Professional Documents
Culture Documents
Florbarbero
Ana Avila
Sinopsis
Capítulo 1 Harlow
Capítulo 2 Finn
Capítulo 3 Harlow
Capítulo 4 Finn
Capítulo 5 Harlow
Capítulo 6 Finn
Capítulo 7 Harlow
Capítulo 8 Finn
Capítulo 9 Harlow
Capítulo 10 Finn
Capítulo 11 Harlow
Capítulo 12 Finn
Capítulo 13 Harlow
Capítulo 14 Finn
Capítulo 15 Harlow
Capítulo 16 Finn
Agradecimientos
Sobre el autor
A pesar de haber tenido sexo escandaloso, Harlow y Finn ni siquiera
se gustan... lo que explicaría por qué su matrimonio duró sólo doce horas. Él
necesita estar a cargo y tomar lo que quiera. Ella vive firmemente según la
premisa ¿Quieres que algo sea hecho? Hazlo tú misma. Tal vez ella sea un
desastre… o simplemente sea exactamente lo que él necesita.
Wild Seasons #2
Traducido por florbarbero
Corregido por Sandry
***
Mis pensamientos están apilados como una baraja de cartas y tengo que
mezclar constantemente la primera a la parte posterior del montón.
No puedo obsesionarme con la cirugía de mamá el lunes. No puedo pensar
en la posibilidad de mas sexcapadas con Finn. No quiero ir de compras. No quiero
hacer surf. No quiero comer. Y mi trabajo a tiempo parcial es una broma. Así que,
voy a la casa de mis padres el sábado por la tarde, me pongo mi traje de baño, y me
dirijo a la piscina a nadar hasta que mis extremidades sean como fideos. Por lo
menos ahí puedo estar cerca, pero sin agobiar a mamá.
Aparentemente papá tiene la misma idea. Termina su largo, saliendo a la
superficie cuando me ve y cruzando los brazos en el borde de la piscina. Agua
gotea desde su pelo sobre su piel bronceada y empuja sus gafas a su frente antes de
cerrar los ojos, levantando la cabeza al cielo. Haría cualquier cosa para no tener
que ver a mi padre así de preocupado.
Me siento, deslizando mis pies en el agua junto a él. Nos sentamos en un
cómodo silencio mientras recupera el aliento.
—Hola, Tulip.
—Hola, amigo.
Me deslizo en la piscina, disfrutando del leve frio del agua de septiembre.
Cuando salgo a la superficie, pregunto, —¿Vas a quedarte ahí?
Se ríe sin mucho humor, quitándose las gafas completamente y lanzándolas
a su toalla a unos pies de distancia. —En realidad no. — Sigue sin aliento. Papá
está en una forma increíble; debe haber estado nadando como un loco—. ¿Tú?
Me encojo de hombros. Por alguna razón, no siento como si tuviera derecho
a estar tan sacudida por todo esto como lo está papá. Después de todo, él ha sido
siempre mi padre más presente. La carrera de mamá explotó cuando tenía dos
años y se estrechó cuando entré a la universidad. Papá se retiró en mi segundo año
de instituto, el primer año que ganó un Oscar. Él nos ama con una ferocidad que
me sorprende, pero sé sin lugar a dudas que mamá es su sol, luna, y estrellas.
—¿Fuiste a la oficina esta mañana? —pregunto.
Sonríe, notando claramente mi táctica de distracción. —Solo por una hora.
Estoy pensando en involucrarme en el próximo proyecto con Sal. Me tendrá en
casa hasta abril, al menos.
Salvatore Marìn es un productor/director de quien papá es mejor amigo y
más frecuente compañero de trabajo. Sé que la pregunta de trabajo tiene que haber
sido un reto para papá: cómo equilibrar su carrera sin dejar de estar ahí para mamá
en cada sentido de la palabra. Papá nunca esta en un sitio mucho tiempo, por lo
que estoy segura de que la idea de tener que irse ahora, de perderse algo con
mamá, debe ser aterradora.
—Eso suena ideal, —digo simplemente, dejándolo ligero.
—Creo que te gustaría esta. —Su sonrisa cambia a una que no he visto en un
tiempo, genuina y traviesa—. Es sobre un grupo de chicos en un barco.
—Muy gracioso. —Lo salpico. He echado de menos su risa y su sonrisa fácil,
así que si dejarlo molestarme sobre Finn, o cualquier otro chico, hace que sonría
más a menudo, él puede hacerlo tanto como quiera.
—Así que ¿qué terminaste haciendo anoche?
Me meto bajo el agua rápidamente, echando mi pelo hacia atrás. —Fui a
casa de Lola.
Puedo sentirle mirándome, esperando. Está acostumbrado a tener cada
detalle. —¿Y? ¿Fue divertido?
—Estuvo bien, —digo y lo miro, entrecerrando los ojos al sol—. Divertido,
en realidad... Finn estaba allí.
Sus cejas se levantan lentamente. —Finn, ¿eh?
Siempre he confiado en el cerebro de papá para ayudarme a arreglar el día,
mis frustraciones, mis aventuras. Así que por supuesto él sabe los detalles con
control parental de mi viaje a las Vegas: Nos conocimos en un bar, nos
emborrachamos y casamos. Después de un brusco corte en negro en la versión que
el tuvo, le conté sobre como fuimos juntos a anular el matrimonio la siguiente
tarde.
Pero también sabe que volé para visitar a Finn por menos de un día. Así que
cuando mencione que estuvo en la fiesta anoche, estoy segura de que mi padre
puso dos y dos juntos.
—Fue una buena distracción... —murmuro, incluso admitiendo más en voz
baja—. No pasó tanto.
Sus ojos bailan con burla contenida. —¿Está en la ciudad para la gran
inauguración? —Asiento, dejando de lado la parte donde parece que Finn se va a
quedar un par de semanas. No puedo decidir si estoy emocionada por esta noticia,
o irritada. Como si no tuviese ya suficiente en lo que pensar, ¿ahora voy a estar
obligada a verlo cada vez que quiera socializar?
Papá me observa mientras dibujo en el hormigón seco con un dedo mojado.
Nunca he tenido que ocultar de él mi interés en chicos, mi angustia por dramas de
chicas, o mis miedos o ansiedades de la vida. Creciendo, nuestro trato era que
siempre que fuese a él primero en saber las cosas grandes, él haría lo posible por
no regañar, juzgar, o entrar en lo que mamá llamaba su Rabia Latina Protectora.
—Las distracciones a veces son buenas, —dice, mirándome. El problema de
ser criada por un hombre tan increíble es que es casi imposible no comparar cada
chico que conozco con él. Cada uno se queda corto.
Me encojo de hombros.
—Con todo lo que sucede en tu vida, es una lástima que viva tan lejos.
Le miro. —Él está aquí durante un par de semanas.
Papá se ríe de mi expresión sombría y sale de la piscina. Agua cae de él a
charcos en sus pies, reflejando un centenar de puntos de sol en el suelo.
—Te adoro, mi hermosa, chica feroz. — Se inclina a por una toalla y se seca
el pecho y los brazos mientras dice—: Y te conozco. Apuesto a que estás pensando
en todas las razones por las que no deberías paras tiempo con él.
—Por supuesto que no debería.
Me corta con una mano suavemente levantada en el aire. —Sé que nunca
vas a dejar nada interponerse a la familia; así es como te crié. Pero pronto vas a
querer estar en cada cita, sentada cerca por cada segundo posible. Estarás online,
leyendo cada detalle que puedas encontrar. Estarás merodeando, ofreciéndole
comida, un suéter, películas, regalos. Yo estaré haciendo lo mismo. Y juntos vamos
a volver a tu madre loca. —Agachándose en frente de mí, susurra—: Por favor,
Tulip, déjate ser distraída cuando puedas. Diviértete. Te envidio.
***
***
***
***
—No —dice Lola, y luego oigo un ruido fuerte en el fondo—. No puedo esta
noche. Tengo que terminar estos paneles. Y Mia dijo que ella y Ansel se quedaran,
dado que se irán mañana y no volverán en un par de semanas.
—Estoy apenas conteniéndome, Lorelei Louise Castle.
—¿Vas a intentarlo usando mi nombre completo?
—No cepillé mi cabello después de ducharme, llevo una camiseta de Hello
Kitty de Bellamy porque se me olvidó toda mi ropa en casa, y la máquina del amor
latina, —a Lola y a Mia les gusta un poco mi papá—, me echó de la casa hasta
nuevo aviso. Lleva tu culo a Regal Beagle.
Ella suspira. —Está bien.
Fred Furley abrió el Bar de Fred en 1969, cuando sólo tenía veintisiete años.
Ahora tiene setenta y dos, ha estado casado (y divorciado) seis veces, y ama a mi
madre tal vez sólo una fracción menos de lo que mi padre lo hace. Celebré mi
vigésimo primer cumpleaños aquí, y el señor Furley solo me dio dos tragos. Tal
vez relacionado con lo anterior, me fui a casa sobria y sola. Cedió un poco, pero
todavía le gusta ser la figura paterna, es probablemente por eso que estoy tan a
gusto con estar aquí. Además, es un mejor lugar de reunión regular que una
cafetería porque, hola, alcohol.
Me tomó cerca de siete años entender por qué mi papá llamó al bar Regal
Beagle, pero el nombre se quedó incluso si el señor Furley no se parecía en nada al
chico de Apartamento para Tres. Él es tranquilo, bronceado, y en forma y me da casi
todo lo que quiero.
Al igual que los jueves de chicas.
Ansel y Mia recogen a Lola y Finn en su camino hacia aquí, y llegan en el
mismo momento en que No-Joe llega de su crucero en la playa, estacionando
contra el lado del edificio.
—¿Dónde está Olls, Ollie, Olzifer ? —pregunto con una sonrisa tonta.
Lola se aleja, estudiándome. —¿Estás borracha ya?
—No. Solo... de un humor extraño. —Y es verdad. Me siento un poco
insegura, siento que si dejara de moverme me agrietaría y derramaría en la calle
como un charco de aceite—. Probablemente estaré mejor cuando esté borracha, en
realidad.
—Oliver se reunirá con nosotros aquí —dice Ansel. Él es el único que no
está mirándome como si mi cabello estuviera en llamas y estuviera llena de
nitroglicerina.
Finn me está mirando, con los ojos ocultos por el ala de su sombrero. —
¿Estás bien, Ginger Snap?
Asiento. —No —lo tomo del brazo y aprovecho la oportunidad para tocar
su bíceps caliente—. ¿Sí? Supongo. ¿Día extraño?
—Oí eso —dice, llevándome dentro.
El señor Furley renovó el interior de Fred hace unos años, pero ante la
insistencia de mi madre mantuvo la decoración casi exactamente igual y solo trajo
nuevas mesas, sillas y reservados, pintura fresca, y suelos. Como dije, Fred ama a
mamá. Otra razón para amar este lugar: tenemos nuestro propio lugar en la
esquina trasera con una tarjeta de RESERVADO alejando a la gente siempre que no
estamos aquí. La verdad es que Fred rara vez está ocupado lo suficiente para que
alguien intente tomar nuestra mesa, pero el gesto todavía me hace sentir como una
chica ruda.
Saludamos al señor Furley, pedimos bebidas, y vamos al reservado en masa.
Finn nos sigue, inseguro.
—Esto parece muy ritualista —dice, optando por apoyarse en el lado del
reservado en lugar de sentarse a mi lado.
—Si te quedas aquí el tiempo suficiente te acostumbraras a la rutina. Es un
poco complicado. —Levanto mis dedos y cuento los pasos para él—: Entras en el
bar. Pides lo que quieras a Fred allí. Entonces, vienes a esta mesa.
Él asiente lentamente. —Caminar, orden, caminar.
—Buen cachorro.
Finn me sorprende tocando con su pulgar e índice mi barbilla y mirándome
dulcemente antes de pasar a Ansel.
Nuestras bebidas se presentan, y decidimos pedir comida, y luego Lola y yo
pasamos un tiempo poniéndonos al día en la comodidad del reservado.
Recientemente ha firmado un contrato con Dark Horse para una serie de cómics, y
mi primera respuesta, pre-Google, fue—: ¡Estoy tan feliz por ti!
Mi segunda respuesta, después de Google, fue casi hacerme encima.
Aunque esto sucedió casi tan pronto como llegamos de Las Vegas, todavía a veces
no comprendo el gran cambio que esto será para su vida. En sólo unos meses, la
prensa iniciará: Ella tiene algunas entrevistas, un par de viajes a pequeñas
boutiques, y luego a su bebé, Razor Fish, para quien ha estado dibujando personajes
desde que podía sostener un lápiz de color, se pondrá en marcha.
Mientras hablamos, Finn regresa, se apoya en el reservado y escucha el final
de nuestra conversación.
Lo miro por encima del hombro. —Tu copa está vacía.
Sacude el vaso, mirando el líquido chapoteando sobre el hielo. —No, tengo
un poco.
—Oh, sólo la mía está vacía, entonces. —Me entrego a él, los ojos muy
abiertos e inocentes.
Se ríe, tomando la copa.
—Diles que lo pongan en mi cuenta —le digo mientras se dirige a la barra.
Finn me lanza una mirada asesina por encima del hombro. —Entiendo.
—Suave, señora Vega —dice Lola, levantando las cejas.
—¿Harlow Vega? —pregunta No-Joe, arqueando sus cejas rubias.
Asiento, metiéndome una aceituna en la boca y repitiendo—: Harlow Vega.
—¿Tus padres siempre quisieron que fueras a la universidad, o planean que
vayas directamente a un espectáculo de desnudistas?
Le saco mi lengua, lamiendo mis dedos. —Cuidado, No-Joe. Tu erección se
está mostrando.
—¡Oh! —dice el No-Joe, girándose hacia Lola—. Hablando de erecciones.
Estoy emocionado porque tu libro salga y se venda como loco, será irreal. Estarás
en tu atuendo de autora, pavoneándote. Usando una máscara sexy, y pant…
—¿Estás drogado? —pregunta Lola.
Me doy cuenta de que es retórica, así que río cuando No-Joe contesta—:
Bueno... si.
—No me tragaré un perro de maíz y luego me enrollaré con un grupo de
chicas en trajes de Gatubela sólo para demostrar que puedo estar con chicos de
historietas.
Oliver eligió este momento para llegar y se ve un poco aturdido, los ojos
muy abiertos detrás de sus marcos gruesos. Él la mira fijamente, su mirada se
ablanda con lo que claramente parece ser admiración. Su reacción sin palabras me
hace volver a mirarlo. ¿El tranquilo y dulce Oliver está enamorado de Lola? Me
encuentro con los grandes ojos de Mia y puedo decir que se está preguntando
exactamente lo mismo. Juro por Dios, si mi cabeza no estuviera tan jodida ahora
mismo, juntaría a estos dos.
—Pero, ¿dejarías que un tipo de cómics se enrollara contigo si él llevara un
traje de Gatubela y tragara un perro de maíz? —pregunta Ansel, inclinando la
cabeza hacia Oliver—. Teóricamente hablando.
—Calculo que los chicos fans estarían atónitos —Oliver desvía la
conversación, recomponiéndose—. Tragando un perro de maíz o no.
Mia arruga la nariz, sacudiendo la cabeza a Oliver. Casi nunca entiende su
fuerte acento australiano, lo que es irónico teniendo en cuenta que está casada con
alguien que habla Inglés como segunda lengua.
—Los chicos fans estarán felices sin importar qué —Lola traduce.
Recuerdo que la primera noche que pasamos con Oliver después de que Mia
y Ansel desaparecieron por el pasillo y estuvimos solas yo y Lola, más borrachas
que los dos desconocidos frente a nosotros. Tras una inspección más cercana, nos
dimos cuenta de que Oliver tenía una flor negra dibujado en su mejilla.
—Tengo curiosidad acerca de la flor —dijo Lola cuando se acomodó en el
asiento a su lado. Llevaba sus habituales gafas gruesas de montura, jeans negros,
camiseta oscura. Estaba casi segura de que no era un tatuaje... casi.
—Perdí una aposta —dijo crípticamente, y luego se volvió a silenciar.
Pasaron varios latidos antes de que reconociera que había dicho: perdí una
apuesta.
—Detalles —dijo Lola.
Y Finn los suministró felizmente. Al parecer, acababan de hacer una versión
abreviada del viaje en bicicleta a través de los Estados que los reunió seis años
antes. —El acuerdo era, el que dañara más tubos tendría un tatuaje en la cara.
Oliver aquí no puede dejar de tratar a una bicicleta de carretera como una bicicleta
de montaña. Me sorprende que sus llantas de neumáticos no parezcan tacos.
Oliver se encogió de hombros, y fue claro para mí que no podía importarle
menos que tuviera una flor dibujada en su rostro. Definitivamente no tenía que
impresionar a nadie.
—¿La gente te llama Ollie? —preguntó Lola.
Oliver la miró, completamente atónito por la posibilidad de que alguien
usara ese apodo. Puede que también le hubieran preguntado si la gente lo llamaba
Garth, Andrew, o Timothy.
—No —dijo rotundamente, y la única cosa encantadora fue la forma en que
su acento parecía recorrer cada vocal con una sola sílaba. La ceja de Lola se torció
ante su sencilla respuesta, ligeramente molesta y levantó el vaso a sus labios.
Lola lleva casi siempre negro, incluyendo su pelo oscuro brillante, y tiene un
pequeño diamante perforado en el labio, pero, aún así, nunca ha sido capaz de
lograr la completa manifestación física del enojado Vándalo Grrrl. Con su piel de
porcelana perfecta y las pestañas más largas del mundo, es simplemente
demasiado delicada. Pero una vez que decide que eres un imbécil, ya no importa lo
que piensas. Te da una buena mirada de muerte.
—La flor te sienta —dijo, inclinando la cabeza para estudiarlo—. Y tienes
manos bonitas, un poco blandas. Tal vez deberíamos llamarlo Olive.
Él gruñó una risa seca.
—Y una muy hermosa boca —añadí—. Suave. Como la de una mujer.
—Aww vete a la mierda. —Él se estaba riendo de plano para entonces.
De alguna manera pasamos de extraños achispados a mejores amigos y a
cónyuges esa noche. Pero Lola y Oliver eran la única pareja que no consumó nada,
y, aun en ese momento, Lola estaba bastante convencida de que a Oliver no le
interesaba en absoluto.
Ahora estoy bastante segura de que estaba equivocada.
—¿Dónde está Finn? —pregunta Oliver, deslizándose en el reservado, y
luego dice—: Oye, Joe… ah digo No-Joe.
—Trayendo a la señorita Harlow —digo.
Me mira, confundido.
—Consiguiéndole a Harlow una bebida —traduce Lola de nuevo.
Oliver asiente una vez, satisfecho, mirando por al bar y luego de nuevo a
mí. —Sé amable con mi chico —dice, y me da un guiño, pero su tono me dice que
es serio.
—¿Porque es delicado? Por favor —me burlo—. Sólo lo estoy usándolo por
su enorme pene y sorprendentes habilidades con las cuerdas. No te preocupes por
los sutiles sentimientos de tu hombre.
Oliver gime, cubriendo su rostro. —Es más de lo que necesitaba saber —
dice, en el mismo momento que Lola grita—: ¡Alerta de demasiada información!
