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La cultura y sus centros, periferias

y fronteras
Isabel Huizi Castillo

Fi g . 1 . « P l a n t a d e l a C i u d a d d e C a r t a g e n a d e l a s Y n d i a s . . . » c o n s u f o r t i f i c a c i ó n o c e r c a
q u e s e p r o y e c t a . E s c a l a d e 2 . 0 0 0 p i e s l o s 1 0 5 m m , 1 8 d e a b r i l d e 1 5 9 4 . S a n Fe l i p e d e
Po r t o b e l o ,

Manuscrito coloreado,
416 x 592 mm. Archivo General de Indias, Sevil la.
2

Fi g . 2 . « P l a n t a e x e c u t a d a p o r J u a n R a m ó n s o b r e l a f o r m a d e f o r t i f i c a r a L i m a » . E s c a l a
d e 9 0 v a r a s l o s 1 6 5 m m , C o p i a d e Fr a n c i s c o D o m i n g o B e l b a l e t s e g ú n o r i g i n a l ,

Manuscrito coloreado, 565 x 820 mm.


Archivo General de Indias, Sevilla

Dentro de los modelos conceptuales aplicados al estudio de


las relaciones imperiales en general y en particular a las de
España y América, es el de centro/periferia el que con
preferencia se ha usado para interpretar los efectos del
dominio imperial español en el “Nuevo Mundo”. Dicho modelo
no ha resultado de mucha ayuda para el estudio de los
espacios y fenómenos culturales y mucho menos para el de
los fenómenos artísticos latinoamericanos, salvo para
constatar que, por ejemplo, en las primeras crónicas o en
los primeros poemas épicos americanos quienes escribían,
narraban, dibujaban o pintaban partían, sin duda, de una
concepción del espacio que obedecía a la lógica de
expansión político -administrativa del imperio español. No
obstante, no resulta forzado tomar la información espacial
contenida en esas obras y propuesta como geografía, como
metáforas útiles a la hora de contrastarlas con las
3

configuraciones artísticas y culturales, e incluso con las


político -administrativas e institucionales edificadas por
España en unos espacios americanos vistos desde un poder
central imperial que, en muchos casos, no sólo no había
visto el “Nuevo Mundo” con sus propios ojos, sino, sobre
todo, que éste era figurado por quienes pensaban que ese
mundo – para ellos nuevo - existía únicamente como espacio
cifrado en secretos códigos, como mapa del tesoro, como
imagen.

Por otra parte y del lado de los pueblos conquistados, el


“Nuevo Mundo” tampoco existía como tal, ni a sus ojos ni a
sus mentes se ofrecía tal concepto. Durante los primeros
años de la conquista y la hispanización, salvo en la visión
concreta del horror de la guerra y la crueldad de los
funcionarios y del ejercicio de poder letal de los
conquistadores, la noción de un mundo nuevo nacía para los
americanos de las cenizas de su mundo antiguo y originario.
Sólo paulatinamente esa extraña noción irá tomando forma y
haciéndose realidad en la conciencia de los conquistados,
para llegar a ser en sus discursos algo propio: imagen con
precisiones y atributos formales reclamados como propios.
Pero ello sólo ocurriría luego de un período relativamente
largo de transculturación forzada y configuración de una
cultura hibridizada, edificada a partir de culturas parcial o
totalmente destruidas, en las que ese icono remoto y
desconocido, ese significante “América”, llegaba a ser de
alguna manera imaginado y visto por los ojos de artistas de
las tempranas percepciones latinoamericanas, las de los
primeros tiempos de la conquista e hispanización 1 .
4

Podemos entonces darnos cuenta que la metáfora geométrica


del centro y la periferia, usada tan frecuentemente para
describir la oposición entre dos tipos de lugares en un
determinado sistema espacial, era para los habitantes del
“Nuevo Mundo” una imagen imprecisa: metáfora construida
por el que domina y saca provecho de su dominio, es decir la
imagen del que ocupa el centro. Del gobernante y el lugar de
los que sufrían el domino de un gobierno nunca visto.
Gobierno desde y para el otro, localizado lejos en una
posición ultramarina y periférica 2 . Por lo tanto, tal imagen
no podía dar cuenta a los ojos de los primeros conquistados
de realidades culturales vivenciadas fuera de su propio
espacio, ni mucho menos de realidades artísticas que
impactaran estéticamente a los conquistados a menos que se
les “sensibilizara” previamente por medio de la
evangelización.

