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Elvira Lindo
24 FEB 2019 - 00:00 CET
Me quedé un buen rato frente a Thérèse soñando. No tanto ya para entregarme al disfrute de
ese cuadro de Balthus que he visto tantas veces, sino por prestar oído a los comentarios de
los visitantes que llegaban hasta él. Jubilados y excursionistas pueblan entre semana los
museos. Unas mujeres comentaban, mírala ella, qué a gusto está. Un hombre informaba a
otro de que en Nueva York ese cuadro está prohibido. ¿Por? “Porque a la niña se le ven las
bragas”, respondía el informado. Y los dos se quedaban absortos, sopesando si la censura
tiene alguna lógica o es otra excentricidad de los americanos. ¡Ajá!, así que para algunos se
trata de un cuadro prohibido. Eso, sin duda, añade un aliciente a la visita, porque no hay
mayor satisfacción que contemplar algo que a otros les es negado.
MÁS INFORMACIÓN
Y yo me pregunto, ¿seguimos con que el sexo es sucio? Recuerdo con precisión mis
primeras singulares fantasías, y haber observado luego con curiosidad y humor las
expresiones de la revolución hormonal en los adolescentes a los que he educado. Me resisto
a negarle a un artista el derecho a retratar este momento bellísimo de la vida, interesante por
lo que tiene de fugaz y por la rara mezcla entre la actitud descarada y la involuntaria. A
ver si para librar a las niñas de las intenciones de los perturbados les negamos aquello a lo
que tienen tanto derecho como los varones: su sexualidad, esa fuente de goce y alegría que
no se debe esconder ni negar. Y eso es lo que vio Balthus, esto es lo que retrató. Eso, que
no es pecado sino maravilla.
Dudo mucho que un cuadro provoque en alguien la necesidad imperiosa de salir corriendo a
vulnerar la inocencia de una crisálida. En un presente en el que los padres debieran controlar
el tipo de “educación” sexual que están cediéndole al porno, es ridículo mezclar a Balthus
con el MeToo. Igual que extender la idea de que todas las feministas somos unas
puritanas.
La que escribe, por lo leído, está muy segura de las intenciones que tuvo Balthus.
https://www.perfil.com/noticias/cultura/puede-una-obra-incitar-a-la-pedofilia.phtml
Una ciudadana estadounidense elevó un pedido al Metropolitan de Nueva York (Met) para que
retire o contextualice una pintura de Balthus de 1938. El museo se niega.
Mercedes Alvarez Exhibición. Teresa soñando, el cuadro de Balthus que se exhibe en el Met. Foto:
cedoc
En 1934 el conde Balthasar Klossowski de Rola –más conocido como Balthus– pintó un cuadro
polémico: La lección de guitarra. En él una maestra tiene sobre sus rodillas el cuerpo arqueado y
semidesnudo de su discípula, a la que somete sujetándola por el cabello y las piernas, en lo que
parece algún tipo de juego sexual. La guitarra aparece tirada sobre el piso. La pintura fue un
escándalo, no sólo para sus espectadores, sino también para las vanguardias del momento. Cubistas,
surrealistas y futuristas se sintieron directamente increpados. Balthus había recurrido a motivos
clásicos, a un estilo figurativo que lo dejaba al margen de su época. Pensaba que el repudio a la
tradición de las vanguardias se basaba en la ignorancia, y rechazó todo recurso que no estuviese
vinculado con la tradición. Hasta su muerte no abandonó jamás la senda de la más pura ortodoxia.
Es curioso que este apego a la tradición de Balthus, su figurativismo, sea lo que hace unos pocos
días llevó a Mia Merrill, una mujer en Nueva York, a elevar un petitorio al Metropolitan Museum
donde solicitaba que el museo retirara o contextualizara otra famosa pintura de Balthus, Teresa
soñando (petición que ya cuenta con 8.700 firmas). La obra es de una belleza extraordinaria: una
niña de unos diez o doce años recibe la luz en la cara con los ojos cerrados. Tiene las manos cruzadas
detrás de la cabeza y una pierna apoyada en un banco. La postura deja al descubierto sus muslos y
su ropa interior. “Dado el reciente clima sobre el acoso sexual y las acusaciones que se hacen más
públicas cada día, al exhibir este trabajo a las masas sin proveer ningún tipo de clarificación, el Met
está, tal vez sin intención, respaldando el voyeurismo y la cosificación de los niños”, señaló Merrill.
El Met indicó que no retirará ni tampoco contextualizará la obra, invocando el respeto a la expresión
creativa. Una vez más asistimos a un caso de total confusión entre realidad y representación. Por
un lado, es interesante en la frase de Merrill el uso de la palabra “masas”. ¿Quiénes serían estas
masas? ¿Los poco ilustrados ciudadanos estadounidenses que luego de ver un cuadro saldrían a
“cazar” lolitas e intentar llevar a cabo sus fantasías? ¿Los pedófilos? ¿Los niños que asisten a las
escuelas? Por otro lado, es alarmante constatar el deseo de un amplio sector de la sociedad de
que las conciencias sean esterilizadas. Ya no se trata de que no se cometan actos aberrantes, sino
de que ni siquiera puedan ser pensados. Balthus, por otro lado, defendía que no había intención
erótica en sus retratos de niñas, de modo que de alguna forma la responsabilidad quedaba en el
ojo del que miraba. ¿Será que nos excita la inocencia de las niñas de Balthus? ¿Será que, como a los
vampiros, nos asalta el deseo irreprimible de pervertir lo más puro? Por último, sería interesante,
de acceder el Met a poner un cartel aclaratorio, definir su contenido. ¿Qué diría? ¿“Advertencia, no
lo intenten en sus casas”? O quizá: “Recuerde, la pedofilia es un delito”. Sin embargo, sería delicioso
que el Met accediera a exhibir ese cartel, y reprodujera la frase que Balthus dijo en una de sus pocas
entrevistas, concedida a Le Monde en 1991: “No sé qué decir de aquello que pinto”. (Fuente
www.perfil.com).
