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Renacimiento y Reforma
En general, se entiende por Renacimiento (siglos XV - XVI) la renovación cultural producida por la vuelta a
la cultura greco-romana, a los orígenes de la cultura occidental, que pretende una renovación del hombre y de la
sociedad. Frente al Teocentrismo medieval, el ser humano se convierte en el centro de interés, es decir,
Antropocentrismo. Del mismo modo, mientras que la filosofía medieval se proyectaba sobre lo espiritual o
metafísico, orientada a la salvación del alma, la filosofía renacentista se proyecta sobre el conocimiento de la
naturaleza, de la realidad física, del hombre, de la Tierra, del Universo.
El Renacimiento comienza en Italia y se extiende por el resto de Europa, trasladando el centro cultural desde
Francia y París a Italia y Florencia (Médicis). También cambia el ámbito de la cultura pues, aunque las Universidades
siguen teniendo importancia, ceden la primacía a las Academias, Colegios Universitarios, Colegios Comunales y a la
Corte. Surge, así, un nuevo tipo de hombre: el cortesano y humanista.
Precisamente el Humanismo es el fenómeno más importante de la nueva cultura. El termino “humanitas”,
como equivalente de la “paideia” griega, significaba para Cicerón la educación del hombre y, durante el Renacimiento,
los “studia humanitatis” (que substituyeron al trivium medieval: gramática, retórica y dialéctica) comprendían, sobre
todo, el estudio de las lenguas clásicas, a las que se añade el hebreo, y la literatura antigua. Puede afirmarse que el
término “Renacimiento” se refiere, sobre todo, al renacimiento de las letras. Estos estudios pretendían educar al
hombre en su verdadera “humanidad” y acercarlo al modelo del hombre clásico. El término “humanismo” insiste en el
valor formativo de las humanidades frente a la enseñanza técnica y científica . Curiosamente, el Renacimiento es época
de importantes descubrimientos y perfeccionamientos técnicos (cartografía, técnicas de navegación, brújula... que
llevan al descubrimiento de América). La Imprenta facilitó la circulación de libros y la expansión del humanismo con la
ayuda de los “mecenas”, príncipes y Papas, sobre todo.
Los humanistas poseen un sentido histórico del que carecían los medievales y recuperan textos clásicos
mediante nuevas traducciones, el pasado clásico es, para ellos, la “edad de oro”, pero son conscientes de la distancia y
de las diferencias por lo que consideran necesario realizar una labor crítica.
El humanista es un “hombre universal”, sabe que todos los saberes están conectados y forman un
conjunto armonioso (una “enciclopedia”: etimológicamente círculo de la educación), siendo el lenguaje lo que une
todo.
El humanista valora, sobre todo, al hombre como ser natural y en la naturaleza, pero no es ajeno al interés
religioso: aspira a unificar todas las religiones y busca sus orígenes más allá del cristianismo, en los místicos y profetas
de la antigüedad. Mientras el pensamiento cristiano había utilizado la filosofía griega en la defensa de la fe y en el
esclarecimiento de las creencias religiosas, en el Renacimiento la filosofía busca una religión natural universal que
exalte la dignidad, libertad y autonomía del ser humano. Es decir, se confía, como en Grecia, en la
naturaleza racional humana para organizar la propia existencia y hacer progresar el saber.
También la Reforma, movimiento religioso que surge en el siglo XVI y supondrá el fin de la
hegemonía de la Iglesia Católica,impulsa esta autonomía del ser humano. La Reforma ocupa un papel de primer
orden en la formación de la conciencia del hombre moderno como “sujeto” y reivindica la intimidad de la conciencia
como el lugar fundamental de la experiencia religiosa. De este modo, se libera la vida religiosa del individuo de su
continua dependencia con respecto a la institución y autoridad de la Iglesia. Apelando a su l ibertad de conciencia,
un hombre podría oponerse a cualquier autoridad política e incluso al mismo Papa. En consonancia con el
individualismo renacentista, la Reforma suponía un giro religioso de lo institucional a lo individual.
La Iglesia se había convertido en una autoridad no sólo en asuntos espirituales eternos, sino también, en los
asuntos temporales humanos. Alrededor del siglo XIII el Papa Inocencio III había exigido que el Emperador estuviera
subordinado a la Iglesia puesto que lo más importante era salvar las almas (es decir, fundamentación religiosa de
la política). A comienzos del siglo XVI el Papa fue capaz de consolidar su autoridad política y se convirtió, por primera
vez, en un auténtico príncipe territorial.
La creación de los modernos Estados Nacionales puso de manifiesto la necesidad de liberarse de un
cristianismo que tendía a la centralización del poder (separación cada vez más clara entre Iglesia y Estado). Los
impuestos papales excesivos y los intentos de control, por parte del papado, de los nacientes estados que exigían
libertad de jurisdicción sobre sus territorios (es decir, soberanía) llevó a algunos pensadores a atacar con dureza al
papado: Lutero (1483-1546), iniciador de la Reforma y monje católico agustino alemán, hace públicas en 1517 sus 95
tesis contra la Iglesia, criticará la venta de indulgencias -documento que exime al alma del paso por el purgatorio-, y
afirmará que la salvación se obtiene por la fe y no por las obras (más allá irá el protestantismo de Calvino que
considerará que es ser humano carece de libertad y que ya está predestinado desde el nacimiento a la salvación o la
condena sin importar lo que haga)
La reforma de la Iglesia Católica (la Contrarreforma que pretendía devolver el prestigio espiritual a la Iglesia)
se produjo poco antes de la muerte de Lutero. La destrucción de la unidad religiosa conduce poco después a los
enfrentamientos entre católicos y protestantes en Europa desencadenando la Guerra de los Treinta Años (1618-1648).
El ataque a la autoridad, es decir, al papado, basado en la idea protestante de que el individuo está
capacitado para juzgar en temas religiosos, es el aspecto más importante a tener en cuenta para la filosofía: la
desvinculación del pensamiento de la autoridad, en este caso religiosa, que supone que la fuente del
verdadero conocimiento no está en las autoridades, del tipo que sean, sino en la razón humana.
*Nota: se recomienda la lectura de fragmentos de la obra de Max Weber, La ética protestante y el espíritu del
capitalismo (1904-1905), a fin de comprender el impulso de la ética calvinista en la aparición del capitalismo.
En el orden económico, en el Renacimiento se produce una expansión sin precedentes, con un gran desarrollo
del comercio y la producción artesanal, a manos de la burguesía, que pondrá las bases del capitalismo.
Uno de los aspectos más interesantes para la filosofía es que en el Renacimiento comienza la “revolución
científica” que cambiará la imagen aristotélico-ptolemaica del Universo y el puesto del ser humano en el mismo. El
gran avance en la investigación científica prepara la consolidación de la física como ciencia independiente de la
filosofía. La clave está en la matematización de la naturaleza, es decir, en expresar matemáticamente las leyes de la
naturaleza (influencia del pitagorismo y el platonismo) y en la experimentación. Los artífices de esta revolución son
Copérnico (1473-1543), Galileo (1564-1642) y Kepler (1571-1630) (ver Apuntes: Para saber más, *La revolución
científica).
No sería necesario reproducir todo esto en la pregunta “Renacimiento y Reforma”, se ofrece como
información general que permite comprender la relevancia del Renacimiento para el pensamiento
moderno. Sí debería tenerse en cuenta de cara a los comentarios de texto, si fuera necesario, y siempre
teniendo en cuenta que las preguntas de contextualización del examen de selectividad son las mismas
para Descartes, Locke y Hume: “Renacimiento y Reforma”y “La vinculación del racionalismo y el
empirismo con la revolución científica”. Evidentemente, la primera pregunta se adapta mejor a los textos
de Descartes y Hume en lo que respecta a la revolución científica (por ejemplo Giordano Bruno o Francis
Bacon), mientras que si el texto es de Locke lo más interesante sería todo lo relacionado con la sociedad,
política.. como Maquiavelo o los teóricos del derecho natural.
1. Nicolás de Cusa (1401-1464): más místico que filósofo y en el que predomina el neoplatonismo y la influencia de
Agustín de Hipona y Eckart. La idea central de su pensamiento es la conciliación de contrarios en la unidad
infinita (Dios). Nicolás de Cusa es importante porque rompe, definitivamente, la imagen de un Cosmos
limitado y geocéntrico medieval (ver Apuntes: Para saber mas, 1.La antigua imagen aristotélico-ptolemaica y
2.La nueva imagen del universo), adelantándose así a Galileo y Kepler: el Cosmos no es infinito (sólo Dios lo es) pero
tampoco es finito pues carece de límites, la Tierra no es el centro por lo que está en movimiento y el Cosmos carece
de centro y de circunferencia, o, mejor dicho, ambos son Dios (Unidad Infinita). En este sentido afirma que “la
máquina del mundo tendrá el centro en cualquier lugar y la circunferencia en ninguno, pues, la circunferencia y el
centro son Dios, que está en todas partes y en ninguna”. Sus teorías afirman un monismo panteísta que también
encontraremos en Giordano Bruno y, posteriormente, en Spinoza.