Cuando se intenta pasar a explicar fenómenos de


transculturación desde la noción de centro-periferia, se lo
hace rápidamente y se los caracteriza entonces como
fenómenos de dependencia cultural. Al usar un modelo de
oposiciones espaciales como el que corresponde al
paradigma centro-periferia, hay que desconfiar de aquellas
representaciones que desvían los sentidos, significados y
direcciones de los análisis hacia simples delimitaciones
espaciales, sin reparar en lo diacrónico, en la dinámica de las
etapas sucesivas o en las reparticiones de fenómenos
sincrónicos de diferente naturaleza. Al limitarse sólo a
utilizar parámetros de distancia para representar supuestas
oposiciones culturales, al quedarse en lo meramente espacial
y no entrar en la profundidad y complejidad de los
5

intercambios desde el poder, los fenómenos culturales y


estéticos entre dominantes y dominados resultaron en
simplificadores análisis intentados desde el paradigma
centro-periferia que dejaban fuera un buen número de
matices y complejidades.

No obstante, el modelo centro-periferia ha tenido éxito


particularmente como representación del equivalente de los
opuestos mundo desarrollado/mundo subdesarrollado o
Norte/Sur. Hablar de centro/periferia satisfizo ciertos
intelectos simples que se contentaron con una descripción de
la oposición entre lugares como metáfora de diferencias
profundas y complejas pero, sobre todo, pareció útil a
quienes pensaban que el mismo posibilitaba un dispositivo
explicativo de esas diferencias: la periferia estaba
subordinada porque el centro era dominante y viceversa . Tal
modelo, utilizado abundantemente en las reflexiones
tercermundistas, no opera para nada con la misma eficacia a
la hora de intentar una reflexión sobre la interacción cultural
o artística entre lugares, períodos y culturas diferentes: los
lazos de dependencia cultural son recíprocos y las
desigualdades son la regla pero es necesario recordar que no

funcionan en un sentido único. Pareciera necesario recordar


que para que una pareja de opuestos tenga sentido, es
necesario que existan relaciones e intercambios desiguales
entre los dos tipos de opuestos, lugares si fuera el caso y tal
lo fue en los procesos de conquista y colonización de
América por España, Portugal y demás potencias imperiales
europeas, con sus flujos de personas, mercaderías, capitales,
información, decisiones, etc., en los que las relaciones eran
definitivamente asimétricas. No hay duda, sin embargo, que
6

el modelo centro-periferia tiene una fuerte capacidad


heurística, pero solo a condición de no trivializarlo
excesivamente y de recordar que conviene reservar su uso
para la formalización de aquellos sistemas fundados sobre
relaciones de desigualdad y no utilizarlo como simple
descripción mediante diferenciaciones espaciales y mucho
menos como metáfora descriptiva de diferencias culturales o
artísticas entre sociedades diversas.

Para revisar las implicaciones de este modelo de análisis en


la cultura debemos recordar que el centro se encuentra
separado de la periferia por una frontera. La noción de
frontera aparece entonces como imprescindible al operar con
el modelo centro-periferia en la medida en que es necesaria
una delimitación de los dos ámbitos que lo configuran; la
frontera sería entonces el producto de una necesidad de
legitimar cultural y políticamente la existencia de límites. En
el origen del concepto de frontera hay siempre un poder que
pretende dar una significación única a los límites que
instaura y controla: la frontera establece lo que es territorio
propio y lo que es el «extranjero» por ello el origen de todo
límite es intencional y toda frontera se concreta como
expresión de un poder en acción. El límite fronterizo
establece un hasta donde a la autoridad que lo define y
controla tanto su propia voluntad expansionista como la
resistencia a esa voluntad por parte de los otros. La frontera
detiene entonces las anexiones y conquistas que pueden
modificar su trazado, censura las influencias que
supuestamente confunden pero que, inevitablemente, la
penetran y permite que se mezclen lo que arremete con lo
defendido, pues las fronteras están allí, precisamente, para
7

eso: para ser transgredidas y empujadas. Entonces, toda


línea fronteriza es generalmente unilateral y se concibe e
instala a partir de un centro que proyecta su propia periferia
y que pretende crear un espacio interior cuyo perímetro es la
frontera.

Este espacio interior puede ser tanto un campo de libertad


como uno de concentración, de opresión, represión y
violencia, donde se norma y regula la estructuración de un
mundo fortificado y se controla cualquier tipo de resistencia
al poder que instrumenta el diseño social, político, ideológico
y cultural, es decir, la vida social al interior de dicho espacio.
Es oportuno recordar en este punto que toda ideología de lo
nacional se funda en la existencia de un territorio delimitado
por fronteras y que, por otra parte, una frontera física es
también la vivencia de una situación límite, donde al
agudizarse y crecer las tensiones entre los intereses y los
problemas que afectan a una Madre Patria ― es decir, a la
persona histórica a la cual le sirve como frente la frontera,
ya que una frontera geográfica no es sino «un frente de
avance que se ha estabilizado”― el espacio de la misma
llega solamente hasta donde el poder lo permite y hasta
donde empieza el espacio del otro 3 . Entonces, dentro de una
lógica de defensa/expansión, parecería lógico que todo poder
realice una gestión propia al interior del espacio que ha
delimitado como nación mediante una frontera. Esta es el
signo que marca la división territorial con la cual expresa su
poder al interior de su nación pero, también, ante las otras
naciones del mundo. También una frontera es un signo que
pone en funcionamiento un verdadero sistema semiótico
8

cuyo lenguaje de representaciones puede llegar a ser muy


sutil y variado o escaso y violento.