Cualquier cosa que se diga sobre el cuadro parece de antemano estar condenada a una moral que
se sale del cuadro. ¿cuál es la manera de hablar de estos cuadros? Ver Bataille, el erotismo, la
seducción.
https://blocdejavier.wordpress.com/2015/11/14/therese-sonando-balthus-1938/
“Las niñas para mí son sencillamente ángeles y en tal sentido su inocente impudor
propio de la infancia. Lo morboso se encuentra en otro lado” (Balthus)
Perturbador y escandaloso entre ciertos sectores sociales dados a ejercer la censura con ánimo
vocacional, el pintor Balthus -nombre artístico de Balthasar Klossowski de Rola (1908-
2001)- se defendió de quienes veían una sombra de suciedad en sus niñas impúberes y
abandonadas sosteniendo que nunca se acercó a las modelos con intenciones morbosas.
Las jovencitas -ninfas perturbadoramente asexuadas- de Balthus, seres situados a las puertas
o en los primeros estadios de la adolescencia a las que el pintor muestra en actitudes hieráticas
pero de un lenguaje corporal que puede ser entendido como sexual…
Su pintura siempre tuvo un toque de locura aristocrática. Una inclinación aleatoria sobre
lo clásico. Había una luz erótica, inquieta, en sus cuadros. Tensado en un clasicismo
autodidacta imprimió a su pintura un ritmo personal. Muchas de sus dibujos y cuadros están
cargadas de una tensión sensual algo insana, poseen como una atmósfera surrealista,
misteriosa, a pesar que el tema, trivial por lo demás, sea una calle con personas, una sala de
estar con chimenea o una niña desnuda frente al espejo. En buena cantidad de sus cuadros
una constante: ninfas, Lolitas, niñas a punto de estallar en mujeres.
Entre los óleos pintados en París están el bellísimo Thérèse (1938), donde la cría, recostada
en una silla, vestida con ropas de adulta y con un gesto de austera dignidad o aburrimiento -
los niños de Balthus nunca sonríen- mira hacia la nada con los muslos descubiertos y el
mucho más explícito en guiños eróticos Thérèse soñando (1938), con la modelo con los,
ojos cerrados, adormilada o perdida en sus pensamientos y mostrando la blanca ropa interior
mientras adopta un ademán de letargo sensual. Un gato, a sus pies, lame leche de un platillo
en una metáfora sexual nada oculta.
Las menores pintadas por Balthus me remiten a la Lolita de Vladimir Nabokov. El libro
está lleno de sugerencias y sutilezas como la pintura de Balthus. Tienen algo de ángeles
sobrevolando nuestro oscuro deseo, nuestro voyeurismo.
Balthus nunca pudo quitarse de encima el aura de voyeur. En 1996, cinco años antes de morir
declaró: “Algunos periodistas creen que mi obra es pornográfica ¿Qué significa eso? Todo
es pornográfico hoy en día. La publicidad es pornográfica. Las modelos de productos de
belleza parecen tener un orgasmo”.
https://infomag.es/2018/09/18/no-he-escrito-este-articulo-para-que-usted-lo-lea/
Seguí practicando el fútbol muchos años después, pero en algún momento de la adolescencia
desarrollé un sentido de la reputación que me impidió desdeñar como hasta entonces la
derrota. Su perspectiva se me hizo insoportable. Aprendí a transigir con las trampas, a
engañar al árbitro, a intimidar al rival. Solo me preocupaba ganar. Olvidé la capacidad de
disfrutar del juego y, con el tiempo, lo dejé.
Epícteto enseña que algunas cosas dependen por completo de nosotros y otras no. De
nosotros depende el juicio que nos formamos de la realidad, la intensidad con que la
gozamos o la sufrimos, pero no la realidad en sí: el dinero, la fama, la salud. Y al
empeñarnos en controlar lo que no depende de nosotros, nos volvemos vulnerables a la
frustración y acabamos sumidos en el reproche constante de los dioses, de los demás, de
nosotros mismos.
“No se obsesione con los resultados, fíjese objetivos relacionados con su propio esfuerzo”,
aconseja Jeremy Anderberg. “Mi esperanza con respecto de este artículo no debería ser, y de
verdad que no lo es, que se comparta y retuitee miles de veces. No puedo decidir lo que se
transforma en viral y lo que no. Los caprichos de internet no merecen ni un instante de
reflexión o inquietud. En lugar de ello, mi objetivo ha sido investigar, escribir, organizar y
editar el material lo mejor que he sabido”.
Ortega distingue entre almas grandes y almas chicas. El pusilánime, dice, carece de
proyectos, busca el placer y evita el dolor y cree que “si un pintor se afana en su oficio es por
el deseo de ser famoso, rico, etcétera”. Pero lo que mueve al magnánimo es la pasión
creadora: “vivir y ser es para él hacer grandes cosas”.
“Una rueda que se mueve por sí misma”, lo describe Nietzsche. No necesita pretextos (el
oro, el éxito, la adulación) para gozar de la existencia. Ha logrado la plena liberación.
Una campaña en internet reúne 10.000 firmas para que el Metropolitan de Nueva York retire
el cuadro ‘Thérèse Dreaming’, por ser considerado como “sexualmente sugerente”. El museo
responde que prefiere debatir a censurar.
‘Thérèse Dreaming’
En estos días, corre una petición on line contra uno de los cuadros expuestos
permanentemente en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, Thérèse Dreaming
(1938), en la que se muestra a la modelo y vecina de Balthus, Thérèse Blanchard, con unos
13 años, recostada y con su ropa interior visible. Mia Merrill, una vecina
neoyorquina, comenzó la petición en Care2, el pasado 30 de noviembre y ya ronda los 10.000
simpatizantes.
