You are on page 1of 243

Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.

Es una traducción de fans para fans.


Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprándolo.
También puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndolo en las
redes sociales y ayudándolo a promocionar su libro.
¡Disfruta la lectura!
Los autores (as) y editoriales también están en Wattpad.
Las editoriales y ciertas autoras tienen demandadas a usuarios que
suben sus libros, ya que Wattpad es una página para subir tus propias
historias. Al subir libros de un autor, se toma como plagio.
Ciertas autoras han descubierto que traducimos sus libros porque están
subidos a Wattpad, pidiendo en sus páginas de Facebook y grupos de fans las
direcciones de los blogs de descarga, grupos y foros.
¡No subas nuestras traducciones a Wattpad! Es un gran problema que
enfrentan y luchan todos los foros de traducciones. Más libros saldrán si se
deja de invertir tiempo en este problema.
No continúes con ello, de lo contrario: ¡Te quedarás sin Wattpad, sin
foros de traducción y sin sitios de descargas!
Florbarbero

Florbarbero Miry GPE Mary Warner Ann Ferris Melanie 13


Josmary Lauu LR Alessandra Wilde Dannygonzal Beluu
Sandry Mae Daniela Agrafojo Annie D Ivana
Lorena Pachi Reed15 Ana Avila Ivy Walker Jeyly Carstairs
Majo Villa Janira Mire Mel Wentworth Marie.Ang
kyda

Sandry NicoleM victoriavergara


florbarbero Miry GPE Daniela Agrafojo
Beatrix itxi Laurita PI
Daliam

Florbarbero

Ana Avila
Sinopsis
Capítulo 1 Harlow
Capítulo 2 Finn
Capítulo 3 Harlow
Capítulo 4 Finn
Capítulo 5 Harlow
Capítulo 6 Finn
Capítulo 7 Harlow
Capítulo 8 Finn
Capítulo 9 Harlow
Capítulo 10 Finn
Capítulo 11 Harlow
Capítulo 12 Finn
Capítulo 13 Harlow
Capítulo 14 Finn
Capítulo 15 Harlow
Capítulo 16 Finn
Agradecimientos
Sobre el autor
A pesar de haber tenido sexo escandaloso, Harlow y Finn ni siquiera
se gustan... lo que explicaría por qué su matrimonio duró sólo doce horas. Él
necesita estar a cargo y tomar lo que quiera. Ella vive firmemente según la
premisa ¿Quieres que algo sea hecho? Hazlo tú misma. Tal vez ella sea un
desastre… o simplemente sea exactamente lo que él necesita.
Wild Seasons #2
Traducido por florbarbero
Corregido por Sandry

Entro por las puertas de un Starbucks al azar en un barrio también al azar


con la esperanza de olvidar la segunda peor revolcada de mi vida. Toby Amsler:
Perfectamente coqueto, sexy, y con la ventaja añadida de practicar polo acuático en
el equipo de UCSD —tenía todos los ingredientes para una noche bochornosa de
diversión.
Publicidad engañosa en su máxima expresión.
Mira, cuando se trata de los posibles intereses amorosos, los chicos
normalmente se dividen en tres categorías básicas: el mujeriego, el incomprendido,
y el niño de mamá. El mujeriego, en mi experiencia, viene en cualquier número de
formas y tamaños: estrella de rock, mariscal musculoso, incluso el ocasional
empollón sexy irresistible. ¿Su fortaleza en la cama? En general, hablar sucio y
resistencia, de la que yo soy un tanto fanática. Lamentablemente, esto no siempre
se traduce en habilidad.
El incomprendido a menudo toma la forma de un artista, un surfista
tranquilo, o un músico. Estos chicos rara vez saben qué diablos hacer, pero al
menos están dispuestos a intentarlo durante horas.
El niño de mamá es la más fácil de detectar. Aquí, en La Jolla, por lo general
conduce un Lexus de segunda mano y lo mantiene en perfectas condiciones. Este
tipo se quita los zapatos tan pronto como entra dentro y siempre mantiene
contacto visual mientras habla. En la cama, el niño de mamá ofrece pocos
beneficios, pero al menos tienden a ser ordenados.
Toby Amsler resultó ser la rara combinación de mujeriego y niño de mamá,
lo que de alguna manera lo hizo exponencialmente peor en la cama. Lo único más
incómodo que su falta de habilidades de succión orales fue su madre
despertándolo trayéndole té y Cheerios, sin llamar, a las seis de la mañana. No fue
mi mejor forma de despertarme.
No estoy segura de por qué estoy sorprendida. A pesar de lo que el cine y la
música harían creer a las mujeres, todos estos chicos no tienen ni idea en cuanto al
orgasmo femenino. Aprenden sexo viendo porno, donde la cámara enfoca un buen
plano de la meta, pero a nadie le importa si funciona para la chica, porque ella va a
fingir que es impresionante de todas formas. El sexo sucede cerca, y en el interior,
no a la distancia de la cámara. Los chicos parecen olvidarlo.
Mi ritmo cardíaco todavía tiene que volver a la normalidad, y la pareja
delante de mí está pidiendo a paso de tortuga. Él cuestiona—: ¿Qué es bueno para
alguien que no le gusta el café?
Probablemente no una tienda de café, quiero gritarle. Pero no lo hago, y me
recuerdo que no es culpa de este hombre en particular, que todos los hombres no
tengan ni idea, y de que me sienta frustrada y de mal humor.
Juro que normalmente no soy propensa al dramatismo. Estoy teniendo una
mala mañana, y tengo que respirar.
Cierro los ojos y tomo una respiración profunda. Ya está. Mejor.
Doy un paso más lejos y frunzo el ceño al mostrador de pastelería
contemplando mis opciones. Y entonces me detengo, parpadeando dos veces antes
de estrechar los ojos y mirar más de cerca al mostrador. O, más bien, en el reflejo
del cristal.
Ese es... no... Finn Roberts... ¿de pie detrás de mí?
Inclinándome hacia delante, puedo ver al lado de mi propio reflejo, y justo
detrás de mí está, en efecto... Finn. Mi cerebro vuela de inmediato. ¿Por qué no está
en Canadá? ¿Dónde estoy yo? ¿Estoy despierta? ¿Estoy teniendo una pesadilla con
Finn Roberts en la cama de agua de tamaño doble de Toby Amsler?
Me convenzo de que es un truco de la luz. Tal vez mi cerebro finalmente ha
tenido un cortocircuito por la mañana después de darme un orgasmo con mi
mano… por supuesto eso me haría pensar en Finn, ¿verdad?
Finn Roberts, el único hombre que alguna vez logró esquivar mi conveniente
categorización de chicos, Finn Roberts, mi famoso ex-marido de doce horas luego
de una borrachera en Las Vegas, que era bueno con las manos, los labios, y el
cuerpo, y quien me hizo venir tantas veces que me dijo que pensó que me
desmayé.
Finn Roberts, quién resultó ser un idiota, también.
Es un truco de la luz. No puede ser él.
Pero cuando casualmente doy un pequeño vistazo por encima de mi
hombro, me doy cuenta de lo que realmente es él. Sobre su cabeza tiene una gorra
de los Mariners azul desteñida tirada hasta sus ojos color avellana, alineados por
las pestañas más largas y gruesas que he visto. Lleva la misma camiseta verde con
el logotipo de su empresa familiar que llevaba cuando lo sorprendí en su ciudad
natal hace sólo un poco más de un mes. Sus brazos fuertes, y musculosos están
cruzados sobre su pecho ancho.
Finn está aquí. Joder. Finn está aquí.
Cierro los ojos y gimo. Mi cuerpo se rinde en un reflejo horrible:
Inmediatamente, me siento suave y cálida, mi columna vertebral se arquea como si
estuviera presionándose detrás de mí. Recuerdo el primer momento en que supe
que íbamos a follar, en Las Vegas. Borracha, lo señalé y dije en voz alta a todo el
mundo—: Probablemente me lo follaré esta noche.
Ante lo que él se inclinó y dijo directamente en mi oído—: Eso es dulce. Pero
me gusta ser el que folla.
Y sé que si escuchara su voz en este momento, profunda, tranquila, y un
poco ronca por naturaleza, como la desquiciada que soy, probablemente tendría un
orgasmo en medio de esta cafetería.
Sabía que tenía que esperar y conducir a Pannikin para mi dosis habitual
mañanera. Me quedo en silencio, contando hasta diez. Una de mis mejores amigas,
Mia, bromea sobre que sólo me quedo en silencio si estoy sorprendida o enfadada.
En este momento, estoy ambas.
El chico barista llama mi atención inclinándose hacia adelante. —¿Te
gustaría probar nuestro especial de mocha de calabaza?
Asiento sin comprender.
Espera ¿qué? No, ¡eso suena asqueroso! Un pequeño, rincón de mi cerebro
todavía en funcionamiento le grita a mi boca que pida mi habitual: un gran café,
negro. Pero me quedo congelada en silencio, aturdida mientras el barista del
Starbucks escribe mi pedido con un Sharpie negro. En un sueño, le entrego el
dinero y meto mi billetera en el bolso.
Me mantengo firme y cuando me giro para ir a esperar mi café, Finn me
llama la atención y sonríe. —Hola, Ginger Snap.
Sin volverme hacia él, lo estudio por encima de mi hombro. Él no se ha
afeitado esta mañana, y su barba oscura corta una sombra peligrosa en su
mandíbula. Su cuello está profundamente bronceado por trabajar en el océano
durante todo el verano. Dejo que mis ojos viajen hacia abajo, porque, seamos
realistas, sería una tonta si no me como con los ojos a este hombre antes de decirle
que se joda.
Finn está construido como un superhéroe de los cómics de Lola: amplio
pecho y cintura estrecha, antebrazos gruesos, piernas musculosas. Da la impresión
de impenetrabilidad, como si esa piel dorada fuera su cubierta de titanio. Quiero
decir, dulce Jesús, el hombre trabaja con sus manos, suda cuando trabaja, folla
como si fuera su vocación, y fue criado por un padre que espera, por encima de
cualquier otra cosa, que sus hijos sean capaces pescadores. No me puedo imaginar
a cualquiera de los chicos que conozco de pie a su lado y luciendo de otra forma
que no sea diminuto.
Su sonrisa se endereza lentamente e inclina un poco la cabeza. —¿Harlow?
Aunque la sombra de su gorro esconde parcialmente sus ojos, puedo decir
que se ensanchan ligeramente cuando levanto mi atención de su cuello. Y ahora
recuerdo cómo se siente su mirada. Cierro los ojos y muevo la cabeza una vez,
tratando de aclararla. No me importa sentirme incómoda si la situación lo requiere,
pero no me gusta la sensación de empujar a un lado mi bien merecida indignación.
—Espera. Estoy contemplando mi respuesta.
Sus cejas se fruncen por la confusión... al menos creo que es confusión.
Sospecho que Finn se ve igual con impaciencia, frustración, o concentrado. No es
exactamente un libro abierto. —¿Bien...?
Bueno, aquí está el problema: Después de nuestras aventuras matrimoniales
en Las Vegas, volé a verlo. Me presenté en la isla de Vancouver de todos los
lugares, usando nada más que un abrigo. ¡Sorpresa! Tuvimos relaciones sexuales
durante casi diez horas seguidas, sexo escandaloso, ruidoso, en cada superficie
plana y cuando le dije que tenía que ir al aeropuerto, él sólo sonrió, se inclinó para
deslizar su teléfono fuera de la mesa de noche, y me llamó un taxi. Acababa de
correrse en mis tetas, y llamó a un taxi para que me llevara al aeropuerto. De
hecho, se detuvo en la acera detrás del Ford F-150 rojo cereza de Finn.
Llegué a la conclusión, con calma, de que en realidad, no éramos
compatibles, ni siquiera para llamadas ocasionales.
Así que, ¿por qué estoy tan enojada porque esté aquí?
El barista le ofrece la misma bebida especial a Finn, pero hace una mueca de
disgusto antes de declinar gentilmente y pedir dos cafés grandes y negros.
Eso me hace sentir aún más irritada. Su reacción razonable debería haber
sido la mía. —¿Qué demonios estás haciendo en mi tienda de café?
Sus ojos se abren como platos, su boca formando diferentes palabras antes
de decir cualquiera en realidad. —¿Eres la dueña de este lugar?
—¿Estas bien, Finn? Es un Starbucks. Sólo digo que es mi ciudad.
Sus ojos se cierran y se ríe, y la forma en que la luz atrapa el ángulo de su
mandíbula, me hace pensar exactamente en cómo ese rastrojo se sentiría en mi
piel... argh.
Inclino la cabeza, mirándolo fijamente. —¿Qué es gracioso?
—Era una posibilidad real en mi mente que pudieras poseer este Starbucks.
Rodando los ojos, tomo mi bebida y salgo de la tienda.
Caminando hacia mi coche, estiro el cuello, enderezando los hombros. ¿Por
qué estoy tan molesta?
No es como si esperara un carruaje a mi disposición cuando me presenté sin
previo aviso en su pequeña casa junto al mar. Ya había dormido con él en Las
Vegas, así que sabía que no habría ataduras. Evidentemente fui allí porque quería
buen sexo. En realidad, quería, no, necesitaba la confirmación de que el sexo era tan
bueno como lo recordaba.
Era mucho mejor.
Así que, obviamente, la resaca del mal sexo con Toby Amsler está matando
mi calma. Este encuentro casual con Finn habría ido de manera muy diferente si no
hubiera sido justo después de acostarme por primer vez con un chico después de
él, el primer chico con quien estuve luego de dos meses, y si esa experiencia no
hubiese sido tan insatisfactoria.
Atravieso el asfalto y empiezo a girarme justo antes de que una poderosa
mano se enrosque alrededor de mi bíceps. Finn me agarra más fuerte de lo que
pienso que era su intención, y el resultado es que mi monstruosidad de café de
calabaza se inclina y se derrama en el suelo, apenas evitando mis zapatos.
Le doy una mirada exasperada y lanzo mi taza vacía en un cubo de basura
cerca de la acera.
—Oh, vamos —dice con una sonrisa. Me entrega un vaso que había
equilibrado en la parte superior del otro—. No es como si fueras a beber eso. No
tocaste el café instantáneo con especias de vainilla que tenía en mi casa.
Tomando el café que está ofreciendo, murmuro mi agradecimiento y miro a
un lado. Estoy actuando exactamente igual que el tipo de mujer que no quiero
volver a ser: despechada, martirizada, enloquecida.
—¿Por qué estás enojada? —pregunta en voz baja.
—Estoy preocupada.
Haciendo caso omiso de esto, dice—: ¿Es porque fuiste hasta la isla de
Vancouver, te presentaste en mi casa vestida sólo con un abrigo en el medio de
julio, y te follé como un loco? —La sonrisa en su voz me dice piensa que yo no
podría estar enojado por eso.
Está en lo correcto.
Hago una pausa, estudiándolo. —¿Te refieres al día que no pudiste siquiera
molestarte en ponerte algo de ropa para llevarme al aeropuerto?
Parpadea, sacudiendo la cabeza ligeramente hacia atrás. —Me salté un turno
completo cuando apareciste. Nunca hago eso. Me fui a trabajar alrededor de un
minuto después de que el taxi apareciera.
Esta... es información nueva. Me muevo en mis pies, incapaz de mantener el
contacto visual por más tiempo, mirando más allá de él hacia la calle muy
transitada en la distancia. —No me dijiste que tenías que trabajar.
—Si lo hice.
Siento que mi mandíbula se aprieta con irritación cuando parpadeo de
nuevo hasta su rostro. —No.
Suspira, tirando de la gorra, rascando su loca cabellera de cama y luego se la
coloca de nuevo. —Muy bien, Harlow.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto.
Y luego todo encaja en su lugar: Ansel está en la ciudad visitando a Mia, y
todos nos dirigimos mañana a la gran inauguración de la tienda de comics de
Oliver, Downtown Graffick. Finn es canadiense, Ansel parisino, y Oliver el
ingenioso australiano: los novios de Las Vegas. Aunque cuatro de nosotros
conseguimos anulaciones rápidas después de nuestras bodas locas, Mia y Ansel
decidieron hacer real este asunto del matrimonio. Lola y Oliver se han convertido
en amigos, unidos por su amor por las novelas cómicas y gráficas. Así que, nos
guste o no, se espera que Finn y yo seamos parte de esta banda de amigos
inadaptados. Tenemos que aprender a ser civilizados con la ropa puesta.
—Correcto —murmuro—. La inauguración es este fin de semana. Estás aquí
por eso.
—Sé que no venden Seventeen y Cosmo, pero deberías venir y comprobar que
funciona, de todos modos —dice—. La tienda se ve bien.
Levanto la taza de café a mi nariz y olfateo. Puro Café Negro. Perfecto. —
Por supuesto que voy a estar allí. Me gustan Oliver y Ansel.
Desliza una mano sobre su boca, sonriendo un poco. —Entonces. Estás
enojada por lo del taxi.
—No estoy enojada. Esto no es riña de enamorados, y no vamos a pelear. Sólo
estoy teniendo una mala mañana.
Entrecerrando los ojos, me mira por encima, de la cabeza a los pies. Él es tan
condenadamente observador que me hace sonrojar, y sé tan pronto como su
sonrisa vuelve a aparecer que dedujo que no vengo de casa. —Tu pelo luce un
poco loco, pero lo interesante es que pareces tensa. Como si tal vez no conseguiste
lo que necesitabas en algún lugar.
—Muérdeme.
Finn se acerca más, la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado con esa
media sonrisa exasperante. —Di por favor, y lo haré.
Con una risa, lo empujo lejos con mi palma plana en su muy agradable
pecho duro. —Vete.
—¿Porque ahora quieres eso?
—Porque necesitas una ducha.
—Escucha —dice, riendo—. No voy a perseguirte de nuevo si vas a huir,
pero vamos a vernos de vez en cuando. Vamos a tratar de ser adultos.
Se vuelve sin esperar mi respuesta y oigo el chirrido de la alarma de su
camioneta mientras abre la puerta. Hago un pequeño gesto malcriado y le muestro
mi dedo del medio a su retirada. Pero luego me detengo, mi corazón tropezando
con un subidón de adrenalina abrupta.
Finn está subiendo a la misma camioneta rojo cereza que estaba estacionada
en la acera frente a su casa. Sólo que ahora está cubierto por el polvo y la suciedad
acumulada por kilómetros y kilómetros de conducción.
Lo que me plantea la pregunta, si sólo está de visita para el fin de semana,
entonces ¿por qué trae su camioneta hasta aquí desde la isla de Vancouver?
No tengo mucho tiempo para reflexionar sobre esto porque mi teléfono
vibra en el bolsillo con un mensaje de mi madre y lo saco sólo para ver las
palabras, ¿Quieres venir a casa de inmediato por favor? escrito en mi pantalla.
Soy una solucionadora.
Cuando tenía cuatro años y se rompió el collar favorito de mi madre
mientras me lo probaba, me pasé tres horas en mi casa del árbol tratando de
arreglarlo. Tuve éxito sólo en pegarme varios dedos juntos. El último año, de la
secundaria cuando Mia fue atropellada por un camión y casi quedó paralizada, me
senté a su lado todos los días durante todo el verano. Sabía que si me sentaba allí el
tiempo suficiente necesitaría algo y yo estaría allí, lista. Le traje sus DVD y revistas
para adolescentes ridículas. Le pinté las uñas y fui tan lejos como para
contrabandear las cosas más extrañas a su habitación: enfriadores de vino; su novio
Luke; su gato, sólo para ver su sonrisa. Cuando el padre de Lola fue enviado a
Afganistán, y luego regresó, alterado y diferente, y su madre los abandonó para
siempre, llevé comestibles y cenas, algo que hiciera la carga más pequeña para
ellos. Y cuando Ansel fue demasiado estúpido para arreglar las cosas con Mia, fui
allí, también.
Cuando mis amigos necesitan algo, lo hago. Cuando alguien a quien amo no
puede resolver un problema, encuentro la forma. Para bien o para mal, es lo que
hago.
Así que cuando me bajo del coche y me siento al lado de mi hermana
pequeña, frente a nuestros padres en nuestra luminosa, bien ventilada, feliz sala
familiar, la que en este momento se siente como una tumba, estoy inmediatamente
en alerta máxima. En un día normal, nuestra familia es bulliciosa. En este
momento, estamos en silencio. Siento que debería susurrar mis saludos. Las
cortinas están abiertas, pero la espesa niebla de la capa marina exterior hace que la
habitación parezca más sombría y oscura.
Mi familia es y ha sido siempre el centro de mi mundo. Mi madre era una
actriz cuando mis padres se casaron, y la carrera de papá no despegó hasta que
llegué a la escuela secundaria. Así que cuando era pequeña, a mi padre y a mí nos
gustaba viajar con mamá de un set a otro. Hasta que mi hermana Bellamy nació
cuando yo tenía seis años, éramos sólo nosotros tres la mayoría del tiempo.
Papá es intuitivo emocionalmente, lleno de energía creativa y pasión. Mamá
es la exponente del vigor y la calma en nuestra familia, la que lleva la casa
tranquilamente detrás de los anchos hombros de mi padre. Pero ahora ella se
encuentra sentada junto a él, agarrando su mano entre las suyas, y puedo ver
desde el otro lado de la mesa baja de café que está sudando.
En mi cabeza pienso que van a decirnos que están vendiendo la casa. (Me
encadenaré en la entrada hasta que se echen atrás.) Que se están mudando a Los
Ángeles. (Voy a perder los papeles.) Que están teniendo algunos problemas y van
a pasar un tiempo separados. (Eso no puedo ni siquiera imaginarlo.)
—¿Qué está pasando? —pregunto lentamente.
Mamá cierra los ojos, respira profundamente, y luego nos mira, diciendo—:
Tengo cáncer de mama.
Después de estas cuatro palabras, las cientos que siguen suenan difusas y
sin forma. Pero entiendo lo suficiente para saber que mamá tiene un tumor que es
aproximadamente de tres centímetros de su pecho, y encontraron células
cancerosas en varios ganglios linfáticos. Papá encontró la masa mientras estaban en
la ducha una mañana —estoy demasiado aliviada de que la encontró como para
sentirme extraña por esa información— pero no quiso decirnos nada hasta saber
más. Optó por una mastectomía, seguida de quimioterapia, y han programado la
cirugía para el lunes... en tres días a partir de ahora.
Todo está de alguna manera moviéndose demasiado rápido, y, para un
solucionador como yo, no lo suficientemente rápido. Puedo recitar preguntas como
si estuviera leyendo un libro: ¿Has conseguido una segunda opinión sobre la
patología? ¿Cuál es el tiempo de recuperación de la cirugía? ¿Cuánto tiempo
después puedes empezar la quimio? ¿Qué medicamentos te van a dar? Pero estoy
demasiado aturdida para saber si mis preguntas son una reacción apropiada.
Cuando papá mencionó que encontró el bulto, Bellamy se echó a reír y
luego inmediatamente rompió en sollozos histéricos. Mamá sonaba como un
autómata por primera vez en toda su vida cuando detalla lo que el doctor le había
dicho. Papá se quedó extrañamente mudo.
Así que esto es lo que estoy diciendo: ¿Cuál es una reacción adecuada
cuando te enteras que el centro de tu mundo es mortal?
Una vez que termina de contarnos todo lo que sabe, y una vez que ella nos
ha prometido que se siente fuerte, y muy bien, nos dice que quiere ir acostarse y
estar sola por un rato. Pero casi no puedo respirar, y por la expresión de la cara de
mi padre, él se siente mucho, mucho peor.
Bellamy y yo nos sentamos y vemos Clue con el volumen prácticamente en
silencio. Ella se acurruca en mi regazo, y papá desaparece por el pasillo hasta su
dormitorio. En el navegador de mi teléfono, leo todos los sitios web que puedo
encontrar de cáncer de mama en estadio tres, y con cada nueva pieza de
información mentalmente puedo actualizar las probabilidades de supervivencia de
mi madre. Los créditos están rodando y luego la pantalla se queda en blanco antes
de que me dé cuenta de que la película ha terminado.
Pero no hay nada que pueda hacer ahora. Mamá no quiere que hagamos
nada; no quiere que cuide de ella. Quiere que "vivamos nuestras vidas" y "No
dejemos que esto monopolice nuestros pensamientos."
¿No sabe que para papá y para mí es todo?
Sólo unas pocas horas después de decírnoslo, este cáncer se ha convertido
en una cosa, una entidad viva, que ocupa tanto espacio en nuestra casa como
cualquiera de nosotros. Es todo lo que puedo pensar, todo lo que veo cuando la
miro. Así que no tengo idea de qué hacer conmigo misma.
—Pensé que tenías una fiesta en casa de Lola esta noche —dice mamá, y
regreso a la conversación. Se ve perfectamente normal, ni un poco cansada,
volteando un queso a la parrilla y mirándome por encima del hombro. Cocinando
la cena como si fuera una noche normal Un viernes, nada diferente. Puedo decir
que nosotros tres estamos mirando como cocina y suprimiendo nuestra necesidad
de sugerirle que vaya a sentarse, se relaje, que traeremos algo de comer.
Ella nos mataría.
—Si... —Me acerco y robo unos trozos de queso de su tazón—. Pero yo me
quedo aquí.
—No, no lo harás. —Mamá se gira y me da su mejor mirada de “No discutas
conmigo”—. La tienda de Oliver abre mañana.
—Lo sé.
—Vas a salir y te quedarás en tu casa esta noche —Papá insiste—. Voy a
llevar a mamá a ver una película y luego la llevaré a casa y… —Hace un pequeño
movimiento de danza detrás de ella—. No querrás estar en casa para lo que viene
después.
Oh Dios. Aprieto las manos sobre mis oídos mientras Bellamy agacha la
cabeza y pretende esconderse debajo de la barra de desayuno.
—Tú ganas —le digo, tratando de mantener mi tono ligero y apaciguando el
pánico que siento brotar dentro de mí. No quiero estar lejos de mamá—. Pero
mañana haremos algo los cuatro.
Papá asiente y sonríe valientemente.
Nunca lo he visto tan agitado.
En realidad es bueno salir, si soy honesta. Lo peor que podríamos hacer por
mamá es sentarnos y ver cada movimiento que hace con lamentables, expresiones
de preocupación. Papá me aseguró que mi papel vendrá en las próximas semanas
y meses. Puedo trabajar con eso. Bellamy es dulce, pero sólo tiene dieciocho años y
es curiosamente incapaz. Cada pequeño recado la estresa. Es buena para el papel
de ¡mantente positiva! Yo soy la hija que consigue hacer las cosas. Seré la hija que
impulsa a mamá a las citas, hace demasiadas preguntas, se hace cargo de ella
cuando papá tiene que trabajar, y probablemente la hace enloquecer.
Pero en este momento, me siento muy mal.
Y si hay alguien que quiero ver aparte de mi familia esta noche, es a mis
chicas.
El nuevo apartamento de Lola es un gran paso adelante respecto a los
dormitorios. Esperaba que viviera conmigo cuando nos graduamos, pero ella
quería estar en el centro, y cada vez que voy, no puedo culparla. Está situado justo
al norte del barrio de Gaslamp, y es nuevo, con enormes ventanas en habitaciones
abiertas, con vista al puerto, y a sólo unas cuadras de la barra de la Dona. Mujer
afortunada.
—¡Harlowwwww! —Mi nombre es gritado a través de la gran sala de estar
y rápidamente soy rodeada por cuatro brazos. Dos de ellos son de Lola, y dos
pertenecen a London, la nueva compañera de cuarto de Lola y la chica más
adorable que puedas imaginar: con pelo rubio, pecas, hoyuelos y una sonrisa
constante. Ella lo enfría perfectamente con sus calientes gafas nerd y ropa salvaje.
Esta noche, por ejemplo, veo que lleva puesto una camiseta azul, una falda verde y
amarilla con lunares y un pañuelo a rayas blanco y negro. Sumado al vestido negro
retro de Lola, elegante al estilo Bettie Page, ellas hacen el resto se vea trágicamente
fuera de onda.
—Hola Lola-London —digo, presionando mi cara en el cuello de Lola.
Necesitaba esto.
La voz de Lola es amortiguada contra mi pelo. —Eso suena como un
nombre de stripper.
London se ríe, alejándose del tumulto. —¿O el nombre de una bebida?
—Un Lola London con hielo —le digo.
—Bueno —dice London, señalando el refrigerador en la cocina—. Podemos
tratar de inventar uno esta noche. Juro que compré todo. Mezcladores, licores,
cerveza y nueces y… —Cierra los ojos, levanta la mano derecha en un saludo
rockero y cinturones fuera— ¡Fritos!
Se vuelve corriendo a abrir la puerta y le doy a Lola mi gesto de aprobación.
—Me gusta esa chica.
—¡Alguien me dijo que hay una fiesta en esta casa!
Me vuelvo hacia el sonido de la voz profunda y acentuada de Ansel, y cada
sonido en el apartamento se acalla antes de que aplausos y risas estallan. Lleva un
sombrero lleno de chips de tortilla. Porque es un idiota adorable.
Mia se separa de él, haciendo una línea recta hacia mí, y envuelve sus brazos
alrededor de mis hombros. —¿Estás bien?
Llamé a Lola y Mia antes, dándoles una actualización pequeña de la
situación, y me conocen lo suficientemente bien como para anticipar la magnitud
de mi pánico.
Parpadeo lejos del espectáculo delicioso de Ansel haciendo algún pequeño
baile raro torero. —Uhmm. Ya sabes.
Ella se aleja y estudia mi cara antes de decidir, con precisión, que estoy aquí
para distraerme y no para hablar de mi madre. Todos nos volvemos para ver a
Ansel ofrecer chips a alguien. En serio, su niño interior está definitivamente vivito
y coleando.
Dibujo un círculo en el aire alrededor de mi cabeza. —¿Qué es el…?
—No tengo idea. —Mia me interrumpe—. Él y Finn salieron a tomar unas
cervezas antes y regresó con eso. No se lo ha quitado en horas, pero lo ha rellenado
tres veces. Háganse a un lado damas. —Ella se gira, sacando una cerveza del
refrigerador—. Él es todo mío.
Y ante la mención de su nombre, me sorprendo con la vista de Finn a través
de la habitación. Debe de haber entrado con ellos. Mi estómago se hace un nudo y
realiza un movimiento molesto cuando se ríe por algo que Ansel dijo y levanta su
brazo para ajustarse la gorra de béisbol. Su bíceps se flexiona y mi estómago arde.
Me bebo la mitad de mi cerveza para hacer que la sensación desaparezca,
imaginando el siseo y el vapor mientras las llamas metafóricas se apagan.
—No sabía que Finn vendría esta noche. —Pero, ¿qué pensaba? ¿Que lo iban
a dejar solo en casa? Finn es sólo una complicación más para mi ya enloquecido
cerebro, que no puede manejar suficiente ahora.
Mia retuerce la tapa de su cerveza y me mira, una pequeña sonrisa en sus
ojos. —¿Te parece bien?
Civilizados. Somos una banda de amigos inadaptados, me recuerdo a mí misma.
—Sabes que si.
—Siempre y cuando no trate de hablar, ¿no?
Riendo, asiento. —Correcto.
Lola me frota la espalda y luego inclina la cabeza, lo que indica que va a
unirse a las personas que se reúnen para jugar a las cartas. —¿Estás bien aquí?
—Sí —digo—. Probablemente me quedaré detrás y los veré chicos.
Después de asegurarse de que no necesito compañía, Mia la sigue, y me
quedo sola en la cocina bien iluminada, mirando al pequeño grupo alrededor de la
mesa de comedor. Ansel se lame el pulgar y luego comienza a repartir las cartas,
arrojándolas como experto sobre la mesa para cada jugador. Me siento un poco
perdida, como si no debería estar aquí, pero no puedo ir a casa, tampoco. Estoy
demasiado ahogada, se siente muy caliente este apartamento.
Una sombra se sumerge más allá de mí y cuando me vuelvo, veo la cabellera
rubia mohwak de un chico inclinándose para sacar un vino de la nevera.
—Que elección de bebidas tan interesante —digo—. ¡Ponche Pasión!
Se vuelve y se ríe, asintiendo totalmente de acuerdo. Es precioso, su sonrisa
perfecta, con hermosos dientes blancos, un chico hippie de La Jolla. —¿Alguna vez
has tomado de estos? ¡Saben a zumo!
¿El vino barato es una novedad divertida? Sin duda, es todo un chico hippie
de La Jolla.
—Soy Harlow —digo, extendiendo mi mano—. Y si quieres zumo, ¿por qué
no tomas zumo?
Sacude la cabeza. —Habría algunos problemas si fuera zumo —dice, antes
de señalar la botella en su pecho y añadió—: No-Joe.
—¿Nacho?
—No, es No-Joe. Oliver, ¿mi nuevo jefe? Me llama Joey. Pienso que me está
tomando el pelo, ¿algún tipo de broma de Australia? Pero ese no es mi nombre.
Espero que me dé su verdadero nombre, obviamente, no puede haber
conocido a Oliver el tiempo suficiente como para ser llamado No-Joe por más de
unos pocos meses, pero no lo hace. —¿Así que te haces llamar No-Joe?
—¡Sí!
—¿Todo el tiempo?
—Sí.
—Bueno, está bien entonces, es un placer conocerte. —A pesar del hecho de
que temo que No-Joe tiene solo un par de neuronas más que un invertebrado, lo
miro y al instante me gusta, de todos modos. Lleva pantalones cortos y una
camiseta y claramente tiene que ser seriamente atolondrado para estar aquí usando
eso—. ¿Así que vas a trabajar en la tienda?
Cuando asiente, bebiéndose la mitad del vino de un solo trago, agrego—: El
día de mañana debe ser muy emocionante para ustedes.
—Va a ser bueno. Oliver es el mejor jefe. O bien, puedo decir que lo será. Es
tan relajado.
Miro a través de la habitación en donde Oliver está tan concentrado con las
cartas en la mano que temo las podría incinerar. A diferencia de Finn, quién no
parece preocuparse mucho por su apariencia, pero inclina la balanza a su favor al
mantener su pelo corto, su rostro por lo general bien afeitado, Oliver es sexy de
una forma accidental. En realidad no he decidido si es tan ajeno a su aspecto como
parece, pero sí sé que es un tipo muy intenso, y dado que tiene sólo treinta y abrirá
una tienda de cómics de alto perfil en la zona de moda de San Diego, no 'creo que
sea tan relajado como No-Joe espera.
Miro de regreso al chico hippie. —¿Qué vas a hacer allí?
—Vender cómics y esas cosas.
Me río. Este chico no supervisado debe ser un espectáculo para la vista. —
Ah, ¿te refieres a trabajar al frente?
—Sip. Trabajar en la parte delantera. Y a veces en la parte de atrás. —Se ríe
de sí mismo—. Re-gis-tros —canta.
—¿Exactamente cuán borracho estás, No-Joe?
Deja de moverse y parece hacer una inspección mental. —Bastante.
—¿Quieres beber algunos chupitos?
En realidad, no hay manera de que tenga sexo con No-Joe, pero mi segunda
cosa favorita para hacer con los chicos es verlos emborracharse.
Alineamos un par de chupitos y los tomamos, mientras veo a Finn de pie
detrás de la mesa. Lanza sus cartas, se quita la gorra, se rasca la cabeza con la
misma mano, y luego continúa. No me gusta que me parezca una maniobra
completamente sexy. Cuando mira hacia arriba y me ve en la cocina con No-Joe,
estrecha sus ojos por un instante y luego comienza a caminar hacia nosotros.
—Oh, mierda —murmuro en voz baja.
—¿Le perteneces a Hulk? —pregunta No-Joe, inclinando la cabeza.
—Ni siquiera un poco.
—Quieta. Mira la intensidad de sus ojos —susurra borracho—. El león anda
suelto. —Con un pequeño escalofrío, parece aclarar su trance y dice—: Me voy a la
habitación de los niños pequeños.
—Gracias —me quejo de su retirada, mientras Finn se desliza entre mí y el
mostrador, inclinando una cadera contra él.
Esta noche he perdido mi habitual armadura, mi entusiasmo, mi confianza,
y la facilidad que viene con saber la vida está bien para todos los que amo. Una
pequeña alarma en mi cerebro envía señales de que hablar con Finn en este
momento podría ser una idea terrible. O bien terminaremos peleando o follando, y
Finn no hace ninguna de esas cosas con algún tipo de ternura. Pero me niego a dar
un paso atrás y puedo sentir el calor que viene de su pecho. Su gorra está sobre sus
ojos, así que tengo que confiar en la curva de su boca para interpretar su estado de
ánimo. Hasta el momento, parece... aburrido, enojado, pensativo, o dormido.
—Es genial encontrarte aquí.
—Finn. —Lo reconozco con una leve inclinación de cabeza.
Su sonrisa se inicia en una esquina y se retuerce en sus labios. Él y su boca
increíble y malditamente sexi. —Harlow.
Aprieto los dientes sobre mi labio inferior mientras lo considero.
Parlotear sin sentido no va a funcionar aquí, pero no estoy del todo segura
de que pueda manejar sus asperezas esta noche cuando me siento tan mal. Finn no
encaja en ninguno de mis categorías de chicos fácilmente predeterminados, y tal
vez hay un desafío en eso.
Es difícil de leer, fácil de mirar, y no importa cuán mala idea sea, es casi
imposible resistirse a acercarse.
Pelear o follar.
Ambas opciones están empezando a sonar bastante bien.
Traducido por Josmary & Sandry
Corregido por florbarbero

No recuerdo la última vez que estuve en una fiesta rodeado de un grupo de


veinteañeros desagradables en su camino a diferentes grados de embriaguez. No
soy un chico fiestero, pero estuve de acuerdo en venir porque Ansel está en la
ciudad, y la última vez que nos vimos fue en Las Vegas, cuando una reunión
lúdica se convirtió en un caos matrimonial. Pero de alguna manera esta noche
terminé alejado del chico, con una cerveza de barril en la mano, y a mitad de
camino de emborracharme por primera vez en meses, de pie lo suficientemente
cerca de Harlow Vega como para tocarla.
No me sorprende que estemos de pie tan cerca o que realmente me gustaría
tocarla.
Lo que me sorprende es que Harlow este lejos del resto del grupo, pasando
el rato en la cocina con los empleados de Oliver. A pesar de nuestras nupcias en
Las Vegas y la fiesta loca de la isla de Vancouver, es justo decir que no sé mucho
acerca de ella. Pero conozco su tipo, y si hay una mesa en una fiesta, chicas como
ella suelen estar tiradas encima, jugando, o bailando.
—¿Por qué estás aquí y no quitándonos el dinero en el póker?
Harlow se encoge de hombros, colocando sus manos en mi cintura para
moverme a un lado y abrir el gabinete. —Estoy distraída esta noche. —Frunce el
ceño hacia el armario lleno —. ¿Y por qué es esto un desastre? Dios mío.
—¿Vas a reorganizar la cocina por ellos? —pregunto, sonriendo ante el
tintineo que suena mientras mueve los vasos—. ¿En el medio de una fiesta?
—Puede ser.
Pelo castaño oscuro enmarca su rostro, acomodado detrás de su oreja
mientras se extiende por el estante superior, dejando al descubierto su cuello largo.
Inmediatamente pienso en chupar pequeñas marcas en su piel, de su oreja a la
clavícula.
—Preocupada esta mañana —le digo, bebiendo con los ojos sus hombros
desnudos—. Esta noche, distraída.
Ella recoge dos vasos de chupito, los limpia y se echa hacia atrás para
mirarme en silencio como respuesta. Y ahora recuerdo el calor de sus extrañamente
hipnóticos ojos —más ámbar que marrones— y la tentación de sus labios llenos y
coquetos. Desenroscando el tapón de una botella de tequila bastante llamativa,
Harlow parpadea antes de llenar cada vaso hasta el borde.
—Bueno, puedo decir que No-Joe está haciendo un gran trabajo
distrayéndote —le digo—, pero podrías querer frenar los tragos con el tipo que
perforó su propio pene. Honestamente, cuando Oliver me contó esa historia, casi
me atraganté con mi sándwich.
Harlow estaba empezando a darme un trago, pero su mano se detiene, el
aire. —¿Él… qué?
—Dos veces. Uno en la punta, otro en el eje.
Parpadea.
Me apoyo un poco y la forma en que ella está mirando mi boca está
haciendo zumbar mi piel. —Según Oliver, "suceden cosas" cuando No-Joe se
emborracha.
Quita los ojos de mi boca y me mira, levantando la barbilla para apuntar a la
mesa de personas que aún están jugando a las cartas al otro lado de la sala. —
¿Estás sugiriendo que en cambio vaya a jugar a las cartas con las personas que
están dando chupitos de Clamato como castigo al perdedor?
—Es incluso mejor que eso —le digo con un estremecimiento—. Es
Budweiser con Clamato. Se llama Chelada, y está bastante caliente ahora.
Pone exactamente la misma cara que puso cuando el barista le ofreció un
mocha picante con calabaza esta mañana —de completo y total de terror— y esa
fue la bebida que ella ordenó. —¿De verdad alguien inventó esa cosa? ¿Hay
personas que beben y disfrutan de eso?
Riendo, le digo—: Sabes, a pesar de mi mejor juicio me parece muy gracioso
cuando actúas como una diva.
Con la cabeza inclinada hacia un lado, ojos incrédulos, pregunta—: ¿Qué no
me guste la Budweiser mezclada con tomate y jugo de almejas me hace una diva?
Al parecer estoy lo suficientemente borracho para entonar unas pocas líneas
de la única canción de diva que se me ocurre en este momento—: I Will Always
Love You. —Y entonces levanto mi chupito y lo trago.
Harlow me mira como si hubiera perdido la cabeza, pero puedo decir que se
está divirtiendo. En sus ojos permanece una sonrisa, incluso si sus cejas se juntan
con desaprobación. —No podrías cantar para salvar tu vida.
Limpiando mi boca con la mano, digo—: Eso no es nada. Debes oírme tocar
el piano.
Eentrecierra más sus ojos. —¿Acabas de citar los Smiths?
—Me sorprende que lo captaras. No es de una canción que haya sido
copiada por P. Diddy.
Riendo, ella dice—: Tienes una impresión bastante fantástica de mí.
—Realmente la tengo. —Las notas de tequila en mi torrente sanguíneo me
calientan del pecho hacia afuera. Me inclino más cerca para poder obtener una
buena bocanada de ella. Siempre huele caliente, de alguna manera, a un poco de
tierra y dulce. Como a playa, protector solar y madreselva. Le he dicho más
palabras no sexuales a Harlow en los últimos cinco minutos de las que le dije todo
el tiempo que estuvo en Canadá, pero estoy sorprendido de encontrar que no sólo
es fácil hablar con ella, es divertida—. Y, mi impresión de ti está siempre en
evolución, ahora que ya no eres sólo una cara bonita en mi regazo.
—Eres un hijo de puta con clase, Finn.
—Esta cosa de hablar hace maravillas para expandir nuestros horizontes.
Se toma su chupito, traga y hace una mueca antes de decir—: No te
adelantes, Sol. Me gusta nuestro acuerdo.
—¿Tenemos un acuerdo?
Asiente, se vuelve para servirnos otro trago. —Peleamos, o follamos. Creo
que prefiero la parte de follar.
—Bueno, entonces tengo que estar de acuerdo.
Cuando me entrega el segundo chupito, que se suma a las tres cervezas que
ya he tenido con Ansel, pregunto—: De todos modos, ¿Por qué viniste? Nunca
llegué a preguntarte porque estuviste sentada en mi rostro la mayor parte del
tiempo. La visita fue... inesperada.
—¿Pero impresionante? —pregunta ella, cejas levantadas como si ella
supiera que yo nunca lo negaría.
—Por supuesto.
Lame el lado de su mano, sacude un poco de sal en ella esta vez, y la
estudia, pensando. —¿Honestamente? Supongo que no estaba segura de poder
confiar en mi memoria desde Las Vegas.
—¿Te refieres al recuerdo de lo bueno que fue el sexo?
—Sí.
—Lo fue —le aseguro.
—Ahora lo sé. —Lame la sal, toma el trago, y agarra una rodaja de limón del
mostrador, chupándola brevemente antes de murmurar a través de sus húmedos
labios fruncidos—. Lástima que el hombre unido al pene es un gran perdedor.
Asiento con simpatía. —Cierto.
—Eres divertido —me dice, echándose hacia atrás como si acabara de verme
realmente hasta ahora—. Eres diversión de manera fácil, inesperada.
—Estás borracha.
Asiente con sus dedos en frente de mi cara. —Eso debe ser. El tequila que he
tomado te está haciendo divertido.
Me río, limpiando una mano sobre mi boca. —Pareces estar en un mejor
estado de ánimo esta noche —le digo.
—Simplemente que me están pasando algunas cosas y estoy tratando de no
pensar en ello. Y además —dice, levantando su vaso de chupito vacío—, esto
ayuda muchísimo.
—¿Cuántos has tomado?
—Suficientes como para que no me importe mucho, no tantos como para no
importarme en lo absoluto.
Esta parece una respuesta bastante sombría para alguien que he asumido
desde el principio era alegre, sexy y sin preocupaciones. Sin embargo, en realidad
no sé mucho sobre la vida de Harlow. Sé que ella es una niña bonita rica, y
probablemente tiene una línea de niños ricos en fila en su puerta. Sé que es amiga
leal de Lola y Mía, al parecer, porque es una de esas personas que necesitan ayudar
a cada vida humana, fue una fuerza impulsora para lograr que Ansel y Mía
vuelvan a estar juntos de nuevo. Pero fuera de eso, no hay mucho. Ni siquiera sé
cuál es su trabajo... o si trabaja en absoluto.
—¿Algo de lo quieras hablar? —Ofrezco a medias.
—Nop —dice, y se sirve otro trago.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo y mi cálido confort ebrio es rápidamente
reemplazado por una sensación de temor. Sin tener que mirar, sé que este es el
mensaje que he estado esperando. En casa, mi hermano menor, Levi, lleva a cabo
una revisión de seguridad en el barco más grande de la flota, Linda, nombrado así
por nuestra madre, y por la forma en que las cosas han ido, estoy dispuesto a
apostar que la noticia no va ser buena.
Corto en la cabina de mando, ninguno de los controles están funcionando.
Mierda.
Aunque hay cerca de un centenar de malas palabras que quiero escribir en
este momento, no respondo de inmediato. En su lugar, deslizo mi teléfono en mi
bolsillo, me sirvo un chupito, y me lo trago de nuevo. Ayuda.
—¿Estás bien allí? —pregunta Harlow, mirándome.
Aprieto la mandíbula contra la sensación de quemazón que calienta mi
cuerpo, y que se instala en mi estómago. —Sólo un poco distraído.
—Bueno, entonces, ¡vamos por otro! —Vierte dos chupitos más y me
entrega uno. Sé que esto realmente no me va a ayudar. Recuperaré la sobriedad en
la mañana, o tal vez un poco más tarde en el día, y los controles en el barco
seguirán sin funcionar, y toda nuestra mierda de vida seguirá en peligro. Pero,
maldita sea, realmente me gustaría olvidar todo eso por un tiempo.
Lo recojo, miro el líquido claro antes apoyarme en ella, mis labios casi
rozando el lóbulo de su oreja. —Creo que tú y yo sabemos que la última vez que
bebimos tequila juntos no terminó tan bien.
—Es cierto —dice, tirando hacia atrás lo suficientemente lejos para mirarme
a los ojos—. Pero no hay capilla de veinticuatro horas cerca dirigida por algún
idiota imprudente dispuesto a casarnos, así que creo estamos a salvo.
Tiene un punto.
Harlow traga su chupito y se estremece. —Ooooh... no creo que pueda hacer
nada más. —Levanta sus manos, pretende contar una treintena de chupitos, y
luego me sonríe—. Uno más y vomito en esa taza de Fritos sobre los cuales London
está tan entusiasmada.
Ella pudo haber perdido la cuenta, pero yo no. Cuatro chupitos durante este
tiempo en la cocina con Harlow y estoy borracho por primera vez en años, sacando
lo de Las Vegas.
Se siente como que ha estado desaparecido durante una hora, pero No-Joe
finalmente regresa en una nube de olor a hierba. Mientras se acerca, me tiende la
mano, diciendo muy lentamente—: Soy No-Joe... Encantado de conocerte.
Riendo, le recuerdo—: Nos conocimos antes en la tienda, ¿cuándo Oliver
estaba haciendo el recorrido final?
No-Joe hace un poco de ruido de cacareo, diciendo—: Es por eso que me
resultabas familiar.
Fue hace tres horas. Este tipo no debe respirar a menos que sea a través de
un porro.
—¿Tú eres el leñador de Nueva Escocia? —pregunta.
—Pescador de la isla de Vancouver.
Harlow se echa a reír. —Pobre Finn.
Él nos mira a Harlow y a mi. —Así que también se conocen a través de
Oliver? —pregunta.
—No exactamente —dice ella, y luego me mira con una sonrisa tonta—.
Finn es mi ex marido.
Los ojos de No-Joe se abren como platos. —¿Ex-marido?
Asintiendo, lo confirmo. —Eso es correcto.
El chico mira a Harlow, y luego realmente la mira. Con sus ojos moviéndose
arriba y abajo por su cuerpo de una manera que me dan ganas de darle una
bofetada y devolverlo a la conciencia para que jodidamente aleje su mirada lasciva
de ella.
—No te ves lo suficientemente mayor para estar divorciada —finalmente
concluye.
Me inclino hacia delante para romper su atención lejos de su pecho. —¿Pero
yo si?
Ahora me mira, pero con mucho menos interés. —Sí, en realidad. Eres
mayor que ella, ¿verdad?
—Así es —dije, riendo mientras Harlow soltaba risitas encantada a mi
lado—. Gracias.
No-Joe cava su mano en una bolsa de papas fritas de maíz en el mostrador,
preguntando—: Debe ser raro pasar un rato en una fiesta con su ex.
Le resta importancia con un gesto, diciendo—: Nah. Finn es un hombre de
trato fácil.
—¿Ahora lo soy? —le pregunto, y esto me hace reír, porque si alguna vez ha
habido una frase para describirme, no es de trato fácil. Ansel es de trato fácil. A
menudo recibo "contenido." Lo soy, ciertamente, a veces un poco cerrado. No soy
de trato fácil.
Asiente, me estudia, suspira un poco y luego dice—: Sí. Le gusta dar largas
caminatas en el muelle, haciendo pequeños atrapasueños con su línea de pesca
adicional, y por la noche pasar el rato bromeando con mujeres mayores en busca
de jóvenes en el bar local.
Me eché a reír. —Lo hago, ¿eh?
Sus labios se unen en una dulce mueca pensativa. —Mm-hmm.
—Bueno —le respondo—, es bastante fácil estar a tu alrededor. Ayuda que
eres una chica amante de la diversión que le gusta ir de compras, el esmalte de
uñas, y... —Pretendo pensar un poco más antes de que finalmente repetir—: las
compras.
Ella pone su mano en mi mejilla, con una expresión juguetona de adoración.
—Me encanta lo bien que nos conocemos.
—Lo mismo digo.
Al unísono, levantamos nuestros vasos de chupito vacíos y brindamos.
—¿Por qué se divorciaron, chicos? —pregunta No-Joe—. Parece que se
gustan de verdad.
—¿De verdad? —pregunto, sin apartar mis ojos de Harlow. No creo que
realmente me gustara tanto hasta esta noche.
Finalmente ella rompe nuestra mirada compartida para decirle a No-Joe—:
La verdad es que sólo estuvimos casados por una noche y, algo así como, la mitad
de un día en Las Vegas. Probablemente sólo hemos pasamos un total combinado
de veinticuatro horas juntos, la mayor parte borrachos o desnudos.
—O las dos cosas —agrego.
—¿En serio?
Ambos inclinamos de cabeza.
—Eso es perverso.
—Lo fue, confía en mí —está de acuerdo, y luego finge mirarme—. Muy
perverso.
Miro a sus labios al mismo tiempo que los lame y envía una descarga de
electricidad hacia abajo a través de mi piel y directamente a mi polla. De hecho,
estoy casi bastante borracho como para sugerir que le presente esa lengua a esta
polla.
—Es algo que creo que todo el mundo debería hacer una vez en su vida —
reflexiona No-Joe, quitando mi atención de la boca, ahora sonriente de Harlow—.
Todo el mundo debería: correr un maratón, leer Candide, y casarse en Las Vegas.
Harlow se ríe y comienza a explicarle que es jodidamente caro y realmente
no es tan conveniente. Mientras le cuenta a No-Joe sobre las desventuras de Las
Vegas, me excuso para ir al baño.
Fuera de la zona de la cocina, la casa es ruidosa y llena de borrachos.
London está cantando a todo pulmón una canción en la mesa de póquer; Mia está
jugando a las cartas y usa el sombrero mientras se sienta en el regazo de Ansel.
Lola y Oliver son los únicos que parecen sobrios, y yo rio viendo la escena durante
unos segundos. Oliver es notoriamente competitivo sobre las cartas, y puedo ver la
misma determinación en la cara de Lola. El resto de la mesa se ha disuelto en el
libertinaje borracho, pero ambos parecen estar haciendo su mejor esfuerzo para
mantener el juego organizado. Es como tratar de atar una cuerda alrededor de las
gotas de lluvia.
Cuando salgo del baño, Harlow está allí esperando un turno. Se desliza por
delante de mí con una sonrisa descarada y cuando me vuelvo a hacer algo, joder,
ni siquiera sé qué, una broma, mirarla, besarla, cierra la puerta en mis narices.
Me olvidé de cómo beber me hace sentir liviano, un poco etéreo. Me siento
liberado, pero en la esquina de mi mente puedo percibir la luz intermitente roja:
Peligro. Peligro.
Mirando por el pasillo, me planteo volver a la mesa de póquer o a la cocina,
pero mis pies se plantan, e incluso mientras pienso en lo divertido que sería jugar
algunas cartas con Ansel y Oliver, no iré a ninguna parte.
Harlow abre la puerta del baño para encontrarme apoyado contra la pared
de enfrente y no parece incluso un poco sorprendida. Ni un poquito. Está de pie en
la puerta estudiándome y luego toma un par de pasos más cerca.
Sólo me mira, y esto es todo tan jodidamente nuevo. Se siente como una
mujer diferente a la chica salvaje de fiestas de Las Vegas, a la zorra hambrienta que
casi rompió mi puerta. Esta Harlow se siente paciente, seductora, y jodidamente
fascinante. Debajo de la superficie de su mirada veo algo allí que no había visto
antes, algo de profundidad que por lo general mantiene oculta, como si esta noche,
algunos de sus escudos fueron despojados. No puede ser el alcohol, porque la he
visto borracha. No puede ser simplemente que quiere ligar, porque también hemos
hecho eso antes.
Cuando Harlow me mira, se siente como si mi corazón se hubiese
convertido en una balsa inflable que se está llenando lentamente de aire. Mi pecho
sólo se pone más y más fuerte y más fuerte.
Puedo decir que ella se puso un poco más de brillo de labios en el baño, y su
boca brilla en rojo cuando sonríe un poco. —¿Vamos a hacer ruido?
Esto me saca del trance y extiendo la mano para agarrarla del brazo,
tirándola conmigo y volviéndonos al dormitorio justo a mi izquierda.
La habitación se encuentra vacía, pero con un montón de ropa de cama, una
cómoda baja, y algunas cajas de cartón en la esquina.
—¿Quién demonios tiene una habitación vacía en un lugar como éste? —
pregunto, caminando hacia las ventanas del suelo al techo del desván que recubren
la pared. Este lugar cuenta con tres dormitorios y es dos veces el tamaño de mi
casa en la isla de Vancouver. Hay una vista panorámica del puerto y, a la distancia,
lo que creo que debe ser Coronado.
—Esta era la habitación de Ruby —dice Harlow, apoyada en la pared a mi
derecha—. London heredó este apartamento hace unos años. Rubí se acaba de
mudar un par de semanas atrás, justo después de que Lola se mudara. Ella tiene
unas prácticas increíble en Londres.
La miro, sintiéndome confundido. Borracho, en su mayoría. — ¿Ruby… y
Londres?
—Ruby se trasladó a Londres, Inglaterra —dice ella con mayor lentitud—. Y
sí, lo sé. Su compañera de cuarto se llamaba London y se trasladó a Londres. Los
chistes fueron interminables. Era como Abbott y Costello aquí. —Empujándose de
la pared, da un par de pasos más cerca de mí y mira por la ventana hacia el agua—.
Están buscando un nuevo compañero de cuarto por si conoces a alguien que quiere
huir del régimen opresivo en Canadá…
—¿Tú no te vas a mudar?—pregunto.
—Me gusta mi espacio. Me gusta vivir sola.
Asiento. Me gusta vivir solo, también. Mi ciudad natal es lo suficientemente
pequeña tal como es; a veces es bueno imaginar que puedo cerrar la puerta y
conseguir un poco de distancia.
No es que incluso a mil kilómetros de distancia realmente pueda alejar mis
pensamientos de toda la mierda pasando en casa. Mi teléfono se siente como un
peso de plomo en el bolsillo, y lo saco, poniéndolo en la parte superior de una caja
de cartón. Harlow observa lo que hago, y luego hace lo mismo, sacando su
teléfono del bolsillo de su falda vaquera y poniéndolo boca abajo al lado del mío.
Doy un paso hacia adelante y vuelve su rostro hacia mí, cerrando los ojos
cuando deslizo mi mano a lo largo de su cuello y por su cabello. —Hueles como un
maldito sueño.
—¿Sí?
Asiento, pero no lo nota, con los ojos todavía cerrados. —Dame tu ropa
interior.
Sin pretensiones, sin calentamiento, y ella ni siquiera se sobresalta. Mis
preocupaciones se colocan de forma segura en la parte superior de una caja de
cartón a cuatro pies de distancia, y lo que tengo frente a mí es una chica suave y
cálida para hacer que todo lo demás se evapore. Con una pequeña mirada hacia mi
cara, extiende la mano bajo la falda y se quita las bragas, dándome el diminuto
puñado azul de encaje. Las deslizo en mi bolsillo, y luego me inclino, besándola.
Esto, también, es nuevo. Es más dulce, más honesto que los hirientes besos
salvajes que conocíamos antes. La beso una vez, sólo un toque, y luego otra vez,
gimiendo mientras sus manos se deslizan hasta mi pecho y alrededor de mi cuello.
Sus labios caen en un ritmo fácil contra los míos, no hay negociación física o
incertidumbre, solamente Harlow ofreciéndome su completo labio inferior,
pequeños trazos de su lengua, y sus pequeños ansiosos jadeos. Puedo saborear un
toque de brillo de labios de cereza, y los tragos que bebimos juntos en la cocina. No
está descuidadamente borracha, pero sus mejillas son cálidas por el alcohol, su
cuerpo flexible y relajado. Estoy seguro de que podría doblarla como quiera.
Podría extenderla en el suelo, ponerle las piernas sobre mis hombros, y follarla tan
duro que la gente fuera de la sala de estar oiría la bofetada de mi piel contra la
suya.
—¿Piensas a veces en follarme?—pregunto, presionando un beso en su
cuello, deslizando un tirante del hombro y arrastrando mis labios y los dientes a lo
largo de su piel.
—Sí.
—Dime.
—Es a lo que recurro cuando me corro —admite sin dudarlo.
—¿Así que piensas en mí como cinco veces al día?
Harlow se ríe y se atrapa en un pequeño hipo cuando empujo la falda sobre
sus caderas y la levanto en la cómoda, abriendo las piernas y dando un paso
adelante. Ya estoy duro y la sensación del calor desnudo de su coño contra la tela
encima de mi polla es suficiente para que jadee contra su boca, empujando las
caderas hacia delante.
Ella se presiona hacia mí y deslizo mi mano entre nosotros, llegando a tocar
la piel suave y resbaladiza entre sus muslos.
Joder.
Está jadeando esas pequeñas respiraciones perfectas y sacudiéndose contra
mí, y estoy tan duro que es todo lo que puedo hacer para no llegar a la bragueta,
saca mi polla, y frotarla, pero en lugar de eso, deslizo los dedos sobre su
increíblemente suave cuerpo. Es la única mujer que he sentido en mucho tiempo.
Es difícil no dejar que mi mente instintivamente la tatúe como mía cuando le beso
el cuello, los labios, el hombro. Y es fácil fingir que todo de esta sala se ha
evaporado o, por lo menos, se ha puesto en pausa y que el alivio, incluso
imaginado, envía un escalofrío por mi espalda, arrollando firmemente en la base.
Estoy muy duro por esta chica; me pone más duro que cualquier cosa que puedo
recordar. Juro que todavía puedo sentir el eco de hace casi dos meses de sus labios
besándome la polla, sus manos guiándome en ella.
—¿Tienes idea de cómo me hace sentir esto? —Doy un paso atrás lo
suficiente para ver mis dedos deslizándose hacia arriba y sobre su clítoris y hacia
abajo, más bajo, en el interior. Joder, me encanta cómo se ven cuando están
mojados—. Dios, ¿cuándo tu coño se ha vuelto tan dulce? —Miro a sus ojos
entrecerrados, el labio atrapado salvajemente entre sus dientes mientras mira
como la toco. Un abrasador pensamiento de fuego me apuñala—. ¿Dejaste que ese
chico idiota te lamiera aquí ayer por la noche?
Cierra los ojos, empujándose en mi mano, y me inclino para besarle el
cuello. Su silencio es tan bueno como un sí y eso desencadena chispas, además de
un fuego en mi pecho. Y entonces recuerdo cómo se veía esta mañana: como si al
mismo tiempo quisiera follarme y golpearme.
—Dime que te gusta mi boca.
Gime, sin aliento—: Me gusta tu boca.
—Dime que recuerdas correrte en ella.
—Lo recuerdo.
—¿Cuantas veces?
Harlow tose una carcajada y se convierte en un gemido cuando deslizo mi
dedo pulgar alrededor de su clítoris. —Muchas.
—Recuerdo decirte que te arrastraras para conseguirlo.
Sus uñas se clavan en mi hombro. —Capullo.
—Pero lo hiciste. —Le beso el cuello, la mandíbula—. Y me encanta lamerlo.
Me encantan tus pequeños sonidos obscenos.
Un golpe de la puerta suena a través de la tranquila habitación y los dos nos
sobresaltamos. Contra mí, Harlow se tensa, llegando a sostener mi brazo, para que
no deje de tocarla.
—¿Finn?
Joder. Es Ansel.
—¿Sí?
—Eh, eh…nos vamos a ir, en caso de que quieras un viaje de vuelta a Oliver.
Casi puedo sentir a Harlow esperando mi respuesta; su cuerpo está tenso a
mí alrededor. —¿Cuándo se va Oliver? —pregunto, contemplando mis opciones.
—Se fue hace unos diez minutos para pasar por la tienda una vez más.
Me quejo y, sin darme cuenta, muevo mi mano y la uso para limpiarme la
boca. Pero mis dedos están cubiertos de Harlow. Y ahora puedo olerla y
saborearla, y estoy tan jodidamente duro que mi mandíbula se aprieta firmemente
con tensión.
Me mira, pero es difícil ver su cara ya que está iluminada por las luces de la
ciudad. Si no me voy con ellos, tendré que tomar un taxi. Y el negocio de la familia
Roberts necesita cada uno de los míseros cinco mil que tenemos en el banco, así
que realmente no creo que deba pagar treinta dólares por un taxi esta noche.
—Tengo que irme con ellos —digo.
—Lo sé. —No suena enojada o incluso decepcionada… solo cansada.
—No trates de conducir a casa —digo—. Has bebido demasiado.
Parpadea, y cuando me mira, puedo ver que la puerta que mantiene sobre
sus emociones se ha situado en su lugar. La decepción me enfría cuando dice—:
¿Crees que soy idiota?
—No. —Me muevo para recuperar mi teléfono, metiéndolo en mi bolsillo
trasero. Extrañamente, siento como si ella hubiera estado jugando conmigo esta
noche—. ¿Quieres ir a casa con nosotros?
Niega con la cabeza. —Estoy bien.
—¿Nos vemos mañana? —Me inclino para besarla, pero vuelve la cabeza y
me empuja. Es medio molesto, medio divertido.
—Vete, Sol. Las despedidas emotivas no son parte del acuerdo.
Cierto. Esta Harlow indiferente es mucho más familiar. Me ajusto la gorra y
le doy una leve inclinación de cabeza antes de caminar hacia la puerta.
Traducido por Lorena, Majo Villa & Mary Warner
Corregido por florbarbero

