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1era encuesta de Acoso Callejero

El acoso callejero cotidiano


La primera encuesta de acoso callejero realizada por OCAC Chile fue aplicada entre el 18 y el
28 de febrero de 2014 vía web a 3.234 personas entre 10 y 64 años de todas las regiones del
país.
Entre los datos más relevantes encontrados está que las formas más recurrentes de acoso,
superando el 90% de los casos, son los silbidos y otros sonidos, como besos, jadeos,
bocinazos, y las miradas lascivas. Le siguen los piropos denominados agresivos (que hacen
alusión al cuerpo o al acto sexual) con un 72%. Los acercamientos intimidantes y el contacto
físico leve, como tocar la cintura o las manos o hablar al oído, han sido sufridos por casi el 60%
de las encuestadas. Cerca de un tercio de ellas, por su parte, ha sufrido formas más graves de
acoso callejero.
En promedio, las encuestadas comenzaron a sufrir acoso a los 14 años, es decir, cuando se
empiezan a desarrollar los caracteres sexuales secundarios en las mujeres.
Los hechos de acoso ocurren desde la cobardía y la indolencia: el agarrón escondido entre
la multitud del metro, el comentario sexual dicho rápidamente mientras se cruzan ambas
personas en un paseo peatonal, la masturbación en un auto que parte raudo tras exhibir su
miembro a la persona acosada. Muy pocas veces el acoso ocurre de frente y mirando a los ojos,
porque se sabe incorrecto.
Esto fue demostrado por la encuesta: 72% de las acosadas plantea que una de las dos
reacciones más comunes cuando responden es que se queden en silencio y sigan su camino y
sólo 2% se disculpa. Más de un tercio plantea que al ser increpados, los acosadores insistan
con su práctica violenta o las insulten.
En la mayor parte de las ocasiones, el acosador es un hombre (97%) y al ocurrir en el espacio
público (la calle, el transporte público y lugares públicos abiertos o cerrados), suelen ser
completos desconocidos.

Experiencias traumáticas de acoso callejero


Del total de personas encuestadas, 71% ha tenido una experiencia de acoso callejero que
considera traumática. Estos casos ocurren en promedio a los 18 años, siendo común
sufrirlos entre los 10 y los 25 años.
El acoso callejero tiene efectos psicológicos y en ocasiones pueden provocar un
trauma si se trata de hechos altamente violentos o con una connotación sexual tan intensa que
hacen creer a la víctima que está en riesgo de ser violada. Según las encuestadas, los
principales sentimientos o emociones provocados por hechos de acoso en la calle son asco
(60%), rabia (53%), miedo (53%) e inseguridad (35%), entre otros.
Como se ha podido comprobar en los testimonios que recibe el OCAC y en las intervenciones
diarias en la página de Facebook, estos efectos psicológicos se traducen en restricciones que
aplican las propias afectadas y sus familias:

 Cambian los recorridos habituales para llegar a su casa, lugar de estudio o trabajo
por temor a encontrarse nuevamente con el o los agresores.
 Cambian los horarios en que transita por el espacio público y buscan siempre
caminar acompañadas.
 Modifican su modo de vestir, con el fin de desincentivar a potenciales acosadores. Si
bien esta medida puede disminuir la frecuencia del acoso, no es una solución, el
acoso no depende del tipo o la cantidad de ropa que se use, pues sigue ocurriendo
incluso cuando una persona ocupa ropa abrigada de invierno.

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[1] Por motivos de facilidad de lectura y considerando el alto porcentaje de mujeres en la


muestra, en adelante se referirá a los/as encuestados/as en términos femeninos.
[2] El importante sesgo de género en la muestra tiene mucho que ver con que este es un
problema sufrido principalmente por mujeres y al tratarse de una encuesta voluntaria y con cariz
de denuncia, la motivación de las mujeres por contestar fue mucho mayor a la de los hombres.
Por su parte, el sesgo respecto al nivel socioeconómico (considerando las comunas con mayor
nivel de respuesta) podría atribuirse al acceso a medios informáticos para responder una
encuesta web, al mismo tiempo que puede vincularse a la posición ventajosa, en términos
educativos, para cuestionar esta práctica de acoso como algo incorrecto, no natural y
transformable.

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¿Qué es el acoso sexual callejero (ASC)?
Son prácticas de connotación sexual ejercidas por una persona desconocida, en espacios
públicos como la calle, el transporte o espacios semi públicos (mall, universidad, plazas, etc.);
que suelen generar malestar en la víctima. Estas acciones son unidireccionales, es decir, no
son consentidas por la víctima y quien acosa no tiene interés en entablar una comunicación real
con la persona agredida.
Las prácticas de acoso sexual callejero son sufridas de manera sistemática, en especial por las
mujeres, ocurriendo varias veces al día desde aproximadamente los 12 años, lo que genera
traumatización no sólo por hechos de acoso especialmente graves, sino por su recurrencia.

¿Por qué el ASC es violencia?


