Professional Documents
Culture Documents
• •
Publicaciones de Antonio Paredes-Candia
TUPAC CATARI (Apuntes biográficos)
Edición limitada d e 2.000 ejem plares
TUPAC CATARI
(Apuntes biográficos")
Ediciones ISLA
Casilla 4311
La Paz - Bolivia
2003
NOTA DEL EDITOR
)9(
res un esbozo biográfico del caudillo
indio, debido a la pluma del consa
grado historiador y folklorólogo
don M. Rigoberto Paredes; estudio
que sin lugar a duda trasluce hondo
amor a la raza sojuzgada y es el pri
mer fruto de juventud de un inte
lectual que durante su vida se dedi
caría a investigar y relievar los va
lores espirituales y principios mo
rales que aun sustenta el nativo. El
estudio Tupac Catari, no obstante
su brevedad aporta datos novedo
sos y anoticia de documentos casi
desconocidos referentes al héroe in
dio.
Se ofrece hoy esta segunda edi
ción gracias a la diligencia biblio
gráfica del señor Jorge Mercado,
quién nos ha proporcionado la edi
ción Príncipe publicada en 1897.
) 10 (
Tupac Catari
Los repartimientos y la Mita O
convirtiendo con sus excesivos abu
sos la vida de los indios en una ser
vidumbre la más cruda e insoporta
ble, habían llegado a desesperarlos
de tal manera, que éstos preferían
mil veces morir victimados en una
insurrección que continuar bajo una
condición tan miserable. En todas
partes no esperaban sino el momen-
) 13 (
to propicio o un caudillo para lan
zarse a la sublevación, a fin de go
zar siquiera un instante de libertad;
de esa libertad que a rra stra a sacri
ficar a los opresores y satisfacer las
venganzas.
Los síntomas de sedición se hi
cieron sentir en toda la extensión
de las colonias americanas.
“Si bien en un principio fueron
poco formidables y aisladas, poco a
poco iban presentando estas rebelio
nes caracteres más graves, el espí
ritu que las animaba íbase genera
lizando y podíase notar cierto con
cierto entre los amotinados que au
guraba mal para la dominación es
pañola. Desde 1750, época en que Jo
sé Gabriel Cundurcanqui podía
apreciar los sucesos que de cerca
afectaban a su raza, no fueron po
cas las tentativas de violenta suble
) 14 (
vación que turbaba la profunda
tranquilidad en que yacía el virrei
nato”. (2)
En efecto las insurrecciones
eran continuas, aumentando pro
gresivamente. Parecía que la ten
dencia de emancipación engendra
da por el rudo despotismo español
hubiera decidido a los indios a ad
quirirla con todos los esfuerzos, sea
matando a sus opresores o murien
do ellos si salían vencidos.
Tres notables caudillos apare
cieron en territorios distintos y en
escenas sucesivas. Tomás Catari fue
el que inició de una manera formal
la primera sublevación en Chayan-
ta el 26 de agosto de 1780. José Ga
briel Cundurcanqui, descendiente de
los antiguos soberanos del Perú,
animado con aquel antecedente rea
lizó a su vez en Tungasuca el 4 de
) 15 <
noviembre, una formidable insurrec
ción, declarándose libertador de sus
hermanos oprimidos y tomando el
nombre de Tupac Amaru.
) 16 (
Este era Julián A pasa.
Su presencia vino a dar una
nueva faz a los acontecimientos.
La cruenta opresión que pesaba
sobre su raza había amargado pro
fundamente su corazón, sublevado
sus pasiones y preparándolo para
una guerra a muerte.
Caudillo brotado de la oscuri
dad, héroe improvisado por una si
tuación excepcional, su pasado se
halla envuelto en sombras misterio
sas, confundido por versiones mito
lógicas.
Los únicos datos (3) que han po
dido obtenerse de su cuna y de su
infancia, se reducen a hacer constar
que fue hijo natural del sacristán
de Ayoayo, que lo entregó al párro
co del pueblo (cuyo nombre se igno
ra), quien le dió una mediana ins-
) 17 (
tracción, enseñándole a leer y escri
bir (4); que Julián Apasa aprove
chó muy poco en la lectura y casi
nada en la escritura, pero que apren
dió lo bastante para suceder a su pa
dre en el oficio de sacristán.
