la magia surge el problema de determinar cómo es posible es
te delirio y cuál es el obstáculo que impide reconocer cómo son realmente
las cosas; y se cree, en fin, haber entendido el mundo mágico cuando se ha
identificado este obstáculo en la ley de la participación o en la categoría
afectiva de lo sobrenatural. En realidad, el único obstáculo que estorba aquí
es nuestra soberbia cultural, que eleva a dignidad metafísica nuestro modo
histórico de estar presentes en el mundo.78
curso quiere únicamente referirse a las "nociones” y a ias "ideas" sobre el individuo, y que
en el movimiento histórico y en la obra de construcción deba sólo participar la ideología de
la presencia, pero no la realidad de la presencia.
79 París, 1927. El autor ha prometido una obra sobre los orígenes experimentales
de la magia.
80 Féré, Ttamil et plaisir, nouvelles études expérimentales de psychoméchanique, París, Alean,
1904, p. ni; Reichenbach en Rochas, Le fluide des magnétiseurs, París, Carré, 1983, pp. 77-80.
81 Leroy, La raison primitive, cit., p. 72 y s. El autor recuerda a este respecto el sim
bolismo de Rimbaud: "Les couleurs, les parfums et les sons se répondent" |"Los colores, los per
fumes y los sonidos se responden"). Más adelante (pp. 87-91), Leroy, siguiendo la te
sis de Van Gennep, distingue la memoria topográfica que se sirve de puntas de
referencia, del sentido de orientación, que dependería del hecho de que los “primiti
vos" percibirían las direcciones del espacio como cualitativamente diferenciadas.
82 Ibíd., p. 141 y ss. De Basedow, cf. The Australian Aboriginal, 1925, p. 96; de Home
y Aiston, cf. Savage Life in Central Australia, 1924, p. 50.
El problema de los poderes mágicos... 279
Y más adelante:
86 Ibíd ., p. 147.
87 Ibíd ., p. 174.
88 ibíd., p. 87 y ss.
89 Ibíd ., p. 148.
90 Ibíd ., p. 190.
El problema de los poderes mágicos... 281
91 Ibíd., p. 148. En otro lugar observa que "la creencia mágica se justifica a través
de una ilusión natural tan poco prelógica que espíritus científicos entrenados en el ri
gor del método científico no han dejado de someterse a ella" (p. 281).
92 ibíd., p. 281.
282 Ernesto de Martino
93 A. Vierkandt, Die entwkklungspsychologie Tfieorie der Zauberei, cit., pp. 484-87; cf. del
mismo autor "Die Selbsterhaltung der religiosen Systeme", en Vierteljahresscfirift für wis-
sensck, Pililos, und Sozial., XXVI, p. 205 y s.
El problema de los poderes mágicos... 285
la satisfacción que procura. Pero tras un examen más atento las insuficien
cias y contradicciones vuelven a aflorar, exigiendo una crisis saludable de
toda nuestra Einstellung cultural.
A propósito de una danza guerrera de los nativos de las islas Fiyi des
crita por Thomson, Vierkandt observa:
ra que el chamán era capaz de “segunda vista" y que lo llamaran "one wfio
fias eyes”106 bastaba para la comprobación etnológica! La artificial separa
ción entre ideología mágica y poderes mágicos se manifiesta aquí del mo
do más evidente. Dadas las actuales condiciones de la investigación e t
nológica in loco en lo que concierne al problema de la eventual realidad
de la fenomenología paranormal en los pueblos primitivos, no debe,
pues, sorprender que en una obra tan ricamente documentada como la
de Ohlmarks sobre el chamanismo se aborde únicamente el ámbito de la
experiencia y la ideología, limitándose a una fugacísima alusión a esos
poderes que parecen manifestarse a veces durante las sesiones.107
106 Rasmussen, The Inteüectual Culture of the Copper Eshimos, cit., p. 27.
107 A. Ohlmarks, Studien zum Problem des Schamanismus, Lund y Copenhague, 1939, p.
38; cf. p. 10. Ohlmarks declara (p. 38) que el cuadro del chamanismo quedaría incom
pleto si no se mencionara mit ein paar Worten (“en unas palabras”)!!) el problema de la
telepatía.
290 Ernesto de Martino
108 Hegel, Enciclopedia delle scienze filosoficfie in compendio, trad. it. de Croce, III, pp. 34
y s. (§ 392).