2. Giordano Bruno (1548-1600): murió quemado en la hoguera por la Santa Inquisición (Belarmino) por pretender
acabar con la imagen aristotélica del Cosmos que dominara en la Edad Media. Es, sobre todo, un filósofo de la
Naturaleza que después de leer la obra de Copérnico “De revolucionibus orbium coelestium” (1543) se adhiere al
heliocentrismo. Pero, más que un científico es un filósofo que se inspira en Platón, el neoplatonismo, Nicolás de Cusa y
los presocráticos. Afirma que no hay que limitarse a la autoridad, es decir a Aristóteles, pero tampoco bastan las
fantasías matemáticas incapaces de descubrir la realidad, es decir Copérnico. Lo que debe hacerse es escuchar la
voz de la naturaleza.
Sus afirmaciones más importantes son: el Universo físico es infinito y en él se encuentran infinitos mundos
como el nuestro; no existen dos regiones celestes, como afirmaba Aristóteles, sino que todo se compone de los
mismos elementos; todo está animado y el Universo es como un gigantesco animal; hay un alma del mundo
(influencia de Platón y los neoplatónicos) que es causa y principio, que está toda entera en todas las cosas; todo está
en permanente transformación (Magia: cualquier cosa puede transformarse en otra); sólo hay un único ser (el Uno)
que está en todas las cosas: el Universo es Uno, infinito, inmóvil (es decir que identifica a Dios con el Universo,
panteísmo, que reaparecerá en Spinoza en el siglo XVII: “Deus sive natura, sive substancia”, es decir, Dios es la
Naturaleza concebida como un todo).
3. Bernardino Telesio (1509-1588): pretende estudiar la naturaleza “a partir de sus propios principios”, reducidos a
la acción del calor y el frío sobre la masa corpórea. Se aleja tanto del aristotelismo como de la magia y afirma la
autonomía de la naturaleza y la necesidad de estudiarla independientemente de toda metafísica y a partir de
los datos sensibles.
4. Tomás Campanella (1568-1639): afirma que todo conocimiento deriva de la sensibilidad y se reduce a ella.
El conocimiento sensorial proporciona certeza absoluta y no requiere prueba alguna: hay una facultad innata en el
alma que nos asegura principios indudables, el primero de los cuales es que existimos, pensamos, queremos y
podemos (se refiere al conocimiento de sí mismo que ya aparecía en Agustín de Hipona y reaparecerá en Descartes en
el siglo XVII -aunque Campanella no formula el carácter problemático de la realidad-). En opinión de Campanella nos
conocemos a nosotros mismos y sólo conocemos las cosas externas en cuanto nos impresionan.
5. Francis Bacon (1561-1626): Pretende ser un reformador de la sociedad a través de la ciencia aplicada
(escribe la utopía La nueva Atlántida) pero, para eso, es preciso reformar antes la ciencia en sus objetivos y métodos
(por eso escribe Novum Organum en 1620). Frente a la concepción tradicional del saber como teoría y contemplación,
afirma que el saber es poder, “hay que extender el dominio de la raza humana sobre el Universo”. El saber práctico, la
ciencia, nos permitirá “poner de rodillas a la naturaleza”. Pero, sólo se puede dominar a la Naturaleza
“obedeciéndola”, es decir, adaptándose a su estructura y a sus leyes. Sólo así podremos realizar nuevos
descubrimientos científicos y aplicaciones técnicas (Farrington le llama “el filósofo de la revolución industrial”).
Bacon perseguía fines prácticos: un cristal más transparente, hierro más ligero y resistente...por lo que el
objetivo del método era “engendrar en un cuerpo una nueva naturaleza”. Para ello habría que descubrir la “forma”
(esencia, ley inmanente a todo cuerpo) que siempre está oculta, y sacarla a la luz. Esto nos permitiría modificar las
propiedades o “naturalezas” de los cuerpos de un modo seguro, y no por azar de experimentos no dirigidos (se refiere
a la alquimia o a la magia).
Bacon es, sobre todo, un filósofo de la ciencia. Insiste en la necesidad de liberarse de las ataduras de la
tradición (lógica aristotélica) y desarrollar el conocimiento científico del mundo sobre la base de un nuevo método de
descubrimiento ya que hay muchos prejuicios que dominan la mente humana:
-Ídolos de la tribu, es decir, de la naturaleza humana, como acentuar las semejanzas y pasar por alto las
diferencias, dejarse llevar por las emociones en vez de atenerse a los hechos, aceptar explicaciones heredadas que
carecen de fundamento empírico, no tener en cuenta la falibilidad de los sentidos que muchas veces nos confunden.
-Ídolos de la caverna, es decir, del individuo particular, como tener demasiada tendencia al detalle o a las
generalidades,respetar demasiado a la tradición o despreciarla en exceso... Por eso es muy importante que la ciencia
se desarrolle como una institución cooperativa porque de ese modo los individuos se corrigen unos a otros.
-Ídolos del foro, es decir, del lenguaje ordinario lleno de equívocos conceptuales que conducen a errores y
ante los que el lenguaje científico debe estar en guardia.
-Ídolos del teatro, es decir, de los sistemas filosóficos anteriores (como la escolástica) que en lugar de basar
sus afirmaciones en una detallada observación de la naturaleza fabulan mundos irreales.
El método que propone Bacon para descubrir las “formas” es la “inducción”: inferencia que va de lo
particular a lo universal (que antes habían propuesto ya Sócrates y Aristóteles y que posteriormente defenderán
Newton y los empiristas). La inducción, frente al carácter deductivo de la dialéctica platónica, ocupara un importante
papel en la lógica y en la teoría del conocimiento aristotélica, pero, en opinión de Bacon, estaba siendo aplicada sin
rigor ya que se pasaba de lo particular a lo universal por medio de infundadas abstracciones que lejos de servir
para comprender la naturaleza conducía a abstractas disputas escolásticas. Lo que pretende Bacon es someter los
procesos de inducción a un control riguroso que garantice sus resultados. El método inductivo de Bacon tiene las
siguientes partes:
1º-Reunir todos los hechos posibles sobre la “naturaleza” que se pretende investigar (sobre el calor, por ejemplo)
2º-Ordenar los hechos en tres tablas: de presencia, es decir, hechos en los que se da esa “naturaleza” (siguiendo con
el ejemplo anterior, los rayos de sol); de ausencia, es decir, hechos en los que no se da esa “naturaleza” (ejemplo, los
rayos de luna); de grados, es decir, hechos en los que varía (por ejemplo, el aumento del calor con la fiebre o el
ejercicio)
3º-Proceder a la inducción propiamente dicha comenzando por el procedimiento de exclusión: excluir como “forma”
aquello que no se encuentra cuando se da el fenómeno, o que se encuentra cuando no se da, o que aumenta cuando
el fenómeno disminuye, o, al contrario (por ejemplo, excluir la luz como “forma” del calor)
4º-Cruzar los datos de las tablas permite formular una “hipótesis provisional” que deberá ser contrastada o verificada
(por ejemplo, “la “forma” del calor es un movimiento expansivo, reprimido y que actúa con esfuerzo sobre partículas
muy pequeñas)
Al final, Bacon se dejó vencer por las dificultades y la complejidad del método y fracasó en su intento, la
verdadera “revolución científica” la harán los científicos y Bacon no era uno de ellos. Nunca llegó, por ejemplo, a
captar el valor de las matemáticas y seguía buscando “esencias” (formas) y “naturalezas” (cualidades), cuando los
verdaderos científicos de la época se orientarán en la dirección contraria: matematización y consideración sólo de lo
cuantificable (sólo la extensión o “cantidad” es real y lo no cuantificable es meramente subjetivo) y método
hipotético-deductivo (ver Apuntes: Para saber mas, *La revolución científica). Así, Galileo afirma que el calor no
es nada real; en los cuerpos todo se reduce a “figura, cantidad, movimiento, penetración y contacto” por lo que el
calor se reduce al movimiento de partículas que produce en nuestros sentidos la sensación de calor (también el olor, el
sabor... son cualidades secundarias). El método inductivo-experimental que Newton propondrá en el siglo XVIII poco
tiene que ver con el de Bacon pero es deudor de la importancia que Bacon concedía al análisis de los fenómenos y a lo
que de ellos se podía inferir por inducción.
6. Nicolás Maquiavelo (1469-1530): es uno de los mejores ejemplos de las teorías políticas renacentistas, que se
mueven en un contexto distinto del medieval: formación de las monarquías nacionales y absolutas, secularización de
las teorías políticas que se independizan del punto de vista religioso...Considerado el creador de la ciencia política
moderna fue fiel a la convicción renacentista de la necesidad de substituir un saber meramente escolástico o
especulativo por otro práctico y basado en la experiencia, por lo que se aparta de la vieja política utópica de
Platón, que imaginaba formas de gobierno perfectas pero inexistentes y se centra en “cómo actúan realmente los
hombres”.
