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Electoral

20 puntos que hay que pensar y decidir para que la


planificación de una campaña electoral sea completa
y efectiva.”

Una campaña electoral sin estrategia, o con la estrategia equivocada, es una


derrota segura.
Segura.
Por bueno que sea el candidato. Por bueno que sea su partido. Por malo que sea
el adversario. Pero la derrota es segura si falla la estrategia.

Pero sucede muchas veces que el político y su equipo están muy desbordados de
tareas.
Mucho para hacer. ¡Tanto!
Y poco tiempo.
Y la campaña electoral se te viene encima.

¿Por dónde empezar? ¿Cual es el orden, la secuencia que debo seguir? ¿Cual es
la cronología de decisiones que debo tomar?

Hay una página de mi libro Maquiavelo&Freud que se titula ‘CHECKLIST: Guía


rápida para planificar la estrategia de campaña’.

En esa página incluyo los 20 puntos que hay que pensar y decidir para que la
planificación de la campaña electoral sea completa y efectiva.
Cuanto mejor logres implementar cada uno de estos 20 puntos, pues tanto mejor
será tu campaña. Y ya sabes lo que sucede cuando tu campaña electoral es mejor.
Que vienen los votos, por lo general…

Campaña electoral en 20 puntos


¿Ya decidiste que serás candidato? ¿Ya sabes cuando será la elección? Si tu
respuesta es afirmativa, entonces ya mismo debes comenzar a planificar tu
campaña electoral. Esta checklist, esta guía rápida, te permite escribir tu plan
estratégico de un modo rápido para luego pasar a la práctica.
Entonces: ¿cómo planificar tu próxima campaña electoral? Así:

1. Determina tu target, los segmentos sociales hacia los cuales vas a dirigir tu
campaña electoral
2. Traza el perfil de una persona representativa de cada segmento de tu público
3. Encuentra el problema más importantede esa persona que puedas ayudar a
resolver cuando ocupes el cargo
4. Describe con detalle ese problema
5. Presenta tu solución para el problema
6. Escribe una frase-disparador que reúna Target-Problema-Solución
7. Reitera la operación para cada segmento de tu público
8. Sintetiza los pasos anteriores construyendo unos pocos temas de campaña y un
mensaje que los unifique
9. Descubre si los rasgos de tu personalidad incluyen Energía y Afabilidad
10. Decide de qué manera vas a fortalecer esos rasgos en tu comunicación
política
11. Establece que porcentaje de ilusión y qué porcentaje de función práctica
representarás como marca política
12. Diseña tus códigos comunicacionales como marca: logotipo, isotipo, eslogan,
gama cromática, códigos sonoros.
13. Establece claramente qué es lo que te diferencia como candidato de tus
competidores
14. Analiza el cuadro de situación del mercado y tu posición en la mente del
elector: ¿eres el líder, el retador, el tercero en discordia o un lejano competidor?
15. Decide la batalla de posicionamiento que se debe dar: defensa si eres el líder,
ataque si eres el retador, flanqueo si eres el tercero, guerrilla si estás lejos.
16. Mejora tu comunicación no verbal
17. Responde las principales objeciones que se presentan en tu contra
18. Presenta testimonios de personas que te valoren
19. Ofrece garantías de que cumplirás con tu palabra
20. Escribe textos y guiones para todas las piezas de campaña en función de estos
criterios

Como ves hay mucho trabajo por hacer.


Por supuesto que no tienes que hacerlo todo. Necesitarás ayuda, claro. Equipo.
Un buen equipo para trabajar con cada uno de estos 20 puntos.

En Maquiavelo&Freud: Psicología Política para Ganar Elecciones puedes


ampliar y profundizar estos 20 puntos. Con detalles, con ejemplos, con
sugerencias y con una permanente aplicación de la psicología del elector a la
forma de hacer una campaña electoral.
Campaña electoral: la gente vota por
el pasado, no por el futuro
Uno de los principales mitos de una campaña electoral dice que la
gente vota por el futuro. Error. En cada campaña electoral la gente
vota pasado.

Un fantasma recorre las campañas electorales del mundo entero.


Es el fantasma del pasado.

Uno de los mitos más recurrentes en las campañas electorales es la creencia de


que el electorado vota por el futuro.
La idea de que la gente vota eligiendo un determinado futuro es ingenuamente
idealista.
Porque la gente vota pasado.

El futuro no existe. No se ve, no se toca, no se huele, no se escucha.


