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Pontificia Universidad Javeriana

Seminario de Autor Antiguo: Fedro.


Profesor: P. Fabio Ramírez, S.J.
Estudiante: Miguel Ángel Vencé Durán
16 de noviembre de 2018

LA INMORTALIDAD DE LAS PALABRAS ESCRITAS

El presente escrito tiene como objetivo profundizar sobre la escritura, uno de los dos temas
principales del Fedro de Platón, y resaltar su importancia tanto en la filosofía platónica como
en la historia en general. Con el propósito de abordar el tema de la escritura de la mejor
manera posible, durante el presente escrito se hará uso, por un lado, de obras tanto platónicas
como de otros autores, y por otro, de la interpretación de los textos. Todo lo anterior en pro
de llegar a una comprensión profunda del tema de la escritura.

Como se dijo a lo largo del seminario, el diálogo Fedro tiene dos temas principales
(además de la retórica), estos son: el amor y la escritura. Si bien el tema al que la gran mayoría
de estudiosos sobre Platón a lo largo de los años le han dedicado su atención es el amor, en
los últimos años se le ha empezado a dar importancia al tema abordado en el final de la obra,
a saber, la escritura. El diálogo desde un principio pone sobre la mesa el tema de la escritura
con la aparición del discurso escrito por Lisias que Fedro tiene en su poder. Sócrates realiza
una crítica a este, tanto por su contenido, como por su forma, y también por ser producto del
arte de escribir discursos, es decir, de la logografía. Pues, Sócrates considera que los discursos
escritos son débiles y no pueden valerse por sí mismos, como lo dirá ya terminando el diálogo.
Sin embargo, es en la parte final de este dónde se trata de manera clara el tema de la escritura.
Luego de la aparición del tema gracias al escrito de Lisias, se entra al grueso de la obra, donde

1
se trata el tema del amor y el tema de la retórica. Solo después de tratar sobre estos reaparece
la escritura.

Luego de concluir la investigación sobre “el arte y el no arte de los discursos” (Fedro,
274b), se pregunta por la conveniencia o inconveniencia de escribir, y por si son mejores los
discursos que se hacen, es decir, se escriben, o los que se dicen. Para responder a dichas
preguntas, Platón, por medio de Sócrates, se basa en un mito sobre el origen de la escritura:
el mito de Theuth y Thamos. En Naucratis, Egipto, había un dios llamado Theuth. Theuth era
el responsable del descubrimiento de varias artes: el cálculo: la geometría; la astronomía; el
juego de damas y el de dados; y de tal vez lo más importante, las letras. Por ese entonces
reinaba en Egipto un hombre llamado Thamos. En una ocasión Theuth fue a ver a Thamos,
y en su visita le mostro todas sus artes y la utilidad de cada una de ellas. Cuando llegaron a
las letras Theuth dijo “este conocimiento, oh rey, hará mas sabios a los egipcios y más
memoriosos, pues se ha inventado como un fármaco de la memoria y de la sabiduría” (Fedro,
274e), sin embargo, Thamos no consideraba que las letras fueran un fármaco para la memoria,
sino un recordatorio. Lo que las letras producen es olvido en las almas de quienes las
aprenden, pues, estos descuidan a la memoria ya que, fiándose de lo escrito, buscan llegar al
recuerdo desde fuera, a través de elementos ajenos (palabras escritas), no desde adentro,
desde ellos mismos y por sí mismos como debe ser1 (Fedro, 275a). Así pues, las letras no
ayudan a la memoria (interior), sino que la debilitan. Estas son más bien un recordatorio
(exterior) que un fármaco. Además, las letras tienen el problema de aparentar enseñar la
verdad sin hacerlo realmente, pues, cualquiera puede leer y pensar que por haber leído ha
aprendido eso que ha leido y, sin embargo, no conocerlo en su interior. Las letras, pues, son
culpables de que lleguen a existir sabios aparentes en lugar de sabios de verdad. La conclusión
del mito es que las palabras escritas no son más que un recordatorio. Y aquellos que piensen
que al dejar un arte por escrito dicho arte se convertirá en un conocimiento más claro y firme
solo por el hecho de estar plasmado en letras, está equivocado.

