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El puente África-América.

Los contactos
precolombinos

Las relaciones entre África y América son antiguas y muy importantes para
comprender nuestra historia. Casi siempre asociamos los contactos de estos
dos continentes con el comercio negrero, que se inauguró a finales del siglo
XV y se prolongó hasta finales del siglo XIX. Sin embargo, algunos
investigadores, en especial los arqueólogos,afirman que los intercambios
entre estos dos mundos se remontan a épocas anteriores a la llegada de
Cristóbal Colón a América.

Numerosos científicos africanos enfocan lo sucedido en 1492 como parte de


una serie de eventos de los cuales África nunca estuvo ausente. La hipótesis
que pretende contactos africanos con América en tiempos precolombinos es
una inquietud permanente que estimula nuevas investigaciones. Una
conversación entre el gobernador de El Cairo (Egipto) con el rey de Mali,
Soleiman Musa, durante su primer peregrinaje a lugares santos del Islam, en
1324, narra los esfuerzos de su predecesor, Mansa Aboubakar II, en torno a la
exploración del océano Atlántico. Estos hechos podrían tener relación con la
hipótesis propuesta en 1977 por el antropólogo Donald Lathrap, según la cual
la agricultura se deriva de un patrón único de experimentación que tuvo lugar
en África hace más de 40.000 años. De acuerdo con una parte de la propuesta
de Lathrap, a algún lugar de la costa septentrional de Brasil, hace más de
12.000 años, pudo arribar un grupo de pescadores africanos. Buscando
terrazas, fueron arrastrados por corrientes marinas lejos de las costas
occidentales de África hasta un punto entre Recife y la desembocadura del río
Amazonas. ¿Viajaban en balsas o canoas? ¿Fueron arrastrados con las
semillas del calabazo de botella (Lagenaria siceraria), domesticado en África y
que no puede reproducirse sin la ayuda humana? ¿Acaso estas semillas fueron
utilizadas por gentes de las costas americanas?

Aunque esta hipótesis fue desdeñada durante un decenio, en los últimos años
el aumento del número y antigüedad de las fechas que atestiguan el
poblamiento del continente americano, como la de Pedra Furada con 32.000
años en el nororiente del Brasil, sumados a otros datos que la sustentan,
vuelven a poner la propuesta de Lathrap en el escenario del debate y en el foco
de las preocupaciones que incentivan la nueva historiografía de África. Por otro
lado, si hablamos de encuentros de mundos, esta hipótesis aludiría a uno muy
temprano.

Oro Americano y trata negra

Entre 1580 y 1592, los españoles accedieron a las minas de oro de la Nueva
Granada. Las más importantes fueron Nueva Remedios (1590), Zaragoza
(1580) y Cáceres (1576), situadas en el territorio que hoy corresponde al
noroeste del departamento de Antioquia. Para esa época, los efectos de la
Conquista, de las epidemias y del trabajo forzado habían debilitado a las
poblaciones indígenas. Felipe II, rey de España, se encontraba frente a una
encrucijada: el oro se hallaba en las Indias Occidentales, pero su explotación
se hacía cada vez más problemática porque la población indígena, principal
mano de obra, estaba siendo reducida.

Un siglo antes de que los españoles encontraran el oro de los indígenas


americanos, los portugueses ya tenían casas de comercio en África, conocidas
como factorías. Éstas eran punto de encuentro comercial entre los
portugueses y algunos jefes de las costas africanas. La mercancía más
corriente eran los cautivos esclavizados. Pero, además, los lusitanos eran
propietarios de numerosas embarcaciones negreras dedicadas al transporte de
esclavos.

Para resolver la disyuntiva ante la cual se hallaba, en 1580, Felipe II anexó


Portugal a la Corona de Castilla, convirtió a los portugueses en sus súbditos y,
valiéndose de sus flotas de barcos negreros y de sus contactos comerciales en
África, deportó a la gente de ese continente hacia América con el fin de explotar
el oro de la Nueva Granada. Esta estrategia fue necesaria porque, según el
Tratado de Tordesillas, los españoles tenían prohibido negociar con los
pueblos africanos. Los únicos autorizados para hacerlo eran los portugueses.

