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LECTIO DIVINA IV DOMINGO DEL TIEMPO DE CUARESMA

DOMINGO DE “LAETARE”

“EL PADRE MISERICORDIOSO”


Invocación al Espíritu Santo

Espíritu Santo, Señor y Dios mío


tuyo es el consejo de la salvación.
A Dios tú trajiste de lo alto del cielo
de María al seno, tú eres el amor
por el cual a Dios se unió nuestra carne.
Y ahora nosotros, hijos de adopción,
por el mundo entero gritamos a Dios,
gritamos por ti: ¡Abbá, Padre!, grandes,
grandes son, Señor, tus misericordias.
Lleno de esperanza, por ellas te invoco:
sello de la fe, consuelo del fiel,
tú, luz, fuego y fuente de la luz, escucha
a quienes te invocan, Espíritu, ven.
Si tú vas delante, el rostro del Padre
nosotros veremos, y junto el del Hijo
a ti te veremos que emanas de ellos,
fuente de la vida, río de la paz.
Ruperto de Deutz.
LECTIO DIVINA IV DOMINGO DEL TIEMPO DE CUARESMA

Lectura: Lucas 15, 1-3.11-32

EL PADRE MISERICORDIOSO

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publícanos y los pecadores para


escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Este recibe
a los pecadores y come con ellos”.

Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor
de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca’. Y él
les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo
suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera
disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran
hambre y él empezó a padecer necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un
habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía
ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que
se las comiera.

Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de


mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me
levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti;
ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’.

Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía


lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y
echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.

Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y
vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro
gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba
muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el
banquete. El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa,
oyó la música y los cantos.

Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba.


Este le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro
gordo, por haberío recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería
entrar. Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto
tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado
nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo
tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro
gordo’. El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo.

Pero era necesario hacer fiesta y regocijamos, porque este hermano tuyo
estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado”.
LECTIO DIVINA IV DOMINGO DEL TIEMPO DE CUARESMA
LECTIO DIVINA IV DOMINGO DEL TIEMPO DE CUARESMA

Para profundizar y meditar:


La parábola del padre pródigo (prodigioso) de amor, o del padre
misericordioso es el centro de la Liturgia de la Palabra de este domingo llamado
“Laetare”, o domingo de la alegría.
Es una estupenda representación del itinerario de una existencia primero
quemada en el pecado y después reconstruida en la conversión que, finalmente,
llega a la paz y a la alegría.
La parábola se parece a un tríptico en el que los cuadros están delicadamente
unidos:
El primero es el prólogo, el cual, no es como a menudo se ha creído la parte
fundamental, pues el evangelista Lucas no nos cuenta la historia de una crisis, sino
la historia de un retorno. Es “nuestro caminar lejos de ti, oh Señor”, escribía san
Agustín, en busca de otro sendero, de otra experiencia.
El vértice de esta primera escena está en el deseo de conversión: “Me
levantaré y volveré a mi padre”. Se ha hecho la verificación de la ruta, se ha
abandonado el pasado, el hombre adulto, maduro y consciente decide “volver” a
Dios que siempre lo ha esperado.
Llegamos a la segunda escena dominada por la figura del padre, que espera
contra toda esperanza. Dios nos espera a nosotros que hemos vagado como ovejas
descarriadas y Él es el personaje central, el verdadero protagonista de la
parábola, que se revela cada vez más como la historia de un amor jamás roto ni
apagado.
Tan pronto se perfila en el horizonte la figura del hijo, el padre corre a su
encuentro para abrazarlo. Es una muerte que se transforma en vida, un descarrío
que se convierte en hallazgo alegre. Jesucristo, en contra posición a lo que
esperarían los fariseos y publicanos que le escuchaban, enseña que el hijo menor,
a pesar de que según la ley corría el riesgo de encontrar una puerta cerrada o un
padre juez implacable y sin misericordia, encontró un padre dispuesto al servicio del
hijo haciéndolo sentar a la mesa.
Llegamos al último cuadro en el que aparece la figura del hermano mayor,
típica representación del bienpensante que, satisfecho de su indiscutible
honestidad, se convierte en un frío y despiadado juez del hermano.
Para él la conversión es una realidad necesaria sólo para los miserables, a
quienes mira con ojos orgullosos, desde lo alto del pedestal de su justicia admirada
y estimada. Pero la acusación de Pablo ataca incluso a esta clase de personas
porque “todos han pecado y carecen de la gloria de Dios” (Rm 3,23)
Cfr. RAVASI. G. Según las Escrituras.76-78
LECTIO DIVINA IV DOMINGO DEL TIEMPO DE CUARESMA

Para seguir meditando en este IV domingo de cuaresma:


• ¿Por quién o porqué he cambiado el amor del Padre?
• ¿De dónde me debo levantar para volver a la casa del Padre?
• ¿Me alegro con aquellos hermanos a quienes les han perdonado algún
error?
• ¿He sido juez del actuar de otros?
• ¿Me siento mejor que aquellos quienes han caído en algún pecado?
• ¿He sido indiferente con los hermanos que han fallado?
• ¿Estoy siendo misericordioso con aquellos que se equivocan?

Para Orar:
Le pedimos al Señor,
que nos de la humildad para reconocernos pecadores como el hijo menor,
entrañas como las del Padre, para ser misericordiosos como Él y que nos ayude a
ser verdaderos hermanos de aquellos que se encuentre en algún tipo de miseria,
para podernos compadecer de quien sufre y alegrarnos con quienes estén alegres.

Para Contemplar:
“Aunque nuestros pecados fueran negros como la noche, la misericordia divina es
más fuerte que nuestra miseria. Sólo se necesita una cosa: que el pecador
entreabra por lo menos un poco la puerta del propio corazón, el resto lo hará Dios.
Todo comienza en tu misericordia y termina en tu misericordia”
Faustina Kowalska

Para Actuar:
Me propongo una acción concreta para esta semana, en la que ponga en
práctica lo que le he pedido al Señor en la oración.

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