1
Recordar desde adentro hace referencia al proceso platónico de la reminiscencia. Proceso tratado con
cuidado en el Menón (81b).
2
Terminado el mito, aparece la postura de Platón respecto a la escritura, la cual es expresada
por medio de Sócrates. La escritura que concibe Platón es inerte, y de ella en sí misma no se
puede aprender nada, pues, para aprender de ella se necesita de un agente externo que la haga
inteligible, que la haga hablar 2 . Además, las palabras escritas son indefensas, no pueden
valerse por sí mismas, sino que necesitan de la defensa de su padre (escritor) ante el maltrato3
de algunos. Lo anterior se convierte en un problema, puesto que, como afirma Sócrates, “con
que una vez algo haya sido puesto por escrito, las palabras ruedan por doquier, igual entre los
entendidos que como entre aquellos a los que no les importa en absoluto, sin saber a quienes
conviene hablar y a quienes no” (Fedro, 275e), es decir, una vez que algo se escribe está
expuesto a la divulgación indiscriminada, entrando en un estado de vulnerabilidad, pues,
puede caer en las manos equivocadas, en manos de alguien que no esté listo para leer aquello
que está escrito llegando incluso a maltratarlo, y cuando esto último ocurre, el único que
podría salir en defensa de lo escrito no podrá hacerlo, pues, el escritor no siempre estará al
lado de su obra. En palabras de Vallejo (80), las palabras escritas “se dirigen a todo el mundo
sin discriminar quién está preparado para oír hablar de estas cosas y quién no puede entender
adecuadamente nada de lo que le dicen”.

Es debido a la divulgación indiscriminada de las palabras escritas, y a que estas


“engendran productos que callan sobre lo que se les pregunta” (Vallejo, 80), que Platón
rechaza rotundamente la posibilidad de escribir sus pensamientos más valiosos, pensamientos
que también se conocen como “doctrina no escrita” (de la que se hablara más adelante). Y
más bien decide enseñar estos por medio de la mejor forma de discurso, la que escribe con
saber en el alma del que aprende, sabe con quién hablar y con quien no, está viva, se defiende
a sí misma, y enseña la verdad, a saber, el diálogo.

Así pues, dicho todo lo anterior, se llega a la conclusión de que los escritos no deberán ser
tomados como discursos para aprender la verdad sino, como se dijo antes, como simples
recordatorios. Recordatorios que se escriben a manera de entretenimiento con el propósito de

2
Sobre el ¿cómo hacer hablar a las palabras escritas? hablaremos mas adelante acudiendo a algunos puntos
de la semiótica de San Agustín.
3
Entiéndase maltrato como malinterpretación o uso inadecuado.
3
recordar lo anteriormente aprendido por medio del diálogo cuando se alcance la edad del
olvido (Fedro, 276d). Sin embargo, existe una excepción. Esta se da cuando en lo escrito se
tratan cosas serias, cosas justas, bellas y buenas, y se siembran palabras con fundamento que
tienen origen en el uso de la dialéctica, “la que escribe en el alma”. Cuando esto sucede, lo
escrito no es inerte, sino vivo y de ello surgen nuevas palabras, dejando pasar por sí la
“semilla inmortal” que hace trascender el conocimiento más allá de la vida individual. Ya
concluyendo, volviendo a recordar el discurso escrito de Lisias, Sócrates termina diciendo
cuando escribir es hermoso y cuando vergonzoso; cuando ha de ser vituperable y cuando no.
Se afirma, pues, que escribir es vituperable cuando se escribe sobre lo que no se sabe solo
con el fin de persuadir, y que por aquello estar escrito, se pretenda que es certero y claro.
Pero escribir es hermoso cuando lo escrito está escrito en el alma y al pronunciarse sirve para
enseñar, de la misma manera cuando trata sobre cosas justas bellas y buenas. Cuando los
discursos escritos son así, son tan reales y perfectos que se han de considerar como hijos.

Luego de esto, Sócrates le pide a Fedro que anuncie en primer lugar a Lisias, y en segundo
lugar a cualquiera que se dedique a escribir discursos, sobre las conclusiones a las que se
llegó durante el diálogo con respecto al arte de escribir. Y que anuncie también que, si el que
escribe discursos políticos, persuasivos o poéticos conoce la verdad y se apoya de ella para
probar lo que ha escrito, pero además puede mostrar con sus palabras y conocimientos de
mayor mérito lo pobre que le quedan las letras, no ha de ser considerado como logógrafo,
sino como filósofo (Fedro, 278c-d). Mientras que el que por el contrario no tiene nada de
mayor merito que lo que ha escrito, ha de ser considerado un logógrafo, un poeta o un redactor
de leyes (Fedro, 278e). Finalmente, Fedro le pregunta a Sócrates que le va a anunciar a su
seguidor Isócrates, el cual también se dedica al arte de los discursos. Sócrates dice que
anunciara a este que, debido a su carácter y sus dotes naturales dejara en ridículo a todos los
que con anterioridad se hayan dedicado al arte de las palabras, y si esto no le fuese suficiente,
acudiría al llamado de la filosofía. Por último, Sócrates realiza una plegaria y los dos amigos
vuelven a la ciudad cuando el calor del día ya ha disminuido.