El problema de los poderes mágicos... 291
ésta sería superflua para aquéllos por causa de los cuales se sentiría
esa necesidad, porque éstos se facilitan mucho su tarea al tachar apre
suradamente de ilusiones o fraude los relatos que se tienen sobre el
tema, por muy infinitamente numerosos que sean y por muy acredita
dos que estén por la cultura, el carácter, etcétera, de los testimonios;
y tan firmes están en su intelecto apriorístico que no sólo toda docu
mentación es impotente contra ellos, sino que hasta niegan lo que han
visto con los propios ojos. En este campo, para poder creer en lo que
se ve con los ojos, y más aún para comprender, la condición fundamen
tal es la de no enredarse en las categorías intelectualistas.109
Y en otra parte:
2 A. P. Elkin, Tfie Australian Adorigines, Sydney y Londres, 1942 (2a. ed.), p. 40 y s. Cf.
pp. 33-35.
Apéndice 297
3 Ibíd., p. 42.
4 Cf. ibíd., p. 77 y ss.
298 Apéndice
Aquí Mircea Eliade ha tenido presente sobre todo las formas de res
cate mítico de la angustia territorial en pueblos que ya no se encuentran
en el estadio de la recolección y la caza. Nosotros, en cambio, nos propo
nemos analizar la forma que adopta este rescate en la mitología de una
humanidad de recolectores y cazadores, como son los aborígenes austra
lianos, y más precisamente en un mito de fundación de la tribu arunta, la
tradición de los orígenes según el grupo totémico aquilpa (gato salvaje).
En el transcurso de su primera estada entre los arunta, en 1896, Spen-
cer y Gillen tuvieron ocasión de darse cuenta del muy importante papel
que desem peñaba el poste kauwa-auwa hada el final del engwura, en el cual
constituye evidentem ente el centro de la vicisitud ritual en su fase con
clusiva. En efecto, la última escena del engwura representa la reunión de
todos los iniciados, adornados con los em blem as de los diversos tótems
tribales, en tomo del poste kauwa-auwa. En su primera obra sobre los arun
ta y otras tribus centro-australianas, Spencer y Gillen declararon explíci
tamente: "(El kauwa-auwa) es el objeto ceremonial más sagrado de la tri
bu, y su origen es muy antiguo”.6 Y un poco más adelante:
11 Ibíd., I, p. 374.
12 Ibíd., I, p. 374.
302 Apéndice
aquí el "jefe grandísimo” disemina los churinga originarios en los centros to-
témicos preestablecidos; y es aquí, en Lamburkna, donde Numbakulla, tras
haber regresado de su peregrinación fundadora, realiza una serie de actos
ejemplares inaugurales, entre ellos la erección del poste kauwa-auwa.
Este poste, que morfológicamente presenta un aspecto que lo ase
meja a la conocida categoría de los centros del mundo (ejes cósmicos,
montañas cósmicas, árboles del mundo), aparece ante todo, en el mito
aquilpa, como un centro de comunicación entre los diversos planos cósmicos
(en efecto, a través del poste Numbakulla sale al propio campo, o sea al
cielo); pero probablem ente representa tam bién un puntal que impide
que la bóveda celeste se desplome sobre la tierra.13 Los centros del mun
do no son centros en sentido geométrico: pueden incluso ser geométri
camente excéntricos con respecto al territorio de su mundo, y son suscep
tibles, en e ste mismo territorio, de múltiples repeticiones. También
Lamburkna, lugar geométricamente excéntrico con respecto al territorio
tribal, parece un centro mítico que se repite en los diversos centros toté-
micos locales, y el poste kauwa-auwa es un e je del mundo no sólo en Lam
burkna sino también en otros lugares.
