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Submódulo Nº 7
CONTENIDOS
Espacio exterior
Antecedentes históricos
Terminología
Geopolítica aeroespacial
Ejercicios de Autoevaluación
Bibliografía Obligatoria
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UNIVERSIDAD MAIMÓNIDES Maestría en Geopolítica
Primera parte
Las ideas sobre el espacio exterior registran la autoridad intelectual de cuatro hombres
famosos:
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Las órbitas terrestres bajas son aquellas cuya altura respecto a la superficie de la Tierra
se encuentra entre 360 y 5.500 Km. En ellas orbitan los satélites que son utilizados para la
detallada observación de océanos y continentes, y de fenómenos climáticos. En cambio,
para comunicaciones se utilizan órbitas más elevadas, con el objeto de aumentar la
extensión del área terrestre que puede conectarse con el satélite.
Las órbitas de alta excentricidad tienen grandes diferencias entre su apogeo y su
perigeo (ver sus definiciones más adelante). Se las utiliza para aumentar el tiempo en que
un satélite puede comunicarse con una región terrestre. Sobre esa región estará el apogeo,
porque así el contacto puede hacerse a lo largo de la mayor parte de la trayectoria orbital.
Con frecuencia, son utilizadas por la Federación Rusa, país que las ha denominado
“Molniya”.
Las órbitas tienen un grado de inclinación respecto al plano del Ecuador. Cuando su
trayectoria pasa exactamente sobre los polos, su inclinación es de 90º. Cuando su
trayectoria se encuentra exactamente sobre el Ecuador, su inclinación es de 0º. En el primer
caso, se trata de órbitas polares, y en el segundo, de órbitas ecuatoriales. (Orbita
‘geoestacionaria’: Ver figura 3).
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FIGURA 1 FIGURA 2
ORBITA TERRESTRE ELEVADA
ORBITA DE ALTA
EXCENTRICIDAD
Sonda: artefacto lanzado para explorar los espacios del sistema solar y sus cuerpos
celestes.
Vehículo de lanzamiento: (vector o cohete) artefacto que impulsa a una carga útil
hasta colocarla en su órbita alrededor de la Tierra, o bien, hasta colocarla en una trayectoria
hacia un cuerpo celeste del sistema solar.
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FIGURA 3
En esta figura
hemos graficado
una parte de su
trayectoria. Las
flechas indican
la dirección en
la que orbitan
los satélites,
acompañando la
ÓRBITA GEOESTACIONARIA rotación de la
(O DEOECUATORIAL O GEOSINCRÓNICA) Tierra hacia el
Esic.
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Así comenzaron los lanzamientos y estos satélites, y tantos otros, surcaron el espacio
orbitando alrededor de la Tierra.
En 1962, estaban en órbita unos cien satélites y algunos habían sido tripulados: el
soviético Gagarin recorrió una órbita el 13 de abril de 1961 (fue el primer astronauta) y los
estadounidenses Shepard y Grisson suborbitaron cinco minutos, poco después. En 1962,
los pilotos de uno y otro país cumplían ya prolongadas misiones en órbita.
Aquellas pequeñas cantidades de satélites que estaban en órbita al comenzar la
década de 1960, han crecido ininterrumpidamente. Desde 1957 hasta 1980 se habían
lanzado al espacio exterior las siguientes cargas útiles (satélites, sondas y naves):
- 1084 entre 1957 y 1969.
- 1429 entre 1970 y 1979 (total acumulado 2513).
- 1476 entre 1980 y 1989. (total acumulado 3989).
Estos datos numéricos han sido tomados del libro “Introducción a las actividades
espaciales” del Profesor Juan Jorge Cerutti (editado en 1991 por la Fuerza Aérea Argentina,
por intermedio de la Escuela Superior de Guerra Aérea).
No obstante, esas cantidades reflejan solamente una parte de la realidad. En efecto, la
mayor parte de los satélites lanzados están ya fuera de uso, agotada su vida útil. Se cree
que a mediados de la década de 1980, habría probablemente en el espacio exterior -como
mínimo- unos 5.000 objetos girando alrededor de la Tierra, de los cuales sólo unos 300
satélites estarían en uso. Por lo tanto, la mayor parte de esos 5.000 objetos está constituida
por satélites fuera de uso, piezas de las últimas etapas de los cohetes vectores, y trozos
provocados por distintas causas. En conjunto, el lenguaje común llama a todo esto ‘basura
espacial’. Si bien esa cantidad disminuirá progresivamente a medida que sus recorridos
orbitales se acerquen atraídos por la fuerza gravedad de nuestro planeta, donde serán
destruidos en parte por las altas temperaturas provocadas por la fricción con los gases
atmosféricos, se trata de una cantidad que se renueva constantemente. Fue comentado
extensamente el caso del satélite soviético “Cosmos 954” que, en 1978, cayó sobre Canadá.
Este y otros ejemplos plantearon el tema de la responsabilidad por los daños causados.
Pero este tema había sido antecedido por el de la jurisdicción y uso del espacio exterior,
temas de los que se tomó conciencia pocos años después del primer lanzamiento exitoso de
1957.