Porque es una práctica no deseada, que genera un impacto psicológico negativo y que las
personas, especialmente mujeres, pueden vivir varias veces al día desde los 12 años, en
promedio.
Los efectos del acoso se demuestran en acciones cotidianas de la víctima como:

 Cambiar los recorridos habituales por temor a reencontrarse con el o los agresores.
 Modificar los horarios en que transita por el espacio público.
 Preferir caminar en compañía de otra persona.
 Modificar su modo de vestir buscando desincentivar el acoso.

¿Qué prácticas son consideradas ASC?


 Miradas lascivas
 “Piropos”
 Silbidos, besos, bocinazos, jadeos y otros ruidos
 Gestos obscenos
 Comentarios sexuales, directos o indirectos al cuerpo
 Fotografías y grabaciones del cuerpo, no consentidas y con connotación sexual
 Tocaciones (“agarrones”, “manoseos”, “punteos”)
 Persecución y arrinconamiento
 Masturbación con o sin eyaculación y exhibicionismo

¿Por qué no es culpa de las víctimas?


Todas las personas tienen derecho a transitar libremente y con la confianza de no ser
violentados, independiente del contexto, la edad, la hora del día o el vestuario que ocupa la
persona agredida, los derechos humanos no dependen ni se suspenden por detalles del
entorno. No hay excusas ni justificaciones para el acoso sexual callejero.
Es violencia de género, pues refleja en el espacio público la desigualdad de poder entre
hombres y mujeres, a través del abuso sexual. En la actualidad, la violencia sexual es penada
y no tolerada en otras situaciones y contextos (acoso laboral, estupro, violación), pero está
pendiente sancionarla cuando ocurre en los espacios públicos.
Algunas manifestaciones de acoso sexual callejero son aceptadas como “folclóricas” o
“tradicionales”, lo que tampoco debe ser argumento para tolerar esta vulneración. La violencia
no puede ser patrocinada con orgullo por ningún pueblo o nación.
A la vez, el acoso callejero se vincula a la “coquetería” y sexualidad. Cada cual tiene derecho a
experimentar su sexualidad como estime conveniente, siempre que no atropelle las libertades
del resto. Quienes manifiestan su incomodidad y rechazo tienen derecho a mostrar su
incomodidad. Asimismo, quienes acostumbran a acosar, deben comprender que han
confundido la coquetería y galantería con violencia sexual.
Por todo lo anterior, las víctimas no deben sentir culpa o vergüenza por sufrir acoso sexual
callejero, puesto que NUNCA ES SU CULPA. Lo importante es reflexionar de manera crítica y
consciente, teniendo en cuenta que esta problemática afecta a personas particulares, pero
responde a un fenómeno social complejo.

“Me estaba quedando dormida en un tren, y sentí que algo rozaba mi brazo. Lo
descarté hasta que lo volví a sentir unos minutos después. Abrí los ojos y miré en el
espacio entre la ventana y mi asiento. En la brecha, vi el pie de un hombre forzado a
través del espacio, frotándolo arriba y abajo en mi brazo. Grité de horror y me quedé
helada por la conmoción. Cuando me giré para enfrentar al propietario, un hombre
de aspecto perfectamente normal saltó de su asiento y corrió por el carro. Nadie más
lo notó. “- Naomi

“Estaba caminando por una calle de Manhattan cuando vi a un hombre que


caminaba hacia mí. Su hija le tomaba de la mano y su hijo pequeño estaba detrás de
él en un patinete. A medida que la distancia entre nosotros se hacía más corta, pude
ver que me estaba mirando intensamente, estudiando mis piernas, mi vestido de
verano, mi escote. Justo cuando nuestros caminos se cruzaban, se lanzó hacia mí y
susurró: “Mmmm, me gustaría probar tu chocolate”. Me horrorizó mucho que su hija
estuviera allí, mirando su padre me agredió verbalmente, mientras que su hijo estaba
detrás, aprendiendo de sus acciones. “- Dorina
Introducción
El mobbing o acoso psicológico es un conjunto de conductas abusivas en
forma de actos, palabras, escritos o gestos que vulneran la identidad, la
dignidad o la integridad física y/o psicológica de una persona. Se puede
dar en cualquier situación en la que se relacionen un grupo de personas
(en el trabajo, en la pareja, en escuelas o universidades, en grupos de
amigos…). Lo ejerce una persona o grupo de personas sobre otra
persona. A pesar de su alcance, es fácil que pase desapercibido para la
mayoría, excepto para las víctimas.
Fundamentalmente, las estrategias de acoso moral son (Hirigoyen, 1999):
 descalificar y desacreditar a la víctima sutilmente, sobre todo a través
de mensajes no verbales.
 rechazar la comunicación directa: así el conflicto no puede ser
solucionado y se provoca el sentimiento de culpa de las víctimas.
 aislar a la persona.
 hacer novatadas.
 inducir a caer en errores.
 acoso sexual.
 hacer guasa con sus puntos débiles.
 burlarse de sus ideas, convicciones o gustos.
 ridiculizarlo en público.
 hacer alusiones desagradables.
 poner en tela de juicio su capacidad de juicio y decisión.
Si bien, para hablar de acoso moral propiamente, estas conductas deben
darse repetidamente y de manera insistente, no de forma aislada.
Conducta del agresor
Para los acosadores este comportamiento abusador suele ser una forma
habitual de comportarse. Incluso en determinados ambientes puede ser
una conducta muy valorada socialmente, por ejemplo entre determinados
puestos directivos. Usan la palabrería y una serie de estrategias para ir
hundiendo y aislando a la víctima hasta que ésta acaba por reaccionar de
modos que, a la postre, realzar el dominio del acosador.