¿Imaginas lo que sería votar por el futuro?
Sería construir una fantasía acerca de lo que vendrá a partir del gobierno de cada
uno de los candidatos.
Construcción, sí. Muy personal. Subjetiva.
Fantasía, entonces. Tenue.
Es la brumosa levedad del futuro.
Humo.

En cambio el pasado está allí. Al alcance de la mano, al alcance de los ojos y de


los oídos. Al alcance de la memoria.
En cada campaña electoral hay un gobierno que termina. Hay partidos políticos
con historia. Hay candidatos con biografías.
Pasado. Hay pasado.
Hechos. Impactos. Repercusiones. Realidades.

Por eso la campaña electoral tiene que contar historias.


No promesas sino historias.
Una historia sobre el gobierno que acaba.
Una historia sobre los partidos políticos en disputa.
Una historia sobre la sociedad en la que se vive.
Una historia sobre los candidatos en disputa.

Contar historias.
Historias entrelazadas e intercomunicadas.
La gente vota en función de esas historias. La gente vota cuando se siente parte
de esas historias. Cuando se identifica. Cuando se encuentra en esas historias.

Muchos creen que las campañas electorales son futuros posibles puestos uno al
lado del otro para ser comparados.
Entonces se paran frente a la sociedad y dibujan con imágenes y palabras el
futuro. Como si comenzaran de cero. Como si la sociedad y la política y la
campaña electoral fueran una tabla rasa, un disco duro vacío, una nada
fundacional e inerte.
Y creen que ganarán si la gente prefiere ese futuro que pintan.

No es así.
Y el hecho de que la gente vote pasado no excluye el futuro.
Simplemente lo integra a una historia.
Porque de otra manera no existe.

Discurso político: mejor la montaña


rusa que el lago
Si estás en política necesitas convencer a otras personas.
Persuadirlas.
Lograr su apoyo, su comprensión, su adhesión, su voto.
Ya seas el candidato, otro dirigente, un activista, o un miembro del equipo de
campaña.
Siempre tienes que persuadir a alguien.
Siempre.
Antes, durante y después de una campaña electoral.
En el gobierno o en la oposición.
Siempre.

Cuando hablas con alguien tu lenguaje lo saca de paseo.


Transportas con palabras a la persona que te escucha.
Del lugar a dónde le transportas depende la efectividad de tu comunicación
persuasiva.

Para simplificar: el discurso político pasea al oyente o bien por un lago o bien por
una montaña rusa.

¿Cómo llevar al oyente por la quieta superficie de un lago?


Con un discurso todo igual, sin altibajos.
El mismo volumen, el mismo tono, el mismo estilo, monocorde, plano, siempre
igual a sí mismo, sin sorpresas.
Aburrido.

Miles de estímulos luchan por captar la atención del oyente.


Miles y muy atractivos.
Y la atención va y viene, como un monito saltando de rama en rama.

Si tu comunicación es así, plana como un lago, la atención de tu oyente volará


lejos.
Perderás interés, impacto, persuasión.

¿Cómo llevar al oyente por el intenso recorrido de una montaña rusa?


Con un discurso político que lo mueva, que lo sacuda.
Volumen de la voz que sube y baja. Ritmo. Entonaciones que varían en función
del vaivén de las emociones. Bruscas aceleraciones, momentos más lentos y
también pausas y silencios. Imágenes visuales que irrumpen como un fogonazo
anaranjado. Historias que ilustran pero que además mueven los afectos.
Entretenido.

Estás en política y tienes que persuadir.


Bien.
La palabra es una herramienta clave.
Muy bien.
Pues entonces no aburras a tus interlocutores. Que tu discurso político no sea una
invitación a un lento y bucólico paseo por la quietud adormecedora de un lago.

Si quieres persuadir, la montaña rusa es lo tuyo.


¿Por qué no lo intentas?
Maquiavelo y Freud

Cuántos más sectores sociales comprendan las


claves de la psicología política mejores serán la
práctica política, la comunicación política, la vida
democrática, la libertad personal y colectiva, la
independencia de criterio y la toma de decisiones
políticas por parte de políticos y ciudadanos.”

Primitivo. Salvaje. Bestial. Simple.


Así es el cerebro de reptil dentro del cerebro humano.