Los primeros satélites en órbita (eran 24 hasta 1959) sorprendieron a la humanidad. En
general, las reacciones políticas vieron con beneplácito estos avances científicos y debe
recordarse que, en todos los casos, ningún gobierno protestó porque un satélite pasaba
sobre su territorio. Evidentemente, no existía conciencia sobre soberanía a tan grandes
alturas, más allá de la atmósfera y, por otra parte, la ausencia de protestas dejó sentado el
hecho de que la soberanía en el espacio aéreo no era verticalmente infinita y plantearía un
problema en cuanto al límite superior de ese espacio.
Como vimos en la unidad didáctica anterior, la soberanía en el espacio aéreo fue
acordada en varias convenciones internacionales, pero: ¿hasta qué altura? Este aspecto no
había sido definido. De cualquier manera, el espacio exterior era políticamente novedoso.
¿Cómo se podría declarar y establecer en él la propiedad política? ¿Quién podría tomar
posesión en él e impedir o regular su uso por otros? ¿Alguien podría apoderarse de la
Luna? En esos momentos todo esto era impracticable y además, las inmensas dimensiones
de estos espacios parecían suficientes para admitir la presencia de los instrumentos
humanos, minimizados ante un escenario de vastedad gigantesca.
Sin embargo, creció la preocupación por los usos que se hacía del espacio exterior: no
solamente por los ingenios de finalidad bélica, sino también porque se tomó conciencia de
que cada país era atentamente observado desde satélites, y por las responsabilidades y la
protección que debían establecerse, ante la contaminación, los accidentes y los daños que
tienden a aumentar su frecuencia.
El caso de los países que se sienten minuciosamente observados y analizados desde
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satélites, ha sido una de las inquietudes políticas que persiste y que no encuentra respaldo
ni satisfacción: ningún país puede impedir ser observado desde el espacio exterior con
medios técnicos cada vez más perfectos, capaces de detectar tanto objetos cada vez más
pequeños, como detalles cualitativos, por ejemplo de su agricultura, de su geología, y de
otros aspectos de su territorio. Por ejemplo, la producción agrícola de un país puede ser
conocida anticipadamente por los dueños de satélites, pudiendo así especular, antes que el
productor, sobre las abundancias y las escaseces en uno y otro hemisferio, y su influencia
sobre los precios de venta.
Las Naciones Unidas fueron la institución donde se trató de establecer las ideas
básicas de un derecho internacional para el espacio exterior. Ya en 1959, sus miembros
acordaron organizar un Comité permanente para el Uso Pacífico del Espacio Exterior.
La realidad dista del cumplimiento del derecho. Los institutos de estudios estratégicos
más serios del mundo, han informado que aproximadamente el 70% de los satélites en
órbita, tiene finalidad prebélica y bélica, hecho reconocido en las Naciones Unidas, que han
declarado en su segunda convención sobre el espacio exterior:
“La creciente militarización del espacio, constituye una fuente de gran preocupación y
un posible obstáculo para la obtención de todos los beneficios posibles de la tecnología
espacial”.
“El desarrollo proyectado de sistemas ofensivos ha ensombrecido la utilización del
espacio exterior con fines pacíficos y útiles”.
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Esta realidad significa que las Naciones Unidas carecen de autoridad para imponer las
normas del derecho en el espacio exterior, no tienen capacidad de vigilancia en este
espacio, y también que los países más poderosos toman sus decisiones políticas al margen
de este organismo internacional. Por ello, la Comisión de las Naciones Unidas para el Uso
del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos, no sólo tiene una Subcomisión de Asuntos
Científico-Técnicos, sino además un Comité ad hoc para la Prevención de una Carrera de
Armas en el Espacio Ultraterrestre, con sede en Ginebra, cuya intervención no ha dado
hasta ahora los resultados deseados.
La participación argentina en la preparación del derecho para el espacio exterior, ha
tenido un papel distinguido. Esta distinción no se debe solamente a la activa participación de
nuestra delegación, sino además -y sobre todo- a la brillante representación que cumplió un
argentino, el Doctor Aldo Armando Cocca, autor de una de las principales doctrinas jurídicas
en el tema.
En 1954 -tres años antes de la irrupción del “Sputnik 1” en una órbita- el Doctor Cocca
asentó en uno de sus trabajos sobre el espacio cósmico, la idea de que este espacio debía
ser “patrimonio común de la humanidad”, concepto que luego fue mundialmente aceptado y
que, la última Conferencia del Mar lo adoptó para los fondos marinos.
En 1965 y debido a sus méritos, el gobierno argentino nombró al Doctor Cocca
representante permanente ante la Subcomisión de Asuntos Jurídicos de la Comisión sobre
la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos. En esa Subcomisión fue donde
el representa argentino expuso sus ideas en las Naciones Unidas, destacándose en los
temas de salvamento de astronautas, de daños y responsabilidades, de la humanidad como
sujeto de derecho internacional (con los astronautas como sus representantes), del
patrimonio común que le corresponde, del límite inferior del espacio exterior, y del de la Luna
(“De Chapultepec al Beagle”, Juan A. Lanús, Editorial Hyspamérica, tomo II, 1986, pág. 151
a 158).
Desde el momento en que se establecieron normas para el uso del espacio exterior,
comenzaron a aportarse ideas sobre cuál debía ser este límite que sería simultáneamente,
el límite superior del espacio aéreo, donde debía culminar la soberanía del país subyacente.