Estoy empezando a ver que a pesar de la actitud suave y ligeramente


distante de Oliver, él realmente es un hombre de negocios bastante astuto. Después
de buscar durante meses la mejor ubicación para su tienda, se instaló en un
moderno y brillante lugar en la Calle G en Gaslamp, situado entre un salón de
tatuajes de moda y un bar.
El lugar es increíble, y puedo decir esto incluso sin la multitud congregada o
la fila de aparentemente famosos artistas sentados en la mesa en la parte de atrás
firmando libros.
Atrapando la vista Lola desde donde ella está a unos pasos de distancia,
puedo decir que ella también está impresionada.
Nunca he estado dentro de una tienda de comics, pero inmediatamente
tengo la sensación de que el diseño es genial. Esperaba filas estrechas y
desordenadas estanterías llenas del suelo al techo con libros y revistas de brillantes
colores, pero Oliver ha empotrado estanterías con forma de cubo—asimétricas, con
paneles de diferentes tamaños para que parezcan las páginas de un comic—en las
paredes. Están llenas de libros y merchandise, pero también hay un mucho de
espacio libre con mesas con forma de un montón de páginas curvadas hacia arriba
mostrando los títulos destacados. Delante, situado junto a las gigantes ventanas
hay un sofá y un set de brillantes sillones de cuero rojo. Un espacio sólo para leer.
—¿No se sentará la gente solo a leer y no comprará nada? —le pregunto a
Oliver, quien acaba de terminar de darme el tour.
Pero él ya se ha alejado para saludar a un cliente, mientras el lugar se está
llenando, y en su lugar escucho la voz de Finn. —Yo le pregunté lo mismo.
El sonido de s voz es ronco, débil, como si la hubiera sido usado con exceso
la noche anterior. Puedo sentir el eco de sus dedos en mí, la emoción de las cosas
sucias que dijo, un sentimiento que solo se intensifica cuando le oigo dar un paso
más cerca.
Girándome, le miro a los ojos. Espero que sea un poco incómodo después
del rechazo de la última noche, pero sostiene mi mirada y sonríe. Sus ojos son más
verdes que marrones hoy, y sus pestañas parecen más gruesas, incluso más
oscuras. Sus labios parecen un poco hinchados, pero el efecto es hacer que quiera
chuparlos, calmarlos.
¿Me enrollo con él en una borrachera y se pone más caliente? Universo
injusto.
Puedo decir que ambos estamos intentando actuar normal, pero me
pregunto si estoy fallando tan mal como él. Su atención cae a mis labios un
momento antes de decir, —Pero Oliver dice que a los frikis de los comics les gusta
tener copias impresas de sus libros favoritos. Él quiere que la gente pase el rato,
quizás encontrar nuevos títulos. Quiere que los novatos se sientan cómodos de
tomarse su tiempo en encontrar un libro que van a querer seguir.
Con esta explicación, creo que Finn acaba de usar más palabras en una
respiración que las que me ha dicho hasta ahora, acumulativamente. —¿Has
memorizado eso?
—Si.
—Tiene sentido. Me gusta.
Me detengo, esperando. Cierra los ojos, pellizcándose el puente de la nariz.
—¿Estas bien, Roberts? —pregunto—. Estas dejando pasar una oportunidad
bastante épica de eso-es lo que-dijo-ella.
Él abre un ojo. —No voy a beber de nuevo.
Esto me hace reír. ¿Finn el Invencible tiene una pequeña resaca? —Eres
demasiado mayor para decir eso ahora.
—Prácticamente de mediana edad, —él está de acuerdo—. También podría
salir y buscar una cerveza para desayunar. —
—¿Desayunar? —Hago un punto levantando su muñeca y mirando a su
gigante y varonil reloj resistente al agua—. Son casi las once.
—Estaba un poco lento al empezar esta mañana. Larga noche, —gruñe,
sonriendo amenazadoramente. Cuando me mira así, inmediatamente recuerdo la
forma en la que deslizó sus dedos sobre y dentro de mí. Dios, ¿cuándo se volvió tu
coño tan dulce? Y la forma en que su aliento calentaba mi cuello. Recuerdo la
sensación de su boca hambrienta chupando mi cuello, mis hombros, la dura
presión de él a través de sus vaqueros entre mis piernas.
Y luego se marchó. Y casi grité de frustración sexual.
No debería ser tan fácil estar con él hoy. ¿Por qué se siente tan fácil?
Después de una pausa, pregunta, —¿Llegaste a casa bien?
Miro más allá de él, mi cabeza nadando un poco con la discordante
transición de imágenes mentales que su pregunta trae. Bellamy estaba todavía
despierta cuando llegué casi a las dos de la mañana. La encontré sentada en la
cocina, con la mirada perdida al espacio frente a ella. Salí. Intenté sólo... tener una
buena noche, dijo ella. Pero me sentía como un muñeco. Desarticulada, ¿sabes? Y ahora no
puedo dormir.
Me sentí inmediatamente culpable por salir y olvidar todo en medio de la
cocina de Lola, y con Finn, de todas las personas. Pero mamá me echó de nuevo
después del desayuno esta mañana, diciéndome que no me había visto en casa un
sábado desde que era una niña y no tenía permitido perderme la gran
inauguración de Oliver.
—Dormí en la cama de Lola un poco, después tomé un taxi, — le digo a
Finn, dándole una mirada mordaz—. Es lo que hago después de enrollarnos,
aparentemente.
—Correcto. —No parece pensar que soy tan divertida.
Cuando mira a la tienda por encima de mi hombro, aprovecho la
oportunidad para observarlo. No puedo encontrar un solo defecto en el cuerpo del
hombre, y soy lo bastante mujer para admitir que estoy completamente
obsesionada con sus antebrazos. Son marcados, gruesos, cada musculo definido.
Quiero verle transportar una gran red a la cubierta de su barco. Dios, haría
majestuoso porno de pescador.
—¿Qué estás pensando? —pregunta y parpadeo hasta su cara.
—Trato de decidir si comprar un par de botas que vi de camino aquí. —Una
mentira, pero una que ha creído. Obviamente Finn está cómodo conmigo en el
papel de una cabeza hueca adicta a las compras, y seguro no tiene por qué saber
que simplemente estaba probándolo para el papel de Pescador Picante #1 para una
película en la pantalla chica: Limpiando las cubiertas a bordo de su real entrepierna.
—En caso de duda, compra las botas, —dice secamente—. ¿No es lo que se
supone que tengo que decir aquí?
—No creo que necesite una opinión en las botas.
—Gracias a Dios, —murmura y luego cruza la habitación cuando ve a Ansel
y a Mia entrar. Una salida poco ceremoniosa. Estoy un poco aliviada con lo fácil
que fue. ¿Ves? Sin necesidad de discutir o viajar a través de alguna pomposa
conversación del día de después de estaba-demasiado-borracho. Con Finn ya hemos
hecho eso en mayor magnitud, añadido con terminar casados y consumación
sexual. Hablando de incomodo día siguiente.
Mia pasa a Finn, dándole un pequeño guiño de complicidad antes de
entregarme un vaso de plástico con el logotipo de Whole Foods lleno de una
mezcla de zumo verde.
—Ansel quería ver de que trataba la locura del zumo, —dice—. Así que por
supuesto se pusp purista y compra dieciséis litros de zumo de col rizada puro.
Pensé que él iba a vomitar en mi coche.
Miro a mi vaso con sospecha.
—El tuyo también tiene plátano, mango, y piña. — Me da un codazo—. Me
han dicho que limpia el cuerpo de los efectos tóxicos de las malas decisiones.
—De hecho, ayer por la noche fue una decisión divertida. Señor, no puedo
evitar disfrutar ese cuerpo, —admito. Instintivamente miro hacia donde Finn se ha
reunido con Oliver y Ansel, y me mira exactamente al mismo tiempo.
Rápidamente aparta la mirada cuando nuestros ojos se encuentran, y los otros dos
chicos se inclinan para escuchar lo que él está diciendo. Claramente está
explicando algo.
—¿Habló ayer por la noche? —Susurra Mia—. Sé como te irrita cuando
intenta conversar.
—Habló algo, no mucho, pero fue aceptable. Mayormente sucias palabras
sexuales. — Me inclino más cerca para hablarle—. Sin embargo, no tuvimos sexo.
—Si, lo imaginé, —dice, asintiendo—. Finn gruñó borracho diciendo de algo
sobre bolas azules en el coche. ¿Dónde está Lola?
Miro hacia el lado de la tienda donde la vi por última vez, levantando la
barbilla para que los ojos de Mia siguiesen los míos. Lola está completamente
absorta leyendo un libro y no parece darse cuenta de que una celebración real está
sucediendo, con gente hablando, y fotos siendo tomadas, Not-Joe enseñándole
todo a los clientes, y todos felicitando a Oliver por lo que ha logrado aquí.
Puedo decir que Finn les ha asegurado con éxito a los otros chicos que no
nos estamos acercando al territorio de la Dinámica Incomoda de Grupo cuando
Ansel viene para unirse a Mia, colocando un brazo alrededor de sus hombros. La
aprieta a su lado antes de inclinarse por un beso. Ella es tan pequeña, y él es tan
alto, que el efecto es bastante cómico; Mia prácticamente desaparece de mi vista
por la duración del beso.
—¿Necesitan privacidad? —pregunto.
Ansel habla contra su boca. —Eso sería maravilloso, gracias. Echa a todo el
mundo.
Riendo, empujo su hombro juguetonamente y él se aparta, sosteniéndola.
Ella presiona dos dedos en sus labios mientras lo mira, sonrojada, un poco sin
aliento, y solo por un latido —un pequeñito, minúsculo latido— quiero lo que
tienen tan intensamente que hace doler mi pecho.
Y luego se ha ido.
—Estamos pensando en conseguir algo para comer, —dice Finn detrás de
mí, y ¡maldición! ese pequeño pico de calor pincha derecho a través de mi pecho. La
mirada de Mia se centra en mi cara para medir mi reacción. Él está justo detrás de
mí y ensancho los ojos, diciéndole con mi expresión: Está bien. Estoy perfectamente
bien.
—Llegamos hace quince minutos, —le digo, girándome lentamente.
Despacio e indiferente—. ¿No deberíamos estar un poco más?
Mira a su alrededor de manera significativa. —Este lugar está lleno. Los
amigos aparecen a estas cosas para llenar espacio. Ahora estamos sólo estorbando.
Debería ir con ellos, y estoy segura de que sería divertido, pero realmente
quiero llegar a casa, y fingir no vigilar a mi madre.
—¿Te marchas esta noche o mañana? — le pregunto.
—Um. —Mira a Ansel, quien ha inclinado la cabeza y tiene la expresión
expectante más divertida del mundo. Mia está mirándome con los ojos de par en
par, como si fuese una granada y Finn estuviese a punto de quitarme el detonador.
Se rasca la mandíbula. —En realidad me voy a quedar con Oliver el próximo
par de semanas.

***

Mis pensamientos están apilados como una baraja de cartas y tengo que
mezclar constantemente la primera a la parte posterior del montón.
No puedo obsesionarme con la cirugía de mamá el lunes. No puedo pensar
en la posibilidad de mas sexcapadas con Finn. No quiero ir de compras. No quiero
hacer surf. No quiero comer. Y mi trabajo a tiempo parcial es una broma. Así que,
voy a la casa de mis padres el sábado por la tarde, me pongo mi traje de baño, y me
dirijo a la piscina a nadar hasta que mis extremidades sean como fideos. Por lo
menos ahí puedo estar cerca, pero sin agobiar a mamá.
Aparentemente papá tiene la misma idea. Termina su largo, saliendo a la
superficie cuando me ve y cruzando los brazos en el borde de la piscina. Agua
gotea desde su pelo sobre su piel bronceada y empuja sus gafas a su frente antes de
cerrar los ojos, levantando la cabeza al cielo. Haría cualquier cosa para no tener
que ver a mi padre así de preocupado.
Me siento, deslizando mis pies en el agua junto a él. Nos sentamos en un
cómodo silencio mientras recupera el aliento.
—Hola, Tulip.
—Hola, amigo.
Me deslizo en la piscina, disfrutando del leve frio del agua de septiembre.
Cuando salgo a la superficie, pregunto, —¿Vas a quedarte ahí?
Se ríe sin mucho humor, quitándose las gafas completamente y lanzándolas
a su toalla a unos pies de distancia. —En realidad no. — Sigue sin aliento. Papá
está en una forma increíble; debe haber estado nadando como un loco—. ¿Tú?
Me encojo de hombros. Por alguna razón, no siento como si tuviera derecho
a estar tan sacudida por todo esto como lo está papá. Después de todo, él ha sido
siempre mi padre más presente. La carrera de mamá explotó cuando tenía dos
años y se estrechó cuando entré a la universidad. Papá se retiró en mi segundo año
de instituto, el primer año que ganó un Oscar. Él nos ama con una ferocidad que
me sorprende, pero sé sin lugar a dudas que mamá es su sol, luna, y estrellas.
—¿Fuiste a la oficina esta mañana? —pregunto.
Sonríe, notando claramente mi táctica de distracción. —Solo por una hora.
Estoy pensando en involucrarme en el próximo proyecto con Sal. Me tendrá en
casa hasta abril, al menos.
Salvatore Marìn es un productor/director de quien papá es mejor amigo y
más frecuente compañero de trabajo. Sé que la pregunta de trabajo tiene que haber
sido un reto para papá: cómo equilibrar su carrera sin dejar de estar ahí para mamá
en cada sentido de la palabra. Papá nunca esta en un sitio mucho tiempo, por lo
que estoy segura de que la idea de tener que irse ahora, de perderse algo con
mamá, debe ser aterradora.
—Eso suena ideal, —digo simplemente, dejándolo ligero.
—Creo que te gustaría esta. —Su sonrisa cambia a una que no he visto en un
tiempo, genuina y traviesa—. Es sobre un grupo de chicos en un barco.
—Muy gracioso. —Lo salpico. He echado de menos su risa y su sonrisa fácil,
así que si dejarlo molestarme sobre Finn, o cualquier otro chico, hace que sonría
más a menudo, él puede hacerlo tanto como quiera.
—Así que ¿qué terminaste haciendo anoche?
Me meto bajo el agua rápidamente, echando mi pelo hacia atrás. —Fui a
casa de Lola.
Puedo sentirle mirándome, esperando. Está acostumbrado a tener cada
detalle. —¿Y? ¿Fue divertido?
—Estuvo bien, —digo y lo miro, entrecerrando los ojos al sol—. Divertido,
en realidad... Finn estaba allí.
Sus cejas se levantan lentamente. —Finn, ¿eh?
Siempre he confiado en el cerebro de papá para ayudarme a arreglar el día,
mis frustraciones, mis aventuras. Así que por supuesto él sabe los detalles con
control parental de mi viaje a las Vegas: Nos conocimos en un bar, nos
emborrachamos y casamos. Después de un brusco corte en negro en la versión que
el tuvo, le conté sobre como fuimos juntos a anular el matrimonio la siguiente
tarde.
Pero también sabe que volé para visitar a Finn por menos de un día. Así que
cuando mencione que estuvo en la fiesta anoche, estoy segura de que mi padre
puso dos y dos juntos.
—Fue una buena distracción... —murmuro, incluso admitiendo más en voz
baja—. No pasó tanto.
Sus ojos bailan con burla contenida. —¿Está en la ciudad para la gran
inauguración? —Asiento, dejando de lado la parte donde parece que Finn se va a
quedar un par de semanas. No puedo decidir si estoy emocionada por esta noticia,
o irritada. Como si no tuviese ya suficiente en lo que pensar, ¿ahora voy a estar
obligada a verlo cada vez que quiera socializar?
Papá me observa mientras dibujo en el hormigón seco con un dedo mojado.
Nunca he tenido que ocultar de él mi interés en chicos, mi angustia por dramas de
chicas, o mis miedos o ansiedades de la vida. Creciendo, nuestro trato era que
siempre que fuese a él primero en saber las cosas grandes, él haría lo posible por
no regañar, juzgar, o entrar en lo que mamá llamaba su Rabia Latina Protectora.
—Las distracciones a veces son buenas, —dice, mirándome. El problema de
ser criada por un hombre tan increíble es que es casi imposible no comparar cada
chico que conozco con él. Cada uno se queda corto.
Me encojo de hombros.
—Con todo lo que sucede en tu vida, es una lástima que viva tan lejos.
Le miro. —Él está aquí durante un par de semanas.
Papá se ríe de mi expresión sombría y sale de la piscina. Agua cae de él a
charcos en sus pies, reflejando un centenar de puntos de sol en el suelo.
—Te adoro, mi hermosa, chica feroz. — Se inclina a por una toalla y se seca
el pecho y los brazos mientras dice—: Y te conozco. Apuesto a que estás pensando
en todas las razones por las que no deberías paras tiempo con él.
—Por supuesto que no debería.
Me corta con una mano suavemente levantada en el aire. —Sé que nunca
vas a dejar nada interponerse a la familia; así es como te crié. Pero pronto vas a
querer estar en cada cita, sentada cerca por cada segundo posible. Estarás online,
leyendo cada detalle que puedas encontrar. Estarás merodeando, ofreciéndole
comida, un suéter, películas, regalos. Yo estaré haciendo lo mismo. Y juntos vamos
a volver a tu madre loca. —Agachándose en frente de mí, susurra—: Por favor,
Tulip, déjate ser distraída cuando puedas. Diviértete. Te envidio.

***

La casa de Oliver es una pequeña casa de una sola planta de estuco en


Pacific Beach, con desvanecida pintura azul océano, y astillados alfeizares rojos. La
acera de enfrente está agrietada y desigual, y el césped es un moteado multicolor
de amarillo, verde, y marrón. A diferencia de su brillante nueva tienda del centro,
en este lugar no hay mucho que ver. Pero conozco la zona lo suficientemente bien
para adivinar lo que le costó y que la posibilidad de subir al tejado por la noche y
ver la puesta de sol sobre el océano es parte del atractivo.
Después de nadar por un rato, había entrado para encontrar a Mamá y a
Papá en la sala de estar, abrazados en el sofá y leyendo sus libros en un silencio
fácil.
Me ofrecí para hacerles el almuerzo. No tenían hambre. Me ofrecí para hacer
algunos recados. No tenían nada para que yo hiciera. Así que me quedé de pie,
jugueteando en el perímetro de la habitación hasta que Papá levantó su mirada y
me dio una sonrisa triste.
Mamá me necesitará, pero hoy no. Ella no necesita a nadie más que a su
chico, y lo que él necesita en estos momentos es ser todo su mundo.
Conduje hacia lo de Oliver en la niebla, en piloto automático, tratando de no
adivinar lo que iba a hacer. Mi papá básicamente me estaba diciendo que
disfrutara a Finn, aunque no en esas palabras exactas, y ¿por qué no? No era como
si Finn y yo tuviéramos expectativas desalineadas. Hemos pasado juntos tal vez un
día completamente combinado, y nos hemos visto desnudos en la mayor parte de
eso. Antes de este fin de semana, nuestra conversación más significativa se produjo
cuando me presenté en su casa y me dijo que me sirviera cualquier cosa del
refrigerador mientras salía corriendo para buscar preservativos.
Le sonrío a la aldaba de R2-D2 y golpeo dos veces en la puerta con ella.
El interior de la casa se encuentra en silencio, y el aire del océano azota las
palmeras altas y esbeltas a mi alrededor. Finalmente, escucho pasos justo delante
de la puerta y esta se abre.
Finn saca un trapo de su hombro, usándola para secar sus manos. Está sin
camisa, y sus pantalones cuelgan bajo en sus caderas, revelando la cintura negra de
sus calzoncillos.
—Hola Barbie.
En un santiamén he ido de una anticipación aliviada, a odiar este momento.
Me siento vulnerable y al borde de las lágrimas, pero no hay nada particularmente
simpático en Finn. El Finn borracho era una anomalía, con todas las expresiones
dulces y juguetonas. El Finn a la luz del día es eficiente y brusco, bueno para
pescar, follar y, aparentemente, para lavar platos.
—¿Sabes qué? —digo, mirando mi auto estacionado en la acera—. Esto fue
una idea estúpida.
—Espera. ¿Viniste aquí para verme a mí y no a Oliver? —Da un paso más
cerca.
—Sí…
—¿Viniste para terminar lo que empezamos anoche?
Me doy vuelta para irme, sin tener idea de qué decir a una pregunta tan
contundente. Quiero decir, sí, si vine para eso. Pero es más grande que solo querer
perder el tiempo por ahí: Lo que quiero con Finn es el sexo que me absorbe y
apaga mi cerebro. No quiero jugar al gato y al ratón, no quiero discutirlo. Solo
quiero hacerlo.
Puedo escuchar la burla juguetona en su voz cuando me grita—: Si eso es lo
que quieres, solo necesitas decirlo Harlow.
Me quedo de pie, frente a la calle durante varias respiraciones profundas.
Un coche pasa, su estructura bajada por lo que casi toca el asfalto, el estéreo a todo
volumen, vibrando a través de mis pies. El auto desacelera, y el hombre en el
asiento del pasajero levanta su barbilla hacia mí.
—La siguiente joven rara que conocí era Roja —rapea Too $hort desde el auto, su
voz distorsionada por los altavoces de mierda.
Cuadro mis hombros, mirando a los chicos al tiempo que su atención pasa
de mi rostro a mi pecho.
—La llevé a la casa y me dio sexo oral.
Ante la letra, el hombre en el asiento del pasajero sonríe lascivamente,
levantando sus cejas en la siguiente línea como si me preguntara si es verdad, o si a
mí me gustaría enloquecer, y el auto se detiene, ralentizándose en el medio de la
calle como si el conductor esperara que entrara y me fuera de fiesta con ellos.
Quiero caminar hacia mi auto pero me siento atrapada entre estos tipos y el idiota
engreído detrás de mí.
Finn sale de la casa, tirando del trapo en su hombro mientras viene a pararse
con un hombro delante de mí, y se queda mirando a los hombres en el auto.
—¿Qué mierda están mirando? —gruñe por lo bajo.
Ya no me preocupo por los chicos en el auto. Jamás he tenido a otro hombre
además de mi padre, tomando una postura de protección a mi alrededor. Los
chicos a los que me encuentro acostumbrada, solo pretenderían no ver el auto en
absoluto, o con ansiedad susurrarían o sisearían que deberíamos entrar a la cada. A
mi lado, Finn es enorme. Nunca he visto su piel en el sol, pero el sol lo ha visto a él
miles de veces. Soy alta, pero él es unos centímetros más alto, y casi el doble de
ancho. Su pecho está bronceado y es voluminoso, sin ni un solo tatuaje, pero
marcado con una ocasional cicatriz pequeña. Un gancho por aquí, un corte por allí.
Parece más grande que cualquiera en esta calle llena de chicos surfistas salados y
matones flacos.
El auto acelera con un estruendo, bajando por la calle.
—Esos imbéciles no sabrían lo primero que deben hacer contigo —dice en
voz baja, mirándome por encima como si hubiera sido manipulada. Y con esa
mirada, veo la misma expresión que me dio anoche, posesividad, interés, hambre,
como si yo no fuera exactamente lo que él había supuesto… y eso, tal vez, le
gustaba.
Mi corazón está martillando salvajemente y con el pulso de adrenalina en mi
sangre, quiero ir adentro con él incluso más que antes y dejarlo que se haga cargo
de cada uno de mis pensamientos.
—De acuerdo sí. Estoy aquí para terminar lo que empezamos.
Espera, pensando. Por primera vez, me doy cuenta que no está usando un
sombrero. Puedo ver sus ojos en el sol, de verdad verlos, sin sombra o la luz difusa
filtrándose por la capa marina pesada. Encuentro que me gusta la forma en la que
estudia las cosas, especialmente a mí.
Sus ojos parecen mucho más inteligentes que su boca.
Una chica como tú es mucho más problemas de lo que vale la pena —dice
con una pequeña sonrisa.
Dios, es tan idiota. Pero el brillo en sus ojos me dice que está bastante feliz
de que me encuentre aquí, y la verdad es que puede pensar que soy una diva de
alto mantenimientos, siempre y cuando sea capaz de hacerme olvidar de todo por
un rato. —Ya veo.
—Podemos tener sexo, eso está bien. Pero solo para que quede claro, eso es
todo lo que es.
Me río. —Estoy aquí en busca de sexo, no de algún ritual de unión
profunda.
Hace una inclinación caballerosa con su brazo, indicándome que nos dirija
al interior.
Le toma unos segundos a mis ojos el ajustarse una vez que me encuentro
fuera del sol brillante. Finn cierra la puerta detrás de él, apoyándose contra ella con
los brazos cruzados sobre su pecho. Me alejo, el pulso disparándose salvajemente
en mi cuello, tratando de calmar mis pensamientos mientras pretendo examinar la
habitación. El gran imprevisto de todo me pilla con la guardia baja, y por un
segundo me olvido de estar nerviosa.
La luz brota por las ventanas que dan hacia el océano, provocando sombras
inclinadas a través del suelo de madera de acacia a lo largo de la sala de estar y un
pequeño comedor. El mobiliario parece de época, pero reformado, y
sorprendentemente bien decorado. El sofá y las sillas son de varios tonos de azul.
Una gran otomana Azteca tejida sirve como mesa de café. Hay algunas fotografías
enmarcadas sobre un lado de la mesa auxiliar adyacente al sofá, y una pequeña
urna con bambú torcido creciendo en rizos intrincados en una mesa de comedor de
muchos tonos impresionante. La mesa está hecha de cortes al azar de madera clara
y oscura entrecruzándose, y aunque el lado más largo es liso y se encuentra pulido,
los bordes irregulares de los lados de la parte corta le dan a la mesa un
sorprendente sentido artístico.
—Oliver me sorprende —digo—. Este lugar no luce como un departamento
de soltero.
Finn se ríe. —Es ordenado.
Le echo un vistazo al trapo de cocina sobre su hombro. —Estás lavando los
platos.
Con un pequeño encogimiento de un hombro, murmura—: También soy
ordenado.
—¿Entonces Ansel es el vago? —pregunto con una sonrisa. Mi corazón está
latiendo con tanta fuerza que puedo escuchar el zumbido en mis oídos. Extraño la
facilidad para conversar después del tequila. Sus cejas se juntan, y aclaro—: Uno
de ustedes debe ser desordenado… basado en mis estadísticas completamente
sexistas.
—En verdad, él es el más grande maniático del orden que conozco. Perry es
el vago. Ahí va tu teoría.
—Por supuesto que ella es una vaga. Ella es la Bestia.
Finn se queda en silencio, su expresión indescifrable. Exactamente no espero
que empiece a atacar a uno de sus mejores amigos, sin importar lo horrible que
pueda ser.
—¿Por qué sigues en el pueblo? —pregunto finalmente—. Pensé que jamás
te perdías un turno en el trabajo.
Pasa una mano por su boca, hasta su barbilla, sosteniendo mi mirada por un
segundo. —Parece que siempre estás presente para la excepción a esa regla.
—Esa en verdad no es una respuesta.
—Negocios.
—¿Negocios?
—Sí. —Da un par de pasos más cerca de mí—. ¿Por qué estás tú aquí?
—Pensé que habíamos aclarado eso afuera.
—Sé qué viniste a buscar, pero no sé por qué.
—Mi… —Me detuve, cambiando de parecer en contra de contarle lo que en
verdad estoy haciendo aquí. Demasiado pesado. Demasiado—. Solo quería salir de
la casa.
Sus cejas se juntan, y más preguntas parecen encaramarse en su lengua,
pero en vez de hacerlas, extiende su mano, dando un último paso más cerca. Con
las palmas hacia arriba, mueve sus manos con un gesto oscilante. —Finn…
comprar zapatos… Finn… comprar zapatos.
—Supongo que ganaste.
Cede ante la sonrisa con la que ha estado luchando. —Dime por qué yo.
Tienes una ciudad llena de chicos ricos esperando a que subas a sus sábanas.
Calor se filtra en mi torrente sanguíneo y él extiende su mano, jugando con
la correa de mi vestido. —Ninguno de ellos son nada bueno —admito.
—¿Oh de verdad? —No suena sorprendido para nada.
—Jamás he estado con un chico que me haga correr. Sin mi ayuda.
Ignoro la inclinación de insuficiencia de sus labios cuando digo esto. Al
menos, trato de esconder la forma en la que me encuentro temblando por dentro,
tan desesperada por la sensación de sobrecarga que siento cuando me toca. Pero tal
vez él debería verlo. Tal vez eso harán que le den ganas de superarse a sí mismo
hoy.
—Entonces, solo para estar claros —susurro—. Te estoy usando por sexo.
Finn extiende sus manos por detrás de mí y siento que mis ojos se cierran,
mis sentidos elevándose por la anticipación de su primer toque. Gentilmente
recoge mi cabello en sus manos, roza apenas con sus dedos la nuca de mi cuello al
tiempo que reúne los mechones en una vuelta y cierra un solo puño a su alrededor.
—Entonces empieza a besarme.
Está sosteniendo mi cabeza por mi cabello; y aunque lo intento, no puedo
acercarme.
Lo intento de nuevo pero me tiene quieta, sonriendo sombríamente hacia
mis labios. Cierro mis ojos y extiendo mis manos, pasándolas por su estómago
desnudo y sobre su pecho. Su piel es increíblemente caliente. Es duro y suave, sus
pezones endureciéndose bajo mis palmas, y deja escapar un silbido agudo cuando
paso mis uñas sobre ellos, aflojando su agarre en mi cabello. Esto se siente familiar,
y al mismo tiempo no: Esta vez el sexo no es apresurado o restringido, de
borrachos o espontáneo.
Es intencional y tenemos toda la tarde.
Al menos, creo que tenemos toda la tarde. La incertidumbre acerca de su
negocio aquí le hace cosquillas a mis pensamientos, pero eso se evapora cuando
mis manos se mueven hacia su cuello, y rozo con mi boca la suya. Con un gemido,
desliza sus labios por los míos, metiendo su lengua en mi interior con facilidad, y
todo al mismo tiempo se calienta. Me tira hacia atrás, girándome, y tropezamos
por un pasillo, golpeándonos contra una pared, en donde se queda quieto,
presionando la longitud de su cuerpo contra el mío.
—Anoche quería comer tu coño —dice directamente a mi oído—. Todavía
quiero hacerlo. Te deseo salvaje, retorciéndote por toda mi cara. ¿Qué piensas de
eso?
Creo que suena como un plan excelente.
Cuando Finn se aleja y me lleva hacia el final del pasillo, cuento tres
habitaciones, tres habitaciones diminutas, con la suya al final, hacia el lado de la
calle de la casa. Está bastante vacía, no hay nada más que una cama de tamaño
completo de IKEA contra una pared y una cómoda juego contra la otra. La maleta
de Finn descansa justo al lado de la puerta de la cómoda.
Fuera del sol entrando por las ventanas, este lado de la casa es fresco, y
entramos a tropiezos y nos detenemos, a solo unos centímetros de distancia. Su
calor se eleva y mengua con cada una de sus respiraciones pesadas. Prácticamente
me encuentro sin aliento, mi corazón late con tanta fuerza.
Casi nunca me siento intimidada, y que me condenen si alguna vez dejé que
un chico tuviera la sartén por el mango, pero si hay un dominante en esta
habitación, no soy yo. Volviendo a colocar el trapo de los platos encima de su
hombro, Finn deja que sus ojos se muevan de mi boca, a mi cuello, y hacia más
abajo. Mis pezones se endurecen por debajo de mi fino vestido, y se lame los
labios, tarareando.
—Esta vez voy a atarte —me dice, deslizando una de las tiras de mi vestido
por mi hombro. Con sus labios arrastrándose por mi cuello, pregunta—. ¿Estás
dispuesta a hacerlo?
Parpadeo hacia él, agarrada un poco con la guardia baja. Yo… ¿puede ser?
Jamás he sido atada. Pero para ser completamente honesta, no me encuentro tan
sorprendida de que Finn desee esto. En Las Vegas, y de nuevo en Canadá, fue duro
y tierno en la misma medida. Me azotó, colocó mis manos por encima de mi
cabeza, y retuvo orgasmos, solo para meterse de nuevo en mi interior, besándome
tan tiernamente que me corrí con un grito. Y luego salió y me hizo correr de nuevo
con su boca.
La primera noche que estuvimos juntos, solo tuvimos sexo una vez antes de
que nos desmayáramos, pero lo hizo por tres horas. A Finn le gusta tener la última
palabra, y en estos momentos, voy a dejarlo.
—Puede ser.
—La última vez te presentaste sin avisar, solo dependía del sexo —dice—.
Hoy, creo que quiero saborearlo. A menos que ¿tengas otro lugar en el que estar?
Niego con mi cabeza, cerrando mis ojos. Se siente tan bien solo colocar todo
en sus manos. Librarse de cada pequeña preocupación y permitirle que me ate, que
me coma, que me folle hasta que no pueda caminar. No lo conozco lo
suficientemente bien para confiar en él con otra cosa, pero le confío mi cuerpo a
este hombre.
—¿Qué? —me pregunta con un pequeño tono en su voz, agachándose para
encontrar mis ojos.
—No —digo, mis ojos abriéndose de golpe y voz saliendo gruesa antes de
que aclare mi garganta—. No tengo otro lugar en el que estar.
Asiente, acercándose a la cómoda y sacando una cuerda roja de un estante
en lo alto.
—¿Es común que tengas una cuerda en el armario? —pregunto, mi voz alta
y aflautada.
—No quería dejarla en mi camioneta, en caso de que alguien la agarrara. —
Me sonríe—. De verdad es una buena cuerda.
Estoy bastante segura que muy pocas personas en Pacific Beach tendrían
alguna idea de que la cuerda en la parte de atrás de una camioneta sea de verdad
una buena cuerda, pero no puedo quejarme. Me alegro de que no tuviera que irse
de la habitación para ir a buscarla.
Pero cuando bajo mi mirada a ella, veo que esta cuerda no se parece a algo
que él usaría en un bote. Es suave, y tiene brillo de la seda.
—¿Cargas una cuerda de seda en la cama de tu camioneta? ¿Finn debería
buscarte en Google?
Se ríe un poco, dejándola caer a los pies de la cama. —Estaba bastante
seguro de que te tendría desnuda mientras me encontraba aquí. —Levanta su
barbilla, diciéndome en silencio que solo haga eso.
—Qué tan seguro de ti mismo
Su ceja se levanta de golpe, como si dijera ¿Y bueno? Y tira la toalla de su
hombro, caminando en un lento círculo a mí alrededor al tiempo que levanto mi
vestido por encima de mi cabeza. Cuando me bajo la ropa interior por mis piernas
y salgo de ellas, siento suave tela contra la parte posterior de mi muslo
Y luego un fuerte estallido contra el mismo punto exacto.
Con un jadeo, me giro y lo miro boquiabierta. Me golpeó con el trapo, como
un jodido adolescente en la cocina. La picadura se vuelve caliente, haciéndome
más consciente del aire frío en su habitación.
—Ven aquí —dice, ignorando mi expresión de sorpresa.
—No me vas a azotar con un trapo de cocina.
—Tienes razón, no lo voy a hacer. —Cuando empieza a acercarme más,
azota de nuevo, apenas rozando mi cadera—. Voy a jugar con el.
—¿Qué sucedió con solo tenerte desnuda y…?
Me azota de nuevo, esta vez en la parte superior de mi muslo. —Viniste a
mí, no con algún niño de pene flaco en Del Mar. Y voy a hacer esto como yo
quiero. —Su mirada se suaviza—. No es como que fuera a dejarte necesitada, cosita
dulce. No haría eso.
Exhalo una respiración y asiento. Lo que sea que quiera hacer… es por eso
que me encuentro aquí. Cierro mis ojos, cediendo a la sensación de semi-
embriaguez que tengo cuando estoy así de cerca de él, y es lo único que puedo
sentir en la habitación.
Envuelve sus dedos alrededor de un pequeño mechón de mi cabello y lo
desenvuelve hasta el final, tirando suavemente. —Mírame.
Parpadeo hacia él, mis ojos abiertos y concentrados en nada más que la
curva de su labio inferior, y la aparición de su pequeña sonrisa irónica mientras
espero escuchar qué instrucción viene a continuación.
—Besa mi cuello —susurra, así que lo hago. Me estiro en puntillas y
presiono mis labios contra su punto de pulso. Tal vez es una excusa, para ver cómo
lo afecto y si su sangre viaja de la misma forma que lo hace la mía cuando estamos
así de cerca. Pero su pulso es constante y lento dum… dum… dum bajo mi toque.
—Lámeme. —Su dedo se desliza por mi cuello y sobre mi collar,
presionándose en mi cuero cabelludo y agarrando puñados de mi cabello.
Mi lengua sale, solo apenas tocando su piel, y él gime, un bajo, hambriento
sonido. Sabe como a sal y aire, como si el océano se hubiese envuelto alrededor de
él cuando era pequeño y nunca se fue.
—Acuéstate. —Sus dedos me dejan pero su mirada no. Ahora mismo,
recuerdo que es diez años mayor que yo; debo lucir con los ojos muy abiertos e
ingenua. Me preguntó si tiene alguna idea de la magnitud de mi inexperiencia con
los amantes como él—. Voy a amarrarte y besar ese dulce coño por un rato. Quiero
escucharte decir mi nombre cuando te vengas en mis labios.
Retrocedo hacia la cama y entonces me giro, moviéndome hacia el medio de
la cama. Habiendo crecido en la playa, solía andar en bikinis alrededor de las
personas, pero Finn y yo solo nos hemos enredado en la oscuridad. Es un poco
raro estar totalmente desnuda, con él completamente vestido, arrastrándome de
manos y rodillas en una cama a plena luz del día.
Cuando me arrodillo y espero por él que se me una, sacude su cabeza. —
Acuéstate. Cierra los ojos. —Ante mi expresión de sospecha, dice en una tranquila,
profunda voz—: ¿Lo quieres o no?
Antes de hacer lo que dice, parpadeo hacia el desgastado botón en la
bragueta de sus vaqueros, desgastados y suaves por el tiempo, ahora
distorsionados con su forma, dura debajo. Él siempre se asegura que mi cuerpo
esté listo, y sé que eso es lo que estamos haciendo, pero la picadura de pánico y
miedo, y mi necesidad de perderme en algo más que mis propios pensamientos,
me vuelve impaciente.
Él ve a donde se ha dirigido mi atención y frota la palma de su mano en la
gruesa línea de su polla, agarrándolo. —Lo tendrás dentro de poco. Acuéstate.
La almohada es llena y dura, pero el edredón de algodón es suave y cálido
contra mi piel desnuda. Entre mis piernas, el colchón se hunde mientras Finn se
sube a la cama, sus palmas acariciando mi espinilla.
Finn arrastra la longitud de la cuerda roja a lo largo de mi torso,
enrollándola alrededor de su mano. Estirando una mano detrás de mí, desliza el
centro de la cuerda debajo de mi cuerpo y entonces lo entrecruza de ida y vuelta
entre mi torso. Enrollándolo alrededor de una mano hacia un brazo y entonces de
vuelta sobre mi pecho hacia el otro lado. Envolviendo alrededor de mi otro brazo,
ata suavemente mis brazos así mis muñecas permanecen a los lados de mi cadera.
En el centro, solo debajo de mi vientre, anuda un intricado, y hermoso, nudo. Lo
observo todo el tiempo; está enfocado y tiene cuidado de no atarme demasiado
fuerte. Puedo decir, también, que le encanta lo que ve. Cuando ha terminado,
suspira, corriendo sus manos sobre mis caderas y a través de mi estomago, mis
pechos, mi nariz.
—No tenía idea que te gustaba esto —le susurro.
Se encoje un poco de hombros, pero no dice nada. Mis pechos están
expuestos a cada lado de una X atravesando mi esternón, y la cuerda es suave
pero fuerte, puedo sentirla presionando en la sensible piel a lo largo de mi torso.
—¿Está demasiado apretado? —pregunta, frotando un dedo en un pequeño
círculo alrededor de mi pezón.
Me trago de vuelta un jadeo. —No.
—¿Te gusta?
Escucho genuino interés en su voz. Puedo decir por el temblor de su mano,
su intensa mirada y la forma de su polla presionada debajo de sus vaqueros que a
Finn le gusta esto. Demasiado. Pero le importa que me guste, también.
Y joder, lo hace. No me importa tener mis brazos clavados a los lados como
pensé que lo haría. Y siento todo: la textura de la seda de la cuerda mientras me
retuerzo un poco debajo de su inspección, el aire frio sobre mis pechos, el eco
sordo de mi pulso en el cuello, el pecho, entre mis piernas.
Olvido cuan fuertes son su manos, callosas del trabajo constante, rudas y tan
enormes que cubren gran parte de mi cuerpo mientras sus dedos extendidos se
deslizan por mis piernas hacia mis muslos internos, abriéndome.
Me resisto, y hace un sonido de chasqueo, abrumándome fácilmente
mientras sacude su cabeza. No está mirándome a la cara, él está mirándome, allí,
entre mis piernas.
Me gusta considerarme una mujer avanzada —un montón de charla sobre
estar cómoda con lo que sea y tratando todo a la vez— pero mayormente, por
mucho, solo ha sido una teoría. Tengo veintidós años, nunca he estado con un
amante que fuera lo suficientemente experimentado para ser lento y forzarme a
estar debajo de su penetrante atención. Nunca he estado con nadie quien sea lo
suficientemente confiado para estar allí calmado mientras solo me mira.
Ciertamente nunca he sido atada. Y nunca he tenido a alguien saboreándome de la
forma que lo está haciendo Finn ahora mismo, ni siquiera el Finn que pensé que
conocía de antes.
Se acomoda, apoyado en sus codos entre mis piernas, y besa mi muslo,
alzando la vista a la longitud de mi cuerpo en la cuerda roja contra mi piel. —
Luces increíble.
Susurro un rasposo—: gracias —observándolo absorto mientras se agacha,
separando sus labios. Y, Dios, le creo.
Gime una fracción de segundo después antes de hacer contacto, y cuando lo
hace es como un si una bomba estalla en mi interior. Algo parece desprenderse con
el deslizar húmedo de su lengua. Caigo hacia atrás, los brazos haciéndose rígidos
en su agarre, arqueándome de nuevo fuera del colchón así puedo arquearme más
cerca. Ahora sé que no estuve solo esperando por esto desde anoche; he estado
esperándolo cada segundo desde que sentí por última vez su lengua entre mis
piernas. Su boca es cálida y fuerte. Besando allí como si fuera mi boca, pequeños
besos y lamidas suaves liberan mi primer gemido, y él gruñe, empujando su
lengua en mí y solo…. lo pierdo.
Finn siempre estuvo en el límite áspero y claramente quería el control las
otras dos veces que estuvimos juntos, pero esta… esta es diferente. No es solo la
cuerda alrededor de mis brazos o la forma que me tiene clavada debajo de él. Es la
forma que siente como si hemos cruzado a una dimisión diferente, antes era solo
una cosa de una noche, una cosa de dos noches, solo sexo. Pero esta vez, es como si
él está pelando las capas para mostrarme un lado secreto de él.
Por un instante, soy consciente de lo fuerte que es, chupando y golpeando, y
lo fuerte que grito, gimiendo y diciendo su nombre y otras palabras confusas, pero
no puedo aferrarme a la inclinación de ser consciente de mi misma. No puedo
porque con la vibración de su gemido expandiéndose a través de mí, y la forma
que usa el nudo en mi vientre para llevarme rítmicamente hacia su boca, me estoy
viniendo demasiado pronto, tan fuerte que se arrastra hacia mis muslos y explota
como calor y húmedo y pura jodida felicidad, plateado deslizándose a lo largo de
cada centímetro de mis piernas. Mi piel se siente sonrojada y eléctrica, y puedo
escuchar mis propios llantos roncos hacer eco bruscamente en el enorme cuarto.
Finn continua, trabajando diligentemente su boca sobre mí, pero estoy jadeando
mientras me vengo, mis piernas temblando, débiles. Quiero cerrarlas, pero sus
manos se extienden a través de mis muslos, manteniéndome abierta,
presionándolas planas en la cama.
Él gruñe un No y alcanza debajo de mí con una mano para dar un golpe
fuerte en la parte exterior del muslo.
Estoy demasiado excitada para estar conmocionada. Cuando extiende su
mano sobre donde acaba de golpearme, y frota su áspera palma en lentos, suaves
círculos mientras tararea, inmediatamente quiero que me golpee de nuevo debido
a la forma en que produjo un delicioso calor bajo su toque más dulce.
Finn me está viendo, sus labios presionados suavemente contra mi clítoris,
concentrando su mirada en mi rostro. Se aparta solo lo suficientemente para
susurrar—: Dime cómo se siente.
¿Se refiere al azote o a la mente nublada por el orgasmo? ¿O a la forma en
que apenas puedo moverme después de que hizo a cada músculo en mi cuerpo se
estremeciera? En cualquier caso, la respuesta es la misma. Parpadeo. Abro la boca,
encadenando lentamente las palabras, tan… jodidamente… bueno, juntas en mi
cabeza. Antes de que pueda decirlas, sonríe contra mí, regresando a los
enloquecedores besos, las lamidas y tirones en el nudo de la cuerda. Dejo a las
palabras y cada pensamiento en mi cabeza desvanecerse y enfocarse en él,
rodeando mis caderas más cerca de su boca.
Mi cara se siente caliente, mis mejillas sonrojadas. La cuerda pica a lo largo
de mi piel, tirando de arriba abajo en un ritmo que empareja las burlonas lamidas
de su lengua. Mis pezones están duros, doliendo, y quiero que sus dedos, su boca
los encuentre. Lo quiero en todas partes a la vez. Me siento pesada y desesperada,
mi cuerpo entero orientado a donde él me está tocando y donde no.
Debo estar diciendo algo porque el sonido de su voz rompe a través de la
niebla. —Eso es correcto —dice, murmurando suavemente—: Joder, mírate.
Pero yo lo estoy mirando a él. Su suave cabello entre mis piernas y sus ojos,
estos jodidos ojos que están mirando de vuelta hacia mí, esperando. Curva un
dedo dentro y agacha su cabeza para continuar chupando, y esos es todo lo que
toma. Mi espalda se arquea fuera del edredón y lloro, cayendo en piezas de nuevo
dentro de su red de nudo de seda.
Me siento como chocolate caliente vertiéndose a través de la cama y gimo
silenciosamente cuando las manos de Finn frotan sobre mi vientre suavemente
desanudando el nudo.
—Puede que hormiguee un poco cuando lo quite. —Besa donde estuvo el
nudo, donde ahora hay una sangría de lo que casi parece como una rosa en mi
piel—. Estará sensible.
—De acuerdo —dije en una larga exhalación. Y lo hace; mientras
desenvuelve la suave cuerda de mis brazos, revirtiendo el intrincado patrón de
entrecruzamiento a través de mi cuerpo, puedo sentir el aire golpear las delicadas
líneas en mi piel, pero solo por una fracción de segundo antes de que la boca de
Finn se deslice a lo largo del mismo patrón, lamiendo, besando, suavizando cada
lugar que se siente tan sensible.
Es abrumador cuán bien se siente, y cuán gentil es él. Cuando mis manos
son libres, deslizo ambas sobre sus hombros y hacia su cuello, sosteniendo su
rostro hacia mi pecho mientras lame y chupa las líneas de la cuerda debajo de mis
pechos.
Finalmente, lleva mis pezones a su boca, su lengua haciendo círculos. —Tan
jodidamente bien —murmura, desplazándose a mi otro pecho, sus dedos rozando
a lo largo de las líneas desvaneciéndose.
—¿Bien? —susurra.
—Sí.
Unidos así, puedo dejar mis brazos sobre mi cabeza o enrollarlos alrededor
de su cuello. Pero por ahora los dejo donde están y disfruto de la sensación del
edredón debajo de mi espalda mientras Finn agarra mis caderas y me arrastra a los
pies de la cama.
Alcanzado entre mis piernas, me acaricia con dos dedos, haciendo una V
mientras se desliza sobre mi clítoris y entonces dentro, repitiendo el patrón de
nuevo, y de nuevo.
—Eres tan malditamente caliente. —Se agacha, besando mi cadera.
Fin se aparta y da un paso atrás así puedo verlo empujar sus vaqueros y
bóxers por sus caderas, pateándolos en el suelo. Agarra un condón de una caja en
el primer cajón de la cómoda, pero no se lo pone todavía.
De hecho, se sube a la cama, ahorcajada en mi pecho. Sobre mí, se siente
como fuego, el calor emanando de su piel como nada que he sentido antes. Se
siente que me han crecido terminaciones nerviosas adicionales sobre las partes de
mi cuerpo que fueron cubiertos por la cuerda.
Apoya una mano junto a mi cabeza, agarrando su polla con la otra. —
Bésame.
Cuando el ancho de la cabeza de polla toco mis labios, dejé a mis ojos
cerrarse al sonido de su gemido. Me encanta el brote apretado de la corona, el
sabor de él. Lamo alrededor de la punta, abriéndome más ampliamente cuando se
desliza más en mi boca, meciéndose justo dentro y fuera mientras juego,
poniéndolo lo suficientemente húmedo para deslizarse fácilmente más allá de mis
labios.
—¿Te gusta? —pregunta, su voz rasposa—. ¿El sabor de mi polla en tu
lengua?
Asintiendo, abro mis ojos para ver una expresión en su cara que nunca he
visto antes: adoración frenética, como si nunca ha visto nada más increíble en su
vida.
—Nunca me vine en tu boca —dice tranquilamente—. Sigo pensando en
ello, pero entonces siempre termino queriendo algo más.
Apartándose, y probando el punto que acaba de hacer, se expande entre mis
caderas mientras abre el condón y lo rueda sobre su longitud. Si esto fuera una
película, rebobinaría y vería esos tres segundos de nuevo y de nuevo. Me gusta la
forma en cómo baja la mirada mientras se pone el látex, agarrándose, estirando
una mano distraídamente para correr su palma sobre sus bolas. Con un pequeño
gruñido, se mueve el resto del camino por mi cuerpo y se para al pie de la cama,
entre mis piernas.
—Envuélvelas alrededor de mi cintura. Sostente con tus piernas.
Hago todo lo que dice porque necesito demasiado a Finn en mi interior
ahora mismo. Sostiene su polla recta y descansa una palma en el colchón junto a mi
cadera, deslizando la cabeza dentro.
Solo fuera.
Solo dentro.
Viéndome con sus labios abiertos, ojos pesados, se sale de nuevo.
Gimo, empujando mi cabeza de vuelta en el colchón y apretando mis
dientes.
—Me gusta verte tan impaciente —susurra, inclinándose para besarme la
clavícula—. ¿Tienes alguna idea de cómo luces ahora mismo? ¿Goteando sobre mí?
Él sabe que no tengo palabras y en realidad no parece esperar una respuesta
mientras se empuja dentro, centímetro a centímetro, estirando una mano hacia
abajo para hacer círculos con su pulgar alrededor de mi clítoris, murmurando—:
Ah, ah, ah, no te vengas todavía.
Pero cuando se aparta, apenas toma un aliento antes de empujarse de vuelta
dentro. Me da todo de ello, sus duras embestidas y esos bajos, sonidos animales
que hace con cada una. Sus manos, tan grandes, curvadas alrededor de mi cuerpo,
sosteniéndome quieta mientras me folla tan duro.
Saboreo a este hombre diciéndome que espere.
Espera.
No aún, Harlow. No te vengas malditamente sin mí.
Dije que esperes. Estoy tan cerca. Tan jodidamente cerca.
Se sale cuando casi me deshago en miles de diminutas piezas, y entonces se
introduce dentro de nuevo, susurrando—: ¿Te quieres venir? —contra mi cuello. Y
lo quiero. Lo quiero, por favor, por favor, estoy rogando, y me doy cuenta que es
solo en el segundo, tal vez en el tercer por favor, y a él le encanta, lo puedo decir,
porque está salvaje de nuevo, y por un pequeño frenético pulso soy sorprendida
por el recuerdo de que hay algo más grande que esto. Aprieto mis ojos fuertemente y
caigo de vuelta al sentimiento de que no hay nada más el mundo aparte de Finn y
la forma en que me hace sentir.
El pensamiento racional se desvanece tan rápido como se asomó, y estoy
gritando mientras se mueve de nuevo en mí, triturando, moliendo, moliendo hasta
que me vengo. Su palma está ahuecamiento mi culo para tirarme hacia él, sus
labios están sobre mi hombro, y su polla es tan profundo dentro que no creo que
nunca podría sentirme tan llena.
Finn se cierne sobre mí, su cuerpo tenso mientras gime contra mi piel. Siento
la torcedura de él dentro de mí, el latido de su corazón entre nosotros, ¿o es el
mío?, ni siquiera puedo decirlo ya. No tengo idea donde termina él y donde
empiezo yo.
No estoy segura cuál de los dos está más exhausto. Finn hizo todo el trabajo,
moviéndose sobre y dentro de mí, empujando y tirándome a donde él quería, y sin
embargo me siento totalmente drenada. Mis piernas están pesadas, mis huesos
compuestos enteramente de goma. No podría dormir por días.
Es exactamente por lo que estoy aquí.
En algún momento Finn ha soltado mis muñecas, frotó su pulgar por las
marcas rojas débiles.
—Esto se desvanecerá —dice, examinándolas, una pizca de arrepentimiento
en su voz—. Probablemente en una hora.
Asintiendo, cierro mis ojos, cuento hasta diez, y entonces me muevo para
ponerme de pie. Empiezo a vestirme, sintiendo sus ojos en mí desde la cama.
—Jesús, Harlow. No tienes que huir —dice, su voz espesa y con sueño. El
cielo afuera es la lavanda profunda después de la puesta de sol. Oliver no estará en
casa hasta tarde.
Abro mi boca, diciendo—: Debería… —y señalo vagamente hacia el norte,
hacia mi casa.
Él asiente, observándome ponerme todo de nuevo antes de palmear una
pesada mano en la cama. —Harlow, no deberías correr. —Empujándose para
sentarse al borde del colchón, dice—: Quédate. Déjame… joder, no lo sé. Ajustar el
baño para ti, o… solo quédate aquí. Fue intenso. ¿No fue intenso?
Lo fue. Fue tan intenso que de repente estoy cuestionando todo lo que me
trajo aquí.
Mientras miro a mis cosas para salir, no estoy segura si estar con Finn es un
escape, o una peligrosa obsesión.
Traducido por Miry GPE & Lauu LR
Corregido por Beatrix

La luz cambia y bajo de la acera, cruzando la calle en medio de una pequeña


multitud. Con mi teléfono presionado a mi oreja, escucho mientras mi hermano
Colton recita una lista de cosas que tienen que ser reparadas, la mayoría de las
cuales hay que hacer antes de que los barcos puedan salir del muelle de nuevo.
—¿Y estás seguro que el cableado está mal? —pregunto. Mi estómago se
tensa y siento la necesidad de aclarar—: ¿Sabes si es el cableado en sí, o
comprobaste el panel de fusibles?
Lo escucho suspirar y puedo imaginarlo quitándose el sombrero y
utilizando el ala para rascarse la parte superior de la cabeza. Es martes y ha
trabajado directamente en esto todo el fin de semana. Estoy seguro de que está
cansado. —Comprobé el panel yo mismo mientras Levi se hallaba en la timonera
con un calibrador. Reemplazamos todos los fusibles malos y cada uno de los
condenados volaron tan pronto como subimos los interruptores.
—Mierda.
—Bastante.
—Entonces, ¿cuál es el plan? —pregunto, entrando en la sombra de un toldo
de lona rojo brillante. El sol se encuentra en lo alto a esta hora del día, las aceras
limpias y casi vacías de sombras.
—Tengo que reemplazar un montón de cables, y descubrir la manera de
entrelazarlos en las líneas dañadas. Tomará algo de tiempo.
—Jesús. Necesito estar en casa, no en la maldita California de todos los
lugares.
Me apoyo contra la pared de un edificio de ladrillo, tratando de averiguar
exactamente cómo sucedió todo esto. Siento como que ha pasado una cosa mala
tras otra este año; añadiéndole eso a una larga línea de años sin suficiente pescado
y dinero y bueno, estoy en la maldita California.
Pero Colt no lo entiende así. —Detente —dice—. Nos encargaremos de eso
aquí. Te necesitamos ahí, averiguando el siguiente paso. Hemos logrado pasar por
cosas peores. Lograremos pasar por esto también.
Me tomo un momento antes de preguntar lo que temo. —¿Cuánto tiempo?
Deja salir un suspiro y prácticamente puedo escucharlo haciendo cálculos.
—Tengo que desbloquear y sacar los paneles del piso de la timonera —dice—. Por
lo menos un par de días.
Podría ser mejor. Definitivamente podría ser peor. Hago el cálculo mental
de cuánto dinero perderemos permaneciendo fuera del agua. —¿Le dieron servicio
al motor? —pregunto.
—Lo revisamos primero —dice.
—¿Y? ¿Igual? ¿Peor?
Duda. —Un poco peor.
—Mierda. ¿Cuánto tiempo resistirá?
—El informe dice que al menos seis meses. Pero eso mismo decía hace seis
meses, Finn. Y seis meses antes de eso. Hay sólo dos por ciento más de virutas en
esta muestra de aceite que no había la última vez. Diría que tenemos por lo menos
un año, fácil. Para entonces habremos terminado la temporada y estaremos bien.
Podemos hacer esto.
—Cierto —digo, y me alejo del edificio. Paso varias tiendas, restaurantes y
bares pequeños, las aceras se vuelven más concurridas cuanto más camino. El sol
de San Diego cae con fuerza, y siento el calor filtrarse en mi camiseta negra, a
través de la gruesa mezclilla de mis pantalones. Colton tiene razón; hemos pasado
cosas peores. No necesitamos presionar el botón nuclear aún.
¿Por qué carajo me encuentro aquí, entonces?
—¿Así que ya estás completamente listo para la reunión? —pregunta, una
pizca de ansiedad finalmente se muestra en su tono.
—No suena como que tengo que estarlo.
Su risa nerviosa suena a través de la línea. —Finn, mantendremos la opción
abierta, ¿de acuerdo?
—Lo sé, Colt. Sólo te estoy jodiendo. —Aunque no lo estoy. En realidad no.
Quiero que mi negocio se mantenga como siempre lo ha hecho, y la opción de Los
Ángeles, como lo he llamado, no es una opción.
—¿Cuándo te vas? —pregunta, como si él no tuviera la fecha grabada a
fuego en su cerebro. Como si todos no la tuviéramos.
—La semana que viene. —Me apoyo contra un edificio, frotando mi rostro—
. ¿Por qué vine jodidamente tanto tiempo antes? Podría estar ahí arreglando cosas
y…
Él gruñe. —Dios, ¿podrías dejar de preocuparte? Pasa algún tiempo con
Ansel y Oliver, diviértete. ¿Recuerdas la diversión, Finn? Y por el bien de todos, por
favor, echa un polvo antes de ir a Los Ángeles. —Casi tropiezo cuando dice eso,
porque, Jesucristo, mis abdominales aún se encuentran adoloridos por el sexo
maratónico con Harlow la otra tarde—. Todo esto te seguirá esperando cuando
vuelvas. ¿Lo entiendes? ¿Diversión?
Hay un gran edificio deteriorado de ladrillo a mi derecha, y echo un vistazo
dentro de las ventanas cuando paso. Mi reflejo mira hacia mí contra la concurrida
calle, pero me detengo en seco. Porque ahí, sentada en una mesa y con el ceño
fruncido hacia su computadora portátil, está Harlow.
Diversión, pienso.
—Sí, te entiendo.

***

La anfitriona en el pequeño podio sonríe mientras entro. Ella es caliente, de


una manera fresca, al estilo pin-up, como si pudiese estar en casa extendida sobre
el capó de un coche antiguo. Su cabello morado tiene un corte corto y fijado con
pequeños broches a los lados; su labio tiene una perforación, al igual que su nariz;
salpicaduras de tinta de colores brillantes cubren ambos brazos. Casi considero
llamar a Colton de nuevo; esta chica es exactamente su tipo.
—Voy hacia allá —le digo con una sonrisa, y apunto hacia donde Harlow se
sienta, aún sola, sin dejar de mirar su pantalla y desplazándose sin sentido a través
de lo que sea que mira. De vez en cuando toma su teléfono, se desplaza un poco
más en él, y lo deja de nuevo.
La anfitriona me devuelve la sonrisa y me indica que continúe, me entrega
un menú y me guiña un ojo antes de que me aparte. Está oscuro y benditamente
fresco adentro. Octubre es frío en la isla de Vancouver. En San Diego, es como si el
verano justo acabara de empezar. Verano perpetuo. No es extraño que todo el
mundo sea tan relajado aquí.
Elegantes cojines negros y una línea de sofás cubren las paredes y crean
pequeñas zonas de asientos en medio frente del restaurante, mientras largas mesas
muy usadas y taburetes llenan la parte posterior. Se parece más a un club que a un
lugar donde tendrías pizza.
Harlow se encuentra en una larga mesa de madera en la esquina. Viste una
especie de falda amarilla hoy, sus piernas bronceadas estiradas, envueltas en un
par de altas sandalias marrón y descansando en un taburete frente a ella. Su
cabello se aleja de su rostro en un moño que parece al mismo tiempo desordenado
y complicado, y mientras me acerco a la mesa, me siento más que un poco
complacido de ver lo que parece ser un pequeño chupetón en su hombro.
—Hola, señorita Vega —digo.
Salta con el sonido de mi voz y eleva la mirada, su sonrisa se desvanece y es
remplazada por una expresión de sorpresa… y tal vez rechazo.
—Finn. —No pierdo la forma en que mueve en ángulo su portátil mientras
me deslizo en el asiento frente a ella—. Por favor —dice secamente—. Toma
asiento.
—Sabes, creo que en realidad escuché rodar tus ojos cuando dijiste eso —
respondo—. Eso es talento.
Una camarera se acerca a la mesa y bajo la mirada, viendo que Harlow sólo
tiene un vaso de té helado frente a ella.
—Pediré lo mismo. —Regreso la mirada para encontrar a Harlow
mirándome.
—¿Planeas quedarte?
—¿Por qué no? Este lugar parece algo genial.
Hace un sonido en respuesta —su cuello se encuentra sonrojado, pero por lo
demás, definitivamente pretende que no la até y follé hace tres días— y mira hacia
su teléfono de nuevo.
—¿En cuánto tiempo te irás? —pregunto.
Niega con la cabeza. —No tengo algún lugar al cuál ir.
Hago un espectáculo de mirar el reloj. —No quiero ser molesto…
—Me resulta difícil de creer —interrumpe en un murmullo.
—…pero, ¿no tienes trabajo?
—Lo tengo —dice, más para la pantalla que a mí. Su mirada aún hacia abajo
y el pequeño colgante que lleva, oscila muy ligeramente con cada una de sus
exhalaciones. Es demasiado fácil recordar cómo se veía sobre su espalda, sin nada
más que ese collar descansando por encima de su esternón y mi cuerda alrededor
de ella…
Enfócate, Finn.
—Entonces, ¿no deberías estar en una oficina, o en un almuerzo con las
damas?
Hace un espectáculo de cerrar la computadora portátil lentamente. —Hoy
no.
—¿Por qué?
Definitivamente se pone más irritada con mis preguntas, lo que, seamos
honestos, sólo me da más curiosidad. —Porque hoy no trabajo. Mi mamá no se
siente bien. Solo revisaba algunas cosas.
—Así que cuando trabajas, ¿qué haces exactamente? —pregunto.
—Soy pasante en la NBC.
Hago otro espectáculo de mirar el reloj —más dramáticamente esta vez—
ante el hecho de que es la una y veinte de la tarde de un martes, y ella se halla
sentada en una pizzería mirando una computadora portátil y jugando con su
teléfono.
—A medio tiempo —aclara, y agrega—: Trabajo cerca de doce horas a la
semana. —¿Doce? Ante mi expresión menos que impresionada, lanza—: ¿Qué?
—¿Sin paga?
—¿In-terno? —dice, como si pronunciar la palabra más lentamente ayudará
a entender—. Quiero trabajar en la industria del cine, pero hay que empezar por
algún sitio, y NBC es local.
—Ya veo. Así que tú, como que, llevas café y esas cosas.
—Ocasionalmente.
—¿No le fastidia eso? Eres hija de una famosa actriz y un gran tipo de
Hollywood, y sin embargo, ¿te hacen la humilde chica del café?
Solo soy parcialmente serio. Quiero decir, tengo curiosidad, pero en verdad,
es realmente divertido molestarla.
—Eso no es todo lo que hago —dice, y luego reconsidera, sonriéndome con
sorprendente auto desprecio—. En realidad, sí, les encanta hacerme hacer el trabajo
sucio a causa de quien es mi papá. He trabajado en los platós de él durante tanto
tiempo como puedo recordar, y probablemente sé más, acerca de cómo se hacen las
películas, que la mayoría de la gente para la que trabajo ahora. Pero papá siempre
me dijo que mi primera lección de trabajo debe ser la forma de ganar respeto a
través de la humildad, así que supongo que eso es lo que hago aquí. No siempre
será así.
¿Eh? No esperaba eso. Y es un poco inquietante lo mucho que suena como
algo que mi propio padre decía. —Así que fuiste a la universidad y, ¿te
especializaste en...?
—Comunicaciones.
—Comunicaciones, ah. ¿Cómo es eso, al igual que especialización en Twitter
y Facebook?
Frunce los labios juguetonamente, estudiándome. —¿Has escuchado hablar
de Twitter?
Considero mostrarle el dedo medio por eso.
—¿Qué haces en el centro, de todos modos? —pregunta, deslizando su
elegante computadora portátil plateada en su incluso más elegante bolso. —¿ Aquí
es tu misterioso negocio?
—Consiguiendo el almuerzo y después haré un par de llamadas —digo,
escaneo el menú—. ¿Por qué? ¿Tienes algunas otras ideas sobre cómo pasar el
tiempo? Estoy seguro de que podía pensar en algunas pocas.
—Bueno, ya que estamos en Basic y ya te encuentras aquí, siento que es mi
deber como habitante de San Diego hacer que te quedes y comas. La comida es
buena y tienen cerveza.
—La cerveza definitivamente hará que sea más fácil almorzar contigo.
Escucho su jadeo juguetón, pero no alcanzo a esquivar el puño que conecta
con mi hombro.

