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M, Rigoberto Paredes

• •
Publicaciones de Antonio Paredes-Candia
TUPAC CATARI (Apuntes biográficos)
Edición limitada d e 2.000 ejem plares

Primera edición 1897


Segunda edición 1973
Tercera edición 1980
Cuarta edición 2003

D erechos re se rv a d o s por el ed ito r


Impreso e n Bolivia D epósito Legal: L.P 1396
M. RIGOBERTO PAREDES

TUPAC CATARI
(Apuntes biográficos")

Ediciones ISLA
Casilla 4311
La Paz - Bolivia
2003
NOTA DEL EDITOR

Todo estudio sobre el caudillo


indio Tupac Catari despierta inte­
rés en el pueblo boliviano; no en va­
no es aquel un paradigma nativo del
heroísmo que en circunstancias de­
siguales de lucha enfrentó al con­
quistador español en valiente afán
de reivindicar a su raza.
Hoy complace a Ediciones ISLA
llevar a conocimiento de sus lecto­

)9(
res un esbozo biográfico del caudillo
indio, debido a la pluma del consa­
grado historiador y folklorólogo
don M. Rigoberto Paredes; estudio
que sin lugar a duda trasluce hondo
amor a la raza sojuzgada y es el pri­
mer fruto de juventud de un inte­
lectual que durante su vida se dedi­
caría a investigar y relievar los va­
lores espirituales y principios mo­
rales que aun sustenta el nativo. El
estudio Tupac Catari, no obstante
su brevedad aporta datos novedo­
sos y anoticia de documentos casi
desconocidos referentes al héroe in­
dio.
Se ofrece hoy esta segunda edi­
ción gracias a la diligencia biblio­
gráfica del señor Jorge Mercado,
quién nos ha proporcionado la edi­
ción Príncipe publicada en 1897.

) 10 (
Tupac Catari
Los repartimientos y la Mita O
convirtiendo con sus excesivos abu­
sos la vida de los indios en una ser­
vidumbre la más cruda e insoporta­
ble, habían llegado a desesperarlos
de tal manera, que éstos preferían
mil veces morir victimados en una
insurrección que continuar bajo una
condición tan miserable. En todas
partes no esperaban sino el momen-
) 13 (
to propicio o un caudillo para lan­
zarse a la sublevación, a fin de go­
zar siquiera un instante de libertad;
de esa libertad que a rra stra a sacri­
ficar a los opresores y satisfacer las
venganzas.
Los síntomas de sedición se hi­
cieron sentir en toda la extensión
de las colonias americanas.
“Si bien en un principio fueron
poco formidables y aisladas, poco a
poco iban presentando estas rebelio­
nes caracteres más graves, el espí­
ritu que las animaba íbase genera­
lizando y podíase notar cierto con­
cierto entre los amotinados que au­
guraba mal para la dominación es­
pañola. Desde 1750, época en que Jo­
sé Gabriel Cundurcanqui podía
apreciar los sucesos que de cerca
afectaban a su raza, no fueron po­
cas las tentativas de violenta suble­

) 14 (
vación que turbaba la profunda
tranquilidad en que yacía el virrei­
nato”. (2)
En efecto las insurrecciones
eran continuas, aumentando pro­
gresivamente. Parecía que la ten­
dencia de emancipación engendra­
da por el rudo despotismo español
hubiera decidido a los indios a ad­
quirirla con todos los esfuerzos, sea
matando a sus opresores o murien­
do ellos si salían vencidos.
Tres notables caudillos apare­
cieron en territorios distintos y en
escenas sucesivas. Tomás Catari fue
el que inició de una manera formal
la primera sublevación en Chayan-
ta el 26 de agosto de 1780. José Ga­
briel Cundurcanqui, descendiente de
los antiguos soberanos del Perú,
animado con aquel antecedente rea­
lizó a su vez en Tungasuca el 4 de

) 15 <
noviembre, una formidable insurrec­
ción, declarándose libertador de sus
hermanos oprimidos y tomando el
nombre de Tupac Amaru.

Desgraciadamente creyeron los


españoles que para sofocar esos le­
vantamientos no había sino que ex­
tinguir la vida de los jefes con los
suplicios más aterrantes, en medio
de los sufrimientos más bárbaros.
No comprendieron que la sedición
general estaba preparada y que es­
tos actos no harían sino provocar el
estallido más pronto, recrudeciendo
la lucha.

Cuando menos se pensaba, cuan­


do quizás se creía que la sublevación
de Chayanta había sido ahogada con
la muerte de los Catari, apareció en
Ayoayo un nuevo caudillo más es­
forzado y temible que los anteriores.