¿Cerebro de reptil?
Sí. Tenemos una estructura cerebral cuyo campamento se ubica en el tronco
cerebral y que es sorprendentemente igual al cerebro de los reptiles. Una
estructura que está al mando de nuestra vida mental más primaria: violencia,
rituales, autoridad, reproducción, defensa del territorio, necesidades básicas…

Sus impulsos son elementales. Atacar y huir. Alimentarse. Reproducirse.


Defender su espacio. Respetar las jerarquías. Doblegarse ante el poderoso.
Dominar al débil. Sobrevivir del modo que sea.

Impulsado por su cerebro de reptil, el ser humano actúa rápida y mecánicamente.


Con conductas automatizadas y rituales que perviven a lo largo de los siglos, casi
inmunes a los cambios. Y busca satisfacer sus necesidades de un modo ciego,
violento e inmediato. Ya dije que es primitivo, ¿no?

Impulsivo. Emocional. Conflictivo. Social.


Así es el cerebro de mamífero dentro del cerebro humano.

¿Cerebro de mamífero?
Sí. Porque también tenemos una estructura cerebral basada en el cerebro medio
que es virtualmente idéntica al cerebro de cualquier mamífero. Una estructura
que controla ni más ni menos que nuestras emociones.
Conducido por su cerebro de mamífero, el ser humano siente miedo, tristeza,
felicidad, asco, desprecio, enojo, sorpresa. Y vive en manadas, y su
comportamiento se vincula indisolublemente con el de su manada.

Inteligente. Imaginativo. Creativo. Sutil.


Así es el cerebro propiamente humano dentro de nuestro cerebro.

¿Cerebro propiamente humano?


Sí. Tenemos una estructura cerebral de aparición más tardía que las anteriores y
con base en la corteza cerebral. Una estructura más evolucionada y que nos
permite conductas imposibles para cualquier otra especie del planeta.

Inspirado por este cerebro más avanzado, el ser humano produce lenguaje verbal,
arte, ciencia, filosofía, espiritualidad, cultura.

No tenemos 1 solo cerebro sino 3.


3 cerebros en 1.
Cerebro humano, cerebro de mamífero y cerebro de reptil.
3 supercomputadoras biológicas. Cada una con su propia lógica y con su modo
propio de funcionar. Cada una bien distinta de las otras dos. 3 supercomputadoras
que a veces funcionan con cierta armonía, a veces en paralelo y a veces en
flagrante contradicción.

Todos llevamos dentro un antiquísimo reptil que nos mueve. Todos llevamos
dentro, además, un viejo mamífero que nos impulsa. Y todos llevamos dentro un
evolucionado ser humano que nos inspira.
Todos.
El candidato. El gobernante. El político. El votante. Tú que estás leyendo. Yo que
estoy escribiendo.

Ese cerebro uno y trino determina el voto, la comunicación, los liderazgos, las
medidas de gobierno, las decisiones, las candidaturas.
Por eso necesitamos la Psicología Políticapara comprender la política y para
operar en política.

Maquiavelo y Freud en el siglo 21


Nicolás Maquiavelo nació en Florencia en 1469 y fue activo protagonista de la
vida política de aquella ciudad-estado hasta su muerte en 1527. Fue funcionario
público, diplomático, filósofo y escritor.
Y podríamos decir que construyó el rol social del analista y del consultor
político.

Sigmund Freud nació en 1856, vivió casi toda su vida en Viena y falleció en
1939. Fue un destacado científico, médico y creador del psicoanálisis. Su
descubrimiento de la vida psíquica inconsciente cambió para siempre la
psicología e influyó poderosamente sobre la cultura de todo el siglo 20.

Ni Maquiavelo ni Freud se ajustaron a sus respectivas caricaturas. Son figuras de


enorme trascendencia que no se reducen al estrecho espacio en el que cierta
vulgarización busca recluirlos.
Ambos fueron hombres de su tiempo, destacados y lúcidos, que abrieron caminos
insospechados hacia el porvenir.

¿Por qué Maquiavelo & Freud? ¿Por qué ahora, en pleno siglo 21? ¿Por qué
recordarlos sin ser “maquiavélicos” ni “freudianos” en los sentidos más vulgares
de estos términos? ¿Por qué buscar su (casi) imposible encuentro?

Porque la reunión de estos 2 nombres sintetiza rápidamente un concepto: la


psicología iluminando la práctica política. Arrojando luz sobre ella no solo para
comprenderla mejor sino fundamentalmente para operar mejor sobre ella.