Básicamente el agresor actúa con una forma de violencia indirecta,


criticando, faltando al respeto, extendiendo rumores, haciendo jugarretas
con sigilo… La mayoría de las veces lo hace sin pretender nada más que
la anulación de la otra persona por los sentimientos que le provoca
(envidia, deseo de dominación, rivalidad).

Algunos ejemplos específicos de la conducta del acosador en el ámbito


laboral son (Ausfelder, 2002):
 Prohibir a la persona charlar con los compañeros.
 No se responde a sus preguntas verbales o escritas.
 Instigar a los compañeros en contra suya.
 Excluirla de determinados actividades sociales.
 Los compañeros evitan trabajar con la persona.
 Se le habla de modo hostil y grosero.
 Se le provoca para que reaccione descontroladamente.
 Hacer comentarios maliciosos.
 Se rechazan sus propuestas sin ni siquiera oírlas.
 Se le ridiculiza por su aspecto físico.
 Se le responsabiliza de errores cometidos por otros.
 Se le dan informaciones erróneas.
 Es controlado exhaustivamente.
 Su trabajo es manipulado para dañarle.
 Se abre su correspondencia.
 Recibe amenazas.
 Se le ponen motes ridículos o degradantes.
La víctima
Al principio la forma de actuar del acosador le deja confundida. Sus
conductas no tienen una intención clara y sus mensajes maliciosos se
sirven de la comunicación no verbal. Dado que este tipo de
comunicación no se capta de manera consciente, a no ser que pongamos
especial atención, las intenciones del agresor no se ven venir. Dentro de
esta comunicación no verbal se incluirían por ejemplo las miradas
despreciativas, las retiradas de la mirada, el tono irónico en el habla, y
otras muchas conductas. Entonces el problema va creciendo sin que la
víctima se de cuenta. Con todo, la persona puede incluso comportarse de
manera más complaciente y vulnerable. De esta actitud se sirve el
acosador para machacar progresivamente a su víctima.

A medida que pasa el tiempo el acoso se hace más intenso. En la víctima,


a la confusión se suma un sentimiento de culpa. Si la víctima es una
persona con tendencia a culpabilizarse, la culpabilidad puede llegar a
extremos perjudiciales. En todo caso, empieza a creer que todas los
ataques del agresor son debidos a ella o a alguna característica de ella.
Entonces empieza a dudar de su propia eficacia y valía, y se siente
observada. Esto provoca que esté más atenta al como hace las cosas que
al proceso en sí, con lo que se cometen equivocaciones más notables y
con más frecuencia, lo que es usado por el agresor como una
justificación a sus críticas. Y si, además, la víctima tiene estallidos de ira
o lloro, lo que pasado un tiempo es más que frecuente, le sirven al
agresor para ver cumplidas sus pretensiones e incluso hacerse con nuevos
aliados. Las personas del entorno que ignoran los abusos o colaboran,
más o menos intencionadamente, con el agresor mantienen y agravan la
situación de abuso.
La víctima actúa de una forma pasiva, aguantando los golpes. Primero
ignora, luego ya no ve salida posible. Le parece que todo se ha vuelto en
su contra y que ella la única y absoluta culpable. El acosador suele
utilizar tretas y aliados para aislar a la víctima con lo que se perpetúa
problema. Reniega de cualquier comunicación clara con lo que el
conflicto siempre sigue en pie y parece que es sólo cosa de uno, es decir,
de la víctima. La persona agredida se va debilitando, su autoestima
decae, se desestabiliza y sin quererlo cumple las críticas que el acosador
le hace. Porque los acosadores se valen de algunos de los rasgos de las
personas para criticarlos, hasta que la persona ve mermado su juicio,
duda de sí misma y sin saberlo acaba cumpliendo lo que el agresor
deseaba desde un principio. Acaba totalmente desamparada ante los
recursos y el comportamiento del abusador.

Todo el conjunto de esta tormentosa relación entre víctima y acosador,


genera una parálisis aparente en la víctima. Interiormente mantiene un
estrés continuo. Este estrés no deja huellas objetivas inmediatas, los
problemas llegan pasado un tiempo. De este modo se provocan una serie
de trastornos psicosomáticos que afectan a diferentes órganos. Son
ejemplos típicos las migrañas, las molestias digestivas, los problemas
musculares, etc.

También se producen secuelas en forma de problemas emocionales.