En general se ha dado relieve, a propósito de los centros del mundo,
al tema de la comunicación entre los diferentes planos cósmicos, normal
en tiempos míticos y excepcional privilegio de algunos individuos después
del período fundador.14 El mito aquilpa de una fundación cósmica que se
despliega a partir de un centro y luego repite este centro alude, empero,
también a otra motivación existencial. El poste kauwa-auwa aparece, en la
tradición aquilpa, conectado con la ceremonia engwura: tanto en el engwura
inaugural como en los que siguieron en el curso de las peregrinaciones mí
ticas, la vicisitud ritual tiene como centro el poste. En su marcha desde el
sur hacia el norte, los grupos aquilpa, tras ingresar en el territorio arunta,
plantan el poste y celebran el engwura dondequiera que elijan permanecer
durante un tiempo. Durante la peregrinación a través del territorio tribal,
un grupo aquilpa, llegado a un lugar llamado Ituka-intura, celebró el engwu-
El jefe se puso de pie y dijo: Tmara knanja nuwka, Lamburkna, ilunga (mi
campo knanja, Lamburkna, está muy lejos de aquí); koyniu (dolorido, es
decir que experimentaba dolor al ver tan lejano su campo knanja). Los
indígenas dijeron: Erilkna Inkata Aquilpa, illuma (el Inkata Aquilpa está
presto a morir, muere); Erilkna arragutia, illuma (la vieja está presta a mo
rir, muere). Luego ambos desaparecieron en el suelo y surgió un gran
peñasco, vuelto hacia el sur, en la dirección de su campo Wairidija.18
18 Spencery Gillen, The Arunta, cit., I, p. 377. Una experiencia análoga se halla con
tenida en la tradición vinculada con la colina Ulchima, en Alice Springs. El mito narra
que allí eligió su campo, en el alchera, un antepasado emú peregrinante. Angustiado
por haber dejado su campo anterior, el hombre-emú dijo: Tmara, inkuma, ulchima, o sea
"campo, atrás, angustiado”, queriendo decir con ello que estaba angustiado por haber
dejado atrás su antiguo campo. A la colina que surgía en el nuevo lugar de estancia, el
hombre-emú le dio el nombre de Ulchima, "la colina de la angustia", como diríamos
Apéndice 305
hoy (ibíd., I, p. 94). Sólo es preciso advertir que Spencer y Gillen no traducen ulchima
como angustia sino como “apesadumbrado” o "afligido” (sorry).
19 Según la tradición aquilpa, el campo de Wairidija fue el primero que se fundó
después de Lamburkna. Su carácter de "repetición" con respecto al campo de Lam
burkna nos parece demostrado también por el hecho de que, mientras que todos los
otros campos míticos son fundados a través de paradas en el curso de peregrinacio
nes, el de Wairidija fue fundado por el "jefe grandísimo” lanzando un churinga "origina
rio" desde el campo de Lamburkna hasta Wairidija: de este churinga salió el "gran jefe",
el cual, sucesivamente, dio vida a Wairidija, al “jefe menor" y a la primera mujer de los
orígenes, lllapurinja (Spencer y Gillen, The Arunta, cit., 1, p. 362). Fundar "otro” campo
sin moverse, mediante el simple acto de lanzar un churinga, puede significar, precisa
mente, que Wairidija es repetición de Lamburkna así como lo son todos los otros cam
pos fundados en el curso de las peregrinaciones míticas de los aquilpa.
20 Strehlow, Die Aranda- und Loritia-Stamme, cit., IV, p. 96.
21 Ibíd., notas 10 y II.
306 Apéndice
28 Ibíd., I, p. 384.
29 Ibíd., I, p. 385.
50 Ibíd., I, p. 111.
31 Acerca de la descripción del kauwa-auwa ceremonial, cf. ibíd., 1, pp. 293, 357. So
bre el poste tingara del inkura, Strehlow, Die Aranda- und Loritja-Stamme, cit., IV, p. 40.
32 Strehlow, op. cit., I, p. 52.
33 Ibíd., 1, p. 53.
34 Ibíd., I, p. 54.
308 Apéndice
35 Ibíd., I, p. 56.
36 Ibíd., I, p. 56.
37 Ibíd., 1, p. 58.
38 Ibíd., Strehlow, op. cit., p. 23, pone de relieve cómo el tnatantja aparece con fre
cuencia en el mito como un “irresistible martillo que abre hendiduras en las ásperas
cadenas montañosas que obstaculizan el paso a las hordas míticas peregrinantes”.