La Psicología Política es una disciplina que estudia la toma de decisiones


políticas y que surge en una zona de confluencia entre la Psicología y otras
ciencias humanas y sociales. Es esencial para comprender la psicología del
votante, para saber cuándo, por qué y cómo decide su voto. Pero además es clave
para comprender la psicología del político, la psicología del candidato y
la psicología del gobernante.

Por si fuera poco, la psicología política es una formidable herramienta para


mejorar la comunicación política y para hacer campañas electorales más
efectivas.

Breve historia de la Psicología Política


El primer trabajo sistemático sobre psicología política fue publicado en 1910 por
Gustave Le Bon y se tituló Psychologie Politique. Le Bon ya concebía que la
psicología política no era solo una disciplina teórica y académica sino que
además era una ciencia que podía ayudar a corregir una gran cantidad de errores
políticos prácticos.

El concepto de psicología política reapareció en 1924 en un trabajo de Charles


Merriam. Su discípulo Harold Lasswell sería luego considerado el padre de la
psicología política a partir de una serie de libros publicados luego de 1930, el
primero de los cuales sería Psychopathology and politics.

En 1950 Theodor Adorno publica uno de los primeros grandes clásicos de la


psicología política: La personalidad autoritaria. A partir de sus propios estudios,
Adorno construyó una herramienta práctica: la Escala F (un test psicológico para
medir prejuicios y tendencias anti-democráticas).

En 1960 Angus Campbell publica otro clásico que de alguna manera fija los
estándares para posteriores estudios en psicología política: The American Voter.

Durante la segunda mital del siglo 20 la psicología política se expande por el


mundo, surgiendo especialistas de la talla de José Luis Pinillos en España o de
Ángel Rodríguez Kauth en América Latina. Ya a fines de la década de los 70 se
crea la primera organización que nuclea a los especialistas en psicología política
de todo el mundo: la International Society of Political Psychology (ISPP).

También en los 70 se publica el Manual de psicología política de Jeanne


Knutson. Luego van apareciendo otras publicaciones de referencia: en 1979 la
revista de ISPP Political Psychology, en 1986 Psicología política de Margaret
Hermann, en 1988 Psicología política de Seoane y Rodríguez, en 1990 la revista
española Psicología política dirigida por Adela Garzón, en 2002 la revista
Cahiers de Psychologie politique dirigida por Alexandre Dorna, en 2003
Psicología política de Sears, Huddy y Jervis…

El siglo 21 encuentra a la psicología política integrando los programas


académicos formales de numerosas universidades y produciendo una vasta
cantidad de trabajos de investigación. Asimismo el campo de la psicología
política sigue expandiéndose en diversas direcciones, estudiando el
comportamiento electoral, los fenómenos grupales y de masas, los liderazgos, la
influencia de los medios de comunicación, la violencia política, la psicología del
votante, la psicología del político, la comunicación política y otros temas
vinculados.
¿A qué responde el surgimiento de la Psicología
Política?
Como ya vimos, y más allá de algunos trabajos previos que fueron pioneros, hay
cierto consenso en el mundo académico en situar el comienzo de la Psicología
Política a mediados del siglo 20.

¿Por qué en ese momento? ¿Qué estaba ocurriendo?


Pues nada menos que una profunda transformación del papel político de los
medios masivos de comunicación.

La radio ya había sido usada en materia política (recuérdese por ejemplo el


enorme papel de los mensajes de De Gaulle desde la BBC de Londres durante la
Segunda Guerra Mundial).

También el cine (desde el “realismo socialista” impulsado por Stalin a cierta


cinematografía alemana inspirada en Goebbels y Hitler).

Y por supuesto los periódicos (a lo largo de todo el siglo XX, y con especial
criterio a partir de la “Iskra” de Lenin, una publicación concebida como
agitadora, propagandista y organizadora de masas).

Pero la televisión fue el gran salto adelante a mediados de siglo. Y tal vez el
punto de inflexión fue el célebre debate ante cámaras de John F. Kennedy y
Richard Nixon, modelo básico para tantos estudios posteriores.

Por otra parte la primera mitad del siglo había sido muy agitada en materia
política: dos guerras mundiales, fin de grandes imperios coloniales, revolución
rusa, nazis con gran desempeño electoral en Alemania, numerosos países con
gobiernos comunistas, varios puntos del planeta con conflictos raciales,
revoluciones y golpes de estado triunfantes o fracasados, movilizaciones de
masas, guerra civil en España, bombardeo atómico sobre Japón, comienzo de la
guerra fría y toda una catarata de sucesos que conmocionaron a la humanidad.
Y en el medio de todo esto, millones y millones de muertos, heridos y mutilados.