Cuando estallaron los levanta
mientos de los Catari en Chayanta
y la de Tupac Amaru en la com
prehensión de Tinta, se hallaba de
sempeñando ese cargo, lo que viene
a corroborar que era letrado, por
que tal empleo únicamente podía ser
desempeñado por individuos que te
nían alguna instrucción.
La prem atura muerte de los Ca
tari y principales jefes de la suble
vación, que habían sido entregados
por sus propios parciales, dejaba sin
un caudillo hábil y experto a los in
dios del Alto-Perú; circunstancias
en que las comunicaciones intere
) 18 (
santes dirigidas por Tupac Amaru
a Catari llegaron a manos de Apasa,
viniendo a tentar la ambición de
éste.
) 19 (
caudillos de Chayanta y de Tinta
respectivamente; y haciendo com
prender a los indios que esas comu
nicaciones eran dirigidas a él, por
el Inca, que lo nombraba su Virrei,
en cuya virtud asumía dicho cargo,
levantando el estandarte de la su
blevación contra el dominio español.
Como era un indio popular (6),
tanto por el empleo que desempeña
ba, cuanto por sus prestigios de le
trado; en pocos días pudo hallarse
a la cabeza de una numerosa india
da, con la que se decidió m archar so
bre La Paz.
Entre tanto, apercibida la Real
Audiencia de Charcas del inminen
te peligro que amenazaba a aque
lla ciudad por parte de Tupac Ama-
ru, como de los sublevados de Cha-
yanta, había nombrado Comandan
te m ilitar de armas de La Paz y sus
) 20 (
provincias adyacentes, al Correjidor
de Larecaja don Sebastián Seguró
la, quien se hallaba aprestando los
elementos necesarios para preser
var en su jurisdicción del mal ejem
plo de los de Puno, cuando acaeció
la insurrección de Tupac-Catari.
Los primeros actos de este cau
dillo fueron la captura de algunos
españoles principales, conocidos por
sus crímenes y crueldades, la muer
te de muchos de ellos y la prisión de
varios clérigos.
En estas circunstancias, una nu
merosa avanzada de indios situada
en Viacha, fue sorprendida al ama
necer, el 5 de marzo de 1781, por una
fuerza de ochocientos hombres co
mandada por el Coronel don Manuel
Franco, el que después del triunfo
mandó quemar el pueblo. Este fue
el primer hecho de armas que anun
)21 (
ció el comienzo de una lucha san
grienta.
Otra partida de indios que se
encontraba en L aja fue también ba
tida el 14 del mismo mes, por una
fuerza de 600 hombres al mando del
Comandante Seguróla. En este en
cuentro mostraron los indios un he-
heroísmo tal que hizo decir al mis
mo Seguróla: “que podía servir de
ejemplo a la Nación más valiente,
porque no obstante de estar atrave
• • • • • • • •
sados de balas, los unos sentados y
los otros tendidos, aun se defendían,
y nos ofendían tirándonos muchas
piedras’. (7)
Cuando aun no había consegui
do derrotarlos completamente reci
bió el aviso de hallarse la ciudad
cercada por una numerosa indiada y
••
) 23(
• • • •
bargo de que la noche era lluviosa,
la batalla fue encarnizada y se lu
chó con mucho brío por ambas par
tes. Con la venida del día llegó a re
crudecerse más el combate, hasta
que los españoles, después de un de
sesperado ataque que puso en fuga
a los indios, se retiraro n a la ciudad,
llevando muchos prisioneros, de los
que veintitrés, inclusa una india fue
ron degollados. (9)
En este encuentro murieron más
de doce hombres y hubo muchos he
ridos por parte de los españoles, pa
sando de quinientos muertos por la
de los indios.
Desde esta acción la guerra fue
enfureciéndose cada día más, si los
sitiadores cometían actos de barba
rie, los sitiados no quedaban en zaga.
No tratam os de amenguar en
un ápice la gloria que ha cabido a
)24(
• •
) 25 (
• • •
chos y manifestaciones que emanan
de este distintivo del ser humano y
del móvil que les impulsa.