***

Resulta que, Harlow tenía razón.


—¿Realmente acabo de comer puré de papas sobre la pizza? —pregunto,
alcanzando mi cerveza.
—Sí, ¿y acaso no fue la mejor pizza del mundo?
Estuvo bastante cerca, creo, pero no le diré eso. Terminé la mitad de una
pizza de mozzarella, puré de papas y tocino yo solo. Harlow no se encontraba muy
atrás. —Estuvo buena.
—“Buena” —repite, sacudiendo la cabeza—. No te lastimes con ese
entusiasmo, Finn.
—Puedo dar un montón de elogios cuando la situación lo amerita.
—¿Por ejemplo?
—Creo recordar diciéndote lo bien que se siente tu coño.
Sus ojos se amplían desde el otro lado de la mesa y ahí, eso es por lo que he
esperado. Hay algo acerca de ocasionar una reacción de Harlow —ya sea
conmoción, abandono o rabia— que hace que surja un bajo instinto en mi pecho. Sé
que eso me convierte en un tipo de imbécil hombre de las cavernas, pero se siente
bien y nos libera a los dos. Realmente no me interesa psicoanalizar eso.
—Hablando de eso, ¿por qué te fuiste tan abruptamente el sábado? Doy
grandes masajes de espalda.
Puedo decir que no está preparada para más de esta contundente fuerza de
honestidad porque parpadea hacia mí un par de veces, sin palabras, pero se
recupera. —Porque fue intenso. Y sólo quería sexo casual.
Gruño mientras doy un pequeño mordisco a la masa restante de la pizza. —
¿Qué harás sobre ese libido cuando deje la ciudad?
Encogiéndose de hombros, dice—: Masturbarme más. —Y luego toma un
gran bocado de su propia rebanada.
Me río. Realmente me gusta estar cerca de ella. —Entonces, te especializaste
en comunicaciones y tu papá es un pez gordo cinematógrafo. ¿Qué más debo saber
acerca de ti?
—Finn, ¿no recuerdas nuestro acuerdo? Debes saber que me gustan los
orgasmos. No te esfuerces.
—Vamos, Ginger Snap.
—Bien. —Se limpia las manos en una servilleta y luego la arroja sobre la
mesa—. Tengo una hermana, Bellamy.
—¿Es linda?
Harlow me mira con disgusto. —Tiene dieciocho años, depredador.
—Lo pregunto por mi hermano Levi. Jesús, gatillo fácil.
Riendo se encoge de hombros—. Ella es preciosa pero totalmente loca.
Elevo una ceja diciendo. —¿Los genes son una perra no?
—Ja.
—¿Esta en la escuela aquí cerca?
Encogiéndose de hombros dice. —Está yendo a una escuela de arte que
estoy muy segura está enfrente de un gigante negocio de marihuana.
—¿En serio? —Siento mis ojos ampliarse. Había escuchado historias de
California pero…
—No. Estoy bromeando, detén a la brigada antidroga canadiense. Pero
parece como un programa bastante escambroso. Estoy segura de que su título solo
la hará marginalmente que sea encontrar más fácil empleo en Burger King.
—¿Y aun vives en tu casa?
Rueda sus ojos hacia mí. —Tengo veintidós, Finn.
—Pero tus padres están aquí y eres una interna sin paga trabajando veinte
horas a la semana sirviendo café. Perdona mi alocada idea de que podrías apoyarte
en ellos.
—Tengo un fondo fiduciario. —Niega con la cabeza, apuntando a la pizza
enfrente de mí—. No hagas esa cara como si estuvieras sorprendido.
—Solo estoy sorprendido de que lo admitieras.
—¿Porque debería sentirme mal de que mis padres fueran responsables con
su dinero y yo, en respuesta, fui responsable invirtiendo en mi propio condominio
en una inmobiliaria en California?
—¿Debería felicitarte por saber gastar apropiadamente el dinero de tus
padres? —pregunto a través de una risa.
Ella se inclina hacia adelante. —Es lindo que pienses que soy una rica
cabeza hueca, pero no soy más una cabeza hueca de lo que tú eres un estúpido
leñador.
—Pescador.
—¿Qué?
—Soy un pescador Harlow.
Se lame los labios antes de gruñir. —La. Misma. Jodida. Cosa. Mi trabajo
puede no ser muy glamuroso pero soy endemoniadamente buena en ello. El mejor
jodido café que se sirve ahí.
Me eche a reír. —Eres un caso.
—Tú eres un bombón.
Inclino mi silla hacia atrás, balanceándola en dos patas, viéndola
observarme. Ella es fácilmente la chica más sexy que he visto jamás, también
podría ser la más lista. —Sí, lo sé.
—Así que ¿Qué pasa contigo? ¿Tienes hermanas? Hermanos ¿Verdad?
Asiento, alcanzando mi vaso para tomar un sorbo de cerveza. —Colton y
Levi.
—¿Ustedes trabajan juntos?
—Sí, junto con mi padre. Tuvo un ataque al corazón y un infarto hace
algunos años, así que no mete las manos tanto como antes, pero siempre está
alrededor.
—¿Qué pasa con tu madre?
Niego con la cabeza. —Murió cuando tenía doce. Cáncer de mama.
Su cara parece literalmente caer y levanta su té helado hacia sus labios,
tomando un sorbo con una mano temblorosa antes de arreglárselas para decir—:
Finn, Dios. Yo…—Niega con la cabeza, toma una respiración profunda, y cierra los
ojos—. Eso es desgarrador.
Qué más puedo decir. —Sí, fue hace mucho tiempo.
Parpadea y por primera vez se me ocurre que luce exhausta. —Así que ¿Qué
te tiene luciendo tan golpeada? —pregunto—. ¿Una agotadora sesión de Facebook
durante tu día libre?
Puedo decir que está a punto de darme algo inteligente como respuesta,
pero su expresión se suaviza y dice—: Solo buscando algunas cosas.
—¿Los zapatos más buscados de la próxima temporada?
—Algo por esa línea. —Y guau, Harlow es una terrible mentirosa.
Pero si no lo está compartiendo, entonces supongo que no debería empujar,
de todos modos. Dios sabe que no quiero derramar mis entrañas en esta mesa
tampoco.
—Vamos.
Levantando la mirada hacia mí, junta sus cejas.
Me levanto, ofreciéndole mi mano. —Vamos.
Así que estamos descubriendo un patrón. Caemos de nuevo en el pasillo de
Oliver, manos en el cabello y bocas en todas partes. Su cuerpo es cálido, su piel
suave y huele tan jodidamente bien.
Harlow lidera esta vez y nos conduce por el pasillo, tropezando ciegamente
en dirección a mi cuarto.
—¿Oliver? —pregunta, alejándose solo lo suficiente para mirar alrededor, y
escuchar la casa vacía. Sus labios lucen mordidos y sus mejillas rosadas. Su cabello
se ha escapado del moño y algunas hebras sedosas caen alrededor de su cara y sus
hombros.
—Aún no está en casa —le digo, llevándola de regreso a mi boca. Nuestros
pies se arrastran a lo largo de los pisos de madera y me pregunto si tendré tiempo
de follarla justo aquí, inclinada sobre el sofá o con sus manos presionadas contra el
muro, el sonido de sus gritos sonando a través de los silenciosos cuartos—. No
estoy seguro de cuándo llegará, sin embargo ¿crees que puedes ser rápida? —
Rodeo con mi pulgar su pezón y ella gime.
—Mmmm, no vine todo el camino hasta aquí para ser rápida.
No quiero, tampoco, estoy comenzando a desear que hubiéramos ido a su
casa. Algún lugar donde pudiésemos tomar nuestro tiempo como la vez pasada.
Llegamos a mi cuarto y cierro la puerta, poniendo el seguro detrás de mí.
—En la cama —le digo.
Harlow se aleja con un último beso y, sorprendentemente, hace lo que le
digo, haciendo un espectáculo de sacarse los zapatos y subirse sobre las cobijas.
Cruzo el cuarto y me paro encima de ella, encontrando su mirada mientras me
quito el cinturón.
—Quítate la ropa.
Harlow asiente y ambos comenzamos a desvestirnos: camisetas primero, su
sujetador, mis vaqueros. Se quita los suyos lentamente, no como si montara un
espectáculo, sino como si gozara la manera en que mis ojos se mueven por cada
centímetro de su piel nuevamente expuesto y está tratando de hacer durar el
sentimiento. Sus tetas son jodidamente fabulosas, altas y llenas —un generoso
puñado, y tengo manos grandes— con apretados pezones rosas que hacen mi boca
agua. Tiene que recostarse para salir de su falda y me acerco, alcanzándola y
bajándola por sus piernas.
—Me pregunto cómo lucirías con esos tobillos amarrados en el aire —le
digo, jalando su pierna a mi hombro y presionando un beso en su pantorrilla. No
era mi intención, no ahora, de todos modos, Oliver puede estar en casa en
cualquier momento, y por algo como eso quiero jugar con ella, tomar mi tiempo
hasta que estemos absolutamente salvajes. Pero recordando la última vez, la
sugerencia es suficiente para hacer el truco, y los ojos de Harlow se amplían, su
aliento atorándose.
Con un brazo apoyado cerca de su cabeza, alcanzo entre nuestros cuerpos,
deslizando mi dedo dentro de sus bragas.
Lucha por respirar mientras empujo más, agregando un segundo y
moviendo mi pulgar en círculos encima de su clítoris.
—Mira lo húmeda que estas —le digo—. Solo de quitarnos la ropa. Apenas
te he tocado y estas lista para venirte sobre mi mano.
Harlow expulsa un aliento, como si no pudiera decidir si quiere negarlo o
no, pero aun mueve sus caderas, tomando más de mis dedos. Beso a lo largo de sus
costillas y hacia arriba, tomando un pezón entre mis labios, chupando hasta que
esta húmeda y resbaladiza. Jadea mientras uso mis dientes, suave primero y
entonces solo un poco más fuerte.
—Mas —gime, y me muevo al otro, chupando, mordiendo. No quiero
lastimarla, esto nunca ha sido por eso, pero quiero que lo sienta después. Esos
pequeños, latentes dolores que la atrapan fuera de guardia—. Finn, mas.
—Date la vuelta —le digo y sujeto sus caderas, ayudándola a ponerse sobre
su estómago. Sus bragas de encaje son apenas un trozo y las alcanzo, deslizándolas
hacia debajo de su cuerpo, dejándola completamente, gloriosamente desnuda
enfrente de mí.
—Joder. Este culo —le digo apretándolo, sin siquiera saber a dónde mirar.
La agarro apretándolo más, un poco más rudo, pasando mi palma por encima una
y otra vez para prepararla para lo que viene—. Parece recordar que tengo planes
para él.
Su cuerpo entero esta tenso, prácticamente vibrando, cada musculo pesado
y esperando. Muevo mi mano sobre su cadera y hacia su espalda baja, enterrando
mis cortas uñas en la piel ahí. Deja salir un pequeño sonido, y puedo escuchar cada
una de sus respiraciones, como son casi controladas pero aun así un poco
temblorosas.
— ¿Alguien te ha dado nalgadas alguna vez, Ginger Snap?
Ella sacude la cabeza contra mi almohada, hebras sueltas de cabello oscuro
siguiendo la curva de su espalda. —Solamente tú.
Trato de no pensar mucho acerca del destello de orgullo que siento cuando
dice eso, y trato de derribar la traza de posesividad en mi estómago. —¿Quieres
esto? —pregunto.
Asiente, pero no es lo que necesito, y deslizo mi mano hacia arriba a través
del aire, aterrizándola con un rápido golpe en su trasero, solo lo suficiente para
atraer su atención.
—Dilo, Harlow.
—S… si —me dice—. Sí.
Lo hago de nuevo, mi palma conectando con su piel, un poco más duro esta
vez.
Harlow lucha por respirar, sus puños apretados en las sábanas y arquea sus
caderas, empujándolas hacia mí. Queriendo más.
—¿No te dije que te daría lo que necesitabas? —le digo, bajando la palma de
nuevo, del otro lado. El sonido que hace es más ruidoso esta vez, más desesperado.
Le doy nalgadas un par de veces más, solo hasta que su piel está caliente y rosada,
y ella gime mientras sobo la ruborizada piel con mi palma. Me pregunto si incluso
pensó alguna vez en este tipo de cosas antes, si tenía alguna idea de cuánto le
gustaría.
No hay duda de que a Harlow Vega le gusta un poco de mano dura, ni de
que disfruto siendo el que lo hace. Hay algo tan caliente acerca del modo en que
me lo permite. Sabe que puede tomar el control en cualquier momento, pero siento
que no quiere. Siento que tal vez necesita que alguien más lleve las riendas justo
ahora.
Para la décima nalgada, Harlow esta húmeda entre sus muslos, y no estoy
seguro de haber estado alguna vez más duro. Su mano ha desaparecido entre sus
piernas, sus dedos deslizándose sobre la resbaladiza piel.
—Te gusta —le digo—. Puedo sentirlo. —Me inclino hacia adelante,
tocándole donde está trabajándose ella misma. Mis dedos empujan los suyos y
joder. Necesito un condón justo ahora.
Estirándome, alcanzo la caja que lancé descuidadamente al vestidor. Harlow
se mueve en su espalda y me mira, ojos fijos cuando deslizo el condón sobre mi
polla.
Me subo encima de ella, levantando sus brazos por encima de su cabeza,
ayudándola a alcanzar el cabecero de la cama—. Mantenlas ahí nena ¿está bien?
Asiente, y veo la manera en que aprieta su agarre, sus nudillos volviéndose
blancos con el esfuerzo.
Presiono la cabeza de mi polla contra ella, moviéndola de ida y vuelta antes
de comenzar a empujar dentro. —¿Crees que puedes ser silenciosa? —le pregunto,
midiendo su expresión mientras continúo moviéndome—. Oliver puede llegar a
casa en cualquier momento. Tienes que ser silenciosa. ¿Está bien?
Ella mira hacia abajo a la longitud de su cuerpo, donde mi palma se desliza
por encima de su piel, y asiente.
Alcanzo la almohada junto a su cabeza y elevo sus caderas para posicionarla
justo debajo de su trasero. —Así está bien —le digo, presionando más y más
profundo, viendo mientras desaparezco por completo dentro de ella.
Sus dientes muerden su labio inferior y gime alrededor de él. La callo
gentilmente. —Luces tan bien así —le digo, viendo sus pechos rebotar con cada
golpe de mis caderas. Pongo mi mano en su esternón para sostenerla abajo, y
admiro el color de mi piel contra la de ella, bronceado y rudo contra dorada
suavidad. Un ruidoso motor suena afuera y reconozco el carro de Oliver, lo
escucho moverse por la calle y entrar a la calzada.
El pequeño jadeo de Harlow aún es demasiado ruidoso, así que alcanzo sus
bragas cerca de su cadera, las hago bola en mi puño, y, después de besarla en los
labios, las meto en su boca.
Sus ojos se cierran como si estuviera agradecida, y gime alrededor de ellas, y
es suficiente para que casi me venga.
—Dije en silencio, Ginger Snap. —Abro sus piernas incluso más. Inclino sus
caderas de modo que mi pelvis se frote contra su clítoris mientras la follo.
Y de nuevo, gime, un profundo, desesperado sonido que me hace follarla
más fuerte, deseando que lo haga de nuevo.
—Definitivamente te gusta esto —susurro en su oído—. Apuesto a que
piensas que no seré capaz de dejar de pensar en esto después, como de húmeda
estas poniendo mi polla. — Chupo a lo largo de su cuello, con cuidado de dejar la
piel roja pero no marcada—.¿Puedes decir que me gusta, también? Casi me haces
venirme antes de que estuviera listo.
Gruñe alrededor de la tela y presiona sus rodillas contra mi cintura, usando
el apalancamiento para llevarme más cerca, más duro.
—¿Me pregunto si te pondrás más húmeda? —digo—. ¿Debería ver si
puedo ponerte más húmeda antes de que te corras?
Ella asiente urgentemente.
Puedo escuchar a Oliver afuera, riendo y gritando por algo a un vecino.
Sujeto la pierna de Harlow más arriba y me agacho, golpeando su trasero de
nuevo. Ella grita, apretándose a mí alrededor. Su piel está ruborizada, sus pezones
duros y su piel erizada.
—El estará dentro en cualquier segundo. ¿Crees que puedas estar callada?
Puedo hacerlo tan bueno para ti si puedes.
Asiente y la follo más duro, mis brazos temblando, cuello tenso mientras me
retengo. Veo el momento en que pasa: los ojos de Harlow se amplían antes de
cerrarse nuevamente, una lágrima deslizándose por su mejilla mientras se esfuerza
por no hacer ruido.
Es suficiente para enviarme en espiral detrás de ella. Me inclino, casi
acostándome encima de ella con mis estocadas, solo una más antes de venirme y
tener que amortiguar mis sonidos contra su piel.
Cuando puedo moverme, cuando mi corazón no se siente como si fuera a
salirse de mi pecho, me levanto, deslizándome fuera de ella cuidadosamente antes
de atar el condón. La tomo en mis brazos, besando sus dedos, sus muñecas, las
esquinas de su boca.
—Lo hiciste muy bien. —Presiono mis labios en su hombro, entierro mi
nariz en su cuello, y gruño en su oído—. Lo hiciste tan jodidamente bien, dulce
chica.
Traducido por Mae, Pachi Reed15 & Sandry
Corregido por florbarbero

Realmente no sé cómo me sentiría tres días después de que removieran mis


dos pechos, pero teniendo en cuenta la parte importante de mi cuerpo que son, me
imagino que estaría haciendo exactamente lo mismo que mi madre ha hecho desde
el lunes: dormir y gritar.
Y no hay nada, literalmente nada que cualquiera de nosotros pueda hacer
para hacerla sentir mejor. Mamá nunca ha sido particularmente inútil, pero su
carrera dependía obviamente en su cuerpo. Así que a pesar de que a los cuarenta y
cinco años sería poco probable conseguir un papel en una película dónde debiese
usar bikinis, de todos modos, y las revistas de noticias destacan su valentía y
fuerza, realmente odia no tener lo que era un par impresionante de tetas. Y aunque
mamá es más dura que los clavos, puedo decir lo dolorosa que es su recuperación
de la cirugía.
Fue dada de alta del hospital el miércoles por la mañana, papá, Bellamy, y
yo pasamos la mayor parte del día sentados en la cama con ella, viendo
repeticiones de La Ley y el Orden mientras duerme. Por la tarde del jueves, todos
estamos inquietos, sin bañar, y molestando al otro.
Ahora sé lo que pasaría si los cuatro alguna vez estuviéramos atrapados en
un refugio antibombas: asesinato. El incesante canto de teléfono celular de Bellamy
volverá a papá homicida. Bellamy sigue hablando de lo calurosa que es la
habitación. Y mamá me dice—: Si me ofreces comida una vez más voy a tirar este
control en tu cabeza. Lo siento cariño.
Para una familia que en realidad nunca pelea, de seguro somos irritables.
Finalmente, papá nos lleva a un lado en el pasillo. —Chicas, las amo —dice,
poniendo una mano en cada uno de nuestros hombros—. Pero por favor salgan de
mi casa. Sólo tienen que volver a sus vidas durante un par de días. Las llamaré con
noticias.
El problema es que en realidad no es tan fácil. Detesto la mórbido sensación
exasperante que tengo después de hablar con Finn en el almuerzo el martes de que
mi madre va a morir. No puedo hablar de ello con nadie, e incluso si pudiera, sólo
me haría sentir como si estuviera validando la posibilidad, o peor, convirtiéndola
en realidad, de alguna manera. Tengo mucho tiempo libre para pensar; mi trabajo
a tiempo parcial no es lo suficientemente absorbente, sólo puedo correr o pasar una
determinada cantidad de horas en la playa, y mis amigos tienen horarios
ocupados. Todos ellos, excepto Finn.
Una vez que Bellamy se ha ido, me paro en la calzada de mis padres y me
repongo. Se siente literal: recoger los pedazos y ponerlos donde pertenecen. Me
yergo. Recojo mi pelo todavía húmedo en un moño desordenado. Paso las manos
en el frente arrugado de mi camiseta y vaqueros. Me plasmo una sonrisa.
Estoy haciendo que todos se unan a mí en Fred, y no voy a aceptar un no
por respuesta.

***

—No —dice Lola, y luego oigo un ruido fuerte en el fondo—. No puedo esta
noche. Tengo que terminar estos paneles. Y Mia dijo que ella y Ansel se quedaran,
dado que se irán mañana y no volverán en un par de semanas.
—Estoy apenas conteniéndome, Lorelei Louise Castle.
—¿Vas a intentarlo usando mi nombre completo?
—No cepillé mi cabello después de ducharme, llevo una camiseta de Hello
Kitty de Bellamy porque se me olvidó toda mi ropa en casa, y la máquina del amor
latina, —a Lola y a Mia les gusta un poco mi papá—, me echó de la casa hasta
nuevo aviso. Lleva tu culo a Regal Beagle.
Ella suspira. —Está bien.
Fred Furley abrió el Bar de Fred en 1969, cuando sólo tenía veintisiete años.
Ahora tiene setenta y dos, ha estado casado (y divorciado) seis veces, y ama a mi
madre tal vez sólo una fracción menos de lo que mi padre lo hace. Celebré mi
vigésimo primer cumpleaños aquí, y el señor Furley solo me dio dos tragos. Tal
vez relacionado con lo anterior, me fui a casa sobria y sola. Cedió un poco, pero
todavía le gusta ser la figura paterna, es probablemente por eso que estoy tan a
gusto con estar aquí. Además, es un mejor lugar de reunión regular que una
cafetería porque, hola, alcohol.
Me tomó cerca de siete años entender por qué mi papá llamó al bar Regal
Beagle, pero el nombre se quedó incluso si el señor Furley no se parecía en nada al
chico de Apartamento para Tres. Él es tranquilo, bronceado, y en forma y me da casi
todo lo que quiero.
Al igual que los jueves de chicas.
Ansel y Mia recogen a Lola y Finn en su camino hacia aquí, y llegan en el
mismo momento en que No-Joe llega de su crucero en la playa, estacionando
contra el lado del edificio.
—¿Dónde está Olls, Ollie, Olzifer ? —pregunto con una sonrisa tonta.
Lola se aleja, estudiándome. —¿Estás borracha ya?
—No. Solo... de un humor extraño. —Y es verdad. Me siento un poco
insegura, siento que si dejara de moverme me agrietaría y derramaría en la calle
como un charco de aceite—. Probablemente estaré mejor cuando esté borracha, en
realidad.
—Oliver se reunirá con nosotros aquí —dice Ansel. Él es el único que no
está mirándome como si mi cabello estuviera en llamas y estuviera llena de
nitroglicerina.
Finn me está mirando, con los ojos ocultos por el ala de su sombrero. —
¿Estás bien, Ginger Snap?
Asiento. —No —lo tomo del brazo y aprovecho la oportunidad para tocar
su bíceps caliente—. ¿Sí? Supongo. ¿Día extraño?
—Oí eso —dice, llevándome dentro.
El señor Furley renovó el interior de Fred hace unos años, pero ante la
insistencia de mi madre mantuvo la decoración casi exactamente igual y solo trajo
nuevas mesas, sillas y reservados, pintura fresca, y suelos. Como dije, Fred ama a
mamá. Otra razón para amar este lugar: tenemos nuestro propio lugar en la
esquina trasera con una tarjeta de RESERVADO alejando a la gente siempre que no
estamos aquí. La verdad es que Fred rara vez está ocupado lo suficiente para que
alguien intente tomar nuestra mesa, pero el gesto todavía me hace sentir como una
chica ruda.
Saludamos al señor Furley, pedimos bebidas, y vamos al reservado en masa.
Finn nos sigue, inseguro.
—Esto parece muy ritualista —dice, optando por apoyarse en el lado del
reservado en lugar de sentarse a mi lado.
—Si te quedas aquí el tiempo suficiente te acostumbraras a la rutina. Es un
poco complicado. —Levanto mis dedos y cuento los pasos para él—: Entras en el
bar. Pides lo que quieras a Fred allí. Entonces, vienes a esta mesa.
Él asiente lentamente. —Caminar, orden, caminar.
—Buen cachorro.
Finn me sorprende tocando con su pulgar e índice mi barbilla y mirándome
dulcemente antes de pasar a Ansel.
Nuestras bebidas se presentan, y decidimos pedir comida, y luego Lola y yo
pasamos un tiempo poniéndonos al día en la comodidad del reservado.
Recientemente ha firmado un contrato con Dark Horse para una serie de cómics, y
mi primera respuesta, pre-Google, fue—: ¡Estoy tan feliz por ti!
Mi segunda respuesta, después de Google, fue casi hacerme encima.
Aunque esto sucedió casi tan pronto como llegamos de Las Vegas, todavía a veces
no comprendo el gran cambio que esto será para su vida. En sólo unos meses, la
prensa iniciará: Ella tiene algunas entrevistas, un par de viajes a pequeñas
boutiques, y luego a su bebé, Razor Fish, para quien ha estado dibujando personajes
desde que podía sostener un lápiz de color, se pondrá en marcha.
Mientras hablamos, Finn regresa, se apoya en el reservado y escucha el final
de nuestra conversación.
Lo miro por encima del hombro. —Tu copa está vacía.
Sacude el vaso, mirando el líquido chapoteando sobre el hielo. —No, tengo
un poco.
—Oh, sólo la mía está vacía, entonces. —Me entrego a él, los ojos muy
abiertos e inocentes.
Se ríe, tomando la copa.
—Diles que lo pongan en mi cuenta —le digo mientras se dirige a la barra.
Finn me lanza una mirada asesina por encima del hombro. —Entiendo.
—Suave, señora Vega —dice Lola, levantando las cejas.
—¿Harlow Vega? —pregunta No-Joe, arqueando sus cejas rubias.
Asiento, metiéndome una aceituna en la boca y repitiendo—: Harlow Vega.
—¿Tus padres siempre quisieron que fueras a la universidad, o planean que
vayas directamente a un espectáculo de desnudistas?
Le saco mi lengua, lamiendo mis dedos. —Cuidado, No-Joe. Tu erección se
está mostrando.
—¡Oh! —dice el No-Joe, girándose hacia Lola—. Hablando de erecciones.
Estoy emocionado porque tu libro salga y se venda como loco, será irreal. Estarás
en tu atuendo de autora, pavoneándote. Usando una máscara sexy, y pant…
—¿Estás drogado? —pregunta Lola.
Me doy cuenta de que es retórica, así que río cuando No-Joe contesta—:
Bueno... si.
—No me tragaré un perro de maíz y luego me enrollaré con un grupo de
chicas en trajes de Gatubela sólo para demostrar que puedo estar con chicos de
historietas.
Oliver eligió este momento para llegar y se ve un poco aturdido, los ojos
muy abiertos detrás de sus marcos gruesos. Él la mira fijamente, su mirada se
ablanda con lo que claramente parece ser admiración. Su reacción sin palabras me
hace volver a mirarlo. ¿El tranquilo y dulce Oliver está enamorado de Lola? Me
encuentro con los grandes ojos de Mia y puedo decir que se está preguntando
exactamente lo mismo. Juro por Dios, si mi cabeza no estuviera tan jodida ahora
mismo, juntaría a estos dos.
—Pero, ¿dejarías que un tipo de cómics se enrollara contigo si él llevara un
traje de Gatubela y tragara un perro de maíz? —pregunta Ansel, inclinando la
cabeza hacia Oliver—. Teóricamente hablando.
—Calculo que los chicos fans estarían atónitos —Oliver desvía la
conversación, recomponiéndose—. Tragando un perro de maíz o no.
Mia arruga la nariz, sacudiendo la cabeza a Oliver. Casi nunca entiende su
fuerte acento australiano, lo que es irónico teniendo en cuenta que está casada con
alguien que habla Inglés como segunda lengua.
—Los chicos fans estarán felices sin importar qué —Lola traduce.
Recuerdo que la primera noche que pasamos con Oliver después de que Mia
y Ansel desaparecieron por el pasillo y estuvimos solas yo y Lola, más borrachas
que los dos desconocidos frente a nosotros. Tras una inspección más cercana, nos
dimos cuenta de que Oliver tenía una flor negra dibujado en su mejilla.
—Tengo curiosidad acerca de la flor —dijo Lola cuando se acomodó en el
asiento a su lado. Llevaba sus habituales gafas gruesas de montura, jeans negros,
camiseta oscura. Estaba casi segura de que no era un tatuaje... casi.
—Perdí una aposta —dijo crípticamente, y luego se volvió a silenciar.
Pasaron varios latidos antes de que reconociera que había dicho: perdí una
apuesta.
—Detalles —dijo Lola.
Y Finn los suministró felizmente. Al parecer, acababan de hacer una versión
abreviada del viaje en bicicleta a través de los Estados que los reunió seis años
antes. —El acuerdo era, el que dañara más tubos tendría un tatuaje en la cara.
Oliver aquí no puede dejar de tratar a una bicicleta de carretera como una bicicleta
de montaña. Me sorprende que sus llantas de neumáticos no parezcan tacos.
Oliver se encogió de hombros, y fue claro para mí que no podía importarle
menos que tuviera una flor dibujada en su rostro. Definitivamente no tenía que
impresionar a nadie.
—¿La gente te llama Ollie? —preguntó Lola.
Oliver la miró, completamente atónito por la posibilidad de que alguien
usara ese apodo. Puede que también le hubieran preguntado si la gente lo llamaba
Garth, Andrew, o Timothy.
—No —dijo rotundamente, y la única cosa encantadora fue la forma en que
su acento parecía recorrer cada vocal con una sola sílaba. La ceja de Lola se torció
ante su sencilla respuesta, ligeramente molesta y levantó el vaso a sus labios.
Lola lleva casi siempre negro, incluyendo su pelo oscuro brillante, y tiene un
pequeño diamante perforado en el labio, pero, aún así, nunca ha sido capaz de
lograr la completa manifestación física del enojado Vándalo Grrrl. Con su piel de
porcelana perfecta y las pestañas más largas del mundo, es simplemente
demasiado delicada. Pero una vez que decide que eres un imbécil, ya no importa lo
que piensas. Te da una buena mirada de muerte.
—La flor te sienta —dijo, inclinando la cabeza para estudiarlo—. Y tienes
manos bonitas, un poco blandas. Tal vez deberíamos llamarlo Olive.
Él gruñó una risa seca.
—Y una muy hermosa boca —añadí—. Suave. Como la de una mujer.
—Aww vete a la mierda. —Él se estaba riendo de plano para entonces.
De alguna manera pasamos de extraños achispados a mejores amigos y a
cónyuges esa noche. Pero Lola y Oliver eran la única pareja que no consumó nada,
y, aun en ese momento, Lola estaba bastante convencida de que a Oliver no le
interesaba en absoluto.
Ahora estoy bastante segura de que estaba equivocada.
—¿Dónde está Finn? —pregunta Oliver, deslizándose en el reservado, y
luego dice—: Oye, Joe… ah digo No-Joe.
—Trayendo a la señorita Harlow —digo.
Me mira, confundido.
—Consiguiéndole a Harlow una bebida —traduce Lola de nuevo.
Oliver asiente una vez, satisfecho, mirando por al bar y luego de nuevo a
mí. —Sé amable con mi chico —dice, y me da un guiño, pero su tono me dice que
es serio.
—¿Porque es delicado? Por favor —me burlo—. Sólo lo estoy usándolo por
su enorme pene y sorprendentes habilidades con las cuerdas. No te preocupes por
los sutiles sentimientos de tu hombre.
Oliver gime, cubriendo su rostro. —Es más de lo que necesitaba saber —
dice, en el mismo momento que Lola grita—: ¡Alerta de demasiada información!
—Eso te enseñará a darme lecciones —digo con una sonrisa—. ¿Cómo está
la tienda?
—Bien. Muy ocupada. Creo que está bien si sigue de esta manera, ¿no?
Veo a Mia inclinarse hacia Ansel, que se ríe mientras repite con mayor
lentitud lo que Oliver acaba de decir.
—¿Tengo que hablar despacio, Meahh? —Oliver arrastra la palabra en su
versión exagerada de acento americano.
—¡Sí! —grita.
—¿Cómo está el rincón de lectura? —pregunto—. ¿Atrayendo a un montón
de novatos?
—¿Creo que sí? —dice, robando la cerveza intacta de Mia—. Tengo que
tener una idea de cuáles serán mis clientes habituales.
—¿Cuánto tiempo hasta que conquistes a alguien allí después de horas? —
pregunto, apoyando la barbilla en las manos.
Se ríe, moviendo la cabeza. —Esa ventana frontal es bastante enorme.
Nunca es tomada en cuenta.
—A algunas chicas les gusta eso.
Se encoge de hombros, sonriendo hacia el portavasos con el que está
jugando, sin mirar a Lola ni una sola vez. Voy a romper a este chico aun si me
mata.
—Tal vez la primer ronda de Oliver será en el almacén —se une Ansel y oh,
él es mi favorito.
Mia se inclina hacia el lado de Ansel, y dice algo cerca de su oído. Su
felicidad es la mejor distracción de mis propias preocupaciones. Tal vez el alcohol
ayuda, también. Estoy tan feliz por ella de que su chico esté aquí por algo más que
el habitual día y medio. Parece venir a visitarla cada par de semanas, pero es una
mezcla de vértigo cuando llega y temor constante de otro adiós cuando se va.
—Se ven tan bien juntos —le digo, inclinándome al otro lado del banco de
curva para besar la mejilla de Mia.
—¡Imagínate cómo nos vemos cuando tenemos sexo! —grita Ansel en la
mesa—. ¡Es increíble!
Hago pelota mi servilleta de papel y se la lanzo. —Muy lejos.
—Es mi superpoder.
—¿Cuál es el mío? —pregunto.
Ansel coloca sus manos alrededor de su boca, diciendo en voz alta sobre la
música: —¿Beber?
Él asiente al trago que Finn aparentemente colocó delante de mí. A pesar de
nuestra noche salvaje en lo de Lola y London, y mi espectacular borrachera en Las
Vegas, rara vez bebo más de un par de cócteles. Pero supongo que Ansel tiene
razón: Cuando lo hago, me comprometo. Tomo la bebida en frente de mí,
probando su sabor agridulce y luego el ardor del vodka mientras calienta su
camino hacia mi estómago.
Dejando escapar un rugido, me levanto y anuncio: —Estoy borracha y voy a
bailar. —Señalando a Finn, digo: —Tú. Sígueme.
Niega con la cabeza.
—Oh, vamos —gimo, pasando mis manos por su pecho. Dios se siente bien,
tan resistente y duro, sus pectorales se tensan bajo mi tacto y ahora estoy ardiendo
por él.
Los jueves por la noche en Fred es noche de chicas, y tocan música para
bailar porque a nosotras las chicas nos gusta bailar. ¿Además? Me gusto borracha.
Borracha no tengo ningún problema en rogar, pero la sobria Harlow podría ser
demasiado orgullosa para hacerlo. ¿Pero dale un poco de licor? Hora del
espectáculo.
—¿Por favor? —susurro, extendiéndome para besar su cuello—. ¿Por favor,
y tendrás a Harlow desnuda encima?
—¿Es siempre así? —pregunta Finn a mis amigas sin quitarme los ojos de
encima. Está mirando mi boca, mirándome como si me pudiera tirar sobre su
hombro y llevarme los ocho kilómetros a la casa de Oliver.
—Con casi cada maldito chico que ella conoce —miente Lola—. Es agotador
localizarla en habitaciones de motel de mala muerte en Tijuana.
Las cejas de Finn se elevan. Rasco mis uñas por su pecho de la forma en que
pienso que le gusta, y puedo sentirlo temblar una vez bajo mis manos. Voltea su
cabeza, parpadeando hacia la pista de baile. —Entonces estoy segura de que hay
otro chico por ahí que bailará contigo.
Lo estudio durante un rato, esperando que mi decepción no se note
demasiado en mi rostro. —Estoy seguro de que sí.
Levanto mi barbilla hacia Mia y saca a Ansel de la cabina con ella. Los tres
nos dirigimos a la pista de baile casi vacía, donde, a pesar de la predicción de Finn,
sólo hay una media docena de otras personas: una pareja mayor bailando lenta-y-
sexualmente una canción rápida y un pequeño grupo de chicas cuyas
identificaciones seriamente me gustaría verificar.
Amaba todo lo relacionado con este bar —los desgastados asientos de
terciopelo, las lámparas de araña con queso, las bebidas fuertes— pero en especial
amaba la música. Cuando llegamos allí, el DJ, quien resulta ser el nuevo nieto de
veintiún años de edad de Fred, Kyle, maniobra con la canción, asintiendo en mi
dirección.
No necesito a alguien para bailar, sólo necesito moverme. Levanto mis manos
en el aire, saltando al ritmo y cerrando mis ojos. Jodidamente amo esta canción,
amo el sonido del bajo y las obscenamente letras sexuales. Ansel y Mia intentan
bailar conmigo como grupo, pero tal vez ellos pueden ver que no me importa si
estoy sola o rodeada, ya que se voltean el uno contra el otro y se mueven en este
perfecto par de caderas sacudiéndose, enredando sus brazos, y sonriendo.
Dios, se ven tan bien juntos. Por supuesto Mia es una bailarina increíble
porque nació para ello, pero Ansel se mueve como una persona que tiene el control
de todas las células de su cuerpo. Estoy tan feliz y tan miserable. No soy una
persona miserable. Mi vida ha sido fácil, salvaje, llena de aventura tras aventura.
¿Por qué siento que mi pecho se llena lentamente con agua fría?
Manos calientes se deslizan alrededor de mis caderas y estómago,
jalándome hacia atrás contra un amplio, sólido cuerpo. —Hey —gruñe Finn en voz
baja.
Como si él hubiera sacado un enchufe, la sensación de frío se drena de mis
costillas y estoy rodeada con nada más que el calor irreal de Finn. Se presiona
contra mí, apenas moviéndose al compás de la música. Volteándome en sus brazos,
bailo contra él, permitiéndole aferrarse a mí. Siento la necesidad más básica de
follar. De juntarnos. De tenerlo dentro de mí.
—Me estás volviendo loco, bailando allí. —Se inclina, rozando sus labios a
través de mi oído—. Maldita sea, se ve bien.
Me estiro para llegar a su oído con mis labios, escuchando mi voz temblar
en la primera palabra—: Ven conmigo a casa.

***

Por suerte Finn está sobrio y puede conducir mi coche. Le indico la


dirección mi casa, pero por lo demás sólo miro por el parabrisas, no hablando en
realidad. Me alegro de que no estemos hablando. Me distraería de la sensación de
su mano en mi muslo, del peso de su mano presionando firmemente cerca de mi
cadera, sus dedos tocando lo que se siente como la parte interior más suave, más
íntima de mi pierna. Es como si hubiera arrojado su ancla por la borda,
aterrizándome aquí.
—¿Estás bien, Ginger Snap?
Me gusta que me llame de esa manera, como si hubiera marcado una parte
de mí.
Asiento, articulando un—: Bien, simplemente…
—¿Simplemente sufriendo tu crisis de temprana edad? —dice, sonriéndome.
No es una sonrisa burlona, y ordeno mi actitud. Al parecer me veo tan desesperada
por más distracción como me siento.
—Sí.
—No fue mi intención sonar… —Él aleja su mano de mí el tiempo suficiente
como para restregar su rostro, dejando en mi piel una fría sombra con la forma de
cada uno de sus dedos. Pero luego regresa, y puedo volver a respirar—. No fue mi
intención sonar condescendiente. Simplemente recuerdo cómo se sentía estar
cabreado cuando estaba en mis veinte años, como por qué no estaba todo resuelto.
Asiento, preocupada de que mi voz fuera a salir ahogada por la emoción si
trataba de hablar.
—Es en esa época cuando papá y Colt me hicieron ir en el viaje en bicicleta.
—¿Estás contento de haberte ido?
Él asiente, pero no dice nada, y le indico que gire a la derecha, abajo hacia
Eads Avenue. Estacionamos en un punto frente a mi edificio, y se estira para
apagar la ignición.
—Sí —dice, mirándome y entregándome las llaves—. Me alegro. Pero la
vida siempre es complicada. Sólo se ve diferente de ángulos mayores.
Me sigue al ascensor en el vestíbulo de mi edificio, levantando sus cejas,
pero no diciendo nada. Sus manos se meten profundamente en el bolsillo de sus
vaqueros, su gorra desgastada cubriendo sus ojos. —¿Cuán borracha estás?
Me encojo de hombros. —Bastante borracha.
Puedo decir que no le gusta mi respuesta, pero una vez más, se queda
callado y me sigue en el ascensor, viéndome pulsar el botón del cuarto piso.
—Esto no significa nada, el volver a mi casa —le digo—. Podría fácilmente
haber sido en el lugar de Oliver de nuevo. Esto estaba más cerca.
Ignora eso. —No tienes un compañero de cuarto, ¿verdad?
—Correcto.
—¿Te gusta lo que hicimos el otro día?
—¿Cuál? —Le pregunto, apoyándome en la pared del ascensor mientras
sube lentamente. Juro que puedo sentir su calor corporal incluso en la distancia—.
¿Con la cuerda o sin ella?
Sonríe, lamiéndose los labios. —Ambas cosas. Pero supongo que quería
decir con la cuerda.
—¿Quieres decir que no puedes decidir?
Las puertas del ascensor se abren y él hace un gesto para que salga primero.
Desde detrás de mí, explica—: No he hecho eso con una chica en un largo tiempo.
—Empiezo a responder a esto… quiero decir, ahora mi curiosidad se enciende; él
tiene que darme más que eso, pero sigue hablando—: Y por la manera en que
siempre te vas después de ello… no eres precisamente fácil de leer.
—Jesús, Finn. —Deteniéndome en frente de mi puerta, me volteo para
mirarlo—. ¿No es esto solamente enrollar? ¿Que hay para “leer” allí? —Quise que
eso saliera un poco impertinente, un poco juguetón, pero en su lugar, mi voz
borracha arrastró las palabras. Frunce el ceño, quitándome las llaves y usándolas
para dejarnos entrar en mi apartamento.
En el interior, Finn lanza las llaves en la pequeña mesa junto a la puerta y
mira a su alrededor. Mi apartamento tiene dos dormitorios frente a una amplia
zona principal con vistas a un par de cuadras de la ciudad y al otro lado del
océano.
—Guau —dice en voz baja—. Buena inversión.
Riendo, empujo su hombro desde atrás, haciéndole dar un paso hacia
adelante a mi sala de estar.
—Voy a preguntar algo que va a hacerme sonar como un imbécil —advierte,
mirándome por encima del hombro.
—Por una vez.
Con una pequeña sonrisa ante mi respuesta, dice—: ¿Cómo fue crecer sin
nunca tener que preocuparte por el dinero?
Le sonrío a Finn y le dejo sentirse nervioso por lo que acaba de
preguntarme. Porque… ¿en serio? —¿Qué te hace pensar que siempre tuve dinero?
Mira a su alrededor el apartamento y luego a mí, levantando sus cejas de
manera significativa.
—Cuando mi mamá primero se inició en la televisión, me acuerdo de mis
padres realmente viviendo en apuros —le digo—. Ella viajaba todo el tiempo para
filmar. Papá estaba aquí haciendo, como, pequeñas películas independientes y
otras cosas en el patio trasero de su amigo. Tal vez, para cuando estaba en la
secundaria logramos acomodarnos. —Me encojo de hombros, sosteniendo su
mirada—. Cuando papá ganó su primer Oscar, como que despegó. Pero eso no fue
hasta que fui una estudiante de primer año en la universidad.
Él asiente, y el silencio se extiende por un largo, extraño rato hasta que
dice—: Voy a ir a usar el baño. —Se va por el pasillo y luego se gira hacia mí, su
mirada desplazándose desde mi cara hasta mis pies—. Tú ve a conseguir un gran
vaso de agua, un pedazo de pan tostado, y un par de ibuprofenos o algo. No voy a
follarte hasta que estés consciente.
Se voltea sin esperar mi respuesta a su tono mandón, caminando por el
pasillo y metiendo su cabeza en el baño antes de entrar completamente en el
interior, cerrando la puerta detrás de él con un clic tranquilo.
Debido a que es una buena idea y no porque Finn me lo dijo —una acción la
cual tengo que abstenerme de gritar por encima del hombro— me voy a la cocina
en busca de agua, alimentos, y dos ibuprofenos.
Escucho el grifo correr, la puerta del baño abrirse, y luego él grita desde el
pasillo—: ¿Dónde guardas tus mierdas de surf?
—¿Mi qué? —pregunto con mi boca llena con pan tostado.
—No me refiero a su tabla. —Le oigo abrir el armario del pasillo y
murmurar un—: Ah. Lo tengo.
Me trago mi agua y lo veo salir desde el pasillo. Mi corazón se acelera. Sus
hombros llenan la puerta y me siento extrañamente intimidada. Es simplemente
extraño porque me gusta. Me gusta la idea de él asustándome, un poco fuera de
control. Me gusta la idea de él estrellándose en mi vida y empujando todo lo
demás fuera del marco.
Él tiene un carrete de cuerda elástica en la mano.
—¿Cómo iba a saber que estabas buscando algo así? —pregunto.
—Podría ser por la manera sutil en que te pregunté por la cuerda más
temprano. —Él envuelve su mano alrededor de mi brazo y me lleva a la sala de
estar.
Me tambaleo un poco sobre mis pies y me estudia, empujando el gorro de
su cabeza y desordenando su cabello con una mano. —¿Vas a recordar esto?
Es preocupante cómo su voz me afecta. Es áspera, y me recuerda a un buen
y sabroso whisky, el ardor del mismo en mi garganta, su calor en mi sangre. No
creo que pueda fingir más que no estoy completamente obsesionada con Finn
Roberts.
—Probablemente —le susurro, estirándome para besar la línea de su
mandíbula.
—No puedo esperar a que me ruegues para que te vengas. —Levanta su
barbilla un poquito, pasándose la lengua por su labio inferior—. Y no puedo
esperar a que me ruegues para que me detenga.
Tengo la sensación de sobriedad solo para poder embriagarme con la
sensación de tenerlo dentro de mí.
Asiente hacia mi ropa, murmurando—: Quítatelos.
Me saco mi camiseta, salgo de mis zapatos y pantalones vaqueros. Observa
cada movimiento, distraídamente abriendo el nuevo rollo de cuerda elástica. Lo
compré hace un par de semanas para transportar mi tabla de surf después de que
mi última cuerda empezó a deshilacharse, pero infiernos. Esto funciona, también.
—Esto no va a ser tan suave —dice, señalando la cuerda, pero en cierto
modo como que espero que también esté hablando de cómo me va a joder.
Una vez que estoy desnuda, da un paso hacia adelante, inclinándose para
besarme. Me encanta su sabor esta noche —el sabor débil de cerveza mezclada con
menta— y tararea en voz baja—: Dime que quieres esto.
—Definitivamente lo quiero.
Cuidadosamente, envuelve la cuerda alrededor de mi pecho, por encima de
mis senos, y luego a mis espaldas. Tirando hacia arriba por encima de mi hombro,
y hacia abajo a través de mi esternón, la envuelve alrededor de mi espalda.
Después de que ha enmarcado ambos pechos, guía mis manos hasta mi espalda,
así estoy sujetando mi codo opuesto en cada palma, y une mis brazos antes de atar
toda la longitud de la cuerda en conjunto cerca de mi columna vertebral, justo por
debajo de mis omóplatos.
Mis pechos están enmarcados por la cuerda entrecruzada por encima de mi
esternón, y mis brazos fijados en mi espalda. La forma en que Finn me mira…
Me siento como una jodida reina.
Presiona su mano en mi pecho, cada dedo extendiéndose para que registre
lo grandes que son sus manos. Me siento como si estuviera siendo esculpida, y
ahora estoy hambrienta. No creo que jamás haya querido sentir a alguien hundido
dentro de mí como lo quiero a él.
Corre la punta de su lengua por mi labio inferior. Como si leyera mi mente,
dice—: Te gusta cuando soy un poco duro, ¿no?
Asiento. Estoy tan necesitada. Anhelo el borde, el punto justo antes de caer
donde sé que el alivio viene y le da mi cuerpo todo. Pero sé que me hará esperar
por ello, y la anticipación me tiene temblando.
—¿Quieres que sea sólo un poco duro? —pregunta, sus manos temblando
donde él acuna mi cara—. ¿O me quieres malditamente salvaje?
—Salvaje.
Él inhala, sus fosas nasales dilatándose y aroma haciéndose sentir tan
urgente como el fuego.
Finn lleva sus manos hacia atrás, tirando de su camisa por la cabeza y luego
rápidamente desabrochando sus pantalones, empujándolos y sus bóxeres por sus
caderas. Él está mirando mi cara, mis pechos, midiendo mi reacción mientras se
desnuda delante de mí. Dando un paso atrás, se acomoda hasta que está sentado
en mi sofá, y me retuerce su dedo índice.
—Ven y súbete en mi regazo.
Camino hacia él, acomodándome parada a horcajadas sobre sus muslos, y él
me estabiliza con sus manos en mi cintura.
—¿Estás bien? —pregunta en una voz ronca.
Cuando asiento, sus manos se deslizan por mi estómago hasta agarrar mis
pechos, ojos observándome mientras me chupa y lame, sus dedos moviéndose
hacia arriba sobre mi pecho, acunándome. Lengua lamiendo, provocándome.
Con mis brazos atados, me levanta sobre su cuerpo mientras se gira y
recuesta en el sofá, su cabeza apoyada en el brazo, sus piernas estiradas detrás de
mí. Finn me posiciona con mis piernas abiertas sobre su boca, meciéndome allí, y
gimiendo, gruñendo contra mi piel. Él sigue hablando mientras me lame,
diciéndome que le gusta, que le encanta mi sabor. Diciéndome a mí que me gusta,
que puede ver que me voy a venir. Estoy ruborizada, estoy temblando. Él apenas
se mueve en absoluto, sólo susurrando y besando y lamiendo y de alguna
manera…de alguna manera sólo su respiración y calor, la presión de su lengua
contra mi clítoris… Estoy empezando a sudar por el esfuerzo de mantener mi
cuerpo en posición vertical. Su ojos arden, sus manos alejándose de mis pechos
para agarrar la cuerda a mis espaldas, de alguna manera logrando mantenerme en
posición vertical y acercándome más a él.
No puedo agarrar el sofá. No puedo agarrarlo. No puedo concentrarme en
nada, nada en absoluto, y se siente tan bien dejarme. Darlo todo. Estoy
retorciéndome contra el intenso placer, mis piernas abiertas, mi cuerpo tan
hambriento que quiere más presión y más humedad y más de él. Todo mi peso
está en él o sostenido por sus brazos y me vengo tan duro que me tiemblan las
piernas, mi espalda se arquea bruscamente mientras gimo. Tal vez grito —no tengo
ninguna idea además de que siento como si hubiera estallado, derretido, pegado
de nuevo y él todavía está hablando, diciendo:
Buena chica
Oh tan jodidamente bueno
¿Te gusta eso?
¿Te gusta?
Eres como caramelo en mi boca, malditamente dulce
Mojado, tan dispuesta
¿Deseas ser follada ahora?
De alguna manera, la última pregunta se filtra en mis pensamientos y saca
un—: Sí, por favor… Ahora —de mí. Sus manos se envuelven alrededor de mis
caderas, su boca deslizándose por mi vientre, mis pechos, por encima de mi cuello
mientras se sienta y me acerca hacia su regazo.
—Espera, espera, espera —dice cuando acomoda su polla entre mis piernas.
Gimo, deseándolo en mi interior, con ganas de sentirlo embistiendo y corriéndose
dentro de mí.
Susurrando—: Shh, shh, casi listo, casi… —Finn se estira para agarrar el
condón en su cartera y rápidamente lo abre. Estoy jadeando, sintiendo el sudor
correr por mi cuello y entre mis pechos. Sintiendo el aire fresco en mi frente, mi
estómago. Estoy temblando contra él, tratando de concentrarme en una cosa, pero
es imposible. Finn es precioso, su pecho amplio, con todos los músculos marcados,
manchas de sudor en su piel mientras se coloca el condón.
—Oh Dios —jadeo, cuando besa mi pecho, chupando mi pezón y gimiendo.
Nunca he sentido esta desesperación —estoy atada, él es enorme, podría
hacer lo que quisiera, pero… mira… mira cuán cuidadoso y centrado es, mira cómo
me mira y me habla y me elogia. Una pequeña sospecha pulsante en el fondo de mi
mente me dice que esta urgencia no se trata de escapar de la realidad en este
momento.
Se trata de él.
—Date prisa —gimo.
Él me estabiliza con una mano en mi muslo, sosteniendo su polla con la otra
mano, y susurra—: Está bien, shh, shh, estoy listo, estoy listo. Aquí. Ven acá.
Bajo mi cuerpo con su ayuda, tomándolo todo y oh Dios. Me tardo una
eternidad en sentir la longitud de él aliviándose en mí. Estoy temblando y
volviéndome un poco loca, con ganas de montarlo, pero me está presionando sobre
él con un puño enroscado alrededor de la cuerda en mi espalda, la otra enredada
en mi pelo. Él está tan profundo, tan profundamente hundido y juro que puedo
sentir su pulso, puedo saborear su necesidad animarse en mí.
Gime, meciendo sus caderas sólo lo más mínimo. —No hagas ningún sonido
—murmura en mi cuello—. Tus pequeños sonidos me harán venirme antes de que
esté listo.
Tengo que morderme el labio para quedarme callada, y me alaba por el
esfuerzo con un beso. Con sus manos extendidas en mis caderas y en mi culo, me
levanta y baja, y cuando me eleva otra vez, me sostiene allí, y entonces comienza
un ritmo implacablemente rápido en mí. Habla todo el tiempo, y ni siquiera sé
realmente lo que está diciendo, porque la mitad del tiempo estoy perdida y no
puedo procesarlo de todos modos. Es el sonido de su voz. La riqueza de la misma,
la tranquilidad de la misma. Palabras como bonita y buena, fuerte y perderlo, oh
jodidamente voy a perderlo se filtran a través de mi bruma de placer.
Es tan bueno. Es muy bueno.
Esta es la única cosa en la que puedo pensar, una y otra vez. Él me está
haciendo mirarle directamente a los ojos, por lo menos se siente de esa manera,
aunque no creo que en realidad me lo dijera. Pero la forma en que me mira… es
intenso y obsesionado y tierno y con adoración. No puedo mirar a otro lado, no
quiero.
No recuerdo nunca llegar de esta forma, donde no puedo localizar la
sensación, no poder determinar dónde empieza, o incluso cuánto tiempo dura.
Estoy tratando de estar en silencio, tratando tan duro, pero mis gritos se deslizan
fuera mientras pruebo la sangre en el labio. Me rindo, gritando y tirando contra la
unión mientras las lágrimas de felicidad me atraviesan.
Finn gruñe, empujando hacia arriba con fuerza y rapidez, y entonces ruge,
tirando de la cuerda detrás de mi espalda y empujándose tan profundamente en
mí mientras se corre, que me siento doblada en dos.
Desacelera, y luego se queda quieto, envolviendo sus brazos alrededor de
mí y gruñendo en mi cuello con cada exhalación —joder, joder, joder—, mucho
después de que se haya corrido. A mi alrededor, sus grandes brazos están
temblando por el esfuerzo, húmedo de sudor, y nunca me he sentido más
abrumada por alguien en toda mi vida.
Me doy cuenta de que voy a llorar solamente una fracción de segundo antes
de sentir el derrame de lágrimas corriendo por mis mejillas.
Pero su rostro aún se encuentra presionado en mi cuello, su respiración
lenta igualándose. —Harlow. No te muevas. No puedo… sólo dame un segundo.
No creo que pueda aunque quisiera. No quiero moverme fuera de él.
Su boca se desliza por encima de mi hombro, y comienza a masajear
lentamente mis muslos, mi culo, mi espalda baja. Levantándome con cuidado,
extiende una mano entre nosotros y se quita el condón, atándolo rápidamente y
dejándolo caer en algún lugar en el sofá al lado de nosotros.
Y entonces él está aflojando el nudo en mi espalda.
—No —me ahogo.
Me mira, ve las lágrimas en mis mejillas y tal vez piensa que estoy llorando
porque no quiero que me libere. Ni siquiera sé por qué estoy llorando. Estoy
agotada, y si él ya no puede estar dentro de mí, necesito ser atada, y si no puedo ser
atada, necesito otra manera de saber que, ahora mismo, soy suya y que él se
ocupará de mí. Que va se encargará y lo arreglará todo, porque no estoy segura de
saber cómo.
Finn pasa sus pulgares por mi cara. —Tengo que hacerlo, cariño, no puedes
estar atada más tiempo.
Se siente como si fuera la única cosa que nos mantiene juntos.
—Lo sé —dice.
Oh Dios. Lo dije en voz alta.
—Shh, shh, ven aquí. —Me desenvuelve como un regalo, pasando un suave
dedo a lo largo de cada ranura de la cuerda elástica en mi piel, y luego me levanta
como si no pesara nada —No tengo huesos, ni músculos, sólo piel, lujuria y
sangre—, y me lleva a mi dormitorio.
—¿Esta? —pregunta al final del pasillo.
Asiento y él se mete, replegando las sábanas con una mano y metiéndome
por debajo. Estoy aterrorizada de que se vaya, pero no lo hace. Sube detrás de mí,
me abraza por detrás pasando una mano tranquilizadora por mi costado, sobre mi
cadera, por mi estómago, hasta que calma las líneas de la cuerda alrededor de mis
pechos con delicadeza, sus manos ásperas, besando mi cuello.
—Necesito saber que estás bien —dice—. Dime que no te duele.
—Estoy bien. —Tomo una respiración profunda pero me ahogo a medio
camino—. Pero no te vayas.
—No creo que pueda. Estoy… es intenso para mí, también. Yo… lo olvidé.

