You are on page 1of 28

Rompiendo cadenas

Moisés Polanco
No es fácil ser uno mismo. No es fácil tener paz en
medio de esta tormenta que estoy viviendo, que estoy
padeciendo. Mi nombre es George, y se puede decir
que soy el chico más infeliz de la historia, al menos de
mi generación. En mis veinte años de existencia no he
hecho otra cosa que no sea intentar agradar a los
demás, algo que parece casi imposible pues casi nunca
se logra. Estudié, sacando buenas calificaciones
pensando en mis padres, me inscribí en algún deporte
solo para complacer a mi padre; aunque él quería
beisbol, me decidí ir por el ciclismo, use la ropa que le
gustaba a mi madre, y me corte el cabello como ella
siempre mandaba. Ahora, estudio derecho para de
nuevo complacer a mi padre, y tengo una novia
llamada Fabiana, que es un fiel reflejo de mi única
hermana Jessica, humillante y controladora. No es fácil
ser uno mismo, y más cuando en el fondo de tu alma
ocultas algo que esta sociedad ve como una
aberración. No es fácil tener paz en medio de esta
tormenta que estoy viviendo.
“primera cadena por romper: el miedo a la
soledad y al qué dirán”

El bulevar de la avenida 20 está desierto. El aguacero


ha ahuyentado a los transeúntes. Las calles están
vacías, y un leve rocío resbala por el vitral del café
donde me encuentro esperando que llegue Fabiana. La
taza de café que pedí al mesero esparce su olor sobre
mi olfato, humeante, no deja que me lo lleve a los
labios pues está como “para chismoso” como dice mi
abuela. No despego mis ojos del teléfono celular,
esperando una llamada, un mensaje, de Fabiana a
quien llevo una hora esperándola y nada que llega.
Hace rato que la lluvia cesó y solo un rocío cae del
oscuro cielo, y me parece extraño que Fabiana, que
vive justo aquí, en el centro de Barquisimeto, no haya
llegado.
No dejo de mirar al mesonero que me sirvió el café.
Es un chico algo común, de piel blanca, cabello
castaño, y ojos color café. Su nariz es un tanto grande,
y no digamos que es muy guapo, pero tiene algo que
me atrae, que me gusta y no sé qué. Noto que
tampoco deja de mirarme, o mejor dicho, me mira y
cuando su mirada se cruza con la mía la desvía
mirando hacia otro sitio. Veo que es muy masculino
en su modo de tratar con la gente. Ahora, en este
tiempo uno no sabe distinguir entre quien es o no
homosexual, y el hecho de que esta sociedad, en
especial este país no estén preparados para la
diversidad, dificultan las cosas en cuanto a querer
conocer de cerca a una persona. Y no solo el país no
está preparado. Mi familia tampoco lo está, y las cosas
se hacen más difíciles porque siempre he aparentado
algo que no soy durante tanto tiempo.
Mi agradable distracción se ha ido al fondo del local,
supongo que a la cocina; y mi querida compañera ha
llegado con un paraguas y con los zapatos empapados.
Se los limpia en la alfombra que está en la entrada y la
muchacha de limpieza que tiene en sus manos una
escoba la mira con fastidio.

- Hola amor, ¿llevas mucho tiempo


esperándome? – me dijo dándome un beso.
- Una hora para ser exactos
- ¿estas molesto? Estaba esperando que
escampara. Las calles están inundadas. Quiero
un café. –dijo ignorando mi molestia al hacerme
esperar.
- Tranquila. No sé para qué me molesto si sé
muy bien que todo venezolano que se respete
es impuntual.
- Está lloviendo, ¿quieres que te lo repita?
Además, tú fuiste quien insistió en vernos justo
hoy. Quiero un café, ¡hey tú, chamo! Tráeme un
café marroncito por favor – le dijo a “mi
distracción” quien volvía de la cocina.
- Gracias por llamar al mesonero – le dije
sonriendo
- ¿Por qué? ¿vas a pedir otra cosa?