A partir de ese momento, Felipe II creó un nuevo tipo de contrato, conocido


como el asiento de negros. Consistía en que un particular –a quien se
denominaba asentista– se comprometía a aprovisionar a las Indias
Occidentales con un determinado número de esclavos por año. A cambio, el
titular del contrato se beneficiaba del monopolio de tan particular comercio.

Estos asentistas o negreros vivían en Europa. Sin embargo, tenían


representantes que se ocupaban de sus negocios en África y en el Nuevo
Mundo. En África se hallaban los pombeiros o lançados, quienes, en muchos
casos, eran hijos de madres africanas y padres portugueses. Ellos tenían la
tarea de intercambiar mercancías europeas –como telas, armas y licores– por
personas que serían embarcadas hacia América en calidad de esclavos.

Cartagena de Indias: puente entre África y Colombia

En 1618, el jesuita Carlos de Orta escribió a su padre una carta en la cual


describía la vida y las actividades económicas de Cartagena de Indias:

Estos lugares son tan calurosos que, estando al presente en la mitad del
invierno, se siente mayor calor que en la canícula. Los esclavos negros
son en número de 1.400, en la ciudad van casi desnudos. Los cuerpos
humanos de continuo están bañados de sudor. Los alimentos son bastos
e insípidos.

Hay gran escasez de agua dulce, y la que se bebe es siempre caliente...


En cuanto a forasteros, ninguna ciudad de América, a lo que se dice, tiene
tantos como ésta, es un emporio de casi todas las naciones, que de aquí
pasan a negociar a Quito, Méjico, Perú, y otros reinos; hay oro y plata.
Pero la mercancía más en uso es la de esclavos negros. Van mercaderes
a comprarlos a vilísimos precios a las costas de Angola y Guinea; de allí
los traen en naves bien sobrecargadas a este puerto, donde hacen las
primeras ventas con increíble ganancia; a los que quedan los embarcan
de nuevo.

En efecto, desde 1580 hasta 1640, Cartagena de Indias se convirtió en el


principal puerto negrero de toda la América hispánica. En Cartagena de Indias
se hallaban los factores, quienes recibían los navíos que llegaban de África,
pagaban los impuestos y vendían a las personas cautivas. Cabo Verde,
Cacheo, Loanda, la isla de Santo Tomé y Ouidah fueron los principales
puertos africanos donde fueron embarcadas las personas destinadas a la
esclavitud americana. La modalidad de los asientos se extendió hasta el siglo
XIX y los contratistas o asentistas que se lucraron con esos contratos no sólo
fueron portugueses: los holandeses, franceses e ingleses también se dedicaron
a este negocio a lo largo de los siglos XVII, XVIII y XIX.

Los Yolofos de Senegambia en Cartagena

Según los historiadores, a finales del siglo XVI los yolofos fueron mayoritarios
en Cartagena. Hacían parte de un reino conocido como El Gran Yolofo. El
apogeo de este Estado del África occidental se sitúa entre los siglos XIII y XV.
Contemporáneo del imperio de Mali, su territorio abarcaba el extremo noreste
de la Senegambia, región comprendida entre los valles del río Senegal y el río
Gambia, en el flanco oeste de la zona sudanosaheliana. Más allá de la ribera
norte del Senegal, bordea el Sahara y hacia el sur de Gambia limita con los
bosques de Casamance.

Las primeras menciones de los yolofos aparecieron a finales del siglo XVI.
André Alvares de Almada, escritor portugués, aludió al "reino de Jalofo" o
"Giloffa" y resaltó que los yolofos poseían una lengua propia. Sin embargo,
dentro del Estado yolofo se hablaban otras lenguas cuyos locutores fueron
designados con los nombres de berbesíes, tuculores y mandingas.