Maquiavelo era un republicano en Florencia que cae en desgracia cuando se restablece el poder de los
Médicis. Su obra, El Príncipe, dedicada a Lorenzo de Médicis, pone de manifiesto su intención de restaurar la unidad
italiana siguiendo el modelo de la República Romana, pero teniendo en cuenta que, en muchos momentos, es
necesaria la autoridad de un príncipe fuerte que sólo considere el resultado, es el famoso “el fin justifica los
medios”, ya que si triunfa “todos los medios empleados serán juzgados honorables”. En su opinión, sólo la
concentración del poder en manos de un monarca no limitado por norma ética alguna, podrá, en la práctica,
poner fin a la situación de debilidad política de una Italia dividida en pequeñas repúblicas y principados (Florencia,
Venecia, Milán, Nápoles...) enfrentados entre sí.
El príncipe no busca “lo bueno”, su acción no tiene por qué ser moral, sino eficaz y tendrá que ser todo lo
cruel y malvado que sea necesario. Esto pone de manifiesto la clara separación entre ética y política, que se
habían mantenido unidas en los sistemas de Platón y Aristóteles. Para Maquiavelo la política no es más que el arte
de calcular: lo que a él le interesa es la técnica política para conservar el poder y mantener el orden (es decir,
no le interesa cuál es el mejor gobierno ni que es lo legítimo). El poder individual, en consonancia con el auge
renacentista de la individualidad, se convierte en el centro y fin de la estrategia política. Este realismo político y
pragmatismo radical de la razón de Estado, como criterio de actuación, dieron lugar a la identificación de
maquiavelismo con inmoralismo (ya que, en política el fin nunca justifica los medios).
El polo opuesto de Maquiavelo son los utopistas (el género utópico no era nuevo, recuérdese a Platón) entre
los que destacamos a Campanella (con su obra, La ciudad del Sol), Tomás Moro (1480-1536) que publica en 1516
su obra, Utopía: visión de un Estado ideal, igualitario, en el que nadie posee nada en propiedad y los magistrados son
elegidos entre el pueblo (intentó hacerlo realidad en México) y Francis Bacón que en su obra La nueva Atlántida
(1627), imitando a Tomás Moro, propone una comunidad política ideal regida por científicos.
7. Alberico Gentile (1552-1611) y Hugo Grocio (1583-1645) fundadores del Iusnaturalismo o Teoría del
Derecho Natural: teoría que afirma que por encima del Derecho Positivo (es decir, las leyes de los estados) existe un
Derecho Natural o conjunto de normas y/o principios basados en la naturaleza humana y válidos para todo tiempo y
lugar -esta teoría ya había aparecido en algunos sofistas, los estoicos y en Tomás de Aquino-.
Hugo Grocio, inspirándose en el estoicismo, identifica lo natural con lo racional de manera que elimina
las implicaciones teológicas medievales, porque la ley o derecho natural ya no depende de la ley eterna. Piensa que
los preceptos del derecho natural son inmutables y pueden ser deducidos a priori (es decir, al margen de
la experiencia) por lo que intenta convertir la teoría del derecho en una ciencia deductiva universal como
las matemáticas.
El iusnaturalismo es, pues, una manifestación de la nueva confianza en la razón que será la característica
fundamental de la filosofía moderna y aparecerá en los filósofos contractualistas: Locke, Hobbes y Rousseau.
En un sentido muy amplio, se denomina racionalismo a cualquier corriente filosófica que considere la razón
como elemento fundamental en el conocimiento. En este sentido general podríamos considerar a la filosofía platónica
como racionalista En un sentido más estricto, se denomina racionalismo a la corriente filosófica que aparece en la
Europa continental a partir del siglo XVII, iniciada por Descartes (1596-1650) y continuada por Spinoza (1632-1677),
Malebranche (1638-1715) y Leibniz (1646-1716).
La palabra “empirismo” procede del griego “empeiría” que significa experiencia, de modo que, en un sentido
general, se considera empirista toda filosofía que considera a la experiencia como criterio fundamental en el
conocimiento. Es decir, toda filosofía que afirme que el origen y el valor de nuestros conocimientos dependen de la
experiencia. En este sentido general pueden considerarse empiristas la filosofía de Aristóteles, Ockham, Bacon, el
positivismo o el neopositivismo. En un sentido más estricto, se llama empirismo a la filosofía inglesa de finales del
siglo XVII y siglo XVIII que surge en oposición al racionalismo continental y cuyos autores fundamentales son Locke
(1632-1704), Berkeley (1685-1753) y Hume (1711-1776).
Francis Bacon (ver Apuntes:*Teorías de los filósofos renacentistas más importantes -5-) y Descartes
inauguran el nuevo esquema intelectual de la modernidad. La defensa de Francis Bacon de la observación de los
fenómenos individuales y de la inducción conducirá al empirismo de John Locke, mientras que Descartes, padre
del racionalismo moderno, propondrá un método intuitivo-deductivo-matemático para la filosofía siguiendo al
científico del momento, Galileo, y su método hipotético-deductivo.
Desde el Renacimiento se había puesto de manifiesto el deseo de construir nuestro conocimiento sobre el
mundo desde unas bases filosóficas y metodológicas distintas de las defendidas por la ortodoxia escolástico-
aristotélica. De ahí el rechazo de un saber meramente escolar, orientado a la exposición ordenada de lo ya conocido, y
la reivindicación de nuevas formas de pensamiento y experiencia (un nuevo método) que permitan un conocimiento
científico del mundo. Tanto Bacon como Descartes insistieron en la necesidad de liberarse de las ataduras de la
tradición y en la necesidad de un nuevo método que impulse el conocimiento y convierta al ser humano en el dueño
del mundo: “saber es poder”.
La clave del éxito de la ciencia moderna son dos elementos que están detrás de los principales
descubrimientos del momento: matematización y experimentación (la física newtoniana es el resultado de una
gran capacidad de observación y de la matematización de los fenómenos observados). La base de la nueva ciencia
es,pues, la experiencia matematizada, es decir, la experiencia analizada por la razón, reducida a sus
elementos fundamentales y sometida a cálculo a través de procedimientos matemáticos (reconstrucción
ideal de los datos empíricos). En esto consiste el método hipotético-deductivo de Galileo, la demostración matemática
es la que guía el descubrimiento.
Si bien será, dentro del pensamiento moderno, la tradición empirista inglesa, iniciada por John Locke,
quién más insistirá en la importancia de la experiencia en la constitución del conocimiento, la intención del método
deductivo de Descartes no era darle la espalda a la experiencia sino someterla a un previo esclarecimiento conceptual
que permita matematizarla (tal y como pretendía Galileo).
La nueva actitud moderna ante la realidad, derivada de la nueva ciencia, la expresa perfectamente Kant en el
siguiente texto de la Crítica de la Razón Pura: “Cuando Galileo hizo rodar sobre un plano inclinado unas bolas con un
peso elegido por él mismo, cuando Torricelli hizo que el aire soportara un peso que él sabía ya que era igual al de una
columna de agua que le era conocida (…) entonces surgió una luz para todos los investigadores de la naturaleza.
Comprendieron que la razón sólo penetra aquello que ella misma produjo según sus planes; que la razón
tiene que ir por delante de acuerdo con los principios de sus juicios y siguiendo leyes inmutables, y obligar
a la naturaleza a contestar a sus preguntas”.
Es decir, toda posibilidad de contacto con la realidad y todo conocimiento de la realidad viene mediado por el
PENSAMIENTO. El mundo que experimentamos no es la realidad en sí misma, sino el conjunto de nuestras
representaciones de la realidad, es decir, de nuestras ideas: la filosofía moderna (racionalismo y empirismo) es,
pues, una crítica del realismo (el pensamiento medieval era profundamente objetivista y realista: el hombre es un
ser volcado hacia un mundo de cuya realidad es imposible dudar).
Lo que conocemos no son las cosas en sí mismas sino nuestras ideas de las cosas: el concepto “idea” será
clave tanto para los racionalistas como para los empiristas. Lo que conocemos no son más que nuestras
representaciones, por tanto, la realidad es subjetiva, depende del sujeto que la conoce (ya en el Renacimiento,
Campanella afirma que el hombre es un ser vuelto sobre sí mismo que no conoce directamente más que su propio
pensamiento. Ver Apuntes: *Teorías de los filósofos renacentistas más importantes).
Si lo que conocemos son sólo nuestras ideas de las cosas, nuestras representaciones ¿cómo podemos estar
seguros de que representan la realidad externa e independiente de nuestra mente?¿Cómo podemos estar seguros de
que existe un mundo exterior a nuestra mente?
La perplejidad del filósofo moderno viene originada por la duda ante el contenido de los datos de los sentidos.
Si, como afirma la ciencia, algunos de estos datos no tienen una correspondencia con la realidad sino que son fruto de
nuestra subjetividad (como el color, o cualquiera de las llamadas cualidades secundarias) ¿Hasta dónde podemos estar
seguros de los contenidos de nuestro pensamiento?