Por supuesto, no faltaron quienes sostuvieron que tal delimitación era innecesaria. Los que
en cambio, creyeron en la necesidad de establecer un límite, han utilizado distintos criterios:
Criterio geofísico: se pretende establecer un límite superior de la atmósfera. Es
imposible de aplicar porque la densidad de los gases de sus capas superiores, disminuye
progresivamente, sin una finalización superior conocida con exactitud, y que, por otra parte,
no está a una altura uniforme sobre la Tierra. Esto significa que existe una transición cada
vez más tenue hacia el espacio exterior, sin límites exactos.
Criterio de aerosustentación: se propone adoptar la limitación superior del espacio
aéreo, hasta donde los aviones pueden sostenerse con sus planos, gracias a la densidad
del aire. Este criterio, por ser tecnológico, quedó superado por el propio progreso
tecnológico, cuando se utilizaron los aviones impulsados con el principio del cohete, que no
dependen, para aeronavegar, de la densidad atmosférica.
Criterio orbital: establece el límite inferior del espacio exterior en la altura mínima
(perigeo) de los satélites en órbita. Se trata pues, de un criterio tecnológico. Es superable en
la medida en que se logre utilizar con éxito órbitas cada vez más bajas.
Existen otros criterios, pero hemos mencionado solamente tres de ellos para que el
estudiante tenga noción de que se trata de un problema difícil de resolver por su
complejidad. Si bien desde 1967, este tema se encuentra en estudio permanente en el
correspondiente Comité de las Naciones Unidas, no se ha logrado resultado alguno hasta
1991. Por ello, ha comenzado a surgir consenso en varios países miembros, sobre la
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Los países que por su capacidad científico-tecnológica, por su capital, y por su voluntad
política, desarrollan actividades propias en el espacio exterior, son los siguientes hasta 1989
(datos tomados de la obra citada del Profesor Cerutti):
Los países que pueden ser clasificados en los niveles activos (3º al 5º), son los que
obtienen las siguientes ventajas:
- Primero, incrementar su capacidad tecnológico-científica de punta, con beneficios
irradiados hacia múltiples actividades no espaciales;
- Segundo, disminuir su dependencia tecnológica y política de las decisiones de
otros países:
- Y tercero, competir en un creciente mercado de venta de conocimientos.
Los hechos han demostrado que la actividad espacial proporciona poder y prestigio
políticos, y que han sido utilizados para crear dependencia a otros países. Esto ratifica que
todo avance tecnológico logrado, es un avance en el poder político.
Los países que podrían ser ubicados en un segundo nivel de progreso espacial, con
actividades propias, en general tratan:
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Por último, los países que no realizan estas actividades o las realizan limitadamente,
pueden tratar de:
- No quedar totalmente marginados de la actividad espacial y disfrutar de sus
beneficios.
- Participar en emprendimientos comunes con países más avanzados en estos
desarrollos.
- Crear las bases para desarrollar estas actividades propias en el futuro.
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¿QUÉ ES LA ÓRBITA GEOESTACIONARIA?
(a veces llamada geosincrónica o geoecuatorial)
Es una órbita ubicada sobre el plano del Ecuador a una altura aproximada de 35.500
kilómetros (ver figura 3). Si en ella se coloca un satélite girando en la misma dirección de la
rotación terrestre (hacia el Este), y si se desplaza a una velocidad que le permita cumplir
una revolución en 24 horas (el mismo tiempo en que la Tierra rota un giro completo), ese
satélite es visto siempre sobre el mismo lugar del Ecuador (de aquí el nombre de órbita
‘geoestacionaria’). Sin embargo, existen fuerzas que sacan al satélite de esta órbita, razón
por la cual se requieren maniobras especiales para restaurarlo en su posición correcta.
Esta órbita es utilizada preferentemente para las telecomunicaciones (televisión y
teléfono). A esa altura de 35.500 Km. (que equivale aproximadamente a 5,5 veces el radio
ecuatorial que es de 6.378 Km.), el satélite abarca el 49% de la superficie terrestre,
exceptuando los polos. Para enlazar la superficie terrestre completa (menos los polos),
teóricamente serían necesarias tres principales ubicaciones satelitarias: una posición
ecuatorial sobre el Océano Atlántico, enlazaría las estaciones emisoras y receptoras de
América con las de Europa y África; otra posición ecuatorial sobre el Océano Indico
enlazaría Europa, África, Asia y Oceanía; y una tercera posición ecuatorial sobre el Océano
Pacífico, daría el enlace entre el Extremo Oriente, Oceanía y América. Para completar las
comunicaciones hacia los polos, deben utilizarse satélites en órbitas polares o cuasipolares.
La órbita geoestacionaria tiene limitaciones para ubicar satélites de comunicaciones en
ella, por las restricciones que presenta el espectro de frecuencias. Esas posiciones son 188
y son administradas por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), otorgando
turnos a los usuarios.