) 16 (
Este era Julián A pasa.
Su presencia vino a dar una
nueva faz a los acontecimientos.
La cruenta opresión que pesaba
sobre su raza había amargado pro­
fundamente su corazón, sublevado
sus pasiones y preparándolo para
una guerra a muerte.
Caudillo brotado de la oscuri­
dad, héroe improvisado por una si­
tuación excepcional, su pasado se
halla envuelto en sombras misterio­
sas, confundido por versiones mito­
lógicas.
Los únicos datos (3) que han po­
dido obtenerse de su cuna y de su
infancia, se reducen a hacer constar
que fue hijo natural del sacristán
de Ayoayo, que lo entregó al párro­
co del pueblo (cuyo nombre se igno­
ra), quien le dió una mediana ins-

) 17 (
tracción, enseñándole a leer y escri­
bir (4); que Julián Apasa aprove­
chó muy poco en la lectura y casi
nada en la escritura, pero que apren­
dió lo bastante para suceder a su pa­
dre en el oficio de sacristán.
Cuando estallaron los levanta­
mientos de los Catari en Chayanta
y la de Tupac Amaru en la com­
prehensión de Tinta, se hallaba de­
sempeñando ese cargo, lo que viene
a corroborar que era letrado, por­
que tal empleo únicamente podía ser
desempeñado por individuos que te­
nían alguna instrucción.
La prem atura muerte de los Ca­
tari y principales jefes de la suble­
vación, que habían sido entregados
por sus propios parciales, dejaba sin
un caudillo hábil y experto a los in­
dios del Alto-Perú; circunstancias
en que las comunicaciones intere­

) 18 (
santes dirigidas por Tupac Amaru
a Catari llegaron a manos de Apasa,
viniendo a tentar la ambición de
éste.

Julián Apasa era un indio apre­


ciado en la localidad; dotado de un
carácter activo y audaz, de una as­
tucia extremada, de impulsos vio­
lentos que algunas veces le hacían
cometer actos sanguinarios cuando
la venganza le instigaba; pero sin
las disposiciones necesarias, ni el
talento suficiente, para poder reali­
zar la restauración del imperio in­
cásico, ni para dirigir acertadamen­
te las operaciones de una guerra.

Impuesto de las comunicaciones


que había retenido resolvió lanzar­
se a la rebelión. (®).
Tomó el nombre de Tupac Cata­
ri, reuniendo en un nombre el de los

) 19 (
caudillos de Chayanta y de Tinta
respectivamente; y haciendo com­
prender a los indios que esas comu­
nicaciones eran dirigidas a él, por
el Inca, que lo nombraba su Virrei,
en cuya virtud asumía dicho cargo,
levantando el estandarte de la su­
blevación contra el dominio español.
Como era un indio popular (6),
tanto por el empleo que desempeña­
ba, cuanto por sus prestigios de le­
trado; en pocos días pudo hallarse
a la cabeza de una numerosa india­
da, con la que se decidió m archar so­
bre La Paz.
Entre tanto, apercibida la Real
Audiencia de Charcas del inminen­
te peligro que amenazaba a aque­
lla ciudad por parte de Tupac Ama-
ru, como de los sublevados de Cha-
yanta, había nombrado Comandan­
te m ilitar de armas de La Paz y sus

) 20 (
provincias adyacentes, al Correjidor
de Larecaja don Sebastián Seguró­
la, quien se hallaba aprestando los
elementos necesarios para preser­
var en su jurisdicción del mal ejem­
plo de los de Puno, cuando acaeció
la insurrección de Tupac-Catari.
Los primeros actos de este cau­
dillo fueron la captura de algunos
españoles principales, conocidos por
sus crímenes y crueldades, la muer­
te de muchos de ellos y la prisión de
varios clérigos.
En estas circunstancias, una nu­
merosa avanzada de indios situada
en Viacha, fue sorprendida al ama­
necer, el 5 de marzo de 1781, por una
fuerza de ochocientos hombres co­
mandada por el Coronel don Manuel
Franco, el que después del triunfo
mandó quemar el pueblo. Este fue
el primer hecho de armas que anun­

)21 (
ció el comienzo de una lucha san­
grienta.
Otra partida de indios que se
encontraba en L aja fue también ba­
tida el 14 del mismo mes, por una
fuerza de 600 hombres al mando del
Comandante Seguróla. En este en­
cuentro mostraron los indios un he-
heroísmo tal que hizo decir al mis­
mo Seguróla: “que podía servir de
ejemplo a la Nación más valiente,
porque no obstante de estar atrave­

• • • • • • • •
sados de balas, los unos sentados y
los otros tendidos, aun se defendían,
y nos ofendían tirándonos muchas
piedras’. (7)
Cuando aun no había consegui­
do derrotarlos completamente reci­
bió el aviso de hallarse la ciudad
cercada por una numerosa indiada y
••

el grave peligro en que estaba, lo que


»•

motivó su pronta retirada después


)22(
de “haber entregado a las llamas
las principales casas”. (a)
Tupac C atan había resuelto
apoderarse de La Paz; a la que em­
pezó a sitiarla el 14 de marzo, ca­
balmente el mismo día en que Se­
guróla triunfaba.
Antes de llegar éste a las proxi­
midades de las alturas que rodean la
ciudad, se cercioró de que los indios
amenazaban tomarla por asalto.
Con este motivo haciendo las distri­
buciones necesarias en su fuerza,
marchó en ademán de combate so­
bre los indios.