Por todo ello, el problema fundamental de la filosofía moderna va a ser el problema del conocimiento: su
origen, sus límites y su validez.
En el examen de selectividad deberá ponerse en relación el tema que explicite el texto (son 6 los
textos de Descartes) con los demás aspectos que aparecen en la pregunta, que es única. Por ello
empezamos dando una visión general de toda la pregunta para comprender como relacionar los tres
aspectos para, a continuación, profundizar en cada uno de ellos.
B) La idea de substancia:
Descartes emplea como sinónimos las palabras “substancia” y “cosa” (res), lo cual ya es una indicación
importante: la substancia es “lo concreto existente”. (Ya Aristóteles había definido la substancia como el “ser
propiamente dicho, lo que realmente es, el “individuo concreto”; y la escolástica medieval define la substancia como
“lo que existe en-sí, lo que no necesita de un sujeto para existir, sino que ella misma es sujeto de los accidentes). Por
tanto, para Descartes, lo propio de la substancia es la existencia, pero no cualquier tipo de existencia, sino la
existencia independiente, por eso define la substancia como “lo que existe por-sí, y no necesita de nada más
para existir”.
Al definir la substancia, Descartes opera como un geómetra, construye la definición de un modo totalmente a
priori (como se construye, por ejemplo la definición de círculo), y no considera que tenga que justificarla (tampoco
Euclides justifica sus definiciones; en un sistema axiomático las definiciones no se demuestran sino que son, al
contrario, los principios de todas demostración -junto con los axiomas-).
En Los Principios de la Filosofía, la definición cartesiana de substancia es la siguiente: “Cuando concebimos la
“substancia”, concebimos solamente una cosa que existe de tal manera que no tiene necesidad sino de sí misma para
existir”
De esta definición se seguiría que sólo Dios es substancia, puesto que el resto de las cosas necesitan de Dios
para existir. Es Dios quien da la existencia -y luego la conserva- a todas las criaturas. Por eso, Descartes
afirma que el concepto de “substancia” no se refiere del mismo modo a Dios y a las cosas creadas por Él, y que, por
tanto, hay dos clases de substancias:
Substancia es, pues, lo que existe por-sí y no necesita de nada más para existir (salvo de Dios), se identifica
con su atributo y puede ser concebida perfectamente mediante una idea clara y distinta:
1. Dios o “res infinita” cuya esencia o atributo es la perfección (también la eternidad, omnipotencia,
omnisciencia...por lo que son infinitos) y que no tiene “modos”
2. Yo, Alma o conciencia o “res cogitans” cuya esencia o atributo es el pensamiento. Los “modos” del
pensamiento son múltiples: juzgar, razonar, querer, sentir, imaginar... pero pueden reducirse a dos:
entendimiento y voluntad.
3. Cuerpos, materia o “res extensa” cuya esencia o atributo es la extensión en longitud, anchura y
profundidad. Los “modos” son dos, la figura y el movimiento.
El método de la matemática le parece el mejor por su certeza, evidencia, claridad y firmeza y porque
estaba dando resultados muy positivos en su aplicación (Descartes es, junto con Galileo o Kepler uno de los padres de
lo que luego se llamaría Física matemática). Puesto que la matemática parte de verdades simples evidentes en sí
mismas -axiomas- y deduce de ellas, con rigor, otras verdades más complejas, Descartes propondrá para la filosofía el
método “intuitivo-deductivo”. Es decir, un método consistente en partir de verdades evidentes en sí mismas,
intuidas (la intuición es la captación inmediata de la evidencia de una verdad) para, posteriormente, deducir
de ellas otras verdades que también serán evidentes (aunque no con la misma inmediatez que las primeras)
*Nota: deducción es el proceso que lleva de verdades simples intuidas a otras más complejas pero que
también han de ser evidentes.
Descartes entiende por método: “unas reglas ciertas y fáciles gracias a las cuales todos los que las
observen exactamente no tomarán nunca por verdadero lo que es falso y alcanzarán -sin fatigarse con esfuerzos
inútiles sino acrecentando progresivamente su saber- el conocimiento verdadero de todo aquello de lo que sean
capaces”.
El método, pues, permitirá evitar el error (primera ventaja) y además aumentar nuestros conocimientos, es
decir, descubrir nuevas verdades (segunda ventaja). Por tanto, no es un simple método de exposición o demostración
de lo que ya se sabe, como es el caso de la lógica aristotélico-escolástica.
Las reglas, ciertas y fáciles, del método, según su obra: Discurso del método (1637), son las siguientes:
1ª. Evidencia (intuición) : no hay que admitir nada dudoso, es decir, hay que admitir sólo aquello que se presenta a
nuestra inteligencia con tal claridad y distinción que no quepa la menor duda. En palabras de Descartes: “No admitir
jamás como verdadera cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era; es decir, evitar cuidadosamente la
precipitación y no comprender en mis juicios más que lo que se presentase a mi espíritu tan clara y distintamente que
no tuviese motivo alguno para ponerlo en duda”.
Al formular esta primera regla, Descartes introduce un nuevo concepto de verdad: la verdad ya no consiste
en la “adecuación” del pensamiento con la realidad (concepto escolástico de verdad), sino que la verdad es una
propiedad de las ideas en sí mismas, la verdad es inmanente al espíritu: evidencia intuitiva.
2ª. Análisis: la evidencia podemos tenerla solamente de ideas simples, habrá, por tanto, que reducir las ideas
compuestas a ideas simples. Análisis significa división, hay que dividir las ideas compuestas en ideas simples: “Dividir
cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuera posible y cuantas requiriera su mejor
solución”.
Sólo las “naturalezas simples” (substancias) pueden ser intuidas mediante ideas claras y distintas. Las
dos naturalezas simples más importantes para Descartes son el pensamiento y la extensión, es decir, son ideas
innatas.
3ª. Síntesis: una vez que hemos llegado a las ideas simples, hay que proceder, inversamente, a recomponer la
cuestión por un procedimiento ordenado de deducción, semejante al empleado en geometría, que encadene unas
ideas a otras (síntesis deductiva). Se trata de formar una cadena de intuiciones parciales cuyo resultado será una
intuición evidente y carente de errores: “Conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más
simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más
compuestos; y suponiendo un orden aún entre aquellos que no se preceden naturalmente unos a otros”.
4ª. Enumeración y revisión del proceso: puesto que es la evidencia intuitiva lo que garantiza la verdad de nuestros
conocimientos, es preciso hacer frecuentes comprobaciones y revisiones del proceso para evitar errores y para obtener
una intuición general y una evidencia simultánea en su conjunto. “Hacer, en todo, enumeraciones tan completas y
revisiones tan generales que estuviera seguro de no olvidar nada”.
Las dos primeras reglas se corresponden con la intuición y las dos últimas hacen referencia a la
operación de la deducción.
Esta forma de proceder es, para Descartes, el único método que responde a la dinámica interna de la
razón: el funcionamiento propio de la razón, es decir, los modos de conocimiento son, a juicio de Descartes, dos:
intuición y deducción. Si todo conocimiento surge de estos dos principios, éste será el único método apropiado para
utilizar la razón en el descubrimiento de la verdad.
Es importante, pues, tener en cuenta que el método cartesiano no es matemático sino que es el
método de la propia razón que ha usado, de manera brillante, la matemática y que él pretende aplicar a la
Filosofía, es decir, al conocimiento metafísico de la realidad.
Para construir esta metafísica, que es la raíz del árbol de la ciencia, Descartes debe encontrar una “primera
verdad absolutamente evidente” de la que se pueda deducir todo lo demás (como veremos, será el famoso “cogito
ergo sum”). A partir de ella construirá un sistema deductivo de explicación de la realidad basado en la idea de
“Substancia” (los tres conceptos fundamentales de la metafísica cartesiana son: substancia, atributo o esencia y
modos).
¿Cómo encontrar esa “primera verdad absolutamente evidente” que se convierta en el fundamento de su
sistema metafísico? Descartes descubre que el mejor camino es “dudar de todo”: la duda es el punto de partida y
el camino hacia la verdad.
En la aplicación de la duda, Descartes comienza dudando de aquello que en toda la tradición filosófica
aparece como menos seguro, los sentidos. Si los sentidos nos engañan a veces ¿por qué no hemos de pensar que nos
engañan siempre? Descartes duda de todos los datos que se originan en los sentidos, duda de que las cosas sean
tal y como las percibimos ¿podemos también dudar de que existan esas cosas que percibimos? Descartes cree
que sí, los sueños nos muestran, con extrema viveza, las mismas cosas que la realidad ¿quien me asegura que no es
todo un sueño? (resuena aquí un tópico del Barroco, recuérdese a Calderón afirmando que “toda la vida es sueño”,
hablando del mundo como un “gran teatro” o titulando una de sus obras, En la vida todo es verdad y todo mentira).
