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Mitos y realidades sobre el

trastorno de déficit de
atención

Existe mucho desconocimiento sobre el Trastorno de déficit de atención. La mitad de la


población cree que su hijo tiene TDA sólo porque ha suspendido una asignatura y la
otra mitad insiste en que el TDA no existe, sólo los niños inquietos.

Ni lo uno ni lo otro. El TDA existe, sin duda. Supone una afectación neuropsicológica
leve, es decir, un déficit en el cerebro que se manifiesta en la conducta, y negar su
existencia implicará que los niños con esta alteración cognitiva que se puede corregir y
compensar con relativa facilidad crezcan desadaptados, tengan problemas de conducta
y atrasos en el cole y acaben estigmatizados como “el que no se entera de nada”, “el
malo de la clase”, etcétera.

En todos los niños TDA (Trastorno de Déficit de Atención) existe una afectación de
la función atencional del cerebro.

No es que no quieran atender; es que no consiguen acudir a sus recursos atencionales


con la facilidad de un niño no TDA.
La atención nos permite seleccionar los estímulos relevantes y evitar la distracción de
los irrelevantes. También nos permite responder simultáneamente a varias tareas, así
como sostener el foco atencional sobre una tarea un tiempo largo. El niño TDAH
(Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad) tiene dificultades en todas estas
cualidades atencionales.

El control voluntario de la atención aparece en el segundo año de vida, aunque hasta


los 6 años el niño no puede hacer un uso del todo consciente, estratégico, de esta. Es
por ello por lo que es arriesgado diagnosticar un TDA a edades demasiado tempranas.

La memoria de trabajo, que funciona muy de la mano de la atención en nuestro


cerebro, también se ve afectada en este trastorno, así como las funciones ejecutivas.
La memoria de trabajo nos permite, entre otras cosas, mantener la información “activa”
y manipularla en la mente durante un breve periodo de tiempo. Si este proceso tiene
errores, no podremos hacer una tarea con la misma efectividad, la información se nos
habrá ido “de la cabeza” antes de que podamos usarla en la tarea.

Las funciones ejecutivas se refieren a las capacidades del cerebro de afrontar tareas,
planificar objetivos y ejecutar una conducta paso por paso. En definitiva, controlar la
conducta. Necesitamos estas funciones para todo, desde vestirnos hasta tomar
decisiones o hacernos un cola cao, de ahí que un sujeto TDA pueda cometer errores
tan incomprensibles para el resto como calentar el cazo sin echar la leche. Estas
funciones también influyen en el autocontrol emocional: es muy difícil para un TDA dejar
de hacer algo placentero por una obligación, su umbral de tolerancia a la frustración es
muy bajo.

Podemos imaginarnos lo difícil que puede ser hacer los deberes si tenemos dificultades
para sacrificar las horas de ocio para hacer los deberes. Lo difícil que puede ser para
un TDA aprender a sumar, por ejemplo, teniendo dificultades para planificar la suma (1.
Colocar un número debajo de otro. 2. Poner el símbolo + al lado. 3. Sumar los números
por columnas. 4. Sumar a la siguiente columna lo que me llevo), llevar a cabo ese
proceso (un TDA podría hacer el paso 2 antes del paso 1, por ejemplo), mantener la
información en la memoria lo suficiente para hacerlas bien (en mitad de una suma se le
podría olvidar por dónde iba) y mantener nuestra atención en ellas (de repente se le
puede ir la atención al lápiz o a una mosca que le molesta).

Es por ello por lo que ciertas tareas pueden convertirse para un TDA en una odisea.

Estos niños muchas veces son injustamente acusados de “desobedientes” por padres
y profesores o son considerados “lentos” o “menos listos” por sus compañeros.

Imaginemos otro caso:

A Carlitos, un niño con TDA, su mamá le dice siempre que no se suba al sillón con
zapatos. Carlitos muchas veces obedece, pero otras llega del cole corriendo, se tira en
el sillón, y planta todo su zapato en él. Su madre las primeras veces se lo dice con
cariño. “Carlitos, cuando te subas al sillón, te quitas los zapatos” pero varias veces
después, pierde la paciencia, —comprensible— y le grita que es un desconsiderado y
un egoísta.
Carlitos no lo ha hecho aposta. Todas esas veces que había desobedecido, Carlitos se
había olvidado de la orden, o estaba pensando en otra cosa cuando lo hizo y no logró
mantener la orden “no zapatos en sofá” activa a la vez que hacía otra actividad. Si
Carlitos tiene ese tipo de dificultades y su mamá o papá no lo sabe y cree que lo hace
aposta, Carlitos pronto será el “malo” de la casa. Igual le ocurrirá con las luces, el grifo,
la cartera, los libros, los deberes… Los niños TDA tienen la inteligencia totalmente
conservada, —existen muchos casos de sobredotación intelectual en TDA— por lo que
se darán cuenta de sus dificultades y de sus estigmas y esto mermará su autoestima,
produciéndoles mucho sufrimiento. Muchas familias de niños TDA no acuden a terapia
porque sospechen el síntoma, sino acusando falta de autoestima o problemas de
conducta en el pequeño.

El Trastorno de Déficit de Atención puede ser de dos tipos. Uno con un Perfil Inatento,
donde está afectada principalmente la memoria de trabajo, la atención que selecciona
los estímulos importantes para hacer una tarea y la velocidad de procesamiento.

El Perfil Hiperactivo, por su parte, supone mayores dificultades para sostener la


atención, inhibir la conducta y planificar las tareas.

Cuando se sospecha seriamente que un niño puede ser TDA, es absolutamente


necesario acudir a un profesional que pueda hacer una correcta evaluación y
tratamiento. El psicólogo ayudará al pequeño a desarrollar estrategias nuevas de
atención, memoria y función ejecutiva que le permitirán compensar sus déficits. Durante
el trabajo terapéutico, y con pautas para casa y el cole, el niño introyectará esas
estrategias, las convertirá en hábitos, de tal manera que pasado un tiempo las dominará
y ya no tendrá que esforzarse el doble que los demás para acatar una orden, seguir las
reglas de un juego o hacer las tareas.

Al tratarse de una afectación neuropsicológica existen casos más graves que no


mejoran sólo con intervención psicológica, siempre necesaria. En este momento,
familiares, psicólogo y psiquiatra han de plantearse recurrir a medicación especializada.

El Metilfenidato incide positivamente sobre la alerta atencional y las funciones


ejecutivas, mejora la tolerancia a la frustración y disminuye la perseverancia. La
Atomoxetina se emplea cuando hay comorbilidad con tics, ansiedad o depresión.
El uso de la medicación tiene que compensar. Actualmente se usa porque en casos
graves de TDA el sufrimiento del niño y de los familiares, el desajuste social alcanzado,
la baja autoestima y el sentimiento de impotencia del niño son mucho más graves que
los efectos secundarios que pudieran producir estos medicamentos. Si se usan cuando
no hay otra opción más ecológica y dentro de la máxima legalidad y con profesionalidad,
la medicación es una ayuda inestimable en determinados casos de TDA.

Estudios recientes hablan también de la relación entre intolerancia alimentaria y TDA,


así como la incidencia positiva de alimentos prebióticos sobre autismo y TDA.

Rocío Carballo. Psicoterapeuta.

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