Apercibido Tupac Catari de la


llegada de la fuerza española orde­
nó que inmediatamente la atacasen.
En efecto, el combate empezó de una
manera seria a las diez de la noche
y duró hasta el amanecer; y sin em­

) 23(
• • • •
bargo de que la noche era lluviosa,
la batalla fue encarnizada y se lu­
chó con mucho brío por ambas par­
tes. Con la venida del día llegó a re­
crudecerse más el combate, hasta
que los españoles, después de un de­
sesperado ataque que puso en fuga
a los indios, se retiraro n a la ciudad,
llevando muchos prisioneros, de los
que veintitrés, inclusa una india fue­
ron degollados. (9)
En este encuentro murieron más
de doce hombres y hubo muchos he­
ridos por parte de los españoles, pa­
sando de quinientos muertos por la
de los indios.
Desde esta acción la guerra fue
enfureciéndose cada día más, si los
sitiadores cometían actos de barba­
rie, los sitiados no quedaban en zaga.
No tratam os de amenguar en
un ápice la gloria que ha cabido a

)24(
• •

los defensores de esta ciudad en 1781,


salvando una población de los ho­
rrores que le amenazaban; pero tam­
poco podemos falsear la verdad his­
tórica. Los españoles no dando cuar­
tel a los indios, no observando las re­
glas mínimas humanitarias de la
guerra, sin embargo de su ilustra­
ción, infringieron mucho más que
aquellos las leyes divinas que rigen
a las sociedades.
La personalidad humana cual­
quiera que sea la raza a que perte­
nezcan los hombres es siempre la
misma, con iguales derechos y las
mismas g aran tías; el mayor o menor
grado de barbarie, de ferocidad de
una raza no se mide en razón de las
presunciones que se tienen de su cul­
tu ra social, sino en razón del respeto
que los individuos de ésta, tienen a
la personalidad; en razón de los he­

) 25 (
• • •
chos y manifestaciones que emanan
de este distintivo del ser humano y
del móvil que les impulsa.
Los indios se vieron obligados
a la insurrección por la codicia in­
saciable de los españoles, y la tira ­
nía insoportable de los Correjido-
res, que les violentaron para el pa­
go de los repartimientos con casti­
gos los más atroces, aparte de la
mita que los iba también diezmando.
Para los indios no había hogar,
propiedad, ni siquiera un momento
de bienestar; desconocida su perso­
nalidad, eran miserables parias, víc­
timas siempre de sus dominadores,
sin poder encontrar ni en el sacer­
dote del Dios de caridad una pala­
bra de consuelo y conmiseración;
pues éste se había convertido en otro
verdadero verdugo, que inventando
nuevas fiestas y vejándolo cruel­

e s (
mente, le arrancaba los últimos me­
dios de vida que le quedaban. (10)
Reducido el indio a este triste
estado no le quedaba sino la insu­
rrección como un medio de buscar la
libertad o de hallar una muerte rá­
pida que le liberase de la lenta ago­
nía en que se retorcía bajo el férreo
yugo del coloniaje.
Los actos salvajes y sangrientos
que cometieron durante esos levan­
tamientos no podrán igualar a los
verificados por los españoles.
Las crónicas de esa época nos
describen con una naturalidad y
sencillez admirable el degüello de los
indios, como si se tratasen de seres
que no pertenecen a la especie huma­
na, sucediendo lo contrario cuando
se habla de asesinatos de españoles,
pues entonces se describen con un
sentimentalismo exagerado, ponde­

>27 (
rando incidentes de ninguna impor-
tancia.
Es en el asedio de La Paz en que
se han acentuado en su mayor g ra­
do estos caracteres y tendencias; en
comprobación dejamos hablar al
cronista: (ll)
“El día 11 de Marzo de 1781 se
ahorcaron a dos indios espías.
“El día 12 salieron de esta ciu­
dad ochocientos hombres armados
al pueblo de Viacha, y m ataron dos­
cientos indios, entre mujeres y al­
gunos párvulos; dicho día ahorca­
ron cuatro indios.
“El día 15... metieron seis indios
los que fueron degollados inmedia­
tamente.
“El 19 mataron a doce indios y
dos indias.
“Día 31...; este hicieron los nues­
tros mucho fuego y degollaron los
)28(
que se cogieron a mano en el campo,
porque no apestasen la ciudad.
“El día 7 de Abril...; en la ciu­
dad degollaron algunos por no in­
festar fuera de trinchera.
“El día 14 tampoco (bajaron los
indios); pero en la ciudad se dego­
llaron más de veintiocho (indios),
sacándolos al campo.
“El día 24; en la ciudad se ahor­
caron a dos medios españoles y se
degollaron ocho indios”, etc. etc.