Lo que conocemos como arte criollo o culturas criollas


vendrían entonces a ser arte y culturas de frontera, arte y
culturas de orilla en tanto fronteras entre las artes y las
culturas de otras naciones hispanizadas mediante conquista
y transculturación forzada ejercida por el conquistador
español, portugués o europeo, a la vez que también son
expresiones de una voluntad de separación de los criollos, de
los indios y de los mestizos. La frontera cultural les permite
a los portadores de las culturas nacionales americanas verse
y reconocerse como separados de los españoles. Luego de
los procesos de Independencia, los criollos americanos son
portadores de culturas artísticamente concretadas como
conjunto de límites estéticos en las artes y en culturas
producto de una hibridación forzada, que se postulaba como
siendo y queriendo ser estéticamente diferente de otros.

El concepto de frontera 4 surge en América necesariamente


asociado a los de descubrimiento y conquista por España,
pero las formaciones sociopolíticas aborígenes en todo el
continente ya funcionaban con delimitaciones territoriales
muy netas, había fronteras entre aymaras, quechuas e incas
y entre zapotecas, mayas, mixtecas y aztecas, para solo
mencionar algunas. Para los españoles conquistadores, la
noción de frontera venía ya cargada de sentido histórico y
expresaba una proyección de las líneas de conflicto que
separaban a los cristianos de los musulmanes en la península
ibérica ― y en el resto de Europa ― durante el largo periodo
de presencia árabe en España, hasta fines del siglo quince,
9

cuando finaliza la llamada “Reconquista” cristiana del


territorio dominado por los árabes y el Islam. En este
sentido, el concepto coincidía con el usado en la América
anglosajona y frontera entonces, en el concepto europeo de
los siglos XV y XVI, era una línea de separación que
preludiaba la virtual creación de un nuevo centro, otro
centro de expansión: es de allí de donde nace el concepto de
“Nuevo Mundo”.

Pero en la América hispanizada ese sentido original


experimentó una transformación importante desde los
comienzos de la conquista para luego petrificarse
radicalmente. La frontera en la América española y
portuguesa dejó de ser el objeto de la conquista y pasó a ser
la línea que separaba lo conquistado de lo aún por
conquistar, lo descubierto de lo aún por descubrir como
también pasó a ser un lugar determinado en el espacio, con
una cultura y un modo de vida particular. De un concepto
dinámico de frontera, tal como el que se venía utilizando en
la España de la Reconquista ― definido porque trasladaba
consigo la virtualidad de su propio centro ― en la América
hispanizada la frontera pasó a ser un concepto estático y fijo
que se distinguía de la noción europea por su falta de
movilidad y por carecer de un centro propio: La frontera
cultural iberoamericana se definió entonces durante el
período de conquista ─ y luego en el provincial y aún en el
republicano ─ a partir de un centro político y cultural
extraterritorial metropolitano y peninsular, es decir un
centro territorialmente excéntrico. La independencia política
de España de un buen número de naciones de América Latina
en el siglo XIX no trajo tampoco consigo la recuperación de
10

ningún centro cultural originario aunque se crearan nuevas


centralidades políticas Más bien, se produjo, notablemente
en el siglo diecinueve y con anterioridad a los procesos de
independencia, un traslado paulatino de la centralidad
cultural hacia Francia o Inglaterra y, finalmente, ya en el
siglo veinte, a Estados Unidos. La polarización civilización /
barbarie que caracterizó durante el siglo diecinueve el
discurso intelectual de Occidente sobre el desarrollo
sociopolítico del mundo ― americano y europeo ― era
precisamente una de las derivaciones de ese concepto
estático y fijo de frontera que resultó de la conquista y
penetración cultural europea en América. En el concepto
europeo de frontera se hacía siempre referencia a una línea,
un límite, un borde, como lugar del encuentro físico y del
conflicto presencial con el enemigo, con el otro extranjero,
que por el sólo hecho de ser otro representaba al bárbaro: la
frontera fue entonces para el siglo diecinueve
latinoamericano la línea que separaba la cultura y la
civilización de la barbarie.