Apéndice 309
cia a volver a recorrer toda la mitología arunta, o más bien todas las mito
logías de los pueblos recolectores y cazadores. Es evidente que en el pos
te kaum-auwa se halla presente el tema de la comunicación entre los pla
nos cósmicos, simbolizada por el ascenso de Numbakulla al cielo. La
decoración del kauwa-auwa, alusiva a una figura humana, habla a favor de
la hipótesis, ya propuesta por Spen cery Gillen, de que el poste simboli
ce el antepasado mítico fundador;39 y, en fin, la erección del kauwa-auwa
en el engwura mítico inaugural, así como en el que Spencery Gillen vieron
en 1896 en Alice Springs, parece conectada con toda una serie de relacio
nes y significados que evidentem ente trascienden el tema del rescate de
la angustia territorial.40 Sin embargo, dejando por ahora sin resolver el
complejo problema de todos los significados del poste kauwa-auwa en el
engwura mítico y en su repetición ritual, nos parece que podemos concluir
con justa razón que en el mito de fundación aquilpa el kauwa-auwa presen
ta un aspecto que no puede comprenderse sin referirse al tema de la an
gustia territorial de un grupo peregrinante de recolectores y cazadores y
al correlativo rescate cultural constituido por la representación y la expe
riencia del peregrinar como un mantenerse en el centro, y del residir tem
poralmente en los diversos lugares del territorio repitiendo en todos ellos
el centro, el e je del mundo erigido por Numbakulla en la época de fun
dación, la patria absoluta del alchera.
39 Acerca del engwura mítico inaugural celebrado por el "jefe menor" en el alchera,
véase Spencer y Gillen, The Arunta, cit., I, p. 366 y ss.; sobre la fase final del engwura de
Alice Springs, cuando se erigió el kauwa-auwa, véase ibíd., I, p. 293 y ss.
40 Sobre el tingara como símbolo del antepasado mítico Kulurba, cf. Strehlow, Die
Aranda- und Lorit¡a-Stíimme, cit., III, I, p. 32, n. 2. Cf. IV, I, p. 40.
B enedetto C roce
Reseña de El mundo mágico
(En Quaderni della Critica, 1948, n. 10, p. 79 y ss.)
Después del robusto libro de Ciardo sobre las Quattro epocfie dello storí-
cismo, este volumen de De Martirio es un nuevo y original aporte de los es
tudios italianos a la construcción, en otros lugares descuidada o superfi
cialmente entendida, de la nueva metodología de la historia, y por lo tanto
también a la ampliación y la profundización de la filosofía del espíritu. Aquí
el autor prosigue e intensifica y toma concreta la idea del libro publicado
hace ya siete años,1 es decir, la de sacar la etnología de su habitual abor
daje naturalista y sociológico y volverla rigurosa historia. Por obra suya el
pensamiento de los primitivos ahora es considerado como una etapa his
tórica del pensamiento humano, con su propia positividad y su propia ta
rea en la formación y la evolución de la civilización, y no ya como un con
junto de creencias irracionales y supersticiones. El magismo sirvió para
satisfacer la necesidad de vencer de algún modo la disgregación interior
y el extravío y el tormento en una época en que no se había aclarado — y
casi se puede decir que faltaba— la distinción de una realidad extema y
un espíritu que la enfrente, y no tenía solidez — y casi puede decirse que
no existía— el concepto de la persona. Y el modo en que lo contempla
mos ahora, nosotros, que disponemos de estos conceptos (de los cuales
conocemos también la génesis y los límites críticos), es a menudo de su-
2 Philos, d. Cerschichte, Lassdon, p. 208 y s.: tanto uno como otro comentados en mis
Discorsi di varia filosofía, II, pp. 17-22.
3 De Martino, Wmondo mágico, p. I94 (cf. supra, p. 233).
B enedetto Croce
En torno del magismo como edad histórica
(En Filosofía e ¡toriograjia, 1949, pp. 193-208)
Pero, tras hacer una segunda lectura del libro de De Martino, que dig
no es de ser releído, he visto que, al concluir así mi comentario, me ha
bía dejado vencer en demasía por el deseo de atenuar o agotar los efec
tos de su error, y que esto enturbia su exposición histórica mucho más
que lo que me había parecido antes, aunque sin negar con ello el valor
de las investigaciones por él realizadas, que siguen siendo bien informa
das, agudas y penetrantes. De modo que reanudo ahora el discurso para
arrojar luz sobre este enturbiamento y justificar aún mejor lo oportuno de
mi reserva, que ampliaré a la advertencia de no perder la conciencia de
la importancia de la filosofía, y del rigor que requiere en los conceptos,
sin el cual no sería posible su unión con la filología para generar la sínte
sis historiográfica.