El problema es, pues, que no hay una certeza absoluta de que el mundo que percibimos es real, como
tampoco la hay de que sea tal y como lo percibimos. Estos dos motivos de duda ponen en cuestión todo conocimiento
sensible y, por tanto, toda ciencia empírica ya que su fundamento es la experiencia sensible.
Pero todavía quedan en pie las verdades matemáticas: dormidos o despiertos los tres ángulos de un triángulo
suman 180º en la geometría de Euclides. De ahí que Descartes añada el tercero y más radical motivo de duda: podría
existir un “genio maligno” empeñado en inducirme a error en todo. Esta hipótesis equivale a suponer que tal vez mi
entendimiento es de tal naturaleza que se equivoca siempre y necesariamente cuando piensa captar la verdad.
Descartes no afirma ni que los sentidos nos engañen siempre, ni que todo sea un sueño, ni, mucho menos,
exista tal genio maligno o que Dios nos engañe en todo. Lo único que hace es proponernos su posibilidad y,
consecuentemente, poner en duda toda la verdad que dependa de estos supuestos. Si pretende construir un saber
seguro e indubitable, la duda debe tener una amplitud universal e incluir todos nuestros conocimientos ya que es
posible dudar de ellos.
Descartes deja, por tanto, en suspenso toda certeza (todo menos las verdades de fe y las normas de moral como ya
hemos explicado). Pero, en el interior mismo del acto de dudar aparece algo que resiste toda duda, algo indubitable:
“yo estoy dudando”. Lo único que la duda no puede eliminar es la duda misma, el acto de dudar. De este modo,
Descartes llega a la primera verdad absolutamente evidente: mientras duda tiene que existir, y si existe es
como duda, es decir, como pensamiento (res cogitans). Este es el célebre “cogito ergo sum” o “pienso, luego
existo”, primer principio absolutamente evidente, primera intuición, primera idea clara y distinta de la
filosofía cartesiana.
*Es importante tener en cuenta que no se trata de ninguna deducción (a pesar del “luego” de la fórmula),
sino de la captación inmediata (intuición) de la evidencia de que mientras estoy pensando, existo como pensamiento
(como “una cosa que piensa”). No es un razonamiento, en el que podría ocultarse algún error, sino un idea clara y
distinta.
¿Por qué no afirma Descartes que “dudo, luego existo”? Porque, para él, “pensamiento” es todo aquello que
ocurre en nosotros: dudar, entender, afirmar, negar, querer, imaginar, sentir... es decir, todo acto consciente del
espíritu. Ello implica una postura subjetivista (como ya hemos explicado): la evidencia se da sólo en el interior
del sujeto. Lo único evidente es “yo pienso”, si dejase de pensar dejaría de existir, pero mientras pienso “yo existo
como substancia pensante”. Este es el significado del “cogito cartesiano”: mi propia interioridad, los pensamientos
que descubro en mí mismo -dudas, afirmaciones, negaciones, imaginaciones, sentimientos- hacen evidente mi
existencia como una “substancia cuya esencia o naturaleza es pensar” (resuena aquí la afirmación de Agustín de
Hipona: “y ¡que pasa si me engaño! Si me engaño existo”, que le permitía superar cualquier escepticismo. Como para
todos los racionalistas “pensamiento y existencia se dan simultáneamente”, “lo mismo es pensar y ser”, “todo lo
racional es real”).
Por tanto, Descartes identifica pensamiento con consciencia, no hay lugar en el cartesianismo para el
inconsciente (la psicología, recuérdese que etimológicamente “psicología” significa estudio del alma, ignorará el
inconsciente prácticamente hasta Freud).
La idea de substancia:
El pensamiento es, pues, la primera verdad evidente, la primera substancia conocida, la “res cogitans”
(cosa pensante). A partir de esta primera idea clara y distinta edificará Descartes toda su filosofía, de esta primera
verdad evidente deducirá todas las demás verdades.
El tipo de razonamiento empleado por Descartes para demostrar que el pensamiento es el único atributo del
alma es muy curioso y se encuentra ya en Galileo: la ficción mental. Puedo, en efecto, dice Descartes, fingir
mentalmente que no tengo cuerpo, y que no dependo del espacio (y no por ello dejaría de existir), pero no puedo
fingir que no pienso; por tanto, lo que constituye mi esencia es pensar. Hoy nos sería realmente difícil razonar del
mismo modo ¿podríamos pensar sin un cerebro?.Efectivamente, la mente va más allá del cerebro, pero ¿afirmaríamos
la existencia del pensamiento, de lo mental, sin un soporte material?
Descartes emplea como sinónimos las palabras “substancia” y “cosa” (res), lo cual ya es una indicación
importante: la substancia es “lo concreto existente”. (Ya Aristóteles había definido la substancia como el “ser
propiamente dicho, lo que realmente es, el “individuo concreto”; y la escolástica medieval define la substancia como
“lo que existe en-sí, lo que no necesita de un sujeto para existir, sino que ella misma es sujeto de los accidentes). Por
tanto, para Descartes, lo propio de la substancia es la existencia, pero no cualquier tipo de existencia, sino la
existencia independiente, por eso define la substancia como “lo que existe por-sí, y no necesita de nada más
para existir”.
Al definir la substancia, Descartes opera como un geómetra, construye la definición de un modo totalmente a
priori (como se construye, por ejemplo la definición de círculo), y no considera que tenga que justificarla (tampoco
Euclides justifica sus definiciones; en un sistema axiomático las definiciones no se demuestran sino que son, al
contrario, los principios de todas demostración -junto con los axiomas-).
En Los Principios de la Filosofía, la definición cartesiana de substancia es la siguiente: “Cuando concebimos la
“substancia”, concebimos solamente una cosa que existe de tal manera que no tiene necesidad sino de sí misma para
existir”
De esta definición se seguiría que sólo Dios es substancia, puesto que el resto de las cosas necesitan de Dios
para existir. Es Dios quien da la existencia -y luego la conserva- a todas las criaturas. Por eso, Descartes
afirma que el concepto de “substancia” no se refiere del mismo modo a Dios y a las cosas creadas por Él ( el concepto
de substancia es análogo -recuerde el alumn@ la analogía del ser aristotélica-), y que, por tanto, hay dos clases de
substancias:
Substancia es, pues, lo que existe por-sí y no necesita de nada más para existir (salvo de Dios), se identifica
con su atributo y puede ser concebida perfectamente mediante una idea clara y distinta. Por tanto, Descartes distingue
tres ámbitos de realidad, tres substancias, que son tres ideas innatas que intuimos de forma clara y distinta:
1. Dios o “res infinita” cuya esencia o atributo es la perfección (también la eternidad, omnipotencia,
omnisciencia...por lo que son infinitos) y que no tiene “modos”
2. Yo, Alma o conciencia o “res cogitans” cuya esencia o atributo es el pensamiento. Los “modos” del
pensamiento son múltiples: juzgar, razonar, querer, sentir, imaginar... pero pueden reducirse a dos:
entendimiento y voluntad.
3. Cuerpos, materia o “res extensa” cuya esencia o atributo es la extensión en longitud, anchura y
profundidad. Los “modos” son dos, la figura y el movimiento.
*Nota: -“clara y distinta” significa que se manifiesta sin dificultad a la inteligencia que la intuye y
que está separada de cualquier otra idea, es decir, que es simple, elemental.
El criterio de certeza de Descartes es el siguiente: “todo cuanto perciba con claridad y distinción será
verdadero y, por tanto, podré afirmarlo con inquebrantable certeza”.
Para Descartes, esta primera idea intuida: mientras pienso “yo existo como substancia pensante”, es
una “idea innata” (clara y distinta) es decir, no procede de la experiencia ni es construida por mí, sino que el
entendimiento la posee en sí mismo (no es tanto que el hombre nazca con ellas como que la razón posee cierta
predisposición natural a formarlas). La afirmación fundamental del racionalismo es que existen ideas innatas intuidas
por la mente en sí misma.
Fundamentada la existencia del pensamiento (res cogitans, Yo o Alma) el problema que se le plantea a
Descartes es cómo salir de él hacia el mundo, es decir, cómo se puede justificar demostrativa o intuitivamente la
existencia de algo aparte del Yo. Descartes lo va a hacer de la siguiente manera:
1º Analizando el propio pensamiento (puesto que, de momento, es lo único que tenemos como
cierto) para ver si hay algo en él que me permita salir hacia el mundo . En el pensamiento encontramos
“ideas” que son actos mentales o “modos de pensamiento y, en cuanto tales, todas las ideas poseen la misma
realidad. Pero las ideas tienen otro aspecto, que el análisis nos descubre, las ideas poseen un contenido objetivo y
en cuanto a su contenido su realidad es diversa: las ideas que representan substancias poseen en sí más realidad
objetiva que aquellas ideas que representan accidentes. Por eso, Descartes afirma que, además de las ideas innatas,
existen otros dos tipos de ideas:
-Ideas adventicias: aquellas que “parecen provenir” de nuestra experiencia externa (dice “parecen” porque
aún no nos consta la existencia de una realidad exterior, todavía no hemos roto el cerco de nuestro propio
pensamiento). Son ideas adventicias la idea de hombre, idea árbol, idea de mesa...