Los indios se vieron obligados
a la insurrección por la codicia in
saciable de los españoles, y la tira
nía insoportable de los Correjido-
res, que les violentaron para el pa
go de los repartimientos con casti
gos los más atroces, aparte de la
mita que los iba también diezmando.
Para los indios no había hogar,
propiedad, ni siquiera un momento
de bienestar; desconocida su perso
nalidad, eran miserables parias, víc
timas siempre de sus dominadores,
sin poder encontrar ni en el sacer
dote del Dios de caridad una pala
bra de consuelo y conmiseración;
pues éste se había convertido en otro
verdadero verdugo, que inventando
nuevas fiestas y vejándolo cruel
e s (
mente, le arrancaba los últimos me
dios de vida que le quedaban. (10)
Reducido el indio a este triste
estado no le quedaba sino la insu
rrección como un medio de buscar la
libertad o de hallar una muerte rá
pida que le liberase de la lenta ago
nía en que se retorcía bajo el férreo
yugo del coloniaje.
Los actos salvajes y sangrientos
que cometieron durante esos levan
tamientos no podrán igualar a los
verificados por los españoles.
Las crónicas de esa época nos
describen con una naturalidad y
sencillez admirable el degüello de los
indios, como si se tratasen de seres
que no pertenecen a la especie huma
na, sucediendo lo contrario cuando
se habla de asesinatos de españoles,
pues entonces se describen con un
sentimentalismo exagerado, ponde
>27 (
rando incidentes de ninguna impor-
tancia.
Es en el asedio de La Paz en que
se han acentuado en su mayor g ra
do estos caracteres y tendencias; en
comprobación dejamos hablar al
cronista: (ll)
“El día 11 de Marzo de 1781 se
ahorcaron a dos indios espías.
“El día 12 salieron de esta ciu
dad ochocientos hombres armados
al pueblo de Viacha, y m ataron dos
cientos indios, entre mujeres y al
gunos párvulos; dicho día ahorca
ron cuatro indios.
“El día 15... metieron seis indios
los que fueron degollados inmedia
tamente.
“El 19 mataron a doce indios y
dos indias.
“Día 31...; este hicieron los nues
tros mucho fuego y degollaron los
)28(
que se cogieron a mano en el campo,
porque no apestasen la ciudad.
“El día 7 de Abril...; en la ciu
dad degollaron algunos por no in
festar fuera de trinchera.
“El día 14 tampoco (bajaron los
indios); pero en la ciudad se dego
llaron más de veintiocho (indios),
sacándolos al campo.
“El día 24; en la ciudad se ahor
caron a dos medios españoles y se
degollaron ocho indios”, etc. etc.
) 29(
como sagrada. Sin embargo por p ar
te de los indios se conservaron mu
chos prisioneros, y aun a algunos los
trataron con consideración.
Tupac Catari había sentado sus
reales en el Alto, desde allí dirigía
el sitio, bajaba a revisar personal
mente sus filas, en las que era reci
bido con muestras de respeto pro
fundo.
Tupac-Catari no era de carácter
sanguinario y desolador como gene
ralmente se le juzga; buscó transac
ciones que mitigasen el furor de la
guerra, ya proponiendo el canje de
prisioneros, ya ofreciendo arrib ar a
un tratado de paz sin exigir más con
diciones que la entrega de algunos
correjidores que se habían acogido
en la ciudad y el reconocimiento de
Tupac Amaru como rey natural de
todas las colonias americanas.
) 30(
Respetó con escrupulosidad to
do armisticio o capitulación que ce
lebraba.
El día doce de abril habían ma
tado los indios a un Padre Francis
cano y un monigote sin que lo supie
se Catari, y apenas tuvo conocimien
to castigó severamente a los que ha
bían cometido el atentado.
) 31 <
mando siempre “Yo el Virrei Tupac-
Catari”. (12)
Parodiando la organización ad
ministrativa de los españoles había
creado veinticuatro Cabildos en to
do el cerco con sus respectivas hor
cas o rollos; nombrado también cua
tro Oidores “de los que el uno se en
tendía con la venta de la coca, otro
con la guarda de los espolios de los
difuntos, otro con los efectos, comes
tibles y su distribución; otro con la
plata labrada y alhajas”. (13) .
