¿Cuáles son las ideas constructivas, racionales y más
adecuadas que debe usted cultivar si quiere superar su timidez? Apréndase de memoria y asimile realmente es tas siete afirmaciones racionales acerca de sí mismo y de su entorno social.
1. Para lograr lo que quiero de las situaciones sociales,
tengo que actuar
Muchas personas tímidas no quieren arriesgarse a iniciar
nuevas relaciones sociales porque temen poner a prueba sus capacidades; y las pocas veces que se aventuran a hacerlo, se esfuerzan poco por lograr el éxito. Pero si usted quiere que sus relaciones sociales sean más satisfactorias, debe ser activo a la hora de preparar las circunstancias necesarias y capaz de enfrentarse al desafío con más energía. Tiene que elaborar planes concretos y aplicarlos sistemáticamente y con decisión. Si tiene una visión precisa de su capacidad o desenvoltura social, podrá fijarse objetivos realistas como otros tantos peldaños hacia el nivel en el que desearía estar. Y, finalmente, tiene que actuar para alcanzar sus objetivos. Cuando se levante por la mañana, pregúntese: "¿voy a hacer hoy que sea nuevo, audaz e interesante?" "¿Qué voy a hacer para ayudarme a mi mismo a llegar a donde quiero?".
2. Para aceptar un riesgo, no puedo esperar
completamente relajado, tranquilo y seguro
El rumiar, cavilar, aplazar, posponer, reconsiderar, etcétera
no son más que tácticas dilatorias que impiden la acción. «Estoy muy nervioso, tengo demasiado miedo», es la típica excusa de la persona tímida que no quiere probar nada nuevo mientras sienta el más leve asomo de aprensión o inquietud. Pero si no experimenta usted un cierto grado de temor al enfrentarse a una prueba social nueva, no arriesga nada, y, en tal caso, la empresa no tiene ningún valor en cuanto a su progreso social. Tiene que arriesgarse ya desde ahora.
Si usted es a la vez tímido y vanidoso, las pretensiones sobre
su personalidad social no estarán arraigadas en la propia experiencia ni basadas en verdaderas capacidades y habilidades. Al fingir ser lo que no es, busca usted ser descubierto públicamente. Abandone, pues, la idea de que solamente puede ser una persona respetable si es mejor que todas las personas de su entorno. Si sólo puede sentirse digno de respeto y admiración tras compararse con todos los demás, nunca llegará a conseguirlo, pues siempre habrá alguien mejor que usted.
Si, por el contrarío, peca usted de excesiva modestia,
aprenda a valorar con más precisión a los demás en cualquier situación. Usted se infravalora a sí mismo debido a una tendencia a sobrevalorar a los demás. Recuerde que cuando los miembros de la «élite» se ven despojados de los adornos que le hacen a usted envidiarles, resultan ser como todo el mundo.
3. La idea de que la gente está siempre mirándome y
juzgándome procede de la mirada de mi propia mente
Libérese de la idea de que la gente está siempre mirándole,
examinándole, juzgándole y valorándole. Sólo los tímidos, que suelen temer la valoración negativa de los demás, pasan una considerable cantidad de tiempo pensando en eso. La única razón por la que sospecha que está siendo observado y valorado es que usted mismo hace esto con los demás. Cuando usted deje de juzgar y valorar continuamente a la gente, dejará también de pensar que los demás están haciendo lo mismo con usted. Y recuerde que aquellos que le valoran desfavorablemente lo hacen porque, en el fondo, creen que usted es mejor que ellos.
4. Debo adecuar mis esperanzas a la realidad, y fijarme
objetivos apropiados a mis habilidades en un ambiente social dado
Con demasiada frecuencia, obedeciendo a un impulso, se ha
arriesgado usted a embarcarse en una relación social demasiado difícil con respecto a las habilidades que ha desarrollado hasta el momento. En tales circunstancias, no puede esperar obtener buenos resultados. Piense en lo que significa construir una «musculatura» psíquica. Vuelva a los ejercicios más fáciles y repítalos a menudo antes de lanzarse a relaciones sociales más difíciles. Algunas personas, después de su primer éxito en sociedad, tienen la impresión de que pueden con quistar el mundo. Pero esto es muy improbable. Sus esperanzas de éxito deben ser proporcionadas con sus aptitudes y con la práctica que haya adquirido. Y debe fijar sus objetivos cada vez a un nivel un poco más alto que el anterior, pero sólo un poco.