Creemos que estos párrafos bas­


tan para comprobar de qué parte
había mayor barbarie, quiénes fue­
ron los que con estos hechos irrita ­
ron el sitio, haciéndolo más san­
griento y obligando al ignorante in­
dio a descender al mismo terreno,
en que no se respetaba la vida hu­
mana, cuando se debía mostrarles

) 29(
como sagrada. Sin embargo por p ar­
te de los indios se conservaron mu­
chos prisioneros, y aun a algunos los
trataron con consideración.
Tupac Catari había sentado sus
reales en el Alto, desde allí dirigía
el sitio, bajaba a revisar personal­
mente sus filas, en las que era reci­
bido con muestras de respeto pro­
fundo.
Tupac-Catari no era de carácter
sanguinario y desolador como gene­
ralmente se le juzga; buscó transac­
ciones que mitigasen el furor de la
guerra, ya proponiendo el canje de
prisioneros, ya ofreciendo arrib ar a
un tratado de paz sin exigir más con­
diciones que la entrega de algunos
correjidores que se habían acogido
en la ciudad y el reconocimiento de
Tupac Amaru como rey natural de
todas las colonias americanas.

) 30(
Respetó con escrupulosidad to­
do armisticio o capitulación que ce­
lebraba.
El día doce de abril habían ma­
tado los indios a un Padre Francis­
cano y un monigote sin que lo supie­
se Catari, y apenas tuvo conocimien­
to castigó severamente a los que ha­
bían cometido el atentado.

Tupac Catari era muy religio­


so, en su campamento había hecho
construir una especie de Capilla,
donde tributaba culto a Dios y cum­
plía con los preceptos de la Iglesia
católica, asistido por dos sacerdotes
que desempeñaban de Capellanes.

Como casi nada sabía escribir,


hacía de su secretario un mestizo
llamado Bonifacio Chuquimia, a
quien dictaba el tenor de sus cartas
dirigidas a Seguróla y el Obispo fir­

) 31 <
mando siempre “Yo el Virrei Tupac-
Catari”. (12)
Parodiando la organización ad­
ministrativa de los españoles había
creado veinticuatro Cabildos en to­
do el cerco con sus respectivas hor­
cas o rollos; nombrado también cua­
tro Oidores “de los que el uno se en­
tendía con la venta de la coca, otro
con la guarda de los espolios de los
difuntos, otro con los efectos, comes­
tibles y su distribución; otro con la
plata labrada y alhajas”. (13) .
En cuanto, a su gobierno inte­
rior, Tupac-Catari era muy rígido
con sus súbditos, quienes eran seve­
ramente castigados por pequeñas
. faltas o sospechas; porque temía ser
traiciodado como los caudillos de
Chayanta.
En sus costumbres privadas era
inclinado a la embriaguez, en cuyo
estado cometía excesos.
Durante el sitio se valió de mu­
chas estrategias tendentes a la to­
ma de la ciudad, sin que tuvieran re­
sultados favorables.
E ntretanto a medida que el
tiempo avanzaba la condición de los
sitiados iba agravándose muchísi­
mo, llegando la lucha al paroxismo
del furor.
Cuando así marchaban los acon­
tecimientos, supo Catari que una
fuerza española venía en auxilio de
los sitiados, con cuyo motivo se p u -'
so en camino a Sicasica, dejando al
mando de sus huestes a su mujer
Bartolina Sisa, la que continuó el
sitio con mucha actividad y valentía.
En efecto una fuerza de 500
hombres al mando de Gavino Que-
vedo se aproximó a Sicasica, cuan­
do cayó sobre ella Catari consiguien­
do derrotarla completamente, sien-

) 33 (
do trofeos de esa victoria, dos cule­
brinas, cuarenta escopetas, muchas
municiones y armas blancas. E sta
derrota se atribuye al jefe A yarza
que no acudió a tiempo con la divi­
sión cochabambina que mandaba;
aunque después quiso vengar este
desastre no lo consiguió a consecuen­
cia de que sus soldados se entretuvie­
ron únicamente en el pillaje. (14)
Después de este feliz éxito vol­
vió Tupac-Catari a La Paz, donde
continuó el sitio con arrojo y obsti­
nación temeraria.
Algunos días más la ciudad ha­
bría caído en poder de este caudillo,
trayendo quizás funestas consecuen­
cias. Pero una nueva expedición mu­
cho más fuerte que la anterior ve­
nía en auxilio de los sitiados.
Tupac - Catari inmediatamente
que tuvo conocimiento marchó a Si-

) 34 (
casica, dejando el mando y dirección
del sitio a su esposa, reconocida por
Virreina.
E sta fuerza al mando del coro­
nel don Ignacio Flores constaba de
2.700 hombres.
Tupac-Catari tomó posesiones
“en un cerro muy eminente que tenía
una quebrada, y después de otro
monte no de menos altura” (16), cer­
ca de la estancia de Caique, y iallí es-
peró al enemigo.
El 15 de junio se trabó el com­
bate ; sin embargo de que los indios
m ostraron mucho valor y esfuerzo,
después de una tenaz resistencia,
fueron derrotados; perdieron dos
dos cañones, 400 balas y dos arrobas
de pólvora.
Después de este desastre Tupac-
C atari se retiró de Calamarca, don­