Entre ellas destacan la pérdida de autoestima y la reducción de la
capacidad de disfrute de las cosas y pequeños placeres cotidianos… Se
puede llegar a tener ideas de suicidio. Es normal también que se den
trastornos de la ansiedad debido a los niveles de estrés mantenidos a lo
largo del tiempo. Se puede llegar, en casos extremos, a crisis de pánico
relacionadas con estímulos asociados al acoso, y a la evitación de dichos
estímulos (el trabajo, el hogar, la clase…). También puede ocurrir que se
instaure un trastorno de la ansiedad como el Trastorno por Ansiedad
Generalizada, donde hay preocupaciones y rumiaciones continuas y
exageradas respecto de temas de la vida cotidiana (pagos, trabajo,
resultados académicos…). Otro trastorno que se podría desarrollar sería
el Trastorno por Estrés Postraumático, donde hay un estado de
hipervigilancia constante, continuas rememoraciones de las situaciones
traumáticas de abuso, tensión y evitación de los estímulos relacionados
con las dichas situaciones. Los problemas emocionales llevan asociados
además una serie de síntomas que afectan a la vida cotidiana, como el
insomnio, la irritabilidad y el miedo a relacionarse con otros. Los ataques
de ira o de lloro son frecuentes, sobre todo cuando el acoso está en un
estado avanzado.
No es extraño tampoco que se recurra a determinadas estrategias
contraproducentes para tratar de solventar el dolor emocional que se
sufre. En concreto se trataría de las conductas adictivas, ya sea abusando
de ansiolíticos u otros medicamentos, o bien de drogas legales e ilegales
como el cannabis, el alcohol, la cocaína, el tabaco, u otras. Pueden
producirse también conductas que sirvan de distracción o que sustituyan
las carencias afectivas que se están viviendo, por ejemplo comprar
compulsivamente, jugar de manera enfermiza, etc.

La persona acaba creyendo que el problema es ella, cuando lo


problemático es la relación establecida. Se puede dejar la relación o
modificar alguno de sus parámetros.
El acoso moral repercute de manera destacable en las relaciones
personales, ya que la persona actúa con miedo y reticencia.
¿Cómo actuar ante el acoso moral?
A continuación daremos una serie de consejos que pueden ser de utilidad
para prevenir el mobbing, o en el caso de que ya exista, ponerle remedio.
Lo primero y fundamental es establecer una comunicación directa y con
el menor número de trabas. No hay que conformarse con insinuaciones,
sobreentendidos o comentarios a media voz. Se pedirán aclaraciones y
precisiones para cualquier ambigüedad en la comunicación.
Ha de ofrecerse y exigir un trato respetuoso, tanto a nivel de expresión
verbal como no verbal. Ninguna equivocación o error justifica un trato
despectivo o humillante. En esta línea no se deben consentir o hacerse
cómplice de bromas despreciativas, que nos pongan motes ridículos u
ofensivos, y la ironía mal intencionada.
Es importante, tener claras nuestras propias habilidades y límites. Nos
ayudará a no dudar global y sistemáticamente de nosotros mismos si
alguien nos pone en duda o cuestiona, todo ello sin perjuicio de que
podamos reconocer nuestros errores y aceptar críticas siempre que sean
constructivas y no excesivas.
Desde un principio o, al menos lo antes posible, es necesario mostrar
firmeza, actuar con asertividad. Es decir, expresar claramente nuestros
sentimientos, sin temer las reacciones de los demás, pero sin hacerlo
tampoco de manera impulsiva. Si se mantienen una tolerancia absoluta,
se facilita la labor virulenta del acosador. No hay que temer el conflicto,
puesto que un conflicto bien asumido puede llevar a una solución.
Además, el conflicto no tiene porqué ser violento. Para ello es importante
contener los arranques violentos, actuar con serenidad manifiesta y con
defensas reflexionadas. Si se actúa de manera rápida e impulsiva el
agresor tiene las puertas abiertas para sus conseguir sus objetivos.
Aunque es importante asumir cierta responsabilidad en el origen y en la
solución del asunto, hay que abandonar a todas luces la culpabilidad
enfermiza que corroe y sólo sirve para hundir más y más a la víctima
(justo el propósito del acosador). No es necesario justificarse
constantemente, de lo contrario el agresor se servirá de ello para hallar
más errores.
No conviene aislarse. Perderíamos apoyo social y acrecentaríamos
nuestra confusión e indefensión, facilitando así los objetivos pretendidos
por el abusador.
Llegados a un determinado extremo, se hace necesaria la denuncia ante
los órganos competentes, o ante la propia Administración de Justicia.
Aunque la legislación es dispar respecto de los diferentes tipos de acoso,
existe cada vez más jurisprudencia y actuaciones judiciales al respecto.
Para facilitar el quehacer de la justicia en caso de realizar una denuncia
será esencial recabar el máximo de pruebas objetivas posibles, ya que, a
diferencia de las agresiones físicas, el acoso moral no deja huellas tan
claramente visibles.
En general, hay que evitar la pasividad, y actuar cuanto antes para que el
acoso no vaya a más. Cuanto más haya avanzado el acoso, más difícil se
hace llegar a una solución y más graves son las consecuencias para la
salud y bienestar de la víctima Los problemas derivados suelen remitir
tras acabar con esta tormentosa relación. No obstante, en determinados
casos, se hará necesario un tratamiento psicológico o médico
personalizado (en función de aquellos aspectos que han quedado más
afectados).
__________
Fuente: Miguel Luna. Clínica de la Ansiedad. Barcelona y Madrid.
Para saber más
Hirigoyen, M-F (1999). El acoso moral. Barcelona. Paidós.