—Eso te enseñará a darme lecciones —digo con una sonrisa—. ¿Cómo está
la tienda?
—Bien. Muy ocupada. Creo que está bien si sigue de esta manera, ¿no?
Veo a Mia inclinarse hacia Ansel, que se ríe mientras repite con mayor
lentitud lo que Oliver acaba de decir.
—¿Tengo que hablar despacio, Meahh? —Oliver arrastra la palabra en su
versión exagerada de acento americano.
—¡Sí! —grita.
—¿Cómo está el rincón de lectura? —pregunto—. ¿Atrayendo a un montón
de novatos?
—¿Creo que sí? —dice, robando la cerveza intacta de Mia—. Tengo que
tener una idea de cuáles serán mis clientes habituales.
—¿Cuánto tiempo hasta que conquistes a alguien allí después de horas? —
pregunto, apoyando la barbilla en las manos.
Se ríe, moviendo la cabeza. —Esa ventana frontal es bastante enorme.
Nunca es tomada en cuenta.
—A algunas chicas les gusta eso.
Se encoge de hombros, sonriendo hacia el portavasos con el que está
jugando, sin mirar a Lola ni una sola vez. Voy a romper a este chico aun si me
mata.
—Tal vez la primer ronda de Oliver será en el almacén —se une Ansel y oh,
él es mi favorito.
Mia se inclina hacia el lado de Ansel, y dice algo cerca de su oído. Su
felicidad es la mejor distracción de mis propias preocupaciones. Tal vez el alcohol
ayuda, también. Estoy tan feliz por ella de que su chico esté aquí por algo más que
el habitual día y medio. Parece venir a visitarla cada par de semanas, pero es una
mezcla de vértigo cuando llega y temor constante de otro adiós cuando se va.
—Se ven tan bien juntos —le digo, inclinándome al otro lado del banco de
curva para besar la mejilla de Mia.
—¡Imagínate cómo nos vemos cuando tenemos sexo! —grita Ansel en la
mesa—. ¡Es increíble!
Hago pelota mi servilleta de papel y se la lanzo. —Muy lejos.
—Es mi superpoder.
—¿Cuál es el mío? —pregunto.
Ansel coloca sus manos alrededor de su boca, diciendo en voz alta sobre la
música: —¿Beber?
Él asiente al trago que Finn aparentemente colocó delante de mí. A pesar de
nuestra noche salvaje en lo de Lola y London, y mi espectacular borrachera en Las
Vegas, rara vez bebo más de un par de cócteles. Pero supongo que Ansel tiene
razón: Cuando lo hago, me comprometo. Tomo la bebida en frente de mí,
probando su sabor agridulce y luego el ardor del vodka mientras calienta su
camino hacia mi estómago.
Dejando escapar un rugido, me levanto y anuncio: —Estoy borracha y voy a
bailar. —Señalando a Finn, digo: —Tú. Sígueme.
Niega con la cabeza.
—Oh, vamos —gimo, pasando mis manos por su pecho. Dios se siente bien,
tan resistente y duro, sus pectorales se tensan bajo mi tacto y ahora estoy ardiendo
por él.
Los jueves por la noche en Fred es noche de chicas, y tocan música para
bailar porque a nosotras las chicas nos gusta bailar. ¿Además? Me gusto borracha.
Borracha no tengo ningún problema en rogar, pero la sobria Harlow podría ser
demasiado orgullosa para hacerlo. ¿Pero dale un poco de licor? Hora del
espectáculo.
—¿Por favor? —susurro, extendiéndome para besar su cuello—. ¿Por favor,
y tendrás a Harlow desnuda encima?
—¿Es siempre así? —pregunta Finn a mis amigas sin quitarme los ojos de
encima. Está mirando mi boca, mirándome como si me pudiera tirar sobre su
hombro y llevarme los ocho kilómetros a la casa de Oliver.
—Con casi cada maldito chico que ella conoce —miente Lola—. Es agotador
localizarla en habitaciones de motel de mala muerte en Tijuana.
Las cejas de Finn se elevan. Rasco mis uñas por su pecho de la forma en que
pienso que le gusta, y puedo sentirlo temblar una vez bajo mis manos. Voltea su
cabeza, parpadeando hacia la pista de baile. —Entonces estoy segura de que hay
otro chico por ahí que bailará contigo.
Lo estudio durante un rato, esperando que mi decepción no se note
demasiado en mi rostro. —Estoy seguro de que sí.
Levanto mi barbilla hacia Mia y saca a Ansel de la cabina con ella. Los tres
nos dirigimos a la pista de baile casi vacía, donde, a pesar de la predicción de Finn,
sólo hay una media docena de otras personas: una pareja mayor bailando lenta-y-
sexualmente una canción rápida y un pequeño grupo de chicas cuyas
identificaciones seriamente me gustaría verificar.
Amaba todo lo relacionado con este bar —los desgastados asientos de
terciopelo, las lámparas de araña con queso, las bebidas fuertes— pero en especial
amaba la música. Cuando llegamos allí, el DJ, quien resulta ser el nuevo nieto de
veintiún años de edad de Fred, Kyle, maniobra con la canción, asintiendo en mi
dirección.
No necesito a alguien para bailar, sólo necesito moverme. Levanto mis manos
en el aire, saltando al ritmo y cerrando mis ojos. Jodidamente amo esta canción,
amo el sonido del bajo y las obscenamente letras sexuales. Ansel y Mia intentan
bailar conmigo como grupo, pero tal vez ellos pueden ver que no me importa si
estoy sola o rodeada, ya que se voltean el uno contra el otro y se mueven en este
perfecto par de caderas sacudiéndose, enredando sus brazos, y sonriendo.
Dios, se ven tan bien juntos. Por supuesto Mia es una bailarina increíble
porque nació para ello, pero Ansel se mueve como una persona que tiene el control
de todas las células de su cuerpo. Estoy tan feliz y tan miserable. No soy una
persona miserable. Mi vida ha sido fácil, salvaje, llena de aventura tras aventura.
¿Por qué siento que mi pecho se llena lentamente con agua fría?
Manos calientes se deslizan alrededor de mis caderas y estómago,
jalándome hacia atrás contra un amplio, sólido cuerpo. —Hey —gruñe Finn en voz
baja.
Como si él hubiera sacado un enchufe, la sensación de frío se drena de mis
costillas y estoy rodeada con nada más que el calor irreal de Finn. Se presiona
contra mí, apenas moviéndose al compás de la música. Volteándome en sus brazos,
bailo contra él, permitiéndole aferrarse a mí. Siento la necesidad más básica de
follar. De juntarnos. De tenerlo dentro de mí.
—Me estás volviendo loco, bailando allí. —Se inclina, rozando sus labios a
través de mi oído—. Maldita sea, se ve bien.
Me estiro para llegar a su oído con mis labios, escuchando mi voz temblar
en la primera palabra—: Ven conmigo a casa.
***
***
Cualquier duda que tenía sobre si la tienda de Oliver sería un éxito, y tal vez
el flujo constante de gente el día de apertura fue suerte, es desechada tan pronto
como entro el viernes por la tarde.
Aparentemente, hay un montón de nerds en San Diego.
La pequeña campana sobre la puerta tintinea mientras ingreso, y me
detengo de golpe, mirando con los ojos muy abiertos a la multitud llenando la
pequeña tienda. Y no son solo niños, o raros hípsters como Oliver, sino gente de
traje y mamás de jugadores de fútbol, hay gente que abarca casi todo rango de
edad.
—Guau.
—¿Verdad? —Me giro hacia la voz a mi derecha para ver a No-Joe parado
en la caja registradora. Se aparta el cabello rubio del rosto antes de tomar una
cuchilla para abrir una de las muchas cajas de cartón detrás de él. —Trabajar en
una tienda de cómics. Pensé que tendría que hacer el tonto todo el día, leer un
poquito. Tal vez escabullirme en la trastienda por un porro. —Sacude la cabeza
mientras lo observo seguir sacando, cuidadosamente, el contenido de una caja
antes de romperla y pasar a otra—. Pero, amigo, ¿este lugar? Nunca disminuye la
velocidad.
—Puedo verlo —digo, impresionado—. No te deja mucho tiempo para
hojear la mercancía, ¿no?
—¿A mí? —dice, luego vuelve a sacudir la cabeza—. No leo cómics. Esto
podría sonar raro, pero me confunden.
Miro sus rastas mohicanas, la constante mirada media drogada, la camiseta
blanca que, claramente, lavó con algo rojo en algún punto. Quiero decir, este es el
chico que perforó su propia polla. No me encuentro sorprendido de que las
historietas lo abrumen. —¿No lees mucho?
—Ficción, mayormente —admite—. Algunas biografías. Filosofía, si tengo
tiempo. Libros de viaje. Un poco de romance aquí y allá. —Añade.
Diviso un libro de bolsillo desgastado justo debajo del mostrador y siento
que mis cejas desaparecen en mi cabello. Me encuentro muy seguro de que no es
de Oliver. —¿Wally Lamb? —pregunto—. ¿Es tuyo?
No-Joe ríe. —Sí, el mejor libro que he leído sobre el odio a uno mismo y el
perdón. Perdónate a ti mismo.
De acuerdo. —Estoy… guau.
Se encoje de hombros antes de alcanzar otra pila de cómics. —Además, fue
escogido en el club de lectura de Oprah, y ya sabes. Lo que Oprah dice…
—Correcto —digo—. Y, ¿dónde está Oliver?
—La última vez que lo vi, se hallaba atrás. ¿Quieres que lo vaya a buscar?
—No, no. Estoy bien. —Miro alrededor por un momento, debatiendo si
debería dejar saber a Oliver que me encuentro aquí, o solo irme y tratar de
ponerme al día con él más tarde. Lo que debería hacer es ir a casa y arreglar mis
ideas, debería llamar a mis hermanos, por lo menos. La mayor parte del cableado
debería ser remplazado ahora, pero hay una sensación de vacío en mi estómago
que me dice que ese será el menor de nuestros problemas cuando empiecen a sacar
los paneles y mirar más profundamente en el barco.
Mi encuentro con los chicos de Los Ángeles es solo en un par de días, y
apenas he pensado en las preguntas que tengo que hacer, o si incluso tenemos otra
opción más que aceptar. Esta incapacidad de concentrarme en el propósito de este
viaje es el por qué Harlow tenía razón y por qué necesitamos retroceder y enfriar…
lo que sea que estemos haciendo.
Joder. Harlow.
Con un suspiro. Me dejo caer en el sofá que Oliver tiene cerca del frente de
la tienda. Estar con ella ya no se siente como nuestro cómodo acuerdo. Incluso si
no hubiese sido quien dio el primer paso y dijo algo acerca de frenar esto, habría
tenido que hacerlo yo. La vi desmoronarse en mis brazos anoche, incluso la persona
más distraída, podría ver que no hay nada casual en esto para ninguno.
Dios, es tan jodidamente perfecta. Nunca conocí a nadie como ella, tan
fuerte de carácter como yo, pero, sin embargo; me entrega todo, me deja
desarmarla con un toque a la vez.
Sacando mi teléfono, veo que tengo un mensaje sin leer, pero mi dedo se
detiene y vacila sobre la burbuja del mensaje. Debería leerlo, lo sé. Soy un gran
hipócrita por sugerir que Harlow se hallaba en una etapa en su vida donde todavía
no ha comprendido cosas. Cuando aquí estoy yo, con treinta y dos años y
sintiéndome tan confundido e inseguro por el futuro, como ella.
—Parece que estás pensando bastante, Hércules. No te tuerzas algo.
Salto ante el sonido de su voz, y mi corazón se dispara con emoción. —No te
vi venir.
Se toma un minuto para ir detrás del mostrador y conectar su teléfono al
cargador. Luego se deja caer en el sofá junto a mí, presionando el muslo
completamente con el mío.
—¿Te encuentras de camino al trabajo? —le pregunto.
—Cuando me preguntas eso —dice, con una linda sonrisita—, ¿usas
comillas de aire mentales para la palabra “trabajo”?
—Sí.
—De hecho, sí, me dirijo al —levanta los dedos y los mueve— “trabajo”. —
Me levanta el brazo y mira mi reloj—. Tengo media hora antes de tener que estar
allí para entregar una bandeja de mini muffins para una reunión y enviar algunos
faxes.
¿Y entonces por qué te encuentras aquí? Quiero preguntarle, pero me muerdo
la lengua, sabiendo que si la respuesta es otra que: “Porque esperaba verde,
idiota”. Me decepcionaré.
Es un poco extraño ver esta versión de Harlow: formal y correcta, vestida
con una delgada falda negra, tacones y una brillante blusa de seda naranja. Es
divertida, encantadora, calmada, y tan diferente a la Harlow que veo en la cama, la
que me pide que la azote, la que me pide más y más duro. Y, aunque, podría
parecer que soy quien se encuentra a cargo, claramente, me ha utilizado, usado mi
cuerpo para olvidarse de sí misma y correrse. Es un poco preocupante cuanto me
gusta la idea de ser el único que logra ver la versión secreta y desenfrenada de esta
hermosa chica.
—Ya que solo somos amigos —digo—, puedo decirte que hoy luces real y
jodidamente prefecta, Ginger Snap.
Parpadea hacia mí, sorprendida por un momento antes de sonreír. —
Gracias.
—Ya que la última vez que te vi esta mañana, te veías como si acabases de
salir de la cama de alguien más —dice, ignorando completamente el hecho que la
vi esta mañana. No me corrige y… bueno, bien. Creo que ambos sabemos que esta
conversación en particular es campo minado, uno que, definitivamente, es mejor
evitar.
—No fue uno de mis mejores momentos, así que voy a pasar eso y
concordar contigo. Definitivamente no más Toby Amslers en mi futuro. Me quedo
sin dedos, así que es tiempo de ser más selectiva en el proceso de selección.
—¿Te quedas sin… dedos?
—Sí —dice, levantando ambas manos y moviendo los diez dedos en frente
de mi rostro—. Esta es una increíble decisión personal, una que puede ser
abordada de muchas maneras diferentes, pero siempre dije que no quería tener
sexo con más chicos de los que pueda contar con dos manos. Ocho dedos ya están
ocupados, por lo que no tengo espacio para más errores.
Me toma un segundo entender lo que esto significa que Harlow solo ha
tenido sexo con ocho chicos.
O, más bien, siete chicos que no son yo.
Y… estoy en conflicto. Por un lado, me encuentro un poco sorprendido, no
es que tuviera algún tipo de ideas preconcebidas sobre nada de esto, lo que pasa es
que Harlow parece complicarse la vida para hacer que la gente piense que su vida
sexual es algo que, claramente, no es.
Por otro lado, pienso en mí como un tipo bastante progresivo, y mientras no
se engañe o hiera a alguien, uno debería ser capaz de acostarse, casarse o follar con
quien quiera. Aun así, tan hipócrita como es, hay algo en escucharla hablar de los
otros chicos con los que ha estado, que hace que sentarse aquí y asentir sea difícil.
Y Harlow, quien, por alguna razón; parece captar cada pequeña cosa que
hago, lo nota.
—Oye. Vaya, vaya, vaya. ¿Qué pasa aquí? —Levanta un dedo hasta tocar mi
frente, fuerte—. Te encuentras todo fruncido y arrugado. ¿Me haces un gesto
sentencioso?
—¿Qué? —digo—. No hago ningún gesto. —De verdad me encuentro
agradecido de no hacerlo, porque el gesto que hace ella es un poco terrorífico.
—Sí que lo haces. ¿Tratas de tildarme de prostituta, señor bueno con la
cuerda y habilidoso oralmente?
—Claro que no. Nunca llamaría a nadie…
—No pienses que solo porque te dejé meter la polla en mí, se te permite
juzgar lo que pude haber hecho o no. Me gusta el sexo, igual que a ti. Y follaré a
quien quiera o cuanta gente quiera. Que se joda la regla de los diez dedos. Solo
porque la sociedad lo prefiera yo…
—Harlow. No dije nada. Diez dedos. Todo está bien.
—Oh —busca en mi rostro y parece darse cuenta que soy sincero. Su frente
se relaja—. Bien.
—Bien —repito.
—¿Y qué hay de ti? —pregunta.
—¿Qué hay de mí?
—¿Cuántos dedos te quedan?
Me siento hacia adelante y miro alrededor, lo que evidencia que, de hecho,
nos hallamos sentados en medio de una tienda abarrotada. —No creo que sea el
mejor lugar para tener esta conversación, Snap.
—Bueno, ¿qué más vamos a hacer? Tengo que matar veinte minutos, y ya
que ya no follamos más…
—Sí —digo, y recuesto la cabeza contra el sofá—. Ese plan parecía tener
mucho más sentido justo después de que tuvimos sexo. Me hallaba un poco menos
tenso entonces.
—¿Cierto? —Se mueve en el sofá, levanta las piernas largas y desnudas y las
acomoda en mi regazo—. Y hablando de eso, lo siento si en cierto modo me derretí
en tus brazos anoche —dice y siento algo apretándome el pecho.
Pudo haber estado atada con cuerdas anoche, pero fue como verla florecer, y
en verdad no quería oírla disculparse. No me encuentro seguro de si alguna vez
había visto algo tan real. En cuestión de horas, las cosas fueron fáciles, sin
complicaciones a explosivas, todo menos simple. Me gusta Harlow. ¿El decidir que
ya no vamos a acostarnos? Jodidamente apesta.
—No tienes que disculparte —digo, sin darme cuenta, pongo una mano en
su rodilla, y la aprieto. Su pierna es cálida bajo mi palma y mis dedos duelen por
moverse, por subir y subir por su muslo, por distraernos de nuevo.
Joder.
Me muevo para alejarme, pero alcanza mi mano, tomándola en las suyas
mientras, casualmente, la estudia.
—No —murmura—. Solo digo que lo siento si puse raras las cosas.
—No lo hiciste —le aseguro.
Me mira y parece contener la risa. —Gracias. Eres muy efusivo.
Asiento magnánimamente. —Eso es lo que hacen los amigos, ¿cierto?
—¿Eso es lo que somos, entonces? —pregunta—. ¿Amigos?
—Amigos, definitivamente, ¿tal vez más? No lo sé, estuvimos casados una
vez, después de todo.
—Las mejores doce horas de mí vida, para ser honesta —dice, con su mejor
imitación de Scarlett O’hara, endereza las piernas colocadas sobre mí, sus muslos
tiemblan mientras sus músculos se estiran bajo mis manos—. Desde entonces los
días no han sido más que una triste imitación.
Oliver regresa de la trastienda, cargando una gran pila de libros. —Buen
día. Encantado de verte, amigo.
Se me ocurre que aún sigo con las piernas de Harlow en el regazo, con la
mano descansando demasiado cómodamente en su muslo. Parpadeo y levanto la
mirada para encontrarme con la de Oliver. Me da una sonrisa de complicidad,
aparentemente tampoco se escapó de su atención.
—Amigo —dice No-Joe, emergiendo del baño con una pila de cómics en las
manos. Los sostiene en alto para que Oliver los vea, y los dos intercambiar una
mirada—. Mira lo que encontré.
Oliver gime, pero noto que en realidad no toma los libros. —No otra vez.
