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La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela

desalmada de Gabriel García Márquez


Libro de transición y de temas recurrentes en pos de un nuevo estilo

Raúl Orrantia Bustos

Este breve estudio parte de la idea de que la literatura funciona como un ser vivo en

perpetua evolución y de que, en sus transformaciones, es decir en cada etapa de una historia

literaria, se pueden encontrar y discernir rasgos característicos que han ido sobreviviendo

y/o reafirmándose al paso del tiempo. Ello se aplica ya a la literatura de una lengua o de

una cultura, ya a la de un escritor en particular. Tal es el caso del celebérrimo premio nobel

colombiano Gabriel García Márquez.

Tomando como base el libro La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y

de su abuela desalmada, en el presente trabajo constataremos esta teoría observando cómo

García Márquez recurre a temas y discursos utilizados en sus libros anteriores para crear

obras nuevas.

La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y de su abuela desalmada sale

a la luz en 1972, año en el que García Márquez ya gozaba de fama internacional gracias al

rotundo éxito de Cien años de soledad (1967). Conformado por siete cuentos escritos en

diferentes períodos de la vida artística del escritor, La increíble y triste historia de la

cándida Eréndida y de su abuela desalmada podría considerarse sobre todo como el

resultado de la búsqueda de un nuevo lenguaje, como un ejercicio literario de transición

entre Cien años de soledad y El otoño del patriarca (1975).


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Iniciaremos el estudio con el cuento “El mar del tiempo perdido” (1961), el cual

funciona como eslabón entre La mala hora (1961) y Cien años de soledad (Vargas Llosa,

1971: 457). En dicho cuento aparece por primera vez la joven prostituta que debe fornicar

con innumerables clientes para recibir cierta cantidad de dinero. Esta historia reaparecerá

en Cien años de soledad y será el tema central del cuento de Eréndida (1972).

Asimismo, en “El mar del tiempo perdido” hallamos otro tema constante del escritor

colombiano: las pestes. Aquí será el misterioso olor a rosas proveniente del mar; en Cien

años de soledad, el insomnio, el olvido (Vargas Llosa, 1971: 472-473). En cuanto a

descripciones se refiere, cotejemos estos dos fragmentos. Primero, el del cuento:

Tobías durmió casi todo el día. Clotilde lo alcanzó en la siesta y pasaron la tarde
retozando en la cama sin cerrar la puerta del patio. Hicieron primero como las lombrices,
después como los conejos y por último como las tortugas […] (García Márquez, 1972:
29-30).

Y en Cien años de soledad:

Aureliano ocupaba la mañana en descifrar pergaminos, y a la hora de la siesta iba al


dormitorio soporífero donde Nigromanta lo esperaba para enseñarlo a hacer primero
como las lombrices, luego como los caracoles y por último como los cangrejos […]
(García Márquez, 1986: 459).

Ahora bien, hay otro personaje en este cuento que también encontraremos en Cien años de

soledad. El primero es apenas una figura incipiente cuyas acciones no perjudicarán al

pueblo en tan alto grado como lo harán las del segundo, es decir el personaje de la novela.

Su nombre es Mr. Herbert y es el encargado de introducir un mercantilismo despiadado en

Macondo.

En “El mar del tiempo perdido”, Mr. Herbert es un prestamista bancario en quien la

población, ilusionada, ve la solución de sus problemas, el fin de sus angustias. Mr. Herbert

es el personaje que hace fornicar a la joven prostituta innumerables ocasiones hasta que ésta

logra juntar la cantidad de dinero que había solicitado. Más tarde, en Cien años de soledad,
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Mr. Herbert llevará a Macondo la planta bananera e, indirectamente, el diluvio, la peste y el

homicidio de cientos de macondinos.

Como hemos dicho, la culminación de la historia de la joven prostituta la

encontraremos en “La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y de su abuela

desalmada” (1972): es el tema central del cuento, de cual existe también un guión

cinematográfico cuya grabación se llevó a cabo bajo la dirección de Ruy Rodríguez (García

Aguilar, 1985: 33). Este triste personaje podrá vengarse por fin de su explotador en la

figura de Eréndida, quien, con ayuda de su enamorado, matará a su abuela.

Pasemos ahora a “Un señor muy viejo con unas alas enormes” (1968), ficción que

nace como resultado de un proyecto abandonado para escribir un libro de cuentos infantiles.