La autora del movimiento pide firmas para que el museo “sea más concienzudo en cómo
contextualizan esas piezas a las masas”. “Esto se puede conseguir eliminando la pintura de
esta galería o proporcionando más contexto en la descripción de la pintura”, añade. Se le
ocurre que en la cartela podría acompañar la siguiente leyenda: “Algunos espectadores
encuentran esta pieza ofensiva e inquietante, dado el enamoramiento artístico de Balthus por
las chicas jóvenes”.
Un debate respetuoso
Merrill visitó el MET un fin de semana y se escandalizó al ver “una pintura que representa
una niña en una pose sexualmente sugerente”. Mia Merrill se sintió ofendida al encontrarse
con aquella preadolescente, relajada en una silla, con las piernas levantadas y la ropa interior
a la vista. “Es perturbador que el MET muestre con orgullo esta imagen”, cuenta. Ella prefiere
que el museo advierta, como hizo en 2013 cuando organizó una exposición sobre el artista,
que algunas de las pinturas de la exposición podían ser molestas para algunos visitantes.
“Dado el clima actual en torno a las agresiones sexuales y las denuncias que se vuelven más
públicas cada día, al mostrar este trabajo para las masas sin proporcionar ningún tipo de
aclaración, el MET apoya, tal vez involuntariamente, el voyeurismo y la objetualización de
los niños”, asegura.
¿Pureza o perversión?
Balthus vivió con la acusación de artista pervertido, autor de obras perversas. Consciente de
las críticas, trató de aguar la leyenda en sus Memorias, donde indica -para desmontar los
prejuicios generados a partir de sus imágenes- que su sensibilidad parte de una infancia
protectora, con unos padres cariñosos y atentos, en París: “El contacto con seres singulares,
poetas y artistas, fue muy instructivo para mi vida de pintor. En el fondo todo viene de ahí,
de esa mirada llena de dulzura que debes tener para que pueda darse la pintura. Tuve la suerte
de ser educado en un ambiente muy culto y refinado”.
Admiraba a Piero della Francesca y a Cézanne. Su madre solía decir que de niño se dedicaba
a copiar pintores, sobre todo a Poussin, “con escrupulosidad y tenacidad, pues para mí ésa
era la mejor escuela”. “Siempre me ha parecido indispensable esa modestia ante los grandes,
captar algo de su pericia, de su generosidad, y así ir avanzando. Nunca fui a clase en ninguna
escuela”. Y a pesar de la imagen candorosa que se empeña en transmitir, él y su hermano,
Pierre, fueron la inspiración de la novela Los niños terribles (1929) de Jean Cocteau, amigo
de los Klossowski.
Nunca quiso salir de la infancia, insistió; nunca quiso abandonar el espíritu de la infancia.
“Nunca he querido perder el hilo, al contrario, he procurado reforzarlo. De modo que nunca
he salido de la infancia, ¿será por eso por lo que he pintado con tanto tesón flores y
muchachas en flor?”, se pregunta en sus memorias, fulminando cualquier debate sobre su
perversión. A los ojos del propio artista, sus preadolescentes son la mejor representación de
la pureza, no de la perversión.
Destruir el arte
Un año antes de que pintara la obra polémica de Thérèse, su galerista le encargó un retrato
de Joan Miró y su hija Dolores para celebrar el 45 artista del artista catalán. Para el retrato
posaron más de cuarenta sesiones y el cuadro entró a formar parte de la colección del MoMA
de Nueva York.
“No pido que la pintura sea censurada, destruida o retirada de la vista”, dice la visitante
asustada que, en realidad, sí solicita su retirada como hemos visto. De hecho, insiste en que
el MET “considere seriamente las implicaciones de colgar determinadas piezas de arte en sus
paredes”. Sin embargo, el historial viajero de la pintura señalada es extenso.
Ha sido expuesta en casi dos docenas de exposiciones de galerías y museos, a lo largo de los
EEUU, Londres, Colonia, Marsella, París, Tokio o Kioto entre otros lugares. Thérèse
Dreaming llegó al MET en 1998, donada por el matrimonio Jaques y Natasha Gelman, que
lo adquirieron en 1979. La obra fue comprada el mismo año de su creación, en 1938, por 438
dólares. Es una de las diez pinturas en las que el artista nacido Balthasar Klossowski retrató
a Thérèse Blanchard.
La censura contra la libertad artística es recurrente en los últimos años. En 2015, varios
medios de comunicación estadounidense censuraron los pechos de la mujer desnuda pintada
por Modigliani, vendido por 170 millones de dólares, una de las cantidades más altas pagadas
en subasta. Un ex taxista convertido en multimillonario supuestamente pagó la pintura con
su tarjeta de crédito para acumular puntos. También ocurrió con las Mujeres de Argel de
Pablo Picasso: la FOX pixeló los senos desnudos.
En 2014, el Museo Folkwang canceló una exposición programada del artista franco-polaco.
El director no soportó las presiones de quienes calificaron a Balthus como “pedófilo” y al
museo de cómplice. Así que prefirió anular la muestra para evitar “consecuencias legales no
deseadas”. Setsuko Klossowska de Rola, la mujer de Balthus durante casi 40 años, dice que
las acusaciones de pedofilia son “opiniones estúpidas”. Otros artistas como Caravaggio,
Gustav Klimt o Robert Mapplethorpe han sufrido las mismas críticas.