—De nuevo —confirma No-Joe.
Mis ojos siguen a No-Joe mientras pone, cautelosamente, los cómics sobre el
mostrador de vidrio. —¿Son los de la mujer maravilla?
—Sí. Cada maldita vez que limpio el baño. Siempre son de la mujer
maravilla.
Harlow se para e, inmediatamente, siento la pérdida de su piel cálida bajo
mi palma. Cuando Oliver asiente, dice. —Quieres decir que la gente entra allí y…
Oliver vuelve a asentir, recogiendo una caja vacía y usándola para deslizar
la pila arruinada adentro. —Jodidamente lo hacen. ¿Nada es sagrado?
Harlow se inclina, mirando dentro de la caja. —Bueno, quiero decir…
¿pueden culparlos?
Levanta la mirada para encontrar tres pares de ojos abiertos como platos,
todos la miramos fijamente, boquiabiertos.
—¿Si podemos culparlos por…? —Empieza No-Joe, y deja la pregunta
colgando en el aire significativamente.
—Oh, vamos —Harlow se acerca y agarra una copia prístina de la Mujer
Maravilla, envuelta en plástico del estante. En la portada de esta edición en
particular, la mujer maravilla se encuentra a horcajadas en un gigante caballo de
mar, su lazo de la verdad suspendido en el aire sobre ella, mientras un hombre en
una especie de embarcación intenta dispararle un arma. Se supone que todo esto
pasa bajo el agua, aunque no me molesto en discutir la lógica de como uno podría
enlazar a un persona cuyos pies se hallan el fondo del mar, o como un láser, o lo
que sea que se supone que es, funcionaría en este escenario, en primer lugar.
—¡Mírenla! —dice—. Incluso yo tendría un tiempo a solas con la Princesa
Diana.
—¿Sabías que su nombre real era Princesa Diana? —pregunta Oliver, y juro
por Dios que luce como un perro cuyo dueño acaba de hacer señas para que vaya
al porche a cenar.
Se encoje de hombros. —Por supuesto que lo sabía.
Mirándome con fuego en los ojos, Oliver dice—: Finn, si no te casas con esta
mujer de nuevo, yo podría hacerlo.
***
***
Estoy trapeando el piso. ¿Por qué lo hago cuando la señora que limpia se
encuentra en casa de mis padres hoy?
Porque parece que no puedo concentrarme en la tarea incluso más pequeña,
y boté una cacerola con enchiladas al piso.
Papá entra, me mira con mis pantalones vaqueros rasgados y su vieja
camiseta de franela, y luego a la fregona manchada de rojo y la mancha de salsa en
el azulejo blanco, y ni siquiera dice algo. Solo camina hacia el refrigerador, lo abre,
toma un yogur para mamá, y me besa la cabeza antes de salir.
Tomo un par de decisiones en los próximos veinte segundos. En primer
lugar, necesito otro trabajo.
Hay una pequeña posibilidad de que me ofrecerán un trabajo a tiempo
completo, una pasantía pagada en NBC a partir de enero, pero solo hablar de mi
situación actual con Finn hizo que brevemente me diera cuenta de que solamente
estoy perdiendo el tiempo. Soy una inútil allí y ninguna mujer del siglo veintiuno
que se aprecie y no tenga otras responsabilidades terrenales trabaja doce horas a la
semana.
En segundo lugar, no puedo acostarme con Finn, pero tampoco puedo pasar
cada segundo libre en casa de mis padres. La realidad de la enfermedad es que es
un negocio bastante miserable y aislador. Mamá no quiere que la acosemos, y si
quiere a alguien, es a papá. Es hora de cortar las cosas.
En tercer lugar, y tal vez lo más importante, tengo que averiguar lo qué haré
para la cena ahora que he destrozado.
Cuando estoy sobre mis manos y rodillas, fregando lo último de la mancha
de la salsa entre las baldosas, mi teléfono suena en el mostrador con un número
que no reconozco.
¿Tienes ganas de conseguir una cerveza o dos?
Entrecierro los ojos hacia la pantalla en la cocina a oscuras, escribiendo una
respuesta.
¿Quién es?
El tipo con el que estabas fantaseando.
¿Coronel Sanders?
La respuesta llega de inmediato.
Inténtalo de nuevo.
Me río mientras escribo: ¿Ethan?
Presiono enviar y rápidamente escribo de nuevo: ¡No! ¡Jake, lo siento
mucho!
La respuesta de Finn aparece después de un minuto.
Que graciosa.
Finn y yo intercambiamos números en Las Vegas hace casi tres meses y me
extraña el que nunca los hayamos usado hasta ahora.
¿Vamos a un bar de leñadores? pregunto.
Creo que la palabra que buscas es pescadores.
Lo que sea, me impresiona el que estés mandándome textos. Escribo de
regreso. Bajo la mirada a mi atuendo y tiemblo, antes de decidir, a la mierda. Y esto
es perfecto, estoy vestida..
Estaré allí en veinte.
Corro arriba, les doy un beso de despedida a mis padres, y salgo de la casa,
saltando en mi coche con la esperanza de llegar a mi casa primero que Finn. No
quiero que sepa que no me encontraba ahí. No sé por qué, pero quizás es porque
en este momento, y sorprendentemente, Finn Roberts es mi lugar feliz;
simplemente estar cerca de él me hace sentir mejor, y parte de ello tiene que ver
con el hecho de que nunca me pregunta: ¿Cómo te sientes? ¿Cómo está tu mamá?
Ella es una luchadora.
Es tan hermosa.
Tan joven.
No puedo imaginar lo que debe ser para ti.
Extrañamente, Finn es el único que probablemente podría imaginar cómo es
todo para nosotros, y es un alivio no tener que enfrentarlo cuando estoy con él.
Llego a casa en tiempo récord; los dioses de los semáforos me dieron su
bendición. Podía sacarme la ropa sucia, pero no me molesté. Si no vamos a follar,
no me voy a arreglar.
Es tan caballero que me manda un texto desde la acera diciendo que está
aquí, así que salgo, lo encuentro en su camioneta y me subo.
—Olvidé cómo llegar a Fred’s —dice a modo de saludo.
—Hola. —Después de abrocharme el cinturón de seguridad, le digo—: Gira
a la derecha en Prospect y luego a la izquierda en Draper.
—Oh, cierto. —Maniobra fuera del estacionamiento y luego sigue mis
indicaciones—. Creo que lo recordaré a partir de ahí.
—Sobre todo teniendo en cuenta que está en la calle Draper —digo con una
sonrisa descarada.
Pero no me devuelve la sonrisa. De hecho, Finn parece perdido en sus
pensamientos. Juega con la radio y la deja en NPR, así que en vez de tener una
conversación, escuchamos una repetición de Terry Gross entrevistando a Joaquín
Phoenix para hacernos compañía. Tamborilea los dedos en el volante en un
semáforo en rojo, mirando por la ventana lejos de mí.
—¡Esta cosa de no tener sexo seguro es de lo más estimulante! Estoy súper
contenta de que todavía estamos bien pasando el rato. —Me inclino hacia delante
para tener una mejor visión de su rostro, pero ni siquiera consigo un atisbo de una
sonrisa.
—Solamente quería salir por un rato —murmura crípticamente. Oliver vive
a una cuadra de la playa. Finn fácilmente podría "salir" y hacer un centenar de
cosas diferentes que no sean llevarme a Fred’s, donde fuimos hace solo un par de
noches.
Se estaciona frente al bar y nos encontramos en la acera, como de costumbre,
haciendo un gesto para que dirija el camino. El señor Furley me saluda cuando
entramos, diciéndole a Kyle que eche a algunos "chicos buenos para nada fuera de
la cabina de Harlow".
—¿Cómo se atreven? —siseo juguetonamente hacia él.
—Los chicos de estos días —dice, limpiando la barra—. Un montón de
pequeños gilipollas. ¿Cómo está Madeline?
—Aguantando allí. —Me estiro sobre el bar y le doy un beso en la mejilla sin
afeitar antes de saltar y tomar las dos botellas de cerveza que me entrega. Le doy
mi mejor frase de Bogart—: Grashias, carriño.
Entregándole una a Finn, hago un gesto para que me siga a nuestro rincón,
apartando unas cuantas cáscaras de maní fuera de la mesa mientras me deslizo en
nuestra cabina.
—De seguro que lo tienes comiendo de la palma de tu mano —dice Finn
cuando se sienta frente a mí, mirando al señor Furley detrás de la barra.
—Sip. Es el mejor. —Tomo un largo trago de mi cerveza, viendo a Finn
tragar cuando hace lo mismo. Dios, me encanta su cuello. Es bronceado, y definido
y tiene un ligero rastrojo de barba desde su mejilla... por su mandíbula...
Me aclaro la garganta. Nada de sexo.
—Entonces, ¿que hay de nuevo?
Finn se encoge de hombros, y se queda mirando a la televisión más cercana
de nosotros, donde se está transmitiendo un juego de los Padres.
En un primer momento el silencio es cómodo: Tengo mi cerveza, tiene su
cerveza. Tiene a los Padres, tengo a un par de jubilados adorablemente bailando en
la pista. Pero cuando van a sentarse en su mesa, siento el peso del silencio en la
nuestra. No tengo la sensación de que Finn me pidió que viniera aquí para poder
sentarse y ver béisbol solo.
—Así que, ¿Oliver está trabajando esta noche?
No parece oírme.
—¿Quieres que ordene algo de comida? Estoy hambrienta.
Una vez más, parece completamente perdido en sus pensamientos. La
música es bastante ruidosa, pero no es como si estuviera susurrando. Hola, nunca
susurro.
—Creo que voy a ir a la cabina de música y ver si Kyle quiere alocarse en la
pista de baile conmigo. —Nada—. Tal vez me lo tire en la barra. O tal vez un poco
de acción en la trastienda. —Me inclino hacia él—. Y obviamente 'trastienda' es un
eufemismo.
—Oye —Finn dice, alejando los ojos de la televisión. Por fin, una reacción.
—Está bien, ¿qué pasa? —le pregunto—. Si querías una sesión de cerveza
tranquila podrías haber traído a Oliver.
—Solo quería pensar.
—Y eso lo podrías hacer por tu cuenta, o en una carrera por la playa. Así
que claramente necesitas hablar. ¿Necesitas una caja de resonancia, o una pared de
ladrillo?
Finn me mira como si no tuviera idea de lo que estoy hablando.
—¿Necesitas que te ayude a sopesar algo —aclaro—, o solo quieres hablar
sin interrupción?
—¿Eres capaz de hacer eso?
—De hecho, sí.
Finn se levanta de la mesa, tendiéndome la mano cuando empiezo a
protestar.
—Voy a explicarlo. Quiero hablar, sin interrupción. Solo necesito otra
cerveza primero. O tres.
Comienza a alejarse cuando le grito—: Que el señor Furley me traiga
algunas frituras de patatas, también.
***
***
***
***
***
***
Casi como si los peces sintieran que Finn los pondrá más rápidamente fuera
de su miseria de lo que yo lo haría, captura tres antes de que yo haya tenido una
picada: dos rockfish y una enorme halibut. Si dijera que me molestó que lo hiciera
estupendo y yo no, mentiría. No hay nada mejor que ver a Finn sacar un pez de
hasta cuarenta kilos a la cubierta.
Aunque eso no es del todo cierto. El sexo con Finn en esta misma plataforma
podría ser mejor... pero sólo ligeramente. El sol es cálido en mar abierto, por lo que
se ha quitado la camisa; la vista de sus bronceados antebrazos mientras saca y mete
la caña del… agua... podría causarme espontáneamente un orgasmo.
—Va a ser extraño irme, a pesar de que sólo han pasado un par de semanas
—dice, ajeno a mi lasciva, y lanzando su caña de nuevo al agua. Parpadeo,
despejando la niebla de mi lujuria por Finn, y espero escuchar lo que quiere decir.
Me parece, viéndolo hoy, que no querría nada más que volver a su vida en el agua.
—¿Extraño, cómo?
Me sorprende, diciendo: —No creo que me guste no poder verte cuando
quiera.
Esto no es para nada lo que esperaba. Esperaba que dijera que extrañaría el
clima del sur de California o los burritos increíbles o salir con Oliver y Ansel.
Quiero, más que nada, inclinarme hacia él, tomar su cara entre mis manos y
besarlo como nunca he besado a nadie, aliviada de que sea casi perfecto.
En cambio, digo—: Anoche me masturbé pensando en ti.
Se inclina, estallando en carcajadas. Finalmente se las arregla para decir: —
¿Lo hiciste?
—Absolutamente.
Cuando se endereza, puedo ver un atisbo de rubor en su rostro debajo de la
sombra de su gorra de béisbol. Eso es nuevo. —Yo también —admite.
—¿De verdad?
—De verdad
—¿Fue impresionante?
Se vuelve y me mira. —Hiciste un oral como una campeona, Ginger Snap.
—Lo haría también en la vida real. —Alcé mi barbilla orgullosa.
Lanza su caña un par de metros. —Lo harías.
Siempre esperé enamorarme y sentir nerviosismo o estar súper consciente o
abrumada. Nunca esperé que enamorarme de alguien me hiciera sentir aún más
cómoda en mi propia piel. En cierto modo quiero decirle: “Creo que te amo”,
porque sospecho que haría un suave sonido de simpatía y estaría de acuerdo en
que es un momento desafortunado.
Le echo un vistazo, hacia su ángulo, su mandíbula sin afeitar, su largo cuello
bronceado y sus brazos que me dan una extraña sensación de seguridad que nunca
supe que ansiaba. Pero ¿no lo hacía? ¿No es eso lo que mi padre siempre ha sido
hasta hace poco, no sólo mi caja de resonancia, si no también mi roca, mi guardián?
Sabía que siempre había querido a cualquier hombre en mi vida a la altura de esa
expectativa.
Me duele el pecho gracias al grado de tensión que ha crecido a partir de
reconocer que ese constante, apasionado y leal Finn es lo que siempre esperé
encontrar.
Mira a través del agua, entrecerrando los ojos, y me pregunto qué piensa. Su
pecho se levanta con una inhalación profunda y cierra los ojos mientras exhala, su
expresión mostrando qué tan desgarrado se encuentra, justo como me siento.
Sé que tengo razón cuando abre los ojos y me mira. Y es aterrador, porque si
hay algo que sé sobre mi corazón, es que no es caprichoso. Una vez que alguien se
mete dentro, se entierra profundamente allí, permanentemente.
Cuando abro la boca para decir algo —y no tengo ni idea de lo que voy a
decir, pero la emoción sincera ha subido en mi garganta—, mi caña es sacudida
frente a mí, la mitad superior inclinándose bruscamente.
—Whoa, de acuerdo —dice Finn, sus ojos iluminándose con entusiasmo
mientras se adelanta y me guía más cerca de mi caña—. Tienes uno.
Pescar con mi padre en los ríos del norte de California, cuando era una niña
de ninguna manera me preparó para el proceso de transportar un pez en el océano.
Cuando es una trucha de nueve centímetros en un río, el flotador de pesca se
hunde en el agua y tus brazos de niña de doce años lo pueden sacar fácilmente.
Aquí necesito todos los músculos de mi cuerpo para enfrentarme a mí misma
contra esta bestia del mar. Tiro la caña y giro la bobina unos pocos centímetros,
cada uno de ellos es una victoria. A mi lado Finn grita y grita como si estuviera
atrapando a un gran tiburón blanco. Un par de hombres se reúnen detrás de
nosotros para ver, ofreciendo palabras de aliento.
—¿Quieres que me haga cargo? —grita Finn sobre los vítores.
—¡Diablos, no!
Pero ahora sé por qué se quitó la playera; estoy sudando, maldiciendo,
maldiciendo el momento en que decidí que ir a pescar a alta mar era una buena
idea. Pero hecho el primer vistazo al halibut, lo largo de los picos de su columna
vertebral, la magnitud de la misma. Estoy mareada.
—¡Mi pescado es mucho más grande que tus peces! —le grito.
Finn se coloca detrás de mí para ayudarme a tirar, haciéndose cargo de la
bobina después de unos diez minutos, cuando mi mano empieza a temblar y a
entumecerse. Ambos sujetamos la caña, tirando y tirando, y, finalmente, el halibut
sale del agua, glorioso. Brinca en la cubierta, y odio un poco esa parte, pero
entonces Finn lo sostiene y hace algo tan rápido que apenas puedo ver, y se queda
quieto. El pescado está helado por el agua cuando me lo entrega, con un pequeño
gesto que indica que lo sostenga por las branquias para que pueda tomar una foto.
Es tan enorme que tengo que usar las dos manos. Es el pez más grande que
hemos cogido hasta ahora, y la sensación es increíble, aunque no es tan bueno
como cuando Finn me mira al levantar su teléfono.
—Sujétalo más arriba, bebé —dice en voz baja, con los ojos brillando de
orgullo—. Déjame ver ese pez.
Mis brazos tiemblan bajo el peso del pescado, pero lo sostengo para que él lo
pueda ver. Toma la foto y luego se traslada a mi lado, tomando el halibut y
entregándoselo a Steve para que lo etiquete como nuestro.
—¿Vamos a hablar de cómo me llamaste “bebé”? —le pregunto cuando se
agacha, volviendo a enganchar un cebo a mi caña.
Me siento más tranquila al escuchar su risa mientras se levanta y besa la
parte superior de mi cabeza.
—No.
Hago todo lo que puedo para aplacar la sonrisa ridícula que se está
formando en mi boca.
Estoy tan vertiginosa en este momento que podría estallar en una entusiasta
canción de Disney, aquí en un barco lleno de viejos hombres salados.
Cuando llegamos de vuelta al muelle, me excuso para ir al baño, pero en
realidad tengo que llamar y revisar a mamá. Hemos estado fuera toda la mañana y
parte de la tarde, sin servicio de celular. Fue maravilloso y aterrador. ¿Y si pasó
algo?
Papá responde a la primera llamada, suena relajado y tranquilo. —Oye,
tulipán.
—Hola. ¿Cómo está la reina?
—Bien —dice—. Salimos para almorzar.
—¿Así que no ha pasado nada? ¿No hay complicaciones?
Papá suspira por el otro extremo de la línea y hago una mueca de dolor,
sabiendo que sueno como una maníaca. Sus médicos nos han dicho, al menos cinco
veces, que esta primera ronda de quimioterapia debe de ser relativamente fácil
para mamá. Son las últimas rondas las que se vuelven más duras.
—Hay que mantener un ritmo —dice papá, y puedo decir que está
sonriendo pero también habla en serio. —Es un largo camino.
Suspirando, le digo: —Lo sé, lo sé.
—¿Cómo estuvo la pesca?
—Fue impresionante. Estoy enamorada.
—¿Con el deporte o con el tipo?
Es mi turno de suspirar. —Tal vez ambos.
—Bien. Trae a Finn esta noche. Le he dicho a Salvatore que voy a estar
disponible cuando Release Horizon se comience a filmar en abril.