Para el europeo que se encontraba en Europa, vivir en la


frontera por deber o por castigo, era siempre algo temporal.
La frontera era el lugar donde se cumplía con el deber o se
sufría el castigo: el destierro y jamás podría confundirse con
el lugar de origen, el hogar al cual se pertenecía y que
constituía el centro – vale decir, la civilización- pues la
frontera era siempre un lugar de residencia transitoria cerca
de los extranjeros bárbaros y de los enemigos . Para el
europeo que se encontraba en la América hispanizada en
tiempos de conquista, la frontera era no sólo un espacio
provisorio sino sobre todo el lugar donde se mantenía vivo
11

el conflicto entre lo que se rechazaba y no se comprendía


bien - lo autóctono americano - y lo que se deseaba o se
pretendía ser: español, blanco, cristiano, miembro del centro
cosmopolita que siempre estaba afuera, distante y lejos. Se
contribuía así desde los primeros tiempos americanos a
configurar un nuevo modo de ser latinoamericano y criollo
que Ernesto Mayz Vallenilla definió en términos filosóficos
como un reiterado no-ser-siempre-todavía 5 .

Fi g . 3 . M u r a l l a s d e Áv i l a . Fi n a l e s s i g l o X I .
12

Fi g . 4 . Ru i n a s d e l a f o r t a l e z a d e S a n t i a g o d e A r a y a . 1 6 2 3 . Pa r i a , Ve n e z u e l a .

Fi g . 5 . M u r a l l a s d e l C a s t i l l o d e l o s Tr e s S a n t o s Re y e s M a g o s d e l M o r r o , 1 6 2 9 , L a
Habana, Cuba.

Al estudiar la geografía contenida en las narraciones de los


Cronistas de Indias y desde la semiótica de la imagen,
observamos que esas narrativas contienen elementos que
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pueden considerarse como intentos de construcción de


espacios que nos invitan a trabajarlos desde una geografía
de relaciones y significados simultáneos que se vinculan más
por una lógica espacial que temporal. Las representaciones
de los territorios americanos y las descripciones de
población, paisajes, flora y fauna en las narraciones de los
Cronistas de Indias, articuladas dentro del resto de las
fuentes literarias y visuales del período de la conquista,
forman conjuntos de visiones e imágenes que nos permiten
suponer que, tanto en el imaginario europeo como en el
americano, habrían producido muy diversos sentidos del ser
del lugar. Las descripciones de los Cronistas de Indias
revelaban entidades, posiciones y relaciones significativas
para las gentes de las provincias americanas,
independientemente de sus respectivas procedencias,
patrias o suelos de origen. En las crónicas españolas de la
conquista de América, las enumeraciones y taxonomías que
parecen ser meras listas de pueblos conquistados, los
hombres, los animales o las especies vegetales descubiertas
adquieren un nuevo tipo de consistencia y pluralidad de
significados. Cuando se estudian través de enfoques que
privilegian lo físico en hombres, plantas, animales y cosas,
así como a los espacios y accidentes del terreno, el medio
ambiente y el paisaje con conjuntos de atributos adjudicados
por quienes escribieron las narraciones de la conquista a la
identidad misma de objetos nuevos y desconocidos y de
sujetos que sufrieron tales pasivamente y sin defensa tales
adjudicaciones y que ni remotamente sabían que eran objeto
de descripciones, con rasgos que ni siquiera imaginaban, se
da inicio al proceso de creación imaginaria de América. Es
decir, se da comienzo a lo que José Lezama Lima, llamaría,
14

eras imaginarias 6 .

Luego se añadirían a los atributos y rasgos producto de las


primeras hibridaciones y transculturaciones características
del periodo de la colonización en el contexto de la era de los
descubrimientos, las del mestizaje, la hibridación violenta
que resultaban de la destrucción de las culturas autóctonas y
la imposición de las nuevas. Pero esa geografía cultural, así
como la zoología, la botánica y la etnografía en relatos de los
Cronistas de Indias, al ocuparse de aspectos que contribuyen
a conformar las imágenes ― y las ideas ― que los europeos
se hacían de los americanos y a las que los americanos sólo
muy posteriormente tendrían acceso para reconocerse o
desconocerse en ellas, verse o negarse a verse a sí mismos,
incorporaban ya desde muy temprano no sólo valores
plásticos y estéticos característicos de cada pueblo
conquistador sino que las incorporaban como parte
constitutiva de sus respectivas configuraciones identitarias.
Es así como desde muy temprano se formularon, a través de
esos complejos de imágenes, las estrategias de ulteriores
procesos de identificación que operarían como referentes
para diversos pueblos o naciones, en tanto y cuanto
categorías que remitían, y remiten aun hoy, a los
latinoamericanos a imágenes de sí mismos que pueden
resultarles confusas y extrañas a su propia memoria.
Memoria de origen desconocido pero vivido, en un tiempo
anterior a la destrucción de realidades colectivas perdidas
las que otorgan de manera intuitiva un confuso sentido de
pertenencia. Esa confusa memoria tiene, no obstante, el
poder de crear en la psique colectiva de los latinoamericanos
de todos los tiempos un sentido de pertenencia a una
15

comunidad imaginada. Los repertorios de imágenes


primordiales de la América hispanizada contribuyeron
entonces a crear un sentido imaginario de colectividad, a la
vez actual y primitiva, que en la historia latinoamericana
pudiera considerarse ya como expresión temprana de un
protoamericanismo. Dicho de otro modo, los americanos nos
unimos en la imagen y en la imaginación con una facilidad
que no encontramos en otros ámbitos o medios de
intercambio.