El malentendido a este respecto se encuentra ya en el prefacio, en
el cual De Martino recuerda que yo "siempre he recomendado abrirse a
nuevas experiencias históricas, de manera de som eter una y otra vez a
prueba, y eventualm ente corregir y ampliar, la filosofía del espíritu a la
luz de estas experiencias”.3 Recomendación que he hecho y repito con
frecuencia, pero no ya para extraer “luz” de las experiencias en pro de la
filosofía, que es la que d eb e darla, sino para acoger en ella los "estímu
los” que contribuyen al continuo acrecentamiento y enriquecimiento de
los conceptos filosóficos mediante las soluciones de los problemas que
la experiencia plantea. Muy lejos de mí estaba la intención de hacer his
tóricamente mutables las categorías, fuentes supremas de todos los con
ceptos, condiciones de todos los juicios; como si (supe decir en una opor
tunidad), para obtener más rápidos y mayores cambios en los hechos, y
cayendo en un fanatismo del cambio, otros se propusieran cambiar la idea
misma del cambio, e s decir destrozar el resorte que mueve todos los cam
bios de los hechos.4
Algo similar o parecido intentó hacer la ingeniosa invención, anterior
al 48, de la "filosofía de la praxis” o "materialismo histórico", que renegó
de la autoridad y seriedad del conocimiento para ocuparse únicamente
de cambiar el mundo y de producir la revolución de las revoluciones, la
grande y definitiva revolución, y que, si bien nacida hace más de un si
glo, se ha puesto ahora de gran moda. No sabría decir si por su oculta efi-
10 De Martino, II mondo mágico, cit., pp. 56 y ss., 159 (cf. supra, pp. 103 y ss„ p. 1991.
11 [“Los hombres sólo conocen la vida; ¿por qué azar han supuesto la muerte? No
deberían concebir para ningún ser, sea cual fuere, otra manera de existir que aquella
en la que existen, pues no conocen más que lo que sienten. ¿Cómo han atribuido, en
tonces, a la mayor parte de la naturaleza una manera de existir totalmente opuesta?
Ellos son animados, y suponen inanimados a casi todos los objetos que los rodean.|
iournat intime, Mónaco, Mister, 1945, p. 181.
Apéndice 317
12 De Martino, II mondo mágico, cit., p. 91 y ss. |cf. supra, pp. 137 y ss.|.
318 Apéndice
tica, que las com prende a todas, son formaciones históricas, productos
de épocas del espíritu, sino que son todas el espíritu mismo que crea
la historia, que en nuestros libros dividimos en épocas, no ya según la
génesis histórica de las categorías (lo cual sería una contradictio in adiec~
to), sino según la importancia que de vez en cuando, en nuestras cons
trucciones historiográficas, nos conviene dar a uno u otro orden de h e
chos. Así, se suele decir que Grecia creó la poesía, la alta poesía, o la
filosofía, y que el cristianismo creó la conciencia moral, y que la época
de las luchas religiosas engendró la idea de la libertad, y así sucesiva
m ente, pero dando por sobreentendido que este modo de expresarse
sirve para concentrarla atención en particulares hechos ocurridos, y sin
tener con ello la intención de reducir a hechos ocurridos lo eterno y su
unidad y sus categorías. De donde la reconocida vanidad de las diser
taciones sobre el origen del lenguaje, de la religión, del pensam iento,
de la poesía, si "origen” no se entiende o interpreta como metáfora de
aquello que es el carácter propio o el d eber de cada una de esas for
mas, que las distingue unas de otras y, en conjunto, las une a las otras.
A veces hasta hom bres de genio filosófico pecaron al representar las
formas del espíritu como épocas históricas y el curso de la historia co
mo aquel en e l cual el espíritu crea sus categorías o crea su libertad, es
decir, a sí mismo; y en ello pecó, como se sabe, sobre todo Hegel, por
un proceso mental que resultaría im posible resumir en pocas palabras,
sobre cuya génesis histórica y dialéctica he investigado en otros traba
jos. Por otra parte, la insistencia de De Martino en el riesgo del perder
se, a cuyo encuentro — según él— iría por sí misma tam bién la unidad
adquirida — adem ás de las formas esp eciales del espíritu que se d e
fienden contra el riesgo, es decir que superan de continuo el momen
to negativo del error, del mal, de la fealdad, en lo positivo de lo verda
dero, del bien , d e lo b ello, etcétera — , habría que destacar con un
sesgo im posible la unidad espiritual de sus formas, que no se agregan
a esa unidad, sino que son la unidad misma, por lo cual, de querer con
siderar ésta por sí misma, quedaría en nuestras manos una unidad,
peor que inerte, vacía.