Esta noche hay una fiesta organizada por el colega y buen amigo de papá,
Salvatore, para celebrar el lanzamiento de la nueva compañía de producción de
Sal. Release Horizon es su nuevo bebé con esperanza a ganar un Oscar, papá me dijo
que el drama se lleva a cabo en —tambores por favor—, un barco. Sinceramente,
no puedo ni imaginar a Finn en la fiesta, pero esa reacción instintiva me hace sentir
hosca y rebelde, en contra de mis propios instintos. Si Finn es uno de los míos,
entonces pertenece allí, independientemente de si conoce a alguien o no.
Además, el que papá firme para un proyecto cuyo rodaje principal inicia en
apenas más de seis meses, hace que mi corazón se eleve. Es tan optimista incluso
con lo de mamá.
Regreso al muelle, para encontrar a Finn comiendo una bolsa gigante de
papas fritas. Me ofrece algunas, y agarro un puñado. No me di cuenta del hambre
que tenía hasta que tomé un poco de esas delicias saladas con vinagre.
—¿Quieres ir a una fiesta esta noche? —le pregunto con la boca llena.
Habla a través de una boca igualmente llena de comida. —¿Qué clase de
fiesta?
—Con gente del cine. Lujosa. Con martinis y aceitunas.
Se encoge de hombros, y dice: —¿Eres mi cita?
Meto otro puñado en mi boca y asiento.
Sonríe, limpiando un poco de sal en mí barbilla. —Claro que sí, Snap.
***
Finn está vestido y esperando fuera de donde Oliver cuando lo recojo a las
siete. Está con la misma ropa que llevaba para su reunión en Los Ángeles, pero esta
noche se las arregla para parecer infinitamente mejor. Está más relajado y ha estado
claramente al aire libre durante todo el día. El Finn recién bronceado es mortal.
Se sube en el asiento del pasajero, quejándose de mi pequeño coche, y luego
me mira.
—Whoa —dice—. Sal del auto.
—¿Qué? —Me entra el pánico, miro mi vestido para asegurarme de que no
le derramé jugo de naranja cuando bebí directamente de la botella, justo antes de
correr hacia la puerta.
—Quiero verte —dice, inclinándose sobre mi regazo para abrir mi puerta
desde el interior—. Sal para que pueda verte.
—Oh. —Salgo, alisando mi vestido por mis muslos, y camino a la parte
delantera del coche. Finn no me sigue, sólo se desploma en el asiento y me mira
fijamente a través del parabrisas. Miro su boca decir “Jesús”.
—¿Qué? —le pregunto.
Sacudiendo la cabeza, dice: —Te ves increíble.
Miro mi vestido. Es color azul zafiro, el color que mejor me queda, con un
corpiño ajustado y falda con vuelo que llega justo por encima de las rodillas. Uso
tacones de tirillas de oro y, alrededor de mi garganta, un sencillo collar de oro en
forma de flecha, que mi padre compró para mi decimoctavo cumpleaños. Para ser
honesta, apenas me centré en alistarme esta noche, y me parece un poco raro que la
noche de la barra, cuando quise parecer casualmente adorable, Finn se burlara de
mí eternamente. Aquí, al estar distraída y tomando jugo de naranja como un chico
de fraternidad con resaca, en mi prisa por volver a él, parece sin palabras.
Cuando me subo de vuelta al coche, de inmediato se inclina sobre la
consola, tomando mi rostro entre las manos, mirándome por un momento, con
fuertes latidos cardíacos, antes de presionar su boca con la mía. Tan pronto como
nos tocamos, sus labios se separan levemente y exhala un tranquilo “Oh”, y
entonces se inclina más cerca, tomando mi labio inferior entre los suyos. Cuando
siento la punta de su lengua, está hecho, estoy perdida.
Mis manos están en su pelo, y quiero mucho más que casi estoy salvaje.
Quiero sentirlo junto a cada centímetro de mí. Sus sonidos son tan profundos y
tranquilos, como vibraciones que van directamente a mis huesos, fuertemente,
convirtiéndome en nada más que piezas individuales de una chica: manos que se
mueven, sangre que se eleva demasiado fuerte en las venas y piernas que se
empujan arriba de su asiento, hacia él. Me lleva a su lado, echando su asiento
hacia atrás con facilidad, y me pongo sobre él, con las piernas abiertas sobre su
regazo. Me da un tirón hacia abajo, moviéndome sobre él, y grito cuando siento su
grueso pene entre mis piernas.
Cuando gime, el sonido presiona un botón en algún lugar dentro de mí que
desata el frenesí. No me importa que estemos en un coche en medio la calle. Está
silencioso. Es de noche. Podríamos estar solos en una isla en algún lugar para que
me importara.
Siéntelo, llévalo a tu cuerpo, siéntelo. Ha pasado mucho tiempo.
Está un paso delante de mí, moviéndose entre nosotros para desabrochar
sus pantalones y empuja hacia abajo las caderas, y siento su polla desnuda en mi
muslo; la piel es, paradójicamente, cálida y suave en torno a algo tan inflexible. Sus
dedos juegan con mi ropa interior, empujándola a un lado, sin siquiera molestarse
en quitármela, sus yemas de los dedos buscan y me encuentran mojada y
codiciosa, mis sonidos indescifrables diciéndole dónde lo necesito.
—¿Estamos haciendo esto? —dice.
Asiento con urgencia y se sostiene a sí mismo para tomarme. Todo está
ocurriendo tan rápido, está hundiéndose en el fondo, y jadeamos, porque es muy
bueno.
Es tan bueno.
Su mirada atrapa la mía y el alivio en su expresión me hace sentir débil y
frágil, como vidrio soplado. He echado de menos esto, necesito esto.
Creo que lo necesito, a él.
Se sienta, besándome mojada y sucia, gimiendo contra mis dientes cuando
está dentro y gruñe esos pequeños y perfectos sonidos de aprobación cada vez que
se mueve hacia adelante y hacia atrás, susurrando, Así, y Ah, es tan bueno, y, Jesús,
bebé, no puedo... Se calla, más besos, más dientes rozando mis labios, mi mandíbula,
mi cuello. Más sonidos de necesidad. Sólo, por favor... No puedo.
Baja la mano entre nosotros, sus dos dedos suavemente acariciándome
dónde lo necesito. Un gemido rasga desde su garganta, y oigo los pequeños
sonidos que hago, rogando, casi…
—Oh, mierda, me corro —dice jadeando justo cuando estoy cayendo. Y echo
la cabeza hacia atrás y grito, porque se siente tan diferente, e igualmente, grita,
arqueándose desde el asiento y empujándose violentamente más profundo en mí,
mi cuerpo estrecho a su alrededor. Siento como si pasara una eternidad mientras
me corro, besándolo, sus manos en mi cara y sus sonidos presionando mi piel, en
mi pequeño auto sin vidrios polarizados, mientras se pone el sol en Indian
Summer.
Lo amo.
Lo amo.
Me acurruco contra su pecho, al borde de las lágrimas. Es un alivio que
apenas puedo procesar. Volver a estar con él así, incluso si es en el asiento
delantero de mi auto, con la falda de mi vestido arrugada a mí alrededor. Se siente
tan robusto, su corazón golpeando contra mi oído.
Finn se sacude dentro de mí, su aliento erizando mi pelo. —Harlow —dice
en voz baja, exhalando bruscamente.
—Lo sé —concuerdo—. Mierda, fue increíble.
—No... —Agarra mis hombros, así que estoy sentada en verticalmente, y
siento la presión de él, que sigue duro, todavía dentro de mí—. Bebé, no usamos
nada. —Su rostro está tan cerca del mío, sus ojos analizadores y ansiosos—. No
tengo un condón.
Me quejo y empiezo a levantarme, pero luego me detengo, reconsiderando
nuestro atuendo. Realmente no quiero ser Monica Lewinsky en la fiesta con este
vestido azul. —¿Me puedes alcanzar un pañuelo de la guantera?
Asiente, llegando a mí alrededor, y de alguna manera arreglándoselas para
tomar uno. Es un momento tan real, y de tal marcado contraste con la follada
salvaje de hace un minuto, que me siento un poco mareada. Cuando me muevo
para apartarme, me alcanza, tocando con dos dedos mi mandíbula, y susurrando—
: Shh, espera, espera, espera. Ven acá.
Me apoyo en él, cerrando los ojos y cediendo a la sensación de fundirme en
él mientras gime, colocando su mano en mi cabello para mantenerme cerca. Su
lengua acaricia la mía, más suave ahora. Mi corazón golpea mi esternón por el
esfuerzo, y la adrenalina aumenta mi pánico inminente.
—¿Estás bien? —dice contra mi boca.
Asiento. —No puedo creer que lo hicimos.
—Yo tampoco.
—Creo que deberíamos limpiarnos antes de la fiesta.
Ajustamos nuestra ropa y salimos del auto. De vuelta en la puerta principal,
saca las llaves del bolsillo, incapaz de mirarme a los ojos cuando pregunta en voz
baja: —¿Estás tomando la píldora?
—No. —Trato de hacer los cálculos para averiguar dónde estoy en mi ciclo,
creo que debo tener mi periodo en unos días, aunque no quiero lidiar con las
implicaciones potenciales de tener relaciones sexuales sin protección. Quiero
quedarme en el lugar feliz, con las extremidades gelatinosas por la dicha y mi
admisión recién descubierta de que estoy totalmente enamorada de Finn Roberts.
—Todo va a estar bien —le digo, sin absolutamente ninguna prueba de ello.
Se siente bien decirlo, y tan pronto como lo hago, me siento segura. ¡Estará bien!
¡Todo estará bien!
Asiente y camina dentro, llevándome por el pasillo hasta el pequeño cuarto
de baño al lado de la habitación en la que se ha estado quedando. Me giro y miro a
través de la puerta de la habitación abierta, mientras se detiene y agarra una toalla
del armario del pasillo. Su maleta está abierta en la cama, llena de ropa
cuidadosamente doblada.
—¿Te vas mañana?
—Tal vez —dice. Y luego—: Bueno, probablemente no. No lo sé. —Asiente
hacia el baño, indicándome que lo siga dentro.
Enciende el grifo de agua caliente, sosteniendo su mano debajo, hasta que el
agua se calienta, y luego moja la tela. —Ven acá.
Lo veo llegar debajo de mi vestido, y cierro los ojos mientras su mano se
desliza por el interior de mi muslo, en torno a mi cadera, y desliza mi ropa interior
por mis piernas, hasta las rodillas. Jadeo cuando desliza suavemente el paño
caliente entre mis piernas.
—¿Está bien? —pregunta.
—Sí. —Más que bien. Cielos—. Se siente muy bien.
Llega debajo de mi vestido con la otra mano, envolviendo sus dedos
alrededor de mi cadera y presionándome. —Me refiero a ti. ¿Estás bien?
—¿Estás tú bien? —digo en respuesta.
Me mira, con una sonrisa genuina arrugando las esquinas de sus ojos. —Sí,
estoy bien.
—¿Incluso si me dejaste embarazada?
—Sí. Lo resolveremos.
Trago, asintiendo. —Entonces estoy bien, también.
Su expresión se compone y exclama: —Dime que no fue sólo sexo para ti.
Abalanzándome sobre él, deslizo mis manos por su pelo y lo tire hacia mí.
—Todo se salió del camino de “sólo sexo” hace un tiempo. Creo que es por eso que
quería parar. Hay mucho más en juego. Para los dos —agrego.
Inclina la barbilla para mirarme. —¿Vamos a tratar de hacer esto de todos
modos? Quiero decir… —traga nerviosamente—. Me gustas mucho, pero no es
sólo eso.
Me muerdo el labio, con ganas de descargar toda mi angustia acerca de las
últimas dos semanas: mi preocupación por mi madre, el usar a Finn como una
distracción, y luego envolverme tanto en él que temía me gustara mucho más de lo
que cualquiera de nosotros pudiese manejar. Y ahora me está diciendo que
también me quiere. Cierro los ojos, pensando en el programa de televisión, y la
estipulación de no estar en una relación, con la meta apenas disimulada de que
encontrase un romance en pantalla. Ahora el camino más fácil para salir adelante
—firmar para el espectáculo— haría una relación entre nosotros imposible. Incluso
si él rechazara el programa y se fuera a casa a tratar de salvar el negocio, nunca nos
veríamos porque estaría trabajando incluso más que ahora.
—Te quiero tanto que siento que no puedo respirar —dice, apretando la
mano alrededor de la parte posterior de mi muslo, así que lo miro—. He estado
tratando de concentrarme en todo lo que sucede en casa, pero no puedo pensar en
otra cosa que no sea esto.
—Quiero esto también —le digo—. Sólo que no estoy segura de cómo
funcionará.
Se pone de pie, besando mi mandíbula e intencionalmente
malinterpretándome, cuando dice: — Podríamos saltarnos la fiesta y te mostraré.
Empiezo a responder: —Absolutamente. —Pero hago una pausa. Algo hace
clic, como una cerradura girando en mis pensamientos. Hay una manera de salvar
su negocio sin que tenga que hacer el espectáculo, y ha estado justo en frente de mí
todo este tiempo.
***
Entramos a la fiesta, agarrados de las manos. Algo ha cambiado entre
nosotros, y es tan dolorosamente tierno que quiero lanzarme a él cada vez que me
mira, o me habla, o pone su mano alrededor de mi espalda y enlaza sus dedos
alrededor de mi cadera como si fuera sólo suya.
Papá, quién vino aquí solo, nos ve mientras caminamos a la cocina y se
excusa de la conversación en un grupo pequeño, para venir saludarnos. —Debes
ser Finn —dice, tendiéndole la mano—. Soy el padre de Harlow, Alexander Vega.
Sólo dos chicos con los que he salido han conocido a mi padre, y
tartamudearon todo el tiempo, ansiosos. En cierto modo, es comprensible. Por un
lado, mi padre ha ganado dos premios de la Academia, y es un nombre bastante
conocido para ser un director. Pero también es alto y musculoso, y perfectamente
capaz de ser intimidante cuando quiere.
Pero en este momento, puedo decir que no quiere serlo. Y no importa de
todos modos, porque Finn, quién es ciertamente enorme en comparación, lo saluda
con un apretón firme, una sonrisa de confianza y un “Muchas gracias por
invitarme”.
Mi padre pone un brazo alrededor de los hombros de Finn y lo lleva más
adentro en la sala, para presentarle a algunas personas. Papá inclina la cabeza
hacia mí, indicándome que, por supuesto, me una a ellos, pero prefiero verlos
saludar a los colegas de papá y hacer esa cosa de “unión masculina” que nunca he
visto a mi padre hacer con un chico al que haya besado mucho.
Esa cosa de unión masculina es exactamente lo que necesito que pase esta
noche.
Me dirijo a la cocina para tomar una copa y saludar a las hijas de Salvatore.
Son seis y ocho años mayor que yo, y aún viven con sus padres; Valentina y
Ekaterina Marín son dos de las “niñas” más mimadas que he conocido en la
industria cinematográfica, pero es más fácil sólo ser amable, que evitarlas, porque
papá y Sal trabajan juntos en más de la mitad de sus proyectos.
Beso a cada una de ellas en la mejilla y sonrío, Valentina huele a Chanel, y
Ekaterina huele a algo nuevo... Prada Infusion d'Iris, tal vez. Su pelea más
importante fue hace dos años, cuando no se hablaron por tres meses, y fue por cuál
reclamaría a Chanel Nº 5 como su aroma.
Así es como Finn solía pensar que yo era.
—Tu novio seguro que es algo —dice Valentina, levantando la barbilla en
dirección a Finn.
Me sirvo un vaso de agua con gas. —Lo es.
—Fuerte —ronronea.
—Me encantan los obreros —añade Ekaterina.
Oh, aquí vamos. Miro de vuelta a la habitación hacia Finn y sé exactamente
cómo lo detectaron, a pesar de que lleva pantalones y una camisa de vestir: Luce
fuera de lugar aquí. Es musculoso en una manera que resiste a la tendencia esbelta
Hollywood, su cabello muy corto, y las piernas firmes, sus hombros anchos, como
si constantemente se afirmara contra una ola entrante.
—Es dueño de un negocio de pesca —les digo.
—Ooooh —arrulla Ekaterina—. Lindo.
Finjo una sonrisa que resulta genuina cuando su padre entra en la cocina, e
inclino la cabeza hacia él cuando besa mi mejilla. Sus hijas pueden ser
insoportables, pero Salvatore es como un segundo padre para Bellamy y para mí.
—¿Y cómo está mi niña querida? —pregunta.
—Estoy muy bien. Felicidades de nuevo por el nuevo negocio, Fancypants.
Debes estar muy contento.
—Lo estoy. También he estado intentando conseguir que tu padre suba a
bordo para Release Horizon.
—Suena como si ya estuviera allí —le digo.
—Ahora sólo tengo que conseguir que tú trabajes para mí y el mundo será
perfecto.
Tomo una respiración profunda y digo: —En realidad, Sal, quería hablar
contigo acerca de eso...
***
Finn me presiona contra la pared afuera de mi apartamento, gruñendo en
mi cuello mientras intento encontrar mis llaves. Casi nos salimos de la carretera
cuatro veces en el corto trayecto de regreso a mi casa, porque su mano se
introducía bajo mi vestido, su boca estaba mi cuello, sus dedos guiando a los míos
hasta su regazo cuando sacó su polla libre, susurrándome que lo toque.
Conseguirás que te folle sucio, Harlow. ¿Me chuparás cuando lleguemos allí?
Él se encontraba caliente y resbaladizo cuando deslicé mi mano hasta el
fondo de su longitud. Lo acaricié hasta que levantó sus caderas desde el asiento,
gruñendo en voz baja cuando mi mano se deslizaba sobre la cabeza de su polla
mientras conducía con la otra mano. Lo llevé al borde: jadeante y tenso, y entonces
estacionamos frente a mi edificio.
Él gimió, aquietando mi mano. —No en el auto de nuevo.
El sonido metálico de las llaves hace eco por el pasillo cuando las encuentro
en mi bolso, y, aún presionándose contra mí, Finn las agarra de mi mano, abriendo
la puerta y empujándome dentro. Estoy con mi espalda en el suelo solamente una
fracción de segundo antes de que suene un portazo por el apartamento.
Finn se cierne sobre mí como un depredador, inspeccionando su presa.
Deslizo mi mano por su cuerpo, agarrando su polla gruesa e inflexible a través de
sus pantalones de vestir, decidida a terminar lo que había empezado en el auto.
Pero él parece haber recuperado el control, y toma a mi mano, alejándola.
—Cuando te conocí en el bar en junio —dice, su mirada viajando desde mis
labios a mi cuello—, te acercaste a mí y me miraste de arriba abajo como si
estuviera en una subasta, y luego te sentaste a mi lado y dijiste “Me encantaría un
chupito de tequila”. Era como si un líquido se derramara lentamente desde esa
silla. Estabas tan jodidamente hermosa.
—¿Cómo un derrame de petróleo?
Pasa una mano por su cara, sus ojos arrugándose con mi sonrisa favorita de
Finn. —Exactamente. Sólo sabía que nunca sería capaz de limpiarte. —Nos reímos
y luego su expresión se compuso—. Nunca he sido capaz de ser yo mismo con
nadie, no de la manera en que soy contigo. —Se inclina, y me besa—. Me imaginé
que sólo querías follar, así que es el único lugar al que mi mente fue. No pensé que
encajaríamos de esta manera.