La manera en que tradicionalmente se estudian la geografía


y sus imágenes en los documentos antiguos, si fuese
revisada a la luz de enfoques procedentes de una geografía
cultural, puede dotar a los investigadores de arte de un
instrumento valioso que reivindica la independencia del
concepto de espacio, independizándolo del de tiempo. Ello no
significa necesariamente que tal método sea ahistórico, sino
que es posible recurrir a una geografía cultural en
combinación con la historia, como herramienta
pluridisciplinaria de estudio de las fuentes para investigar
las culturas latinoamericanas. Así las imágenes que operan
desde la geografía cultural pueden hacer que se expandan
los sentidos del objeto investigado al abrir los campos de
investigación a la imagen y al signo icónico, y al usar
diferentes aproximaciones desde la imagen para investigar la
cultura como espacios culturales o artísticos. Ya sabemos
que Kant 7 en su revisión de la estética, realizó un intento por
reclamar legitimidad intelectual para el espacio y Michel
Foucault 8 predijo también que una era del espacio emergería
en la teoría crítica de la sociedad, afirmando que la ansiedad
de nuestra era se relaciona fundamentalmente con el
16

espacio, sin duda mucho más que con el tiempo 9 . Hay


autores que consideran que la historia, como disciplina
académica, fue el centro de la teoría social durante el siglo
diecinueve pero que ya en la segunda mitad del siglo veinte
y comienzos del veintiuno, la mayor preocupación de la
teoría crítica serían las ciencias del espacio, como resultado
de la revalorización del concepto de espacio y ello sería la
causa por la que los contextos intelectuales de la actual
teoría crítica de la sociedad se hayan desplazado hacia este
ámbito, dramáticamente, como prioridades del interés
investigativo.

Fi g. 6. Gass man n, I mbi . L a Gr an Mur al l a C hi na, 20 04 .

Una geografía cultural pudiera ofrecernos entonces un marco


teórico referencial desde el cual se revelasen importantes
aspectos vistos no únicamente desde el proyecto de
expansión territorial español en América, sino desde
perspectivas verdaderamente descentralizadas en las que las
17

resistencias y tensiones culturales pudieran ser vistas y


analizadas desde nuevos centros.

Fi g . 6 . M o s s , E r i c O w e n . P r o y e c t o d e M u r a l l a d e C r i s t a l p a r a l a f r o n t e r a M é x i c o –
E s t a d o s U n i d o s , 2 0 0 6 , N u e v a Yo r k

Pero ¿Es posible estudiar un proyecto de expansión territorial


y dominio desde una perspectiva no -imperial? De hecho, uno
de los mayores problemas de la geografía en las Crónicas de
Indias es que sus relaciones no parecen ser de interés
prioritario para los discursos culturales y artísticos
contemporáneos. Tal vez una geografía cultural pueda
ofrecer una nueva posibilidad de lectura de la historia
cultural y artística narrada por los antiguos cronistas,
justamente en aquellos textos que son considerados como
producto de la dominación española en América ─ y que sin
duda lo son ― pero en los que es, justamente, es esa
geografía imaginaria la que al partir de una aproximación
excéntrica puede ofrecer hoy revelaciones estéticas e
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imágenes de interés para el estudio de las culturas ya


híbridas de los primeros tiempos de la América hispanizada,
provincial y republicana y ayudarnos a comprender procesos
culturales y artísticos en las hiperhibridizadas culturas
latinoamericanas de hoy.