- No. Yo me entiendo. ¡ah! Y si, es verdad. Yo te


cite aquí porque tengo que hablar contigo. Es
algo que llevo pensando todos estos días y creo
que ya es la hora.

- ¡vaya! ¡por fin te decidiste! Anda dime – dijo


exagerando su alegría.

- Eh, creo que estas equivocada. Imagino que


estás pensando lo que me pediste hace días. No
se trata de eso – me sentí incómodo al tener
que negarle lo que ella esperaba.

- Umm está bien. Disculpa. Pensé que te habías


decido por fin a dejar de tratarme como una
monja, y mirarme como una mujer deseable.

- Mi amor, yo te he dicho que te respeto mucho y


no quiero que la primera vez sea así, como si
nada. Yo quiero que tu primera vez sea especial.
Yo te respeto mucho.

- Claro, me respetas tanto que me haces sentir


una mujer que no le gusta a nadie, que no es
deseable, apetecible. Me respetas tanto que me
humillas como mujer. ¡vaya el respeto tuyo!

- Veo que tú no entiendes…

- Aquí el único que no entiendes eres tú, George.


Soy tu novia, llevamos meses juntos, y solo te
has limitado a llevarme al parque, a jugar a las
manos calientes como dos adolescentes. Ya
somos adultos, y quiero que actuemos como
dos jóvenes de veinte años que deseen amarse
más allá de las palabras. Estamos en pleno siglo
veintiuno para seguir actuando como en la
época de antaño. ¿crees que esto es justo para
mí?

- No te pongas así. No es necesario que llores.


Yo te entiendo, pero… está bien. Preparare
todo para que este fin de semana estemos
juntos, ¿sí?

- Es que no se trata de eso. Yo no quiero un


favor tuyo. Yo solo quiero que me ames, que
sea mutuo. Pero, ya veo que no es así. ¿sabes
qué? Hablamos luego, ahora solo quiero estar
sola. Puedes tomarte el café.
Se levantó y se fue. Me dolió verla así, y empecé a
sentir miedo. Miedo de que se cansara de tanto esperar
y me dejara. Yo no quería separarme de ella. A pesar
que no era precisamente la relación que quería llevar,
ella me hacía sentir acompañado, querido, amado,
aunque desde hacía tiempo que me estaba acosando
para que tuviéramos relaciones sexuales. No exagero
cuando digo que me estaba acosando. Esa es la palabra
que más calza a la situación que estaba viviendo. No
quería perderla. No quería. Mi distracción se acercó a
mí y con una expresión fría dejo el café sobre la mesa
y se marchó.