Ausfelder, T. (2002). Mobbing: el acoso moral en el trabajo. Barcelona.


Océano.

MOBBING.NU. Página web especializada en la temática del acoso


moral, difundido en varios idiomas, entre ellos el castellano, con diversas
informaciones, recursos y enlaces.
Herramientas de gestión de los riesgos psicosociles en el sector
educativo: www.prl-sectoreducativo.es/
Video ilustrativo: Acoso escolar I (UNED-TVE2)

http://www.cop.es/colegiados/T-00921/acoso.pdf

Entre los días 15 y 17 de junio se celebrará en Dublín


(Irlanda) la 5th International Conference on
Workplace Bullying-The Way Forward. En esta
conferencia se darán cita diversos expertos mundiales
sobre la temática del acoso psicológico en el trabajo. El
grupo de investigación de la Facultad de Psicología de
la Universidad Autónoma de Madrid, dirigido por
Bernardo Moreno, presentará en este evento algunos
resultados de su investigación sobre el daño psíquico y
emocional en víctimas de acoso en el trabajo.

Esta investigación analiza la prevalencia e intensidad


de los síntomas de estrés postraumático en una
muestra de víctimas de acoso psicológico.
El acoso psicológico en el trabajo o "mobbing" es considerado un severo estresor psicosocial,
que puede afectar seriamente el funcionamiento cotidiano de aquellos que lo padecen. Distintos
estudios han puesto de manifiesto que el acoso psicológico se encuentra fuertemente
relacionado con diferentes problemas de salud, como por ejemplo alteraciones del sueño,
ansiedad, problemas psicosomáticos, irritabilidad y depresión (Brodsky, 1976; Leymann, 1992;
Mikkelsen y Einarsen, 2002; Zapf, Knorz y Kulla, 1996). Otros efectos comunes del padecimiento
del mobbing son la apatía, la indefensión y los sentimientos de desesperanza. No es de extrañar
que algunas víctimas sientan que su salud, tanto física como mental, se encuentra arruinada y
que nunca volverán a funcionar con normalidad (Leymann, 1996).

Más allá de los síntomas mencionados, las víctimas de mobbing pueden padecer trastorno por
estrés postraumático (TEPT). Diversos estudios han señalado que entre las víctimas de acoso, la
probabilidad de padecer TEPT es elevada (Mikkelsen y Einarsen, 2002; Tehrani, 2004).
Basándose en observaciones clínicas, Leymann y Gustafsson (1996) encontraron que el TEPT
constituía el diagnóstico adecuado de aproximadamente el 90% de una muestra de 64 víctimas
de acoso.

En los últimos años se ha desarrollado un interés creciente por la importancia de los aspectos
cognitivos (creencias) en la respuesta al trauma (Ehlers y Clark, 2000; Foa y Riggs, 1995;
Janoff-Bulman, 1989). De acuerdo con el planteamiento de Janoff-Bulman (1992), los eventos
traumáticos atacan directamente el sistema cognitivo de los sujetos. Las creencias acerca de la
invulnerabilidad personal, la ilusión de control personal, la creencia en un mundo benevolente y
con significado nos proporcionan sensación de estabilidad y control.

Cuando la persona se encuentra expuesta a acontecimientos traumáticos, las víctimas toman


conciencia de la fragilidad del sistema cognitivo sobre el que basan sus vidas (Janoff-Bulman y
Frieze, 1983). Puesto que necesitamos estabilidad en nuestro sistema conceptual (Epstein,
1985), este abrupto ataque a nuestras creencias básicas puede derivar en una intensa crisis
psicológica, o como acertadamente señala Janoff-Bulman, a la desintegración de nuestra
comprensión de la realidad: "La esencia del trauma es la abrupta desintegración de nuestro
mundo interior" (Janoff-Bulman, 1992, p. 63). De esta forma, las personas ven como sus
expectativas y mecanismos de control, hasta entonces eficaces, quedan inutilizados. En este
proceso, algunas víctimas son capaces de reconstruir un nuevo y más adecuado sistema de
creencias de acuerdo a su nueva situación, otras presentan enormes dificultades al respecto y
algunas desarrollan TEPT. A pesar de ser esta una línea de investigación de gran interés y con
evidentes implicaciones prácticas, hasta el momento no ha recibido la atención suficiente.

La muestra del presente estudio está constituida por 366 participantes, divididos en dos grupos.
Un grupo de 183 víctimas de acoso psicológico en el trabajo. Son personas que han demandado
asistencia o ayuda a alguna asociación o plataforma contra el acoso. Siguiendo una definición de
acoso psicológico, todos se consideran víctimas de mobbing y cumplen los criterios temporales
que se tienen en cuenta para concebir una situación como mobbing: las conductas de acoso
deben tener lugar de manera frecuente (por lo menos una vez a la semana) y durante largo
tiempo (por lo menos seis meses) (Einarsen, 2000; Leymann, 1992). De la muestra de sujetos
acosados, el 54.1% señala estar en la situación de acoso desde hace más de dos años. Todos los
sujetos incluidos en este grupo habían estado expuestos a estrategias de acoso de forma
sistemática.