NOTAS Y REFERENCIAS
1
En Méxi c o, l os e nc arga dos de el abo rar l os man usc ri tos c onoc i dos c omo
c ódi c e s eran di b uj ante s y pi n tore s c on exte ns os c o noc i mi e ntos de su propi a
l e ngu a, e l ná hu atl . Po dí an se r ho mbre s o muj e re s de c ual q uie r cl ase soc i al que
se e sc ogí an de sde m uy j óve ne s y se le s i nstr uí a en su l e ng ua y e n e l sabe r de
su é poc a y poste ri orme n te se espe c i al i zab an e n al gú n te ma. Una ve z
pre pa rado s pasa ba n a form ar par te de un a c l ase soc i al supe ri or y te ní an que
de di c arse a ti e mpo c om ple to a estas ac ti vi da de s. Se l e s ll am aba tl ac ui l os,
té rmi n o que proc e de de l ve rbo náh uatl tl ac ui l oa , q ue si g ni fi c a que e sc ri bi r
pi n tan do. S us e sc ri tos eran anóni mos p ue s no fi rma ban ni i n di c aba n sus
no mbre s, su pro duc c i ón pe rte ne c í a a l a c ole c ti vi da d. El pape l de l os tl ac ui l os
e ra muy i mport ante ya q ue te ní an l a fu nc i ón de pe rpe tu ar e l sabe r. De ac ue rdo
c on su espe c i al i da d, se l es de sti nab a a l os c e ntros re l i gi osos, e c onó mi c os o
c i vi le s que ne c e si ta ba n sus se rvi c i os, c om o te mpl os, tri bu nal e s, c as as de
tri b uto, me rc ado s y pal ac i os, e ntre otros. El tl ac ui l o re si dí a e n esas
i nsti t uc i one s, re ali z aba l os c ódi c e s espe c i al i zad os e n su pro pi a mate ri a y
e stab a e nc arg ado de e stabl e c e r y l ee r se gún sus atri b uc i one s y c arg os. Los
ma nusc ri t os se g uarda ban e n l ug are s ll am ados amoxc al li de amox tl i , que
si g ni fi c a "l i bro" y c al l i " c asa" e n le ng ua ná hu atl . L a pose si ón y mane j o de l os
c ódi c e s por l a c l ase di ri ge nte , se ñore s y sac e rdote s, ase gura ba l a c onse rvac i ó n
y el c on trol exc l usi vo de to do sa be r. Si n e mbargo, au nq ue sol ame nte l os
tl ac ui l os esc ri bí an c ódi c e s, exi stí an m uc has pe rsonas q ue podí a n le e rl os, c om o
l os e gre sa dos de l as esc ue l as su pe ri ore s, l a b uroc rac i a estat al y aun l a ge nte
de l pue bl o c on oc í a sufi c i e nte s si g nos e n l as i nsc ri pc i one s de l os fri sos de los
e di fi c i os pú bl i c os para di fe re nc i arl os, i de nti fi c aba n si n di fi c ul ta d l os nom bre s
de l os di ose s, l os nú me ros, dí as, me se s y años de su c ale nd ari o así c omo otros
si g nos. Ve r: S AH AGÚN , F RAY BERN ARDI N O DE, Hi stori a Ge ne ral de l as C osas de
l a N ue va Espa ña, Méxi c o, 19 56 .

22
Para l a mi tol ogí a sól o h ay fronte ra e ntre l a vi d a y l a mue rte Fronte ra e s
l í mi te, ya q ue si no h ay l í mi te s ¿q ui é n es e l otro?, O , me j or aú n, ¿dón de se
u bi c a e se otro?, ya que si n é l j amás podre mos sabe r qui e ne s somos . J ue go
e spe c ul ar e n el q ue de sc ub ri mos l as i de nti da de s, e n e l que uno se ve a sí
mi sm o e n el hor ror al extr año . L a Mode rni d ad, anc l an do sus raí ce s e n ple no
Me di oe vo, habí a arti c ul ad o el c onc e pto de Est ado sobre u na n ue va re al i da d
extra ña a l os anti guos: l a fronte ra te rri tori al e ntre esta dos. El nac i onal i sm o
rom ánti c o te rmi na val ora ndo más e l suel o que l os hom bre s. El sue l o se hac e
sa grad o y de c ad a e stad o se hac e un sant uari o de l as di vi ni d ade s patri as, un
au té nti c o " c amp o sa nto " do nde l os mue rtos (su tum ba –te rri to ri al i zac i ón de l a
m ue rte - ) re c re an l a func i ó n m ánti c a de l a p atri a (" sol ar p atri o" ). De nue vo mi to
e spe c ul ar e ntre l a c i ud ad y e l c am po, l a c i uda d e s e l l u gar de l os hom bre s
(zo om pol yti c om ), el otro, el c am po es el l ug ar de l a gue rr a, y pe rte ne c e a
Mar te –C am po de Marte -, do nde l a batal l a se adj e ti va c omo " c am pal " por pura
exi ge nc i a se má nti c a. N aci ón y te rri to ri o pa san a se r e nto nc e s un a mi sm a c osa
fru to de una n ue va c onc i e nc i a de l a na tural e za (" N ati o " ): es fusi ón de l hom bre
c on el suel o. Ve r: Fe rna ndo Ol i van “ Ul i se s y l a fronte ra. Re flexi one s sobre l a
fu nc i ón espe c ul ar de u n mi to” e n NO M ADA S. 7, REVI STA C RI TI C A DE CI EN C I AS
SO C I AL ES Y J URI DI C A S, I SSN 1 57 8-6 73 0 . Uni ve rsi dad C om pl ute nse , Ma dri d,
2 00 6.
3
Ve r: MAYZ VAL L EN IL L A, E RN ESTO , El p robl e ma de Amé ri c a (1 95 9 ) una de sus
i mp orta nte s c o ntri b uc i one s al probl e ma del “ se r ” l ati n oame ri c ano de sde u na
ori gi n al pe rspe c ti va exi ste nc i al y on tol ógi c a.
4
KAN T, EN M AMUEL , C rí ti c a de l j ui c i o (Kri ti k de r Urtei l sk raft , 1 79 0 ) Ma dri d,
Es pasa C al pe , 19 77 .
5
Ve r: FO UC AULT , MI C HEL , L os an ormal e s. FC E. B ue nos Ai re s. 20 00 , p. 11 5,
ta mbi é n Vi gi l ar y c asti g ar, Si gl o XXI E di tore s. B ue nos Ai re s, 1 99 7.