5. Aun las personas más capaces y hábiles socialmente
fracasan alguna vez. No debo disgustarme tanto cuando fracaso yo
Es prácticamente imposible obtener respuestas sociales
favorables siempre. Las personas que tienen habilidad y desenvoltura sociales y seguridad en sí mismas no se aterrorizan cuando no reciben aprobación o aceptación. ¿Por qué, pues, ha de aterrorizarse usted? Las personas que consideran con objetividad su autoestima social no se fijan una norma según la cual un fracaso ocasional baste para suponer deficiencias e ineptitudes. ¡No sea demasiado severo consigo mismo! Es lógico que saque conclusiones acerca de su éxito social basándose en un número reducido de experiencias interpersonales en ambientes sociales limitados, pero también eso es peligroso. Sí en una habitación las probabilidades de éxito son escasas, no se quede en ella. Pase a la habitación de al lado, donde hallará la oportunidad de aplicar sus habilidades.
6. Si inicio un contacto social que no resulta bien, ello no
tiene que ver conmigo como persona; tiene que ver con A, B o C.
No puede usted atribuirse mucho mérito si emprende un tipo
de relación o contacto social que haya repetido muchas veces con anterioridad. La única forma de aumentar su autoestima es hacer algo que sea nuevo y que ponga a prueba su personalidad social. Las experiencias que hacen aumentar la autovaloración y la seguridad en sí mismo son aquellas que implican un desafío, un grado de dificultad proporcional o ligeramente superior a su propia habilidad. Si no posee usted las habilidades, apréndalas; si las ha aprendido, póngalas a prueba en la práctica.
Si usted tiene una experiencia social positiva, ello ha de
atribuirse a sus aptitudes y capacidades sociales. Pero si no tiene usted éxito, su fracaso puede atribuirse solamente a uno o más de los siguientes factores: A. No se ha esforzado lo suficiente. Si la situación era proporcionada con su capacidad y habilidad, no se ha esforzado lo bastante para ejercitar todos los componentes de su talento. En muchas situaciones sociales, el éxito depende del esfuerzo que usted está dispuesto a hacer para alcanzar el fin que persigue. Las personas que son al mismo tiempo tímidas y vanidosas, y que tienen pretensiones, se dicen a menudo a sí mismas:
«¡Uf! Yo soy fulano de tal. Cuando vean quién soy, no tendré
ningún problema. No hará falta que me esfuerce mucho». Esta actitud suele llevar al fracaso; los de más rechazan a la persona en cuestión y guardan de ella una impresión de arrogancia y de presunción.
Por el contrario, la persona tímida que se infravalora a sí
misma considera que no vale la pena esforzar- se mucho, porque cree erróneamente que no está a la altura de las circunstancias. Lo cierto es que esta persona puede poseer tantas cualidades como cualquier otra, y triunfaría si se esforzase un poco más.
B. La empresa era demasiado difícil. Por desgracia, es
cierto que nadie puede estar nunca absolutamente seguro de que la dificultad de un encuentro social está al mismo nivel que su capacidad. Por ejemplo, intentar mantener la atención de alguien durante una conversación interesante es mucho más difícil cuando en la misma mesa hay media docena de personas que cuando están solos la otra persona y usted; si usted no tiene éxito, es porque la tarea era demasiado difícil. Si usted se acerca a una persona del sexo opuesto que resulta ser tímida, socialmente inexperta y nerviosa, y si usted le pide una cita y la persona le rechaza, y si usted ha usado todo su arte y su pericia, ello se debe probablemente a que le sería muy difícil a cualquiera hacer cambiar de opinión a una persona tan tímida. Si coge el teléfono un viernes por la noche para encontrar a alguien que salga con usted el sábado, y no lo encuentra, ello se debe a que es muy difícil para cual quiera encontrar a un amigo o amiga que no esté comprometido ya el viernes.
