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Enseres para sobrevivir...

Publicado por Roberto Coria en 11:09 No hay comentarios:

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Etiquetas: diseños originales, series de televisión, tuesday night horror

La ropa no hace al vampiro, o lástima de capita

Bastaron sólo tres episodios (dos y medio, en realidad) para confirmar mis enormes reservas sobre
la nueva vida televisiva de Drácula.

La serie, por más espectacular que sea, se aleja en lo sustancial a la novela que inmortalizó al
irlandés Bram Stoker. Sus productores ni siquiera tienen la decencia de reconocerle su mérito
autoral (ni al inicio ni al final de cada capítulo) con las leyendas “basada en la novela o personajes
creados por”. Eso, a la larga, no sé si será un beneficio. Insisto, el producto es visualmente
impecable, pero decepcionante en lo sustancial. Muchos la defenderán como una interesante
reinterpretación del mito, pero si lo que se buscaba era hacer algo nuevo debieron desligarse
completamente de la fuente original. Eso sólo crea altas expectativas y hace patente el afán de
lucrar con una creación que ha comprobado con creces su universalidad y alto valor comercial.

Posee parlamentos y situaciones que inmediatamente repelen al conocedor y a la persona que va


más allá del torso desnudo de su productor y protagonista Jonathan Rhys Meyers: “convertirla en
algo como yo sería una abominación”, o ese dramático y caricaturesco golpe que da a las teclas de
un piano para rematar su maldad. Donde yo crecí los vampiros no se lamentan de ser vampiros.
Personajes con esos dilemas existenciales abundan en la narrativa, como el Louise de Pont Du Lac
de Anne Rice. Y eso no es malo. Pero siempre tienen como contrapeso el espíritu byroniano y
malévolo de seres como Lestat de Lioncourt. Y volviendo al programa, pasa por alto aspectos
obvios. Renfield (Nonso Anozie) es su sirviente, no su consejero sentimental. Jonathan Harker es
un hombre de su época –como el propio Stoker-, pero es respetuoso, abierto y pensante, no el
típico Victoriano de Oliver Jackson-Cohen. “Ya se le pasará a mi vieja eso de ser médico”. Por otra
parte una pareja de enamorados nunca se besaría abiertamente en público, ni las mujeres
caminarían despreocupadamente por la calle con el cabello suelto –a lo Amanda Miguel- y
mostrando sus brazos desnudos. Luego están las incongruencias. “Convirtamos a nuestro gran
enemigo en un ser poderosísimo, al fin nunca escapará de su cautiverio y con el paso de los siglos
el odio que nos tiene desaparecerá” o “Masacremos a la familia de este individuo. Que nos vea y
dejémoslo vivir para que sufra. Al fin nunca querrá vengarse”. Tonterías ambas. Y por otro lado,
Rhys Meyers no es la mejor elección para interpretar al vampiro. No proyecta la malignidad ni el
misterio que el personaje requiere. Por momentos (muchos) me parece falso, fuera de lugar.

No sigo más, pues corro el riesgo de lucir como un anciano quejumbroso. Creo que tengo dos
veces el derecho a sentirme indignado con el resultado: como espectador y entendido del tema. Si
conozco de algo, como es evidente en mi trayectoria, es de Drácula. Y lo que se nos presentó se
desvía enormemente de una novela que es eterna, como su protagonista y el hombre que la creó.

Todavía me pregunto si algún día veré una nueva adaptación digna. Mientras tanto, espero atento.

Publicado por Roberto Coria en 10:48 No hay comentarios:

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Etiquetas: decepciones, series de televisión

viernes, 29 de noviembre de 2013

Petición

Publicado por Roberto Coria en 9:05 No hay comentarios:

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Etiquetas: diseños originales, MIEDO Y CINE, monstruos indispensables

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Manifiesto
Publicado por Roberto Coria en 11:02 1 comentario:

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Etiquetas: ALGO DE SANGRE, diseños originales, vampiros