La gente de la alta Guinea

La región de los ríos de Guinea está irrigada por varias cuencas hidrográficas.
Al extremo norte se halla la del río Gambia, luego la del río Cacheo y la del río
Pongo. Cuando los europeos las recorrieron, a finales del siglo XV, encontraron
gentes conocidas como banunes, papeles, balantas, branes, biojós, nalus,
bagas, cocolíes y sosoes. Estos pueblos tenían el control del litoral que se
extiende entre las actuales repúblicas de Gambia, Guinea Bissau, Guinea y
Sierra Leona. Al norte, sobre la ribera izquierda del río Senegal, se
encontraban los fulos. Los mandingas y los biáfaras tenían sus territorios
alejados del mar, entre Senegal, Gambia y las dos Guineas.
A diferencia de los Estados imperiales sudaneses, la Alta Guinea presenta un
panorama político muy diferente. La expansión de los mande, descendientes
de Sunjata Keita, se constata en la distribución territorial de la región. En la
margen izquierda del río Senegal, donde habitaban los fulos, se inicia un eje de
pueblos musulmanes, entre los que se destacan los berbesíes y los
mandingas, situados en la desembocadura y la cuenca río Gambia, y los
sosoes, en la frontera entre Guinea y Sierra Leona. Durante los siglos XVI y
XVII, estos pueblos seguían siendo sociedades agrícolas ubicadas en valles
fluviales. Quizá la zona de mayor influencia del Islam en ese periodo fue el
litoral senegalés. Sin embargo, en la región comprendida entre las actuales
repúblicas de Guinea y Sierra Leona, muchos de los reinos del litoral se
opusieron a la adopción de la religión musulmana. Pero esta oposición no
significó siempre quedar por fuera de la influencia política y administrativa de
los musulmanes.

Dentro de la gente musulmana, los mandingas fueron los de mayor influencia y


presencia en la región. La migración de este pueblo, desde Sudán hasta Alta
Guinea, se inició entre 1230 y 1255, cuando Sunjata Keita promovió la
expansión militar de su imperio hacia el oeste. En la segunda mitad del siglo
XV, cuando los portugueses visitaron el África occidental, los mandingas ya
estaban instalados en la costa. Se hallaban en el litoral y en el estuario del río
Gambia. Al iniciarse el siglo XVI trataban de establecerse en la región de los
ríos Casamance y Cacheo. Según cronistas portugueses de esa época, en casi
todas las ciudades de Senegambia y Alta Guinea, fueran o no musulmanas,
había gente mandinga. La población de los ríos de la Alta Guinea se podría
clasificar en tres grandes grupos. En primer lugar se encuentran los pueblos
mande, quienes habían llegado a la costa durante las sucesivas oleadas de
expansión del imperio de Mali. Dentro de este grupo están los sosoes y los
mandingas. Los primeros se ubicaron en el Fouta Djalon, hasta el momento en
que fueron desplazados por los fulas hacia la costa. Sosoes y mandingas
practicaban el Islam. El segundo gran grupo está compuesto por la gente fula.
Estos pueblos invadieron el Fouta Djalon en el siglo XV. Su líder, Coli
Tenguela, liberó a su pueblo del dominio de los musulmanes, quienes
intentaron apoderarse de sus tierras y convertirlos a la ley islámica. Después
de vencer a los sosoes en el Fouta Djalon, y a los mandingas en el Fouta
Toro, pretendió invadir el territorio de los biafáras, pero no tuvo éxito. Este
pueblo ocupó un gran territorio situado entre los ríos Gueba y Corubal y tuvo
el control de la bahía Ría Grande de Buba y de la isla de Bolama. El tercer
grupo está compuesto por la gente del litoral quienes, a diferencia de los
grupos del interior del continente, no hicieron parte de grandes imperios como
los sosoes y mandingas.

Entre la gente del litoral se pueden distinguir dos formas de organización


política. Los reinos gobernados por reyes y la aldea gobernada por jefes que
tenían investiduras religiosas. Los biáfaras, los zapes, los papeles, los temnes,
los bulones, los banunes, los limba, los nalus, los bijagos, los bagas y los
cocolíes pertenecían al primer grupo. Durante el siglo XVI y XVII, los biáfaras
estaban agrupados en tres reinos: Biguba, Guinala y Bissege. El rey de Biguba
reinaba sobre cuatro jefes, el de Guinala sobre siete y el de Bissege sobre seis.
Esto quiere decir que los tres grandes reyes tenían el control sobre todas las
aldeas que estaban bajo el mando de cada uno de los jefes. Los papeles tenían
la misma forma de organización. Los portugueses que vivieron en las
inmediaciones del río Cacheo dejaron descripciones acerca del rey de Mata, su
vecino, quien a su vez gobernaba las tierras del jefe de Mompata. Los reyes
tenían sus cortes compuestas por dignatarios que ocupaban varios cargos. Los
europeos los identificaron como alcaldes, gobernadores, embajadores y
generales. Los zapes comprendían varios grupos humanos: temnes, bulones,
limba, y bagas. Los europeos del siglo XVII, que escribieron acerca de estos
pueblos, coinciden en afirmar que todos comprendían la lengua mel. Estos
pueblos habitan en la actual República de Sierra Leona.