C. Ha tenido mala suerte. Existen una serie de fuerzas o
causas que están completamente fuera de nuestro control y que varían de manera imprevisible. Estar en el lugar adecuado a la hora adecuada, por casualidad, puede significar que una persona encuentre un buen trabajo, de la misma manera que el encontrarse con alguien en un lugar inadecuado y en un momento poco propicio puede malograr la relación. En una situación en la que la tarea social estaba proporcionada con su capacidad, en la que la tarea no era difícil y en la que usted ha hecho el esfuerzo, todo fracaso se deberá a la mala suerte.
IDEAS IRRACIONALES Y NEGATIVAS
Si usted alberga unas determinadas ideas irracionales y
negativas, puede tener la certeza de que repetirá eternamente un círculo vicioso de falta de iniciativas, de temor al fracaso, y de que no se librará nunca de la timidez. 1. Si me quedo mucho rato en una reunión, una fiesta o un baile, conocerá a alguien.
Si usted espera pasivamente entablar alguna relación, muy
probablemente no entablará ninguna. Hemos comprobado una y otra vez, en todo tipo de reuniones, desde las más informales hasta las fiestas más convencionales, desde los grupos de la hora del almuerzo hasta los bares de solteros, que el hecho de permanecer en ellas con los brazos cruzados, por así decirlo, esperando que ocurra algo, da escasos resultados, o ninguno en absoluto. Aunque la actitud de esperar a que alguien se acerque e inicie una conversación es más característica de las mujeres, los hombres también la adoptan. Asisten a reuniones con la esperanza de conocer a gente, en especial a mujeres, pero no toman ninguna iniciativa para conseguirlo, y acaban marchándose frustrados y disgustados. Lo sorprendente, sin embargo, es que muchas de estas personas vuelven al día siguiente (sobre todo a los bares de solteros y discotetas) y actúan exactamente del mismo modo que la víspera: se quedan sentados como un saco de patatas y esperan que les ocurra algo, en lugar de ir a buscarlo ellos.
De cuando en cuando, alguien se dirige a ellos p pedirles
fuego, para preguntarles la hora o para pedirles que les haga un poco de sitio, y, en general, la reacción de estas personas cuando les ocurren estos «accidentes» es comunicar al otro un tranquilo distanciamiento, al mismo tiempo que se muestran complacientes en lo que se les pide. A menudo dan a entender con su actitud que están absortos en algún interés personal más importante que el del otro. O dan la impresión de estar deprimidos, molestos, o incluso ebrios. Ocurre a veces que la persona en cuestión ha bebido efectivamente demasiado, y se pone a cabecear mientras la gente sigue moviéndose a su alrededor. La conclusión fácil es que está ahogando sus penas en alcohol, pero nuestras observaciones nos han llevado a creer que su estado le sirve de buena excusa para no relacionarse con nadie. ¿Qué mejor razón puede tener una persona para no dirigir la palabra a nadie si está demasiado bebida como para sostener una conversación normal?
De todas estas maneras, la gente intenta disimular su miedo
a tomar iniciativas.
En numerosas ocasiones, los miembros de nuestro equipo
decidimos abordar a estas personas que permanecían en silencio en actitud de espera. Y nos sorprendió descubrir lo fácil que era entablar una conversación con ellas. Estaban encantadas de conversar y de conocer a gente nueva. Les presentábamos a otros hombres y mujeres que estaban con nosotros, y se producía en ellas un súbito cambio de personalidad. Sonreían, charlaban y se reían, y parecían felices por el hecho de participar en algo.
¿Por qué este temor a tomar la iniciativa? ¿Por qué es este
sentimiento tan paralizante? Para muchas personas, el primer paso es con mucho el más difícil, y, cuando lo han dado, no tienen ninguna dificultad en relacionarse.