4
Ya teniendo en mente la crítica platónica a la escritura presentada en el Fedro, como se
anunció antes es menester abordar un tema muy importante para el desarrollo del presente
escrito, a saber, la doctrina no escrita de Platón y su razón de ser. Ya se ha tratado uno de los
dos autotestimonios en favor no sólo de la existencia sino de la necesidad de las doctrinas no
escritas de de acuerdo con los estudiosos de la escuela de Tubinga4, es decir, la parte final
del Fedro (274b-278e). Es, pues, necesario abordar ahora el segundo autotestimonio. Este es
el que se encuentra en la Carta VII, más específicamente entre 340b y 345c, obra que, si bien
es de discutible autenticidad, es increíblemente importante para la materia de estudio del
presente trabajo.

Al igual que en el Fedro, en la Carta VII Platón muestra su inconformidad con la palabra
escrita. Sin embargo, en esta obra se hace mención de manera clara a la doctrina no escrita,
doctrina que tiene como principal constancia el testimonio de Aristóteles, el cual en un pasaje
de su obra (Física. I, 209b) da a entender que en la Academia se conocía la existencia de un
cuerpo de doctrinas que Platón había enseñado a sus discípulos sin haberlas expresado por
escrito (Vallejo, 78). Dentro de todo lo que se cuenta en la Carta VII respecto de los viajes
que realizó Platón a Sicilia es importante destacar varios pasajes que hacen alusión a la
escritura, entre ellos uno que explicita la existencia de la doctrina no escrita por medio de una
crítica a un supuesto 5texto de Dionisio, el tirano, el cual aparentemente había sido llamado
por la filosofía. Luego de que Platón viajara a Sicilia a petición de Dionisio, debido al
repentino interés de este último en las cuestiones filosóficas (cuestiones que Platón había
enseñado antes en la ciudad), decidió probar si el interés de este por la filosofía era genuino.
En medio del proceso para verificar la autenticidad del llamado filosófico que sentía Dionisio,
Platón se dio cuenta de que en realidad este no tenía verdadero interés en la filosofía, y que,
además, creía saber mucho sin ser esto cierto. “Hacía como que sabía muchas cosas y las más
importantes, y presumía de estar ya bastante informado gracias a las mal entendidas
enseñanzas recibidas de otros” (Carta VII, 341b). Dionisio creía saber tanto, que escribió un

4
Vallejo, 79.
5
Pongo la palabra ‘supuesto’ en el sentido en que el texto escrito por Dionisio es fruto de explicaciones de
otros pensadores, y no de su propio pensamiento (Carta VII, 341b), además de que Platón no está
completamente seguro de su existencia. .
5
tratado sobre aquellas importantes cuestiones basado en las explicaciones que recibió de
otros. Es en este momento de la obra cuando Platón muestra sus objeciones respecto a la
escritura de dichas “importantes cuestiones”, cuestiones que tienen un claro talante
metafísico6 (Vallejo, 79).

El ateniense afirma que todos los que han escrito y escribirán sobre aquellos temas
importantes en los que él se interesa pretendiendo ser competentes en estos, ya sea porque
recibieron sus enseñanzas, o ya sea porque recibieron la enseñanza de otros que descubrieron
aquellas cosas por si mismos, ciertamente no comprendieron absolutamente nada de dichos
temas. Pues, si bien él mismo es el que mejor podría exponerlos, ni él ni nadie puede precisar
sobre estos “como se hace con otras ciencias, sino que después de una larga convivencia con
el problema y después de haber intimado con él, de repente, como la luz que salta de la chispa,
surge la verdad en el alma y crece ya espontáneamente” (Carta VII, 341d). En otras palabras,
Platón afirma que la plena comprensión de estas cuestiones metafísicas no se puede alcanzar
por medio del lenguaje, ni del oral, ni mucho menos del escrito. De lo contrario, si Platón
hubiese creído que se podían comprender estas cosas con el lenguaje, hubiese escrito sobre
dichos temas con todo el esmero, paras luego divulgar masivamente el conocimiento sobre
aquellos en beneficio de toda la humanidad. Empero, Platón no considera que la discusión
filosófica sobre aquellos temas sea un bien para los hombres del vulgo, los cuales
despreciarían dichos temas de manera injusta o sentirían que por escuchar sobre ellos se
estarían llenando de gran sabiduría sin hacerlo realmente, sino solo para los hombres que
“están capacitados para descubrir la verdad por sí mismos con unas pequeñas indicaciones”
(Carta VII, 341e). Es por esto por lo que Platón nunca escribió sobre estos importantes temas,
porque no deben ser divulgados. “Cualquier persona seria se guardará muy mucho de confiar
por escrito cuestiones serias, exponiéndolas a la malevolencia y a la ignorancia de la gente”
(Carta VII, 344c), pues, solo algunos son dignos de conocer sobre las cuestiones importantes.