***

Tengo sueño ligero, pero no me despierto una vez en medio de la noche. No


para beber agua, para ir al baño, ni siquiera para darme la vuelta y encontrar una
sección fresca de sabanas. Cuando mis ojos se abren, el sol está alto en el cielo, y
Finn y yo estamos en la misma posición que estábamos cuando nos quedamos
dormidos.
Todavía no está despierto, pero su cuerpo sí. Hacen falta unas cien
promesas a mí misma— zapatos nuevos, helado para el desayuno, el almuerzo y la
cena, una tarde en la piscina— para salir de la cama y no darle la vuelta sobre la
espalda y llevarlo dentro de mi cuerpo para ver si me mirará de nuevo como lo
hizo anoche.
Me levanto de la cama, sin embargo, porque me aterra que el primer
pensamiento que tengo no sea de mi madre, o de si ella todavía me necesita para
llevarla a su cita hoy, o de cómo durmió anoche. Pero debería serlo. No para
siempre, pero Dios, al menos durante las primeras semanas cuando mi familia —
mi centro, mi universo— me necesita.
Hago café y estoy paseando por la cocina cuando Finn entra, vestido con los
boxers que debe haber recuperado del suelo de la sala. Ni siquiera he mirado a
escondidas en la esquina, no estando segura de poder manejar el ver la cuerda
elástica tirada tan casualmente en la alfombra.
Se frota los ojos, se acerca a mí y me besa en el cuello. Porque estoy tratando
de no fundirme, me tenso en lugar de eso y puedo sentir su risita contra mi piel.
—Me estoy asustando un poco, también —admite.
—Es sólo que tengo… —Empiezo explicando. Él retrocede y me mira, esos
ojos complicados volviéndose ilegibles mientras escucha—. Una cosa es querer
distracción, pero no necesito otra obsesión.
Demasiado honesta, Harlow.
Pero él ya está asintiendo. Incluso se ve un poco aliviado. —Puedo respetar
eso —dice, sacando las manos de mis caderas y alejándose. Esto es exactamente
como necesitaba que fuera esta conversación, y, sin embargo… pica un poco. Finn
suaviza añadiendo—: Estoy en el mismo barco, por así decirlo. Y anoche, dejaste
de ser un polvo fácil.
Nos sirvo a ambos una taza de café y sonrío sobre el borde mientras tomo
un sorbo. Mintiéndonos a los dos, digo—: No vamos a tener ningún problema en
volver a caer en la hostil rutina ex cónyuge.
Su ceja se contrae. —Cierto.
Traducido por Janira & Mary Warner
Corregido por florbarbero

Cualquier duda que tenía sobre si la tienda de Oliver sería un éxito, y tal vez
el flujo constante de gente el día de apertura fue suerte, es desechada tan pronto
como entro el viernes por la tarde.
Aparentemente, hay un montón de nerds en San Diego.
La pequeña campana sobre la puerta tintinea mientras ingreso, y me
detengo de golpe, mirando con los ojos muy abiertos a la multitud llenando la
pequeña tienda. Y no son solo niños, o raros hípsters como Oliver, sino gente de
traje y mamás de jugadores de fútbol, hay gente que abarca casi todo rango de
edad.
—Guau.
—¿Verdad? —Me giro hacia la voz a mi derecha para ver a No-Joe parado
en la caja registradora. Se aparta el cabello rubio del rosto antes de tomar una
cuchilla para abrir una de las muchas cajas de cartón detrás de él. —Trabajar en
una tienda de cómics. Pensé que tendría que hacer el tonto todo el día, leer un
poquito. Tal vez escabullirme en la trastienda por un porro. —Sacude la cabeza
mientras lo observo seguir sacando, cuidadosamente, el contenido de una caja
antes de romperla y pasar a otra—. Pero, amigo, ¿este lugar? Nunca disminuye la
velocidad.
—Puedo verlo —digo, impresionado—. No te deja mucho tiempo para
hojear la mercancía, ¿no?
—¿A mí? —dice, luego vuelve a sacudir la cabeza—. No leo cómics. Esto
podría sonar raro, pero me confunden.
Miro sus rastas mohicanas, la constante mirada media drogada, la camiseta
blanca que, claramente, lavó con algo rojo en algún punto. Quiero decir, este es el
chico que perforó su propia polla. No me encuentro sorprendido de que las
historietas lo abrumen. —¿No lees mucho?
—Ficción, mayormente —admite—. Algunas biografías. Filosofía, si tengo
tiempo. Libros de viaje. Un poco de romance aquí y allá. —Añade.
Diviso un libro de bolsillo desgastado justo debajo del mostrador y siento
que mis cejas desaparecen en mi cabello. Me encuentro muy seguro de que no es
de Oliver. —¿Wally Lamb? —pregunto—. ¿Es tuyo?
No-Joe ríe. —Sí, el mejor libro que he leído sobre el odio a uno mismo y el
perdón. Perdónate a ti mismo.
De acuerdo. —Estoy… guau.
Se encoje de hombros antes de alcanzar otra pila de cómics. —Además, fue
escogido en el club de lectura de Oprah, y ya sabes. Lo que Oprah dice…
—Correcto —digo—. Y, ¿dónde está Oliver?
—La última vez que lo vi, se hallaba atrás. ¿Quieres que lo vaya a buscar?
—No, no. Estoy bien. —Miro alrededor por un momento, debatiendo si
debería dejar saber a Oliver que me encuentro aquí, o solo irme y tratar de
ponerme al día con él más tarde. Lo que debería hacer es ir a casa y arreglar mis
ideas, debería llamar a mis hermanos, por lo menos. La mayor parte del cableado
debería ser remplazado ahora, pero hay una sensación de vacío en mi estómago
que me dice que ese será el menor de nuestros problemas cuando empiecen a sacar
los paneles y mirar más profundamente en el barco.
Mi encuentro con los chicos de Los Ángeles es solo en un par de días, y
apenas he pensado en las preguntas que tengo que hacer, o si incluso tenemos otra
opción más que aceptar. Esta incapacidad de concentrarme en el propósito de este
viaje es el por qué Harlow tenía razón y por qué necesitamos retroceder y enfriar…
lo que sea que estemos haciendo.
Joder. Harlow.
Con un suspiro. Me dejo caer en el sofá que Oliver tiene cerca del frente de
la tienda. Estar con ella ya no se siente como nuestro cómodo acuerdo. Incluso si
no hubiese sido quien dio el primer paso y dijo algo acerca de frenar esto, habría
tenido que hacerlo yo. La vi desmoronarse en mis brazos anoche, incluso la persona
más distraída, podría ver que no hay nada casual en esto para ninguno.
Dios, es tan jodidamente perfecta. Nunca conocí a nadie como ella, tan
fuerte de carácter como yo, pero, sin embargo; me entrega todo, me deja
desarmarla con un toque a la vez.
Sacando mi teléfono, veo que tengo un mensaje sin leer, pero mi dedo se
detiene y vacila sobre la burbuja del mensaje. Debería leerlo, lo sé. Soy un gran
hipócrita por sugerir que Harlow se hallaba en una etapa en su vida donde todavía
no ha comprendido cosas. Cuando aquí estoy yo, con treinta y dos años y
sintiéndome tan confundido e inseguro por el futuro, como ella.
—Parece que estás pensando bastante, Hércules. No te tuerzas algo.
Salto ante el sonido de su voz, y mi corazón se dispara con emoción. —No te
vi venir.
Se toma un minuto para ir detrás del mostrador y conectar su teléfono al
cargador. Luego se deja caer en el sofá junto a mí, presionando el muslo
completamente con el mío.
—¿Te encuentras de camino al trabajo? —le pregunto.
—Cuando me preguntas eso —dice, con una linda sonrisita—, ¿usas
comillas de aire mentales para la palabra “trabajo”?
—Sí.
—De hecho, sí, me dirijo al —levanta los dedos y los mueve— “trabajo”. —
Me levanta el brazo y mira mi reloj—. Tengo media hora antes de tener que estar
allí para entregar una bandeja de mini muffins para una reunión y enviar algunos
faxes.
¿Y entonces por qué te encuentras aquí? Quiero preguntarle, pero me muerdo
la lengua, sabiendo que si la respuesta es otra que: “Porque esperaba verde,
idiota”. Me decepcionaré.
Es un poco extraño ver esta versión de Harlow: formal y correcta, vestida
con una delgada falda negra, tacones y una brillante blusa de seda naranja. Es
divertida, encantadora, calmada, y tan diferente a la Harlow que veo en la cama, la
que me pide que la azote, la que me pide más y más duro. Y, aunque, podría
parecer que soy quien se encuentra a cargo, claramente, me ha utilizado, usado mi
cuerpo para olvidarse de sí misma y correrse. Es un poco preocupante cuanto me
gusta la idea de ser el único que logra ver la versión secreta y desenfrenada de esta
hermosa chica.
—Ya que solo somos amigos —digo—, puedo decirte que hoy luces real y
jodidamente prefecta, Ginger Snap.
Parpadea hacia mí, sorprendida por un momento antes de sonreír. —
Gracias.
—Ya que la última vez que te vi esta mañana, te veías como si acabases de
salir de la cama de alguien más —dice, ignorando completamente el hecho que la
vi esta mañana. No me corrige y… bueno, bien. Creo que ambos sabemos que esta
conversación en particular es campo minado, uno que, definitivamente, es mejor
evitar.
—No fue uno de mis mejores momentos, así que voy a pasar eso y
concordar contigo. Definitivamente no más Toby Amslers en mi futuro. Me quedo
sin dedos, así que es tiempo de ser más selectiva en el proceso de selección.
—¿Te quedas sin… dedos?
—Sí —dice, levantando ambas manos y moviendo los diez dedos en frente
de mi rostro—. Esta es una increíble decisión personal, una que puede ser
abordada de muchas maneras diferentes, pero siempre dije que no quería tener
sexo con más chicos de los que pueda contar con dos manos. Ocho dedos ya están
ocupados, por lo que no tengo espacio para más errores.
Me toma un segundo entender lo que esto significa que Harlow solo ha
tenido sexo con ocho chicos.
O, más bien, siete chicos que no son yo.
Y… estoy en conflicto. Por un lado, me encuentro un poco sorprendido, no
es que tuviera algún tipo de ideas preconcebidas sobre nada de esto, lo que pasa es
que Harlow parece complicarse la vida para hacer que la gente piense que su vida
sexual es algo que, claramente, no es.
Por otro lado, pienso en mí como un tipo bastante progresivo, y mientras no
se engañe o hiera a alguien, uno debería ser capaz de acostarse, casarse o follar con
quien quiera. Aun así, tan hipócrita como es, hay algo en escucharla hablar de los
otros chicos con los que ha estado, que hace que sentarse aquí y asentir sea difícil.
Y Harlow, quien, por alguna razón; parece captar cada pequeña cosa que
hago, lo nota.
—Oye. Vaya, vaya, vaya. ¿Qué pasa aquí? —Levanta un dedo hasta tocar mi
frente, fuerte—. Te encuentras todo fruncido y arrugado. ¿Me haces un gesto
sentencioso?
—¿Qué? —digo—. No hago ningún gesto. —De verdad me encuentro
agradecido de no hacerlo, porque el gesto que hace ella es un poco terrorífico.
—Sí que lo haces. ¿Tratas de tildarme de prostituta, señor bueno con la
cuerda y habilidoso oralmente?
—Claro que no. Nunca llamaría a nadie…
—No pienses que solo porque te dejé meter la polla en mí, se te permite
juzgar lo que pude haber hecho o no. Me gusta el sexo, igual que a ti. Y follaré a
quien quiera o cuanta gente quiera. Que se joda la regla de los diez dedos. Solo
porque la sociedad lo prefiera yo…
—Harlow. No dije nada. Diez dedos. Todo está bien.
—Oh —busca en mi rostro y parece darse cuenta que soy sincero. Su frente
se relaja—. Bien.
—Bien —repito.
—¿Y qué hay de ti? —pregunta.
—¿Qué hay de mí?
—¿Cuántos dedos te quedan?
Me siento hacia adelante y miro alrededor, lo que evidencia que, de hecho,
nos hallamos sentados en medio de una tienda abarrotada. —No creo que sea el
mejor lugar para tener esta conversación, Snap.
—Bueno, ¿qué más vamos a hacer? Tengo que matar veinte minutos, y ya
que ya no follamos más…
—Sí —digo, y recuesto la cabeza contra el sofá—. Ese plan parecía tener
mucho más sentido justo después de que tuvimos sexo. Me hallaba un poco menos
tenso entonces.
—¿Cierto? —Se mueve en el sofá, levanta las piernas largas y desnudas y las
acomoda en mi regazo—. Y hablando de eso, lo siento si en cierto modo me derretí
en tus brazos anoche —dice y siento algo apretándome el pecho.
Pudo haber estado atada con cuerdas anoche, pero fue como verla florecer, y
en verdad no quería oírla disculparse. No me encuentro seguro de si alguna vez
había visto algo tan real. En cuestión de horas, las cosas fueron fáciles, sin
complicaciones a explosivas, todo menos simple. Me gusta Harlow. ¿El decidir que
ya no vamos a acostarnos? Jodidamente apesta.
—No tienes que disculparte —digo, sin darme cuenta, pongo una mano en
su rodilla, y la aprieto. Su pierna es cálida bajo mi palma y mis dedos duelen por
moverse, por subir y subir por su muslo, por distraernos de nuevo.
Joder.
Me muevo para alejarme, pero alcanza mi mano, tomándola en las suyas
mientras, casualmente, la estudia.
—No —murmura—. Solo digo que lo siento si puse raras las cosas.
—No lo hiciste —le aseguro.
Me mira y parece contener la risa. —Gracias. Eres muy efusivo.
Asiento magnánimamente. —Eso es lo que hacen los amigos, ¿cierto?
—¿Eso es lo que somos, entonces? —pregunta—. ¿Amigos?
—Amigos, definitivamente, ¿tal vez más? No lo sé, estuvimos casados una
vez, después de todo.
—Las mejores doce horas de mí vida, para ser honesta —dice, con su mejor
imitación de Scarlett O’hara, endereza las piernas colocadas sobre mí, sus muslos
tiemblan mientras sus músculos se estiran bajo mis manos—. Desde entonces los
días no han sido más que una triste imitación.
Oliver regresa de la trastienda, cargando una gran pila de libros. —Buen
día. Encantado de verte, amigo.
Se me ocurre que aún sigo con las piernas de Harlow en el regazo, con la
mano descansando demasiado cómodamente en su muslo. Parpadeo y levanto la
mirada para encontrarme con la de Oliver. Me da una sonrisa de complicidad,
aparentemente tampoco se escapó de su atención.
—Amigo —dice No-Joe, emergiendo del baño con una pila de cómics en las
manos. Los sostiene en alto para que Oliver los vea, y los dos intercambiar una
mirada—. Mira lo que encontré.
Oliver gime, pero noto que en realidad no toma los libros. —No otra vez.
—De nuevo —confirma No-Joe.
Mis ojos siguen a No-Joe mientras pone, cautelosamente, los cómics sobre el
mostrador de vidrio. —¿Son los de la mujer maravilla?
—Sí. Cada maldita vez que limpio el baño. Siempre son de la mujer
maravilla.
Harlow se para e, inmediatamente, siento la pérdida de su piel cálida bajo
mi palma. Cuando Oliver asiente, dice. —Quieres decir que la gente entra allí y…
Oliver vuelve a asentir, recogiendo una caja vacía y usándola para deslizar
la pila arruinada adentro. —Jodidamente lo hacen. ¿Nada es sagrado?
Harlow se inclina, mirando dentro de la caja. —Bueno, quiero decir…
¿pueden culparlos?
Levanta la mirada para encontrar tres pares de ojos abiertos como platos,
todos la miramos fijamente, boquiabiertos.
—¿Si podemos culparlos por…? —Empieza No-Joe, y deja la pregunta
colgando en el aire significativamente.
—Oh, vamos —Harlow se acerca y agarra una copia prístina de la Mujer
Maravilla, envuelta en plástico del estante. En la portada de esta edición en
particular, la mujer maravilla se encuentra a horcajadas en un gigante caballo de
mar, su lazo de la verdad suspendido en el aire sobre ella, mientras un hombre en
una especie de embarcación intenta dispararle un arma. Se supone que todo esto
pasa bajo el agua, aunque no me molesto en discutir la lógica de como uno podría
enlazar a un persona cuyos pies se hallan el fondo del mar, o como un láser, o lo
que sea que se supone que es, funcionaría en este escenario, en primer lugar.
—¡Mírenla! —dice—. Incluso yo tendría un tiempo a solas con la Princesa
Diana.
—¿Sabías que su nombre real era Princesa Diana? —pregunta Oliver, y juro
por Dios que luce como un perro cuyo dueño acaba de hacer señas para que vaya
al porche a cenar.
Se encoje de hombros. —Por supuesto que lo sabía.
Mirándome con fuego en los ojos, Oliver dice—: Finn, si no te casas con esta
mujer de nuevo, yo podría hacerlo.

***

Harlow se va unos minutos después, besándonos a todos en las mejillas


antes de irse, yo finjo que no odio que los tres recibiéramos el mismo trato.
Eventualmente, también me voy, hago planes para reunirme con Oliver más tarde
esa noche. Tomo el camino largo de regreso a casa, decido que un paseo por el
puerto podría hacerme bien, y luego recuerdo que el mensaje sin leer sigue en mi
teléfono. Hay una llamada perdida de Colton. Aparentemente, Harlow es una
excelente distracción cuando no estamos teniendo sexo.
Al final, paso el resto de la tarde paseando de un lado a otro de la costa, Me
detengo en casa después de la puesta del sol y solo treinta minutos antes de Oliver.
Busco en el refrigerador y los gabinetes, saco una caja de pasta y un puñado de
vegetales del cajón de la verdura. Mi teléfono me mira desde donde yace en el
mostrador.
Hago todo lo que puedo para evitar mirarlo. Empiezo a preparar la cena y
descargo el lavaplatos. Miro un poco de televisión, e incluso salgo a recoger el
correo de Oliver, esperando que el aire fresco me despejara la cabeza. No lo hace.
Inquieto e incapaz de soportarlo más, tiro los sobres a la mesa y alcanzo mi
teléfono, decidiendo que es tiempo de ser hombre y enfrentar las consecuencias.
Podrían ser buenas noticias, razono. Mi hermano podría haber llamado y
continuado llamando si fuera algo realmente malo, ¿no?
Reviso el correo electrónico, primero. Hay un aviso del banco, un estúpido
vídeo enviado por Ansel, un correo confirmando la reunión en Los Ángeles el
lunes a las diez de la mañana. Este último no hace nada para aliviar la sensación
agria de mi estómago.
Finalmente voy a los mensajes, abriendo el nuevo mensaje de Colton.
Estamos jodidos, dice. Estamos absoluta y realmente JODIDOS. Me voy a
emborrachar.

***

La cocina se llena de vapor de la olla de pasta hirviendo en la estufa, cuando


el sonido de la puerta al cerrarse conduce por el pasillo un—: ¡Cariño! ¡Estoy en
casa!
Camino entre la encimera y la isla, con el estómago caído en algún lugar
cerca de mis pies, cuando oigo a Oliver dejar las llaves y sacarse los zapatos cerca
de la puerta.
Colton no respondió cuando traté de regresarle la llamada, pero Levi sí.
Justo como decía su mensaje, se encuentra en algún lugar emborrachándose y,
muy probablemente, jodiendo sin sentido a una de sus muchas compañeras de
cama regulares, lo cual explicaría por qué no trató de llamar de nuevo.
Según Levi, el motor uno tiene una varilla sobresalida, y el daño es tan
malo, que penetró el revestimiento del motor y lo dejo insalvable. Es peor que eso,
porque la presión adicional fue puesta en el motor dos, la toma de muestra del
aceite salió llena de virutas de metal, lo cual significa que tenemos solo semanas
para que se arruine complemente. Hace unos días supimos que nos hallábamos
mal, pero asumimos que podríamos pasar otra temporada. Ahora sabemos que
estamos, como dijo Colton, realmente jodidos. Pusimos casi cada centavo que
teníamos en el negocio familiar, y sin ingresos, tenemos apenas lo suficiente para
cubrir nuestros gastos de vida por los siguientes seis meses. No podemos sacar el
barco del agua sin arreglarlo, y no tengo idea de cómo vamos a darnos el lujo de
hacerlo.
Oliver cruza la habitación, bajando la llama de la estufa antes de caminar al
lavado para lavarse las manos. —¿Estás bien, compañero? —dice, viéndome con
interés.
—Sí. Solo arruiné la cena. —Las próximas palabras están en la punta de mi
lengua: estoy jodido. Mi futuro y el futuro de toda mi familia se ha esfumado, y oh, por
cierto, ¿Cómo está la tienda?
No puedo hacer eso. Pero sé que necesito hablar, para escucharme decir lo
que está pasando y escuchar a alguien más decirme que no es tan malo como
parece, que todo saldrá bien eventualmente.
Básicamente, necesito a alguien que me mienta.
Normalmente, Ansel sería la mejor persona para este trabajo. Él es
estúpidamente optimista, y tiene esta forma de hacer cada situación condena y
oscura sonar como un golpe perfectamente sincronizado de suerte.
Desafortunadamente, él no está ni siquiera en el mismo país ahora mismo, y no
hay manera de que vaya a llamarlo y tomar el pequeño tiempo libre que tiene para
agobiarlo con mis problemas. Él está fuera.
Perry sería la siguiente elección obvia, porque ella es aburrida e
históricamente ha sido una buena oyente. Pero, Jesús Cristo, no puedo. Sé que no
debería tomar bandos pero sin embargo estoy enojado con ella por lo que le hizo a
Ansel y Mia, y ninguno de nosotros está realmente hablando con ella ahora mismo
de igual forma. Ella esta fuera, también.
Oliver tiene un montón pasando, con la apertura de la tienda y sus días
largos de pie. Lo último que necesita es que yo lo descargue sobre como mi
negocio está terminando justo cuando él está empezando el suyo.
Y si soy honesto, en realidad no quiero decirle a ninguno de ellos. No es que
piense que no les importaría, es que no quiero que se preocupen. No quiero que
sepan cuan terrible es todo.
Ajeno a mi crisis nerviosa, Oliver cruza la cocina y saca una tabla de cortar
de un cajón. —Entonces tú y Harlow —dice, estirándose por un cuchillo.
—¿Horlow? —digo, distraído, su nombre viniendo más nítido de lo que
intenté—. No hay nada entre Harlow y yo.
—Por supuesto que no. Solo noté cuan amistosos parecían hoy.
Incluso con todo pasando, aun manejo una rodada de ojos. —Ella es un
dolor en el culo —le digo, y es una mentira. Con la mayoría de las mujeres, la
novedad de una cara bonita habría desaparecido y me gustaría estar listo para
seguir adelante. Pero con Horlow, me encuentro atraído a ella más y más con cada
conversación.
—¿Estás seguro que estás bien?
Me giro para ver a Oliver observándome de cerca. —Sí, ¿Por qué no lo
estaría?
Se encoge de hombros, parece como si quiere estrangularme, pero entonces
parpadea y la expresión ha desaparecido, y me pregunto si estuvo allí siquiera. —
No lo sé, en serio, solo… nunca me dijiste que estabas haciendo aquí. ¿Todo bien
en casa?
—Genial. Solo estoy aquí para encontrarme con unos inversionistas.
Pensando en hacer algunas mejoras durante la temporada baja.
Puedo ver un destello de alivio en su rostro. —Finn, eso es genial. Míranos,
mira nuestras vidas. Cada maldita cosa viniendo es rosas, compañero.
Cierto.
Parpadeo lejos, mirando por la ventana. En serio hay una sola persona con
la que quiera hablar ahora mismo.
—Escucha —digo, apagando la estufa—. Acabo de recordar que le dije a mi
papá que lo llamaría esta noche. ¿Estás bien si comes sin mí?
Si Oliver tiene sospechas, es bastante buen amigo para no gritarme por mis
mentiras. —Sí, por supuesto. Creo que llamaré a Lola y veré si quiere pasar el rato.
¿Crees que regresarás?
Estiro una mano por mi billetera en la mesa de la cocina y la meto de vuelta
en mi bolsillo trasero. —No estoy seguro. Solo guárdame un plato y me lo comeré
cuando vuelva. Solo que en serio necesito hacer está llamada.
Oliver ya está asintiendo, sirviendo su plato antes de despedirme con la
mano.
Mi mano está envuelta alrededor de mi teléfono antes de que incluso salga
por la puerta.
Traducido por Alessandra Wilde
Corregido por NicoleM

Estoy trapeando el piso. ¿Por qué lo hago cuando la señora que limpia se
encuentra en casa de mis padres hoy?
Porque parece que no puedo concentrarme en la tarea incluso más pequeña,
y boté una cacerola con enchiladas al piso.
Papá entra, me mira con mis pantalones vaqueros rasgados y su vieja
camiseta de franela, y luego a la fregona manchada de rojo y la mancha de salsa en
el azulejo blanco, y ni siquiera dice algo. Solo camina hacia el refrigerador, lo abre,
toma un yogur para mamá, y me besa la cabeza antes de salir.
Tomo un par de decisiones en los próximos veinte segundos. En primer
lugar, necesito otro trabajo.
Hay una pequeña posibilidad de que me ofrecerán un trabajo a tiempo
completo, una pasantía pagada en NBC a partir de enero, pero solo hablar de mi
situación actual con Finn hizo que brevemente me diera cuenta de que solamente
estoy perdiendo el tiempo. Soy una inútil allí y ninguna mujer del siglo veintiuno
que se aprecie y no tenga otras responsabilidades terrenales trabaja doce horas a la
semana.
En segundo lugar, no puedo acostarme con Finn, pero tampoco puedo pasar
cada segundo libre en casa de mis padres. La realidad de la enfermedad es que es
un negocio bastante miserable y aislador. Mamá no quiere que la acosemos, y si
quiere a alguien, es a papá. Es hora de cortar las cosas.
En tercer lugar, y tal vez lo más importante, tengo que averiguar lo qué haré
para la cena ahora que he destrozado.
Cuando estoy sobre mis manos y rodillas, fregando lo último de la mancha
de la salsa entre las baldosas, mi teléfono suena en el mostrador con un número
que no reconozco.
¿Tienes ganas de conseguir una cerveza o dos?
Entrecierro los ojos hacia la pantalla en la cocina a oscuras, escribiendo una
respuesta.
¿Quién es?
El tipo con el que estabas fantaseando.
¿Coronel Sanders?
La respuesta llega de inmediato.
Inténtalo de nuevo.
Me río mientras escribo: ¿Ethan?
Presiono enviar y rápidamente escribo de nuevo: ¡No! ¡Jake, lo siento
mucho!
La respuesta de Finn aparece después de un minuto.
Que graciosa.
Finn y yo intercambiamos números en Las Vegas hace casi tres meses y me
extraña el que nunca los hayamos usado hasta ahora.
¿Vamos a un bar de leñadores? pregunto.
Creo que la palabra que buscas es pescadores.
Lo que sea, me impresiona el que estés mandándome textos. Escribo de
regreso. Bajo la mirada a mi atuendo y tiemblo, antes de decidir, a la mierda. Y esto
es perfecto, estoy vestida..
Estaré allí en veinte.
Corro arriba, les doy un beso de despedida a mis padres, y salgo de la casa,
saltando en mi coche con la esperanza de llegar a mi casa primero que Finn. No
quiero que sepa que no me encontraba ahí. No sé por qué, pero quizás es porque
en este momento, y sorprendentemente, Finn Roberts es mi lugar feliz;
simplemente estar cerca de él me hace sentir mejor, y parte de ello tiene que ver
con el hecho de que nunca me pregunta: ¿Cómo te sientes? ¿Cómo está tu mamá?
Ella es una luchadora.
Es tan hermosa.
Tan joven.
No puedo imaginar lo que debe ser para ti.
Extrañamente, Finn es el único que probablemente podría imaginar cómo es
todo para nosotros, y es un alivio no tener que enfrentarlo cuando estoy con él.
Llego a casa en tiempo récord; los dioses de los semáforos me dieron su
bendición. Podía sacarme la ropa sucia, pero no me molesté. Si no vamos a follar,
no me voy a arreglar.
Es tan caballero que me manda un texto desde la acera diciendo que está
aquí, así que salgo, lo encuentro en su camioneta y me subo.
—Olvidé cómo llegar a Fred’s —dice a modo de saludo.
—Hola. —Después de abrocharme el cinturón de seguridad, le digo—: Gira
a la derecha en Prospect y luego a la izquierda en Draper.
—Oh, cierto. —Maniobra fuera del estacionamiento y luego sigue mis
indicaciones—. Creo que lo recordaré a partir de ahí.
—Sobre todo teniendo en cuenta que está en la calle Draper —digo con una
sonrisa descarada.
Pero no me devuelve la sonrisa. De hecho, Finn parece perdido en sus
pensamientos. Juega con la radio y la deja en NPR, así que en vez de tener una
conversación, escuchamos una repetición de Terry Gross entrevistando a Joaquín
Phoenix para hacernos compañía. Tamborilea los dedos en el volante en un
semáforo en rojo, mirando por la ventana lejos de mí.
—¡Esta cosa de no tener sexo seguro es de lo más estimulante! Estoy súper
contenta de que todavía estamos bien pasando el rato. —Me inclino hacia delante
para tener una mejor visión de su rostro, pero ni siquiera consigo un atisbo de una
sonrisa.
—Solamente quería salir por un rato —murmura crípticamente. Oliver vive
a una cuadra de la playa. Finn fácilmente podría "salir" y hacer un centenar de
cosas diferentes que no sean llevarme a Fred’s, donde fuimos hace solo un par de
noches.
Se estaciona frente al bar y nos encontramos en la acera, como de costumbre,
haciendo un gesto para que dirija el camino. El señor Furley me saluda cuando
entramos, diciéndole a Kyle que eche a algunos "chicos buenos para nada fuera de
la cabina de Harlow".
—¿Cómo se atreven? —siseo juguetonamente hacia él.
—Los chicos de estos días —dice, limpiando la barra—. Un montón de
pequeños gilipollas. ¿Cómo está Madeline?
—Aguantando allí. —Me estiro sobre el bar y le doy un beso en la mejilla sin
afeitar antes de saltar y tomar las dos botellas de cerveza que me entrega. Le doy
mi mejor frase de Bogart—: Grashias, carriño.
Entregándole una a Finn, hago un gesto para que me siga a nuestro rincón,
apartando unas cuantas cáscaras de maní fuera de la mesa mientras me deslizo en
nuestra cabina.
—De seguro que lo tienes comiendo de la palma de tu mano —dice Finn
cuando se sienta frente a mí, mirando al señor Furley detrás de la barra.
—Sip. Es el mejor. —Tomo un largo trago de mi cerveza, viendo a Finn
tragar cuando hace lo mismo. Dios, me encanta su cuello. Es bronceado, y definido
y tiene un ligero rastrojo de barba desde su mejilla... por su mandíbula...
Me aclaro la garganta. Nada de sexo.
—Entonces, ¿que hay de nuevo?
Finn se encoge de hombros, y se queda mirando a la televisión más cercana
de nosotros, donde se está transmitiendo un juego de los Padres.
En un primer momento el silencio es cómodo: Tengo mi cerveza, tiene su
cerveza. Tiene a los Padres, tengo a un par de jubilados adorablemente bailando en
la pista. Pero cuando van a sentarse en su mesa, siento el peso del silencio en la
nuestra. No tengo la sensación de que Finn me pidió que viniera aquí para poder
sentarse y ver béisbol solo.
—Así que, ¿Oliver está trabajando esta noche?
No parece oírme.
—¿Quieres que ordene algo de comida? Estoy hambrienta.
Una vez más, parece completamente perdido en sus pensamientos. La
música es bastante ruidosa, pero no es como si estuviera susurrando. Hola, nunca
susurro.
—Creo que voy a ir a la cabina de música y ver si Kyle quiere alocarse en la
pista de baile conmigo. —Nada—. Tal vez me lo tire en la barra. O tal vez un poco
de acción en la trastienda. —Me inclino hacia él—. Y obviamente 'trastienda' es un
eufemismo.
—Oye —Finn dice, alejando los ojos de la televisión. Por fin, una reacción.
—Está bien, ¿qué pasa? —le pregunto—. Si querías una sesión de cerveza
tranquila podrías haber traído a Oliver.
—Solo quería pensar.
—Y eso lo podrías hacer por tu cuenta, o en una carrera por la playa. Así
que claramente necesitas hablar. ¿Necesitas una caja de resonancia, o una pared de
ladrillo?
Finn me mira como si no tuviera idea de lo que estoy hablando.
—¿Necesitas que te ayude a sopesar algo —aclaro—, o solo quieres hablar
sin interrupción?
—¿Eres capaz de hacer eso?
—De hecho, sí.
Finn se levanta de la mesa, tendiéndome la mano cuando empiezo a
protestar.
—Voy a explicarlo. Quiero hablar, sin interrupción. Solo necesito otra
cerveza primero. O tres.
Comienza a alejarse cuando le grito—: Que el señor Furley me traiga
algunas frituras de patatas, también.

***

Finn casi ha terminado la mitad de su segunda cerveza cuando por fin


comienza a hablar.
—Cuando te dije que estaba aquí por negocios, decía la verdad. Sé que
suena raro, porque todo nuestro pequeño negocio se centra en la isla de
Vancouver.
Asiento, inexplicablemente vertiginosa por saber por qué se va a quedar en
San Diego durante tanto tiempo. Me siento un poco especial que esté hablando
conmigo sobre esto, pero absolutamente no dejo que eso se muestre en mi rostro.
Pongo mi cara de póquer como una campeona.
—Pero no es un negocio fácil, y es una de esas cosas en las que si tienes un
mal año, de acuerdo, puedes arreglar todo al próximo año. Pero si tienes dos años
malos, se hace más difícil. Un par de años malos, una empresa comercial grande
aparece… a continuación, los barcos necesitan arreglo… —Se pasa la palma de la
mano por la cara, toma un trago de su cerveza, terminándola y luego gruñe—: Sí,
así es.
De repente ya no me siento tan vertiginosa.
Les puedo decir que no va a elaborar detalles de sus problemas de negocios
conmigo y la verdad es que está bien porque sospecho que sería solo
marginalmente más útil que el DJ Kyle en esta situación. Pero me quedo callada,
no solamente debido a mi inexperiencia en el tema, sino porque sé que no ha
terminado. Todavía no tengo idea de por qué se encuentra aquí.
—Así que hace, no sé, tal vez un mes, algunas personas llamaron, dijeron
que tenían una idea para… —se calla y me mira durante una larga pausa—. Para
hacer un espectáculo.
—¿Como una exposición de pesca? —pregunto.
Riendo, dice—: No. Al igual que un programa de televisión.
Oh.
Oh.
Me inclino hacia delante y pongo los codos sobre la mesa.
—Y por “algunas personas” te refieres a…
Parpadea.
—El Canal de Aventuras.
Siento que mis ojos se abren como platos.
—Mierda, Finn. ¿Quieren hacer un programa de tu negocio familiar?
—De mí, papá, Colt, y Levi. Los cuatro chicos Roberts.
—¿Y estás aquí para iniciar las negociaciones? —Estoy tambaleándome. El
Canal de Aventuras es enorme. Finn definitivamente tiene una cara y un cuerpo
para la televisión, pero... no se encuentra exactamente entusiasmado.
Sacude la cabeza, diciendo—: No. Verás, uno de nuestros barcos más
pequeños se echó a perder hace un tiempo, pero antes de que nuestro barco
principal, el Linda, se averiara, no lo pensaba realmente en serio. Vine aquí porque
mis dos hermanos quieren hacerlo, y no siento que sea justo que tome una decisión
unilateral al respecto, sin por lo menos, sopesar las opciones. —Se frota la cara otra
vez—. Pero me enteré hace una hora que la Linda también se echó a perder. Quiero
decir, cagado en serio. Tenemos tal vez cinco mil en el banco, y hablamos de una
reparación que va a costar cien mil dólares. Tal vez dos. —Mirándome, dice—:
Ahora tengo que considerar este programa, o salirme de la industria por completo.
No quiero esto, Harlow. Sería un circo.
—¿Has hablado con el canal desde que te encuentras aquí?
—Solamente un par de correos electrónicos. Vine antes debido a la apertura
de Oliver, y Colton se hallaba preocupado de que fuera a tener un ataque al
corazón como papá y quería que saliera de la ciudad. —Me mira—. Voy a
reunirme con ellos pronto en persona. Han estado enviándome materiales
promocionales.
Mi estómago toca fondo ante la mención de Finn teniendo un ataque al
corazón, pero ante su mirada juguetona vacilante y la mención de los materiales de
promoción, no puedo evitar mi sonrisa.
—¿“Materiales promocionales” dices? Esto tengo que verlo.
Con una mueca, se mete la mano en el bolsillo de atrás y saca su billetera,
extrayendo un panfleto plegado brillante de ocho centímetros por diez, de su
familia sentada en un barco atracado en el agua.
—Aquí hay una cosa que han enviado. —Me lo da—. También han hecho un
logotipo y camisetas.
—Vaya —digo bajando la vista a la imagen. La iluminación es profesional
con colores ricos. Cada hombre de la foto es el equilibrio perfecto de resistente y
pulido—. Esta es la versión extrema de un pescador en una glamurosa sesión de
fotos para JCPenney.
La arrebata de mi mano.
—Está bien, y ya basta.
Me las arreglo para quitársela de nuevo antes de que pueda regresarla a su
billetera.
—Así que estos son tus hermanos, ¿eh?
—Sí.
Finn se encuentra al medio, con su padre y hermano menor, Levi, a un lado,
y el hermano del medio, Colton, por el otro. Está claro que han recibido alguna
indicación: el padre de Finn parece acogedor y relajado. Levi es radiante, un libro
abierto, mientras que Colton pone esos ojos de sexo para la cámara. Finn parece
perdido y cansado del mundo. Los cuatro hombres en la toma son total y
ridículamente guapos.
—Bueno, gracias por esto. Puede ser que necesite volver a casa y
masturbarme por el resto de la noche.
—Ya sabes, si un hombre dijera eso, sería muy raro.
—Oh, lo siento, cachorrito. ¿La doble moral sexual te pone de mal humor?
Se ríe secamente.
—Eres un dolor en el culo, Ginger Snap.
—Por lo tanto, el Canal de Aventuras te quiere, básicamente, para un
programa de citas.
—No. Se supone que debe ser un vistazo a nuestras vidas como pescadores
y…
—¿Dice eso en la parte posterior de esta encantadora foto? —Le doy la
vuelta por encima, fingiendo mirar.
—Harlow.
—Finn. —Volteo la fotografía y la señalo—. Mírate. ¿Tienes qué? ¿Treinta y
dos años?
—Sí.
—¿Y Colton cuantos años tiene?
—Veintinueve.
—¿Y Leví?
Suspira. Ha entendido lo que quiero decir, con claridad.
—Veinticuatro.
—Apuesto a que hay una cláusula en el contrato que muestra que no
pueden estar en una relación comprometida, cuando comience el rodaje.
Sus ojos se abren como platos.
—¿Cómo lo sabes?
—¿Bromeas? A mi madre le han ofrecido un lugar en ese tipo de programas
un par de veces. Siempre tienen algo ahí acerca de las relaciones. ¿Así que no
piensas que este programa es realmente acerca de filmar tus bíceps en el barco y
luego hacer que andes sin camisa y conectes con algunas compañeras?
—No estás ayudando. De por sí no quiero hacer esto. —Roba algunas de
mis papas—. Pero mis hermanos piensan que será un viaje. Es como si no
entendieran muy bien cómo va a cambiar sus vidas. Colt siempre está durmiendo
con alguien diferente. Levi… te juro que creo que es virgen.
Miro al bombón de pelo rubio en la imagen.
—Bien, estás drogado. Si este hombre no está en las calles dando su amor,
no existe Dios, ni Santa, ni el Conejo de Pascua.
Agita su mano.
—Lo que sea. Simplemente no creo que haríamos un muy buen programa.
—Su argumento es tan débil, que hasta él puede notarlo. Hace una mueca ante mi
sorpresa enorme, mirando a otro lado.
—Estás bromeando, ¿verdad? —le pregunto—. ¿Un bombón que se acuesta
con cualquiera, un guapo chico virgen, y el hermano mayor más caliente de todos
quien claramente está demasiado ocupado para el amor? Este es el sueño húmedo
de un productor de televisión. Este espectáculo prácticamente se escribe solo.
Como si se arrepintiera, dice en voz baja—: Nos pagarán bastante. Nos dan
dos temporadas de compromiso para empezar, me compraron el camión
solamente como un gesto de buena fe, y van a reparar nuestros dos barcos
principales y conseguirnos uno nuevo.
Dejo escapar un silbido.
—Guau. ¿Así que estás molesto porque un estudio de televisión enorme
quiere darte montones de dinero? Pobre bebé. ¿Por qué no lo quieres?
Me mira, y es su turno de lucir incrédulo.
—Me gusta mi vida, Harlow. No es cómoda, y siempre estamos en una
especie de peligro, pero elegí esto por una razón. Me gusta mi pequeña casa en el
agua, y trabajar en el barco y hacer bromas con mis hermanos y esos días en los
que obtenemos un plazo irreal. Esos días hacen que todos los lentos sean
totalmente insignificantes. —Aparta la mirada, pasando la uña de su pulgar sobre
una ranura en la mesa—. La idea de un equipo invadiendo eso y filmándonos
veinticuatro horas al día durante tres días a la semana me da náuseas.
—¿Qué piensan Oliver y Ansel al respecto? —pregunto.
—No lo saben.
—¿Sé algo que ellos no? —alardeo.
Se encoge de hombros.
—Es difícil discutir esta opción con mis mejores amigos. Me encuentro en el
medio de esta decisión loca, pero en dos años puedo mirar atrás y pensar, ¿por qué
incluso consideré esto? No quiero reflexionar de ello con las personas que estarán en
mi vida todos los días solo para darme cuenta hasta más tarde de lo patético que
todo parece. ¿Tiene sentido?
¿Así que no cree que esté en su vida en dos años? Bueno. Esto duele y me
llevo mi cerveza a los labios, mirando a otro lado.
—Tiene sentido.
—Mierda —susurra, pareciendo registrar cómo sonó—. Sabes a lo que me
refiero.
Y en honor a la verdad, lo hago. Tampoco le he hablado de mi mamá. No
necesito el apoyo de Finn, y me gusta el hecho de que estar juntos simplemente
facilite las cosas. Tal vez le gusta eso, que a largo plazo, mi opinión no importará
mucho.
Mentalmente alejo esa ofensa menor y sonrío.
—Sé que probablemente suena como que tu vida dará un giro completo de
ciento ochenta grados en este momento, pero podrías traer oportunidades que
nunca has considerado. Sería darle a su empresa el nombre de una marca, y…
—O convertirnos en un hazmerreir.
—Y —le digo, sin hacerle caso—, ¿te están dando un barco? Sé casi nada
acerca de la pesca comercial, pero apuesto a que esos barcos cuestan tanto como
una casa en La Jolla.
—No demasiado lejos —concuerda—. No lo sé. Tampoco estoy si quiera
seguro de si el barco que nos compren alguna vez se sentirá como mío.
Literalmente, me estoy vendiendo. Pero no has escapado riéndote, así que supongo
que no es una locura el que realmente esté considerándolo.
—Creo que sería una locura si no lo hacías.
Asiente, y vuelve su atención al juego. Esta vez, estoy bastante segura de
que ha terminado de hablar.
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Miry GPE

Reviso la dirección que Harlow me dio mientras giramos en la calle. El


restaurante se encuentra lleno, y dejo salir un suspiro exagerado mientras rodeo el
estacionamiento.
—Parece que podría no ser nuestra noche —le digo a Oliver, bastante
seguro de que si mis ojos inquietos no me delatan, mi horrible actuación lo hará—.
Supongo que mejor volvemos a la casa. Intentaremos esto en otro momento.
Dirijo la camioneta hacia la salida, pero su mano en mi antebrazo me
detiene. —Ya todos están aquí, así que mantente atento. Es demasiado tarde para
cambiar de planes, de todos modos —dice, mirando a través de la ventana del
pasajero antes de añadir—: No gracias a ti.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Significa que te tomó una hora salir de la casa, y te ves como si estuvieras
siendo arrastrado al odontólogo, en lugar de una noche de cena y humor
cuestionable con tus mejores amigos.
—Eso no es cierto en absoluto. —Es completamente cierto.
—Ansel voló para sorprender a Mia de nuevo y quiere vernos. Y a pesar de
lo que dijiste anoche, has estado irritado toda la semana.
—Estoy bien. Solo es raro estar fuera mientras tantas cosas suceden en casa
—digo, y me encojo de hombros casualmente por buena medida. Mantén la calma,
Finn. No te agites. No evites el contacto visual—. No acostumbro tener tanto tiempo
libre.
En la radio suena alguna canción pop al azar en el fondo y Oliver extiende
la mano, apagándolo. El clic del dial parece reverberar alrededor de la cabina y
hago un espectáculo al bizquear por el parabrisas, todavía en la busca de un lugar
para estacionar.
No me gusta la manera en la que me mira. Oliver me conoce demasiado
bien, me arrancaría los brazos y me golpearía con ellos si supiera que hablé con
Harlow sobre todo esto antes que con él.
—Soy tu mejor amigo, Finnigan. No me mentirías, ¿o sí?
Comencé a responder pero él me distrajo inmediatamente por un puesto
libre justo delante de nosotros. —Oh, oye… justo ahí, justo ahí.
Me estaciono en el lugar, apagando el motor con un pesado suspiro.
Entonces, supongo que vamos a entrar.

***

Estoy bastante seguro de que nunca me vi tan culpable como en este


momento. Nunca. Como un criminal que pasea casualmente por la casa que ha
robado.
Como esperaba, Harlow me dio cantidades épicas de mierda e hizo lo que
he empezado a llamar lo suyo: contar chistes y usar sarcasmo para aligerar la
situación. Pero la mirada en su rostro cuando expliqué por qué no podía decirle a
Ansel, ni a Perry, ni siquiera a Oliver me golpeó como un puñetazo en el pecho.
Me las arreglé para sacarlo de mi mente hasta después, con Oliver roncando
por el pasillo, yo aún despierto y mirando al techo oscuro, pensando: ¿debería
decirles? ¿Estaba mal mantener a mis amigos más cercanos en la oscuridad y
abrirme tan fácilmente con Harlow? Hasta ese momento, no había pensado mucho
en Harlow y yo. Ella fue muchas cosas —una historia salvaje, una distracción y
eventualmente una amiga— pero ninguna de ellas parecía suficiente.
Y mierda, no sé cómo enfrentarla esta noche. Porque no solo no tengo idea
de en dónde nos encontramos, ni cómo me siento, y ni siquiera cómo debemos
interactuar, sino que ahora ella sabe este enorme secreto. Uno que ni siquiera podía
decirle a mis mejores amigos.
Debí hacerme cargo y decírselo a Oliver.
No debí decírselo nunca, nunca a la entrometida Harlow.
¿Qué si ellos pueden decir que les escondo algo?
¿Qué si a ella se le escapa algo?
Joder.
El interior del restaurante se encuentra oscuro y ruidoso, tan ruidoso que de
hecho me pregunto si puedo escabullirme en algún momento, desaparecer sin que
nadie se dé cuenta.
A pesar del número de cuerpos y cabinas amontonándose en el pequeño
espacio, está unos buenos veinte grados más fresco que el exterior. Lo que significa
que solo entonces me doy cuenta de que sudo, mientras el aire frío cosquillea en la
piel húmeda de mi frente y por mi nuca. Jesucristo, Finn. Contrólate.
Los escuchamos antes de verlos. Incluso sobre el estruendo de las voces, la
música y el choque de los cubiertos, la risa distintiva de Harlow se transporta todo
el camino hasta la puerta. Ella nunca permanece callada.
—Esa es la mejor cosa que he escuchado —grita Ansel, disolviéndose en un
ataque de risitas. No pensarías que un abogado de veintiocho años tendría risitas,
pero este es Ansel y, bueno, estarías equivocado. La inseguridad zumba a lo largo
de mis nervios mientras se acercan sus voces, y siento mi boca fruncirse.
—¡Suena como que empezaron sin nosotros! —grita Oliver sobre su
hombro, y solo puedo asentir, siguiéndolo a través del salón hacia la mesa
mientras intento parecer como si no me encontrara a punto de vomitar.
Todos están sentados en una larga cabina cerca del fondo. Ansel se halla en
un extremo, sus largos brazos extendidos a través del espaldar del asiento, y se
inclina hacia adelante, sonriendo mientas escucha al otro lado de la mesa. Mia se
encuentra junto a él, Lola se sienta a la derecha de Mia y —no por primera vez
desde que la conocí— perdida en algo que garabatea sobre una servilleta. Harlow
está en la orilla, sus ojos amplios y expresivos mientras le contaba alguna historia a
Ansel, quien se ríe. De nuevo.
—¿Tienen un buen momento? —pregunta Oliver, deteniéndose al otro lado
de la mesa—. Podía escucharlos claramente afuera. —Todos los ojos se dirigen
hacia él, y luego a mí, antes de gritar un saludo.
Todo el mundo excepto Harlow.
Su mirada se traba con la mía por los cinco segundos más largos de mi vida,
antes de que parpadee, dirigiéndose a Oliver. —Finalmente —dice, sonriendo
demasiado brillantemente. ¿Nerviosa, tal vez? ¿Culpable?
—¿Tú…? —comienza a decir, pero la interrumpo.
—¿Qué era tan gracioso? —espeto, e inmediatamente quiero golpearme.
Todos se giran hacia mí, cada uno de ellos con diversas expresiones de ¿Qué
demonios?
Lola levanta la mirada, y registro que mientras podría parecer que no presta
atención, escucha cada palabra. —Harlow contaba la historia de una vez que nos
quedamos encerradas mientras nadábamos desnudas y decidimos que ella era
quien tenía que subir a través de la ventana del piso superior. Desnuda.
—Oh —digo, demasiado horrorizado por mi propia reacción cuando recreo
la imagen mental de Harlow, desnuda, escalando una pared, una ventana… lo que
sea.
Harlow me observa con ojos entrecerrados, y Ansel me mira como si
acabara de aparecer con mi ropa interior por encima de mis pantalones.
—Claro —dice Oliver—. Voy a encontrar el baño, ordénenme una
hamburguesa si vienen por aquí, ¿quieren?
Con Oliver fuera, mis únicas opciones son quedarme de pie como un idiota,
o tomar asiento junto a Harlow.
Con un suspiro, me armo de valor y me deslizo en la cabina, cuidadoso de
mantener unos centímetros entre nosotros. Lola y Mia hablan sobre… algo, y
Harlow se inclina.
—Relájate un poco, Finnick —susurra. En cualquier otro momento le habría
dicho en dónde exactamente podía meterse sus pequeños sobrenombres. Pero en
este momento, prefiero solo mantener mi mierda junta.
—¿Qué? —pregunto, tratando de verme confundido—. Tenía curiosidad.
—¿Curiosidad? Por un segundo te viste como si estuvieras listo para volar
de la escena del crimen. Estás todo agitado y… —Sus ojos recorren toda mi cara—.
Jesús. ¿Estás sudando?
—Estoy bien —digo. Me limpio las palmas en la mezclilla de mis muslos y
exhalo mientras me inclino hacia atrás—. Solo, ya sabes. Me siento un poco raro
por todo esto.
—¿Por qué? No crees que diría algo, ¿o sí? —En realidad parecía un poco
ofendida, así que respondí velozmente.
—¿Qué? —Probablemente demasiado rápido—. No. Por supuesto que no.
Solo me preocupa que, ya sabes, tal vez no tengas la mejor cara de póquer.
—De póquer… ¿De qué demonios hablas?
—Siempre estás entrometiéndote y eso. Pensé que tal vez se te escaparía.
Antes de que ella pueda responder —o, ya sabes, darme un codazo en las
bolas— Oliver regresa a la mesa y vuelve a llenar los vasos de todos, antes de
dejarse caer en el asiento al final de la cabina, empujándome hacia Harlow.
Me enderezo y musito una disculpa pero ella sacude la cabeza y se ríe,
inclinándose más cerca y susurrando tan calladamente que tengo que cerrar los
ojos para enfocarme en sus palabras—: Tengo noticias para ti, Finn. Fingí orgasmos
por seis años antes de ti y tengo más secretos de los que puedas comprender en esa
enorme cabeza vacía tuya, así que si alguno de nosotros va a delatar tu gran
secreto de espectáculo de citas, no voy a ser yo.
—No es un espec… —me detengo, y tomo otra profunda respiración antes
de alcanzar mi cerveza—. No importa.
Sé que estoy siendo ridículo, y aun así, no me relajo. Porque ahora, no solo
espero que se le escape a Harlow, sino que la observo tan de cerca que me doy
cuenta de todo. Estoy seguro de que la miro como si fuera una especie de asesino
en serie, pero la cosa es, ella no me devuelve la mirada. En absoluto.
Una mesera aparece en algún punto y toma la orden de todos, y me
encuentro tan perdido en mi cabeza que no tengo idea de lo que pedí hasta que
regresa, colocando una enorme ensalada en frente de mí. Maravilloso.
No-Joe se detiene y toma una cerveza, incluso se arrastra debajo de la mesa
para surgir junto a Harlow, haciendo su camino a su lado.
—Toma asiento —le dice ella con una carcajada, y se corre hacia mí. Su
muslo se encuentra presionado contra el mío y tengo que forzarme a mantener mis
manos en donde todo el mundo pueda verlas, y lejos, lejos de donde en realidad
pican por ir.
—¿Cuidas tu figura? —pregunta No-Joe, apuntando a mi plato con una gran
papa frita que le robó a Lola.
—No es tan joven como solía ser —dice Harlow.
Y todavía sigue sin mirarme.
En cambio, asiente hacia Oliver. —Entonces, ¿cómo está la situación de la
Mujer Maravilla? —dice, sonriendo mientras corta su bistec. Yo quería un bistec—.
¿Alguna mejoría?
Oliver sacude la cabeza y drena lo último de su cerveza. —No preguntes.
Ansel, quien a este punto tiene alguna parte de su cara enganchada a la de
Mia, habla de repente. —¿Qué situación de la Mujer Maravilla?
—Jesucristo —dice Lola—. Tienes una cosita por la Princesa Diana, ¿verdad?
Harlow rompe en risitas y Ansel se sonroja hasta las puntas de sus orejas. —
Yo… uh…
—Tengo que reconocérselo —dice Harlow, agarrando un aro de cebolla—.
La Mujer Maravilla sigue probando que lo tiene.
—Estoy totalmente confundida —dice Mia.
—Eso es porque Ansel está por allá tratando de succionar tu alma a través
de tu boca como una especie de Dementor —dice Harlow, y luego susurra en mi
dirección—. Es una referencia a Harry Potter, solecito. Sigue el paso.
Oliver explica la situación y si es posible, el rostro de Ansel se vuelve aún
más rojo.
—Me pregunto si alguien tiene sexo ahí —dice Lola, y todos nos giramos
hacia ella—. ¿Qué? Solo digo, ¿un pequeño encuentro voyerista rodeado de
pornografía nerd? —Hace un pequeño encogimiento de hombros—. Lo entiendo.
—Por supuesto que sí —dice Harlow, inexpresiva.
—Bueno, yo no tendré sexo en un baño —dice No-Joe—. ¿El sofá? Quizás.
—¡Nadie tendrá sexo en mi tienda! —grita Oliver, y luego casi como una
reflexión, añade—: Y no tengan ningunas ideas, porque eso los incluye a todos
ustedes.
—Gracias a Dios que no hay ninguna cámara allí —dice No-Joe—. ¿Puedes
imaginar las cosas terribles que encontrarías en la grabación? Las personas más
geniales y más extrañas van ahí, sería el reality show más enfermizo de todos.
Me ahogo con mi cerveza, tosiendo como si perdiera un pulmón.
Toda la mesa salta, brazos vuelan y vasos caen como fichas de dominó,
cerveza y espuma empapando todo a la vista.
—Oh, por Dios, ¿estás bien? —pregunta Mia.
Toso de nuevo, y siento la mano de Harlow en mi espalda, palmeando y
moviéndose en pequeños círculos.
—Contrólate, hombre —murmura, asiento, alcanzando una servilleta para
secar el frente de mi camisa—. Él está bien —le dice al resto de la mesa—, solo bajó
por la tubería equivocada.
Cuando finalmente me recupero, me siento hacia atrás, tomando
cuidadosamente mi cerveza y tratando de no hacer contacto visual con nadie.
Como un psicópata.
Me enfoco en la sensación de Harlow presionada al costado de mi cuerpo, y
cuán natural parece. Sigo esperando que me de mierda, o que haga alguna broma a
mis expensas, pero tiene por completo una cara de póquer —fresca y firme—
apenas dando una mirada en mi dirección. Trato de decidir si es intencional o no;
¿Realmente no me mira, o simplemente no me ve tanto como normalmente hace?
Me las arreglo para golpear su brazo “accidentalmente” una o dos veces,
chocar mi rodilla contra la suya. Incluso me las arreglo para escabullirme y robar
un pedazo de su bistec. Nada.
Y mientras más la observo, más quiero que me vea, que me hable, o que me
escoja entre todos esos otros idiotas. Me gusta cómo habla con todo el mundo,
siempre enfocada en esa persona sin exagerar o tan siquiera llegar a coquetear. ¿Y
por qué lo haría? Fácilmente es la persona más hermosa en este lugar. No necesita
perseguir nada.
Pero… sí me persiguió, me recuerdo a mí mismo. En Las Vegas, todo el
camino hasta British Columbia y aquí también. Joder, quiero alardear de eso con
alguien.
Y quiero que ella coquetee conmigo, quizás solo un poco.
El teléfono de No-Joe vibra al otro lado de la mesa, y él se levanta de la
cabina, insistiendo en que tiene que irse. Todos lo siguen un poco después. Me doy
cuenta de que Harlow no ha revisado su teléfono por casi una hora, pero cuando lo
hace, hay un cambio visible en su postura. Sus hombros se tensan y estoy bastante
seguro de que el color se va de sus mejillas.
Apenas ha bebido algo, pero mientras los otros se dirigen a sus autos o
empiezan a caminar a casa, ella se queda atrás.
—¿Quieres un aventón? —digo.
Ella eleva una ceja y se ríe. —No me refería a eso —digo—. Olls y yo
vinimos juntos; ¿te gustaría que te llevara a tu apartamento?
—En realidad, sí. Eso sería estupendo.
Todo su comportamiento ha cambiado, pero no pregunto. Engancha el bolso
sobre su hombro y nos sigue a la camioneta, insistiendo en subirse al asiento
trasero y dejar que Oliver tenga el frente.
El viaje es tranquilo, y mis ojos instintivamente parpadean hacia su reflejo
en el espejo retrovisor. No puedo ver mucho de ella, solo el más breve destello de
luz y sombra a medida que pasamos bajo las luces de las calles, o cuando mira su
teléfono, pero es simplemente tan malditamente hermosa. Parpadeo una vez para
encontrarla observándome y es todo lo que puedo hacer para apartar la vista,
enfocarme en el tráfico y no matarnos a todos.
No tengo idea de cómo sucedió, pero me gusta Harlow Vega. Mucho. La
respeto. Quiero llegar a conocerla. Quiero follarla por razones que no tienen nada
que ver con la distracción ni mi instintiva necesidad de liberar semen.
Estoy tan realmente jodido.
Nos detenemos en su edificio demasiado pronto y salto, abriendo su puerta
y ayudándola a bajarse.
—Gracias —dice ella.
Asiento. —Y gracias a ti —le digo—. Por escuchar y… por mantenerlo entre
nosotros dos.
—No hay problema. Te veré por ahí, ¿de acuerdo? —dice, antes de añadir—:
¡Adiós, Oliver! —Sobre su hombro.
Él asoma la cabeza por la ventana y se despide, y luego se ha ido, haciendo
su sinuoso camino hacia el edificio brillante.
Harlow Vega alejándose, es aún una de mis vistas favoritas. Y
definitivamente una que voy a usar cuando llegue a casa.

***

Oliver y yo volvemos a la casa y después de una rápida despedida nos


dirigimos en dirección de nuestras habitaciones. No pierdo nada de tiempo,
recorriendo el pasillo en unos pocos pasos largos y cerrando la puerta detrás de mí.
No pienso, ni puedo arreglármelas para llegar a la cama, y ni siquiera hago lo
respetable y lo hago en la ducha, antes de enderezarme contra la madera y llegar a
mi cinturón. Mi cerebro se siente confuso, mis músculos tensos mientras manoseo
mi bragueta y empujo mis vaqueros hacia abajo lo suficiente para llegar a mi polla.
Si cierro los ojos, todavía puedo sentir la presión del muslo de Harlow
contra el mío, el calor que irradiaba a través de la mezclilla, el roce de su cabello
cuando se acercó a mí. Lleno mis pulmones y dejo salir una respiración, dejando ir
mi mente y conjurando cada sucio, lascivo pensamiento que he intentado apisonar
desde que decidimos ser solo amigos.
Me imagino las cosas yendo un poco diferente esta noche. Que fui al bar
para conseguir un trago y ella me siguió, diciéndome que la encontrara en el baño.
Tal vez la follé en la caseta, desde atrás, con sus piernas abiertas, sus dos manos
atrapadas con una de las mías. Podría darle una nalgada así, solo lo suficiente para
ver el florecimiento de la huella de mi mano a lo largo de su piel y hacerla mojarse
tanto que se extienda todo sobre ella, todo sobre mí.
Sudor gotea por mi frente y por mi espalda. Mi camisa se pega a mi piel así
que me la quito, dejándola caer a mis pies. El sonido de mi mano en mi polla es
obsceno, el frenético tintineo de mi cinturón en la casa, de otro modo silenciosa. De
alguna manera, me pone más duro, pre-eyaculación gotea de la punta para
ayudarme con el arrastre, dejando mi mano resbaladiza.
Pienso en la última vez que follamos y cuán asombrosa se veía toda atada,
cuánto lo quería ella. ¿Las cuerdas dejaron una marca, una suave abrasión en su
piel que estuvo ahí incluso después de que me fuera? Me pregunto si las presiona,
haciéndolas doler solo lo suficiente para recordarle lo que hizo, cómo se sintió al
ser inmovilizada y saber que yo me haría cargo de ella.
Estoy casi cegado cuando sucede, y me vengo con un sonido ahogado,
mordiendo mi labio para permanecer callado mientas el entumecimiento se
extiende por mi cuerpo. Trabajo a través de lo último de mi orgasmo, la piel
resbalosa a medida que la deslizo en lentos y perezosos golpes. Me las arreglo para
alcanzar mi camisa y limpiarme antes de cruzar los últimos tres pasos y caer, de
cara, sobre la cama.
No vuelvo a abrir los ojos hasta la mañana.
Traducido por Ana Avila & florbarbero
Corregido por Itxi

Estoy en el mal camino, desesperada, perdiendo la razón —y ni siquiera me


molesto en negarlo. Estar cerca de Finn —incluso cuando está siendo un completo
imbécil como lo fue en la cena de anoche— y estar atrapada con él en esa
camioneta, casi me volvió loca. Podía oler su jabón, el olor a limpio en su sudor.
Podía sentir sus ojos en mí durante todo el trayecto, parpadeando una y otra vez
en el espejo retrovisor.
Después de que me deja, me lanzo a mí misma al sofá, pensando en nuestra
noche juntos en este mismo sillón, antes de caer dormida a medio vestir. Después
de todo, Finn no está aquí para cargarme hecha un ovillo a mi cama y cucharear
conmigo toda la noche como un campeón.
Por la mañana, rompo la rutina por segunda vez en dos semanas y me dirijo
al Starbucks donde me encontré con Finn su primer día de regreso a la ciudad.
Alerta de spoiler: no está ahí.
Y ahora, estoy parada afuera de Downtown Graffick, esperando que Finn
esté pasando la mañana aquí con Oliver. Desafortunadamente, a través de las
ventanas delanteras, puedo ver a Oliver en el mostrador, pero no a Finn. Maldita
sea. Debí simplemente haber ido a su casa en Pacific Beach para verlo, ya que
claramente estoy más allá del punto de dignidad. ¿Pero qué estoy esperando?
¿Que de alguna manera entre la semana pasada y ahora, nuestra situación
convenientemente se convierta en una relación? Él vive en Canadá. Yo en San
Diego. Mi madre está pasando por un agresivo tratamiento de cáncer y su empresa
familiar se viene abajo a menos que firme para un grandioso reality show que
estipula que no puede tener novia.
Pero todos los otros obstáculos —los que pensé que eran significativos hace
unas semanas, incluyendo nuestra tendencia a discutir y su dominante acto
masculino— no parecen tan relevantes ahora. Nos hemos afinado juntos,
encontrado una especie de paz fácil. Además me gusta su fetiche con la cuerda.
Oliver mira a la ventana, me ve, y me hace un gesto para que entre. Ahora
tengo que entrar y pretender que estoy buscando a Lorelei ¿por qué otra razón
podría estar en una tienda de comics? He sido amiga de Lola el tiempo suficiente
como para tener mi propio pedacito básico de cultura pop, pero Oliver sabe que la
única razón por la que pudo diferenciar Hellboy de Abe Sapien es debido a la
colección de camisas de Lola. Tomo una profunda respiración llenándome de
confianza: si estoy aquí, obviamente la estoy buscando a ella.
La pequeña campana suena cuando paso a través de la puerta. —¡Ahí estás,
Lola!
Lola levanta la mirada desde donde está leyendo en el rincón de enfrente y
sólo se ríe. Oliver le da el cambio en la mano a algún cliente y le da las gracias,
antes de mirarme. —Él se encuentra en Los Ángeles hoy.
—Grah —murmuré—. Atrapada. —Mi pulso se acelera pensando en Finn
yendo solo a Los Ángeles para reunirse con grandes ejecutivos de televisión. Él
tiene mejores instintos que la mayoría de las personas que conozco, pero me irrita
que no me haya pedido ir con él para apoyarlo moralmente.
Ugh. Lo tengo mal. Desesperada.
Perdiendo la cabeza.
—¿No trabajas hoy? —pregunta Lola.
—No —digo, desplomándome en la silla junto a ella—. Cambié mi horario
porque mi mamá inicia sus quimioterapias hoy, pero entonces mi papá me dijo que
fuera a verla mañana.
—¿De hecho, qué haces, Chandler Bing? —pregunta Oliver, riendo.
Miro hacia arriba, sorprendida, no me di cuenta de que él podría oírnos, y
por un instante entro en pánico porque he mencionado la quimioterapia. Pero
Oliver no se ve ni siquiera un poco sorprendido. Ya sea porque no escuchó esa
parte, o porque Lola ya le dijo y sabe que no tiene permitido preguntarme al
respecto.
Me pregunto si se lo ha dicho a Finn. Pero si lo hizo, ¿no me lo hubiera
preguntado ya?
—Análisis estadístico y reconfiguración de datos —miento, jugando todo el
tiempo—. ¿Qué hace Finn en L.A. de todas maneras?
—No lo sé —dice, y me encanta la forma en que su acento pone un sonido
“r” a cada palabra que termina en vocal. Frunce el ceño—. Realmente no está
hablando de lo que hace aquí en absoluto. Finn siempre ha sido ese tipo misterioso
melancólico, no lo sé. Bastante reservado, la verdad.
Casi choco esos cinco conmigo misma, sabiendo que ahora sé algo que
Oliver no. Oliver conoce a Finn casi mejor que nadie más. Nosotros hemos hablado
un poco de su trabajo y familia, pero el historial de Dormitorio de Finn es un
misterio para mí, y mientras más quiero verlo, aborrezco la idea de él con
montones de chicas, haciendo lo que hicimos en casa de Oliver, en mi sofá… actos
que me habían dejado sentir que mi visión del sexo y la intimidad se había
despejado sin siquiera saber lo que había ahí.
Y ahora aquí estamos, solos en la tienda sin el hombre. De ninguna manera
voy a perder esta oportunidad de indagar.
—¿Entonces no sabes por qué Finn se queda aquí por un par de semanas? —
decido empezar la charla lentamente, manteniéndola en cosas profesionales—, pero,
parece que básicamente está a punto de hacerse cargo del negocio familiar
completamente.
Oliver asiente. —Su mamá murió cuando tenía doce, ¿cierto? Unos años más
tarde su papá sufrió un ataque al corazón y un derrame cerebral, por lo que Finn se
ha encargado de mantener el barco. Literalmente.
—Eso debe ser bastante difícil. —Ups. Mi lento y sutil plan es destruido y
quemado.
Lola resopla junto a mí, dándole la vuelta a la página de su libro de comics
sin levantar la vista en mi dirección y Oliver me dirige una mirada dudosa.
—Sé que Finn me diría cualquier cosa —le aseguro—. Si se lo preguntara.
Oliver me estudia por un momento, pasando su dedo debajo de su labio
inferior. —Entonces, simplemente pregúntale.
—No quiero que sepa que quiero saber —digo, poniendo mi expresión
sobradora—. Obviamente, Oliver.
Riendo, dice—: Ustedes dos están mal.
—Oh, ¿por qué somos los únicos con secretos? —Dirijo mí mirada a Lola,
obviamente aun leyendo detrás de mí.
Oliver me pone cara de touché, y dice—: Bastante justo.
Ha admitido en voz alta que tiene una cosa por Lola. ¡Estoy tan emocionada!
—Además —digo, enrollando mi cabello en un moño desordenado en la
parte superior de mi cabeza—, quizás no lo conozca tan bien como tú, por
supuesto, pero todos sabemos que es un pescador que trabaja a todas horas por lo
que básicamente sólo tiene tiempo para actuar como un prostituto con conejitas del
hockey Canadiense reunidas en el Moose N’ Brew local.
—Él no folla conejitas del hockey —dice Oliver, ligeramente ofendido.
Bingo.
—Entonces, ¿así que sólo un desfile de habituales en el muelle?
Oliver frunce el ceño.
Coloco los dedos detrás de mi cabeza, sonriéndole. —Estás haciendo esto
tan fácil.
Empieza a organizar algunos recibos. —No puedo creer que te casaras con
él durante doce horas, tocaras la puerta de su casa en Canadá, han estado
tonteando durante casi dos semanas aquí, y aún no han hablado sobre esto.
—Ya no estamos tonteando —digo, cuando levanta la mirada, sorprendido,
agrego—: Éramos demasiado buenos en eso. Era un poco demasiada distracción.
Y aquí es donde sé que Lola hablo con él sobre mi mamá: sus ojos se
vuelven un poso simpáticos, un poco suaves. —Correcto. Lo siento, Harlow.
—Agh, no lo hagas. Ella estará bien.
—Conociendo a tu mamá, sí, lo estará. —Se inclina para tomar algo de
detrás del contador y es todo lo que puedo hacer para no inclinarme sobre el cristal
y abrazarlo por sonar tan confiado. Se ha topado con mi madre tres veces desde
que se mudó a San Diego —en una barbacoa, en la fiesta oficial de bienvenida de
Mia, y en la fiesta de cumpleaños del papá de Lola, Greg— y yo podría decir que
mamá y Oliver tienen uno de esos lazos que hacen clic automáticamente.
—No he hablado de ello con nadie más que con las chicas —digo
significativamente. Él lo confirma y asiente, haciendo el gesto de cremallera
cerrada—. De todas maneras —digo—, cuéntame más sobre la novia estable de
Finn.
Riendo, Oliver dice—: Eres implacable. No tiene novia. Aunque pudo decirte
que el estar en una relación estable es más común que el acto de “sorpresa-salvaje
en gabardina” que tú prefieres.
Proceso eso por un minuto. ¿Es eso lo que prefiero? ¿Aventuras amorosas y
la regla de las dos citas? Ha sido así, supongo. Mi relación más larga duró cuatro
meses cuando salí con Jackson Ford en la universidad. En realidad nunca llegó a
despegar, sin embargo, en parte fue debido a que ese verano tuve que ir a filmar
con mi papá a Grecia, y porque pasar tiempo con Jackson era tan interesante como
leer la parte posterior de una botella de champú. Siempre he pensado en mí misma
como alguien que desea estar en una relación. Pero la mayoría de los chicos no
pueden estar a la altura tan pronto como empiezan a hablar.
Lola me empuja con el codo. —¿Por qué intentas buscar razones para que
ustedes dos no puedan estar juntos?
—¿Por qué él es horrible? —miento.
Resopla una carcajada. —Está construido como un hombre que trabaja con
las manos, tiene un sentido del humor más seco que el Sahara, y la mejor cosa de
todas es que te da el mundo en orgasmos. Que pesadilla.
Lola siempre es mi voz de la razón. —Eres una idiota.
—Sólo dices eso cuando estoy siendo la voz de tu razón.
—Fuera de mi cabeza, bruja. Y no me molestes —digo—. Te compraré ropa
interior una talla más pequeña para navidad y odiarás la vida.
—Ahora que pienso en ello —interrumpe Oliver, caminando alrededor del
cajero y recostándose frente a nosotras—, realmente no eres el tipo de Finn, por lo
que probablemente es mejor que dejen el cachondeo.
—¿Qué? —digo, dejando caer mi indiferencia a un lado en favor de la ofensa
instintiva—. ¿Por qué?
—Bueno, es que eres un poco toca pelotas innecesariamente. —Abro la boca
pero Lola me golpea con el codo otra vez, ahora más sagaz—. Además Finn no es
de los que simplemente pierden el tiempo, como lo he mencionado. Sólo he
conocido a una de sus exnovias, Melody, y…
—Lo siento —interrumpo, levantando una mano—. ¿Melody?
Levanta una de sus cejas como si estuviera probando uno de sus puntos y
yo me muerdo el labio para evitar decir algo más.
—Estuvieron juntos antes y justo después del Bike and Build. Era agradable,
realmente tranquila… —Inclina la cabeza y se estremece, es una forma no verbal
para decirme que yo no soy tan tranquila.
—Pero ya no están juntos —le recuerdo.
—No.
—Por lo que quizás no le gusten tranquilas. Tal vez le gustan las pelirrojas
luchadoras medio-Irlandesas medio-Españolas que responden a su mierda
mandona.
—Bueno, pienso que no importa de todas maneras —dice Oliver con una
pequeña sonrisa.