En “Un señor muy viejo con unas alas enormes” hallamos un ángel anciano que, encerrado

en un gallinero, habla un idioma incomprensible para el resto de la población. Recordemos

que en Cien años de soledad le sucede lo mismo a José Arcadio Buendía, que también

habla una lengua extraña tras perder la razón y ser amarrado bajo un castaño.

De igual forma, no olvidemos que en Cien años de soledad se hace referencia a un

hombre que se convierte en víbora por desobedecer a sus padres; en “Un señor muy viejo

con unas alas enormes”, a una mujer que se convierte en araña por el mismo motivo. Más

tarde, en El otoño del patriarca, habrá una mujer que se convertirá en alacrán también por

haber desobedecido a sus progenitores (Palencia-Roth, 1983: 134-135).

Leamos ahora este fragmente de Cien años de soledad, que sin lugar a dudas

preludia al ángel de “Un señor muy viejo con unas alas enormes”:

…un grupo de hombres estaba desensartando al monstruo de las afiladas varas que habían
parado en el fondo de una fosa cubierta con hojas secas, […] de sus heridas manaba una
sangre verde y untuosa. […] Al contrario de la descripción del párroco, sus partes
humanas eran más de ángel valetudinario que de hombre, porque […] tenía en los
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omoplatos los muñones cicatrizados y callosos de unas alas potentes, que debieron ser
desbastadas con hachas de labrador (García Márquez, 1986: 417).

Para terminar el estudio de “Un señor muy viejo con unas alas enormes”, comparemos

cómo se describe la sangre en el fragmento anterior y cómo se hace con la de la abuela de

Eréndida:

Ulises asestó un tercer golpe, sin piedad, y un chorro de sangre expulsada a alta presión le
salpicó la cara: era una sangre oleosa, brillante y verde, igual que la miel de menta
(García Márquez, 1972: 161).

Pasemos ahora a “El ahogado más hermoso del mundo” (1968), cuento en el que García

Márquez ejercita un estilo, un lenguaje diferente, donde se pasa, sin avisos de puntuación,

de la tercera a la primera persona de la voz narrativa. Como en El otoño del patriarca, el

cuento parte del descubrimiento de un cadáver. Ambos están cubiertos de restos marinos y

ambos, aunque por diversas razones, son limpiados. Así con el patriarca:

…allí lo vimos a él, con el uniforme de lienzo sin insignias, las polainas, la espuela de oro
en el talón izquierdo, […] las manos lisas de doncella con el anillo del poder en el hueso
anular, y tenía todo el cuerpo retoñado de líquenes minúsculos y animales parasitarios de
fondo de mar […] (García Márquez, 2002: 8-10).

Y en el cuento:

Tenía el olor del mar, y sólo la forma permitía suponer que era el cadáver de un ser
humano, porque su piel estaba revestida de una coraza de rémora y de lodo. […] notaron
que su vegetación era de océanos remotos y de aguas profundas […] (García Márquez,
1972: 49-50).

Pasemos a “Blacamán el bueno, vendedor de milagros” (1968), cuyo ambiente, como dijera

Vargas Llosa (1971: 624-625), nos recuerda a la feria y al circo de Cien años de soledad.

Sin embargo, los paralelismos de mayor importancia radican en la novela futura, es decir en

El otoño del patriarca.

El cuento inicia con la demostración de los poderes del primer Blacamán ante

marinos y militares que, con el pretexto de exterminar la fiebre amarilla, se habían hecho

del control del puerto y de la ciudad (la presencia de soldados y las intervenciones son dos
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más de los temas recurrentes de García Márquez). Recordemos también que Blacamán el

bueno, que es inmortal, se venga de su maestro, el primer Blacamán, reviviéndolo

infinitamente dentro de su tumba. Una relación parecida es la del patriarca y su doble,

Patricio Aragonés. Ahora bien, existe en Blacamán el bueno esa imagen casi mesiánica de

un ser sobrenatural que ayuda a los necesitados, que sana a ciegos y a epilépticos; lo mismo

sucede con el patriarca, que llega a ser descrito también como una persona que vuelve la

vista a los invidentes y la salud a los epilépticos (Palencia-Roth, 1983: 140-144).