La edad del magismo no podía, pues, crear la unidad d el esp íri
tu, porque, como todas las otras ed ad es qu e se quiera aislar en el úni
co y com pacto curso de la historia, ésta fue la acción de esa unidad y
de sus categorías. Y por ello tenía razón Antoni al observar, como re
cuerda el propio De Martino, a propósito de otro libro suyo, que en
320 Apéndice
dad, a una de esas épocas que se distinguen por algo que el ser humano
crea gracias a la mente y a la voluntad moral. Es ésta la fuerza del eterno
drama humano en todas las edades y los períodos históricos: la salud, que
combate la enfermedad.
El individuo de sentido común e intelecto — dice— conoce la reali
dad que constituye el cumplimiento concreto de su individualidad de
modo consciente e intelectivo; la conoce, despierto, en la forma de las
conexiones de sí mismo con las determinaciones de la realidad como de
un mundo externo distinto de él, y conoce esto como una multiplicidad
que está también conectada en sí intelectivamente. Este mundo, que e s
tá fuera de él, tiene sus hilos en él, de tal modo que él es para sí realmen
te y en ellos consiste; y él moriría en sí con la desaparición de esta exter-
nidad, si no se mantuviera firme más expresam ente en sí, m ediante la
razón subjetiva y el carácter, e independiente de ellas
4 Cf. Croce, Filosofía delta pratica, Barí, 1309, pp. 10-11, 172-74, 335.
5 De Martino, II mondo mágico, cit., p. 113 [cf. supra, p. I56|.
6 Ibíd., p. 95 [cf. supra, p. 138].
7 Ibíd., p. 95 [cf. supra, p. 138 y s.|.
8 Ibíd. |cf. supra, p. I39|.
Apéndice 327
hablar de un drama existencial que a través del riesgo construye una vi
sión del mundo significa tener presentes todas las categorías o las formas;
si el individuo pudiera haber sido sólo naturaleza no existiría — porque
el individuo no se sentiría amenazado ni perdiéndose en la nada, al per
der la reláción que lo constituye— la relación entre lo práctico y lo teoré
tico, entre lo económico y la ley moral, entre el actuar y el saber, entre la
acción y la conciencia. La barbarie siempre amenazadora, la hidra de Ler
na viquiana, es justamente la pérdida de las categorías que constituyen
al ser humano en su historicidad: la naturaleza se torna entonces, al igual
que en el mundo mágico, diabólica, desintegradora del individuo y de su
\
332 Apéndice
cuerda bastante con el "riesgo" del que habla De Martino,25 que se con
vierte luego en retorno a una situación armónica después de la pérdida
del equilibrio en la angustia, por lo cual la magia se toma “restauradora
de horizontes en crisis”26 y posibilidad de aceptación, de decisión, de ac
ción, después de la saludable crisis existencial, durante la cual “toda in
vitación a la acción es una acechanza a la presencia”,27 o bien la acción es
absurda, demoníaca, loca. Para De Martino, se sale del drama existencial
sólo “aceptando el riesgo" y sólo "trascendiéndose” en el sentido exis-
tencialista: “el mago es el que sabe ir más allá de sí mismo, no ya en sen
tido ideal sino verdaderamente en sentido existencia!”.28 En tal sentido
Nietzsche, al menos según mi punto de vista,29 puede considerarse un
"mago”, siempre que un mago no pague duramente sus ilusiones. Creo
que el hecho de que De Martino haya llegado, a través de caminos — a
mi juicio— muy diferentes, a estas posiciones existencialistas carece por
entero de significado. Pienso, sin embargo, que también en esto desem
peña un papel, como ya he dicho, el intercambio entre la historicidad y
la eternidad de la filosofía. El existencialismo de De Martino es verdade
ramente esa profundización del concepto de trascendental que él procu
ra como “un nuevo modo de filosofar”, mientras cree que tal modo de fi
losofar deriva de la experiencia del mundo mágico.