En 1976, los países atravesados por la línea ecuatorial (Ecuador, Colombia, Brasil,
Gabón, Congo, Zaire, Uganda, Kenya, Somalia e Indonesia), reclamaron su soberanía sobre
los segmentos de esta órbita situados sobre sus respectivos territorios (“Declaración de
Bogotá”), por considerar a esa órbita un ‘recurso natural limitado’ y porque hasta ese
momento, aún no se había estipulado dónde comenzaba el espacio exterior.
En 1976, año de esta Declaración, estaba ya en vigencia el Tratado de 1967, por el
cual los países no pueden hacer reclamo ni hechos de soberanía en el espacio exterior.
Además, esta órbita, por su gran altura, está completamente fuera del espacio aéreo donde
los países ejercen soberanía. Desde el punto de vista de ese Tratado, los países
ecuatoriales no tienen apoyo jurídico para tal reclamación.
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El Licenciado Juan Guillermo Milia ha desarrollado los tres aspectos que a su juicio
gravitan sobre la soberanía de los países sobreorbitados desde el espacio exterior (Ver
Revista “Geopolítica” Nº 37, página 77 y siguientes).
1. La ‘teleobservación de la Tierra’ que, desde 1972, comienza a ser sistematizada con
los satélites LANDSAT (EE.UU.) y SOYUZ (URSS), y que ha proporcionado información
sumamente útil en “agricultura, silvicultura, hidrología, geología, meteorología, oceanografía,
cartografía, prevención de desastres naturales, etc.”.
Con ello, la teleobservación permite conocer la “cantidad y calidad de los recursos
naturales que posee un país”, con ventaja a explotar por los que poseen estos satélites: la
exclusividad anticipada en obtener información. Chocan así dos posiciones políticas: el
derecho proclamado por cada país para poseer y disponer de su propia información, y el
proclamado por los dueños de satélites de libre exploración y uso del espacio exterior.
2. La “transmisión directa de televisión mediante satélites. Desborde de fronteras”.
Estas transmisiones pueden ser captadas por quien posea la antena receptora apropiada,
sin intermediación alguna. Estas transmisiones presentan características contradictorias: por
un lado, facilitan la difusión de la información en cualquier lugar, sin depender de las
estaciones transmisoras terrestres, y por otro lado, permiten difundir “informaciones
tendenciosas o distorsionadas” y además realizar “injerencias inadmisibles” en asuntos
internos de un país.
“Los peligros a que puede dar lugar el uso de esta moderna tecnología, pueden
resumirse en las siguientes cuatro grandes áreas:
Vuelven aquí a chocar dos posiciones políticas: la del país receptor, para preservar el
derecho a su propia cultura, y la de los que poseen estos satélites que pregonan la libre
utilización del espacio exterior.
3. El “sistema nacional de telecomunicaciones vía satélite”, que representa el ejercicio
propio de un país para “afianzar su soberanía e independencia”, operando “su satélite
doméstico”. Este sistema nacional es especialmente apropiado para los países de gran
extensión territorial, permitiendo la fácil llegada de la transmisión hasta sus regiones más
inhóspitas y apartadas.
El espacio exterior tiene aspectos muy contradictorios. Por un lado, está sujeto a un
derecho internacional que suprime los intereses políticos individuales y permite importantes
beneficios para la humanidad, con resultados concretos. Pero por otro lado, la humanidad
(por intermedio de las Naciones Unidas) no tiene capacidad de control ni fuerza policial en
ese espacio, para imponer ese derecho. Ya expresamos que el 70% de los satélites en
órbita responden a finalidades bélicas, porcentaje suficiente para saber que en este espacio
cuenta mucho más el poder que el derecho.
En consecuencia, del espacio exterior pueden llegar tanto grandes beneficios como
grandes perjuicios para la humanidad.
Las grandes potencias industrializadas tenían, en la década de los años ochenta,
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EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN
1. ¿Cuál es el interés que existe para definir un límite entre el espacio aéreo y el espacio
exterior?
2. ¿Cómo define Usted a la “geopolítica espacial”?
3. En el espacio exterior, ¿dónde prevalecen los intereses políticos y dónde los intereses
científicos?
4. ¿Para qué se usan las ‘órbitas bajas’ y las órbitas más elevadas.
5. ¿Cuándo comienza la ‘geopolítica espacial’ y por qué?
6. ¿Cuál fue la actividad científica espacial, la actividad utilitaria espacial y la actividad
militar espacial de Estados Unidos y de la Unión Soviética?
7. En el espacio exterior, Estados Unidos y la Unión Soviética, ¿se interferían o
rivalizaban?
8. Explique cuáles fueron los primeros satélites en 1957 y 1958.
9. ¿Qué principios se votaron en 1963 en la Asamblea General de las Naciones Unidas?
10. ¿Qué Tratado se votó en 1967 en la Asamblea General de las Naciones Unidas? ¿Fue el
único Tratado sobre el espacio exterior votado en la Asamblea?
11. Explique la participación de la delegación argentina en temas del espacio exterior en las
Naciones Unidas.
12. Explique los tres criterios presentados para determinar un límite superior del espacio
aéreo y a la vez límite inferior del espacio exterior. ¿Qué opiniones merecen? ¿Cuál
sería la solución práctica?
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Segunda parte
Aunque por nuestra formación aeronáutica, quizá deberíamos dar prioridad a lo que
podríamos denominar como una “geopolítica de espacio”, los estudios y convicciones
forjadas a lo largo de muchos años nos llevan a sostener la tridimensionalidad de la
geopolítica.
