Professional Documents
Culture Documents
Hace unos días asumió el cargo de arzobispo de Lima, el padre Carlos Castillo Mattasoglio, un sacerdote
diocesano (que no es miembro de alguna congregación), llega a ser el pastor número 36 de esta compleja
ciudad capital. A la que él describe como “siempre frívola” pues desde los tiempos de la colonia, Lima,
ciudad de los reyes, fue el centro del poder político, militar, económico y religioso. Su cercanía al puerto del
Callao la volvió una vía por donde salían los minerales hacia España primero y hacia los mercados mundiales
después, haciendo que sus habitantes se entretuvieran disfrutando del dinero que eso producía.
Ser la capital, el centro del gobierno del Estado y el lugar en donde se toman todas las decisiones que
implican a todo el país convirtió a Lima como el objeto del deseo, la meta del devenir personal, el punto en
donde podía satisfacerse las más sencillas necesidades y las aspiraciones más personales; el lugar al que se
tenía que llegar para ser alguien, salir de la anomia y dejar de estar en la provincia viviendo anodinamente.
Entonces, Lima se ha vuelto el centro de los acontecimientos buenos y novedosos, la depositaria del
glamour y el derroche. Con ello le ha llegado también los infortunios, intrigas, negocios de toda laya y la
corrupción. Las clases pudientes se afincaron en Lima para participar de ese poder, alejándola poco a poco
del Perú real, provinciano, “profundo” (Arguedas dixit), campesino y, en su mayoría, pobre.
Históricamente, como todas las instancias de poder se concentraron en Lima: congreso, judicatura,
ejército, ministerios, banca e industria y también la Iglesia; la capital se ha perfilado como el lugar de
privilegio y disfrute de las ventajas que iba teniendo la vida desarrollada; al punto que en la capital se vivía
en la edad moderna, en la sierra se vivía en la edad media por los latifundios y el sistemas de trabajo artesanal,
mientras que en la selva algunas comunidades sobrevivían de la caza, la pesca y la recolección, es decir,
estaban en la época primitiva. El Perú nació a la vida independiente y se ha mantenido así por mucho tiempo
escindido, quebrado y sin sentido de unidad.
Eso explica muchos de los fenómenos sociales, políticos, culturales económicos y religiosos que hoy
afrontamos:
1. La migración de provincianos a Lima para habitar primero en los cerros aledaños y después en los
arenales, a ver si de esa manera se obtiene algo del privilegio del que gozan los que tienen la
condición de capitalinos.
2. El racismo y la marginación como respuesta de los que se sentían posicionados, instalados, dueños
de esta ciudad capital e invadidos por el migrante provinciano.
3. La corrupción de los que alcanzaban puestos de privilegio en el Estado y vieron en ello no una
oportunidad para servir sino un tiempo de aprovechamiento para beneficio propio.
4. La política no como el ejercicio de un derecho ciudadano sino el medio para ascender socialmente,
tener un cuarto de hora de exposición mediática y de enriquecimiento a costa del Estado.
5. La mistura en las costumbres, tradiciones, comidas, vestimentas, creencias y relaciones
interpersonales.
6. La violencia de cada día que se ve en los asaltos, robos, fraudes, violaciones, etc. Como formas de
desquite y posicionamiento de unos sobre otros.
7. La informalidad no solo en la venta ambulatoria sino en los compromisos que se adquiere, en la
palabra que se empeña, en las obligaciones y el mal trato al otro y a la misma ciudad que nos acoge.
8. Lima no es una ciudad para vivir comunitariamente, sino una oportunidad para alcanzar, por la vía
de la astucia o la criollada lo que no se puede obtener por derecho, por trabajo o por el
cumplimiento del deber. El provinciano que retorna a su pueblo de origen lo hace para mostrar la
diferencia y el adelanto frente al atraso en que se encuentra su comunidad natal, suscitando así el
deseo de otros a venir para alcanzar lo que no hay en su provincia.