—Yo tampoco —admito en voz baja—. Supuse que eras como cualquier otro
chico y me decepcionarías con rapidez.
—Eso todavía puede suceder —dice, besándome a lo largo de la
mandíbula—. Sólo podría tardar un poco más.
Lo que está haciendo se siente tan bien, sólo sus labios en mi garganta y los
dedos disimuladamente levantando mi vestido a lo largo de mis caderas. —
Tómate todo el tiempo que necesites —murmuro.
Habla mientras me desviste. —¿Te gustó verme en la fiesta de esta noche?
Uno de mis zapatos, y luego el otro, golpean el suelo.
—Sí. —De hecho, me encantó. No parecía completamente en su elemento,
pero fue lo suficientemente valiente para probarlo, por mí. Puedo decir que, eso es
lo que hacemos por el otro. Tratar de descubrir un terreno común y vivir allí.
—¿Te referiste a mí como tu novio con las imitaciones de las Kardashian en
la cocina?
Debajo de mi vestido, sus manos se deslizan hacia arriba, deteniéndose en
mis caderas antes de agarrar y tirar mi ropa interior por mis piernas. Demasiado
lento para mi estado de ánimo.
Me presioné contra su toque. —No me referí a ti de esa manera, pero tus
fanáticas parecían decepcionadas de que pudiéramos serlo.
Me rueda ligeramente, para llegar a mis espaldas y abrir mi vestido. —¿Les
confirmaste que no estoy disponible?
—Ellas lo sabían —le digo, arqueándome para que pueda deslizar mi
vestido por mi cuerpo. Cuando estoy completamente desnuda, y él me mira como
si yo fuera la cena de Acción de Gracias, las Joyas de la Corona y una modelo de
Playboy, todo en un solo cuerpo desnudo, agrego—: Podían decirlo por la forma en
que me mirabas.
Resopla, desabrochándose la camisa de vestir. —¿La forma en que te
miraba?
—Sí.
Se quita su camisa y se inclina hacia atrás, por encima de mí. —¿Y cómo te
miro?
Sus brazos se presionan contra el algodón de su camiseta, que de alguna
manera parece que apenas puede contener su bíceps y su ancho pecho. La forma
en que la camiseta se encuentra levemente introducida en la parte delantera de sus
pantalones negros de vestir... dulce Jesús.
Pasa una palma por mi estómago y extiende su gigante mano a través de
mis costillas. —¿Snap?
—Shh, Poodle. Estoy teniendo un momento con Johnny Castle en Dirty
Dancing justo ahora.
—¿Eso es algo bueno o algo malo? —pregunta, inclinándose para lamer mi
cuello.
—Llevaba una sandía1 .
Él se aleja y me mira antes de agacharse para oler mi aliento. —¿Cuán
borracha estas?
—Por el amor de Dios, hombre, no estoy borracha. Desnúdate o pon esa
boca entre mis piernas.
Espero que sea un buen chico y cumpla —ha estado tan bien esta noche—
pero se niega.
De pie, toma mi mano y me levanta, envolviendo sus brazos alrededor de
mi cintura. —No te follaré en el suelo —dice.
—Entonces, ¿por qué me pusiste allí?
—Impaciencia. Tal vez torpeza.
Me río. No hay ni un hueso torpe en el cuerpo de Finn, pero definitivamente
hay 206 impacientes.
Me lleva por el pasillo hasta mi cuarto, pasando el armario del pasillo sin un
segundo vistazo.
—¿No vas a atarme esta noche?
Niega con la cabeza.
—Pero me gusta.
Oigo su risa silenciosa. —A mí también me gusta. Simplemente no quiero
hacerlo cada vez que estemos juntos.
—Voy a poner mis manos sobre ti —digo, como si fuera una amenaza.
—Ese es el punto. —Se gira, inclinándose para besar mi cuello e inhalar
lentamente, oliéndome.
Estirando mi mano, libero su camisa de sus pantalones. —Entonces la
cuerda no es en realidad para hacerme esclava, es…
—A veces, sí —admite, chupando el punto de mi pulso—. Me gusta la
libertad que me da para tocarte como quiera. Creo que ambos sabemos que soy del
tipo controlador.
Me río, pero se convierte en un gemido cuando pasa su mano por mi
hombro, y a través de mi pecho.
—Pero también me gusta ver la evidencia.
1Referencia a la película Dirty Dancing, donde la protagonista femenina Babe, mantiene una charla
con el protagonista masculino Johnny sosteniendo una sandía en la mano.
Muerdo mi labio, sonriendo mientras desabrocho su cinturón y sus
pantalones y luego los bajo por sus caderas. —¿La evidencia?
Observa mi boca, saliendo de sus ropas. —Me gusta dejar marcas. Me gusta
verte mojada, y observarte caminar diferente en la mañana porque te follé tan bien
que tus piernas no funcionan correctamente. —Finn desliza su lengua por mi
garganta, haciéndome estremecer—. ¿La forma en que lucías la mañana en que te
vi en Starbucks? Nunca volverás a lucir así luego de una noche conmigo.
Dejo salir un aliento entrecortado cuando chupa con fuerza mi hombro,
dejando una marca. —Me gusta ver lo que te hago —dice—, especialmente a ti,
porque puedo ver cuánto confías en mí, y me vuelve loco ver lo bien que puedo
hacerte sentir. La cuerda es simplemente algo con lo que estoy muy, muy… —Alza
su cabeza de mi cuello y besa mi boca, mi mandíbula, mi mejilla y la deja sobre mi
oído, susurrando—: Muy cómodo.
—Oh. —Oh, dulce señor. Estoy dolorida y mi piel está sonrojada. Juro que si
me toca entre las piernas una vez más, estallaré como una bomba—. Tan posesivo
—balbuceo, arqueando mi cuello para darle un mejor ángulo.
—Sí —concuerda—. Exactamente eso. —Estudiándome, me guía para que
me recueste en su cama y se arrastra sobre mí. Es enorme en el cuarto oscuro, un
planeta colgando sobre mi cabeza. Lentamente, inclina su cabeza hacia mi pecho,
lame mi pezón, chupando y jugando con mis pechos hasta que las puntas están
hinchadas y doloridas, sonrojadas y calientes—. Así —susurra, inclinándose para
lamer, succionar y tirar del pico entre sus labios un poco más, hasta que mi piel
brilla en la habitación en sombras—. Estos me gustan mojados y duros…
Se inclina de nuevo, mordiendo justo debajo de mi pezón. Sus dientes
presionan más duro y más cortante hasta que la única sensación de la que soy
consciente es la línea aguda entre ellos, la presión y el delicioso dolor, dolor, dolor...
—¡Ah! —grito, y justo cuando creo que va a hacer que sangre, se retira,
pasando su lengua sobre la mordida, besándola dulcemente.
—¿Se siente bien? —ronronea contra mi piel.
Estoy a punto de contestar “Demonios, no”, cuando el dolor es reemplazado
por una sensación como nada que alguna vez haya experimentado: el calor
palpitante y el placer intenso se mezclan. Su mordida ha creado un pequeño punto
de hambre insaciable en mi pecho. Quiero que su boca vuelva allí, chupando,
calmando y mordiéndome más.
—Más —consigo decir.
Los ojos de Finn parecen brillar con victoria por mi reacción —mis manos
tirando de su rostro hacia mi pecho, mi espalda arqueada contra la cama—, y muy
cuidadosamente muerde, dejando surcos profundos en un diseño intrincado por
todo mi pecho. Alrededor de mis pezones y en la curva llena debajo. Por los
costados, y por la suave pendiente justo arriba de las puntas doloridas.
Besa cada punto, lamiendo y succionando hasta que mi piel brilla, y estoy al
borde de gritar. Sube mi mano para que pueda sentir cada pequeña hendidura. —
Tócalas —dice, arrastrando sus dientes desde mi hombro hasta mi brazo—. Dime
cómo se siente cuando te lamo.
Los pequeños surcos me recuerdan las marcas de cuerda, pero de alguna
manera son más íntimos. Estas marcas rojas que le dicen a la habitación, al cielo, y
a la luna llena afuera, por tan sólo un pequeño momento, que le pertenezco. Que
mi cuerpo es suyo.
No quiero que desaparezcan, y puedo adivinar que él tampoco cuando
vuelve a la primera, poniendo su posesividad de vuelta en mi piel.
Necesito su cuerpo presionado al mío, cubriendo mis pechos para que el
soplo de su aliento en las puntas no me haga gritar, y quiero el suave y mojado
deslizamiento de su lengua sobre las sensibles marcas de mordida. Me siento
abierta, devorada y vaciada, llenada con un deseo tan consumidor y profundo que
puedo sentir cuán cálida y suave estoy debajo de él, lista para tirarlo sobre mí.
Dentro de mí.
Me chupa mientras sus manos están ocupadas en otro lado, y oigo el crujido
de un paquete de condón y el sonido mojado de su lubricante mientras coloca el
látex por toda su longitud.
—Dime si es demasiado —dice contra mi piel mientras se posiciona y
presiona su pecho contra el mío, deslizándose dentro de mí de un golpe largo y
suave.
Podría estar gritando, maldiciendo, o rogando; no lo sé. Mi piel está
dolorida por la fricción pero aterrorizada por ello al mismo tiempo. Es una tortura
divina. Las marcas de las mordidas están palpitantes y calientes, y mi pecho está
tan mojado que Finn se desliza encima de mí, gimiendo mientras entra y sale. Oh,
Dios. El roce de su piel sobre mis pechos quema y duele, es placentero y
tranquilizador, y cuando aleja su pecho necesito que vuelva. Tirando de él sobre
mí, le ruego que vaya más rápido.
Por favor…
—Dime cómo se siente —dice en tono áspero.
—Se siente… se siente… —Mis pechos están pulsando con cada latido de mi
corazón, y están tan sensibles que estoy segura de que podría pasar su lengua por
la punta y…
Finn se inclina y presiona su lengua justo debajo de mi pezón, y la desliza
hacia arriba mientras se empuja profundo y comienza a follarme con esos
pequeños golpes perfectos. Grito, aferrándome a él.
Se siente como si fuera tuya.
Su lengua tranquiliza el dolor pero me hace arquearme, me hace rogar y
rogar para que sus caderas se muevan más rápido y su boca moje más mis pechos
y para que por favor,
Por favor,
Por favor,
Por favor haga que me corra.
Hace un sonido contra mi piel justo cuando tiro debajo de él, jadeando. Su
sonido es mitad risa, mitad gemido emocionado, y en un instante lleva mis manos
sobre mi cabeza, inmovilizándome, trabajándome con sus caderas y su boca hasta
que está destrozándome.
Estoy llenándome de placer, trepando, con mi piel sonrojada, cálida y
mojada, y luego estoy gritando su nombre, consumida por el delicioso placer
pulsante hasta que no puedo diferenciar entre toques. Sólo es Finn sobre mí, el
placer desgarrándome, y sus suaves sonidos roncos de ánimo. —Eso es. Eso es. Oh,
mierda, te estás viniendo. Oh, mierda.
Es extraño perder tu mente, pero eso es lo que me hace; en estos momentos
de felicidad salvaje, cuando acabo de venirme y él está perdiéndose en mí, todo lo
demás en el mundo desaparece. Las estrellas podrían caer, el océano podría arrasar
con la tierra, y yo ni siquiera me daría cuenta hasta mucho tiempo después de que
Finn redujera la velocidad de sus caderas y deslizara su mano por mi pierna y mi
costado, hasta que tomara mi mandíbula, acunándola y diciéndome que nunca ha
querido nada de la manera en que me quiere a mí.
De hecho, si el mundo terminara esta noche, supongo que no lo oiríamos
hasta la mañana. Finn sale de la cama sólo el tiempo suficiente para deshacerse del
condón y volver con una toalla mojada, limpiando el lubricante en mi piel para
poder hacer algunas de las cosas más malvadas con su boca entre mis piernas.
Su lengua me lame, me roza con sus dientes y gruñe como un animal
salvaje, extendiendo mis piernas con una mano aferrando mi muslo, colándome un
dedo con la otra. Y siento el significado depravado de la frase comiéndosela. Él está
devorándome.
Y luego, con sus ojos fijos en mi cuerpo, desliza sus dedos más abajo y hace
algo inesperado, y la única forma en que sabe que me gusta es por el grito cuando
me vengo con más fuerza contra su boca de lo que jamás me he venido.
Finn besa mi muslo, mi cadera, mi ombligo, diciendo: —Jodido infierno.
Y luego me empuja contra el colchón, poniendo mis pies en el suelo para
poder inclinarme sobre la cama.
—¿Ya estás adolorida, chiquilla sucia? —pregunta silenciosamente,
abriendo un nuevo condón con sus dientes.
Me giro para mirarlo sobre mi hombro, alzando mi barbilla en desafío. —
No.
—Bien.
Porque cuando se posiciona y empuja tan profundo que colapso contra la
cama, sé que va a follarme, sucio y duro.
Es como en Las Vegas de nuevo: salvaje, con su palma en mi trasero y su
otra mano tan enterrada en mi cadera que ya veo los pequeños moretones que sé
que encontraré mañana. Pero finalmente reconozco a Las Vegas por lo que fue: No
fue su follada “normal” con una extraña, Finn siendo dominante y duro. Fue Finn
sin ataduras, Finn al desnudo conmigo, su extraña perfectamente sincronizada. Sé
que con alguien más habría sido cuidadoso esa primera noche —hubiera ido más
lento, con palabras más suaves y caderas ligeras—, pero eso no podía serlo
conmigo.
Sólo podía hacerlo salvaje porque sentía lo que yo sentía: esa rienda suelta
que viene cuando conoces a la persona que te libera.
Finn nos baja al suelo, pasando su mano por mi columna sudorosa, y luego
siento su propio pecho sudoroso presionarse contra mi espalda mientras se curva
sobre mí, entrando de nuevo, e inmediatamente cabalgándome rápida y
fluidamente, sus manos codiciosas acunando mis pechos.
Es insaciable en el suelo, contra la pared, en la cama con mis piernas en sus
hombros. Es así, bajo el firme toque de sus dedos, que me derrumbo con un grito y
sus dientes contra mi tobillo. Sé que está cerca de su propia liberación porque frena
sus empujes, tarareando contra mi pierna.
—¿Qué quieres que haga? —pregunto, deslizando mi mano por su pecho
sudoroso y bajando mis piernas a sus costados.
—Se siente malditamente asombroso —dice a través de respiraciones
pesadas, inclinándose para besarme—. Quiero venirme, pero tampoco quiero.
—No hay apuro —ronroneo, tirando de él hacia abajo para que su pecho
esté presionado contra el mío.
—Tuve una probada de ti desnuda, más temprano —admite
silenciosamente—. ¿Tienes alguna idea de cuán bien te sientes sin este maldito
condón? No puedo parar de pensar en cuán cálida y dulce eras.
¿Cómo es posible que haya olvidado lo que hicimos en el auto? Una mezcla
de anhelo y ansiedad oscurece mis pensamientos.
—Es como si tratara follarte hasta que esta cosa desaparezca. —Ríe contra
mi hombro y comienza a moverse de nuevo. Recuerdo cuán cálido se sintió, cuán
suave.
Quiero sentirlo, también.
Empujo su pecho, por lo que sale de mí, y me estiró por él, sacándole el
condón.
—No, Harlow, no me refería a…
—Shh, lo sé —digo, buscando la toalla húmeda en la cama y utilizándola
para limpiarlo a él, esta vez—. Ven aquí.
Me recuesto, tirando de sus caderas más alto, sobre mi rostro. De todas las
cosas que me ha hecho, nunca se ha permitido correrse de esta manera.
Con sus rodillas en el colchón a mis lados, se desliza cuidadosamente se
entre mis labios, y dentro de mi boca.
—Mierda. —Gime, cerrando sus ojos—. Vas a arruinarme.
Al principio da empujes cortos y tentativos, hasta que está mojado,
hambriento, y tan duro contra mi lengua que no puedo evitar hacer pequeños
ruidos desesperados mientras se mueve más profundo. No hay nada en este
mundo que quiera más en este momento que observarlo comenzar a subirse
lentamente, con sus manos apoyadas contra la pared y la cabecera, su pecho
temblando con sus suspiros entrecortados. Deja salir un ahogado “Cerca”.
Deslizo mis manos por sus muslos y hacia el medio, rodeando su base y
detrás de sus bolas con ambas manos.
—Sigue haciendo eso y voy a venirme en tu boca —advierte.
Aprieto mis manos, succiono más fuerte y él arquea su espalda,
hinchándose contra mi lengua y viniéndose con el maldito gemido más caliente
que jamás he oído en mi vida. Se queda sobre mí, sudor goteando de su frente a la
almohada al lado de mi cabeza, observándome con sus fosas nasales ensanchadas
y sus ojos salvajes, mientras lo lamo y lo beso.
Alejándose lentamente, vuelve a sentarse en sus pies sobre mí, recuperando
el aliento. —Mi Dios.
Su pene descansa pesadamente en mi pecho, y me siento completamente
destrozada, de la mejor manera. Estoy agotada, no siento mis huesos, estoy
sudada, y probablemente soy la mujer más satisfecha en la historia de las
relaciones sexuales.
Bajando por mi cuerpo, Finn parece mucho más serio. Inspecciona
cuidadosamente mis pechos en la tenue luz que se filtra por la ventana de la
habitación. Sus dedos viajan por las marcas de mordida casi desaparecidas. —
¿Estás bien?
—Sí.
Desciende, cubriendo mi pecho con pequeños besos húmedos. —Necesitaba
esto, esta noche.
—Yo también lo necesitaba —digo bruscamente, exhalando un aliento
enorme—. Es aterrador cuánto lo necesitaba.
—¿Estás bien? —pregunta, alzándose sobre mí en la oscuridad—. ¿Necesitas
más?
—Estoy perfecta. —¿Podía hacerlo de nuevo? Santa mierda.
Se inclina y besa la punta de mi nariz, como si pudiera ver cada uno de mis
rasgos en la oscuridad. —Sí.
A pesar de todas sus expresiones malhumoradas y respuestas monosílabas,
Finn es un amante sorprendentemente generoso. Estoy algo así como
conmocionada por comprender el hecho de que se alegra más con mi placer que
cuando yo lo toco.
—¿Alguien alguna vez te ha dicho que eres algo asombroso? —Culpo a mi
estado feliz por el multi-orgasmo, por la manera en que mi voz sale algo
temblorosa.
Pero predeciblemente, ríe, presionando un beso entre mis pechos. —No. —
Se pone de pie para caminar al baño y buscar un vaso de agua.
—Bueno, para que lo sepas, eres asombroso, Rayo de Sol.
Cuando vuelve, el colchón se hunde y siento el increíble calor de su cuerpo
deslizarse detrás de mí, debajo de las sábanas. Tiene cuidado de no empujarme,
pero se acurruca a lo largo de mi columna, su grueso brazo enroscándose
alrededor de mi cintura con su mano extendida a través de mi estómago con una
nueva posesión emocionante. Eventualmente, mi respiración se calma y estoy en
ese lugar delicioso justo antes del sueño, donde todo en el mundo es perfecto.
—Eres tú —susurra, y luego se inclina para besar mi cabello.
Eres tú.