Por primera vez no veía el transbarca repleto de


personas. Hacía tiempo, mucho tiempo, que no llovía
en el país y ahora, que las lluvias habían llegado sin
avisar, alejaron a las personas de las calles y al parecer
se mantenían encerradas en sus casas. Íbamos en la
unidad de transporte de la ciudad, unas cinco o diez
personas. En las pantallas del bus se reflejaba la
imagen del fallecido presidente Chávez quien hablaba
en una de sus largas cadenas nacionales cuando aún
vivía. Cada quien estaba en su mundo. El aire
acondicionado hacia frotar las manos y acongojarse a
algunos de los pasajeros, incluyéndome, mientras veía
por la ventana el caer de las gotas que resbalaban por
el vidrio, pensaba en Fabiana y en que necesitaba
hablar con ella. Nuevamente surgía en mí el deseo de
no perderla y llegue a pensar en que realmente la
quería. Bueno, en verdad la quería. No la amaba y no
podía corresponder como ella se merecía, pero
después de todos habíamos durado varios meses
juntos y me había acostumbrado a ella. Esa era la
palabra correcta, costumbre. Llegue a una conclusión
mientras iba en el transbarca. Tenía miedo. Miedo de
quedarme solo, de que la gente me preguntara por que
la deje, de no tener con que llenar la carencia
emocional que no me atrevía a vivir con un chico por
el simple hecho de que no estaba preparado para
entablar una relación con un hombre, porque nunca lo
estuve. Pensé que era momento de tomar una
decisión. Debía hablar con Fabiana e intentar cambiar
las cosas. No podía permitir quedarme en el limbo de
nuevo, ya que al parecer con Fabiana todo era distinto
con respecto a otras mujeres y mucho más con las de
esta generación; que a la segunda salida ya quieren
sexo. Con ella, al principio, todo se tornó normal, pero
todo tiene su límite. Ella tiene su límite. Es mujer, y
quiere sentirse amada, deseada. La comprendo, pero,
¿Quién me comprende a mí?
Me baje de la unidad de transporte para caminar. La
lluvia había cesado. Las calles estaban inundadas, aun
así, necesitaba caminar y pensar. Ver pasar a los
indigentes malolientes, a las mujeres haciendo colas en
los supermercados para comprar comidas, a personas
comprando ropa y prendas de cualquier tipo a pesar de
la crisis que se vive en el país, a mujeres y hombres
bellos, esbeltos, cual mises y misters. El panorama de
la ciudad bajo la lluvia se tornaba hermoso, a pesar del
sombrío estado en que se había sumergido el país
entero durante el mandato de Nicolás Maduro. Llegue
hasta la parada de buses que me conducirían hasta mi
casa. Cuando estuviese allí llamaría a Fabiana y le diría
lo que no me dejó decirle en el café, que me acompañe
a mi primer casting como modelo; no sin antes
intentar mejorar nuestra relación para que las cosas
sean como antes.

Mi familia era la típica familia tradicional. Nunca


aceptarían que su hijo fuese modelo, y mucho menos
que incursionara en el mundo del espectáculo. Decían
que era “un mundo de gais y lesbianas” y bueno, al
enterarse de que su hijo era gay le echarían la culpa al
modelaje. Pero estoy harto, cansado de seguir
aplazando mis sueños, mis metas, lo que quería
alcanzar. Ya no me importaba lo que pensaran. Le
escribí a Fabiana, la cual gracias a Dios no tenía esos
prejuicios pues ella era actriz, para que me acompañara
y de esa forma superaríamos nuestra experiencia en el
café. Me duche, me puse mi mejor vestimenta, y pase
buscando en su casa a Fabiana quien estaba totalmente
desaliñada, algo que no ayudaba mucho a que me
sintiera animado a arreglar las cosas con ella. Pagamos
un taxi y nos dirigimos al círculo militar donde sería el
casting.

El sudor corría sobre mis manos frías. Estaba a punto


de salir a la pasarela, ¡ya era mi turno! Y la verdad tenía
muchas expectativas. Ninguno de mis amigos sabía
que quería ser modelo, y mi familia mucho menos.
Una vez se lo comenté a un amigo, y lo que hizo fue
mirarme de reojo y hacer una mueca de desprecio. Lo
tomó como una broma mía y no le dio la mayor
importancia. Y mi familia, como ya dije, estaba en
contra de todo lo que concernía al mundo de la moda,
del espectáculo. Eso fue lo que más me agrado de
Fabiana, que nunca se opuso a tener un novio modelo,
es más, le agradaba. Ella era actriz de teatro, tal vez
fuese por eso que no tenía ningún prejuicio, y mucho
menos ninguna sospecha. Decidí vencer el qué dirán,
la opinión de mis amigos, de mis padres, cuando se
enteraran que había decidido hacer frente a mi miedo
crónico, y empezar a materializar mi carrera como
modelo.