Dentro de las formas de organización política, los balantas y los fulupos


pertenecen al segundo grupo. Su territorio se restringía a la aldea y ésta era
gobernada por un personaje que se conocía como rey-sacerdote. Éste tenía un
gran poder religioso sobre la aldea, pero el dominio territorial estaba en manos
de los jefes de cada familia.

Las culturas de la cuenca del Kongo

A partir del año 1500, los europeos, en especial los portugueses, empezaron a
escribir crónicas sobre los pueblos bantúes. Según estos textos, y los
resultados de las investigaciones realizadas por la arqueología y la lingüística,
el desarrollo ancestral de estos pueblos tuvo lugar a lo largo de la cuenca del
río Kongo. Entre el 1100 y el 1500 tuvieron lugar migraciones muy importantes
que permitieron la colonización de la selva congolesa. El conocimiento de la
metalurgia del hierro sirvió para que la gente bantú fundará ciudades en la
selva. La agricultura de cereales y tubérculos fue muy importante en el
desarrollo de estas civilizaciones. Gracias a estas tecnologías, la población se
multiplicó y remontó, por los ríos y por la costa, hacia la selva.

El antiguo reino del Kongo

El Reino del Kongo fue el más extendido y el más poderoso de todos los reinos
del África central. Su fundador fue Lukeni Nimi. El gobierno y la organización
provincial de este reino fue muy compleja. El rey del Kongo gozaba de una
gran autoridad, sin que su poder fuera absoluto. Nombraba a los gobernadores
de las provincias, quienes tenían la obligación de recoger los impuestos y
tributos que se debían al soberano. El tributo estaba compuesto de nzimbus
(caracoles que se utilizaban como moneda), sorgo, rafia, vino de palma,
ganado, marfil, pieles de leopardos y leones, es decir, por moneda, víveres y
productos comerciales. El rey estaba rodeado de un cuerpo administrativo
central. Había un virrey, un juez supremo, un tesorero, un jefe de policía y un
servicio de mensajes. Los gobernadores de las cinco provincias eran
generalmente parientes del rey, quien confiaba las más importantes a sus hijos.
De este modo, los descendientes del rey tenían la posibilidad de disputarse la
corona en el momento de su deceso. Los gobernadores nombraban a los
señores que mandaban sobre los jefe de cada aldea. Las insignias del rey
estaban conformadas por un tambor, un brazalete en cobre o en marfil, la bolsa
de los impuestos y un trono en forma de taburete cuadrado, el cual simbolizaba
su posición de primer señor del reino, poseedor del poder supremo.

La capital del Reino del Kongo es bien conocida gracias a los escritos de
viajeros portugueses de la época. También existen informaciones acerca de la
vida en al corte en el siglo XV. La ciudad capital llevaba el nombre de Banza,
que en la lengua local significa residencia del rey. Estaba situada en la
provincia de Pemba, en el centro del reino, estratégica localización que le
permitía tener control sobre todas las regiones. Estaba muy bien construida y
tenía grandes murallas de piedra. Banza fue rebautizada por los portugueses
con el nombre de San Salvador. Fue una gran metrópoli comercial en la que
convergían las rutas que desde la costa avanzaban hacia el interior de la selva.
Los principales caminos llegaban a ella: el que partía de Loanda, que servía
para conducir los nzimbus o conchas usadas como moneda; el que se extendía
desde el bajo Zaire, para el transporte de pescados, cerámicas y cestas; y otra
vía, que permitía la circulación del cobre.