Lo que el yo piensa son ideas y no cosas (subjetivismo cognoscitivo como crítica al realismo y objetivismo
de la filosofía anterior), si yo pienso que el mundo existe, yo no pienso en el mundo sino en “mi idea de mundo”. El
problema estará en garantizar que a mi idea de mundo le corresponde una realidad, el mundo real. Si es necesario
deducir la existencia de la realidad a partir de la existencia del pensamiento que es lo único cierto, las ideas
adventicias no nos sirven para salir de nuestro propio pensamiento (si no queremos caer en un círculo vicioso)
-Ideas facticias o ficticias: (de “factum”= hecho) aquellas que construye la mente a partir de las ideas
adventicias, como por ejemplo la idea de centauro a partir de las ideas de hombre y caballo. Lógicamente, tampoco
nos sirven para dar el salto del propio pensamiento a la realidad extramental, ninguna de ellas nos permiten
demostrar la existencia de esta realidad extramental.
¿Cómo demostrar entonces que hay un mundo ahí fuera, más allá de mi mente? (Este tema es el mismo que
plantea la película de los hermanos Wachowski, “Matrix”). Sólo nos quedan las ideas innatas y ellas serán el punto
de partida para demostrar la existencia de una realidad fuera de la mente.
2º Entre las ideas innatas, Descartes descubre la idea de Infinito que va a identificar con la idea de
Dios (Dios-Infinito-”res infinita”). La idea de Infinito (Dios) no es adventicia, pues, evidentemente, no poseemos
experiencia directa de lo Infinito (Dios); no es tampoco una idea facticia puesto que, para Descartes, la noción de
finitud (limitación) presupone la idea de infinitud; tradicionalmente se mantenía que la idea de infinito provenía, por
negación de los límites, de la idea de lo finito, pero Descartes invierte esta relación. En conclusión, la idea de Dios,
como ser infinito, es innata.
Descartes desarrolla una serie de consideraciones provenientes de la teología medieval:
-el mal sólo se puede definir como algo negativo: ausencia de algo (de lo contrario habría que concluir que
Dios es el autor del mal y del pecado); de donde se desprende que allí donde no hay falta de nada (en lo Infinito) no
puede haber mal y por lo tanto se da la perfección. Infinitud y perfección son, pues, términos idénticos.
1. Un argumento ontológico semejante al utilizado por Anselmo de Canterbury (siglo XI) que parte de la
simple idea de Dios como un ser perfecto: el ser perfecto tiene que existir pues, de lo contrario, ya no sería
perfecto ya que la existencia es la mayor perfección.
La crítica que puede hacerse a Descartes es la misma que se hacía al argumento ontológico anselmiano: se
da un salto ilegítimo del orden del pensamiento al orden de la realidad, es decir, a lo más que se
puede llegar a afirmar es que “un cogito finito se forma una idea finita del ser infinito”, pero de ahí no
podemos pasar a afirmar la existencia real de ese ser.
El propio Descartes en las Meditaciones Metafísicas (1641) se pone esta objeción y responde que en el
conocimiento de Dios no es el pensamiento el que supone la existencia a algo, sino que es la necesidad de la
existencia del ser perfecto la que se impone a mi pensamiento.
2. Un argumento basado en la causalidad aplicada a la idea de Dios. Parte de la idea de un ser perfecto
en nuestra mente y le aplica una serie de presupuestos de origen escolástico tales como: todo lo que existe
tiene que tener una causa eficiente de su existencia y la causa de algo no puede ser inferior a lo causado;
puesto que yo, que tengo tal idea, no tengo en mí las perfecciones que encuentro en esta idea, tiene que
haber una realidad actual que sea causa de ellas. Y esta causa es Dios.
Esta demostración tiene la siguiente estructura argumentativa:
-las ideas tienen realidad objetiva
-yo tengo la idea de un ser infinito, pero yo no puedo ser su causa porque yo soy un ser finito, luego esa
idea ha sido causada en mí por un ser infinito
-por tanto, ese ser infinito existe realmente.
3. Un argumento cosmológico que parte de la idea de un ser perfecto y afirma que “yo que tengo esa idea
no tengo en mí las perfecciones que encuentro en ella. Pero, si yo fuese la causa de mí mismo me
hubiera dado esas perfecciones que encuentro en la idea (porque la voluntad siempre es movida por el
bien claramente conocido). Por lo tanto, tiene que haber un ser que me ha producido, que tiene en sí
esas perfecciones”. Además Descartes afirma que Dios “nos conserva en el ser” (argumento que se
contradice con otra tesis cartesiana según la cual sólo se necesita que Dios haya creado el mundo, y no
que lo conserve).
3º Una vez demostrada la existencia de Dios (incompatible con la existencia del genio maligno
anteriormente postulado), Descartes concluye que sus atributos más evidentes para nosotros son, entre
otros, la bondad infinita y la veracidad infinita. Si Dios es bueno y veraz, Dios no va a permitir que el
entendimiento me engañe, por tanto, Dios garantiza la validez de las leyes del entendimiento para el mundo.
La existencia de Dios constituye, pues, el definitivo criterio de verdad respecto a la realidad de las
cosas. La existencia del mundo es demostrada a partir de la existencia de Dios: puesto que Dios existe y es
infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que me engañe al creer que el mundo existe, por lo tanto, el mundo
existe.
Cuando uso correctamente el entendimiento puedo estar seguro de aquello que conozco como cierto. Si Dios
existe no va a permitir que me engañe en mis ideas claras y distintas, por lo que mis ideas se corresponden con una
realidad extramental. Ahora bien, aquello acerca de lo cual tengo certeza (una vez descartado el genio maligno, es
decir, la hipótesis de que el entendimiento pueda engañarme) es lo matemáticamente formulable, lo cuantificable,
por tanto, del mundo sólo puedo tener en cuenta lo cuantificable, la extensión.
Cuando Descartes recupera la certeza del mundo material, el mundo físico así recuperado no es el mundo tal
y como lo ven nuestros sentidos, sino tal y como lo piensa nuestra razón matemática (el primer nivel de duda, que nos
llevaba a desconfiar de nuestros sentidos, se mantiene).
La realidad extramental (el mundo) está constituida exclusivamente, para Descartes, por la extensión y el
movimiento (cualidades primarias, lo formulable matemáticamente, lo cuantificable) por eso recibe el nombre de
“res extensa”.
*Nota: El problema con el que nos encontramos y que ya planteó un contemporáneo de Descartes, Gassendi,
es que se establece un círculo vicioso: Descartes utiliza la claridad y distinción (evidencia intuitiva) para demostrar
la existencia de Dios, pero, a la vez, es la existencia de Dios la que garantiza que las ideas claras y distintas son
verdaderas. El propio Descartes respondió afirmando que el criterio de claridad y distinción se aplicaría a las ideas
evidentes, mientras que el criterio del Dios veraz se aplicaría a los conocimientos en los que interviene la memoria y,
sobre todo, como garantía de la veracidad de las ideas, es decir, de la existencia de la realidad exterior.
La física cartesiana queda reducida a cinemática. Al verdadero conocimiento del mundo físico accedemos
pensando (es decir, con la razón matemática) no sintiendo. Es un mecanicismo determinista: todos los organismos,
incluidos los cuerpos de los seres vivos, son máquinas regidas por leyes mecánicas donde no hay lugar para el azar o
la libertad.
Descartes rechaza, por lo tanto, la necesidad de un “alma vegetativa” o “alma sensitiva” para explicar la vida
(contradice, pues, a la autoridad hasta este momento, es decir, a Aristóteles): los animales no son más que máquinas
muy complejas.
El ser humano queda completamente separado del mundo animal y del determinismo que rige la materia,
pues “el hombre es un alma espiritual e inmortal”. Como ya hemos explicado alma y cuerpo son, cada una, una
substancia que existe por sí misma y no precisa de ninguna otra cosa, salvo de Dios, para existir. Son, pues,
substancias distintas y existen independientemente la una de la otra (dualismo cartesiano). Esta independencia de
alma y cuerpo es la idea central aportada por el concepto cartesiano de substancia y su objetivo es
salvaguardar la autonomía del alma respecto de la materia, es decir la libertad humana.
En la concepción cartesiana el alma no es sino pensamiento, este es su atributo o esencia. El tipo de
razonamiento empleado por Descartes para demostrar que el pensamiento es el único atributo del alma se
encuentra ya en Galileo: puedo fingir mentalmente que no tengo cuerpo y que no dependo del espacio y no por ello
dejaría de existir; pero no puedo fingir que no pienso. Por tanto, lo que constituye mi esencia es pensar.