Queremos comenzar recordando que, para el pensador inglés Halford Mackinder, quién
dominara el corazón del continente euroasiático dominaría el mundo: en tanto que, para el
almirante norteamericano Alfred T. Mahan esa capacidad deviene del dominio de los mares.
Esta hipótesis tuvo mucho de realidad en los largos años del dominio de los océanos por
parte de los ingleses. Pero hay que agregar, y no sin cierta razón, que hoy existen quienes
entienden que la tercera dimensión, la dimensión espacial es la que va a predominar en el
futuro: de forma que el dominio del mundo va a pasar por el dominio del espacio.
La geopolítica es tridimensional, aunque sea admisible, desde el punto de vista
académico, dividirla en esas tres ramas. Pero ello nada mas porque los asesores tendrán
que especializarse en áreas de esta ciencia, cuya amplitud y complejidad hacen difícil que
puedan ser abarcadas por una sola persona, de forma que el decisor, que debe
pronunciarse a nivel político, pueda hacerlo por encima de que el dictamen alcance a uno u
otro ámbito a la vez.
Tomo, por caso, a Argentina, con grandes espacios terrestres y marítimos, y, por
consiguiente, aéreos y espaciales. Pues bien, ninguno de esos ámbitos puede tener
preeminencia sobre otros, en razón de que el decisor deberá pronunciarse, tanto cuando
haga a la tierra, al mar, o al espacio aéreo, o a todos en su conjunto, y, en definitiva sin
desconocer a ninguno.
Me referiré aquí a la tercera dimensión de la geopolítica: la que corresponde al espacio
aéreo, dentro de la cuál será preciso hacer otra pequeña subdivisión.
No voy a hablar del aire, sino del espacio exterior, en donde Argentina ha tomado una
posición, una actitud como Nación. Esto es, decidir si vamos a participar de la actividad
espacial y en que medida lo vamos a hacer: o si vamos a quedarnos a esperar que alguien
venga a ofrecernos algún servicio, que nosotros no hemos sido capaces de desarrollar por
nuestra propia cuenta. El trabajo resulta, así, un aporte a la tesis por la cuál la adopción de
un Plan Nacional Espacial constituye un ejercicio de soberanía, dentro de un contexto de
acciones geopolíticas, sin perjuicio de su inclusión en el esquema científico-técnico del país.
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sobre lo que sucede, por ejemplo en Ruanda, o qué pasó con el coche - bomba en Sudáfrica
aunque, por caso no tengamos idea sobre qué está pasando en algún pueblo de la
Patagonia que ni si quiera tiene agua. Todo deviene de la utilización del espacio, de la
actividad espacial.
Éste campo presenta, asimismo, otras características muy específicas e importantes
que debemos destacar:
1) Las actividades están principalmente dirigidas, financiadas y
administradas por el Estado.
2) La actividad privada incursiona lentamente porque es necesario un
tiempo prolongado para la concepción y explotación, ya que estamos hablando de lapsos
de 10 años, plazo normal para diseñar y colocar un satélite en el espacio.
3) Se requieren inversiones millonarias. ¿Que empresario va a correr el
riesgo de encarar un emprendimiento de estas características que, además, tiene el
agravante de no existir garantía cierta de que, aún con un lanzamiento afortunado, no
alcanzarse el objetivo de colocar el satélite en órbita, tal como lo demostró la tragedia del
“Challenger”, con la que se perdieron no solo valiosas vidas humanas, sino también
cientos de millones de dólares y hasta debió detenerse el programa por espacio de tres
años. Otro ejemplo del grave riesgo ha sido el conocido caso del telescopio orbital
“HUBBLE”, al cual, una vez en órbita, se le detectaron fallas, que hubo que corregir con
ingentes gastos.
4) Estas actividades son, intrínsecamente, internacionales. Solo
potencias como EE.UU., la antigua U.R.S.S., Francia, e India o Tailandia han sido
capaces de afrontar las enormes erogaciones que demandan el estudio, la investigación
y el desarrollo de las actividades en el espacio. En síntesis, para abordar la actividad en
el campo espacial, la mayoría de los países tienen que buscar socios.
5) Finalmente, y derivada de la anterior, existe una quinta característica:
se ejecuta en un ámbito en el que el concepto clásico de soberanía desaparece, y para
nuestra exposición quizá convendría comenzar por desarrollar este aspecto, a fin de que
se entienda mejor el otro concepto que reina en el espacio.
¿QUÉ ES LA TROPOSFERA?
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¿QUE ES LA ESTRATOSFERA?
¿QUÉ ES LA IONOSFERA?
¿QUE ES LA EXOSFERA?
En el nivel más elevado de la atmósfera está la exosfera, o región exterior, que algunos
han preferido describir como el comienzo del espacio. La exosfera se caracteriza por una
temperatura uniforme de unos 2.200 grados centígrados. Las pocas moléculas de los
diversos gases del aire allí presentes no están tan apiñadas entre si y apenas ofrecen
resistencia aerodinámica. Puesto que la exosfera es la capa superior de la atmósfera, con
frecuencia se escapan de allí moléculas de aire hacia el resto del espacio distante.