Acusado de pedófilo
Dos años después, el Partido Popular de Austria, el FPÖ, condenó una retrospectiva del
artista, organizada por el Kunstforum de Viena. La muestra incluía una serie de Polaroids de
Anna, a la que el artista fotografiaba con regularidad, siempre desnuda, desde los ocho a los
16 años. Balthus tenía más de 80 años cuando hizo las fotos y tenía el permiso de la madre
de la niña. El FPÖ dijo que en su trabajo hay un “trasfondo pedófilo inherente y
desagradable”.
Balthus sufre estas recriminaciones desde su primera exposición en París, en 1934, donde se
presentaron seis pinturas que el público consideró demasiado provocadoras. No vendió ni un
cuadro y en julio trató de suicidarse. “La pintura es una epopeya interior”, deja por escrito
Balthus en sus Memorias.
“¿Cómo vas a atender al rumor del mundo o incluso participar en él? Mis preferencias en la
vida no son misántropas, sino de soledad, para llegar al corazón salvaje de las cosas, al nudo
más apretado del misterio […] Creo que he dedicado todos los segundos de mi tiempo a la
pintura. Toda mi vida ha estado en función de la pintura. Es una historia sagrada y fatal”.
Las clausuras y peticiones de retirada de obra, confirman que los museos han entrado en una
nueva era, la de la prohibición del debate. ¿De qué deben proteger los museos a los visitantes?
¿Del arte mismo? ¿Quién protege a los museos de sus visitantes?
http://www.upsocl.com/cultura-y-entretencion/una-mujer-pidio-eliminar-de-reconocido-museo-
una-iconica-pintura-seria-perturbadora-e-inquietante/
Una mujer pidió eliminar de reconocido museo una icónica pintura. Sería
“perturbadora e inquietante”
Asegura que estaría sexualizando a los niños.
Balthasar Klossowski de Rola, mejor conocido como Balthus, nació en Paris en 1908, y
murió en Rossinière el año 2001. Fue uno de los pintores más importantes del siglo XX,
se codeó con grandes artistas de todas las disciplinas (tanto así, que incluso habría estado
patrocinado por Rainer Maria Rilke), y fue seguido por Breton y Picasso.
Sin embargo, siempre hubo tras la obra de Balthus un pequeño resquemor: muchas
personas decían que, si bien era un pintor increíblemente talentoso, y con una gran técnica,
los personajes sobre los que ponía sus ojos al momento de pintar, eran moralmente
cuestionables.
Balthus tenía una especial fijación por pintar a niñas menores de 14 años en posiciones
que podrían ser consideradas como voyerísticas, o directamente sexuales (para esto basta
con ver la pintura llamada “La lección de guitarra”).
La pintura, terminada en 1938, coinciden los críticos en que “irradia luz propia y pureza”
y que, nada más al verlo “se puede sentir la placidez del sueño”.
Muchas personas aseguran que no hay nada de sexual ni voyerístico en esta pintura, pues
es un retrato de la inocencia de la preadolescencia, y no está mirada con un lente
morboso ni con una connotación sexual. La pintura, para muchos, representa una mirada
inocente de alguien que concilia casualmente el sueño en una posición sin ser vista.
Pero sin leer estas críticas, ni escuchar consejos ajenos, una vecina neoyorkina lanzó una
campaña el pasado 30 de noviembre. Su objetivo era reunir 9,000 firmas para quitar la
pintura, ya que, según ella “El Met está, tal vez sin intención, respaldando el voyeurismo
y la cosificación de los niños”. Pues el único dato que se maneja de la obra, es que la
protagonista, Teresa Blanchard, tenía 12 o 13 años cuando el cuadro se pintó.
The Telegraph
“Las niñas para mí son sencillamente ángeles y en tal sentido su inocente impudor propio de
la infancia. Lo morboso se encuentra en otro lado”.
https://www.abc.es/cultura/arte/abci-arde-madrid-lolitas-balthus-201801310144_noticia.html
Noticias relacionadas
Pablo Jiménez Burillo, director del área de Cultura de la Fundación Mapfre, aconseja a quien
le escandalicen las lolitas de Balthus que no vaya al Prado. En efecto. Rubens debía haber
sido fusilado al amanecer y la Venus de Tiziano, quemada en la hoguera. Ni pensar lo que
harían con Courbet y su «Origen del mundo». Ardería París, sin duda.
Un Derain bizantino
La historia arranca con Derain. Pero no con el más célebre de su etapa fauvista, sino con un
segundo Derain, poco conocido y apreciado: su pintura se torna bizantina, dramática. Abre
la puerta al pasado, reivindica la tradición figurativa de los antiguos maestros, la Edad Media,
el primitivismo, la mitología... En su museo imaginario están Giotto, Piero della Francesca,
Masaccio, Durero, Ingres... Es uno de los artistas, dice la comisaria, que ven todo antes que
nadie. Mostró el arte africano a Picasso, quien, al enterarse de su muerte, exclamó: «¡Qué
gran pintor era!» No se prodigaba el malagueño en repartir piropos. Al igual que Picasso,
lo advirtieron Giacometti y Balthus, artistas de una generación posterior a la suya y que le
admiraban profundamente. «Derain es el pintor que más me apasiona, el que más me ha
aportado y me ha enseñado más desde Cézanne; para mí es el más audaz», decía Giacometti.
Obsesionado con las estatuas egipcias y africanas, éste copia a Miguel Ángel, Durero, Van
Eyck, Donatello... Entretanto, Balthus se ensimismaba con los bellísimos frescos de Piero
della Francesca en Arezzo. Los tres abordaron retratos, naturalezas muertas sobre fondos
oscuros –cuyos objetos tienen una consistencia casi mineral– y paisajes, todos ellos de un
realismo hermoso, extraño, perturbador, metafísico. Hay buenos ejemplos en la
exposición, que reúne dos centenares de obras. No faltan las jóvenes soñadoras dormidas, ni
sus incursiones en el teatro con decorados y figurines: Balthus en «Così fan tutte» y «Julio
César»; Derain en «El rapto en el serrallo» y «El barbero de Sevilla»... Giacometti solo hizo
un decorado para «Esperando a Godot», de su amigo Samuel Beckett.