2. HAY MUCHA GENTE CON SUERTE. A ellos les salen
oportunidades de relacionarse. Todos los aprecian y los invitan.
Esta otra idea irracional y negativa debería serle ya familiar.
Deriva de la creencia de que las cosas agradables les ocurren a los demás, debido a la suerte y a las buenas oportunidades con las que tropiezan. Pero las amistades y los buenos ratos que vemos a nuestro alrededor no son casi nunca fruto de la casualidad; ni si quiera el hecho de conocer a unas u otras personas está regido por la suerte. A no ser que uno sea convencionalmente presentado a alguien por una tercera persona, tendrá que dar el primer paso y establecer el contacto. La creencia de que las cosas buenas les ocurren a los demás porque tienen suerte o porque se encuentran en el lugar adecuado en el momento adecuado no es cierta en la gran mayoría de los casos. Casi siempre, una persona establece contacto con las demás merced a una estrategia. Esta estrategia puede comenzar con la decisión de ir a un lugar determinado.
A menudo, alguien se hace miembro de un club, acude a
reuniones, fiestas, bares de solteros y otros lugares con la expresa intención de conocer a gente nueva. Estas estrategias casi nunca están muy concretadas, ni se habla de ellas con franqueza, pero existen. La persona a la que se cree afortunada no está haciendo otra cosa que recoger los beneficios de unas ciertas situaciones que ella misma ha buscado.
Si usted cree que su autoestimación social aumentará cuando
se produzca una circunstancia afortunada, una casualidad o una racha de suerte, comete un grave error. Asume usted esa idea errónea para defenderse, para evitar algo que teme: tomar iniciativas. Lo cierto, siempre, es que debe dar el primer paso; debe tomar iniciativas.
3. Las probabilidades de conocer a alguien que se
interese por mí son siempre las mismas, vaya adonde vaya. Esta tercera idea irracional es pariente de la segunda. Se cree que las probabilidades que tiene una persona de agradar a un miembro del sexo opuesto son siempre las mismas. Las excusas habituales son: "Yo no tengo suerte con las chicas", o «Nunca he encontrado a una persona que me interesase realmente, y nunca la encontraré», o bien «No conozco ningún lugar agra dable adonde ir para conocer a nueva gente».
Este tipo de explicaciones suelen ser maniobras defensivas,
para no tener que atribuir el fracaso personal a algún error o defecto, o bien a la falta de esfuerzo.
Aunque estas ideas lo protegen contra una pérdida de
autovaloración, constituyen grandes obstáculos para lo que realmente debería hacer: seguir dando pasos para conocer a más gente.
4. Si alguien no me demuestra inmediatamente
que le caigo bien, es que no le caigo bien ni se lo caerá nunca.
Las personas que sostienen esta idea piensan que, si alguien
va a apreciarles, debe demostrárselo con una clara exhibición de afecto, mediante signos verbales y no verbales, desde el mismo inicio de la relación.
Estas personas saben muy poco de la conducta humana, de
las primeras impresiones y de las primeras entrevistas. En realidad, no suele ocurrir que una persona revele su interés y simpatía hacia otra en la primera conversación que mantienen. Las personas necesitan que se cree una cierta confianza, como resultado de varias entrevistas, para comunicarle al otro su simpatía. El comunicar interés suele ser más difícil aún tanto para el que emite el mensaje, como para el que debe recibirlo. Por ejemplo, una mujer puede desear comunicar a un hombre su interés por él, pero sólo con el deseo de averiguar si puede o no llegar a simpatizar con él. Y el hombre quizá no sepa si ella está emitiendo señales de interés o señales de simple simpatía.
He aquí un buen ejemplo de esta actitud irracional tomado de
las observaciones de nuestro equipo. Una noche, después de que le hubimos presentado una joven a un amigo nuestro, en una reunión, nuestro amigo le pidió que bailase con él, a lo que ella accedió en cantada. Al siguiente baile, ella aceptó la invitación de otro hombre, y ello molestó a nuestro amigo. Mucho tiempo después, cuando le preguntamos por el incidente, reconoció no haber creído que la chica se interesase por él. Según sus propias palabras: «Si yo le hubiese interesado realmente, habría encontrado alguna excusa para no bailar con aquel otro hombre». Lo que nuestro amigo no sabía es que, en su caso, como en la mayoría de ellos, el interés quizá no sea comunicado inmediatamente, pero ello no indica que no exista la posibilidad de una inicial simpatía.
