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Larry Tadino.
La moderna pérdida de fe, cree Arendt, es de origen religioso. El hombre no se hace más
mundano al dejar de creer en el más allá. No vuelve al mundo sino a sí mismo. La grandeza de
Max WEBER estaría en descubrir el ascetismo interior mundano: el interés y preocupación por el
yo es el combustible que hace posible una enorme y estrictamente mundana actividad sin tener
que preocuparse o disfrutar del mundo. La característica de la Época moderna estaría en la
alienación del mundo y no en la propia alienación como creía MARX. El proceso de
acumulación de riqueza, tal como lo conocemos, estimulado por el proceso de la vida humana,
sólo es posible si se sacrifican el mundo y la misma humanidad del hombre.
A través del telescopio Galileo ilumina los secretos del universo con la misma certeza que antes
se tenía en la percepción de los sentidos. Con los nuevos instrumentos, cada vez más complejos,
la ciencia moderna nos lleva desde la astrofísica a la microfísica para observar la estructura
interna de la realidad. El intento de esta descripción objetiva resulta una pasión inútil en cuanto
tomamos conciencia de que los distintos avances en la investigación nos confunden a nosotros
mismos: encontramos las leyes que nosotros previamente hemos elaborado en nuestra mente.
Con Descartes nos alejamos de Platón. En la época moderna se somete la geometría al
tratamiento algebraico y se alcanza el ideal moderno de reducir a símbolos matemáticos los
movimientos y datos de la sensación terrena. En lugar de observar los fenómenos naturales tal
como se le presentaban, colocó a la naturaleza bajo las condiciones de su propia mente, es decir,
bajo las condiciones obtenidas a partir de un universal, astrofísico, cósmico punto de vista,
exterior a la propia naturaleza. Las matemáticas se convierten en la ciencia guía de la época
moderna, y este ascenso nos separa de Platón. Para Platón las matemáticas no eran productos del
intelecto, sino que su realidad era independiente de nosotros. En la modernidad las matemáticas
se convierten en la ciencia de la estructura de la mente humana. La razón cartesiana sólo podrá
conocer lo producido por ella misma: formas matemáticas generadas por la mente humana.
Cuando el Ser y la Apariencia se separan para siempre (supuesto básico de tada la ciencia
moderna), a la fe no le quedó nada para tomar a su cargo; hay que dudar de todo. Ahora se
confía más en la lectura obtenida por un aparato que en la mente o los sentidos.
El motivo por el que la filosofía moderna atacó tan duramente a la tradición, cree H. ARENDT,
fue debido al concepto de verdad que defendía esta última: la verdad que se revela a sí misma
(credo común de la antigüedad pagana y hebrea).
Como podemos comprobar Descartes traslada el punto de ARQUÍMEDES al interior del propio
hombre al elegir como último punto de referencia el modelo de la mente humana. Dicho traslado
va a permitir a la ciencia la tarea de producir los fenómenos y objetos que desea observar.
Nos vemos conducidos, según plantea H. ARENDT, a una situación paradójica: al desaparecer el
mundo sensualmente dado desaparece también el mundo trascendente, y, por tanto, también la
posibilidad de trascender el mundo sensible en concepto y pensamiento.
5. DE LA CONTEMPLACIÓN Y LA ACCIÓN
El orden jerárquico entre vida contemplativa y vida activa se invierte como consecuencia de los
cambios producidos en la Época Moderna. Hannah ARENDT piensa que para entender los
motivos de dicha inversión debemos librarnos del prejuicio común consistente en creer que el
desarrollo de la ciencia moderna ha sido animado por el deseo pragmático de mejorar nuestras
condiciones de vida en la Tierra. La nueva tecnología se origina en una búsqueda no práctica de
conocimiento inútil.
En la vida activa van a destacar el hacer y fabricar como atributos propios del homo faber. Esta
actividad va ligada al desarrollo moderno vinculado a la manufactura de útiles e instrumentos. El
hacer y conocer se mezclan en la construcción del experimento donde se intenta repetir el proceso
natural. El qué y el por qué van a ser sustituidos por el cómo en el proceso invisible de las
actividades constructivas de homo faber en la Época Moderna.
Como consecuencia previsible de la duda cartesiana ARENDT señala el abandono del intento de
comprender la naturaleza y volverse sobre la cosas producidas por el hombre. En este sentido, G.
B. Vico traslada su atención de la ciencia a la historia: lo verdadero es lo hecho por el hombre.
Lo que no es producido por nosotros no podemos realmente comprenderlo.
También era previsible la estima del homo faber, pero, lo que necesita una explicación, para
ARENDT, es la elevación de la labor al mas alto puesto del orden jerárquico de la vida activa.
El fracaso del homo faber para afirmarse es indicado por la rapidez con que el principio de
utilidad desapareció y se reemplazó por el de la mayor felicidad del mayor número.
La convicción de que el hombre solo puede conocer lo que fabrica (que aparentemente había
ayudado a la victoria del homo faber) sería dominada y finalmente destruida por el aún más
moderno principio de proceso, cuyos conceptos y categorías son extraños por completo a las
necesidades e ideales del “homo faber”.