) 35 (
de determinó presentarles otra nue­
va batalla fortificándose en los ce­
rros y lomas que circundan este pue­
blo.
Aquí el combate fue mucho más
encarnizado que el anterior. Por dos
y tres veces consiguieron los indios
hacer retroceder a la fuerza de Flo­
res, teniendo ésta que ser reforzada
con tropas de reserva, con cuya coo­
peración lograron ponerlos en com­
pleta fuga, haciendo una horrible
carnicería de los vencidos.
Tupac-Catari tuvo que huir a
pié hasta los altos de La Paz.
No obstante de estas continua­
das derrotas intentó hacer un ú lti­
mo esfuerzo, una suprema resisten­
cia. Organizando en la Ventilla con
todos los indios que pudo reunir un
nuevo plan de combate,' esperó re­
suelto a los españoles.
) 36 (

£ En efecto la batalla duró todo
un día. Solo la noche pudo interrum-
-X pir ese cuadro de sangre y desola-
® ción en que una raza infortunada
quería conquistar sus derechos que
-# le negaban, su personalidad sumida
m
en la más abyecta servidumbre; pe­
m
ro el desesperado valor de los indios
•#-
desarmados, si bien pudo contrarres­
ta r en un principio, no pudo conti­
nuar sosteniendo la superioridad de
i .
Q las armas de fuego, que introducían
(|| claros en sus filas, la pericia y la dis-
£ ciplina de sus enemigos; fueron ven-
#a cidos. La mortandad de parte de los
• indios fue inmensa; por la de los es-
Wa_ pañoles murieron veinte cochabam-
binos incluso un oficial, muchos he-
ridos, entre ellos José Reseguin, que
lo fue gravemente de uno de los hom-
# n br03-
0 e- Pero Tupac-Catari no era hom­
bre que podía aterrarse ante los in-
) 37 (
fortunios; no era un pusilánime,
se retiró a su campamento de
Pam pajasi; donde reparando sus
pérdidas, reforzando sus diezma­
das tropas con nuevos auxilios, re­
solvió tomar la ofensiva.
La Paz que había sufrido mu­
chísimo durante el largo sitio de
ciento nueve días, también a su vez
pudo reanimarse con la llegada de
Flores. El día 1ro. de Julio hi­
zo su entrada a la ciudad. Cau­
saba verdaderamente compasión y
sorpresa el estado lastimoso de La
P az; destruidas y quemadas sus ca­
sas, llenas de escombros y sangre sus
calles, extenuados por el hambre sus
habitantes, reducida su población, y
por doquiera la tristeza, la orfan­
dad y la desolación. E ran las con­
secuencias de la cruenta e injusta
dominación española, las que se ha­

) 38(
• ••• • • • • • •
bían descargado únicamente sobre
esta ciudad.
Atemorizados una parte de los
indios con la entrada de Flores, so­
licitaron hacer las paces ofreciendo
entregar a sus principales caudillos;
en efecto los indios de San Sebas­
tián entregaron un pedrero y a la
Virreina Bartolina Sisa, mujer de
Tupac-Catari.
Entretanto este infatigable cau­
dillo no desmayó un momento; a la
noticia de la prisión de su esposa,
envió una carta a Seguróla, en la que
le proponía que le entregase a su mu­
je r y él a cambio le devolvería a don
Vicente Roj as y algunos clérigos pri­
sioneros; lo que no fue admitido.
Igual demanda le hizo en otra
segunda comunicación, mandándole
además la cabeza del indio Marcelo
Calle, que había pretendido que se
) 39 (

hiciesen las paces, la que también
fue negada.
Durante la permanente de Flo­
res en La Paz, Tupac-Catari no cesó
un momento de hostigarlo a pesar
de su derrota en Achocalla y de ser
rechazado siempre con muchas pér­
didas en los asaltos a la ciudad. No
dejaba un momento de sosiego a los
sitiados.
El Coronel Flores con estos an­
tecedentes comprendió que no solo
era difícil sino imposible el destruir
a Catari con la fuerza que tenía a
su mando, y determinó volver a Co-
chabamba a traer más gente; lo que
realizó dejando en la ciudad ciento
veinte soldados de tropa y varios tu-
cumanos.
Con esta retirada, La Paz fue
nuevamente cercada, viniéndose a
agravar su situación con la noticia
) 40 (
de la- toma de Sorata que trajo don
Vicente Rojas que había obtenido su
libertad, y la llegada de Andrés Tu-
pac-Amaru y un refuerzo.
Apenas tuvo conocimiento Tu-
pac-Catari de aquel acontecimiento
y de la venida de ese jefe, se fue a
su encuentro, temeroso de que inten­
tase sustituirlo, y resuelto a hacer
valer sus derechos por la fuerza.
Felizmente encontrándose am­
bos jefes en Vila-aque tuvieron una
entrevista, donde acordaron que ca­
da cual permanecería al mando de
su tropa, sin hallarse sometido nin­
guno de los dos, situando con este
motivo sus campamentos en parajes
distintos.
Con la llegada de Tupac-Ama-
ru y el numeroso refuerzo de indios
que traía, el estado de los sitiados
se hizo muy crítico, los ataques y
)41 (
asaltos eran recios y continuados y
no cesaban ni de noche; mientras
por otro lado la escasez de víveres
se hacía sentir en mayor grado que
en el anterior asedio; no obstante
nadie pensaba en rendirse. Tupac-
Catari y Tupac-Amaru, buscaron
todos los medios de reducirlos, ya
ofreciéndoles las más amplias ga­
rantías, sin más condición que la
entrega de la Virreina Sisa, ya po­
niéndoles mercados de comestibles.
¡Nada! esos hombres estaban
vaciados en el molde de los antiguos
héroes; y no era el hambre el que
podía rendirles.
Esta heroica resistencia hizo de-
termiar a Catari y Tupac-Amaru a
emplear el mismo medio de que se
había valido para rendir a Sorata.
En efecto, en la cabecera del río
Chuqueyapu, la rinconada de Acha-