La única certeza es que “yo existo en la medida en que dudo” tanto de la existencia del mundo como de la
existencia de mi cuerpo, ya que los percibo por los sentidos y éstos me pueden engañar. Puesto que dudo de mi
cuerpo, éste tiene que ser algo distinto de aquello de lo que no dudo, es decir, de mi pensamiento . Por tanto,
pensamiento (alma) y cuerpo son dos substancias distintas y existen independientemente la una de la otra. Lo que
trata de defender Descartes es la libertad del hombre negada por la ciencia clásica al imponer una concepción
mecanicista y determinista del mundo material. Liberar al alma del mundo de la necesidad mecanicista exigía situarla
como una esfera de la realidad autónoma e independiente de la materia.
La independencia de las substancias finitas -alma y cuerpo- supone una concepción dualista del hombre y
plantea lo que se ha llamado el “problema de la comunicación de las substancias” que intentarán solucionar
todos los racionalistas ¿En que consiste este problema?. Veámoslo.
Cuerpo y alma son dos substancias separadas que pueden existir la una sin la otra, pero que, sin embargo,
están unidas: el mismo yo que piensa es el que sufre, el que crece, el que muere (aunque, para Descartes, la muerte
no se produce porque se separe el alma del cuerpo, sino que, como cualquier máquina, éste deja de funcionar; en esto
discrepa de la concepción aristotélica y escolástica según la cual el alma es la forma substancial del cuerpo).
La unión entre cuerpo y alma ha de ser, por una parte accidental,como sugería Platón, ya que dada la
independencia no puede ser una unión substancial al estilo aristotélico, pero, por otra parte, la experiencia indica que
es una unidad íntima, puesto que la misma realidad que piensa es la que siente. Descartes afirma que alma y cuerpo
se unirían en la glándula pineal, situada en el cerebro: la glándula pineal haría posible, no se sabe bien de qué
manera, que las sensaciones lleguen al pensamiento y que los mandatos de éste lleguen al cuerpo. Lo que en el alma
(res cogitans) es imagen, en la materia (res extensa) es movimiento (Spinoza le echará en cara el no ajustarse a su
principio de no aceptar lo que no sea evidente como criterio de verdad).
El empirismo inglés (Locke, Berkeley, Hume) se enfrentará críticamente al problema de la substancia ya que sólo se
considera objeto de conocimiento las cualidades sensibles de las cosas y no hay ninguna idea simple, obtenida a partir
de una sensación, que nos represente a la substancia. La idea de substancia es, así, para Locke, una idea compleja
formada a partir de ideas simples de las cualidades sensibles de los fenómenos que la experiencia nos muestra
siempre asociados.
Hume, por su parte, lleva su crítica de la substancia incluso al “yo”. Todo nuestro conocimiento se reduce a
“impresiones” e “ideas”. Ahora bien, las agrupaciones de impresiones nos producen la ilusión de que existe algo
que subyace a esas impresiones y que es distinto de ellas, a eso le llamamos “substancia”. Por tanto, la substancia
es un concepto vacío pues no corresponde a ninguna impresión sensible; es, simplemente, una “idea” formada por
la imaginación mediante la asociación de diversas sensaciones.
Por eso, la idea de Yo, como “soporte” de agrupaciones de impresiones, es también una “idea” de la imaginación
que me permite aunar lo que no son más que contenidos perceptivos que se suceden continuamente.
Para saber más:
1. Aceptación de las matemáticas como saber modélico que implica un ideal de ciencia deductiva siguiendo el
modelo matemático. Es decir, creen que es posible deducir el sistema de nuestro conocimiento acerca del
mundo a partir de ciertas ideas y principios evidentes (ideas innatas).
2. Convicción de que el ámbito del pensamiento, la razón, es el elemento fundamental en el conocimiento.
3. Convicción de que el ámbito del pensamiento se corresponde exactamente con el ámbito de la realidad. En
esta convicción se basa la definición de la substancia: lo que existe por sí mismo y se puede concebir por sí
mismo
4. Menosprecio de la experiencia, puesto que el pensamiento por sí mismo es capaz de descubrir la estructura
de la realidad no será necesario recurrir a la experiencia. Este menosprecio de la experiencia se muestra en la
afirmación de la existencia de ideas innatas y en la utilización del argumento ontológico para demostrar la
existencia de Dios.
5. Recurso a Dios para garantizar la correspondencia entre el orden del pensamiento y el orden de la realidad.
1. El centro de la teoría del conocimiento es, en ambas corrientes, el concepto de “idea”. Conocer es, para
racionalistas y empiristas, conocer ideas, lo que equivale a decir que sólo conocemos mediante ideas. Su
teoría del conocimiento es, pues, representacionista. Pensar es relacionar ideas entre sí: lo único que el
entendimiento conoce directamente son las ideas.
2. Ambas corrientes tratan de explicar el origen del conocimiento convencidos de que sólo se podrá conocer el
valor del conocimiento si se sabe como se origina. La diferencia entre ambas corrientes está en que los
racionalistas, al admitir la existencia de ideas innatas, se ocupan, sobre todo de la génesis de la certeza, del
criterio de verdad y del fundamento de la misma; mientras que el empirismo estudia, sobre todo,la génesis
de las ideas, es decir, cómo se producen, ya que niegan la existencia de ideas innatas.
3. Ambas corrientes consideran que el modo más seguro de conocer es la intuición, aunque el racionalismo
habla de “intuición intelectual”, mientras que el empirismo habla de “intuición sensible”.
4. Ambas corrientes toman como modelo el método científico. El racionalismo acentúa la importancia de la
deducción como garantía de certeza, mientras que el empirismo tiene en cuenta, fundamentalmente, la
experiencia empírica.
1. Para los racionalistas es el sujeto el que funda el conocimiento y desempeña en el mismo un papel regulador
mientras que para los empiristas el sujeto está subordinado a la experiencia y depende de ella desde el punto
de vista de la génesis de los contenidos del conocimiento.
2. Para los racionalistas la conciencia está cargada de contenidos innatos; mientras que para los empiristas la
conciencia está inicialmente vacía en espera de recibir los contenidos que provienen de la experiencia.
3. Para el racionalismo el pensamiento es autónomo frente a la experiencia y capaz de juzgar, por sí mismo, la
validez de los datos que proporciona la experiencia sensible; por el contrario, para el empirismo, el
pensamiento depende en su funcionamiento de los datos que le proporciona la sensibilidad (externa
-sensación-, para los datos externos, e interna -reflexión-, para los datos que informan sobre el estado y
procesos del organismo) ya que esta es la única vía que admiten para adquirir contenidos de conocimiento. Es
decir, para los empiristas, el entendimiento no puede construir por sí mismo conceptos, al margen de toda
experiencia como afirmaban los racionalistas (crítica al innatismo).
4. Los racionalistas confían absolutamente en la razón sin pararse a analizar sus límites, mientras que la razón
de los empiristas es una razón crítica que examina sus propios límites y posibilidades.
5. Los empiristas, excepto en el caso de Berkeley, no recurren a Dios como pieza fundamental de su sistema por
lo que se critica la metafísica tradicional y los conceptos de “substancia”, “alma”, “yo” y “causa”.
Descartes nace en La Haya, Turena (Francia) en 1596, en una familia noble y acomodada lo que le permitirá
dedicarse al estudio. Su apellido es “des Cartes” de ahí que se diga “filosofía cartesiana” o que algunos autores se
refieran a él como Cartesio. Estudió en el colegio jesuita de la Fléche, en donde recibe una formación escolástica y una
fructífera iniciación a las matemáticas. Su formación filosófica a base de resúmenes y comentarios de las obras de
Aristóteles lo deja sumido en la duda ya que, como él afirma en el Discurso del Método: “no hay cosa alguna que no
sea objeto de disputas y que, por tanto, no sea dudosa”. Sólo encuentra satisfacción en las matemáticas “por la
certeza y evidencia de sus razones” y las usará como guía para encontrar un saber absoluto, una filosofía única de
valor universal y que pueda ser universalmente aceptada por todos.
En 1618 estalla la Guerra de los Treinta años entre católicos y protestantes en la que Descartes participa
formando parte del ejército del duque Maximiliano de Baviera. En esa siuación, el 10 de Noviembre de 1619 tiene una
especie de intuición de un método riguroso que serviría para construir sólidamente la ciencia y la filosofía. Entonces
abandona el ejército y comienza una época de viajes, es un período de 9 años en los que se dedica a ir ensayando el
método y al final del cual escribe las Reglas para la dirección del espíritu (1628) que no concluye y que se publicará,
después de su muerte, en 1701.
En el otoño de 1628 se traslada a Holanda en donde encuentra el clima de libertad y tranquilidad necesarios
para dedicarse a sus estudios. Allí permanecerá hasta 1649 año en que es invitado a Estocolmo por la reina Cristina de
Suecia, que deseaba aprender la nueva filosofía guiada por su propio fundador.
En 1633, concluido su Tratado del mundo, construido sobre las hipótesis de Copérnico, tiene lugar la condena
de Galileo en Roma y Descartes decide no publicarlo. Sin embargo, Descartes no renuncia a dar a conocer una parte
de su física y en 1637 publica el Discurso del Método, seguido de los ensayos de este método: “Dióptrica”, “Meteoros”
y “Geometría”.