Los unió en los años 30 el surrealismo del Papa Breton. Se conocieron en 1934 en una
exposición de Balthus. Compartieron en París el mismo círculo de amistades (Artaud, Max
Jacob, Aragon, Cocteau, Camus, Sartre, Malraux), galeristas y marchantes (Pierre Loeb,
Pierre Colle, Pierre Matisse), modelos... Como la artista inglesa Isabel Rawsthorne, que
posaba para Derain y Giacometti y era amiga íntima de Balthus. O Sonia Mossé, artista y
modelo de Derain y Balthus. Todo quedaba entre viejos amigos.
http://www.4vientos.net/2017/12/08/balthus-etico-la-vision-inversa-una-version-de-la-
inmoralidad/
Ahora que la polémica está en la mesa, recuerdo que a Balthus le conocí al lado de
Camus (seguro, encargado de los decorados en algún montaje, como lo hizo con
Antonin Artaud) en una fotografía emblemática que registra los esplendores del
movimiento existencialista.
Décadas más tarde, dicha imagen la fotocopié de la biografía de Olivier Todd “Albert
Camus. Una vida” y se la mostré al pintor Ernesto Muñoz Acosta, para que observara
a su maestro de París –estudió con Balthus, uno de los genios de la plástica del siglo
XX– y me recompensara con un comentario gozoso y apabullante en la gracia de su
realidad, pero no carente de cierta mitomanía galante.
Ahora que los dos han muerto, a uno de ellos –al francopolaco– se le acusa de
perturbar a las buenas conciencias y alterar el orden de aquellos que visitan el
Metropolitan Museum of Art de New York (MET), ya que 8 mil 700 firmas
ciudadanas solicitan retirar el cuadro donde una púber se exhibe de forma por demás
sugestiva.
Los activistas de la moral sugieren que, en una mezcla explosiva de orina y deseo,
Teresita la soñadora exhibe su pantaletita dulce y pavorosa para la perdición de los
hombres en esta Tierra.
“El sueño de Teresa” (1930) es un cuadro donde Balthazar Klossowski de Rola, mejor
conocido como Balthus (hermano del filósofo Pierre Klossowski), muestra el símil
de una mujercita sentada en una silla, recargada en un almohadón azul, una de sus
piernas está doblada, descansando en la silla, pose que a la vez permite mostrar sus
muslos empotrados en un calzón níveo. Nada de otro mundo, sino la etiqueta que
toda la vida cargó la obra del artista: abundar sobre la delicada inocencia que
surge en la preadolescencia.
Si, por inadvertencia, como evalúa Paul Lombard, estas adolescentes “abren
imperceptiblemente las piernas, es para celebrar la concha sagrada donde el
mundo tiene su origen”. ¡Qué lugarcito para venir al mundo!, diría la amiga de la
mamá de Junichiro Tanizaki. “Su arte –continúa Lombard– es una religión en la
que el pecado no es impío y, a menudo, recuerda que el mensaje divino no debe
dejarse al alcance de los niños”.
Digo la “visión inversa”, que empieza por asentir: “Me gusta, está suave, es bonito”,
y termina por sentenciar: “¡Es asqueroso! ¡Que lo quiten! ¡Que los quemen
junto con su creador! ¡Que lo corran de la escuela!”.
https://www.publico.es/culturas/piden-retirar-obra-balthus-muestra.html
madrid
12/12/2017 12:26 Actualizado: 12/12/2017 13:16
público
Una joven reclinada hacia atrás con la ropa interior visible ha abierto de nuevo el debate
sobre el papel del arte en nuestra sociedad. La obra, que lleva por título Thérèse Dreaming
(Thérèse Soñando) y que pueden ver encabezando esta información, ha protagonizado
una petición en internet a la que se han sumado miles de firmas reclamando al Metropolitan
Museum of Art de Nueva York —donde se expone— que reconsidere su decisión de
exhibir la obra, a la vista del clima actual sobre el acoso y los abusos sexuales.
“Dado el clima actual sobre abusos sexuales y el creciente número de acusaciones que se
hace público cada día, exhibiendo esta obra para las masas el Met da una visión romántica
del voyeurismo y la cosificación de las menores”, se podía leer en la petición. El Metropolitan
Museum of Art de Nueva York, conocido popularmente como Met, ha rechazado retirar el
cuadro de 1938 del artista Balthus que muestra a una niña en una postura que algunas
personas consideran “sexualmente sugerente”.
La obra corre a cargo del fallecido artista polaco-francés —de nombre Balthasar Klossowski
pero con el nombre artístico de Balthus— es conocido por sus imágenes de púberes cargadas
de erotismo. Un pintor que, según denunciaba Mia Merrill, la neoyorquina que comenzó con
esta petición en Care2 el pasado 30 de noviembre, "sentía atracción por las niñas y se puede
argumentar perfectamente que esta pintura idealiza la sexualización de un niño”.
Por su parte, el museo se ha mostrado tajante al respecto. Su portavoz, Ken Wein, ha alegado
que la decisión de mantener el cuadro en la exposición ofrece una oportunidad para
reflexionar sobre la cultura actual. “Momentos como este proporcionan una oportunidad
para el debate, y el arte visual es uno de los medios más relevantes que tenemos para
reflexionar tanto sobre el pasado como sobre el presente y para fomentar la constante
evolución de la cultura a través del debate informado y el respeto por la expresión creativa”,
ha señalado Wein.
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Mujeres horizontales
Por Victoria Mateos de Manuel | 16.04.18 | Arte | 4
Acudo a una exposición que, en estos meses, ha dado mucho de qué hablar: «Derain, Balthus,
Giacometti. Una amistad entre artistas», en la Fundación Mapfre hasta el 6 de mayo.