) 42(
chi-cala, interrumpiendo el curso del
río, formaron una gran represa de
agua, “que tenía 50 varas de alto y
12 de largo, 13 y 1/2 de espesor en
lo más eminente y 12 en los cimien­
tos” ; a las once de la noche del 12 de
Octubre de 1781 soltaron esa gran
mole de agua, que vino con tanto ím­
petu y abundancia que se elevó a 20
varas sobre el cauce del río, y su
fuerzai duró media hora cediendo po-
co a poco el resto de la noche. Los
estragos fueron considerables, se
destruyeron algunos puentes y los
que pudieron soportar quedaron en
muy mal estado; arruinadas tam­
bién las casas que se hallaban situa­
das en el borde del río.
Pero no bastó ni este acto para
rendirlos.

Los asaltos eran más encarniza­


dos; la carestía de alimentos había

) 43(
llegado a su grado máximo; los es­
tragos del hambre horrorizaban (16),
la mortandad era espantosa. En esos
instantes de congoja y miseria, una
ráfaga de desesperación pasó por la
mente de los sitiados; determinaron
hacer una salida general, abandonar
la ciudad si pronto 110 venía auxilio.
E ra la resolución suprema dig­
na solo de un pueblo que no sabe
nunca rendirse.
En estas fatales circunstancias
vino el Teniente Coronel don José
Reseguin al mando de una segunda
expedición de 7.000 hombres. Tupac-
Catari salió a su encuentro, pero
fue derrotado en varios combates
hasta ser totalmente aniquilado.
Con estos tristísim os resulta­
dos, Tupac-Catari se retiró a su cam­
pamento de Pampajasi, donde igual­
mente batido y desalojado por Res-

) 44 (
güín tomó el partido de retirarse a
Peñas con el ánimo de aumentar sus
fuerzas, pero desconfiando de Mi­
guel Tupae-Amaru (Miguel Basti­
das), retornó a Achacachi donde
pensaba fomentar la insurrección.

E ntretanto, Miguel Bastidas que


no era otro que un fam iliar de aquel
Andrés Tupac-Amaru, había entra­
do en negociaciones con Reseguín,
enviándole un emisario con el in­
dulto expedido por el Virrey de Li­
ma, “pidiendo en su virtud se le per­
donase; y aun ofreciendo entregarle
a Tupac-Catari”. (17).

En su consecuencia, invitado
por Reseguín a su campamento,
Bastidas accedió confiado en la pala­
bra de honor de aquel, tratando en
la segunda entrevista de los medios
de capturar a Catari.

)45 (
Así Miguel Bastidas traiciona­
ba al caudillo más heroico y defen­
sor esforzado del antiguo Imperio
incásico, al verdadero sucesor y ven­
gador de José Gabriel Cundurcan-
qui.
Pese a todo Tupac-Catari se
hallaba en Achacachi organizando
nuevas tropas y preparándose a re­
sistir todavía a los españoles, cuan­
do la traición vino a desvanecer sus
planes. Oigamos lo que dice al res­
pecto el Dean Funes: “Reseguín
echó de ver que una intriga m aneja­
da con sagacidad sería más prove­
chosa para apoderarse de su perso­
na y agotar el origen de esta conspi­
ración. Hallábase al lado de este cau­
dillo (de Catari) Tomás Inga Lipe
apellidado el bueno; quien se vendía
por amigo. Fue con este indio que
Reseguín entabló una negociación
oculta para que lo entregase a trai­
ción. A la verdad, la elección fue he­
cha con arte, porque nadie más a
propósito para traidor que un falso
amigo. Véase aquí un hombre que es
preciso entregarlo a la execración
de la posteridad. Todo se hallaba
concertado, y el golpe iba a darse se­
gún el plan. Inga Lipe entretenía a
Tupac-Catari entre los regocijos de
un gran festín, y el capitán Ibañes
con cien hombres acercaba a sor­
prenderlo al abrigo de la noche.
Cuando más creía que se hallaba
adormecido en el placer, un presen­
timiento secreto de su infortunio ve­
laba en su seguridad. Repentina­
mente rompió la fiesta, y dijo a los
concurrentes que era prudencia re­
tirarse, pues Miguel Bastidas lo
vendía. No hubo persuasión que le
hiciese renunciar su partido y el