Bantúes en Cartagena

Entre 1580 y 1640 llegaron a Cartagena de Indias numerosos herreros y


agricultores bantúes procedentes del Antiguo Reino del Kongo. Es muy difícil
saber el número exacto de personas africanas que llegaron a Cartagena de
Indias durante este periodo. Los historiadores han consultado los archivos de la
Casa de Contratación en Sevilla. En ellos se encuentran los registros de cada
navío que estuvo autorizado a llevar esclavizados a Cartagena. Esas
informaciones oficiales sólo constituyen un punto de partida, pues el
contrabando de esclavizados fue muy grande y por esta razón es posible
pensar que el número de personas africanas que realmente llegó al puerto fue
mayor. Las cuentas realizadas por los expertos a partir de las cifras oficiales de
los contratos de asiento y las informaciones acerca

Ararás y popós en Cartagena

Durante el periodo de los asientos holandeses los africanos procedían de las


factorías situadas en la costa del África centro-occidental: la Costa de
Barlovento, la Costa de Oro y el puerto de Ouidah. En 1570, Sebastiao Lopes
habló de los futuros popó y ardra o ararás. Ya en 1575, Garcia-Mendes
Castello Branco, explorador portugués, escribía:

Con nuestro amigo, el rey de Ardra, nosotros enviamos a tratar a


esclavos negros, marfil, telas de algodón, aceite de palma, y muchas
legumbres como el ñame y otros alimentos.

Estos escritos hablan del Reino de Allada, el cual estaba en pleno auge en
1658. Se sabe de su florecimiento gracias a las crónicas dejadas por los
misioneros que el rey Felipe IV de España había enviado a esa región. Por
ellos se tiene hoy una descripción de la ciudad de Allada rodeada de murallas.
El término arará fue una invención de los portugueses, quienes daban a las
personas el nombre del reino que visitaban. En otros casos pusieron a los
africanos los nombres de los accidentes geográficos más próximos a sus
lugares de habitación. En realidad los ararás eran las poblaciones ewé-fon,
que aún hoy habitan las actuales repúblicas de Togo y Benín.

El reino de Benín

Según las tradición oral, el Reino de Benín hacía parte de los Estados yorubas
que se constituyeron a partir de los nietos de Oduduwa, quien reinaba en la
ciudad de Ife, situada en la actual República de Nigeria. Los escogidos de
Oduduwa fueron Owu, Ketu, Benín, Illa, Sabe, Popó y Oyo. El Reino de Benín
fue uno de los primeros Estados yoruba visitado por los portugueses.
Localizado al suroeste de Ife, se constituyó en un gran reino desde el siglo XII.

La tradición enseña que la gente de Benín solicitó un príncipe al rey de Ife.


Oduduwa les envió a su hijo Oranyan. Es muy probable que este
acontecimiento haya sucedido hacia el año 1300. En el siglo XV profundos
cambios transformaron esta monarquía y el pequeño Estado se convirtió en un
gran reino. El hombre que llevó a cabo esta transformación se llamaba Eware.
La tradición afirma que Eware reformó su ejército para ampliar sus territorios.
La creación de un gran reino lo comprometió a realizar guerras constantes
contra sus vecinos.

Eware reconstruyó la capital. Dentro de la ciudadela había una gran avenida


que separaba el palacio del resto de la ciudad. En ella se hallaban los barrios
que albergaban numerosas corporaciones de artesanos y de especialistas al
servicio del soberano. El palacio propiamente dicho comprendía tres
departamentos: el guardarropa, los servidores personales del soberano y el
harem. La realeza del soberano del Benín era sagrada: él era la encarnación
de la divinidad en la tierra y mediante su sabiduría se llegaba al diálogo con los
ancestros. La civilización que se desarrolló entre Ife y Benín creó un arte
refinado de estatuas de bronce. Éstas se conocen como los bronces de Benín y
en muchos casos son representaciones de las cabezas de los oni, es decir, de
los grandes jefes que siempre tenían una investidura religiosa. A partir del siglo
XV, estas cabezas se realizaron mediante la técnica de la cera pérdida. En
1910, el alemán Leo Frobenius descubrió las esculturas de Ife.

