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trastorno de déficit de
atención
Ni lo uno ni lo otro. El TDA existe, sin duda. Supone una afectación neuropsicológica
leve, es decir, un déficit en el cerebro que se manifiesta en la conducta, y negar su
existencia implicará que los niños con esta alteración cognitiva que se puede corregir y
compensar con relativa facilidad crezcan desadaptados, tengan problemas de conducta
y atrasos en el cole y acaben estigmatizados como “el que no se entera de nada”, “el
malo de la clase”, etcétera.
En todos los niños TDA (Trastorno de Déficit de Atención) existe una afectación de
la función atencional del cerebro.
Las funciones ejecutivas se refieren a las capacidades del cerebro de afrontar tareas,
planificar objetivos y ejecutar una conducta paso por paso. En definitiva, controlar la
conducta. Necesitamos estas funciones para todo, desde vestirnos hasta tomar
decisiones o hacernos un cola cao, de ahí que un sujeto TDA pueda cometer errores
tan incomprensibles para el resto como calentar el cazo sin echar la leche. Estas
funciones también influyen en el autocontrol emocional: es muy difícil para un TDA dejar
de hacer algo placentero por una obligación, su umbral de tolerancia a la frustración es
muy bajo.
Podemos imaginarnos lo difícil que puede ser hacer los deberes si tenemos dificultades
para sacrificar las horas de ocio para hacer los deberes. Lo difícil que puede ser para
un TDA aprender a sumar, por ejemplo, teniendo dificultades para planificar la suma (1.
Colocar un número debajo de otro. 2. Poner el símbolo + al lado. 3. Sumar los números
por columnas. 4. Sumar a la siguiente columna lo que me llevo), llevar a cabo ese
proceso (un TDA podría hacer el paso 2 antes del paso 1, por ejemplo), mantener la
información en la memoria lo suficiente para hacerlas bien (en mitad de una suma se le
podría olvidar por dónde iba) y mantener nuestra atención en ellas (de repente se le
puede ir la atención al lápiz o a una mosca que le molesta).
Es por ello por lo que ciertas tareas pueden convertirse para un TDA en una odisea.
Estos niños muchas veces son injustamente acusados de “desobedientes” por padres
y profesores o son considerados “lentos” o “menos listos” por sus compañeros.
A Carlitos, un niño con TDA, su mamá le dice siempre que no se suba al sillón con
zapatos. Carlitos muchas veces obedece, pero otras llega del cole corriendo, se tira en
el sillón, y planta todo su zapato en él. Su madre las primeras veces se lo dice con
cariño. “Carlitos, cuando te subas al sillón, te quitas los zapatos” pero varias veces
después, pierde la paciencia, —comprensible— y le grita que es un desconsiderado y
un egoísta.
Carlitos no lo ha hecho aposta. Todas esas veces que había desobedecido, Carlitos se
había olvidado de la orden, o estaba pensando en otra cosa cuando lo hizo y no logró
mantener la orden “no zapatos en sofá” activa a la vez que hacía otra actividad. Si
Carlitos tiene ese tipo de dificultades y su mamá o papá no lo sabe y cree que lo hace
aposta, Carlitos pronto será el “malo” de la casa. Igual le ocurrirá con las luces, el grifo,
la cartera, los libros, los deberes… Los niños TDA tienen la inteligencia totalmente
conservada, —existen muchos casos de sobredotación intelectual en TDA— por lo que
se darán cuenta de sus dificultades y de sus estigmas y esto mermará su autoestima,
produciéndoles mucho sufrimiento. Muchas familias de niños TDA no acuden a terapia
porque sospechen el síntoma, sino acusando falta de autoestima o problemas de
conducta en el pequeño.
El Trastorno de Déficit de Atención puede ser de dos tipos. Uno con un Perfil Inatento,
donde está afectada principalmente la memoria de trabajo, la atención que selecciona
los estímulos importantes para hacer una tarea y la velocidad de procesamiento.