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Tanto en las escuelas como en los hogares, se considera que las tecnologías de la
información y la comunicación (TIC) mejoran el aprendizaje, esta esperanza alimenta
su rápida difusión y adopción en las sociedades desarrolladas. Pero aún no están tan
arraigados en las prácticas sociales de la vida cotidiana como para darlos por
sentado, y las escuelas demuestran ser más lentas para cambiar sus planes de
estudio que para acomodar las computadoras en el aula. Vamos a examinar dos
posibles explicaciones: primero, que la evidencia convincente de mejores resultados
de aprendizaje sigue siendo sorprendentemente escurridiza, y segundo, el debate no
resuelto sobre si las TIC deberían concebirse como una forma de apoyar una visión
tradicional o radicalmente diferente de la pedagogía basada en habilidades sociales
y nuevas alfabetizaciones digitales. La dificultad para establecer los beneficios
tradicionales y la incertidumbre sobre la búsqueda de beneficios alternativos plantean
cuestiones fundamentales sobre si la sociedad realmente desea una relación
transformada y tecnológicamente mediada entre el docente y el alumno.
Debemos ser conscientes que el mundo de las TIC tanto como de las redes sociales
se han ido convirtiendo en el ambiente natural de nuestros jóvenes y que somos
nosotros quienes debemos ponernos al día en su utilidad más que en su uso. La
cotidianidad de estas nuevas tecnologías en la vida de nuestros estudiantes, nos
permitiría facilitar la transición en el proceso de enseñanza aprendizaje, sin embargo
somos los docentes quienes aún hoy, no estamos lo suficientemente empapados del
tema y su manejo, como para hacer de ellas una herramienta efectiva para el PEA.
Por lo tanto mi proposición principal no se basa en el bloqueo de aquello en lo que no
tenemos un control, sino en iniciar con un aprendizaje conjunto y una investigación
continua de cuáles serían las formas de usar todas estas nuevas tecnologías a
nuestro favor (estudiante-profesor). Un proceso en el cual sea el estudiante quien le
muestre al docente los potenciales educativos de las redes sociales logrando
simultáneamente que el aprendiz logre también entender la importancia de su uso de
manera responsable, ética y madura.
De esta manera lograríamos iniciar con la introducción paulatina de las TIC y las redes
sociales, siendo los estudiantes los principales autores de su proceso de enseñanza
y el profesor cumpliría su papel de guia en el aprendizaje para dejar de ser el policía
que penaliza su uso.
Las TIC pueden llegar a ser la herramienta más poderosa de la enseñanza, pero antes
de usarla debemos ensenar su poder y la responsabilidad que conlleva hacer uso de
estas.