El asunto de si existe, o debe existir, una línea de demarcación entre el “Espacio Aéreo”
(según se conoce el término n acuerdos internacionales y estatutos locales) y el “Espacio
ultraterrestre” se relaciona con el aspecto mas amplio de la soberanía nacional.
Los convenios existentes sobre vuelos internacionales se limitan a la soberanía en el
espacio aéreo sobre el territorio nacional y no se aplican al espacio ultraterrestre. Un
acuerdo de esta naturaleza generalmente reconocido es la Convención de Chicago de 1944.
Aunque ésta determina la absoluta y exclusiva jurisdicción de cada nación en el espacio
aéreo sobre su territorio, no define el término “espacio aéreo” de por sí.
No obstante, se definen las “aeronaves” como ingenios que obtienen su sustentación
en la atmósfera mediante las reacciones del aire. Por lo tanto, parece que esta definición no
podría, lógicamente, extenderse hasta incluir vehículos espaciales, cuyas actividades
principales ocurren mas allá de la región de vuelos aerodinámicos.
En el Acta de Aviación Federal, de 1958, Estados Unidos afirma su soberanía en el
“espacio aéreo” sobre su territorio y sus aguas. Pero ningún lugar se define “espacio aéreo”,
aunque se describe “aeronave” como “cualquier invención actualmente conocida, o que se
invente en lo futuro, empleada o diseñada, para la navegación o vuelo por el aire”. Al igual
que Estados Unidos, la ex Unión Soviética nunca ha reconocido límite superior alguno de su
soberanía. A pesar de que el principio de la soberanía en el aire está estipulado en el Código
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del Aire de la ex U.R.S.S. que fue aprobado por el Comité Ejecutivo Central y el Consejo de
Comisarios Populares, en 1935, tampoco se define “espacio aéreo”.
Los especialistas en jurisprudencia son del parecer general que dentro del derecho
internacional actual ninguna nación tiene fundamento legal para objetar los recorridos
orbitales de los satélites por sobre su territorio en vista de que, según el derecho
internacional, el espacio sobre los mares y las regiones terrestres sin reclamar es libre. Esto
indicaría que no es necesario obtener consentimiento para colocar satélites en órbita.
Pero los progresos de la ciencia y la técnica en el espacio están reconduciendo al
concepto de soberanía, que va mas allá de una línea real o imaginaria. Una de las
actividades ajenas a la vieja idea de frontera es precisamente la de la radiodifusión directa
desde satélites que, prescinde de estaciones terrenas y sus emisiones son recibidas
directamente por los televisores hogareños.
Televisión Directa al Hogar S.A. (T.D.H.), la primera empresa que está preparando la
prestación en la Argentina del Servicio de Televisión Hogareña por satélite, firmó con
NAHUELSAT el contrato de facilidades satelitales que le permitirá comenzar sus
transmisiones próximamente. El acuerdo con NAHUELSAT permitirá a T.D.H. comenzar sus
servicios con una cobertura que alcanzará a las Provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa
Fe, Mendoza, San Luis, La Pampa y Entre Ríos.
Con un mercado natural en las Zonas rurales del país, T.D.H. proyecta llegar a todo el
país con un sistema de televisión digital una vez que el NAHUEL definitivo esté en órbita.
Esto trae una serie de consecuencias, no solo respecto de la soberanía, sino también
de la responsabilidad y los derechos fundamentales del hombre y de los Estados, e,
inclusive, de aspectos, tales como los relativos al derecho a la intimidad1.
Esto ha generado una seria divergencia en los ámbitos internacionales en que el tema
es tratado (Comisión de las Naciones Unidas para los Usos Pacíficos del Espacio
Ultraterrestre) entre los defensores del principio de no intervención en los asuntos de
jurisdicción interna de los Estados, consagrado en el artículo 26 de la carta de las Naciones
Unidas, y los que defienden el principio de libertad de exploración y utilización del espacio
ultraterrestre, contenido en el artículo 1 del tratado de 1967 sobre el espacio.
Así, la brecha es cada vez mas grande entre los sostenedores del consentimiento
previo como requisito indispensable para el despliegue de estas actividades y los
defensores de la libertad de información.
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aptitud biológica del hombre para respirar sin aparatos), hasta un máximo de 500 km.,
donde posiblemente se hallarían los últimos vestigios más remotos de aire.
Otros han propuesto fijar la demarcación en el límite de altitud de la sustentación
aerodinámica, o en el punto donde no se manifiesta la gravedad, o en altitudes, más o
menos arbitrarias, de 500 a 960 kilómetros.
Al menos se ha recomendado un límite que guarda una relación crítica con el vuelo
espacial: la “Línea Karman”, así llamada en honor de Teodoro Karman. Esta es una curva de
altitudes y velocidades, cuyos puntos se conectan donde termina la sustentación
aerodinámica y comienza a manifestarse la fuerza centrífuga. Actualmente, se estima que la
“Línea Karman” se halla a unos 90 km. de la superficie terrestre.
Para adoptar esta decisión, importa mucho tener claridad sobre si debemos “estar” y,
sobre todo, en que medida. Esta claridad puede surgir de un somero repaso de los niveles
de participación que se presentan en la actividad espacial.