En cuanto, a su gobierno inte
rior, Tupac-Catari era muy rígido
con sus súbditos, quienes eran seve
ramente castigados por pequeñas
. faltas o sospechas; porque temía ser
traiciodado como los caudillos de
Chayanta.
En sus costumbres privadas era
inclinado a la embriaguez, en cuyo
estado cometía excesos.
Durante el sitio se valió de mu
chas estrategias tendentes a la to
ma de la ciudad, sin que tuvieran re
sultados favorables.
E ntretanto a medida que el
tiempo avanzaba la condición de los
sitiados iba agravándose muchísi
mo, llegando la lucha al paroxismo
del furor.
Cuando así marchaban los acon
tecimientos, supo Catari que una
fuerza española venía en auxilio de
los sitiados, con cuyo motivo se p u -'
so en camino a Sicasica, dejando al
mando de sus huestes a su mujer
Bartolina Sisa, la que continuó el
sitio con mucha actividad y valentía.
En efecto una fuerza de 500
hombres al mando de Gavino Que-
vedo se aproximó a Sicasica, cuan
do cayó sobre ella Catari consiguien
do derrotarla completamente, sien-
) 33 (
do trofeos de esa victoria, dos cule
brinas, cuarenta escopetas, muchas
municiones y armas blancas. E sta
derrota se atribuye al jefe A yarza
que no acudió a tiempo con la divi
sión cochabambina que mandaba;
aunque después quiso vengar este
desastre no lo consiguió a consecuen
cia de que sus soldados se entretuvie
ron únicamente en el pillaje. (14)
Después de este feliz éxito vol
vió Tupac-Catari a La Paz, donde
continuó el sitio con arrojo y obsti
nación temeraria.
Algunos días más la ciudad ha
bría caído en poder de este caudillo,
trayendo quizás funestas consecuen
cias. Pero una nueva expedición mu
cho más fuerte que la anterior ve
nía en auxilio de los sitiados.
Tupac - Catari inmediatamente
que tuvo conocimiento marchó a Si-
) 34 (
casica, dejando el mando y dirección
del sitio a su esposa, reconocida por
Virreina.
E sta fuerza al mando del coro
nel don Ignacio Flores constaba de
2.700 hombres.
Tupac-Catari tomó posesiones
“en un cerro muy eminente que tenía
una quebrada, y después de otro
monte no de menos altura” (16), cer
ca de la estancia de Caique, y iallí es-
peró al enemigo.
El 15 de junio se trabó el com
bate ; sin embargo de que los indios
m ostraron mucho valor y esfuerzo,
después de una tenaz resistencia,
fueron derrotados; perdieron dos
dos cañones, 400 balas y dos arrobas
de pólvora.
Después de este desastre Tupac-
C atari se retiró de Calamarca, don
) 35 (
de determinó presentarles otra nue
va batalla fortificándose en los ce
rros y lomas que circundan este pue
blo.
Aquí el combate fue mucho más
encarnizado que el anterior. Por dos
y tres veces consiguieron los indios
hacer retroceder a la fuerza de Flo
res, teniendo ésta que ser reforzada
con tropas de reserva, con cuya coo
peración lograron ponerlos en com
pleta fuga, haciendo una horrible
carnicería de los vencidos.
Tupac-Catari tuvo que huir a
pié hasta los altos de La Paz.
No obstante de estas continua
das derrotas intentó hacer un ú lti
mo esfuerzo, una suprema resisten
cia. Organizando en la Ventilla con
todos los indios que pudo reunir un
nuevo plan de combate,' esperó re
suelto a los españoles.
) 36 (
•
£ En efecto la batalla duró todo
un día. Solo la noche pudo interrum-
-X pir ese cuadro de sangre y desola-
® ción en que una raza infortunada
quería conquistar sus derechos que
-# le negaban, su personalidad sumida
m
en la más abyecta servidumbre; pe
m
ro el desesperado valor de los indios
•#-
desarmados, si bien pudo contrarres
ta r en un principio, no pudo conti
nuar sosteniendo la superioridad de
i .