)47 (
traidor Inga Lipe se contentó con ob­
servar la ruta que tomaba”. (18),
donde viéndose desamparado de sus
allegados, coroneles y demás compa­
ñeros y no pudiendo avanzar más
adelante por hallarse cansado, y te­
meroso de ser descubierto, se aproxi­
mó a una casa de estancia, donde ha­
bitaba una vieja a quien le pidió
asilo suplicándole que lo ocultase
porque los Melliscos (españoles) lo
venían persiguiendo y que en cam­
bio le pagaría muchísimo dinero.

Pero el piquete de caballería


que venía en su persecución iba re­
gistrando todas las casas del trán si­
to, hasta que se aproximó a la que
se hallaba oculto. Amenazada la vie­
ja con la pena de azotes si no decla­
raba el paradero de Catari, respon­
dió que no le había visto, pero al mis­

) 48(
mo tiempo señaló con la mano el
granero donde lo había escondido.
Descubierto Tupac-Catari, fue
al momento crudamente ultrajado;
se le desnudó de sus vestidos, que los
llevaba muy ricos, se le atavió ridi­
culamente y después montándolo en
un borrico en medio de burlescas
vejaciones se le condujo a Peñas.
Aquí fue sentenciado a ser des­
pedazado por cuatro caballos, por el
Oidor de la Audiencia de Chile,
Francisco Tadeo Diez de Medina.
E sta sentencia era un retroceso
a los tiempos más bárbaros de las
sociedades; era la venganza más fe­
roz que solo una negra imaginación
podía inventar.
M artirizar al vencido, arran­
carle la vida por medio del tormento,
no es castigar, no es aplicar la san­

) 49(
ción de la ley, es conculcar la ju sti­
cia, es u ltra ja r a la humanidad, con­
vertir la pena jurídica en canibalis­
mo.
En efecto, el 15 de Noviembre
de 1781, el pueblo de Peñas presen­
taba un aspecto extraño; el ejérci­
to español se hallaba formado, una
numerosa indiada, tum ultuaria pe­
ro sin ánimo ofensivo rodeaba el
campamento de Reseguin. En los
semblantes se mostraba la ansiedad,
el ardiente deseo, y por todas partes
se veía algo que presagiaba la rea­
lización de un acto excepcional.
Lo que más acentuaba la extra-
ñeza de esa situación, era la presen­
cia de cuatro robustos caballos y el
activo movimiento de los verdúgos.

E ra el día destinado al suplicio


de Tupac-Catari.
La víctima no se hizo esperar.
) 50 (
Hubo un momento que los cora­
zones sufrieron una contracción; en
que los indios sufrieron un profun­
do dolor, y las lágrimas resbalaron
por sus mejillas, en que la naturale­
za se estremeció ante la venganza es­
pañola, fue cuando la víctima se pre­
sentó al lugar del suplicio.
E ra el instante supremo en que
Tupac-Catari ingresaba a la gloria
empujado por el odio español.
Tupac-Catari estaba sereno, una
altivez soberbia se dibujaba en su
rostro, sus ojos miraban con despre­
cio a Miguel Bastidas, y con lástima
a esos indios a los que había queri­
do arrancarles de la servidumbre
brutal en que los había sumido la
conquista española, y darles repre­
sentación en ia vida social. Tenía
trein ta años de edad, su estatura era
mediana, lo bastante para no con­
fundirse con el común de su raza.
) 51 (
Después de habérsele sujetado
fuertemente de los pies y las manos
a los cuatro caballos, éstos a una se­
ñal dada corrieron en direcciones
opuestas. Solo un grito arrancado
por el dolor físico de la víctima se
escuchó, en seguida un estremeci­
miento general de horror. Tupac-
Catari había sido descuartizado...
Su cabeza fue llevada a La Paz
y colocada en una reja de fierro en
la trinchera de Caja del Agua; sus
brazos, piernas y tronco colocados
en los altos de la entrada de esta
ciudad.
Así murió este notable caudillo
después de haber batallado hasta el
sacrificio por libertar a su raza del
cruel yugo que pesaba sobre ella, so­
ñando en restablecer el antiguo im­
perio incásico. Si no consiguió su ob­
jetivo de aniquilar completamente

) 52 (
los abusos, al menos hizo que des­
pués de su muerte se extinguieran
la mita y los repartimientos y los
Correjidores fuesen cambiados por
Gobernadores Intendentes. Sus es­
fuerzos no fueron inútiles, años más
tarde, los criollos despertados de su
letargo, vigorizados con esas luchas,
daban el grito de la emancipación
no solo de una raza, de un pueblo,
sino de todo un continente.

Pero si con Tupac-Catari mu­


rió el último defensor y representan­
te del imperio incásico; no desapare­
ció con él el problema social de ra ­
zas que había planteado.