En síntesis: el mundo político impactaba hondamente sobre la sociedad y


producía fenómenos que debían ser interpretados, explicados, entendidos.
Esa necesidad de darle sentido y de comprender los hechos políticos estaría en la
base de la demanda social que comenzaría a ser respondida por la naciente
Psicología Política.

La respuesta comenzó a surgir desde el campo de la ciencia, y más


específicamente desde la Psicología.

Anotemos al margen que la Psicología es una ciencia, no exacta sino humana o


social (aunque no por ello menos rigurosa). Una ciencia con su propio objeto de
estudio y su propia metodología.

Una ciencia que ya entonces abría ramificaciones para estudiar los


comportamientos de las masas, los grupos humanos, las instituciones sociales, los
procesos de socialización, la comunicación verbal y no verbal, la toma de
decisiones, la percepción, los liderazgos…todos temas de gran importancia a la
hora de intentar comprender los fenómenos políticos.

Recapitulando: a mediados del siglo pasado ya existía una demanda social para
intentar comprender los fenómenos políticos, ya comenzaba una explosión de
novedades en materia de ciencia y tecnología, ya existía una ciencia consolidada
como la Psicología, y la misma ya apuntaba (aunque fragmentariamente) hacia
temas vinculados al campo político.

De este estado de situación surgió la Psicología Política.

De la academia a la práctica política democrática


Maquiavelo, que tal vez no era tan maquiavélico, caminaba por las calles de
Florencia a finales del siglo 15 y principios del 16. Freud, que tal vez no era tan
freudiano, caminaba por las calles de Viena a finales del siglo 19 y principios del
20.

Parecía (casi) imposible que sus pasos se juntaran.


Pero a mediados del siglo 20 surgió la psicología política y comenzó un largo
proceso de sacudir rutinas.

Hay una inmensa riqueza teórica en esta materia. Inmensa. Pero frecuentemente
está recluida en ámbitos estrictamente académicos y circula solitariamente en el
circuito cerrado de las publicaciones científicas. Además de estrecha, su
circulación está encriptada en el oscuro código de la academia.

Por eso es necesario desencriptar la psicología política y ponerla al alcance de


políticos, publicistas, jefes de campañas electorales, directores de comunicación
de partidos y gobiernos, consultores políticos, asesores, gobernantes, opositores,
periodistas, organizaciones sociales y apasionados por la política en general.

Cuántos más sectores sociales comprendan las claves de la psicología política


mejores serán la práctica política, la comunicación política, la vida democrática,
la libertad personal y colectiva, la independencia de criterio y la toma de
decisiones políticas por parte de políticos y ciudadanos.

Nota: este artículo fue publicado originalmente en la edición de Mayo 2015 de la


Revista El Molinillo de la Asociación de Comunicación Política (ACOP). La
revista fue distinguida con el Victory Award como “Mejor Publicación Política
2015”.
Decisión de Voto
Tal vez tu mensaje político sea el más valioso de todos los que circulan en la
sociedad. Tal vez tú mismo seas un comunicador experiente y hábil. Tal vez tu
campaña posea recursos fabulosos. Tal vez…

Pero si no comprendes los mecanismos mentales que llevan al votante a tomar su


decisión de voto, pues jamás lograrás ese voto. Harás múltiples malabarismos
publicitarios y comunicacionales, pero el votante seguirá su camino.
Imperturbable como Rodríguez, entrañable personaje de un cuento del uruguayo
Francisco Espínola.

Rodríguez no se deja impresionar por la magia del


diablo
Es de noche.
Rodríguez atraviesa el campo. Cabalgando.
El diablo, de poncho rojo, también cabalga. Y empareja su caballo con el de
Rodríguez.
Durante todo el desarrollo del cuento el diablo le ofrece maravillas al otro jinete.
Promete cumplir todos sus deseos. Pone a su disposición mujeres, oro y poder. Y
muestra sus propios poderes para impresionarlo: cambia el color de su caballo de
negro a blanco, transforma en víbora la rama de un árbol, enciende el cigarro de
Rodríguez con una llama que hace brotar de sus dedos y finalmente convierte su
caballo primero en un toro y luego en un pez.

Pero no logra seducir a Rodríguez. No lo convence. Ni siquiera lo conmueve.