- Acaso no tenías una mejor ropa que usar,


¡vienes a un casting que te puede abrir puertas
para el Lara top models y te vienes con una ropita
tan… corriente! – dijo Fabiana algo molesta.
- Es lo mejor que tengo, y… para mí está bien –
dije sorprendido ante la crítica de Fabiana.
- Bueno, ya no se puede hacer nada. Ahora ve y
lúcete. Tienes que hacerlo bien. Hay muchos
chicos que se ven muy bien, así que tienes que
esforzarte al máximo – dijo mirando a los
demás chicos.
- No tienes porque compárame con nadie. Yo
brillo con luz propia y tengo mi propia
personalidad – dije molesto.
- Solo espero que tu brillo y tu personalidad te
sirvan para quedar seleccionado, amor – dijo
con una marcada ironía.

Salí al escenario y me sentí grande al ver al jurado, a


los asistentes. Quería demostrarle al mundo, a mi
familia, a Fabiana que podía lograr mis metas con mis
propios esfuerzos. Quedaría seleccionado como uno
de los modelos, y ese era el momento perfecto para
eso. Escuche los aplausos de los asistente, aunque no
quise verlos, y mucho menos al jurado, pues las voces
de Fabiana retumbaban en mi interior, en mi mente.
Su actitud para conmigo me recordaba a la de mi
hermana cuando apenas era un niño, cuando siempre
era despectiva y cuestionadora con todo lo que yo era
y hacía. Salí de la pasarela y me dirigí aun temblando al
back stage donde me esperaba Fabiana con una sonrisa
sin expresión. Ya entonces tenía una decisión tomada,
pero no quería que fuese en ese momento. No por
ahora.

Había pasado una semana desde que hice el casting.


Durante esos días no me comunique con Fabiana ni
siquiera por mensaje de texto. Esa semana fue decisiva
para mí. El miedo se apodero de mí. Si me llamaban
como uno de los seleccionados al casting, tenía que
hacer frente a mi familia, a mis amigos, a todos los que
tuvieron una especie de prejuicio con mi carrera. Pero,
nada ni nadie me iban a detener; estaba dispuesto a
correr todos los riesgos y a enfrentar a ese lobo
inexistente llamado “miedo”.
Cite a Fabiana a las afuera de la catedral de ciudad, me
encontré con un rebullicio de gente que estaban
enardecidas. Aquello no podía ser una actividad
religiosa, era más bien como un evento. No me
equivoque, pues las personas estaban concentradas
alrededor de nada más y nada menos que de chino y
nacho, quienes estaban grabando su nuevo video clic.
Me acerque y tome un par de fotos de lejos, ya que
había un anillo de seguridad que los protegía. Fabiana
llego, y me miró con un rostro grave. Pensé que se
emocionaría al ver a los artistas del momento en la
catedral, pero se limitó a saludarme de una manera fría
e invitarme hacia un lugar apartado.

- ¡esta genial que ellos estén grabando su video


aquí, ¿no crees?!
- Sí, me parece genial. Pero, no he venido hablar
de eso. – Fabiana me hablaba con un tono
serio.
- Yo también quería hablar contigo algo muy
importante, por eso te cite aquí. Entonces,
empiezas tu… o yo.
- Voy a ser directa. No quiero darle más vueltas a
lo que no tiene solución. Vengo a decirte que es
mejor que terminemos. Que esto llego a su fin.
No le veo ningún sentido a seguir juntos.
- Sabía que me dirías eso. Yo… te cite para
decirte lo mismo. No es justo… me imagino.
- Bien, ya no hay más que hablar. Suerte y…
adiós.