Q las armas de fuego, que introducían
(|| claros en sus filas, la pericia y la dis-
£ ciplina de sus enemigos; fueron ven-
#a cidos. La mortandad de parte de los
• indios fue inmensa; por la de los es-
Wa_ pañoles murieron veinte cochabam-
binos incluso un oficial, muchos he-
ridos, entre ellos José Reseguin, que
lo fue gravemente de uno de los hom-
# n br03-
0 e- Pero Tupac-Catari no era hom
bre que podía aterrarse ante los in-
) 37 (
fortunios; no era un pusilánime,
se retiró a su campamento de
Pam pajasi; donde reparando sus
pérdidas, reforzando sus diezma
das tropas con nuevos auxilios, re
solvió tomar la ofensiva.
La Paz que había sufrido mu
chísimo durante el largo sitio de
ciento nueve días, también a su vez
pudo reanimarse con la llegada de
Flores. El día 1ro. de Julio hi
zo su entrada a la ciudad. Cau
saba verdaderamente compasión y
sorpresa el estado lastimoso de La
P az; destruidas y quemadas sus ca
sas, llenas de escombros y sangre sus
calles, extenuados por el hambre sus
habitantes, reducida su población, y
por doquiera la tristeza, la orfan
dad y la desolación. E ran las con
secuencias de la cruenta e injusta
dominación española, las que se ha
) 38(
• ••• • • • • • •
bían descargado únicamente sobre
esta ciudad.
Atemorizados una parte de los
indios con la entrada de Flores, so
licitaron hacer las paces ofreciendo
entregar a sus principales caudillos;
en efecto los indios de San Sebas
tián entregaron un pedrero y a la
Virreina Bartolina Sisa, mujer de
Tupac-Catari.
Entretanto este infatigable cau
dillo no desmayó un momento; a la
noticia de la prisión de su esposa,
envió una carta a Seguróla, en la que
le proponía que le entregase a su mu
je r y él a cambio le devolvería a don
Vicente Roj as y algunos clérigos pri
sioneros; lo que no fue admitido.
Igual demanda le hizo en otra
segunda comunicación, mandándole
además la cabeza del indio Marcelo
Calle, que había pretendido que se
) 39 (
•
hiciesen las paces, la que también
fue negada.
Durante la permanente de Flo
res en La Paz, Tupac-Catari no cesó
un momento de hostigarlo a pesar
de su derrota en Achocalla y de ser
rechazado siempre con muchas pér
didas en los asaltos a la ciudad. No
dejaba un momento de sosiego a los
sitiados.
El Coronel Flores con estos an
tecedentes comprendió que no solo
era difícil sino imposible el destruir
a Catari con la fuerza que tenía a
su mando, y determinó volver a Co-
chabamba a traer más gente; lo que
realizó dejando en la ciudad ciento
veinte soldados de tropa y varios tu-
cumanos.
Con esta retirada, La Paz fue
nuevamente cercada, viniéndose a
agravar su situación con la noticia
) 40 (
de la- toma de Sorata que trajo don
Vicente Rojas que había obtenido su
libertad, y la llegada de Andrés Tu-
pac-Amaru y un refuerzo.
Apenas tuvo conocimiento Tu-
pac-Catari de aquel acontecimiento
y de la venida de ese jefe, se fue a
su encuentro, temeroso de que inten
tase sustituirlo, y resuelto a hacer
valer sus derechos por la fuerza.
Felizmente encontrándose am
bos jefes en Vila-aque tuvieron una
entrevista, donde acordaron que ca
da cual permanecería al mando de
su tropa, sin hallarse sometido nin
guno de los dos, situando con este
motivo sus campamentos en parajes
distintos.
Con la llegada de Tupac-Ama-
ru y el numeroso refuerzo de indios
que traía, el estado de los sitiados
se hizo muy crítico, los ataques y
)41 (
asaltos eran recios y continuados y
no cesaban ni de noche; mientras
por otro lado la escasez de víveres
se hacía sentir en mayor grado que
en el anterior asedio; no obstante
nadie pensaba en rendirse. Tupac-
Catari y Tupac-Amaru, buscaron
todos los medios de reducirlos, ya
ofreciéndoles las más amplias ga
rantías, sin más condición que la
entrega de la Virreina Sisa, ya po
niéndoles mercados de comestibles.
¡Nada! esos hombres estaban
vaciados en el molde de los antiguos
héroes; y no era el hambre el que
podía rendirles.
Esta heroica resistencia hizo de-
termiar a Catari y Tupac-Amaru a
emplear el mismo medio de que se
había valido para rendir a Sorata.