Y de repente, estoy en una licuadora mental, imaginando todas las cosas que
podría haber querido decir cuando lo dijo. Sin embargo, no le toma mucho tiempo
aclararse.
—Quiero ser bueno para ti. —Me da vuelta para enfrentarlo, y me besa una
vez antes de admitir—: Sólo estoy malditamente salvaje por ti.
—Creo que recién acabo de verlo —susurro.
—Es decir —aclara—, el tipo de te amo de salvaje.
Siento cada gota de sangre en mi cuerpo agruparse en mi pecho, el placer y
la emoción construyéndose, y luego explotan en mis extremidades en una loca
corriente de adrenalina, alivio y amor tan enorme, que me siento mareada.
—¿Sí? —pregunto con una sonrisa tan atontada que estoy aliviada de que
no pueda verme demasiado bien en la habitación oscura.
Pero su risa me dice que estoy equivocada y que puede verme bien. —Sí.
Consigo decírselo también, riendo contra la presión firme de su boca sobre
la mía, dura y salvaje, todo de nuevo.
Traducido por florbarbero & Jeyly Carstairs
Corregido por Daniela Agrafojo
Solo una hora en mi turno de cinco horas en la NBC y recibo una llamada de
Salvatore, diciéndome que aceptó mi propuesta. Le encantaba mi idea, y ¿además?
Va a encontrar un lugar para mí en el personal de su nueva compañía de
producción.
—De ninguna manera debes continuar revolviendo papeles en ese lugar —
dijo—. Tienes lugares para estar, nena. —Y por primera vez, estaba de acuerdo.
Estoy lista.
Apenas puedo concentrarme en las pilas gigantes de carpetas que tengo que
presentar, cuántas copias estoy haciendo o de quiénes son los cafés que estoy
vertiendo. Finalmente, creo que podríamos tener una solución que funcione para
todos: podría salvar el negocio familiar de Finn y... podría permitirme estar más
cerca de él con más frecuencia.
La primera cosa que hago el lunes por la tarde cuando salgo del trabajo es
enviarle un mensaje de texto a Finn: ¿Estás en lo de Oliver?
Lo veo comenzar a escribir, y luego se detiene. Y entonces estoy en el
ascensor, saliendo del edificio, y camino hasta mi auto, mirando a mi teléfono, casi
tropezando con un poste de teléfono y casi siendo golpeada por una bicicleta,
porque no estoy viendo hacia dónde voy.
Ya estoy casi en casa para cuando su mensaje aparece: Sí.
OK, voy para allá. Respondo, riéndome sobre el tiempo que le llevó escribir
una palabra.
También se toma una eternidad para abrir la puerta, a pesar de que su
camioneta está estacionada enfrente. Y cuando lo hace, se ve... mal.
Resentido, incluso.
—Hola —le digo, dando un paso cerca y estirándome para besarlo. Puedo
decir que acaba de ducharse, pero no se afeitó. Se encuentra áspero y huele a jabón
y café. Pero no se inclina hacia mí, y en su lugar ofrece el ángulo sin afeitar de su
mandíbula.
—Hola. —Da un paso hacia atrás, evitando el contacto visual, y dejándome
caminar por delante de él en la casa.
—Estás muy... malhumorado —murmuro, sentándome en el sofá de Oliver.
La inquietud burbujea en mi vientre, y estudio su expresión, mentalmente
registrando todo lo que he dicho o hecho en las últimas veinticuatro horas, que
podrían hacer que actúe de esta manera—. ¿He hecho algo?
Titubea, encogiéndose de hombros, y luego pregunta—: entonces, ¿qué
pasa?
Me detengo por un segundo; no respondió a mi pregunta en absoluto. Pero
las buenas noticias que tengo avanzan en mis pensamientos. Cualquiera que pueda
ser su mal humor, tengo el poder para animarlo. —Vine porque quería decirte
algo. Algo muy bueno, en realidad.
—¿Algo bueno? —dice, mirándome a la cara. Su expresión cambia de
sombrío a esperanzado—. ¿Es una buena noticia acerca de tu mamá?
Me congelo, no estoy segura que lo escuché bien. —¿Qué acabas de decir?
—Tu madre —repite—. ¿Es una buena noticia acerca de ella?
—¿Cómo... ? —Hago una pausa, cerrando los ojos mientras mi corazón cae
en mi pecho. No se lo he dicho a Finn aún, lo que significa que lo escuchó de
alguien más—. No. Yo... ¿cómo supiste...? —Tropiezo alrededor, tratando de
encontrar mi equilibrio. ¿Quién le dijo y qué es lo que sabe? Mi estómago se
hunde. Ahora entiendo su estado de ánimo—. Finn, iba a decirte sobre eso, pero
eso no es lo qué...
Su rostro está tenso de nuevo, la mandíbula apretada. —¿Te das cuenta de
que tu mamá tiene lo mismo que mató a mi mamá? Pensé que tal vez te gustaría
confiar en mí dado que, de cualquier persona en tu vida en este preciso momento,
yo entiendo lo que probablemente estás sintiendo. Además, ya sabes, porque me
amas.
Retrocedo, la ira subiendo como vapor en mi pecho. —¿Me estás dando
mierda por no compartir esto inmediatamente?
Cierra los ojos, apretando los dedos en su frente. —He estado por muy
perdido por esto hoy, Snap. Entiendo por qué no querrías hablar conmigo de eso al
principio, lo hago. Pero entonces más tarde... —niega con la cabeza—. Sentí que mi
mierda se caía a pedazos y realmente me ayudó tenerte allí. A ti, específicamente.
Es parte de lo que me ayudó a ver esta cosa entre nosotros como algo más que
físico. Pero al parecer, no necesitas lo mismo de mí.
Empiezo a interrumpir, pero levanta su mano para detenerme. —E incluso
después de que estaba claro que era más, incluso antes de que dijimos
concretamente que era más entre nosotros, sabíamos que lo era, y no me dijiste
acerca de todo esto. Sé lo que tu familia es para ti, Harlow. Sé cuán cerca estás.
Entiendo por qué eras un desastre tan desesperante al comienzo y, probablemente,
no querías pensar en ello cuando estábamos juntos. Lo entiendo. Lo que no
entiendo es por qué anoche, o todas las otras veces que éramos solo tú y yo
entendiéndonos a la perfección, no podías simplemente... —Deja de hablar,
pasándose la mano por su cara y sentándose en una silla frente a mí.
—Solo que no quería realmente hablar...
—No digas eso —interrumpe, ahora enojado—. Todo el mundo lo sabía.
Ansel, Oliver, Lola, Mia. Todos ellos malditamente lo sabían. Soy el que está en tu
cama, soy el que estás mirando como si significara algo, y soy la única persona que
no sabe lo que te está consumiendo por dentro tan mal como para que vinieras a
buscarme en primer lugar.
Quiero levantarme e ir hacia él, pero su lenguaje corporal es tan
desconocido: sus hombros encorvados, con sus codos sobre las rodillas, la gorra
tirada tan baja sobre su frente que ni siquiera puedo ver sus ojos. Es como ver al
Finn de semanas atrás. Cuando no era más que un desconocido con el que me
había casado. —Finn, lo siento. No lo oculté por ti. Solo...
Niega con la cabeza, suspirando. Finalmente, después de lo que se siente
como una eternidad, dice—: Yo... entiendo lo que estás sintiendo, cuán difícil es
pasar por esto. Cuán protectora te sientes de tu familia. Y... no sé, reflexionando,
me doy cuenta de que podría haber hecho lo mismo si esto me sucediera ahora.
Todo esto, simplemente me sorprendió, eso es todo.
—Estoy segura.
—Quiero decir —comienza, mirándome, su expresión ansiosa—. ¿Estás
bien?
—Si y no.
El silencio llena la habitación por un largo, doloroso minuto. No sé qué más
decir. Parece que sería un buen momento para finalmente hablar sobre lo que está
pasando con mi mamá, informarle de todo, pero el estado de ánimo es el
incorrecto. No quiero forzarlo a ser tierno conmigo en este momento, y desde
luego no tengo ganas de hablar de ello si va a continuar siendo distante y
silencioso.
Me deslizo por el sofá y me arrastro por el suelo, dejando aparecer una
sonrisa insegura en mis labios.
—Oye —le digo, poniendo mis manos sobre las rodillas.
Me mira por un momento, tragando con fuerza.
—Oye, nena —susurra finalmente, extendiendo sus piernas para hacerme
espacio. Deslizo mis manos por sus muslos, su estómago, su pecho, deteniéndome
en su cuerpo hasta que puedo presionar un pequeño beso en su cara triste.
—No me gusta que esto sea algo entre nosotros —le digo, y sigo con otro
beso—. Estaba pensando en hablar contigo sobre eso pronto, probablemente
incluso hoy, pero anoche solo quería que fuéramos nosotros.
Asiente. —Lo sé.
Lentamente, bajo mis pequeños, besos succionadores empieza a relajarse, y
siento sus manos ascender por mis costados y por mi espalda.
—No es solo una cosa para mí, ¿está bien? Lo que estás pasando con tu
mamá es una gran cosa en tu vida. Fácilmente la más grande. Si estamos haciendo
esto...
Después que noto va a dejar la frase así, le digo—: Te prometo que voy a
hablar contigo. Necesito a alguien con quien hablar.
—Bueno.
Nuestros besos son cortos y suaves; Finn me da solo la punta más pequeña
de su lengua para humedecer mis labios contra los suyos. Su mano se desliza hacia
atrás alrededor de mi parte delantera y hacia abajo entre mis piernas,
ahuecándome sobre mis vaqueros cortos.
Hago un pequeño gesto de dolor, renunciando a su firme agarre.
—¿Te duele? —pregunta, retrocediendo para mirarme.
—Solo un poco dolorida. Me montaste como un caballo de rodeo.
Riendo en otra serie de suaves, besos breves susurra—: ¿Quieres que lo bese
y hacerlo mejor?
La visión de la cabeza de Finn entre mis piernas y los recuerdos de su cálida
succión y gruñidas vibraciones, de las cosas que me hizo anoche, me hace desear
diferentes besos, los más profundos que me da con su lengua y sus sonidos.
Su otra mano se acerca para agarrar la parte de atrás de mi cabeza y me da
exactamente lo que quiero: los profundos, besos exigentes de un hombre a punto
de tirarme abajo y satisfacerme.
Su pene presiona en mi estómago y es una presencia que no puedo ignorar.
Besando su cuello empujo la camisa con mis manos, mordisqueando y chupando
en su caliente pecho, abdomen, y huesos de la cadera. Se levanta una vez que tengo
la bragueta desabrochada, ayudándome a bajar los vaqueros por sus muslos.
Me encanta la honestidad entre nosotros, cómo él observa, ojos fijos y
parpados poniéndose pesados cuando acerco mi lengua a su longitud desde la
base hasta la punta, chupando la dulzura.
—Joder, eso es bueno —susurra.
Jugando, lamo alrededor de la base y toda su longitud, mojándolo todo así
puedo llevarlo a mi boca tan profundamente como puedo, chupando arriba y abajo
mientras me mira fijamente, con ojos oscuros y labios entreabiertos.
Deslizándome hacia atrás, lo libero con una sonrisa. —Me gusta cuán serio
te ves cuando estoy dándote una mamada.
—Es algo que me tomo jodidamente en serio. —Su pulgar se acerca para
frotarse sobre mis labios.
Lamo su pulgar, lamo la cabeza de su polla, tomando ambos entre mis
labios, jugando con ellos con mi lengua. Debajo de mi palma aplanada, los
músculos de su estómago experimentan espasmos y se tensan.
—Vamos a la cama —dice, con voz tensa—. Quiero lamerte mientras lo
haces.
Retrocedo y me pongo de pie, y cuando él se levanta, alza sus vaqueros por
encima de sus caderas y se inclina hacia mí. —Ven aquí.
Su beso es tan dulce, tan penetrante que literalmente hace que mis piernas
se tambaleen. Sus brazos se enredan alrededor de mi cintura y espalda, su enorme
cuerpo enroscándose sobre el mío... siento que lo estoy trepando, arañando mi
camino así puedo envolverme a su alrededor.
—¿Fue nuestra primera pelea? —pregunta contra mis labios, sonriendo.
—Supongo —digo—. No está mal.
—Oye —dice, retrocediendo para mirarme—. Dime tus buenas noticias
antes de llegar a desnudarnos y olvidar el mundo.
Oh, cierto.
Trago, tomando una respiración profunda. No sé por qué estoy tan
nerviosa, esto es una buena cosa, pero es un asunto importante para nosotros y lo
quiero tanto que puedo probarlo. —Creo que tengo una manera de salvar tu
negocio.
Una breve carcajada escapa de sus labios, y se aleja un poco más antes de
preguntar—: ¿Ah, sí? Impáctame.
Dios, esto es difícil de hacer cuando su petulancia ha regresado. Avanzando,
digo—: tuve una idea en lo de Salvatore la otra noche, pero no quería
mencionártelo hasta conseguir una opinión de él si funcionaría.
Los ojos de Finn se estrecharon.
—Mira, la nueva productora de Salvatore, junto a mi papá, está empezando
el rodaje de esta película realmente enorme en abril. Gran parte de ella tiene lugar
en el agua, en un barco grande.
Sigue mirándome, sin reacción en absoluto. Mi estómago se retuerce.
—Pensé que tal vez él podría arreglar tus barcos como pago por usarlos
como un set en la primavera. Y acepté un trabajo con él, en la productora, por lo
que podía estar allí contigo mucho.
Asiente lentamente, estudiándome. —No estoy seguro de que sigo lo que
estás diciéndome.
—Estoy diciendo que te he conectado con Salvatore, y quiere pagar por usar
tus barcos para una película que podría filmar durante algunos meses. Pero lo
mejor es que necesitarían horas extrañas, como en medio de la noche, así que pensé
que aún podrías pescar en la mañana y...
—¿Ofreciste los barcos de mi familia a un equipo de filmación sin hablar
conmigo?
Mi piel se enfría, el pánico aumentando en mi pecho. —No los ofrecí, solo
quería ver si podría ser una opción...
—Pero, por supuesto, tenía que subir bastantes canales internamente para
que Salvatore te llame en persona y diera su aprobación. Y todo esto sucedió sin ni
siquiera hablar conmigo. —Se agacha, abrochándose los pantalones—. Solo quiero
asegurarme de que estoy entendiendo aquí.
—Finn, yo...
Suelta una breve, cabreada risa. —¿Ni siquiera saben cuánto costará arreglar
estos barcos?
—Bueno, primero arreglarán para usar La Linda, pero al menos es una
ventaja para ti, ¿no? Es decir, son algunos cientos de miles de dólares o más que
puedes utilizar para recuperarte.
—¿Ya has hablado de cuáles barcos? ¿Y dinero? —Los ojos de Finn son tan
amplios que me hace ver por primera vez cuán verdes pueden ser—. Harlow,
nunca habías visto mis malditos barcos. ¿Hablas en serio ahora mismo?
Toda esta conversación se siente como un latigazo. Todavía puedo sentir el
calor y la forma de él en mi boca. Mis manos están temblando, mis ojos escuecen
con la amenaza de lágrimas. —Finn, solo han pasado un par de conversaciones
hasta ahora. Saben que necesitas reparar tus barcos. —Su cara se pone roja, su
mandíbula tensa, y me apresuro a agregar—: Están muy emocionados por trabajar
contigo en esto.
—Una tonelada de mierda de decisiones se puede hacer en un par de
pequeñas conversaciones. ¿Están contando con esto?
Siento que mi estómago me abandona. —Creo que están listos para seguir
adelante con su parte, sí.
Su expresión crece estruendosa. —¿Por qué no hablaste conmigo antes de
acercarte a Salvatore? —pregunta, girando y caminando por la habitación—. ¿Por
qué crees que fue una buena idea entrometerte en esto? Este es mi negocio,
Harlow, esta es mi vida. Mi familia. ¿Cómo sabes siquiera si esto podría funcionar
para nosotros? Estás aquí revolviendo papeles y consiguiendo donas para los
ejecutivos de la NBC en el centro mientras estoy tratando de salvar todo un
negocio que mi abuelo comenzó cuando tenía dieciocho años, por el amor de Dios.
¡Mi padre, mis hermanos y yo dependemos de esto! ¡Ni siquiera sé lo que le dijiste
a estos tipos!
—Puedo decirte todo —digo, siguiéndolo y poniendo una mano en su
brazo—. Cuando hablé con Salvatore en su lugar...
—Aw mierda, Snap —interrumpe, sin escucharme y empieza a caminar de
nuevo. Se saca el sombrero, se frota las manos por encima de su cuero cabelludo y
por su rostro—. Esto es un maldito desastre.
Toda esta conversación me tiene sintiendo problemas de equilibrio, y me
esfuerzo por averiguar qué decir para aclarar que es una cosa buena. —Este es el
dinero que te permite reparar tu barco principal —le recuerdo, tratando de
mantener la voz firme—. Y para usarlo exactamente como has estado usándolo
antes de que se averiara. No tienes que hacer el reality show para mantener tus
barcos. Esto permitiría a tu negocio mantenerse solvente, trabajar con tus
hermanos y llegar delante de...
—¿Tienes alguna idea de lo ingenua que suenas en este momento?
Lo miro boquiabierta. De hecho, puedo sentir el pulso en mi cuello, cuán
fuerte mi corazón está latiendo. —¿Sabes qué? Por qué no me llamas más tarde y
podemos hablar acerca de esto. Estás siendo un épico imbécil.
Da la vuelta para mirarme, atónito. —¿Estoy siendo un...? —Cierra los ojos,
respira profundamente y luego exhala, abriendo sus ojos de nuevo—. Sí, es
probablemente mejor si te vas.
***
Mia retira la tercera taza de café de mis temblorosas manos. —No creo que
necesites más cafeína, cariño.
Ha tomado un tiempo precioso lejos de Ansel para venir a verme en mi
modo de crisis. Dejo caer mi cabeza sobre mis brazos en la mesa, gimiendo. —¿Soy
una idiota? ¿Es un idiota?
Lola recoge su muffin de arándanos. —Ambos, creo.
—¿Alguien puede explicarme el cerebro masculino? Primero estaba enojado
por mamá, después me encontraba a punto de darle la mamada de su vida, luego
estoy tratando de salvar su negocio, y entonces va y lanza un enorme berrinche. —
Siento la amenaza de las lágrimas regresando—. ¿Qué demonios acaba de pasar?
—Bueno —comienza Lola—, básicamente, ventilaste todos sus trapos sucios
a un potencial socio para él y ofreciste algo que no estás segura de que pueda
cumplir.
Gimo. —Dios, cuando lo pones así sueno como una idiota.
¿Lola hace el Pozo? la enfrento y hace una mueca de dolor con compasión.
—Esta cosa con Salvatore podría ser increíble, Lola. Sí, era arriesgado, ¡pero
podría resolverse si solo se detenía con lo del hombre de las cavernas golpeando su
pecho y lo pensaba! —Mirando a cada una, a su vez digo—: ¿Por cierto? No
pueden decirles nada de esto a Oliver o Ansel. Finn no les ha dicho todavía.
Lola asiente inmediatamente, pero Mia se retuerce un poco en su asiento.