6
L a pal abr a abori ge n de si g na a l os po bl adore s ori gi n ale s de l a tie rra don de
vi ve n. Eti mol ógi c a me nte se re fie re a al g o o al gui e n si n ori ge n , l o c ual re sul ta
c on tradi c t ori o. Un a m ane ra más c orre c ta de de nomi na r a l os po bl adore s
ori gi n ale s se rí a c on e l té rmi no na ti vo. En l a pal a bra abori ge n el pre fi j o ab de be
e nte nde rse c omo de sde , e n o posi c i ón a ad q ue si g ni fi c a hac i a. Por lo ta nto,
a bori ge n qui e re de c i r de sde el ori ge n. Se ha e stabl e c i do que e l ho mbre
ame ri c an o tie ne u na anti g üe dad no i nfe ri or a l os 15 mi l a ños y que su ori ge n e s
pl u ral : Asi a, Pol i ne si a, q ui zás Áfri c a. S us c ul tur as pri mi ti vas estu vie ron
l i mi tad as por el de sc onoc i mi e nto de l os ani mal e s de ti ro y si l l a, de l a rue da y
de los ce re ale s pani fi c a ble s. El hom bre ame ri c ano usó de l a pi e dr a tal l a da y
p ul i da, l a obsi di a na, e l c obre , el oro y l a pl ata, l a tum ba ga, y me zc l as de l oro y
c obre . Fue un exi mi o tej e dor y c ul ti vó el al godó n y c ri ó ani mal e s que l e di e ron
l a l ana p ara prod uc i r c on mae strí a texti le s que se c onse rvaron i ntac tos d uran te
si gl os, ta mbi é n fue un c e rami sta o al fare ro a dmi ra ble , c omo l o te sti moni a n l os
re stos e nc ontr ados e n to da A mé ri c a.

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Me sti zo qui e re de c i r me zc l ado , e s un té rmi n o que proc e de de l l atí n v ul gar
mi xti c i us , de l l atí n mi xt us, p arti c i pi o de mi sc e re , «me zc l ar», uti l i zado pa ra
de si g nar a i ndi vi d uos c uy o ori ge n se su pone c om pue sto de dos razas o c ul t uras
di sti ntas. El té rmi no e s mayo rme nte e mpl e ado e n Amé ri c a par a re fe ri rse al
me sti z aje de l as ra zas e urope a y ame ri ndi a , y q ue ha bi tan a l o l argo de l
c on ti ne nte ame ri c an o, de sde l as pra de ras del norte árti c o c an adi e nse s hasta l a
Pata goni a arge nti na y c hi le na e n e l sur. En otras re gi one s y paí se s pre vi ame nte
b aj o domi ni o c ol oni al espa ñol , port ug ué s o fra nc é s, vari a nte s de l té rmi no
po drí an ta mbi é n empl e arse p ara de si gnar a pe rsonas de otras mi xtur as rac i al e s
e n l a c ual el uno se a u na raz a i ndí ge na y l a otra u na c ol oni al e urope a. En
Fil i pi nas , e l té rmi n o me sti so , o mi sti so, es un a re fe re nc i a ge né ri c a q ue de si g na
a to do i ndi vi d uo de asc e nde nc i a mi x ta, de raza i n dí ge na fi l i pi na y c ual qui e r
e sti rpe extranj e ra (c hi na, e spa ñol a o j apone sa).