Al realizar los sangrientos acon­


tecimientos, en los que era protago­
nista, engendró dos consecuencias:
la guerra de la independencia que
debía nacer de los sentimientos de

) 53 (
libertad que inculcaron en los crio­
llos y la cuestión social de razas.
La primera se ha llevado a ca­
bo; y la segunda desaparecerá cuan­
do los gobiernos hagan penetrar la
civilización en las costumbres del
indio, cambien con la instrucción su
miserable estado, hagan de ese ser
abyecto y embrutecido por la injus­
ticia de las sociedades un guarismo
en las fuerzas activas de la demo­
cracia. Así, una transformación pa­
cífica cambiaría esa amenaza san­
grienta en una esperanza feliz pa­
ra el porvenir de la patria. Caso
contrario: persistir en la injusticia,
con el tiempo será de terribles con­
secuencias para las minorías blan­
cas del país.
La insurrección y excesos de los
indios solo fueron la consecuen­
cia lógica de su condición y de la

)54(
insoportable tiranía española. Tu-
pac-Catari no hizo sino seguir el ca­
mino que sus enemigos le trazaban
con su conducta.
Fue una gran catástrofe de la
que se desprendieron algunos deste­
llos de justicia, que mostraron una
vez más a la humanidad que, jamás
los abusos y crímenes de los gober­
nantes pueden quedar impunes.
La Paz, 1897.

) 55 <
NOTAS:

(1) Sobre esta materia trataremos extensamen-


mente en nuestra biografía de Tomás Catari,

(2) Mendiburu. Diccionario Histórico. Tomo 89.

(3) Datos que hemos recogido de una persona


muy versada en nuestra historia patria.

(4) Sus contemporáneos lo han juzgado con


muchísima parcialidad, se le ha negado a
Tupac-Catari que sabia leer, únicamente por­
que el Padre Matías Borda, lo dijo en una
relación muy apasionada que hizo de Ca­
tari, vengándose así de las continuas hu­
millaciones que le había impuesto. Todos
los que han escrito scbre esta caudillo, se
han apoyado siempre en esa relación.

) 57 (
(5) Lo que prueba que sabía leer.

(6) Si hubiese sido un ridículo y despreciable


personaje como lo afirma Borda, jam ás se
habría puesto a la cabeza de una subleva­
ción donde habían indios principales y ca­
ciques de mayor importancia.

(7) Archivo Boliviano por Vicente Ballivián y


Roxas. Diario de Seguróla.

(8) Id. Id.

(9) Documentos inéditos p ara la historia Na­


cional por José Rosendo Gutiérrez. Diario de
"Ledo".

(10) Consúltese al respecto las "Noticias Secre­


tas" de don Jorge Juan y Antonio Ulloa.

(11) Documentos inéditos. José Rosendo Gutié­


rrez. Diario de "Ledo".

(12) En estas cartas que hemos tenido ocasión


de imponemos en la Colección de Manus­
critos de nuestro amigo don Enrique Mo­
llea B,, se nota mucha vulgaridad en el
estilo; sin embargo en una de ellas le dice
al Comandante Seguróla: "que era nece­
sario dar a Dios lo que es de Dios, al César
lo que es del César", en este sentido le di­
ce en otra: "que era necesario que salie­
sen de estas tierras que era de ellos y que
se fuesen a las suyas, que les d ab a ga­
rantías", etc.
(13) Relación del P. Matías Borda. Manuscrito
propiedad de Enrique Mallea Balboa.

) 58 (
(14) Dean Funes. Documentos históricos del Perú
por Oriozola.

(15) Documentos inéditos. José Rosendo Gutié­


rrez. Diario de Reseguin.

(16) Había llegado el hambre al extremo de


que una madre mató a su hijo mayor para
sostener a los demás hijos con esa carne.
Documentos inéditos, losó Rosendo Gutié­
rrez. Diario de "Ledo". Al respecto tratare­
mos con más extensión en nuestra biogra­
fía de don Sebastián Seguróla.

(17) Documentos inéditos. José Rosendo Gutié­


rrez. Diario de "Ledo".

(18) Documentos para la historia del Perú por


Odriozola.

(19) Finca situada a las seis leguas del Norte de


Achacachi.

) 59 (
INDICE

Póg.

Nota del e d ito r ...................................... 9

Tupac C a ta ri........................ ................. 13

Notas ...................................................... 57
M . R ÍG O B E R T O P A R E D E S nació en Bolivia el año |
1870. Su o b ra fe c u n d a y significativa enriquece el j
p ensam iento nacional. La biografía del indio TUPAC ^
C A T A R I es el p r i m e r tra b a jo que publicó en su |
ju v e n tu d . L le v a el sello de su solidaridad con esta jf
raza, solidaridad que le acom pañaría durante toda su |
vida y que manifestó a través de toda su obra. i
T up ac C a ta r i, s ien d o un trabajo breve y fruto de ¿
ju v e n tu d dice m uch as verdades sobre el indio y los X
otros grupos sociales que componen el pueblo boliviano, t

*•

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