***

Real Beagle esta noche. Lola, Oliver, no-Joe y yo. ¿Vienes?


Le texteo a Finn una vez que estoy en casa.
Me quedo mirando el teléfono durante al menos un minuto, esperando que
responda, pero nada.
Generalmente, Finn es de ese tipo de chicos que parecen no darse cuenta
que tienen un teléfono celular hasta que vacían sus bolsillos por la noche, pero
últimamente ha estado checándolo constantemente, por lo que espero que
responda.
Pero una hora después, aún no lo ha hecho.
Escribo:
¿Cómo te fue? No puedo esperar escuchar sobre eso.
Todavía sin respuesta. Quizás está conduciendo. Quizás la reunión fue
larga. Quizás está sentado en una gran mesa de trabajo, firmando contratos.
Lola y Oliver me recogen en el Nissan de él; miro la parte posterior de sus
cabezas mientras parlotean una y otra vez sobre la tienda, el próximo lanzamiento
de su libro, sus comics favoritos. ¿Cómo pueden no ver que son perfectos juntos?
Quiero gritar y escuchar el eco en el auto, pero la certeza de una
decapitación a manos de Lola hace que me contenga. Cuando llegamos al bar,
prácticamente arranco la puerta del coche de sus bisagras en un esfuerzo por
lanzarme a la acera, tomando una gran bocanada de aire libre de la ternura
sobrecargada de Lola y Oliver.
Pero entonces mi corazón se detiene completamente, porque aparcado
detrás de nosotros en la acera está la camioneta de Finn. La lavó, probablemente
antes de irse a L.A, y está vacía. Ya debe estar adentro. Y no respondió mis
mensajes.
Sé que he estado buscándolo todo el día, pero en este momento aquí afuera,
viendo la gran bestia que tiene como camioneta y encantada hasta la muerte de
que la haya lavado antes de conducir a esa reunión, es cuando me doy cuenta de
que estoy enamorada. Realmente enamorada. Sabía que me sentía atraída, y que
me gustaba el sexo con él, pero nunca me sentí de esta manera por un chico antes:
anhelo, miedo, esperanza y ese emocionante cosquilleo de placer.
—¿Qué estás vistiendo?
Me giro para ver a Finn parado en la entrada del bar, con la boca curvada en
una sonrisa. Su frente arrugada, expresando leve preocupación, pero aun así, su
inspección estremece toda la piel de mis brazos. Lola y Oliver caminan más allá de
él, entrando.
Sigo el camino de sus ojos y llego hasta mi pecho. Llevo puesta una camiseta
de seda azul marino sin mangas, cubierta de coloridos y pequeños pajaritos
bordeados a mano, y unos vaqueros desgastados. Tardé alrededor de una hora
preparándome para esta noche, aunque sólo bajo el dolor de la tortura le admitiría
eso. —Discúlpeme, señor, esta es una camiseta hermosa.
—Está cubierta de pájaros.
—¿Me darás una conferencia sobre moda? Usas la misma gorra de béisbol
sucia todos los días y sólo te pones dos camisas —digo mientras lo sigo adentro,
hacia nuestra cabina en la parte posterior.
—Por lo menos no están cubiertas de pájaros. —Llega a la mesa y me da un
vaso de agua, después toma a su cerveza. ¿Ya ha estado aquí y vino a nuestra
cabina? Mi chica interna chilla de alegría—. Además, por si no lo has notado, no
estoy vistiendo una camisa hoy.
No, definitivamente no lo hace. En mi mente, estoy bailando sucio y
pervertido contra este hombre, pero por fuera lo examino calmadamente. Lleva un
pantalón formal ajustado, y una camisa blanca de vestir abotonada con una
pequeña letra de diamante gris.
—¿Lo apruebas? —pregunta tranquilamente, burlándose, pero a la vez no.
—¿Podemos centrarnos en el tema más interesante de la conversación, por
favor? —pregunto—. Como, ¿por qué estás vestido así?
Mira sobre mi hombro a donde se encuentran Oliver y no-Joe a unos cinco
metros de distancia. —No esta noche.
—¿Pero fue todo bien?
Inclina la cerveza a sus labios, dándome una mirada de advertencia.
—¿Nada? —medio siseo, medio susurro—. ¿No vas a decir nada?
—No.
Desearía que una rabieta dramática y caminar lejos funcionara con Finn,
pero sé que no es así. Y me gusta la forma en que me mira. A pesar de que... ahora
no está inspeccionando mi camisa, está mirando mi cabello.
—¿Qué? —pregunto.
—Tu cabello se ve... realmente rojo esta noche.
—Me puse un poco de polvo de color temporal en él —admito, girándome
hacia la luz para que pueda ver mejor—. ¿Te gusta?
—Creo que tienes un poco en la frente.
Me desanimo, mojando mi pulgar en mi vaso de agua y limpiando en el
lugar que está señalando. —Santa Mierda, Finn Roberts, cómo te las arreglaste para
salir con esa chica Melody durante más de una semana está más allá de mí. —
Ignoro las cejas levantadas de él, y continúo—: Se supone que tienes que decirme
que me veo bonita, y actuar como si estuvieras tocando mi hermoso rostro cuando
en realidad estás sutilmente limpiando mis errores de maquillaje.
—No tengo que hacer nada. —Me da una sonrisa oscura. Recostado contra el
costado de nuestra cabina, dice—: Sólo soy un amigo al que le gusta señalar cuando
estás ridícula. ¿Maquillaje para el cabello, Harlow? ¿De verdad?
—A veces una chica siente que necesita un poco de algo extra, ¿de acuerdo?
Su expresión cambia, y parpadea lejos, mirando a la pequeña pista de baile.
—No tú. Te ves mejor a primera hora de la mañana. —Inspiro. Sé exactamente lo
que quiere decir; se refiere a la única vez que despertamos juntos. En mi cama,
acurrucados alrededor del otro. Todavía puedo sentir lo caliente que estaba.
—Bueno, entonces me sorprende que no hicieras un comentario acerca de
los pliegues de almohada sobre mi cara y mi aliento mañanero.
—Tenías pliegues de almohada en la cara y tu cabello era un desastre. —Su
voz cae más bajo cuando dice—: Pero te veías perfecta.
Estoy demasiado aturdida para hablar, tragando continuamente alrededor
del nudo en la garganta. Mi corazón se siente como si hubiese crecido diez veces su
tamaño normal.
Tose y sé que he estado demasiado tiempo callada cuando cambia de tema.
—¿Quién te dijo sobre Melody?
Tomo mi agua, finalmente reaccionando. —Oliver, pero fue completamente
en contra de su voluntad. Le tendí una trampa.
Finn asiente, tomando otro trago de su cerveza. Kyle sube la música, pero
aun así, se siente como si estuviéramos en nuestra propia pequeña burbuja, de pie
a pocos pies de distancia de donde nuestros amigos se sientan juntos en la cabina.
—Sólo sé su nombre y que era tranquila —admito—. ¿Vas a contarme sobre
ella?
—¿Por qué quieres saber eso?
—Probablemente por la misma razón por la que me preguntaste si Toby
Amsler fue abajo en mí.
Parpadea. —¿Qué quieres saber?
—¿Ella todavía vive cerca de ti?
Asiente. —Fuimos a la misma escuela secundaria, empezamos a vernos un
par de meses después de graduarnos. Sus padres son dueños de la panadería local.
—¿Estaban enamorados?
Se encoge de hombros. —Era una persona tan diferente entonces. Justo
después de que nos juntamos dejé la escuela para empezar a pescar con mi familia.
—Pareciendo examinar la cuestión, añade—: Yo la amaba, seguro.
—¿Todavía lo haces?
—Nah. Ella es una chica dulce, sin embargo.
Sé que la pregunta estallará fuera de mí ya sea quiera o no parecer
interesada en el tema. —Una chica dulce con quién todavía duermes…
—No —interrumpe en voz baja. Me mira, sus ojos analizando mi cara—.
Melody y yo nos separamos hace cinco años; está casada y tiene un niño ahora. —
Ante mi expresión, murmura—: No hay nadie en casa, Harlow. Lo juro.
Trago de nuevo, asintiendo.
—Y si recuerdas —dice, su voz más fuerte ahora—, estuviste con otro
hombre una noche antes de estar conmigo.
Mierda.
—¿Sabes lo enojado que me hace sentir? —pregunta.
Honestamente, no puedo ni siquiera imaginarlo. Él rompió con Melody hace
cinco años y todavía quiero golpearla en la cara. Esta situación es ridícula. Estoy
siendo ridícula.
—Sé que no hay nada entre nosotros, sólo somos amigos —dice—. Pero no
es porque el sexo no fuera algo realmente bueno, Harlow. Antes de ti, en Las
Vegas, habían pasado dos años. He estado con cuatro mujeres diferentes a ti, y
nunca en otra cosa que una relación comprometida, así que esto es raro para mí. Te
voy a decir todo, ¿de acuerdo? Sé lo que es sentirse desesperado por saber cada
detalle, por eso te lo diré. Pero pregúntame, no interrogues a mis amigos. Prefiero
que nos digamos las cosas el uno del otro, ¿de acuerdo?
¿Qué es este loco frenesí de emociones? Me siento aliviada y culpable,
estuporosa y sobre todo, con la necesidad de besar su perfecta boca.
Con un encogimiento de hombros, le digo—: Simplemente no quería que
supieras que quería saber.
Se ríe, inclinando su cerveza a los labios y diciendo—: sociópata —antes de
tomar un largo trago.
—¿A cuántas ataste?
Traga, y vuelve los ojos hacia mí. Puedo decir que con esta pregunta su
pulso se ha disparado en el cuello. Puedo verlo latir con ritmo. Su voz sale más
ronca de lo habitual cuando admite—: A todas.
Mi sangre se convierte en mercurio, remolinante y tóxico. —¿A todas?
—Sí, Harlow. Me... gusta eso. —Agacha la cabeza, tocando la parte posterior
de su cuello mientras me mira a través de sus pestañas—. Pero estoy bastante
seguro de que la mayoría sólo lo hizo porque querían estar conmigo, no porque
fuera lo suyo.
—¿A ninguna le gustó?
Él asiente. —¿A la primera, tal vez?
—¿Cuál era su nombre? —No puedo evitarlo. Las preguntas caen fuera de
mi boca antes de que tenga tiempo para pensarlas.
Da un paso un poco más lejos de la mesa, y me responde. —Emily.
—¿Pero no estás seguro de si le gustó? —Es tan extraño estar aquí, en Fred,
rodeados de nuestros amigos que están sentados en la cabina a sólo unos pocos
metros de distancia, teniendo la conversación más íntima que hemos tenido.
—Sinceramente —dice en voz baja—: No lo sé. Quiero decir, estaba en ello,
claro, pero me encantaría saber cómo recuerda aquella noche ahora, mirando a
atrás. Se alejó después de la graduación, pero estuvimos juntos un poco más de un
año antes. Sólo... —Parpadea lejos—. El único lugar donde podíamos tener alguna
privacidad era en el bote de mi padre, en el muelle. La tercera vez, robamos
cervezas de su papá. Terminé jugando un poco con ella, y la cuerda, y fue... —Deja
de hablar, y finalmente, acaba diciendo—: Bueno.
Asiento, bebiendo mi agua. Creo que sé lo que me está diciendo, que ver a
su novia así hizo algo bueno para él, y conformó lo que le gusta ahora. Pero
realmente no necesito oírlo hablar de eso nunca más.
—Esa mañana que te vi en Starbucks —dice.
Espero que continúe, pero no lo hace. —¿Sí? ¿Y qué?
Se encoge de hombros, dándome una mirada de ¿tengo que preguntar? —Sé
que te enganchaste con alguien, pero no te veías particularmente relajada.
—Ah, cierto. La madre nos despertó —digo—. En persona. La segunda peor
follada de mi vida.
Ladra una carcajada encantado. —¿Quién fue la primera?
—Mi primera vez. Ahora me doy cuenta que era muy pequeña, pero todavía
duele. Juro que miro hacia atrás ahora y veo mi virginidad siendo tomada por una
zanahoria bebé.
—¿De qué hablan aquí? —pregunta Lola, que aparece de la nada y
sigilosamente se acerca hacia mí.
Finn apenas se recupera de su ataque de risa. —Confía en mí, no quieres
saber.
—Zanahoria bebé —digo con una sonrisa de complicidad.
Lola asiente, sonriéndole. —Impresionante, ¿verdad? Pobre Jesse Sandoval.
—Nuestra chica es una poeta. —Finn está de acuerdo.
Nuestra chica. Alivia un poco la pequeña punzada que todavía siento
cuando recuerdo que Finn me dijo sobre el programa de televisión porque no
quería compartirlo con los miembros más permanentes de su vida.
Oliver sale de la cabina y se une a nuestro pequeño círculo. —Así que,
¿estamos de pie esta noche? Por lo general, a Harlow le gusta sentarse y tirarme
cosas sobre la mesa.
Me río porque es verdad. —Sólo porque tienes esos espeluznantes reflejos
como de la película Cocodrilo Dundee.
—Soy un ninja. —Oliver empuja sus gafas de montura gruesa en la nariz en
un gesto nerd que a todos nos hace reír—. Y sabes lo mucho que me encanta tu
conocimiento limitado de la cultura australiana.
—Lo intento.
Detrás de él, no-Joe está todavía sentado en la cabina, en lo alto como una
cometa y bailando en su asiento mientras mira fijamente a un grupo de colegialas.
—Oliver, tú y no-Joe deberían ir a bailar con esas chicas de allá.
—¿Por qué no Finn? —pregunta Oliver con una sonrisa de complicidad—.
Él también es soltero.
Niego con la cabeza. —Lo es, pero mira cómo está vestido. Sería como Una
Noche en the Roxbury y todo el mundo estaría avergonzado por él. —Finn se negaría
a bailar, pero si él va a estar ahí, la mujer de las cavernas en mi interior me dice que
va a estar allí conmigo y no alguien más. Por lo menos hasta que se vaya.
De repente, siento pánico en mi garganta. ¿Finn se va mañana? Tuvo su
encuentro con la gente de Los Ángeles; ¿eso significa que va a ir a casa?
Riendo, Oliver mira a la pista de baile, pero no antes de tomar un vistazo a
la reacción de Lola. —Esas chicas son pequeñas.
—¿Pequeñas como joven? —pregunto, inclinándome para verlas mejor. Las
chicas sin duda están en sus veintes—. ¿O bajitas?
—Muy bajitas.
—Pero mírate —dice Lola, frunciendo el ceño—. Mides como un metro
noventa. Estadísticamente hablando eso significa que vas a terminar con alguien
de menos de un metro sesenta.
—Eso lastima mi lógica —dice Oliver, sonriéndole.
—Si no vas a bailar, entonces tráeme una cerveza —digo.
—Me gustaría, pero estoy paralizado de mis dedos de los pies hacia abajo.
Lo golpeo juguetonamente. —Lleva a Lola, también. Ella necesita otra
bebida.
Lola protesta que no la necesita, pero lo sigue de todos modos, y los miro
mientras se van. Ella es alta, pero él todavía se cierne encima de ella, y pareciendo
inclinarse mientras caminan, como si fueran imanes. Me pregunto si Oliver se da
cuenta de lo que significa que Lola lo haya hecho su amigo. Es un club muy
exclusivo, incluyéndome a mí, Mia, el padre de Lola, mis padres, y ahora Oliver.
—Nunca va a intentarlo —dice Finn junto a mí, y cuando lo miro me doy
cuenta de que quiere decir que Oliver nunca tratará de hacer que algo suceda con
Lola—. Está convencido de que ella no está interesada.
—No estoy segura de que lo esté —estoy de acuerdo—, pero sobre todo
porque Lola no tiene ni idea acerca de los chicos, y lo único en lo que piensa es en
el trabajo.
Asiente en respuesta.
Girando plenamente, le digo—: Bueno, ellos estarán ocupados en la barra
por unos minutos, no-Joe está colocado y probablemente ni siquiera pueda
escuchar la música aquí. ¿Puedes relajarte? Dime: ¿Cómo te fue?
Finn desliza una mano por su cara y exhala un largo suspiro, mirando para
asegurarse de que realmente están fuera del alcance del oído. —Me gustaron.
Quiero decir, había un par de idiotas en la habitación que preguntaron cosas sobre
nuestras vidas amorosas, y con qué clase de mujer nos citamos —ignora la manera
que hago una pequeña danza de la victoria y continúa—: pero los dos tipos que
están produciendo este espectáculo son bastante serios. Ellos claramente han hecho
su tarea en la industria, y... —Suspira—. Me gustaron. Me gustaron sus ideas. No
sonaba horrible.
—Entonces, ¿por qué estás tan triste? —Mi corazón duele un poco. Me doy
cuenta mientras lo estoy viendo luchar con esto, que sinceramente solo quiero que
Finn sea feliz.
¿Cuándo empecé a preocuparme más por su felicidad que mis propios
orgasmos? Lola no es la única que ha acomodado a la perfección a uno de estos
chicos en su círculo íntimo. Finn es oficialmente uno de los míos.
—Porque es más fácil sentirme fuertemente en contra de ello —dice—.
Antes de la reunión de esta mañana, me encontraba convencido de que esto era
sólo pasar por las formalidades de una reunión. Ahora veo cómo esto podría
funcionar mucho más fácilmente que la alternativa. La alternativa es que perdemos
nuestra empresa familiar y no tenemos nada.
Sin ser demasiado dramática, realmente estoy empezando a pensar que sé lo
que se siente ahogarse. Mamá ha terminado su primer día de quimio, un
tratamiento donde el objetivo es matar el cáncer sólo un poco más rápido que al
anfitrión, y todo lo que tengo es un par de textos de mi padre diciendo que ella se
siente bien. Finn está luchando con lo que es sin duda es la decisión más difícil de
su vida. Acabo de reconocer que me importa, y ahora soy incapaz de ayudar a
cualquiera de ellos a través de esto.
Es una mierda, porque sé que lo que nos haría sentir mejor en este momento
es un poco de lucha libre desnuda en mi cama. Pero cuanto más me doy cuenta de
que tengo sentimientos genuinos por él, más sé que no puedo sólo llevarlo a casa
esta noche. Finn sería la primera persona con quién tuve relaciones sexuales y a
quien podría amar. Ugh.
Se encoge de hombros, deslizando sus manos en los bolsillos. —Y eso es
todo.
Me siento un poco mareada y tengo que esforzarme por respirar, por
centrarme en la conversación. Puedo perder mi mierda más tarde.
—¿Cuándo te vas a casa? —pregunto, intentando ser casual pero aún
interesada.
Se encoge de hombros. —Un par de días.
Un fuerte resoplido se impulsa en mi pecho. —Buu.
Sonríe, su mirada sobre mi boca. —¿Estás admitiendo que vas a echarme de
menos, Ginger Snap?
Le doy el dedo del medio y no contesto.
Traducido por Mire & Mary Warner
Corregido por Daliam

Harlow aparece muy temprano a la mañana siguiente, equilibrando una


bandeja con tres vasos de plástico en una palma aplanada y una bolsa de papel
blanco aferrada en su otro puño.
—¡Buenos días, Rayo de sol! —Chirría, pasando por delante de mí hacia la
sala de estar—. Traje el desayuno.
—Son las siete de la mañana, Snap —murmuro tras ella, levantando mi
mano para rascarme la mandíbula. No me he afeitado en dos días, no estoy usando
una camisa... tiene suerte de que siquiera esté usando pantalones—. ¿Qué estás
haciendo aquí?
—Vamos a hacer una lluvia de ideas. —Entra en la cocina y se gira para
susurrar-sisear—: ¿Oliver aún está en casa?
La vieja casa todavía está fría. Las tablas del suelo son frías bajo mis pies
descalzos mientras me quedo atrás de ella.
—Está en la ducha.
Por lo menos, creo que lo está. En casa me levanto antes del amanecer, en los
muelles. Pero esta vida en la playa me ha estropeado y complace mis naturales
tendencias trasnochadoras. No creo que haya dormido hasta las siete en casi veinte
años. Pero estoy esperando a que Oliver se vaya para llamar a mis hermanos y
ponerles al tanto de mi reunión con los productores.
Cualquier pensamiento de mis hermanos en absoluto es borrado de mi
cabeza cuando giro en la esquina y consigo una vista de Harlow inclinada sobre el
lavavajillas, su culo perfecto envuelto en un par de ceñidos pantalones de yoga.
Ajena a mis miradas devoradoras, se endereza, y comienza a abrir las
puertas del aparador. —¿Platos?
Cruzo la habitación y me detengo justo detrás de ella, alzándome sobre su
cabeza para recuperar una pila de platos de color amarillo del estante. Harlow se
congela, sus dedos agarrando el borde de la encimera antes de parecer relajarse, y
se inclina hacia atrás contra mi pecho.
—Aquí tienes —le digo, inclinándome para decir las palabras contra su
cabello.
Ella huele tan bien y su culo está presionado contra mi polla, por lo que
tengo que alejarme antes de que pueda sentir que ya estoy medio duro, excitado
como un chico de diecisiete años. Alejándome, tomo asiento en la pequeña isla y
ondeo mis pies descalzos alrededor de las patas del taburete de la barra.
Le toma un momento para recomponerse a sí misma, también, y sonrío
cuando torpemente coloca los platos y abre la bolsa de papel.
—Te ves un poco sin aliento allí, Snap.
Ella levanta su mirada, dispara dagas.
—Entonces, ¿qué es eso de que haremos una lluvia de ideas? —pregunto,
rodando una naranja a lo largo de la barra. Mi estómago gruñe por instinto cuando
la veo alcanzar dentro de la bolsa y sacar unos de los rollos de canela más grandes,
viscosos, y cubiertos de glaseado que alguna vez he visto.
—Tu situación —susurra, y aleja mi mano cuando intento echar un dedo al
glaseado.
—¿Mi situación...?
—¿Ensueños en el Pacífico? Trata de mantener el ritmo, Finneus.
Ruedo los ojos. —Sabes que así no se llama.
—Solo porque nunca me preguntaron por ideas.
—Por mucho que me encanta que me hayas traído comida, ¿podríamos
hablar más tarde? Ya sabes, ¿después de que el sol haya salido?
—El sol ha salido.
—Apenas.
Ignorándome, Harlow saca uno de los cafés de la bandeja y lo coloca junto a
un rollo de canela en frente de mí. —Pienso mejor cuando corro —dice, y se sirve
uno para sí misma—. Tengo un millón de ideas para ti.
Me inclino hacia delante y tomo un bocado del caliente, viscoso pastel, y
juro por Dios que mis ojos ruedan hacia atrás en mi cabeza. —Jodido Jesús, esto es
lo mejor que he probado alguna vez. —Sin pensarlo, me paro y rodeo la esquina,
colocando una mano en cada lado de su cara, antes de besarla de lleno en la boca.
Se supone que debe ser rápido. Se supone que debe ser un divertido,
pequeño agradecimiento dramático entre amigos. Pero el jadeo de sorpresa de
Harlow se corta rápidamente por un suave gemido, sus palmas moviéndose para
descansar en mi estómago desnudo. Calor surge a través de mis venas y siento
cada punto de contacto entre nosotros: donde sus pechos se presionan contra mi
pecho, sus manos en mi piel, sus labios moviéndose contra los míos.
Me alejo con un suspiro tembloroso y Harlow se aclara la garganta. —Sabes
como a canela —murmura, lamiéndose los labios.
—Bueno, buen día para ti también.
Nuestras cabezas se alinean a donde Oliver se inclina contra la puerta, con
los brazos cruzados sobre el pecho. Se rasca la mejilla, y me da la jodida mirada
más presumida que he visto nunca.
Dejo caer mis manos a mis costados y doy un paso atrás. —Solo le agradecía
a la señorita Harlow por el desayuno.
—Estoy ofendido, Finn. Te hice la cena el otro día y hubiera apreciado al
menos una fuerte palmada en el culo. Veo cómo eres.
—Ja, sí —digo, volviendo a mi asiento.
Oliver va directo hacia la comida y Harlow le entrega su café, junto con la
bolsa blanca ahora cerrada.
—Tengo que pedir disculpas por adelantado, porque de ninguna manera
podría un hombre esperar seguir eso —dice, asintiendo hacia mí—. Pero gracias,
mascota. —Se inclina y besa la mejilla de Harlow.
—Hay uno allí para No-Joe —dice, y no sé qué pasa al ver a los dos así, pero
me hace sentir que estoy siendo lentamente, cuidadosamente desenrollado, como
si así es como mi mañana debe ser cada maldito día—. Dile que espero un baile
privado donde Fred más tarde.
Me quejo, pero Oliver solo se ríe. —Lo haré. Sean buenos, niños.
Los dos miramos a Oliver desaparecer de la cocina y nos sentamos en
silencio, escuchando mientras se cierra la puerta, seguido momentos después por
el sonido de su Nissan rugiendo al prenderse y dirigiéndose por la calle.
Harlow lleva su propio plato y café al mostrador, sentándose en el taburete
a mi lado, su pie enredándose con el mío. —Te ves como la mierda —dice,
mirando mi boca como si quisiera lamerla.
—Así como tú. —Miro a sus tetas perfectas, todas alegres y follables en su
pequeña camiseta sin mangas de correr—. Estoy casi avergonzado de ti.
Ella inclina su cabeza, dejando al descubierto su cuello largo y bronceado. —
¿Horrible?
—Repugnante. —Me inclino, limpiando una pequeña mancha de glaseado
de su labio inferior.
Ella mira mientras meto mi dedo pulgar en mi boca, chupando el glaseado,
y parpadeo, trabajando para aclarar mis ideas. Así no es como mantenemos
nuestra ropa puesta y quedamos solo como amigos. Así es como ella termina con
su culo levantado en el sofá, consiguiendo una palmada y follada hasta la hora de
cenar.
Es tan extraño estar con ella de esta manera: comiendo en agradable silencio
y hacer que se sienta tan... normal. Esto es lo que tengo que recordar: El sexo con
Harlow es increíble, pero ser amigos con ella tampoco es tan malo.
—Gracias por el desayuno —digo, limpiándome la boca con una servilleta.
—No hay problema. Como he dicho, pienso mejor cuando corro, y por
desgracia para mi culo medio-latino, la panadería está justo al final del mejor
camino para correr en La Jolla. Ahora, volvamos a la razón de mi visita: arreglar tu
problema.
—Agradezco el pensamiento, pero no necesito que…
—Cállate. Tengo ideas.
Es obvio que Harlow ha tomado una decisión, por lo que decido seguirle la
corriente. En lugar de decirle que no se moleste, que probablemente he pensado en
todo ya, me estiro y arranco un trozo del centro de su rollo de canela, metiéndolo
en mi boca.
Ella me frunce el ceño. —Ese era el mejor bocado. Eres una amenaza.
—Mmm mmm —tarareo alrededor.
Se gira en su taburete para mirarme. —¿Qué con los turistas? ¿Llevando a la
gente en tu barco?
Trago, lavando el bocado con un trago de café. —De ninguna manera.
—¿Por qué?
—Los barcos de pesca comercial son lugares peligrosos, Snap. Las cosas se
caen, las líneas se enredan, la gente viaja. De ninguna manera voy a tener a un
montón de idiotas pagando por deambular en mis barcos.
—Está bien —dice—. ¿Qué tal con los inversionistas?
—¿Crees que no he pensado en eso?
—Tiene que haber alguien que…
—La única razón por lo que la gente presta dinero es para hacer dinero. La
industria de la pesca no va a recuperarse solo durante la noche —le digo—. El
desarrollo, el cambio climático, las enfermedades, todos tenían un impacto y por lo
que puedo ver, no mejorará en el corto plazo. No puedo pedir prestado dinero si
no tengo la esperanza de regresarlo.
Siento la verdad de esta realidad hundirse como un peso en mi pecho.
Nunca será de la forma en que era. Mis hermanos y yo nunca conoceremos la vida
que mi padre conoció, y la de su padre antes que él. Hay algo tan absolutamente
frustrante en eso. Un hombre inteligente se marcharía; vendería todo lo que
pudiera, dividiría el dinero y haría una nueva vida en otro lugar. Pero es toda la
jodida historia —por lo que mi familia luchó, sacrificó, por lo que papá trabajó
para mantener después de haber perdido a mamá— lo que me impide
simplemente marcharme.
—Correcto —dice ella—. Supongo que eso tiene sentido. Entonces, ¿qué tal
con pescar otras cosas?
—Nosotros ya hacemos eso. Pescamos salmón rojo, rosa y salmón keta,
huevas de arenque, fletán, invertebrados —digo, y luego me detengo, viendo caer
su rostro. Me siento un poco culpable, ella claramente está poniendo un poco de
tiempo en esto y yo solo estoy derribando sus ideas, una tras otra.
Pero en la manera típica de Harlow, parece inmutarse. —Entonces tal vez
tenemos que pensar fuera de la caja.
—Fuera de la caja, ¿eh?
—Sí, veamos... —Se inclina, sus rodillas presionadas contra las mías, su
mano pasando a lo largo de la parte superior de mi muslo. Todavía estoy sin
camisa, y juro que puedo sentir el calor de su cuerpo, el conocimiento de tenerla
cerca de mí. Y me pregunto si tiene alguna idea de cómo se siente, o si soy el único
de los dos que se ve tan envuelto que podría estimar con precisión la distancia
entre nosotros en milímetros.
—¿Qué tal con las camisetas?
Parpadeo. —¿Camisetas?
—Sí, como, tu propia línea de ropa. Imagina un anuncio brillante contigo y
tus hermanos sementales. Tú estás de pie en el medio y envuelto en una apretada
camiseta…
—Estás jugando conmigo ahora, ¿verdad?
—Tal vez un poco —dice, tocando mi nariz con su dedo índice—. Porque
eres tan lindo en la mañana. —Sentándose más derecha, continúa—: Así que
imagina esto: tú, músculos, y una flecha apuntando hacia abajo con las palabras
CEBOS Y APAREJOS ROBERT impresas en la camiseta.
—Apuntando hacia abajo —aclaro.
—Sí.
—Hacia mí polla.
—Sí.
Cierro los ojos y respiro profundamente, contando hasta diez. —Ginger
Snap. Cariño —digo, y cierro la distancia entre nosotros aún más—. Prometo que
he pasado más tiempo en esto de lo que puedas imaginar. He pensado en todo.
—¿Todo?
Asintiendo, levanto mi café a mis labios.
—¿Qué hay de la venta de esperma?
Tosiendo, balbuceo—: ¿Perdón?
—Esperma. Leche. Semen. Batidos de proteínas. Jugo del amor. Escupida de
polla. Crema de ca…
—Harlow.
—¿Qué? Dijiste todo.
—Por qué... —Empiezo y sacudo la cabeza—. Espera, ¿estabas empezando a
decir crema de cara?
Ella asiente.
Sacudiendo mi cabeza, decido obviar esa imagen. —¿Por qué en la tierra de
Dios iba a donar esperma?
—No puedo creer que tengas que preguntar eso. ¿Te has mirado en un
espejo últimamente? ¿Has visto a tus hermanos? Eso es un infierno de un fondo
genético. Diablos, si yo fuera una solterona que vive en un viejo Victoriano en
Golden Hill, compraría…
Y la beso. De nuevo.
No se supone que... en realidad, eso es una mentira. Lo quiero. Pero no se
supone que vaya tan rápido como lo hace. Las palabras de Harlow se pierden en
mi boca cuando deslizo mis labios con los de ella y sus ojos se cierran, el aliento
dejando sus pulmones en un suave suspiro.
Me deslizo de mi taburete y me inclino sobre ella, una mano en su cabello y
la otra en su mandíbula mientras abro mi boca, lamo su lengua con la mía. La
sostengo cerca, apretada, de la forma que sé que quiere. Mi pulgar se mueve hacia
abajo para presionar contra su garganta, no con fuerza, solo lo suficiente para
hacerle saber que la tengo.
Las manos de Harlow agarran mis caderas y se pone de pie, apretándose
totalmente a lo largo de mi cuerpo. Mi piel arde donde sus dedos rozan, las uñas
desplazándose y localizando la parte superior de mis pantalones. Es como si la
sangre dejara mi cerebro y surgiera abajo, cada pensamiento de repente de Harlow:
dónde puedo tocar, qué puedo probar, si le importaría si la acuesto aquí en este
mostrador, follarla hasta que ninguno de nosotros pudiera pensar más.
Pero no lo hago. Y aunque estoy seguro de que me odiaré a mí mismo más
tarde, cuando este solo, masturbándome y preguntándome qué carajos me hallaba
pensando para alejarme, lo hago. Doy un paso atrás y trato de ignorar la forma en
que ha invadido cada uno de mis malditos sentidos, cómo todavía puedo sentir la
presión de su cuerpo a pesar de que hay unos cuantos centímetros de espacio entre
nosotros ahora.
—Todavía sabes a canela —dice, arrastrando una respiración tosca.
—Tú sabes perfecta. —Sé que estoy tentando al destino, pero me inclino lo
más mínimo, puntuando mis palabras con otro pequeño beso en la comisura de su
boca, su mandíbula.
—¿Pensé que no estábamos haciendo esto nunca más? —Sale en forma de
pregunta, y sé que es porque ella está tan confundida acerca de qué mierda
estamos haciendo como yo.
—No lo estamos. —Confirmo esto con una breve inclinación de cabeza.
—Entonces, ¿por qué me besaste?
—Tenía que hacerlo —digo, y sigo con otro beso en la punta de su nariz—.
La única forma de conseguir que dejaras de hablar de mis hermanos como objetos.
Fue ofensivo. —Sonrío.
Ella se echa a reír, cerrando la distancia entre nosotros para descansar su
cabeza en mi hombro. —Está bien, no más charla de los hermanos calientes de
Finn. Lo prometo.
Nos quedamos allí por un momento —sus labios contra mi hombro
desnudo, mi cara en su cabello, antes de que Harlow parezca recordarse a sí misma
que esto esta mal. Se endereza y siento su ausencia inmediatamente. Mis brazos
caen a mis lados y observo como se gira de nuevo al mostrador y recoge nuestros
platos.
—Así que, ¿supongo que estamos de vuelta al punto de partida?
Meto mis manos en los bolsillos y me balanceo sobre mis talones. —
Supongo que sí.
Harlow limpia el resto del lío antes de alcanzar sus llaves.
—No te preocupes, Finnigan. Soy un genio y todavía no me doy por
vencida. Voy a resolver esto.
—Harlow, no necesito que…
—¿De nuevo, Finn? —dice con dulzura—. Cállate. Deja de ser tan terco y
deja a otro hombro la preocupación por unas horas, ¿de acuerdo? —No estoy
seguro de cómo responder, y por eso me quedo en silencio mientras se estira en
puntillas, y presiona el beso más breve en mi mejilla—. Te tengo.
Solía pensar que mi papá era la persona más persistente que conocía.
Cuando tenía ocho, él estaba despierto y caminando horas después de una cirugía
mayor en su espalda para arreglar dos discos rotos. Cuando tenía nueve, pasó un
invierno pescando en las afueras de Alaska, y perdió la punta de tres de sus dedos
cuando fueron aplastados entre dos potes de cangrejo de acero. Regresó el año
siguiente. Cuando perdimos a mamá, papá se enterró en el trabajo, algunas veces
pasando casi ocho horas completas en el barco. Y cuando tuvo el ataque al corazón
el verano que cumplí diecinueve, y los doctores le dijeron que se mantuviera muy
lejos de los barcos, él insistió en aparecerse el día que fue dado de alta del hospital,
solo para asegurarse que no estuviéramos haciendo nada malo.
Me temo que no se compara con Harlow Vega.
Dos días después de los rollos de canela y de escuchar la frase escupida de
polla salir de la boca de Harlow —lo que no estoy seguro de si alguna vez dejará de
ser horrífico—, mi teléfono vibra en la mesa de noche. Faltan horas para el
amanecer, y la pequeña habitación de invitados en la casa de Oliver aún está
completamente oscura. Estiro una mano por mi teléfono, manejando no golpear
una botella de agua y no tengo idea que más en el proceso, y miro con ojos
borrosos. ¿Qué si algo le pasó a papá? ¿A Colton o Levi? ¿Al barco?
Arréglate. Estaré allí en treinta minutos.
Harlow.
Una mirada al reloj me dice que no son siquiera las cinco a.m., y por un
momento considero responderle el mensaje, sugiriéndole donde exactamente
debería poner sus treinta minutos. Necesito regresar a dormir. Necesito hablar con
Colton y Levi. Necesito descubrir qué demonios hacer con mi vida.
Bajo mi teléfono al colchón y miro, parpadeando, al techo. Mi corazón está
latiendo rápido en mi pecho y me froto una mano por mi esternón para sentir el
ritmo acelerado debajo de mi palma. Mi estómago se siente ligero y pesado a la
vez, e incluso a pesar que la idea de apagar mi teléfono y dormir por otras tres
horas suena increíble, me estoy mintiendo a mí mismo si pienso que puedo ser
capaz de hacerlo.
Harlow estará aquí para recogerme en treinta minutos, y más allá de lo
que debería estar haciendo esta mañana, algo me dice que ambos sabemos que
estaré de pie afuera, esperándola.

***

Y como algún muchacho con un enamoramiento de escuela y sin ninguna


verdadera responsabilidad, lo estoy. El carro de Harlow se estaciona en el camino
de entrada exactamente veintinueve minutos después, y ya me hallo sentado en el
porche con dos copas de café caliente en mi mano.
Ella se baja y cruza el césped húmedo hacia mí, usando vaqueros y una
desgastada camiseta azul, su cabello en una coleta alta, usando una brillante
sonrisa y sin un rastro de maquillaje.
Estoy muy seguro que nunca ha lucido más hermosa.
—¿Listo? —pregunta, deteniéndose justo frente al porche. Se ve más joven
ahora mismo, inocente, y si la reaparición de esa sensación de picada en mi
estómago es alguna indicación, estoy perdiendo mi cabeza.
—Ni remotamente. —Bajo la mirada hacia su atuendo. Ha ido por lo casual
hoy. Alzo una ceja—. Parece que por una vez concuerdo con el código de
vestimenta.
—Estás perfecto.
Tranquilo, Finn.
Le tiendo su café a Harlow y me mira, con las cejas alzadas. —Que galante.
Ignoro esto, sin querer obsesionarme más con la conversación de cinco
minutos que tuve conmigo mismo sobre si sería raro, o le daría a Harlow algún
gran vistazo a mi cabeza si le hacía una puta taza de café. Estoy loco.
—¿Entonces a dónde vamos? —digo.
Harlow se da vuelta y nos dirige de vuelta al carro. —Pescar —dice,
subiéndose y encendiendo el motor.
Levanto la vista de donde me encuentro actualmente tratando de acomodar
mi metro noventa y tres en el asiento delantero de su carro deportivo. —¿Qué?
Comprueba sus espejos y sale del camino de entrada, metiéndose en la calle
antes de responder. —Pensé que ya que estamos aquí, y debes estar tan
jodidamente cansado de hacer lo que todo el mundo hace, podríamos hacerlo.
Además estoy segura que extrañas tu hogar —dice—. Así que, ¿por qué no darte
una pequeña probada de casa, aquí?
Debe malinterpretar mi silencio atónito, porque rápidamente agrega—: Es
decir, sé que no será lo mismo para ti, pero créeme, corazón. Será divertido.
Y, bien. Estoy un poco sin palabras. Justo cuando pienso que tengo
descifrada a Harlow, ella viene y hace algo que lo borra. —Gracias —manejo decir,
y rápidamente me ocupo con mi café.
—Y tal vez veremos algunos árboles que puedas cortar o algo —agrega, y se
muerde el labio inferior para evitar sonreír.
—¿Siquiera tienen árboles en el yate de ensueño de Barbie?
Con eso, hemos regresado a la normalidad. La pesadez en mi pecho se ha
ido, y ésta siempre envolvente tensión entre nosotros ha regresado a su lugar.
—¿Has pescado antes alguna vez? —le pregunto.
Tararea para sí misma mientras enciende el intermitente, y se funde en el
carril de al lado. —Unas cuantas veces en el norte con mi papá. Ríos de pesca, sin
embargo, nada de océanos. Nunca he atrapado nada.
—Es por eso que se llama pescar, no atrapar, Ginger Snap. Algunas veces
tienes suerte y otras no.
—Correcto. —Se mueve en su asiento y descansa su codo en la puerta, sus
dedos jugando con el final de su coleta—. Estoy muy segura que esto será muy
diferente que tu día usual de pesca, también. Asumo que tú no estás tumbado en
sillones mientras alguien te trae sándwiches y cerveza.
—Eh, no.
—Entonces dime, Finn. ¿Cómo lo hacen ustedes chicos? ¿Solo arrojan
algunas líneas en el agua y esperan?
—Algo así.
—Pero no ustedes.
Niego con mi cabeza. —Linda es un cerquero, por lo que pescamos con
redes.
—Redes, bien. —Hace una pausa, mirándome—. Espera, ¿Quién es el
capitán de tu barco?
—Ese sería yo, Einstein.
Me dio una sonrisa descarada. —¿Puedo llamarte Capitán?
—No.
—¿Puedo ser tu primera compañera? ¿Vas a frotar mis cubiertas?
Me río mientras ella se mueve en su asiento. —Has perdido tu maldita
mente.
—Solo trato de hablar tu idioma, Huckleberry. —Se une a la autopista y me
ahorra una pequeña mirada una vez que estamos instalados en la vía rápida—.
Bien, tenemos un pequeño camino antes de que lleguemos a Point Loma. Es hora
de que me eduques en el arte de pescar en la isla de Vancouver.
Miro hacia el escenario pasando: la bruma de la autopista, las casas
pasando, las palmas. El cielo acaba de empezar a iluminarse en los bordes y hay
algo pacifico sobre nosotros estando aquí así. Y me doy cuenta que en cierta forma
quiero decirle a Harlow sobre mi vida en el barco. Me gusta hablar con ella, y el
tiempo que pasamos juntos es por mucho el único tiempo en el que no estoy
conduciéndome hacia una ulcera.
—Así que primero tenemos que encontrar los pesces —empiezo, mi pulgar
trazando el emblema de lujo en el salpicadero—. Eso significa localizar un grupo
en el agua. Luego dejamos caer las redes y rodeamos el grupo. Cuando los peces
están rodeados, cerramos el fondo y los peces quedan atrapados en su interior.
Concepto básico, pero hay un montón de cosas además de eso. Cuando no estamos
en realidad pescando, alguien tiene que comprobar la línea y la línea de flotadores,
las líneas de plomo, asegurarse de que no hay agujeros en las redes, así como el
esquife de energía y todo el otro equipo eléctrico e hidráulico. El esquife utilizado
para tirar de las redes hasta que se ejecuta en el equipo impulsado por el motor
auxiliar. Es por eso que tenemos que tener los dos motores en funcionamiento y
por lo qué es tan devastador cuando uno se cae. —Hago una pausa y la miro de
nuevo, ciertamente debe haberse aburrido. No lo ha hecho—. ¿Aún estás
escuchando? Eso es un milagro.
—Bueno, no es como twittear o mover papeles en NBC —bromea—. Pero
estoy un poco fascinada por lo que haces todo el día. Siéntete libre de agregar los
pequeños detalles, si quieres, como ustedes chicos hacen todo eso sin camisa y el
océano rocía sus músculos así reluces en el sol. Solo para ayudar un poco con lo
visual.
—Mantendré eso en mente.
—Asumo que tus días son muy largos, ¿eh?
—Se empieza a trabajar cuando sale el sol, paramos cuando no está.
Normalmente yo estoy antes del amanecer, sin una alarma, pero juro que mi reloj
interno es un desastre aquí. Bien —digo, sonriendo alrededor de mi copa de café—,
al menos tú estás en el porche al amanecer para despertarme.
Seguimos así mientras el hermoso paisaje se aleja más allá de nosotros, y
antes de darme cuenta Harlow se ha estacionado y apagado el motor.
—Bueno, y mira, el sol está aquí para saludarnos.
Miro por el parabrisas y señaló al barco de catorce metros atracado en el
puerto. —¿Allí es donde estaremos hoy?
—Eso es correcto, Capitán.
Le doy una juguetona mirada regañona y entonces digo—: ¿Estás lista para
ser educada, Ginger Snap?
Se ríe y deja caer sus llaves en su bolso. —Estoy lista para lo que sea que
tengas, Dulzura.
Traducido por Melanie13, florbarbero & Beluu
Corregido por victoriavergara

El barco se ve enorme, pero Finn sube como si estuviera entrando a un bote


de mala muerte. ¿Es mi imaginación, o parece más alto en la cubierta? Lo miro
mientras habla con el capitán, frotando distraídamente mi dedo sobre mi labio
inferior, recordando sus dientes cuando me besó en lo de Oliver hace dos días.
Juro que mi pulso no se ha calmado, porque no fue sólo un beso, fue una
confesión. Ese beso me dijo que no era la única que se movió al territorio de los
sentimientos. Ahora mi mente es una pila de pensamientos desconocidos: Si ambos
sentimos algo, ¿vamos a tratar de comenzar una relación? Finn argumentó en
contra de cada idea que tuve para rescatar su acuerdo, pero si firma con el Canal
de Aventuras, no podemos estar juntos, de acuerdo al contrato. Y si rechaza el
programa de televisión, lo más probable es que pierda el negocio familiar e,
igualmente, no estaría en el mejor estado de ánimo para una nueva relación.
Conforme el motor resopla y nos aleja del puerto, adentrándonos al mar
abierto, mi cerebro es un desastre, mi cuerpo está en llamas por esta versión de
sexy pescador de Finn —que, vertiginosamente recuerdo, es el Finn de todos los
días—… y no tengo idea de cómo manejar una caña de pescar tan grande como la
que me pasa.
Me la entrega en silencio, dándome una palmadita condescendiente en la
cabeza mientras nos acercamos para escuchar a los lineamientos de seguridad
junto a las otras docenas de turistas reunidos en la cubierta. Esperaba que Finn se
distanciara durante esto, o que se alejara para revisar el barco, pero luce fascinado.
No distingo si es porque está viendo cómo la pesca deportiva se maneja a nivel
profesional, o porque está así de enamorado de la pesca. Pero me encanta que no
actúe como si esto fuera inferior a él. Está emocionado, incluso para este pequeño
viaje de medio día.
Cuando el capitán Steve terminó su discurso, encontramos un lugar en la
esquina trasera de la embarcación, Finn trabajando silenciosamente con el viento
azotando contra su pecho. Acomoda nuestras cañas, ajusta mi carrete, y luego se
va, diciéndome que “aguantara”. Unos minutos más tarde, Finn vuelve con un par
de botas en una mano, y una gorra de béisbol con el logotipo del barco en la otra.
—Se pone complicado —dice. Me entrega las botas y coloca la gorra en mi
cabeza, con cuidado de sacar mi cola de caballo por la parte de atrás,
susurrando—: Ahí —una vez que acaba. Sus ojos color avellana bajan hasta mi
boca, como si considerara besarme de nuevo, pero cuando parpadea, su mirada se
ha ido—. ¿Lista?
—¿Para patearte el culo en la pesca? —pregunto, tirando de la parte de
enfrente de mi gorra sobre mis ojos, antes de entrar en las botas gigantes—. Puedes
apostarlo.
Se ríe, moviendo la cabeza. —Está bien, has oído al capitán decir todo esto,
pero seguro que pensabas en mi cuerpo desnudo, o en la compra de nuevo
producto para el pelo, así que te lo recuerdo: Este barco pesca halibut, rockfish, y
robalo. El halibut puede ser bastante grande, pero no te preocupes —me da una
gran sonrisa—, te ayudaré a sacarlos.
—Supongo que sabes que voy a clases de kickboxing regularmente —le
digo, actuando ofendida—. Y surfeo.
—Sí, pero no los vas a sacar con las piernas. —Agarra mi delgado brazo y lo
sacude como un ala de pollo, antes de tomar mi caña de su soporte y lanzarla al
agua. El anzuelo en el extremo aterriza con un ruido sordo y pesado, y Finn sonríe
cuando me entrega la caña—. Ponlo en el soporte. Tus brazos se cansarán si estás
luchando contra el agua mientras nos movemos.
Hago lo que me dice y lo veo lanzar su caña al agua. Se ve tan feliz, y estoy
confundida entre querer que cada espectador en los Estados Unidos vea esta
expresión en sus televisores gigantes de alta definición, o mantener su alegría
privada.
—¿Crees que odiarías tener una cámara enfocada en ti mientras haces esto?
—pregunto.
Se encoge de hombros. —No tanto como la idea de que el espectáculo no
sería realmente sobre la pesca.
—¿Pero qué si lo fuera? —pregunto—. ¿Qué si esa es tu condición?
Se saca su gorra y se rasca la cabeza con el dedo meñique. —Sí. No lo sé.
Creo que ninguno de los dos quiere pensar en ello después de eso, porque
nos quedamos callados, mirando el agua, los pájaros y, probablemente, más que
nada, el uno al otro.