No hubo más palabras. Se volteo y se marchó


dejándome tras su espalda. Yo no pude pronunciar
más palabras. Estaba atónito, impactado, aquello era
difícil de asimilar. En mi mente aparecieron nuestros
mejores momentos juntos, todo lo vivido y todo lo
dicho entre nosotros. Sentí un nudo en la garganta, y
unas lágrimas se asomaron en mis ojos. Nuevamente
estaba solo, pero en el fondo sabía que no era justo
para ella, que no lloraba por amor, sino, más bien,
porque no tendría con quien aparentar lo que
realmente era, porque sabía que tendría que enfrentar
el mundo que ahora se avecinaba. Era el momento de
romper las cadenas que me ataban, aunque fuese
doloroso.
II

Había recibido la llamada y el despecho por Fabiana


había pasado. Transcurrieron dos semanas para recibir
la tan esperada llamada que cambiaría mi vida. Y la
cambiara, no solo porque mi sueño se estaba
cumpliendo, sino, porque de igual manera tenía que
enfrentar a mi familia. Decirles que dejaría a un lado la
carrera de derecho, el ciclismo y retomaría mi carrera
como modelo. La primera en conocer de mi decisión
fue mi hermana Jessica.
Preparaba panquecas y café con leche. Era una tarde
lluviosa y había alquilado unas películas de suspense
para ver juntos, ya que nuestros padres se habían ido al
oriente del país a visitar a una tía que estaba muy
enferma. Yo la esperaba sobre la cama, con la mitad de
mi cuerpo cubierto con un edredón. El frio me
congelaba los huesos. La vi llegar con una bandeja
donde traía nuestra merienda. Me levante para darle
play a la película y ella me apuraba con sus órdenes.
Me detuve en un instante y ella quedo extrañada de mi
actitud.

- Jessica, tengo que comentarte algo – le dije con


toda la seriedad posible.
- ¿Qué pasa? Debe ser algo serio para que tengas
esa cara de funeral. Suéltalo pues.
- Bueno, quiero que te enteres antes que papá y
mamá. Hice un casting para ser modelo y…
- ¿Cómo se te ocurre? ¡sí sabes que papá te va a
matar cuando se entere, verdad!
Definitivamente hermanito, tú no pudiste
dedicarte a jugar futbol, beisbol, a estudiar la
carrera que papá te dijo… ¡no! Tú preferiste
buscarte una cosa que es para maricos. Eres
marico, acaso – aquel insulto me hizo enojar
tanto que no aguante y le replique de insofacto.
- Y a ti que mierda te importa lo que yo haga…
que quieres, que lleve una vida de fracaso como
la que viven todos ustedes. Una vida retrograda
que los mantiene en la época de María Castaño.
Pues me importada un bledo lo que ustedes
piensen. La verdad no sé para qué coño te digo
algo que solo me interesa a mí. Eso me pasa
por ser tan pendejo.
- Claro, te picas porque sabe que digo la verdad.
Eres un mariquito de mierda, y la verdad te
duele. Pero deja que mi papá se entere para que
veas como te da unos buenos coñazos que
nunca vas a olvidar…
- Pues si soy gay, y soy feliz como soy. Me tienes
harto puta de mierda. Muérete perra.

No supe de donde salieron esas palabras de mi boca.


Yo nunca había sido grosero, y mucho menos con
Jessica, pero mi tensión era tal y mi rabia crecía cada
vez más que nos fuimos a los golpes. Ella lloraba por
la confesión, por los golpes, por los insultos, y yo
sentía como una fiera se apoderaba de mí. Nunca
había actuado como actué esa vez. Sabía que había
cometido un error. Aquella actitud era mi perdición, y
no mi confesión. Jessica pondría su drama como
siempre y utilizaría los golpes que le di y las palabras
que todos los vecinos escucharon para que mis padres
me odiaran el resto de mi vida.