6
No trataremos el contenido de estas cuestiones debido a que no es relevante para el desarrollo del tema
central del presente texto, a saber, la escritura. Sin embargo, para mayor profundización en el tema ver el libro
de Álvaro Vallejo Campos Platón: el filosofo de Atenas, pág. 84-89.
6
La mejor defensa es, no escribir, sino aprender de memoria, pues es imposible que lo
escrito no acabe por divulgarse. Esta es la razón por la que yo no he escrito nunca acerca
de estos temas, y no hay obra alguna de Platón ni la habrá (Carta II, 314c).

Respecto a la importancia de la doctrina no escrita para el estudio de Platón existen varias


posturas. algunos creen que dicha doctrina testificada por Aristóteles es la ultima fase del
pensamiento platónico; otros creen que la doctrina no escrita es inexistente y el único material
de estudio de Platón son sus diálogos escritos; y otros que creen que la doctrina no escrita
estuvo presente durante toda la vida de Platón, y que se requiere de su ayuda para la
comprensión del contenido metafísico de los diálogos escritos (Vallejo, 83).

Habiendo tratado las cuestiones referentes al tema de la escritura en la Carta VII y el Fedro
(agregándole a esto el pasaje citado de la Carta II), es necesario ahora tratar una cuestión de
suma importancia que se anunció en la tercera página del presente escrito, esta es: ¿cómo
hacer hablar a las palabras escritas? O, en otras palabras y relacionándolo de manera más
estrecha al ámbito platónico ¿Cómo se relacionan diálogo y escritura? Para responder a estas
preguntas se hará de uso de herramientas semióticas, más específicamente de algunos puntos
específicos de la teoría semiótica de San Agustín.

Agustín en el capitulo V del De Dialectica dice que las palabras escritas son signos de las
palabras habladas. Todas las palabras tienen un sonido, incluso las escritas, pues, estas por
ser signos de las palabras habladas, al ser leídas sugieren a la mente los sonidos de la voz por
medio de la vista. En el parágrafo VIII del De Magistro se mantiene la misma teoría,
afirmando de nuevo que las palabras escritas son signos de las articuladas, y que leer es, por
decirlo así, “oír con los ojos”7. Teniendo en cuenta esto, se puede ver como ocurre el proceso
de hacer hablar a las palabras, y en esta medida se podría decir que Platón no debería tener
problema alguno con la escritura, puesto que, si bien las palabras habladas del diálogo no son
iguales a las palabras escritas del texto, estas ultimas son signo de las primeras y podría
creerse que funcionan igual. Sin embargo, esto último no es cierto por varias razones, y lo
que Platón ha dicho sobre las palabras escritas anteriormente sigue vigente.

7
Expresión mía.
7
La primera razón es que la lectura no es un diálogo, pues en esta realmente no hay un
proceso dialéctico de pregunta y respuesta, solo un lector que escucha lo que el libro le dice,
pues, si bien se podría pensar que al leer se le hacen preguntas al texto y este puede responder
de diversas maneras, en realidad las letras escritas no cambiaran, y si se reciben respuestas
vivas y diversas de lo que se lee, ciertamente no serán respuestas dadas por lo que está escrito,
sino por la interpretación del lector y sus matices. De la primera razón se desprende la
segunda, y esta es que, puesto que al leer no hay un dialogo vivo, lo escrito queda indefenso
a la interpretación del lector, lector que como advierte Platón puede no ser el adecuado para
acceder a lo que esté escrito, debido a que lo escrito se divulga sin cuidado alguno. Y la
tercera razón, la más importante, es que aquel agente externo que se necesita para hacer hablar
a las palabras escritas sigue estando ahí, agente sin el cual las palabras escritas serian
ininteligibles. Cosa que no pasa con las palabras habladas, pues, estas en la medida que hacen
parte del dialogo vivo, donde el agente (en este caso interno)8 está necesariamente activo, son
naturalmente inteligibles. Aquel agente externo o interno del que tanto se ha hablado es, a
saber, el pensamiento.