En efecto, en la cabecera del río
Chuqueyapu, la rinconada de Acha-
) 42(
chi-cala, interrumpiendo el curso del
río, formaron una gran represa de
agua, “que tenía 50 varas de alto y
12 de largo, 13 y 1/2 de espesor en
lo más eminente y 12 en los cimien
tos” ; a las once de la noche del 12 de
Octubre de 1781 soltaron esa gran
mole de agua, que vino con tanto ím
petu y abundancia que se elevó a 20
varas sobre el cauce del río, y su
fuerzai duró media hora cediendo po-
co a poco el resto de la noche. Los
estragos fueron considerables, se
destruyeron algunos puentes y los
que pudieron soportar quedaron en
muy mal estado; arruinadas tam
bién las casas que se hallaban situa
das en el borde del río.
Pero no bastó ni este acto para
rendirlos.
) 43(
llegado a su grado máximo; los es
tragos del hambre horrorizaban (16),
la mortandad era espantosa. En esos
instantes de congoja y miseria, una
ráfaga de desesperación pasó por la
mente de los sitiados; determinaron
hacer una salida general, abandonar
la ciudad si pronto 110 venía auxilio.
E ra la resolución suprema dig
na solo de un pueblo que no sabe
nunca rendirse.
En estas fatales circunstancias
vino el Teniente Coronel don José
Reseguin al mando de una segunda
expedición de 7.000 hombres. Tupac-
Catari salió a su encuentro, pero
fue derrotado en varios combates
hasta ser totalmente aniquilado.
Con estos tristísim os resulta
dos, Tupac-Catari se retiró a su cam
pamento de Pampajasi, donde igual
mente batido y desalojado por Res-
) 44 (
güín tomó el partido de retirarse a
Peñas con el ánimo de aumentar sus
fuerzas, pero desconfiando de Mi
guel Tupae-Amaru (Miguel Basti
das), retornó a Achacachi donde
pensaba fomentar la insurrección.
En su consecuencia, invitado
por Reseguín a su campamento,
Bastidas accedió confiado en la pala
bra de honor de aquel, tratando en
la segunda entrevista de los medios
de capturar a Catari.
)45 (
Así Miguel Bastidas traiciona
ba al caudillo más heroico y defen
sor esforzado del antiguo Imperio
incásico, al verdadero sucesor y ven
gador de José Gabriel Cundurcan-
qui.
Pese a todo Tupac-Catari se
hallaba en Achacachi organizando
nuevas tropas y preparándose a re
sistir todavía a los españoles, cuan
do la traición vino a desvanecer sus
planes. Oigamos lo que dice al res
pecto el Dean Funes: “Reseguín
echó de ver que una intriga m aneja
da con sagacidad sería más prove
chosa para apoderarse de su perso
na y agotar el origen de esta conspi
ración. Hallábase al lado de este cau
dillo (de Catari) Tomás Inga Lipe
apellidado el bueno; quien se vendía
por amigo. Fue con este indio que
Reseguín entabló una negociación
oculta para que lo entregase a trai
ción. A la verdad, la elección fue he
cha con arte, porque nadie más a
propósito para traidor que un falso
amigo. Véase aquí un hombre que es
preciso entregarlo a la execración
de la posteridad. Todo se hallaba
concertado, y el golpe iba a darse se
gún el plan. Inga Lipe entretenía a
Tupac-Catari entre los regocijos de
un gran festín, y el capitán Ibañes
con cien hombres acercaba a sor
prenderlo al abrigo de la noche.
Cuando más creía que se hallaba
adormecido en el placer, un presen
timiento secreto de su infortunio ve
laba en su seguridad. Repentina
mente rompió la fiesta, y dijo a los
concurrentes que era prudencia re
tirarse, pues Miguel Bastidas lo
vendía. No hubo persuasión que le
hiciese renunciar su partido y el
)47 (
traidor Inga Lipe se contentó con ob
servar la ruta que tomaba”. (18),
donde viéndose desamparado de sus
allegados, coroneles y demás compa
ñeros y no pudiendo avanzar más
adelante por hallarse cansado, y te
meroso de ser descubierto, se aproxi
mó a una casa de estancia, donde ha
bitaba una vieja a quien le pidió
asilo suplicándole que lo ocultase
porque los Melliscos (españoles) lo
venían persiguiendo y que en cam
bio le pagaría muchísimo dinero.