lunes, 25 de noviembre de 2013

Sentimientos encontrados, o Drácula contra los monopolios energéticos

Uno de los platos fuertes del pasado Festival Mórbido –del que ya platicaré en un futuro no lejano-
fue la premier del primer episodio de la nueva encarnación televisiva de Drácula, co producción
británica-estadounidense creada por Cole Haddon, de la que ya hablé hace varias semanas. Al
finalizar el capítulo tuve sentimientos encontrados. Primeramente quedé deslumbrado por su
factura, portentosa y que por muchos momentos me hizo sentir que veía una gran producción
cinematográfica. Luego vinieron los cambios, algunos sutiles y otros dramáticos: Mina Murray
(Jessica De Gouw) es la primera estudiante (mujer) de Medicina en Inglaterra y uno de sus
profesores es Abraham Van Helsing (Thomas Kretschmann). El voivoda Vlad Drácula (Jonathan
Rhys Meyers), luego de ser cautivo por su enemiga Orden del Dragón siglos atrás, es devuelto a la
vida en 1881 por un aliado insólito y, 8 años después, se infiltra en la sociedad victoriana bajo el
disfraz del genio científico estadounidense Alexander Grayson, desterrado a las islas por Thomas
Alva Edison. Conserva a su fiel servidor R. M. Renfield (Nonso Anozie), ahora un solemne hombre
de color que ya no está obsesionado con los insectos. Jonathan Harker (Oliver Jackson-Cohen)
sigue pretendiendo a Mina –no se atreve a dar el paso para conquistarla y sólo la presenta en
sociedad como “su amiga”- pero de ser un abogado en bienes raíces se convirtió en un intrépido
reportero. El refugio del vampiro, la ruinosa Abadía Carfax, se ha convertido en una fastuosa
mansión. Por supuesto no podía faltar la provocativa Lucy Westenra (Katie McGrath). Fue curioso
que su vestido de fiesta, rojo como la pasión, contrastara con el de Mina, azul como la virtud y la
nobleza.

Y luego vinieron guiños que ya son ritos de paso establecidos por Bram Stoker: “Bienvenidos a mi
casa y dejen algo de la felicidad que traen consigo” o la respuesta insinuada del vampiro “yo nunca
bebo vino”. También están presentes hechos que caracterizaron la época, como los crímenes de
Jack el destripador o el auge económico del Imperio facilitado, entre otras cosas, por su gran
industria. Precisamente ahí está la motivación del protagonista: lleva a cabo una venganza contra
la milenaria Orden del Dragón, que basa ahora su vasto poder en el monopolio de la industria
petrolera. Y Drácula anticipó muy bien lo comprendido por Eliot Ness en su guerra contra el
crimen de Chicago: si quieres destruir a tus enemigos, pégales donde más les duele. En el bolsillo.
Por supuesto los malos no se quedaran sin dar batalla. Poseen a su asesina en jefe, Lady Jayne
Wetherby (Victoria Smurfit), que tiene cautiva a una vampira en busca de obtener información
sobre su enemigo.

Todo, insólitamente, se adhiere al Canon establecido por Stoker: Harker facilitará que el vampiro
se posicione en Inglaterra –antes le vendió su guarida, hoy parece que lo apoyará desde el Cuarto
Poder-, Mina sigue siendo el prototipo de la Brave New Woman, Lucy la chica coqueta de sociedad
y Drácula aún tiene un encono desmedido contra la sociedad occidental. Ahí se encuentra la
comunión con el rescatador misterioso que mencioné hace un rato: “nuestro odio nació en el
mismo lugar”. Y esto, por más que nos alarme, tiene sentido estratégico. “Los enemigos de mis
enemigos son mis amigos”, dicen algunos. No pienso que su trato sea definitivo. Ninguna sociedad
de negocios es eterna.

Aún tengo reservas. Como he dicho hasta el cansancio, Drácula no es una historia de amores
interrumpidos ni de reencarnaciones. No sé qué tan necesarias son las secuencias de acción, que
oscilan entre Matrix (hermanos Wachowski), 300 (Zack Snyder) y el más reciente díptico sobre
Sherlock Holmes dirigido por Guy Ritchie. Tal vez pretenden dar un sello propio al programa, pero
francamente a estas alturas del partido identificamos las fuentes que las inspiraron. Tampoco
comprendo el afán de que el señor Rhys Meyers aparezca sin camisa cada vez que sea posible.
Bueno, eso sin duda tiene fines comerciales que apreciarán muchos –mujeres y hombres- y tal vez
sea parte –junto con las escenas sexualmente explícitas- de los contenidos eróticos subyacentes
de la novela.

Esta noche veré su segundo episodio. Eso nos dará más elementos para formarnos una opinión
definitiva.

Publicado por Roberto Coria en 7:20 No hay comentarios:

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Etiquetas: actores indispensables, ALGO DE SANGRE, Drácula, inevitable Bram Stoker, Mórbido,
PELÍCULAS INDISENSABLES, series de televisión, vampiros

viernes, 22 de noviembre de 2013


Texto para la presentación de Desmodus, el vampiro

Muy buenas noches a todos. Gracias por estar aquí. Primeramente deseo agradecer a Editorial
Terracota –a Alejandro Villagrán y a Ximena Ruiz Rabasa por sus buenos oficios- por su amable
invitación y la oportunidad de reencontrarme con mi querido Enrique Alfaro Llarena, incansable
promotor de la cultura que en el pasado me demostró su confianza en los fulgores de lo oscuro.

Contrariamente a la percepción popular, existe un profundo arraigo de la figura del vampiro en


nuestra cultura. Desde la deidad maya Tzotz hasta el Dios Tzinacán de la cultura náhuatl, el
monstruo ha desplegado sus alas en prácticamente todas las manifestaciones culturales. Esto lo
expresa muy bien el indispensable Jorge Ibargüengoitia en su divertido ensayo Vida de los
vampiros: “la gente común y corriente sabe más de vampiros que de los otomíes”.