Finalmente, dice—: está bien. Pero realmente espero que les diga pronto porque
¿secretos conmigo y Ansel? Históricamente no es algo bueno.
—Lo sé, terroncito de azúcar, y lo siento por ponerte en esta posición. —Me
inclino sobre la mesa para poner mi mano en su brazo—. Pero no lo olvidemos, fue
tu marido hablador que divulgó los detalles del cáncer a Finn antes de que tuviera
la oportunidad, así que ustedes en cierto modo me lo deben.
—Solo me abriré de piernas una vez esta noche para castigarlo —bromea.
Me río. —Troll.
—Aunque, en serio. Ansel es mitad Adonis, mitad cachorro. ¿Quieres que
esté enojada con él por preocuparse por ti y olvidar que no debía hablar de tu
madre? —Su ceja levantada ligeramente me dice que ella conoce la respuesta.
Dejo caer mi cabeza sobre mis brazos de nuevo —No. Él es adorable, dulce y
soy una idiota por entrometerme en los asuntos de otra persona, como de
costumbre —suspirando, digo—. Por lo general funciona tan bien.
—Lo que no entiendo por completo es, ¿Qué estaba pasando entre ustedes?
—pregunta Mia—. Pensé que dormían juntos, y luego no, y ¿ahora te tiene así?
Odio señalar lo obvio, Harlow, pero nunca antes habías llamado a una reunión de
emergencia por un chico.
Lola asiente —Me encontraba bastante segura de que eras la primera mujer
en la historia en llegar a los veintidós años sin una crisis por un chico.
—Nos dijimos te amo anoche —admito en un susurro.
—¿Qué? —gritan al unísono. Algunos clientes de la cafetería que están cerca
se girar para mirarnos.
—Dios, tómenlo con calma, psicópatas —digo, riendo a mi pesar. Están
disfrutando de esto demasiado—. Al principio era esta divertida distracción de lo
que pasaba con mi mamá, mi completa falta de un buen trabajo y todas esas cosas
de la crisis de los veinte por la que ninguna persona que se precie de tener más de
treinta años tiene alguna simpatía.
Recojo una servilleta de papel y empiezo a romperla en pequeñas tiras —
Entonces empecé a pensar en Finn más de lo que pensaba en cualquier otra cosa, y
tenía esta cosa pasando con el barco —aunque no conocí los detalles hasta más
tarde— así que llegamos a un acuerdo para tomarlo con calma.
—¿Y? —pregunta Mia.
—Y… entonces me entretuve tratando de averiguar cómo solucionar su
problema, y pasábamos un montón de tiempo juntos porque ustedes pendejos
estaban ocupados con su trabajo o maridos o totalmente ajenos a los hombres que
están abiertamente enamorados de ti.
—Espera. ¿Qué? —pregunta Lola.
Ignorándola, continúe tranquilamente —Finn es dulce, divertido y estoico
de esa manera que es totalmente ajena a mí, pero de verdad lo apreciaba,
procediendo de la Familia que Discute Todo. Y es caliente. Querido Dios, chicas.
Finn en la cama no es ninguna broma. Y no es un chico quejica de mamá de La Jolla,
es un hombre que fue criado para conseguir que las cosas se hagan, y no llorar por
padrastros. Finn podría romper tu vagina y ser lo suficientemente práctico para
unirla de nuevo —doblo la manga de mi suéter, dejando caer mi voz aún más—.
Me mira como si me adorara, pero entonces se burla de mí —lo cual resulta que me
gusta—y empezó a sentirse como mi chico, ¿sabes? —ni siquiera me importa que
estoy balbuceando ahora, solo voy a dejarlo salir todo—. Me mira como si
tuviéramos este pequeño secreto, y lo hacemos. Mi secreto es que malditamente lo
amo. Y que fue un idiota hoy.
Mia pone su mano en mi brazo y la desliza hacia abajo, enredando sus
dedos con los míos —¿Harlow?
Levanto la vista hacia ella. Mia y Ansel han estado casados desde junio, pero
hace sólo un poco más de dos meses que tuvieron una gran pelea, algo tan grande
y doloroso entre ellos que pude ver en su cara que se encontraba preocupada de
que podría haber perdido la cosa que quería más que nada en el mundo —incluso
más que borrar el accidente que destrozo su sueño de bailar para ganarse la vida:
su matrimonio.
Así que sé lo que va a decir antes de que abra la boca.
—Solo tienes que ir a arreglarlo —dice simplemente—. Está enojado,
herido. Pero tan cliché como suena, nada de eso realmente importa en el largo
plazo. Solo tienes que ir a hablar con él.
***
2
Novela del escritor Kazuo Ishiguro, adaptada al cine por el director James Ivory .
Traducido por Marie.Ang & Ann Ferris
Corregido por florbarbero
***
Treinta y tres horas y una horrible noche sin dormir en el hotel después,
estoy en casa. Entro a mi calzada—el sonido de la grava crujiendo bajo mis
neumáticos es como una canción de cuna—y veo mi casa por primera vez en
semanas. Es raro estar en casa y ver cuan pequeño y extraño se ve todo lo familiar
después de que he estado fuera en el mundo exterior por lo que se sintió por
siempre.
Es en estos momentos que me doy cuenta de cuan diferentes es mi mundo
del de Harlow. Cuanto más tranquilo. En vez de edificios repletos hasta arriba, mi
vista aquí no es nada más que altísimos árboles perennes, agua cristalina y el cielo;
el color extendiéndose que parecía no iba acabar. Casi estoy completamente
rodeado por bosque, tanto que incluso el olor del agua en la parte de atrás de la
casa es eclipsado por la pesada esencia de los árboles en descomposición y el follaje
de enfrente. No hay tráfico, sin ruido, y es enteramente posible simplemente
empezar a caminar y andar días sin siquiera ver a otra persona.
El aire se siente húmedo—todo se siente húmedo—y mis botas chapotean en
el pasto que necesita ser sesgado a lo largo del camino. Después de semanas en el
sol de California, la temperatura me toma por sorpresa. Para el mes que viene la
temporada de tormentas estará aquí, y en solo las pocas semanas en que me fui, las
hojas han empezado a cambiar, la tierra está sucia con espinas de naranja, rojo y
café. Subo el pórtico y saco mi llave, quitando de patadas incluso más hojas que se
han reunido en pequeños grupos alrededor de la alfombra. La cerradura se abre
con facilidad y la puerta oscila ampliamente, la pantalla de la puerta se cierra con
un chirrido y un gemido a mi espalda.
Mi casa es pequeña, de dos dormitorios, pero es limpia y cómoda, y solo a
unos pasos de la puerta trasera estás justo en el agua. Me las arreglé para
comprarla en uno de nuestros mejores años, y estoy agradecido ahora con el
Sensible Finn que previó y compró una casa, en vez de idiota Colton que compró
un Mustang que consume mucha gasolina y un condominio lejos en Victoria.
Está rancio y húmedo en el interior, y por eso dejo mi bolso y camino de
habitación en habitación, abriendo las ventanas para airear el lugar. Trae el frío,
pero vale la pena y casi instantáneamente la casa se llena con el aroma de sal y
pino. Un conjunto de puertas de vidrio en la muralla del fondo lleva a una cubierta
en donde la única vista son millas de azul y verde, la línea de árboles tan espesa en
algunos lugares que se extiende claro por el borde hasta la orilla del agua.
Dejo las puertas abiertas y me obligo a ir a la cocina a encontrar algo para
comer, y rápidamente me doy cuenta del error que cometí al no agarrar algo en mi
camino por la ciudad. El refrigerador está prácticamente vacío pero me las arreglo
para juntar una lata de sopa y unos duraznos que encontré en la despensa, y
mantengo a raya el hambre hasta que pueda ir a la tienda mañana.
Las horas en la carretera, una cabeza llena de pensamientos revueltos, y no
suficiente sueño han tomado su cuota, y casi más de lo que puedo hacer para llegar
a mi cuarto. Sin cerrar las ventanas, me quito la ropa y aparto las mantas, y por
primera vez en años, trepo agradecidamente a mi propia cama.
***
***
***
Han pasado cuatro días desde que la he visto, y todo el que dijo que se hacía
más fácil con el tiempo puede irse al diablo. No estoy durmiendo bien, no estoy
comiendo lo suficiente, y estoy matándome trabajando.
He atado todos los cabos sueltos con Salvatore y puse nuestro bote más
pequeño a la venta, así podemos enfocarnos en los dos botes más grandes. El show
está enviando un equipo de mecánicos para trabajar en Linda en una semana o algo
así, pero es imposible para mí estar tranquilo y no intentar derribar algo por mi
propia cuenta mientras puedo. Soy el primero en el muelle cada mañana y el
último en irse. Para el miércoles, hemos desarmado el motor completo y
finalmente llegamos a la conclusión de qu es problema en particular es demasiado
grande para que lo manejemos por nuestra cuenta.
Colton se pasa la tarde en el teléfono con los productores agendando las
reparaciones mientras yo ayudo a Levi a comprobar las poleas para usar. Papá
revisa las redes y comenta cada una de las reparaciones, cuando escucho una voz
familiar.
—Permiso para abordar, Capitán Wanker.
Miro por el costado para ver a Oliver, sonriéndome.
—Santa mierda —digo. Le hago señas para que suba y rodeo el bote,
observando mientras el sube a bordo—. ¿Qué infiernos estás haciendo aquí? —Mi
primera reacción es alegría, euforia por ver a mi amigo, que recorrió todo el
camino para verme.
Una segunda emoción, más física es miedo. Vine y me fui sin darle ninguna
razón, y nunca me preocupé de avisar que llegué a casa. Y ahora he tomado una
decisión bastante monumental sobre el negocio familiar y todavía no le he dicho
nada a mis dos mejores amigos. —¿Algo está mal? ¿Ansel? ¿Harlow?
Ya está sacudiendo la cabeza. —Están bien —dice—. Solo quería hablar
contigo. —Me tira a un abrazo antes de dar un paso atrás, tomando un minuto
para mirar alrededor—. Nunca pensé que pondría un pien en esto de nuevo —
dice—. Huele como jodido pescado.
—Bueno, estaré maldito.
Ambos nos giramos para ver a un sonriente Colton dirigiéndose hacia
nosotros.
—Colton —dice Oliver, sacudiendo la mano de mi hermano. Oliver mira de
mí hacia Colton y de regreso de nuevo—. Parece como si tú fueras tan feo como
este aquí, pobre bastardo. ¿Cómo estás?
—Bien. Genial, en realidad. ¿Escuchaste sobre el show?
Joder.
—El… show.
—Sí, el show con Canal de Aventuras —dispara Colton distraídamente—.
Dos jodidas temporadas, Olls. ¿Puedes creer…
—Colt —lo interrumpo, alzando una mano—. Esperaba contarle a Oliver
sobre esto yo mismo.
Oliver gira su sonrisa hacia mí y lo he conocido por el tiempo suficiente
para saber que esta no es una sonrisa Estoy feliz por ti. Esta es la sonrisa
condescendiente que le da a alguien que confunde Star Trek con Buck Rogers, o que
no entiende la dinámica detrás del triángulo amoroso Wolverine-Jean Grey-
Cyclope. —Buen plan, Finn. Me gusta escuchar cosas directamente de la fuente.
Extiendo la mano para rascarme la parte trasera del cuello, esperando
mientras Colton y Oliver lo captan. Solo vuelvo a sintonizar cuando escucho a
Colton preguntar cuanto tiempo se quedará aquí.
—Vuelvo mañana por la mañana.
Colton gime. —¿Por qué un viaje tan corto? Podemos usar tu ayuda la
semana que viene cuando los mecánicos desciendan y Finn sea expulsado de los
botes.
—Muy chistoso.
—Escucha, tengo que regresar al cuarto de máquinas; hagamos tiempo para
una cerveza esta noche, ¿sí? —pregunta Colton, caminando hacia atrás.
Oliver asiente. —Definitivamente.
—Genial. Es bueno verte, hombre, hablaremos a la noche.
Observamos a Colton rodear la esquina y desaparecer de nuestra vista.
Oliver es el primero en hablar. —Me gustan tus hermanos —dice.
—Son buenos chicos. En realidad mantuvieron las cosas mientras me fui.
—¿Sabes quién no me agrada justo ahora?
—¿Ansel? —supongo.
Se ríe. —Camina conmigo, Finn.
Oliver retrocede un paso en el muelle y después de un momento de
vacilación cuando me pregunto si de verdad puedo nadar de regreso a mi casa, lo
sigo. En la superficie, Oliver es más relajado que nadie que alguna vez he
conocido. Es una de esas personas que mantiene todo dentro, dejando a sus
emociones fuera en pequeñas y medidas piezas. El hecho de que voló hasta aquí
para verme sin siquiera saber del show… creo que estoy dentro de un mundo de
dolor.
A pesar del sol en lo alto del cielo, hay algo distintivo en el aire. El viento
azota a través de los barcos y se pone aún más frío cuanto más caminamos. La
bocina de un barco se escucha a través del silencio y Oliver se vuelve hacia mí.
—¿Asumo que toda este espectáculo tiene algo que ver con el por qué te
fuiste? ¿Y con lo que estuvo molestándote todo el tiempo?
Me quito mi gorra y me paso una mano por el pelo. —¿Harlow te dijo algo?
—Hay una parte de mí que casi desearía que lo hubiera hecho. Si ya Harlow le
dijo entonces no hay necesidad de que yo lo haga, no hay razón para derramar mis
tripas y sobre el muelle.
No soy tan afortunado.
—No, en realidad dijo que era tu historia para contar. Y estoy de acuerdo.
El sonido del agua, pequeñas olas estrellándose contra la base del muelle
llega hasta nosotros, amplificando mi silencio. Debería haberle dicho a él. Debería
haberle dicho a Ansel.
—Finn, sé que no te gusta mucho compartir. Lo entiendo. Infierno, después
de pasar tiempo con el parlanchín de Ansel, incluso lo agradezco a veces. Pero te
quiero, eres mi mejor amigo y no te hubiera dado tantas malditas oportunidades
para confiar en mí, si en realidad no me importaba lo que estaba pasando en tu
vida. Háblame.
—No me gusta hablar de las cosas hasta que sepa lo que voy a hacer.
—Lo entiendo —dice Oliver, asintiendo—. Pero ver cómo vine aquí para
asegurarme de que estabas bien, y enterarme ahora por tu hermano que ya
firmaste para hacer un programa de televisión... —Ondea su mano hacia adelante,
indicando que no necesita terminar de hacer su punto.
Señalo un banco en el extremo del muelle, y camino allí rígido en silencio.
Nos sentamos, y Oliver extiende los brazos sobre el respaldo del banco mientras
me inclino hacia delante, con los codos sobre las rodillas, mirando hacia abajo. El
muelle es viejo y gastado por el clima, pero juro que podría dibujar el patrón de la
veta de cada tablón de memoria.
—En los últimos meses, las cosas no han sido buenas —le digo—. La
importancia del pescado se ha reducido, el costo del combustible es un recargo. La
gente está perdiendo por todo lado. Papá iba a sacar un préstamo sobre la casa. Yo
estaba muy seguro de que iba a tener que hacerlo, también. Y tú has visto mi casa,
Olls. Tú sabes que no estamos hablando de un gran terreno, ¿de acuerdo?
Estábamos raspando el barril.
—Mierda —murmura Oliver.
—Así que —continuo—, hace un mes que recibimos una visita de un par de
tipos del Canal de Aventuras. Ellos querían filmar en el barco, documentar
nuestras vidas y lo que pasamos. Documentarnos. Mi primera reacción fue que
estaban jodiendo completamente con nosotros. Mi segunda reacción, cuando me di
cuenta de que era real, era decir que no, porque es claro que el objetivo del
programa no sería acerca de la pesca, sino sobre nosotros y nuestras vidas.
—Las vidas de cuatro chicos musculosos elegibles en Canadá, quieres decir.
—Exactamente —le digo, frotando mi cara—. Pero los chicos, mis hermanos
y mi padre, pensaban que deberíamos escucharlos. Están cansados de luchar tan
duro, ¿sabes?
A mi lado, Oliver asiente.
—Hablamos, y se decidió que, puesto que yo era el único que me resistía, y
créeme, me encontraba totalmente en contra de esto, sería el que iría a Los Ángeles
y me reuniría con la compañía de producción, obtendría todos los detalles, y
volvería. Lo decidimos juntos.
—Está bien —dice—. De ahí la visita.
—Cuanto más pensaba en ello, más sabía que no quería hacer el programa.
Incluso cuando conducía a San Diego, lo sabía. No quería sacar a la luz lo que las
personas están pasando por aquí. No quería que seamos una especie de broma.
Pero entonces llegué a California y... uno de los motores lanzó una barra y fue una
cosa tras otra y muy pronto, era eso o perder todo. De ninguna manera cualquier
préstamo nos ayudaría a salir del lío.
—Pero no me dijiste. No le dijiste a Ansel.
Niego con la cabeza. —No lo hice.
—Le dijiste a Harlow.
Respiro profundamente y miro al horizonte. Una gaviota vuela en círculos
arriba antes de precipitarse abajo, hundiendo su pico en el océano. —Sí —digo
finalmente.
—¿Debería estar enojado porque le dijiste a ella, pero no a mí? ¿Estuviste en
una relación con ella por cuánto, doce horas? —dice—. Hemos sido amigos
durante más de seis años.
—Tienes razón. Pero tú y Ansel, son una parte permanente de mi vida.
Harlow era temporal. —Oliver levanta una ceja y rápidamente añado—: Al
principio.
—¿Y eso hizo más fácil hablar con ella? ¿Alguien que apenas conocías, en
lugar de alguien que has conocido la mayor parte de tu vida adulta?
—¿No crees que eso tiene sentido? No quería que supieras lo que pasaba
hasta que yo supiera lo que pasaba. No quería que cambies la forma en que me
veías.
—Eres un terco, idiota orgulloso, Finn Roberts.
Ajusto mi gorra en la cabeza. —He oído eso antes.
—Así que lo que estoy escuchando es, que te fuiste cuando te enteraste de
que Harlow estaba haciendo básicamente lo mismo.
Junto mis cejas, sin comprender.
—Ella no quería hablar de su madre contigo, y tú no querías hablar de tus
problemas del barco con nosotros. Ambos querían mantener las cosas separadas.
—No —le digo, sacudiendo la cabeza. La comprensión se hunde. Él piensa
que me fui de la ciudad porque Harlow no me dijo sobre su madre. Jesús.
¿Realmente quedé como ese insensible?—. No dejé la ciudad porque Harlow no
me dijo acerca de su mamá, Oliver. Por el amor de Dios. Eso dolió por mi mamá, y
porque le dije a Harlow todo acerca de mis problemas, y la noche antes
básicamente nos habíamos confesado nuestro amor eterno. Pero si eso era lo único
que pasaba yo no habría pagado la fianza.
—Está bien, está claro que hay mucho más en juego, y Harlow es tan
hermética como tú.
Me froto una mano sobre mis ojos. —Dejé la ciudad porque tenía que
regresar aquí. Y… —Hago una pausa, mirándolo—. Me fui de la ciudad porque
estaba enojado con Harlow por tratar de encontrar una manera para salvar mi
negocio sin hablar conmigo.