Primer nivel: Alquilo o contrato un servicio. Busco un satélite y alquilo parte de su
sistema de comunicaciones, un “trasponder”. Con solo una parte puedo hacer maravillas. Ni
que decir lo que es posible realizar disponiendo de 24 secciones, o mas, que tiene un
satélite; se bajan y se envían mensajes de todo tipo, se ven canales de T.V., se reciben
datos, se habla por teléfono, por radio, se establecen teleconferencias, etc. Pero todo eso es
posible porque ya alguien se preocupó y corrió riesgos para que se pueda disponer de ese
servicio.
Segundo nivel: Comprar un satélite. Argentina adquirió dos. Se trata de un equipo de
Canadá, porque ese país ya lanzó el 3 y el 4 . El; 1 y el 2 quedaron sin uso, aunque están
todavía activos Nuestro país lo compró y con el combustible que le restaba, se le cambió el
recorrido, la órbita, colocándolo en una posición en que se puede usar en Argentina. Se trata
de un primer paso que, seguramente, será seguido por otros.
Tercer nivel: El país diseña y construye una plataforma satelital y contrata el
lanzamiento.
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En 1960, apenas dos años después del lanzamiento del Sputnik se creó la Comisión
Nacional de Investigaciones Especiales (C.N.I.E.) antes de que se instituyera un ente similar
en muchos países desarrollados y en la mayoría de los en desarrollo. Entre las funciones
asignadas a la C.N.I.E. estaban el planeamiento, la promoción y la coordinación de las
actividades nacionales ligadas a la exploración y explotación del espacio cósmico.
Existían ya algunos grupos universitarios o del sistema científico, activos en temas
conexos con las investigaciones que hoy se realizan en el espacio. Ellos constituyeron un el
elemento con que, en las primeras épocas, se relacionó y basó su acción la C.N.I.E. Por otra
parte, Argentina tenía recursos humanos en aquellas fundamentales (Meteorología, Ciencias
de la Tierra, etc.), fuertemente conectadas y orientadas hacia las aplicaciones de la
tecnología espacial.
Con el tiempo, esa interacción disminuyó y dejaron de actuar sus cuerpos asesores
científicos y técnicos. La C.N.I.E. estableció de por si sus objetivos inmediatos y, a través de
sus centros, se convirtió en ejecutora de proyectos propios. Desapareció su actividad de
promoción y coordinación de la ciencia y tecnología espaciales en el ámbito más amplio del
país y los elementos incipientes del sistema establecieron separadamente sus propios
objetivos, perdiéndose la sinergia del sistema.
Dentro de este cuadro de situación, el proyecto del satélite SAC-1, que se desarrolló
durante varios años, debe considerarse un hecho aislado, mantenido solo por la dedicación
y entusiasmo de un reducido grupo de profesionales, mas que como un hecho encuadrado
en un esquema organizado.
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Esta integración colegiada fue solo válida hasta fines de la década del sesenta, cuándo
dejaron de actuar los grupos asesores orgánicos; esto daba voz a distintos sectores y su
continuidad hubiese permitido diseñar políticas de contenido multisectorial.
Con respecto a la situación legal de la República Argentina decimos entonces que
nuestro derecho histórico nace con la creación de la C.N.I.E. y se prolongó en lo que
denominamos “segundo acto formal”, al crearse, por Decreto 995/ 91, la Comisión de
Actividades Espaciales (CONAE).
Esta norma legal tiene excelentes considerandos, aunque se dio en un momento
político en que Argentina estaba siendo presionada para que desmantelara el Cóndor II,
cosa que, por otra parte, se refleja en el propio Decreto, uno de cuyos Artículos precisa que
todos los elementos, partes y componentes del misil, en todas sus versiones y etapas de
desarrollo, serán desactivados y desmantelados para, posteriormente, reconvertirlos, o
inutilizarlos, según tenga posibilidades o no de uso pacífico. De esta forma se aseguraba la
cancelación completa e irreversible del proyecto Cóndor.
Cabe señalar que este proyecto, si bien podía ser perfectamente n lanzador satelital,
apuntaba más a constituir una herramienta de tipo militar, cosa muy mal vista en un
momento internacional poco propicio para desarrollar una iniciativa de esta naturaleza.
Como puede apreciarse, Argentina tuvo, en algún momento, capacidad de tener su
propio satélite e, inclusive, su propio inyector orbital. Desgraciadamente, si la capacidad
técnica y científica no va acompañada de decisiones políticas oportunas, fracasa.
Hay que decir, así mismo, que la Argentina no poseía hasta 1991, ninguna ley
aprobada que, por lo menos, declarara de interés nacional el espacio exterior y las
actividades espaciales. En ese sentido, existió un proyecto al que Diputados, en 1984, había
acordado media sanción y que fijaba objetivos y políticas en esta materia. Pero el Senado
nunca lo trató y se vencieron los plazos legales. Es doloroso, pero Argentina no contó con
un Plan Espacial Nacional hasta 1994.
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referencia a la “explotación” del espacio ultraterrestre y afirma que debido a las diversas
fases de la actividad espacial se generarán medios de hardware software donde se podrá
censar, recoger, transmitir, almacenar y procesar información de diversa naturaleza.