En 1641 publica las Meditaciones Metafísicas y en 1644 los Principios de la Filosofía. Descartes se muestra
extraordinariamente prudente para evitar cualquier tipo de condena, lo cual le conduce a posturas ambiguas respecto
al movimiento de la Tierra y frente al aristotelismo.
Posteriormente, dedicado sobre todo a cuestiones morales, publica Tratado de las pasiones (1649), su última
obra, pues muere de pulmonía en Febrero de 1650, poco tiempo después de haber aceptado la invitación de la reina
Cristina de Suecia.
El Tratado del mundo y el Tratado del hombre fueron publicados en París catorce años después de su muerte.
La revolución científica comenzó con la publicación en 1543 del libro Sobre las revoluciones de los orbes
celestes, cuando su autor, Copérnico, acababa de morir. Su editor, Andreas Osiander, afirmaba en el prólogo que el
libro sólo contenía hipótesis que permitían calcular los movimientos celestes, pero no tenían nada que ver con la
realidad. Desde luego esta no era la opinión de Copérnico que pretendía hacer valer como real su método. La gran
batalla comenzó cuando Kepler y Galileo defendieron públicamente la hipótesis copernicana del heliocentrismo.
La revolución científica, es decir, el cambio de modelo o “paradigma científico””, tuvo lugar, pues, en la
primera mitad del siglo XVII y fundamentalmente en el ámbito de la astronomía. El modelo aristotélico-ptolemaico
(Claudio Ptolomeo de Alejandría, siglo II d.C) que había servido durante catorce siglos, es substituido por un nuevo
modelo de ciencia basado en el ideal platónico-pitagórico de matematización de la naturaleza.
La revolución científica no sólo alteró la imagen del Universo, la concepción de la ciencia y la metodología
científica, sino que también trajo consigo numerosas implicaciones religiosas e ideológicas y, lo que es más
importante, una nueva interpretación de la razón y una nueva forma de filosofar.
1.La imagen aristotélico-ptolemaica del mundo: Según Aristóteles, la Tierra ocupa el centro del Univeso y
permanece fija y estable (Geocentrismo). El Universo es finito y en él no existe el vacío. El Cosmos está ocupado por
esferas cristalinas de éter (elemento puro e incorruptible) en cuyo interior se encuentran los astros (esferas perfectas
cuyo movimiento es circular y uniforme -la causa del movimiento es extrínseca e inmaterial: motores inmóviles
inmateriales a su vez movidos por el Primer Motor Inmóvil o Dios-), estando todo el conjunto limitado por la esfera de
las estrellas fijas. Para poder explicar la posición aparente de los astros, que variaban de trayectoria y brillo, Ptolomeo
propuso un sistema que se impondría durante diecisiete siglos y tan preciso que los árabes lo llamarían “Almagesto”,
es decir, el más grande. Ptolomeo afirmaba que, con su sistema de epiciclos, deferentes y punto ecuante, no pretendía
descubrir la realidad sino, sólo, dar razón de las apariencias y como medio de cálculo para cuestiones
prácticas(afirmación completamente lógica pues suponía enfrentarse a la “autoridad” de la física aristotélica ). El
Universo es heterogéneo pues se divide en dos regiones: la región supralunar -incluida la luna- compuesta de éter y la
región sublunar (Tierra) compuesta por los cuatro elementos (Empédocles: agua, aire, tierra y fuego) corruptibles y
dotados de movimientos naturales hacia su lugar natural.
2.La nueva imagen del Universo: La “revolución copernicana” coloca al Sol en el centro del Universo
(Heliocentrismo)y convierte a la Tierra en un planeta más que, realmente, “se mueve”. Esta modificación permite
simplificar el recargado artefacto ptolemaico que ya en el siglo XV precisaba más de 80 movimientos simultáneos para
dar razón de los movimientos de los 7 cuerpos celestes. La principal aportación de Kepler será el rechazo de la
circularidad y uniformidad del movimiento (Copérnico y Galileo seguían admitiéndolo):los planetas recorren órbitas
elípticas, estando situado el Sol en uno de los focos, con velocidad irregular (ley de áreas y ley de períodos). Desde
que Copérnico convierte a la Tierra en un planeta más desaparece la distinción entre los mundos supralunar y
sublunar, pero es Galileo, perfeccionando el telescopio el que termina definitivamente con la heterogeneidad del
Universo: los astros no eran cuerpos perfectos de éter incorruptible. Así aparece la idea de “Uniformidad de la
Naturaleza”: toda la naturaleza se rige por las mismas leyes regulares y simples que se pueden expresar
matemáticamente. El telescopio también permite confirmar la teoría de la infinitud del Universo de Giordano Bruno: si
no hay esferas cristalinas no hay límite del Universo y los cuerpos celestes podrían estar dispersos por un Universo
Infinito (Galileo lo consideró probable pero no demostrable).
Kepler y Galileo pondrán las bases de la teoría de la gravitación universal de Newton substituyendo los
principios de explicación aristotélica del movimiento por conceptos de carácter científico. Ya no van a tenerse en
cuenta las causas o cualidades ocultas que intervienen en el movimiento sino que lo único a tener en cuenta son
magnitudes medibles (espacio y tiempo) y la relación matemática entre ellas. De este modo, Galileo formula el
movimiento uniforme, el movimiento uniformemente acelerado y el movimiento violento de los proyectiles. No fue
capaz de presentar explicitamente la ley fundamental de la física clásica, la ley de la inercia, que Descartes formulará
basándose en su concepción de la res extensa como materia física y a la vez espacio tridimensional euclídeo -longitud,
anchura y profundidad-.
3.El nuevo método científico: El método de resolución y composición (es decir, de análisis y síntesis), que será
el fundamento del método hipotético-deductivo-experimental de Galileo, ya era usado desde el siglo XIV por los
filósofos de Oxford y de Padua e incluso puede retrotraerse a Aristóteles. Por tanto, el nuevo método no es descubierto
por Galileo pero encuentra en él a uno de sus mejores teóricos.
El método de Galileo es contrario al método que propugnaba Francis Bacon: método inductivo consistente en
la observación de datos de experiencia para establecer principios o leyes de carácter general mediante una
generalización inductiva. Para Galileo, la ciencia nueva no es, simplemente, recogida de datos, sino que la razón
construye y representa matemáticamente un modelo hipotético de la realidad teniendo en cuenta las características
cuantificables (medibles) de los fenómenos. Esta hipótesis tendrá que dar lugar a consecuencias verificables
experimentalmente. Los pasos del método experimental de Galileo son, pues:
-Resolución: a partir de la experiencia sensible se analiza lo dado dejando sólo las propiedades
esenciales, es decir, aquellas que son cuantificables, que pueden ser objeto de medida, como
espacio, tiempo, velocidad, aceleración (las no cuantificables, cualidades secundarias, son
consideradas meramente subjetivas).
-Composición: construcción o síntesis de una hipótesis (suposición) enlazando las diversas
propiedades esenciales elegidas. De esta hipótesis se deducen una serie de consecuencias que
pueden ser objeto de experimentación.
-Resolución experimental es, pues, el último paso del método: el experimento pone a prueba los
efectos deducidos de la hipótesis.
En muchos casos, Galileo no lleva a cabo, realmente, el experimento, sólo hace un experimento mental.
Además, podría pensarse que si el experimento no confirma la hipótesis, ésta debería ser rechazada, sin embargo,
Galileo, como buen moderno, cree en la naturaleza autónoma de la razón matemática, cree que la razón impone sus
leyes a la experiencia, por lo que considera que aunque el experimento no confirme la hipótesis, no debemos
rechazarla sino esperar a que avance la tecnología experimental.
El nuevo mundo surge de esta confianza absoluta en la razón que se desliga de toda autoridad, sea de la
tradición o de los sentidos. Por eso, Galileo alaba a Copérnico que fue capaz de preferir lo que su razón le dictaba a lo
que las experiencias sensibles (los sentidos) le presentaban. Es el inicio de la razón como factor de dominio del mundo
y ello es posible porque la manifestación más inmediata de la razón es la matematización y porque, como afirma
Galileo, “el libro del Universo está escrito en caracteres matemáticos y quien quiera saber algo de él debe aprender
ese lenguaje”.
Todo ello supone una nueva concepción de la ciencia (interpretación racional de fenómenos que pueden ser
medidos y tratados matemáticamente), supone una nueva concepción de la realidad (ya no es un organismo vivo sino
una máquina o mecanismo: concepción cuantitativo-mecanicista de la realidad que coincide con la manera en que
Descartes concibe la res extensa), y supone, por último, una nueva concepción de la relación entre ciencia y realidad:
lo real es lo que se adapta a la razón matemática.
La nueva ciencia se basa, como hemos visto, en el método que trata de armonizar experiencia y
construcción racional (matemática) y Descartes será el gran teórico de este método. Pretende aplicar el
método matemático-deductivo a la filosofía como saber metafísico para, de este modo, fundamentar la
física y su explicación cuantitativo-mecanicista de la realidad material.