5. Si realmente uno va a entenderse con alguien, los dos
lo sabrán desde el primer momento y no habrá ningún problema.
Si usted está dispuesto a esperar el «flechazo» como único
inicio válido de una relación, no haga caso de lo que vamos a decir a continuación. Algunas personas creen realmente en el flechazo, pero, para otras, esta creencia no es más que una fácil excusa defensiva para no entablar contactos con la gente y pan no hacer el esfuerzo de establecer verdaderas amistades a partir de relaciones triviales. Algunas personas piensan que, para mostrar interés y afecto hacia alguien, para tener una relación amistosa, han de estar locamente enamoradas de él.
Las ideas irracionales de los apartados 4 y 5 impiden que la
gente haga el esfuerzonecesario para crearse amigos y para conservarlos utilizando simplemente su capacidad social. A estas personas, el no realizar el esfuerzo les permite quejarse de su falta de éxito en las relaciones sociales, dándole la culpa a un factor externo y variable: la mala suerte. Pero no les sirve para alcanzar aquellos objetivos sociales que contribuirían a aumentar su autovaloración
6. Si le pido a una chica que salga conmigo y ella se
niega, es porque yo no valgo nada o no valgo lo bastante para ella.
Esta creencia irracional y negativa da lugar a muchas formas
de pasividad en las relaciones sociales. Esta irracionalidad aumenta el temor al fracaso y perpetúa la escasa autovaloración social. Tiene su origen en la suposición irracional de que, para ser una persona valiosa y valorada, uno debe ser aceptado, apreciado, querido y ad mirado por todo el mundo y en todo momento. Esta idea es la causa de muchos trastornos emocionales en las relaciones cotidianas, pero adquiere especial trascendencia en las relaciones entre los sexos. Este temor al rechazo impide a los tímidos enfrentarse a la realidad e iniciar contactos sociales, y constituye el factor principal a la hora de frenar cualquier relación social, desde el intrascendente «Hola, ¿cómo estás?» al pedir le a una joven que salga con uno. El rechazo puede tomar formas verbales y no verba les. Para algunos hombres, la respuesta: «Muchas gracias, pero el viernes por la noche estoy comprometida» es una muestra clara de rechazo, mientras que, pan otros, significa sencillamente una negativa a una petición concreta formulada en un momento concreto.
O bien, en una de sus formas no verbales, el rechazo puede
expresarse a través de las «vibraciones». Un hombre puede enviar unas ciertas vibraciones a una mujer, en el sentido de que ella le agrada y de que le interesa volver a verla, y, si ella no devuelve este mensaje no verbal, él puede interpretar su silencio como un rechazo y una falta de interés. Pero quizá, simplemente, es que ella está preocupada por otra cosa. El temor a que el interés y la simpatía no sean correspondidos se basa en el miedo al fracaso y en la idea de no ser atractivo o digno de aprecio. ¿Por qué esta idea es irracional?
Muchas personas tímidas están más que dispuestas a
suponer que un rechazo o una falta de correspondencia a un interés suyo son debidos a algún defecto de su personalidad. La falta de experiencia social, unida al temor al fracaso, conduce invariablemente a la persona tímida a pensar lo peor de sí misma. Esta tendencia no sólo favorece el sufrimiento y los trastornos psíquicos sino que además refleja una percepción errónea de los factores que conducen a este tipo de rechazos.
En la mayoría de los casos, una persona decide aceptar o no
una invitación basándose en:
1) la forma en que se le haya hecho la invitación, es decir,
la «habilidad social» que ha desplegado la otra persona; 2) la historia social que los dos hayan compartido anteriormente;
3) su disponibilidad material para el encuentro o la