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Una c l ase soc i al , e s una c ate g orí a de ntro de u n si ste m a soc i al de c l ase s . Es
u n ti po de e strati fi c ac i ón soc i al en e l q ue l a po si c i ón soc i al de u n i ndi vi d uo se
de te rmi n a b ási c ame nte por c ri te ri os ec onó mi c os. El si ste ma de c l ase s e s tí pi c o
de l as soc i e da de s i n dustri al e s mo de rnas . L a mo vi li d ad soc i al i mpl i c a y re c onoc e
q ue to dos l os i ndi vi d uos ti e ne n l a posi bi l i da d de esc al ar o asc e n de r e n su
po si c i ón soc i al por su mé ri to u otro fac tor, l o c ual si gni fi c a un qui e bre e n u na
organi zac i ón e stame nt ari a, do nde c ada pe rsona e stá u bi c ad a se gú n l a tra di c i ón
e n su l ug ar. L a c l ase soc i al a l a q ue pe rte ne ce u n i n di vi duo de te rmi na sus
op ortu ni da de s de vi d a e n as pe c tos que no se li mi t an a su si tuac i ó n e c onómi c a
si no tam bi é n a sus mane ras de c om porta rse, sus g ustos, le n guaj e , opi ni o ne s e
i nc l uso l as c ree nc i as éti c as y rel i gi osas suel e n c orre spo nde rse a l as de l a
po si c i ón soc i al o e stat us soc i al a l a que pe rte ne c e el i n di vi du o. Si bie n e l
c onc e p to fue form ul ad o po r Karl Ma rx , poste ri orme nte Max We be r le agre ga
otros ade más de l os ec on ómi c os. Ve r MA RX, KA RL , El C api tal , Si gl o X XI Edi tore s,
2 00 1.

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El ori ge n del si ste ma de c astas no e stá c l aro pe ro p are ce que l os pue bl os
ari os q ue i nvadi e ron l a pe ní nsul a I ndostá ni c a a pari r de l 15 00 a. C . e n ade l ante
traj e ron ya esbo za da esta form a de orga ni zac i ó n soc i al que p aul ati n ame nte se
exte ndi ó por e se te rri tori o y a l a ve z que fue torná nd ose m ás c ompl e j o. El
té rmi n o c asta, de l l atí n c ast us (puro), fue a dop tado por l os mi si one ros
po rtu gue se s e n e l si gl o X VI. En sánsc ri to se e mple a n do s voc a bl os, var na y j ati .
Var na al ude al c ol or de l a pi e l y c ompre nde c ua tro órde ne s j e rárq ui c os, se g ún
de sc ri be l a mi tol ogí a hi n dú, si g uie n do c ri te ri os de pure z a: e n l a c ús pi de se
si tú an l os br ama ne s , q ue ti e ne n atri b ui da l a i nte rpre tac i ó n y e nse ña nz a de los
textos sagra dos, ade m ás de l as f unc i one s sac e rdo tal e s. Los sh atri yas son
c onsi de rados tradi c i onal me nte c omo gue rre ros y oste nta n e l po de r te m poral .
Los vai sya s son e l p ue bl o l l ano y, por úl ti m o está n l os sudr as que son l os
si e rvos. Los bra mane s , el orde n m ás puro, h an ma nte ni do hi stóri c ame n te su
su pe ri ori dad e n e l esc al afó n y do mi ni o so bre l os de más. Hay una e norme masa
de pe rsonas exc l ui das de e ste si ste ma, l os pari as o i ntoc a ble s, c on te mpl a dos
de ntro de l me nc i on ado c ri te ri o de p ure za c omo los más c onta mi na dos y q ue
c ons ti tuye n e l e strat o más b aj o de l a soc i e dad. L as c ast as son e n p arte
si mi l are s a los esta me ntos y e n parte a l os c l ane s. Los cl a ne s son c ole c ti vos de
u na natu ral e za muc ho más pri mi ti v a. Se g ún al gu nos soc i ól ogos, l as c astas, l os
e stame nt os y l as cl ase s se di fe re nc i an, ade m ás, por l a ri gi de z de sus l í mi te s.
Es i mp osi bl e p asar de un a c asta a otra (exc e pto p ara ab aj o) y es mu y di fí c i l
e sc apar de u n e stame nt o. L as c l ase s, por otro l ad o y de ac ue rdo c on al gu nos
soc i ól og os, son te óri c ame nte " le gal me nte a bie rt as pe ro e n l a prác ti c a
se mi c e rrada s" . Ve áse: TÖ N NI ES, F ERDI N AN D, " Estate s an d Cl asse s" , e n Be ndi x,
R. and Li pse t, S. M. (e d. ): C l ass, Sta tus an d Pow e r: A Re ade r i n Soc i al
S trati fi c ati o n, The Free Pre ss , 1 95 3, pp. 4 9 -62 y tambi é n SO ROK I N , PI TI RI M,
" W ha t i s a Soc i al Cl ass?" , e n Be ndi x, R. and L i pse t, S. M. (e d. ), o p. c i t. , pp. 87 -
9 1.
10
Ve r: Le z ama Li ma, J osé. L a e xpre si ón ame ri c ana, FC E, Méxi c o, 1 99 3.
11
Tal ve z se a este el se nti do de un e stu di o de sde una pe rs pe c ti va e ndóge n a de
l as arte s y l a c ul tura l ati noame ri c an as.
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