Oliver retrocede, sacudiendo la cabeza para decirme que él no entiende. —
¿Qué?
Le explico cómo Harlow se acercó a Salvatore Marín sin hablar conmigo
primero. Cómo discutió detalles sobre mi vida que no eran de ella para compartir.
Cómo le ofreció algo, acceso a mis barcos durante meses, cuando ni siquiera se
hallaba segura de poder cumplir.
—Así que no te lo dijo porque no estaba segura de que funcionaría, ¿no? —
pregunta Oliver, y su voz es suave y curiosa, como si simplemente quiere saber,
pero puedo sentir su punto láser acechando justo detrás—. ¿Ella no quería
compartirlo contigo antes de que fuera una posibilidad real?
—Sí —le digo, cauteloso—. Eso es probablemente lo que diría.
—¿Al igual que no querías decirnos sobre lo que ocurría con el programa de
televisión antes de que fuera una posibilidad real?
Veo el punto que está haciendo, pero simplemente no cuadra. —Oliver, toda
la situación es jodida. Sí, debería habértelo dicho por cortesía porque eres mi
amigo. Pero Harlow debería haberme dicho por necesidad, porque es mi jodida
vida. Estos dos no son lo mismo.
Mira hacia el agua y parece considerar esto durante mucho, silencioso. —Sí,
lo entiendo.
No tengo nada más que decir. —Vamos a buscar una puta cerveza. Puedo
terminar los detalles durante el espectáculo.
Él asiente, de pie junto a mí y me sigue mientras camino por el muelle hacia
mi camioneta. —¿Eres feliz aquí sin ella? —pregunta—. ¿Te sientes muy bien
volviendo a casa solo todas las noches?
Riendo sin humor, le digo—: No tanto.
—¿Crees que ella debe ser una auténtica gilipollas, supongo, por tratar de
arruinar tu negocio. Qué idiota.
—Jesús, Olls, ella no trataba de arruinarlo —le digo, por instinto de
protección—. Ella probablemente solo trataba de encontrar una manera de que
nosotros…
Me detengo, volviéndome para mirar una sonrisa de idiota gigante de
Oliver.
Gimiendo, digo—: Vete a la mierda, australiano.
Traducido por Dannygonzal, Annie D & Ivy Walker
Corregido por Laurita PI
***
El problema es que no quiero llamar a Finn. Quiero ir a Canadá, patearlo en
las pelotas, y luego regresar a casa. Actúa como un bebé grande, y dejar la ciudad
de la manera en que lo hizo, lo mostró como un idiota. Me siento tentada a enviarle
un paquete importante con un pez de plástico, una copia en DVD del último filme
de Salvatore, y una caja de tampones.
Oficialmente dejo mis prácticas en la NBC, y juro que nadie ni siquiera
notará que me fui, o si lo hacen, el relato será La Chica de Hollywood no puede lidiar
con ser la Chica del Café. Salvatore ubica una oficina para mí en su edificio Del Mar,
y cuando le prometo que seré la mejor chica del café que ha tenido, se ríe y me dice
que eso es genial, pero que probablemente lo escoltaré a las oficinas de Los
Ángeles al menos tres días a la semana así que alguien más puede manejar el
trabajo del café.
Esas noticias caen en mi regazo como una bomba llena de brillantes y
cachorros: No solo me ha dado un trabajo, además me ha convertido en su
asistente principal. Pasé de ser la que sirve el café en la NBC a ser la mano derecha
de uno de los productores más grandes de Hollywood. Mi papá ni siquiera
parpadea cuando le cuento las noticias.
—Sabía que era cuestión de tiempo —me dice en cambio, y me da esa
sonrisa que me hace sentir como la más brillante y hermosa estrella de todo el
cielo.
Pero incluso con ese gran cambio en el horizonte y una semana llena de
llamadas telefónicas, contratos, y el recoger los muebles de la oficina… una semana
entera sin Finn alrededor es extraña. Casi lo llamo como unas mil veces, solo para
decirle lo que hice durante el día, o para compartir mi entusiasmo con él por el
trabajo con Sal.
Pero tan pronto como saco el teléfono y noto la completa escasez de
mensajes, llamadas o correos de él, me las arreglo para luchar con la urgencia de
dejarlo regresar.
Salvatore lo menciona en el almuerzo, justo una semana después de que
Finn se fuera de la ciudad. —Tu novio es bastante…
Lo apunto con mi tenedor. —Finn no es mi novio.
Sal levanta las manos en rendición. —Bien, bien, tu amigo, ¿es mejor así?,
tiene clase. Le preocupa que el daño en su bote pueda costar más de lo que vale
usarlo como set de filmación y dijo que era incapaz de trabajar con nosotros en esa
época, pero sugirió algunas opciones geniales en el área y estuvo de acuerdo en ser
nuestro asesor principal para Release Horizon.
—¿Oh? —No puedo decir si el maniaco latido de mi corazón significa que
me entusiasma que Finn vaya a implicarse de alguna forma y que ha tomado la
iniciativa profesional de llamar a Salvatore, o si tengo miedo de perder toda mi
mierda cuando inevitablemente lo vea en algún momento.
—Iremos allí la próxima semana para ver algunos botes. —Salvatore levanta
la mirada cuando mi tenedor cae ruidosamente en mi plato.
—¿La próxima semana? Pero la filmación no comienza hasta abril.
—Ahora trabajas para mí, Tulipán —me recuerda, usando el sobrenombre
con el que mi familia me llama para quitarle filo a su amable regaño—. Te necesito
allí. ¿Ir a Canadá es un problema para ti?
—Obviamente lo que pase entre Finn y yo no tiene nada que ver con nada
de esto. Lo siento, Sal. Solo tuve un momento. Estoy bien.
Saca su barbilla, imitando a El Padrino. —¿Quieres que le rompa la cara?
—No, me devastaría que me quitaras la oportunidad.
Tomo un pedazo del emparedado, mastico y trago. Omito la parte en donde
realmente me gusta la cara de Finn.
—Dios, espero que no cometas un error llevándome para todo esto —digo—
. Conozco el negocio, pero ¿estás seguro de que no te gustaría que alguien con
más…?
—Tengo suficiente experiencia por los dos —dice, encogiéndose de hombros
mientras toma una judía—. Sabes cómo son estas cosas del trabajo, y te voy a
entrenar para que seas exactamente lo que necesito que seas. Me gustan tus agallas
y te levantaré rápido. Es difícil encontrar personas con tu combinación de lealtad,
inteligencia y coraje.
Me toma un segundo mirar a Sal con adoración. —Te quiero, ¿lo sabías?
—Sí, sí. —Toma un sorbo de su té helado—. Entonces ¿qué pasó con Finn?
Suspirando, dejo caer mi servilleta sobre la mesa. —No le dije exactamente
que iba a hablarte acerca de usar sus botes para filmar una gigante y
multimillonaria producción de Hollywood. Se enojó. Bla, bla.
Sus ojos se levantaron de nuevo hacia mí, mitad entretenido, mitad
incrédulo. —Bromeas.
—Antes de que digas cualquier cosa, por favor toma nota de que he oído de
todo el mundo que aquí soy la que está equivocada. Me siento como una idiota, en
serio.
Su cara de relaja y da un pequeño encogimiento de hombros antes de tomar
un bocado de su ensalada.
—Y luego simplemente se fue —le digo—. Es por eso que estoy molesta. Se
sintió…
Traga, y luego termina la frase por mí—: ¿Cómo mierda?
—Sí.
—Bueno, puedes decirle todo acerca de cómo te sientes la próxima semana.
Saldremos con él a almorzar. —Sal me mira a los ojos y bate sus pestañas
inocentemente.
Mierda.
***
***
***
***
***
***
***
Hay media hora entre su hotel y el bar de mi barrio, pero el viaje parece
volar en sólo cuestión de minutos. Lo qué Harlow está atravesando con su madre
es casi idéntico a lo que pasé hace veinte años. Excepto que ella tiene una madurez
emocional para tratar con ello mucho mejor que la que tenía, y el tratamiento es
mejor ahora. Mamá fue diagnosticada cuando tenía diez años, y me encontraba
alternativamente aterrorizado de perder a mi madre e irritado por la
responsabilidad que tenía a causa de su enfermedad: Levi tenía sólo cuatro, y
cuando mamá murió dos años más tarde, quedé con la responsabilidad de
mantener el hogar por los dos años que le tomó a mi padre volver a comunicarse
de nuevo, y dejar de enterrarse en turnos de dieciséis horas en los barcos.
Si pudiera volver a hacer todo de nuevo, haría exactamente lo que hace
Harlow, y puedo decir por la duda en su voz —¿Va a verla lo suficiente o
demasiado? ¿Qué será lo que su madre necesite cuando en esta segunda ronda de
quimioterapia? ¿Cuánto tiempo puede su padre ser el único proveedor de cuidado
antes de que se derrumbe?— que tiene que escucharme decirlo en voz alta.
—Lo estás haciendo bien, Snap. Si pudiera hacerlo todo otra vez, me
gustaría manejarlo como tú.
Su cabeza gira a mí. —¿En serio? —susurra.
—De verdad.
—Tengo miedo de que empeore.
Estaciono en el pequeño aparcamiento detrás del área de embarque y apago
el motor. —Probablemente lo hará por un tiempo. Pero no tienes que pasar todo
esto por tu cuenta —le digo, repitiendo sus palabras—. Sé que metí la pata contigo
cuando me fui de la ciudad, pero ¿Confías en mí?
Harlow se inclina y me besa una vez, en plena boca. —Lo hago.
Para ser un martes por la noche, el bar está bastante lleno, y sé que es
porque el clima ha estado increíble. Nada hace que el pueblo esté tan sediento
como el clima cálido de octubre, sin lluvia, y un día de grandes peces.
Entramos al área de embarque con una explosión de aplausos y gritos,
felicitándome por el espectáculo. Joder, realmente no pensé en esto. Estuve tan
envuelto en Harlow, que olvidé por un segundo que aquí nadie volvería a mirarme
igual. Llevándola a la barra, finjo no ver cada giro de la cabeza mientras camino.
La pregunta que todos quieren hacer viene del camarero, Nick, quien se
graduó un año antes de mí en la escuela secundaria, fue a Harvard y regresó aquí
porque no podía encontrar un lugar más hermoso del mundo para vivir.
—Finn, ¿quién es tu invitada?
—Soy Harlow —contesta antes de que tenga oportunidad.
—¿Una hermana perdida hace mucho tiempo, Finn? —dice Kenyon en el
extremo de la barra—. Por favor di que sí.
Harlow da una disculpa juguetona. —Soy la novia enviada por correo. Dijo
que tiene un castillo. ¿Tiene un castillo?
—Lo siento, chico —dice Kenyon, riendo—. Sólo un programa de televisión
de lujo y hay un montón de groupies.
—¿Groupies? —pregunta Harlow, mirándome.
Ordeno dos cervezas y una canasta de cacahuetes. —Vamos. —La guío a
dos asientos vacíos en la parte más tranquila de la barra.
Se sienta y se gira hacia mí. —¿Ya tienes groupies?
—Kenyon es un agitador de mierda.
—¿Había groupies?
Riendo, le digo—: Había algunas chicas en los muelles cuando se emitió el
anuncio.
—¿Te refieres a las chicas que están allí jugando a los dardos y mirándote?
—Levanta la barbilla y mira a través de la barra.
Inclino la cerveza a mis labios, mirando disimuladamente donde ella está
señalando. Hay media docena de chicas en edad universitaria mirando
directamente hacia nosotros. —Sí. Son ellas.
—Estoy muy segura de que leen entre líneas sobre ese artículo Variety. —
Levanta la cerveza y se toma la mitad—. Apuesto a que este bar está a punto de
lograr muchas más ventas. Apuesto a que cada lugar en esta ciudad está a punto de
lograr más ventas. Y apuesto a que esas chicas están en Twitter hablando de que
estás aquí.
No había pensado en nada de esto, que por hacer el espectáculo podríamos
estar ayudando a algo más que a nosotros mismos. Pero no puedo centrarme
realmente en nada de eso con la forma en que ella me está mirando. Tomo otro
sorbo de cerveza, estudiándola. —¿Estas celosa?
Ella se ríe. —Nop. Tú descargaste tu leche dentro de mí hace menos de una
hora. Creo que te tengo encerrado abajo bastante apretado.
—Asqueroso. Jodidamente te amo.
Harlow se apoya en la barra, mirándome. —Vamos a hacernos tatuajes a
juego.
—¿Sí?
—Sí. Sirenas o calaveras. Tu elección.
—¿Sirenas?
—Sí —dice—. Piensa en todos los grandiosos entremeses de conversación
sobre tu enorme tridente.
Froto mi mandíbula, mirando sus perfectos jodidos labios. Las únicas
marcas sobre su piel serán mías. —No lo creo.
—Podrías hacerte un anzuelo.
Una risa estalla de mi garganta. —No voy a hacerme un jodido tatuaje de
anzuelo.
Se queda callada, con una pequeña sonrisa extendiendo sus labios hacia
arriba en una curva besable. Me inclino, besándola.
—Tú me haces feliz —dice.
Mierda. Esta chica. —Tú también me haces feliz.
Se endereza, entrecerrando los ojos. —No habrá, literalmente, otra chica
besándote en este espectáculo de todas formas. ¿Citas? Está bien. Pero tienen que
ser hilarantemente miserables para hacer buena televisión y luego te escabulles y
vienes a verme y dejas pequeñas marcas de mordiscos sobre mis muslos.
Parpadeo, casi ahogándome con un cacahuete.
—Harlow, te dije que yo no firmé esa cláusula. No voy a salir con otras
mujeres en el programa. —La beso de nuevo. Estoy hambriento por esto ahora, por
la seda de sus muslos en mis dientes, por la forma en que las marcas de mis dientes
se vería en esa piel suave y delicada. Retirándome, Parpadeo a lo lejos, hacia la
barra para aclarar mi cabeza.
—¿No tendrías que hacerlo?
—Creo que están contentos de que firmemos. En realidad no creo que Matt
o Giles vayan a presionar para que me mantenga soltero. Creo que están
enfocando la historia de negocios en mí, y la parte de romance en Colt y Levi.
—Bueno, sí, míralos.
Gruño—: Harlow.
Sonríe, lamiéndose los labios. —¿Quieres decir que no tenemos que ser
sutiles?
Sacudiendo la cabeza, pregunto—: ¿Estoy loco para hacer esto? Voy a ser
una estrella de la televisión haciendo audición para Sobrevivientes cuando tenga
cuarenta.
—Oh, vamos, eso es el año que viene. ¿No es un contrato por dos años?
—Sip.
—Por lo menos tendrás una esposa caliente.
—¿Esposa? —Mi corazón se detiene, demasiado rápido. Ella lee mis
pensamientos más profundos, los que quieren ser resueltos, hablados, compartir
una cama y un hogar y una vida.
—Sí.
—Tú ya has sido mi esposa, ¿recuerdas? —A pesar de todo lo que pasó en
Las Vegas, hay muy poco que me tomo más seriamente que la familia. Me levanto
del taburete de la barra y ella me jala entre sus piernas dobladas—. ¿Así que en
realidad estás proponiéndolo esta vez?
—Sólo prediciéndolo. —Apoya la barbilla en mi pecho para mirarme—.
Quiero niños.
Besándole la punta de la nariz, le digo—: Estoy de acuerdo con eso. Pero no
por un tiempo aún.
—Tres —dice ella.
Niego con la cabeza. —Dos.
—Entonces tienen que ser los dos mejores posibles, así que deberíamos
practicar.
—Todas las noches.
—Y todos los días.
Asiento. —¿Las Vegas de nuevo?
Levanta el brazo, comprobando mi reloj. —No tengo ningún sitio donde
estar hasta mañana a las diez.
—Yo ni siquiera tengo que trabajar mañana —le digo.
Harlow azota veinte dólares en el bar. —Entonces mierda, Solecito, será
mejor que nos vayamos ya.
Gracias, como siempre, a nuestra maravillosa agente, Holly Root, a nuestro
editor, Adam Wilson (quien probablemente todavía no sabe qué lo golpeó), el
incansable e inspirador equipo en Gallery Books, a nuestras siempre pre-lectoras
de confianza, Erin y Tonya, a nuestros lectores increíbles, a todos los bloggers que
nos apoyan y promueven y a nuestros maridos e hijos por su continuo entusiasmo
y paciencia.
Justo después de que comenzamos a escribir este libro, mi padre y el de Erin
falleció después de luchar contra la enfermedad durante más de una década.
Debido a que Christina y yo somos más que coautoras, somos mejores amigas, la
pérdida nos lanzó a ambas un poco de picada, y no hemos podido trabajar mucho
durante unas semanas. Estoy contando esto para agradecerle a Christina por estar
tan firme y presente para mí. Es más de lo que jamás hubiera esperado, y siempre
me sorprendes con la generosidad de tu espíritu.
La última vez que vi a mi padre, él me dijo que nunca me había visto tan
feliz y estaba muy orgulloso de mí por perseguir este sueño de la escritura. Esto
significa el mundo para mí. Mi padre era profesor, psicólogo, y epidemiólogo, y no
le importaba que lo que escribíamos no fuera literatura embriagadora o destinada
a ser tratada como cualquier tipo de revelación cultural. Él sólo disfrutaba
viéndome en el mejor momento de mi vida, y yo, a su vez, estaba agradecida de
que él llegara a verme escribir historias tan felices que están destinadas a hacer que
los lectores sonrían y escapen del estrés de la vida diaria por un tiempo.
En 1992, poco antes de irme a la universidad, mi padre me escribió una carta
a donde yo trabajaba en un campamento en Yosemite. Él decía:
Disfruté hablar contigo por teléfono ayer por la noche, realmente he llegado a
apreciar y disfrutar de esos momentos en los que soy consciente de que tengo mi propia
relación especial contigo. Me conoces de una manera que no siempre soy muy consciente.
Es sólo en mi relación contigo (o con Erin, aunque por supuesto es diferente) que la persona
particular que es el papá de Lauren sale. De alguna manera, el papá de Lauren no tiene
tanta práctica como el Dr. Billings o el marido de Marcia. A pesar de eso, siempre me
emociona cuando me doy cuenta de que "el papá de Lauren" es una persona real que tú
conoces, puedes predecir, y amas con frecuencia.
"Con frecuencia" es un eufemismo, seguro. Así que, gracias, papá, por ser
tan maravilloso que no tuve que cavar en absoluto en las profundidades de mi
imaginación para escribir la relación de padre-hija de Alejandro y Harlow Vega
llena de amor, apoyo y lealtad. Eres extrañado.
-Lauren
Christina Lauren es la combinación de los nombres de Christina Hobbs y
Lauren Billings, quienes son desde hace mucho tiempo socias en la
escritura/mejores amigas/ compañeras del alma y cerebros gemelos. Están en el #1
de los autores más vendidos internacionales con la serie Beatiful Bastard en el New
York Times. Algunos de sus libros tienen besos. Algunos de sus libros tienen un
montón de besos. Puedes encontrarlas en línea en ChristinaLaurenBooks.com, o
@seeCwrite y @LolaShoes en Twitter.
Para obtener más información de este autor:
authors.simonandschuster.com/Christina-Lauren