Ya he escrito las observaciones precedentes cuando leí la reseña de
Croce sobre el libro de De Martino.30 Veo que había yo observado con
acierto cómo el punto de vista de De Martino se alejaba del punto de vis
ta crociano, en cuanto a que Croce observa que siempre ha estado muy
lejos de su intención el "hacer históricamente materiales las categorías”.31
Croce alude a una posible influencia del materialismo histórico32 en De
Martino, pero yo quisiera observar a este respecto que el problema de la
historicidad, o no, de las categorías se plantea incluso para el marxismo,
25 Cf., por ejemplo, De Martino, Ií mondo mágico, cit., p. 188 |cf. supra, p. 227|.
26 Ibíd., p. 149 |cf. supra, p. 190|.
27 Ibíd., p. 178 (cf. supra, p. 218|.
28 Ibíd., p. 122 (cf. supra, p. I63|.
29 Cf. Nietzscfc, Milán, 1949.
30 Cf. "lntorno al «magismo» como etá storica'’, Atti Acc. Pontaniana, Nuova Serie, I,
1948. V
31 Ibíd., p. 70.
32 Ibíd.
334 Apéndice
2 Quaderni della Critica, N° 10, marzo de 1948, p. 79; “Intomo al «magismo» como etá
storica”, Atti Acc. Pontaniana, Nuova Serie, 1, 1948, pp. 69-77.
5 Cf. la introducción a mis Miti e leggende, I, y “Veritá del mito”, en este periódico,
p. 104.
Apéndice 337
1Studi e Materiali de Storia delle Religión!, Vol. XVIII, 1942, pp. I-19, y vol. XIX-XX, 1943-
46, pp. 31-84.
2 Es extraño que el autor haya ignorado una de las últimas monografías comparativas
aparecidas sobre este tema (la de Olivier Leroy, L¿s hommes salamandra, París, 1931), que pre
senta muchos documentos relativos a la travesía del fuego: uno de los casos mejor obser
vados es el de un yogui de Madras que ha posibilitado el pasaje a una multitud de espec
tadores, decididamente escépticos, entre ellos el obispo de Madras con su séquito.
340 Apéndice
Bogoraz entre los chukchi, quien además ha registrado en discos las "voces"
de "espíritus1’ de los chamanes: tales voces se interpretaban, hasta hoy, co
mo ventriloquia, pero la explicación es inverosímil, pues sin duda las voces
provenían de un punto muy lejano del aparato delante del cual se encon
traba el chamán. Rasmussen entre los esquimales iglulik, Gusinde entre los
selknam de Tierra del Fuego, han recogido muchos casos de premonición,
de clarividencia y fenómenos semejantes. La lista, por propia confesión del
autor, podría alargarse con facilidad.
Pero con estos documentos basta, pues se los ha elegido entre los
más seguros y claros de la literatura etnológica contemporánea. Ya no es
posible alimentar ninguna duda sobre la objetividad de los fenómenos
paranormales, muchos de los cuales, por otra parte, se han observado en
médiums europeos. Admitir la realidad de tales fenómenos constituye de
por sí un escándalo para la ciencia moderna: aceptar la posibilidad de
mover los objetos a distancia, de leer el pensam iento, de comprender
idiomas desconocidos, etcétera, parece equivaler a negar los más segu
ros fundamentos históricos de la ciencia. Estos fenómenos presentan, em
pero, un carácter sui generis: no se dejan reproducir siempre ni en cualquier
am biente (recuérdese, por ejem plo, el fracaso de numerosas experien
cias paranormales tanto entre los hechiceros primitivos como entre los
médiums modernos). Teniendo esto en cuenta, estos fenómenos no pue
den considerarse como pertenecientes a la naturaleza en el mismo nivel
que los otros fenómenos; éstos pertenecen sobre todo a una naturaleza
"culturalmente condicionada”, es decir a una naturaleza valorada por la
experiencia humana en un cierto momento histórico, o sea, en última ins
tancia, a una naturaleza que existe como tal sólo para los primitivos y que
se integra en la perspectiva mágica que le es propia. El sentido histórico
de la objetividad de los fenómenos paranormales es brillantemente dis
cutida por De Martino en el segundo capítulo de su libro, "El drama his
tórico del mundo mágico”: el autor es un idealista de la escuela de Be-
nedetto Croce, y en una obra anterior3 ha intentado, incluso, basar la
etnología en la concepción crociana de la historia. Como él observa con
acierto, determinar en qué medida los poderes mágicos de los hechice
ros primitivos son reales es un problema que puede resolverse sólo en
función del sentido que pueda tener la realidad en la experiencia primiti
Ernesto de Martino