Reconozco que lo hago por puro morbo: para corroborar o desmentir in situ el carácter
perturbador que la opinión pública presupone a las niñas de Balthus, pues en la muestra
se encuentran algunas de sus controvertidas obras que toman por protagonista a la pubertad
femenina: «Los días felices», realizada por el artista entre 1944 y 1946, además de «La
habitación» (1947-48) o «Los niños Hubert y Thérèse Blanchard» (1937). Con ellas, Balthus
desdibuja los límites que se trazaron en la Ilustración entre arte y pornografía y, aunque
sea solo por esa cuestión histórica, merecen ser contempladas. El juicio estético –señalaba
Kant en el siglo XVIII– es aquello que se produce desde una «complacencia desinteresada».
La belleza, por lo tanto, nunca ha de ser convulsa; su contemplación ha de ejercerse desde el
sosiego. El imaginario de Balthus, por el contrario, nos inquieta.
Venus recostada
El mito de Dánae
Tiziano (1560-1565), «Dánae recibiendo la lluvia de oro», Museo Nacional del Prado.
En paralelo al tema de las Venus, merece también tratarse un caso de estudio específico sobre
la figura de la mujer recostada. Me refiero a la herencia, a través principalmente de Tiziano,
Tintoretto o Rembrandt, del mito griego de Dánae. Ovidio narra brevemente en su
Metamorfosis esta historia que comienza cuando el oráculo le confiesa a Acrisio, padre de
Dánae, que moriría a manos de aquel que fuera su nieto.[2] Para evitar que la diosa pudiese
ejercer una sexualidad gregaria, la encerraron en una celda. Sin embargo, Zeus consiguió
introducirse en la misma atravesando las grietas de la pared en forma de lluvia dorada,
embarazando con ello a Dánae. Tiziano pintó varios lienzos sobre este mito y la primera
versión aludía a los amores del cardenal Alessandro Farnese con una cortesana. En «Dánae
recibiendo la lluvia de oro» (1560-1565), nos muestra a una Dánae extática, quien, recostada
y expectante, aguarda el deseado y apetecible encuentro con el dios.[2]
La contemporaneidad del mito de Dánae pasa por una progresiva pérdida de autonomía de la
protagonista, quien adquiere un aletargamiento erótico con el paso de los siglos
De izquierda a derecha: Rembrandt (1636), «Dánae», Museo del Hermitage; Gustav Klimt
(1907), «Dánae», Leopold Museum.
Sin embargo, no es esta la única lectura posible del cuadro de Klimt. Alfonso Troisi hace
una lectura más amable y considera que el rostro de Dánae no refleja un ignorante sueño sino,
precisamente, el momento exactamente posterior al éxtasis amatorio.[4] Son dos los rasgos de
la obra que, por el contrario, apoyarían una lectura más cruda del cuadro de Klimt frente a la
tesis de Troisi: la posición fetal de la protagonista, que recalca su estado de absolutos
indefensión y abandono; y la perspectiva con que Klimt compone el óleo, situándonos a los
espectadores sobre Dánae en un plano de visión vertical que domina la escena –perspectiva
que también encontramos en la bellísima obra de Balthus expuesta en la exposición
«Muchacha dormida» (1943), en donde es un espectador de pie quien contempla a la
adormecida mujer horizontal–. Tanto Klimt como Balthus son maestros en dotar de un halo
de sacralidad y, con ello, de enmascarar a través de su estetización, las relaciones de
sometimiento; estas se ejecutan en su producción, más que a través de la representación del
tema en sí, mediante símbolos aparentemente irrelevantes –el modo de componer la posición
de las piernas desnudas de las mujeres– y la perspectiva que adopta la obra, la cual nos sitúa
por encima de las protagonistas, ejerciendo un dominio a través de la mirada.
Esa potestad de la visión sobre la mujer dormida señala, además, una ambigüedad erótica
que es recogida por Jacqueline Munck aludiendo a la influencia de «El sueño de Santa
Úrsula» de Carpaccio (1495) –lienzo en el que se aparece un ángel en sueños premonizando
la muerte de la santa– sobre la obra de Balthus «El sueño II» (1956-57). Se trata de la
dicotomía entre Eros y Tánatos, entre «deseo y destrucción» que se produce en la
representación del tema de la visita nocturna, el cual suele referirse a la llegada de un amor
que, desde esa posición elevada y sigilosa, protege pero también acecha a la mujer horizontal,
pues nunca se sabe si es guardián o amenaza.[5]
No obstante, la idea de un acto sexual que es capaz de vivificar a un ser dormido, desfallecido,
cadavérico o inorgánico aparecía ya en un mito clásico, el de Pigmalión, el cual anticipa las
fantasías sexuales contemporáneas referentes a los autómatas. Nuevamente hemos de recurrir
a Metamorfosis. En el Libro X, Ovidio nos presenta la historia de un torpe solterón
desahuciado de toda expectativa amorosa: Pigmalión. Ante el páramo sexual y afectivo
en el que se encuentra, Pigmalión concibe una ingeniosa y bella solución parafílica a su
soledad: se construye su propia escultura de la mujer de sus sueños; sí, esa mujer que
sobrepasa con holgura la decepción, defectos y sombras de todo ser encarnado. Pigmalión,
galán atento y generoso, colma de agasajos, joyas, flores y besos a su estatua, hasta que un
día pide a los dioses esa «virgen de marfil» como esposa y así «tocado se ablanda el marfil y
depuesto su rigor en él se asientan sus dedos y cede».[6]
Esta estetización del ideal de la mujer glacial, insensible e impasible sirvió para disimular un
gran terror de la época: la incapacidad que estaban experimentando los varones burgueses
para satisfacer sexualmente a las mujeres
La palabra «frigidez» apareció en el vocabulario médico entre 1840 y 1850 y fue una
constante de la era victoriana, época que desconfiaba del sexo en general. Jules Michelet, un