Debemos ejemplos que refuerzan lo dicho por el guanajuatense a autores como el hidalguense
Efrén Rebolledo –con su poema romántico El Vampiro-, Amado Nervo –con su poema A Leonor-,
Bernardo Couto Castillo –con su cuento Blanco y rojo-, Amparo Dávila –con el cuento El huésped- y
a casos más recientes como Emiliano González –con el cuento La mantis-, Ricardo Bernal –con el
cuento Los manuscritos del vampiro-, Sergio Santiago Madariaga –con su cuento Muerte veo en
tus ojos-, Bernardo Fernández Bef –con el cuento Sólo salimos de noche- , Patricia Laurent Kullick
–con el breve e hilarante cuento Se solicita sirvienta-, Mario Méndez Acosta –con el estremecedor
relato No se duerman en el metro-, el poblano José Luis Zárate –con su prodigiosa novela La ruta
del hielo y la sal-, Adriana Díaz Enciso –con la novela La sed- y Carlos Fuentes, con su novela corta
Vlad, contenida en la antología Inquieta compañía.

Pero uno de los vínculos más profundos proviene de las raíces mismas del mito, con los
avistamientos hechos por Hernán Cortés durante la conquista de la Nueva España: se percató
cómo una variedad de murciélago, identificada posteriormente como Desmodus rotundus, una de
las tres especies de quirópteros hematófagos presente desde México hasta el norte de Chile y
Argentina, se alimentaban por las noches de sus caballos y las bestias de tiro. William López-
Forment Conradt, autoridad en México sobre estos seres, señala que fueron los invasores los que
llevaron esta noticia Europa, “donde poco tiempo después comenzaron a aparecer cuentos de
vampiros humanos, especialmente en Europa Oriental, debido a su inaccesibilidad y
desconocimiento que tenían de esa zona del Continente Americano los habitantes de la Europa
Occidental. Los primeros europeos en reportar sobre estos animales, amén de equivocarse de
especie, fueron de Oviedo y Valdés en 1526, y Benzoni en 1565”.

Precisamente es este animalito el responsable de dar el nombre al protagonista de la novela que


hoy nos reúne, Desmodus el vampiro de José Carlos Vilchis Frausto. Y tengo ahora el reto de
hablar del texto sin estropear su descubrimiento a los nuevos lectores. En un escenario
reconocible, la Ciudad de México de nuestros días, el autor nos narra el descenso a las tinieblas de
un nuevo vampiro, “Desmodus, el hambriento, el Paria, el maldito, el desterrado”. Esa dignidad es
lo primero que debo agradecer a José Carlos: el alejar al monstruo de la fórmula vacía,
contemporánea y comercial y presentarlo como es, un asesino en la cima de la cadena alimenticia.

Vilchis se da tiempo de citar a sus clásicos a lo largo de la narración: de Julio Cortázar a mi querido
Vicente Quirarte, de William Shakespeare a Patrick Süskind. También dedica un capítulo al
cineasta alemán Win Wenders, cuya visión está presente en la historia. Esto nunca para sonar
pretensioso o que el lector diga con asombro: “Cuánto ha leído y conoce de cine este autor”. Lo
hace para venerar a sus maestros y mostrar orgulloso la presencia de sus lecciones. En ese sentido,
su estilo es moderno pero también muy generacional. El cine está presente no como referencia
sino como manera de ver y captar la realidad, sea mediante la descripción de una espectacular
persecución, de los inframundos del Centro Histórico de nuestra ciudad –no sabía de la existencia
del Pervert lounge-, de sucios cuartos de hotel o de una lóbrega morgue con su refrigerador con el
letrero “carnes frías”. Y es precisamente gracias a esta capacidad de observación, casi
cinematográfica, que los detalles sumergen al lector en el relato.

Podría continuar, pero prefiero concluir aquí. Gracias, querido José Carlos, por esta disfrutable
novela de vampiros, pues desde el título establece vínculos muy necesarios en nuestro tiempo.
Donde yo me eduqué, el vampiro no brilla. Hablé antes de algunas de las virtudes de tu libro. Este
ya pertenece a los lectores y navega con sus propios medios. Serán ellos quienes determinen su
efecto y perdurabilidad. Espero que goce de la fortuna material de recientes sagas literarias. Si no
fuere así, tu obra triunfa sobre ellas en muchos sentidos: posee el decoro y la autenticidad que los
mayores éxitos sólo sueñan. Ello no es gratuito. Se debe, sobre todo, a tu talento y tu constancia.
Toma estas palabras como una obligación para escribir novelas cada vez más sorprendentes y, por
qué no, más oscuras.

Muchas gracias.

Publicado por Roberto Coria en 7:54 No hay comentarios:

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Etiquetas: MÉXICO LINDO Y QUERIDO, presentaciones editoriales, vampiros

martes, 5 de noviembre de 2013

Un motivo más para ir a Morbido

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