Finalmente, ya habiendo abordado este aspecto lingüístico de la escritura y habiendo


abordado la visión platónica de la escritura, es necesario ahora resaltar la importancia de la
escritura a una escala más general, pues, la escritura cumple un papel crucial no solo en Platón
o en la filosofía, sino en la historia de la humanidad. Para llevar acabo esto último,
abandonare la voz impersonal y recurriré a mi interpretación sobre la importancia de la
escritura.

La escritura es la razón de que la humanidad haya avanzado de la manera que lo ha hecho


hasta ahora. Si bien las criticas que Platón realiza a la escritura son completamente validas
en su contexto, no por eso significa que se deban tener como máximas en la realidad “común”.
Pues, a pesar de que Platón considere al diálogo como el mejor tipo de discurso y rechace a
la escritura para proteger de las mentes incultas al conocimiento de las cosas importantes,

8
El agente, a saber, el pensamiento, es externo a la escritura en la medida que es una herramienta que hace
inteligibles a las letras, y es interno al dialogo en la medida en que es un elemento intrínseco de la actividad
dialogal.
8
realmente la escritura tiene cosas increíblemente buenas para el desarrollo del hombre como
especie. Y es que la escritura, saliéndonos de la concepción platónica, al ser divulgación de
conocimiento se traduce en desarrollo. Además, esta posee la inmortalidad en su ser, lo que
conlleva la capacidad de inmortalizar el saber, algo que no logra ningún otro tipo de discurso.
Gracias a la escritura, lo que esta perdura, y lo fácil que es compartirla (más aun después de
la invención del papel y la imprenta) el acceso al conocimiento se maximizo y se hizo cada
vez más accesible a un mayor número de personas.

Es gracias a la escritura que hoy en día tenemos conocimiento de la sabiduría de miles o


tal vez millones de pensadores que han pasado por este mundo, incluyendo al pensador
protagonista de este escrito, el que critica el tipo de discurso por el cual nos es posible
conocerle aún hoy en día. Si todos estos intelectuales no hubiesen plasmado su pensamiento
en escritos que permanecerían luego de su muerte para que personas como nosotros
pudiésemos resucitarlos por medio de la lectura de aquellas obras, nuestra especie seria
victima de una ignorancia de proporciones garrafales, pues, estaría absenta de una cantidad
de conocimiento inconmensurable. Y es que, aunque el diálogo sea la mejor forma de
discurso según Platón, no se puede comparar la firmeza de la tradición oral, con la firmeza
de la escritura.

En conclusión, puede que la escritura tenga una gran cantidad de problemas, que sea
enemiga de la memoria, que no proteja el conocimiento de manos que deberían permanecer
lejos de él, y muchas otras cosas más. Pero las palabras escritas permiten que mucha gente
aprenda, lo que significa que a la larga esta si puede llegar a ser una cura para la ignorancia
si se usa de la manera adecuada, y al ser una cura de la ignorancia, convertirse en una causa
de nuevo conocimiento, nuevos hallazgos, tecnología, y desarrollo. Además, como se dijo
desde un principio con el título de este texto y se reiteró hace un momento, las palabras
escritas son inmortales. Y le debemos a esa inmortalidad todo lo que somos hoy, pues, sin el
conocimiento que durante el paso de los años nuestra especie ha podido adquirir de las eternas
palabras escritas por diversos autores pertenecientes a la tradición académica y artística de

9
todos los tiempos, nunca hubiese tenido lugar el avance tecnológico, científico, social y
cultural que permitió (y permite) que la humanidad viva la vida que vive hoy.

Referencias

Domínguez, Atilano (2003). De Magistro. (Trad. Atilano Domínguez). Trotta. Madrid, España.

Platón. (1992). Diálogos VII (Trad. Zaragoza, Juan y Gómez, Pilar). Gredos. Madrid, España.

Platón. (1988). Fedro. En Diálogos III (Trad. E, Lledó Íñigo). Gredos. Madrid, España.

Pinborg, Jan. (1975). Augustine De Dialectica, (Trad. Jackson, B. Darrell). D. Reidel Publishing Co.

Dordrecht, Holland.

Vallejo, Álvaro. (1996). Platón el filósofo de Atenas. Montesinos. España.

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