Rodríguez sigue adelante. Cabalgando. Imperturbable. Indiferente.
Hasta que el diablo pierde definitivamente la calma.
-¡Te vas a la puta que te parió! -lo insulta y rápidamente se pierde de vista.
Y Rodríguez sigue cabalgando. Como si nada hubiera pasado. En su mundo.
Absorto.

El cuento de Espínola tiene múltiples lecturas, claro está. Pero una de ellas podría
ser un perfecto espejo de la persuasión política fallida.

La mayoría de las campañas políticas hacen enormes esfuerzos para impresionar


y seducir a los Rodríguez del mundo, para persuadir a los votantes. Diseñan
escenarios, realizan operaciones, hacen magia publicitaria, crean escándalos,
montan shows mediáticos…Pero el votante sigue como Rodríguez,
imperturbable.

¿Por qué esa dificultad para provocar reacciones en el votante?


Porque están tan concentrados en su propio espectáculo audiovisual que se
olvidan de considerar el elemento más importante de todos: los mecanismos
mentales por los cuales el ciudadano decide su voto.

Psicología política del voto


La psicología política estudia los liderazgos políticos, los procesos colectivos, la
comunicación política…pero también la decisión individual de voto.
Porque al final del camino todos los procesos colectivos pasan por el cuello de
botella de las decisiones individuales.

¿Cómo llega el ciudadano común a decidir su voto?


Algunas décadas de estudio de la psicología política me ayudaron a identificar 12
pasos o momentos fundamentales que explican la decisión de voto. El desarrollo
lo explico en trabajos más extensos como mis Seminarios Online o mi
libro Secretos del Cerebro Político: descubriendo los mecanismos mentales del
voto (incluído en Maquiavelo & Freud Premium).
Pero esquemáticamente el proceso sería el siguiente:

1. El sistema político emite simultáneamente una multiplicidad de mensajes


procedentes de una multiplicidad de emisores. La emisión es perpetua y
no se detiene jamás. Una maquinaria gigantesca, omnipresente, infinita,
casi eterna.
2. Los mensajes políticos no llegan directamente al cerebro del ciudadano
sino que atraviesan una triple capa de filtros que incluyen los medios de
comunicación, las redes de pertenencia social y la experiencia directa.
3. Cuando los mensajes ingresan al cerebro de la persona han sido
modificados por los filtros.
4. El cerebro incorpora los mensajes en función de sus procedimientos
dominantes para la obtención de información. En esta recepción activa la
persona pone en juego sus sistemas sensoriales, sus habilidades
cognitivas, sus emociones, su motivación y su peculiar estructura
conciente-inconsciente.
5. El cerebro no lee los mensajes tal cual salieron del emisor ni tampoco en la
forma que emergieron de los filtros, sino que los decodifica en base a sus
propios códigos. Los lee con su propio mapa de la realidad, mapa que ha
aprendido a lo largo de los años.
6. Dentro del cerebro los mensajes no permanecen idénticos tras su
decodificación sino que son elaborados y transformados. En base a la
información obtenida el cerebro produce juicios acerca de los políticos.
Estos juicios pueden ser o bien online, realizados espontáneamente al
contacto con la información, o bien basados en la memoria de la
información archivada.
7. Los mensajes son archivados ya sea por candidato o por atributo, lo cual
influirá posteriormente en la recuperación de los mismos mediante la
memoria.
8. El cerebro evalúa los mensajes en función de su adecuación a 7 criterios
básicos: target al que se dirige, problema que aborda, solución que aporta,
personalidad del candidato, valores del partido o candidato como marca,
posicionamiento en relación a los otros candidatos y confianza en el
politico.
9. El ciudadano produce una decisión política primaria tras una primera
evaluación de la información disponible.
10. La decisión política primaria es filtrada a través de la experiencia directa,
las redes sociales y los medios de comunicación.
11. La decisión primaria de voto se descarta, se corrige o se confirma. En el
primer caso se vuelve a la evaluación, mientras que en los otros dos se
toma la decisión definitiva.
12. Por último se concreta el acto del voto.

Rodríguez, el diablo y la psicología política


Estimado amigo de poncho rojo, comprendo tu deseo de convencer a Rodríguez.
También comprendo, aunque no comparto, tu enojo cuando ves que Rodríguez es
inmune a tus encantos y sigue imperturbable su camino.

Permíteme que te diga que estás equivocado.


