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Formado sobre las bases de los Apóstoles, y la cláusula relativa a la divinidad sustancial de Cristo, fue agregada
por el Gran Concilio celebrado en Nicea, Bitinia, 325 a.C., y las que se refieren a la divinidad y personalidad del
Espíritu Santo, las añadió el segundo Concilio Ecuménico reunido en Constantinopla, 381 a.C., y la cláusula
«filioque» (quiere decir: y del Hijo) la añadió el Concilio de la Iglesia Occidental verificado en Toledo, (España)
589 a.C. En su forma actual es el Credo de toda la Iglesia Cristiana; la Iglesia Griega sólo rechaza la última
cláusula mencionada. Dicho credo es como sigue:
«Creo en un solo Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, y de todas las cosas visibles e
invisibles; Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, Engendrado del Padre antes de todos los
siglos,
Dios de Dios, Luz de Luz, verdadero Dios de Dios verdadero, Engendrado, no hecho, consubstancial con el
Padre;
Por el cual todas las cosas fueron hechas, El cual por amor de nosotros y por nuestra salud descendió del
cielo,
Y tomando nuestra carne de la virgen María, por el espíritu Santo, fue hecho hombre, Y fue crucificado por
nosotros bajo el poder de Poncio Pilato, Padeció, y fue sepultado; Y al tercer día resucitó según las Escrituras,
Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre. Y vendrá otra vez con gloria a jugar a los vivos y a
los muertos; Y su reino no tendrá fin. Y creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, procedente del Padre
y del Hijo. El cual con el Padre y el Hijo juntamente es adorado y glorificado; Quien habló por los profetas,
Y creo en una santa Iglesia Católica Apostólica. Confieso un bautismo para remisión de pecados, Y espero la
resurrección de los muertos, Y la vida del siglo venidero. Amén.»
Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible;
y en un solo Señor, Jesucristo, el unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos,
luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, consustancial con el Padre,
por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación
bajó del cielo y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María la Virgen y se hizo hombre;
por nuestra causa fue crucificado en tiempo de Poncio Pilato y padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día según las Escrituras y subió al cielo; y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Y en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida, que procede del Padre; que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria,
que habló por los profetas. En una Iglesia santa, católica y apostólica. Confesamos un solo bautismo para el
remisión de los pecados. Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén
El credo resume los principios básicos de la fe cristiana de una manera relativamente sencilla, con la
intención de proporcionar un recurso para memorizarlos y proclamarlos a los fieles. Implícitamente condena
los errores más difundidos, como medio para identificar las posibles disidencias; modificaciones posteriores
del credo buscarían dar mayor precisión a la definición de las herejías contemporáneas.
La versión ampliada del símbolo niceno dictada en el Concilio de Constantinopla I (381), que se
denomina símbolo niceno constantinopolitano, surgió por la necesidad de la Iglesia establecer claramente
lo que debe creer cualquier bautizado sobre el Espíritu Santo en contra de las ideas heréticas de ese
momento.
El credo niceno constantinopolitano, símbolo de la fe, es aceptado por la Iglesia católica, las Iglesias
ortodoxas bizantinas, las Iglesias ortodoxas orientales, la Iglesia del Oriente (actualmente dividida en Iglesia
asiria del Oriente y Antigua Iglesia del Oriente, la anglicana, y la mayoría de las Iglesias protestantes.
Hay desacuerdo sobre una de las añadiduras en la versión latina: Filioque. No hay problemas acerca de la
otra: Deum de Deo.
Para la gran mayoría de las denominaciones cristianas, el credo niceno constantinopolitano constituye una
base central e incontrovertible de la fe. La profesión del mismo es parte de la celebración católica y
ortodoxa de la misa, y forma parte de la prédica de la mayoría de las iglesias protestantes; el Acuerdo de
Lausana de1974 lo incluyó como base de la práctica evangélica.
Las denominaciones que rechazan en todo o en parte el credo —entre ellas mormones, Testigos de
Jehová, arrianos y unitaristas— son frecuentemente catalogadas por las otras de no cristianas, lo que ha
provocado agrias disputas y aun acciones legales en los Estados Unidos.