Menciona además a los sistemas globales de posicionamiento, como un medio fértil
para el desarrollo de nuevas tecnologías con impacto comercial importante, que
desempeñarán un rol trascendental en la navegación aérea, marítima y en los medios de
transporte terrestre. La tele observación brindará beneficios a grandes centros productivos.
En síntesis, las áreas consideradas de impacto económico directo para el corto y
mediano plazo son: El Seguimiento y cuantificación de la Producción agropecuaria y
forestal: La vigilancia de la actividad pesquera y el aprovechamiento de los recursos
costeros y oceanográfico; La supervisión de inundaciones y desastres; la evaluación y
prospección de explotaciones de suelo y subsuelo, evitando esfuerzos en la exploración de
yacimientos; el monitoreo y control de problemas ambientales. Abarca tanto la recepción y
distribución de imágenes provenientes de los sistemas internacionales, como las de su
generación propia en el rango óptico (visible e infrarrojo) y microondas.
En relación a la producción de imágenes y datos propios, se prevé el desarrollo de
satélites en los que la tele observación sea compatible con las investigaciones científicas y
tecnológicas; para ello se utilizará la serie de satélites SAC. El espectro infrarrojo será
utilizado para medir temperaturas superficiales, y para agro meteorológicas y
oceanográficas diversas. Con respecto al rango óptico visible, la tendencia a mediano plazo
es ampliar el número de canales espectrales de observación, utilizando los satélites
SAOCOM.
El programa de tele observación se complementa, en el corto plazo, con
observaciones en el rango de microondas mediante radar. Este método, permite capturar
imágenes independientemente de la luz solar, del terreno y de las condiciones
meteorológicas.
El programa de observaciones con microondas, que se desarrollará con la serie de
satélites SAOCOM, indica el estudio y aplicación de alternativas de radar de bajo consumo.
En cuanto a la infraestructura terrestre, la CONAE cuenta con estaciones para
seguimiento, telemetría y control, además de enlaces terrenos con satélites o vehículos
espaciales. Se prevé la construcción de satélites y plataformas o estaciones espaciales. El
acceso al espacio se hará contemplando las posibilidades ofrecidas por los programas de
cooperación internacionales.
La CONAE impulsa el desarrollo del Instituto de Altos Estudios Espaciales Mario
Gullich, para enseñar la ciencia espacial, facilitando instalaciones, laboratorios, instrumental
y materiales para el cumplimiento de labores de investigación y docencia. El mencionado
instituto funciona en el Centro Espacial de Córdoba.
El objetivo general para las tareas del período 1995-1996 comprendía el desarrollo y
afianzamiento de los medios para obtener información espacial. En el período 1997-2000 se
previó la mejora de la calidad de la información espacial accesible; en tanto que en el
período 2001-2006, se mejorararon los medios espaciales para obtener información.
Finalmente para el plazo posterior al 2006 se preveyó mejorar y ampliar los medios en
órbita, acceder al espacio y utilizarlo como ambiente de trabajo, desarrollando satélites
livianos recuperables.
El plan es revisado cada dos años debiéndose adecuar a las reales posibilidades de la
economía y a los avances efectuados en el bienio anterior. En esas revisiones se evalúan y
precisan las misiones futuras.
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El proyecto NAHUEL:
Hermanos de un tigre:
Los ANIK “hermanito” en lengua Inuit (esquimal) dan inicio al proyecto NAHUEL “tigre”,
(en araucano) con varias ventajas para la Argentina.
En primer lugar, su puesta en operaciones da impulso a la instalación del segmento
terrestre, es decir, las estaciones receptoras, ya que ambos sistemas son totalmente
compatibles.
Pero, sobre todo, permite cumplir con un requisito de la Unión Internacional de
Telecomunicaciones (UIT) que disponía que el proyecto NAHUEL debía estar operando
antes de junio de 1994, para mantener la reserva de dos puntos orbitales destinados a la
Argentina.
Sucede que la ubicación preferente para los satélites de comunicaciones es la órbita
geoestacionaria, situada a unos 36.000 km. de altura sobre el ecuador. Siguiendo esa órbita
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los satélites mantienen una posición fija con respecto a la superficie terrestre, lo que facilita
su uso como estaciones de enlace para la transmisión de ondas electromagnéticas.
Pero los puntos en esa órbita son limitados. La UIT fija la posición de los satélites
geoestacionarios para evitar la que se produzcan interferencias.
La Argentina tiene reservados dos puntos de órbita geoestacionaria: 80º y 85º de
longitud oeste donde serían situados los NAHUEL I y II.
La entrada en funcionamiento de los ANIK asegura esa reserva y, como se dijo,
adelanta las ventajas de un satélite de cobertura nacional.
Usos y destinos:
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En diciembre de 1996 fue lanzado desde Korou, Guayana Francesa, por el operador
francés Arianespace, el satélite NAHUEL I y a partir de 1997 operó el primer satélite del
Sistema Nahuel Definitivo, con coberturas desde Tierra del Fuego hasta el sur de los
EE.UU., y haces optimizados para el Brasil, y países vecinos.
Argentina es el quinto país del continente que tiene un sistema de control satelital
propio. Los otros son EE.UU., Canadá, México y Brasil.
EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN
BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA:
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