Los ararás o ewé-fon fueron, sin duda, mayoría en Cartagena a finales del siglo
XVII. También llegaron los minas, quienes en realidad eran gente akán,
procedentes de Costa de Oro, por entonces bajo el control inglés. Los
europeos los llamaban minas porque los embarcaban en la zona aledaña al
Castillo de El Mina. Antes de 1727 se exportaban 20.000 personas por año. A
partir de 1789 el tráfico disminuyó hasta 5.500 personas de esa región. El
padre Labat escribió a propósito de los ewé-fon:
Los llaman aradas y hablan de un barco que trajo una armazón
directamente de Juda o Jura [Ouidah] y la vendió toda en uno o dos días.
[...] Son los mejores para los trabajos fuertes de hacienda. […] Los
varones usan una especie de falda llamada candale […]. Prefieren la
carne de perro a cualquier otra [...]. Los de Arda, así como los de Mina,
Juda, Assigni y esta costa en general son de un color menos bello que
los de Senegal, Gambia, Cabo Verde, Angola y Congo.

Otros autores señalan que,

debido a unas rayas profundas que les ciñen todo el rostro por ambos
lados y que rematan en la boca, muchos no quieren comprar estos
negros así señalados por el pavor que les causa verlos y así los dan por
menos precio, pero los que no tienen señales en el rostro son hermosos
de facciones.

Los popós o xwlas fueron descritos por el jesuita Sandoval en 1627:

En la desembocadura del río de la Vuelta [Volta] está una isla despoblada


donde empieza con el rescate el poderoso reino de los popóes.

Los xwlas fueron conocidos por los primeros portugueses que realizaron
exploraciones en esta costa entre 1472 y 1580. Ellos los llamaron popó. Es
probable que este nombre surja de una onomatopeya imitando la palabra
nativa kpókpó, verbo frecuente de la lengua de este pueblos. O quizá sea la
reproducción del título otorgado antiguamente a la muralla real conocida como
Aja-Kpókpó. El Reino Popó pertenece al conjunto de Estados yorubas situados
entre el Volta y Camerún. Entre estos pueblos del bosque el uso del hierro,
desde los primeros siglos de la era cristiana, habría permitido penetrar la
espesura y acrecentar la densidad de población, del mismo modo que en la
selva ecuatorial congolesa. Los popós hacían parte del gran Reino de Benín,
con el cual los portugueses ligaron tratos comerciales y diplomáticos desde su
llegada a esa costa. En la región donde vivían los popós hubo un gran mercado
de esclavos, el cual ha sido descrito de la siguiente forma:

El pueblo debía estar situado sobre un islote y se conoce como el


mercado de Appa. Según este documento de 1682, al pueblo llegan
embarcaciones cargadas de telas de Bini y allí confluyen numerosos
esclavos, que son comprados y transportados por la laguna hasta los
mercados de la costa. Ese comercio por la laguna es ciertamente un
monopolio de los xwlá.

Durante la primera mitad del siglo XVIII, Francia e Inglaterra se disputaron el


control del comercio negrero. Entre 1704 y 1713 los franceses controlaron el
tráfico mediante el contrato de asiento obtenido por la Compañía Francesa de
Guinea. En nueve años de transacciones la Compañía desembarcó
oficialmente en Cartagena a 3.913 personas africanas, a razón de 435 por año.
Esta cifra significa no sólo una fuerte introducción ilegal, sino también el
fracaso del asiento francés.
Los esclavizados introducidos oficialmente por la Compañía Francesa
procedían del puerto de Ouidah, de donde deportaban gente de la cultura ewé-
fon. A partir de 1706 la Compañía fue autorizada a negociar con los
holandeses, quienes controlaban el mercado de Curazao. La gente africana
vendida por los holandeses de Curazao a la Compañía procedían de la factoría
de El Mina, exportadora de personas de la cultura akán, que los europeos
llamaron mina. Entre 1714 y 1740, con la intervención del príncipe de Anjou –
nieto de Carlos II de Inglaterra– ante el monarca español, los ingleses tomaron
el relevo del control del comercio negrero. El nuevo contrato comprometía
hasta 1740 al soberano británico a introducir en las colonias 144.000 piezas de
indias a razón de 4.800 por año.