Y un grupo control, compuesto por 183 trabajadores. Ninguno de ellos se consideraba acosado ni
tenía relación con ninguna plataforma o asociación contra el acoso. Además, ninguno de ellos
informó haber padecido de forma frecuente ninguna de las conductas típicas de acoso, ni
cumplía ninguno de los criterios temporales expuestos.

Los resultados obtenidos en el presente estudio muestran que las víctimas de acoso psicológico
presentan una gran probabilidad de experimentar sintomatología de estrés postraumático. El
42,6% de las víctimas cumple los criterios diagnósticos del DSM-IV. Se hallaron diferencias
significativas con relación al género en todos los criterios diagnósticos del TEPT. Según los
resultados obtenidos, las mujeres tienen mayor probabilidad de padecer TEPT, el 49% de las
mujeres cumplen los criterios diagnósticos del TEPT frente al 35,3% de los hombres.

Diferentes aproximaciones han intentado dar


respuesta a la aparición del TEPT tras la vivencia de
un acontecimiento traumático, siendo la teoría
cognitiva del trauma uno de los enfoques que
mayor aceptación ha recibido.

Un segundo objetivo de la investigación era


estudiar si existen diferencias en las creencias
acerca del mundo y de sí mismos en víctimas de
acoso y el grupo control que no ha sufrido ese tipo
de abusos. Los resultados muestran claramente
que las víctimas de acoso mantienen una
concepción más negativa del mundo, de los demás
y de ellos mismos que las personas del grupo
control.

A un nivel conceptual, estos resultados son consistentes con el modelo cognitivo propuesto por
Janoff-Bulman (1989) sobre la psicología del trauma. Parece que la creencia en un mundo
benevolente y con significado, la ilusión de invulnerabilidad y control personal, la creencia en
que se puede confiar en los demás, la imagen y autoconcepto de las víctimas de acoso queda
severamente dañada, como consecuencia de la experiencia del acoso psicológico en el trabajo.
Por lo tanto, parece que muchas de las reacciones de las víctimas de acoso y en especial el
TEPT, podrían derivar no sólo del padecimiento del mobbing, sino también de la destrucción de
las creencias y concepciones básicas sobre el mundo.

El acontecimiento traumático presentaría un tipo de información incompatible con los modelos


mentales existentes de comprensión del mundo (Horowitz, 1975). Esta ruptura cognitiva
contribuiría a generar en el sujeto un profundo estado de desesperanza e indefensión, ya que los
esquemas previos resultarían ineficaces para interpretar la situación de acoso.

Los hallazgos del presente estudio plantean importantes cuestiones prácticas. Nuestros
resultados ofrecen algunos datos que, probablemente, pueden ayudar tanto en el diagnóstico
como en el posterior tratamiento de las víctimas de acoso psicológico. Desde un punto de vista
terapéutico, un diagnóstico acertado, tanto de la dolencia como de los efectos inmediatos,
resulta crucial para una posible recuperación (Ravin y Boal, 1989). En este sentido, la
perspectiva desde la que se enfoca el presente trabajo parece bastante útil ya que se ha
comprobado que el tratamiento cognitivo-conductual es uno de los procedimientos más eficaces
para aliviar la sintomatología del TEPT (Báguena, 2001). Por otra parte, la evaluación del daño
que han sufrido las víctimas de mobbing también es muy relevante para poder tipificar los daños
a la hora de establecer una posible compensación o determinar una incapacidad laboral
(Echeburúa et al., 2002).

Este trabajo forma parte del trabajo de tesis doctoral de Alfredo Rodríguez Muñoz. El
informe completo de la investigación puede solicitarse a los autores en la siguiente
dirección: alfredo.rodriguez@uam.es

Existen varios tipos de violencia sexual, según la Organización Mundial de la Salud.


El upskirting, el manoseo y los piropos vulgares son algunos de los casos de acoso sexual
callejero a los que están expuestos los ciudadanos.
“¡No soy menos mujer por usar un hilo dental! Creo que tengo derecho a usar la ropa que
yo quiera sin que eso signifique que me falten el respeto”. En agosto del año pasado,
Andrea Jiménez, una periodista barranquillera radicada en Medellín, denunció que había
sido víctima de upskirting, un tipo de acoso sexual en el que hombres les toman fotos a
mujeres debajo de la falda o de los vestidos sin su consentimiento para publicarlas en redes
sociales.
El hecho ocurrió en el centro comercial Portal del Prado un sábado de marzo de 2016. “Yo
no me di cuenta en qué momento fue, pero sí sé que fue en las escaleras eléctricas por el
ángulo de las fotografías. Ese día tenía puesto un vestido blanco con flores azules, corto,
pero no vulgar. Era abombachado. Iba con el que era mi pareja en ese momento a comer y
uno cree que va protegida. No respetaron ni eso”.

Cuenta que le tomaron dos fotos, una debajo del vestido en la que se le ven las nalgas y la
ropa interior y otra de cuerpo entero en la que se le ve el rostro. “La cámara estaba en el
zapato porque una es de abajo hacia arriba y se alcanza a ver la mano del que era mi novio
puesta en mi espalda. La otra me la tomó de frente. En la cuenta de Twitter donde
publicaron las imágenes, al 80% de las mujeres que fotografiaron no les muestran la cara, a
mí sí”.