relevante historiador francés del siglo XIX que publicó, con gran éxito, algunos de los
vademécums patriarcales de la época, como las obras La femme (1859) y L’amour (1858),
fue un ejemplo de las contradictorias obsesiones victorianas que llegarán hasta la obra de
Balthus. Michelet defendía con ahínco que el mayor enemigo de la República Francesa
había sido la lucha de las mujeres por la emancipación –la internacionalización del
movimiento feminista se produjo a mediados del siglo XIX con la Convención de Seneca
Falls de 1848– y que estas eran, esencialmente, en tanto que seres menstruantes, enfermas
cuya única vocación vital había de ser amar y servir a su marido. Tales afirmaciones no
servían más que para soterrar los sonrojantes complejos que estaban experimentando los
varones de la época. Michelet era bastante torpe en el plano sexual y –como nos narra
Kniebhler– «se sabe que nunca llegaba a hacer «vibrar» a Athenäis, que se contentaba con
ser objeto de deseo, comer bien, dormir bien: ésa era toda su sensualidad».[8]
Como nos prosigue contando Kniebhler, a mediados del siglo XIX excitar a una mujer se
había convertido en un problemático enigma y el doctor Auguste Debay, un médico militar
francés, publicó entre 1848 y 1888 un curioso libro, el cual se reeditó más de cien veces y en
el que se detallaban los modos en que se podía estimular a una mujer: Higiene y filosofía del
matrimonio, se titulaba. Asimismo, cuenta Laqueur que el vocabulario referente al clítoris
fue condenado al ostracismo en el siglo XIX y no reapareció hasta 1905 con Freud, en quien
va a ser considerado no ya una fuente de placer femenino sino un espacio somático de
desviación sexual.[9] Curiosamente, la frigidez imperante en la época victoriana acabó
convertida en un mito sexual a través de los vampíricos retratos de las mujeres
aristocráticas judías de Gustav Klimt en el secesionismo vienés. Esta estetización del
ideal de la mujer glacial, insensible e impasible sirvió para disimular, encumbrándolo en lo
erótico, un gran terror de la época: la incapacidad que estaban experimentando los varones
burgueses para satisfacer sexualmente a las mujeres y la falta de deseo masculino. Lo
impávido, lánguido y ausente se transformó a finales del siglo XIX en un elemento
erótico, de ahí esa sensualidad sumergida o «erotismo latente» –como lo denomina
Munck[10]– que pretendiese hallarse en la representación de la mujer dormida y que también
encontramos en los retratos de indiferentes púberes tendidas de Balthus.
Balthus (1941-43), «El salón», Minneapolis Institute of Arts
En Balthus las mujeres poseen un estudiado descuido en la posición de sus piernas que, frente
a la pintura de Mary Cassatt, resulta artificioso, pues es el resultado de una milimétrica
composición
Son dos las ideas rompedoras que aporta esta pintura. En primer lugar, Cassatt exhibe
abiertamente las piernas de una niña, quien, además, no se sienta de manera constreñida en
el sofá; por el contrario, su postura muestra dejadez, comodidad e indiferencia hacia los
espectadores. No obstante, su descuido no es propio de ninguna impostura, al contrario
que las desganadas púberes de Balthus, cuya indolencia es más bien el efecto de una
pose erótica que el autor desea imprimirles. En Balthus las mujeres poseen un estudiado
descuido en la posición de sus piernas, que, frente a la pintura de Mary Cassatt, resulta
artificioso, pues es el resultado de una milimétrica composición.
Tapar las piernas era un recurso propio del victorianismo pacato, época en que «los muslos,
las piernas mismas, se vuelven indecentes en toda su extensión. La mojigatería victoriana
llega a vestir las patas de las mesas[11]». La exaltación de las piernas desnudas, que se
contempla también en el can-can de la Belle Époque, era una reacción contra el
conservadurismo. Sin embargo, esta visión desenfadada y liberada de la púber no se realiza
en Mary Cassatt desde una posición de poder. Cassatt, como señala Griselda Pollock, lo
consigue a través de la perspectiva que imprime a la escena[12]. No es un adulto quien está
observando la imagen, sino alguien que se sitúa a la altura del infante, mostrándonos el
mundo desde la posición de la niña. Con ello, Cassatt emancipa el imaginario infantil,
mientras que Balthus simplemente lo pone al servicio de los deseos del mundo adulto –como
en la controvertida obra Thérèse soñando–.
No atentamos contra la libertad imaginativa de los artistas, sino contra las carencias
formativas y pedagógicas en el comisariado, la museología y la historia del arte
Portada: Balthus (1944-1946), «Los días felices», Hirshhorn Museum and Sculpture
Garden Smithsonian Institution.
[1] ^ Lynda Nead afirma que el cuerpo femenino es «icono de la cultura occidental» y Mª
Ángeles López Fernández sostiene que existe un esquema persistente en la historia del arte:
la mujer adquiere el estatus de objeto de la obra del arte, mientras que el varón es sujeto
creador de la misma. Véase Nead, Lynda (1992): The female nude, Londres, Routledge, p.
14; López Fernández, Mª Ángeles (1989): «La mujer y el retrato. Una aproximación al
objeto», Arte, Individuo y Sociedad 2, pp. 17-42.
[2] ^ La información que se ofrece sobre el mito de Dánae es escasa en Metamorfosis, donde
sólo se señala en un pasaje la siguiente escueta información: «Perseo, a quien Dánae había
concebido en una lluvia de oro». Véase Ovidio (2003): Metamorfosis, Madrid, Alianza
Editorial, p. 163. El sentido general de este mito ha sido extraído de Mavromataki, Maria
(1997): Greek Mythology and Religion. Cosmogony, the Gods, Religious Customs, The
Heroes, Athens, Editions Haitalis, p. 214.