En cuanto a “El último viaje del buque fantasma” (1968), Vargas Llosa (1971: 618)

lo señala muy bien: “un nuevo tipo de frase, larga, envolvente, llena de ramificaciones y de

mudas en los puntos de vista espacial, temporal y de nivel de realidad, un experimento en

pos de un nuevo lenguaje.” En efecto, “El último viaje del buque fantasma” está

conformado por un único y largo párrafo de varias páginas; es una historia que da vueltas

sobre sí misma, que se narra desde la primera y la tercera persona, entremezclando siempre

las voces narrativas. Sucede lo mismo con la narración de El otoño del patriarca: es

concéntrica, se desarrolla alrededor del patriarca y de su palacio. En este sentido, “El

último viaje del buque fantasma” es el mejor ejemplo para corroborar la relación, tanto de

estilo como de temas recurrentes, entre los cuentos reunidos en La increíble y triste historia

de la cándida Eréndida y de su abuela desalmada y las novelas Cien años de soledad y El

otoño del patriarca.

Plinio Apuleyo Mendoza, en su famosa entrevista a García Márquez, dice no hallar

la influencia de Virginia Woolf en la obra del nobel colombiano: “Con Virginia Woolf

ocurre exactamente lo opuesto: nadie, salvo tú, habla de esa influencia. ¿Dónde está?”

(García Márquez, 1982: 50). Es muy probable que, como bien señala Palencia Roth, lo que

García Márquez toma de Virginia Woolf es precisamente esa frase larga y envolvente de
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algunos de sus textos; estilo característico tanto de “El último viaje del buque fantasma”

como de El otoño del patriarca.

Por último, veamos brevemente el cuento “Muerte constante más allá del amor”

(1970), inversión irónica del soneto de Quevedo “Amor constante más allá de la muerte”.

El cuento reúne tres temas recurrentes y principales de todo la obra del escritor colombiano:

el amor, la soledad y la muerte. En “Muerte constante más allá del amor” hallamos una vez

más al personaje ostentador del poder, personaje que puede hacer favores al pueblo y

aliviarlo de sus penas: nos referimos al senador Onésimo Sánchez, que visto de esta forma

no es sino una versión diferente de Mr. Herbert. Asimismo, la hermosa jovencita Laura

Farina, que sin llegar aún a la mayoría de edad será ofrecida por su padre al senador

Onésimo Sánchez con tal de que éste la conceda una ayuda, podría vincularse a Remedios,

la bella, de Cien años de soledad, y a la futura Manuela Sánchez de El otoño del patriarca.

Llegados al final de este breve estudio, podríamos concluir que efectivamente La

increíble y triste historia de la cándida Eréndida y de su abuela desalmada es un eslabón

esencial entre Cien años de soledad y El otoño del patriarca; que esta compilación de

cuentos nos permite conocer, por un lado, la aparición de temas y personajes recurrentes, y

por otro, una de las transformaciones del lenguaje narrativo de Gabriel García Márquez.

Y de todo lo anterior, no hay mejor sustento que las palabras mismas del nobel

colombiano:

–Sí, lo creo: en general un escritor no escribe sino un solo libro, aunque ese libro
aparezca en muchos tomos con títulos diversos. Es el caso de Balzac, de Conrad, de
Melville, de Kafka y desde luego de Faulkner. A veces uno de estos libros se destaca
sobre los otros tanto que el autor aparece como autor de una obra, o de una obra
primordial […].
–Si no es el libro de Macondo, ¿cuál sería ese libro único tuyo?
–El libro de la soledad (García Márquez, 1982: 57).
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BIBLIOGRAFÍA

García Aguilar, Eduardo (1985). García Márquez: la tentación cinematográfica.


México: Filmoteca UNAM.
García Márquez, Gabriel (1972). La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y de
su abuela desalmada. Siete cuentos. México: Hermes.
García Márquez, Gabriel (1982). El olor de la guayaba
[Conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza]. México: Diana.
García Márquez, Gabriel (1986). Cien años de soledad [edición de Jacques Joset]. Madrid:
Cátedra.
García Márquez, Gabriel (2002). El otoño del patriarca. México: Diana.
Palencia-Roth, Michael (1983). Gabriel García Márquez. La línea, el círculo y las
metamorfosis del mito. Madrid: Gredos, biblioteca románica hispánica.
Vargas Llosa, Mario (1971). García Márquez. Historia de un deicidio. Caracas: Monte
Ávila.

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