El problema no eres tú ni tampoco Rodríguez. El problema real es que tu
estrategia está fallando estrepitosamente.

No lo vas a convencer haciendo un espectáculo cada vez más grandioso y


mágico.
Nones.
Lo vas a comenzar a convencer cuando comprendas cómo toma sus decisiones. Y
cuando diseñes tu estrategia y tu comunicación política a partir de esa
comprensión.

Te lo digo en pocas palabras. Apenas en 5 palabras:


Menos magia y más ciencia.

Los once puntos que debe incluir el plan estratégico


El plan estratégico de una campaña electoral debe incluir, como puntos
esenciales, los siguientes:

1. Diagnóstico. Incluye una definición precisa acerca del contexto político, histórico,
económico, social y cultural, así como de la coyuntura actual, las características de la
elección y las fortalezas y debilidades del candidato y sus adversarios.
2. Objetivos. No se trata de repetir el estereotipado “quiero ganar” sino de describir
objetivos precisos, claros, medibles, realistas y que sean posibles.
3. Target. Debes decidir cual es tu público objetivo, tu “coalición ganadora”, los
segmentos de la población que te llevarán al triunfo electoral. Esto es esencial porque
allí, en ese target, tendrás que concentrar todos tus recursos y tus esfuerzos, ya que
constituye el sector más permeable a tu mensaje.
4. Mensaje. La idea central que le vas a comunicar a tu target durante la campaña y que
explica por qué votarte a ti en lugar de elegir a otro candidato. El mensaje debe ser
simple, breve, claro, portador de emociones y ligado a los problemas de las personas
que integran el target.
5. Posicionamiento. Define qué lugar ocupas actualmente en el cerebro de tu público
objetivo: ¿eres el líder, el desafiante, el que tiene cierta fuerza pero pocas
posibilidades o el pequeño sin posibilidades reales? Pero defínelo en base a cómo te
ve tu target. Y luego define qué posición quieres alcanzar y cómo lo harás.
6. Recursos. Realiza el inventario de los recursos materiales y humanos que están a tu
disposición y explica cómo obtendrás los que te faltan. Incluye entre los recursos la
personalidad del candidato así como las características del candidato como marca.
7. Organización. Decide cómo será la organización de la enorme operación electoral
que significa una campaña. Esto requiere un organigrama con estructuras
organizativas claras, distribución de cuadros políticos y técnicos, criterios para la toma
de decisiones y mecanismos de comunicación interna.
8. Movilización. Tendrás que delinear cómo esa organización va a movilizar los
recursos humanos disponibles a lo largo de las distintas etapas de la campaña
(reuniones, eventos, mitines en lugares públicos, movilizaciones de vehículos,
manifestaciones a pie de calle, activismo digital).
9. Cronograma. Al igual que en el ajedrez, establece 3 etapas principales: apertura,
medio juego y final. Luego ubícalas en el tiempo e introduce en cada una de ellas los
principales mojones, estimando fecha de comienzo y finalización para cada mojón.
10. Presupuesto. No hay campaña sin dinero. Tendrás que tener un presupuesto total
que cubra todos los aspectos. Como regla general considera que tendrás que destinar
aproximadamente un 60 % a la comunicación, un 30 % a la logística y un 10 % al
pago de especialistas. Necesitarás, por supuesto, un plan de financiamiento de este
presupuesto.
11. Evaluaciones. Recuerda que la estrategia es flexible. En consonancia con ello,
establece en qué momentos se evaluará la marcha de la estrategia, en base a qué
criterios se hará y quiénes serán los responsables de la tarea. Como resultado de
estas evaluaciones realizarás los ajustes y correcciones que correspondan.