***

Casi como si los peces sintieran que Finn los pondrá más rápidamente fuera
de su miseria de lo que yo lo haría, captura tres antes de que yo haya tenido una
picada: dos rockfish y una enorme halibut. Si dijera que me molestó que lo hiciera
estupendo y yo no, mentiría. No hay nada mejor que ver a Finn sacar un pez de
hasta cuarenta kilos a la cubierta.
Aunque eso no es del todo cierto. El sexo con Finn en esta misma plataforma
podría ser mejor... pero sólo ligeramente. El sol es cálido en mar abierto, por lo que
se ha quitado la camisa; la vista de sus bronceados antebrazos mientras saca y mete
la caña del… agua... podría causarme espontáneamente un orgasmo.
—Va a ser extraño irme, a pesar de que sólo han pasado un par de semanas
—dice, ajeno a mi lasciva, y lanzando su caña de nuevo al agua. Parpadeo,
despejando la niebla de mi lujuria por Finn, y espero escuchar lo que quiere decir.
Me parece, viéndolo hoy, que no querría nada más que volver a su vida en el agua.
—¿Extraño, cómo?
Me sorprende, diciendo: —No creo que me guste no poder verte cuando
quiera.
Esto no es para nada lo que esperaba. Esperaba que dijera que extrañaría el
clima del sur de California o los burritos increíbles o salir con Oliver y Ansel.
Quiero, más que nada, inclinarme hacia él, tomar su cara entre mis manos y
besarlo como nunca he besado a nadie, aliviada de que sea casi perfecto.
En cambio, digo—: Anoche me masturbé pensando en ti.
Se inclina, estallando en carcajadas. Finalmente se las arregla para decir: —
¿Lo hiciste?
—Absolutamente.
Cuando se endereza, puedo ver un atisbo de rubor en su rostro debajo de la
sombra de su gorra de béisbol. Eso es nuevo. —Yo también —admite.
—¿De verdad?
—De verdad
—¿Fue impresionante?
Se vuelve y me mira. —Hiciste un oral como una campeona, Ginger Snap.
—Lo haría también en la vida real. —Alcé mi barbilla orgullosa.
Lanza su caña un par de metros. —Lo harías.
Siempre esperé enamorarme y sentir nerviosismo o estar súper consciente o
abrumada. Nunca esperé que enamorarme de alguien me hiciera sentir aún más
cómoda en mi propia piel. En cierto modo quiero decirle: “Creo que te amo”,
porque sospecho que haría un suave sonido de simpatía y estaría de acuerdo en
que es un momento desafortunado.
Le echo un vistazo, hacia su ángulo, su mandíbula sin afeitar, su largo cuello
bronceado y sus brazos que me dan una extraña sensación de seguridad que nunca
supe que ansiaba. Pero ¿no lo hacía? ¿No es eso lo que mi padre siempre ha sido
hasta hace poco, no sólo mi caja de resonancia, si no también mi roca, mi guardián?
Sabía que siempre había querido a cualquier hombre en mi vida a la altura de esa
expectativa.
Me duele el pecho gracias al grado de tensión que ha crecido a partir de
reconocer que ese constante, apasionado y leal Finn es lo que siempre esperé
encontrar.
Mira a través del agua, entrecerrando los ojos, y me pregunto qué piensa. Su
pecho se levanta con una inhalación profunda y cierra los ojos mientras exhala, su
expresión mostrando qué tan desgarrado se encuentra, justo como me siento.
Sé que tengo razón cuando abre los ojos y me mira. Y es aterrador, porque si
hay algo que sé sobre mi corazón, es que no es caprichoso. Una vez que alguien se
mete dentro, se entierra profundamente allí, permanentemente.
Cuando abro la boca para decir algo —y no tengo ni idea de lo que voy a
decir, pero la emoción sincera ha subido en mi garganta—, mi caña es sacudida
frente a mí, la mitad superior inclinándose bruscamente.
—Whoa, de acuerdo —dice Finn, sus ojos iluminándose con entusiasmo
mientras se adelanta y me guía más cerca de mi caña—. Tienes uno.
Pescar con mi padre en los ríos del norte de California, cuando era una niña
de ninguna manera me preparó para el proceso de transportar un pez en el océano.
Cuando es una trucha de nueve centímetros en un río, el flotador de pesca se
hunde en el agua y tus brazos de niña de doce años lo pueden sacar fácilmente.
Aquí necesito todos los músculos de mi cuerpo para enfrentarme a mí misma
contra esta bestia del mar. Tiro la caña y giro la bobina unos pocos centímetros,
cada uno de ellos es una victoria. A mi lado Finn grita y grita como si estuviera
atrapando a un gran tiburón blanco. Un par de hombres se reúnen detrás de
nosotros para ver, ofreciendo palabras de aliento.
—¿Quieres que me haga cargo? —grita Finn sobre los vítores.
—¡Diablos, no!
Pero ahora sé por qué se quitó la playera; estoy sudando, maldiciendo,
maldiciendo el momento en que decidí que ir a pescar a alta mar era una buena
idea. Pero hecho el primer vistazo al halibut, lo largo de los picos de su columna
vertebral, la magnitud de la misma. Estoy mareada.
—¡Mi pescado es mucho más grande que tus peces! —le grito.
Finn se coloca detrás de mí para ayudarme a tirar, haciéndose cargo de la
bobina después de unos diez minutos, cuando mi mano empieza a temblar y a
entumecerse. Ambos sujetamos la caña, tirando y tirando, y, finalmente, el halibut
sale del agua, glorioso. Brinca en la cubierta, y odio un poco esa parte, pero
entonces Finn lo sostiene y hace algo tan rápido que apenas puedo ver, y se queda
quieto. El pescado está helado por el agua cuando me lo entrega, con un pequeño
gesto que indica que lo sostenga por las branquias para que pueda tomar una foto.
Es tan enorme que tengo que usar las dos manos. Es el pez más grande que
hemos cogido hasta ahora, y la sensación es increíble, aunque no es tan bueno
como cuando Finn me mira al levantar su teléfono.
—Sujétalo más arriba, bebé —dice en voz baja, con los ojos brillando de
orgullo—. Déjame ver ese pez.
Mis brazos tiemblan bajo el peso del pescado, pero lo sostengo para que él lo
pueda ver. Toma la foto y luego se traslada a mi lado, tomando el halibut y
entregándoselo a Steve para que lo etiquete como nuestro.
—¿Vamos a hablar de cómo me llamaste “bebé”? —le pregunto cuando se
agacha, volviendo a enganchar un cebo a mi caña.
Me siento más tranquila al escuchar su risa mientras se levanta y besa la
parte superior de mi cabeza.
—No.
Hago todo lo que puedo para aplacar la sonrisa ridícula que se está
formando en mi boca.
Estoy tan vertiginosa en este momento que podría estallar en una entusiasta
canción de Disney, aquí en un barco lleno de viejos hombres salados.
Cuando llegamos de vuelta al muelle, me excuso para ir al baño, pero en
realidad tengo que llamar y revisar a mamá. Hemos estado fuera toda la mañana y
parte de la tarde, sin servicio de celular. Fue maravilloso y aterrador. ¿Y si pasó
algo?
Papá responde a la primera llamada, suena relajado y tranquilo. —Oye,
tulipán.
—Hola. ¿Cómo está la reina?
—Bien —dice—. Salimos para almorzar.
—¿Así que no ha pasado nada? ¿No hay complicaciones?
Papá suspira por el otro extremo de la línea y hago una mueca de dolor,
sabiendo que sueno como una maníaca. Sus médicos nos han dicho, al menos cinco
veces, que esta primera ronda de quimioterapia debe de ser relativamente fácil
para mamá. Son las últimas rondas las que se vuelven más duras.
—Hay que mantener un ritmo —dice papá, y puedo decir que está
sonriendo pero también habla en serio. —Es un largo camino.
Suspirando, le digo: —Lo sé, lo sé.
—¿Cómo estuvo la pesca?
—Fue impresionante. Estoy enamorada.
—¿Con el deporte o con el tipo?
Es mi turno de suspirar. —Tal vez ambos.
—Bien. Trae a Finn esta noche. Le he dicho a Salvatore que voy a estar
disponible cuando Release Horizon se comience a filmar en abril.
Esta noche hay una fiesta organizada por el colega y buen amigo de papá,
Salvatore, para celebrar el lanzamiento de la nueva compañía de producción de
Sal. Release Horizon es su nuevo bebé con esperanza a ganar un Oscar, papá me dijo
que el drama se lleva a cabo en —tambores por favor—, un barco. Sinceramente,
no puedo ni imaginar a Finn en la fiesta, pero esa reacción instintiva me hace sentir
hosca y rebelde, en contra de mis propios instintos. Si Finn es uno de los míos,
entonces pertenece allí, independientemente de si conoce a alguien o no.
Además, el que papá firme para un proyecto cuyo rodaje principal inicia en
apenas más de seis meses, hace que mi corazón se eleve. Es tan optimista incluso
con lo de mamá.
Regreso al muelle, para encontrar a Finn comiendo una bolsa gigante de
papas fritas. Me ofrece algunas, y agarro un puñado. No me di cuenta del hambre
que tenía hasta que tomé un poco de esas delicias saladas con vinagre.
—¿Quieres ir a una fiesta esta noche? —le pregunto con la boca llena.
Habla a través de una boca igualmente llena de comida. —¿Qué clase de
fiesta?
—Con gente del cine. Lujosa. Con martinis y aceitunas.
Se encoge de hombros, y dice: —¿Eres mi cita?
Meto otro puñado en mi boca y asiento.
Sonríe, limpiando un poco de sal en mí barbilla. —Claro que sí, Snap.
***
Finn está vestido y esperando fuera de donde Oliver cuando lo recojo a las
siete. Está con la misma ropa que llevaba para su reunión en Los Ángeles, pero esta
noche se las arregla para parecer infinitamente mejor. Está más relajado y ha estado
claramente al aire libre durante todo el día. El Finn recién bronceado es mortal.
Se sube en el asiento del pasajero, quejándose de mi pequeño coche, y luego
me mira.
—Whoa —dice—. Sal del auto.
—¿Qué? —Me entra el pánico, miro mi vestido para asegurarme de que no
le derramé jugo de naranja cuando bebí directamente de la botella, justo antes de
correr hacia la puerta.
—Quiero verte —dice, inclinándose sobre mi regazo para abrir mi puerta
desde el interior—. Sal para que pueda verte.
—Oh. —Salgo, alisando mi vestido por mis muslos, y camino a la parte
delantera del coche. Finn no me sigue, sólo se desploma en el asiento y me mira
fijamente a través del parabrisas. Miro su boca decir “Jesús”.
—¿Qué? —le pregunto.
Sacudiendo la cabeza, dice: —Te ves increíble.
Miro mi vestido. Es color azul zafiro, el color que mejor me queda, con un
corpiño ajustado y falda con vuelo que llega justo por encima de las rodillas. Uso
tacones de tirillas de oro y, alrededor de mi garganta, un sencillo collar de oro en
forma de flecha, que mi padre compró para mi decimoctavo cumpleaños. Para ser
honesta, apenas me centré en alistarme esta noche, y me parece un poco raro que la
noche de la barra, cuando quise parecer casualmente adorable, Finn se burlara de
mí eternamente. Aquí, al estar distraída y tomando jugo de naranja como un chico
de fraternidad con resaca, en mi prisa por volver a él, parece sin palabras.
Cuando me subo de vuelta al coche, de inmediato se inclina sobre la
consola, tomando mi rostro entre las manos, mirándome por un momento, con
fuertes latidos cardíacos, antes de presionar su boca con la mía. Tan pronto como
nos tocamos, sus labios se separan levemente y exhala un tranquilo “Oh”, y
entonces se inclina más cerca, tomando mi labio inferior entre los suyos. Cuando
siento la punta de su lengua, está hecho, estoy perdida.
Mis manos están en su pelo, y quiero mucho más que casi estoy salvaje.
Quiero sentirlo junto a cada centímetro de mí. Sus sonidos son tan profundos y
tranquilos, como vibraciones que van directamente a mis huesos, fuertemente,
convirtiéndome en nada más que piezas individuales de una chica: manos que se
mueven, sangre que se eleva demasiado fuerte en las venas y piernas que se
empujan arriba de su asiento, hacia él. Me lleva a su lado, echando su asiento
hacia atrás con facilidad, y me pongo sobre él, con las piernas abiertas sobre su
regazo. Me da un tirón hacia abajo, moviéndome sobre él, y grito cuando siento su
grueso pene entre mis piernas.
Cuando gime, el sonido presiona un botón en algún lugar dentro de mí que
desata el frenesí. No me importa que estemos en un coche en medio la calle. Está
silencioso. Es de noche. Podríamos estar solos en una isla en algún lugar para que
me importara.
Siéntelo, llévalo a tu cuerpo, siéntelo. Ha pasado mucho tiempo.
Está un paso delante de mí, moviéndose entre nosotros para desabrochar
sus pantalones y empuja hacia abajo las caderas, y siento su polla desnuda en mi
muslo; la piel es, paradójicamente, cálida y suave en torno a algo tan inflexible. Sus
dedos juegan con mi ropa interior, empujándola a un lado, sin siquiera molestarse
en quitármela, sus yemas de los dedos buscan y me encuentran mojada y
codiciosa, mis sonidos indescifrables diciéndole dónde lo necesito.
—¿Estamos haciendo esto? —dice.
Asiento con urgencia y se sostiene a sí mismo para tomarme. Todo está
ocurriendo tan rápido, está hundiéndose en el fondo, y jadeamos, porque es muy
bueno.
Es tan bueno.
Su mirada atrapa la mía y el alivio en su expresión me hace sentir débil y
frágil, como vidrio soplado. He echado de menos esto, necesito esto.
Creo que lo necesito, a él.
Se sienta, besándome mojada y sucia, gimiendo contra mis dientes cuando
está dentro y gruñe esos pequeños y perfectos sonidos de aprobación cada vez que
se mueve hacia adelante y hacia atrás, susurrando, Así, y Ah, es tan bueno, y, Jesús,
bebé, no puedo... Se calla, más besos, más dientes rozando mis labios, mi mandíbula,
mi cuello. Más sonidos de necesidad. Sólo, por favor... No puedo.
Baja la mano entre nosotros, sus dos dedos suavemente acariciándome
dónde lo necesito. Un gemido rasga desde su garganta, y oigo los pequeños
sonidos que hago, rogando, casi…
—Oh, mierda, me corro —dice jadeando justo cuando estoy cayendo. Y echo
la cabeza hacia atrás y grito, porque se siente tan diferente, e igualmente, grita,
arqueándose desde el asiento y empujándose violentamente más profundo en mí,
mi cuerpo estrecho a su alrededor. Siento como si pasara una eternidad mientras
me corro, besándolo, sus manos en mi cara y sus sonidos presionando mi piel, en
mi pequeño auto sin vidrios polarizados, mientras se pone el sol en Indian
Summer.
Lo amo.
Lo amo.
Me acurruco contra su pecho, al borde de las lágrimas. Es un alivio que
apenas puedo procesar. Volver a estar con él así, incluso si es en el asiento
delantero de mi auto, con la falda de mi vestido arrugada a mí alrededor. Se siente
tan robusto, su corazón golpeando contra mi oído.
Finn se sacude dentro de mí, su aliento erizando mi pelo. —Harlow —dice
en voz baja, exhalando bruscamente.
—Lo sé —concuerdo—. Mierda, fue increíble.
—No... —Agarra mis hombros, así que estoy sentada en verticalmente, y
siento la presión de él, que sigue duro, todavía dentro de mí—. Bebé, no usamos
nada. —Su rostro está tan cerca del mío, sus ojos analizadores y ansiosos—. No
tengo un condón.
Me quejo y empiezo a levantarme, pero luego me detengo, reconsiderando
nuestro atuendo. Realmente no quiero ser Monica Lewinsky en la fiesta con este
vestido azul. —¿Me puedes alcanzar un pañuelo de la guantera?
Asiente, llegando a mí alrededor, y de alguna manera arreglándoselas para
tomar uno. Es un momento tan real, y de tal marcado contraste con la follada
salvaje de hace un minuto, que me siento un poco mareada. Cuando me muevo
para apartarme, me alcanza, tocando con dos dedos mi mandíbula, y susurrando—
: Shh, espera, espera, espera. Ven acá.
Me apoyo en él, cerrando los ojos y cediendo a la sensación de fundirme en
él mientras gime, colocando su mano en mi cabello para mantenerme cerca. Su
lengua acaricia la mía, más suave ahora. Mi corazón golpea mi esternón por el
esfuerzo, y la adrenalina aumenta mi pánico inminente.
—¿Estás bien? —dice contra mi boca.
Asiento. —No puedo creer que lo hicimos.
—Yo tampoco.
—Creo que deberíamos limpiarnos antes de la fiesta.
Ajustamos nuestra ropa y salimos del auto. De vuelta en la puerta principal,
saca las llaves del bolsillo, incapaz de mirarme a los ojos cuando pregunta en voz
baja: —¿Estás tomando la píldora?
—No. —Trato de hacer los cálculos para averiguar dónde estoy en mi ciclo,
creo que debo tener mi periodo en unos días, aunque no quiero lidiar con las
implicaciones potenciales de tener relaciones sexuales sin protección. Quiero
quedarme en el lugar feliz, con las extremidades gelatinosas por la dicha y mi
admisión recién descubierta de que estoy totalmente enamorada de Finn Roberts.
—Todo va a estar bien —le digo, sin absolutamente ninguna prueba de ello.
Se siente bien decirlo, y tan pronto como lo hago, me siento segura. ¡Estará bien!
¡Todo estará bien!
Asiente y camina dentro, llevándome por el pasillo hasta el pequeño cuarto
de baño al lado de la habitación en la que se ha estado quedando. Me giro y miro a
través de la puerta de la habitación abierta, mientras se detiene y agarra una toalla
del armario del pasillo. Su maleta está abierta en la cama, llena de ropa
cuidadosamente doblada.
—¿Te vas mañana?
—Tal vez —dice. Y luego—: Bueno, probablemente no. No lo sé. —Asiente
hacia el baño, indicándome que lo siga dentro.
Enciende el grifo de agua caliente, sosteniendo su mano debajo, hasta que el
agua se calienta, y luego moja la tela. —Ven acá.
Lo veo llegar debajo de mi vestido, y cierro los ojos mientras su mano se
desliza por el interior de mi muslo, en torno a mi cadera, y desliza mi ropa interior
por mis piernas, hasta las rodillas. Jadeo cuando desliza suavemente el paño
caliente entre mis piernas.
—¿Está bien? —pregunta.
—Sí. —Más que bien. Cielos—. Se siente muy bien.
Llega debajo de mi vestido con la otra mano, envolviendo sus dedos
alrededor de mi cadera y presionándome. —Me refiero a ti. ¿Estás bien?
—¿Estás tú bien? —digo en respuesta.
Me mira, con una sonrisa genuina arrugando las esquinas de sus ojos. —Sí,
estoy bien.
—¿Incluso si me dejaste embarazada?
—Sí. Lo resolveremos.
Trago, asintiendo. —Entonces estoy bien, también.
Su expresión se compone y exclama: —Dime que no fue sólo sexo para ti.
Abalanzándome sobre él, deslizo mis manos por su pelo y lo tire hacia mí.
—Todo se salió del camino de “sólo sexo” hace un tiempo. Creo que es por eso que
quería parar. Hay mucho más en juego. Para los dos —agrego.
Inclina la barbilla para mirarme. —¿Vamos a tratar de hacer esto de todos
modos? Quiero decir… —traga nerviosamente—. Me gustas mucho, pero no es
sólo eso.
Me muerdo el labio, con ganas de descargar toda mi angustia acerca de las
últimas dos semanas: mi preocupación por mi madre, el usar a Finn como una
distracción, y luego envolverme tanto en él que temía me gustara mucho más de lo
que cualquiera de nosotros pudiese manejar. Y ahora me está diciendo que
también me quiere. Cierro los ojos, pensando en el programa de televisión, y la
estipulación de no estar en una relación, con la meta apenas disimulada de que
encontrase un romance en pantalla. Ahora el camino más fácil para salir adelante
—firmar para el espectáculo— haría una relación entre nosotros imposible. Incluso
si él rechazara el programa y se fuera a casa a tratar de salvar el negocio, nunca nos
veríamos porque estaría trabajando incluso más que ahora.
—Te quiero tanto que siento que no puedo respirar —dice, apretando la
mano alrededor de la parte posterior de mi muslo, así que lo miro—. He estado
tratando de concentrarme en todo lo que sucede en casa, pero no puedo pensar en
otra cosa que no sea esto.
—Quiero esto también —le digo—. Sólo que no estoy segura de cómo
funcionará.
Se pone de pie, besando mi mandíbula e intencionalmente
malinterpretándome, cuando dice: — Podríamos saltarnos la fiesta y te mostraré.
Empiezo a responder: —Absolutamente. —Pero hago una pausa. Algo hace
clic, como una cerradura girando en mis pensamientos. Hay una manera de salvar
su negocio sin que tenga que hacer el espectáculo, y ha estado justo en frente de mí
todo este tiempo.
***
Entramos a la fiesta, agarrados de las manos. Algo ha cambiado entre
nosotros, y es tan dolorosamente tierno que quiero lanzarme a él cada vez que me
mira, o me habla, o pone su mano alrededor de mi espalda y enlaza sus dedos
alrededor de mi cadera como si fuera sólo suya.
Papá, quién vino aquí solo, nos ve mientras caminamos a la cocina y se
excusa de la conversación en un grupo pequeño, para venir saludarnos. —Debes
ser Finn —dice, tendiéndole la mano—. Soy el padre de Harlow, Alexander Vega.
Sólo dos chicos con los que he salido han conocido a mi padre, y
tartamudearon todo el tiempo, ansiosos. En cierto modo, es comprensible. Por un
lado, mi padre ha ganado dos premios de la Academia, y es un nombre bastante
conocido para ser un director. Pero también es alto y musculoso, y perfectamente
capaz de ser intimidante cuando quiere.
Pero en este momento, puedo decir que no quiere serlo. Y no importa de
todos modos, porque Finn, quién es ciertamente enorme en comparación, lo saluda
con un apretón firme, una sonrisa de confianza y un “Muchas gracias por
invitarme”.
Mi padre pone un brazo alrededor de los hombros de Finn y lo lleva más
adentro en la sala, para presentarle a algunas personas. Papá inclina la cabeza
hacia mí, indicándome que, por supuesto, me una a ellos, pero prefiero verlos
saludar a los colegas de papá y hacer esa cosa de “unión masculina” que nunca he
visto a mi padre hacer con un chico al que haya besado mucho.
Esa cosa de unión masculina es exactamente lo que necesito que pase esta
noche.
Me dirijo a la cocina para tomar una copa y saludar a las hijas de Salvatore.
Son seis y ocho años mayor que yo, y aún viven con sus padres; Valentina y
Ekaterina Marín son dos de las “niñas” más mimadas que he conocido en la
industria cinematográfica, pero es más fácil sólo ser amable, que evitarlas, porque
papá y Sal trabajan juntos en más de la mitad de sus proyectos.
Beso a cada una de ellas en la mejilla y sonrío, Valentina huele a Chanel, y
Ekaterina huele a algo nuevo... Prada Infusion d'Iris, tal vez. Su pelea más
importante fue hace dos años, cuando no se hablaron por tres meses, y fue por cuál
reclamaría a Chanel Nº 5 como su aroma.
Así es como Finn solía pensar que yo era.
—Tu novio seguro que es algo —dice Valentina, levantando la barbilla en
dirección a Finn.
Me sirvo un vaso de agua con gas. —Lo es.
—Fuerte —ronronea.
—Me encantan los obreros —añade Ekaterina.
Oh, aquí vamos. Miro de vuelta a la habitación hacia Finn y sé exactamente
cómo lo detectaron, a pesar de que lleva pantalones y una camisa de vestir: Luce
fuera de lugar aquí. Es musculoso en una manera que resiste a la tendencia esbelta
Hollywood, su cabello muy corto, y las piernas firmes, sus hombros anchos, como
si constantemente se afirmara contra una ola entrante.
—Es dueño de un negocio de pesca —les digo.
—Ooooh —arrulla Ekaterina—. Lindo.
Finjo una sonrisa que resulta genuina cuando su padre entra en la cocina, e
inclino la cabeza hacia él cuando besa mi mejilla. Sus hijas pueden ser
insoportables, pero Salvatore es como un segundo padre para Bellamy y para mí.
—¿Y cómo está mi niña querida? —pregunta.
—Estoy muy bien. Felicidades de nuevo por el nuevo negocio, Fancypants.
Debes estar muy contento.
—Lo estoy. También he estado intentando conseguir que tu padre suba a
bordo para Release Horizon.
—Suena como si ya estuviera allí —le digo.
—Ahora sólo tengo que conseguir que tú trabajes para mí y el mundo será
perfecto.
Tomo una respiración profunda y digo: —En realidad, Sal, quería hablar
contigo acerca de eso...
***
Finn me presiona contra la pared afuera de mi apartamento, gruñendo en
mi cuello mientras intento encontrar mis llaves. Casi nos salimos de la carretera
cuatro veces en el corto trayecto de regreso a mi casa, porque su mano se
introducía bajo mi vestido, su boca estaba mi cuello, sus dedos guiando a los míos
hasta su regazo cuando sacó su polla libre, susurrándome que lo toque.
Conseguirás que te folle sucio, Harlow. ¿Me chuparás cuando lleguemos allí?
Él se encontraba caliente y resbaladizo cuando deslicé mi mano hasta el
fondo de su longitud. Lo acaricié hasta que levantó sus caderas desde el asiento,
gruñendo en voz baja cuando mi mano se deslizaba sobre la cabeza de su polla
mientras conducía con la otra mano. Lo llevé al borde: jadeante y tenso, y entonces
estacionamos frente a mi edificio.
Él gimió, aquietando mi mano. —No en el auto de nuevo.
El sonido metálico de las llaves hace eco por el pasillo cuando las encuentro
en mi bolso, y, aún presionándose contra mí, Finn las agarra de mi mano, abriendo
la puerta y empujándome dentro. Estoy con mi espalda en el suelo solamente una
fracción de segundo antes de que suene un portazo por el apartamento.
Finn se cierne sobre mí como un depredador, inspeccionando su presa.
Deslizo mi mano por su cuerpo, agarrando su polla gruesa e inflexible a través de
sus pantalones de vestir, decidida a terminar lo que había empezado en el auto.
Pero él parece haber recuperado el control, y toma a mi mano, alejándola.
—Cuando te conocí en el bar en junio —dice, su mirada viajando desde mis
labios a mi cuello—, te acercaste a mí y me miraste de arriba abajo como si
estuviera en una subasta, y luego te sentaste a mi lado y dijiste “Me encantaría un
chupito de tequila”. Era como si un líquido se derramara lentamente desde esa
silla. Estabas tan jodidamente hermosa.
—¿Cómo un derrame de petróleo?
Pasa una mano por su cara, sus ojos arrugándose con mi sonrisa favorita de
Finn. —Exactamente. Sólo sabía que nunca sería capaz de limpiarte. —Nos reímos
y luego su expresión se compuso—. Nunca he sido capaz de ser yo mismo con
nadie, no de la manera en que soy contigo. —Se inclina, y me besa—. Me imaginé
que sólo querías follar, así que es el único lugar al que mi mente fue. No pensé que
encajaríamos de esta manera.
—Yo tampoco —admito en voz baja—. Supuse que eras como cualquier otro
chico y me decepcionarías con rapidez.
—Eso todavía puede suceder —dice, besándome a lo largo de la
mandíbula—. Sólo podría tardar un poco más.
Lo que está haciendo se siente tan bien, sólo sus labios en mi garganta y los
dedos disimuladamente levantando mi vestido a lo largo de mis caderas. —
Tómate todo el tiempo que necesites —murmuro.
Habla mientras me desviste. —¿Te gustó verme en la fiesta de esta noche?
Uno de mis zapatos, y luego el otro, golpean el suelo.
—Sí. —De hecho, me encantó. No parecía completamente en su elemento,
pero fue lo suficientemente valiente para probarlo, por mí. Puedo decir que, eso es
lo que hacemos por el otro. Tratar de descubrir un terreno común y vivir allí.
—¿Te referiste a mí como tu novio con las imitaciones de las Kardashian en
la cocina?
Debajo de mi vestido, sus manos se deslizan hacia arriba, deteniéndose en
mis caderas antes de agarrar y tirar mi ropa interior por mis piernas. Demasiado
lento para mi estado de ánimo.
Me presioné contra su toque. —No me referí a ti de esa manera, pero tus
fanáticas parecían decepcionadas de que pudiéramos serlo.
Me rueda ligeramente, para llegar a mis espaldas y abrir mi vestido. —¿Les
confirmaste que no estoy disponible?
—Ellas lo sabían —le digo, arqueándome para que pueda deslizar mi
vestido por mi cuerpo. Cuando estoy completamente desnuda, y él me mira como
si yo fuera la cena de Acción de Gracias, las Joyas de la Corona y una modelo de
Playboy, todo en un solo cuerpo desnudo, agrego—: Podían decirlo por la forma en
que me mirabas.
Resopla, desabrochándose la camisa de vestir. —¿La forma en que te
miraba?
—Sí.
Se quita su camisa y se inclina hacia atrás, por encima de mí. —¿Y cómo te
miro?
Sus brazos se presionan contra el algodón de su camiseta, que de alguna
manera parece que apenas puede contener su bíceps y su ancho pecho. La forma
en que la camiseta se encuentra levemente introducida en la parte delantera de sus
pantalones negros de vestir... dulce Jesús.
Pasa una palma por mi estómago y extiende su gigante mano a través de
mis costillas. —¿Snap?
—Shh, Poodle. Estoy teniendo un momento con Johnny Castle en Dirty
Dancing justo ahora.
—¿Eso es algo bueno o algo malo? —pregunta, inclinándose para lamer mi
cuello.
—Llevaba una sandía1 .
Él se aleja y me mira antes de agacharse para oler mi aliento. —¿Cuán
borracha estas?
—Por el amor de Dios, hombre, no estoy borracha. Desnúdate o pon esa
boca entre mis piernas.
Espero que sea un buen chico y cumpla —ha estado tan bien esta noche—
pero se niega.
De pie, toma mi mano y me levanta, envolviendo sus brazos alrededor de
mi cintura. —No te follaré en el suelo —dice.
—Entonces, ¿por qué me pusiste allí?
—Impaciencia. Tal vez torpeza.
Me río. No hay ni un hueso torpe en el cuerpo de Finn, pero definitivamente
hay 206 impacientes.
Me lleva por el pasillo hasta mi cuarto, pasando el armario del pasillo sin un
segundo vistazo.
—¿No vas a atarme esta noche?
Niega con la cabeza.
—Pero me gusta.
Oigo su risa silenciosa. —A mí también me gusta. Simplemente no quiero
hacerlo cada vez que estemos juntos.
—Voy a poner mis manos sobre ti —digo, como si fuera una amenaza.
—Ese es el punto. —Se gira, inclinándose para besar mi cuello e inhalar
lentamente, oliéndome.
Estirando mi mano, libero su camisa de sus pantalones. —Entonces la
cuerda no es en realidad para hacerme esclava, es…
—A veces, sí —admite, chupando el punto de mi pulso—. Me gusta la
libertad que me da para tocarte como quiera. Creo que ambos sabemos que soy del
tipo controlador.
Me río, pero se convierte en un gemido cuando pasa su mano por mi
hombro, y a través de mi pecho.
—Pero también me gusta ver la evidencia.

1Referencia a la película Dirty Dancing, donde la protagonista femenina Babe, mantiene una charla
con el protagonista masculino Johnny sosteniendo una sandía en la mano.
Muerdo mi labio, sonriendo mientras desabrocho su cinturón y sus
pantalones y luego los bajo por sus caderas. —¿La evidencia?
Observa mi boca, saliendo de sus ropas. —Me gusta dejar marcas. Me gusta
verte mojada, y observarte caminar diferente en la mañana porque te follé tan bien
que tus piernas no funcionan correctamente. —Finn desliza su lengua por mi
garganta, haciéndome estremecer—. ¿La forma en que lucías la mañana en que te
vi en Starbucks? Nunca volverás a lucir así luego de una noche conmigo.
Dejo salir un aliento entrecortado cuando chupa con fuerza mi hombro,
dejando una marca. —Me gusta ver lo que te hago —dice—, especialmente a ti,
porque puedo ver cuánto confías en mí, y me vuelve loco ver lo bien que puedo
hacerte sentir. La cuerda es simplemente algo con lo que estoy muy, muy… —Alza
su cabeza de mi cuello y besa mi boca, mi mandíbula, mi mejilla y la deja sobre mi
oído, susurrando—: Muy cómodo.
—Oh. —Oh, dulce señor. Estoy dolorida y mi piel está sonrojada. Juro que si
me toca entre las piernas una vez más, estallaré como una bomba—. Tan posesivo
—balbuceo, arqueando mi cuello para darle un mejor ángulo.
—Sí —concuerda—. Exactamente eso. —Estudiándome, me guía para que
me recueste en su cama y se arrastra sobre mí. Es enorme en el cuarto oscuro, un
planeta colgando sobre mi cabeza. Lentamente, inclina su cabeza hacia mi pecho,
lame mi pezón, chupando y jugando con mis pechos hasta que las puntas están
hinchadas y doloridas, sonrojadas y calientes—. Así —susurra, inclinándose para
lamer, succionar y tirar del pico entre sus labios un poco más, hasta que mi piel
brilla en la habitación en sombras—. Estos me gustan mojados y duros…
Se inclina de nuevo, mordiendo justo debajo de mi pezón. Sus dientes
presionan más duro y más cortante hasta que la única sensación de la que soy
consciente es la línea aguda entre ellos, la presión y el delicioso dolor, dolor, dolor...
—¡Ah! —grito, y justo cuando creo que va a hacer que sangre, se retira,
pasando su lengua sobre la mordida, besándola dulcemente.
—¿Se siente bien? —ronronea contra mi piel.
Estoy a punto de contestar “Demonios, no”, cuando el dolor es reemplazado
por una sensación como nada que alguna vez haya experimentado: el calor
palpitante y el placer intenso se mezclan. Su mordida ha creado un pequeño punto
de hambre insaciable en mi pecho. Quiero que su boca vuelva allí, chupando,
calmando y mordiéndome más.
—Más —consigo decir.
Los ojos de Finn parecen brillar con victoria por mi reacción —mis manos
tirando de su rostro hacia mi pecho, mi espalda arqueada contra la cama—, y muy
cuidadosamente muerde, dejando surcos profundos en un diseño intrincado por
todo mi pecho. Alrededor de mis pezones y en la curva llena debajo. Por los
costados, y por la suave pendiente justo arriba de las puntas doloridas.
Besa cada punto, lamiendo y succionando hasta que mi piel brilla, y estoy al
borde de gritar. Sube mi mano para que pueda sentir cada pequeña hendidura. —
Tócalas —dice, arrastrando sus dientes desde mi hombro hasta mi brazo—. Dime
cómo se siente cuando te lamo.
Los pequeños surcos me recuerdan las marcas de cuerda, pero de alguna
manera son más íntimos. Estas marcas rojas que le dicen a la habitación, al cielo, y
a la luna llena afuera, por tan sólo un pequeño momento, que le pertenezco. Que
mi cuerpo es suyo.
No quiero que desaparezcan, y puedo adivinar que él tampoco cuando
vuelve a la primera, poniendo su posesividad de vuelta en mi piel.
Necesito su cuerpo presionado al mío, cubriendo mis pechos para que el
soplo de su aliento en las puntas no me haga gritar, y quiero el suave y mojado
deslizamiento de su lengua sobre las sensibles marcas de mordida. Me siento
abierta, devorada y vaciada, llenada con un deseo tan consumidor y profundo que
puedo sentir cuán cálida y suave estoy debajo de él, lista para tirarlo sobre mí.
Dentro de mí.
Me chupa mientras sus manos están ocupadas en otro lado, y oigo el crujido
de un paquete de condón y el sonido mojado de su lubricante mientras coloca el
látex por toda su longitud.
—Dime si es demasiado —dice contra mi piel mientras se posiciona y
presiona su pecho contra el mío, deslizándose dentro de mí de un golpe largo y
suave.
Podría estar gritando, maldiciendo, o rogando; no lo sé. Mi piel está
dolorida por la fricción pero aterrorizada por ello al mismo tiempo. Es una tortura
divina. Las marcas de las mordidas están palpitantes y calientes, y mi pecho está
tan mojado que Finn se desliza encima de mí, gimiendo mientras entra y sale. Oh,
Dios. El roce de su piel sobre mis pechos quema y duele, es placentero y
tranquilizador, y cuando aleja su pecho necesito que vuelva. Tirando de él sobre
mí, le ruego que vaya más rápido.
Por favor…
—Dime cómo se siente —dice en tono áspero.
—Se siente… se siente… —Mis pechos están pulsando con cada latido de mi
corazón, y están tan sensibles que estoy segura de que podría pasar su lengua por
la punta y…
Finn se inclina y presiona su lengua justo debajo de mi pezón, y la desliza
hacia arriba mientras se empuja profundo y comienza a follarme con esos
pequeños golpes perfectos. Grito, aferrándome a él.
Se siente como si fuera tuya.
Su lengua tranquiliza el dolor pero me hace arquearme, me hace rogar y
rogar para que sus caderas se muevan más rápido y su boca moje más mis pechos
y para que por favor,
Por favor,
Por favor,
Por favor haga que me corra.
Hace un sonido contra mi piel justo cuando tiro debajo de él, jadeando. Su
sonido es mitad risa, mitad gemido emocionado, y en un instante lleva mis manos
sobre mi cabeza, inmovilizándome, trabajándome con sus caderas y su boca hasta
que está destrozándome.
Estoy llenándome de placer, trepando, con mi piel sonrojada, cálida y
mojada, y luego estoy gritando su nombre, consumida por el delicioso placer
pulsante hasta que no puedo diferenciar entre toques. Sólo es Finn sobre mí, el
placer desgarrándome, y sus suaves sonidos roncos de ánimo. —Eso es. Eso es. Oh,
mierda, te estás viniendo. Oh, mierda.
Es extraño perder tu mente, pero eso es lo que me hace; en estos momentos
de felicidad salvaje, cuando acabo de venirme y él está perdiéndose en mí, todo lo
demás en el mundo desaparece. Las estrellas podrían caer, el océano podría arrasar
con la tierra, y yo ni siquiera me daría cuenta hasta mucho tiempo después de que
Finn redujera la velocidad de sus caderas y deslizara su mano por mi pierna y mi
costado, hasta que tomara mi mandíbula, acunándola y diciéndome que nunca ha
querido nada de la manera en que me quiere a mí.
De hecho, si el mundo terminara esta noche, supongo que no lo oiríamos
hasta la mañana. Finn sale de la cama sólo el tiempo suficiente para deshacerse del
condón y volver con una toalla mojada, limpiando el lubricante en mi piel para
poder hacer algunas de las cosas más malvadas con su boca entre mis piernas.
Su lengua me lame, me roza con sus dientes y gruñe como un animal
salvaje, extendiendo mis piernas con una mano aferrando mi muslo, colándome un
dedo con la otra. Y siento el significado depravado de la frase comiéndosela. Él está
devorándome.
Y luego, con sus ojos fijos en mi cuerpo, desliza sus dedos más abajo y hace
algo inesperado, y la única forma en que sabe que me gusta es por el grito cuando
me vengo con más fuerza contra su boca de lo que jamás me he venido.
Finn besa mi muslo, mi cadera, mi ombligo, diciendo: —Jodido infierno.
Y luego me empuja contra el colchón, poniendo mis pies en el suelo para
poder inclinarme sobre la cama.
—¿Ya estás adolorida, chiquilla sucia? —pregunta silenciosamente,
abriendo un nuevo condón con sus dientes.
Me giro para mirarlo sobre mi hombro, alzando mi barbilla en desafío. —
No.
—Bien.
Porque cuando se posiciona y empuja tan profundo que colapso contra la
cama, sé que va a follarme, sucio y duro.
Es como en Las Vegas de nuevo: salvaje, con su palma en mi trasero y su
otra mano tan enterrada en mi cadera que ya veo los pequeños moretones que sé
que encontraré mañana. Pero finalmente reconozco a Las Vegas por lo que fue: No
fue su follada “normal” con una extraña, Finn siendo dominante y duro. Fue Finn
sin ataduras, Finn al desnudo conmigo, su extraña perfectamente sincronizada. Sé
que con alguien más habría sido cuidadoso esa primera noche —hubiera ido más
lento, con palabras más suaves y caderas ligeras—, pero eso no podía serlo
conmigo.
Sólo podía hacerlo salvaje porque sentía lo que yo sentía: esa rienda suelta
que viene cuando conoces a la persona que te libera.
Finn nos baja al suelo, pasando su mano por mi columna sudorosa, y luego
siento su propio pecho sudoroso presionarse contra mi espalda mientras se curva
sobre mí, entrando de nuevo, e inmediatamente cabalgándome rápida y
fluidamente, sus manos codiciosas acunando mis pechos.
Es insaciable en el suelo, contra la pared, en la cama con mis piernas en sus
hombros. Es así, bajo el firme toque de sus dedos, que me derrumbo con un grito y
sus dientes contra mi tobillo. Sé que está cerca de su propia liberación porque frena
sus empujes, tarareando contra mi pierna.
—¿Qué quieres que haga? —pregunto, deslizando mi mano por su pecho
sudoroso y bajando mis piernas a sus costados.
—Se siente malditamente asombroso —dice a través de respiraciones
pesadas, inclinándose para besarme—. Quiero venirme, pero tampoco quiero.
—No hay apuro —ronroneo, tirando de él hacia abajo para que su pecho
esté presionado contra el mío.
—Tuve una probada de ti desnuda, más temprano —admite
silenciosamente—. ¿Tienes alguna idea de cuán bien te sientes sin este maldito
condón? No puedo parar de pensar en cuán cálida y dulce eras.
¿Cómo es posible que haya olvidado lo que hicimos en el auto? Una mezcla
de anhelo y ansiedad oscurece mis pensamientos.
—Es como si tratara follarte hasta que esta cosa desaparezca. —Ríe contra
mi hombro y comienza a moverse de nuevo. Recuerdo cuán cálido se sintió, cuán
suave.
Quiero sentirlo, también.
Empujo su pecho, por lo que sale de mí, y me estiró por él, sacándole el
condón.
—No, Harlow, no me refería a…
—Shh, lo sé —digo, buscando la toalla húmeda en la cama y utilizándola
para limpiarlo a él, esta vez—. Ven aquí.
Me recuesto, tirando de sus caderas más alto, sobre mi rostro. De todas las
cosas que me ha hecho, nunca se ha permitido correrse de esta manera.
Con sus rodillas en el colchón a mis lados, se desliza cuidadosamente se
entre mis labios, y dentro de mi boca.
—Mierda. —Gime, cerrando sus ojos—. Vas a arruinarme.
Al principio da empujes cortos y tentativos, hasta que está mojado,
hambriento, y tan duro contra mi lengua que no puedo evitar hacer pequeños
ruidos desesperados mientras se mueve más profundo. No hay nada en este
mundo que quiera más en este momento que observarlo comenzar a subirse
lentamente, con sus manos apoyadas contra la pared y la cabecera, su pecho
temblando con sus suspiros entrecortados. Deja salir un ahogado “Cerca”.
Deslizo mis manos por sus muslos y hacia el medio, rodeando su base y
detrás de sus bolas con ambas manos.
—Sigue haciendo eso y voy a venirme en tu boca —advierte.
Aprieto mis manos, succiono más fuerte y él arquea su espalda,
hinchándose contra mi lengua y viniéndose con el maldito gemido más caliente
que jamás he oído en mi vida. Se queda sobre mí, sudor goteando de su frente a la
almohada al lado de mi cabeza, observándome con sus fosas nasales ensanchadas
y sus ojos salvajes, mientras lo lamo y lo beso.
Alejándose lentamente, vuelve a sentarse en sus pies sobre mí, recuperando
el aliento. —Mi Dios.
Su pene descansa pesadamente en mi pecho, y me siento completamente
destrozada, de la mejor manera. Estoy agotada, no siento mis huesos, estoy
sudada, y probablemente soy la mujer más satisfecha en la historia de las
relaciones sexuales.
Bajando por mi cuerpo, Finn parece mucho más serio. Inspecciona
cuidadosamente mis pechos en la tenue luz que se filtra por la ventana de la
habitación. Sus dedos viajan por las marcas de mordida casi desaparecidas. —
¿Estás bien?
—Sí.
Desciende, cubriendo mi pecho con pequeños besos húmedos. —Necesitaba
esto, esta noche.
—Yo también lo necesitaba —digo bruscamente, exhalando un aliento
enorme—. Es aterrador cuánto lo necesitaba.
—¿Estás bien? —pregunta, alzándose sobre mí en la oscuridad—. ¿Necesitas
más?
—Estoy perfecta. —¿Podía hacerlo de nuevo? Santa mierda.
Se inclina y besa la punta de mi nariz, como si pudiera ver cada uno de mis
rasgos en la oscuridad. —Sí.
A pesar de todas sus expresiones malhumoradas y respuestas monosílabas,
Finn es un amante sorprendentemente generoso. Estoy algo así como
conmocionada por comprender el hecho de que se alegra más con mi placer que
cuando yo lo toco.
—¿Alguien alguna vez te ha dicho que eres algo asombroso? —Culpo a mi
estado feliz por el multi-orgasmo, por la manera en que mi voz sale algo
temblorosa.
Pero predeciblemente, ríe, presionando un beso entre mis pechos. —No. —
Se pone de pie para caminar al baño y buscar un vaso de agua.
—Bueno, para que lo sepas, eres asombroso, Rayo de Sol.
Cuando vuelve, el colchón se hunde y siento el increíble calor de su cuerpo
deslizarse detrás de mí, debajo de las sábanas. Tiene cuidado de no empujarme,
pero se acurruca a lo largo de mi columna, su grueso brazo enroscándose
alrededor de mi cintura con su mano extendida a través de mi estómago con una
nueva posesión emocionante. Eventualmente, mi respiración se calma y estoy en
ese lugar delicioso justo antes del sueño, donde todo en el mundo es perfecto.
—Eres tú —susurra, y luego se inclina para besar mi cabello.
Eres tú.
Y de repente, estoy en una licuadora mental, imaginando todas las cosas que
podría haber querido decir cuando lo dijo. Sin embargo, no le toma mucho tiempo
aclararse.
—Quiero ser bueno para ti. —Me da vuelta para enfrentarlo, y me besa una
vez antes de admitir—: Sólo estoy malditamente salvaje por ti.
—Creo que recién acabo de verlo —susurro.
—Es decir —aclara—, el tipo de te amo de salvaje.
Siento cada gota de sangre en mi cuerpo agruparse en mi pecho, el placer y
la emoción construyéndose, y luego explotan en mis extremidades en una loca
corriente de adrenalina, alivio y amor tan enorme, que me siento mareada.
—¿Sí? —pregunto con una sonrisa tan atontada que estoy aliviada de que
no pueda verme demasiado bien en la habitación oscura.
Pero su risa me dice que estoy equivocada y que puede verme bien. —Sí.
Consigo decírselo también, riendo contra la presión firme de su boca sobre
la mía, dura y salvaje, todo de nuevo.
Traducido por florbarbero & Jeyly Carstairs
Corregido por Daniela Agrafojo

Estoy familiarizándome con esta posición: en la cama, mi mente vagando


sin parar mientras miro al techo.
Pero esta vista es nueva, y en vez de la sombra de las palmeras en el yeso
por encima de mí, veo la brillante noche reflejada en una piscina en el patio. El
vecindario de Harlow es más silencioso que el de Oliver: No hay ninguna banda de
adolescentes jugando en el garaje en la esquina, ningún perro ladrando en el patio
de al lado, un menor número de coches pasando a cada hora de la noche.
Es tan tranquilo ―solo se escucha el suave sonido de la respiración de
Harlow a mi lado― por lo que imagino que si me esfuerzo lo suficiente, podría oír
el mar a unas pocas cuadras de distancia. Está oscuro, y ella ha estado dormida
durante la última hora, su pierna colgada fácilmente sobre mi cadera y
prácticamente cada centímetro de su piel desnuda tocando cada centímetro de la
mía. Cuando se mueve entre sueños, apretando su agarre en la sábana sobre mi
cintura, es casi suficiente para distraerme del silencio, tentándome a despertarla y
hacerla acabar de nuevo.
Casi.
Nunca he sido un gran conversador. Nunca he tenido la inclinación de
poner en palabras todas las cosas que pasan en mi cabeza. Nunca sentí la
necesidad que tienen algunas personas de llenar el silencio con una charla sin
sentido. Me da la sensación de que por lo general eso es lo que Harlow es para las
personas: quien lleva la conversación y logra sacar información hasta de la persona
menos habladora, pero nunca lo intenta conmigo. Puede charlar y bromear con casi
cualquier persona que conozco, y sin embargo, cuando estamos juntos, está de
acuerdo con mi silencio. Está bien con dejarme ser yo.
Pensé que sabía lo que éramos para el otro, pero en medio de la tensión y la
ansiedad de las últimas semanas, algo cambió. Es una complicación que no
esperaba y ahora que está aquí, la quiero. Anoche fue la primera vez que realmente
hablamos de lo que somos, pero en realidad, ¿decidimos algo? La quiero. Eso es
todo lo que realmente sé.
Harlow murmura algo en sueños y la acerco a mi lado, alejando el pelo de
su cara. Cuando estoy así de cerca de ella es fácil olvidar la pila de facturas
esperando en el barco, el equipo averiado y el inicio de la próxima temporada
acercándose más y más cada día.
Pero joder, tengo que ir a casa. He estado posponiéndolo todo lo que puedo,
pero me necesitan allí. Pertenezco allí. Pero, ¿cómo me voy ahora? Una sonrisa o
un comentario patea culos de ella y todos mis pensamientos se reorganizan,
volviéndose inadecuados, generalmente pornográficos, mientras que los más
importantes, como mi familia y las responsabilidades, quedan en el fondo.
Traté de ignorarlo. Traté de restarle importancia a la forma en que mi
corazón salta en mi pecho cuando escucho su nombre, hice mi mejor esfuerzo por
ignorar los motivos por los que pienso en ella, preguntándome que está haciendo,
preocupándome por si está bien. Pero ya no puedo más. No quiero hacerlo.
Jesús, nunca he pensado tanto sobre una mujer en mi vida.
―¿Finn?
Bajo la mirada para verla despierta. ―Estoy aquí ―le digo. La beso en la
sien, la mejilla, mi mano moviéndose por su cuerpo para descansar en su cadera.
―Te quedaste. ―No es una pregunta, y siento el momento en el que
realmente despierta, dándose cuenta de que todavía estoy aquí, con ella. Harlow se
levanta y se sube encima de mí. Su silueta bloquea la luz de las farolas filtrándose
por la ventana oscura y todo lo que puedo ver es la forma de su cuerpo, sus
pezones rosados contra su piel.
―Me quedé para poder follarte de nuevo ―digo y ella se ríe.
En realidad, estoy tan sorprendido como ella de encontrarme todavía aquí.
Me prometí que esperaría hasta que estuviera dormida, me aseguraría de que
estuviera bien y luego me dirigiría de nuevo al lugar de Oliver. Inventaría algún
tipo de plan. Está claro que soy un mentiroso.
Sus manos se mueven por encima de mi estómago, mi polla ya dura entre
sus piernas. Mece sus caderas y puedo sentir que todavía está húmeda por la
forma en que se desliza sobre mí.
―¿Dormiste? ―pregunto, colocando una mano en sus caderas.
Asiente, lenta y somnolienta. ―Soñé contigo.
Trazo círculos pequeños con mis pulgares sobre los huesos de su cadera y
hacia su ombligo.
―¿Qué cosa?
Se mece con un poco más fuerza ahora, con intención. ―Esto.
Con cada movimiento lleva la cabeza de mi polla más cerca, más cerca, tan
cerca que podría deslizarse dentro. Sin protección.
―Ten cuidado ―advierto, pero de forma poco entusiasta.
La cabeza de Harlow cae hacia adelante, los extremos de su cabello
arrastrándose sobre mi estómago y mi pecho.
―Se siente tan bien ―dice, suspirando―. Oh... Dios, es tan bueno.
Sé que debería tomar el control, alejarla del punto en donde estoy duro y
codicioso, pero no me atrevo a hacerlo.
Una vez más.
Un segundo más.
―Espera ―empiezo a decir, y siseo cuando siento el suave ascenso de su
clítoris, cálido y resbaladizo―. Déjame conseguir algo, cariño.
―¿Sólo por un segundo? ―pregunta, moliéndose sobre mí―. Ahh... justo
ahí. Justo ahí.
―¿Sí? ―le digo, apoyando la almohada detrás de mi cabeza y viendo mi
polla desaparecer una y otra vez entre sus piernas―. Joder, esto es una locura.
Nena, ¿qué estamos haciendo?
Pero incluso mientras digo las palabras, elevo mis caderas de la cama,
ayudándola a moverse contra mí. Hay algo sobre verla así, usando mi cuerpo para
venirse, que deja mi cerebro difuso, tratando de recordar por qué deberíamos
detenernos alguna vez. Es la suficiente fricción, y estoy seguro de que podría
venirme solo con esto, restregándonos el uno contra el otro como un par de
adolescentes.
Harlow se inclina hacia atrás, intentando mantener el equilibrio en mis
muslos, y con un ligero movimiento, el más pequeño cambio de ángulo, se abre y
permite que la cabeza de mi polla se deslice dentro.
―Oh, mierda ―digo, apretando mi agarre para mantenerla quieta. Me siento
caliente por todas partes, febril y hambriento, y sé que debo parar esto, pero cada
instinto pelea contra ello.
Harlow gime y se hunde un poco más. ―¿Quieres que me detenga?
Asiento, pero la palabra “no” viene en su lugar. En realidad digo un montón
de malas palabras, pero no estoy seguro de que Harlow esté prestando atención.
―Mierda. Correcto ―dice, su voz adolorida. Se endereza, y se mueve para
salir de mí, pero alcanzo su cintura, deteniéndola.
―Dios. Espera. ―Tomo una respiración profunda, de pronto consciente del
sudor en mi sien, la forma en que las sábanas se aferran a mi espalda. Cada
músculo está tensado, como cables vivos listos para romperse con la más leve
presión. Su cuerpo se siente como si me perteneciera ahora―. Déjame... sentirte.
Solo por un segundo.
Y debo ser una especie de masoquista ya que, ¿por qué si no iba a
torturarme yo mismo?
La piel de Harlow está tibia por el sueño y sus extremidades se sienten
pesadas donde descansan contra mí. No duraré más de un minuto si me mira
somnolienta y necesitada, sin nada entre nosotros.
Me toma solo un segundo decidir, rodándonos y deslizándome entre sus
muslos. Sus piernas se abren, las rodillas dobladas y presionadas a mis costados.
―Solo quiero sentirte ―le digo otra vez, tratando de ignorar la forma
ansiosa en que asiente, cuán voluntariamente concuerda conmigo. Su boca es
demasiado tentadora, sus labios húmedos y separados, y me inclino para
saborearla―. Y si quieres... ¿Puedo salirme?
Empuja sus palabras entre pequeños besos―: ¿Podrías... correrte... sobre mí?
Siempre ha habido cosas que he dejado en la intimidad de mi cabeza, actos
sexuales que son difíciles de traer a una nueva relación. Quiero lo pervertido,
áspero, un poco sucio, un poco tabú. Quiero reclamar a Harlow en todas partes,
probar lo que quiera, y ver las marcas de la cuerda, los dientes y mis azotes en su
piel.
Me gusta que quiera esto tanto como yo.
―¿Quieres eso? ―pregunto, presionando lentamente en su interior y casi
gruñendo por el placer de hacerlo―. ¿Quieres verme en tu piel?
Harlow echa la cabeza hacia atrás, los dedos retorciéndose en las sábanas.
Sus tetas se mueven con cada una de mis embestidas, el colchón chirriando en la
oscuridad, y soy vagamente consciente de que hay vecinos al lado, personas arriba
y abajo. Lo único que me importa es la forma en que me toma dentro y fuera, cómo
su piel se ve bajo la luz de la luna y los diminutos sonidos que escapan de su boca
con cada embestida.
Estoy demasiado cerca muy rápido, pero no creo que a ninguno le importe.
Una chispa destella y baja por mi columna vertebral, calor instalándose en la parte
inferior de mi cuerpo. Me siento volverme más duro, el agarre de mis dedos en sus
caderas tan fuerte que realmente temo que mañana esté lastimada.
Y entonces Harlow se corre, apretándose alrededor de mi polla y me
sostengo de un hilo, montándola mientras tenso mi mandíbula y mi cuerpo para
contener mi liberación. Ella jadea, empujándose contra mí, arañando mi pecho
hasta que sus brazos se deslizan por mi torso, sintiendo donde me muevo en ella.
Me salgo con un gemido, moviendo la mano sobre mi longitud y mí orgasmo está
ahí, tan cerca que no puedo oír nada más que estática en mis oídos. Su nombre está
en mis labios y me gustaría que se me hubiera ocurrido antes encender una
lámpara para poder ver su cara mientras cubro su estómago, sus tetas, su cuello.
Harlow mira mi semen en su piel, pasando un dedo por él y alrededor de su
pezón. La acción es instintiva, y posesiva... y sé que en ese momento estoy
completa y absolutamente jodido por esta chica.
Caigo al colchón como un montón de extremidades sin huesos, mi corazón
latiendo tan fuerte que en realidad tengo que trabajar para respirar, para recuperar
el control de mis brazos y piernas.
―¿Vas a pasar la noche? ―pregunta Harlow, y elevo la cabeza lo suficiente
para mirarla.
―Sí, pero tengo un desayuno con los chicos en la mañana. No puedo
quedarme hasta muy tarde.
Harlow bosteza, alcanzando una camiseta descartada para limpiar el
desorden de su piel.
―Tengo que recoger a mamá temprano, de todos modos ―dice ella con aire
ausente―. Te despertaré antes de irme.
Asiento, besando la mandíbula de Harlow y luego la mejilla, sintiendo el
rubor en su piel contra mis labios.
―Te amo ―dice, con los ojos ya cerrados.
Tiene que ser por venirme a las tres de la mañana, pero le respondo―: Te
amo ―mientras la acerco, moldeando mi cuerpo a la forma del suyo. Estoy tan
cansado, pero lo bastante alerta para saber que algo no se siente bien. Solo desearía
estar lo suficientemente despierto para averiguar qué es.
***
Harlow se levanta temprano como dijo que lo haría. Me despierta con besos
y me invita a tomar una ducha. La follo contra la pared del baño antes de que
siquiera logremos entrar.
San Diego huele como el océano en la mañana, a sal y viento, y como a algo
envuelto en una vieja manta. Huele tan parecido a mi casa, que si cierro los ojos
casi puedo olvidar en dónde estoy, y que a más de mil kilómetros y una vida de
distancia, hay un lugar en donde se supone que debo estar. Es un poco
desconcertante.
¿Aún más aterrador? Lo mucho que empieza a sentirse bien, y cuántas veces
he considerado no irme.
Una llamada de Colton al salir de la ducha hace estallar la burbuja de
Harlow en la que he estado flotando, y vuelvo a estrellarme de cara a la realidad.
Le envié un mensaje después de la reunión inicial con el Canal de
Aventuras, con un breve: Estuvo bien, tenemos mucho de qué hablar, te llamaré
más tarde. Pero nunca lo hice ―ni esa noche ni la mañana siguiente― con la
esperanza de poder posponerlo el tiempo suficiente para decidir qué carajo
debíamos hacer con nuestras vidas. Todavía no tengo idea. Por supuesto, cuando
le devuelvo la llamada va directamente al correo de voz, porque son las ocho de la
mañana y en realidad están trabajando, y me comprometo a llamarlo más tarde esa
noche, para explicarle todo.
Ahora solo tengo que decidir qué demonios voy a decirles.
Por otro lado, me alegro de que mis hermanos se encuentren claramente tan
ocupados que apenas hayan tenido tiempo para preocuparse por la reunión, o
siquiera darse cuenta de que he estado evitando la discusión por completo. Nunca
fui tan irresponsable en toda mi vida.
¿Firmamos para el programa? ¿O no? Los términos que ofrecen son
grandiosos, el dinero un regalo del cielo. Pero va a cambiar todo: cómo vivimos,
cómo nos ven. Cómo nos vemos a nosotros mismos. Y, ¿qué pasa con Harlow?
¿Cómo funcionaría? Antes, el impacto que esto tendría en una potencial relación
era lo más alejado de mi mente. Pero ahora, es jodidamente importante. A menos
que deje al negocio y a mi familia, no puedo ver una forma de estar en California
de manera más permanente. Y a menos que Harlow tenga una sorpresa aún mayor
en la manga, no se trasladará a la isla de Vancouver a corto plazo.
Harlow en la cubierta de un barco destartalado... es un espectáculo que no
creo que esté preparado para ver jamás.
Estoy seguro de que me sentiría mejor si hablara con Ansel y Oliver, y me
siento más que un poco culpable por no haberles dicho lo que sucede. La verdad es
que no los he visto tanto como me gustaría últimamente, por lo que me encuentro
manejando por las estrechas calles del vecindario de Gaslamp, intentando aparcar
mi camioneta gigante y reunirme con ellos para desayunar.
Las aceras están bastante vacías tan temprano en la mañana, las calles llenas
de camiones de reparto y un puñado de tipos sanos saliendo a correr por la
mañana. Veo el destartalado coche de Oliver mientras me dirijo por la Quinta,
caminando hacia Maryjane.
Veo a los chicos en una cabina cerca de la parte posterior, un conjunto de
estilizadas fotos de Mick Jagger colgando en la pared por encima de ellos, y un
televisor sintonizado en un canal de música justo a un lado.
―Damas ―digo, y me deslizo en el asiento junto a Ansel―. Magnífico día
afuera.
―Finn ―dice Ansel. Toma la taza frente a mí y la llena de café caliente de
una jarra traída por la camarera―. Pedimos por ti. Te conseguí lo más varonil en el
menú.
Me río. ―Gracias.
Oliver está sentado justo enfrente de mí. ―Pareces decididamente menos
hosco esta mañana. ¿Alguna persona en particular a la que debamos agradecer?
―Buenos días a ti también, Olls.
Oliver se inclina hacia adelante, empujando sus gafas por su nariz antes de
descansar sus antebrazos en la mesa.
―Tienes razón, ¿dónde están mis modales? Buenos días, Finnigan. ¿Cómo
estás?
Ansel se ríe junto a mí.
―Estoy excelente, gracias. ¿Cómo estás tú, Oliver?
―Estoy bien, estoy bien ―dice, asintiendo―. Noté que no viniste a casa
anoche. De hecho, no has estado pasando mucho tiempo en casa últimamente.
Estaba empezando a preocuparme. Un hombre joven, solo en una gran ciudad
extraña, vagando por las calles toda la noche...
―Esto suena como una historia que me gustaría escuchar ―concuerda
Ansel, tomando un sorbo de su café.
Pero Oliver no ha terminado. ―Nunca has sido la clase de chico que
disfruta de conexiones de una noche, así que no puedo dejar de preguntarme quién
está ocupando todo tu tiempo.
―Estaba en casa de Harlow ―admito―. Hemos estado, um... viéndonos.
Soy salvado de su interrogatorio cuando la camarera llega con nuestro
desayuno.
―Guau. Esto es sin duda... varonil. ―Estudio el imponente sándwich hecho
de pan tostado, tocino y huevos fritos con la yema de color amarillo brillante
rezumando en el plato.
―¿Sería posible conseguir más de esto? ―le pregunta Ansel a la mesera,
sosteniendo un pequeño recipiente blanco lleno de una especie de mezcla de
azúcar morena―. Tengo un... ―Se detiene para golpear ligeramente un dedo
contra su boca, en busca de la palabra―. Ah, um... ¿comment ce dire? ¿Cuándo te
gustan las cosas dulces?
La camarera parpadea al menos tres veces, e incluso se balancea un poco en
donde está parada. Me encuentro a punto de tomar su brazo y estabilizarla cuando
finalmente niega con la cabeza, sus ojos enfocándose de nuevo.
―¿Un paladar dulce? ―pregunta.
―¡Sí! ¡Eso es, un paladar dulce! Y me encantaría tener más de esto.
Un rubor inunda sus mejillas y asiente con la cabeza, tomando la taza antes
de vagar lejos de la mesa, en busca del azúcar morena de Ansel.
―Jesucristo, Ansel ―dice Oliver.
―¿Qué?
―Le diré a Mia lo que hiciste ―digo.
Ansel vuelca un tazón de moras en la harina de avena y nos mira,
parpadeando inocentemente.
―¿Hice qué?
―¿Por qué no solo la follaste en la mesa? ―pregunto―. Hubiera sido un
poco más duro para nosotros.
―Probablemente esté embarazada ahora. ―Oliver señala con su cuchillo en
dirección a la cocina―. Trata de explicarle eso a tu esposa.
Riéndome, digo―: Apuesto a que le trae cada maldito tazón de azúcar
morena que tienen en el lugar.
―Ambos son muy divertidos ―dice Ansel inexpresivo.
―¿Cómo está Mia, de todos modos? ―pregunto.
Ansel me mira con la sonrisa con hoyuelos más boba que he visto jamás.
―Perfecta.
―Ugh ―dice Oliver, agarrando su tenedor―. No lo dejes comenzar. Lola
dice que ha tenido que comenzar a advertirles antes de acercarse. La última vez
pudo oírlos todo el camino hasta la calzada de Julianne.
Ansel solo se encoge de hombros, viéndose desagradablemente satisfecho
de sí mismo.
―¿Que puedo decir? Soy una especie de amante vocal, y nunca reprimiría
los gritos fuertes y satisfechos de mi esposa durante lo que es posiblemente el
mejor sexo que alguien ha tenido en la vida. ―Se inclina, mirándonos a ambos a
los ojos, y repite―: En la vida.
Oliver y yo nos echamos a reír cuando nos damos cuenta de que, en algún
momento durante su monólogo, la camarera se materializó en la mesa y colocó un
tazón gigante de azúcar morena en frente de Ansel. No estoy seguro de cuánto
escuchó, pero a juzgar por el rubor que se arrastra por su cuello y calienta su cara,
supongo que lo suficiente.
―Merci ―dice Ansel de nuevo, sonriendo ampliamente.
La pobre chica murmura―: De nada ―antes de girar y volver a la cocina.
―Te odio ―dice Oliver.
―No odiarías a nadie si estuvieras recibiendo un poco.
―Tiene un punto ―concuerdo.
Oliver toma un bocado de su desayuno, encogiéndose de hombros.
―Vamos. Eres un hombre guapo y exitoso ―dice Ansel―. ¿Por qué no
estás viendo a alguien?
―¿Realmente haremos esta cosa de Sexo en la Ciudad en estos momentos? En
caso de que no lo hayas notado, Carrie, acabo de abrir la tienda. ¿Cuándo tendría
tiempo para conocer a alguien?
―¿Quién es Carrie? ―pregunto.
Ignorándome, Ansel dice―: ¿Es un chiste, no? Solo he estado allí un par de
veces y está repleto de desconocidas chicas calientes.
―Eh. Realmente no estoy buscando.
Ansel estrecha los ojos. ―¿No estás buscando? Eso no tiene ningún sentido.
Tienes un pene.
Oliver se ríe. ―Así es.
―Nunca has tenido problema en conseguir un polvo y sin embargo, no te
he visto con nadie más que Lola desde que llegué… ―Ansel se detiene, su boca
formando la palabra durante unos segundos antes de decir―. Ohhhh. Ya entiendo.
―¿Oh? ―repito, mirando entre ellos―. ¿Qué entiendes?
―Te gusta Lola.
Oliver ya está sacudiendo la cabeza. ―No, no, no. Solo somos amigos.
―Amigos ―repetimos Ansel y yo al unísono.
―Honestamente. Me gusta. Pero no me gusta, gusta. Es inteligente y
divertida para pasar el rato, eso es todo.
Jesucristo, es un terrible mentiroso.
―Ustedes estuvieron casados ―le recuerdo
―Sí, pero a diferencia de ustedes dos, nunca le di un beso.
Ansel ya está sacudiendo la cabeza. ―Todos las besamos. Incluso tengo la
foto en algún lugar. Ella es la chica nerd viviente más caliente.
―Solo porque te casaste no significa que todo el mundo tenga que sentar
cabeza. Mira a Finn.
―¿A mí?
―Seguro. Solo puedo asumir, y no trates de negarlo, que has follado con
Harlow todo el tiempo que has estado aquí, y no estás listo para proponerle
matrimonio.
―Um ―digo, recogiendo el cuchillo y cavando en mi comida con renovado
interés―. Quiero decir, somos… puede que ya no seamos estrictamente solo amigos.
Ansel levanta la mano y la coloca alrededor de su oreja como si no me
hubiera escuchado correctamente.
―¿Comment? ―dice en francés. ¿Cómo?
―Me gusta ―llevo el tenedor a mis labios y manteniéndolo allí, agrego―:
Más que gustarme.
―No te lastimes ―dice Ansel, y resoplo, tomando un bocado.
―Santa mierda. Finn ―dice Oliver―. ¿En serio?
―Sí, en serio.
―Pero, espera. Te vas a ir ―añade―. ¿Cierto? Quiero decir, sé que
realmente no me has dicho qué haces aquí, pero nunca tuve la impresión de que
fuera algo permanente.
―No lo es. He estado revisando algunas cosas de negocios, pero tengo que
regresar pronto. No sé con seguridad lo que Harlow y yo vamos a hacer.
La mesa se queda en silencio y cada uno pretende estar interesado en su
comida, todos tratando de procesar la enorme admisión que acabo de dejar caer
como una bomba en frente de nosotros.
―Sin embargo, ustedes están bien, ¿no? ―le pregunto a Ansel―. ¿Tú y
Mia? Estando separados. ―Mia y Ansel han estado haciendo esa cosa de la larga
distancia por unos meses, y en todo caso, parecen aún más enamorados de lo que
lo estaban en Las Vegas.
Ansel se apoya en el respaldo de su silla y exhala, un profundo y largo
aliento. Es la clase de exhalación que tomas cuando estás tan lleno de algo que
sientes que puedes explotar si no lo dejas salir.
―Las cosas van… ―desliza la mano por su rostro―. Soy tan feliz. Los días
que estamos separados son difíciles, por supuesto. Pero cuando estamos juntos, es
como si ni siquiera lo recordara. Nada de eso importa.
Oliver traga, apuntando su tenedor hacia mí. ―¿Están pensando en hacer la
cosa de la larga distancia?
―No lo sé ―admito―. Aun no sé qué diablos estamos haciendo.
―Te gusta este lugar, ¿no? ―pregunta Oliver―. ¿Estar en San Diego?
―Sí, por supuesto. Pero tengo que volver con el tiempo. ―Mi comida está
prácticamente sin tocar delante de mí, y la empujo con mi tenedor. De repente no
tengo ganas de comer―. Quiero decir, no con el tiempo, sino probablemente en el
próximo par de días.
―Harás que funcione ―dice Ansel―. Harlow no va a dejar a su mamá en
este momento, pero…
Mi cabeza se eleva y parpadeo hacia él, la misma sensación de incomodidad
que sentí anoche estallando en mi pecho.
―¿Por qué no dejará a su mamá?
―Bueno, como está… ―las palabras de Ansel se apagan y mira a Oliver con
nerviosismo―. Mierda.
Oliver es una roca, por lo general completamente ilegible, pero lo conozco
mejor que casi cualquier otra persona. Por la forma en que se retuerce en su
asiento, sin duda esta incómodo. Y entonces todo hace clic, e incluso antes de que
cualquiera de ellos diga algo, lo sé.
Harlow mencionando que su madre no se sentía bien. El señor Furley
preguntando por Madeline. Sus destellos de desesperación y su necesidad de
escapar.
La mamá de Harlow está muy enferma. No solo con una gripe o un resfriado
persistente.
―Jesucristo ―gimo, presionando mis manos contra mi cara.
―Cáncer de mama ―dice Oliver en voz baja―. ¿Creo que… en estado…
avanzado? Fue operada hace un par de semanas y está en medio de unas rondas
de quimioterapia.
―¿Tercera etapa? ―supongo.
Asiente. ―Parece que sí. Por lo que sé está haciéndolo bien, por ahora.
No puedo hacer otra cosa que bajar la mirada a mi plato, un dolor familiar
pulsando en mi pecho. No estoy seguro de por qué me siento más enojado: Porque
me lo ocultara, porque le dijera a todos excepto a mí, o porque todos los demás
ocultaran su secreto. Le dije todo, ¿y ni siquiera pudo decirme esto? Lo único que
habría entendido. Lo único que podría haberle ofrecido.
Dejo caer el tenedor y el sonido hace eco a través del restaurante, más fuerte
que la canción de rock que se reproduce en la televisión, más ruidoso que los otros
clientes. Lo poco que he comido se siente pesado, como plomo en mi estómago, y
no sé si quiero devolverlo o largarme de aquí.
―Finn ―dice Oliver, extendiendo la mano para agarrar mi brazo―. Mira,
no sé por qué no te lo dijo, ¿de acuerdo? Pero no era mi secreto para contar. Lo juro
por Dios.
―Lo sé.
―Tiene que tener sus razones ―dice Ansel en voz baja.
―Sí, gracias. Eso es muy reconfortante.
―Piénsalo antes de hacer una locura, ¿está bien? La jodí tanto con Mia…
solo escúchala.
Me levanto, sacando mi cartera y lazando un billete de veinte sobre la mesa.
―¿A dónde vas? ―dice Oliver.
Sacudo la cabeza. Puedo sentir mi pulso golpeando contra mis costillas,
escucho el flujo de sangre en mi cabeza. Me duele el corazón por ella, pero estoy
frustrado y confundido por la razón de que no me lo dijera. Mi cara se siente
caliente y no sé si quiero encontrar a Harlow y preguntarle qué mierda está
pasando… o si solo quiero salir a la carretera y conducir.
―Tengo algunas llamadas que hacer ―digo en su lugar―. Últimamente no
he sido el mejor capitán ni hermano, y necesito ponerme al día. Están haciendo
algunas reparaciones y tengo que comprobar un par de cosas. Hablaré con ustedes
más tarde.
Traducido por Ivana & Jeyly Carstairs
Corregido por florbarbero