A penas llegaron del oriente, Jessica le contó todo a


mis padres y mi padre iracundo se fue encima de mí.
Nunca en la vida lo había visto tan molesto como en
ese momento. Mi madre lo apartó de mí, y todos
éramos un mar de lágrimas. Llegaron las palabras de
insulto hacia mi persona por la decisión que había
tomado. Jamás pensé que sería tan difícil aquella
situación y que el querer seguir los deseos de mi
corazón me atraería tantos problemas. Herido en mi
dignidad, me levante del suelo, busque un bolso e
introduje en ella algunas prendas y me marche a casa
de mi madrina. Ella, sin ningún prejuicio me recibió en
su casa. Le conté todo lo que había pasado y me
prometió que no les diría nada a mis padres que me
estaba quedando en su casa. Ella vivía con su hijo
Mauricio, un chico de mi edad. Mis emociones estaban
turbias. Nunca me había sentido como en ese
momento de mi vida. Yo sabía que en cualquier
momento aquello explotaría y que ellos se opondrían a
mis decisiones, a mi vida, a lo que soy. Yo era
consciente del dolor de mis padres al conocer que su
hijo quería ser modelo y que además era gay.
Comprendía su miedo, sus creencias, en donde
estaban sumergidas sus mentes, pero también tenía
que respetarme y encaminar el camino hacia mi
realización personal. Ahora estaba en casa de mi
madrina Carmen, y emprendería mi propio camino.
Vivir con mi madrina Carmen era incómodo. No solo
porque estaba en casa ajena, también por el hecho de
tener que compartir habitación con su hijo, quien es
un obsesionado con el futbol, desordenado, y flojo.
Aunque detrás de aquellos molestos defectos, me era
agradable verlo llegar, cuando yo estaba acostado en
mi cama escuchando música con mis audífonos, y él se
quitaba su uniforme de futbolista y contemplaba aquel
hermoso cuerpo sudado, sucio, y con un olor a sudor
que no me desagradaba para nada.
Una tarde llego de sus prácticas de futbol, con la
camisa encima de sus hombros, y con el sudor
corriendo por sus abultados y perfectos pechos y
abdomen. Yo arreglaba mi vestimenta ya que al día
siguiente comenzaría la preparación para un desfile de
ropa playera en un centro comercial. Al entrar en la
habitación me saludo como siempre, con un “hola”
algo frio, supongo que mi madrina le había comentado
que era gay. Yo notaba que nunca me quitaba la
mirada de encima, y me sorprendió que aun sabiendo
que era gay, se desvestía enfrente de mí. Yo me
disfrutaba verlo en pelotas. Era un cuerpo que me
provocaba lujuria, quería comérmelo, violarlo, lo
quería en mi cama. Y no me avergüenza decirlo. Lo
quería para mí, pero sabía que estaba perdiendo mi
tiempo si llegase a intentar seducirlo; además, no
quería problemas con mi madrina.
Llegó como todos los días, se quitó la ropa
quedándose en ropa interior y no dejaba de tocarse el
pene. Yo cerré el bolso donde acomode la ropa para
mi desfile y me quede revisando mi celular, pero sin
apartar la mirada de aquella sugerente escena.
Mauricio, se acostó sobre su cama, que quedaba justo
al lado de la mía, y no apartaba su mano de su pene.
Lo apretaba, lo sobaba, lo acariciaba, y yo no era
estúpido. Mauricio, no decía nada, pero yo sabía que
aquello era una invitación a tener sexo. Me estaba
provocando. No sabía qué hacer, ni que decir, pues era
la primera vez que aquello me ocurría. No había tenía
tenido relaciones con ningún tipo, y me estaba dando
un poco de miedo, pero no podía perder esa
oportunidad de comerme ese bombón. No dije nada,
me levante, lo mire fijamente y él también me miro a
los ojos, le agarre el pene y comencé a hacer lo que él
hasta ese momento estaba haciendo. Lo apreté, lo
sobe, lo acaricie, y nada en la vida se asemejaba a esa
sensación tan lujuriosamente agradable. Dibujó en su
rostro una sonrisa picara y con una mirada me hizo
seña para que le quitara el bóxer. Ni corto ni perezoso,
así lo hice, dejando ver un hermoso, largo, y grueso
pene. Se me hizo agua la boca. Aquel hombre, sudado,
con una erección enorme, y oloroso a macho, me
estaba volviendo loco. Me lleve su miembro a mi boca,
sin importar ningún tipo de olor. Él sonreía mientras
le chupaba el pene, y gemía, y me tomaba de la cabeza
intentando introducir hasta mi garganta la mejor parte
de su cuerpo. Todo paso muy rápido, al cabo de unos
minutos sentí su cálido y liquido semen sobre mi cara.
Me sentí sucio cuando todo aquello acabo. Me dirigí al
baño, me bañe, y me quede un rato observándome en
el espejo. Me había disfrutado el momento, lo quería,
lo deseaba, pero la sensación “post sexo” me hizo
sentir desagradable. No sé si fuese porque era mi
primera vez de un encuentro sexual con un chico, si
porque él era el hijo de la mujer que me estaba dando
un techo, si porque me di cuenta que estaba sucio y
sudado y apestaba, o si eran todas las anteriores. Al
salir del baño, estaba dormido. Se había quedado
rotundamente dormido. No hice ningún ruido. Me
vestí lo más silente que pude y Salí a caminar por el
corredor Fénix. El viento helado, la vista al valle y al
rio, la algarabía de las personas haciendo ejercicio y
conversando entre sí, me hicieron sentir el hombre
más triste del mundo. Triste y solo. Todo lo que había
vivido esa tarde, y los pensamientos intrusos me
hicieron llorar a escondidas. Con temor a que nadie
me viese.
Al regresar a casa, mi madrina estaba preparando la
cena. La casa estaba cálida, al calor de unas velas, y del
fogón de la cocina. Se había ido la luz, pero el calor de
hogar que mi madrina le impregnaba a la casa se
respiraba en el ambiente. Mauricio, estaba sentado en
el sofá revisando su celular, y cuando me vio llegar me
sonrió, dejo el teléfono a un lado y me saco
conversación. ¿Cómo estás? ¿Cómo te fue en tu
paseo? ¿Algo interesante?, fueron las preguntas del
hombre que antes solo me saludaba con un “hola” y
que después de una terapia de sexo, le había hecho ser
más abierto conmigo. Su madre, estaba impresionada y
alegre de que Mauricio se abriera más conmigo, y yo
también estaba sorprendido de lo moderna que era. Y
él, estaba hermoso, limpio, bien vestido y peinado, y
empecé a tener la esperanza de ver en él a un chico
especial, y descubrí que el sentimiento de tristeza y de
miedo era porque pensaba que Mauricio lo tomaría en
broma y seria el objeto de burla entre sus amigos de
futbol. Empecé a confiar de nuevo en la gente, en
especial en Mauricio, en quien vi a una persona con
quien llevar una relación…
Este libro fue distribuido por cortesía de:

Para obtener tu propio acceso a lecturas y libros electrónicos ilimitados GRATIS


hoy mismo, visita:
http://espanol.Free-eBooks.net

Comparte este libro con todos y cada uno de tus amigos de forma automática,
mediante la selección de cualquiera de las opciones de abajo:

Para mostrar tu agradecimiento al autor y ayudar a otros para tener


agradables experiencias de lectura y encontrar información valiosa,
estaremos muy agradecidos si
"publicas un comentario para este libro aquí".

INFORMACIÓN DE LOS DERECHOS DEL AUTOR

Free-eBooks.net respeta la propiedad intelectual de otros. Cuando los propietarios de los derechos de un libro envían su trabajo a Free-eBooks.net, nos están dando permiso para distribuir dicho
material. A menos que se indique lo contrario en este libro, este permiso no se transmite a los demás. Por lo tanto, la redistribución de este libro sín el permiso del propietario de los derechos, puede
constituir una infracción a las leyes de propiedad intelectual. Si usted cree que su trabajo se ha utilizado de una manera que constituya una violación a los derechos de autor, por favor, siga nuestras
Recomendaciones y Procedimiento de Reclamos de Violación a Derechos de Autor como se ve en nuestras Condiciones de Servicio aquí:

http://espanol.free-ebooks.net/tos.html

You might also like