Relata que se enteró de lo que le habían hecho casi tres meses después cuando un amigo la
llamó a contarle que estaba su foto en la cuenta de Twitter. “Sacaron una noticia hablando
de un ‘coge puntas’ en Barranquilla. Cuando entré a esa cuenta, llamada voyerista algo, vi
que habían fotos de niñas en el centro comercial Buena Vista, Portal del Prado, Portal de
Soledad. Incluso había fotos de las nalgas de mujeres vestidas con jeans. Cualquier mujer
vestida como fuera podía ser víctima de esto”.

Agrega que cuando se enteró sintió “mucha rabia y odio”. “No lloré, pero sentí mucho
rencor. Hablé con el editor de judiciales del periódico en el que trabajaba en ese momento y
me indicó lo que debía hacer. Fui a la Dijín a poner el denuncio y conté todo. Me dijeron
que había sido la única mujer que había ido a denunciar, de todas las que salían ahí”.

Las autoridades le informaron a Jiménez que ese era un proceso largo porque debían hacer
una solicitud a Twitter para acceder a la cuenta y a las publicaciones. “Asumí que el
proceso quedó así por la misma dificultad que plantearon ellos para obtener la información.
Ya pasó un año desde que hice la denuncia”.

El hecho de que Jiménez no se quedó callada e informó a las autoridades lo que le había
ocurrido obedece a que cree en la igualdad de género. “Pienso que yo debería salir tranquila
a tomarme unas cervezas con mis amigas igual que lo hacen los hombres y que eso no
debería representar nada. Me molesta que las mujeres no hablen porque este tipo de acoso
sexual, como el que me hicieron a mí, es lo mismo como si me golpeara un hombre. Yo no
me podía quedar callada”.
“Vivimos en una sociedad en la que si un hombre te dice algo obsceno en la calle, uno debe
hacer como si no escuchara y seguir. Esta es una sociedad supremamente machista, pero si
evidenciamos este tipo de situaciones podemos ir cambiando esta cultura”, señala.

Upskirting es cuando le toman fotos a una mujer debajo de la falda sin su consentimiento.

La semana pasada, Gina Martin, una joven británica, denunció que el 8 de julio había sido
víctima del mismo delito del cual fue Andrea Jiménez. Le tomaron una foto en su
entrepierna sin su autorización mientras estaba en un festival de música en Hyde Park en
Londres. Ella se dio cuenta después de que uno de los hombres, que le había ofrecido papas
fritas previamente, tenía en su celular una imagen de su zona íntima. Lo retó, le quitó el
teléfono y corrió a pedir ayuda a los oficiales que se encontraban en el sitio.

Aunque en el momento la policía la escuchó e intentó ayudarla, según le contó a la BBC, su


denuncia no fue próspera porque estaba usando ropa interior y su zona genital no se veía de
forma “gráfica”. Las autoridades le aseguraron que habían obligado al sujeto a borrar la
foto. Sin embargo, eso no era suficiente.
Martin comenzó una movilización en internet para lograr que el upskirting sea considerado
delito, como ya lo es en Escocia, y ha logrado 50.000 firmas en el sitio web Care 2, el cual
es apoyado por activistas en distintas causas. A raíz de esto, las autoridades reabrieron el
caso y se espera la judicialización del hombre responsable.
Como este delito existen otros considerados por la Organización Mundial de la Salud
(OMS) como violencia sexual. De acuerdo a esta entidad, “la violencia sexual abarca actos
que van desde el acoso verbal a la penetración forzada y una variedad de tipos de coacción,
desde la presión social y la intimidación a la fuerza física”.

“La OMS tipifica el acoso sexual callejero como una microviolencia. Antes no se tenía
noción de que esto fuera así, sin embargo, esta entidad dijo que de alguna manera comienza
a afectar los comportamientos de la mujer en espacios públicos”, indica Roxanna Osorio
Rincón, una comunicadora social y periodista que hizo su tesis de maestría sobre cómo las
nuevas tecnologías visibilizan la problemática del acoso sexual callejero en Barranquilla.

Según su investigación, hay distintas formas en las que se evidencia este tipo de violencia
sexual. “El acoso sexual callejero es un conjunto de prácticas cotidianas de tipo sexual,
tales como piropos, silbidos, frases obscenas, miradas lascivas, gestos, sonidos de besos,
masturbación pública, exhibicionismo, ocurridas en espacio público a las que se encuentran
expuestos los ciudadanos (…)”.

Con base en este planteamiento, EL HERALDO realizó una encuesta a mujeres de distintas
edades y al preguntarles ¿qué sienten cuando un hombre les dice un piropo vulgar en la
calle?, respondieron en su mayoría con palabras como: rabia, molestia, impotencia, asco,
odio, indignación, incomodidad, susto y vulnerabilidad.

“Me siento muy ofendida cuando paso por un lugar y un hombre me dice algo desagradable
respecto a mi físico, incluso me han dicho cosas sobre mis partes íntimas. Es desagradable
y lo hace sentir a uno como si no valiera nada. Como si lo pisotearan”, dice Gabriela, una
estilista de que trabaja en un salón de belleza.