[4] ^ Troisi lo expresa del siguiente modo: «Klimt painted a resting Danae, with her face
reflecting the ecstasy of an orgasm just reached». Véase Troisi, Alfonso (2017): The Painted
Mind: Behavioral Science Reflected in Great Paintings, Oxford, Oxford University Press, p.
17.
[5] ^ Munck, Jacqueline (2018): «En el umbral entre el sueño y la realidad», en Munck,
Jacqueline (dir. Editorial): Derain/ Balthus/ Giacometti. Una amistad entre artistas
(Exposición celebrada en Madrid, Fundación Mapfre, del 1 de febrero al 6 de mayo de 2018),
Madrid, Fundación Mapfre, p. 68-71. Munck destaca otra tradición de sentido de la mujer
horizontal: la que la asocia a la visión mística a través de la presencia de Pathosformel como
la cabeza echada hacia atrás en la mujer tumbada presente en «María Magdalena en éxtasis»
de Caravaggio (1571-1610), «El éxtasis de Santa Teresa» de Bernini (1645-1652) o la
representación de la histeria femenina en Les démoniaques dans l’art de Charcot y Richer
(1887).
[9] ^ Véase Laqueur, Thomas (1990): Making sex: Body and Gender from the Greeks to
Freud, Cambridge, Harvard University Press, p. 160-178.
[12] ^ Texto original en inglés: «For instance in Young girl in a blue armchair, 1878 by
Cassatt, the viewpoint from which the room has been painted is low so that the chairs loom
large as if imagined from the perspective of a small person placed amongst massive
upholstered obstacles. The background zooms sharply away indicating a different sense of
distance from that a taller adult would enjoy over the objects to an easily accessible back
Wall. The painting therefore not only pictures a small child in a room but evoques that child’s
sense of the space of the room». Pollock, Griselda (1988): Vision and Difference. Femininity,
Feminism and the Histories of Art, London, Routledge, p. 65.
[13] ^ Manuel Vicent en esta columna hace la siguiente lectura, alejada del erotismo, de las
fotografías de Lewis Carroll y su relación con Balthus: «Balthus trataba de imitar a Lewis
Carroll, que había sabido extraer el secreto profundo y primitivo, inocente y desconocido, la
esencia del ángel, del alma de las niñas. Contra los ataques que le acusaban de saciarse con
el erotismo de esas adolescentes desnudas afirmaba que pretendía justamente lo contrario,
rodearlas de un aura de silencio y de profundidad, creando un vértigo a su alrededor».
https://es-us.noticias.yahoo.com/blogs/blog-de-noticias/cancelan-una-exposici%C3%B3n-de-
balthus-por-acusaciones-de-pedofilia-145536960.html
Han pasado justo ochenta años desde aquel “estreno” rodeado por el escándalo, y el artista
falleció hace ya trece años, pero poco parece haber cambiado desde los inicios de este pintor
francés de origen polaco, a quien la polémica acompañó durante buena parte de su vida.
La última controversia sobre su obra y su figura ha tenido lugar en Alemania, a raíz de que
el Museo Folkwang de la ciudad de Essen decidiera cancelar una exposición sobre Balthus
después de que un diario germano, el ‘Die Zeit’, calificara las piezas que iban a ser
expuesta de creaciones que rozaban la pedofilia.
La muestra en cuestión –cuya inauguración estaba prevista para el próximo mes de abril–
llevaba como título ‘Balthus: las últimas imágenes’, y entre las obras que iba a mostrar al
público se encontraban unas dos mil fotografías polaroid realizadas por el artista cuando
era octogenario, y en las que aparecía como modelo una niña llamada Anna, a quien el
artista retrató en numerosas ocasiones desde los ocho hasta los dieciséis años.
Ver fotos
Tras las duras críticas del rotativo alemán Die Zeit los responsables del museo decidieron
deliberar la cuestión con los representantes del legado del artista y su familia, y finalmente
decidieron cancelar la muestra por temor a que se produjeran “consecuencias legales
indeseadas”.
Algunas de las fotografías que iban a ser expuestas en Essen –Balthus utilizaba a menudo las
polaroid como “bocetos” preparatorios de sus pinturas– ya habían sido mostradas al público
en una reciente exhibición celebrada en la Galería Gagosian de Nueva York.
Aunque en dicha ocasión no hubo polémica alguna, periodistas como Ingrid Sischy, de
Vanity Fair, ya advertían que el particular estilo de Balthus podía ser “pasto de los censores
que asoman la cabeza cada vez que aparecen niños desnudos en obras de arte, aunque no
haya nada sucio en ellas”.
Tampoco hubo escándalo en otra importante exposición sobre el artista francés celebrada en
el Metropolitan de Nueva York entre septiembre y el pasado mes de enero (Balthus: Gatos
y niñas, pinturas y provocaciones) y que concluyó con un notable éxito de público.
El propio artista hizo a menudo declaraciones sobre la polémica que acompañaba a sus obras
de contenido erótico, y negó siempre que hubiera detrás de ellas evidencias de
“inclinaciones” pedófilas: “Las niñas para mí son sencillamente ángeles –explicó en una
ocasión–, y en tal sentido su inocente impudor propio de la infancia. Lo morboso se encuentra
en otro lado”.
Una explicación que, por desgracia, parece no convencer a todo el mundo, y que en este caso
ha privado a los interesados en su producción artística de disfrutar de algunas obras que
nunca antes habían sido mostradas al público, pues era la primera vez que la viuda de
Balthus y Anna –la niña objeto de la polémica, hoy ya adulta–, daban su permiso para que
fueran expuestas.