Estos once puntos son absolutamente esenciales. Si los cubres todos de manera
clara y precisa, entonces tendrás un dibujo, un boceto, una guía para tu campaña
electoral.
Un consejo para cuando vayas a escribir el plan estratégico de tu campaña
electoral: que sea breve. Si a un Presidente de los Estados Unidos de América no
se le puede entregar un documento de trabajo cuya extensión exceda las 2
páginas (dos, two), ¿qué sentido tiene que en otras partes del mundo no seamos
igualmente rigurosos en cuanto al poder de síntesis?
Ser breve para documentar la estrategia implica un mayor esfuerzo, claro está.
Seguramente tendrás que escribir, antes del plan estratégico, algunos otros
documentos complementarios que te servirán de insumos. Pero luego, al escribir
el plan mismo, necesitarás alto poder de síntesis.
¿Cómo hacerlo si debes incluir todos los 11 puntos que señalé antes?
Pues redactando cada punto como si fuera un tweet. Obligándote a ese nivel
extremo de síntesis. Y recién después agregando, en los puntos que sea
necesario, lo que aún falte explicar.
Siempre debes tener en mente que el plan estratégico debe ser fácil de leer,
visualizar y consultar. Para eso se escribe, justamente. Porque sabes que la
estrategia tiene que estar escrita para que funcione, ¿verdad?
Por qué la estrategia debe ser escrita
Si la estrategia política no se pone por escrito no existe. Así de fácil. No existe.
Aunque teóricamente incluya los 11 puntos anteriores.
Una estrategia, como se deriva de todo lo anterior, no es una idea aislada ni una
ocurrencia genial ni un destello súbito ni una frase ingeniosa. Tampoco es un ir y
venir de conceptos ni un zigzagueo de acá para allá ni una decisión sobre lo que
haremos mañana.
Por eso tiene que estar escrita.
Una estrategia abarca una diversidad de asuntos interconectados, y un rumbo
definido a lo largo de un proceso temporal que nunca es breve.
También por eso tiene que estar escrita.
Una estrategia tiene que ser comunicable ya que son varias las personas y
estructuras organizativas que deben conocerla y ponerla en práctica. Y al mismo
tiempo tiene que ser fácil de consultar en cualquier momento y circunstancia de la
campaña electoral. Se aleja entonces de la oralidad, siempre más fugaz y más
cercana a la improvisación.
Esas son otras buenas razones por las cuales debe ponerse por escrito.
Además, las campañas electorales son un caos.
Caos.
Quien alguna vez trabajó en una campaña sabe que es estrictamente cierto. Son
un caos.
Mucha gente opina. ¿Demasiados? Todos, en realidad todos opinan. Todos tienen
ideas, todos quieren influir, todos saben cómo ganar. O por lo menos eso creen. Y
lo hacen sin mala intención y con la buena voluntad de ayudar. Pero, ¿sabes qué?
Te enloquecen. Literalmente, te enloquecen. Porque si escuchas a todos te
sumerges en un torbellino de ideas que van y vienen y cambian y se contradicen y
giran y empujan hacia adelante y hacia atrás y en todas las direcciones posibles (y
en las imposibles también).
Los tiempos electorales son infinitamente extensos pero al mismo tiempo son
infinitamente breves. Son extensos porque ocurren tantas cosas cada día que solo
quien ha estado allí lo sabe. Novedades, hechos, noticias, problemas, reacciones,
cambios, más problemas. Todo ocurre a toda velocidad y cada día te parece una
semana (a veces mucho más). Ese tiempo electoral parece interminable. Pero a la
vez es demasiado breve. Porque cuando ves el horizonte y te das cuenta que el
próximo domingo serán ya las elecciones casi siempre te parece que es
demasiado pronto, que faltaron cosas por hacer, que todo pasó muy rápido.
Pero además están las emociones exaltadas, a flor de piel. En ti mismo, en tu
equipo, en los equipos rivales, en los periodistas, en la gente. Todo el mundo con
las emociones subrayadas, más intensas, más volátiles, a punto de explotar y
también explotando.
Y hay tanto para hacer, para coordinar, para ejecutar, para supervisar, para
decidir…
Por eso el caos: demasiadas opiniones contradictorias, demasiadas
tareas, demasiadas emociones alteradas y una inmensa cantidad de tareas.
Por todo esto la estrategia política debe estar por escrito.
Para acudir a ella y serenarnos, reflexionar y tomar las mejores decisiones.
Para volver una y otra vez a lo largo de la campaña a ese documento escrito.
Para aferrarnos a esa estrategia puesta en negro sobre blanco, escrita con
fundamento y tranquilidad antes de que el caos se desatara.
Porque cuando entramos en las aguas embravecidas de la campaña electoral
comienzan los cantos de sirena. Las voces que buscan apartarnos del rumbo
seguro. Esas voces encantadoras que buscarán torcer nuestro buque hacia las
rocas del fracaso.
Cuando llegue ese momento tendrás que actuar como Ulises.
Tendrás que atarte al mástil del barco.
Tendrás que atarte a tu estrategia.
En ese momento de caos, más vale que tengas tu estrategia por escrito.
Solo así tu odisea terminará y habrás logrado tus objetivos políticos.

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