María Amarís, doctora en sicología y especialista en violencia de género contra las mujeres
en entornos sociales y familiares, indica que este tipo de comportamientos, los cuales
“asumimos como normales”, se deben a pertenecer a una cultura machista en la que existe
una relación de dominación y sumisión entre hombres y mujeres.

“Estos casos, en los que somos víctimas de acosos en las calles con piropos humillantes que
nos hacen sentir vulnerables y denigradas como mujeres, responden a la dominancia social.
Esto se da cuando desde pequeños a los niños se les permite que sean agresivos, que digan
palabras soeces y que sean bruscos, en cambio a las niñas se les dice que deben ser
delicadas y moderar su comportamiento”.

“No es que la mujer deje de ser delicada, sino que adquiramos conciencia de lo que implica
la equidad e igualdad de género. Cuando en los procesos de educación familiar las mismas
mamás dicen: “Mi marido me colabora”, hay que saber que ellos no colaboran, sino que
participan en la construcción del hogar. El lenguaje juega mucho. En el ambiente esa mujer
que empieza a defenderse se le señala de feminista y eso no es necesariamente que lo sea,
sino que exige que sus derechos sean respetados”, agrega Amarís.

“Una mujer no debe sentirse culpable por ser víctima de cualquier tipo de violencia sexual.
Hay que denunciar para hacer valer los derechos que tenemos como personas,
independientemente del género. Es difícil superar las situaciones, pero con el ejemplo
enseñamos poco a poco que debemos cambiar el estigma de la sociedad. Nadie tiene
derecho a maltratarnos como seres humanos”, concluye.


Acoso sexual en el Sistema de Transporte Masivo
En lo que va del año se han reportado tres casos de violencia sexual en el Transmetro,
según indicó Ruby Rubio, subgerente de comunicaciones y atención al cliente del Sistema
de Transporte Masivo.

“Los acosadores aprovechan cualquier lugar y a personas desprevenidas para hacer de las
suyas. En Barranquilla somos muy solidarios y reaccionamos rápido a los acosos. Ya la
gente sabe qué hacer: avisar al operador o al policía que esté en la estación para que
proceda la captura y la posterior denunicia para la judicialización”, añade.

El coronel José Palomino, comandante operativo de la Policía Metropolitana de


Barranquilla, señala que la violencia sexual denominada injuria por vía de hecho, en la que
una persona tiene excitación al momento de rosar a otra persona con sus partes genitales, es
penalizada y varía dependiendo al proceso.

Que siente una mujer cuando es acosada sexualmente

https://www.ocac.cl/testimonios-2/

https://www.youtube.com/watch?v=uxc-qR7sxoU

http://www.upsocl.com/mundo/12-historias-de-acoso-que-te-pondran-los-pelos-de-punta-esto-
sufren-las-mujeres-diariamente/

https://dosisdepecas.wordpress.com/2016/01/07/6-testimonios-de-acoso-sexual-que-te-
dejaran-perplejo/
Estrés agudo
El estrés agudo es la forma de estrés más común. Surge de las exigencias y
presiones del pasado reciente y las exigencias y presiones anticipadas del futuro
cercano. El estrés agudo es emocionante y fascinante en pequeñas dosis, pero
cuando es demasiado resulta agotador. Una bajada rápida por una pendiente de
esquí difícil, por ejemplo, es estimulante temprano por la mañana. La misma
bajada al final del día resulta agotadora y desgastante. Esquiar más allá de sus
límites puede derivar en caídas y fracturas de huesos. Del mismo modo, exagerar
con el estrés a corto plazo puede derivar en agonía psicológica, dolores de cabeza
tensiónales, malestar estomacal y otros síntomas.
Afortunadamente, la mayoría de las personas reconocen los síntomas de estrés
agudo. Es una lista de lo que ha ido mal en sus vidas: el accidente automovilístico
que abolló el parachoques, la pérdida de un contrato importante, un plazo de
entrega que deben cumplir, los problemas ocasionales de su hijo en la escuela, y
demás.
Dado que es a corto plazo, el estrés agudo no tiene tiempo suficiente para causar
los daños importantes asociados con el estrés a largo plazo. Los síntomas más
comunes son:
 Agonía emocional: una combinación de enojo o irritabilidad, ansiedad y depresión,
las tres emociones del estrés.
 Problemas musculares que incluyen dolores de cabeza tensos, dolor de espalda,
dolor en la mandíbula y las tensiones musculares que derivan en desgarro
muscular y problemas en tendones y ligamentos;
 Problemas estomacales e intestinales como acidez, flatulencia, diarrea,
estreñimiento y síndrome de intestino irritable;
 Sobreexcitación pasajera que deriva en elevación de la presión sanguínea, ritmo
cardíaco acelerado, transpiración de las palmas de las manos, palpitaciones,
mareos, migrañas, manos o pies fríos, dificultad para respirar, y dolor en el pecho.
El estrés agudo puede presentarse en la vida de cualquiera, y es muy tratable y
manejable.

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