Solo una hora en mi turno de cinco horas en la NBC y recibo una llamada de
Salvatore, diciéndome que aceptó mi propuesta. Le encantaba mi idea, y ¿además?
Va a encontrar un lugar para mí en el personal de su nueva compañía de
producción.
—De ninguna manera debes continuar revolviendo papeles en ese lugar —
dijo—. Tienes lugares para estar, nena. —Y por primera vez, estaba de acuerdo.
Estoy lista.
Apenas puedo concentrarme en las pilas gigantes de carpetas que tengo que
presentar, cuántas copias estoy haciendo o de quiénes son los cafés que estoy
vertiendo. Finalmente, creo que podríamos tener una solución que funcione para
todos: podría salvar el negocio familiar de Finn y... podría permitirme estar más
cerca de él con más frecuencia.
La primera cosa que hago el lunes por la tarde cuando salgo del trabajo es
enviarle un mensaje de texto a Finn: ¿Estás en lo de Oliver?
Lo veo comenzar a escribir, y luego se detiene. Y entonces estoy en el
ascensor, saliendo del edificio, y camino hasta mi auto, mirando a mi teléfono, casi
tropezando con un poste de teléfono y casi siendo golpeada por una bicicleta,
porque no estoy viendo hacia dónde voy.
Ya estoy casi en casa para cuando su mensaje aparece: Sí.
OK, voy para allá. Respondo, riéndome sobre el tiempo que le llevó escribir
una palabra.
También se toma una eternidad para abrir la puerta, a pesar de que su
camioneta está estacionada enfrente. Y cuando lo hace, se ve... mal.
Resentido, incluso.
—Hola —le digo, dando un paso cerca y estirándome para besarlo. Puedo
decir que acaba de ducharse, pero no se afeitó. Se encuentra áspero y huele a jabón
y café. Pero no se inclina hacia mí, y en su lugar ofrece el ángulo sin afeitar de su
mandíbula.
—Hola. —Da un paso hacia atrás, evitando el contacto visual, y dejándome
caminar por delante de él en la casa.
—Estás muy... malhumorado —murmuro, sentándome en el sofá de Oliver.
La inquietud burbujea en mi vientre, y estudio su expresión, mentalmente
registrando todo lo que he dicho o hecho en las últimas veinticuatro horas, que
podrían hacer que actúe de esta manera—. ¿He hecho algo?
Titubea, encogiéndose de hombros, y luego pregunta—: entonces, ¿qué
pasa?
Me detengo por un segundo; no respondió a mi pregunta en absoluto. Pero
las buenas noticias que tengo avanzan en mis pensamientos. Cualquiera que pueda
ser su mal humor, tengo el poder para animarlo. —Vine porque quería decirte
algo. Algo muy bueno, en realidad.
—¿Algo bueno? —dice, mirándome a la cara. Su expresión cambia de
sombrío a esperanzado—. ¿Es una buena noticia acerca de tu mamá?
Me congelo, no estoy segura que lo escuché bien. —¿Qué acabas de decir?
—Tu madre —repite—. ¿Es una buena noticia acerca de ella?
—¿Cómo... ? —Hago una pausa, cerrando los ojos mientras mi corazón cae
en mi pecho. No se lo he dicho a Finn aún, lo que significa que lo escuchó de
alguien más—. No. Yo... ¿cómo supiste...? —Tropiezo alrededor, tratando de
encontrar mi equilibrio. ¿Quién le dijo y qué es lo que sabe? Mi estómago se
hunde. Ahora entiendo su estado de ánimo—. Finn, iba a decirte sobre eso, pero
eso no es lo qué...
Su rostro está tenso de nuevo, la mandíbula apretada. —¿Te das cuenta de
que tu mamá tiene lo mismo que mató a mi mamá? Pensé que tal vez te gustaría
confiar en mí dado que, de cualquier persona en tu vida en este preciso momento,
yo entiendo lo que probablemente estás sintiendo. Además, ya sabes, porque me
amas.
Retrocedo, la ira subiendo como vapor en mi pecho. —¿Me estás dando
mierda por no compartir esto inmediatamente?
Cierra los ojos, apretando los dedos en su frente. —He estado por muy
perdido por esto hoy, Snap. Entiendo por qué no querrías hablar conmigo de eso al
principio, lo hago. Pero entonces más tarde... —niega con la cabeza—. Sentí que mi
mierda se caía a pedazos y realmente me ayudó tenerte allí. A ti, específicamente.
Es parte de lo que me ayudó a ver esta cosa entre nosotros como algo más que
físico. Pero al parecer, no necesitas lo mismo de mí.
Empiezo a interrumpir, pero levanta su mano para detenerme. —E incluso
después de que estaba claro que era más, incluso antes de que dijimos
concretamente que era más entre nosotros, sabíamos que lo era, y no me dijiste
acerca de todo esto. Sé lo que tu familia es para ti, Harlow. Sé cuán cerca estás.
Entiendo por qué eras un desastre tan desesperante al comienzo y, probablemente,
no querías pensar en ello cuando estábamos juntos. Lo entiendo. Lo que no
entiendo es por qué anoche, o todas las otras veces que éramos solo tú y yo
entendiéndonos a la perfección, no podías simplemente... —Deja de hablar,
pasándose la mano por su cara y sentándose en una silla frente a mí.
—Solo que no quería realmente hablar...
—No digas eso —interrumpe, ahora enojado—. Todo el mundo lo sabía.
Ansel, Oliver, Lola, Mia. Todos ellos malditamente lo sabían. Soy el que está en tu
cama, soy el que estás mirando como si significara algo, y soy la única persona que
no sabe lo que te está consumiendo por dentro tan mal como para que vinieras a
buscarme en primer lugar.
Quiero levantarme e ir hacia él, pero su lenguaje corporal es tan
desconocido: sus hombros encorvados, con sus codos sobre las rodillas, la gorra
tirada tan baja sobre su frente que ni siquiera puedo ver sus ojos. Es como ver al
Finn de semanas atrás. Cuando no era más que un desconocido con el que me
había casado. —Finn, lo siento. No lo oculté por ti. Solo...
Niega con la cabeza, suspirando. Finalmente, después de lo que se siente
como una eternidad, dice—: Yo... entiendo lo que estás sintiendo, cuán difícil es
pasar por esto. Cuán protectora te sientes de tu familia. Y... no sé, reflexionando,
me doy cuenta de que podría haber hecho lo mismo si esto me sucediera ahora.
Todo esto, simplemente me sorprendió, eso es todo.
—Estoy segura.
—Quiero decir —comienza, mirándome, su expresión ansiosa—. ¿Estás
bien?
—Si y no.
El silencio llena la habitación por un largo, doloroso minuto. No sé qué más
decir. Parece que sería un buen momento para finalmente hablar sobre lo que está
pasando con mi mamá, informarle de todo, pero el estado de ánimo es el
incorrecto. No quiero forzarlo a ser tierno conmigo en este momento, y desde
luego no tengo ganas de hablar de ello si va a continuar siendo distante y
silencioso.
Me deslizo por el sofá y me arrastro por el suelo, dejando aparecer una
sonrisa insegura en mis labios.
—Oye —le digo, poniendo mis manos sobre las rodillas.
Me mira por un momento, tragando con fuerza.
—Oye, nena —susurra finalmente, extendiendo sus piernas para hacerme
espacio. Deslizo mis manos por sus muslos, su estómago, su pecho, deteniéndome
en su cuerpo hasta que puedo presionar un pequeño beso en su cara triste.
—No me gusta que esto sea algo entre nosotros —le digo, y sigo con otro
beso—. Estaba pensando en hablar contigo sobre eso pronto, probablemente
incluso hoy, pero anoche solo quería que fuéramos nosotros.
Asiente. —Lo sé.
Lentamente, bajo mis pequeños, besos succionadores empieza a relajarse, y
siento sus manos ascender por mis costados y por mi espalda.
—No es solo una cosa para mí, ¿está bien? Lo que estás pasando con tu
mamá es una gran cosa en tu vida. Fácilmente la más grande. Si estamos haciendo
esto...
Después que noto va a dejar la frase así, le digo—: Te prometo que voy a
hablar contigo. Necesito a alguien con quien hablar.
—Bueno.
Nuestros besos son cortos y suaves; Finn me da solo la punta más pequeña
de su lengua para humedecer mis labios contra los suyos. Su mano se desliza hacia
atrás alrededor de mi parte delantera y hacia abajo entre mis piernas,
ahuecándome sobre mis vaqueros cortos.
Hago un pequeño gesto de dolor, renunciando a su firme agarre.
—¿Te duele? —pregunta, retrocediendo para mirarme.
—Solo un poco dolorida. Me montaste como un caballo de rodeo.
Riendo en otra serie de suaves, besos breves susurra—: ¿Quieres que lo bese
y hacerlo mejor?
La visión de la cabeza de Finn entre mis piernas y los recuerdos de su cálida
succión y gruñidas vibraciones, de las cosas que me hizo anoche, me hace desear
diferentes besos, los más profundos que me da con su lengua y sus sonidos.
Su otra mano se acerca para agarrar la parte de atrás de mi cabeza y me da
exactamente lo que quiero: los profundos, besos exigentes de un hombre a punto
de tirarme abajo y satisfacerme.
Su pene presiona en mi estómago y es una presencia que no puedo ignorar.
Besando su cuello empujo la camisa con mis manos, mordisqueando y chupando
en su caliente pecho, abdomen, y huesos de la cadera. Se levanta una vez que tengo
la bragueta desabrochada, ayudándome a bajar los vaqueros por sus muslos.
Me encanta la honestidad entre nosotros, cómo él observa, ojos fijos y
parpados poniéndose pesados cuando acerco mi lengua a su longitud desde la
base hasta la punta, chupando la dulzura.
—Joder, eso es bueno —susurra.
Jugando, lamo alrededor de la base y toda su longitud, mojándolo todo así
puedo llevarlo a mi boca tan profundamente como puedo, chupando arriba y abajo
mientras me mira fijamente, con ojos oscuros y labios entreabiertos.
Deslizándome hacia atrás, lo libero con una sonrisa. —Me gusta cuán serio
te ves cuando estoy dándote una mamada.
—Es algo que me tomo jodidamente en serio. —Su pulgar se acerca para
frotarse sobre mis labios.
Lamo su pulgar, lamo la cabeza de su polla, tomando ambos entre mis
labios, jugando con ellos con mi lengua. Debajo de mi palma aplanada, los
músculos de su estómago experimentan espasmos y se tensan.
—Vamos a la cama —dice, con voz tensa—. Quiero lamerte mientras lo
haces.
Retrocedo y me pongo de pie, y cuando él se levanta, alza sus vaqueros por
encima de sus caderas y se inclina hacia mí. —Ven aquí.
Su beso es tan dulce, tan penetrante que literalmente hace que mis piernas
se tambaleen. Sus brazos se enredan alrededor de mi cintura y espalda, su enorme
cuerpo enroscándose sobre el mío... siento que lo estoy trepando, arañando mi
camino así puedo envolverme a su alrededor.
—¿Fue nuestra primera pelea? —pregunta contra mis labios, sonriendo.
—Supongo —digo—. No está mal.
—Oye —dice, retrocediendo para mirarme—. Dime tus buenas noticias
antes de llegar a desnudarnos y olvidar el mundo.
Oh, cierto.
Trago, tomando una respiración profunda. No sé por qué estoy tan
nerviosa, esto es una buena cosa, pero es un asunto importante para nosotros y lo
quiero tanto que puedo probarlo. —Creo que tengo una manera de salvar tu
negocio.
Una breve carcajada escapa de sus labios, y se aleja un poco más antes de
preguntar—: ¿Ah, sí? Impáctame.
Dios, esto es difícil de hacer cuando su petulancia ha regresado. Avanzando,
digo—: tuve una idea en lo de Salvatore la otra noche, pero no quería
mencionártelo hasta conseguir una opinión de él si funcionaría.
Los ojos de Finn se estrecharon.
—Mira, la nueva productora de Salvatore, junto a mi papá, está empezando
el rodaje de esta película realmente enorme en abril. Gran parte de ella tiene lugar
en el agua, en un barco grande.
Sigue mirándome, sin reacción en absoluto. Mi estómago se retuerce.
—Pensé que tal vez él podría arreglar tus barcos como pago por usarlos
como un set en la primavera. Y acepté un trabajo con él, en la productora, por lo
que podía estar allí contigo mucho.
Asiente lentamente, estudiándome. —No estoy seguro de que sigo lo que
estás diciéndome.
—Estoy diciendo que te he conectado con Salvatore, y quiere pagar por usar
tus barcos para una película que podría filmar durante algunos meses. Pero lo
mejor es que necesitarían horas extrañas, como en medio de la noche, así que pensé
que aún podrías pescar en la mañana y...
—¿Ofreciste los barcos de mi familia a un equipo de filmación sin hablar
conmigo?
Mi piel se enfría, el pánico aumentando en mi pecho. —No los ofrecí, solo
quería ver si podría ser una opción...
—Pero, por supuesto, tenía que subir bastantes canales internamente para
que Salvatore te llame en persona y diera su aprobación. Y todo esto sucedió sin ni
siquiera hablar conmigo. —Se agacha, abrochándose los pantalones—. Solo quiero
asegurarme de que estoy entendiendo aquí.
—Finn, yo...
Suelta una breve, cabreada risa. —¿Ni siquiera saben cuánto costará arreglar
estos barcos?
—Bueno, primero arreglarán para usar La Linda, pero al menos es una
ventaja para ti, ¿no? Es decir, son algunos cientos de miles de dólares o más que
puedes utilizar para recuperarte.
—¿Ya has hablado de cuáles barcos? ¿Y dinero? —Los ojos de Finn son tan
amplios que me hace ver por primera vez cuán verdes pueden ser—. Harlow,
nunca habías visto mis malditos barcos. ¿Hablas en serio ahora mismo?
Toda esta conversación se siente como un latigazo. Todavía puedo sentir el
calor y la forma de él en mi boca. Mis manos están temblando, mis ojos escuecen
con la amenaza de lágrimas. —Finn, solo han pasado un par de conversaciones
hasta ahora. Saben que necesitas reparar tus barcos. —Su cara se pone roja, su
mandíbula tensa, y me apresuro a agregar—: Están muy emocionados por trabajar
contigo en esto.
—Una tonelada de mierda de decisiones se puede hacer en un par de
pequeñas conversaciones. ¿Están contando con esto?
Siento que mi estómago me abandona. —Creo que están listos para seguir
adelante con su parte, sí.
Su expresión crece estruendosa. —¿Por qué no hablaste conmigo antes de
acercarte a Salvatore? —pregunta, girando y caminando por la habitación—. ¿Por
qué crees que fue una buena idea entrometerte en esto? Este es mi negocio,
Harlow, esta es mi vida. Mi familia. ¿Cómo sabes siquiera si esto podría funcionar
para nosotros? Estás aquí revolviendo papeles y consiguiendo donas para los
ejecutivos de la NBC en el centro mientras estoy tratando de salvar todo un
negocio que mi abuelo comenzó cuando tenía dieciocho años, por el amor de Dios.
¡Mi padre, mis hermanos y yo dependemos de esto! ¡Ni siquiera sé lo que le dijiste
a estos tipos!
—Puedo decirte todo —digo, siguiéndolo y poniendo una mano en su
brazo—. Cuando hablé con Salvatore en su lugar...
—Aw mierda, Snap —interrumpe, sin escucharme y empieza a caminar de
nuevo. Se saca el sombrero, se frota las manos por encima de su cuero cabelludo y
por su rostro—. Esto es un maldito desastre.
Toda esta conversación me tiene sintiendo problemas de equilibrio, y me
esfuerzo por averiguar qué decir para aclarar que es una cosa buena. —Este es el
dinero que te permite reparar tu barco principal —le recuerdo, tratando de
mantener la voz firme—. Y para usarlo exactamente como has estado usándolo
antes de que se averiara. No tienes que hacer el reality show para mantener tus
barcos. Esto permitiría a tu negocio mantenerse solvente, trabajar con tus
hermanos y llegar delante de...
—¿Tienes alguna idea de lo ingenua que suenas en este momento?
Lo miro boquiabierta. De hecho, puedo sentir el pulso en mi cuello, cuán
fuerte mi corazón está latiendo. —¿Sabes qué? Por qué no me llamas más tarde y
podemos hablar acerca de esto. Estás siendo un épico imbécil.
Da la vuelta para mirarme, atónito. —¿Estoy siendo un...? —Cierra los ojos,
respira profundamente y luego exhala, abriendo sus ojos de nuevo—. Sí, es
probablemente mejor si te vas.

***

Mia retira la tercera taza de café de mis temblorosas manos. —No creo que
necesites más cafeína, cariño.
Ha tomado un tiempo precioso lejos de Ansel para venir a verme en mi
modo de crisis. Dejo caer mi cabeza sobre mis brazos en la mesa, gimiendo. —¿Soy
una idiota? ¿Es un idiota?
Lola recoge su muffin de arándanos. —Ambos, creo.
—¿Alguien puede explicarme el cerebro masculino? Primero estaba enojado
por mamá, después me encontraba a punto de darle la mamada de su vida, luego
estoy tratando de salvar su negocio, y entonces va y lanza un enorme berrinche. —
Siento la amenaza de las lágrimas regresando—. ¿Qué demonios acaba de pasar?
—Bueno —comienza Lola—, básicamente, ventilaste todos sus trapos sucios
a un potencial socio para él y ofreciste algo que no estás segura de que pueda
cumplir.
Gimo. —Dios, cuando lo pones así sueno como una idiota.
¿Lola hace el Pozo? la enfrento y hace una mueca de dolor con compasión.
—Esta cosa con Salvatore podría ser increíble, Lola. Sí, era arriesgado, ¡pero
podría resolverse si solo se detenía con lo del hombre de las cavernas golpeando su
pecho y lo pensaba! —Mirando a cada una, a su vez digo—: ¿Por cierto? No
pueden decirles nada de esto a Oliver o Ansel. Finn no les ha dicho todavía.
Lola asiente inmediatamente, pero Mia se retuerce un poco en su asiento.
Finalmente, dice—: está bien. Pero realmente espero que les diga pronto porque
¿secretos conmigo y Ansel? Históricamente no es algo bueno.
—Lo sé, terroncito de azúcar, y lo siento por ponerte en esta posición. —Me
inclino sobre la mesa para poner mi mano en su brazo—. Pero no lo olvidemos, fue
tu marido hablador que divulgó los detalles del cáncer a Finn antes de que tuviera
la oportunidad, así que ustedes en cierto modo me lo deben.
—Solo me abriré de piernas una vez esta noche para castigarlo —bromea.
Me río. —Troll.
—Aunque, en serio. Ansel es mitad Adonis, mitad cachorro. ¿Quieres que
esté enojada con él por preocuparse por ti y olvidar que no debía hablar de tu
madre? —Su ceja levantada ligeramente me dice que ella conoce la respuesta.
Dejo caer mi cabeza sobre mis brazos de nuevo —No. Él es adorable, dulce y
soy una idiota por entrometerme en los asuntos de otra persona, como de
costumbre —suspirando, digo—. Por lo general funciona tan bien.
—Lo que no entiendo por completo es, ¿Qué estaba pasando entre ustedes?
—pregunta Mia—. Pensé que dormían juntos, y luego no, y ¿ahora te tiene así?
Odio señalar lo obvio, Harlow, pero nunca antes habías llamado a una reunión de
emergencia por un chico.
Lola asiente —Me encontraba bastante segura de que eras la primera mujer
en la historia en llegar a los veintidós años sin una crisis por un chico.
—Nos dijimos te amo anoche —admito en un susurro.
—¿Qué? —gritan al unísono. Algunos clientes de la cafetería que están cerca
se girar para mirarnos.
—Dios, tómenlo con calma, psicópatas —digo, riendo a mi pesar. Están
disfrutando de esto demasiado—. Al principio era esta divertida distracción de lo
que pasaba con mi mamá, mi completa falta de un buen trabajo y todas esas cosas
de la crisis de los veinte por la que ninguna persona que se precie de tener más de
treinta años tiene alguna simpatía.
Recojo una servilleta de papel y empiezo a romperla en pequeñas tiras —
Entonces empecé a pensar en Finn más de lo que pensaba en cualquier otra cosa, y
tenía esta cosa pasando con el barco —aunque no conocí los detalles hasta más
tarde— así que llegamos a un acuerdo para tomarlo con calma.
—¿Y? —pregunta Mia.
—Y… entonces me entretuve tratando de averiguar cómo solucionar su
problema, y pasábamos un montón de tiempo juntos porque ustedes pendejos
estaban ocupados con su trabajo o maridos o totalmente ajenos a los hombres que
están abiertamente enamorados de ti.
—Espera. ¿Qué? —pregunta Lola.
Ignorándola, continúe tranquilamente —Finn es dulce, divertido y estoico
de esa manera que es totalmente ajena a mí, pero de verdad lo apreciaba,
procediendo de la Familia que Discute Todo. Y es caliente. Querido Dios, chicas.
Finn en la cama no es ninguna broma. Y no es un chico quejica de mamá de La Jolla,
es un hombre que fue criado para conseguir que las cosas se hagan, y no llorar por
padrastros. Finn podría romper tu vagina y ser lo suficientemente práctico para
unirla de nuevo —doblo la manga de mi suéter, dejando caer mi voz aún más—.
Me mira como si me adorara, pero entonces se burla de mí —lo cual resulta que me
gusta—y empezó a sentirse como mi chico, ¿sabes? —ni siquiera me importa que
estoy balbuceando ahora, solo voy a dejarlo salir todo—. Me mira como si
tuviéramos este pequeño secreto, y lo hacemos. Mi secreto es que malditamente lo
amo. Y que fue un idiota hoy.
Mia pone su mano en mi brazo y la desliza hacia abajo, enredando sus
dedos con los míos —¿Harlow?
Levanto la vista hacia ella. Mia y Ansel han estado casados desde junio, pero
hace sólo un poco más de dos meses que tuvieron una gran pelea, algo tan grande
y doloroso entre ellos que pude ver en su cara que se encontraba preocupada de
que podría haber perdido la cosa que quería más que nada en el mundo —incluso
más que borrar el accidente que destrozo su sueño de bailar para ganarse la vida:
su matrimonio.
Así que sé lo que va a decir antes de que abra la boca.
—Solo tienes que ir a arreglarlo —dice simplemente—. Está enojado,
herido. Pero tan cliché como suena, nada de eso realmente importa en el largo
plazo. Solo tienes que ir a hablar con él.

***

Levante la aldada de R2-D2 y la deje caer contra la puerta de entrada de


Oliver, pero mi estómago ya se ha ido, esfumándose de mi cuerpo y dejando en su
lugar un hoyo vacío y dolorido. El camión de Finn no está en la acera.
Oliver responde la puerta sin camisa, en pantalones holgados que cuelgan
demasiado bajo y exponen demasiado de su musculosa cadera para un chico que
me gustaría mantener firmemente y para siempre en la zona de amigos.
Claramente acaba de salir de la ducha; su cabello esta húmedo y desordenado, sus
gafas un poco empañadas. Incluso con el pánico creciendo en mi garganta, todavía
puedo tomar un segundo para apreciar lo lindo que sería él con Lola si solo fuera
un hombre y la invitara a salir en serio.
—¿Esperando una llamada para sexo? —pregunto, manteniendo mis ojos en
su rostro.
Toma un enorme bocado de manzana y mastica con una sonrisa irónica en
el rostro. Finalmente tragando, dice —Creo que ambos sabemos que no —levanta
la manzana a su boca y dice detrás de ella—. Solo me vestí como si estuviera
pasando el rato en mi casa solo, como tú lo haces.
—Solo —repito—. ¿Por qué Finn se fue?
—Se fue hace una hora.
—Se fue a…
Oliver apunta al norte —Canadá —su acento australiano convirtiendo la
palabra en Kan-ah-dah y aunque, lógicamente, sé lo que ha dicho, todavía le toma a
mi cerebro cerca de un segundo dejar que la confirmación de que Finn dejó la
ciudad sin despedirse de mí se hunda.
Salió de la ciudad, y no me dio un beso de despedida, ni esperó para
asegurarse que no quede embarazada con el sexo espontaneo en el auto, o incluso
vino a buscarme. Que idiota.
De repente estoy tan enojada que quiero tomar la maldita manzana de
Oliver y tirarla contra la pared —Le dije que lo amaba anoche —le digo a Oliver,
como si le importara. Como si necesitara saberlo. Pero se siente tan jodidamente
bien explicar la tormenta golpeando mis venas, el dolor y el fuego haciendo que
me den ganas de gritar. Quiero la confirmación de que Finn es una épica polla
como parece para mí en este momento—¿La mejor parte? Lo dijo primero. Y ahora
¿Malditamente se fue sin decir adiós?
Si algo de esto sorprende a Oliver, lo esconde muy bien. Ese es su
superpoder, creo. El friki cómico siempre tiene uno, y Oliver tiene una cara poquer
que dejaría incluso a la Santísima Trinidad adivinando lo que está pensando.
Lástima que el superpoder de Lola sea el de nunca necesitar excavar en busca de
información que no ha sido ofrecida. Van a hacer esta cosa de Lo Que Queda Del
Día2 hasta el final de los tiempos.
—¿Quieres entrar? —pregunta.
Sacudo la cabeza, colocando mis brazos alrededor de mis hombros. Hace
casi veintidós grados afuera, pero me estoy congelando. ¿Es así como la angustia se
siente? ¿Cómo un pinchazo caliente en mi pecho y un frío helado en el cuerpo, que
no me permite tomar una respiración profunda y me hace querer llorar con torpeza
sobre el hombro desnudo de Oliver?
Maldito corazón roto. Quiero patearlo en las bolas.
—Mira, Harlow —comienza, antes de jalarme en un abrazo—. Ah, niña,
estás temblado.
—Me estoy volviendo loca —admito, apoyándome contra él. ¿Cómo pudo
Finn solo irse de la ciudad? —. Oliver… ¿Qué mierda?
Retrocede y me mira, caminando hacia mí. Mierda Oliver es alto —He
conocido a Finn durante mucho tiempo —dice lentamente—. Se necesita mucho
para lograr molestarlo, y aún más para que lo demuestre —se estremece un poco y
luego dice— Puedo decir que está molesto, también, pero básicamente gruño unas
palabras, dijo que hablaríamos pronto y luego se dirigió a su camioneta. No sé lo
que está pasando con él, o porque se fue… algo, en realidad, eso podría ayudarte a
sentir mejor ¿Seguro no quieres entrar?
Sacudo la cabeza de nuevo —¿No te dijo que pasó?
Oliver se ríe un poco —Finn rara vez nos dice algo. Por lo general nos dice
las cosas después de que tiene todo resuelto. Si le está pasando algo, y te lo confió,
entonces no mentía cuando lo dijo primero.
—Dijo que… oh —digo. Está hablando del Te Amo. Puf. Puñetazo al
estómago.
Se inclina atrapando mis ojos —Llámalo, ¿De acuerdo?

2
Novela del escritor Kazuo Ishiguro, adaptada al cine por el director James Ivory .
Traducido por Marie.Ang & Ann Ferris
Corregido por florbarbero

Hice un montón de cosas en San Diego que no era el estereotipo Finn


Roberts: dormir, ver TV, comprar café de Starbucks, no trabajar a una velocidad
constante de quince horas al día. Pero esto—conducir a medida que el sol se pone
sobre el agua—es la primera sensación familiar que he tenido en un largo tiempo.
Oliver vino a casa mientras empacaba y me observó cautelosamente desde
la puerta. —¿Quieres algo de café para el camino? —había preguntado él.
—Sí, eso sería bueno.
Las cosas han estado tensas entre nosotros, y sabía que probablemente había
cientos de cosas que Oliver preguntaría si se daba la oportunidad. En cambio, él
sabía que había cientos de razones por las cuales no respondería ninguna de ellas,
y una vez que mi bolso estuvo cerrado, caminamos a la cocina, nos quedamos de
pie en el Keurig en silencio, ambos mirando en goteo final de café en la taza
debajo.
—No puedes tener esta —dijo, dándose la vuelta para poner más azúcar de
lo que cualquier humano probablemente debería consumir de una vez.
—Por supuesto que no puedo. Es tu tazón de Aqua Man, ¿crees que quiero
perder un ojo?
Me miró, sonriendo débilmente. —No, no puedes tomar esa porque la tuya
tomará unos minutos en prepararse y quería la oportunidad de hablar contigo
antes de que fueras.
—Ah.
—Sé que algunas cosas están sucediéndote. —Dejó la oración colgando por
un momento, suspendida en el aire mientras caminaba al refrigerador y sacaba una
caja de leche.
Sentí un destello de pánico, preocupado de que Harlow hubiera decidido
vengarse de mí después de todo, y le dijera todo. Pero no lo había hecho; lo sabía
incluso sin escuchar qué más él tenía que decir. Harlow podía ser un montón de
cosas—metiche, ingenua, impulsiva—pero desleal absolutamente no es una de
ellas.
Regresó al mesón y abrió la caja, comprobando la fecha antes de continuar
sin perder el ritmo. Como si estuviéramos teniendo una conversación casual
después del trabajo, como si él no estuviera dándome otra oportunidad para
abrirme. Lo cual por supuesto, no hice.
—Solo sé que puedes hablar conmigo.
—Lo sé —dije, agradecido de que Oliver nunca me presionara—. Gracias.
Y eso fue. Me tendió mi café, me dio un largo abrazo que habría bordeado lo
incómodo incluso para Ansel, y me fui.
Salí de su vecindario y me dirigí directo por la I-5, sin mirar siquiera una
vez el camino detrás de mí.

***

Treinta y tres horas y una horrible noche sin dormir en el hotel después,
estoy en casa. Entro a mi calzada—el sonido de la grava crujiendo bajo mis
neumáticos es como una canción de cuna—y veo mi casa por primera vez en
semanas. Es raro estar en casa y ver cuan pequeño y extraño se ve todo lo familiar
después de que he estado fuera en el mundo exterior por lo que se sintió por
siempre.
Es en estos momentos que me doy cuenta de cuan diferentes es mi mundo
del de Harlow. Cuanto más tranquilo. En vez de edificios repletos hasta arriba, mi
vista aquí no es nada más que altísimos árboles perennes, agua cristalina y el cielo;
el color extendiéndose que parecía no iba acabar. Casi estoy completamente
rodeado por bosque, tanto que incluso el olor del agua en la parte de atrás de la
casa es eclipsado por la pesada esencia de los árboles en descomposición y el follaje
de enfrente. No hay tráfico, sin ruido, y es enteramente posible simplemente
empezar a caminar y andar días sin siquiera ver a otra persona.
El aire se siente húmedo—todo se siente húmedo—y mis botas chapotean en
el pasto que necesita ser sesgado a lo largo del camino. Después de semanas en el
sol de California, la temperatura me toma por sorpresa. Para el mes que viene la
temporada de tormentas estará aquí, y en solo las pocas semanas en que me fui, las
hojas han empezado a cambiar, la tierra está sucia con espinas de naranja, rojo y
café. Subo el pórtico y saco mi llave, quitando de patadas incluso más hojas que se
han reunido en pequeños grupos alrededor de la alfombra. La cerradura se abre
con facilidad y la puerta oscila ampliamente, la pantalla de la puerta se cierra con
un chirrido y un gemido a mi espalda.
Mi casa es pequeña, de dos dormitorios, pero es limpia y cómoda, y solo a
unos pasos de la puerta trasera estás justo en el agua. Me las arreglé para
comprarla en uno de nuestros mejores años, y estoy agradecido ahora con el
Sensible Finn que previó y compró una casa, en vez de idiota Colton que compró
un Mustang que consume mucha gasolina y un condominio lejos en Victoria.
Está rancio y húmedo en el interior, y por eso dejo mi bolso y camino de
habitación en habitación, abriendo las ventanas para airear el lugar. Trae el frío,
pero vale la pena y casi instantáneamente la casa se llena con el aroma de sal y
pino. Un conjunto de puertas de vidrio en la muralla del fondo lleva a una cubierta
en donde la única vista son millas de azul y verde, la línea de árboles tan espesa en
algunos lugares que se extiende claro por el borde hasta la orilla del agua.
Dejo las puertas abiertas y me obligo a ir a la cocina a encontrar algo para
comer, y rápidamente me doy cuenta del error que cometí al no agarrar algo en mi
camino por la ciudad. El refrigerador está prácticamente vacío pero me las arreglo
para juntar una lata de sopa y unos duraznos que encontré en la despensa, y
mantengo a raya el hambre hasta que pueda ir a la tienda mañana.
Las horas en la carretera, una cabeza llena de pensamientos revueltos, y no
suficiente sueño han tomado su cuota, y casi más de lo que puedo hacer para llegar
a mi cuarto. Sin cerrar las ventanas, me quito la ropa y aparto las mantas, y por
primera vez en años, trepo agradecidamente a mi propia cama.

***

La casa está congelándose cuando despierto. Pero es bueno—la vida aquí, y


el agudo aire es exactamente lo que necesitaba para devolverme a la actitud de un
día en el bote.
Una noche completa de sueño le dio a mi cerebro el tiempo para reiniciarse
después de todo el pensar que hice en el camino. Salgo de la cama y me alisto,
sintiéndome bien por donde he llegado a la pregunta de qué hacer sobre el
negocio. Es un alivio tener que tomar una decisión, incluso si mi estómago
permanece un poco agrio con los nervios. Confío en mi mismo y mis hermanos lo
suficiente para saber que aterrizaremos nuestros pies sin importar qué.
Solo espero no estar a punto de arruinar nuestras vidas.
Estoy en el muelle antes de las cinco. El aire salado llena mis pulmones y mi
cuerpo se mueve en piloto automático, mis músculos recordando exactamente qué
hacer.
Los chicos han estado ocupados. Los tablones de la nueva terraza han sido
puestos en donde remplazaron los cables, y los controles en el cuarto de máquinas
parecen estar funcionando justo como deberían. Ningún equipamiento ha sido
dejado, las redes han sido reparadas, y siento una oleada de orgullo por mis
hermanos.
—¿Finn? —Escucho, y me doy la vuelta para ver a mi hermano más joven,
Levi, subiendo a cubierta.
—Estoy aquí —grito.
Sigue mi voz y entra, acunando un tazón humeante de café en sus manos.
Lleva una pesada chaqueta a cuadros, una gorrita sobre su cabello ondulado. —
Bueno, joder —dice, bajando su taza y tirándome a un abrazo gigante—. Es bueno
tenerte de vuelta, extraño.
Aparentemente, me he vuelto un suave en San Diego, porque me encuentro
tirándolo de nuevo cuando él se aleja, abrazándolo más fuerte. —Gracias —le
digo—. Gracias por encargarte de los botes. Lo hicieron bien. —Me aparto pero no
antes de arrebatarle la gorra de su cabeza, revolviéndole su bonito cabello rubio.
Su característica sonrisa está en el lugar. Levi siempre ha sido el hermano
sonriente, el bromita, y no me decepciona. —Colt está justo detrás de mí pero
podemos escabullirnos para pintarnos las uñas si te sientes necesitado.
—Jódete —le digo, riendo cuando le arrojo la gorra en su dirección.
Colton está ahí enseguida, con una bolsa de papel gigante que contiene su
almuerzo en una mano, una manzana en la otra. —Mira quien es —dice. Me abraza
con toda la fuerza que Levi no y al igual que siempre, los chico Roberts en el bote,
listos para empezar un nuevo día. Excepto que este día empezará muy diferente.
—Entonces, oye —empiezo, sacándome mi gorra de beisbol y frotándome la
frente—. Creo que deberíamos quedarnos en el muelle hoy.
Colton me estudia por un momento. —¿Por qué?
Mirando el muelle, todavía no veo a papá dirigirse al bote. —¿Papá todavía
está en casa?
—Probablemente baje más tarde —dice Colton—. Especialmente ya que
sabe que estás de vuelta.
—¿Qué pasa, Finn? —pregunta Levi—. ¿No vamos a arrojar las redes hoy?
Decido ser directo y decirles, con o sin nuestro papá aquí. Me vuelvo a
poner la gorra y miro a cada uno de mis hermanos. —Creo que he vuelto.
Levi da un paso más cerca. —¿Qué significa?
—Significa, que creo que deberíamos inscribirnos. —Miro a Levi y rio ante
su esperanzada expresión—. Para el show.
—¡Joder, sí! —grita Colton, y su voz hace eco a través del agua—. Oh, esto
es bueno, Finn. Estoy jodidamente emocionado.
—¿Puedo imaginar lo que la gente va a decir? —pregunta Levi, aunque su
sonrisa me dice que no está particularmente preocupado—. Van a darnos mierda
épica, estoy seguro.
—Sí, bueno, pueden darnos toda la mierda que quieran —le digo—. Puedes
saludarlos con la mano desde el agua porque nuestras máquinas están
funcionando.
—Les tiraré un jodido beso usando nada más que mi cuenta de estado del
banco —añade Colton.
Levi se ríe. —Estoy seguro que lo harías.
Hay un momento en donde simplemente los observo, midiendo a este Levi
y Colton contra los que dejé el día que me dirigí a donde Oliver. Las cosas se veían
mal, y quizás no me di cuenta de lo malo que fueron hasta justo ahora, viendo el
contraste en ellos. Están sonriendo y felices, jóvenes. Con suerte por primera vez
en años. El dinero no compra la felicidad, pero la felicidad seguro que es un
infierno más fácil de encontrar cuando no estás preocupado de dónde vendrá tu
siguiente comida.
—Vamos —les digo, alcanzando un portapapeles que cuelga de un clavo
cerca de la puerta, y paso a través de los registros diarios—. Necesito ver todo lo
que hay así cuando llamemos, puedo decirles lo que tiente que ser arreglado.
Levi me sigue a la timonera. —Entonces, cuéntanos sobre California.
—A lo que se refieres es que nos cuentes sobre el coño —interrumpe Colton.
—Contrólate, Colt —lo reprendo en voz baja.
Colton me mira con la mirada más cómica de fingida inocencia que jamás he
visto.
—Fue bueno. Fue genial ver a Olvier y Ansel. Ver la nueva tienda. —
Garabateo unas pocas notas en las gráficas, añado una cita de hoy, y empiezo una
lista de reparaciones que son necesarias en orden de prioridad—. Vi a Harlow —
agrego, y me arrepiento casi inmediatamente.
—Harlow —repite Levi con alegría evidente en su voz—. ¿Harlow de la
gabardina? —Por supuesto que Levi recordaría eso. Porque el karma tiene un
increíble sentido del humor, sucedió que Levi estaba llegando a mi casa cuando
Harlow se subía a su taxi. Definitivamente disfrutó compartir esa pieza de
información con mi familia entera.
Lo miro por sobre el portapapeles. —Sí. Esa Harlow.
—Bueno, maldición, hijo. Tampoco habría respondido mis llamadas
telefónicas.
—Sí, sobre eso —digo, pero Levi ya está sacudiendo la cabeza.
—Somos grandes, Finn, podemos manejar la carga por un rato. Te mereces
un descanso, hombre.
—Esto —hace eco Colton.
—De acuerdo, bien —digo, un poco abrumado y no exactamente seguro de
cómo responder—. Tenemos un motor que desarmar antes de que podamos hacer
la gran llamada, así que hagámoslo.

***

Es como si nunca me hubiera ido. Trabajo de sol a sol—tomando un


descanso solo al almuerzo para llamar a los productores con mis hermanos y mi
papá y les digo, finalmente, que estamos dentro—y se siente tan malditamente
bien agotarme y trabajar hasta que apenas puedo estar de pie, demasiado cansado
para preocuparme o siquiera pensar.
Es solamente a mitad de la noche que la claridad mental se va a la mierda.
Despierto de un sueño que fue demasiado real. Era Harlow, sobre mí, riendo de
algo que dije. Su piel desnuda era solo visible a media en la luz de la luna, y
despertar sin esa visión envía una puntada directo a mie stómago.
Es más fácil quedarme en la cama y mirar el techo que arriesgarme a volver
a dormir, en donde podría soñar con ella de nuevo. No estoy seguro de si Harlow
cementó la imposibilidad de una relación cuando fue detrás de mí a hablar a
Salvatore Marìn, o si lo hice hoy cuando concordé hacer este show, pero
independientemente de lo que sucediera, tengo que aceptar el hecho de que no hay
futuro para nosotros.
A pesar de lo que pensé, sé ahora que nunca he amado a alguien antes y
estoy empezando a darme cuenta que no tengo idea de cómo superarlo. Es
aterrador preguntarse si siempre tendré este sentimiento forjándose bajo mis
costillas, como si hubiera dejado algo vital atrás en California.

***

Han pasado cuatro días desde que la he visto, y todo el que dijo que se hacía
más fácil con el tiempo puede irse al diablo. No estoy durmiendo bien, no estoy
comiendo lo suficiente, y estoy matándome trabajando.
He atado todos los cabos sueltos con Salvatore y puse nuestro bote más
pequeño a la venta, así podemos enfocarnos en los dos botes más grandes. El show
está enviando un equipo de mecánicos para trabajar en Linda en una semana o algo
así, pero es imposible para mí estar tranquilo y no intentar derribar algo por mi
propia cuenta mientras puedo. Soy el primero en el muelle cada mañana y el
último en irse. Para el miércoles, hemos desarmado el motor completo y
finalmente llegamos a la conclusión de qu es problema en particular es demasiado
grande para que lo manejemos por nuestra cuenta.
Colton se pasa la tarde en el teléfono con los productores agendando las
reparaciones mientras yo ayudo a Levi a comprobar las poleas para usar. Papá
revisa las redes y comenta cada una de las reparaciones, cuando escucho una voz
familiar.
—Permiso para abordar, Capitán Wanker.
Miro por el costado para ver a Oliver, sonriéndome.
—Santa mierda —digo. Le hago señas para que suba y rodeo el bote,
observando mientras el sube a bordo—. ¿Qué infiernos estás haciendo aquí? —Mi
primera reacción es alegría, euforia por ver a mi amigo, que recorrió todo el
camino para verme.
Una segunda emoción, más física es miedo. Vine y me fui sin darle ninguna
razón, y nunca me preocupé de avisar que llegué a casa. Y ahora he tomado una
decisión bastante monumental sobre el negocio familiar y todavía no le he dicho
nada a mis dos mejores amigos. —¿Algo está mal? ¿Ansel? ¿Harlow?
Ya está sacudiendo la cabeza. —Están bien —dice—. Solo quería hablar
contigo. —Me tira a un abrazo antes de dar un paso atrás, tomando un minuto
para mirar alrededor—. Nunca pensé que pondría un pien en esto de nuevo —
dice—. Huele como jodido pescado.
—Bueno, estaré maldito.
Ambos nos giramos para ver a un sonriente Colton dirigiéndose hacia
nosotros.
—Colton —dice Oliver, sacudiendo la mano de mi hermano. Oliver mira de
mí hacia Colton y de regreso de nuevo—. Parece como si tú fueras tan feo como
este aquí, pobre bastardo. ¿Cómo estás?
—Bien. Genial, en realidad. ¿Escuchaste sobre el show?
Joder.
—El… show.
—Sí, el show con Canal de Aventuras —dispara Colton distraídamente—.
Dos jodidas temporadas, Olls. ¿Puedes creer…
—Colt —lo interrumpo, alzando una mano—. Esperaba contarle a Oliver
sobre esto yo mismo.
Oliver gira su sonrisa hacia mí y lo he conocido por el tiempo suficiente
para saber que esta no es una sonrisa Estoy feliz por ti. Esta es la sonrisa
condescendiente que le da a alguien que confunde Star Trek con Buck Rogers, o que
no entiende la dinámica detrás del triángulo amoroso Wolverine-Jean Grey-
Cyclope. —Buen plan, Finn. Me gusta escuchar cosas directamente de la fuente.
Extiendo la mano para rascarme la parte trasera del cuello, esperando
mientras Colton y Oliver lo captan. Solo vuelvo a sintonizar cuando escucho a
Colton preguntar cuanto tiempo se quedará aquí.
—Vuelvo mañana por la mañana.
Colton gime. —¿Por qué un viaje tan corto? Podemos usar tu ayuda la
semana que viene cuando los mecánicos desciendan y Finn sea expulsado de los
botes.
—Muy chistoso.
—Escucha, tengo que regresar al cuarto de máquinas; hagamos tiempo para
una cerveza esta noche, ¿sí? —pregunta Colton, caminando hacia atrás.
Oliver asiente. —Definitivamente.
—Genial. Es bueno verte, hombre, hablaremos a la noche.
Observamos a Colton rodear la esquina y desaparecer de nuestra vista.
Oliver es el primero en hablar. —Me gustan tus hermanos —dice.
—Son buenos chicos. En realidad mantuvieron las cosas mientras me fui.
—¿Sabes quién no me agrada justo ahora?
—¿Ansel? —supongo.
Se ríe. —Camina conmigo, Finn.
Oliver retrocede un paso en el muelle y después de un momento de
vacilación cuando me pregunto si de verdad puedo nadar de regreso a mi casa, lo
sigo. En la superficie, Oliver es más relajado que nadie que alguna vez he
conocido. Es una de esas personas que mantiene todo dentro, dejando a sus
emociones fuera en pequeñas y medidas piezas. El hecho de que voló hasta aquí
para verme sin siquiera saber del show… creo que estoy dentro de un mundo de
dolor.
A pesar del sol en lo alto del cielo, hay algo distintivo en el aire. El viento
azota a través de los barcos y se pone aún más frío cuanto más caminamos. La
bocina de un barco se escucha a través del silencio y Oliver se vuelve hacia mí.
—¿Asumo que toda este espectáculo tiene algo que ver con el por qué te
fuiste? ¿Y con lo que estuvo molestándote todo el tiempo?
Me quito mi gorra y me paso una mano por el pelo. —¿Harlow te dijo algo?
—Hay una parte de mí que casi desearía que lo hubiera hecho. Si ya Harlow le
dijo entonces no hay necesidad de que yo lo haga, no hay razón para derramar mis
tripas y sobre el muelle.
No soy tan afortunado.
—No, en realidad dijo que era tu historia para contar. Y estoy de acuerdo.
El sonido del agua, pequeñas olas estrellándose contra la base del muelle
llega hasta nosotros, amplificando mi silencio. Debería haberle dicho a él. Debería
haberle dicho a Ansel.
—Finn, sé que no te gusta mucho compartir. Lo entiendo. Infierno, después
de pasar tiempo con el parlanchín de Ansel, incluso lo agradezco a veces. Pero te
quiero, eres mi mejor amigo y no te hubiera dado tantas malditas oportunidades
para confiar en mí, si en realidad no me importaba lo que estaba pasando en tu
vida. Háblame.
—No me gusta hablar de las cosas hasta que sepa lo que voy a hacer.
—Lo entiendo —dice Oliver, asintiendo—. Pero ver cómo vine aquí para
asegurarme de que estabas bien, y enterarme ahora por tu hermano que ya
firmaste para hacer un programa de televisión... —Ondea su mano hacia adelante,
indicando que no necesita terminar de hacer su punto.
Señalo un banco en el extremo del muelle, y camino allí rígido en silencio.
Nos sentamos, y Oliver extiende los brazos sobre el respaldo del banco mientras
me inclino hacia delante, con los codos sobre las rodillas, mirando hacia abajo. El
muelle es viejo y gastado por el clima, pero juro que podría dibujar el patrón de la
veta de cada tablón de memoria.
—En los últimos meses, las cosas no han sido buenas —le digo—. La
importancia del pescado se ha reducido, el costo del combustible es un recargo. La
gente está perdiendo por todo lado. Papá iba a sacar un préstamo sobre la casa. Yo
estaba muy seguro de que iba a tener que hacerlo, también. Y tú has visto mi casa,
Olls. Tú sabes que no estamos hablando de un gran terreno, ¿de acuerdo?
Estábamos raspando el barril.
—Mierda —murmura Oliver.
—Así que —continuo—, hace un mes que recibimos una visita de un par de
tipos del Canal de Aventuras. Ellos querían filmar en el barco, documentar
nuestras vidas y lo que pasamos. Documentarnos. Mi primera reacción fue que
estaban jodiendo completamente con nosotros. Mi segunda reacción, cuando me di
cuenta de que era real, era decir que no, porque es claro que el objetivo del
programa no sería acerca de la pesca, sino sobre nosotros y nuestras vidas.
—Las vidas de cuatro chicos musculosos elegibles en Canadá, quieres decir.
—Exactamente —le digo, frotando mi cara—. Pero los chicos, mis hermanos
y mi padre, pensaban que deberíamos escucharlos. Están cansados de luchar tan
duro, ¿sabes?
A mi lado, Oliver asiente.
—Hablamos, y se decidió que, puesto que yo era el único que me resistía, y
créeme, me encontraba totalmente en contra de esto, sería el que iría a Los Ángeles
y me reuniría con la compañía de producción, obtendría todos los detalles, y
volvería. Lo decidimos juntos.
—Está bien —dice—. De ahí la visita.
—Cuanto más pensaba en ello, más sabía que no quería hacer el programa.
Incluso cuando conducía a San Diego, lo sabía. No quería sacar a la luz lo que las
personas están pasando por aquí. No quería que seamos una especie de broma.
Pero entonces llegué a California y... uno de los motores lanzó una barra y fue una
cosa tras otra y muy pronto, era eso o perder todo. De ninguna manera cualquier
préstamo nos ayudaría a salir del lío.
—Pero no me dijiste. No le dijiste a Ansel.
Niego con la cabeza. —No lo hice.
—Le dijiste a Harlow.
Respiro profundamente y miro al horizonte. Una gaviota vuela en círculos
arriba antes de precipitarse abajo, hundiendo su pico en el océano. —Sí —digo
finalmente.
—¿Debería estar enojado porque le dijiste a ella, pero no a mí? ¿Estuviste en
una relación con ella por cuánto, doce horas? —dice—. Hemos sido amigos
durante más de seis años.
—Tienes razón. Pero tú y Ansel, son una parte permanente de mi vida.
Harlow era temporal. —Oliver levanta una ceja y rápidamente añado—: Al
principio.
—¿Y eso hizo más fácil hablar con ella? ¿Alguien que apenas conocías, en
lugar de alguien que has conocido la mayor parte de tu vida adulta?
—¿No crees que eso tiene sentido? No quería que supieras lo que pasaba
hasta que yo supiera lo que pasaba. No quería que cambies la forma en que me
veías.
—Eres un terco, idiota orgulloso, Finn Roberts.
Ajusto mi gorra en la cabeza. —He oído eso antes.
—Así que lo que estoy escuchando es, que te fuiste cuando te enteraste de
que Harlow estaba haciendo básicamente lo mismo.
Junto mis cejas, sin comprender.
—Ella no quería hablar de su madre contigo, y tú no querías hablar de tus
problemas del barco con nosotros. Ambos querían mantener las cosas separadas.
—No —le digo, sacudiendo la cabeza. La comprensión se hunde. Él piensa
que me fui de la ciudad porque Harlow no me dijo sobre su madre. Jesús.
¿Realmente quedé como ese insensible?—. No dejé la ciudad porque Harlow no
me dijo acerca de su mamá, Oliver. Por el amor de Dios. Eso dolió por mi mamá, y
porque le dije a Harlow todo acerca de mis problemas, y la noche antes
básicamente nos habíamos confesado nuestro amor eterno. Pero si eso era lo único
que pasaba yo no habría pagado la fianza.
—Está bien, está claro que hay mucho más en juego, y Harlow es tan
hermética como tú.
Me froto una mano sobre mis ojos. —Dejé la ciudad porque tenía que
regresar aquí. Y… —Hago una pausa, mirándolo—. Me fui de la ciudad porque
estaba enojado con Harlow por tratar de encontrar una manera para salvar mi
negocio sin hablar conmigo.
Oliver retrocede, sacudiendo la cabeza para decirme que él no entiende. —
¿Qué?
Le explico cómo Harlow se acercó a Salvatore Marín sin hablar conmigo
primero. Cómo discutió detalles sobre mi vida que no eran de ella para compartir.
Cómo le ofreció algo, acceso a mis barcos durante meses, cuando ni siquiera se
hallaba segura de poder cumplir.
—Así que no te lo dijo porque no estaba segura de que funcionaría, ¿no? —
pregunta Oliver, y su voz es suave y curiosa, como si simplemente quiere saber,
pero puedo sentir su punto láser acechando justo detrás—. ¿Ella no quería
compartirlo contigo antes de que fuera una posibilidad real?
—Sí —le digo, cauteloso—. Eso es probablemente lo que diría.
—¿Al igual que no querías decirnos sobre lo que ocurría con el programa de
televisión antes de que fuera una posibilidad real?
Veo el punto que está haciendo, pero simplemente no cuadra. —Oliver, toda
la situación es jodida. Sí, debería habértelo dicho por cortesía porque eres mi
amigo. Pero Harlow debería haberme dicho por necesidad, porque es mi jodida
vida. Estos dos no son lo mismo.
Mira hacia el agua y parece considerar esto durante mucho, silencioso. —Sí,
lo entiendo.
No tengo nada más que decir. —Vamos a buscar una puta cerveza. Puedo
terminar los detalles durante el espectáculo.
Él asiente, de pie junto a mí y me sigue mientras camino por el muelle hacia
mi camioneta. —¿Eres feliz aquí sin ella? —pregunta—. ¿Te sientes muy bien
volviendo a casa solo todas las noches?
Riendo sin humor, le digo—: No tanto.
—¿Crees que ella debe ser una auténtica gilipollas, supongo, por tratar de
arruinar tu negocio. Qué idiota.
—Jesús, Olls, ella no trataba de arruinarlo —le digo, por instinto de
protección—. Ella probablemente solo trataba de encontrar una manera de que
nosotros…
Me detengo, volviéndome para mirar una sonrisa de idiota gigante de
Oliver.
Gimiendo, digo—: Vete a la mierda, australiano.
Traducido por Dannygonzal, Annie D & Ivy Walker
Corregido por Laurita PI

Me despierto el martes y de inmediato sé que tengo el periodo, lo que por


supuesto trae una enorme oleada de alivio… lo que por supuesto me enoja una vez
más porque Finn simplemente se subió a su camioneta y condujo hacia el norte,
dejando detrás el lío entre nosotros.
Una de las cosas que más apreciaba de Finn era la simple premisa que
siempre parecía tener sobre la forma de ver el trabajo, los amigos y la familia.
Según parece, eso no aplicaba a la pelea que tuvo con la chica con la que estuvo
casado por doce horas, a la que amó por un día, y a la que potencialmente dejó
embarazada.
Pero recordar eso aclara el por qué lo apreciaba de él: porque fue la forma
en que también fui educada. Cuidar de ti mismo. No dejar cabos sueltos. Limpiar
tu desorden. Y, como mi padre me ha dicho incontables veces “Preocuparse no es
prepararse”.
Así que fui a la casa de mis padres en la madrugada para reportarme,
reconectar, o, como papá probablemente diría, ser una entrometida que se
preocupa por todo.
Papá ya se encuentra despierto, comiendo cereal y mirando por la ventana
en su típica zona zombi pre café, así que troto hacia el segundo piso y trepo en la
cama con mamá. No quiero sentirme tan atrapada en mi propio drama interno
como para olvidar lo que ella atraviesa y que, al final del día todos los días, aún es
una mamá que necesita abrazos.
Todavía no ha perdido su cabello, pero ya lo llora. Heredé la piel olivácea de
mi padre, pero el cabello castaño de mi madre, y el suyo se esparce sobre la funda
de la almohada, tan largo y abundante como cuando yo era pequeña. Su marca
durante la cumbre de su carrera fue su cabello. Incluso una vez hizo el comercial
de un champú, por lo que Bellamy y yo amamos darle mierda sin fin.
—Buenos días, Tulipán —murmura dormida.
—Buenos días, Pantene.
Se ríe, rodando para presionar su cara en la almohada. —Nunca vas a
dejarme superar eso.
—Nop.
—Ese comercial pagó la…
—La cámara que papá usó para grabar Caged —termino por ella—. Lo que le
consiguió un arreglo en Universal para Willow Rush, con el que ganó el Oscar. Lo
sé. Solo bromeo.
Pero esa es la cuestión. El trabajo de mamá pagó por el de papá, lo que sacó
a nuestra familia adelante, y de cualquier forma allí el orgullo entra a jugar,
aunque papá es uno de los hombres más orgullosos que he conocido. Mamá vino
de una familia rica de Pasadena. Papá de una madre soltera pobre de España.
Nunca le importó que su carrera despegara por el dinero y las conexiones que
Madeline Vega hizo primero. Una vez que convenció al amor de su vida de que se
casara con él, solo tres cosas le importaron a mi papá: que mi madre llevara su
nombre, poder hacerla feliz, y que ambos lograran hacer lo que amaban para vivir.
—¿Por qué los chicos son tan estúpidos? —pregunté.
Se ríe. —Literalmente nunca te he escuchado tan molesta por un chico.
Estaba preocupada.
—¿Preocupada de que me gustaran las chicas?
—No —dice, ahora riéndose más fuerte—. Eso habría estado bien. Estaba
preocupada de que fueras una come hombres de sangre fría.
—Las acciones de papá son difícil de emular —explico, presionando mi cara
en su cabello. Bajo la esencia de su champú y crema para el rostro, huele diferente,
no mal, pero… diferente… el resultado de la quimio y de todas las otras cosas que
en este momento le hacen a su cuerpo. Aun cuando no paso ni una hora sin pensar
en ello, ahora me pega como un golpe físico este recordatorio de que mi mamá se
encuentra enferma y que mi mundo es diferente a lo que era hace dos meses. Esto
me hace extrañar a Finn y la fuerza que me proveía con tanta intensidad, y por un
segundo, no puedo respirar—. Antes era difícil tomar a alguien en serio.
—¿Quieres decir, antes de Finn?
—Sí.
Rueda para enfrentarme. —¿Qué pasó?
Le cuento, vagamente, sobre la conexión, sobre mi necesidad de distracción,
acerca de lo mucho que me distrajo. Le cuento sobre los sentimientos verdaderos,
de los te amos. Ella ya sabía acerca del trato potencial con Salvatore, pero
aparentemente no sabe cómo se desarrolló.
—Cariño —dice, colocando su mano cálida en mi mejilla—. Tu corazón
siempre está en el lugar correcto. Pero una sociedad siempre comienza desde el
principio. Hice el comercial para ayudar a papá, pero juntos decidimos que lo
haría.
—Entiendo que Finn se molestó por no decirle —digo—, pero aún no
entiendo por qué no pudo dar un paso atrás y darse cuenta de que era algo bueno,
o al menos discutirlo conmigo. No es como si hubiera hecho un contrato en
borrador con Sal. Simplemente se mostró interesado. Finn perdió el control.
—¿Qué crees que papá habría hecho si hubiera llegado de la sesión de fotos
de Pantene y le hubiera dado una cachetada diciéndole: “Ve a conseguir tu cámara,
bebé”?
Ruedo mi cara en la almohada y gruño—: Maldición.
—¿Sobre qué maldices? —pregunta papá desde la puerta, levantando la taza
hasta sus labios para tomar algo de su café.
—Tu hija está aprendiendo las reglas de las relaciones —dice mamá.
Resopla. —Al fin.
—¿Ustedes dos están jodiéndome? —pregunto, saliendo de la cama en la
mitad de un jadeo—. Estoy muy ocupada y tengo cosas importantes que hacer.
—¿Trabajas hoy? —me grita papá mientras bajo las escalas. Puedo oír en su
tono que no lo cree.
Me detengo en el tercer escalón, dándole una mirada sucia que no puede
ver. —¡No! —gritó en respuesta.
—¡Llama a Finn! —grita papá cuando estoy abajo—. ¡Me gusta!

***
El problema es que no quiero llamar a Finn. Quiero ir a Canadá, patearlo en
las pelotas, y luego regresar a casa. Actúa como un bebé grande, y dejar la ciudad
de la manera en que lo hizo, lo mostró como un idiota. Me siento tentada a enviarle
un paquete importante con un pez de plástico, una copia en DVD del último filme
de Salvatore, y una caja de tampones.
Oficialmente dejo mis prácticas en la NBC, y juro que nadie ni siquiera
notará que me fui, o si lo hacen, el relato será La Chica de Hollywood no puede lidiar
con ser la Chica del Café. Salvatore ubica una oficina para mí en su edificio Del Mar,
y cuando le prometo que seré la mejor chica del café que ha tenido, se ríe y me dice
que eso es genial, pero que probablemente lo escoltaré a las oficinas de Los
Ángeles al menos tres días a la semana así que alguien más puede manejar el
trabajo del café.
Esas noticias caen en mi regazo como una bomba llena de brillantes y
cachorros: No solo me ha dado un trabajo, además me ha convertido en su
asistente principal. Pasé de ser la que sirve el café en la NBC a ser la mano derecha
de uno de los productores más grandes de Hollywood. Mi papá ni siquiera
parpadea cuando le cuento las noticias.
—Sabía que era cuestión de tiempo —me dice en cambio, y me da esa
sonrisa que me hace sentir como la más brillante y hermosa estrella de todo el
cielo.
Pero incluso con ese gran cambio en el horizonte y una semana llena de
llamadas telefónicas, contratos, y el recoger los muebles de la oficina… una semana
entera sin Finn alrededor es extraña. Casi lo llamo como unas mil veces, solo para
decirle lo que hice durante el día, o para compartir mi entusiasmo con él por el
trabajo con Sal.
Pero tan pronto como saco el teléfono y noto la completa escasez de
mensajes, llamadas o correos de él, me las arreglo para luchar con la urgencia de
dejarlo regresar.
Salvatore lo menciona en el almuerzo, justo una semana después de que
Finn se fuera de la ciudad. —Tu novio es bastante…
Lo apunto con mi tenedor. —Finn no es mi novio.
Sal levanta las manos en rendición. —Bien, bien, tu amigo, ¿es mejor así?,
tiene clase. Le preocupa que el daño en su bote pueda costar más de lo que vale
usarlo como set de filmación y dijo que era incapaz de trabajar con nosotros en esa
época, pero sugirió algunas opciones geniales en el área y estuvo de acuerdo en ser
nuestro asesor principal para Release Horizon.
—¿Oh? —No puedo decir si el maniaco latido de mi corazón significa que
me entusiasma que Finn vaya a implicarse de alguna forma y que ha tomado la
iniciativa profesional de llamar a Salvatore, o si tengo miedo de perder toda mi
mierda cuando inevitablemente lo vea en algún momento.
—Iremos allí la próxima semana para ver algunos botes. —Salvatore levanta
la mirada cuando mi tenedor cae ruidosamente en mi plato.
—¿La próxima semana? Pero la filmación no comienza hasta abril.
—Ahora trabajas para mí, Tulipán —me recuerda, usando el sobrenombre
con el que mi familia me llama para quitarle filo a su amable regaño—. Te necesito
allí. ¿Ir a Canadá es un problema para ti?
—Obviamente lo que pase entre Finn y yo no tiene nada que ver con nada
de esto. Lo siento, Sal. Solo tuve un momento. Estoy bien.
Saca su barbilla, imitando a El Padrino. —¿Quieres que le rompa la cara?
—No, me devastaría que me quitaras la oportunidad.
Tomo un pedazo del emparedado, mastico y trago. Omito la parte en donde
realmente me gusta la cara de Finn.
—Dios, espero que no cometas un error llevándome para todo esto —digo—
. Conozco el negocio, pero ¿estás seguro de que no te gustaría que alguien con
más…?
—Tengo suficiente experiencia por los dos —dice, encogiéndose de hombros
mientras toma una judía—. Sabes cómo son estas cosas del trabajo, y te voy a
entrenar para que seas exactamente lo que necesito que seas. Me gustan tus agallas
y te levantaré rápido. Es difícil encontrar personas con tu combinación de lealtad,
inteligencia y coraje.
Me toma un segundo mirar a Sal con adoración. —Te quiero, ¿lo sabías?
—Sí, sí. —Toma un sorbo de su té helado—. Entonces ¿qué pasó con Finn?
Suspirando, dejo caer mi servilleta sobre la mesa. —No le dije exactamente
que iba a hablarte acerca de usar sus botes para filmar una gigante y
multimillonaria producción de Hollywood. Se enojó. Bla, bla.
Sus ojos se levantaron de nuevo hacia mí, mitad entretenido, mitad
incrédulo. —Bromeas.
—Antes de que digas cualquier cosa, por favor toma nota de que he oído de
todo el mundo que aquí soy la que está equivocada. Me siento como una idiota, en
serio.
Su cara de relaja y da un pequeño encogimiento de hombros antes de tomar
un bocado de su ensalada.
—Y luego simplemente se fue —le digo—. Es por eso que estoy molesta. Se
sintió…
Traga, y luego termina la frase por mí—: ¿Cómo mierda?
—Sí.
—Bueno, puedes decirle todo acerca de cómo te sientes la próxima semana.
Saldremos con él a almorzar. —Sal me mira a los ojos y bate sus pestañas
inocentemente.
Mierda.