) 48(
mo tiempo señaló con la mano el
granero donde lo había escondido.
Descubierto Tupac-Catari, fue
al momento crudamente ultrajado;
se le desnudó de sus vestidos, que los
llevaba muy ricos, se le atavió ridi
culamente y después montándolo en
un borrico en medio de burlescas
vejaciones se le condujo a Peñas.
Aquí fue sentenciado a ser des
pedazado por cuatro caballos, por el
Oidor de la Audiencia de Chile,
Francisco Tadeo Diez de Medina.
E sta sentencia era un retroceso
a los tiempos más bárbaros de las
sociedades; era la venganza más fe
roz que solo una negra imaginación
podía inventar.
M artirizar al vencido, arran
carle la vida por medio del tormento,
no es castigar, no es aplicar la san
) 49(
ción de la ley, es conculcar la ju sti
cia, es u ltra ja r a la humanidad, con
vertir la pena jurídica en canibalis
mo.
En efecto, el 15 de Noviembre
de 1781, el pueblo de Peñas presen
taba un aspecto extraño; el ejérci
to español se hallaba formado, una
numerosa indiada, tum ultuaria pe
ro sin ánimo ofensivo rodeaba el
campamento de Reseguin. En los
semblantes se mostraba la ansiedad,
el ardiente deseo, y por todas partes
se veía algo que presagiaba la rea
lización de un acto excepcional.
Lo que más acentuaba la extra-
ñeza de esa situación, era la presen
cia de cuatro robustos caballos y el
activo movimiento de los verdúgos.
) 52 (
los abusos, al menos hizo que des
pués de su muerte se extinguieran
la mita y los repartimientos y los
Correjidores fuesen cambiados por
Gobernadores Intendentes. Sus es
fuerzos no fueron inútiles, años más
tarde, los criollos despertados de su
letargo, vigorizados con esas luchas,
daban el grito de la emancipación
no solo de una raza, de un pueblo,
sino de todo un continente.
) 53 (
libertad que inculcaron en los crio
llos y la cuestión social de razas.
La primera se ha llevado a ca
bo; y la segunda desaparecerá cuan
do los gobiernos hagan penetrar la
civilización en las costumbres del
indio, cambien con la instrucción su
miserable estado, hagan de ese ser
abyecto y embrutecido por la injus
ticia de las sociedades un guarismo
en las fuerzas activas de la demo
cracia. Así, una transformación pa
cífica cambiaría esa amenaza san
grienta en una esperanza feliz pa
ra el porvenir de la patria. Caso
contrario: persistir en la injusticia,
con el tiempo será de terribles con
secuencias para las minorías blan
cas del país.
La insurrección y excesos de los
indios solo fueron la consecuen
cia lógica de su condición y de la
)54(
insoportable tiranía española. Tu-
pac-Catari no hizo sino seguir el ca
mino que sus enemigos le trazaban
con su conducta.
Fue una gran catástrofe de la
que se desprendieron algunos deste
llos de justicia, que mostraron una
vez más a la humanidad que, jamás
los abusos y crímenes de los gober
nantes pueden quedar impunes.
La Paz, 1897.
) 55 <
NOTAS:
) 57 (
(5) Lo que prueba que sabía leer.
) 58 (
(14) Dean Funes. Documentos históricos del Perú
por Oriozola.
) 59 (
INDICE
Póg.
Notas ...................................................... 57
M . R ÍG O B E R T O P A R E D E S nació en Bolivia el año |
1870. Su o b ra fe c u n d a y significativa enriquece el j
p ensam iento nacional. La biografía del indio TUPAC ^
C A T A R I es el p r i m e r tra b a jo que publicó en su |
ju v e n tu d . L le v a el sello de su solidaridad con esta jf
raza, solidaridad que le acom pañaría durante toda su |
vida y que manifestó a través de toda su obra. i
T up ac C a ta r i, s ien d o un trabajo breve y fruto de ¿
ju v e n tu d dice m uch as verdades sobre el indio y los X
otros grupos sociales que componen el pueblo boliviano, t
*•