Entre 1714 y 1736 la Compañía del Mar del Sur, perteneciente a los ingleses,
desembarcó oficialmente en Cartagena a 10.475 personas africanas, a razón
de 476 por año. La mayor parte procedían de Jamaica y entraban ilegalmente.
El puerto debió acoger 1.000 personas por año, lo cual daría alrededor de
30.000 africanos introducidos entre 1710 y 1740.

Los africanos transportados por los ingleses procedían de Costa de Oro,


seguidos por otros grupos oriundos de la región del Golfo de Benín. Para esta
época hubo una disminución de la presencia de la gente de cultura ewé-fon en
Cartagena, pero empezó a aparecer la gente procedente del Golfo de Biafra.
Entre 1714 y 1740, periodo del asiento inglés, la presencia de los minas fue
mayoritaria en Cartagena, seguidos por los ararás (ewé-fon).

Fin de la trata

El periodo comprendido entre 1740 y 1810 se caracterizó por la disminución


general del tráfico negrero, debido en parte a la guerra contra
bianos;Cartagena;Colombia;afrocolombianos;

Inglaterra, que se prolongó hasta 1748. La crisis del puerto de Cartagena se


explica por varias razones: primero, el aumento del precio de los bozales.
Segundo el auge de los criollos, en particular en Popayán. Terminado el
asiento inglés, la Corona volvió al sistema de las licencias, las cuales fueron
otorgadas a los virreyes americanos, quienes estaban encargados de
negociarlas. Entre 1746 y 1757 el asiento de José Luis de Noriega introdujo
oficialmente 12.957 personas africanas. En 1758 José de Arrechederreta,
negrero de Cartagena, fue autorizado por el virrey Solís para introducir 2.000
piezas de indias y dos toneles de harina. En 1763 la marquesa de Valdehoyos
prefirió utilizar la licencia que le había acordado el virrey de la Zerda para
introducir 10.801 toneles de harina de trigo y 1.052 esclavizados. Entre 1765 y
1772 la Compañía Gaditana de Negros se benefició del asiento. En su contrato
se comprometió a introducir 1.500 africanos por año, para un total de 12.000,
sólo trajo 985 a Cartagena; sin embargo, importó 6.853 toneles de harina. Entre
1782 y 1789 el virrey Caballero y Góngora reactivó el comercio entre
Cartagena y las prósperas Antillas inglesa y holandesa. Este nuevo impulso
comercial tenía como base su política liberal. Él mismo acordaba los permisos
para la importación directa de los esclavizados desde las islas del Caribe. Es
muy posible que esta medida favoreciera el contrabando. A partir de 1789 se
inició la fase de libre comercio y fin de la trata por Cartagena. Para tonificar el
comercio negrero se permitió su libre importación a Cuba, Santo Domingo,
Venezuela y Puerto Rico y, en 1791, a Cartagena, Riohacha, Montevideo y
Buenos Aires. Sin embargo, los efectos de esta medida no fueron estimulantes
para este puerto, pues de 1791 a 1794 sólo se registró el ingreso oficial de 262
africanos.

Según el historiador Germán Colmenares, entre 1740 y 1810 Cartagena sólo


recibió 15.176 de origen africano. Su procedencia estaba determinada por las
tendencias de la trata inglesa, pues Jamaica se había convertido en el principal
centro de aprovisionamiento para los negreros de Cartagena. Entre 1740 y
1780 el Golfo de Biafra fue el lugar privilegiado de aprovisionamiento de los
ingleses. Durante la segunda mitad del siglo XVIII se repartían equitativamente
entre carabalíes (probablemente ibos e ibibos-efik) y ararás de lengua ewé-fon.
También aparecen algunos minas (akán de lengua twi) y para el fin del siglo un
regreso notable de los angolas.

A partir de 1780 la gente africana procedente de Angola y Mozambique casi


igualó a los ibos o carabalíes del Golfo de Biafra y redujeron a los minas a un
pequeño porcentaje.

fin;esclivización;esclavista;esclavos;libres;libertos;liberados;José;Luís;Noriega;cartagen
a;Afrocolom

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