***

—Ansel ¿en serio? —digo, deslizándome en la cabina en Great Maple para


el desayuno del sábado con el grupo—. ¿Cuánto estás pagando por volar hasta
aquí prácticamente cada semana?
—Un montón —admite con una carcajada y su obsceno hoyuelo se empuja
en su mejilla—. Pero en realidad me encuentro aquí esta semana porque estamos
buscando casa.
—Eh, ¿perdón? —pregunto, inclinándome hacia adelante para mirar
fijamente a Mia.
—¿Qué dijo? —agrega Lola.
—¡La demanda del demonio se resolvió esta semana! —chilla Mia, y sonríe
tan enormemente que podría contar cada uno de sus dientes—. Oficialmente Ansel
es libre de buscar trabajo aquí y ¡ya tiene una entrevista en la Universidad de
California en San Diego!
—Mierda, ¡eso es increíble! —Salto del banco y hago que Oliver se levante
así puedo derribar a Mia en el otro lado—. ¡Estoy tan feliz por ustedes!
Lola se une a la pila de chicas y oigo a Ansel decir algo sobre conseguir una
cámara de video y jarabe de miel.
Me salgo del enredo y golpeo el brazo de Ansel antes de enderezarme la
camisa. —No puedo creerlo. ¡Como que vamos a estar juntos!
—Bueno. Casi —dice Loca, haciendo una cara de “esto es incómodo”.
—Bien. Excepto por Finn —digo, y todos me miran como si estuviera hecha
de cáscara de huevo y me encontrara rodando hacia el borde de la mesa. Me río,
demasiado fuerte, sonando completamente loca. El efecto lo hace incluso más
incómodo—. Obviamente me doy cuenta de que ya no se encuentra aquí. —Y
luego agrego sin ninguna otra razón aparte de que mi boca aún mueve y de que
nadie más viene a mi rescate—: Se fue sin despedirse.
Lola resopla, acariciando mi hombro—: Shh, pantalones locos.
Reprimo una carcajada. —Eso salió un poco como Glenn Close, ¿no?
—Un poco —concuerda Ansel riéndose.
—Fui a verlo el fin de semana que pasó —dice Oliver, y juro que el sonido
del chirrido del freno rasga mi cabeza.
—¿Viste a Finn?
—Sí. Volé para ver qué demonios pasaba con él ya que nadie de aquí me
dijo nada. —Me da una mirada de advertencia, pero luego me hace un guiño.
¿Ves? Esto es a lo que me refiero con la cara impasible de Oliver. Nunca
hubiera supuesto por su reacción hace casi dos semanas que iba a preocuparse
acerca del por qué Finn se fue y que dejaría su nueva tienda en las cuestionables
manos de No-Joe para volar a Canadá solo para darle un vistazo.
Quiero decir algo para mostrar que no me encuentro completamente
consumida por el dolor ante el pensamiento de alguien más volando y dándole un
vistazo a Finn. Y por cierto, todos están mirándome, y puedo decir que esperan
que haga alguna broma y aligere el estado de ánimo… pero no puedo.
He terminado de estar molesta. Tratar de sentirme enojada es agotador, y
nunca he sido buena en eso. Joder, extraño a Finn, extraño a Mi Persona, y puedo
sentir mis celos de que Oliver pudo verlo el fin de semana aumentando en un
sofoco hasta mi cuello.
—¿Estás bien? —pregunta Lola en voz baja.
—En realidad no —lo reconozco—. Tengo que ir hasta allí la semana que
viene a ver los barcos con Sal y llevaremos a Finn a almorzar para darle las gracias
por aceptar ser consultor. Ya sé que será incómodo y será extraño verlo porque él
es tan bueno en ser distante y profesional. Todo esto me entristece.
Dios, odio lo honesta que soy cuando me siento devastada. Es como si he
sido entrenada bajo algún desencadenante pavloviano por mis padres para hablar
de todo tan pronto cuando tengo sentimientos demasiados grandes como para
usar el sarcasmo.
—Si ayuda —dice Oliver—, él lucía como tú ahora, cuando le dije que
pasaste por la casa, buscándolo el día que se fue de la ciudad.
—¿Le dijiste la parte acerca de lo molesta estaba, o la parte de cuan triste me
sentía? —pregunto—. Porque quiero que me imagine con una motosierra y botas
patea-traseros.
Oliver se ríe, moviendo la cabeza y regresando a su waffle.
—¿Te dijo por qué estaba enojado?
—Algo —dice Oliver alrededor de un bocado.
—Así que, por lo menos no tengo una reacción exagerada, ¿verdad? —
Puedo escuchar en mi propia voz que ni siquiera me siento convencida.
Ansel se asoma sobre su desayuno y pregunta—: ¿Alguna vez te dijo por
qué abandonó la universidad?
—Sí, de manera sucinta. Quiero decir, en realidad nunca hablábamos de
ello, pero sé que la dejó para empezar a pescar con el negocio familiar.
—No exactamente —dice, dejando el tenedor—. La abandonó para manejar
el negocio familiar.
—Espera —digo, levantando la mano—. ¿En la universidad, lo hizo? ¿Pensé
que se hizo cargo después de Bike and Build?
—No —dice Oliver—. Cuando tenía diecinueve años su padre tuvo un
ataque al corazón y luego un infarto un año después. Colton tenía dieciséis. ¿Levi
tenía como once? Literalmente no había otra opción para Finn, si no hacerse cargo.
—Su padre se encuentra mejor ahora —continúa Ansel—. Pero existen
muchas cosas que todavía no puede hacer, y Finn ha dirigido básicamente toda la
cosa desde que era un niño. Se tomó el verano libre un año para Bike and Build
cuando Colton tuvo edad suficiente para darle a Finn un descanso, y vino a Las
Vegas, pero aparte de eso, este viaje a San Diego fue su única ocasión lejos del
agua.
Asiento, levantando mi vaso de agua con una mano temblorosa. Quiero
verlo ahora, quiero besarlo, ayudarlo y solucionar todo esto.
—De hecho, me gusta lo que intentaste hacer —dice Ansel—. Cuando hablé
con él un par de noches atrás me dijo al respecto.
—¿Utilizó un montón de palabras de cinco letras?
—Ninguna, en realidad.
Levanto las cejas, impresionada.
Miro a Oliver. —Cuando lo viste este fin de semana, ¿te dijo qué va a hacer
con el negocio?
Oliver inclina la cabeza, parpadeando. —Harlow.
Así que no me dirá. Bien. Voy a por todas; no tengo más orgullo—: Incluso
¿me menciona?
Oliver se encoge de hombros. —No mucho. Pero recuerda que hablábamos
de Finn. Por lo general, habla menos de las cosas en que más está pensando.
Me río. Bien jugado, australiano.

***

Nuestro vuelo a Victoria aterriza el lunes a las cuatro de la tarde, y Sal y yo


vamos al Hotel Magnolia juntos en un taxi, discutiendo los planes para los
próximos dos días: reuniones, visitas de barcos, y más reuniones. El aire huele a
mar, pero es tan diferente al de casa. Es más pesado, de alguna manera, más
salado, y los vientos se sienten considerablemente más, me hace pensar en San
Diego como un dulce y dócil pueblo costero. Este lugar se localiza en el borde de la
frontera océano.
Me siento tan nerviosa de hallarme aquí, tan cerca de Finn de nuevo que
incluso en el sol de octubre, siento frío. La última vez que vine aquí, no tenía nada,
sino las burbujas de la champaña de la emoción, efervescentes en mi estómago y
dándome una sonrisa secreta todo el viaje. Apenas noté el desierto, el espacio entre
las casas, y la cantidad de agua que existe, en todas partes.
Esta vez, me doy cuenta de todo. A pesar de que hablamos de trabajo, y los
nombres que necesitamos saber y qué tipo de notas Sal necesita que reúna en este
viaje, me doy cuenta de todo.
Finn vive aquí, no puedo dejar de pensar en eso. Vive aquí, en este otro
mundo, en esta vida alternativa rodeado de verde y del zafiro azul del océano. El
Bar de Fred, Starbucks y el centro de Graffick se sienten tan lejos de todo esto. Finn
debe haberse sentido como si estuviera entrando en Tokio cuando vino y se quedó
con Oliver. En un juego de video.
No puedo ni imaginar cómo se sentía acerca de Las Vegas.
Nos registramos, y mientras esperamos por el ascensor, Sal mira su teléfono
y hace un pequeño mm en la parte posterior de la garganta.
—¿Qué?
Sonríe, y me entrega su iPhone abierto en la página de Variety y empiezo a
leer a medida que entramos en el ascensor.

El Canal de Aventura Contrata a Los Hermanos Roberts para "The Fisher


Men".
El Canal de Aventura ha firmado por una cifra sin precedentes de dos
temporadas completas de una nueva serie siguiendo a una familia de cuatro
hombres; tres hermanos solteros y su padre; a medida que navegan en la industria
pesquera en la costa oeste de la isla de Vancouver.
El programa será protagonizado por: Stephen, Finn, Colton, y Levi Roberts,
será una "exploración de la responsabilidad familiar y la compleja dinámica de
unión de estos hombres por el amor y los negocios que manejan juntos. La historia
de la búsqueda de cada hijo, tanto para salvar el negocio familiar y construir una
vida fuera del agua de la a menudo brutal industria pesquera del Noroeste del
Pacífico, es lo que atrajo al Canal de Aventura a este programa”, de acuerdo con el
co-productor ejecutivo, Matt Stevenson- John.
Junto con Stevenson-John, Giles Manchego está a bordo para producir. El
acuerdo se concretó el viernes, según un portavoz del Canal de Aventura. "The
Fisher Men" se comenzará a filmar en la primavera cuando empiece la temporada
de salmón, con episodios estrenando el 1 de julio.

—Vaya. —Siento cada partícula de aire evacuando mi pecho en una ráfaga


con esa sola palabra. Entregándole a Sal su teléfono, le digo con voz tensa—: Lo
contrataron.
—Eso parece.
Le dije a Sal que existía la posibilidad, por lo que claramente no se encuentra
sorprendido por nada de esto, pero no sé qué sentir. No sé qué decir. No sé por qué
me sorprende, pero al verlo así; en la novedosa fuente digital acompañada por una
de las fotos promocionales que Finn odiaba tanto; no estoy preparada para la
forma en que me llega como un golpe físico en el centro de mi pecho.
No tengo la certeza de que mis piernas me mantendrán en posición vertical
y me apoyo contra la pared del ascensor.
—¿Estás bien?
—Solo... —Cierro los ojos, respiro con profundidad tres veces de la forma en
que mi padre siempre me decía cuando me sentía abrumada. Es probable que
Oliver y Ansel supieran, y no me dijeron. Finn no me llamó. Me siento tan...
insignificante—. No esperaba que hiciera esto.
Pero, ¿es así? ¿No percibí que él iba en esa dirección, sabiendo que es lo que
quería su familia? Si no aceptaba la oferta de Sal, ¿qué otra cosa podría hacer?
—Es un gran paso, si me preguntas —dice Sal, y sé lo suficiente como para
entender que escoge actuar ajeno a mi crisis interna—. Por lo que sé, el Canal de
Aventura invierte una enorme cantidad de dinero en esto. Por supuesto, la familia
de Finn obtendrá un pago adelantado. Pero también una parte de la promoción.
Asiento, aturdida. Es algo bueno. Es algo increíble. Repito este pensamiento
una y otra vez.
Llegamos a mi piso y Sal me dice que lo encuentre a las ocho de la mañana
en el salón ejecutivo del hotel. —Estoy seguro de que encontrarás algo que hacer —
dice, mientras salgo y él permanece en el ascensor porque se queda en el piso de
lujo.
—¿No tenemos planes para esta noche? —Para ser honesta, con esta nueva
información, no quiero nada más que ser distraída por el agudo ingenio y las
historias de la industria sin fin de Sal.
—Voy a cenar con unos amigos —dice, con una agite casual de la mano.
Solo tengo tiempo para darme cuenta de que planeó esto, así tendría una
noche libre y digo las palabras—: ¡Imbécil! ¿Hablaste con mi papá? —Antes de que
Sal sonría y se cierren las puertas del ascensor.
—¡No voy a ir a ver a Finn! —le grito de todos modos a las puertas selladas,
justo cuando un señor mayor se adelanta y presiona el botón de llamada—. No lo
haré —le digo al extraño antes de mirar la llave de mi habitación y pisotear por el
pasillo.

***

Coloco mi bolso en el suelo y después de una búsqueda rápida en mi


teléfono me voy casi de inmediato para encontrarlo.
La puesta de sol sobre el agua es casi demasiado hermosa para describir, y
me gustaría que alguien estuviera aquí conmigo para acordar que es irreal. El cielo
es de color naranja fuego en el horizonte, desvaneciéndose a un profundo azul
lavanda con las nubes moteadas. El taxi me lleva a lo largo de la costa de Victoria,
más allá de Port Renfrew hacia la casa de Finn en Bamfield, situada justo en
Barkley Sound.
Mi cabeza todavía de vueltas y, en este momento, quiero verlo más que
nada. Le digo al conductor que me deje en el muelle, sabiendo que si hay alguna
luz encendida es probable que Finn se encuentre en su barco. Pero cuando miro las
decenas de barcos amarrados a sus gradas, me doy cuenta de que encontrarlo será
como buscar una aguja en un pajar.
Camino a lo largo de las gradas, en busca de la Linda, en busca de alguien
que pudiera saber dónde encontrar a Finn Roberts, muy pronto estrella del Canal
de Aventura. Pero el muelle se encuentra tranquilo, y solo se escucha el crujido de
las cuerdas contra sus amarres y el agua rozando los cascos de los cientos de
barcos que me rodean. La idea de que algunos de estos barcos se hallan aquí
porque sus propietarios no pueden permitirse el lujo de sacarlos me da de que
pensar.
—¿Necesitas un poco de ayuda?
Me giro, levantando la mirada hacia la cara bronceada de Finn dentro veinte
años. Reconozco a su padre por la foto, y también porque Finn se ve exactamente
igual a su padre: fuerte, ancho de hombros, ojos color avellana firmes y sin
pestañear.
—Usted debe ser el señor Roberts.
Me estrecha la mano, sus cejas llenas de curiosidad. —Lo soy. ¿Y tú eres?
—Soy Harlow Vega.
La cara de Stephen Roberts se congela, abriendo mucho los ojos antes de
que se rompa en una sonrisa eufórica. —Bueno, mírate. —Y lo hace. Me agarra las
manos, sostiene mis brazos a un lado, y me mira de arriba a abajo—. Seguro que
eres especial. ¿Él sabe que estás aquí?
Sacudiendo la cabeza, digo—: No tiene ni idea.
—Oh, apuesta que voy a disfrutar de esto.
¿Si alguien más va a disfrutar de esta reunión? Queda por verse.
Toma mi brazo y me lleva hasta el muelle, girando a la izquierda para bajar
un largo muelle destartalado. Llegamos al final, y nos detenemos frente a un barco
con Linda pintada a través de la popa.
—Oye, Finn —dice en voz alta su papá—. Tengo algo que mostrarte.
Aparece una cabeza rubia en una esquina y reconozco de inmediato al
hermano menor de Finn, Levi. Es tan alto como Finn, pero no tan ancho, y tiene el
cabello rubio desordenado y una cara de bebé por la que tengo la certeza los
productores de televisión perderán su mente.
Levi me mira por un instante antes de que reviente a reír. —Oh, mierda.
¡Finn! Baja.
Pasos suenan en las escaleras viniendo de arriba y veo sus botas altas de
pescador, y luego su torso cubierto por una húmeda camiseta blanca manchada de
grasa. Sostiene algún tipo de equipo en un trapo grasiento y su camisa se
encuentra tan húmeda que puedo ver cada línea de su pecho. Puedo ver sus
tetillas. Puedo ver el rastro de vello que va desde el ombligo hasta su... Buen Señor.
Universo, debe ser una broma.
Luego aparece su rostro, y mi pecho parece caer sobre sí mismo. También,
tiene una mancha de grasa en la barbilla, y su rostro sucio brilla de sudor. Me ve
de inmediato, su rostro transformándose en una milésima de segundo de
curiosidad relajada a pura confusión. —¿Harlow?
—Hola.
Mira a su padre y luego por encima a Levi antes de regresar a mirarme. Juro
que cuando nuestros ojos se encuentran mi corazón late tan fuerte que me siento
tentada a bajar la mirada y comprobar si realmente mueve mi camisa. Él luce como
si estuviera adolorido, y quiero saber: ¿Soy yo? ¿O en realidad te hiciste daño
arreglando el barco?
—¿Qué haces aquí? —pregunta, poniendo con cuidado el equipo sobre una
amplia barandilla. Usa el trapo sucio para limpiar inútilmente sus manos limpias.
—Estoy trabajando con Sal. Tuve una noche libre, y teniendo en cuenta que
te fuiste sin decirme adiós, pensé que vendría a decirlo por ti.
Cierra los ojos, frotando su antebrazo en su rostro cuando su padre deja
escapar un silbido, diciendo—: No me dijiste esa parte, Finn.
Los ojos de Finn van a los de su padre. —Papá, vamos.
El mayor señor Roberts se inclina, besa mi sien y murmura—: Mantenlo a
raya, cariño.
Mis manos; tiemblan, mi pulso; acelerado y Finn camina por la cubierta
estrecha de la escalera que conduce al muelle. Girándose, baja y se acerca despacio
como si fuera a desaparecer o a darle un puñetazo.
Parece aún más grande en sus botas pesadas de pescador, sus músculos
tensos por horas de esfuerzo. —No esperaba verte aquí.
—Lo puedo imaginar —digo—. No esperaba que te fueras tan
inesperadamente.
—No fue tan inesperado, ¿no? Sabías que me iría pronto.
Me estremezco, miro hacia otro lado, y avanza un paso antes de detenerse.
Deseo mucho acercarme, poner las manos en su rostro y besarlo. Lo echo de
menos, y a pesar de lo enfadada que me hace sentir que se fuera de la manera que
lo hizo, lo amo. Me siento muy mal por traicionarlo y hablar con Salvatore sola.
—Me enteré de la serie.
Asiente, quitándose la gorra de la cabeza y rascándose el cuero cabelludo. —
Sí.
—¿Estás de acuerdo con ello? —pregunto. Porque sí, todavía estoy enojada,
y sí, todavía quiero golpearlo con algo que dejará su voz dos octavas más alta, pero
maldición, lo amo y quiero que esté bien.
Encogiéndose de hombros, murmura—: Supongo. Todo el mundo estuvo a
favor. Tenía sentido. —Mira hacia el barco y luego de nuevo a mí—. Tuvimos
algunos noticieros aquí el día de hoy.
—Debió ser salvaje.
Deja que una sonrisa aparezca en sus labios. —Sí.
Gaviotas llaman en la distancia y el momento se siente tan inquietantemente
familiar aunque sé que nunca ha ocurrido. Siento calma aquí a su lado. Me gusta
verlo así: cerca de su barco, sucio, probablemente hambriento. Me duele lo mucho
que quiero cuidar de él.
—¿Finn? —empiezo, y levanta la mirada de donde limpia un punto de la
parte posterior de su mano para encontrase con mis ojos.
—¿Mmm?
—Vine aquí porque la forma en que te fuiste de la ciudad fue muy duro
para mí. Creo que tenía que decírtelo. —Tragando, digo—: Pero lo más importante
que quiero decirte es que, en verdad, me siento horrible por lo que hice.
Sus cejas lentamente se elevan pero no dice nada.
—Nunca debí reunirme con Sal sin hablar contigo primero. Nunca debí
ofrecer tu barco a nadie. Fue un error y lo siento.
Asiente lentamente, y dice—: Está bien, entonces.
Cierro los ojos, haciendo una mueca por el dolor agudo en mi pecho. Está
tan cerrado. Ha terminado conmigo.
—Simplemente quiero que sepas que no lo hice porque pensé que
necesitabas mi ayuda. Lo hice porque eso es lo que hacemos en mi familia cuando
amamos a alguien. No se trataba de intentar salvarte, era sobre tratar de encontrar
una manera de salvarnos.
Traga gruesamente, por un momento, sus ojos observan mis labios. —¿Sí?
Asiento. —Sí.
Tenía la esperanza de que habría más que decir. Tenía la esperanza de que
me diera más que esto, más que un puñado de palabras que me dejan sin ningún
lugar a donde ir. Se encuentra de pie como una pared de ladrillo en un callejón sin
salida, su postura me dice que aquí no existe emoción alguna.
Mientras que nos encontramos en silencio, me da un vistazo, de la cabeza a
los pies y bajo su inspección me doy cuenta de que como mi atuendo debe lucir
para él: pantalones crema, suéter azul marino, pañuelo rojo. Debo parecer un
retrato de un protestante blanco y anglosajón de Out for a Day on the Boat. Y sé que
tengo razón cuando sus labios se curvan en una sonrisa afilada y dice—: Te ves tan
fuera de lugar aquí, Snap.
Fuego se enciende en mi vientre y me quedó sin aliento, tan herida por su
tono, su completo cambio de conversación y su habilidad para apagar sus
sentimientos como un interruptor. ¿Mi problema? Él era lo más importante para
mí. No sé a dónde ir desde aquí.
—Pensé lo mismo de ti una vez en mi ciudad —le digo—, pero nunca lo dije.
Me gustaba verte ahí demasiado. Me gustaba la forma en que sobresalías.
—Harlow…
Envuelvo los brazos alrededor de mi cintura, dando vuelta para irme. Pero
entonces me detengo y miro de vuelta hacia él. —Antes de que me olvide —digo—
. No estoy embarazada. Gracias por preguntar.
Traducido por Kyda, Mel Wentworth & Vane Farrow
Corregido por florbarbero

—Ella no se veía exactamente feliz cuando se fue —Nota Levi, apoyándose


contra la pared de la timonera y estudiándome mientras sube la escalera.
Dejé salir un pequeño gruñido sin compromisos y brinqué sobre la
barandilla. Mi estómago se siente como si hubiera sido llenado de ácido. ¿Qué
demonios pasó allá? ¿De verdad dejé que Harlow se fuera?
¿Realmente olvidé que puede estar embarazada? Hasta en el momento no
parecía como una posibilidad real, quizás porque ese miedo fue rápidamente
eclipsado por nuestras declaraciones, la fiesta y luego las peleas que siguieron.
Soy el idiota más grande y ensimismado de todo el tiempo. Y sólo el
recuerdo de esa noche, de ella subiéndose sobre mí, mis manos apartando su
pequeño pedazo de encaje y cuán fácilmente me deslicé dentro de ella, cuán
rápidamente ambos nos desenvolvimos... me conmueve. No habíamos estado
simplemente follando en el auto. Ya amaba a esa chica tanto que me hacía sentir
osado.
Mi hermano menor agarra su sudadera y las llaves de la cubierta. —¿Has
terminado todo lo que necesitas?
Casi me río. Cada día se siente como si sólo crea más cosas en mi lista de
preocupaciones. Aún estoy tambaleándome por la aparición de Harlow en mi bote
y ahora se ha ido. El bote está siendo arreglado, Levy, Colton y papá están todos
emocionados por nuestro plan, ¿pero tienen alguna idea de cómo se verán nuestras
vidas en cuatro meses cuando el equipo de grabación descienda y empiece a hacer
metrajes de la zona, de nosotros? ¿Cuándo comiencen a seguirnos en nuestras
guaridas favoritas? ¿Qué sucede cuando me planeen citas con mujeres y la única
mujer que quiero acaba de desaparecer del muelle?
Soy el único que no ha firmado cada página del contrato. He aceptado el
programa, claro. He firmado mi nombre en cada página excepto una: no acepté la
cláusula de las relaciones. Le debo a Salvatore por esa también. Aparentemente no
fue lo suficiente para romper el trato, porque después de hablar con él, la red
estuvo feliz de enviar el comunicado de prensa a Variety sin eso.
Mañana, el equipo de reparación empieza su cambio de imagen total del
bote. Podría dejar el pueblo, dejarlo con eso, y tomar otro descanso mental, pero no
lo haré. Estaré aquí cada día, conduciendo desde el asiento trasero, enloqueciendo
al equipo. Mucho de los chicos que contrataron son de la localidad, chicos que
habría llamado si hubiera tenido el dinero para reparar el bote.
—¿Finn?
Levanto mi mirada hacia Levi mientras él llega a la escalera.
—No seas un jodido idiota. Esa mujer es la cosa más hermosa que he visto, y
vino aquí buscándote.
Froto mi rostro, haciéndole una mueca de que se vaya con mi otra mano. Sí
se veía hermosa, pero la belleza de Harlow no es la única cosa que me hipnotiza.
Es su ferocidad, su honestidad emocional, es que tiene diez años menos que yo,
más joven hasta que Levi, y aunque siempre resoplo con lo que ella considera
experiencia de vida, es mejor en arreglar su mierda que yo.

***

Me siento en mi cama, el agua de la ducha todavía goteando de mi cabello y


hacia mi edredón.
Es casi medianoche, pero no creo que sea capaz de calmarme hasta que
arregle esto. Un teléfono suena en algún lado en San Diego y luego de una
eternidad, Lorelei contesta.
—Este es un número canadiense —dice como forma de saludo.
Si va al punto, yo también. —Harlow está aún más enojada conmigo ahora,
¿cierto?
Después de una pequeña pausa, dice—: La respuesta corta es sí.
Esperanza se esparce espesa y tibia en mis costillas. —¿Cuál es la larga?
—¿La larga? Sí, lo está.
Riéndome secamente, comento—: Gracias, Lola. Eso ayuda.
—¿Quieres que yo sea de ayuda? Le tomó mucho a ella ir a verte hoy.
Harlow no saca su cuello por personas que no ama, algunas personas creen que es
egoísta, pero es lo opuesto a eso. Irá al fin de la tierra por ti si te ama. Estoy
bastante segura de que te ama, y por lo que mencionó, le dijiste como cinco
palabras.
—Eso es bastante acertado.
Dejando salir un pequeño resoplido, gruñe—: Eres un imbécil.
Me río de nuevo, moviendo mi teléfono a mi otra oreja para arrastrar mi
toalla por mi pecho. —Sí, eso es acertado probablemente también. Es un mal
hábito.
—Creo que ella lo disfruta, normalmente. Pero no cuando se está
exponiendo. Literalmente nunca he visto a Harlow pasar más de cinco minutos
pensando en un chico. Y tampoco creo que la haya visto tan triste jamás.
Mi estómago se aprieta y siento náuseas. —¿Dónde se está quedando?
—De ninguna manera. Está durmiendo.
—No iré esta noche. Iré mañana —De alguna forma, no espero que nuestro
almuerzo de negocios con Sal sea el momento para que Harlow y yo nos besemos y
hagamos las paces.
—Si vas allí, y empeoras esto, sabes que cortaré tus bolas cuando duermas.
—Lola.
Silencio suena a través de la línea por diez segundo. Veinte.
—Lola, juro que no lo empeoraré. Jodidamente la amo.
—El hotel Magnolia. Habitación cuatrocientos ocho.

***

Salvatore y Harlow ya han sido sentados cuando la anfitriona me guía hacia


la mesa. Nunca estuve en el Mark del hotel Grand Pacific, pero debería haber
sabido que se vería así: algo sacado de un catálogo brillante para las hermosas
paradas turísticas en Victoria.
Inmediatamente puedo sentir que Harlow no me mirará mucho durante el
almuerzo. Cuando él me ve tras la anfitriona, Sal se levanta para recibirme, y
Harlow lo sigue renuentemente. Estrecho la mano de él y todos nos sentamos.
Aparentemente ni siquiera Sal espera que Harlow y yo nos saludemos.
Su bloc de notas está afuera y está lista para jugar el rol de la asistente.
Quizás con cualquier otra persona se podría desvanecer en el fondo... pero es
físicamente deslumbrante y difícil de ignorar, así que lo dudo. Y conmigo, sería
imposible. Luce increíblemente preciosa, tanto que contrae mi garganta, amarra
algo apretadamente en mi pecho. Su cabello está suelto, está usando un suéter tan
verde como una esmeralda y pantalones negros ajustados con estos tacones sexy
de tiras. Maldita sea, quiero una foto de ella en este atuendo pegada a mi techo.
Pero estoy aquí para hacer negocios y realmente ser un consultor de la
película. Mi clausula incompleta con el Canal de Aventuras no aplica a ser
consultor de grabación, y aún estoy tan aterrado de este futuro incierto que estoy
agarrándome de cualquier fundamento, cualquier contacto nuevo. Además, en
nuestra primera conversación, Sal dijo que necesitaba a alguien que pudiera
"hablar de pescado de la A a la Z" y no conozco a nadie mejor calificado para hacer
eso por aquí que yo.
—¿Cómo está el barco? —dice Sal a modo de partida oficial, y en realidad
me hace reír. Verlo yo mismo una vez que estaba en casa... era deprimente.
—Está jodido.
Se ríe, esta auténtica risa cálida que no esperaba. Se ve astuto pero habla
real, y echo un vistazo a Harlow, viéndola de una manera nueva. Este tipo es la
cosa real, un hombre decente real en Hollywood y ha tomado a mi chica para ser
su mano derecha porque sabe que ella es buena, también.
—Felicitaciones están en orden —dice—. El espectáculo suena muy bien,
Finn.
—Vamos a ver —digo—. Va a ser diferente, eso es seguro.
Por un instante, mis ojos hacen contacto visual con los de Harlow y me
pregunto si sabe lo que estoy pensando, que no me importa un carajo la cláusula
de relación. He hablado, ya sea que los productores lo sepan o no. Pero ella
parpadea, mirando por la ventana, y veo su mandíbula tensarse. Es posible que lo
jodí tanto ayer que aún cuando la encuentre más adelante, no importará.
Espero estar equivocado.
La camarera llena los vasos de agua, nos da tiempo para mirar el menú, y
Sal y yo charlamos informalmente sobre la zona: el clima, los deportes, por qué
sigo a los Mariners sobre los Blue Jays (eran el equipo favorito de mi madre), con
qué frecuencia voy a los juegos de los Mariners (tan a menudo como puedo, que es
casi nunca).
Harlow permanece tranquila, tomando nota de la información útil, pero de
otro modo distante y Sal no la empuja para que participe. Me pregunto cuánto sabe
acerca de lo que pasó entre nosotros. Quiero llamar su atención, le digo con mi
expresión que no hemos terminado aquí, que he arreglado mi mierda y mis
palabras han salido a la superficie, pero apenas levanta la vista.
La camarera vuelve para tomar nuestro pedido y ella está de pie tan cerca
de mí que siento su falda rozar contra mi brazo. Me deslizo en mi silla para darle
más espacio, y Sal le hace gestos a Harlow para que comience.
—Voy a pedir por la mesa, en realidad —dice ella, y por el rabillo de mi ojo
puedo ver a Sal mirarla con sorpresa y deleite.
Señalándolo, Harlow dice—: Él va a comenzar con una César, el pollo a la
capresa para el plato principal y té helado, sin azúcar.
Sus ojos brillan. —Iba a pedir un bistec, chica.
—No —Ella lo mira y guiña—. Mila me dijo nada de carne roja.
—Bueno, mierda.
Señalándome, dice—: Él tendrá la sopa para empezar...
¿Qué mierda? ¿Ni siquiera me va a preguntar? —En realidad... —Empiezo.
—El mero como principal —Me da una mirada de complicidad y me duele
el corazón al recordar ese perfecto puto día en el agua con ella—. Y una copa de
Chardonnay.
Parpadeo. ¿Chardonnay?
A su lado, Sal suelta una carcajada.
Harlow da su menú a la camarera, diciendo—: Voy a tener el filete, tierno, y
un enorme plato de patatas fritas —Echándome un vistazo, dice—: También un
Stone IPA para bajarlo.
La camarera sonríe, sus ojos deslizándose hacia mí de nuevo mientras
recoge el menú y se va.
Harlow levanta la vista, con los labios retorciéndose por mi expresión.
—¿Chardonnay? —pregunto.
Lame sus labios, dándome una sonrisa dulce, húmeda. —Te ves un poco
reseco.
—Iba a pedir el bistec también —Le digo, luchando contra una sonrisa.
—Bueno, puedes codiciar el mío mientras disfrutas de tu mero fresco.
Sal nos está mirando con diversión, con la barbilla posada en su puño. —El
público va a amar verlos a los dos.
—No sucederá, Salvatore —dice Harlow, sin dejar de mirarme
directamente.
—Podría suceder —contesto, incapaz de contener más mi sonrisa—. Viendo
como había una página en particular en dicho contrato que no firmé.
Su cara registra sorpresa, pero rápidamente la esconde. Así que bien,
supongo que Salvatore dejó fuera algunos detalles de nuestra conversación, como
cuando hice el ridículo y le dije que no podía imaginar estar con nadie más. Nunca.
Harlow es todo para mí; lo gritaré desde la cima del Monte Fairweather si tengo
que hacerlo.
—Bueno, cláusula de relación o no, no interactuaremos mucho en ninguna
forma hasta que admitas que fuiste un completo idiota ayer.
Sal se ríe y levanta el agua para tomar un sorbo. Si Harlow está cómoda
haciendo esto aquí, bueno, a la mierda.
Inclino mis codos sobre la mesa, diciendo—: Fui un completo idiota ayer.
Harlow estudia mi cara durante un largo rato, mirando mi boca, frente, ojos.
Parpadea hacia la mesa, deslizando su dedo por el borde de su vaso de agua
mientras piensa. Y luego, levantando un hombro en un pequeño encogimiento de
hombros, termina este momento perfecto: —Creo que tú y Sal probablemente
deberían empezar.

***

En cuanto a la carrera, el almuerzo es un gran éxito. Sal tiene un millón de


preguntas y soy capaz de responder a todas y darle un poco de información que
está claro que ni siquiera se le ocurrió pedir. He firmado un acuerdo de pago de
consultor oficial con una cuota tan considerable de cinco cifras para que pueda
ayudar inmediatamente con escenografía y ciertos aspectos de la película. Estoy un
poco aturdido por el giro total de ciento ochenta grados que mi vida ha hecho en
las últimas tres semanas.
En cuanto a Harlow, el almuerzo fue un fracaso. Tomó páginas de notas,
parecía estar al día con todo lo que dije, e incluso hizo algunas buenas preguntas
por su cuenta, pero después de nuestra breve ida y vuelta al comienzo de la
reunión, realmente no me mira de nuevo.
Pero era más de lo que esperaba. Para ser honesto, esperaba que me
ignorara por completo o por lo menos que la conversación no virara en territorio
personal frente a Sal. El hecho de que no podía dejar de coquetear conmigo me da
la confianza que necesito para conducir a su hotel después de la cena.
Cuando la puerta de su habitación se abre, creo que llamé a la puerta
equivocada y Lola estaba totalmente metiéndose conmigo. Pero luego me doy
cuenta de la misteriosa mujer que ha contestado es Harlow en una enorme bata
abultada, una toalla en la cabeza y con el rostro cubierto en algo blanco,
agrietándose...
—¿Es ese el tipo de mascarilla que es e-l-e-g-a-n-t-e? —pregunto.
Ella inclina la cabeza, los ojos entrecerrados. Hace que todo el brebaje facial
se agriete.
—¿Qué quieres, Finn?
¿Qué quiero? La quiero a ella. Quiero que abra más la puerta, que me deje
entrar. Quiero tomar el nudo en su cintura, sacarla de su bata, besarla.. Quiero
volver a estar juntos y hacer que dure más de doce horas.
Pero primero... —Quiero que te laves la máscara para que no se vea como si
tu cara se está rompiendo.
Con un suspiro, cierra la puerta en mis narices.
El salón se extiende hacia abajo por lo que se siente como un kilómetro y me
pregunto a cuántos hombres les han cerrado la puerta de golpe en la cara aquí. Es
un maldito bonito hotel de lujo. Supongo que muchos.
Levanto mi puño, golpeando de nuevo.
Toma mucho tiempo para que ella responda, como si se hubiera alejado, y
está considerando dejar la puerta cerrada.
Pero luego se abre, y Harlow inmediatamente está caminando hacia el baño.
—Adelante. Siéntate en cualquier lugar, excepto en la cama. No te veas
lindo, no te desvistas y no toques mi ropa interior.
Me muevo a la silla en la esquina, reprimiendo una sonrisa.
—La enjuagaré porque ya es hora, no porque me dijiste que lo hiciera. Si no
se sintiera como si mi rostro se estuviera rompiendo, me gustaría dejarla actuar
durante la extensión de tu corta visita sólo para hacerte enojar, tú enorme imbécil
—Camina dentro del baño, cierra la puerta y oigo el sonido de agua corriendo
mientras abre la ducha.
Mierda.
Creo que me va a perdonar.
Harlow emerge unos diez minutos más tarde, una vez más envuelta en la
bata, pero su cabello está húmedo y suelto y su cara limpia de la máscara. Siento
que no puedo respirar adecuadamente, como si la visión de ella me ha hecho
cortocircuito en mis instintos más básicos: respirar, parpadear, tragar. Luce
increíble.
—¿Tocaste mi ropa interior? —pregunta, caminando hacia su maleta.
Con esfuerzo, cierro mi boca, inhalo, y trago así que puedo hablar. —Sí. La
froté por todo mi pecho sudoroso.
Resopla y me lanza una mirada asesina. —No coquetees. Estoy enojada
contigo.
Mi sonrisa se desvanece sin esfuerzo. —Lo sé.
Alcanzando un cepillo en su bolso, lo pasa a través de su cabello,
mirándome. —Es difícil estar enojado contigo cuando entras aquí luciendo de esa
manera, sin embargo.
—Eso es... bueno, ¿verdad? —Miro mi desvanecida camiseta UW, mis viejos
pantalones Levis 501, mis viejas zapatillas Chuck favoritas. No veo nada especial,
pero la forma en que me mira me hace sentir como que estoy vistiendo un
esmoquin. El nudo en mi pecho afloja.
—¿Es esto más fácil? —pregunta en voz baja, y agrega—: Verme aquí en un
restaurante elegante o lujoso hotel llevando una máscara e-l-e-g-a-n-t-e, en lugar
de tratar de encajar por tu barco?
El nudo se tensa de nuevo. —Estaba molesto, Harlow. Me hizo actuar como
un idiota.
—Lo sé. Sólo soy una perdonadora instantánea. Si alguien que me importa,
dice que lo sienten, ha terminado.
—No soy así —admito—. Ya te habías ido en el momento en que decidí que
te encontrabas perdonada.
Muerde su labio inferior dentro de su boca y lo chupa, los ojos muy abiertos
y vulnerables. Sé que no tiene idea de que me está mirando de esta manera, y me
dan ganas de abrir mi pecho, dejarla ver lo rápido que mi corazón está latiendo.
Me inclino hacia delante, mirando alrededor de la habitación. —Sabes que
nunca he estado toda la noche en un hotel, ¿excepto por ese viaje a Las Vegas?
Se aquieta, la respiración entrecortándose. —¿Ni siquiera para Bike and
Build?
—No. Algunas personas sí, pero nosotros nos quedamos con familias de
acogida o acampamos.
—Vaya... eso es...
—Esa ha sido mi vida. Al margen de los dos años que pasé en la
universidad, siempre estuve aquí. Lucí como un idiota cuando te dije que parecías
fuera de lugar, pero no pretendía implicar que no me gusta verte aquí. Sólo quise
decir que mi mundo no luce así. No luce como tú. Baja el cepillo y se gira para
descansar la espalda contra el escritorio.
—No salgo a beber cada jueves en la noche y paso por Starbucks cada
mañana —le digo—. No me voy de vacaciones y no puedo llamar a un productor
amigo para que venga y suelte una tonelada de dinero para reparar mi bote.
—Probablemente ahora podrías —dice—. Tu vida va a cambiar
completamente.
—Lo sé —digo, agachándome para apoyar los codos en las rodillas.
Supongo que eso es lo que estoy diciendo.
—¿Que estás asustado?
Me río, cambiando la atención hacia el tapete. —Tal vez no asustado, en
verdad, simplemente metiéndome en lo desconocido. Se necesita confianza.
—No tienes que navegar esto por tu cuenta. Sé que lo arruiné contigo y Sal,
pero ¿no confías en mí?
Levanto la mirada hacia ella y asiento. —Confío en ti. —Me observa, sus
ojos suavizándose y repito—. Absolutamente confío en ti.
—Está bien. Entonces me voy a vestir y tú me vas a llevar a un bar de
leñadores.
Mi corazón se detiene, y luego vuelve a la vida mientras me siento derecho.
—¿Así como si termináramos de arreglar esto?
Asiente. —Así. —Tragando, agrega—: Te amo. No tenemos que discutir de
nuevo. Yo metí la pata, tú metiste la pata. Estoy segura de que lo haremos de
nuevo, sólo que la próxima vez va a verse diferente.
Toma un par de vaqueros y un suéter, ropa interior, y un sostén de su bolso
y se gira como si estuviera a punto de irse para cambiarse en el baño. Antes de
saberlo, me encuentro de pie y moviéndome al otro lado de la habitación.
—No te vistas.
Harlow se detiene, retrocediendo contra la pared. Bajo un poco la velocidad,
dando los últimos pasos hacia ella en el lapso de lo que se siente como un millón
de latidos a alta velocidad. Puedo verle el pulso en la garganta.
—Finn. —Inclina la cabeza hacia atrás contra la pared, levantando la mirada
hacia mí mientras doy un paso tan cerca que estoy sólo a unos centímetros de
distancia.
—¿Me amas? —Estiro la mano, enlazando un dedo en su cintura.
—Sí, idiota. —Se lame los labios, y luego se muerde el inferior porque, joder,
sabe que me pone duro—. Ya te lo he dicho. ¿Tú crees que desaparece después de
un par de días, como un tatuaje temporal?
Riéndome, me agacho, haciendo a un lado la pesada toalla para besarle la
clavícula. Huele como champú y el suave aroma que no podría olvidar en un
millón de años: madreselva y piedra caliente, Harlow y mía.
Aflojo el nudo en su cintura y abro la bata, gruñendo ante la vista de su piel
desnuda, dorada y suave.
Sus ojos se cierran y gime en voz ronca cuando paso la palma por sus
caderas hasta sus senos y de regreso, jalándola hacia mí.
—Lo siento —le digo a la cálida piel de su cuello—. Me alegro de que no
estamos arruinados, pero quiero decirlo de todos modos. Siento habernos separado
en la ciudad, siento no haber hablado contigo ayer. Y estoy tan jodidamente
arrepentido de no llamarte para saber si estábamos embarazados.
Me empuja para poder mirarme a la cara. —¿Nosotros?
—Joder, Harlow, no lo hiciste sola.
Riendo, acuerda con un movimiento de cabeza. —También lo siento.
—Bebe, fueron dos semanas jodidamente miserables.
Se queda en silencio, presionando su cara en mi cuello. Después de unos
segundos, hipa y asiente sin decir nada y me doy cuenta... está llorando.
Me alejé hacia atrás para mirarla, ahuecando su rostro. —Oye... no, no lo
hagas. Yo…
—Pensé que habíamos terminado —dice. Arrastro mis pulgares sobre sus
mejillas—. ¿En el barco? Pensé que habías terminado conmigo. No me encontraba
segura de cómo iba a superarte. Nunca tuve que superar a alguien antes.
—No te dejaría hacerlo.
—Te fuiste, sin embargo. —Me mira y dos lágrimas más corren por sus
mejillas—. Me dejaste y luego no hablaste conmigo y fue aterrador, porque contigo
me di cuenta de que soy esa persona que encuentra a su chico y eso es todo.
Mi pecho se oprime y tiro mi camisa sobre mi cabeza rápidamente antes de
tirar de ella contra mí. Necesito su piel contra la mía, necesito conseguir mi
corazón tan cerca de ella como sea posible, y ella se quita la suya, presionándose
contra mi, con los brazos alrededor de mi cuello.
La Harlow que todos ven es una fuerza a tener en cuenta. Esta Harlow
vulnerable es rara. Me dijo que siente lo que siento, eso es todo, he encontrado a mi
chica y eso es todo, y no quiero joderlo con ella.
—Hablaremos de todo —promete en mi hombro—. Y no me dejarás así de
nuevo. Prométemelo.
—Lo prometo. —Me alejo y la beso, antes mirando sus labios. Quiero decir
algo para sellar la promesa, pero su boca se abre y el sonido que se escapa es un
sollozo mezclado con un gemido y mierda, es el sonido más sexy que le he oído
hacer alguna vez, tan crudo.
En un instante su lengua se desliza sobre mis labios, dientes, lengua y sus
suplicantes ruiditos están llenando mi cabeza. Desliza sus manos por mi cuerpo y
aprieta su mano en la parte delantera de mis vaqueros y aunque ya estaba
rápidamente llegando allí, bajo su toque me endurezco aún más rápido, y la
necesito tanto que siento como si un fósforo se encendiera debajo de mi piel.
Abre los botones e introduce la mano en mis boxers, y jadeando, presiona la
mano alrededor de mi eje. Necesito quitarme mis putos pantalones y enredar sus
piernas alrededor de mi cintura.
Necesito su piel y sus sonidos y la fuerte ráfaga de su aliento en mi cuello.
Necesito su sabor en mi lengua y…
—Estoy tomando la píldora ahora —dice entre salvajes besos—. La empecé
el día que llegó mi período.
—Jesús mierda —me quejo—. No existirá una mejor combinación de
palabras.
Ella se ríe, empujando mis vaqueros, y los pateo junto con mis zapatos,
tropezando contra ella y presionándola contra la pared.
—Voy a ser lento después —le digo, alcanzando entre sus piernas. Mis
dedos se deslizan a través de su clítoris, a la suave zona entre sus muslos. No me
jodas—. Más tarde, voy a tomarme mi tiempo pero yo sólo…
—Deja de hablar —dice en una exhalación dificultosa—. Lo sé.
Levantándola, enredo sus piernas alrededor de mi cintura y ella se sostiene
allí, y alcanzando entre nosotros, miro mientras froto la cabeza de mi polla sobre
ella. Arriba y abajo, y arriba de nuevo.
—Mira eso.
Inspira bruscamente. —Estoy mirando.
La ligera elasticidad de su cuerpo mientras me refriego es una tortura de
dicha. Mis brazos están temblando por lo mucho que quiero introducirme en ella,
pero ella dice con esfuerzo—: Me doy cuenta de que la cosa del hotel es una
novedad, pero éste viene con una cama.
Riendo, camino los dos pasos hacia ella y la acuesto, siguiéndola de cerca,
así no pierdo la sensación de ella por un solo segundo.
Sus piernas se enredan alrededor de mis caderas y me tira hacia abajo y
adentro, guiándome en su interior tan jodidamente lento y caliente, que tengo que
detenerme cuando mis caderas se presionan en sus muslos porque juro por Dios
que podría venirme justo en este puto segundo.
Ella está mirando justo a mi cara, directamente a los ojos; nuestras caras lo
suficientemente cerca para que compartamos el aliento. Levanto la barbilla
ligeramente y la beso, y es demasiado intenso de alguna manera, pero no puedo
apartar la mirada. Nunca he sentido esto. Quiero decírselo, pero suena cliché y llano.
Este sentimiento es mucho más grande que algunas palabras trilladas.
—Eres para mí —le digo.
—Sí. —Asiente, brillando por el calor de la habitación y quizás también por
la presión de la tensión compartida, por esta necesidad de moverse e introducirse
más profundo. Sólo estoy aterrorizado de que si me alejo una sola vez, me correré.
Harlow se retuerce debajo de mí, frotándome y jodiéndome y estoy
sosteniéndola todavía, tratando de mantener mi mierda junta, pero es una batalla
perdida. No va a tomar mucho tiempo para corrernos. Estoy tan duro que casi
exploto. Ella está hinchada, caliente, tan jodidamente mojada y puedo decir por el
rubor de su pecho que podría correrse en menos de un minuto rozándose conmigo
así.
Presiona sus talones en la cama y se arquea en tanto deslizo mis manos bajo
sus hombros, introduciendo mis manos en su pelo, apretando mi cara en las hebras
húmedas. Y luego, debajo, cubierta y llena de mí, Harlow me folla como nadie en
mi vida. Con sus uñas todavía clavándose en mi culo sosteniéndome, se contonea y
presiona contra mí con tanta fuerza, su cuerpo succionándome tan húmedo, tan
bueno, jadeando en mi cuello mientras se mueve y gruñe y se frota justo donde lo
necesita, apretando y tirando de mi polla mientras sale de mí. Me introduzco
nuevamente en profundidad, y su boca se presiona justo en mi oreja como si
estuviera empujando cada palabra, dándomelas sólo a mí.
—Tan bueno —jadea—. Dios mío, es tan bueno.
Estoy conteniéndome; esperando escuchar el sonido de sus respiraciones
rápidas y pequeños jadeos hambrientos que me digan que se correrá. —Córrete —
digo.
Ella hipa, y gime, sus uñas clavándose en mi piel, y con un suspiro de alivio,
se viene con tanta fuerza que se sacude en mis brazos, llevándome al borde con
ella. No puedo contenerme más. Me alejo e introduzco nuevamente, follándola
duro ahora, con embestidas largas y urgentes mientras empiezo a correrme y ella
grita en mi cuello.
No quiero que se acabe. No me quiero moverme de encima, pero aunque
sus piernas son largas, fácilmente pesa treinta kilos menos que yo por lo que ruedo
a un lado, cayendo a su lado en el colchón.
—Sabes cuán asquerosos son los edredones del hotel, ¿no? —dice, sin
aliento.
Cierro los ojos, sintiéndome caliente y suave debajo de mi piel. —¿Qué?
—Las personas que tienen relaciones sexuales en hoteles…
La alcanzo; pulsando la palma de mi mano sobre su boca. —Shh.
Se ríe bajo mi mano y me lame y joder, estoy sobre ella otra vez, haciéndole
cosquillas y tirando sus brazos sobre su cabeza y chupando su mandíbula, su
cuello y sus pechos. El alivio me golpea en un estallido, como el viento cuando
abre repentinamente una ventana: Estoy aquí con ella. El negocio no puedo haber
sido salvado de la manera en que quería, pero no vamos a perder nuestros barcos.
Mi vida se está moviendo hacia adelante y tengo al amor de mi vida desnuda
debajo de mí y todo estará bien.
Pero luego me detengo a mitad de mis pensamientos, porque hay una cosa
que no hemos discutido en absoluto. —¿Cómo está tu madre?
Se acomoda debajo de mí, dándome una mirada que me dice que el mejor
momento para hacer esto tal vez no era cuando acariciaba mi cara entre sus
pechos.
—Lo siento, te juro que no pensaba en el pecho de su madre. Pensaba en lo
aliviado que estoy y cómo todo parece estar arreglándose y luego pensé en lo que
estás pasando. No hemos hablado de eso todavía.
Harlow acerca mi cara a la de ella y me besa tan a fondo que tengo que
alejarme para conseguir un poco de aire. —Gracias por preguntarme.
—¿Bien?
—Vamos a vestirnos —dice—. Podemos hablar de ello con algunas cervezas.
Se pone de pie, y la sigo al cuarto de baño, sentándome en el asiento del
inodoro y pasando mis manos por sus piernas, apoyando mi cabeza sobre su
ombligo mientras ella frota un poco de loción en su cara, recogiendo su pelo en un
moño desordenado. Ahora huele como lo hacía antes, pero me gusta tanto el olor a
limpio como el de su sudor y sexo.
—Estás pensando en lo mucho que me quieres en este momento, ¿no? —
pregunta.
—Sí. —Tengo mi mano sobre su cadera y entre sus piernas. Se estremece
cuando deslizo mi dedo medio dentro de ella, acariciándola lentamente. Beso su
estómago, y murmuro—: Joder. Diablos eso es caliente.
—¿Qué?
Levanto la vista hacia ella. —Puedo sentir mi corrida en ti.
Eso la hace reír. —Eres un hombre muy sucio. —Pero no se aleja. Y no
puede ocultar la forma en que se ruboriza su pecho y sus pezones crecen con
fuerza.
—Me gusta —admito. Quiero verlo. No admito eso todavía, aunque no sé
por qué. Tal vez porque si le doy voz a la idea, sé que nunca dejaremos la
habitación esta noche.
Sus manos se deslizan en mi pelo. —A mí también me gusta. Me gustan un
montón de cosas que no conocía antes.
Hay un momento en que me pregunto si está hablando sobre el sexo, o la
cuerda, o algo más, algo más grande. Alejándose, toma un paño y lo mantiene bajo
el grifo. —Pero no te hagas ilusiones. Estás llevándome fuera.

***

Hay media hora entre su hotel y el bar de mi barrio, pero el viaje parece
volar en sólo cuestión de minutos. Lo qué Harlow está atravesando con su madre
es casi idéntico a lo que pasé hace veinte años. Excepto que ella tiene una madurez
emocional para tratar con ello mucho mejor que la que tenía, y el tratamiento es
mejor ahora. Mamá fue diagnosticada cuando tenía diez años, y me encontraba
alternativamente aterrorizado de perder a mi madre e irritado por la
responsabilidad que tenía a causa de su enfermedad: Levi tenía sólo cuatro, y
cuando mamá murió dos años más tarde, quedé con la responsabilidad de
mantener el hogar por los dos años que le tomó a mi padre volver a comunicarse
de nuevo, y dejar de enterrarse en turnos de dieciséis horas en los barcos.
Si pudiera volver a hacer todo de nuevo, haría exactamente lo que hace
Harlow, y puedo decir por la duda en su voz —¿Va a verla lo suficiente o
demasiado? ¿Qué será lo que su madre necesite cuando en esta segunda ronda de
quimioterapia? ¿Cuánto tiempo puede su padre ser el único proveedor de cuidado
antes de que se derrumbe?— que tiene que escucharme decirlo en voz alta.
—Lo estás haciendo bien, Snap. Si pudiera hacerlo todo otra vez, me
gustaría manejarlo como tú.
Su cabeza gira a mí. —¿En serio? —susurra.
—De verdad.
—Tengo miedo de que empeore.
Estaciono en el pequeño aparcamiento detrás del área de embarque y apago
el motor. —Probablemente lo hará por un tiempo. Pero no tienes que pasar todo
esto por tu cuenta —le digo, repitiendo sus palabras—. Sé que metí la pata contigo
cuando me fui de la ciudad, pero ¿Confías en mí?
Harlow se inclina y me besa una vez, en plena boca. —Lo hago.
Para ser un martes por la noche, el bar está bastante lleno, y sé que es
porque el clima ha estado increíble. Nada hace que el pueblo esté tan sediento
como el clima cálido de octubre, sin lluvia, y un día de grandes peces.
Entramos al área de embarque con una explosión de aplausos y gritos,
felicitándome por el espectáculo. Joder, realmente no pensé en esto. Estuve tan
envuelto en Harlow, que olvidé por un segundo que aquí nadie volvería a mirarme
igual. Llevándola a la barra, finjo no ver cada giro de la cabeza mientras camino.
La pregunta que todos quieren hacer viene del camarero, Nick, quien se
graduó un año antes de mí en la escuela secundaria, fue a Harvard y regresó aquí
porque no podía encontrar un lugar más hermoso del mundo para vivir.
—Finn, ¿quién es tu invitada?
—Soy Harlow —contesta antes de que tenga oportunidad.
—¿Una hermana perdida hace mucho tiempo, Finn? —dice Kenyon en el
extremo de la barra—. Por favor di que sí.
Harlow da una disculpa juguetona. —Soy la novia enviada por correo. Dijo
que tiene un castillo. ¿Tiene un castillo?
—Lo siento, chico —dice Kenyon, riendo—. Sólo un programa de televisión
de lujo y hay un montón de groupies.
—¿Groupies? —pregunta Harlow, mirándome.
Ordeno dos cervezas y una canasta de cacahuetes. —Vamos. —La guío a
dos asientos vacíos en la parte más tranquila de la barra.
Se sienta y se gira hacia mí. —¿Ya tienes groupies?
—Kenyon es un agitador de mierda.
—¿Había groupies?
Riendo, le digo—: Había algunas chicas en los muelles cuando se emitió el
anuncio.
—¿Te refieres a las chicas que están allí jugando a los dardos y mirándote?
—Levanta la barbilla y mira a través de la barra.
Inclino la cerveza a mis labios, mirando disimuladamente donde ella está
señalando. Hay media docena de chicas en edad universitaria mirando
directamente hacia nosotros. —Sí. Son ellas.
—Estoy muy segura de que leen entre líneas sobre ese artículo Variety. —
Levanta la cerveza y se toma la mitad—. Apuesto a que este bar está a punto de
lograr muchas más ventas. Apuesto a que cada lugar en esta ciudad está a punto de
lograr más ventas. Y apuesto a que esas chicas están en Twitter hablando de que
estás aquí.
No había pensado en nada de esto, que por hacer el espectáculo podríamos
estar ayudando a algo más que a nosotros mismos. Pero no puedo centrarme
realmente en nada de eso con la forma en que ella me está mirando. Tomo otro
sorbo de cerveza, estudiándola. —¿Estas celosa?
Ella se ríe. —Nop. Tú descargaste tu leche dentro de mí hace menos de una
hora. Creo que te tengo encerrado abajo bastante apretado.
—Asqueroso. Jodidamente te amo.
Harlow se apoya en la barra, mirándome. —Vamos a hacernos tatuajes a
juego.
—¿Sí?
—Sí. Sirenas o calaveras. Tu elección.
—¿Sirenas?
—Sí —dice—. Piensa en todos los grandiosos entremeses de conversación
sobre tu enorme tridente.
Froto mi mandíbula, mirando sus perfectos jodidos labios. Las únicas
marcas sobre su piel serán mías. —No lo creo.
—Podrías hacerte un anzuelo.
Una risa estalla de mi garganta. —No voy a hacerme un jodido tatuaje de
anzuelo.
Se queda callada, con una pequeña sonrisa extendiendo sus labios hacia
arriba en una curva besable. Me inclino, besándola.
—Tú me haces feliz —dice.
Mierda. Esta chica. —Tú también me haces feliz.
Se endereza, entrecerrando los ojos. —No habrá, literalmente, otra chica
besándote en este espectáculo de todas formas. ¿Citas? Está bien. Pero tienen que
ser hilarantemente miserables para hacer buena televisión y luego te escabulles y
vienes a verme y dejas pequeñas marcas de mordiscos sobre mis muslos.
Parpadeo, casi ahogándome con un cacahuete.
—Harlow, te dije que yo no firmé esa cláusula. No voy a salir con otras
mujeres en el programa. —La beso de nuevo. Estoy hambriento por esto ahora, por
la seda de sus muslos en mis dientes, por la forma en que las marcas de mis dientes
se vería en esa piel suave y delicada. Retirándome, Parpadeo a lo lejos, hacia la
barra para aclarar mi cabeza.
—¿No tendrías que hacerlo?
—Creo que están contentos de que firmemos. En realidad no creo que Matt
o Giles vayan a presionar para que me mantenga soltero. Creo que están
enfocando la historia de negocios en mí, y la parte de romance en Colt y Levi.
—Bueno, sí, míralos.
Gruño—: Harlow.
Sonríe, lamiéndose los labios. —¿Quieres decir que no tenemos que ser
sutiles?
Sacudiendo la cabeza, pregunto—: ¿Estoy loco para hacer esto? Voy a ser
una estrella de la televisión haciendo audición para Sobrevivientes cuando tenga
cuarenta.
—Oh, vamos, eso es el año que viene. ¿No es un contrato por dos años?
—Sip.
—Por lo menos tendrás una esposa caliente.
—¿Esposa? —Mi corazón se detiene, demasiado rápido. Ella lee mis
pensamientos más profundos, los que quieren ser resueltos, hablados, compartir
una cama y un hogar y una vida.
—Sí.
—Tú ya has sido mi esposa, ¿recuerdas? —A pesar de todo lo que pasó en
Las Vegas, hay muy poco que me tomo más seriamente que la familia. Me levanto
del taburete de la barra y ella me jala entre sus piernas dobladas—. ¿Así que en
realidad estás proponiéndolo esta vez?
—Sólo prediciéndolo. —Apoya la barbilla en mi pecho para mirarme—.
Quiero niños.
Besándole la punta de la nariz, le digo—: Estoy de acuerdo con eso. Pero no
por un tiempo aún.
—Tres —dice ella.
Niego con la cabeza. —Dos.
—Entonces tienen que ser los dos mejores posibles, así que deberíamos
practicar.
—Todas las noches.
—Y todos los días.
Asiento. —¿Las Vegas de nuevo?
Levanta el brazo, comprobando mi reloj. —No tengo ningún sitio donde
estar hasta mañana a las diez.
—Yo ni siquiera tengo que trabajar mañana —le digo.
Harlow azota veinte dólares en el bar. —Entonces mierda, Solecito, será
mejor que nos vayamos ya.
Gracias, como siempre, a nuestra maravillosa agente, Holly Root, a nuestro
editor, Adam Wilson (quien probablemente todavía no sabe qué lo golpeó), el
incansable e inspirador equipo en Gallery Books, a nuestras siempre pre-lectoras
de confianza, Erin y Tonya, a nuestros lectores increíbles, a todos los bloggers que
nos apoyan y promueven y a nuestros maridos e hijos por su continuo entusiasmo
y paciencia.
Justo después de que comenzamos a escribir este libro, mi padre y el de Erin
falleció después de luchar contra la enfermedad durante más de una década.
Debido a que Christina y yo somos más que coautoras, somos mejores amigas, la
pérdida nos lanzó a ambas un poco de picada, y no hemos podido trabajar mucho
durante unas semanas. Estoy contando esto para agradecerle a Christina por estar
tan firme y presente para mí. Es más de lo que jamás hubiera esperado, y siempre
me sorprendes con la generosidad de tu espíritu.
La última vez que vi a mi padre, él me dijo que nunca me había visto tan
feliz y estaba muy orgulloso de mí por perseguir este sueño de la escritura. Esto
significa el mundo para mí. Mi padre era profesor, psicólogo, y epidemiólogo, y no
le importaba que lo que escribíamos no fuera literatura embriagadora o destinada
a ser tratada como cualquier tipo de revelación cultural. Él sólo disfrutaba
viéndome en el mejor momento de mi vida, y yo, a su vez, estaba agradecida de
que él llegara a verme escribir historias tan felices que están destinadas a hacer que
los lectores sonrían y escapen del estrés de la vida diaria por un tiempo.
En 1992, poco antes de irme a la universidad, mi padre me escribió una carta
a donde yo trabajaba en un campamento en Yosemite. Él decía:
Disfruté hablar contigo por teléfono ayer por la noche, realmente he llegado a
apreciar y disfrutar de esos momentos en los que soy consciente de que tengo mi propia
relación especial contigo. Me conoces de una manera que no siempre soy muy consciente.
Es sólo en mi relación contigo (o con Erin, aunque por supuesto es diferente) que la persona
particular que es el papá de Lauren sale. De alguna manera, el papá de Lauren no tiene
tanta práctica como el Dr. Billings o el marido de Marcia. A pesar de eso, siempre me
emociona cuando me doy cuenta de que "el papá de Lauren" es una persona real que tú
conoces, puedes predecir, y amas con frecuencia.
"Con frecuencia" es un eufemismo, seguro. Así que, gracias, papá, por ser
tan maravilloso que no tuve que cavar en absoluto en las profundidades de mi
imaginación para escribir la relación de padre-hija de Alejandro y Harlow Vega
llena de amor, apoyo y lealtad. Eres extrañado.
-Lauren
Christina Lauren es la combinación de los nombres de Christina Hobbs y
Lauren Billings, quienes son desde hace mucho tiempo socias en la
escritura/mejores amigas/ compañeras del alma y cerebros gemelos. Están en el #1
de los autores más vendidos internacionales con la serie Beatiful Bastard en el New
York Times. Algunos de sus libros tienen besos. Algunos de sus libros tienen un
montón de besos. Puedes encontrarlas en línea en ChristinaLaurenBooks.com, o
@seeCwrite y @LolaShoes en Twitter.
Para obtener más información de este autor:
authors.simonandschuster.com/Christina-Lauren

You might also like