También ayuda al fracaso del homo faber la crítica de HUME al principio de causalidad
(todo lo que existe ha de tener una causa y que la causa es más perfecta que el efecto) que se
basaba en las ideas de la fabricación (donde el fabricante es superior a sus productos), fue
haciendo el camino para el triunfo del principio de evolución. Desde esta perspectiva, el
momento crítico de la Época Moderna llegó cuando la imagen del desarrollo de la vida orgánica
(donde los seres inferiores pueden ser la causa de la aparición de las superiores) apareció en lugar
de la imagen del relojero que debe ser superior a los relojes que fabrica.
La división entre sujeto y objeto, reflejada en la oposición cartesiana entre res cogitans y res
extensae, desaparece por completo en el caso de un organismo vivo cuya supervivencia se da en
la asimilación, en el consumo, de materia exterior. El naturalismo, sigue argumentando
ARENDT, versión del siglo XIX del naturalismo, pareció encontrar en la vida el medio de
resolver los problemas de la filosofía cartesiana y al mismo tiempo salvar la fosa cada vez más
pronunciada entre filosofía y ciencia. MARX, NIETZSCHE, BERGSON, representan estas
últimas ideas en su ontología vitalista.
La vida se mantiene como punto de referenca fundamental tanto dentro del cristianismo como de
la modernidad.
La buena vida cristiana sobre la inmortalidad de la vida individual invirtió la antigüa relación
entre el hombre y el mundo y elevó la cosa más mortal, la vida humana, a la posición de la
inmortalidad, hasta entonces ocupada por el cosmos. Dicha inversión fue desastrosa para la
estima y dignidad de la vida del cuerpo político.
Aunque la vida terrena sea insignificante en relación con la otra vida, sin esta vida, que terminará
con la muerte, no puede haber vida eterna. Puede que esta sea la razón de que sólo con el auge
del cristianismo la vida terrena pasó a ser el bien supremo del hombre.
Esta visión cristiana de la sacralidad de la vida tendió a nivelar las antigüas distinciones y
articulaciones dentro de la vita activa: para esta vida son necesarios la labor, el trabajo y la
acción. Asímismo ayudó a liberar la actividad laboral, es decir, cualquier cosa que sea necesaria
para mantener el proceso biológico, del desprecio que por ello sentía la antigüedad: el viejo
desdén hacia el esclavo,…
En contra de lo que muchos intérpretes modernos han creído ver en las fuentes cristianas,
ARENDT piensa que no hay indicaciones de la moderna glorificación de la labor en el Nuevo
Testamento o en obras premodernas de textos cristianos. Por ejemplo, Tomás DE AQUINO
afirmaba que sólo la necesidad de mantenerse vivo obliga a realizar el trabajo manual.
En la actualidad, lo que importa, no es la inmortalidad de la vida, sino que ésta es el bien
supremo. Sólo cuando la vida activa (sin referencia a la vida contemplativa) permaneció ligada a
la vida como su eje central, entonces es cuando pudo la vida como tal, el metabolismo del
hombre con la naturaleza, hacerse activa y desplegar toda su fertilidad.
La victoria del animal laborans no habría llegado plenamente si la duda cartesiana no hubiera
desprovisto a la vida individual de su certeza de inmortalidad. El hombre moderno, cuando
perdió la certeza de un mundo futuro se lanzó dentro de sí y no del mundo. ARENDT insiste en
la diferencia entre los términos secular y mundano: el hombre moderno no ganó este mundo
cuando perdió el otro, ni tampoco, estrictamente hablando ganó la vida. Se vio obligado a
retroceder y a adentrarse en la cerrada interioridad de la introspección. Así el hombre quedó
reducido a sus apetitos y deseos. La única cosa que podía ser potencialmente inmortal, tan
inmortal como el cuerpo político en la antigüedad y la vida individual durante la Edad Media, era
la vida misma: el posiblemente eterno proceso vital de la especie humana… Y, para mantener
este proceso, es necesario trabajar. En la comparación del Mundo Moderno con el pasado es
sorprendente la riqueza de la experiencia humana que hemos sacrificado en este desarrollo. La
contemplación, por supuesto, pierde todo significado. Y el pensamiento queda sólo en una
función del cerebro que los instrumentos electrónicos pueden hacer mejor.
En la sociedad humana actual, incluso la palabra labor es demasiado elevada para lo que
hacemos, o creemos que hacemos, en el mundo que nos ha tocado vivir como autómatas
Lo malo de las teorías vehavioristas, continúa pesimista ARENDT, no es que sean erróneas, sino
que son muy adecuadas para las tendencias de la sociedad moderna. Podemos entender que la
Época Moderna, tan activa al comienzo, podría acabar en la pasividad más estéril.
La comparación de la vida del átomo con los modelos de conducta de la sociedad humana, se
deben a que vivimos en esta sociedad como si estuviéramos tan alejados de nuestra propia
existencia humana como lo estamos de lo infinitamente pequeño y de lo inmensamente grande
que, aunque pudieran captarse con los aparatos más sensibles, están demasiado lejos de nosotros
para experimentarlos.